AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
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Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
Para ser feliz en la vida,
tan sólo hay que dejarse llevar
y ver siempre el lado bueno de las cosas.
tan sólo hay que dejarse llevar
y ver siempre el lado bueno de las cosas.
Habían dicho que hoy llovería. Pero no siempre, aquellos que trabajaban en el campo acertaban todo a la primera. Era divertido ver cómo discutían con sus más jóvenes allegados con la razón cincelada en cada hermosa arruga que el paso de los años le concedían. Ben, había estado trabajando desde bien temprano. Para él, las horas previas al amanecer eran las que más tiempo le consumía pues siempre ayudaba a los más madrugadores a cargar con algunas cajas o a trasladar todo lo que fueran a vender en el día. A esas horas, justo cuando la más alta burguesía dormía, los más trabajadores comenzaban con la jornada, dejando así para Ben un largo día en el que gastar su tiempo.
Benjamin era sinó uno de los jóvenes más altruístas que el corazón de la ciudad podría albergar. Ayudaba sin pedir nada a cambio y sin embargo éste buen acto siempre le llevaba buenas y ricas recompensas de mano del que fué ayudado por él. Pero el día era demasiado hermoso como para desperdiciarlo de otra forma que no fuese su favorita.
Sus pies lo llevaron a su rincón favorito; un camino no muy transitado pero tampoco desconocido por los parisinos. Era un lugar en el que podías ver pasar la gente y sin embargo no molestaban en absoluto. Un pequeño puente que cruzaba un río, ahí, justo a su vera dónde el césped era más verde que en ningúnotro lugar. Ahí se tumbó para observar las nubes nadar en el inmenso cielo color turquesa. Decían que llovería, así que se veían esponjosas y plenamente apetecibles para dormir sobre ellas, de saber volar.
No pudo evitar cerrar los ojos. Allí dónde los demás lloraban todas las penurias que cabían en sus consciencias, él simplemente se dejaba llevar por los bonitos recuerdos, por las cosas divertidas o lo especialmente hermoso de una fragancia tan natural como las flores y el olor a césped recién cortado. Solo allí, él se embriagaba de las sensaciones más perfectas que recordaba, ya que los detalles eran muy importantes para él, dejando a un lado los problemas y la banalidad de lo sugerido en todo el día, dejando simplemente el recuerdo del olor a café molido o a pan recién hecho que cada día aromatizaban los lugares que frecuentaba. él creía sin embargo, que nada debía de envidiar a esos pobres ricos, aunque tampoco los despreciaba por tener todo lo que él carece. él, conoce cuál es su lugar y tampoco hace nada por evitarlo, dejando que la ambición sea algo verdaderamente innecesario en su vida.
Última edición por Benjamin E. Montesquieu el Dom Abr 24, 2016 5:53 am, editado 2 veces
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Save me if I become my demons"
—Starset
Me siento perdida. He perdido el sentido del tiempo y también he perdido mi rumbo. He divagado por horas y hasta ahora caigo en cuenta que no tengo idea de donde me encuentro. La luz matutina que se cuela entra las ramas de los árboles me avisa que ya ha amanecido. Al parecer he pasado más tiempo fuera de casa del que había previsto y aunque sé que debería proponerme encontrar el camino de regreso, estoy bastante segura de que no deseo hacerlo. Seguir órdenes es lo que hago mejor, pero hoy haré una excepción, una que incluso me cueste la satisfacción de no haber escuchado un sólo regaño de mi padre en lo que he calculado son aproximadamente tres años. Finalmente he comprendido que sería insensato de mi parte llevarle la contraria.
La noche que acaba de desvanecerse por completo fue una de esas de apariencia sosegada, incluso apacible para aquellos que desconocen la existencia de los seres malditos que se adueñan de la ciudad una vez el sol se pone. Para nosotros, por el contrario, no había sido más que otra de las tantas, feroces, sangrientas y agotadoras sesiones de caza. Mi padre y yo, en compañía de algunos pocos colegas cazadores, todos tan brutales y peligrosos como mi progenitor, fuimos tras la pista de un licántropo que había sido suficientemente torpe para dejarse en evidencia. Era joven e inexperto, de aquellos que no han cargado la maldición por mucho tiempo y dejan que su bestia los domine y aunque logró escabullirse, sé que no pudo haber sobrevivido a la llegada de la mañana, padre se hizo cargo de ello. Quizá sea erróneo sentirme de este modo, realmente no sé qué siento, pero diría que se parece mucho a la lástima. He visto miradas desbordantes de maldad, bestialidad pura y fría en su más cruda presentación, sin embargo, la mirada de aquel desgraciado estaba llena de miedo.
Mis pensamientos abandonan mi mente y mis sentidos se despiertan. El leve crujido de unas hojas me pone en alerta. Como por si fuera algún tipo de magia las navajas que llevaba en el cinturón de mi pantalón ahora se encuentran en mis manos. Con ello he descubierto algo nuevo, aún llevo mi ropa de caza, apropiado en caso de que alguna criatura sobrenatural salga de algún recóndito rincón del bosque, pero inadecuado e impropio de una dama de la alta burguesía andar fuera de casa en tan osada y descubierta vestimenta, al menos considerando el gélido ambiente de madrugada.
Mi piel se encrespa. La adrenalina de la noche anterior inunda de nuevo mi cuerpo y sólo bastan unos segundos para que mis ojos se encuentren con la procedencia de tal sonido; un joven se ha recostado en la mitad de un claro y observa el cielo taciturno. Así de rápido como la emoción llega, así mismo me abandona. Desde algunos metros de distancia le observo sin poder quitar la vista de encima, su presencia destella paz, el tipo de paz que me hace falta, del que no tengo memoria hace muchos años atrás, tanta que siento envidia. Quisiera poder yacer así sobre el pasto, imperturbable, calma. Con tantas bestias en mi entorno quizá me he convertido en una. A veces olvido que también soy humana.
La noche que acaba de desvanecerse por completo fue una de esas de apariencia sosegada, incluso apacible para aquellos que desconocen la existencia de los seres malditos que se adueñan de la ciudad una vez el sol se pone. Para nosotros, por el contrario, no había sido más que otra de las tantas, feroces, sangrientas y agotadoras sesiones de caza. Mi padre y yo, en compañía de algunos pocos colegas cazadores, todos tan brutales y peligrosos como mi progenitor, fuimos tras la pista de un licántropo que había sido suficientemente torpe para dejarse en evidencia. Era joven e inexperto, de aquellos que no han cargado la maldición por mucho tiempo y dejan que su bestia los domine y aunque logró escabullirse, sé que no pudo haber sobrevivido a la llegada de la mañana, padre se hizo cargo de ello. Quizá sea erróneo sentirme de este modo, realmente no sé qué siento, pero diría que se parece mucho a la lástima. He visto miradas desbordantes de maldad, bestialidad pura y fría en su más cruda presentación, sin embargo, la mirada de aquel desgraciado estaba llena de miedo.
Mis pensamientos abandonan mi mente y mis sentidos se despiertan. El leve crujido de unas hojas me pone en alerta. Como por si fuera algún tipo de magia las navajas que llevaba en el cinturón de mi pantalón ahora se encuentran en mis manos. Con ello he descubierto algo nuevo, aún llevo mi ropa de caza, apropiado en caso de que alguna criatura sobrenatural salga de algún recóndito rincón del bosque, pero inadecuado e impropio de una dama de la alta burguesía andar fuera de casa en tan osada y descubierta vestimenta, al menos considerando el gélido ambiente de madrugada.
Mi piel se encrespa. La adrenalina de la noche anterior inunda de nuevo mi cuerpo y sólo bastan unos segundos para que mis ojos se encuentren con la procedencia de tal sonido; un joven se ha recostado en la mitad de un claro y observa el cielo taciturno. Así de rápido como la emoción llega, así mismo me abandona. Desde algunos metros de distancia le observo sin poder quitar la vista de encima, su presencia destella paz, el tipo de paz que me hace falta, del que no tengo memoria hace muchos años atrás, tanta que siento envidia. Quisiera poder yacer así sobre el pasto, imperturbable, calma. Con tantas bestias en mi entorno quizá me he convertido en una. A veces olvido que también soy humana.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
I try, but i cant say no.
Lo que rodeaba el día a día de Ben no era nada del otro mundo; niños correteando por doquier, mucho trabajo y ver el modo de no morir por inanición, cosa que no ocurriría nunca si seguía encontrándose con gente amable cada dos días. Y así ocurrió.
Una niña de dorados rizos que a penas lograba dar dos pasos sin tropezarse, avanzaba hacia Ben abrazando un par de manzanas que venía a darle como obsequio. Ben vió la sombra sobre su cabeza y abrió un ojo para luego mostrar una encantadora sonrisa a la niña. El chico se acuclilló frente a la pequeña para darle las gracias por el obsequio, ya que seguramente fué enviada por su mamá desde una de las casas cercanas con la intenciónd e agradecer al muchacho el arreglo del techo, ya que fué el único capaz de hacerlo sin pedir nada a cambio.
Él, sin embargo, sacó una onza de chocolate que había comprado el día anterior y al ver la cara de ilusión de la pequeña, éste se la dió como agradecimiento por el recado. Le gustaba cuando la ilusión por algo pequeño iluminaba la mirada de aquellos que no tenían mucho con que jugar, por eso lo hacía, sin más recompensa que la sonrisa de un niño.
Ben dejó a la niña irse, que se despedía agitando la manita con afusividad. Él se quedó observándola desde el mismo lugar, para que nada la distrajese de su vuelta a casa, pero algo, quizás intuición, hizo que Ben saliese corriendo en su dirección en cuanto la niña se paró junto a un par de hombres que montaban a caballo, con el simple gesto de darles una flor. Hasta él, que era un chico de gran corazón, supo inmediatamente que algo no iba bien, así que tomó la manita de la niña y la hizo girarse.
- Vamos Mía, te acompañaré a casa, ¿si? Mamá debe de estar esperándote. - Dijo de forma amable, para que no se sobresaltase ni se diese cuenta de lo que había estado a punto de ocurrir. Ben dió un par de pasos, sin siquiera mirar a los hombres por no buscarse problemas, ya que no parecían de la guardia, ni siquiera parecían de clase alta y aquellos caballos juraría que eran robados por lo impecables que estaban.
- Eh, tu. Si, tu, no te hagas el sordo y deja a la niña, tan sólo estábamos hablando. - El hombre parecía mofarse en cada una de las palabras que denotaban claramente la mentira expuesta, Ben sintió horror, pensando qué hubiese pasado de no haber salido corriendo. Uno de los hombres bajó del caballo entre las risas de su compinche, tomando con fuerza el brazo de la niña para llevársela. Ben, no hizo otra cosa que girarse y sin pensarlo dos veces le lanzó el puño directo a su mejilla. Él no solía, nunca lo hacía, pero eso tampoco significaba que no debiese defenderse. El otro hombre, acostumbrado a la gresca, le devolvió el golpe con el doble de fuerza, tumbándolo en el acto.
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"I long for that feeling to not feel at all"
—BMTH
—BMTH
Paz. Quizá el concepto abstracto más inestable de todos. Tan sencillo de pronunciar y aun así tan dificultoso de sostener. Me mantengo inmersa en lo que quizá han sido los instantes más apacibles de mi vida entera, entonces observo como una pequeña se acerca al muchacho. Sonrío para mí misma. La escena, es adorable, me conmueve y no porque esté observando algo extraordinario, es más bien la banalidad de como fluyen las cosas ante mis ojos la que dulcifica mi alma, al menos un poco.
Pronto la calma se esfuma, se desvanece de forma casi palpable. Me gustaría poder decir que él único tipo de maldad que he visto yace en los ojos de las criaturas de la noche, no obstante, esa sería una mentira. Lo cierto es que todos tenemos una bestia interior, algunas tan salvajes que terminan dominando el cuerpo y el alma de su poseedor. Dos hombres, de cuya apariencia no se podría sacar nada bueno irrumpen en la escena y clavan sus ojos en la pequeña. Los depredadores han encontrado a su presa; ser testigo de tal acto me hiela los huesos y me hierve la sangre, me enferma y aunque cada fibra de mi ser desea intervenir, esa mínima porción de sensatez que me resta me impide cometer un disparate.
No alcanzo a entender lo que el joven dice, pero sé que trata de proteger a la chiquilla, quien parece no comprender nada de lo que sucede. Ella no puede ver el mal, algunas veces extraño aquel tipo de inocencia, sin embargo, hoy no es una de ellas. Uno de los hombres baja de su cabello y se acerca a paso firme sin quitar su vista de la pequeña, su sonrisa maliciosamente burlona deja todo en claro, sus intenciones no son buenas.
Para este momento, mis manos se agarran al mango de las navajas que aún sostengo. El hombre agarra a la pequeña, el chico le golpea y el primero contrataca. La niña observa con horror; su protector cae al suelo. Aunque he de admitir que aprecio la valentía del muchacho, de su apariencia podría decir que no mataría a una mosca y en cuanto a mí respecta lo encuentro maravilloso, pero inútil en esta situación.
Todo sucede rápidamente. No sé en qué momento he lanzado una de las dagas, pero lo he hecho, he atravesado la línea que me propuse no atravesar y no lo he podido contener. Ahora soy parte de esto. El arma impacta un poco más arriba del pecho del agresor, quien suelta un alarido de dolor. Entonces corro hacia él, no deseo asesinarle pero nada me abstiene de utilizar mis habilidades en él. Sorprendido al verme. El hombre hace un patético intento por lanzar un puñetazo, lo esquivo con facilidad y posicionándome tras suyo, con rapidez, le aplico una llave mata león, cortando su respiración hasta el punto que pierde la conciencia. Ha sido sencillo. Una vez suelto al hombre dirijo mi atención al muchacho y a la pequeña.
— ¿Se encuentran bien? — Musito casi tímidamente, justo antes de escuchar el sonido del martillo de una pistola a mis espaldas.
Lo he olvidado. He dejado que las emociones me controlen, que nublen mi juicio y ahora pago la consecuencia de ello. Centré mi atención en el hombre más cercano a la chiquilla e ignoré por completo a su compañero. De esto varias veces me advirtió mi padre y odio tener que darle la razón, al igual que siempre. Echo un pequeño vistazo de reojo, la expresión del criminal es asesina. El hombre lanza una patada dirigida hacia la mano en la que sostengo la otra daga y no tengo más remedio que soltarla, sé no dudará en matarme si muevo un solo músculo.
Entonces vuelvo el rostro, paseo la mirada sobre el chico y la pequeña, trato de sentir paz, pero no la encuentro. Sonrío para mí misma, es una sonrisa cansina pero rebosante de ironía. He pasado la vida entera luchando lo sobrenatural y aun así, si mi vida ha de acabar ahora, será uno de mi propia clase el que me la quite.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Localización : El diablo sabe dónde
Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
Benjamin quedó preso del horror que sus ojos estaban vislumbrando; como acto reflejo tomó a la niña en brazos, acogiéndola en su pecho para que aquellos ojos inocentes no se viesen perturbados por la maldad gratuita. Ben había conocido a gente dañina, que se divertía golpeando a los demás. Aún conservaba viejas cicatrices de una paliza que en su vida olvidará y de la que tan sólo quedan un par de marcas que no puede esconder así como un corte en el labio que tan sólo se notaba si se detenían a mirarlo muy de cerca. Se había defendido, sí, así como también trataba de moverse por círculos en los que su salud física no fuese a decaer, así como nunca robó, pues no veía necesario quitarle a alguien algo con la escusa de no tener nada. Aquello era de cobardes, pues bien podrían ganarse la vida de cualquier otro modo que no fuese el delinquir y como ven, aunque se aleje de aquella vida ésta no hacía más que perseguirle a pasos agigantados, como si fuese de estricta obligación caer en ella.
No pudo evitar la sorpresa en cuanto la muchacha apareció de la nada, dejando un aroma parecido al de la fruta madura que se mezclaba con la de la sangre que brotaba de la herida provocada. No pudo hacer nada, y sintió cierta envidia que no lograba explicar, debido al extraordinario manejo que tenía con aquel cuchillo, aunque claramente él jamás había pensado que le hiciera falta haberse curtido en aquel aspecto. La pequeña, ella estaba a salvo, aunque un tanto inquieta por la situación ya que no era la única que quería volver a casa en aquel maldito instante, aunque Ben careciese de una; fué entonces cuando se percató de que la niña había cogido algo del suelo antes de poder cogerla en brazos, por lo que se sintió horrorizado, quitándosela de inmediato. Ben sintió euforia en cuanto ella al fin dejó al hombre paralizado, aunque con una trágica recompensa que ninguno pudiera imaginarse.
Ben asintió ante la pregunta de la muchacha y acto seguido abrió en demasía sus ojos al percatarse de que estaban a punto de dispararles.
Despacio, casi como si estuviera esperando su final. Benjamin atrajo a la muchacha hacia su pecho, tomándose ciertas libertades que no se hubiese permitido de no ser necesario. Ni siquiera la miró a los ojos en aquel instante, dejando que sus labios descansasen sobre la frente ajena, usándola quizás como punto de apoyo necesario. El hombre sin embargo les dejó moverse ya que sentía que ya no había peligro alguno para su persona, por lo que comenzó a reírse, dispuesto a ejecutarlos.
El jóven, asomó la punta de la pistola por debajo del brazo de la muchacha, aún cuando la abrazaba, dejando a la niña entre ambos, para que no viese nada de lo que estaba a punto de suceder. Disparó; disparó con el arma que la niña había tomado de aquel hombre que la muchacha había derribado anteriormente, n único y certero disparo, que terminaría con la vida de aquel hombre, manchando así sus manos de sangre, con la primera muerte de su vida.
El resto fueron gritos, gente corriendo, otros agradeciendo lo ocurrido y también lamentándose de la muerte de aquellos hombres en tan apacible lugar. El tiempo parecía transcurrir lento a su alrededor. La madre de la niña apareció, así como la pequeña salió en busca de su madre, prometiéndole cien veces que jamás volvería a desaparecer de su lado.
No pudo evitar la sorpresa en cuanto la muchacha apareció de la nada, dejando un aroma parecido al de la fruta madura que se mezclaba con la de la sangre que brotaba de la herida provocada. No pudo hacer nada, y sintió cierta envidia que no lograba explicar, debido al extraordinario manejo que tenía con aquel cuchillo, aunque claramente él jamás había pensado que le hiciera falta haberse curtido en aquel aspecto. La pequeña, ella estaba a salvo, aunque un tanto inquieta por la situación ya que no era la única que quería volver a casa en aquel maldito instante, aunque Ben careciese de una; fué entonces cuando se percató de que la niña había cogido algo del suelo antes de poder cogerla en brazos, por lo que se sintió horrorizado, quitándosela de inmediato. Ben sintió euforia en cuanto ella al fin dejó al hombre paralizado, aunque con una trágica recompensa que ninguno pudiera imaginarse.
Ben asintió ante la pregunta de la muchacha y acto seguido abrió en demasía sus ojos al percatarse de que estaban a punto de dispararles.
Despacio, casi como si estuviera esperando su final. Benjamin atrajo a la muchacha hacia su pecho, tomándose ciertas libertades que no se hubiese permitido de no ser necesario. Ni siquiera la miró a los ojos en aquel instante, dejando que sus labios descansasen sobre la frente ajena, usándola quizás como punto de apoyo necesario. El hombre sin embargo les dejó moverse ya que sentía que ya no había peligro alguno para su persona, por lo que comenzó a reírse, dispuesto a ejecutarlos.
El jóven, asomó la punta de la pistola por debajo del brazo de la muchacha, aún cuando la abrazaba, dejando a la niña entre ambos, para que no viese nada de lo que estaba a punto de suceder. Disparó; disparó con el arma que la niña había tomado de aquel hombre que la muchacha había derribado anteriormente, n único y certero disparo, que terminaría con la vida de aquel hombre, manchando así sus manos de sangre, con la primera muerte de su vida.
El resto fueron gritos, gente corriendo, otros agradeciendo lo ocurrido y también lamentándose de la muerte de aquellos hombres en tan apacible lugar. El tiempo parecía transcurrir lento a su alrededor. La madre de la niña apareció, así como la pequeña salió en busca de su madre, prometiéndole cien veces que jamás volvería a desaparecer de su lado.
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"No rest for the wicked"
Tomo un profundo respiro. Toda mi vida se resume en este momento, estoy en el filo de la muerte y por algún extraño motivo no siento miedo. No deseo morir, pero encuentro en mi misma una indiferencia total en caso de hacerlo en este preciso momento. Quiero pelear pero al mismo tiempo estoy cansada de hacerlo. Todo dentro de mi es una consecutiva contradicción. No sé qué hacer. Echo un vistazo nuevamente y caigo en cuenta que el hombre se ha acercado lo suficiente como para desarmarle, sin embargo mi cuerpo no responde. Cierro los ojos y aprieto con firmeza las manos. He decidido que este no será el día de mi deceso pero quizá me he resuelto a no morir demasiado tarde.
Algo atrapa mi brazo y atrae a mi cuerpo hasta otra corporeidad. Me tomo unos breves segundos para entender lo que ha sucedido. El joven me sostiene entre sus brazos. Diez mil pensamientos se pasean por mi cabeza, diez mil formas de apartarle de un solo golpe y aun así lo que sobresale es la ausencia de un recuerdo. ¿La verdad? Nunca nadie, desde que tengo conciencia, se había tomado el atrevimiento de arroparme con sus brazos, ni siquiera mi progenitor. Por un momento me pierdo en mis cavilaciones y paso por alto la situación en la que nos encontramos. Entonces lo veo, soy su coartada. Astuto de su parte, tanto que casi gana mi admiración.
Escondiendo con mi cuerpo el arma del hombre que derribé, el chico procede a disparar. Sé que ha sido certero por que oigo al enemigo caer sobre al suelo sin quejarse de aflicción alguna. La madre de la pequeña clama palabras de alivio mientras la chiquilla por su parte corre a sus brazos. Todo parece haber terminado, es entonces tomo distancia del joven. Esta es la primera vez que en verdad puedo mirarle a los ojos. Me siento mal, quizá de no haberme dejado cegar por mis emociones él no tendría que cargar con la muerte de aquel hombre. Nunca es fácil arrebatar una vida por primera vez, no obstante, cada vez se hace más sencillo realizar el atroz acto. Supongo que el tiempo también mata la culpa me pregunto cuándo fallecerá la mía.
— Lo lamento — Sale de mi boca casi en un susurro, no soy demasiado brillante si de hablar se trata, no tengo filtro verbal y creo que lo último que él necesita es mi lastima. Pero si soy sincera siento pena que alguien que transmite tanta paz haya tenido que experimentar el sabor amargo de quitar una vida. Hace mucho no sentía tal tipo de empatía. — Realmente lo lamento…
Me disculpo una vez más; Trago saliva, no sé qué hacer. Recojo mis dagas, doy media vuelta sin esperar respuesta y me dispongo a retomar mi camino, es hora de volver a casa antes de que mi padre lo note. No deseo tener a un escuadrón entero de cazadores siguiéndome los pasos y mucho menos el verme obligada a imaginar cual será el tipo de reprensión que Tristán utilizará. Mi progenitor lleva la severidad a otro nivel, no quiero tentar a mi suerte, solo quiero volver a casa y olvidarme de todo, o al menos intentarlo.
Con la mirada en alto y paso firme me alejo de todo lo que ha sucedido. A lo lejos mis ojos alcanzan a divisar la silueta de un hombre que pide auxilio. Sus ropas están rasgadas y su cuerpo cubierto de sangre. Tardo unos segundos, pero una vez su figura se hace más clara entiendo lo que sucede. Es el licántropo, el que estaba segura había herido de muerte. El lobo que se muestra en su forma más humana.
Se me hiela la sangre y siento mi corazón detenerse por un instante. No deben verle y definitivamente no deben ayudarle. Necesito eliminarlo, pero no deseo hacerlo en frente de esta gente. Ya han experimentado suficientes monstruosidades por un día, de tal manera que incluso el ambiente parece haber tomado el aroma ferroso de la sangre. Sin pensarlo una vez más, me lanzo en dirección de la bestia malherida y le derribo. Por su condición no hay lucha que pueda oponer, está espantado. Ágilmente aprieto el cuello del hombre con una mano y con la otra saco una de las dagas de mi cinturón, no obstante, esta vez no hay firmeza. La mano me tiembla. Estoy dispuesta a atravesar su corazón pero sabrá Dios por qué no lo hago.
— ¡Deberías estar muerto! —escupo con rabia, me desespero— ¡debería haberte matado! ¿Por qué no puedo? — el sonido de mi voz se eleva — ¿POR QUÉ? — se arma un nudo en mi garganta, ya no puedo gritar, sólo un susurro ahogado se formula entre mis labios — Necesito matarte.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"(...) un botón; la escusa más estúpida de todas para volverla a ver".
···
No fué sinó el brillar de sus ojos lo que hizo que Ben volviese a la realidad; aunque ya era demasiado tarde. Mientras la gente se arremolinaba en el lugar, aquella muchacha que había salvado su vida y la de la niña, había echado a correr, pero dudaba de que la prisa por volver a casa fuese uno de los motivos que la hubiesen llevado a desaparecer de aquella forma. Ben, en silencio, sin nisiquiera ahondar en lo que acababa de hacer, se agachó y tomó algo del suelo sin que nadie reparase en él, después de todo no era más que un muchacho pobre. Dejó que el instinto fuera lo suficientemente fuerte como para hacerle salir de allí en busca de la muchacha; no se había disculpado, ni siquiera le había preguntado su nombre y sin embargo creía que jamás la volvería a ver; necesitaba darle alcance para de algún modo arreglar lo sucedido.Era tal el trauma, que había conseguido enmudecer, sellando así sus labios por temor a decir algo que de verdad lo pusiera en contra de su verdadera naturaleza. ben no había hecho nada así nunca, incluso cuando de niño era golpeado por algunos chicos más mayores que él siempre se defedía, pero jamás hacía tanto daño al contrario como para matarle. Y así ocurrió, haciando palidecer su alma en el mismo momento en el que apretó el gatillo. Sus pasos eran ligeros, desesperados según se mirase, pero inigualablemente certeros ya que en cuestión de minutos logró encontrarla gracias, claro estaba, a los gritos que ella profería. Se asustó, creyendo que le estaban haciendo daño pero nada más lejos de la realidad. Sin pensarlo un par de veces, el jóven se acercó por detrás y con un un fuerte agarre logró que los brazos de ésta quedaran pegados a su cuerpo, por el bien ya no del chico al que atacó, sino por el de ella misma.
- Tranquilízate, por favor... - Susurró en aquel tono tan familiar, dejando que su voz volviese a la normalidad tras haber estado tanto rato sin pronunciar palabra. Ben hizo un ademán al muchacho para que se quedase dónde estaba pues no pretendía hacerle daño y tampoco dejaría que ella y sus demonios lograsen vencerla. el muchacho reposaba ya inconsciente delante de ellos, quién sabe si por culpa del cansancio, aunque la verdad es que parecía herido y totalmente abatido.
Ben no aflojó el abrazo que le estaba dando a la muchacha por la espalda tras ponerse en pie con ella, esperando así que quizás pudiera evadir esa influencia asesina que hacía que sus manos temblasen. Si, lo podía notar, así como su cuerpo temblaba como el de un cervatillo en la mira de un cazador, por eso, Ben se apiadó de ella, creyéndola tan vulnerable que casi lo podía sentir a ras de piel.
- Sólo te soltaré si me prometes que no te harás daño. - Dijo con tono amable, quizás demasiado, aunque la preocupación estaba latente en cada sílaba que escapaba de sus labios, implorando calma a aquella muchacha para que ambos pudieran hablar sobre lo sucedido. Siempre, siempre, anteponiendo el bien del resto al suyo propio, ya que lo fácil hubiese sido escapar a otro distrito y comenzar una nueva vida, pero sus impulsos lo llevaron a regresar con ella, su salvadora, partícipe de aquel asesinato que él acababa de cometer; y la enviadiaba, claro que lo hacía, dejando un espacio lo suficientemente grande como para que la culpabilidad lo inundase, no sin antes conocer el motivo de aquella escena que había presenciado en mitad del bosque.
Ben trataba de respirar tranquilo, entendiendo que para calmar los demonios de la otra persona, él debía de aparentar firmeza y gran paz, una que hacía muchísimo tiempo que no le abandonaba, hasta ahora.
- Ese hombre está herido, necesita que alguien le cure. - Volvió a hablar en el mismo tono susurrante, para no perturbar la paz que intentaba crear. - Llamaré a los vecinos cercanos, supongo que alguno querrá hacer el favor. - Su agarre se aflojó, confiando plenamente en que la muchacha no le golpearía ni nada por el estilo, ni mucho menos trataría de hacerse daño o quizás si y Ben tan sólo estaba cegado ante la posibilidad de sacar a la luz la bondad o la maldad que todo el mundo poseía, dando así oportunidad al bien de prosperar. El cielo cada vez se oscurecía más pese a que aún no era ni mediodía, debido a la tormenta que aquellos hombres que trabajaban en el campo, conocían mejor que nadie.
···
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"I may be on the side of the angels,
but don't think for one second that I am one of them"
but don't think for one second that I am one of them"
El tiempo parece ralentizarse. Me encuentro sobre el cuerpo malherido del licántropo, elevando en mi mano una daga forjada en plata, amenazante y dispuesta a desvanecer su existencia de este mundo clavando el objeto justo en su corazón. El lobo yace sin conciencia en el suelo, el tono de su piel es tan pálido como el de una hoja en blanco, o aún peor, un vampiro. Apuesto que en toda su vida aquella criatura no ha podido aparentar ser más inofensiva, más humana. De cualquier forma, A veces cuestiono la manera en la que relaciono humanidad con debilidad. A pesar de nuestra condición de inferioridad ante las bestias que acechan la noche, la fragilidad de nuestra fisionomía y nuestra inclinación innata hacia el error, aun somos la especie predominante, la que habita en mayoría el planeta y que a pesar de las condiciones que dificultan nuestra supervivencia, hacemos parte de este salvaje desafío que llamamos vida. Mis cavilaciones distorsionan aún más los fundamentos que me fueron enseñados, necesito actuar con astucia y apartar el corazón de mi oficio ¿Por qué de repente se ha vuelto tan difícil? Todo lo que debo hacer es dejar caer mi mano.
Cierro mis ojos, finalmente lo he conseguido, mi cuerpo cede. Mi mano cae, dejo que esta se deslice suave pero firmemente a través de la leve ventisca que remueve el follaje de los árboles, pero entonces el juego cambia. El cazador se convierte en presa. Soy presa de alguien más. Un fuerte agarre detiene la trayectoria de mi mano. De inmediato, separo los párpados y volteo tanto como puedo, sólo para encontrarme con el rostro del incauto que me aprisiona; todo ello, antes de cometer alguna imprudencia o al menos, antes de buscar en mi mente la forma más práctica para liberarme del individuo que me sujeta. Incluso aunque práctico se resuma en letal.
Mi corazón da un brinco una vez confirmo que se trata del chico de apariencia sosegada, aquel a quien salvé la vida, aquel que salvó la mía, el que pensé no volvería a ver en lo que me resta de existencia.
— ¡Suéltame! — Advierto mientras forcejeo el agarre, no deseo lastimarle, no me siento capaz de hacerlo pero debo cumplir con mi deber, debo hacer lo que se me ha enseñado, lo que se me ha ordenado. Es la única forma de retomar el control de mis acciones. Fui criada para ser un montón de cosas, pero todo lo que se me instruyó, fue con el único objetivo de eliminar de la faz de la tierra a todas las criaturas, hijas de la noche, de la luna y del devenir, que atentan contra la integridad del ser humano. El tono de mi voz se transforma en una súplica — No lo entiendes.
El joven se pone en pie logrando que yo imite su acción. Su agarre es fuerte pero me concentro en encontrar un proceder en el que pueda zafarme de su abrazo sin golpearle o apuñalarle, pero ninguna idea asalta mi mente. Es ahora cuando descubro que estoy temblando, que mi cuerpo de remueve sin que yo pueda controlarlo, quizá es el frío que me invade, o los rezagos de la ansiedad que se ha apoderado de mi cuerpo, lo cierto es que la última vez que me sentí así de vulnerable fue la noche en la que mis congéneres, madre y hermanas dieron su último respiro.
— No voy a hacerme daño, lo prometo. — Tras aquellas palabras, el joven afloja su agarre, finalmente me encuentro libre. Me doy media vuelta y lo miro a los ojos, a pesar de la situación, el aparenta conservar la calma o al menos intenta invocarla. Esa paz corrupta por las amenazantes situaciones que han surgido en cuestión de minutos, quizá ya me he rendido en la búsqueda de la mía, pero considero suficiente el tener la oportunidad de contagiarme de la de él.
El joven observa, el cuerpo inmóvil del licántropo y aunque parece agobiarle no es necesario mirarle dos veces para saber que está dispuesto a ayudar. Sin embargo, no lo puedo permitir. Una vez que se dispone a pedir auxilio tomo su brazo tan delicadamente como puedo, no siento la necesidad de estar a la ofensiva con él.
— Prometí que no me haría daño, pero no puedo prometer lo mismo del hombre que yace en el piso — Respiro hondo, no sé cómo explicar la razón que me lleva a atentar contra la vida de la bestia — Me agradas pero no comprendes la razón por la que no puede sobrevivir — trato de conservar la compostura, no deseo demostrar más aquello que ablanda mi ser. Necesito no sentir nada y esa quizá sea esa la más extraña necesidad que alguna vez haya experimentado. —Quédate fuera de mi camino, no deseo lastimarte... por favor.
Me aferro a la daga que aún sostengo en mi mano y endurezco la mirada pero mi intuición me dice que aquello no le convence. No obstante, no puedo permitir que me detenga; entonces mi vista, que aún reposaba sobre los ojos del chico, se escabulle hasta el lugar en el que se encontraba tumbado el cuerpo del lobo, sólo para dar con la sorpresa de que ya no hay nada allí.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
Ben negó con la mayor convicción de todas. no era que fuese ingénuo, pero siempre de las arreglaba para ver el lado bueno de las cosas, que, aunque para su vida propia ésto hubiese cambiado, sentía un deseo ferviente de arreglar algo, de hacer ver a aquella muchacha que ese camino que había escogido no era el adecuado, sea cual fuere.
- Lo veo en tus ojos,- se tomó una leve pausa, alejando la vergüenza que suponía el haber dicho tal cosa ya que podría ser malinterpretado. - veo como no te gusta lo que haces, noto la rabia, noto el furor, noto como la sangre arde en tus oídos en cuanto sujetas esos cuchillos. - Dijo con sosiego, pero a su vez, se podía llegar a sentir toda la empatía que despedía el chico, al igual que él sentía demasiada empatía por todo lo que le rodeaba, quizás ese fuese uno de los motivos que le llevase a no dar pasos hacia atrás cuando de salvar a alguien se trataba. - También siento odio, - dijo con cierta lástima, pero dando un paso hacia atrás, sin dejar de compartir miradas con ella, como si uno de los miedos de él fuese el que ella no le quiera aceptar por proceder de las calles. - siento cómo te odias a tí misma, por lo que haces, aunque también pienso que hay una parte de tí que se moriría de ganas por dibujar su propio camino. - Ben levantó nuevamente la vista, coincidiendo con la de ella.
Podrían ser muchas especulaciones, realmente ben no sabía nada de la chica tan sólo se dejaba guiar por ese sexto sentido que al parecer se le había intensificado en cuanto la vió. Era como si verdaderamente existiese un vínculo con aquella extraña, que despertó aquella empatía que él ya tenía, elevándola a un máximo jamás visto y aquello, era el principal motivo por el que decidió seguirla. Una vez miró a su costado, vió que el hombre había desaparecido. Las incógnitas que se formaban en su cabeza eran demasiadas, tales como si tan malherido estaba... ¿Cómo podría haber huído sin que se diesen cuenta ninguno de los dos? Pero el deseo por deshacer lo que la muchacha había hecho, le había hecho respirar aliviado.
- No me importa si crees que soy un maleante, te prometo que mis intenciones son buenas. - Dijo tratando de llamar su atención para que no comenzase a buscar nuevamente al hombre desaparecido. - Quiero saber qué te ocurre, para así poder aliviarte. - Comentó, importándole más bien poco si sonaba a locura, ahora el que hablaba era la voz de su corazón y no la de la razón. - Quiero saber tu nombre, quiero conocer tus demonios y eso me intriga demasiado, créeme, llámalo obsesión, aunque te juro que no encuentro palabras para definirlo. - Benjamin se sentía tranquilo, como si intentase compensar todo el silencio que le había turbado minutos atrás, tras el incidente.
- Quiero conocerte.
- Lo veo en tus ojos,- se tomó una leve pausa, alejando la vergüenza que suponía el haber dicho tal cosa ya que podría ser malinterpretado. - veo como no te gusta lo que haces, noto la rabia, noto el furor, noto como la sangre arde en tus oídos en cuanto sujetas esos cuchillos. - Dijo con sosiego, pero a su vez, se podía llegar a sentir toda la empatía que despedía el chico, al igual que él sentía demasiada empatía por todo lo que le rodeaba, quizás ese fuese uno de los motivos que le llevase a no dar pasos hacia atrás cuando de salvar a alguien se trataba. - También siento odio, - dijo con cierta lástima, pero dando un paso hacia atrás, sin dejar de compartir miradas con ella, como si uno de los miedos de él fuese el que ella no le quiera aceptar por proceder de las calles. - siento cómo te odias a tí misma, por lo que haces, aunque también pienso que hay una parte de tí que se moriría de ganas por dibujar su propio camino. - Ben levantó nuevamente la vista, coincidiendo con la de ella.
Podrían ser muchas especulaciones, realmente ben no sabía nada de la chica tan sólo se dejaba guiar por ese sexto sentido que al parecer se le había intensificado en cuanto la vió. Era como si verdaderamente existiese un vínculo con aquella extraña, que despertó aquella empatía que él ya tenía, elevándola a un máximo jamás visto y aquello, era el principal motivo por el que decidió seguirla. Una vez miró a su costado, vió que el hombre había desaparecido. Las incógnitas que se formaban en su cabeza eran demasiadas, tales como si tan malherido estaba... ¿Cómo podría haber huído sin que se diesen cuenta ninguno de los dos? Pero el deseo por deshacer lo que la muchacha había hecho, le había hecho respirar aliviado.
- No me importa si crees que soy un maleante, te prometo que mis intenciones son buenas. - Dijo tratando de llamar su atención para que no comenzase a buscar nuevamente al hombre desaparecido. - Quiero saber qué te ocurre, para así poder aliviarte. - Comentó, importándole más bien poco si sonaba a locura, ahora el que hablaba era la voz de su corazón y no la de la razón. - Quiero saber tu nombre, quiero conocer tus demonios y eso me intriga demasiado, créeme, llámalo obsesión, aunque te juro que no encuentro palabras para definirlo. - Benjamin se sentía tranquilo, como si intentase compensar todo el silencio que le había turbado minutos atrás, tras el incidente.
- Quiero conocerte.
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Run you clever boy and remember me"
—Clara Oswald, DW
—Clara Oswald, DW
Lo sabía, o al menos parte de mi lo hacía. Todo el espectáculo no era más que una vil fachada, el licántropo manipuló mi mente sin necesidad de hacerlo realmente, retorció la compasión que se esconde en mi corazón y la utilizó en su propio beneficio. De repente mi memoria evoca la razón por la cual desprecio a tales criaturas. Las palabras del chico son ciertas, incluso si mi repulsión por los hijos de la luna es latente, no es lo suficientemente sanguinaria como para encontrar regocijo en derramar su sangre o jactarme de su muerte, al igual que lo hace mi padre. Lo único que siento al quitar una vida de los de aquella clase es un poco de culpa mezclada con un montón de alivio. Lo cierto es que me aterran las criaturas de la noche, pero de igual forma deseo que me teman. Mi desdén por los licántropos es turbio, pero no caótico.
Me tomo un segundo para asimilar las palabras que el joven me dirige. Probablemente el lobo sea sólo una excusa generada por mi mente para no sentir la necesidad de fraternizar con el que ahora se encuentra frente a mí. Quisiera poder convencerme de que la razón por la que no debo congeniar con él es tan banal como la clase social. Lo que declaré resulta ser cierto, me agrada, demasiado como para haberle conocido de minutos atrás y figuro que se debe a lo que aparenta, lo que transmite; sin embargo, las relaciones de un cazador nunca son muy extensas, aquello es por el mismo motivo que impulsa a muchos a incorporarse a la caza: la pérdida.
Es ridículo, de tantos peligros que hay en el mundo no dejamos a otros calar bajo nuestra piel sólo por la presencia de lo sobrenatural, de cualquier forma, tampoco deseo andar por la vida preocupándome cada segundo que pasa por lo que sea que le suceda a este chico. No hay cosa menos tentadora que la idea de perder a quien se aprecia, se quiere o incluso se ama. No quiero condenarme a mí misma, no quiero pesadumbre sobre mi corazón si no le vuelvo a ver nunca y no quiero echar culpas a mi cruz si algo malo le sobreviene y no estoy allí para salvarle. Me siento patética de como aquellos pensamientos repletos de emoción distorsionan mi razón. Jamás le abierto a nadie mi corazón y no planeo hacerlo nunca, esa es la verdad. No sentir nada hace más sencillo el trabajo.
— Amara… Mi nombre es Amara —Las palabras me salen en un tono lúgubre que no esperaba exponer— Y también quiero conocerte —Comento con toda la sinceridad que poseo, entonces me acerco, no demasiado, pero lo suficiente como para poder posar mi mano sobre su pecho —Realmente quiero hacerlo, pero no puedo y tú tampoco puedes conocerme pues es peligroso — Tomo aire, cierro mis ojos por un segundo y una vez abiertos los clavo como cuchillos sobre los suyos, entonces mi mano, que hasta el momento se encontraba relajada se agarra de su camisa; la expresión que se dibuja en mi rostro es igual a la de quien suplica — Pareces un chico listo, así que corre, corre chico listo, muy lejos y no mires atrás.
He sobrestimado el daño que pensé había causado en el licántropo. Incluso si le hubiese herido de gravedad como creí ya habría tenido más que tiempo suficiente para sanar. Es cierto que las heridas causadas por plata tardan en curar pero no significa que no lo hagan. Últimamente he sido todo menos ser digna de llamarme cazadora. Muchos errores y pocos resultados, es hora de que pague las consecuencias de mis actos. Pasos ligeros y ramas resquebrajadas, los sonidos me alertan, me previenen. Tomo distancia del chico, trago saliva y muerdo mi lengua hasta sentir un poco del ferroso líquido escurrirse en mi boca. Estoy lista y no pienso dejar pasar esta oportunidad.
— Él está cerca — Mis ojos buscan a la bestia entre la maleza, no logro encontrarlo, la oscuridad en la que se ha sumido el cielo a causa de las nubes de lluvia no colaboran a la causa — Vete — Miro al muchacho por última vez— Por favor.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Y el sonido de su nombre, creó la magia más pura de todas".
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Podría decir que amaba la facilidad con la que la gente quitaba la culpa de sus hombros, sin saber siquiera el trabajo que costaba construir una coraza a su alrededor. No era debilidad, no era pereza, no era orgullo, simplemente se negaba a aceptar que aquella muchacha se negase a compartir el aire con él. Magia, eso fué lo que sintió; había leído demasiados cuentos a los niños como para no saber que aquello era ni remotamente cierto, pero lo sentía, sentía aquella soberana fuerza emerger en cuanto su nombre hizo aparición, algo así como la sensación que se te queda en el cuerpo tras tirarte al mar desde un acantilado. Muy lejos de ser algo sentimental, era algo que inexplicablemente emergió, tal y cómo si siempre lo hubiese estado guardando, receloso de que alguien conociese aquel tipo de poder.
Podía sentir la cosquillas que ésto le provocaba en la punta de sus dedos y cómo se le erizaba el vello de la nuca como si el ambiente estuviese cargado de esa luz que rompía el cielo en mil pedazos cada vez que se avecinaba tormenta.
- Dime que me vaya y lo haré, pero antes déjame ayudarte. - Musitó sin darse cuenta de que ella nuevamente estaba huyendo de él por un motivo que no comprendía. Aquellos impulsos no hicieron más que aumentar la adrenalina que sentía, elevando al infinito toda aquella empatía que sentía con cada ser viviente, así como... ¿La rabia? Podía palparlo en el aire, así como la ansiedad provocada por un animal a punto de saltar sobre su presa. Y así ocurrió. Ben se acercó al lugar de donde provenía aquella sensación y situándose a unos metros de la muchacha, observó a su alrededor, sin lograr identificar todo aquello que bañaba sus sensaciones de tal forma que no sabía si sentía miedo o euforia.
- No me iré, deja de apartarme de tí. - Ben empezaba a exasperarse, sin llegar al punto de parecer molesto, aquella chica debía de aprender que si intentaba separarse de él, lo que conseguiría sería el efecto contrario. Ben caminó a su alrededor, pero sin esta rnfocándose en ells sino tratado de adivinar de dónde provenía aquella sensación que le daba escalofríos. - Tu me ayudaste, me salvaste la vida y créeme que siento que aquí no va a ocurrir nada bueno.
Poco a poco el aire se volvía helado debido al mal tiempo que amenazaba con echar a perder el tan buen día con el que habían comenzado, pero de igual forma había algo fuera de lugar y Ben no sabía el qué hasta que oyó un profundo gruñido provenir de la oscuridad del bosque.
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Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"The saints can't help me now, the ropes have been unbound.
I hunt for you with bloody feet accross the hallowed ground"
I hunt for you with bloody feet accross the hallowed ground"
Mi corazón palpita apresuradamente. El órgano que bombea la sangre a mi cuerpo late tan fuerte que siento su golpetear contra mi pecho en conjunto de un leve cosquilleo por debajo de la piel. Aunque me encuentro inmóvil estoy tan agitada como si hubiese corrido una maratón, la negativa del joven a huir sólo me pone más nerviosa. Un bronco y áspero gruñido surge entre la maleza pero no logro ubicar el lugar exacto de su procedencia, mis sentidos están en alerta, pero parece no ser suficiente. No hay lugar para margen de error. La más mínima de las equivocaciones podría desembocar en el más desastroso de los finales. Pensar en mi propio beneficio sería lo más apropiado a la circunstancia, pero la presencia del chico no me lo permite. Toda la vida, desde que tengo memoria me he encargado de renegar y opacar cualquier tipo de afecto que llegase a palpar mi corazón, crecí bajo el ideal de que debía matar sólo para salvarme a mí misma y aun así, bajo el influjo de tan egoístas conceptos, la única idea que domina mi razón es la de anteponer la vida del chico a la mía, cosa que en cualquier otra circunstancia encontraría descabellada.
El joven escupe algunas palabras que no logro entender, probablemente debido a la poca atención que le brindo a ello; Sin embargo, de alguna forma u otra comprendo que no tiene intención de huir. Su valentía es acreditaría de mi desconcierto, admiro el sencillo valor de quedarse, de no abandonarme a mi suerte, a las garras del depredador que me acecha. Se ha ganado mi respeto, pero su osadía recae en la ignorancia, no tiene idea a lo que se enfrenta y en este momento es sólo necedad, un completo disparate. No me puedo resignar a su terquedad pues estoy acostumbrada a imponer mi voluntad. De cualquier forma ya es demasiado tarde para dar vuelta atrás. Lo único realmente factible en este momento es enfrentar a la bestia.
Sin dar más espera, con cautela, me acerco al joven y le empujo levemente contra el árbol más cercano. Poso el dedo índice sobre mis labios, indicándole de esta forma que permanezca en silencio. Cierro los parpados por algunos segundos; un desesperado intento por centrar mi atención en encontrar lugar de procedencia de los gruñidos. Es cierto que la luna no dominará los cielos en horas, no obstante, no significa que aquello abstenga al licántropo de revelar sus habilidades. Más, incluso, cuando parece no tener control de ello y emociones fuertes emergen a la luz. Bestias como la que nos vigila en este momento son los culpables de muchas de las desgracias que han acometido mi vida. Tengo todo por lo que culparles, todo excepto de poseer un muy efectivo instinto de supervivencia.
Un último gruñido provoca que mi elucubración se interrumpa. He logrado detectar de donde proviene el sonido y la respuesta a ello no es la más placentera, es entonces cuando abro los ojos sólo para encontrarme de frente con el licántropo, quien se asoma tras el árbol que pensé protegería al chico. El lobo conserva su forma humana, sin embargo algunos de sus atributos se exhiben de la manera más feroz. Sus largas garras raspan la corteza del árbol, sus ojos intimidantes brillan con ligereza en un fluctuante azul y me es posible echarle un vistazo a sus caninos una vez su boca se abre para gruñir por última vez antes de saltar sobre nosotros.
Como acto reflejo empujo al chico a un lado, esta vez con fuerza. El licántropo cae sobre mí, abriendo sus fauces con vigor, dispuesto a despedazar mi cuerpo. La daga que llevo en la mano se entierra con precisión en su pecho, pero no lo suficiente como para atravesar su corazón. Una vez herido, el lobo retrocede adolorido. Unos cuantos segundos después, retira el arma de su pecho y la arroja lejos, como si no le hubiese hecho daño en absoluto. Con celeridad me levanto del suelo y retiro de mi cinturón la segunda y última daga que poseo ahora mismo. No obstante, sorpresivamente el hijo de la luna decide cambiar de presa y es entonces cuando corre hacia el muchacho.
En cuestión de segundos me encuentro a mí misma sobre el lobo, clavando la última daga en su espalda a la altura del corazón sólo unos pocos segundos antes de que logre alcanzar al joven. El lobo, frenético y doliente se gira con velocidad, de un zarpazo no sólo rasga el corsé que llevo puesto sino que igualmente rasguña mi vientre lo suficientemente profundo como para hacerme estremecer. De un segundo zarpazo simplemente me manda a volar haciendo que choque de espalda y cabeza contra el tronco de un grueso árbol. Por unos instantes mi vista se nubla, alcanzo a distinguir la silueta del lobo y por sus movimientos sé que lo he herido de la manera correcta pero no con la fuerza apropiada. La daga aún debe encontrarse en su espalda. Sin embargo, tan pequeño error de cálculo ahora hace la diferencia entre la vida y la muerte, pues para cuando mi visión se aclara, noto que la criatura se encuentra a unos pocos centímetros de mi rostro.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Rasga, araña, muerde, hunde".
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El tiempo era relativo, tanto, que parecía pasar a cámara lenta cuando en realidad lo que estaba sucediendo era brutalmente rápido como para poder llegar a entender a la perfección lo que estaba ocurriendo. La verdad parecía revelarse ante sus ojos de forma siniestra, no por el hecho de que aquella muchacha fuese algo más que no quisiese decirle, obviamente por la desconfianza que quizás él pudiera infundirle sin quererlo realmente, sino por el hecho de que tras de él apareció una bestia cuyo pecho rugía tan profundamente como el eco de una caverna. Aún así, parecía más humano que bestia, aunque sus facciones fuesen notoriamente las de alguien que ha sido tragado -y luego escupido- por el mismo demonio. Ben no se fijó en otra cosa que en la muchacha, en el fuego que sus ojos demostraban a aquella pseudo-bestia la cual parecía buscar una muerte rápida dadas las ansias que demostraba tener contra aquella jóven de aparente fragilidad. Y volvió a salvarle, así como nadie había hecho en su vida, haciéndole sentir ciertamente estúpido al no poder hacer nada por evitarlo, ni ser él, el hombre que ella necesitaba para deshacerse del problema, de protegerla, siendo finalmente él quien necesitaba la absurda -pero agradecida- ayuda de una muchacha menuda.Ese no era el día que pensaba que tendría; sus días se limitaban a descansar a la intemperie o trabajar hasta tarde, pero todos los problemas parecieron comenzar ahí, dónde por primera vez -o esp creyó- vería a una bestia a medio convertir.
Ben aprovechó la daga en la espalda del animal, que acabó por terminarla de clavar para que el trabajo de la muchacha no hubiese sido en vanos, la bestia se giró haciéndole retroceder y caer al piso dándole un arañazo de por medio que a penas logró rozarle, aunque le hizo un par de leves cortes en la cara de no ser porque la giró rápidamente. Vió a la muchacha caer, por lo que la agonía al no saber cómo deshacerse de aquello aumento tan considerablemente y aún sabiendo que la muchacha estaba probablemente desangrtándose, salió algo de su interior que nunca había sentido antes y es que tampoco nunca había estado en una situación parecida como para que auqello se activase.
Una especie de escudo, como una onda transparente, rebotó desde su pecho, haciendo retroceder al animal, que no dudó en cargar contra él nuevamente. La onda volvió a palpitar desde su pecho, ésta vez rodeando a la muchacha también. El monstruo se acercó con tal virulencia para atravesar aquel pseudo escudo que la poca vitalidad que tenía se vió mermada aún cuando la estocada final no había servido de mucho. Una vez inerte con la obviedad de que al fín la bestia había muerto, se acercó con velocidad hacia la muchacha y sin más preámbulos la cargó con facilidad entre sus brazos y corrió en busca de auxilio.
La lluvia era intensa y podría decirse que enjuagaba las heridas que ambos tenían, aunque él se quedase con el ojo cerrado tras los golpes y el arañazo del animal que le habían dejado un buen corte sobre el párpado, aun así no le importaba su seguridad, sino la de la muchacha y él, no tenía medios para salvarla. Golpeó una puerta conocida, la de la mujer que le había prestado ayuda en contadas ocasiones, y ésta, al verle, miró a ambos lados para ver que nadie más les habría visto y les dejó pasar a la parte de atrás. El cobertizo era espacioso, tenía no más que una mesa y mucha paja alrededor, como si aquel hubiese sido el lugar de trabajo de su marido. Allí, depositó a la muchacha y Benjamín, sabiendo de medicinas y curas le pidió a la mujer que le trajese todo lo que necesitaba. Ésta con agrado se lo trajo, con la condición de que no harían ruído ya que a Ben le buscaban los guardias que escucharon el atercado anterior y ella, no quería tener problemas por el bien de su hija. La mujer además, trajo ago de ropa limpia y también un balde llena de agua caliente, para así que ella pudiese aliviar aquel dolor que le seguía.
Ben tomó una aguja y la calentó a la llama de una vela, para así comenzar a coserle la herida que podría considerarse mortal si no tenía prisa, no sin antes habérsela limpiado con agua y una mirada de total disgusto, pena y angustia por lo que ella debiera estar pasando.
···
Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
'Crybaby'
El último recuerdo que acogen mis sentidos antes de sumirme en una armoniosa oscuridad es el de pequeñas gotas de agua golpeando delicadamente la piel abierta en mi estómago y en efecto, el resto de mi cuerpo. El eco de un aullido de dolor retumba en mis oídos justo antes de que de que todo rastro de realidad se desvanezca junto a mi conciencia. No sé cuánto tiempo ha pasado, todo se vuelve relativo al caer en ese pequeño mundo que llamamos mente; quizá sólo fueron algunos minutos, un par de horas tal vez, en el peor de los casos apostaría a uno o dos días. Por un momento, justo cuando siento la realidad abrirse paso en mi cabeza, me limito a perderme en la exquisita tranquilidad de huir de las cosas que usualmente me agobian. Por un momento simplemente nada importa, no importa mi padre, ni la caza, ni los lobos y en efecto ninguna de las criaturas que dominan la noche, no importa la responsabilidad, la venganza, ni el odio, ni las heridas, ni la sangre ya derramada. Nada realmente tiene relevancia; pero entonces, cuando siento aquella extraña sensación de libertad cobijarse en mi ser y fluir a través de mi alma, despierto.
Una punzada candente de dolor tiene su epicentro en mi abdomen y recorre con celeridad mis entrañas dejándome estática sobre la mesa sobre la que me encuentro recostada. Si bien mi cuerpo ha sido víctima de peores agobios, la herida causada por el licántropo ha sido lo suficientemente profunda como para dejarme fuera de combate por al menos algunos días. Mi padre no estará contento.
Respiro hondo y con un ligero movimiento de cabeza desecho cualquier preocupación que refiera a mi padre y su séquito de cazadores. Coloco una de mis manos sobre mi abdomen, la herida ha sido cosida, entonces lo presiono ligeramente y respiro hondo unas cuantas veces tratando de acostumbrar a mi cuerpo al persistente dolor que se extiende por mi torso cada vez que realizo algún pequeño movimiento. Sólo en el momento que siento el punzón menguar me percato de que el joven que ciertamente me ha salvado la vida se encuentra sentado por lo menos a un metro de distancia de donde yo me encuentro postrada,. Le observo con detenimiento, él me observa de vuelta pero mi atención recae sobre su párpado, que ha sido rasgado por las garras de la bestia. Me siento impotente, inútil, enojada. No era su deber salvarme la vida, era mío salvar la suya.
Rebosante de ira, levanto mi torso y cambio de posición quedando sentada sobre el borde de la mesa. No siento dolor pero aun así mi cuerpo me exige tomar un respiro antes de continuar. Debo salir de aquí, siento la necesidad de desgarrar la vida de una criatura de la noche sin que me tiemble la mano pues quiero encontrarme de frente con la razón por la cual mi familia es lo que es, la razón por la cual crecí destinada a ser lo que soy.
— Gracias —se formula entrecortado entre mis labios, la mirada la sostengo clavada en el suelo, mis manos tiemblan un poco, pero rápidamente recobro en control de mis acciones. Francamente, el agradecimiento y el perdón nunca han sido mi fuerte — Debo irme.
Me mantengo seria. Hace unos momentos, en el bosque me sentí bastante frágil, cómo si necesitase que alguien me rescatara. Necesito sentirme más fuerte que eso, necesito sentirme poderosa pero, cuando le veo, todas y cada una de mis debilidades afloran. Hace ya bastante tiempo he estado dudando de mí misma, de lo que soy y lo que quiero pero nunca tanto como en este preciso momento, justo cuando nuevamente mis ojos se chocan con los suyos.
— Retiro lo que dije, no deberíamos conocernos. —Aquello suena un poco menos melancólico en mi cabeza.
Bajo de la mesa e intento mantenerme en pie pero claramente aquello no sucede, una punzada que me coloca la piel de gallina me deja tendida en el piso. Permanezco inmóvil por unos segundos y sólo cuando siento una pequeña gotita chocar contra una de mis manos me doy cuenta que estoy llorando.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Humanity".
···
Había mantenido sus manos firmes hasta el último momento, pese a que su alma estaba tan perturbada por lo sucedido, que prefirió guardar el temblor y permanecer sereno, para que así la curación de las heridas diese el mejor de los resultados. Sabía por experiencia que las heridas sanaban con el tiempo, pero que si éstas no eran tratadas con el mínimo de cariño, la tarea de sanación iba a ser más árdua y dolorosa. Ben no quería eso, por eso le dedicó mil y una caricias a cada vez que sentía su piel erizarse bajo la aguja que traspasaba su tíbia y pálida piel. le dió ese amor que necesitaba, pues sabía que aquellas heridas tan sólo podían curarse con fuerza de voluntad y aquella necesitaría hasta la más mínima gota de humanidad que existía en el muchacho.Benjamin se separó unos pasos, quedando sentado en una mecedora, velando por sus sueños, esperanzado de que a la mañana siguiente se despertase de la mejor de las formas; sana y viva. Era extraño el poder de las personas y su tan insistente forma de atacar los problemas ya sean con buena o mala cara, es ahí dónde Ben sintió un fuerte vínvulo con ella, como si hubiese estado toda la vida a su lado, como si fuese alguien a quien quiere mucho, alguien por quién sin duda daría la vida llegado el momento. No dnecesitaba días, ni años, ni décadas paradescifrar aquello que le estaba ocurriendo, pero por temor a verla desaparecer una vez más en tan corto lapsus, prefirió observarla hasta su despertar. Pasaron pocas horas hasta que ella se levantó, como si estuviese acostumbrada a aquel tipo de heridas, parecía fuerte, parecía querer marcharse con insistencia y sabía que no era por la incomodidad de su compañía sino por algo más allá que tan sólo residía en su cabeza y que una vez más Ben se sintió como si tuviera un nudo en el estómago. Ahí y justo ahí cuando ella cayó, Ben se acercó para volverla a tener en pié, ayudada por sus brazos, haciendo de los suyos propios un apoyo para que la muchacha se mantuviese en pie sin sentir todo el peso de su cuerpo. El muchacho la observó a los ojos y decidido a que ésta le hiciese caso, la ayudó a caminar hacia una de las esquinas de aquel granero.
- La dueña de la casa trajo algo de agua, necesitas quitarte toda la sangre y suciedad del cuerpo o tu herida se infectará. - "Y podrías morir". Pensó, pero no creía necesario ser tan pesimista en cuanto a la salud de la chica, que parecía más debil que el momento en el que la conoció. - Te trajo un camisón para que te cambiases la ropa, pero debes quitarte la tuya para que ella pueda lavarla. - La voz de ben parecía tierna, suave, pero intensa, dando a entender que aquello que le estaba diciendo debía de llevarse a cabo por su bienestar, aunque lo siguiente que le tenía que decir era algo que ni él mismo tenía muy en claro, aunque era totalmente necesario.
Ben puso el balde de agua a una buena altura y dejó un trapo y una esponja cerca para que ella pudiese lavarse. - Necesitas lavarte y te voy a ayudar. - Ben la afianzó entre sus brazos, evitando el titubear ni el sentirse incómodo, pues tenía bastante claro que pese a la incomodidad, aquello debía de hacerse.
- Prometo no mirar más allá de tus ojos, para que estés más cómoda, pero es necesario que te sujete o tus heridas se abrirán. - La mirada de Ben estaba cargada de un sentimiento de preocupación y sabía que ella sería reacia ante tal cosa, pero no había nada mejor que aquello para hacerla sentir mejor y que olvidase sus heridas por un instante. - Debes confiar en mí.
Ben la ayudó a desvestirse, desabotonando su espalda y mirando hacia las orbes ajenas en cuanto sabía que era un momento delicado. Quiso abrazarla, mecerla entre sus brazos con amor, para hacer desaparecer toda esa tristeza que cargaba sobre los hombros y que dejaba sus ojos con cada lágrima que derramaba, pero debía contenerse, ella necesitaba de su ayuda y él no iba hacer otra cosa que cuidarla como si fuera la persona más especial de su vida. La noche comenzaba a caer, aunque el día comenzó a ponerse oscuro desde bien temprano, dentro del granero a penas tenían una vela y una lámpara de aceite, la suficiente luz como para crear un ambiente cálido, pese a las inclemencias, pese a lo ocurrido y pese a la larga noche que se les venía encima.
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Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"The pretty lies, the ugly truth"
Un montón de lágrimas se deslizan por mis mejillas sin que pueda controlarlo, los ojos me escocen pero no encuentro la forma de frenar el llanto, quiero detenerme, pues mi conciencia me dice que no debo hacerlo, que no lo sé necesito, que me encuentro perfectamente; sin embargo, algo muy en mi interior parece resquebrajarse, fracturarse en más de dos piezas, arder bajo el furor de un efímero recuerdo, uno al que se remonta mi vida entera, aquello en lo que me he convertido, lo que me siento en la obligación, lo que sé es del todo correcto ¿lo que quiero?
Mi conciencia ya no es capaz de entender que sucede, no es capaz de sentir o diferir entre lo que es correcto y lo que no lo es. Mientras lo más profundo de mi ser solloza me permito un momento de calma, un momento en el que no debo sentirme al borde del abismo, en el que no debo oponer resistencia, en el que simplemente no necesito luchar, no quiero hacerlo pues por primera vez en mi vida entera, me he rendido ante el simple fluir de los hechos. Realmente no me importa si el chico que limpia las heridas de mi piel ve más allá de lo que hay bajo mi ropa. Aquella es una preocupación bastante mundana y ciertamente ahora mismo, a pesar de ser humana, no me siento como una. Cierro los ojos y me dirijo al lugar más feliz al que mis cavilaciones me permiten ingresar, uno en donde soy libre, inocente, feliz; no obstante, el paraíso rápidamente se convierte en pesadilla y nuevamente me encuentro allí, justo donde la sangre de quienes más quise remoja mis pies desnudos bajo la guardia de la más grande y brillante luna llena.
Mis párpados se abren de par en par; el joven ha terminado de desinfectar las heridas por tanto, me cubro con una manta con el fin de hacer la situación un poco menos incomoda, por lo menos para él. Trago saliva, no me siento capaz de pronunciar palabra alguna, me siento avergonzada; no obstante, aquella sensación no se remonta mi cuerpo, sino al hecho de que quizá de no ser por su ayuda, no hubiera sido capaz de conservarlo intacto, relativamente. En cortas el palabras, le debo la vida. Realmente no me siento cómoda cargando con esa clase de deuda.
— Nunca me dijo su nombre, señor —Sale de mis labios un poco más torpe de lo esperado, las palabras que se formulan en mis labios tienen un ligero temblor en ellas, realmente no sé a qué se debe aquello— Realmente me gustaría saberlo —Le observo de soslayo con un montón de timidez inundándome la mirada — También me gustaría conocer cuánto tiempo ha pasado desde que...
Me detengo, realmente no encuentro una forma en la que pueda explicar lo sucedido sin sonar demente. Me tomo unos segundos para buscar las palabras correctas pero no las encuentro. Probablemente vivir en la ignorancia de lo sobrenatural no es una ventaja para nadie, sin embargo, a pesar de ello, conocer la existencia de las bestias que se adueñan de la noche tampoco lo es, la curiosidad es más peligrosa que las sensaciones.
— Lo que pasó... — Balbuceo en un susurro — No es algo que tendría que haber presenciado, yo... Voy a pedirle que lo olvide, quizá quiera respuestas pero le aseguro que es mejor no tenerlas. — Entonces le dirijo una mirada de súplica, una que no conocía mis ojos podrían realizar alguna vez.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"Every time I see you, I die a little more".
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Ben estaba seguro de que era correcto todo lo que hacía, pese a que las consecuencias pudiesen serle fatales, así como aquel encuentro con aquella bestia que tan sólo había escuchado en las historias de terror cuando a penas era un niño. Aun así no se asustó, pero sentía cierto respeto respecto al tema, ya que de no ser por aquella muchacha, no estaría allí para cuidarla y rezar porque sus heridas sanasen lo más pronto posible. No iba a negar el hecho de querer besar su hombro en aquella íntima situación, de aspirar el aroma natural de su piel cuando el agua limpiaba cada traza de suciedad y sangre que se había instalado temporalmente; pero debía mantenerse firme cual guardian para ella, de sus debilidades y demonios que estaban por aflorar. Debía confortarla y así hizo cuando terminó de ayudarla, acercándole el camisón que la señora de la casa le había dado para así poder lavar su ropa antes del amanecer. Ben la escuchó y se rompió un poco más al oir sus temblorosas palabras que cual cervatillo pretendía amntenerse al menos en pie.Ben, sin mediar palabra, la tomó de la mano y se sentó en un viejo sillón que había no muy lejos de dónde estaban y la instó a sentarse sobre él, arropándola entre sus brazos, rodeándola con aquella manta que bien podría darle ese alivio ante la fría noche que se avecinaba; sólo entonces, decidió quitar el sello a sus labios.
- Ha pasado el tiempo suficiente como para cerrar tus heridas, pero aún quedará mucho por sanar. Tan sólo necesitas descansar y no se aceptan quejas al respecto.- Dijo con una semi sonrisa que se dibujó en su rostro, soltando a su vez una suave risa que bien podría evadir ese trance problemático en el que los dos se habían visto envueltos en las últimas horas, dando paso a un aura de respeto y completa tranquilidad necesaria para la pronta recuperación de la muchacha. Así era todo lo que rodeaba a Ben, convirtiéndole a sí mismo en una especie de santuario para todo aquel que se le acercaba, haciendo que él fuese una de las pocas personas capaz de arriesgarlo todo con tal de hacer sentir paz a los que le rodean, hacerles ver siempre el lado bueno de las cosas, aunque no el insensato, sino el completamente seguro de que cualquier problema podría solucionarse al salir el sol.
- Aún queda una larga noche por delante y debes descansar y no creo que haya nada más cómodo que el estar así.- Bien podría estar aprovechándose de la situación, pero las intenciones de Ben para con la chica tan sólo dependerían del tiempo y de las infinitas historias que se contasen a lo largo de la noche. El viento y la lluvia sonaban fuerte de puertas para fuera, pero aquel, parecía ser el único lugar a salvo en toda la tierra. - Mi nombre es Benjamin.- susurró con voz queda, al mismo tiempo que su mirada vagaba por las largas pestañas ajenas, parándose finalmente en su iris. - Y no debes preocuparte, ya mañana será otro día. No te obligaré a dormir si no quieres, pero debes descansar todo lo posible. No te prometo silencio, porque sé que tarde o temprano te haré mil y una preguntas, pero más necesario que el conocer qué fué eso que nos atacó, es el conocerte a tí, tus historias todo lo que tu corazón reprime y tus labios callan. Eres una chica fuerte y muy afortunada, lo he podido ver hace un momento pero sé que hasta el más feroz de todos necesita de un momento de confidencias y te prometo que jamás en la vida de mis labios saldrá nada de lo que ésta noche me relates.- La intensa mirada de Ben dejaba en claro la veracidad de sus palabras ante lo que acababa de cedirle. aunque no podía decirle ni explicarle realmente todo lo que ella invocaba en su interior ni cómo sentía que su corazón revoloteaba cada vez que una palabra salía de su boca. La veía tan frágil y tan dura a la vez, que no concebía la idea de no poderse enamorar de ella, aunque sabía que a la mañana siguiente ya no la volvería a ver jamás y por ello mismo, quería dejarla grabada en su memoria.
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Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"The devil may care"
Doy vueltas y vueltas tratando de rememorar la última vez que me permití tal tipo de cercanía con otro ser; llego a la infausta conclusión de que para que haya una última vez debe existir, por ende, una primera. Sin protesta alguna me dejo caer sobre su regazo, a merced de sus acciones. Le observó detenidamente mientras profiere su discurso y todo lo que puedo ver es un enigmático motivo por el cual el instinto de supervivencia que me ha asegurado la integridad de mi cuerpo más de una vez, se desvanece cuando me encuentro bajo la calidez de sus irises agua marina. Repentinamente, de nuevo, me siento tan frágil como una muñeca de porcelana.
Escucho sus palabras atentamente. Imagino que renunciar a indagar el nuevo mundo que poco a poco toma forma ante sus ojos, si bien no es sencillo de ignorar es también intrigante, cautivador. Sin embargo, más intrigante que la misma existencia de la magia, los hijos de la luna y la noche y lo sobrenatural en general, es la razón por la cual aquel afable joven prefiere conocer los detalles de mi vida cuando la verdad del mundo se esconde tras mis palabras, bajo la punta de mi lengua.
Niego con la cabeza, no lo comprendo, no nos comprendo. Confiar en él es demasiado sencillo, tan sencillo que me rehúso a hacerlo, a pesar de que ahora mismo cedo mi voluntad. Poso muy delicadamente mi mano sobre su rostro, colocando mis dedos cerca de su párpado herido, explorando suavemente la herida que atraviesa la piel que recubre su ojo; aunque la delicadeza no es una virtud digna de cazadores, logró realizar tal acción sin dificultad. Siento que estoy fuera de mis cabales, quizá él también lo está, pues no creo que hubiese forma en el infierno en la que me hubiese permitido tal atrevimiento alguna otra vez. Busco el porqué de la situación, el porqué de lo que siento y llego a la conclusión de que probablemente sea su amabilidad, la pureza de sus acciones, la sosegada inocencia que transmiten sus ojos e incluso su sorpresiva valentía todo lo que cautiva mi atención. Supongo que a fin de cuentas tengo más de una debilidad que no implica mi corporeidad.
— No — mascullo tras un vago suspiro, quitando mi mano de su rostro una vez mis ojos se pierden a través del cristal de una de las ventanas de la habitación. La luna, en su máximo esplendor, ilumina la noche guiando a sus hijos a través de las calles de París— No soy mejor que las criaturas que andan entre las sombras. He vivido la muerte y he sido artífice de la misma cientos de veces en lo que llevo de vida. Hago parte de este mundo para bien o para mal. Pero…—Me detengo un momento dudando entre atreverme a tutearle o permanecer en terreno seguro — Pero tú no Benjamin. Y me gustaría mantenerlo de esa forma —Con dificultad me levanto de su regazo, Enterrando las uñas entre las palmas de mis manos con el fin de distraer el dolor punzante de la herida en mi abdomen. Entonces me dirijo a una mesilla sobre la que se encuentran las armas que he llevado conmigo en estas noches de caza — Cuando te pedí que renunciaras a lo que viste en el bosque, pedí también que renunciaras a mi existencia— Evitando mover mi torso demasiado, me coloco de nuevo el cinturón que carga mis dos dagas de plata. Las dos certeras y fieles compañeras que han estado conmigo desde mi primera caza. —Soy una cazadora. Y la gente como yo no tiene permitido conocer más gente. Esa es la primera regla y la única que conocerás. Todos los que conocemos terminan lastimados de alguna u otra forma — Tomo el valor suficiente para mirarle con firmeza, mirarle sin quebrarme — Y la verdad es que no quiero que salgas lastimado.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"I will never say goodbye".
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Benjamin era pura fuerza de voluntad, una, que bien podía parecer mera cabezonería, pero el simple hecho de perseguir cualquier vestigio que supusiese un gran cambio en su vida y en la de los demás, le hacía sentirse fiel a sí mismo. Los sentimientos afloraban de una forma abrumadora en aquella rubia cabeza y que sus orbes azules no podían esconder aun cuando no se negara a ello.- Amara... Yo. - Quiso hablar, pero se paró de inmediato en cuanto ella decidió hacerlo, dándo sino una escusa tras otra para hacerle olvidar al chico todo lo que había visto. Pero... ¿Por qué olvidar algo, si desde el primer momento en que la vió, supo que su destino estaba ligado al de ella? No le importaba lo sucedido, tampoco las heridas, ni mucho menos el sentirse rechazado una vez tras otra, pues era de obviar que Ben jamás aspiraría al corazón de ninguna muchacha pudiente y mucho menos al de ella. Hablaba de corazón, si y podía decir que jamás en la vida se había sentido tan herido como aquella que habitaba ahora en su corazón.
Ben removió su lengua dentro de la propia boca, tratando de decir lo que su cabeza intentaba de desenmarañar. Una vez ella estaba de espaldas, se sintió con la fuerza suficiente para hablar.
- Si debes irte, vete, pero quiero que sepas que jamás te diré adiós, porque eso se asemeja a la cobardía y junto a tí, todo miedo desaparece en mí. ¿Sabes por qué? Porque deseo tu bienestar sobre todo, antepondría mil veces mi vida a la tuya si dependiera de ello. - Una leve pausa que notó amarga en cuanto sus palabras resonaban en su garganta. - Soy fiel partidario de la libertad, así que si así lo deseas, te irás así como no te molestaré con mis preguntas, aunque sepas de antemano que yo nunca olvido.- Se refería a ella, más que a cualquier cosa que hubiese ocurrido ahí fuera, se refería a sus ojos color café y a las pequeñas arrugas que se formaban alrededor de sus labios cuando ésta hacía un amago por sonreir. Se refería al tono de su piel y al deseo intenso por acariciarla, por besarla y por hacer muchas otras cosas que por respeto y buen caballero no hubiese hecho jamás sin su consentimiento. Ben apretó los labios y se giró para devolverle el último arma que parecía habérsele olvidado. Su mirada denotaba una tristeza profunda, tristeza de saber que una vez cruzase aquella puerta, no volvería a verla.
- Es un hasta luego. - Sonrió finalmente, con la tristeza fundida en su mirar.
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Benjamin E. Montesquieu- Humano Clase Baja
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Re: Every cloud has a silver lining · Amara Argent ·
"we'll be good"
Atiendo su alegato con cuidado, por supuesto su dicción consigue que me detenga. Me he encontrado tanto tiempo conteniendo aquello que mi lógica considera correcto, que me pregunto qué tan conveniente es ignorar mi instinto. Una vez más, me encuentro a mí misma doblegando la poca voluntad que me resta a causa del hombre que sostiene tras de mí; puedo admitir que no me siento del todo satisfecha con la reacción de mi cuerpo ante sus palabras. Un sentimiento que no logro determinar se apodera de mi corporeidad, desde la punta de los dedos de las manos hasta el corazón. No quiero partir y no me toma mucho tiempo reconocerlo más mi deber es seguir adelante sin detenerme a observar aquello que ha quedado atrás. Un incesable conflicto entre lo que quiero y lo qué es correcto toma forma en mi mente, sin embargo, no me doy tiempo de encontrar solución. Para cuando Benjamin ha finalizado su discurso me hallo nuevamente frente a él, recibiendo una de las gemelas que he olvidado en mi afán de huir de un posible nuevo error, sintiendo sus irises azules derrumbar los cimientos de todas mis dudas.
Niego ligeramente con la cabeza y dejo caer la daga al suelo, agarrando en cambio sus manos con torpe delicadeza, asumiendo que él conoce que aquel acto es bastante impropio de mí. Le observo leyendo sus ojos de innata forma, tal y como suelo leer al mundo, sin embargo, ninguna suposición clara se formula desde su mirada, al menos nada más que un deje de tristeza, uno que me encuentro segura es más profundo de lo que deja entrever. Cualquier otro día y en cualquier otro momento optaría por ignorar sus sentimientos, por ignorar los míos y seguir mi camino, pero ese día no es hoy. Hoy cedo a los principios de mi crianza y a todo aquello que me he negado a mí misma en lo que llevo de vida. Sostengo sus manos entre las mías como jamás he sostenido las de nadie, compartiendo sin querer un momento de intimidad que, a pesar de ser bastante simple tiene gran peso sobre mí, pus es el primero de mi existencia.
— Cuando tenía tan sólo ocho años presencié como un par de criaturas, de igual naturaleza a la que nos atacó hoy, asesinaron con sus fauces y sin piedad a mi madre y hermanas —Suelto con celeridad, evitando entrar en detalles y en la manifestación de imágenes mentales que me lleven nuevamente al suceso que aún me persigue — Mi padre me forzó a ser algo que sorpresivamente soy buena haciendo y que no estoy segura si disfruto —Hago una pausa, mi voz se entrecorta más no me permito quebrarme de nuevo, no obstante, no me siento capaz de sostenerle la mirada — He visto personas morir, tanto gente que caza de años como gente que lo hace por primera vez y sobretodo gente inocente… pero así mismo he matado yo.
Mis ojos se posan sobre el infinito, el mismo que evoca los horrores del pasado, errores por los que mis manos se han manchado de sangre un sinfín de veces, como en un eterno bucle de terror.
— Todo lo que toco se ha convertido en muerte desde que tengo ocho años, no quiero que corras con el mismo destino, Benjamin — Procedo entonces a soltar sus manos con la misma delicadeza con la que las tomé.
Amara J. Argent- Cazador Clase Alta
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