De puños y derrotas (Grupal)

por **Nephthys** Vie Mayo 20, 2016 10:44 pm

Viernes por la noche y unos cuantos amigos de Finlandia han venido de visita aprovechando el fin de semana. Nos encontramos en el aeropuerto pasado el mediodía, una parada rápida en el hotel para deshacernos de sus estorbosas valijas y, después, rebotamos de un lado a otro de la ciudad, curioseando bares, pubs y fruterías ¿Fruterías? Sí, fruterías, corre el rumor que una en particular, en el centro de la ciudad, puede resultarnos especialmente interesante.

Damos con ella en el quinto intento, cuando ya es de noche. La puerta de atención al público está cerrada, los reflectores apagados, parece muerta, pero no por ello es menos concurrida. Un enjambre de personitas inquietas acapara la entrada trasera y el interior que ha sido reacondicionado para la nueva función del establecimiento. Cajones y mostradores están amontonados contra las paredes ofreciendo un amplio espacio libre en el centro, los espectadores actúan más o menos igual, amontonándose en los laterales de modo que con sus cuerpecitos forman una suerte de cuadrilátero donde~ Un par de gañanes intenta destrozarse a base de golpes de puño.

— Hey, Änthi —con una mano sostengo el móvil pegado a mi oreja derecha, con la otra cubro la izquierda y alzo considerablemente la voz intentando obstruir un poco el escándalo de las voces excitadas, vítores y abucheos que retumban dentro del galpón— No llegaré para cenar, no me esperes —uno de los organizadores se acerca, toca mi hombro y me llama al ring, mi oponente está listo y espera por su ración de violencia— Pero estaré ahí para dormir —no cambio una noche con mi hermano por una con mis amigos, machaquen a quien machaquen, pero no tengo tiempo, apuro las palabras dado que, si no respondo en la pelea, no solo se quedarán con mi dinero, también me descalificarán— Nos vemos —dejo el móvil en manos de Andrew, un antiguo compañero de Judo que dobla mi peso sin alcanzar mi altura, y me escabullo entre la gente para terminar de encontrarme con mi oponente.

por **Aphrodite Caruso** Vie Mayo 20, 2016 10:47 pm

Mi adversario es un tipo robusto, de brazos y piernas enormes pero pesado, muy pesado. Tras el grito que anuncia el inicio del combate, se deshace en intentos de alcanzarme azotando sus puños en el aire cuando yo ni siquiera debo esforzarme para evitarlos y responder mancillando sus costados con fuertes patadas en las que no incluyo ni una décima parte de mi fuerza.

Los espectadores gritan, alientan, humillan según lo que ven y van haciéndose a un lado conforme mis golpes empujan y desplazan el enorme cuerpo de mi oponente. Le tengo acorralado entre cajones de fruta cuando escucho a mis espaldas una palabra, un tono de voz familiar, distorsionado pero presente, y el proceso mental se dispara de inmediato; Joder, no finalicé la llamada.

Apenas volteo un segundo, por impulso, queriendo ver si Andrew (quien grita mi nombre queriendo alertarme) me hizo el favor de guardar el móvil en alguno de sus bolsillos y mi oído está alucinando, un segundo, tal vez dos, pero no hace falta más para que el tipo que golpeaba se recupere y aproveche para devolverme el favor con una avalancha de golpes que termina tumbándome en el suelo, con la cara parcialmente deshecha y el abdomen bastante magullado en un mísero momento.

Otro grito anuncia su victoria pero, necio como una mula, el tipo continúa sobre mí, presumiendo su fuerza de orangután sin darme un segundo para respirar.

por **Renata O. D´Souza** Vie Mayo 20, 2016 10:54 pm

El negro gana mis ojos y, por un momento, veo su puño acercarse lentamente a mi rostro. Ya está, terminó el combate y no me apetece quedarme más tiempo bajo el cuerpo sudado de semejante bestia. Seguramente nadie note el movimiento de mi mano, es demasiado rápida para sus ojitos, y la explosión que desencadenan mis dedos al abrirse contra su esternón es muda como el humo negro que la rodea, controla y dirige, un golpe seco que impulsa a mi oponente al menos un metro hacia arriba, dándome tiempo a girar para estar lejos cuando cae pesado y sin consciencia en el cemento. La muchedumbre queda en silencio, anonadada pero Mark, un demonio amigo, entiende perfecta e inmediatamente qué fue lo que pasó, se abre paso hasta alcanzarme y, jalando de mi brazo, me ayuda a apartarme del ring quitándome de encima la atención de todos.

En pocos minutos, el organizador anuncia una nueva pelea.

Frunce el ceño cuando, después de haber sido ignorado cuanto mensaje le ha dejado en la casilla de voz más los que le ha enviado como texto, Jaska al fin se digna a tomar el móvil y responder a su llamada. "¿Dónde estás?", "¿Por qué no contestabas?", "¿Qué sucede?", todas esas son preguntas que no hará, porque no encontrarán respuesta. Simplemente guarda silencio, tamborileando los dedos sobre el escritorio donde descansa el libro de estudios de turno, con la mirada perdida en el rincón oscuro de la sala donde la lamparita no alcanza a iluminar. Incluso cuando escucha la voz de su hermano del otro lado, sigue manteniendo el silencio.

Jaska no está disponible, no está haciendo cosas buenas y, por sobre todo, está ocultando lo que sea que está haciendo. Esto último es el único tema que le preocupa.
Mientras escucha sus palabras, la atención se dispone en el ruido que recibe del ambiente que rodea a su hermano. Al parecer, es una muchedumbre y sus vítores que se alzan de pronto, como quienes reaccionan a cierto evento que puede ser un concierto o una bailarina nocturna, y es que son sólo voces masculinas. Luego recibe pistas más certeras, cuando puede distinguir las palabras que se elevan: "¡Acábalo!", "¡Duro con él!" y, sobre todo, maldiciones y humillaciones. Jaska está en una pelea callejera. No ha notado que su hermano se ha despedido, pues sigue atento a lo que oye de trasfondo.

por **Nikolai E. Kozlov** Vie Mayo 20, 2016 10:57 pm

Antes de notarlo, se ha puesto de pie y, con una mano en el bolsillo, cabizbajo, está dando paseos ansiosos por el centro de la sala. Con los ojos cerrados, intenta concentrarse en lo que escucha, entonces un característico ruido de tablones rotos le alerta, son cajones de madera, cajones de embalaje para las frutas. Hay muchos sitios donde se organizan tales enfrentamientos, pero sólo uno que funge, además, de frutería y se encuentra cerca. Es el silencio que le devuelve el móvil la señal que le impulsa a andar.

Jaska puede tener mucha energía, mucha fuerza fruta que se acumula en su cuerpo y que busca escapar, de la que ambos suelen hacerse cargo cada noche o día, con entrenamientos, enfrentamientos amistosos, deporte, etc. Pero su hermano es una jodida bomba de testosterona, nada comparado a sí mismo que, por otro lado, encuentra su inversión en la mente. Jaska necesita desahogarse y es una idea con la que ha aprendido a convivir, a pesar de los problemas que causan las consecuencias. Pero nadie impedirá que reaccione ante ello.

Sólo necesita dos minutos para encontrarse en la esquina de la calle donde se encuentra el local en cuestión. Desde afuera, puede notar la algarabía que toma lugar en la entrada, donde algunos rezagados no encontraron sitio en el interior. Tras algunos pasos, está exactamente a un metro de las espaldas de la muchedumbre, pero no ve a Jaska… y eso es específicamente lo que desea.

La noche es generosa, especialmente en este rincón aislado donde han ubicado este antro ilegal. El humo que aparece bajo sus pies, apenas podría diferenciarse de la penumbra nocturna y, en los ojos, haría falta acercarse para saberlo. Da un paso, quizás son dos, los suficientes como para acercarse al montón de simios agitados, en silencio, aunque ningún sigilo sea necesario para pasar inadvertido en estas circunstancias. Una sola bola de fuego diminuta, pero poderosa, encuentra sitio para viajar desde la punta de los dedos y aferrarse a un cajón de madera, uno que compone una torre de media docena. La fuerza de la llama sobrenatural se extiende y propaga con increíble facilidad, contagia a otra torre de lo que ahora es leña, no tarda más de un único minuto en lucir peligrosa ni serán más de cinco para que ocupar toda la superficie disponible.

por **Rónán Rothesay** Vie Mayo 20, 2016 11:00 pm

Con ayuda de Mark, avanzo hasta una esquina donde apoyo la espalda y me dejo caer arrastrándola hasta quedar sentado en el suelo. Tanto el dolor como el aturdimiento se disolverán rápidamente con un poco de descanso, pero no es instantáneo y las marcas en mi cara tardarán todavía un más en desaparecer.

Me cuesta respirar y no tengo manera de abrir el ojo derecho. Cada sitio donde impactaron los nudillos del gorila con quien me enfrenté, ya se inflamó y, si bien es práctico a la hora de detener la hemorragia que cubre la mitad de mi rostro partiendo de mi ceja, arriba, y mi labio, abajo, molesta para todo lo demás.

— Joder —maldigo intentando asearme un poco con la camiseta sin mangas que visto, termino quitándomela para facilitar la tarea, es entonces cuando la voz de mi amigo me advierte.
— Tenemos visitas —no tarda en ofrecerme la mano que acepto de buenas a primeras dada la urgencia en su voz. Me pongo en pie y sigo su mirada para encontrarme con una figura familiar, delicada, muy bien vestida y esbelta, muy esbelta, en este mar de desconocidos.
— Esto se pondrá divertido —resoplo una risa sardónica a lo que Mark responde con un empujón, un reclamo que me desestabiliza bastante, ambos conocemos a Änthi y sabemos que su presencia no arreglará ninguna de mis faltas.
— ¿Estarás bien? —y mira la salida con cariño.

por **Lucrezia Borgia** Vie Mayo 20, 2016 11:03 pm

— Seh, no te preocupes —aplico presión sobre mi ojo con la camiseta arrugada en la mano, “parchando” la zona más vulnerada de mi rostro, cubriéndola de miradas ajenas— Nos vemos mañana. Huye, cobarde.

Mark responde con otro empujón, me desea suerte y se une a la marabunta de personitas asustadas huyendo del fuego, no por temor, sino por respeto; Änthi impone cuando está enfadado. Por otra parte, yo avanzo en dirección contraria hasta alcanzar a mi hermano, por detrás, me inclino para rozar su nuca con los labios, cerrar los dedos en su brazo y susurrar:

— Te tengo —aprovecho el humo y la sorpresa para llevarle conmigo, lejos, a unas cuantas calles, la azotea vacía de un edificio de departamentos, el más alto de esta zona, un sitio que frecuento cuando quiero estar solo, y no es que ahora mismo busque soledad, para nada, quiero estar con mi hermano, pero necesito paz, sobre todo porque al llegar a duras penas puedo sostenerme en pie, lo sabía— ¿Cómo te trata la noche, hermanito? — y aún debo ocuparme de la ira de mi hermano.