Ojos tenebrosos -libre

por **Lisístrata** Dom Abr 24, 2016 10:13 pm

Los cuentos tenebrosos jamás relataban las andanzas nocturnas de una vampira paseando tranquilamente por el parque de su ciudad actual, al contrario, contaban como sus colmillos se insertaban en el cuello de algun humano desprevenido y la sangre se desparramaba por la acera sin que nadie pudiera ayudarlo, así moría y el vampiro era el criminal. Era obvio, los cuentos tenebrosos que todo niño escuchó en su infancia tenían que llevar sangre y aun vampiro hambriento, no a un ejemplar femenino con aires misteriosos mirando a los perros agitar la cola junto a sus dueños. Como a la persona que venia siguiendo algunas cuadras atrás.

Esa realidad estaba presente en todas las ciudades del mundo y nadie quería darse cuenta que los vampiros como ella o las criaturas mas estúpidas como los lobos, atestaban la ciudad mezclándose entre los humanos para intentar vivir una vida normal, a pesar de estar siempre en una guerra silenciosa que prometía derramar sangre. Pero Lisístrata estaba acostumbrada a la diversidad de París, por algo llevaba 15 años ahí, conociendo de olfato a cada humano que puede beber e intercambiando palabra con alguno de ellos simplemente porque sí.

Ese sí es llamado cortesía y es un acto social que Lis desconoce, para ella es un simple impulso guiado por la curiosidad que no necesariamente debe terminar en ser agradable o intentar serlo, solo es espontánea y bruta a la hora de expresarse, aunque extrañamente sus escritos del periódico no denotan esa falta de sociabilidad que hay en ella y la gente reconoce fácilmente cuando se trata de Unna Pringsheim, la ‘amable y directa’ escritora del periódico.

Si que no fue extraño que su paseo nocturno terminara con el espontáneo llamado de atención de esa persona que no recordaba. Lis se acercó con la misma indiferencia de siempre para tratar de verle más de cerca, sentía mucha curiosidad por la "carne nueva" y no iba a quedarse con la duda.

por **Gilgamesh De Uruk** Jue Abr 28, 2016 7:36 pm

Las noches, comenzando tempranamente la mayoría de las veces, eran una invitación constante al paseo nocturno. Si su neófito no estaba por allí o deseaba algo de soledad, se escabullía a solas por los tejados, pisando la superficie dura con los dedos descalzos, moviéndose como las sombras, pasando desapercibido para aquellos tontos que se animaban a ir detrás de él. Algunas veces, si iba en tierra, en el suelo, junto a los demás, era un joven vistiendo ropas elegantes, acompañado de unos tiesos zapatos que debido a su naturaleza sólo le resultaban incomodos en su mente. Las calles, salones y edificios, así como las casas solían recordarle esos refugios para el día hechos en las cuevas y grutas hundidas profundamente en el suelo.

Le hacía sentir encerrado. Al mismo tiempo seguro y atrapado. Aunque para alguien de su antigüedad no había nada que temer, prefería el placer indómito del anonimato. Los paseos en carruaje o en la calle, portando uno de esos absurdos bastones que sólo servían para acompañar el atuendo, eran una forma segura de pasar desapercibido entre miríada de humanos que arrojaban su exquisita fragancia sobre su rostro. Algunas veces esa imprudencia provocaba la aniquilación de una vida, algunas otras, se quedaba con el regusto dulce de la sangre antes de desvanecerse por alguna calle secundaria que lo devolviera a sus cabales. Y alguna de esas ocasiones había ocurrido hoy mismo. Cuando la iluminación crepuscular llevaba un rato escondida y la oscuridad era vencida a momentos por una débil e inquietante luz de luna.

Los pasos variantes, a veces ruidosos a veces muy silenciosos, estimulaban el aura que lo rodeaba. Esa aura pesada y llena de poder que yacía profundamente oculta dentro suyo. Se proyectaba en las paredes casi junas chocando de un lado a otro y ascendiendo al cielo. Algo que solo un sobrenatural podía percibir o sentir. A los lobos y cambiantes, criaturas que no le producían el mayor interés, los mantenía a raya con una suave y bien proscrita advertencia. A los demás vampiros les enviaba una advertencia a la vez que una invitación. Si el vampiro en cuestión recibía uno u otro mensaje, todo dependía de la criatura.

Esas ondas eran unilaterales y no correspondían a su estado de ánimo, eran como unas ondas, una señal que se enviaba en banda corta para recibir lo que estuviera por allí, lo que, como en ese momento, se proyectara de casi cualquier parte de la ciudad. Se detuvo lentamente, hasta apoyarse en sus dos pies y descansar sus manos en los bolsillos de su pantalón de tiro. Esperó, no por mucho pues ella se acercó rápidamente. Casi vio su sangre formando su cuerpo antes de que tuviera presencia física. Joven, no demasiado, pero mucho más que él. Fresca. Inclino la cabeza en un ligero saludo y lentamente se enderezó y se mantuvo relajado y tranquilo, invitándola a acercarse en un gesto amistoso, medio confianzudo.

Ojos tenebrosos -libre

Ojos tenebrosos -libre

Re: Ojos tenebrosos -libre