Burning Desire/ Privado

La noche más caía sobre mí. Era como si el momento perfecto se acercara poco a poco, marcando con su paso el compás que debería seguir mi camino. Ya sabía a donde iría a parar antes de llegar a "casa". De sólo pensar en ello, una sonrisa apareció en mis labios de forma casi imperceptible, haciendo que una mueca misteriosa terminará por definir mi boca. Mi vestimenta era impecable, todo en mí rozaba el punto de la perfección, por eso mi seguridad era extrema; el porte, los pasos seguros mientras estiraba el brazo para abrir la puerta de aquél sitio que tenía una mezcla de alcohol y hormonas que me hicieron fruncir levemente el ceño, pero no por ello detuve su andar hasta que encontré una mesa vacía. No me era habitual asistir a aquellos sitios porque podía tener cuanto quisiese en la seguridad de mi guarida, con el simple hecho de estirar la mano sin embargo...

Se escuchó el chirrido de la silla al recorrer el piso para después tomar asiento, pidiendo algo para beber, lo mejor de lo mejor. Mis ojos viajaban de un lado a otro, mientras examinaba a todos los presentes con absoluta minuciosidad altanería. ¿Qué alma sería la desdichada de caer en mis garras esta vez? Tal vez ninguna, pero eso aún no lo decidía. Tomé el vaso cuando este estuvo sobre la mesa y di un trago largo, dejando que el líquido me quemara de garganta, sólo al primer contacto.

No lograba encontrar algo que me entretuviera, que le llamara poderosamente la atención, pero en ese momento una mano escurridiza se deslizó por mi hombro recorriendo la parte del antebrazo, colocándose a mi lado, haciéndome enarcar una ceja de forma visible -observando por fin- a una mujer que llevaba poca tela cubriendo su cuerpo, además del aroma característico a lo que deja el beber en demasía. Comencé a recorrer la mirada por la figura femenina de forma descarada. Me centré en aquellas curvas muy marcadas que dibujaban una silueta que podía llamar la atención de cualquiera. No era lo mejor que había visto, pero podía serme útil de diversas maneras.

La situación no era del todo agradable, pero podía llegar a ser favorable, en muchos sentidos. Terminé de golpe el trago y me levanté de la mesa, tomando la mano de aquella que había ido a ofrecerse en bandeja de plata.

-Iremos a un sitio mucho más interesante- Dije con aquél tono de voz que podía convencer a cualquiera de hacer lo que yo quisiese, y si no le convencía, de todas formas terminaría por ceder, por la simple razón de que era lo que yo necesitaba. Una sonrisa torcida se fijó en la boca de la mujer mientras esta daba traspiés a mi lado. Le sujeté por la cintura con firmeza, para asirla a mi cuerpo y que tuviera mayor estabilidad hasta que pudieran llegar a mi salón de juegos. No me gustaban los espectáculos públicos, así que caminé a cierta velocidad mientras sentía los labios de la mujer repartirse por mi cuello a paso lento y quizá torpe por el movimiento que ocasionaba la caminata. Aquello en verdad no importaba, ya degustaba la cara que vería al llegar con aquella sorpresa.

Miré la puerta y casi pude paladear el delicioso sabor que venía ligado con la victoria.

-Veamos...- Murmuré, mientras jalé hacia mí sin previo aviso a la prostituta que me acompañaba. El sabor del alcohol estaba impregnado en sus labios, pero aun así comencé a besarlos con calma aunque demandante. Era el primer paso. Mis manos se cerraron en la cintura de ésta, mientras comenzaba a dar un par de pasos hacia las escaleras. Se escuchaba como el corazón de la chica latía con fuerza.

De un solo movimiento hice que ella quedara sujeta de mi cadera mientras sus labios ahora recorrían mi cuello a placer; su lengua podía deleitarse con el sabor de mi piel, mientras movía las caderas y las uñas se comenzaban a encajarse sobre mi espalda. Yo disfrutaba, en verdad lo hacía, pero a cada paso eso era mucho más excitante, me apremiaba a seguir ascendiendo.

Apreté el cuerpo femenino contra la pared mientras mis manos -en los muslos contrarios- dibujaban líneas rojas cada que hacían una leve presión, dejando que mi boca descendiera por lo poco que cubría el escote. Proseguí mi camino hasta la habitación principal, en donde con una patada, abrí la puerta que hizo un pronunciado rechinido al estrellarse. Eso no importó mientras dejaba a la mujer de golpe sobre la cama. Mi sonrisa se ensanchó. Me quité la camisa inclinándome hacia ella entre sus piernas, de forma provocadora, al tiempo que mis labios iban ascendiendo por su abdomen hasta el valle de sus senos, dejando que mis  hábiles manos comenzaran a subir su corta falda.