Donde quedaron los santos y demonios || Libre

por **Lydia Atzerias** Lun Abr 25, 2016 7:48 pm

My Little Fairy

El fuego aleja los malos pensamientos

Hermosas estrellas encendidas de rojo que van cayendo por la ciudad. Los estallidos en el cielo que resuenan por toda las calles anunciando la ya conocida vida cirquera que en las noches parisinas alegrara las vidas de grandes y chicos. Los rugidos de los leones, los gritos de los anunciantes junto a las risas de los niños que corren por todo el lugar.

Chispas de emoción que llenan las fraguas que son las carpas donde la magia empieza; el embellecimiento al arte nocturno de la diversión. Todo está listo, pero entre las carpas más alejadas de la principal esta una mujer de cabellos largos y con un vestido extravagante, pintura en su rostro y una coleta alta que sus manos elaboran para tejer sus finas hebras. Termina de alistar las medias de rayas bien altas, los zapatos de baletista y esa sonrisa, su cuerpo cubierto por las telas de rayas también que la hacen ver más estilizada.

Sale de aquel lugar caminando con una sonrisa de enorme en su rostro, sus pasos son tan delicados como si se tratara de una danza estudiada, en su diestra tienen una sombrilla pequeña. Camina dando saltos tarareando una melodía extraña…

—Río canta, río baja…donde llega el río, a la esquina gira y a otra baja, porque al final toco canta—

Una pequeña risita que acompaña su andar…

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por **Michelangelo Alessandri** Mar Abr 26, 2016 4:23 am

Me río por lo bajo mientras la jovencita de los zapatos de baletista sigue su camino. Me sorprendo del hecho de que me llamara la atención una humana como ella, pero lucía tan hermosa que no fui capaz de dejarlo pasar. Quien sabía con las sorpresas que me podía encontrar si lograba atraerla al menos un poco de lo que me proponía. El circo era uno de mis lugares favoritos, la gente alegre, los circenses acaparándote de vez en vez y los niños divirtiéndose sin parar. Ah, esa era una de mis cosas favoritas. Hace poco Alaska y yo estábamos buscando concebir un hijo, no había dado frutos pero no me sentía desesperado, sabía que de cualquier forma sucedería. Mientras tanto, podía seguir divirtiéndome entre faldas variadas y risas alegres como la de la chica que estaba persiguiendo meticuloso. No me apetecía a asustarla, haría de mi cometido un caso imposible o bastante difícil. Me detuve unos instantes cuando un pequeño niño pasó corriendo entre mis piernas para poder seguir su paso. Cuando supe que ya no sería problema abordarla, toqué su hombro con delicadeza para presentarme. Mi sonrisa seductora no abandonaba mi rostro y la razón principal es que adoraba la adrenalina previa a atacar con mis armas de seducción, no todo el crédito se lo llevaban las mujeres, yo también tenía mis métodos para atraer a la jovencita que deseara.

Me estiré lo suficiente para que se le facilitara reconocerme como alguien de la alta, esperaba poder descubrir el color de sus ojos, sabiendo que probablemente serían tan hermosos como aquel cabello tan perfecto. Estuve tentado de tocarle los cabellos, pero me detuve. No debía asustarla sino seducirla, me repetí ese mantra varias veces antes de escuchar su respuesta.

por **Lydia Atzerias** Miér Mayo 25, 2016 11:18 pm

My Little Fairy

El fuego aleja los malos pensamientos

Suave brisa y alegre brisa que canta canciones llenas de ferviente emoción invitando a todos los presents a danzar de aquella forma tan desordenada y despreocupada que solo arranca las sonrisas de quien sigue los pasos de aquellas hojas y ramas que crujen creando tonos melódicos más atractivos a los que el tarareo en una suave voz se deja escuchar.

Risas, charlas, y unos pasos que como brincos lentos mientras se elevan y crean figuras en el aire antes de continuar su paso, por aquel lugar lleno de magia donde la mirada de todos va hacia aquella mujer con la sombrilla en mano. Lejos, muy lejos de los ojos curiosos y sonrientes de quienes son vislumbrados en tonos oscuros mientras sonríe y saluda en una reverencia que no es otra cosa que solo una mera actuación del desprecio humano colocado como una senda de etiqueta y buenos modales, aunque para aquella jovencita aquello no tiene valor más que solo una imitación de la gente a su alrededor.

Susurros que acompañan sus melodías que son interrumpidas por una suave caricia, al principio el viento era quien la tocaba como su pareja de baile, pero ahora era más real, de manera sólida y siniestra. Ladea la cabeza lentamente girando su cuerpo como si fuera una de esas muñecas de las cajas de cristal que toda buena dama lleva en su habitación; la sonrisa en su rostro es de la dicha del baile así como la pureza de sus ojos con que mira aquel hombre frente a ella.

Silencio, un silencio se ha instaurado mientras observa al caballero cada aspecto de él para ver si antes lo ha visto en su vida, pero su memoria tan buena como es no lo registra por lo que sonríe al ver que ha conocido a una persona nueva pero eso también es malo para ella, por lo que decide dejar un saludo, un saludo único.

—¿En que no le puedo ayudar? Cuanta tristeza, cuanto mal, que puede hacer un alma para no llorar—

Cita partes de un viejo poema que ha cambiado por letras propias que su mente le permite recordar mientras sonríe sin parar al hombre frente a ella, indicándole con sus palabras un saludo formal.

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