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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Xaryne Ackerman Lun Abr 25, 2016 8:15 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Ya era primavera. Las heladas se iban retirando y esa noche me apetecía hacer algo.
Me sacudí la ceniza de las botas, pertenecientes al vampiro al que acababa de matar. No era muy fuerte, ni siquiera me había visto venir.
Guardé la estaca en la funda de cuero que llevaba en el muslo y miré al cielo, la cacería había terminado por aquella noche. Decidí bajar al puerto, que tampoco quedaba lejos de donde estaba.
Pero por el camino, una extraña sensación se iba instalando en mi pecho, casi como si tuviera ansiedad por ver el mar. Cuánto hacía ya, ¿tres años?

"Imposible, yo no puedo sufrir ansiedad, eso es para débiles."

Sacudí la cabeza y seguí andando, casi sin fijarme en los marineros borrachos que regresaban a sus barcos, o si lo hacían solos o acompañados de prostitutas, a las que percibía porque no olían a alcohol barato y sudor.
Los navíos descansaban flotando sobre las aguas oscuras, donde se reflejaba la luna en lo alto. Siempre me había relajado ver el mar. Recordaba que cuando era pequeña me encantaba pasar por los mercadillos para buscar comerciantes que vendieran aquellas conchas donde, si pegabas la oreja, creías oír su arrullo.

Suspiré y me froté el hombro derecho. Un vampiro me lo había aplastado contra un muro de piedra la noche en la que me infiltré en aquel antro de mala muerte.
Tenía suerte de seguir respirando.
Acababa de volver de Alemania, mi país natal, donde mi maestro me encomendó la misión de eliminar al cabecilla de la banda de vampiros que asolaban las calles más oscuras de Berlín. Llegar hasta él me había costado tres años, más de 35 muertes de Esclavos de Sangre y 12 de vampiros menores. Pero al fin, había conseguido volver.

Me acerqué a los muelles, donde mi pequeña sombra, el eco de algunas voces y el maullar de un gato callejero era lo único que rompía la oscuridad.
Cerré los ojos y levanté la cabeza una vez más, intentando embriagarme con el olor y el sonido del mar. Saboreando el hecho de estar viva.


Última edición por Xaryne Ackerman el Dom Mayo 01, 2016 5:17 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Xaryne Ackerman Dom Mayo 01, 2016 11:08 am

Mis días no solían repartirse en semanas, meses o estaciones. Últimamente se separaban en día y noche. La gente normal trabajaba de día, desayunaba, curraba su jornada y volvía a casa con su familia. Pero yo no.
Cuando el resto del mundo se iba a dormir, yo abría la puerta de la granja en la que vivía. Bueno, en realidad no era una granja, éso era una tapadera, pero vivía bajo el mismo techo que el borracho suicida que me había criado.
Thomas Baker, cazador inglés que se había labrado un sobrenombre entre los nuestros, se había convertido con los años en un borracho imbécil que me había enviado a mi muerte cuando me encomendó la misión de eliminar a los Desolladores.

Esa banda organizada de vampiros estaba asolando las calles de Berlín. Numerosos cazadores habían muerto intenta descubrir dónde estaba su cabecilla, Vladimir Strokarov. Se rumoreaba que el vampiro, de origen ruso, había sido general de un antiguo ejército soviético. Junta militar con vampirismo y ahí lo tienes. Una legión de vampiros entrenados para matar. El gremio de cazadores no podía hacer frente a una amenaza tal, por lo que convocaron a Thomas en un Consejo urgente para decidir a nuestra posible aliada... la Inquisición. Lo que no sabía el consejo es que Thomas ya no era la leyenda de antaño. Los cazadores acabaron por aliarse con los Hijos de la Fe para derrocarlos...

Mi misión era clara, tenía que matar a Strokarov. Mis pies volaban por los tejados berlineses en dirección a la antigua catedral. Llovía, los truenos se escuchaban de fondo mientras el agua refrescaba mi cara. Lancé una flecha con cuerda desde mi ballesta, que rompió un cristal y se ancló a una columna de madera del interior.
Me lancé hacia el cristal con los pies por delante, rompiéndolo y cayendo al suelo de piedra.
"Te tengo, hijo de puta."

Pero la catedral estaba vacía. Donde se suponía que debía haber un antiguo vampiro cabreado, sólo vi un cuerpo en el suelo. Algo me encharcó los pies.
"¿Sangre?"
Algo me decía que aquello no era lo que tenía que ver. Me acerqué al cuerpo depositado en el altar y ahogué un grito. Era ella. Tenía mi cuchillo de ébano clavado en el pecho y un reguero de sangre caía sobre la piedra, tiñéndola de rojo escarlata.
- ¡¡¡NO!!!
Me arrojé sobre su cuerpo con un rugido de dolor, cuando una de sus manos ensangrentadas me tocó la cara. Dos ojos verdes me miraron llenos de dolor y abrió la boca para decir algo...

Me desperté empapada en sudor y jadeando. Miré a los lados y vi a Elora tumbada a mi lado, mirándome alarmada. Todo había sido un sueño...

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Mensaje por Xaryne Ackerman Dom Mayo 01, 2016 6:23 pm

(Roleado en CB)


La bruja la había estado observando debatirse, revolverse, sudar y fruncir el gesto. Estaba teniendo una pesadilla, que en principio no era nada del otro jueves , porque todo el mundo tenía pesadillas, y ella no iba a ser una excepción. Pero observando mejor su aura, estaba tejida de miedo, de ira, de una angustia descomunal y una tristeza muy profunda. Lo que fuera que estuviera soñando la había destrozado en algún momento de su vida. Cuando dio el respingo y se despertó, Elora se incorporó sobre la cama mirándola.— shhhhh… tranquila… estaba soñando….— alargó sendas manos y las colocó en las mejillas de Xaryne ahuecándole la cara.— ya está..se ha ido, sólo fue un mal sueño.


Me tomó dos largos minutos el tranquilizar mi respiración y destensar todo mi cuerpo. Elora me miraba fijamente, intentaba calmarme. Los recuerdos del día anterior se agolparon en mi cabeza, pero no borraron del todo la angustia que había dejado aquella maldita pesadilla.
Puse una de mis manos sobre la de Elora y susurré con ojos de hielo:
- Los sueños son hechos que nunca sucederán. Esto era un recuerdo.
El sueño había hecho que mi coraza volviera. Mierda. Todo mi ser me gritaba que me levantara de allí y huyera. Quién sabe qué podría estar acechando. Tensé mi cuerpo y mi respiración volvió a acelerarse.


Elora suspiró y soltó el aire despacio.— Los recuerdos son trampas. Si son buenos, ningún momento que suceda ahora será mejor que ese. Y si son malos, nos hacen cambiar el curso de nuestros pasos. A veces es mejor no tener ni de unos ni de otros y sólo vivir el día a día. Meh!. Qué sé yo. No soy nadie para dar consejos, ni siquiera puedo apañármelas con mi propia vida.— Le pasó una mano por el pelo, a Leif eso le gustaba y lo tranquilizaba.


- Los recuerdos son una mierda.
Detuvo su mano suavemente y se la llevó a los labios. Miró de reojo la ventana, pronto anochecería y tenía que prepararse. Se levantó con cuidado de la cama, aún le dolía el hombro. Se puso los pantalones de cuero y la camiseta. Recogió las fundas de estacas del suelo mientras se reprendía mentalmente:
"¿Cómo he podido ser tan imprudente?"
La cazadora nunca bajaba la guardia. Por algo la llamaban "La Muerte Negra" en Berlín. Terminó de prepararse y se puso la chaqueta. Su estampa cuando iba de caza podía intimidar hasta al más valiente.
Pero por dentro... era todo lo contrario. Estaba hecha un mar de dudas. Habían pasado demasiadas cosas en poco tiempo y aunque su vida nunca era igual, no estaba acostumbrada a que nada le removiera por dentro. Pero la imagen que apareció ante sus ojos cuando levantó la vista, la desarmó por completo.
Elora bajo la luz del atardecer, la cascada de su pelo castaño desparramado por la cama y la expresión de su rostro. Esa expresión que añoraba tanto... de paz. Estaba tranquila. Con ella allí, en la misma habitación. Eso significaba un voto de confianza para la cazadora más grande que cualquier otro.
Xaryne tragó saliva, plantada en medio de la habitación, con la sensación de que tenía que irse pero con cada fibra de su cuerpo rogando que volviera a esa cama con aquella bruja hermosa y medio loca.
Los ojos de hielo de la cazadora se oscurecieron levemente, en una muda súplica a la bruja.
"No dejes que me vaya."


La observó vestirse y levantarse. El contenido de esos recuerdos la había inquietado y alterado de tal forma que ahora se quería marchar. Seguramente alguien a quien apreciaba o alguien a quien tenía que proteger había muerto por su culpa. Se lo había dicho un rato antes, que por un instante tuvo la felicidad en sus manos y se lo arrebataron todo de nuevo. Su aura cambiaba de un color a otro, presa de las dudas y de la inquietud. La bruja se levantó de la cama y corrió hacia la puerta pegando la espalda a ella extendiendo los brazos.— No vas a irte así. No dejaré que vayas corriendo a buscar tu muerte. Tu hombro no está curado, estarías en desventaja. Deja que te lo cure del todo y entonces… entonces podrás irte si es lo que quieres.— Levantó la barbilla con determinación, para algo corria sangre de Paine en sus venas.— no me obligues a poner los ojos en blanco… por favor no me obligues.


La vena autodestructiva de Xaryne estaba en marcha. Soltó una risa siniestra cuando insinuó que podría retenerla en aquella buhardilla. Sus ojos azul hielo la fulminaban en todo su esplendor, lo que le daba el toque frío que la caracterizaba y era a la vez su seña de identidad.
Se acercó a ella y colocó de golpe las dos manos pegadas a la puerta, dejando la cabeza de Elora entre ellas y acorralándola. La miró fijamente a los ojos y susurró en tono mordaz:
- ¿Los ojos en blanco? ¿Acaso crees que podrías realizar algún encantamiento o invocar a algo antes de que yo sacara mi cuchillo?
Una media sonrisa desquiciada deformó su gesto, el dolor estaba volviendo y su mecanismo de autodefensa era ese:
- ¿De verdad crees que una puerta puede detenerme?
Su respiración comenzó a acelerarse, en su fuero interno necesitaba que Elora le obligara a quedarse allí, porque si salía de aquella buhardilla se tiraría de cabeza al primer hervidero de vampiros que encontraba. Sí, la adrenalina acallaría unos minutos ese sentimiento de angustia que la estaba carcomiendo por dentro.


La bruja aceleró la respiración y apretó los dientes, torciendo los dedos sobre la madera, arqueándolos en un intento de agarrarase a ella. Siseó.— no puedo retenerte si no quieres. Pero para irte tendrás que sacar tu cuchillo y apartarme. Xaryne… no puedo obligarte… pero no quiero que te largues. Y que mañana seas ceniza y un recuerdo amargo.— Ya había perdido a demasiada gente y no quería otra pérdida más en su cuenta de forma tan gratuita.  Separó la cabeza de la puerta, pero no el resto del cuerpo que seguía guardando la salida. Recortó el espacio lentamente acercándose a ella. Cuando su aliento se entrecruzó con el de la cazadora se detuvo.—te entiendo… sé que te quema por dentro, que te duele un infierno. No puedo prometerte que se vaya pero… déjame intentarlo.— Como no se movía, y seguía tensa frente a ella, se acercó un poco más y temiéndose la bofetada de vuelta depositó sus labios sobre los de ella, despacio, suavemente.


Aquello me pilló totalmente descolocada. No sabía que necesitaba tanto aquellas palabras. Quería intentar matar a mis demonios. Ella.
Nos conocíamos de hacía unas horas y quería hacerme olvidar... aunque fuera por un momento, lo que no habían conseguido litros y litros de bourbon, sangre y cenizas.
Sus labios desataron un torrente en cada célula de mi cuerpo. Una especie de ansia sobrehumana me poseyó, resultado de la necesidad de apagar las voces que me decían que me entregara al dolor, a la violencia y a la sangre.
Empezó besándome dulcemente. Mis manos pasaron de la pared a su rostro, acercando esa boca a la mía, devorando su boca como si fuera el néctar que me salvaría de caer de nuevo al pozo.
Rodeé su cintura con un brazo y pegué su cuerpo a mí. Bajé besando su barbilla hasta su cuello, donde llegué a su oreja, que fue pasto de mis dientes mientras mi respiración se aceleraba.


Elora sintió el ansia de la cazadora como si estuviese siendo arrastrada por una riada violenta y salvaje, y sin embargo no se sentía mal como con el cerdo de Mauritz. Era muy distinto. La había besado por propia voluntad, había buscado esa riada, esa explosión de necesidad como remedio a su alma muerta en vida. No soportaba más ser un alma errante, ser invisible, ser desgraciada, ser una persona gris. Quería ser algo para alguien, aunque fuera una tabla de salvación, un plan B, un alivio circunstancial. No quería morirse esa noche y que nadie la recordase. Quería ser la tuerta en el país de los ciegos. No le importaba nada más a esas alturas. Quitó las manos de la puerta y las llevó a la cinturilla del pantalón de cuero, donde enhebró los dedos con los pasahebillas del cinturón, para poder agarrar bien a Xaryne. Hablaba en serio cuando le dijo que no la iba a dejar marchar. Cuando la emprendió a bocados con su cuello echó la cabeza hacia atrás cerrando los ojos un instante. Toda su piel clamaba el mismo trato, celosa de ese cuello afortunado. Se le dispararon las pulsaciones y la respiración.


Miré de reojo su rostro, sus ojos cerrados, entregada por completo a mis besos. Cuando me agarró las hebillas del pantalón mi pulso se disparó. No me iba a dejar ir. Sonreí contra su cuello y fui bajando con la boca a su escote, ciega por su piel, en ese momento no existía tormento, ni pensamientos ni voces. Solo las dos, piel con piel, manos ansiosas por fundirse con la otra y alientos que se entremezclaban.
Bajé las manos por su rostro, su cuello, rodeé el contorno de sus pechos   y bajé por la cintura. Su silueta se recortaba con las luces del atardecer. Mi boca siguió el camino de mis manos, que fue bajando por su torso mientras mis manos seguían por sus muslos. Quería hacerla sentir como se merecía, deseada, arropada... querida.


Notó el aliento en combustión sobre su piel, las manos dibujando de nuevo su figura, rediseñandola a su paso, porque por donde iban la llenaban de vida, Como si se tratase de una estatua de hielo que se iba derritiendo al calor del paso de un anhelo. Cuando fue bajando, en primera instancia tuvo que agarrarse a la puerta para no caerse de la flojera que le dio y después se lo pensó mejor y descendió con ella. Nadie, por muy culpable y miserable que se sintiera, debería arrodillarse nunca frente a otro, no mientras no estuviera claro que aquello iba de dar y recibir lo mismo. Sujetó una de sus manos, porque con las dos no podía, y la otra la llevó a su nuca, tirando de ella para recibirla con besos, en los labios, en la barbilla, en la linea del cuello que bajaba hacia la clavícula.


Sus labios eran como latigazos de calor en mi cuerpo. Cada vez que rozaban un millón de escalofríos me recorrían, haciéndome querer más y más. Me sorprendió que no me dejara complacerla y sonreí ante el tirón de nuca. Solté una breve risa y le di un pequeño mordisco en el labio inferior.
Cogiéndola por sorpresa, agarré sus muslos y la subí a mi cintura, mientras caminaba de espaldas lentamente hacia la cama. En esa postura quedaba más alta que yo, pero no paró de besarme. Sonreí en sus labios y susurré divertida en ellos:
- ¿Pretendías hacerlo en la puerta?


- mmmm.. a una mala esperaba que al ver la sangre de mi espalda recordases que hay una cama en este antro..— sonrió notando que se había relajado un poco la tensión inicial. Quizás fuera verdad que los instintos primarios calmaban a las bestias interiores, como cuando su padre peleaba, se iba de putas o se abalanzaba sobre un plato de estofado. Cuando su trasero tocó la cama bajó las piernas y se mordió el labio inferior. No tenía ni idea de qué hacer, sólo se había acostado con hombres y normalmente ellos solían tomar la iniciativa, siendo todo un poco “animal”, sin muchos preámbulos y apenas un “hasta luego” al largarse.


Tragué saliva e intenté no tensarme al pensar en lo que le había hecho aquel desgraciado. Miré su cara de indecisión. Estaba muy perdida.
Con un rápido movimiento me senté en la cama y la senté a horcajadas sobre mí. Le iba a enseñar lo que era el placer, y no a lo que estaba acostumbrada.
La rodeé con los brazos y apoyé la barbilla en su pecho, mirándola desde abajo. Le dije muy seria y mirándole a los ojos:
- No haré nada que no quieras hacer, Elora.
Deposité un suave beso en su escote y la miré totalmente quieta, atenta a su reacción. Sabía por experiencia que tenía que estar relajada y tranquila, no quería recordarle a nada que le causara dolor en sus recuerdos.


Lo sabía, y sólo por eso había bajado la guardia. No hubiera soportado el aliento en la nuca de otro desgraciado que intentase acercarse. Hubiera mordido, arañado y apuñalado a cualquiera que hubiese osado siquiera besarla. Porque sus intenciones no eran las de esos cabrones egocéntricos e ignorantes que purgaban sus complejos con el dolor ajeno. Asintió con un movimiento de cabeza y de nuevo le ahuecó la cara con las manos bajando de nuevo la cabeza para depositar beso en sus labios, otro en su nariz y otro en su frente.— confío en ti.


Solté una pequeña risa aunque la alegría no llegó a mis ojos. Hacía años que nadie me decía que confiaba en mí. ¿Qué me estaba haciendo aquella muchacha? ¿Por qué teníamos aquella conexión que hacía que todo fluyera con tanta naturalidad?
Le di un suave beso en los labios y bajé lentamente por su escote. Mis manos eran delicadas, dulces, me propuse hacerlo todo con calma. Le enseñaría que sí, se podía disfrutar del contacto físico sin miedo a que te abrieran en canal o te destrozaran por dentro.
Le subí con mucha lentitud el camisón sin dejar de besarla en ningún momento, ella sentada sobre mí, dándole tiempo para parar cualquier cosa si quisiera. Dos pechos pequeños y redondos aparecieron bajo la tela. La miré a los ojos y susurré fascinada:
- Eres muy hermosa...


Eso ya se lo había dicho el cerdo de Mauritz, y antes no era algo que la molestase, pero desde entonces odiaba ser hermosa, si eso sólo atraía la desgracia no quería serlo. No quería que nadie le regalase los oídos con palabras bonitas. Nunca más. Se agarró a su cuello con fuerza y pegó su frente a la de Xaryne, cerrando los ojos con fuerza.— shhhh… no lo digas.—Si luego necesitaba alguna explicación al respecto, se la daría, no quería detener el momento con algo así. Ayudó a la cazadora a arrastrar su camiseta hacia arriba, pasando con cuidado por encima del vendaje del hombro sin dañarlo. Bajo la tela descubrió los tatuajes, eran como un lienzo vivo, una obra de arte sobre la piel, y seguramente cada uno de ellos contase una historia que debía ser escuchada con calma. No dejaría pasar la oportunidad de preguntarle por ellos, pero no sería en ese momento.


Asentí levemente con la cabeza. Su reacción me hizo pensar que muchos hombres antes que yo le habían regalado los oídos. Con un pellizco de rabia y tras un gruñido, le di un beso intenso, quería que se olvidase de todo aquello. No quería verla sufrir más. Mis manos acariciaron sus brazos, piel lisa contra tinta.
Me calmé y bajé con un reguero de suaves besos hasta uno de sus pechos. Susurré sobre su piel:
- Recuerda... aquí tú tienes el control...
Con infinito cuidado besé sus pechos, no iba a tocarlos, no aún. Intenté evitar movimientos bruscos o típicos de los hombres, quería hacer que se sintiera mujer, pero con otra mujer.
Quería besar cada una de sus cicatrices, pero supuse que no le gustaría que nadie se le pusiera detrás. Suspiré contra sus pechos, ojalá estuviera sintiéndose como ella...


Y justamente porque Xaryne se lo había cedido, ella no quería ese control, porque no tenía ni idea de qué hacer. Se sentía como un transeúnte perdido en la marabunta de gente,sin saber donde ir, y se había cruzado con ella que sí sabía donde iba, y estaba dispuesta a seguirla a donde quiera que la llevase. Echó la cabeza hacia atrás soltando todo el aire retenido en los pulmones al notar como toda su piel se erizaba al paso del placer. Si eso no era una respuesta válida, tendría que servir porque no podía darle ninguna más. Todos sus sentidos empezaban a saturarse con demasiada información. Muchos nervios descargando electricidad a la vez, plagando su cerebro de sensaciones nuevas, agradables y placenteras.


Noté su suspiro y el temblor de su cuerpo me dio la razón. Con cuidado para no dañar su espalda me di la vuelta, sin dejar de besarla y quedando sobre ella. Bajé besando, lamiendo y mordiendo cada centímetro de su piel. Mis manos seguían apoyadas en el colchón, a ambos lados de su cuerpo. No la iba a tocar hasta que me lo pidiera.
Cogí con los labios un trocito de piel de debajo de su obligo y succioné, pero cuidando de no dejarle ninguna marca. Di un beso justo en el borde de la pequeña braga negra que llevaba y la miré, mis ojos azul intenso refulgiendo en la oscuridad, pidiéndole un silencioso permiso...


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Mensaje por Xaryne Ackerman Lun Mayo 02, 2016 6:46 pm

Su cuerpo se tensó como las cuerdas de un violín y arqueó la espalda cuando sitió las cosquillas en la zona sensible del vientre y el camino de saliva sobre la piel, que se enfriaba cuando Xaryne respiraba sobre sobre él. Esos ojos azules y cambiantes, tan pronto furiosos como un océano embravecido, tan pronto pálidos y cortantes como el hielo, la hipnotizaban. Era como contemplar el mar atrapado en dos zafiros. Cuando se detuvo un instante pidiendole ese permiso, por respuesta la bruja bajó la mano hasta la cabeza de la cazadora y acarició su pelo despacio. ¿Cómo narices había terminado así la noche anterior? porque ahora se les estaba echando encima de nuevo la oscuridad, pero todo había dado u giro de 360 grados. Las experiencias que había tenido anteriormente habían sido poco representativas. Le gustaba el sexo, pero no lo practicaba demasiado porque eso implicaba tener que acercarse a la gente, congeniar, socializar, y tenía miedo al rechazo. Había odiado su condición de bruja por lo mal que lo pasaba cuando la miraban raro, la vetaban o rehuían de ella. No se había enamorado de nadie con quien se hubiera acostado, había sido siempre todo de paso, sin más roce que ese, por tanto no había complicidad ni confianza, y el último ni siquiera respeto. Bueno, no lo quería reconocer pero se había enamorado platónicamente de Gael, a quien sabía que no podría tener, y ahora todo aquello la engullía y la superaba. ¿Qué quería Xaryne de ella? sabía lo que quería Mauritz y lo que habían querido otros hombres. ¿Pero ella? le había dicho que el control era suyo, que no haría nada que no quisiera. ¿Entonces cuál era su objetivo? No podía ser tan simple como simplemente disfrutar juntas, al 50%. ¿O sí?


No sabía exactamente qué era lo que pasaba por su cabeza en estos momentos. Qué coño, ni siquiera sabía qué estaba pasando por la mía.
Retiré el pequeño trozo de tela con mis dientes y me puse a dejar un camino de besos desde su ombligo hasta mas abajo... besé la cara interna de sus muslos mientras notaba a su cuerpo moverse bajo el movimiento de mis labios.
Sonreí para mí, estaba haciéndola esperar a propósito para que sintiera más esa necesidad de placer.
Finalmente y bajando mis manos hasta sus caderas, di un suave lametón a su sexo y comencé a darle placer con extrema lentitud, despacio, quería notar cómo su cuerpo me pedía más...


Soltó un gemido y se estremeció como si fuera un cascabel. Cerró las manos sobre la colcha apretando los nudillos hasta que se pusieron blancos, agarrando un puñado de tela, como si estuviera cayendo al vacío. Tal era la sensación. No había imaginado nunca que pudiera sentir algo así, porque nadie se había preocupado de preguntarle lo que deseaba, y de todas formas tampoco habría sabido contestar porque no sabía lo que podía hacerse y que pudiera gustarle. Quizás si hubiera tenido amigas, o hermanas habrían hablado de esas cosas, pero no, no las tenía. Asi que en la línea general de su vida, siempre había estado escasa de todo. Y aquello era de todo menos escaso. Era contundente, enloquecedor, excitante y tenía la sensación de que iba desfallecer pero no lo hacía.- aaahh… creo que voy a estallar en llamas...


Sonreí al escuchar sus palabras. Seguí dándole placer con labios y lengua hasta casi hacerla llegar al clímax. Pero no, llegaría con sus labios sobre los míos...
Sus gemidos eran música para mis oídos. Parecía que fuera la primera vez que disfrutara así, ya que su cuerpo tenía total control sobre ella misma.
La dejé a punto de llegar al orgasmo y subí entre mordiscos y besos hasta sus pechos, donde aumenté su placer hasta tal punto que se retorcía bajo mi cuerpo. Sonreí salvajemente y bajé una mano hasta aquella parte de su cuerpo que nunca había sido acariciada para complacerla a ella...
Con mano experta seguí acariciándola, tocándola hasta tal extremo que nuestras respiraciones temblorosas se entrelazaron y ya no distinguíamos la una de la otra. Besé sus labios intensamente, en el preludio del clímax...


Elora se enroscó contra Xaryne como una serpiente, conforme pudo, brazos y piernas haciéndose un nudo estrecho contra ella,  en un intento imposible de fundir ambas pieles, de convertirse en un tatuaje más de su cuerpo. Entre gemidos y jadeos entrecortados le devolvió los besos con hambre, con desesperación, buscando su lengua y su aliento. Clavó las uñas cuando le sobrevino el orgasmo. No quería, no era su intención, pero no pudo controlarlo, todo daba vueltas y se sentía caer perdiéndose en algún lugar donde sólo había ojos color zafiro, fuego, serpientes que salían de la piel y la engullían… y después…tic tac tic tac. Lo primero que escuchó fue el reloj seguido del latido de su propio corazón y sus respiraciones erráticas.


Jadeé por el esfuerzo, sus uñas se clavaron en mi espalda cuando loa latigazos del orgasmo sacudieron su cuerpo.
Sonreí contra su cuello, sólo se escuchaba el latido de nuestros corazones, jadeos entrecortados en busca de aire y su cuerpo, ya relajado por completo, pero que seguía de alguna manera aferrado al mío.
Mis brazos la movieron con suavidad hasta tumbarla sobre mí con la cabeza en mi pecho. Acaricié su espalda con una suavidad infinita.
Moví lentamente la cabeza hasta llegar a su oído y susurré:
- ¿Estás... bien?


En ese momento no sabía ni cómo se llamaba. Estaba completamente relajada, vacía, había soltado el lastre, ya nada tiraba de ella con la mordida de la amargura. No estaban en igualdad de condiciones, porque ella se había metido en algo que desconocía, al contrario que la cazadora, y por mucho que pretendiese complacerla le faltaría aún media vida para conseguir de Xaryne un orgasmo como el que ella había tenido. No podía ofrecerle eso, pero sí lo que podía dar. Levantó la cabeza y la miró paseando las yemas de los dedos por uno de sus tatuajes.- ¿y tú? .- Besó uno de los dibujos de su piel y después otro. Esa pregunta llevaba implícita un “Espero que estés mejor que hace un rato cuando querías largarte, medio enajenada, y espero que no te largues ahora porque no puedo ofrecerte lo que no tengo, pero sí todo lo demás”.


Sonreí cuando besó dos de mis tatuajes. Lo fascinante de la bruja era la amalgama de expresiones que podía formar con ese rostro. Fascinante. Pero esa expresión que estaba poniendo ahora me dejo ver algo que me dio la sensación de que nadie había visto antes.
Su rostro mostraba... paz.
En el fondo de sus ojos no había dolor, ni soledad, ni amargura. Y por un instante, me sentí orgullosa de haber conseguido ser la razón de esa sonrisa, de esos besos con infinito cuidado.
- Muy bien. Deberías descansar... - acaricié su rostro hasta pasar el pulgar por su labio inferior. - Prometo estar aquí cuando despiertes.
Una parte de mí, la que estaba más empapada en dolor, empezó a disolverse bajo la limpia mirada de aquellos ojos castaños.
Y fue exactamente esa parte la que dejó clara a mi mente que volvería a ser la razón de esa sonrisa. Aunque me costara la vida.


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Mensaje por Elora Paine Lun Mayo 09, 2016 2:25 am

La trama continúa en la zona de restaurantes aquí:

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