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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Valenka N. Dragomir Dom Sep 16, 2018 12:44 pm

Otra noche más que se cernía sobre la ciudad de París, exhalé un suspiro mirando por la ventana las luces encendidas que iluminaban la ciudad. Mis ojos bajaron hasta dar con algunos transeúntes que paseaban alegremente por las calles ajenos a todo lo que pudiera pasar a su alrededor, ajenos al mundo oscuro que nos rodeaba y que estaba más presente de lo que a muchos les gustaría. Apoyé mi frente contra el frío cristal y cerré los ojos por unos segundos en los que mi mano también se apoyó en el cristal, por un momento, por un solo minuto deseé ser otra persona.... ser libre, libre como lo eran todas las personas que veía pasear por las calles, libres para poder decidir qué hacer con su vida y no estar atado a algo que quizás perdurara por algunos años... ¿quién sabía cuándo podría ser libre? Deseaba serlo y no podía, volar libre con mis alas y alejarme de aquel lugar en el que ya llevaba unos años trabajando. Mordí mi labio y abrí mis ojos azules para observar a un grupo de jóvenes que, paseando juntos, se reían de alguna broma que estuvieran contando mientras yo los envidiaba a todos. Qué absurdo, querer volar cuando estaba confinada en aquella jaula sin poder ser libre para decidir mi propio camino... aunque a pesar de todo no perdía a esperanza, decían que es lo último que se pierde y yo albergaba que en algún momento mi libertad sería dada y podría no volver jamás a aquel lugar. El ejemplo más claro que tenía de que sí se podía era de la persona que consideraba casi como mi hermana, aunque no tuviéramos la misma madre; Naitiri. Ella había pasado mucho más años que yo en aquel lugar pero finalmente había comprado su libertad, había saldado sus deudas y por fin fue libre para irse de allí y hacer su vida como siempre había querido... es más, hasta hacía unos meses se había casado al encontrar al amor de su vida, tenía el trabajo que siempre quiso, una persona que cuidaría por ella siempre... ¿acaso era yo una necia por querer aspirar a eso, por querer encontrar lo mismo que tenía ella? Quizás si lo fuera aunque ella me animaba las veces que nos veíamos a que no tirara la toalla y que no me rindiera, pues ella lo había pasado mucho peor que yo y al final había encontrado lo que siempre había soñado. Eso me daba esperanzas de que yo pudiera encontrar también lo mismo, pero de momento esos sueños debía de dejarlos guardados bajo llave porque por el momento seguía siendo una “esclava” de aquel trabajo por algún tiempo más.

Me giré hacia la puerta cuando escuché unos ruidos en esta, tras un “adelante” me encontré a una de las chicas que también trabajaban en el burdel que pedían que bajara puesto que había un hombre que había pedido a una chica con mis rasgos, asentí con la cabeza y agradecí que me avisara mientras esta cerraba la puerta y me dejaba de nuevo sola en la habitación, suspiré y me fui al tocador para revisar que mi pelo estuviera bien así como el leve maquillaje que llevaba, miré el vestido comprobando que todo estuviera bien y finalmente tras tomar aire decidí salir y bajar para no hacer esperar demasiado a la Madam que me había mandado llamar, una vez bajo me acerqué a ella para indicarme que había un joven que había pedido a una muchacha y que yo era la única que entraba en dichas características, me indicó donde se encontraba el joven, supe lo que me quiso decir y asentí con la cabeza mientras apartaba unos mechones de mi pelo y con paso decidido me acercaba al joven que me estaba esperando. Lo vi a unos pasos de distancia mientras observaba el espectáculo que había en esos momentos, lo recorrí con mis azules y pude ver que nada tenía que ver con los jóvenes que de normalidad iban a los burdeles para satisfacer sus necesidades y me pregunté en esos momentos por qué tendría él que acudir a un lugar como ese, dudaba que no fuera capaz de encontrar a ninguna mujer que cumpliera sus expectativas... pero yo no podía decidir nada de todo eso por muy obvio que fuera, ¿por qué acudir a un burdel cuando aquel hombre podría tener a la mujer que quisiera con chasquear sus dedos? Repasándolo con la mirada, viendo sus ropajes oscuros, me planté frente a él tapando por unos breves segundos su visión del espectáculo que había sobre el escenario, con mis mejillas ya sonrojadas como siempre sonreí cuando sus ojos se encontraron con los míos; unos ojos que me recorrieron por un breve segundo mientras yo ponía la mejor de mis sonrisas y, como me habían enseñado, me inclinaba ligeramente hacia el joven apretando disimuladamente mis pechos con mis brazos para que abultaran más y así tener contento al cliente.



-Buenas noche señor, me han dicho que andaba buscando alguien como... yo –sonreí y luego mordí mi labio inferior tomando la botella de alcohol que había sobre la mesa para llenar el vaso que tenía vacío frente a sí, haciendo gala de todo lo que me habían enseñado en cuanto a seducir a un hombre se trataba tendiéndole el vaso ya lleno de alcohol y seguidamente sentándome a su lado quedando de cara a él. De verdad que no entendía qué hacia un hombre como él en aquel lugar, era atractivo y no necesitaría de una prostituta para satisfacer sus necesidades, ¿qué mujer cuerda no caería ante su mirada y esos ojos penetrantes?- Dígame señor, ¿qué puedo hacer por usted esta noche?
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Mensaje por Acheron Dom Sep 16, 2018 11:56 pm







Habían pasado solo un par de días desde aquella última pelea con Artemisa. En teoría debería volver ante eela esa noche, pero aún le quedaban fuerzas más que suficientes como para postergar el asunto un día más. Sus heridas ya habían sanado por completo y, con certeza, ella sería mucho más benevolente si se presentara esa misma noche, pero eso no iba a pasar. En lugar de eso, haría exactamente lo que a ella más le disgustaba que hiciera: yacer en el lecho de otra mujer. Si bien desde el principio de su acuerdo ella había dejado claro que las únicas mujeres, aparte de ella, con las que podría acostarse era con prostitutas, un frío recordatorio de lo que él había sido, incluso así el castigo siempre venía reforzado por su “osadía”.

En más de una ocasión se había acusado a sí mismo de masoquista, ¿Por qué sino le gustaría tanto provocar la ira de la mujer? La realidad era, había demorado en comprender, que cada uno de los golpes recibidos, cada gota de sangre derramada, cada cicatriz, le servían para mantener vivo el odio que sentía hacia la mujer, odio que a su vez lo mantenía vivo a él. Todo era parte de un círculo vicioso.

Desde que llegasen a París, no más de tres meses antes, Acheron no había tenido tiempo ni ganas de visitar uno de esos lugares, bastante había tenido de Artemisa en ese tiempo, quien por cualquier tontería de la mudanza lo llamaba a su presencia y se aprovechaba de ello para torturarlo un poco. Pero esa noche no sólo no tenía ganas de ver a la mujer pelirroja, tampoco quería ir a yacer solo en su cama individual. Así que, cuando los demás Dark Hunters (DH) se enteraron de su plan, los que no tenían turno esa noche se auto invitaron para acompañarlo, incluso algunos de sus escuderos se unieron en la algarabía del momento, cosa lo irritó sobremanera pero no se quejó.

Al llegar al lugar, pidieron una mesa para seis: tres DH, dos escuderos y él, y se dispusieron a ver el espectáculo. A la mitad del show, Acheron notó que uno de ellos se ponía en pie con la jarra de vino y su baso vacío y se alejaba en dirección a la barra, supuso que iría a reponer el licor para todos, luego de eso, no le prestó mayor atención. El chico era, después de Ash, uno de los que lucían una apariencia más juvenil, y también uno de los que llevaba más años a su cargo. Romano, de unos cinco mil años y solo 28 aparentes, Valentine medía 1,85mts, y seguía viéndose pequeño al erguirse junto a su líder.

Valentine no era precisamente santo de la devoción de Acheron, pero el chico era perspicaz, y había notado la aversión en su semblante cada vez que se mencionaba a la Diosa, como todos se referían a Artemisa, por lo que decidió jugarle una pequeña broma. La nueva jarra de vino había llegado, pero no la mujer con la que planeaba involucrar a su serio y estirado jefe. Había pedido explícitamente una joven pelirroja, de tez blanca, y hermosa. La más hermosa que hubiera en el lugar, y al verla inclinarse mostrándole el escote sin pudor, casi se echó para atrás y se la quedó para sí, pero ver la expresión de Acheron seguro valdría la pena. Ya podría volver en otra oportunidad y tomar a esa belleza para sí. – Lamento decepcionarte, guapa. Pero no es para mí el servicio. – Le dijo antes de mirar en dirección a la mesa donde otros cinco hombres vestidos todos de negro, miraban en silencio a las bailarinas que poco a poco se iban quedando sin ropa.

– ¡Eh, Ash! – Le llamó con un grito por encima del ruido ensordecedor del lugar. Acheron volteó enseguida, como si le hubieran hablado justo desde al lado y respondió al llamado de Valentine llegando junto a él y la preciosa pelirroja. Todos y cada uno de sus movimientos eran calculados, había sido entrenado desde los siete años para complacer todos los sentidos, por lo que se movía ya naturalmente con un aire depredador, elegante y erótico que era capaz de atrapar las miradas tanto de mujeres como de hombres, haciéndolos desearlo al instante.

– Mira lo que he conseguido para ti. Escuché por ahí que te encantan las pelirrojas. – Le dijo mientras aprovechaba que la mirada de la joven estaba ahora sobre el griego para guiñarle un ojo a modo de broma. En respuesta, recibió una mirada de advertencia, solo visible para el DH gracias a su desarrollada visión que le permitía ver a través de los cristales de cuarzo ahumado que Acheron llevaba sobre una montura a manera de gafas de sol, aun cuando era de noche y estaban bajo techo.

– Te lo encargo mucho, ¿eh? Es mi jefe y ha estado con un humor de perros los últimos días. Si me lo devuelves descansado y manso como un cachorro, te pagaré el doble, lindura. – Descarado como era, besó la mejilla de la mujer antes de dejarlos a solas, llevándose consigo la jarra para la mesa. El nosferatu, por su parte, quiso pedirle que disculpara a su amigo e igual pagar por el tiempo que hubiera sido solicitada, pero él había estado una vez en el lugar de ella. En su época era mucho más difícil, los clientes no solo iban por sexo, y él como tsoulus no tenía derecho a decidir si atendía o no a un cliente, muchos de ellos ni siquiera habían sido mujeres.

Dejó que el recuerdo se desvaneciera y echó una nueva mirada a la joven junto a él. Era hermosa sí, y sí, también era pelirroja, pero de alguna manera no le recordaba a Artemisa. Así fue que decidió que no le haría el desplante, tomaría lo que había sido puesto en sus manos, y lo disfrutaría, para eso había venido, al fin y al cabo. Se quitó entonces los lentes, guardándolos en un bolsillo de su chaqueta, a la vez que usaba sus poderes para hacer que sus ojos se vieran azules, como los de su difunto hermano Styxx. – Te sigo. – Le dijo, y cuando tomó su mano para dejarse guiar a la habitación, se escuchó el alboroto provocado por aquellos que habían llegado con él.

Una vez en la habitación asignada a la mujer, un lugar impersonal y sencillo, aunque daba cierta sensación de calidez con el color rojo sangre de las sábanas que cubrían perfectamente la cama, su poder de clarividencia se activó ante sus ojos, sin él solicitarlo. Pudo ver esa misma habitación, la chica había estado de pie junto a la ventana, mirando con añoranza, como una niña que mira en las vitrinas una muñeca demasiado costosa para ser adquirida por la madre. Dentro de la visión, se acercó por curiosidad y vio un grupo de adolescentes que reían y se hacían bromas entre ellos. Giró de nuevo a ver la expresión de la joven, que no debía ser mucho mayor que aquellos en la calle y se preguntó si…

Tras un parpadeo, la visión desapareció y volvió al momento actual. Vio a la chica y luego a la ventana unos pasos tras ella, antes de acercarse al frío vidrio. Miró a la calle y esta vez estaba desolada. – No tienes que hacerlo si no lo deseas. – Pronunció antes de acercarse a ella, poner ambas manos sobre sus hombros, y mirar fijo en sus ojos, buscando la respuesta que necesitaba antes de continuar. – Si no quieres, podríamos simplemente dormir. Una siesta no me vendría mal tampoco. – Dijo aquello para no hacerla sentirse mal si quería negarse, pero por sus pensamientos sabía que lo deseaba, lo deseaba a él. – Pero si quieres, te prometo que vas a disfrutarlo. – Susurró aquello muy cerca ya de los labios femeninos, apenas retocados de maquillaje, pues sabía lo que quería sin que ella lo dijera.

La tomó del mentón, inclinando su cabeza ligeramente hacia atrás para tener un mejor ángulo para besarla. El primer roce fue superficial, una caricia dejaba sobre unos labios que probablemente habían tenido que besar sin desearlo. Se deleitó con la suavidad de ellos, perfectamente cuidados, al igual que la tez e, imaginaba, todo su cuerpo. Las putas debían cuidar su apariencia más que las mismas reinas, él lo sabía bien. Inició lento y suave, midiendo y valorando sus reacciones para saber cómo proseguir. Gracias a, o por culpa de, su entrenamiento, cada vez que acudía a uno de esos lugares, su instinto era el de complacer no el de obtener el placer propio, por lo que, aunque pagara por la compañía, casi siempre se iba sin haber culminado.

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Mensaje por Valenka N. Dragomir Lun Sep 24, 2018 7:38 pm

Si había algo que no me esperaba en esos momentos en los que había acudido al cliente, que había pedido a una mujer pelirroja siendo yo la única que la Madam tenía en el burdel, fue que sinceramente aquel hombre que me repasaba con una sonrisa en la que extrañamente no me sentí incómoda, fue que me buscara para uno de sus amigos con los que había venido. Si ya de por sí aquel hombre alto y atractivo llamaba la atención, igualmente lo hacían los cinco hombres restantes que habían en una mesa viendo el espectáculo mientras disfrutaban del baile que las bailarinas ofrecían sobre el escenario. Confundida en un principio porque me buscara para su amigo, cuando este llamó al hombre en cuestión me di cuenta de que incluso sentado ya era alto, enorme, corpulento que se acercó con unos andares que podrían y deberían de estar prohibidos porque me fue imposible apartar la mirada de aquel hombre vestido de negro, con unas lentes igualmente negras que ocultaban sus ojos. Rasgos finos pero marcados, labios gruesos y apetecibles, pelo hacia atrás apartado de su rostro... ¿era real? Porque si lo era, que así parecía ser, era el hombre más atractivo que había conocido en toda mi vida, ¿y yo era la “afortunada” de pasar un rato con él? Oh, ya me podía imaginar los comentarios envidiosos cuando se enteraran las demás, esas que alardeaban de que eran mucho mejores que yo porque en mi apariencia tímida decían que no era capaz de complacer realmente a un hombre, cuando me vieran con él abandonar el lugar dirigiéndonos hacia arriba. Aunque no pasara nada, aunque yo no disfrutara... me daba igual, iba a ser la envidia de todas y quizás eso las mantuviera calladas por unos días al menos. El primer hombre que me había llamado comentó que su amigo necesitaba relajarse y disfrutar un poco, lo dijo en un tono divertido y no para nada burlón mientras a mí me era un tanto imposible centrarme en él y no en el hombre que tenía delante, más alto que el otro, llamando muchísimo más la atención... y no por la ropa que llevaba precisamente. Decía que aquel hombre era su jefe y yo me pregunté, por un momento, a qué se dedicarían esos hombres con aquellas pintas... mi primer pensamiento fue el de que serían cazadores, no me extrañaría en absoluto. También me dijo que, si lo dejaba calmado y “manso” me pagaría el doble, ni siquiera me dio tiempo a replicar que no era necesario cuando dejó un beso en mi mejilla dejándome con la palabra en la boca mientras me quedaba a solas con el segundo hombre, mi cliente en verdad, quitándose las lentes que llevaba dejando ver unos ojos azules de un color intenso, resultando mucho más atractivo de lo que ya parecía en un primer momento, para simplemente pronunciar dos simples palabras que a mí mientras lo observaba me costó analizar. Un “te sigo” el cual escuché pero pareció sonar lejano como si no estuviera frente a mí, cuando salí de mí embotamiento observándolo solo pude tomar su mano y tirar de él para que me siguiera atravesando el local, llegando a unas escaleras que llevaban a la parte superior cruzando un pasillo donde finalmente llegamos a la habitación que ocupaba.

Estaba nerviosa, ¿cómo podía estar nerviosa? ¡Ni que fuera mi primera vez! Sin embargo había algo que envolvía a aquel hombre que me hacía estar nerviosa, algo que jamás había sentido ni experimentado con nadie en el tiempo que llevaba trabajando allí, o ejerciendo más bien, para la Madam. Cuando entró yo lo hice tras él y cerré la puerta dejándonos a los dos en aquella habitación que, con su presencia, parecía mucho más pequeña. Llevaba un pequeño camisón un tanto transparente que dejaba ver lo que llevaba debajo porque esa era la finalidad de aquel sitio, el hombre por un momento se quedó callado observando el lugar y mordí mi labio pensando que, al menos, lo tenía todo recogido. Se me antojó en ese momento beber algo para paliar la sequedad de mi boca, aunque no lo hice cuando vi que se movía hacia la ventana quedando parado en el mismo lugar donde yo había estado momentos antes observando por el frío cristal hacia la calle, pensando, imaginando qué podría pasar de ser otra persona diferente, si fuera libre. Salí de mi pequeño trance en el que no podía evitar recorrerlo porque, parecía que cada parte de ese hombre era un pecado tentador, cuando me dijo que no tenía que hacerlo. Restó la distancia y lo observé de manera fija pensando en que, por una vez en el tiempo que llevaba allí, de verdad y realmente me apetecía tener algo con alguien, aunque luego me pagaran, pero me atraía y por extraño que resultara lo deseaba, si, a él. Sus manos en mis hombros provocaron que mordiera mi labio inferior en lo que lo observaba y me preguntaba por qué él, al que sí deseaba de verdad, me decía que no le importaba si solo podríamos dormir porque una siesta no le vendría nada mal. ¿Por qué a mí? Para un hombre con el que no me importaría dejarme llevar, importándome bien poco que no me pagara en absoluto porque lo haría por voluntad propia, me decía que no pasaba nada y que podíamos dormir. ¿Por qué tenía tan mala suerte? Sin embargo sus siguientes palabras me dejaron más descolocada todavía, ¿si yo quería? ¿Iba a disfrutarlo? Por un corto y breve segundo pensé que habíamos cambiado las tornas, que yo era la clienta que había ido a buscarlo a él y que era su “obligación” hacerme disfrutar. Su aliento calcinaba mis labios y me hacía perderme más en aquel hombre, como si cada movimiento, cada palabra, cada gesto fuera medido para atraer y atrapar de una manera que no había visto siquiera a la mejor de las chicas que había en el lugar, todo él exudaba lujuria y deseo desmedido por todos lados, ¿cómo no caer ante semejante hombre?



-Estás rompiendo todos mis esquemas... ¿no se supone que eso debo decirlo yo?
–Pregunté en un tono bajo, cautivada por completo por ese hombre que me hacía pensar en que no era una prostituta, sino una joven más que había tenido la fortuna de encontrarse con semejante hombre para disfrutar un rato de calor humano, de deseo y de placer- sí quiero –mis palabras salieron como una súplica en mitad de un susurro cuando su mano tomó mi mentón para alzarme el rostro, de manera que pudiera acortar las distancias y besarme. Y lo hizo, era como debiera de llevar él las riendas y de verdad que no me importaba, pero no me hacía sentirme como lo que era y eso me gustó porque no me había pasado con nadie. Fue gentil, dulce en ese primer contacto que me hizo desear más de él, apenas un roce y era como si ya me tuviera enganchada. Fui yo la que, atrevida como nunca, profundizó más en el beso buscando un mayor roce, un mayor contacto hasta que mi lengua atrevida se abrió paso entre sus belfos para profundizar más en aquel beso, hasta dar con su lengua donde un jadeo escapó de mis labios. Me tenía, ya me tenía y con solo un beso, ¡mi dios! No quería ni pensar qué pasaría cuando fueran sus manos las que acariciaran mi cuerpo, o sus labios descendieran por mi cuello en una placentera caricia... pero, ¿no era yo la que debía de complacerlo a él, y no a mí? Por un momento me había olvidado de donde estábamos y de lo que debía de hacer, aunque para nada era algo forzado porque lo deseaba de verdad. Acabé llevando mi mano a su nuca para, más que nada, tener algo a lo que anclarme en caso de que fallaran mis piernas... ¿cómo era posible que besara así? Mis dedos se enredaron en su pelo en lo que seguíamos en aquel beso, mis manos inquietas por tocar su piel ascendieron lentamente por su pecho sintiendo los músculos marcados y definidos bajo la tela de su ropa. Tras separarme de sus labios solo porque recordé que necesitaba el aire para respirar, mordí de manera juguetona su labio inferior clavando mis orbes azules en los suyos- te deseo, puede que pienses que se lo digo a todos para contentarlos y complacerlos pero no es verdad. A ti te deseo, mucho, tanto que no me importaría que al terminar ni pagaras –de hecho, si no lo hacía, hasta me sentiría mejor conmigo misma. ¿Por qué? Porque al menos sabría que él también lo había disfrutado y no me veía como un objeto con el cual satisfacer sus necesidades, porque de verdad lo habría querido... porque de verdad no me haría sentir como lo que era, una prostituta. Por dios, ¿se podía ser más estúpida ante ese pensamiento? Era claro que a él poco le importaba si yo quería o no, si estaba allí por gusto o no, si me gustaría salir de allí o no... y sí, había fantaseado con ser libre como las demás jóvenes pero por el momento era algo que no me podía permitir, debía una cuantiosa suma de dinero a la Madam y no podría irme hasta no pagarla- déjame ayudarte, hacer algo por ti, ¿qué necesitas de mí? Pídelo y si está en mí mano te lo daré –mis dedos ahora repasaban el contorno de su rostro, su mandíbula, pasando por su mentón dibujando sus labios con mis dedos- puede que las demás digan estas cosas porque es lo que se quiere oír, pero yo no soy como ellas... se supone que soy yo la que debe de hacer que disfrutes, así que dime, ¿qué quieres que te haga? –Porque de ser por mí se lo hacía todo, por deleite propio, por deseo. ¿Cuánto hacía que no deseaba a nadie de esa forma? Ya ni me acordaba, para una vez en la vida que tenía esa oportunidad me olvidaría de lo que era y disfrutaría, ese tren solo pasaba una vez- por cierto, me llamo Alessia –le sonreí porque algo me decía que, como su amigo, ellos distaban demasiado de ser los típicos hombres que iban a un burdel a meterla para desfogarse y ni siquiera acordarse del rostro de la mujer.
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Mensaje por Acheron Vie Sep 28, 2018 12:38 am







Una sonrisa de medio lado se dibujó en sus labios marcándose hacia su mejilla izquierda, provocada por las palabras de la joven pelirroja. Visto desde cualquier punto, ella tenía razón, él simplemente no estaba acostumbrado a soltar las riendas en ese sentido. Desde que dejase de ser una puta, siempre había decidido qué hacer y cómo hacerlo, al menos con su propio cuerpo, y permitía que sus compañeras decidieran de igual manera con el suyo. – Que este sea tu trabajo no significa que no puedas recibir tanto como das. – Pronunció justo antes de que sus labios tomasen finalmente los rosados femeninos. Un beso pensado para ser dulce y seductor, siendo sorprendido por la intrepidez de la chica cuando profundizó al gesto. Las lenguas de ambos se unieron en una danza erótica y sexual, en la que se demostraba el vivo deseo que comenzaba a arder en su interior.

Guiado por los deseos no pronunciados por la joven, además de aquel jadeo escapado de sus labios, las manos de Acheron se posaron en la espalda de ella, acercándola más a su cuerpo, y bajando desde el nivel de los omoplatos hasta sus caderas, aplicando fuerza suficiente en el recorrido para que su cuerpo se pegara al suyo por completo. Recibió con gusto las caricias que ella le propinaba en el cuello y el cuero cabelludo con sus largos y finos dedos, incluso aquella juguetona mordida en su labio inferior que lo encendió enseguida. – No eres un objeto que se vende y se compra. Eres una mujer, una muy hermosa. – Comentó, apreciando las curvas de sus caderas y su cintura con ambas manos.

– Alessia. – Pronunció su nombre a modo de saludo, como si se estuvieran presentando en un entorno totalmente diferente, como si no acabasen de comparteir un íntimo beso solo segundos atrás. – Ash. – Respondió con sencillez, dándole el diminutivo con el que la mayoría de la gente actualmente lo llamaba. – Déjame complacerte. Por esta noche, no serás una prostituta. Somos un hombre y una mujer, que acaban de conocerse y se desean mutuamente, ¿no es así? – Ella había preguntado qué quería que hiciera y esa era su respuesta. Quería que lo dejara darle el placer que ninguno de sus clientes le había dado a él alguna vez. De esa manera, bajó los labios hasta los límites entre su mandíbula y su oreja, dejando húmedos besos en el recorrido hasta el mentón, y luego bajando por el cuello. – Déjame mostrarte la diferencia entre prestar un servicio, y tener sexo porque así lo deseas. – Murmuró aquello contra la nívea piel de su cuello, dejando que su aliento tibio le erizara la piel.

Sus manos, a su vez, consiguieron el inicio del infinito camino de botones que mantenían el vestido ajustado en su lugar, y fue soltándolos uno a uno con cada beso depositado. Para cuando sus labios se encontraron con el borde del vestido en el nacimiento de sus pechos, ya había soltado los botones en su espalda hasta las caderas. Se apartó de ella apenas lo suficiente para bajar las mangas por sus brazos, y dejar caer el pesado vestido al suelo. El cuerpo de Alessia quedó entonces frente a él, apenas cubierto por un ligero camisón. Sin retomar el camino de besos antes iniciado, acarició con ambos pulgares las puntas erectas de los pequeños pechos por encima de la suave tela blanca, tras la que se transparentaba el cuerpo, para luego bajar la boca hasta dar una suave y repentina mordida sobre uno de los pezones, de manera juguetona, tal como ella hiciera antes con su labio.

Su boca subió nuevamente en busca de los labios, besándolos a la vez que dirigía a la chica de espaldas hasta la cama, donde la dejó caer suavemente antes de subirse sobre ella y continuar besándola. Sosteniendo su peso en el codo izquierdo apoyado sobre el colchón, alargó el brazo derecho hasta dar con el borde del camisón a la altura del blanco muslo de la joven, comenzando a subirlo a la vez que recorría con su palma, acariciando, cada curva de su costado hasta llegar a las costillas, cuando ella levantó los brazos y tuvo que dejar de besarla para poder despojarla de aquella última prenda, que sería tirada al suelo y olvidada ante la visión de la completa anatomía desnuda frente a sí.

En un rápido movimiento, giró para quedarse recostado sobre el colchón con ella a horcajadas sobre su cuerpo, permitiéndose admirar su desnudez, la blancura y suavidad de su cuerpo, especialmente la curva de sus pequeños senos. La tomó de las caderas a la vez que subía las propias frotándose contra su desnuda intimidad, y dejándole sentir lo duro que se encontraba para entonces. – Muy bien, es tu turno de desvestirme. – Sugirió, como si no supiera ya que se moría por hacerlo. Generalmente prefería desnudarse a sí mismo, pero al escuchar los claros deseos de la ella en su mente, quería ser tan gentil como pudiese con ella. De esa manera, tal vez, solo tal vez, tuviese la oportunidad de salvar su alma de vivir amargaba por lo que había sido, una vez que lograse liberarse, si es que lo lograba alguna vez. De cualquier forma, ella tendría la tarea mucho más fácil que él con los infinitos y pequeños botones de su vestido, dado que no acostumbraba a llevar ninguna otra prenda bajo la camisa o el pantalón.

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Mensaje por Valenka N. Dragomir Sáb Oct 13, 2018 10:52 am

Mi cabeza estaba embotada y no podía pensar con demasiada claridad o con raciocinio, no al menos mientras sus labios seductores y carnosos estuvieran sobre los míos besándome de esa manera que provocaba que temblara cada una de mis terminaciones nerviosas, ¡y solo con un beso! Por dios, no quería ni pensar de lo que sería capaz ese hombre cuando sus manos acariciaran mi piel desnuda y al descubierto, o cuando esos labios se posaran en mi piel para crear un sendero seductor y placentero... ya estaba pensando de más pero era imposible no hacerlo cuando con solo un beso me tenía de esa manera, tanto, que había tenido que llevar mis dedos elevándolos por su cuello hasta su nuca, enredarlos en su pelo, como si de esa manera me anclara y me aferrara a él para lo que pudiera pasar. Mi otra mano ascendía por su pecho notando cada músculo definido y marcado bajo la camisa negra que llevaba puesta. Como si eso no fuera suficiente sus manos ahora cobraron vida y fueron a mi espalda para de una manera delicada acercarme a su cuerpo, de manera que ambos cuerpos quedaron pegados y mi pecho presionó contra el suyo creando un roce en cada movimiento, en cada respiración que dábamos. Sus manos no se quedaron quietas y de manera lenta pero sentida descendieron por mi cuerpo bajando desde mis omoplatos hasta repasar el contorno de mi figura hasta dejarlas en mis caderas mientras me separaba de sus labios, únicamente, porque me había olvidado que necesitaba el aire para respirar contra aquellos labios que quería seguir probando, besando, mordiendo. Sus palabras provocaron que lo buscara con mis orbes azules para mirarlo de manera fija teniendo que alzar mi rostro porque él era más alto que yo y debido a eso tenía que encorvarse un poco para quedar a mi altura y no fuera tanta la que nos separara. Sus palabras todavía sonaban en mi mente mientras pensaba de dónde había salido aquel hombre sintiéndome como si me hubiera tocado el mayor premio de todos aquella noche, porque no era normal que me dijera esas palabras cuando todos los hombres que habían pasado por allí ni siquiera se habían fijado en lo que había tras el cuerpo, tras la prostituta... solo iban para satisfacer sus necesidades y poco o nada les importaba el que yo disfrutara o no, quedara o no satisfecha. Hacía demasiado tiempo que no quería hacerlo porque así lo deseaba y con él esas ganas habían aparecido, con una fuerza desmedida, casi me dieron ganas de llorar por sus palabras porque no era algo normal y corriente que se pudiera esperar de un cliente, me pregunté si estaba soñando o si aquello era de verdad porque no terminaba de creérmelo, ¿de dónde había salido ese hombre y por qué no habían más como él con ese pensamiento? Si todos, o al menos un tercio, fueran como él las cosas serían mejores y más fáciles... pero de nuevo solo podía soñar, como al igual solo podía soñar con ser libre.


Le había pedido que me dijera qué era lo que quería de mí porque, no solo era lo que se suponía debía hacer, sino porque realmente lo quería y lo deseaba. Lo deseaba fervientemente y quería complacerlo, olvidarme de donde estábamos y disfrutar de esa noche y de esa oportunidad que se me había brindado. Le sonreí cuando pronunció mi nombre a modo de saludo y asentí con la cabeza cuando me dijo que se llamaba Ash, un nombre que no había oído nunca y que se me antojaba un tanto extraño porque no sabía de dónde podía proceder exactamente, ya que dudaba muchísimo que fuera francés. Sin embargo cuando le pedí que me dijera qué podía hacer por él, lo que no esperé que me respondiera, es que precisamente me dijera que esa noche no era una prostituta y que allí solamente éramos un hombre y una mujer que acaban de conocerse y que se desean, mis labios se abrieron ligeramente por ello porque era precisamente lo que había estado surcando mi mente... tampoco me esperé que me dijera que quería complacerme aunque, si era su deseo por más que me chocara, ¿quién era yo para negarme? Sus labios bajaron hacia mi rostro posándolos cerca de mi mandíbula comenzando a repartir pequeños besos hasta que llegó a mi mentón, para ese entonces comenzó a descender por mi cuello y yo ya había cerrado mis ojos dejándome hacer disfrutando de sus besos sintiendo su cálido aliento cuando dijo que le dejara demostrarme la diferencia entre prestar un servicio y tener sexo porque así lo deseaba, mi piel se erizó por sus palabras y un calor se expandió por todo mi cuerpo calentándose por lo que me decía así como sus caricias. Sus manos comenzaron a desabrochar los botones de mi vestido que esa vez se me hizo eterna la espera, mientras sus labios descendían por mi piel y yo seguía aferrada con mis dedos a su pelo y la otra mano a su brazo, justo hasta que descendiendo por mi piel llegó al principio de mis senos ya con todos los botones desabrochados y deslizando mis mangas hizo que el vestido cayera al suelo quedándome en el camisón casi transparente que llevaba, como única prenda que cubría mi cuerpo. Sus dedos fueron a mis pechos donde acarició mis pezones y yo jadeé entreabriendo mis labios para acto seguido sentir que dejaba un pequeño mordisco en uno de mis pezones y eché hacia atrás mi cabeza notando el calor que aumentaba y crecía en mi cuerpo, uno que nacía justamente en el centro del mismo y que provocó que arqueara mi cuerpo hacia el suyo con un gemido ronco. Para cuando su rostro subió de nuevo al mío y me besó mi brazo pasó por su cuello con las mejillas un tanto ruborizadas y mi cuerpo ardiendo de puro deseo, intenté tomar el control de aquel beso cuando se movió hasta que mis piernas dieron con el borde de la cama donde me depositó con delicadeza, gruñí levemente por la separación de su cuerpo pero pronto se subió encima aunque no dejó todo su peso encima de mi cuerpo apoyándose en uno de sus codos.


-Ash –murmuré en un susurro antes de que tomara sus labios y sintiera su mano descender hasta el borde del camisón, mi cuerpo se arqueó contra el suyo buscando rozarse más cuando comenzando a elevarlo rozando así con su palma mi piel hasta que tuve que elevar mis brazos y separarme, dejándole así de besarlo o recorrer su cuerpo encima de su ropa para que me quitara el camisón y dejarme desnuda. No tardó apenas más que unos segundos para girar y dejarme sobre su cuerpo sentada a horcajadas, sus manos tomaron mis caderas al mismo tiempo que elevaba las suyas creando un roce que me hizo gemir de nuevo cerrando los ojos y echando mi cabeza hacia atrás sintiendo mi pelo caer por mi espalda arqueada- oh dios... –mordí mi labio para luego mirarlo cuando me pidió que lo desvistiera como si mi mente no hubiera contemplado esa opción desde que empezó a tocarme. Mis dedos recorrieron su rostro pasando sobre sus pómulos, su nariz y su frente, su mandíbula, sus labios que repasé con el pulgar hasta llegar a su mentón- lo estaba deseando –murmuré para comenzar a juguetear con los botones de su camisa sentada sobre él moviendo ligeramente mi cintura incapaz de no crear una leve fricción contra él, notándolo duro contra mi sexo. Empecé a desabrocharlo y me incliné para buscar sus labios mientras mis dedos se iban deshaciendo de los botones que me impedían tocar su piel desnuda, dejé un mordisco en su inferior y descendí mordiendo, lamiendo y besando por su cuello pasando por su garganta mordiendo su nuez levemente, en un camino por su pecho en lo que la camisa quedaba ya casi abierta y mis labios recorrían su piel ahora al descubierto, mis manos ascendieron por el costado mientras yo continuaba el camino descendente pasando por los abdominales que mordí deteniéndome en su ombligo justo cuando mis manos se colaron por sus hombros para ir deslizando su camisa hasta sacarla de sus brazos dejándolo medio desnudo. Volví de nuevo a sus labios dejando un beso en lo que mis manos descendían a su pantalón y lo desabrochaban, con las ganas patentes de tenerlo desnudo, de acariciarlo, de recorrer su cuerpo y disfrutar como hacía mucho tiempo que no hacía. Con el cinturón desabrochado tiré levemente de su labio inferior antes de descender por su cuerpo de manera que mis pechos, sobre todo mis pezones, también se rozaban contra su cuerpo en mi descenso hasta posicionarme entre sus piernas, aparté unos mechones tras la oreja y alcé mi mirada a la suya por unos breves segundos antes de sonreírle de una manera un tanto seductora y comenzar a descender su pantalón no sin antes dejar un mordisco en el hueso de su cadera, su miembro se notaba duro bajo el pantalón que bajé para darme cuenta de que no llevaba nada más de ropa bajo dejando su miembro libre de ataduras hasta quitarle el pantalón y quedar ambos desnudos. Lo recorrí con mis ojos azules viendo la perfección en aquel hombre, lo atractivo que era y el deseo que en mí despertaba. Mi diestra ascendió por su muslo hasta llegar a su miembro que se alzaba duro y listo para el asalto, mis dedos acariciaron levemente sus testículos antes de trepar por su cuerpo dejando mi rostro sobre el suyo- déjame darte placer Ash, sé cuál es tú petición y no voy a privarte de ella porque también te deseo... solo que yo también quiero complacerte, no porque debo, sino como una mujer que desea a un hombre –mi dedo ascendió por su miembro en un pequeño roce, notando que esta parecía palpitar por mi contacto. Si solo iba a tener esa noche con él, juraba que iba a disfrutarla tanto como me fuera posible.
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Mensaje por Acheron Lun Nov 12, 2018 9:46 am







Muchas mujeres antes de Alessia, prostitutas o no, por no decir que todas, se habían sentido sexualmente atraídas por el nosferatu debido a su descontrolado poder de seducción. Pero ellas no la habían visto como un hombre sino como un cliente y, además, uno al que, por una vez en su oficio, deseaban realmente tener en su cama. Era entonces una obligación y, aún así, terminaban siendo ellas las complacidas. Aunque de eso no podía culparlas, él mismo decidía que deseaba su placer, quería hacer una diferencia en la vida de ellas, un detalle que nunca habían tenido con él, aunque eso le costase una erección que no tendría un final feliz.

La entrega que podía apreciar en la pelirroja durante aquel acto era algo que no había vivido en mucho tiempo. Al menos no de aquella manera. Incluso le hizo recordar algunas de sus primeras noches con Artemisa, cuando ella se entregaba a él sin reservas y le permitía entregarse a ella, aunque claro, todo eso fue antes de descubrir sus mentiras y manipulaciones. Dejó de lado en su mente a Artemisa, aunque tuviese sobre su cuerpo otra mujer que irónicamente tenía los mismos cabellos de fuego. Ella se inclinó a besarlo a la vez que, poco a poco, se iba deshaciendo de cada botón de su camisa negra, con lo que consiguió hacerlo concentrarse en el ahora y olvidarse momentáneamente del pasado.

Soltó un leve gruñido ante la mordida en su labio inferior y volvió a subir las caderas contra ella y su sensual movimiento de cintura. Tal como le había pedido, la jovencita lo desvestía, mientras que dejaba un reguero de besos, lametones y mordiscos por todo su tronco. Desde el cuello hasta el ombligo, torturandolo allí mientras usaba las manos, y un poco de la ayuda del mayor, para poder sacarle la camisa. Tras lo que recibe gustoso de nuevo su boca, permitiéndose devorar sus labios con mayor ansia al sentir las manos que se demoran en el broche del cinturón de su pantalón.

El lento descenso de su cuerpo sobre el masculino despertó un apetito sexual que había permanecido dormido durante mucho tiempo, elevándose más aún al sentir las caricias en el sur de su cuerpo, en la forma de una suave caricia en sus testículos e incluso ese pequeño y casi imperceptible roce que ascendió por toda la longitud de su miembro. Con el rostro femenino a la altura del propio y tras las palabras que ella le dedicó, la agarró con firmeza de nuevo por las caderas, haciéndola sentarse sobre su pelvis. - De acuerdo. - Aceptó al fin, dándole libertad de tocarlo para darle placer. Sin embargo, tendría sus restricciones. - Mientras no te coloques a mi espalda, no me hales el cabello y no uses tu boca en mi erección, todo irá bien. - Le advirtió, y cada una de aquellas prohibiciones tenían su razón de ser, aunque no pretendía explicárselas a ella.

En el pasado, cuando había sido un humano esclavizado sexualmente por su propio tío, había tenido que hacer las cosas más degradantes para ganarse un techo bajo el cual vivir y una porción de comida, de lo contrario recibía torturas incesantes. La idea de escapar se había esfumado demasiado pronto, y había aprendido a obedecer, sin importar el dolor que eso pudiera provocarle. Había atendido mayormente a hombres, que se regocijaban al penetrarlo con brutal fuerza por detrás. Cuando no era una tortura sexual, el dolor llegaba en forma de latigazos, correazos e incluso uñas de mujer, tan filosas que rasgaban su piel.

Ya fuese que penetraran su ano o su boca sin piedad, siempre terminaban aferrándose a su cabello, halándolo ya fuese para fuese más rápido, más duro, más profundo, o simplemente, porque les complacía oír a un chiquillo adolescente chillar por el dolor. A pesar de los milenios, incontables centurias transcurridas desde entonces, Artemisa se había encargado todo ese tiempo de hacerle recordar lo que había sido, lo que seguía siendo. Nada más que una puta esclavizada.

Queriendo apartar aquellos recuerdos de su mente, aunque fuese por un momento, comenzó a frotarse contra la húmeda abertura de la pelirroja, sin penetrar aún en ella. Con el grueso tronco de su miembro generando una deliciosa fricción entre los labios vaginales, utilizó tal movimiento con doble propósito. El primero y más obvio, para torturarla con placer, llevarla al borde del abismo antes de finalmente ceder e introducirse en ella. El segundo, con la finalidad de que los fluidos que provocaba en ella lubricasen no solo la entrada sino también su virilidad. Estaba realmente excitado y necesitado de aquella liberación, Artemisa le había negado su propio placer durante meses, lo que provocaba que su erección se hinchara incluso más de lo habitual.

Al sentir el orgasmo de su compañera tan cerca, se detuvo, y volvió a girar los cuerpos de ambos para posicionarse encima de ella. - Espera un poco más. - Le pidió, sumergiendo el rostro en la curva formada entre su cuello y su hombro, mordiendo allí sin sus colmillos, comenzando un camino descendiente que se detendría temporalmente en sus pechos, en su vientre y saltaría directo a uno de sus muslos, dejando en cada parada un chupón que de seguro dejaría unas oscuras marcas al día siguiente. En aquella zona tan cercana a la intimidad femenina, dedicó especial atención, dejando incluso una suave mordida que la haría respingar.

Sabía de sobra que las mujeres disfrutaban hasta el punto de retorcerse de placer cuando utilizaba su boca, especialmente su lengua, en sus intimidades; pero, así como había sido desagradable llevar a cabo tal labor para otros hombres, lo había sido también con las mujeres, por lo que prefirió volver a ubicarse a la altura del rostro femenino y penetrarla. Con cuidado introdujo su miembro en el interior de la fémina, mientras que su lengua se mostraba un poco más atrevida en la boca de la misma, hasta que pudo sentirse completamente dentro de ella.

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Mensaje por Valenka N. Dragomir Mar Nov 13, 2018 1:04 pm

Aquel hombre que por única y por una vez en la vida había tenido la suerte de que no fuera como el resto de los clientes, se dejaba hacer bajo mis manos y bajo mi cuerpo tal y como le había dicho que me dejara hacerle porque era lo que quería, lo que deseaba en esos momentos. Cuando se vivía de esa manera eran pocas, o muy escasas, las veces en que una podía disfrutar por completo de tener un momento de placer porque así se desea, y no porque sea impuesto. Acostumbrad más a lo segundo que a lo primero si esa noche aquel hombre, uno que había llamado la atención de todas y cada una de las mujeres que había trabajando allí y que sería la envidia de todas ellas, me permitía disfrutar como hacía muchísimo tiempo que no lo hacía ¿quién era yo para no hacerlo? Lejos de lo que él pudiera pensar lo hacía porque me gustaba, porque despertaba ese sentimiento o sensación en mí de deseo que desde hacía tiempo estaba algo dormido ya que la rutina del burdel provocaba y causaba que no sintiera demasiadas ganas o deseo por los hombres que lo frecuentaban, desde luego que Ash no era uno que necesitara por dichas atenciones pero la verdad es que aprovecharía ese momento que me otorgaba, a saber cuándo podría volver a tener la misma suerte que esa noche y que además me dejara disfrutar como dos personas que se conocían y se atraían; algo muy lejano a la utopía que se podía vivir en el burdel y que chocaba demasiado. Me habría gustado verlo en otro lugar, quizás allí donde van los jóvenes a disfrutar... aunque dudaba que se hubiera fijado en mí de la misma manera en la que me miraba. ¿Hubiera preferido a otra? Allí habían jóvenes muy hermosas también y algo más mayores que yo para complacerlo quizás en sentidos en los que yo no estaba tan versada ni entendía tanto como ellas. Mordí mi labio sacudiendo esos pensamientos de mi mente, él me daba la oportunidad de recrear una vivencia única en el burdel donde no tendríamos sexo porque él era el cliente y ese era mi trabajo, sino que sería algo libre y consensuado entre ambos como si yo fuera realmente libre y la deuda no me anclara a ese lugar hasta que la pagara. Mis dedos comenzaron a desabrochar su camisa negra deleitándome de su piel que quedaba al descubierto, besándola, mordiendo y dejando que mi lengua lamiera su piel a la altura de los pezones bajando por su vientre hasta llegar a su ombligo, una vez abierta la camisa procedí a deslizar mis manos por sus hombros para quitársela ayudada por él para dejarlo medio desnudo. No tenía pérdida ese hombre, era demasiado atractivo y no hacía más que preguntarme cómo es que un hombre como él estaba en ese lugar, no cuando exudaba algo prohibido, morboso y placentero cada mirada, cada caricia... algo como si me hiciera pensar que él era el pecado personificado. Busqué sus labios antes de descender mis manos por todo su torso hasta llegar a la hebilla de su cinturón, me deleité en la forma en que sus labios también correspondían al beso justo cuando libre de su cinturón desabroché sus pantalones, bajé de nuevo por su torso desnudo dejando que mis pezones rozaran su piel en el descenso hasta colocarme entre sus piernas, alcé mis ojos hasta los suyos y con una sonrisa algo lasciva lamiendo mis labios bajé sus pantalones dejando su miembro libre, duro y erecto dispuesto para jugar y unirse a aquel placentero juego que acabábamos de empezar.

Desnudo, libre de sus pantalones, mis dedos fueron a sus testículos para acariciarlos y dejar un breve roce en su tronco que palpitó en respuesta logrando que sonriera por ello. Le pedí que me dejara placer, que no solo él me lo diera a mí sino más bien que me permitiera por mí misma acariciarlo, tomarlo a mí modo y a mí manera. Sus manos fueron a mis caderas para dejarme sentada sobre su pelvis, mis manos acariciaban su pecho esperando su respuesta cuando cedió finalmente, aunque puso unas condiciones que esperé que dijera y de todas, dos me resultaron sumamente extrañas: nada de ponerme a su espalda, y nada de tomarlo con mi boca. Eso me hizo abrir ligeramente los labios porque, ¿qué hombre no ansiaba que lo primero fuera que lo tomaran con la boca, enredaran sus dedos en el pelo ajeno y marcaran un ritmo que les fuera satisfactorio? Sin embargo no iba a preguntar porque si eran cosas que no le gustaban no las haría, sonreí por ello y asentí llevando mis dedos a su miembro porque no había dicho nada de que no pudiera tocarlo con la mano. Mis dedos acariciaron el tronco hasta la punta del glande sintiendo lo duro y caliente que estaba, cerní estos en su trono y sin dejar de mirarlo ni borrar mi sonrisa deslicé mis dedos comenzando en un sube y baja que aunque empezó lento fue tomando algo más de ritmo. Quería darle placer y si su condición no incluía tomarlo en mi boca, algo que me habría gustado intentar, entonces lo haría con mi mano preparándolo, dejando que disfrutara. Él sin embargo no se quedó atrás, comenzó a mover sus caderas de manera que ahora ambos sexos se rozaban por lo que aparté mi mano aunque más bien la dejé en sus testículos, porque así podía sentir el roce íntegro de su tronco contra mi sexo provocándome placer. Sentada sobre él separé más mis piernas para que el roce fuera mayor y cerré los ojos, aquello era tan placentero y hacía tanto tiempo que no disfrutaba de verdad que empezaba a notar la vorágine caliente que crecía en mi vientre, movía mis caderas al compás de la suya con mi otra mano recorriendo su pecho sintiendo sus manos en los míos, acariciando a su libre albedrío. Un gemido ronco escapó de mis labios y arqueé mi espalda por el placer, sorprendiéndome porque ¿iba a correrme ya? Él pareció notarlo y su voz logró que abriera mis ojos para mirarlo, me pidió que esperara un poco más y yo solo sonreí agachando la cabeza hacia él.



-Entonces deja de moverme de manera tan placentera, me tienes en el límite –aseguré sorprendiéndome de sentir o tener esa sensación de nuevo. Volvió a girarnos para quedar él arriba acomodándose sobre mi cuerpo, sus labios fueron al hueco de mi hombro y cuello para morder y dejar besos, comenzando un camino descendente pasando por mis pechos donde mordió, lamió y succionó a su antojo logrando que jadeos escaparan de mis labios de manera placentera para continuar por mi vientre, y de ahí, a la cara interna de uno de mis muslos mientras yo le daba acceso para que hiciera lo que quisiera. Había notado las succiones en cada zona de mi piel con lo que imaginé que alguna marca quedaría, di un leve respingo cuando mordió la cara interna de mi muslo hasta que volvió a subir a mi rostro. Mi respiración acelerada, mis mejillas sonrojadas y las ganas palpitando justo en el centro de mi cuerpo- Ash –pedí en un jadeo, una súplica que él bien sabía lo que quería cuando elevé mi cadera buscándole... y obtuve por ello una respuesta rápida. Sentí la punta en mi entrada y cómo, de manera lenta, se hundía en mi interior contrastando con lo que la mayoría de los hombres hacía siendo algo más bruscos y rápidos en eso. Disfruté de la sensación de sentir lentamente cómo se adentraba cada vez más, su boca tomó la mía y jadeé contra sus labios hasta que por fin estuvo dentro del todo, moví mi cadera cuando se quedó quieto y elevé mi mano hasta su pelo, pero recordando lo que había dicho no tardé ni dos segundos en quitarla dejándola en su brazo apretándolo con mis dedos. Era una sensación deliciosa tenerlo dentro, notarlo llenándome sintiendo ese placer que rara vez sentía de normalidad, moví mi cadera apremiándole a que se moviera para notar que igual que había entrado, salía para volver a hundirse embistiéndome. Apreté el agarre sobre él y en cada encuentro, en cada embestida, mi cadera se movía para profundizar más otorgándome así placer- Ash –pedí en un jadeo al separar mis labios de los suyos tomando algo de aire- más.... por favor –dije contra sus labios mirándolo casi en una súplica, elevando mis piernas hasta rodar su cintura con ellas para sentirlo aún más, si eso era posible. Quizás era porque quería experimentar esa sensación con todo lo que pudiera, quizás porque quería recordar lo que se sentía hacía ya tanto tiempo y poder rememorarlo cuando estuviera con clientes que me tomaran sin pensar en si me gustaba o no, porque era como un escape de todo lo que me rodeaba y con el que podría fantasear que era libre aun cuando no lo era.
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