AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¿Suerte o coincidencia? (Privado)
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¿Suerte o coincidencia? (Privado)
No era muy aficionado a visitar la plaza Tertre, mucho menos tener que hacerlo en solitario y a causa de trabajo. Le gustaba pasear, ver a aquellos pintores que se esmeraban en lograr bellos cuadros le daban esperanza en la vida, todos ellos captaban el mundo de forma tan diferente que le llegaba a parecer espeluznante. Pero no le agradaba tener que estar ahí mientras trabajaba. Si se ponía a pensar en una pirámide sobre los mejores catalogados a los peores, él caía en el último peldaño y por eso mismo muchos llegaban a realizarle groserías. Cuando iba con algún acompañante las personas procuraban no llegar a más, pero solo era todo diferente.
Esta vez había decidido que sería todo diferente. No vería el futuro de los demás, no ofrecería lecturas gratis, ni intentaría atraerlos con palabras bonitas. Ese día todo sería apuestas, risas y peleas. Aunque sería mejor quitar las peleas, su vida social era bastante importante como para tener que lucir los cardenales en el rostro por un simple malentendido.
Colocó su mesa en un punto sin importancia de la plaza, colocó sobre ella tres pequeñas vasijas y a su lado una roca redondeada. En otro punto de la mesa acomodó su baraja, puso una moneda y luego sonrió satisfecho. Los trucos de magia no se le daban muy bien pero no se detendría en los juegos de azar, debía de hacer más.
̶ ¡Pasen! ¡Pasen! ¡Las apuestas se encuentran abiertas! ¿Lograrán sacar dinero? ¿Lo perderán? ¡La victoria será determinada en menos de un minuto! ̶
Al inicio nadie se acercaba pero un valiente decidió probar suerte. Dragomir le agradeció por ese acto de amabilidad y comenzó el juego. Primero utilizo las vajillas para cubrir la pequeña roca y dejo que el hombre ganará la primera batalla, después... No había nada que hacer, Dragomir le agradecía ser el primero pues por él la clientela iba creciendo, siendo todos ellos perdedores y él, un vencedor con dinero.
̶ ¿No hay ningún otro retador? La recompensa es sustanciosa ̶
Si todo iba de acuerdo con lo planeado, esa tarde obtendría suficiente dinero para poder pasar una semana sin trabajar. ¿Y qué mejor que poder descansar de las presiones de ser adulto?
Esta vez había decidido que sería todo diferente. No vería el futuro de los demás, no ofrecería lecturas gratis, ni intentaría atraerlos con palabras bonitas. Ese día todo sería apuestas, risas y peleas. Aunque sería mejor quitar las peleas, su vida social era bastante importante como para tener que lucir los cardenales en el rostro por un simple malentendido.
Colocó su mesa en un punto sin importancia de la plaza, colocó sobre ella tres pequeñas vasijas y a su lado una roca redondeada. En otro punto de la mesa acomodó su baraja, puso una moneda y luego sonrió satisfecho. Los trucos de magia no se le daban muy bien pero no se detendría en los juegos de azar, debía de hacer más.
̶ ¡Pasen! ¡Pasen! ¡Las apuestas se encuentran abiertas! ¿Lograrán sacar dinero? ¿Lo perderán? ¡La victoria será determinada en menos de un minuto! ̶
Al inicio nadie se acercaba pero un valiente decidió probar suerte. Dragomir le agradeció por ese acto de amabilidad y comenzó el juego. Primero utilizo las vajillas para cubrir la pequeña roca y dejo que el hombre ganará la primera batalla, después... No había nada que hacer, Dragomir le agradecía ser el primero pues por él la clientela iba creciendo, siendo todos ellos perdedores y él, un vencedor con dinero.
̶ ¿No hay ningún otro retador? La recompensa es sustanciosa ̶
Si todo iba de acuerdo con lo planeado, esa tarde obtendría suficiente dinero para poder pasar una semana sin trabajar. ¿Y qué mejor que poder descansar de las presiones de ser adulto?
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: ¿Suerte o coincidencia? (Privado)
Se encontraba en un balcón que daba a la plaza Tertre, cuya habitación había allanado recientemente para disfrutar de una abundante cena. Estaba apoyado en la baranda mientras que observaba hacia la plaza. Él tenía las luces apagadas de donde se encontraba, por lo que solo le llegaba la luz que se emanaba desde la plaza, lo cual llamaba mucho menos la atención y le permitía estar mucho más tranquilo, puesto que casi nadie miraba hacia aquel balcón de un tercer piso. Desde allí, tenía vista perfecta a la paza completa, por lo que se divertía viendo a los humanos llevar sus vidas normales de gente corriente, momentos en los cuales estudiaba sus comportamientos y sus diálogos. Sin embargo, pronto hubo un tumulto que le llamó la atención.
Un carismático gitano le sacaba dinero a los transeúntes jugando con unas vasijas. Nunca antes había visto aquel tipo de encuentro, por lo que se quedó mirando con curiosidad desde su lugar hasta que el tumulto de gente comenzó a taparle la vista de la mesa. Molesto y caprichoso, bajó a la mismísima plaza a mezclarse entre la gente -aunque evitando toparse el codo con siquiera una sola persona- para poder ver desde la primera fila aquel espectáculo.- ¿Cómo funciona esto? -Preguntó a otro epectador junto a él, pues la verdad es que no estaba pillándole el truco al juego ni a las apuestas por sí solo. El hombre le explicó lo básico "apuestas dinero, él mete la roca bajo las vajillas, luego las intercambia, intentas adivinar dónde quedó la roca y si no le atinas, pierdes el dinero; si le atinas, bueno, veremos cuánto dinero da el gitano".
Con esa explicación, comenzó a comprender cada parte del juego y se mantuvo tremendamente entretenido. Aunque, ya para cuando nadie más se atrevía a continuar participando, él miró hacia los costados, viendo cómo la gente comenzaba a retirarse mientras murmuraba cosas como «tramposo» o «está arreglado», decidió dar un paso al frente para ver qué tal le iba a él con aquella suerte. Al fin de cuentas, ¿qué importaba si perdía algo de dinero con aquello? Tenía arcas llenas tanto en París como en Bergen, en Noruega.- ¿Y de qué recompensa habla, señor? ¿La que se acaba de ganar? -Comentó mientras que se acercaba y se quedaba de pie frente a la mesa, esperando a que el mortal comenzara a dar vuelta las vajillas. Sacando cinco francos del bolsillo de su chaqueta, los elevó en su mano para mostrárselos al gitano para luego dejarlos sobre la mesa.
Esperó pacientemente a que el gitano terminara de mover las vajillas y, una vez terminó, dejó pasar unos segundos de suspenso en los que aunque esperaba, ya sabía dónde estaba la roca, pues no le había perdido de vista la vajilla en la que la había escondido. Entonces, cuando ya pensó era el momento, acercó una mano a la vajilla correcta y, en lugar de señalar cuál era y dejar que el gitano la levantara -como había sido el patrón con los concursantes anteriores-, él mismo la tomó y levantó de su lugar, descubriendo sobre la mesa la roca en cuestión.- Entonces, ¿cuánto es mi ganancia? Nunca he jugado esto antes. -Dijo en voz suave, lo suficientemente suave para que el hombre le escuchara pero no el público ruidoso que observaba. No sabía si celebraban o si se burlaban o qué, solo que gritaban demasiado y era molesto.
Un carismático gitano le sacaba dinero a los transeúntes jugando con unas vasijas. Nunca antes había visto aquel tipo de encuentro, por lo que se quedó mirando con curiosidad desde su lugar hasta que el tumulto de gente comenzó a taparle la vista de la mesa. Molesto y caprichoso, bajó a la mismísima plaza a mezclarse entre la gente -aunque evitando toparse el codo con siquiera una sola persona- para poder ver desde la primera fila aquel espectáculo.- ¿Cómo funciona esto? -Preguntó a otro epectador junto a él, pues la verdad es que no estaba pillándole el truco al juego ni a las apuestas por sí solo. El hombre le explicó lo básico "apuestas dinero, él mete la roca bajo las vajillas, luego las intercambia, intentas adivinar dónde quedó la roca y si no le atinas, pierdes el dinero; si le atinas, bueno, veremos cuánto dinero da el gitano".
Con esa explicación, comenzó a comprender cada parte del juego y se mantuvo tremendamente entretenido. Aunque, ya para cuando nadie más se atrevía a continuar participando, él miró hacia los costados, viendo cómo la gente comenzaba a retirarse mientras murmuraba cosas como «tramposo» o «está arreglado», decidió dar un paso al frente para ver qué tal le iba a él con aquella suerte. Al fin de cuentas, ¿qué importaba si perdía algo de dinero con aquello? Tenía arcas llenas tanto en París como en Bergen, en Noruega.- ¿Y de qué recompensa habla, señor? ¿La que se acaba de ganar? -Comentó mientras que se acercaba y se quedaba de pie frente a la mesa, esperando a que el mortal comenzara a dar vuelta las vajillas. Sacando cinco francos del bolsillo de su chaqueta, los elevó en su mano para mostrárselos al gitano para luego dejarlos sobre la mesa.
Esperó pacientemente a que el gitano terminara de mover las vajillas y, una vez terminó, dejó pasar unos segundos de suspenso en los que aunque esperaba, ya sabía dónde estaba la roca, pues no le había perdido de vista la vajilla en la que la había escondido. Entonces, cuando ya pensó era el momento, acercó una mano a la vajilla correcta y, en lugar de señalar cuál era y dejar que el gitano la levantara -como había sido el patrón con los concursantes anteriores-, él mismo la tomó y levantó de su lugar, descubriendo sobre la mesa la roca en cuestión.- Entonces, ¿cuánto es mi ganancia? Nunca he jugado esto antes. -Dijo en voz suave, lo suficientemente suave para que el hombre le escuchara pero no el público ruidoso que observaba. No sabía si celebraban o si se burlaban o qué, solo que gritaban demasiado y era molesto.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 16/06/2013
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Re: ¿Suerte o coincidencia? (Privado)
La treta debía de realizarse de forma muy especial, no era sencillo robar dinero usando ese tipo de juegos, mucho menos porque había algunos transeúntes que llevaban ya un rato mascullando que debía de estar la trampa en algún lado. Así que cada cierto número de jugada, Dragomir permitía que un poco del dinero que había ido ganando fuera a pasar a manos de su público, asegurando con eso que el que jugaba volviera a apostar al sentirse poderoso y que existiera alguien más que se decidiera a tomar el lugar del perdedor cuando se rindiera.
Poco a poco las personas comenzaban a ser más recelosas del juego, muchos ya habían perdido bastante dinero y solo se mantenían a la expectativa de encontrar la trampa o burlarse de cualquier otro pobre inocente que llegara a caer en el mismo juego que ellos. Ese era el momento para retirarse y él lo sabía. Había ofrecido una buena recompensa y por buena refería al menos a la mitad de lo que ya había ganado, algo que poco le favorecía a él. Pero tampoco dejaría que se llevaran su dinero tan fácilmente, ya estaba todo planeado.
Estuvo a punto de dar por terminada la sesión, los ánimos del público comenzaba a volverse ligeramente peligrosos, cuando de pronto escucho aquella pregunta. Dirigió sus ojos a aquel hombre que salía de entre la multitud y se tensó un poco, no era alguien común, además de que se notaba que tenía mucho más capital que cualquier otro ahí presente. -No puedo darlo todo pues son ganancias pero daré la mitad del dinero- comentó mientras lo seguía con la mirada, olvidando por completo a todos los demás. -Bien, entonces comencemos con el juego - dijo sonriente, colocando la mitad de sus monedas junto a los cinco francos nuevos. Entonces procedió a usar las vasijas.
Le enseñó primero la roca, seguido la colocó sobre la mesa y la cubrió por una de sus vasijas, a sus lados colocó las otras dos vacías. Sin esperar un momento más empezó con los movimientos, intercambiando las piezas de un lado al otro, arrastrándolas contra la superficie de la mesa para que la piedra no fuera a dejarse ver. Como siempre la primera ronda estaba libre de engaño, pues la idea era provocar que el retador se sintiera invencible para seguir con el juego, y una vez que termino de revolver aquellas vajillas alzo las manos invitando al otro a señalar la que creía que era la que contenía el premio. Solo que nunca espero a que fuera él mismo quien alzara la vajilla, era el primero que hacia esa acción y eso le provocó una sonrisa divertida.
-¡Felicidades, señor! Ha ganado un total de 70 francos- dijo animoso, recogiendo las monedas y colocándolas en las manos del vencedor. De pronto se escucharon las voces del público exigiendo otra ronda, pues la que había tenido aquel hombre había sido muy sencilla y fácil y rápida. Pedían que volviera a jugar o que se les devolvieran sus monedas perdidas. -Buen señor, no sé si guste volver a jugar o desee marcharse con su victoria. Esta vez deberá apostar todo el dinero que ha ganado y la recompensa final serán los 140 francos que hay en la mesa. Se encuentra de suerte pues ya será el último cliente de la noche- explicó intentando hacer que entrara de nuevo al juego. Esta vez no podría ganar pues la trampa se encontraba en una parte de la mesa, era un pequeño hueco en donde se escondía la piedra, dejando todas las vajillas vacías. Pero no era el único truco, si alguien alegaba trampa, todas las vajillas tenían una pequeña abertura por la que podía introducir otra piedra de repuesto. El problema sería cuando alguien descubriera eso y los humanos se dejaban engañar con tanta facilidad que eso no le preocupaba.
Poco a poco las personas comenzaban a ser más recelosas del juego, muchos ya habían perdido bastante dinero y solo se mantenían a la expectativa de encontrar la trampa o burlarse de cualquier otro pobre inocente que llegara a caer en el mismo juego que ellos. Ese era el momento para retirarse y él lo sabía. Había ofrecido una buena recompensa y por buena refería al menos a la mitad de lo que ya había ganado, algo que poco le favorecía a él. Pero tampoco dejaría que se llevaran su dinero tan fácilmente, ya estaba todo planeado.
Estuvo a punto de dar por terminada la sesión, los ánimos del público comenzaba a volverse ligeramente peligrosos, cuando de pronto escucho aquella pregunta. Dirigió sus ojos a aquel hombre que salía de entre la multitud y se tensó un poco, no era alguien común, además de que se notaba que tenía mucho más capital que cualquier otro ahí presente. -No puedo darlo todo pues son ganancias pero daré la mitad del dinero- comentó mientras lo seguía con la mirada, olvidando por completo a todos los demás. -Bien, entonces comencemos con el juego - dijo sonriente, colocando la mitad de sus monedas junto a los cinco francos nuevos. Entonces procedió a usar las vasijas.
Le enseñó primero la roca, seguido la colocó sobre la mesa y la cubrió por una de sus vasijas, a sus lados colocó las otras dos vacías. Sin esperar un momento más empezó con los movimientos, intercambiando las piezas de un lado al otro, arrastrándolas contra la superficie de la mesa para que la piedra no fuera a dejarse ver. Como siempre la primera ronda estaba libre de engaño, pues la idea era provocar que el retador se sintiera invencible para seguir con el juego, y una vez que termino de revolver aquellas vajillas alzo las manos invitando al otro a señalar la que creía que era la que contenía el premio. Solo que nunca espero a que fuera él mismo quien alzara la vajilla, era el primero que hacia esa acción y eso le provocó una sonrisa divertida.
-¡Felicidades, señor! Ha ganado un total de 70 francos- dijo animoso, recogiendo las monedas y colocándolas en las manos del vencedor. De pronto se escucharon las voces del público exigiendo otra ronda, pues la que había tenido aquel hombre había sido muy sencilla y fácil y rápida. Pedían que volviera a jugar o que se les devolvieran sus monedas perdidas. -Buen señor, no sé si guste volver a jugar o desee marcharse con su victoria. Esta vez deberá apostar todo el dinero que ha ganado y la recompensa final serán los 140 francos que hay en la mesa. Se encuentra de suerte pues ya será el último cliente de la noche- explicó intentando hacer que entrara de nuevo al juego. Esta vez no podría ganar pues la trampa se encontraba en una parte de la mesa, era un pequeño hueco en donde se escondía la piedra, dejando todas las vajillas vacías. Pero no era el único truco, si alguien alegaba trampa, todas las vajillas tenían una pequeña abertura por la que podía introducir otra piedra de repuesto. El problema sería cuando alguien descubriera eso y los humanos se dejaban engañar con tanta facilidad que eso no le preocupaba.
Dragomir Negrescu- Gitano
- Mensajes : 94
Fecha de inscripción : 02/04/2016
Re: ¿Suerte o coincidencia? (Privado)
Con tanto ruido de gritos y silbidos, el vampiro simplemente se limitó a fruncir tanto el ceño como los labios, molestándose con todo aquello de una manera que le podía llegar a sacar de quicios, pero se controlaba. Sus manos extendidas, que temblaban apenas brevemente, recibieron el dinero sin protesta, aunque en realidad le importaba poco y, al momento en que lo recibió, aprovechó de concentrarse en el dinero y en el gitano para atraer una visión a su mente con la clarividencia. Entonces vio de forma bastante clara que perdería, a pesar de que era capaz de seguir la vajilla correcta a la perfección, por lo que cerró sus ojos para seguir buscando respuestas de ese modo y entonces lo vio, vio en su visión el agujero por el cual caía la piedra y por el cual le atraparía la multitud que ahora se acercaba más a ver. Abrió los ojos y parpadeó un par de veces, viendo ahora al gitano, aunque no a los ojos.- Creo que mejor me retiro con mi ganancia. -Contestó de forma tranquila y comenzando a guardar el dinero en sus bolsillos.- O si no se me puede ir por un agujero. -Agregó, ahora bajando un poco más la voz y sonriendo ligera pero amistosamente.- ¿Entiende?
Entonces el resto de la gente alrededor comenzó a alegar y a reprobar mediante silbidos, pero poco a poco se fueron dispersando hasta que ya finalmente se encontraban relativamente solos en la mitad de la plaza. Dejó pasar unos segundos más, por si acaso, antes de volver a hablar.- Lo siento, pero si jugaba de nuevo, iban a descubrir la trampa. -Se explicó mientras se encogía de hombros, dando un paso atrás para observar bien la mesa. Claro, de lejos el agujero no se veía, especialmente porque seguramente todos se concentraban en las vajillas y no en lo demás. Entonces, la curiosidad de ver cómo le iba jugando si es que no miraba en realidad las vajillas moverse se le quedó anclada en la cabeza. Se acercó nuevamente con aquella idea en mente y con las manos aún en los bolsillos, mirando a su alrededor para volver a chequear que no hubiese nadie cerca que pudiese escucharle con claridad aparte del gitano. El bullicio normal de las calles parisinas era suficiente para aquello.
Escucha, ¿me dejarías jugar un par de veces más, sin apuestas ni trampa? Puedo darte el dinero de vuelta si quieres. -Preguntó en voz baja, acercándose a la mesa y levantando una de las vajillas para observarla. Solo en aquel momento se dio cuenta del agujero en la vajilla, por el cual vio a través para ver al gitano.- ¿En serio, esto también? -Comentó con una risa suave. Le parecía inverosímil que nadie se hubiera dado cuenta, pero de todas formas, él no hubiera notado el agujero en la mesa de no ser por la clarividencia.- Aunque, -agregó.- creo que sería mejor ir a un lugar más apartado, quizá... -Dejó la vajilla nuevamente en su lugar, devolviendo su mano a los bolsillos y, aunque no con malas intenciones, evitando la mirada ajena. Desvió entonces la mirada hacia los edificios que rodeaban la plaza, buscando aquel balcón que siempre arrendaba o al que se colaba. Las luces estaban apagadas, por lo que pensó que podría quizá arrendar aquella habitación, aunque no le dijo nada al gitano aún sobre aquello. Primero, esperaría respuesta, pues por experiencia previa, sabía no debía ser demasiado apresurado o insistente con la gente o sino le dejaban hablando solo.
Entonces el resto de la gente alrededor comenzó a alegar y a reprobar mediante silbidos, pero poco a poco se fueron dispersando hasta que ya finalmente se encontraban relativamente solos en la mitad de la plaza. Dejó pasar unos segundos más, por si acaso, antes de volver a hablar.- Lo siento, pero si jugaba de nuevo, iban a descubrir la trampa. -Se explicó mientras se encogía de hombros, dando un paso atrás para observar bien la mesa. Claro, de lejos el agujero no se veía, especialmente porque seguramente todos se concentraban en las vajillas y no en lo demás. Entonces, la curiosidad de ver cómo le iba jugando si es que no miraba en realidad las vajillas moverse se le quedó anclada en la cabeza. Se acercó nuevamente con aquella idea en mente y con las manos aún en los bolsillos, mirando a su alrededor para volver a chequear que no hubiese nadie cerca que pudiese escucharle con claridad aparte del gitano. El bullicio normal de las calles parisinas era suficiente para aquello.
Escucha, ¿me dejarías jugar un par de veces más, sin apuestas ni trampa? Puedo darte el dinero de vuelta si quieres. -Preguntó en voz baja, acercándose a la mesa y levantando una de las vajillas para observarla. Solo en aquel momento se dio cuenta del agujero en la vajilla, por el cual vio a través para ver al gitano.- ¿En serio, esto también? -Comentó con una risa suave. Le parecía inverosímil que nadie se hubiera dado cuenta, pero de todas formas, él no hubiera notado el agujero en la mesa de no ser por la clarividencia.- Aunque, -agregó.- creo que sería mejor ir a un lugar más apartado, quizá... -Dejó la vajilla nuevamente en su lugar, devolviendo su mano a los bolsillos y, aunque no con malas intenciones, evitando la mirada ajena. Desvió entonces la mirada hacia los edificios que rodeaban la plaza, buscando aquel balcón que siempre arrendaba o al que se colaba. Las luces estaban apagadas, por lo que pensó que podría quizá arrendar aquella habitación, aunque no le dijo nada al gitano aún sobre aquello. Primero, esperaría respuesta, pues por experiencia previa, sabía no debía ser demasiado apresurado o insistente con la gente o sino le dejaban hablando solo.
Svein Yngling- Vampiro Clase Alta
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Re: ¿Suerte o coincidencia? (Privado)
Mientras esperaba a la decisión que iba a tomar el nuevo jugador decidió observarlo con detenimiento. Sabía que había algo extraño en él a pesar de no poseer la habilidad de ver el aura de los demás, pero siempre había sido muy instintivo y ahora mismo sentía aquella "voz" alertándole. Lo peligroso era que a veces esas personas en las que su instinto reaccionaba le causaban más curiosidad que cualquier otra persona.
Su aspecto le denotaba como extranjero, eso era seguro. La complexión de su cuerpo le mostraba que se ejercitaba o que al menos lo había hecho durante mucho tiempo. No podía saber si la edad en la que estaba era cercana a la suya o menor pues su piel sin arrugas le parecía demasiado confusa. Pero había algo en su comportamiento que le parecía aún más extraño que todo su aspecto físico. Era bastante claro que resaltaba en cualquier situación, aún si no estuviera haciendo nada, pero ahí en ese momento parecía estarse molestando en demasía por el ruido. ¿Acaso no había pensado en que las personas se volverían tan ruidosas por su victoria, siendo que era el primero que ganaba tanto dinero?
Cuando Svein cerró los ojos, Dragomir alzó una ceja y ladeo la cabeza, ahora más curioso por su comportamiento. Sabía que no era un hechicero, había convivido mucho tiempo con varios como para estar acostumbrado a la sensación de energía que fluía por ellos, pero estaba seguro de que aquel hombre estaba haciendo algo más que pensar en la respuesta. Sintió deseos de usar las cartas con él o leerle la palma de la mano, era seguro que mantenía muchos secretos y eso le parecía excitante.
-Me parece una decisión muy acertada- dijo sonriente, captando que el otro sabía sobre el truco que utilizaría a continuación. ¿Pero cómo lo había descubierto? No solía usar ese agujero, en realidad era bastante sencillo engañar a los humanos así que no había mucha necesidad de eso. Además habían más trampas que podía utilizar así que no se explicaba cómo aquel hombre sabía. -En ese caso, muchas gracias por hacer participado. ¡Y gracias a todos los demás por haber sido tan buen público!- gritó para hacerse escuchar entre todos los silbidos y los gritos, dando por terminada la sesión.
Con tranquilidad comenzó a recoger todas sus cosas, escuchando aún protestas por parte de los demás. A veces no se daban por satisfechos pero le alegraba de que al fin pudiera marcharse, era arriesgado seguir ahí y jugando, era cierto que habían humanos muy tontos pero la mejor forma de burlarlos a todos, era usando el tiempo a su favor. -No se preocupe, no sería la primera vez que tengo problemas porque alguien descubra la trampa- dijo algo sorprendido de escuchar al hombre disculparse por eso. Eso sí era algo que pasaba por primera vez. Volvió a levantar una ceja, llenándose de curiosidad ante lo que hacia el otro. No sabía si ya había encontrado el agujero en la mesa pero parecía estarlo buscando. Debía decidir entre reír o salir corriendo, aunque no parecía que fuera a llamar a las autoridades.
-No, el dinero es suyo. No puedo aceptarlo de vuelta- dijo negando con la cabeza, aún pensando en si aceptar la propuesta del hombre. Seguía pareciéndole peligroso de alguna forma y su actitud le llamaba mucho la atención, le costaba leer su siguiente movimiento. Ni siquiera esperaba que siguiera ahí. Pero no pudo evitar reír divertido al escuchar su pregunta y observarlo por la vajilla. -Todas están rotas, deben de dar la apariencia de ser viejas y así nadie se daría cuenta de que por una de ellas entre otra piedra- comentó enseñándole las otras dos vajillas, mostrando las pequeñas zonas donde estaban quebradas. Siempre había que jugar con la mente del apostador, dejarle creer que todo lo que ve no es importante, hacer que se concentre en una sola misión. -No tengo problema en dejar que juegue más veces, sin apuestas ni trampas. Si lo desea podemos cambiar las vajillas y podemos hacerlo sobre otra superficie. Pero sí sería mejor que lo hiciéramos en otra parte, si nos quedamos aquí y lo volvemos a hacer, creerán que viene conmigo y que todo fue un engaño. Preferiría no meterlo en problemas, puesto que me ha ayudado a librarme de ellos esta vez-
Su aspecto le denotaba como extranjero, eso era seguro. La complexión de su cuerpo le mostraba que se ejercitaba o que al menos lo había hecho durante mucho tiempo. No podía saber si la edad en la que estaba era cercana a la suya o menor pues su piel sin arrugas le parecía demasiado confusa. Pero había algo en su comportamiento que le parecía aún más extraño que todo su aspecto físico. Era bastante claro que resaltaba en cualquier situación, aún si no estuviera haciendo nada, pero ahí en ese momento parecía estarse molestando en demasía por el ruido. ¿Acaso no había pensado en que las personas se volverían tan ruidosas por su victoria, siendo que era el primero que ganaba tanto dinero?
Cuando Svein cerró los ojos, Dragomir alzó una ceja y ladeo la cabeza, ahora más curioso por su comportamiento. Sabía que no era un hechicero, había convivido mucho tiempo con varios como para estar acostumbrado a la sensación de energía que fluía por ellos, pero estaba seguro de que aquel hombre estaba haciendo algo más que pensar en la respuesta. Sintió deseos de usar las cartas con él o leerle la palma de la mano, era seguro que mantenía muchos secretos y eso le parecía excitante.
-Me parece una decisión muy acertada- dijo sonriente, captando que el otro sabía sobre el truco que utilizaría a continuación. ¿Pero cómo lo había descubierto? No solía usar ese agujero, en realidad era bastante sencillo engañar a los humanos así que no había mucha necesidad de eso. Además habían más trampas que podía utilizar así que no se explicaba cómo aquel hombre sabía. -En ese caso, muchas gracias por hacer participado. ¡Y gracias a todos los demás por haber sido tan buen público!- gritó para hacerse escuchar entre todos los silbidos y los gritos, dando por terminada la sesión.
Con tranquilidad comenzó a recoger todas sus cosas, escuchando aún protestas por parte de los demás. A veces no se daban por satisfechos pero le alegraba de que al fin pudiera marcharse, era arriesgado seguir ahí y jugando, era cierto que habían humanos muy tontos pero la mejor forma de burlarlos a todos, era usando el tiempo a su favor. -No se preocupe, no sería la primera vez que tengo problemas porque alguien descubra la trampa- dijo algo sorprendido de escuchar al hombre disculparse por eso. Eso sí era algo que pasaba por primera vez. Volvió a levantar una ceja, llenándose de curiosidad ante lo que hacia el otro. No sabía si ya había encontrado el agujero en la mesa pero parecía estarlo buscando. Debía decidir entre reír o salir corriendo, aunque no parecía que fuera a llamar a las autoridades.
-No, el dinero es suyo. No puedo aceptarlo de vuelta- dijo negando con la cabeza, aún pensando en si aceptar la propuesta del hombre. Seguía pareciéndole peligroso de alguna forma y su actitud le llamaba mucho la atención, le costaba leer su siguiente movimiento. Ni siquiera esperaba que siguiera ahí. Pero no pudo evitar reír divertido al escuchar su pregunta y observarlo por la vajilla. -Todas están rotas, deben de dar la apariencia de ser viejas y así nadie se daría cuenta de que por una de ellas entre otra piedra- comentó enseñándole las otras dos vajillas, mostrando las pequeñas zonas donde estaban quebradas. Siempre había que jugar con la mente del apostador, dejarle creer que todo lo que ve no es importante, hacer que se concentre en una sola misión. -No tengo problema en dejar que juegue más veces, sin apuestas ni trampas. Si lo desea podemos cambiar las vajillas y podemos hacerlo sobre otra superficie. Pero sí sería mejor que lo hiciéramos en otra parte, si nos quedamos aquí y lo volvemos a hacer, creerán que viene conmigo y que todo fue un engaño. Preferiría no meterlo en problemas, puesto que me ha ayudado a librarme de ellos esta vez-
Dragomir Negrescu- Gitano
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