Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

por **Vincenzo Danislăv** Jue Mayo 05, 2016 3:51 pm

Como cada atardecer, a Vincenzo le encantaba echar la siesta tumbado en cualquier lado donde diese el buen sol de frente... salvo hoy... porque había quedado dormido antes de tiempo y se había perdido el almuerzo. Ya habían pasado varias horas y el sol azotaba con fuerza por todo su dominio. Vincenzo entre sueños se imaginaba el arrullo del mar... y como poco a poco iba despertando con la tranquilidad y el sosiego de aquel sonido tan natural. Pero, no se trataba del arrullo del mar. Vincenzo agudizó más el oido y con los ojos pegados se medio levantó para saber ciertamente de donde provenía dicho escándalo.
Una multitud de personas (en realidad no muchas... pero si que eran muy escandalosas) se encontraban en la base de aquella colina, entre gritos y peticiones de socorro de una familia mientras dirigían la vista hacia un par de hombres que intentaban calmar a varios caballos desbocados.

Al parecer la cuadra donde estaban se había venido abajo y con ello todos los cerrojos que impedían la huida de aquellos nóveles caballos sin amaestrar.
Vincenzo se desperezó, bajó el "mastil" intentando pensar en otra cosa pues de aquella guisa no podía presentarse ante tanta gente y menosante damas... ok, eso no ayudaba.

Una vez "relajado" bajo la colina hasta llegar donde se encontraban aquellos que mantenían las distancias con los animales salvajes que trotaban sin cesar.

- ¿Podría ayudarnos? Esos viejos roñosos son tan torpes que no cazarían ni una mosca un viernes por la tarde. - Le dijeron al jóven que con una sonrisa y un ojo cerrado por el molesto sol, observaba divertido a los hombres intentando dar caza a los indomables.

por **Jesse Downey** Vie Mayo 06, 2016 7:25 am

Aquella mañana no había mucho que hacer en el orfanato. Habían venido unos grupos de padres y madres para elegir niños a los que adoptar, y como siempre, el pequeño Jesse no había sido elegido esta vez. Siempre elegían a sus amigos, a sus amigas, pero él siempre era el último en la fila. Muchos padres y madres se le quedaban mirando, pero siempre elegían a otro... El niño, tras eso había cogido a su peluche, Tommy, lo había abrazado fuerte y se había despedido de sus amigos, quizás en algún golpe de suerte pudieran volver a verse, cuando él ya tuviera su propia familia.

Fue a su habitación, cogió las dos monedas que le quedaban, se despidió de la señorita Mirtle, su cuidadora y fue caminando por todo París, mirando a la gente que iba andando por la calle en la soleada mañana, aquellos que iban de un lado para otro a trabajar y por supuesto, se fijaba en las pastelerías, no había desayunado, se le había olvidado con todo el ir y venid de gente en el orfanato y tenía hambre, pero prefería guardar las monedas para poder comprarse un helado para merendar. Siguió caminando por la calle hasta llegar a las zonas alejadas, le gustaba pasear por ahí, el camino era largo y siempre llegaba cansado a la noche, por lo que dormía sin pesadillas. El sol le pegaba en la nuca y hacía calor. Escuchó el ruido de unos caballos y se acercó, su curiosidad era más grande que el mar. - ¡Ala que chuli, caballitos!- Dijo nada más verlos desde la verja. Unos chicos estaban intentando que regresasen a los establos, pero los animales estaban completamente fuera de sí.

por **Vincenzo Danislăv** Vie Mayo 06, 2016 11:39 am

· · ·

Vincenzo no tenía ninguna gana de ponerse a corretear detrás de caballos desbocados, pero había algo en él que le hacía imposible el negarse a participar en hechos tan extraños que cada vez eran menos en la ciudad, cada vez sumida más en el abuso de la conformidad y la comodidad. Lo interesante, a veces costaba mucho trabajo ya fuese de conseguir o de hacer, pero la recompensa solía dar aquel grado de satisfacción necesario en la vida de cualquiera.

- Eh, tu, muchacho! ¿Quieres ganarte unas monedas? - Dijo cuando se terminaba de calzar las botas, que antes de la siesta, había dejado a un lado para que sus pies respirasen. - Toma, coge ésto. - cogió un par de tablillas de madera que había tiradas entre el pasto y se las dió al muchacho. - En cuanto se acerquen a tí, golpéalas entre sí; se asustarán e irán al lado contrario. Se las tendió, de forma amable, como si aquello no supusiese nada más allá de un mero juego de niños, todo para hacerle entender a la gente que los dramas estaban pasados de moda.

- Mientras tanto, intentaré meterlos en aquella cerca, de todos modos no te acerques demasiado, nunca te fíes de lo bonito que sea un caballo, ¿si? Sus coces duelen. - Se echó a reír en aquel mismo instante, ya que tenía el cuerpo lleno de marcas, aunque no necesariamente pertenecían a la coz de un caballo.

Vincenzo bien podría ser tachado de ser demasiado libertido, que se divertía a costa de los demás o que se tomaba muy poco en serio la vida que le rodeaba, haciéndole parecer una persona muy poco seria. Nada más lejos de la realidad. Vincenzo tenía sus demonios pero no necesitaba dar lástima a nadie y desde hacía mucho tiempo, pensaba que era mejor mostrar la parte menos seria de sí mismo porque así nunca se esperarían el verdadero desenlace. Así era él, que hacía las cosas como mejor le venían dependiendo del momento. Quería sin embargo poder relajarse en cualquier momento de su vida, sin tener que aparentar debilidad ni nada por el estilo; quería ser un hombre en paz y aquella tarde bien podría descifrarse como una de las más amenas en mucho tiempo, ya que la idea de atrapar a esos corceles no le entusiasmaba pero tampoco sentía que perdía el tiempo con ello.

· · ·

por **Jesse Downey** Lun Mayo 09, 2016 11:06 am

Los caballos estaban completamente fuera de sí, corrían de un lado para otro, atropellándose entre ellos e incluso dando algún revolcón a los muchachos que intentaban meterlos en su lugar. Uno de ellos le avisó a un chico que estaba recostado en un árbol cercano, pero este, en vez de ir directamente, miró a Jesse, el cual seguía apoyado en la valla mirando el espectáculo alucinado. Al joven se le iluminaron los ojos al escuchar que si ayudaba, se iba a ganar unas monedas. ―¡Sí! Claro que quiero, señor.― Cogió en sus pequeñas manos las tablillas de madera y asintió al escuchar cual era el cometido de su misión de hoy.

Se aferró con fuerza a las tablillas mientras veía poco a poco como los caballos se iban acercando a donde se encontraba él. En el momento en el que los tuvo cerca y pudo notar sus fuertes patas en el suelo, golpeó entre sí las tablillas, haciendo que los caballos fuesen en dirección contraria, todos menos un potrillo, el cual no tenía miedo y pasó por su lado al galope, haciendo que el niño se tambalease. Miró al joven que le había dado las tablillas. ―¡Eh! ¡Se escapa!― Soltó las tablillas y echó a correr persiguiendo al potro, quería atraparlo él solo, aunque sabía que el joven de las tablillas le iba a perseguir.

por Contenido patrocinado

Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

Re: Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

Re: Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

Re: Caballos desbocados, coz asegurada · Libre

Re: Caballos desbocados, coz asegurada · Libre