AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
+7
Akseli Nygard
Vincenzo Danislăv
Chàrlotte Marchessault
Denisse Marchessault
Lucien Danmark
Harmonie E. Marchessault
León Gerôme Marchessault
11 participantes
Página 1 de 2.
Página 1 de 2. • 1, 2
Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Iglesia de Saint-Pierre de Montmartre
17:15 de la tarde
17:15 de la tarde
···
La luz cálida de la tarde delineaba cada arruga del rostro de León, mostrándole ciertamente cansado, abatido, aunque en presencia de los demás no se trataba de otra cosa sinó de cortesía y alegría por el casamiento de su hija. Sólo los del círculo más cercano y familiar sabían de ese pacto que tuvo que cerrar con aquel noble italiano, dando la mano de su hija aún no nacida con la esperanza de que al nacer varón, se eliminase cualquier rastro de obligación que pudieran mantener. Pero no fué el caso y una hermosa niña brindó de luz la casa en la que se hospedaban, triste, pero cierto, León se sentía más que culpable por el hecho de haberla prometido sin su consentimiento, haciendo que el destino jugase una vez más en su contra. Hoy, era el día de la boda de Dianthe y León sentía que algo dentro de él se moría al tener que dar a su hija a un hombre al que no conocía, pero ese era el trato; y así debía de cumplirse.
La iglesia elegida era perfecta para el casamiento, no era explícitamente grande, pero albergaría al menos a unas doscientas personas que seguramente quisieran asistir por el bien de su renombre. Sobre ellos, se erguía lo que parecía ser un hospedaje para nada austero, el que utilizaron tanto las hijas de León como él mismo para preparar de cerca todo lo que tuviera que ver con el enlace, así como escasos cercanos que estarían apoyándole muy de cerca. La velada iba a ser infinitamente larga. Largos pasillos de piedra adornados con arcos y grandes ventanales que hacían del lugar un hermoso paraje, dónde reposar las horas previas y que albergaría las intrigas propias de un compromiso que llevaba siendo anunciado por casi 17 años. Los invitados tardarían en llegar, por lo que el hombre caminaba con las manos a la espalda por todo el lugar, desde los pasillos hasta la propia capilla, esperando que sus hijas le diesen el aviso para pasar los últimos minutos con su amada y pequeña Dianthe. Lo necesitaba. Se había visto reflejado en la maldad de su padre, cuando él fué prometido a una mujer, pero aquella mujer acabó siendo la madre de sus seis hijas y para nada lamentaba cada segundo que pasó con ella, tan sólo esperaba que su hija fuese la mitad de dichosa que lo que él fué en sus largos años de matrimonio.
y no se sentía tan débil desde el día en que murió su esposa o el día en el que le dijeron que su hermano mayor había muerto en la guerra, ahí es dónde empezó su caos, ya que si su hermano siguiese vivo, jamás hubiese experimentado todo lo que le ha hecho convertirse en el hombre que es hoy en día. Denisse se escabullía, él lo sabía, pero no podía seguirla ya que parecía haber heredado su forma más sagaz de esconderse de los cientos de ojos que tenía por la ciudad, Chàrlotte trabajaba pero consentía en demasía a sus hermanas; si al menos ella hubiese sido sensata a la hora de contarme lo que antes no me ocultaban, todo sería mejor. Harmoniè quizás era la más viva imágen del arte, aunque aquello no le quitaba el hecho de que pasase menos tiempo en casa y decidiese estar sola, al menos lejos de León. Sabía que todas ellas se hacían mayores, salvo Lorie que soñaba con viajes y mundos de fantasía, lugares que León temía que supiese que no eran reales. Todas ellas, habían cambiado aún cuando él sabía que su madre les había dicho que por favor permanecieran juntos. Al parecer, todo éste tiempo, era ella quién los unía.
León estaba triste, se podía adivinar la mueca en su rostro marcado por la edad. Había tomado una decisión y por mucho que aquella noche fuese la mejor de todas, él las haría cumplir.
···
Pautas a seguir:
- NO existirá orden de posteo, para así agilizar más el tema.
- Es opcional, pero quién quiera, podrá adjuntar además de la invitación, una imágen del traje que llevará a la ceremonia.
- El tamaño de los post será irrelevante mientras que el contenido sea bueno.
- Prohibido el asesinato de pjs. Sé que todos lo estáis deseando, pero mejor matar a un pnj, así no gritará mucho.
- Es de obligación divertirse.
Gracias por participar.
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 05/03/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
El gran día había llegado. La casa de los Marchessault llevaba envuelta en el caos desde bien entrada la mañana, nada más salir el sol, puesto que ultimar todos los detalles y prepararse para la ceremonia requería tiempo. Aunque Harmonie tenía la sospecha de que nadie había dormido bien esa noche. Ella al menos no lo había hecho. El sueño había estado esquivándola casi toda la noche y Morfeo solo conseguía atraparla entre sus brazos un par de horas, para luego soltarla sin poder hacer nada para evitarlo. Fuera como fuera, no estaba cansada. Y, si las ojeras habían aparecido bajo sus ojos, algo de maquillaje sobre su blanca piel lo solucionaría. La muchacha se incorporó de un salto y buscó aun a oscuras sus zapatillas de estar por casa. El primer paso sería ir a por una buena taza de té mientras pedía a alguna de las sirvientas que le preparara el agua caliente en la bañera y sus sales de baño favoritas, esas que desprendían una ligera fragancia a jazmín y azahar.
Tenía curiosidad, esa era la verdad. Aunque no estaba demasiado conforme con la boda, no después de observar a Dianthe y saber acerca de lo que le rondaba en la cabeza, lo cierto era que se preguntaba cómo sería el joven al que su padre había escogido como marido de su hermana. Sin duda, tenía que ser un hombre excepcional, de lo contrario León no se hubiera planteado, ni siquiera, que estuviera cerca de uno de sus mayores tesoros. Porque sí, a pesar del aspecto que pudiera tener el hombre y de lo mucho que intimidaba su figura, el patriarca de la familia sentía debilidad por todas y cada una de sus hijas. Sin excepciones. Harmonie bajó las escaleras y fue a la cocina. Un intenso aroma a café y pan recién hecho inundó sus fosas nasales e hizo que su estómago rugiera. Se relamió solo de pensar de comer algo dulce para desayunar y sonrió al ver que la cocinera había preparado sus pastas favoritas. Vertió un poco de agua de la tetera sobre una taza y buscó las hierbas con las que prepararse su té favorito. Aunque le hubiera gustado poder desayunar de manera más tranquila, el tiempo apremiaba y tenía que arreglarse ella y ver si la novia necesitaba su ayuda. Para eso estaban las hermanas.
Las horas pasaron volando, casi como en un abrir y cerrar de ojos, y antes de lo que los presentes pensaban, llegó la hora de partir rumbo a la iglesia. Las hermanas lo harían primero, por supuesto. Harmonie, con la ayuda de una de las sirvientas, anudó sobre su piel el corsé del vestido que había escogido y se dio un último vistazo en el espejo, antes de partir. Se había decantado por un vestido azul claro, que intensificaba la blancura de su propia piel. Su rubio cabello estaba adornado con pequeñas flores, pero caía suelto sobre su espalda, formando pequeñas ondas gracias a unas tenacillas de hierro forjado, extremadamente calientes. Su carruaje se detuvo frente a la iglesia que sería testigo del enlace y la muchacha contuvo el aliento. Era, sencillamente, perfecta. Bajó de inmediato y se acercó hasta el pequeño jardín que el edificio cristiano poseía. Se entretuvo oliendo una rosa blanca y estuvo tentada a arrancarla, pero se lo pensó mejor. Podía pincharse y manchar su vestido o, todavía peor, el de la novia cuando llegara y la abrazara.
─Estaba preciosa─comentó, aunque más bien era un pensamiento al aire, puesto que no se había fijado en los que estaban a su alrededor.─Seguro que todos se enamoran de ella hoy─añadió, con una sonrisa sincera en sus labios.
Tenía curiosidad, esa era la verdad. Aunque no estaba demasiado conforme con la boda, no después de observar a Dianthe y saber acerca de lo que le rondaba en la cabeza, lo cierto era que se preguntaba cómo sería el joven al que su padre había escogido como marido de su hermana. Sin duda, tenía que ser un hombre excepcional, de lo contrario León no se hubiera planteado, ni siquiera, que estuviera cerca de uno de sus mayores tesoros. Porque sí, a pesar del aspecto que pudiera tener el hombre y de lo mucho que intimidaba su figura, el patriarca de la familia sentía debilidad por todas y cada una de sus hijas. Sin excepciones. Harmonie bajó las escaleras y fue a la cocina. Un intenso aroma a café y pan recién hecho inundó sus fosas nasales e hizo que su estómago rugiera. Se relamió solo de pensar de comer algo dulce para desayunar y sonrió al ver que la cocinera había preparado sus pastas favoritas. Vertió un poco de agua de la tetera sobre una taza y buscó las hierbas con las que prepararse su té favorito. Aunque le hubiera gustado poder desayunar de manera más tranquila, el tiempo apremiaba y tenía que arreglarse ella y ver si la novia necesitaba su ayuda. Para eso estaban las hermanas.
Las horas pasaron volando, casi como en un abrir y cerrar de ojos, y antes de lo que los presentes pensaban, llegó la hora de partir rumbo a la iglesia. Las hermanas lo harían primero, por supuesto. Harmonie, con la ayuda de una de las sirvientas, anudó sobre su piel el corsé del vestido que había escogido y se dio un último vistazo en el espejo, antes de partir. Se había decantado por un vestido azul claro, que intensificaba la blancura de su propia piel. Su rubio cabello estaba adornado con pequeñas flores, pero caía suelto sobre su espalda, formando pequeñas ondas gracias a unas tenacillas de hierro forjado, extremadamente calientes. Su carruaje se detuvo frente a la iglesia que sería testigo del enlace y la muchacha contuvo el aliento. Era, sencillamente, perfecta. Bajó de inmediato y se acercó hasta el pequeño jardín que el edificio cristiano poseía. Se entretuvo oliendo una rosa blanca y estuvo tentada a arrancarla, pero se lo pensó mejor. Podía pincharse y manchar su vestido o, todavía peor, el de la novia cuando llegara y la abrazara.
─Estaba preciosa─comentó, aunque más bien era un pensamiento al aire, puesto que no se había fijado en los que estaban a su alrededor.─Seguro que todos se enamoran de ella hoy─añadió, con una sonrisa sincera en sus labios.
Harmonie E. Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 18
Fecha de inscripción : 18/12/2015
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Aquel encuentro que había parecido fortuito ante los ojos de León había surtido los efectos deseados por la bruja. Llevaba tiempo buscando un hombre soltero o viudo con el que comenzar una relación que acabara en boda, ese era su modus operandi, experta en la manipulación y el encandilamiento de hombres para así acabar con sus vidas y por tanto obtener sus fortunas. Viuda de una larga lista de hombres importantes ahora toda su atención estaba centrada en León Gerôme Marchessault. Aquella noche en que “la rescató” de manos de aquellos hombres que trataban de violarla en un callejón parisino, saltó la chispa entre ambos. Eso es lo que debía pensar el pobre hombre que desde aquel momento había tenido debilidad por la rubia de cuarenta años. Lo cierto es que sus artimañas eran de una calidad exquisita y jamás dejaba puntada sin hilo, si a eso se le suman sus poderes y la inigualable belleza que Freya posee, como resultado se obtiene a una viuda negra letal. Tras aquel primer encuentro, León y ella habían paseado juntos, tomado el té y charlado sobre numerosos temas, entre ellos el casamiento de una de sus hijas. ¡Ah, las hijas! Eso sería un problema, pues las niñas siempre tendían a ser acaparadoras con sus padres, pero para cuando dudaran de ella, él ya estaría enamorado y siempre podría contar con su propio hijo –Lucien- para mantenerlas entretenidas. Sonrió en la bañera tan solo de pensar en lo divertido que iba a resultar quitarles todo a aquellas jóvenes que se sentían tan arropadas con su padre.
Freya no concebía la bondad como algo positivo, desde pequeña tuvo que luchar por llegar al estatus en el que ahora se encontraba y siendo paciente y generosa jamás lo hubiera logrado, sabía que era lo que era y tenía lo que tenía porque el diablo así lo había dispuesto y por ello le estaría eternamente agradecida. Disfrutaba de su propia maldad y ese estilo de vida era lo que había tratado de inculcar a sus dos hijos, fruto de un matrimonio anterior. Uno de los mellizos siguió obediente sus pasos y ahora es su más fiel ayudante, el otro decidió alejarse de la familia y buscarse la vida por su cuenta.
El día en que sería presentada como pareja de León había llegado y era consciente de que gran parte de la atención de sus hijas sería depositada en ella y no en la boda en sí. Se llevarían una gran sorpresa y nada haría la bruja más que ser cortés con todas y cada una de ella. Las estudiaría detenidamente y así le pediría también a su hijo que hiciera. Ambos acudirían juntos a la iglesia mas una vez allí, debían permanecer en un discreto segundo plano hasta que León reclamara conocer a Lucien y presentara a Freya a sus hijas. En casa todo estaba dispuesto, el traje de Lucien sobre su cama y el de la bruja en una percha frente al espejo. Uno de los mejores modistos de Francia había pasado semanas realizando esa obra de arte que llevaría puesta para la boda. El vestido* en tonos negros y grises, con mangas en pedrería dorada era digno de cualquier reina. El escote en barco estaba así mismo decorado con pedrería y el toque final lo otorgaba una pieza de joyería única, una tiara que hacía las veces de corona con unas cadenas que adornaban al mismo tiempo el rostro y escote de la bruja.
Una vez que tanto ella como Lucien estuvieron listos partieron hacia esa iglesia que empezaba a estar llena de invitados. Buscó con la mirada a León y sonrió al verlo en el portalón de la entrada tratando de organizar todo, con paso firme se acercó hasta él e hizo un gesto a Luc para que fuera entrando por su cuenta, -Mi querido León, ¿cómo te encuentras?-, el viejo parecía cansado y agobiado, posiblemente indeciso ante la idea de dar a una de sus hijas a un hombre que no fuera él mismo. Nunca sería igual casar a un hijo que a una hija y menos para un hombre, mas si las hubiera educado como ella misma lo estaba no tendría que temer jamás por su bienestar. Sin temor alguno al rechazo, entrelazó los dedos con los de aquel hombre que pronto pasaría a llamar prometido y le instó a caminar por el exterior de la iglesia para que se relajara. -Me sentaré en uno de los bancos delanteros para que así puedas mirarme siempre que lo desees, si eso te complace-, se ofreció acariciando esos dedos ajenos que tenía aún sujetos con la mirada fija en la nerviosa de él.
* Vestido, vestido
Freya no concebía la bondad como algo positivo, desde pequeña tuvo que luchar por llegar al estatus en el que ahora se encontraba y siendo paciente y generosa jamás lo hubiera logrado, sabía que era lo que era y tenía lo que tenía porque el diablo así lo había dispuesto y por ello le estaría eternamente agradecida. Disfrutaba de su propia maldad y ese estilo de vida era lo que había tratado de inculcar a sus dos hijos, fruto de un matrimonio anterior. Uno de los mellizos siguió obediente sus pasos y ahora es su más fiel ayudante, el otro decidió alejarse de la familia y buscarse la vida por su cuenta.
El día en que sería presentada como pareja de León había llegado y era consciente de que gran parte de la atención de sus hijas sería depositada en ella y no en la boda en sí. Se llevarían una gran sorpresa y nada haría la bruja más que ser cortés con todas y cada una de ella. Las estudiaría detenidamente y así le pediría también a su hijo que hiciera. Ambos acudirían juntos a la iglesia mas una vez allí, debían permanecer en un discreto segundo plano hasta que León reclamara conocer a Lucien y presentara a Freya a sus hijas. En casa todo estaba dispuesto, el traje de Lucien sobre su cama y el de la bruja en una percha frente al espejo. Uno de los mejores modistos de Francia había pasado semanas realizando esa obra de arte que llevaría puesta para la boda. El vestido* en tonos negros y grises, con mangas en pedrería dorada era digno de cualquier reina. El escote en barco estaba así mismo decorado con pedrería y el toque final lo otorgaba una pieza de joyería única, una tiara que hacía las veces de corona con unas cadenas que adornaban al mismo tiempo el rostro y escote de la bruja.
Una vez que tanto ella como Lucien estuvieron listos partieron hacia esa iglesia que empezaba a estar llena de invitados. Buscó con la mirada a León y sonrió al verlo en el portalón de la entrada tratando de organizar todo, con paso firme se acercó hasta él e hizo un gesto a Luc para que fuera entrando por su cuenta, -Mi querido León, ¿cómo te encuentras?-, el viejo parecía cansado y agobiado, posiblemente indeciso ante la idea de dar a una de sus hijas a un hombre que no fuera él mismo. Nunca sería igual casar a un hijo que a una hija y menos para un hombre, mas si las hubiera educado como ella misma lo estaba no tendría que temer jamás por su bienestar. Sin temor alguno al rechazo, entrelazó los dedos con los de aquel hombre que pronto pasaría a llamar prometido y le instó a caminar por el exterior de la iglesia para que se relajara. -Me sentaré en uno de los bancos delanteros para que así puedas mirarme siempre que lo desees, si eso te complace-, se ofreció acariciando esos dedos ajenos que tenía aún sujetos con la mirada fija en la nerviosa de él.
* Vestido, vestido
Freya Venälaina- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/04/2016
Localización : Junto a Satanás
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Los días fueron pasando hasta que el día de la boda de una de las hijas de León llegó, seguramente con fugacidad para el padre, con lentitud para Freya y de forma inevitable para Lucien. Se levantó de la cama y se estiró todo lo que pudo, la ventana siempre estaba abierta y los pájaros y el buen día que hacía era cuanto menos ideal para una boda de ese calibre. De hecho el casamiento había salido en las páginas de sociedad y acudiría muchísima gente- Odio las bodas- dijo como buenos días al mundo soleado que entraba por la ventana y se dirigió desnudo hasta la tina dispuesto a darse un baño tranquilo. Suspiró cansado por todo aquel asunto de la boda y se obligó a sí mismo a relajarse, cuando alguien del servicio entró en la habitación para dejar los zapatos limpios y pulidos a los pies del traje que se había puesto en la cama para anunciarle que su madre ya estaba casi lista, que se diera prisa. Lucien apretó la mandíbula, sabía que no podía replicar nada y era mejor callarse y aguantarse las ganas de maldecir y de decir palabras impropias de alguien de su clase y salió para vestirse en la mayor brevedad posible. Se vistió de gala, con el traje negro de tres piezas, el pañuelo entorno a su cuello y su camisa bien estirada y tiesa enfundada en el chaleco. No se puso gemelos, aquella boda no lo merecía al menos el día de hoy, para él no merecía siquiera que hubiera salido de la cama y menos haberse vestido como un pingüino. Se peinó severamente y acudió a reunirse con su madre en la entrada principal donde les aguardaba el carruaje para llevarle a la Iglesia.
En silencio y sin mediar palabra el trayecto se hizo largo y aburrido y Lucien pensó que era exactamente cómo se le presentaba el día, salvo el momento en el que pudiera tener una copa de Whisky en la mano y algo que llevarse a la boca. En cuanto bajaron juntos, Freya se adecuó el vestido y subió junto a Lucien la pequeña escalinata que daba al pórtico principal de madera en el que se encontraba León. Le habría reconocido en cualquier lugar por la descripción que le había dado su madre, en el momento que Freya le abandonó con sus pasos dirigiendo la atención a León, Lucien decidió hacer lo mismo. No llevaba dos minutos en la boda y ya quería irse y lo curiosos es que a pesar del tráfico de carruajes, de gentío entrando y saliendo, por mucha gente que ubiera a menudo se encontraba solo entre la multitud. Se alejó lo pudo de la pareja, en cuanto vio como la mano de Freya rodeaba la del hombre y sus pasos le llevaron a un lateral, donde la gente se apartaba en pequeños grupos hablando de las bodas, de los regalos. Mucha prensa había acudido para relatar la velada al periódico y pasó de largo de ellos. Estaba ensimismado caminando cuando descubrió a un lado a un joven entre los rosales, su gesto era romántico, casi se podría decir que tenía un gesto nostálgico al acercarse a oler y ver las flores, su vestido azul destacaba frente al rosal y su tez pálida aún más. Dispuesto a acercarse a hablar con ella, aún sin saber si era guapa o no, Lucien escuchó las palabras que salieron de su boca, como un suspiro, confirmando la visión nostálgica que Lucien tenía de la joven- Seguro que no todos. Tontos serían si se enamoran de una mujer casada- contestó Lucien a la joven que seguramente se sobresaltaría al descubrir que sus pensamientos tenían la contestación de un hombre a su lado- No quería sobresaltarla, de hecho. Ha sido un error por mi parte acercarme a usted cuando estaba ensimismada- se alejó un poco de ella elevando las manos en señal de disculpa- Lucien Danmark- se presentó con media sonrisa y después miró las flores- Debería coger una- se acercó hasta el rosal y arrancó una y con cuidado, arrancó las espinas que sobraban, y se la entregó a la joven- A cambio de su nombre, claro- extendió al rosa hacia la muchacha esperando que la tomara y se presentara debidamente.
Al fin y al cabo, la boda parecía que no iba a ser una pérdida total de tiempo.
En silencio y sin mediar palabra el trayecto se hizo largo y aburrido y Lucien pensó que era exactamente cómo se le presentaba el día, salvo el momento en el que pudiera tener una copa de Whisky en la mano y algo que llevarse a la boca. En cuanto bajaron juntos, Freya se adecuó el vestido y subió junto a Lucien la pequeña escalinata que daba al pórtico principal de madera en el que se encontraba León. Le habría reconocido en cualquier lugar por la descripción que le había dado su madre, en el momento que Freya le abandonó con sus pasos dirigiendo la atención a León, Lucien decidió hacer lo mismo. No llevaba dos minutos en la boda y ya quería irse y lo curiosos es que a pesar del tráfico de carruajes, de gentío entrando y saliendo, por mucha gente que ubiera a menudo se encontraba solo entre la multitud. Se alejó lo pudo de la pareja, en cuanto vio como la mano de Freya rodeaba la del hombre y sus pasos le llevaron a un lateral, donde la gente se apartaba en pequeños grupos hablando de las bodas, de los regalos. Mucha prensa había acudido para relatar la velada al periódico y pasó de largo de ellos. Estaba ensimismado caminando cuando descubrió a un lado a un joven entre los rosales, su gesto era romántico, casi se podría decir que tenía un gesto nostálgico al acercarse a oler y ver las flores, su vestido azul destacaba frente al rosal y su tez pálida aún más. Dispuesto a acercarse a hablar con ella, aún sin saber si era guapa o no, Lucien escuchó las palabras que salieron de su boca, como un suspiro, confirmando la visión nostálgica que Lucien tenía de la joven- Seguro que no todos. Tontos serían si se enamoran de una mujer casada- contestó Lucien a la joven que seguramente se sobresaltaría al descubrir que sus pensamientos tenían la contestación de un hombre a su lado- No quería sobresaltarla, de hecho. Ha sido un error por mi parte acercarme a usted cuando estaba ensimismada- se alejó un poco de ella elevando las manos en señal de disculpa- Lucien Danmark- se presentó con media sonrisa y después miró las flores- Debería coger una- se acercó hasta el rosal y arrancó una y con cuidado, arrancó las espinas que sobraban, y se la entregó a la joven- A cambio de su nombre, claro- extendió al rosa hacia la muchacha esperando que la tomara y se presentara debidamente.
Al fin y al cabo, la boda parecía que no iba a ser una pérdida total de tiempo.
Lucien Danmark- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 15/04/2016
Localización : París actualmente.
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
El día apenas comenzaba a clarear y Denisse, se encontraba en pleno movimiento, había bajad a desayunar al comedor,- un café y una tostada-, antes que las demás hermanas. No podía disimular se encontraba demasiado nerviosa, o mas bien, enojada con su padre. No solo por casar a su querida Di, con un hombre que no conocían, mordió con rabia la tostada, masticó como si se tratara de un tabernero y no de una dama, - a veces no lo comprendo... se supone que él quiere lo mejor para nosotras, entonces ¿porque proponernos en matrimonio, concertados sin amor? - suspiró mientras terminaba su desayuno y se limpiaba las migas de su boca.
En ese momento entró su doncella, - señorita, ya tiene su vestido listo - la criada miró para todos lados - digo... los dos - susurró y guiño un ojos. Denisse sonrió complacida y cruzó la distancia que las separaba - gracias pequeña, prometo que te recompensaré todo éste lío - le dijo abrazándola y dando un beso en cada mejilla. La joven se ruborizó, pues por momentos Denisse tenía salidas que parecía mas a un hombre que a una joven de su condición social, - será por eso de andar con cazadores - caviló la doncella, sonriendo antes de hacer un gesto y desaparecer por una de las puertas del comedor hacia la cocina.
Denisse, subió los escalones de dos en dos y tras correr por el pasillo que daba a su habitación se encerró en ella, con doble llave. Buscó los vestidos y abrió el primero de ellos, éste era un adorable vestido de gasa rosado, con pedrería de color rosa oscuro, que la harían parecer una princesa de cuento, la niña adorada, la buena hermana, la futura esposa de algún amigo de su padre. Lo contempló largamente, mientras con un dedo se golpeaba la barbilla. Suspiró resignada, debería usar ese vestido, era el que habían elegido entre las hermanas y en especial Charlotte, su hermana mayor y la que - junto con su padre - llevaban el orden de la casa y la familia.
Se alejó del coqueto vestido y tras abrir su armario, extrajo un portatraje. sacó cuidadosamente el vestido y una sonrisa de oreja a oreja le cubrió el rostro, era un vestido entallado en la parte superior, que poseía una gasa color piel, muy similar a su propia tes, que le daría la apariencia de ir desnuda, sobre la tela, un tul bordado en hermoso arabesco continuaban en la falda, dando un aire de hada de los bosque, de mujer de otro universo. La espalda del vestido era totalmente descubierta, por tal motivo no podría usar ni corsé, ni sujetador, haciendo que su busto turgente y juvenil llamara mucho la atención. Rió de forma descarada, no pensaba dejar que las cosas fueran tan fácil para su padre y el prometido de su hermana, pretendía hacer un escándalo, aunque mas no fuera con su vestimenta. Si su padre se empeñaba en venderlas como muñecas de porcelana, por lo menos ella, haría todo lo posible para que no la eligieran, pues la escritora sería quien elegiría al fin al hombre que le acompañara el resto de la vida. Era una promesa que se había hecho y la pensaba cumplir, costara lo que costara.
Luego de bañarse y de que su doncella peinara sus cabellos - a sabiendas de cual sería el verdadero vestido que usaría - se dispuso a vestir. Cogió el vestido rosa y se lo puso. Pronto bajó las escaleras para reunirse con sus hermanas, se dispusieron a subir al coche, mas ella se excusó diciendo que había olvidado ponerse un collar y pendientes. Cuando dijeron de esperarla, ella les respondió que no se preocuparan, pues usaría el coche que fuera de su madre, uno pequeño, que solo podía ir una persona o a lo sumo dos.
volvió a subir las escaleras y con ayuda de su doncella se cambió el vestido, por el que confeccionara la diseñadora del vestuario del Imperian. Cuando estuvo vestida, se colocó una gargantilla de diamantes, y unos aretes que eran un aderezo de su madre. Se despidió de su cómplice y subió al carruaje. El vestido pasó desapercibido para los criados por estar cubierta por una bella capa que le cubría hasta la mitad de la falda, era blanca de piel de armiño.
Cuando llegó a la iglesia pudo ver a su padre, paseando con una dama, sus celos quisieron traicionarla pero se tranquilizó respirando profundo. Ya ahria tiempo de preguntar quien era esa dama. Resopló, mientras se dirigía hacia donde se encontraba su querida Harmonie. Pudo escuchar como un sujeto estaba charlando con su hermana y en vedad aquello no le gustó, había algo que le desagradó de solo ver al caballero. por eso los interrumpió - Querida, deberíamos ir subiendo, Di, nos debe estar esperando -, frunció el ceño y estiró su mano, para que la joven se la tomara, así recorrer el camino que las llevaría hasta donde estaba la novia, - disculpe, es que nos tenemos que apresurar - clavó sus ojos en los del joven y forzó una sonrisa que mostraba los dientes, mas como una advertencia que como una coquetería.
En ese momento entró su doncella, - señorita, ya tiene su vestido listo - la criada miró para todos lados - digo... los dos - susurró y guiño un ojos. Denisse sonrió complacida y cruzó la distancia que las separaba - gracias pequeña, prometo que te recompensaré todo éste lío - le dijo abrazándola y dando un beso en cada mejilla. La joven se ruborizó, pues por momentos Denisse tenía salidas que parecía mas a un hombre que a una joven de su condición social, - será por eso de andar con cazadores - caviló la doncella, sonriendo antes de hacer un gesto y desaparecer por una de las puertas del comedor hacia la cocina.
Denisse, subió los escalones de dos en dos y tras correr por el pasillo que daba a su habitación se encerró en ella, con doble llave. Buscó los vestidos y abrió el primero de ellos, éste era un adorable vestido de gasa rosado, con pedrería de color rosa oscuro, que la harían parecer una princesa de cuento, la niña adorada, la buena hermana, la futura esposa de algún amigo de su padre. Lo contempló largamente, mientras con un dedo se golpeaba la barbilla. Suspiró resignada, debería usar ese vestido, era el que habían elegido entre las hermanas y en especial Charlotte, su hermana mayor y la que - junto con su padre - llevaban el orden de la casa y la familia.
Se alejó del coqueto vestido y tras abrir su armario, extrajo un portatraje. sacó cuidadosamente el vestido y una sonrisa de oreja a oreja le cubrió el rostro, era un vestido entallado en la parte superior, que poseía una gasa color piel, muy similar a su propia tes, que le daría la apariencia de ir desnuda, sobre la tela, un tul bordado en hermoso arabesco continuaban en la falda, dando un aire de hada de los bosque, de mujer de otro universo. La espalda del vestido era totalmente descubierta, por tal motivo no podría usar ni corsé, ni sujetador, haciendo que su busto turgente y juvenil llamara mucho la atención. Rió de forma descarada, no pensaba dejar que las cosas fueran tan fácil para su padre y el prometido de su hermana, pretendía hacer un escándalo, aunque mas no fuera con su vestimenta. Si su padre se empeñaba en venderlas como muñecas de porcelana, por lo menos ella, haría todo lo posible para que no la eligieran, pues la escritora sería quien elegiría al fin al hombre que le acompañara el resto de la vida. Era una promesa que se había hecho y la pensaba cumplir, costara lo que costara.
Luego de bañarse y de que su doncella peinara sus cabellos - a sabiendas de cual sería el verdadero vestido que usaría - se dispuso a vestir. Cogió el vestido rosa y se lo puso. Pronto bajó las escaleras para reunirse con sus hermanas, se dispusieron a subir al coche, mas ella se excusó diciendo que había olvidado ponerse un collar y pendientes. Cuando dijeron de esperarla, ella les respondió que no se preocuparan, pues usaría el coche que fuera de su madre, uno pequeño, que solo podía ir una persona o a lo sumo dos.
volvió a subir las escaleras y con ayuda de su doncella se cambió el vestido, por el que confeccionara la diseñadora del vestuario del Imperian. Cuando estuvo vestida, se colocó una gargantilla de diamantes, y unos aretes que eran un aderezo de su madre. Se despidió de su cómplice y subió al carruaje. El vestido pasó desapercibido para los criados por estar cubierta por una bella capa que le cubría hasta la mitad de la falda, era blanca de piel de armiño.
Cuando llegó a la iglesia pudo ver a su padre, paseando con una dama, sus celos quisieron traicionarla pero se tranquilizó respirando profundo. Ya ahria tiempo de preguntar quien era esa dama. Resopló, mientras se dirigía hacia donde se encontraba su querida Harmonie. Pudo escuchar como un sujeto estaba charlando con su hermana y en vedad aquello no le gustó, había algo que le desagradó de solo ver al caballero. por eso los interrumpió - Querida, deberíamos ir subiendo, Di, nos debe estar esperando -, frunció el ceño y estiró su mano, para que la joven se la tomara, así recorrer el camino que las llevaría hasta donde estaba la novia, - disculpe, es que nos tenemos que apresurar - clavó sus ojos en los del joven y forzó una sonrisa que mostraba los dientes, mas como una advertencia que como una coquetería.
- Vestido que debería usar:
- Vestido que usa:
Denisse Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 14/12/2015
Localización : Paris
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
No era la primera vez que conducía la ceremonia del matrimonio, sin embargo si era la primera vez que lo hacía en tan elegantes condiciones. Diodore había vivido la mitad de su vida en una Abadía y la otra mitad en un pueblo cercano a la costa donde la mayoría eran pescadores o granjeros, las opulentas vestimentas y adornos de la clase alta de París le deslumbraban como si se tratara de un encantamiento mágico. Todo lucía demasiado limpio y brillante para ser real.
Le habían contratado hacía alrededor de un mes para el trabajo, un servidor de la familia Marchessault, un hombre que lucía mucho mejor vestido que él con su elegante traje verde olivo había arribado a la pequeña capilla y pedido sus servicios para la boda. Diodore no se alcanzaba a imaginar como serían los Marchessault en pesona si inclusive los sirvientes lucían tan distinguidos.
Había intentado lucir lo más apropiado posible, pero no era como si tuviera muchas sotanas de donde escoger. Así que ese día vestía la sotana mejor conservada que tenía, era negra y bajaba hasta sus tobillos y sobre ella traía el estolón morado con bordes dorados que había sido cuidadosamente bordado en la Abadía y se le había entregado cuando había sido aceptado como sacerdote. Diodore trataba esa pieza de tela con sumo respeto, pues representaba todo su esfuerzo y dedicación para convertirse en un siervo de Dios. Una vez vestido, fue llevado en un carruaje (por supuesto enviado por la familia) a la iglesia donde se llevaría a cabo el matrimonio.
Una vez allí y a pesar de estar en una iglesia, Diodore se sintió como pez fuera del agua, toda esa gente parecía completamente diferente a las conglomeraciones que él estaba acostumbrado, sus rostros limpios de mejillas sonrojadas demostraban que nunca habían sentido el hambre en sus vidas, sus ropas bien planchadas e inmaculadas, sus zapatos de charol brillantes dignos de alguien que no está acostumbrado a la labor física. Con manos nerviosas sostuvo la biblia buscando el salmo que pensaba recitar, a su lado dos monaguillos adolescentes le ayudaban a acomodar todo lo necesario para la liturgia sobre la mesa al lado del púlpito.
Esperó al rededor de 15 minutos hasta que la última persona se sentó en las bancas de la iglesia y carraspeó antes de alzar la voz.
- Damas y caballeros, hoy estamos reunidos para presenciar la unión en el sagrado sacramento del matrimonio – Una vez dicho esto, el hombre encargado del clavicordio comenzó a tocar la marcha nupcial. Todos los presentes se giraron hacía la entrada a la espera de que la novia hiciera su aparición de la mano con su padre.
Le habían contratado hacía alrededor de un mes para el trabajo, un servidor de la familia Marchessault, un hombre que lucía mucho mejor vestido que él con su elegante traje verde olivo había arribado a la pequeña capilla y pedido sus servicios para la boda. Diodore no se alcanzaba a imaginar como serían los Marchessault en pesona si inclusive los sirvientes lucían tan distinguidos.
Había intentado lucir lo más apropiado posible, pero no era como si tuviera muchas sotanas de donde escoger. Así que ese día vestía la sotana mejor conservada que tenía, era negra y bajaba hasta sus tobillos y sobre ella traía el estolón morado con bordes dorados que había sido cuidadosamente bordado en la Abadía y se le había entregado cuando había sido aceptado como sacerdote. Diodore trataba esa pieza de tela con sumo respeto, pues representaba todo su esfuerzo y dedicación para convertirse en un siervo de Dios. Una vez vestido, fue llevado en un carruaje (por supuesto enviado por la familia) a la iglesia donde se llevaría a cabo el matrimonio.
Una vez allí y a pesar de estar en una iglesia, Diodore se sintió como pez fuera del agua, toda esa gente parecía completamente diferente a las conglomeraciones que él estaba acostumbrado, sus rostros limpios de mejillas sonrojadas demostraban que nunca habían sentido el hambre en sus vidas, sus ropas bien planchadas e inmaculadas, sus zapatos de charol brillantes dignos de alguien que no está acostumbrado a la labor física. Con manos nerviosas sostuvo la biblia buscando el salmo que pensaba recitar, a su lado dos monaguillos adolescentes le ayudaban a acomodar todo lo necesario para la liturgia sobre la mesa al lado del púlpito.
Esperó al rededor de 15 minutos hasta que la última persona se sentó en las bancas de la iglesia y carraspeó antes de alzar la voz.
- Damas y caballeros, hoy estamos reunidos para presenciar la unión en el sagrado sacramento del matrimonio – Una vez dicho esto, el hombre encargado del clavicordio comenzó a tocar la marcha nupcial. Todos los presentes se giraron hacía la entrada a la espera de que la novia hiciera su aparición de la mano con su padre.
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
*Vestido.
Ella se mantenía serena; sobre ella recaía la árdua labor de mantener a la familia unida, al menos a sus hermanas ya que padre cada vez desaparecía más y más tras aquel viejo escritorio o se escondía quizás en aquel trabajo que se suponía zanjado, a fin de cuentas, para estar con ellas, pero no era así. Chàrlotte tomó lo necesario y junto a la más pequeña de las Marchessault partió hacia la iglesia, de nuevo, ya que se suponía que allí pasarían el resto de semana, una vez dianthe hubiera contraído matrimonio. Se le hacía difícil la idea de separarse de ellas, de todas, ya que juntas formaban un todo y si ya de por sí Denisse era la que más se alejaba de todas, eso al resto les ponía en una situación delicada, haciendo que cada momento entre hermanas se volviese lejano, ansiado e incluso añorado, cuando se suponía que antes iban juntas a cualquier lugar y jamás de los jamáses deberían de sentir ese gran vacío que ahora arremolinaba los corazones de cada una de ellas.
No tenía tiempo de hacer una vida como el resto de jóvenes, siempre trataba de juntar a su familia cuando no estaba trabajando en el hospital y sinceramente, aquella vida le consumía de un modo tan veloz que sentía que su vida ya estaba echada a perder. Si hubiera sido fiel a sus sentimientos, hacía tiempo que se hubiese ido de casa y seguir los pasos de su hermana Denisse no por el hecho de que se escaquease con chicos sino por el simple hecho de ser un alma libre. Ella, no menospreciaba la vida que le tocó, pero tampoco se sentía realmente feliz, ya que su felicidad dependía de la del resto de hermanas y si una de ellas se separaba, el resto no tardaría en hacerlo. Era crónica de una separación anunciada.
- Vamos, adelántate, llévale el tocado a Dianthe. - Con un suave golpe instó a su hermana pequeña a que corriese delante de ella, ya que creía que aún no era el momento de tener esa conversación a solas, aquella, en la que seguramente la novia lloraría en sus brazos como lo haría en el regazo de la madre, pero ésta, a fin de cuentas, estaría junto a ella de una forma simbólica. Un ruído detrás suyo, la hizo sobresaltarse y de inmediato se giró, dejando fuera de su recogido un par de mechones de su rubio cabello.
- ¡Tenga cuidado! - Dijo, no por el hecho de que muchas de las flores dque adornarían el altar estaban ahora desperdigadas por el suelo, sino porque aquel hombre se iba a hacer daño si se le volvía a caer otra de las cajas. Chàrlotte se acercó y sin preocuparse por si su vestido - del mismo color amarillo suave que su cabello- se manchaba o si su cabello se alborotaba, se dispuso a ayudar a aquel hombre, recogiendo del suelo algunas de las hermosas rosas que yacían en el suelo como si siguiesen en el lugar del que fueron cortadas. La muchacha con un escueto "Gracias, no se preocupe, que yo se lo llevaré" tomó el ramo de su hermana y embriagada por su aroma, recogió el broche que cada una llevaría, en lugar de ramo, con su flor favorita, en su caso: el Jazmín.
Sus pasos, fueron guiados a través del camino, ya que prefirió no entrar a la iglesia por dónde cada invitado planeaba entrar, sino prefería dar un pequeño paseo hasta la entrada trasera de aquel lugar, dándose tiempo así para serenar su corazón.
···
Ella se mantenía serena; sobre ella recaía la árdua labor de mantener a la familia unida, al menos a sus hermanas ya que padre cada vez desaparecía más y más tras aquel viejo escritorio o se escondía quizás en aquel trabajo que se suponía zanjado, a fin de cuentas, para estar con ellas, pero no era así. Chàrlotte tomó lo necesario y junto a la más pequeña de las Marchessault partió hacia la iglesia, de nuevo, ya que se suponía que allí pasarían el resto de semana, una vez dianthe hubiera contraído matrimonio. Se le hacía difícil la idea de separarse de ellas, de todas, ya que juntas formaban un todo y si ya de por sí Denisse era la que más se alejaba de todas, eso al resto les ponía en una situación delicada, haciendo que cada momento entre hermanas se volviese lejano, ansiado e incluso añorado, cuando se suponía que antes iban juntas a cualquier lugar y jamás de los jamáses deberían de sentir ese gran vacío que ahora arremolinaba los corazones de cada una de ellas.
No tenía tiempo de hacer una vida como el resto de jóvenes, siempre trataba de juntar a su familia cuando no estaba trabajando en el hospital y sinceramente, aquella vida le consumía de un modo tan veloz que sentía que su vida ya estaba echada a perder. Si hubiera sido fiel a sus sentimientos, hacía tiempo que se hubiese ido de casa y seguir los pasos de su hermana Denisse no por el hecho de que se escaquease con chicos sino por el simple hecho de ser un alma libre. Ella, no menospreciaba la vida que le tocó, pero tampoco se sentía realmente feliz, ya que su felicidad dependía de la del resto de hermanas y si una de ellas se separaba, el resto no tardaría en hacerlo. Era crónica de una separación anunciada.
- Vamos, adelántate, llévale el tocado a Dianthe. - Con un suave golpe instó a su hermana pequeña a que corriese delante de ella, ya que creía que aún no era el momento de tener esa conversación a solas, aquella, en la que seguramente la novia lloraría en sus brazos como lo haría en el regazo de la madre, pero ésta, a fin de cuentas, estaría junto a ella de una forma simbólica. Un ruído detrás suyo, la hizo sobresaltarse y de inmediato se giró, dejando fuera de su recogido un par de mechones de su rubio cabello.
- ¡Tenga cuidado! - Dijo, no por el hecho de que muchas de las flores dque adornarían el altar estaban ahora desperdigadas por el suelo, sino porque aquel hombre se iba a hacer daño si se le volvía a caer otra de las cajas. Chàrlotte se acercó y sin preocuparse por si su vestido - del mismo color amarillo suave que su cabello- se manchaba o si su cabello se alborotaba, se dispuso a ayudar a aquel hombre, recogiendo del suelo algunas de las hermosas rosas que yacían en el suelo como si siguiesen en el lugar del que fueron cortadas. La muchacha con un escueto "Gracias, no se preocupe, que yo se lo llevaré" tomó el ramo de su hermana y embriagada por su aroma, recogió el broche que cada una llevaría, en lugar de ramo, con su flor favorita, en su caso: el Jazmín.
Sus pasos, fueron guiados a través del camino, ya que prefirió no entrar a la iglesia por dónde cada invitado planeaba entrar, sino prefería dar un pequeño paseo hasta la entrada trasera de aquel lugar, dándose tiempo así para serenar su corazón.
···
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
{·Emhyr Van Emreys·}
- ¡Alto! ¿Qué lleva ahí?
Un hombre, menudo y con rostro extrañado, intentaba tan sólo hacer su trabajo, con un jarrón de agua tibia, unas toallas y lo que parecían ser artilugios de peluquería.
- Soy el barbero, vengo a preparar al novio para el enlace.
Los guardias que custodiaban la puerta se echaron a reír con la consiguiente cara de desconcierto del barbero, como si éstos supiesen algo que el barbero desconocía; algo para nada extraño dado quién se encontraba dentro de la improvisada celda.
- Suerte, usted es el tercero que viene, esperemos que el último.
Y el hombre entró, saliendo a los dos minutos empapado de pies a cabeza, temblando, con uno de los cristales de sus gafas roto y totalmente perturbado.
- Se lo dije.
Tras unas risas por parte de los guardias, el hombre salió de allí farfullando cualquier cosa y preguntándose porqué tuvo que elegir aquella profesión, ya que no la creía tan peligrosa.
···
Vincenzo permanecía en aquella amplia habitación, con todo un caos por doquier. Era como un niño pequeño con una rabieta, ya que se le había privado de aquello con lo que todo el mundo soñaba y de lo que él alardeaba; libertad. Sus días como un hombre libre, se suponía que terminaban aquel mismo día, en el que conocería a su mujer y daría el si quiero totalmente sugestionado. Suena irónico, ¿verdad? Que un hombre curtido en alta mar se vez diezmado por un trato que hicieron en su nombre, hace tantos años. Ciertamente, no hizo daño a ninguno de los hombres que trataban de entrar en su "jaula", simplemente los espantaba emulando a un perturbado mental, destrozando todo cuanto traían. Boicoteando, a su manera, aquella maldita boda.
Aunque aquello le pareciese absurdo, su mente se preparaba para lo innegable, pues de algún modo los pensamientos que le rondaban -a parte de una posible huída- eran de todo menos alegres. No podía negar la posibilidad de casarse con una mujer, una como sheira, aquella vampiresa que murió en alta mar y todo por su culpa o eso creía él, ya que fué él quien decidió que viajasen en barcos distintos, manteniendo la curiosidad a una distancia prudente. Tras lo sucedido, él, no deseaba otra cosa más que haber acabado en el fondo del mar, como ella había hecho. Tal vez así el sufrimiento hubiese acabado, tan pronto como la felicidad llegó a su corazón. Sin embargo, ahora recuperado, se enfrentaba a una boda que no deseaba y que fácilmente tenía solución, ya que una vez tuviera la oportunidad de escaparse, dejaría a aquella mujer en tierra, aunque sobre su nombre rezase una grán búsqueda y captura. Vincenzo se sentó encima de un gran cofre marrón, que servía para guardar la sopa de cama y que estaba situado a los piés de la alcoba. Allí, puso los codos sobre las rodillas y se llevó las manos a la cara, como si con ello consiguiese evadir los pensamientos como si se tratase de agua fría. Recordó a su madre, pero más que a ella, a su abuelo, al que recurrió con una simple frase, de completa desesperación.
- Ayúdame a salir de ésta. - Susurró para sí.
···
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
"(...) y ellos serán el fruto del árbol envenenado"
···
León le dedicó una gentil y cansada sonrisa al jóven que acompañaba a Freya; no hacía falta indagar más de la cuenta para saber que era uno de los dos hijos que ella había tenido de un matrimonio anterior, al igual que León. Cuando lo vió irse, dejó que los pasos de la mujer le guiaran por el camino, pues no era la primera ni la última vez que se sentía de aquel modo tras la muerte de su mujer, dejándole profundamente triste, ante la tentativa que cada una de sus hijas le proponían cada día. Jamás las había castigado, ni reñido, pero de ser verdad él era el único que hacía respetar las normas de la casa, para que ninguna de ellas fuese tan malcriada como cualquiera de sus congéneres. Simplemente era así, sentía cómo éstas por un motivo u otro se alejaban de aquel nido que con tanto amor y trabajo se logró forjar en aquel hogar, dejándo la casa aún más sola que cuando él pasaba las largas temporadas metido en un cuarto, en la guerra, lejos del hogar. Pero Freya, ella era como un soplo de aire fresco, que le regalaba infinitas conversaciones que nunca morían en sus labios y que le brindaba lo agradable de su compañía, desde una perspectiva cautelosa, ya que ambos tenían familia y era muy difícil explicarles el motivo de su unión. Pero así era, León sentía en Freya una especie de vínculo, una mujer que le ayudaba a ver las cosas de otro modo, dejando que su corazón se aliviase cuando se agolpaba envenenado con cada latido, ante la arrogancia y el dolor de ver a su familia separada. Ella había pasado a convertirse en una mera compañera de largas conversas a una mujer sin la que poder pasar un minuto más de su no-tan-larga vida.
- Estás hermosa, no cabe duda de que muchos posarán sus ojos en tí, aunque eso verdaderamente no me importe. - Dijo con cierto deje de humor que paladeaba conforme la conversación fluía. Sus pasos eran guiados por los alrededores, sabiendo que nadie a la redonda podría interrumpirles, a menos que ellos lo quisieran así. León se paró, lo justo para admirar el paisaje, lleno de flores que caían de los árboles, dando un toque verdaderamente bonito a la boda de su hija.
- ¿Estás nerviosa? Si lo prefieres podríamos darlo a conocer en otro momento. - León soltó su mano, no por nada en especial, sino para inspirar el aire fresco que seguro sería lo único agradable que le depararía una vez entrasen en la iglesia. No creía que lo que allí dentro sucediese, pudiese ser arreglado el resto del día, ni siquiera de los años, pero de seguro que sus hijas nunca entenderían el motivo que le llevó a ello y sim'plemente le quedaba ser firme. - Sé lo difícil que es para un hijo ver a tu madre o padre volviendo a contraer segundas nupcias, pero de igual forma me gustaría conocer a tus hijos. - León se giró, volviendo la mirada hacia Freya, que era tan hermosa que era incómodo mirarla fíjamente a los ojos, por eso mismo lo hacía, sintiendo la belleza y su intensa personalidad fluir en su mirada.
- Va a ser muy difícil para mí lo que ocurra en el día de hoy y tu eres la única que me apoya en todo ésto. - León respiró hondo, como si quiero le librase de la carga que se le venía. Dicho aquello, León acercó sus labios al rostro de la mujer, depositando allí en su frente un escueto beso, que le aliviaba de cualquier cargo de consciencia. - Ellas no lo entenderán, sobre todo Denisse, ella es mi mayor dolor de cabeza. - Comentó, agachando nuevamente la cabeza, como si en el suelo encontrase la respuesta a todo lo que se le pasaba por la cabeza. - Al principio admiraba su fiereza, me hacía incluso gracia que intentase hacer cosas que no se debían hacer en una señorita, pero cada día fué a más, y luego vino el descontrol. - León levantó la mirada, en sus ojos se podía leer el grado de tristeza que había en él, creyendo que su familia lo era todo y que a día de hoy, nada había que se pudiese hacer para arreglarlo. Pero claro que León, se desvestía el alma tan sólo con Freya, aquella mujer cuyos consejos valían más que todo el oro del mundo, mostrándose sin embargo, regio e imperturbable cuando se encontraba en compañía del resto, ya que aquel era como el mundo de los animales, dónde si el león flaqueaba, las posibilidades de ser devorado o desterrado, aumentarían.
···
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 05/03/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Soltó la mano de su hermana, al ver que ésta ni hacía el intento de acompañarla. Se quedó mirando al extraño hombre que la acompañaba y tras entender que al vez, la compañía de aquel era mas "divertida" que la de una hermana molesta, suspiró resignada, hizo una reverencia como si el caballero se tratase de un príncipe, - deberán perdonar mi apuro, pero debo seguir... cuando quieras o puedas... querida mía, estaré donde tú sabes - , guiño un ojo y se dispuso a entrar en el recinto.
Pero justo cuando estaba por cruzar la puerta, le pareció que la voz de su padre llegaba a ella atraída por la brisa. Intrigada por lo que estuviera diciendo su padre, se dispuso a buscarlo. tomando en cuenta las enseñanzas que había adquirido en sus noches de práctica como cazadora, se fue moviendo sigilosamente. logró esconderse en un recodo del jardín. Fue allí, que aunque no podía ver con quien hablaba, pudo escuchar parte de la conversación.
Escuchó como le decía a una mujer, que el día sería muy duro para él, al lo que Denisse, asintió con un movimiento de cabeza, - lo sé, papá, soy perfectamente consciente de que el que mas sufre... eres tú - pensó acariciando una de las ramas que le ayudaban a pasar desapercibida. No le dio celos, pensar que su padre llegara a valorar la opinión de una mujer antes que la de sus hijas, lo que le hacía mucho daño, era pensar que si formaba otra familia, el amor que sentía por ellas, disminuiría. Quedo sin aliento, al escuchar las siguientes palabras de su padre. El mayor dolor de cabeza de su padre era ella, ¿acaso sabía de sus lecciones de cacería? o peor aún, su trabajo en el teatro. Los orbes de la joven se llenaron de lagrimas, ella no deseaba ser un peso para su padre, muy por el contrario, quería demostrarle que ella era independiente, que podía estar tranquilo, pues no le faltaría de nada, solo deseaba que él disfrutara de su vida, fuera con quien fuera, mientras que la felicidad estuviera presente.
Cubrió su rostro con sus manos e intentó detener su sollozo, mientras se apresuraba a entrar en la sacristía, y de allí a las habitaciones en donde sus hermanas la estarían esperando.
Pero justo cuando estaba por cruzar la puerta, le pareció que la voz de su padre llegaba a ella atraída por la brisa. Intrigada por lo que estuviera diciendo su padre, se dispuso a buscarlo. tomando en cuenta las enseñanzas que había adquirido en sus noches de práctica como cazadora, se fue moviendo sigilosamente. logró esconderse en un recodo del jardín. Fue allí, que aunque no podía ver con quien hablaba, pudo escuchar parte de la conversación.
Escuchó como le decía a una mujer, que el día sería muy duro para él, al lo que Denisse, asintió con un movimiento de cabeza, - lo sé, papá, soy perfectamente consciente de que el que mas sufre... eres tú - pensó acariciando una de las ramas que le ayudaban a pasar desapercibida. No le dio celos, pensar que su padre llegara a valorar la opinión de una mujer antes que la de sus hijas, lo que le hacía mucho daño, era pensar que si formaba otra familia, el amor que sentía por ellas, disminuiría. Quedo sin aliento, al escuchar las siguientes palabras de su padre. El mayor dolor de cabeza de su padre era ella, ¿acaso sabía de sus lecciones de cacería? o peor aún, su trabajo en el teatro. Los orbes de la joven se llenaron de lagrimas, ella no deseaba ser un peso para su padre, muy por el contrario, quería demostrarle que ella era independiente, que podía estar tranquilo, pues no le faltaría de nada, solo deseaba que él disfrutara de su vida, fuera con quien fuera, mientras que la felicidad estuviera presente.
Cubrió su rostro con sus manos e intentó detener su sollozo, mientras se apresuraba a entrar en la sacristía, y de allí a las habitaciones en donde sus hermanas la estarían esperando.
Denisse Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 14/12/2015
Localización : Paris
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Le sonrió complacida con sus palabras, siempre tenía León un gesto amable hacia ella; podía estar disgustado con el mundo que jamás había pagado un solo de sus enfados con la nigromante. -No tiene importancia quién se fije en mi pues yo solo tengo ojos para dos hombres-, respondió con un tono de voz bastante suave para no alterar la paz que se había creado a su alrededor, -el joven con quien he venido es Lucien, mi hijo-. Ya habría tiempo para presentaciones mñas tarde y para el pertinente aviso sobre el carácter del joven, no era experto como ella en disimular y aparentar bondad; a Lucien se le veía un aire cruel entre palabras de doble sentido, pero intentaría cubrir todo eso alegando que el ser un hombre con dinero y buena clase hacía que estuviera un tanto perdido en la vida del señor. Ganas le dieron de reír, todos aquellos infelices profesaban un amor a Dios, al supuesto salvador y redentor cuando lo único que hacían era desperdiciar su tiempo rezando a alguien a quien nada le importaban sus plegarias y suplicas.
Negó y sonrió a León, -claro que estoy nerviosa, es un día importante para tu familia pero espero que lo sea también para la mía y pronto poder hablar de tan solo una. La nuestra-, no mentía cuando decía que deseaba tener el anillo de compromiso en su mano izquierda. Disfrutaría con la cara de todas y cada una de sus hijas, con el absurdo temor de perder el lazo que mantenían son su padre y con el desagrado que despertaría en ellas. Ninguna de sus palabras podrían alertar a León sobre ella pues llevaban demasiado tiempo manteniendo aquella relación, había demostrado sobradamente a aquel padre de familia sus sentimientos y ya nada podría separarles.
Incluso para alguien como Lucien que sabía el motivo por el que su madre continuaba casándose con otros hombres tras la muerte de su padre, era duro soportar las relaciones de Freya con cada uno. La bondad y entereza de León le repelerían sobremanera e incluso había llegado a pensar que en algún momento todo lo que le había enseñado lo volviera en su contra. Nunca había manifestado el joven deseos de contraer nupcias pero era algo normal en un hombre que lo tenía todo sin necesidad de buscar amor o conveniencia. Freya ya se había ocupado de hacer ella los sacrificios necesarios para mantener un nivel de vida que bien les permitiría hacer y deshacer a su antojo. -Para Lucien es díficil, no le gusta ver hombres a mi alrededor pero tendrá que aceptarlo o empezar a buscarse la vida-, dijo tajante a León. No podía permitirse el lujo de parecer menos dura con su hijo de lo que esperaba que él fuera con sus cachorros cuando llegara el momento. -De momento tan solo podrás conocerle a él, el otro… digamos que se fue de casa hace años y no tenemos noticias de su paradero-, era más enfado que otra cosa lo que sentía al respecto pero bajó la mirada haciendo ver que aquello pesaba sobre sus hombros como una losa de piedra. -Por supuesto que te apoyo León, una joven no puede mantenerse sola, necesita formar una familia-, nada que ver con la vida que ella misma había llevado pero, ¿qué iba a decirle al viejo? -Cuando tú faltes, Dios quiera que eso ocurra muy tarde… Ellas sabrán el motivo por el que concertaste esos matrimonios-, acarició el apenado rostro ajeno y acabó por apoyar su frente en la ajena acariciando mientras la nuca de León.
-Deberíamos ir entrando no se escucha ya a los invitados en la calle-, ya le había hablado en más ocasiones de Denisse así como del resto de sus hijas por lo que creyó mejor eludir esa preocupación y hacer que fuera a por la novia. Sus caminos se separaban por el momento, León debería ir hacia la zona de la capilla en donde la novia se estaría ya preparado y ella, por el contrario, entraría por el portón principal. Así pues con un último gesto de apoyo emprendió el camino hacia el interior, buscando un sitio en los primeros bancos tal y como le había prometido. Se sintió maldita nada más pisar aquel reducto de Dios, notaba el odio de este hacia ella y sonrió por ello. Fue más allá, santiguándose en la entrada con la ridícula pila de agua bendita, disfrutaba sobremanera con esos pequeños gestos que sin duda alterarían al rival del señor a quien ella servía y era fiel. Seguramente Lucien estuviera también riéndose en su fuero interno por tener que fingir su devoción a Dios como todos los demás presentes y de hecho le dedicó un guiño cuando pasó de largo del banco en el que él se había sentado. Ahora sí, que empezara aquel espectáculo.
Negó y sonrió a León, -claro que estoy nerviosa, es un día importante para tu familia pero espero que lo sea también para la mía y pronto poder hablar de tan solo una. La nuestra-, no mentía cuando decía que deseaba tener el anillo de compromiso en su mano izquierda. Disfrutaría con la cara de todas y cada una de sus hijas, con el absurdo temor de perder el lazo que mantenían son su padre y con el desagrado que despertaría en ellas. Ninguna de sus palabras podrían alertar a León sobre ella pues llevaban demasiado tiempo manteniendo aquella relación, había demostrado sobradamente a aquel padre de familia sus sentimientos y ya nada podría separarles.
Incluso para alguien como Lucien que sabía el motivo por el que su madre continuaba casándose con otros hombres tras la muerte de su padre, era duro soportar las relaciones de Freya con cada uno. La bondad y entereza de León le repelerían sobremanera e incluso había llegado a pensar que en algún momento todo lo que le había enseñado lo volviera en su contra. Nunca había manifestado el joven deseos de contraer nupcias pero era algo normal en un hombre que lo tenía todo sin necesidad de buscar amor o conveniencia. Freya ya se había ocupado de hacer ella los sacrificios necesarios para mantener un nivel de vida que bien les permitiría hacer y deshacer a su antojo. -Para Lucien es díficil, no le gusta ver hombres a mi alrededor pero tendrá que aceptarlo o empezar a buscarse la vida-, dijo tajante a León. No podía permitirse el lujo de parecer menos dura con su hijo de lo que esperaba que él fuera con sus cachorros cuando llegara el momento. -De momento tan solo podrás conocerle a él, el otro… digamos que se fue de casa hace años y no tenemos noticias de su paradero-, era más enfado que otra cosa lo que sentía al respecto pero bajó la mirada haciendo ver que aquello pesaba sobre sus hombros como una losa de piedra. -Por supuesto que te apoyo León, una joven no puede mantenerse sola, necesita formar una familia-, nada que ver con la vida que ella misma había llevado pero, ¿qué iba a decirle al viejo? -Cuando tú faltes, Dios quiera que eso ocurra muy tarde… Ellas sabrán el motivo por el que concertaste esos matrimonios-, acarició el apenado rostro ajeno y acabó por apoyar su frente en la ajena acariciando mientras la nuca de León.
-Deberíamos ir entrando no se escucha ya a los invitados en la calle-, ya le había hablado en más ocasiones de Denisse así como del resto de sus hijas por lo que creyó mejor eludir esa preocupación y hacer que fuera a por la novia. Sus caminos se separaban por el momento, León debería ir hacia la zona de la capilla en donde la novia se estaría ya preparado y ella, por el contrario, entraría por el portón principal. Así pues con un último gesto de apoyo emprendió el camino hacia el interior, buscando un sitio en los primeros bancos tal y como le había prometido. Se sintió maldita nada más pisar aquel reducto de Dios, notaba el odio de este hacia ella y sonrió por ello. Fue más allá, santiguándose en la entrada con la ridícula pila de agua bendita, disfrutaba sobremanera con esos pequeños gestos que sin duda alterarían al rival del señor a quien ella servía y era fiel. Seguramente Lucien estuviera también riéndose en su fuero interno por tener que fingir su devoción a Dios como todos los demás presentes y de hecho le dedicó un guiño cuando pasó de largo del banco en el que él se había sentado. Ahora sí, que empezara aquel espectáculo.
Freya Venälaina- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 26
Fecha de inscripción : 15/04/2016
Localización : Junto a Satanás
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
*Vestido.
El entrar en la capilla con el ramo entre sus manos le hizo sentir un escalofrío que no pudo evitar, haciendo así que el vello de su nuca se erizase no por miedo ni pavor, sino por lo extraño de la situación. Tan sólo ahí pudo sentirse al igual que seguramente lo hacía su hermana, mirando hacia las ventanas o cualquier puerta directa para salir corriendo, aunque de hacer aquello, todo traería infinitos problemas más que una salvedad. Chàrlotte tragó saliva y sujetándose el vestido con una mano para no tropezarse, se dirigió hacia la parte de la capilla dónde todos estaban con los nervios a flor de piel, preparándolo todo para la salida de la novia. En el camino, entre las columnas, vió la silueta de un pequeño, que parecía esconderse del resto mientras lloraba. Chàrlotte, sin mediar palabra, vió que no muy lejos de él había un pequeño grupo de niños que se reían de él y lo único que hizo fué sonreir apaciblemente al niño en cuanto se agachó frente a él. Éste abrió los ojos como si acabase de ver algo muy bonito.
- ¿Eres un ángel? - Musitó con voz ronca y Chàrlotte se echó a reir, mientras sacaba un pañuelo de seda y se lo regalaba para que pudiese enjuagar sus lágrimas.
- No pequeño, pero ¿sabes una cosa?- Esperó hasta que captó la atención del niño con tan sólo su dulce y suave voz. - Tu ángel de la guarda siempre te está mirando, así que deberías de enseñarle que ya eres un hombrecito y no llorar más. Si lo haces, seguro que Ella le dará una patada en el trasero a esos niños.- Chàrlotte leguiñó un ojo y le dió un beso en la frente; se volvió a levantar para seguir el camino, asegurándose de que aquel pequeño se quedaba en buenas manos y dejaba de llorar.
Sus pasos la llevaron a través de puertas hasta que logró dar con el resto de sus hermanas. Dianthe ya se encontraba sóla a la espera de que padre la llevase al altar; esos instantes previos seguro que la martirizarían pero sabía que en el fondo ella era lo suficientemente fuerte como para salir victoriosa de aquel casamiento. Todo, ellas lo veían como un drama, porque siempre habían vivido juntas y se conocían tan bien que no podían pasar ni un minuto solas, y ahora todo eso quedaría en un segundo plano ya que Dianthe, una vez saliese de la iglesia, sería una mujer casada y tendría una vida muy distinta de la que conocía. Tan sólo le quedaba ser fuerte por el resto de ellas, sin embargo no todo eran malas noticias y una boda no era algo que se fuese a demorar mucho en ocurrir, ya que en el futuro -el resto de hermanas- correrían la misma suerte. Chàrlotte abrazó a cada una de sus hermanas y les dió el broche respectivo de la flor favorita de cada una. El suyo, un pequeño ramillete de jazmines dejaba un olor dulce y peculiar allí por dónde pasaba, dejando su propio sello en el aire que respiraban.
- Le acabo de dar el ramo a papá, que se lo llevará a Dianthe. Estoy muy nerviosa, ¿y ustedes?- Sinceridad era lo que esperaba obtener conociéndolas a todas, aun así, esperaba un poco de ayuda de parte de todas para que al menos, ante los ojos de Dianthe, aquel no fuese un día triste del todo.
···
El entrar en la capilla con el ramo entre sus manos le hizo sentir un escalofrío que no pudo evitar, haciendo así que el vello de su nuca se erizase no por miedo ni pavor, sino por lo extraño de la situación. Tan sólo ahí pudo sentirse al igual que seguramente lo hacía su hermana, mirando hacia las ventanas o cualquier puerta directa para salir corriendo, aunque de hacer aquello, todo traería infinitos problemas más que una salvedad. Chàrlotte tragó saliva y sujetándose el vestido con una mano para no tropezarse, se dirigió hacia la parte de la capilla dónde todos estaban con los nervios a flor de piel, preparándolo todo para la salida de la novia. En el camino, entre las columnas, vió la silueta de un pequeño, que parecía esconderse del resto mientras lloraba. Chàrlotte, sin mediar palabra, vió que no muy lejos de él había un pequeño grupo de niños que se reían de él y lo único que hizo fué sonreir apaciblemente al niño en cuanto se agachó frente a él. Éste abrió los ojos como si acabase de ver algo muy bonito.
- ¿Eres un ángel? - Musitó con voz ronca y Chàrlotte se echó a reir, mientras sacaba un pañuelo de seda y se lo regalaba para que pudiese enjuagar sus lágrimas.
- No pequeño, pero ¿sabes una cosa?- Esperó hasta que captó la atención del niño con tan sólo su dulce y suave voz. - Tu ángel de la guarda siempre te está mirando, así que deberías de enseñarle que ya eres un hombrecito y no llorar más. Si lo haces, seguro que Ella le dará una patada en el trasero a esos niños.- Chàrlotte leguiñó un ojo y le dió un beso en la frente; se volvió a levantar para seguir el camino, asegurándose de que aquel pequeño se quedaba en buenas manos y dejaba de llorar.
Sus pasos la llevaron a través de puertas hasta que logró dar con el resto de sus hermanas. Dianthe ya se encontraba sóla a la espera de que padre la llevase al altar; esos instantes previos seguro que la martirizarían pero sabía que en el fondo ella era lo suficientemente fuerte como para salir victoriosa de aquel casamiento. Todo, ellas lo veían como un drama, porque siempre habían vivido juntas y se conocían tan bien que no podían pasar ni un minuto solas, y ahora todo eso quedaría en un segundo plano ya que Dianthe, una vez saliese de la iglesia, sería una mujer casada y tendría una vida muy distinta de la que conocía. Tan sólo le quedaba ser fuerte por el resto de ellas, sin embargo no todo eran malas noticias y una boda no era algo que se fuese a demorar mucho en ocurrir, ya que en el futuro -el resto de hermanas- correrían la misma suerte. Chàrlotte abrazó a cada una de sus hermanas y les dió el broche respectivo de la flor favorita de cada una. El suyo, un pequeño ramillete de jazmines dejaba un olor dulce y peculiar allí por dónde pasaba, dejando su propio sello en el aire que respiraban.
- Le acabo de dar el ramo a papá, que se lo llevará a Dianthe. Estoy muy nerviosa, ¿y ustedes?- Sinceridad era lo que esperaba obtener conociéndolas a todas, aun así, esperaba un poco de ayuda de parte de todas para que al menos, ante los ojos de Dianthe, aquel no fuese un día triste del todo.
···
Chàrlotte Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 75
Fecha de inscripción : 20/03/2011
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
"You always be my princess"
···
León quiso decir mil y una cosas sobre la vida, sobre el enlace, sobre su tan secreta relación que en cuestión de horas sería conocida por todos los que le rodeaban; quería conversar sobre el infinito, sobre las mil y una maneras de poder aliviar el corazón de aquella mujer que sin dudarlo le prestó ayuda en tantas ocasiones, pero ella, con una mera caricia, mantuvo lejos a sus demonios, haciendo que León enmudeciese, recapacitando sobre el tiempo que tenía entre manos y el hecho de que había cosas que tenían que llevarse a cabo con la mayor brevedad y prudencia posible. Se separó de ella por un instante, acostumbrándose de nuevo a la soledad de sus pasos, entrando nuevamente a aquella capilla que le eran tan conocida, pues allí era dónde él una vez se casó y dónde dió el último adios a su mujer. Quizás ese fuese el motivo que le impulsó a elegir aquella humilde capilla, sintiendo a aquella que fué su compañera durante tantos años ver cómo su hija contraía matrimono, cerrando aquel pacto que hacía 17 años se selló de forma injusta.
Inevitablemente se encontró con algunos invitados rezagados que pretendían darle la enhorabuena antes de tiempo, pero él, tan correcto y elegante, les despidió con una simple y hueca sonrisa mientras se dirigía con paso seguro hacia dónde le esperaba su hija. En el camino le fué entregado el ramo de la novia, ya que el resto de hijas no debían de interrumpirla justo antes de salir al altar. Necesitaban un rato padre e hija, una conversación que quizás no hubiesen tenido desde hacía mucho tiempo, porque sabían lo doloroso que era y las largas discusiones que acababan por hacer que León no quisiese bajar a cenar durante días, no por molestia, sino por no querer ver cómo se le echaban malas miradas encima por una mala elección y prefería dejarles su espacio hasta que los ánimos se calmasen lo suficiente como para hacer vida normal. No era que él se evadiese de los problemas, sino que se auto-castigaba por hacer infelices a sus hijas, a las que había educado con toda la firmeza y amor del mundo durante todas las etapas de su vida. la enseñó -con ayuda de su esposa- a entender, a aceptar, pero a jamás rendirse y era por ello que a veces era difícil con lo que uno les había enseñado. No iba a negarlo, se sentía nervioso, quizás demasiado, al igual que la tristeza tan profunda que le embargaba desde que comenzó todo. León llegó a la puerta y respiró hondo, dando un par de golpes con los nudillos, dándole a entender que era el momento. Giró el pomo y el aroma a rosas que había por doquier estalló en su nariz justo en el instante en el que subió la mirada y se encontró con ella.
- Dianthe.- A penas pudo salir de su garganta, que parecía encogerse tras el shock de ver tan hermosa prueba de amor como era cada una de sus hijas, vestida de novia, dispuesta para entregársela a otro hombre, uno, que no se merecería ni la más mínima prueba de amor que ella pudiera regalarle. Pero ahí estaba él, siendo un padre orgulloso y apenado a partes iguales, adelantándose para tomar la mano de su hija y derrumbarse entre lágrimas, obligándole a sentarse y a bajar la mirada. Jamás en la vida se había mostrado de tal manera ante los ojos de ninguna de sus hijas, él, siempre se mostraba fuerte y regio en cada uno de sus haceres, para que ninguna de ellas pudiese ser en el futuro alguien a quien los reproches llegasen a cada momento. Nunca había mostrado debilidad más que las muestras de afecto cada vez que llegaba de uno de sus largos viajes, pero ahí estaba, llorando, tapándose el rostro con una de sus manos, como si todo estuviese perdido, pero no eran más que lágrimas de un padre triste por la partida de su adorada hija.
···
León Gerôme Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 05/03/2011
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Vestido
Los nervios la carcomían por dentro, al igual que la tristeza y las ganas de salir corriendo de aquella habitación donde aguardaba porque su padre fuera por ella. Dianthe estaba pasando por lejos el peor día de su vida, ese en el que debía lucir extremadamente feliz aunque por dentro se estuviese muriendo. De hecho, apenas y había abierto los ojos por la mañana sintió que el mundo se le colapsaba encima, a pesar de eso, trato de poner la mejor cara ante sus hermanas. Para la joven Marchessault que pronto abandonaría su apellido, la mañana paso como un mal sueño. El arreglo de su persona, el de sus hermanas, los cumplidos para la manera en como lucía y todas las platicas que tuvieron de camino a la iglesia, todo aquello se sentía tan irreal para la muchacha que ahora se sentía completamente confundida respecto a lo que estaba sucediendo.
En un intento por calmarse, Dianthe comenzó a caminar de un lado a otro respirando profundamente el aroma de las rosas decoraban aquella habitación. Necesitaba tranquilizar su corazón y sus pensamientos, esperar que todo saliera bien y quien sabía, quizás un matrimonio arreglado donde no conocía si quiera a su prometido no fuera tan malo después de todo. Una ligera sonrisa apareció en sus labios ante ese pensamiento tan optimista que a su vez provocó que sus pies se detuvieran y su ojos buscaran entonces el enorme espejo que se encontraba en un rincón de la habitación. Caminó en esos momentos solo para acercarse al espejo y mirarse a si misma. Lucía tan diferente con su vestido de novia, que incluso dudaba de ser ella misma la que se reflejaba en él.
– Tienes que ser valiente, esto… esto no va a ser el fin del mundo – se dijo a si misma, tratando de convencerse de que nada sería tan malo como se lo imaginaba. Cierto era que no podría ver a sus hermanas y su padre tanto como deseaba, pero no era como si su familia (o el amor que sintiera por ella) fuera a desaparecer sino todo lo contrario, al casarse, su familia iba a crecer.
Fue cuando un suspiro salió de sus labios que escuchó como es que tocaban la puerta y con la voz más calma que pudo, respondió.
– Adelante – a través del espejo vio como su padre entraba en la habitación. Llevaba en la mano un hermoso ramo de flores pero su expresión se notaba triste. Girando sobre si misma, Dianthe sonrió al hombre que le había convertido en la mujer que era y tomando parte de su vestido (ese del que sin querer había acabado enamorada) sonrió – ¿Te gusta? – la pregunta estaba de más, pero aún así, ella necesitaba escuchar que le dijera que le encantaba. La joven Marchessault había buscado un vestido no completamente blanco en un intento por enfurecer a su padre, sin embargo, ver la mirada decaída en el rostro de su progenitor la llevó a arrepentirse de haberlo si quiera pensado.
La distancia que separaba a padre e hija se volvió nula. León tomó con fuerza una de las manos de Dianthe y de un segundo a otro se derrumbo.
– Papá… – susurró Dianthe, quien hasta ese momento había creído ser la persona que más sufría con su boda pero que ciega que estuvo. Su padre sufría tanto o más que ella y eso no lo merecía un hombre como él. Las lagrimas amenazaban con salir de los ojos de la muchacha, lagrimas que se obligo a contener por el bien del hombre que desde siempre le había protegido. León era el mejor padre que cualquiera podría pedir y así como siempre fue fuerte por sus hijas, era momento de que una de ellas lo fuera por él – Papá no llores – con cariño le acarició la mejilla hasta lentamente alzarle el rostro y limpiarle las lagrimas – Todo esta bien, yo estoy bien y quiero que también tu lo estés – Se llevó la mano que aun entrelazaba con su padre a los labios y le beso, sonriendo después de hacerlo – Eres el hombre más apuesto que existe en el mundo y es un orgullo para mi que seas mi padre.
Era increíble que la simple presencia de su padre a su lado la llevará a la calma, a aceptar su destino y a misteriosamente sentirse alegre pero esa era la magia de los padres, capaces de calmar a cualquiera con su amor.
– ¿Estamos listos? – preguntó entonces, notando un nerviosismo diferente al que sintiera antes, uno que apareció justamente cuando las campanas de la iglesia comenzaban a repicar.
Los nervios la carcomían por dentro, al igual que la tristeza y las ganas de salir corriendo de aquella habitación donde aguardaba porque su padre fuera por ella. Dianthe estaba pasando por lejos el peor día de su vida, ese en el que debía lucir extremadamente feliz aunque por dentro se estuviese muriendo. De hecho, apenas y había abierto los ojos por la mañana sintió que el mundo se le colapsaba encima, a pesar de eso, trato de poner la mejor cara ante sus hermanas. Para la joven Marchessault que pronto abandonaría su apellido, la mañana paso como un mal sueño. El arreglo de su persona, el de sus hermanas, los cumplidos para la manera en como lucía y todas las platicas que tuvieron de camino a la iglesia, todo aquello se sentía tan irreal para la muchacha que ahora se sentía completamente confundida respecto a lo que estaba sucediendo.
En un intento por calmarse, Dianthe comenzó a caminar de un lado a otro respirando profundamente el aroma de las rosas decoraban aquella habitación. Necesitaba tranquilizar su corazón y sus pensamientos, esperar que todo saliera bien y quien sabía, quizás un matrimonio arreglado donde no conocía si quiera a su prometido no fuera tan malo después de todo. Una ligera sonrisa apareció en sus labios ante ese pensamiento tan optimista que a su vez provocó que sus pies se detuvieran y su ojos buscaran entonces el enorme espejo que se encontraba en un rincón de la habitación. Caminó en esos momentos solo para acercarse al espejo y mirarse a si misma. Lucía tan diferente con su vestido de novia, que incluso dudaba de ser ella misma la que se reflejaba en él.
– Tienes que ser valiente, esto… esto no va a ser el fin del mundo – se dijo a si misma, tratando de convencerse de que nada sería tan malo como se lo imaginaba. Cierto era que no podría ver a sus hermanas y su padre tanto como deseaba, pero no era como si su familia (o el amor que sintiera por ella) fuera a desaparecer sino todo lo contrario, al casarse, su familia iba a crecer.
Fue cuando un suspiro salió de sus labios que escuchó como es que tocaban la puerta y con la voz más calma que pudo, respondió.
– Adelante – a través del espejo vio como su padre entraba en la habitación. Llevaba en la mano un hermoso ramo de flores pero su expresión se notaba triste. Girando sobre si misma, Dianthe sonrió al hombre que le había convertido en la mujer que era y tomando parte de su vestido (ese del que sin querer había acabado enamorada) sonrió – ¿Te gusta? – la pregunta estaba de más, pero aún así, ella necesitaba escuchar que le dijera que le encantaba. La joven Marchessault había buscado un vestido no completamente blanco en un intento por enfurecer a su padre, sin embargo, ver la mirada decaída en el rostro de su progenitor la llevó a arrepentirse de haberlo si quiera pensado.
La distancia que separaba a padre e hija se volvió nula. León tomó con fuerza una de las manos de Dianthe y de un segundo a otro se derrumbo.
– Papá… – susurró Dianthe, quien hasta ese momento había creído ser la persona que más sufría con su boda pero que ciega que estuvo. Su padre sufría tanto o más que ella y eso no lo merecía un hombre como él. Las lagrimas amenazaban con salir de los ojos de la muchacha, lagrimas que se obligo a contener por el bien del hombre que desde siempre le había protegido. León era el mejor padre que cualquiera podría pedir y así como siempre fue fuerte por sus hijas, era momento de que una de ellas lo fuera por él – Papá no llores – con cariño le acarició la mejilla hasta lentamente alzarle el rostro y limpiarle las lagrimas – Todo esta bien, yo estoy bien y quiero que también tu lo estés – Se llevó la mano que aun entrelazaba con su padre a los labios y le beso, sonriendo después de hacerlo – Eres el hombre más apuesto que existe en el mundo y es un orgullo para mi que seas mi padre.
Era increíble que la simple presencia de su padre a su lado la llevará a la calma, a aceptar su destino y a misteriosamente sentirse alegre pero esa era la magia de los padres, capaces de calmar a cualquiera con su amor.
– ¿Estamos listos? – preguntó entonces, notando un nerviosismo diferente al que sintiera antes, uno que apareció justamente cuando las campanas de la iglesia comenzaban a repicar.
Akseli Nygard- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 09/04/2014
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Vincenzo Danislăv escribió:{·Emhyr Van Emreys·}
- ¡Alto! ¿Qué lleva ahí?
Un hombre, menudo y con rostro extrañado, intentaba tan sólo hacer su trabajo, con un jarrón de agua tibia, unas toallas y lo que parecían ser artilugios de peluquería.
- Soy el barbero, vengo a preparar al novio para el enlace.
Los guardias que custodiaban la puerta se echaron a reír con la consiguiente cara de desconcierto del barbero, como si éstos supiesen algo que el barbero desconocía; algo para nada extraño dado quién se encontraba dentro de la improvisada celda.
- Suerte, usted es el tercero que viene, esperemos que el último.
Y el hombre entró, saliendo a los dos minutos empapado de pies a cabeza, temblando, con uno de los cristales de sus gafas roto y totalmente perturbado.
- Se lo dije.
Tras unas risas por parte de los guardias, el hombre salió de allí farfullando cualquier cosa y preguntándose porqué tuvo que elegir aquella profesión, ya que no la creía tan peligrosa.···
Vincenzo permanecía en aquella amplia habitación, con todo un caos por doquier. Era como un niño pequeño con una rabieta, ya que se le había privado de aquello con lo que todo el mundo soñaba y de lo que él alardeaba; libertad. Sus días como un hombre libre, se suponía que terminaban aquel mismo día, en el que conocería a su mujer y daría el si quiero totalmente sugestionado. Suena irónico, ¿verdad? Que un hombre curtido en alta mar se vez diezmado por un trato que hicieron en su nombre, hace tantos años. Ciertamente, no hizo daño a ninguno de los hombres que trataban de entrar en su "jaula", simplemente los espantaba emulando a un perturbado mental, destrozando todo cuanto traían. Boicoteando, a su manera, aquella maldita boda.
Aunque aquello le pareciese absurdo, su mente se preparaba para lo innegable, pues de algún modo los pensamientos que le rondaban -a parte de una posible huída- eran de todo menos alegres. No podía negar la posibilidad de casarse con una mujer, una como Sheira, aquella vampiresa que murió en alta mar y todo por su culpa o eso creía él, ya que fue él quien decidió que viajasen en barcos distintos, manteniendo la curiosidad a una distancia prudente. Tras lo sucedido, él, no deseaba otra cosa más que haber acabado en el fondo del mar, como ella había hecho. Tal vez así el sufrimiento hubiese acabado, tan pronto como la felicidad llegó a su corazón. Sin embargo, ahora recuperado, se enfrentaba a una boda que no deseaba y que fácilmente tenía solución, ya que una vez tuviera la oportunidad de escaparse, dejaría a aquella mujer en tierra, aunque sobre su nombre rezase una gran búsqueda y captura. Vincenzo se sentó encima de un gran cofre marrón, que servía para guardar la sopa de cama y que estaba situado a los pies de la alcoba. Allí, puso los codos sobre las rodillas y se llevó las manos a la cara, como si con ello consiguiese evadir los pensamientos como si se tratase de agua fría. Recordó a su madre, pero más que a ella, a su abuelo, al que recurrió con una simple frase, de completa desesperación.
- Ayúdame a salir de ésta. - Susurró para sí.···
Habían pasado semanas desde que sus puños se habían cruzado en la arena de pugiles, y con ello se había iniciado un reencuentro de una amistad que parecía haber muerto hace demasiados años cerca de la mar.
Había hecho sus vidas separadas desde que habían sido como hermanos en un pasado que parecía bien lejano, en una de las muchas vidas que el turco había vivido en su exilio. Habían sido confidentes, había luchado juntos, se había divertida en alguna escaramuza, y se habían traicionado por salvar sus pellejos. O más bien, Emhyr se había marchado la la vida que Vincenzo le había regalado, huyendo de nuevo en su vida de nómada y eterno desterrado. Como siempre la necesidad de huir de su destino de muerte y perseguidores.
Y allí estaba, no sabía por qué, ni que le había empujado a asistir al evento. Ligeramente su compañero le había contado que se iba a a casar, pero había algo en todo ello que no le cuadraba, ¿Vincenzo casarse? No iba mucho con él. A lo mejor había decidido sentar la cabeza, ¿quién sabía? La curiosidad le picaba, y la verdad todo aquello le olía a cuerno quemado.
Acertada eran sus sospechas, no le había costado demasiado colarse en el lugar, ¿por qué el novio de la boda tenía guardias?
Un instante observo la ola de barberos que salía y entraban sin mucho éxito, y allí vio la oportunidad.
Fácil deshacerse de un cuerpo inconsciente, y tomar todos su artilugios y ropas. Sinceramente le quedaba algo holgadas las vestimentas de barbero y tampoco le iban demasiado, pero menos es más.
Presentando en la puerta, los guardias casi ni cuestionaban, más buen suspiraban sintiendo que aquellos era una mala broma, y lo miraban compadeciéndose de su suerte.
Por fin pudo entrar en la habitación.
-No me llego la invitación a la boda... Como descuidas a tus amigos. -Afirmo el turco.
Emhyr Van Emreys- Licántropo Clase Baja
- Mensajes : 678
Fecha de inscripción : 31/07/2010
DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
{·Emhyr Van Emreys·}
···
Vincenzo se giró violentamente lanzando un vaso que no tardó en estrellarse junto a la puerta, dándose cuenta mientras éste volaba, de que no era un barbero lo que acababa de entrar a su "celda", sino su mejor y más tramposo amigo. No pudo evitarlo y por inercia se dibujó en sus labios una sonrisa de satisfacción, ya que él siempre le sorprendía cada vez que se encontraban pero siempre acababan peleados de una forma u otra. De cualquier modo, la visita de Emhyr decía mucho de las intenciones de su fiel amigo ya que era la única persona que se alejaba de él en cualquier momento pero siempre acudía cuando éste más lo necesitaba, como si entre ambos existiese una especiede simbiosis que les decía cuándo y dónde acudir; el cómo escapar ya lo verían.
- ¡Me vas a afeitar los huevos!- Hizo un gesto de silencio hacia su amigo y estampó -ésta vez- una figurilla de madera contra la puerta, para que los guardias no se sintieran extrañados por el silencio reinante allí dentro.
- No pensé que te gustasen éstas cosas, además, ¿no crees que es lo suficientemente ridículo que me encierren?- Dicho aquello saludó a su amigo con un fuerte abrazo, demorándose más de dos segundos en separarse, denotando con aquello que aquella situación verdaderamente se le escapaba de las manos. - Diría que me sorprende verte así vestido, pero no lo haré, porque eres un maestro escapista así como... Seguro que te has vestido de mujer en algún momento, ¿verdad? - Se echó a reir sin llamar demasiado la atención, dándole a entender a los de afuera que al fín había aceptado a uno de los barberos enviados para adecentar al novio.
- Es una simple boda, pero sabes tan bien como yo que odio sentirme atado a un lugar, más aún todavía a la idea de contraer matrimonio, después de lo de "Ella".- Emhyr era el único que compartía aquel secreto que haría remover todo su mundo, como el pasado que tuvo y la boda que no pudo realizarse por culpa del accidente. Él, volvió su tez más seria, frunciendo el ceño como solía cada vez que se sentía triste y no podía recurrir a la broma. - Me aislaron para que no huyese, sí, ríete, hasta yo mismo lo haría por ser tan estúpido como para dejarse atrapar.- Vincenzo se sentó en un gran baul que reposaba a los pies de la cama, abatido, aunque con la clara idea de que Emhyr, con su tan sóla visita a aquel lugar, podría salvar todo el día. El destino estaba en manos del turco, así como la cuchilla que estaba en sus manos.
···
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Apenas entró al pasillo que daba a la sacristía, pudo observar como se acercaba su hermana, cargando los diferentes broches que simbolizaban a cada una de las hermanas. Por ello se adelantó para entrar a la nave y esperar junto con sus otras hermanas que Chàrlotte apareciera a darles aquel presente cargado de simbolismo.
Intentó secar sus lagrimas lo mejor que pudo, y disimular su tristeza, no era el momento ni el lugar para arruinar la situación, ademas, si su querida Dianthe había decidido dar aquel paso, ¿quien era ella para arruinarle su boda? suspiró desanimada, lo único que esperaba era que a su padre no se le pasara por la cabeza que ella también debía casarse, porque de ser así, no tendría otra salida que huir. No deseaba hacerlo sentir mal, pero él también debía entender a sus hijas y lamentablemente no lo hacía, o por lo menos no en su caso.
Bajó la mirada cuando vió que su hermana se acercaba, inspiró profundamente e intentó marcar una sonrisa en su rostro, aunque su nariz se encontraba algo roja y sus pestañas cuajadas en lagrimas, pero tenía la leve esperanza que Chàrlotte, pensara que era por el casamiento, por recordar que tras de éste, se separarían para siempre las hermanas y que aquel vinculo maravilloso que existía entre ellas, lentamente se iría agrietando hasta ser pequeñas islas, que cada tanto se visitarían, hablarían por cortesía y terminarían alejándose hasta no volverse a ver, ¿porqué su perspectiva del futuro era tan negro? era fácil de deducir, ¿que marido común y corriente, sería lo bastante abierto de mentes como para aceptar a una cuñada soltera, que escriba los guiones para espectáculos en el teatro Imperian? ninguno, y ella lo sabía bien.
Sonrió y abrazó a su hermana, con un profundo sentimiento de tristeza, tomó su broche de Magnolia y se disculpó, necesitaba estar sola, tomar unos minutos mas para poder entender que su vida estaba dando un cambio permanente y que pronto debería decidir su propio futuro.
Ya en el jardín, se arrebujó en la capa que ocultaba su escandaloso vestido, - deberé ir a cambiarme- en cuanto comience la ceremonia... serán unos pocos minutos, si tomo prestado un caballo - apretó el broche entre sus manos y asintió con la cabeza, no pensaba hacer pasar malos momentos, ni a su hermana, ni a su padre.
Intentó secar sus lagrimas lo mejor que pudo, y disimular su tristeza, no era el momento ni el lugar para arruinar la situación, ademas, si su querida Dianthe había decidido dar aquel paso, ¿quien era ella para arruinarle su boda? suspiró desanimada, lo único que esperaba era que a su padre no se le pasara por la cabeza que ella también debía casarse, porque de ser así, no tendría otra salida que huir. No deseaba hacerlo sentir mal, pero él también debía entender a sus hijas y lamentablemente no lo hacía, o por lo menos no en su caso.
Bajó la mirada cuando vió que su hermana se acercaba, inspiró profundamente e intentó marcar una sonrisa en su rostro, aunque su nariz se encontraba algo roja y sus pestañas cuajadas en lagrimas, pero tenía la leve esperanza que Chàrlotte, pensara que era por el casamiento, por recordar que tras de éste, se separarían para siempre las hermanas y que aquel vinculo maravilloso que existía entre ellas, lentamente se iría agrietando hasta ser pequeñas islas, que cada tanto se visitarían, hablarían por cortesía y terminarían alejándose hasta no volverse a ver, ¿porqué su perspectiva del futuro era tan negro? era fácil de deducir, ¿que marido común y corriente, sería lo bastante abierto de mentes como para aceptar a una cuñada soltera, que escriba los guiones para espectáculos en el teatro Imperian? ninguno, y ella lo sabía bien.
Sonrió y abrazó a su hermana, con un profundo sentimiento de tristeza, tomó su broche de Magnolia y se disculpó, necesitaba estar sola, tomar unos minutos mas para poder entender que su vida estaba dando un cambio permanente y que pronto debería decidir su propio futuro.
Ya en el jardín, se arrebujó en la capa que ocultaba su escandaloso vestido, - deberé ir a cambiarme- en cuanto comience la ceremonia... serán unos pocos minutos, si tomo prestado un caballo - apretó el broche entre sus manos y asintió con la cabeza, no pensaba hacer pasar malos momentos, ni a su hermana, ni a su padre.
Denisse Marchessault- Humano Clase Alta
- Mensajes : 17
Fecha de inscripción : 14/12/2015
Localización : Paris
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Saddest way
···
Previamente:
Vincenzo pasó unos últimos minutos con su gran amigo y confidente o quizás fuese algo más que eso, algo así como un hermano, alguien en quien podía confiar ciegamente y aunque para el resto del mundo pudiese existir una figura así, para él era una pieza fundamental de su vida dado que en su mundo, ese que estaba lleno de traiciones, sangre y constantes pérdidas, no cabía regocijo alguno ni probabilidad para la amistad, una que con él se presentó de la forma más sincera y estúpida de todas; algo para nada corriente.
Las siguientes palabras que le dedicó al turco sonaban como una llamada desesperada para huir de aquel lugar de una forma rápida, quizás una vez acabada la ceremonia, incluso el banquete, allí dónde todos se despidan y se diesen cuenta de que él no estaba por los alrededores; si, necesitaba huir, porque no había nada más amargo que sentirse recluído cual pájaro, con la extrema necesidad de sentir el viento en sus alas.
("Haz lo que sea amigo mío, pero sácame de ésta maldita pesadilla") La voz de Vincenzo sonó sincera a mas no poder, relegando en su amigo del alma la posibilidad de huir contra más lejos de París fuese, con tal de no volver, aunque dejase a una esposa atrás, sola. La posible muchacha no tendría por qué aguantar mnalos modos, ni silencios que abrumarían a cualquiera, no tenía por qué aguantar las idas y venidas, ni tampoco sus constantes ansias de libertad. Con suerte, la muchacha olvidaría aquel día y en el plazo de un año el matrimonio se trataría nulo y podría rehacer su vida como siempre estuvo predestinado a ocurrir. Sin embargo, la vida del pirata era mucho más complicada y sólo podía aspirar a una vida libre, con la probabilidad de ser un hombre que muera jóven y en alta mar, sólo, como siempre estuvo predestinado dada su condición. Quizás nadie le volviese a recordar y su nombre se perdiese en la bruma de mar, pero era una vida que él mismo había elegido.
···
Los guardas interrumpieron la breve conversación que amenazaba con alargarse. Aquello parecía una confesión de un reo hacia el cura antes de que éste fuese ejecutado y en cierta parte así sería. Podría tomarse aquello como una mera prueba a superar o de una forma más chistosa, parecería que lo estuviesen llevando al matadero. Pero Vincenzo no era sólo un hombre con corazón de niño al que le arrebatan el caramelo favorito o le castigan sin poder jugar en la calle; él era un hombre que respiraba melancolía y recordaba cosas que quizás había preferido mantener lejos durante toda su vida. Recordó a Sheyra, su primer y único amor que creía verdadero, recordó sus momentos más felices durante su no tan larga vida y ninguno se parecía a lo que hubo vivido con ella y el casarse con alguien que no fuera ella misma le parecía el más feo de los insultos. Pero había algo en él que incluso se extrañó de pensarlo y era, que ya había dejado atrás a aquella mujer para poder salir de aquella depresión que amenazaba con matarle antes de tiempo de hambruna o de lo desquiciado que se sentía tras la pérdida. Hacía tiempo le había dicho adios definitivamente, quedando así como un recuerdo más de su ajetreada vida. Vincenzo, pasados unos escasos minutos, se encontraba frente a un portón de madera, sólo, con las manos vacías y la mirada gacha, engalanado con un hermoso traje entre azul, blanco y con detalles en plata y una flor sacada del ramo de la novia sobresaliendo del bolsillo de su chaqueta, con una barba arreglada por su amigo que no desataría blasfemias entre los asistentes y tampoco por parte de él mismo ya que se negaba a ir con la cara afeitada.
Las puertas se abrieron, dando paso al murmullo por parte de todos los asistentes por ver por fín de quién se trataba el hombre a quién le fué dada en mano la más preciada joya de los Marchessault. Caminó de forma regia por el pasillo central ante la atenta mirada de cientos de desconocidos, aunque realmente no debería de caminar sólo sino de la mano de su madre según marcaba la tradición. Segunda regla que rompía con su aparición. El constante murmullo de todos aquellos que no dejaban de prestarle atención era abrumadora como absurda, todos parecían hablar de él si no era por su descarada forma de llevar barba, se centraban en el brillo de sus ojos verdes, que nadie entendería que la plata estaba incrustada en ellos hasta que lo viesen más de cerca, cosa que no ocurriría salvo con su futura esposa, la cual parecía retrasarse con cierta elegancia. Él, simplemente se veía hermoso, aún cuando entre tanta gente no se encontraba nadie que lo conociese, salvo su padre, el que había manejado todos los hilos por él, aunque no mantenía relación alguna y éste aparecía tan sólo para asegurarse de que el muchacho llegaba al altar sin hacer de las suyas. Hecho el contacto visual, dando por hecho que el trato estaba cerrado, se marchó, dejando al pirata sólo ante sus demonios. Vincenzo tomó aire, apretando la mandíbula por tener que mantener la compostura tras el nuevo desprecio de su padre y se mantuvo expectante, erguido de una forma elegantemente natural, en el altar a que la novia hiciese aparición.
···
Vincenzo Danislăv- Hechicero/Realeza
- Mensajes : 339
Fecha de inscripción : 01/07/2010
Edad : 37
Localización : Roma.
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
And if I open my heart to you,
I'm hoping you'll show me what to do,
And if you help me to start again,
You know that I'll be there for you in the end!
Way back into love - Hugh Grant & Haley Bennett
El repicar de las campanas aceleraba su corazón como nunca creyó le fuera a suceder en la vida. Su mirada estaba completamente sobre la de su padre, quien asintió a su pregunta y entregándole el ramo le beso la mejilla. Después de haberlo visto sufrir y tratar de consolarlo, Dianthe sabía que no necesitaban más palabras. Ella sabía que si progenitor le amaba más que a nada en el mundo, al igual que a sus hermanas y ella, bueno, ella trataría de ser feliz por él, para que no sufriera, después de todo, ¿Qué era lo peor que podía suceder?. León ofreció el brazo a su hija, quien se aferró con fuerza al mismo. Dianthe sentía que en cuanto comenzará a andar las piernas le fallarían y aunque no le importaba caerse frente a su padre, si le preocupaba hacerlo mientras estuviera caminando en dirección al altar, a su nueva vida.
Una vez que Dianthe y su padre abandonaron la pequeña habitación donde la aún Marchessault se encontraba, la novia se topo de manera directa con todas sus hermanas, quienes estaban listas para acompañar a su hermana en aquel día tan especial para ella, ese que aunque no lo supieran, definiría también el destino de todas y cada una de ellas. Tras una despedida pequeña con cada una de sus hermanas, finalmente Dianthe estaba lista para caminar hasta el altar. Sin soltar un solo segundo el brazo de su padre, Dianthe espero a que la marcha nupcial comenzara a sonar y las puertas de la iglesia se abrieran para darle la bienvenida a ella, la única que faltaba para dar comienzo a aquella celebración.
En el segundo en que las puertas se abrieron, un montón de miradas curiosas se posaron sobre ella, seguidas por los cuchicheos que casi provocan que la Marchessault regresara a la habitación donde antes se encontrará, sin embargo, fue la mano de su padre la que le dio la fuerza para comenzar a andar.
Mientras caminaba al lado de su padre, la mirada de Dianthe buscaba centrarse en cualquier cosa que no fuera la figura masculina que le esperaba. No deseaba encontrarse tan pronto con la mirada de su futuro esposo pues sabía que de hacerlo los nervios la volverían su presa, llevándola a terminar corriendo para escapar y eso era lo último que quería hacer.
Con cada paso que daba su corazón amenazaba con detenerse pero fue el momento en que finalmente llegaba a su destino cuando juró que al menos por un par de segundos, realmente su corazón se detuvo. En el instante que su padre soltaba su brazo para entregárselo a otro hombre, Dianthe levanto la mirada encontrándose con unos intensos ojos verdes que la miraban fijamente, ojos que reconocía de encuentros anteriores y que la llevaron a entreabrir los labios para pronunciar la única palabra capaz de brotar de ellos en ese momento.
– Vicenzo…
I'm hoping you'll show me what to do,
And if you help me to start again,
You know that I'll be there for you in the end!
Way back into love - Hugh Grant & Haley Bennett
El repicar de las campanas aceleraba su corazón como nunca creyó le fuera a suceder en la vida. Su mirada estaba completamente sobre la de su padre, quien asintió a su pregunta y entregándole el ramo le beso la mejilla. Después de haberlo visto sufrir y tratar de consolarlo, Dianthe sabía que no necesitaban más palabras. Ella sabía que si progenitor le amaba más que a nada en el mundo, al igual que a sus hermanas y ella, bueno, ella trataría de ser feliz por él, para que no sufriera, después de todo, ¿Qué era lo peor que podía suceder?. León ofreció el brazo a su hija, quien se aferró con fuerza al mismo. Dianthe sentía que en cuanto comenzará a andar las piernas le fallarían y aunque no le importaba caerse frente a su padre, si le preocupaba hacerlo mientras estuviera caminando en dirección al altar, a su nueva vida.
Una vez que Dianthe y su padre abandonaron la pequeña habitación donde la aún Marchessault se encontraba, la novia se topo de manera directa con todas sus hermanas, quienes estaban listas para acompañar a su hermana en aquel día tan especial para ella, ese que aunque no lo supieran, definiría también el destino de todas y cada una de ellas. Tras una despedida pequeña con cada una de sus hermanas, finalmente Dianthe estaba lista para caminar hasta el altar. Sin soltar un solo segundo el brazo de su padre, Dianthe espero a que la marcha nupcial comenzara a sonar y las puertas de la iglesia se abrieran para darle la bienvenida a ella, la única que faltaba para dar comienzo a aquella celebración.
En el segundo en que las puertas se abrieron, un montón de miradas curiosas se posaron sobre ella, seguidas por los cuchicheos que casi provocan que la Marchessault regresara a la habitación donde antes se encontrará, sin embargo, fue la mano de su padre la que le dio la fuerza para comenzar a andar.
Mientras caminaba al lado de su padre, la mirada de Dianthe buscaba centrarse en cualquier cosa que no fuera la figura masculina que le esperaba. No deseaba encontrarse tan pronto con la mirada de su futuro esposo pues sabía que de hacerlo los nervios la volverían su presa, llevándola a terminar corriendo para escapar y eso era lo último que quería hacer.
Con cada paso que daba su corazón amenazaba con detenerse pero fue el momento en que finalmente llegaba a su destino cuando juró que al menos por un par de segundos, realmente su corazón se detuvo. En el instante que su padre soltaba su brazo para entregárselo a otro hombre, Dianthe levanto la mirada encontrándose con unos intensos ojos verdes que la miraban fijamente, ojos que reconocía de encuentros anteriores y que la llevaron a entreabrir los labios para pronunciar la única palabra capaz de brotar de ellos en ese momento.
– Vicenzo…
Akseli Nygard- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 09/04/2014
Re: Fruit of the poisoned tree ·|· Trama Marchessault 2A ·|· Sólo asistentes
Dianthe Marchessault era sin duda alguna una de las mujeres más hermosas que había visto en su vida, no estaba seguro si era gracias al opulento vestido que parecía reflejar más luz que los mismos cristales y vitrales de la iglesia o si era su perfecta piel maquillada para la ocasión, de cualquier manera, no pudo evitar que una exclamación saliera de su boca cuando la futura novia apareció en la entrada de la mano de su padre.
Diodore les observó caminar lentamente por la alfombra y no pudo evitar notar una extraña combinación de orgullo y tristeza en los ojos del señor Marchessault ¿No estaba feliz por su hija? se preguntaba, siempre se había imaginado que los padres estarían extremadamente felices ante el prospecto de entregar una hija en matrimonio, el matrimonio era uno de los sacramentos más sagrados de la iglesia y la demostración de amor más grande (después del amor a Dios, claro estaba) entre dos seres humanos.
Entonces la pregunta llegó a su mente mientras observaba la expresión nerviosa de Dianthe ¿Estaba enamorada de su alteza real Vincenzo Danislăv? Uno pensaría que el sueño de toda niña era casarse con un hombre de la realeza, en este caso Dianthe se convertiría nada más ni nada menos que en la Reina, Diodore se esperaba encontrar más gozo en la expresión de ella.
- Oremos - Comenzó Diodore pidiendo al público que se pusiera de pie - Levantemos el corazón y escuchemos las enseñanzas del señor, Mateo 19:4-6 “El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 19:6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. -
El sacerdote miro a ambos y continuó.
- Su alteza real Vicenzo, Madame Marchessault, luego de esta ceremonia, sereís uno en cuerpo y alma frente a los ojos de Dios - Comenzó, luego pasó las páginas de la biblia para continuar leyendo otro versículo - 1 Corintios 7: 1-5 “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; 7:2 pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. 7:3 El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.7:4 La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.7:5 No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”.-
Carraspeó al terminar de leer las palabras, siempre le había avergonzado leer esa parte, porque él nunca había yacido con una mujer, por lo que no comprendía completamente como funcionaba ese deseo carnal, pero la biblia advertía sobre la fornicación repetidamente en varios versículos, por lo que consideraba importante que la futura pareja pensara en ello.
- Ahora, Su alteza Real Vicenzo, mirad a vuestra futura esposa a los ojos y decid vuestros sagrado juramento, repetid después de mi, Yo Vicenzo Danislăv, prometo protegerte en las dificultades, estar a tu lado en la enfermedad, ser tu escudo y espada, proveedor y compañero para que nada te pase - Diodore se quedó esperando la respuesta del rey con expresión nerviosa.
(( OFF ROL: He vuelo gente linda, si hay algún error o quieren que cambie algo de la ceremonia me avizan por MP))
Diodore les observó caminar lentamente por la alfombra y no pudo evitar notar una extraña combinación de orgullo y tristeza en los ojos del señor Marchessault ¿No estaba feliz por su hija? se preguntaba, siempre se había imaginado que los padres estarían extremadamente felices ante el prospecto de entregar una hija en matrimonio, el matrimonio era uno de los sacramentos más sagrados de la iglesia y la demostración de amor más grande (después del amor a Dios, claro estaba) entre dos seres humanos.
Entonces la pregunta llegó a su mente mientras observaba la expresión nerviosa de Dianthe ¿Estaba enamorada de su alteza real Vincenzo Danislăv? Uno pensaría que el sueño de toda niña era casarse con un hombre de la realeza, en este caso Dianthe se convertiría nada más ni nada menos que en la Reina, Diodore se esperaba encontrar más gozo en la expresión de ella.
- Oremos - Comenzó Diodore pidiendo al público que se pusiera de pie - Levantemos el corazón y escuchemos las enseñanzas del señor, Mateo 19:4-6 “El, respondiendo, les dijo: ¿No habéis leído que el que los hizo al principio, varón y hembra los hizo, 19:5 y dijo: Por esto el hombre dejará padre y madre, y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne? 19:6 Así que no son ya más dos, sino una sola carne; por tanto, lo que Dios juntó, no lo separe el hombre”. -
El sacerdote miro a ambos y continuó.
- Su alteza real Vicenzo, Madame Marchessault, luego de esta ceremonia, sereís uno en cuerpo y alma frente a los ojos de Dios - Comenzó, luego pasó las páginas de la biblia para continuar leyendo otro versículo - 1 Corintios 7: 1-5 “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer; 7:2 pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido. 7:3 El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido.7:4 La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer.7:5 No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia”.-
Carraspeó al terminar de leer las palabras, siempre le había avergonzado leer esa parte, porque él nunca había yacido con una mujer, por lo que no comprendía completamente como funcionaba ese deseo carnal, pero la biblia advertía sobre la fornicación repetidamente en varios versículos, por lo que consideraba importante que la futura pareja pensara en ello.
- Ahora, Su alteza Real Vicenzo, mirad a vuestra futura esposa a los ojos y decid vuestros sagrado juramento, repetid después de mi, Yo Vicenzo Danislăv, prometo protegerte en las dificultades, estar a tu lado en la enfermedad, ser tu escudo y espada, proveedor y compañero para que nada te pase - Diodore se quedó esperando la respuesta del rey con expresión nerviosa.
(( OFF ROL: He vuelo gente linda, si hay algún error o quieren que cambie algo de la ceremonia me avizan por MP))
Diodore Pomeroy- Humano Clase Baja
- Mensajes : 314
Fecha de inscripción : 10/04/2011
Localización : El orfanato
Página 1 de 2. • 1, 2
Temas similares
» I love a tree more than a man - Privado
» Fiesta benéfica ·· Trama Marchessault Nº1
» · Smells Like Summer Fruit · Privado
» Sólo un nombre, sólo un momento, sólo un tiempo
» Trama...Trama...o este personaje se ira!!!
» Fiesta benéfica ·· Trama Marchessault Nº1
» · Smells Like Summer Fruit · Privado
» Sólo un nombre, sólo un momento, sólo un tiempo
» Trama...Trama...o este personaje se ira!!!
Página 1 de 2.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour