AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sin pecado concebido.
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Sin pecado concebido.
Sin pecado concebido
Él nos abraza. En cuanto los pasos nos llevan hasta la morada del Señor, deberíamos ser capaces de sentir sus brazos acariciando cualquier rincón de nuestro malestar. De pronto, ya no somos la imagen de un hijo siendo devorado por Saturno. El mal ha dejado de existir, y la bondad reina en nuestra alma. Él nos perdona si así lo deseamos. Entre secretos, nos arrodillamos arrepentidos por cada uno de los pecados cometidos.
Las gárgolas nos observan burlonas desde el exterior. Ellas, representando todo aquello que somos en verdad. Envidia, tristeza, mofa, odio, lujuria. El diablo nos acecha desde el peor lugar de la creación, nuestro propio yo. Somos tentados cuando éste nos posee dejando entrever las peores desdichas.
Por fin, estaba a salvo mientras se mantuviera oculto bajo la frialdad de la piedra de Notre Dame. La luz de la luna entraba tímidamente a través de las vidrieras, creando sinuosos dibujos bajo los pies del cardenal. El olor a mirra, aún persistente tras la última liturgia. El primer regalo al hijo del Señor, y el último recibido al ser ungido con éste tras su muerte. Símbolo de las oraciones, de las plegarias, todavía ascendiendo hasta el Reino de los Cielos, siendo allí escuchadas.
Entrada la madrugada, solo los más perdidos en la tierra permanecían bajo la mirada gloriosa del que jamás descansa. Mendigos, prostitutas arrepentidas y gitanos maldecidos. Todos ellos, junto al religioso, sentados bajo la mirada de nuestro Dios. Nadie pronunciaba una palabra, deseando que Él realmente fuera capaz de oírles y perdonarlos.
Última edición por Alphonse de La Rive el Vie Abr 29, 2016 6:15 pm, editado 1 vez
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Comedia de lo absurdo. Cielo e Infierno en el romántico antagonismo del nunca acabar. Teatro con mayúsculas, la bruma de la hipocresía conquistaba adeptos ineptos y la religión se vestía de santa para desfogarse tras el ocaso con el primer enviado de Satán. Vírgenes vestales de alaridos inusuales que presumen de lo virtuoso de su desvergüenza. Siempre de rodillas, haciendo acopio del silencio de sus palabras y ocultando al escrutinio del ojo ajeno lo impuro de sus actos.
Christopher Marlowe se jactaba de pensamientos tales. No hay virgen vestal más inmoral que la sombra de mi cardenal presumía para si momentos antes de envestir impetuosamente el portón de aquel Edén que rogaba más y más a cada visita. Jadeante y escandalosa como ninguna era la puerta que daba al interior de Notre Dame –su puerta favorita de cuantas había- , como ansiosos los ángeles que aguardaban a la espera de cualquiera de las miradas del condenado, torturando sus labios inferiores una vez esta llegaba.
- ¡No he venido, señores, a robarles el corazón! –su nada creativa manera de reproducir diálogos de los libros de su ex amante, en este caso dando al César lo que es del César. Gracias a Dios, el orgullo permanecía en su espíritu, no permitiéndole reproducir del todo palabras tales, sino que siempre buscaba sustituir al Bardo con algo de su propia cosecha.- ¡Sólo busco la tentación! ¡Y ha de mi que no cualquier confesor es digno de ruborizarse con la impudicia de esclavo y opresor de que hago honor! ¿¡Quién, valiente e imprudente ofrecerá su oído y la gracia de su corazón para que yo, pobre pecador, vuelque mi maltrecha alma en el seno de su candor!?
La puerta del confesionario se abrió de par en par cual falda de mujer y allí fue el vampiro, a acurrucarse entre sus piernas.
Última edición por Christopher Marlowe el Vie Abr 29, 2016 4:11 pm, editado 1 vez
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Refugio de cobardes en la noche. Ellos, los renegados, los últimos en el clamor del perdón; son los mayores arrepentidos cuando la noche se cierne sobre los recuerdos que les atormentan. Dios no acude en su ayuda, pues éste ha renegado de aquellos que primitivamente le han abandonado. Un padre, todavía a la espera de sus hijos pródigos. Mas la clemencia siempre está a su espera.
Si confesamos nuestros pecados, Dios, que es fiel y justo, nos los perdonará y nos limpiará de toda maldad..
La fe de los perdedores y los moribundos. Antes de que el ángel caído los tome del todo, y les proporcione ese fácil pero a la vez ponzoñoso abrazo. Creyendo que pueden revelar sus más sombríos pecados al que es el Señor, resucitado en todos sus flamantes apóstoles. Cuan inocentes eran. Ya que el peor ser de todos se escondía entre las sangrantes cortinas. Éstas no estaban para ocultar a los pecadores, sino a él. El venenoso abrazo ya le había sido otorgado tiempo atrás, y la candidez de éste era lo único que le quedaba para seguir manteniendo su frío aliento.
El reconocimiento de aquellos aullidos. El verdadero Mefistófeles; el autor convertido en la obra. La sabiduría llevada a la locura. Y un moderno Fausto, a la espera de los secretos aún desconocidos. ¿Quién sería el genuino confesor?
-Ave María Purísima -las palabras de Alphonse. Falaces, divertidas. Una burla al Todopoderoso. Aún no entendía como su querido dramaturgo podía haber entrado en la morada del Señor sin haber ardido en llamas, convirtiéndose en ceniza. Polvo eres, y en polvo te convertirás.
Un mero juego. Una burla a la misma creación. Pues Dios tenía puesto allí su oído, y cada palabra, cada revelación, le sería a Él también susurrada.
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
- ¿Sin pecado concebido? –se preguntó burlón mientras tanteaba entre pensamientos la figura de María, de todo menos virgen. Ave María Putísima parecían las palabras correctas que seguramente se habrían llegado a censurar con el boca a boca. La boca de María junto a la de cualquiera que pudiera costearse tal delicia. La boca de María y el tenso miembro del vecino que solía visitarla asiduamente. El boca en boca, sí-.
Los juegos del cardenal eran cuanto menos pintorescos y al vampiro no le costaba nada seguirlos, pues con ellos lograba mayor motivo para reírse de su amigo.
- Perdóneme padre, porque he pecado. Acabo de poner pie en la morada del Señor y no se me ha ocurrido otra cosa que acercarme a estatua de varón para ojear lo que escondía entre sus piernas y mesar a continuación la dura piedra que coronaba los pechos de su compañera. Algo vizcos, todo hay que decirlo. ¿Qué castigo debería imponerme? ¿120 latigazos como 120 fueron los días de Sodoma, o prefiere decirme por qué su excelentísima e ilustrísima eminencia cardenalicia arzobíspica me convoca a estas horas y de nuevo como si de un amor ardientemente prohibido se tratara?
Ciertamente, el cardenal acostumbraba a tratar los asuntos de ambos a horas intempestivas, cuando la última plegaria del día era escuchada por el Altísimo y éste se dedicaba a descansar tras día arduo. El único momento en que no puede escucharnos, debía convencerse para si el religioso.
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Cuan terrible es la soledad. Se arrastra, casi invisible; creemos confiar en ella y que la sabiduría -la paz- albergará en su interior. Una amiga fiel, siempre dispuesta a reencontrarse con nosotros cuando le damos la espalda en pos de ese terrible mal llamado sociedad. Nos engaña, nos seduce. Sutilmente, por supuesto. Nos hace creer que jamás, nadie, nos entenderá como ella lo hace. Y, para desgracia de algunos, se acaba convirtiendo en una pesadumbre, un enemigo disfrazado cual Judas. Infortunio para Alphonse, él sufría esta enfermedad, carcomiéndolo por dentro. La soledad es el estado propio del genio y del elegido, palabras de un poeta francés llamado Baudelaire. Sin duda, el cardenal estaría de acuerdo en su afirmación si es que éste viviera en su época. Alguien recio, alguien como él, debía mantenerse en ese estado de clausura. Desde siempre y para siempre.
-Querido Marlowe. ¿Acaso estoy viendo visiones? -soltó una leve risotada, mientras se acomodaba en el confesionario. La imagen nebulosa del vampiro, acompañada de su inconfundible voz-. ¿Cómo has podido entrar en esta morada de Dios sin haber ardido en llamas? ¿Un nuevo pacto con el Diablo, quizá? ¿O realmente estás arrepentido de tus pecados y Dios así lo ve, permitiéndote formar parte de nuestro particular rebaño? -Él todo lo sabe, todo lo ve. Incluso veía las blasfemias que salían serpenteantes de la viperina lengua del religioso-. Oh, por favor. Tu pequeña transgresión no tiene nada que ver con lo que aconteció en Sodoma, la violación de unos inocentes ángeles. Aunque, ¿quién sabe? Tal vez hayas cometido ese pecado en tu longeva existencia, que no vida. No todos los ángeles están dispuestos de alas y son inmortales como tú, ¿cierto? -una media sonrisa apareció en su rostro al hacer referencia al gusto del vampiro por los jóvenes castos y puros-. Esas estatuas han sido creadas para ser admiradas. No veo desliz en tu acción. Cada criatura tiene una forma diferente de admirar y amar, ¿cierto? Creo que tu problema es otro, amigo mío -¿cuál? Oh, la soledad. Si Alphonse sufría de ella, ¿cómo no la iba a sufrir el dramaturgo? Ésta lleva en ocasiones a cometer locuras, y la eternidad puede llegar a ser interminable, soporífera, y verdaderamente mortal-. ¿Has vuelto a beber la sangre de Cristo, o la de un estúpido borracho que ha tenido la mala suerte de toparse contigo? Porque creo que has oído voces irreales, Christopher. Yo no te he llamado. También puede ser que el vino poco tenga que ver... y tus deseos de verme se hayan imaginado en tu demente cabeza, haciéndote creer haber escuchado mi llamamiento...
Nadie, pocos, quedaban en la catedral. Nadie podía escucharles, nadie podía ser consciente de sus confesiones -tanto las del representante de Dios en la Tierra, como las de uno de los vástagos del Diablo-.
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
- Por favor, no me hagas reír. ¡Más, quiero decir! Ya deberías saber que acostumbro a arrodillarme a menudo. Es uno de mis vicios –confesó serpenteando su dedo índice entre los agujeros dibujados en la tablilla destinada a separarles-. Sobre todo en presencia de pobres diablos, tú mismo lo has dicho. Almas descontentas con sus vidas que buscan la redención que sólo la vida eterna puede darles. Aunque, ¿sabes qué? Al final sólo consiguen el tiempo suficiente para volver a cometer los mismos errores. El que en vida fue un triste beodo enamorado lo será hasta que sus cenizas sean arrastradas por la brisa estival.
Marlowe podía presumir de no estar solo en el mundo. Sus mejores amigas, de vidrio y cuello alto, velaban por él y sus penas a menudo. Todo parecía ir bien hasta que retrotraía su mente y El Globo volvía a cobrar vida a sus pies, así como el recuerdo de todo lo que llegó a perder en época tal y, sobre todo, de aquello que no lograba olvidar.
- No hay cuentas en un rosario capaces de contabilizar el número de pecados que he cometido a lo largo de los siglos. Me río de Sodoma y me rio de ti, Alphonse. ¿Sabes acaso lo que es amar? Cuéntame. ¿Alguna vez has sentido desgarro tan profundo como el del amor? Podría hundir mis colmillos en tu arrugado cuello y hacerme con toda tu sangre en un abrir y cerrar de ojos. Un hermoso paseo recogiendo flores en el campo, comparado a las desavenencias que acompañan al amor.
La soledad se presentaba de tantas formas como solía hacer el Diablo. Hermana de la aflicción y amante de la desesperación. Lo único que el vampiro sabía nunca le faltaría.
- Supongo que son los años. No te lo tendré en cuenta, pero recuerda que dada mi peculiar naturaleza, veo o escucho cosas que otros no. Tal vez esos fríos y secos labios tuyos no se hayan separado en ningún momento a lo largo de la noche, pero tu alma… ¡ay, tu alma! Dime, ¿se detiene alguien a escucharla, Alphonse? ¿La escuchas tú, o sólo buscas acallarla con desesperación? Si cuando decidiste compartir tu tiempo con alguien buscabas a quien poder ocultar cosas, tal vez deberías haber probado con uno de esos hombres lobo. Están demasiado ocupados lamiéndose sus partes para prestar atención a nadie. ¡Qué envidia me dan! Los chupasangre sólo sabemos lamernos nuestras heridas del pasado y las de un futuro que todavía no ha llegado.
Demasiadas voces en la cabeza del dramaturgo como para saber distinguirlas. Algo de lo que el cardenal no parecía tener constancia, la rica vida interna de las sienes de un isabelino que parecían ir por libre. El fantasma de El Bardo recorriendo los laberintos de sus emociones y prestando de vez en cuando palabras a sus oídos.
- ¿Por qué llora en silencio tu alma, Alphonse? Aparte de por mi, quiero decir.
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Marlowe era todo un romántico. No un romántico al uso, de esos que provocan bostezos eternos y miradas de pesadumbre fingida. No, Marlowe era un romántico renacido en la tormenta e ímpetu. Este siglo le comprendía incluso mejor que aquel en el cual vivió como mortal. La tristeza y la melancolía era una enfermedad de fácil contagio, los síntomas eran la bebida, el aislamiento, y la literatura. Ojos que leían y corazones rotos ante personajes suicidas. Víctor Hugo, Novalis, Byron y su cuadrilla... Si Marlowe no fuera una leyenda difunta, podría haber participado en aquel verano rebosante de ingenio y creatividad, junto a la madre del moderno Prometeo o el primer catador de sangre. Sin embargo, su camino se había desviado totalmente de aquel selecto círculo de ilusos, venerando la utopía de la eterna pena.
Marlowe podía haber sido un joven Werther, como tantos otros, devorados por la fábula del amor no correspondido. Recreando una muerte ya impresa por un alemán. Un alemán, precisamente, admirador del fantasma del británico. Un nuevo Fausto. Su legado era inmortal, como él mismo. Como la desesperanza que abate a tantos, desde ayer, hasta hoy y mañana. Letras, poemas, canciones, acordes de guitarra o alaridos de guerra. Gritos de desesperanza. Y, Alphonse, intentando encontrar a un igual. Él, con sus alaridos hacia un dios que se niega a escucharle. Palabras sin oídos para ser escuchadas. Añoranza de un pasado que se cree mejor, y de un amor que nos destroza sin estar preparados para comprenderlo.
-Mi querido dramaturgo sin pluma... Mi amor es incomprensible para aquellos como tú, dados al libertinaje y a la libertad, lo que no es lo mismo -sus ojos recorrían el juego del vampiro con sus dedos. Y sonreía-. Mi amor ata, destruye y otorga sabiduría destinada a aquellos capaces de discernirlo. Un amor real, visceral, el cual te destroza, sin llegar a abandonar -se estaba riendo. No podía evitarlo. No era la primera vez que pronunciaba aquellas palabras. Un discurso que se sabía de memoria-. Dios es mi único amante, Marlowe. Él nos ama a todos sin excepción.
Y ojalá hubiera sido así siempre, pensaba. Un enamoramiento real; prematuro pero real. Un niño tonto creyendo las ciegas palabras de unos padres que le hablaban de un ser único, cercano; siempre amándonos. Un amor correspondido y sin fin. Ojalá. No obstante, la realidad fue bien diferente. Y la carne es frágil, aún más caer en la tentación. La perdición de un crío. Un discurso que jamás había pronunciado en voz alta. Del cual no cesaba en pensamiento. Aún, amando tras la muerte. La misma historia de tantos otros, repetiéndose.
-¿Mi alma? ¿Acaso tú y yo tenemos de eso, Marlowe? Creo que la mía ha desaparecido con el paso del tiempo, y ya permanece enterrada en el infierno a la espera de un cuerpo viejo y podrido. Ni yo, ni otros se detienen a escucharla; pues, al igual que con la tuya, se ha evaporado a causa de nuestros pecados -y firmemente lo creía. Pocas veces llegaba a sentir como pudo hacerlo en su juventud-.
¿Mentía? Por supuesto que no. El clérigo creía en éstas últimas palabras. Creía ya haber superado el romanticismo de una época ya perecida. No se creía un igual ante Marlowe, pues éste -aún siendo longevo-, seguía teniendo una mente de púber. La derrota no aceptada, el abatimiento continúo. Iluso. Los pensamientos, de igual manera, se agolpaban ante la mirada del religioso. Y lo que es peor, los recuerdos. Visibles ante un demonio sin pudor. No. Alphonse no lo sabía. No había tantas diferencias entre un vampiro isabelino, y un cardenal de la Francia frívola y extravagante del siglo XVIII.
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
- Alphonse, dulce Alphonse. Tus palabras son como el humo que asola París en la noche. Oculta los peligros que la ciudad no se atreve a mencionar. Sin embargo, tú y yo somos conscientes de esas presencias, tanto como lo somos de las desavenencias que fatigan tu viejo corazón. Por más que reces a tu Dios, éste no impedirá que el Diablo ronde tus pensamientos y se alimente de ellos.
El Diablo, en este caso, se presentaba con forma humana. Rondaba al cardenal a menudo y se reía de él tanto como le era posible. Alma de poeta muerto y físico de vividor desvergonzado. Así era Christopher Marlowe.
- El alma no es más que un concepto que ha ido prostituyéndose a manos de distintos colectivos a lo largo de los siglos. Para los griegos, el anima prácticamente sólo tenía que ver con el movimiento y la voluntad. Luego vinisteis vosotros y, como hacéis con todo, cogisteis lo que os apeteció y lo convertisteis en arma a favor de vuestras agoreras creencias de Cielo e Infierno. Pues ¿sabes qué? He aquí el vampiro, representación del Infierno, caminando por la tierra y llevando la ridiculez de la religión a la propia Iglesia. Yo mismo, valiéndome de mis títulos más preciados: los de poeta, escritor y enamorado, te aventuro que el alma no es algo que se pierde así como así. Con cada brote de pasión, cualquier alma dormida termina despertando de cualquier ensoñación.
El poder del Averno jamás hubo privado al vampiro de su alma. Éste sentía su presencia con cada nuevo escrito, en muchos de sus actos y enamoramientos que desbarraban la tinta de una cisterna que comenzaba en su pluma y terminaba en sus caudalosos ojos.
- Cuando te miro, Alphonse, no pienso en ti como un hombre de Dios. Te creo por encima de aquellos con tus mismas supuestas creencias, apostando por la verdad y no el engaño a que nos someten a todos. ¿Tu alma en el Infierno? Si no hubiera nada que se atreviera a separarnos en este momento, estoy seguro de que poniendo mi mano en tu pecho sentiría parte de ese alma prácticamente consumida en cenizas por el fuego de tu autoimpuesta tristeza y desesperanza.
Christopher Marlowe podía presumir de haber iniciado con sus escritos a una nueva clase de personaje, de hombre, uno que suponía un temprano humanismo en época de creencias a ciegas. Siempre había demostrado una inteligencia peculiar en temas similares. Su travesía por el Aqueronte había conseguido que los años y las experiencias no hicieran otra cosa que afianzar esos pensamientos y buscar que se extendieran hasta donde la vista no alcanza.
Ligado como se encontraba a la figura de su estimado cardenal, el vampiro no podía hacer otra cosa que buscar abrirle los ojos. Su vida desaparecería en un suspiro y no podía ver como se martirizaba absurdamente lo que quedaba de ella.
- Sigue mintiéndome y dejaré de venir a verte. Te he tendido una alfombra roja, lo único que debes hacer ahora es dejar que tus pensamientos e inquietudes desfilen por ella. En esencia ya lo están haciendo. Al menos para mi. Incorpóreos completamente, pero cuyas siluetas me dejan intuirlo todo. Atrévete a salir al estrado y defiende cada uno de los pecados que han sido marcados a fuego en sus frentes.
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
-Pues dime, Marlowe. ¿Qué ven esos ojos tuyos? Ni siquiera eres humano, ¿cómo puedes afirmar tajantemente que no posees alma alguna? Quizá, el reflejo que ves en mis ojos te habla más de lo que mi poca razón comprende -suspiró. No le gustaba la situación. Marlowe era su amigo, sin duda alguna. Pero el cardenal siempre había tenido claro la debilidad del querer. Sentía pavor al mostrar esa supuesta debilidad, y ya en aquel regreso de su querida hija pródiga, éste mostró lo más oculto de su ser.
Y los puestos parecían haberse cambiado. El confesado, deseando que el confesor confiara en él sus secretos. Sin embargo, no era tan fácil. El miedo en ocasiones puede ser más potente que el propio deseo. Un deseo inocente, sin malicia. El deseo de ser comprendido por alguien ajeno a nosotros.
-Mi pecho le daría encantado la bienvenida a tu mano, ya lo sabes, Christopher -su espalda apoyada en aquella anciana madera. Su respiración, entrecortada a causa del nerviosismo y la vejez-. Tú eres de los pocos capaces de ver quién soy en realidad. Y, aunque las palabras en voz alta parezcan más feroces, no tengo miedo en reconocer aquí, ante ti, que soy solo un viejo temeroso de lo que desconoce. ¿Para qué preguntas sobre mis secretos, si con tan solo una mirada puedes descubrirlos? Te doy permiso para ello, si es que ahora somos remilgados y nos dejamos llevar por la moralidad. Yo, ante el estrado, comulgo con la palabra de Dios, mi ejemplo ante los feligreses. Mis pecados no pueden ser expuestos en el mismo lugar donde mis palabras acerca del castigo son pronunciadas.
Y así era. Cerrado, incógnita tras incógnita. Mas, en sus palabras, le daba el permiso a su buen amigo, para que éste comprendiera sin necesidad de que la palabra sean llevadas por el viento. Una invitación.
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Exhausto de escuchar las pesquisas del cardenal, el poeta musitó sin más:
- Una mujer. ¿Dos, puedo atreverme a decir? Y aunque no es lo único que vislumbran mis ojos, sí lo más nítido en la maraña de pensamientos que intentas ocultarme sin éxito. Tal vez tus palabras sean más acertadas de lo que piensas. A lo mejor todavía no has llegado a comprender aquello que tus ojos ya proclaman y tal vez tu corazón anhele. Aunque déjame decirte que me has decepcionado, querido Alphonse, pues esperaba ver mi propia figura en esos pensamientos.
Pocas eran las veces que Marlowe usaba sus habilidades especiales en contra de su amigo, pues la amistad requiere de un respeto y una confianza que no debería romperse sin importar circunstancias. Al menos, en apariencia. Sin embargo, en determinadas ocasiones, el vampiro tenía otra forma de ver las cosas. Demasiados años viviendo amistades pasajeras y amistades donde lo pasajero era la vida de la persona con la que compartía dicha amistad. Tiempo y experiencias suficientes para comprender cuan complejo podía llegar a ser el lazo entre dos iguales y más aún, la dificultad para comprender la psique humana en si. ¿Por qué no prestar ayuda a un amigo?, pensó el escritor antes de empujar al cardenal escaleras arriba con la confesión de sus pensamientos. Y antes, por supuesto, de abandonar el confesionario, invitando a su compañero a cambiar sus sitios en éste. Buscando la conformidad de lo inexistente y obsequiando a su amigo con la excusa perfecta a su doble moral.
- No busco hacerme con tu fuero interno, Alphonse. Pues en cuanto te conocí pude haberme empapado de cada uno de tus pensamientos y hasta anhelos que tú no sabías ni que poseías por aquel entonces. No se conoce a una persona buceando en ella. Se la conoce por las palabras que elige, por los actos que perpetua o no se atreve a perpetuar, por el valor a que hace acopio a la hora de reconocer sus miedos e intentar enfrentarse a ellos. Llevas prácticamente toda tu vida cargando con una espada de Damocles que promete agujerear hasta la última fibra de tu ser. Angelo, Cornelia, Dominique… Comparte esa carga conmigo y libérate de ella. Decide la forma en la que me los presentarás y yo decidiré de que forma abrumar tu corazón con lo que no te atreves a decir o incluso pensar acerca de ellos y de ti mismo. Rompe de una vez esas cadenas, Alphonse. Tú no tendrás doscientos años para aprender la lección, sino que te ves obligado a aprenderla ahora o morir en la ignorancia además de en el lecho.
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Uno de los mayores males, uno de los más desconocidos, es el que acecha a Alphonse continuamente, sin descanso. El orgullo. Un hombre hecho a viejas costumbres, a la par que su alma se arrugaba, sus pensamientos lo hacían de igual forma. Añejos, debilitados.La lucha en su psique había dejado de portar el arma de la victoria, y se había dejado vencer. Rendición, quizá cobardía. Y ese mencionado orgullo lidera la agonía de un hombre ya cansado, harto de combatir en una batalla que ya se sabe perdida.
Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes, que repartir despojos con los soberbios.
Humillación. Esa era la palabra que describirá la situación de Alphonse si este opta por dejar que los recuerdos y los miedos se agolpen en su boca, y en su memoria. Él, más ciego que aquel curado en el estanque de Siloé. Quizá, ésa sea la respuesta. Baño, purificación ante nuestro Señor. Quizá, Marlowe, era la personificación de aquello que necesitaba para ser perdonado por él mismo. No es un castigo por un pecado, sino una muestra de lo que Dios puede hacer.
-¿Y de algo servirá? Sé que atesoras más años a tus espaldas que cualquiera de los decrépitos clérigos de esta catedral. Sé que atesoras más sabiduría que cualquiera de esos monjes, ancianos y cansados, soltando el mismo sermón sin variar ni una sola coma -rió por lo bajo, mientras hablaba. La verde mirada del dramaturgo eran lo único que hacía presagiar la realidad tras el disfraz de juventud. Experiencia, dolor, aprendizaje. En comparación, los índigos ojos del cardenal parecían ser los de un chiquillo quien apenas se había atrevido a vivir-. Es curioso, como tú tienes la eternidad por delante, mas tu rostro sigue logrando que los que moramos a tu alrededor suspiremos al contemplarlo, mientras yo ya soy capaz de oír los pasos de la muerte, cercana; atrapado en un cuerpo casi cadáver. Y estos años no serán nada en comparación a lo que tú ya has vivido. ¿Qué interés hay en lo que yo haya experimentado? ¿Acaso no es eso parte de la naturaleza humana? El arrepentimiento, en el lecho de muerte -una coraza. Sí, claro que había interés en saber porqué Alphonse era como era. Marlowe era su amigo. Amistad. Esa palabra tan extraña que pocas veces se transformaba en verdad-. Todos acabamos así, tarde o temprano, debido a las circunstancias de nuestra existencia. Aunque la curiosidad sea poderosa, no quiero ni imaginar qué hay dentro de tu pensante cabeza. En la mía solo hay añoranza y sometimiento, Marlowe. Sometimiento ante el porvenir de la vida. Nada pude hacer y nada podré hacer. Angelo murió cuando apenas empezamos a vivir. Cordelia es una desgraciada, y el culpable de su desgracia lo tienes ante tus ojos. Mi pequeña Dominique vivirá en una mentira hasta que ella misma perezca, y si no es así, vivirá con una terrible verdad que le hará la vida insoportable. Nada, ni siquiera el abandono de mis padres, puede justificar mis actos. Me lo merezco. Hasta mi único amigo es un demonio, ¿qué dices ante ello?
Y, finalmente, tras ese pequeño monólogo -una conversación casi más propia, que para su acompañante-, dejó que los párpados ocultaran su cansada mirada.
Alphonse de La Rive- Inquisidor Clase Alta
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Re: Sin pecado concebido.
Un cuerpo casi cadáver rememoró en silencio el vampiro, deteniendo el acto de la escucha y poniendo a funcionar la máquina de la ironía: su propia cabeza. Un cuerpo casi cadáver, repitió para si, sonrisa en boca y mano en el pecho.
- Arrepentirse en el lecho de muerte es la excusa del cobarde. Del que no se ha atrevido a vivir. Supongo que es casi como… dedicar tu corta existencia a una institución como la Iglesia. Dios no me permite hacer esto es el grillete perfecto del que no quiere verse expuesto a los reveses de la auténtica vida, con un poder superior que rige tu vida para que tú no tengas que coger los mandos de un carro que se desbocará en más de una ocasión. ¿La vida es demasiado para tu maltrecho corazón, Alphonse? ¿Te gustaría vivir doscientos años? Pídemelo y te daré el tiempo suficiente para que medites sobre tu situación. Ya sabes que… por un amigo se hace lo que sea.
La hipocresía bañaba los pensamientos de Marlowe hasta arrugarlos. Algunos se ahogaban, otros llegaban a tierra. Él, cadáver declarado desde hacía más de doscientos años y gozoso habitual de los placeres de la vida… ¿quién podía declarar cuando el vampiro hacía acto de presencia que el cuerpo con el que tanta impureza se había paseado de extremo a extremo de aquella catedral, se hubiera comenzado a consumir años ha, con el tedio de la existencia sobreexplotada? Oscar Wilde compuso con encantadora exactitud la naturaleza de algunos sobrehumanos en el retrato de su estimado Dorian. Mas, como allí se nos presentaba, estirar una existencia que nunca ha sido creada para tal fin resulta desmesuradamente terrible para quien sigue su paso. El retrato de Christopher Marlowe no es muy diferente. Cadáver en vida como el representado en aquel cuadro que durante un tiempo se supo bendición y que, con el paso del tiempo, se llegó a conocer como maldición. Un cuerpo casi cadáver… poco importa realmente cuando su huésped echa en falta auténtica vida y no el monótono sabor de la ceniza a su paso por el mundo.
- ¿Acaso Angelo murió por tu culpa? Sí, tú crees que si. Que algo más podías haber hecho. Oh, Alphonse… ese es tu problema. ¿Duele, verdad? El amor, quiero decir. Es desgarrador de una forma casi poética. Nos convierte en dioses y después nos arrebata la vida. ¿Tan duro fue? ¿Tanto que el volver a abrir tu corazón es algo prohibido? ¿Tanto que el volver a sentir… se encuentra en la misma jaula? No te eximo de culpa. Eres el culpable de las andanzas de tus dos mujeres. Pero por tu ignorancia, por tu miedo, por la fragilidad de tu ser. Deberías poner cadenas a tu egoísmo y a tu orgullo, echar la llave y arrojarla lejos. Dejar salir lo poco de pureza que anida todavía en tu corazón. Hacer de una vez las cosas bien y sentir la plenitud de la vida y ese sentimiento casi ficticio –por su escased- de felicidad que nos embarga en contadas ocasiones. ¿Desde cuándo no sientes felicidad, Alphonse? ¿Angelo? Necesitas perdonarte de una vez por todas, porque créeme, Dios ya te ha perdonado. No suelo hablar con él, ya lo sabes, pero lleva tiempo clamándolo a los cuatro vientos y es imposible no oírlo salvo para el que no quiere hacerlo.
Christopher Marlowe- Vampiro Clase Alta
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