AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Unos ojos fugaces -(Libre)
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Unos ojos fugaces -(Libre)
Miró por la ventana, y suspiro. Otro día mas, otra mañana lista para cubrir su desolación con una mascara de urbanismo. Su doncella trabajaba afanosa en la elaboración de uno de esos complicados peinados que estaban a la moda. Cuanto detestaba tener que abandonar su habitación pero había prometido acompañar a su prima, - bueno prima lo que se dice prima – caviló – no lo era, ya que por parentesco poco y nada las unía. Pero sentía que debía retribuirle de alguna manera la molestia en que se había puesto Anne para tratar de que se sintiera por fin a gusto.
Anne entro en la habitación con la vitalidad que la caracterizaba, ya lista para salir, con un vestido de color celeste pastel y una pamela en la mano enguantada. - Vamos Chiara!!! No sabes que hermoso esta el sol afuera, veras que te hará muy bien, mírate ese color en tu cara. Pero si pareces uno de esos ángeles de porcelana que decoran las iglesias – se acerco al tocador mientras guardaba algo en su bolsito que hacia juego con el color del vestido. – Y tu, apúrate con ese peinado – reprendió a la doncella quien en ese momento terminaba su tarea y tras una rápida inclinación se retiro del cuarto.
Chiara se levanto con total serenidad y tras alizar su falda y tomar el sombrerito que había elegido para la ocasión se dedico a colocarse los guantes – Bueno deja de sermonear a medio mundo y dime a donde es que me quieres llevar? – Pregunto por simple cortesía, porque hacia ya varios años que no le importaba ni atraía nada en absolutos. Sonrió levemente mientras caminaba al lado de Anne.
- Pero como que donde te voy a llevar? pues a la mejor perfumería de la ciudad. Ya veras las maravillas que allí venden. Dicen que traen perfumes de todas partes del mundo incluso unos que usa la emperatriz de Japón! Imagínate la envidia que seremos en la próxima velada en el palacio – Una sombra se dejo traslucir en el animo de Chiara – oh! Lo lamento, a veces me olvido que los bailes en el palacio te recuerdan a tu vida antes de…-
Chiara se freno en seco, dio media vuelta y la enfrentó – Por favor… no digas nada… no deseo recordar… por favor, solo… salgamos a donde tu decidas pero no hables de mi pasado – en su mirada no había rencor por el poco tacto de aquella adolecente, solo muchísimo dolor. Continúo su camino hacia la entrada de la mansión y al carruaje que las esperaba para llevarlas de compras a la Perfumería “Il Imagine”. Detrás de ella continuaba su discurso la pequeña Anne, gesticulando con todo su cuerpo las magnificas propiedades de tal o cual perfume o el efecto que causaría en algún joven que pretendía conquistar.
El carruaje fue cruzando, calles arboladas, plazas bellamente decoradas con parterres de flores multicolores y en medio de tanta belleza hombres elegantes y mujeres bellamente ataviadas. El aire de la primavera estaba cargado de perfume a azahares y un sentimiento de placidez se apodero de ella, a pesar de que su prima no dejara de hablar ni un segundo desde hacia mas de media hora. Suspiro, un dolor en su pecho hizo que instintivamente llevara una mano a su corazón y apoyo su frente en el cristal. Entonces lo vio! Fue apenas un momento fugaz, unos ojos que la miraron desde afuera del carruaje, en el momento que éste se detenía para dejar pasar otro vehículo. – Por Dios – Pensó - no puede ser, ¿es acaso ese hombre? ¿Aquel que hace cuatro años salvo mi vida? No, no puede ser, pero… esos ojos… esa mirada – apretó su sienes con la mano enguantada mientras se reclinaba en el asiento.
- Disculpa Anne, pero… en verdad no puedo seguir, necesito aire, necesito caminas – mientras hablaba golpeo el techo del carruaje – Pare cochero debo bajar – miro a su prima que con el rostro lívido la miraba extrañada – Lo siento pero no puedo, ve tu a ver los perfumes… yo hoy… lo siento.- En cuanto el vehículo freno su marcha, abrió la portezuela y salió despedida como alma que la lleva el diablo.
Camino unos pasos volviendo por el mismo lugar que había cruzado, trato de distinguir al dueño de esos ojos pero… - Donde estas – pensó – no se puede haber evaporado.
Anne entro en la habitación con la vitalidad que la caracterizaba, ya lista para salir, con un vestido de color celeste pastel y una pamela en la mano enguantada. - Vamos Chiara!!! No sabes que hermoso esta el sol afuera, veras que te hará muy bien, mírate ese color en tu cara. Pero si pareces uno de esos ángeles de porcelana que decoran las iglesias – se acerco al tocador mientras guardaba algo en su bolsito que hacia juego con el color del vestido. – Y tu, apúrate con ese peinado – reprendió a la doncella quien en ese momento terminaba su tarea y tras una rápida inclinación se retiro del cuarto.
Chiara se levanto con total serenidad y tras alizar su falda y tomar el sombrerito que había elegido para la ocasión se dedico a colocarse los guantes – Bueno deja de sermonear a medio mundo y dime a donde es que me quieres llevar? – Pregunto por simple cortesía, porque hacia ya varios años que no le importaba ni atraía nada en absolutos. Sonrió levemente mientras caminaba al lado de Anne.
- Pero como que donde te voy a llevar? pues a la mejor perfumería de la ciudad. Ya veras las maravillas que allí venden. Dicen que traen perfumes de todas partes del mundo incluso unos que usa la emperatriz de Japón! Imagínate la envidia que seremos en la próxima velada en el palacio – Una sombra se dejo traslucir en el animo de Chiara – oh! Lo lamento, a veces me olvido que los bailes en el palacio te recuerdan a tu vida antes de…-
Chiara se freno en seco, dio media vuelta y la enfrentó – Por favor… no digas nada… no deseo recordar… por favor, solo… salgamos a donde tu decidas pero no hables de mi pasado – en su mirada no había rencor por el poco tacto de aquella adolecente, solo muchísimo dolor. Continúo su camino hacia la entrada de la mansión y al carruaje que las esperaba para llevarlas de compras a la Perfumería “Il Imagine”. Detrás de ella continuaba su discurso la pequeña Anne, gesticulando con todo su cuerpo las magnificas propiedades de tal o cual perfume o el efecto que causaría en algún joven que pretendía conquistar.
El carruaje fue cruzando, calles arboladas, plazas bellamente decoradas con parterres de flores multicolores y en medio de tanta belleza hombres elegantes y mujeres bellamente ataviadas. El aire de la primavera estaba cargado de perfume a azahares y un sentimiento de placidez se apodero de ella, a pesar de que su prima no dejara de hablar ni un segundo desde hacia mas de media hora. Suspiro, un dolor en su pecho hizo que instintivamente llevara una mano a su corazón y apoyo su frente en el cristal. Entonces lo vio! Fue apenas un momento fugaz, unos ojos que la miraron desde afuera del carruaje, en el momento que éste se detenía para dejar pasar otro vehículo. – Por Dios – Pensó - no puede ser, ¿es acaso ese hombre? ¿Aquel que hace cuatro años salvo mi vida? No, no puede ser, pero… esos ojos… esa mirada – apretó su sienes con la mano enguantada mientras se reclinaba en el asiento.
- Disculpa Anne, pero… en verdad no puedo seguir, necesito aire, necesito caminas – mientras hablaba golpeo el techo del carruaje – Pare cochero debo bajar – miro a su prima que con el rostro lívido la miraba extrañada – Lo siento pero no puedo, ve tu a ver los perfumes… yo hoy… lo siento.- En cuanto el vehículo freno su marcha, abrió la portezuela y salió despedida como alma que la lleva el diablo.
Camino unos pasos volviendo por el mismo lugar que había cruzado, trato de distinguir al dueño de esos ojos pero… - Donde estas – pensó – no se puede haber evaporado.
Corradine Grimaldi- Humano Clase Alta
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Re: Unos ojos fugaces -(Libre)
Bonnie se encontraba sentada delante del espejo, cepillaba su cabello como cada mañana esperando pacientemente la llegada de las luces del alba, ella era una mujer madrugadora, casi siempre se levantaba unas tres horas antes que Clyde quien permanecía en la cama hasta tarde después de la caza, ellos jugaban el juego a la perfección, probablemente eran una especie de primos lejanos debido a su árbol familiar pero se las arreglaron bastante bien para fingir un matrimonio perfecto delante de todos durante bastante tiempo, ellos no se presentaban en la corte sin embargo habían asistido a muchísimos eventos diurnos en los que se trataban asuntos de filantropía. Miro la imagen de su “marido” en el espejo, al fondo del reflejo de su propia imagen, la espalda desnuda de Clyde tirado en la cama se movía suavemente indicando que dentro de unos minutos estaría despierto, ellos lo compartían todo como marido y mujer sin embargo nada en su relación era sexual, los dos se conocían tan perfectamente como para que ella supiese que el muchacho tardaría un tiempo en desperezarse de la cama o que el al abrir los ojos tuviera la certeza de que ella se encontraba peinando su cabellos con la minuciosidad que lo caracterizaba.
- Se encuentran debajo de la cama…-susurro suavemente al ver como se removía en la cama jugando con su cabello, seña que solamente hacia cada vez que trataba de recordar algo, sonrió un poco al verlo levantarse de la cama con solo los pantalones puestos para después dejarse caer sobre el suelo deslizándose debajo del mueble, Clyde solía ser una persona bastante extraña, tenía un secreto historial delictivo que nadie conocía el cual podría etiquetarlo como alguien peligroso pero en realidad no lo era. Para Bonnie el probablemente se asemejaría a un niño grande después de permanecer los últimos dos años juntos se habían establecido completamente transformándolo a él en una persona casi la mayoría del tiempo apacible
- Es tu favorita no es así??-Pregunto viendo en el reflejo como asentían levantándose del suelo con una pistola de la caballería francesa, media 30cm de largo y estaba hecha de Madera y Zamak, Bonnie no tenía un especial gusto por las armas de fuego, lo que es más, jamás sostuvo una entre sus manos más que para posar pero aparte de eso prefería mantenerse alejadas de ella, sin embargo comprendía porque era su preferida, se levantó de la silla acomodando el cabello de Clyde, tuvo que ponerse de puntitas para alcanzarlo pero hacerlo le dio a los dos una sensación cálida, como la de dos hermanos, o quizá la de una madre con su hijo- Arréglate, saldremos hoy-Clyde asintió estando ya acostumbrado a ser la sombra incansable de “su mujer”. Había escuchado de ella que su perfume favorito, uno que la bañaba con el suave e inconfundible olor de las rosas en primavera se había terminado, normalmente Clyde se quejaría de tener que participar en un acto tan banal, pero tratándose de Bonnie no había cosa que pudiese decir, ella tenía la habilidad de otorgarle un significado a las cosas más pequeñas.
En silencio, después de que Bonnie colocase la última horquilla sobre su cabeza salieron los dos tomados del brazo, anduvieron en carruaje hasta antes de entrar en la zona comercial, entonces, bajaron nuevamente tomados del brazo paseándose por los comercios en busca de una buena perfumería, la última vez Clyde le había regalado aquella fragancia y teniendo el tan mala memoria no sabía dónde se encontraba la dichosa tienda, aun así caminaron en las calles sin prisas, Clyde no recordaba cuando fue la última vez que anduvo rápidamente, los pasos de Bonnie eran pequeños, ella era pequeña, su expresión se suavizo al mirarla andar a su lado y por culpa de la distracción choco contra un cuerpo susurrante que se encontraba justo a su lado, Clyde le lanzo una mala mirada, pero Bonnie a su lado se asomó a través del cuerpo de su acompañante sin soltarlo ni un segundo- Estas bien???-Pregunto con sus grandes ojos y expresión meditabunda
- Se encuentran debajo de la cama…-susurro suavemente al ver como se removía en la cama jugando con su cabello, seña que solamente hacia cada vez que trataba de recordar algo, sonrió un poco al verlo levantarse de la cama con solo los pantalones puestos para después dejarse caer sobre el suelo deslizándose debajo del mueble, Clyde solía ser una persona bastante extraña, tenía un secreto historial delictivo que nadie conocía el cual podría etiquetarlo como alguien peligroso pero en realidad no lo era. Para Bonnie el probablemente se asemejaría a un niño grande después de permanecer los últimos dos años juntos se habían establecido completamente transformándolo a él en una persona casi la mayoría del tiempo apacible
- Es tu favorita no es así??-Pregunto viendo en el reflejo como asentían levantándose del suelo con una pistola de la caballería francesa, media 30cm de largo y estaba hecha de Madera y Zamak, Bonnie no tenía un especial gusto por las armas de fuego, lo que es más, jamás sostuvo una entre sus manos más que para posar pero aparte de eso prefería mantenerse alejadas de ella, sin embargo comprendía porque era su preferida, se levantó de la silla acomodando el cabello de Clyde, tuvo que ponerse de puntitas para alcanzarlo pero hacerlo le dio a los dos una sensación cálida, como la de dos hermanos, o quizá la de una madre con su hijo- Arréglate, saldremos hoy-Clyde asintió estando ya acostumbrado a ser la sombra incansable de “su mujer”. Había escuchado de ella que su perfume favorito, uno que la bañaba con el suave e inconfundible olor de las rosas en primavera se había terminado, normalmente Clyde se quejaría de tener que participar en un acto tan banal, pero tratándose de Bonnie no había cosa que pudiese decir, ella tenía la habilidad de otorgarle un significado a las cosas más pequeñas.
En silencio, después de que Bonnie colocase la última horquilla sobre su cabeza salieron los dos tomados del brazo, anduvieron en carruaje hasta antes de entrar en la zona comercial, entonces, bajaron nuevamente tomados del brazo paseándose por los comercios en busca de una buena perfumería, la última vez Clyde le había regalado aquella fragancia y teniendo el tan mala memoria no sabía dónde se encontraba la dichosa tienda, aun así caminaron en las calles sin prisas, Clyde no recordaba cuando fue la última vez que anduvo rápidamente, los pasos de Bonnie eran pequeños, ella era pequeña, su expresión se suavizo al mirarla andar a su lado y por culpa de la distracción choco contra un cuerpo susurrante que se encontraba justo a su lado, Clyde le lanzo una mala mirada, pero Bonnie a su lado se asomó a través del cuerpo de su acompañante sin soltarlo ni un segundo- Estas bien???-Pregunto con sus grandes ojos y expresión meditabunda
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Re: Unos ojos fugaces -(Libre)
Giró sobre si misma con un revuelo de faldas, sin mirar si alguien podría en ese momento cruzar por su camino, se abalanzó por la vereda buscando esos ojos celestes como el cielo de la mañana. Hizo dos paso y tropezó con un hombre de imponente altura y de mirada inquisitiva que con una especie de gruñido – o por lo menos así lo sintió ella- la miraba.
– Ay, disculpe – dijo mientras con su mano intentaba masajear su hombro, el cual le dolía después de chocar con aquella persona. Intentó seguir su camino – En ese momento, escucho la voz dulce como un ruiseñor – de una mujer – que emergiendo detrás de aquel oso le preguntaba si se encontraba bien. Deseaba con todas su fuerzas alejarse de allí en busca de su luz, pero las normas de urbanidad decían
que debía contestar la cortesía.
- Oh, sí, no se preocupe, fue todo mi culpa no los vi – volvió a fijar su vista en aquella menuda y hermosa mujercita y su esposo – si parece la imagen de la bella y la bestia, de aquel cuento que me contaba mamá – pensó, mientras una sonrisa le iluminaba el rostro, por una milésima de segundo – mamá – repitió en su cabeza – mientras del agradable recuerdo paso a otro, el de una noche atroz y de los gritos desesperados de su dulce madre.
Hizo una leve reverencia y se dio media vuelta y casi corriendo se alejó – donde estas!!! – pensó mientras se fijaba en los hombres que se le presentaban uno tras otro.
Al llegar a la equina donde se elevaba la construcción elegante y aristocrática del comercio de joyas Taylor, vio que su “luz” – como ella le había denominado al cazador que la rescató esa noche aciaga – se disponía a subir a un coche de alquiler.
- No!!! – Exclamó casi sin voz y como un lamento – no se puede ir, espere!!! - mientras extendía su mano como queriendo con ese simple gesto detener el tiempo. Su respiración entrecortada y la angustia que se agolpaba en su pecho la hicieron trastabillar. Se apoyó en el tronco grueso de un árbol- agitada, apunto del desvanecimiento se acordó que llevaba un pequeño perfumero eso la ayudaría a recuperar las fuerzas - abriendo parsimoniosamente su bolsito de piel, a continuación extrajo un delicado pañuelo bordado que usó para secarse el sudor de su frente, y las lagrimas que pugnaban por salir a causa de la frustración. Las manos le temblaban y empapando en una punta el pañuelo en el perfume se lo acercó a su nariz, respiró profundamente, buscando tranquilizarse.
Cuando se hubo serenado, tomó la dirección opuesta y caminó rumbo a la perfumería seguramente no estaría muy lejos. A unos metros más allá se encontraban todavía la singular pareja, se ruborizó pensando lo estúpida que se había comportado. Debería pedirles perdón, era lo mínimo que se merecían. En ese momento sitió a su espalda la voz de un hombre que le hablaba. La piel se le erizó mientras el pulso se aceleraba. Giró y se encontró con aquellos ojos.
– Ay, disculpe – dijo mientras con su mano intentaba masajear su hombro, el cual le dolía después de chocar con aquella persona. Intentó seguir su camino – En ese momento, escucho la voz dulce como un ruiseñor – de una mujer – que emergiendo detrás de aquel oso le preguntaba si se encontraba bien. Deseaba con todas su fuerzas alejarse de allí en busca de su luz, pero las normas de urbanidad decían
que debía contestar la cortesía.
- Oh, sí, no se preocupe, fue todo mi culpa no los vi – volvió a fijar su vista en aquella menuda y hermosa mujercita y su esposo – si parece la imagen de la bella y la bestia, de aquel cuento que me contaba mamá – pensó, mientras una sonrisa le iluminaba el rostro, por una milésima de segundo – mamá – repitió en su cabeza – mientras del agradable recuerdo paso a otro, el de una noche atroz y de los gritos desesperados de su dulce madre.
Hizo una leve reverencia y se dio media vuelta y casi corriendo se alejó – donde estas!!! – pensó mientras se fijaba en los hombres que se le presentaban uno tras otro.
Al llegar a la equina donde se elevaba la construcción elegante y aristocrática del comercio de joyas Taylor, vio que su “luz” – como ella le había denominado al cazador que la rescató esa noche aciaga – se disponía a subir a un coche de alquiler.
- No!!! – Exclamó casi sin voz y como un lamento – no se puede ir, espere!!! - mientras extendía su mano como queriendo con ese simple gesto detener el tiempo. Su respiración entrecortada y la angustia que se agolpaba en su pecho la hicieron trastabillar. Se apoyó en el tronco grueso de un árbol- agitada, apunto del desvanecimiento se acordó que llevaba un pequeño perfumero eso la ayudaría a recuperar las fuerzas - abriendo parsimoniosamente su bolsito de piel, a continuación extrajo un delicado pañuelo bordado que usó para secarse el sudor de su frente, y las lagrimas que pugnaban por salir a causa de la frustración. Las manos le temblaban y empapando en una punta el pañuelo en el perfume se lo acercó a su nariz, respiró profundamente, buscando tranquilizarse.
Cuando se hubo serenado, tomó la dirección opuesta y caminó rumbo a la perfumería seguramente no estaría muy lejos. A unos metros más allá se encontraban todavía la singular pareja, se ruborizó pensando lo estúpida que se había comportado. Debería pedirles perdón, era lo mínimo que se merecían. En ese momento sitió a su espalda la voz de un hombre que le hablaba. La piel se le erizó mientras el pulso se aceleraba. Giró y se encontró con aquellos ojos.
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Re: Unos ojos fugaces -(Libre)
Los ojos de Clyde se centraron en la muchacha, a él no le agradaba ella, a él no le agradaba nadie, no hacia las cosas por caridad a menos que estuviese aburrido o simplemente no tuviese nada mejor que hacer, la mayor parte del tiempo las cosas se hacían como Bonnie quería pero incluso ella era consiente de cuando dejar el mando a Clyde, él nunca hablaba más de lo necesario, para eso estaba “su mujer” ella hacia comúnmente todo el trabajo de diplomacia mientras que el ensuciaba las manos, no era que le molestase, ya no, matando sobrenaturales había encontrado la manera de andar jugando con armas y sangre sin el cargo de conciencia pero a menudo siempre terminaba llevándose a alguno que otro cazador encontrado en medio del camino, otra cosa que Clyde nunca hacia lo convertía en una persona hostil en ocasiones, el no pedía disculpas ni mucho menos perdonaba de modo que se limitó a mirar a la chica en silencio, atravesándola como sus ojos fuesen dagas cortantes, perfectamente podrían haber estado hechas para matar.
- La culpa es nuestra-contesto Bonnie apretando un poco el brazo de Clyde quien simplemente alejo su atención de la chica, ella notaba claramente la hostilidad emanando del cazador aun cuando no alcanzaba a ver gran parte de su rostro, todos alrededor alcanzaban a sentir claramente dicha hostilidad, él podía ser sobre todo un hombre bastante transparente en lo que respectaba a sus opiniones fuera de la mira publica, contrario a Bonnie a quien nunca le gesto llevarse mal con los demás, así que con una sonrisa en el rostro le hizo señas a Clyde hacia la muchacha- Veníamos distraídos no es así cariño??-El simplemente asintió sin girar el rostro en ningún momento. Ella parecía quieres decir algo mas pero la muchacha parecía apresurada de modo que la dejaron irse, Clyde frunció más el ceño todavía pues Bonnie a pesar de seguir su camino parecía distante, conociéndola como la conocía podía saber que se había quedado con el pendiente de saber lo que ocurría con la muchacha.
Ellos prosiguieron su camino hasta la perfumería, mirando a los transeúntes apresurados con sus majestuosos carruajes andar por la calle principal, la arquitectura levantada sobre firmes cimientos mostraba la belleza de un sitio plagado de opulencia, se veía claramente diferente a la vista de parís durante las noches, las sombras del mal corrupto que plagaban la ciudad se ocultaban durante la luz del día desapareciendo casi por completo, la mayoría de los habitantes eran ignorantes del mal que los asechaba, por eso existían los cazadores y la inquisición, aunque esta última estaba atada a demasiadas políticas internas a las que Bonnie y Clyde no querían atenerse.
- Este es perfecto para ti…-Susurro él una vez que entraron a la tienda, en su memoria se había grabado perfectamente la forma del frasco y el olor que se escapaba suavemente por debajo de la tapa del frasco era suficiente como para marcarlo como correcto, era apenas una muestra de prueba para los clientes de modo que tomándolo suavemente con una mano Bonnie roció un poco sobre su muñeca aspirando el olor suavemente, después le extendió la mano a Clyde quien se encontraba colocado a su izquierda justo detrás de él recibiendo el visto bueno de su parte, los perfumes los escogían entre los dos pues no podía portar aromas que molestasen al otro o que no combinaran entre sí. Hicieron las compras y salieron rápidamente encontrándose con la muchacha, Bonnie se acercó ella pues sus miradas parecieron cruzarse por un instante sin embargo ella se desvió hacia alguna cosa que llamo su atención. Clyde sin embargo no estaba dispuesto a que volviesen a dejar a Bonnie en ascuas y alargando la mano jalo a la extraña dama del brazo, los ojos de su compañera se abrieron grandes por la sorpresa- Clyde suéltala!-Exclamo midiendo con la vista el nivel de fuerza aplicado en el brazo de la muchacha
- La culpa es nuestra-contesto Bonnie apretando un poco el brazo de Clyde quien simplemente alejo su atención de la chica, ella notaba claramente la hostilidad emanando del cazador aun cuando no alcanzaba a ver gran parte de su rostro, todos alrededor alcanzaban a sentir claramente dicha hostilidad, él podía ser sobre todo un hombre bastante transparente en lo que respectaba a sus opiniones fuera de la mira publica, contrario a Bonnie a quien nunca le gesto llevarse mal con los demás, así que con una sonrisa en el rostro le hizo señas a Clyde hacia la muchacha- Veníamos distraídos no es así cariño??-El simplemente asintió sin girar el rostro en ningún momento. Ella parecía quieres decir algo mas pero la muchacha parecía apresurada de modo que la dejaron irse, Clyde frunció más el ceño todavía pues Bonnie a pesar de seguir su camino parecía distante, conociéndola como la conocía podía saber que se había quedado con el pendiente de saber lo que ocurría con la muchacha.
Ellos prosiguieron su camino hasta la perfumería, mirando a los transeúntes apresurados con sus majestuosos carruajes andar por la calle principal, la arquitectura levantada sobre firmes cimientos mostraba la belleza de un sitio plagado de opulencia, se veía claramente diferente a la vista de parís durante las noches, las sombras del mal corrupto que plagaban la ciudad se ocultaban durante la luz del día desapareciendo casi por completo, la mayoría de los habitantes eran ignorantes del mal que los asechaba, por eso existían los cazadores y la inquisición, aunque esta última estaba atada a demasiadas políticas internas a las que Bonnie y Clyde no querían atenerse.
- Este es perfecto para ti…-Susurro él una vez que entraron a la tienda, en su memoria se había grabado perfectamente la forma del frasco y el olor que se escapaba suavemente por debajo de la tapa del frasco era suficiente como para marcarlo como correcto, era apenas una muestra de prueba para los clientes de modo que tomándolo suavemente con una mano Bonnie roció un poco sobre su muñeca aspirando el olor suavemente, después le extendió la mano a Clyde quien se encontraba colocado a su izquierda justo detrás de él recibiendo el visto bueno de su parte, los perfumes los escogían entre los dos pues no podía portar aromas que molestasen al otro o que no combinaran entre sí. Hicieron las compras y salieron rápidamente encontrándose con la muchacha, Bonnie se acercó ella pues sus miradas parecieron cruzarse por un instante sin embargo ella se desvió hacia alguna cosa que llamo su atención. Clyde sin embargo no estaba dispuesto a que volviesen a dejar a Bonnie en ascuas y alargando la mano jalo a la extraña dama del brazo, los ojos de su compañera se abrieron grandes por la sorpresa- Clyde suéltala!-Exclamo midiendo con la vista el nivel de fuerza aplicado en el brazo de la muchacha
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Re: Unos ojos fugaces -(Libre)
Se giró con brusquedad, al sentir el tirón en su brazo, al hacerlo, contempló nuevamente eso ojos que la veían con cierto rencor o reproche. Recorrió rápidamente la distancia entre aquella mirada y la mano que aferraba con fuerza su delicado brazo – ay!- exclamó al sentir la presión en él – En ese momento escucho la vocecilla angustiada de la mujer que
lo acompañaba, que intentaba hacer que su “Bestia” soltara el brazo.
Chiara miró a la muchacha y comenzó a hablar algo exasperada, - Podría decirle a su pareja que me devuelva el brazo? – se zafó de la mano que la retenía, retrocediendo hasta casi tocar el tronco del árbol que estaba a su espalda, mientras se sobaba el brazo, estaba segura que aquella presión le dejaría unos cuantos cardenales – bruto!!!! – Pensó – espero que con aquel ángel sea más dulce – como siempre que se enojaba comenzó a refunfuñar en voz baja, como si fuera una niñita aun.
Luego dio un largo suspiro y los enfrentó a los ojos. Los escrutó a ambos, la forma de vestir indicaban que pertenecían a una clase social alta – no son nobles como yo – pensó – pero al momento recordó que ella había sido noble y que ahora solo era una más de las tantas chicas de alta sociedad que caminaban por Paris. Se fue ruborizando por culpa de su divagación y por el continuó jaleo que estaba accionando para liberarse de aquel hombre.
- Discúlpe, madame, si por ir distraída por la calle la he molestado, es que creí ver a un… amigo y… no deseaba que se fuera. – La miraba solo a ella y por rencor trataba de ignorar adrede a esa mole que se encontraba a su lado – le daba la sensación que no dejaba de mirarla de manera inquisidora. Por un momento pensó que si tuviera algún poder la estaría quemando por la intensidad de la mirada. – por cierto, perdón por no presentarme, mi nombre es Chiara Di Moncalieri. Definitivamente, aquel hombre le provocaba sensaciones encontradas, por momentos tenía ganas de salir huyendo nuevamente ya que los había dejado con la palabra en la boca y de forma totalmente poco civilizada porque ese ser le provocaba miedo, pero a la vez le atraía, no podía negar que era un bello hombre. Hizo una reverencia y clavó sus ojos en la de aquel extraño.
lo acompañaba, que intentaba hacer que su “Bestia” soltara el brazo.
Chiara miró a la muchacha y comenzó a hablar algo exasperada, - Podría decirle a su pareja que me devuelva el brazo? – se zafó de la mano que la retenía, retrocediendo hasta casi tocar el tronco del árbol que estaba a su espalda, mientras se sobaba el brazo, estaba segura que aquella presión le dejaría unos cuantos cardenales – bruto!!!! – Pensó – espero que con aquel ángel sea más dulce – como siempre que se enojaba comenzó a refunfuñar en voz baja, como si fuera una niñita aun.
Luego dio un largo suspiro y los enfrentó a los ojos. Los escrutó a ambos, la forma de vestir indicaban que pertenecían a una clase social alta – no son nobles como yo – pensó – pero al momento recordó que ella había sido noble y que ahora solo era una más de las tantas chicas de alta sociedad que caminaban por Paris. Se fue ruborizando por culpa de su divagación y por el continuó jaleo que estaba accionando para liberarse de aquel hombre.
- Discúlpe, madame, si por ir distraída por la calle la he molestado, es que creí ver a un… amigo y… no deseaba que se fuera. – La miraba solo a ella y por rencor trataba de ignorar adrede a esa mole que se encontraba a su lado – le daba la sensación que no dejaba de mirarla de manera inquisidora. Por un momento pensó que si tuviera algún poder la estaría quemando por la intensidad de la mirada. – por cierto, perdón por no presentarme, mi nombre es Chiara Di Moncalieri. Definitivamente, aquel hombre le provocaba sensaciones encontradas, por momentos tenía ganas de salir huyendo nuevamente ya que los había dejado con la palabra en la boca y de forma totalmente poco civilizada porque ese ser le provocaba miedo, pero a la vez le atraía, no podía negar que era un bello hombre. Hizo una reverencia y clavó sus ojos en la de aquel extraño.
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Re: Unos ojos fugaces -(Libre)
Clyde mantuvo firme el agarre observando a la mujer fijamente, a diferencia de ellos dos seguramente que debía haber recibido una mejor educación en lo que respectaba a modales sin embargo no parecía aplicarlos correctamente, ella era una mujer bonita, bastante hermosa a decir verdad sin embargo de alguna forma, después de tanto tiempo juntos Clyde no lograba concebir mujer más hermosa que su eterna compañera, Bonnie, para él había algo mágico en la muchacha que la mantenía aun con el tierno rostro de cuando tenía 15 años, quizás su reducida altura ayudase también a propiciar dicha apariencia.
- Clyde…-dijo con una sonrisa en el rostro pero con un claro tono de reclamo en su voz, él era el típico “Yes-men” o en este caso “Yes-women” que escuchaba todo lo que ella decía, eran tan compatibles como dos piezas de un rompecabezas, a veces Bonnie se ponía a pensar que sería de Clyde el dia en que ella consiguiese a quien amar, Bonnie claramente era más madura que el en muchos aspectos así que sobrellevaría bien la separación, pero el…Suspiro mirando como soltaba el brazo de la muchacha
Clyde giro el rostro hacia otro lado evitando la mirada de la pequeña chica quien apretando su brazo llamo su atención, ellos fueron criados tan contrariamente que sus maneras de tratar a la gente a menudo chocaban, sin embargo él tenía la ventaja de haber nacido en un matriarcado, en donde las decisiones de la mujer se respetaban al pie de la letra y claro que tratándose de ella su fe en ella se volvió más que ciega.
- Oh no se preocupe, el que se comportó de un modo molesto fue otro-dijo mirando mal a su compañero quien simplemente bufo, ella guardo silencio un instante y antes de que pudiese contar hasta tres Clyde hablo rápido y cortante- Perdona- Dijo sin más y la sonrisa de ella se dulcifico rápidamente- El nombre de este ogro es Romero Montgomery, y es mi marido, mi nombre es Juliette, un gusto conocerla Madeimoselle Di Moncallieri, comprendo la sensación, cuando alguien ve a un antiguo conocido el pulso se altera ante su presencia debido a la falta de contacto-Su risa sonó un poco forzada pensando en su pasado y en su condición de fugitivos, el ver a alguien del pasado la alteraba más de lo que le hubiese gustado- Lamentamos haber interrumpido un posible reencuentro-comento recargándose en su “marido” su pierna había punzado ante la idea de ser reconocida por alguien en medio de la zona comercial.
- Clyde…-dijo con una sonrisa en el rostro pero con un claro tono de reclamo en su voz, él era el típico “Yes-men” o en este caso “Yes-women” que escuchaba todo lo que ella decía, eran tan compatibles como dos piezas de un rompecabezas, a veces Bonnie se ponía a pensar que sería de Clyde el dia en que ella consiguiese a quien amar, Bonnie claramente era más madura que el en muchos aspectos así que sobrellevaría bien la separación, pero el…Suspiro mirando como soltaba el brazo de la muchacha
Clyde giro el rostro hacia otro lado evitando la mirada de la pequeña chica quien apretando su brazo llamo su atención, ellos fueron criados tan contrariamente que sus maneras de tratar a la gente a menudo chocaban, sin embargo él tenía la ventaja de haber nacido en un matriarcado, en donde las decisiones de la mujer se respetaban al pie de la letra y claro que tratándose de ella su fe en ella se volvió más que ciega.
- Oh no se preocupe, el que se comportó de un modo molesto fue otro-dijo mirando mal a su compañero quien simplemente bufo, ella guardo silencio un instante y antes de que pudiese contar hasta tres Clyde hablo rápido y cortante- Perdona- Dijo sin más y la sonrisa de ella se dulcifico rápidamente- El nombre de este ogro es Romero Montgomery, y es mi marido, mi nombre es Juliette, un gusto conocerla Madeimoselle Di Moncallieri, comprendo la sensación, cuando alguien ve a un antiguo conocido el pulso se altera ante su presencia debido a la falta de contacto-Su risa sonó un poco forzada pensando en su pasado y en su condición de fugitivos, el ver a alguien del pasado la alteraba más de lo que le hubiese gustado- Lamentamos haber interrumpido un posible reencuentro-comento recargándose en su “marido” su pierna había punzado ante la idea de ser reconocida por alguien en medio de la zona comercial.
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