El arte es magia liberada de la mentira de ser verdad | Privado

por **Dominique de Bricassart** Dom Abr 24, 2016 12:46 pm

El arte es magia liberada
de la mentira de ser verdad

Tras batallas cuyo final parecía solamente intuirse, nunca manifestarse, la joven Dominique atisbó un rayo de esperanza cuando su odiosa captora, aquella a la que debía llamar tía, aceptó la propuesta de la niña. La que tantas veces le había formulado: poder ser instruída. La decisión de aquel esperpento de mujer de proporcionarle una institutriz, le brindó a la muchacha la esperanza de poder asistir a un colegio tarde o temprano. Sus experiencias con respecto al trato con la juventud no le habían resultado gratas del todo, habiendo sido víctima de mofas y burlas en el hospicio del cual salió y recibiendo más de un golpe de alguna de las hermanas que custodiaban a ésta. Velaba noche tras noche por la cándida idea de que tal cosa no sucediera en el colegio. De hecho, lo pensaba. Estaba convencida. Sin embargo, una vez pisado el lugar donde tantas esperanzas había puesto, el primer día ya se dio de bruces contra el suelo, y con ella, ese estado de convencimiento, se rompió en pedazos.
No estaba acostumbrada a tratar con gente de su edad, eso era algo más que evidente. Sus visitas solían ser más bien escasas y si fuera por su tía, inexistentes. Así que se rodeaba en gran medida de libros y conversaba con ellos como con nadie. A excepción del cardenal, el cual parecía ser su único amigo –amén de otros lazos que ella desconocía-. Todo ello frustraba su intento por acercarse a cualquier personita de su edad. El hecho de que sus palabras no fluían como debieran, o que su conversación fuera prácticamente inexistente o extraña. ¿De qué hablaban los chicos de su edad? Comenzaban las conversaciones sobre vestidos, seguían aquellas dirigidas al género masculino, que por aquel entonces ya despertaba la curiosidad de todas, incluída Dominique. Sin embargo, ¿ella qué podía decir sobre tal empresa? Todas parecían haber recibido cartas, poemas, haber tonteado bajo los almendros en épocas estivales, pero ella… bueno, algo malo debía tener y desde luego sabía que seguramente su legado mágico tenía algo que ver. La pobre chica seguía empeñada en tal sandez y la rememoraba cada vez que ojeaba sus manos y veía sus azules venas, verdes a sus ojos.

Acostumbraba a llevar consigo una bolsita en cuyo interior descansaban un trozo de ajo, sal y una hoja de laurel, ritual bastante extendido que garantizaba protección. Pero por desgracia para la joven, aquella mañana no había logrado encontrar dicha bolsita, que solía acompañarla a todas partes, y temía por lo que en adelante sucedería.

Nervios a flor de piel fueron lo que sustituyó su ritual cotidiano y con ella estuvieron de principio a fin en aquel terrible día en que debía alzarse en mitad de todos para leer la redacción de historia que el señor Nobley les había ordenado escribir. Hasta aquel entonces -el día en que su bolsita desapareció-, ninguno de sus profesores habían observado muestras del recelo que levantaba la niña –excepto el primer día, en que Dominique tomó la decisión de salvaguardar sus espaldas mágicamente en adelante-, pero dadas las circunstancias, no sólo todos llegarían a percatarse de tal cosa, sino que uno en particular, sería testigo del poder de la sangre. El poder efervescente de un milagro bautizado como maldición.