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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ernutet Mar Mayo 24, 2016 8:44 pm

"Y he aquí que de aquellas tenebrosas colgaduras, donde se perdían los sonidos de la canción, se desprendió una profunda e indefinida sombra, una sombra como la que la luna, cuando está baja, podría extraer del cuerpo de un hombre; pero ésta no era la sombra de un hombre o de un dios, ni de ninguna cosa familiar."
—Edgar Allan Poe.



Sus dedos se deslizaron por la textura fina del pergamino que sostenía con cuidado, evitando estropearlo; reconocía aquellas letras doradas, la fuente era exquisita, tallada con esmero y se dirigía a ella como Farfarello. La misiva procedía de un lugar cercano y de alguien conocido; el contenido estaba escrito en latín, impecable y fluido. Supo que se trataba de algo importante, de algo que se esperaba, pues, Ernutet, a pesar de su constante silencio, era astuta. Nada se escapaba de su mente suspicaz. Incluso, hacía tiempo, ella misma había sido la culpable de la terrible muerte de quien fue dueño de todo lo que ahora poseía. Con los años, desde que fue arrancada de las arenas de Egipto, su piel se volvió más pálida y fría, como la de un reptil, aquella figura habitaba en su interior. Recorría galante los rincones de la mansión de la que se apoderó tras la muerte venenosa del condenado hombre que quiso "confiar" en ella. ¡Sí, ella! El demonio cobra.

Despachó a su criada y en compañía silenciosa de la luz temblorosa de las velas, comprendió que Barbariccia, el demonio más allegado a ella, la citaba en la oscuridad del Ponte Vecchio, que atraviesa al río Arno en el punto más estrecho y, además, es uno de los símbolos más importantes de la ciudad de Florencia. Por las noches, es poco probable ver alguna persona transitándolo, tal vez por esa misma razón la invitó a que se vieran en ese lugar. Pero, tampoco comprendía porque no anunciaba la reunión en Santa María del Fiore, si aquel templo era prácticamente su morada. Con notable indiferencia, y conociendo las mañas del hechicero, dejó la carta a un lado y decidió, tras largos minutos de preparación, asistir a donde se le indicaba.

Enfundada, de piez a cabeza, del más costoso satén negro, apareció en la solitaria fortaleza medieval, observando las aguas serenas del Arno que atravesaba la ciudad en su recorrido que parecía eterno, asociándola con aquella marca en su abdomen, perfectamente tatuada, cuyo poder evocaba a una de las figuras más retorcidas de las prisiones de La Traición.

—Sólo treinta pasos más —susurró, notando como las farolas lejanas empezaban a fallar, como si su luz temblara ante la presencia de lo que se avecinaba con notable prisa—.
Está alterado...

Concluyó, entrelazando las manos sobre la falda de su vestido, viendo el trecho de piedra extenderse entre decenas de puntos de luz que parecían extinguirse, hasta que, finalmente, logró divisar una figura oscura a la distancia. Una sonrisa ladina se dibujó en sus labios carmesí al descubrir de quien se trataba. Sólo los demonios sabían reconocerse entre sí; sus auras siniestras eran razón de desperar temores en otros, pero esto ocurría cuando éstos, caprichosos el averno, así lo deseaban.

—Curioso lugar para citar a una dama, Barbariccia. ¿Acaso Santa María del Fiore ya no es segura, Micer? —Inquirió al tenerlo lo suficientemente cerca, reparando en que nadie estuviera cerca—.  Y no te aflijas en tu caminar, no hay nadie que quiera cruzar este puente, no esta noche.
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Mensaje por Barbariccia Mar Jul 12, 2016 12:01 am


“Blow your trumpets Gabriel!
As I beheld the bewilderment ov Eden.
Break the bread... and crumb by crumb into the Leviathan's den...
Nations fall prey,
hail my return.”
— Behemoth, Blown Your Trumpets Gabriel


Nada de lo que hacía el demonio-hechicero era al azar. Eso hace mucho que había quedado claro. Nacido de la locura, era el único capaz de cordura. De ese modo, vestido con una elegancia que parecía no ir acorde con la caminata nocturna, casual y casi sin importancia, se acercó al sitio mientras a su paso iba dejando maleficios y maldiciones tan poderosas como antiguas.

Era de esas personas minuciosas que dejan instrucciones claras y precisas, como un relojero demencial, o un estratega de guerras entre el Cielo y el Infierno. Ahí, donde sus comandas terminaban, ahí se paró muy quieto como estatua milenaria. El cabello y la barba peinados con esmero, ungidos en aceites traídos de oriente. La capa de viaje, de cuello alto, lo hacía parecer más uno de esos seres nocturnos, como Malacoda y Malebranche.

Daba la espalda al camino que dirigía hasta ahí. Y no había otro. Se había asegurado que fuera de ese modo. Al sentir la poderosa presencia de Farfarello, su querida Ernuet sonrió de lado como una daga recién afilada y que corta el cielo de la noche, haciéndolo sangrar. Lentamente, mientras los pasos de la elegante dama la acercaban a él, se fue recogiendo la manga derecha, dejando al descubierto la marca de la serpiente que se devora a sí misma. Marcándolo como el elegido como el contenedor de una fuerza eterna y sin saciedad.

Me he asegurado que así sea —fue lo primero que dijo, para luego girarse y mirarla finalmente, tan hermosa como letal, de negro cómo iba a ser si no—. Y estoy seguro que tú también —la sonrisa se acentuó. Entre ellos, entre los Custodios se sabía que la sonrisa del brujo era preludio a algo mayor y más terrible, era un símbolo, una señal como el Invierno de Inviernos que anuncia el Ragnarok, o el canto de la gran trompeta que dará pie al Apocalipsis.

A veces creo que debo salir más, ¿no te ha gustado el lugar que elegí? —Levantó una ceja y dijo con un dejo de sorna palpable. Caminó en línea recta hasta ella.

Con una mano tomó la blanca mejilla de la serpiente traicionera. Se inclinó hacia ella y la besó en la comisura de los labios. Se irguió de nuevo con movimientos elegantes, se acomodó a su lado y ofreció su brazo para caminar.

No hay lugar más seguro que Santa María, eso ya deberías saberlo. Me he encargado que sea así, ¿acaso dudas de mis capacidades? Es precisamente por eso que no te quise conducir hasta ahí, no por ahora. Si alguien puede vulnerar lo que he construido, esa eres tú —halagó, aunque se sintió como una puñalada—. Primero quiero hablar contigo —fue misterioso. Barbariccia era de esos que iban directo al grano, pero la dinámica con Ernuet se torcía por la naturaleza de ambos.

Ambos estaban conscientes que a pesar de lo que Barbariccia acababa de decir, si alguien podía entrar a su santuario, era ella. Y no sólo a los salones de Santa María de Fiore, sino a los lugares ocultos también, esos que reservaba sólo para él.


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Mensaje por Ernutet Miér Ago 24, 2016 11:09 pm

"In the land of the rising sun
Shadows are falling again
The die is cast, the future and past
Coming to her at last."

—HammerFall, The Champion.



A veces le fastidiaba el entusiasmo excesivo que tenían los demás demonios con la cofradía que habían formado. Aunque ella fuera una mujer de negocios, le parecía una grandísima pérdida de tiempo estar reuniéndose por asuntos, que hasta los momentos, no le interesaban demasiado. Ernutet era práctica y tenía su propia manera de cumplir con sus obligaciones, y por supuesto, con su cacería. Disfrutaba causar intriga entre sus enemigos comerciales; los obligaba a sentirse más atraídos hacia el dinero y los negocios, volviéndolos unos obsesivos por el capital. Algo de lo que dependería el nuevo orden del mundo en siglos venideros; algo que el demonio cobra había planeado exhaustivamente desde su primera encarnación en el mundo de los mortales. Al fin y al cabo, todos ellos, seres del infierno, habían sido desterrados con un propósito muy oscuro y cada uno lo hacía realidad a su modo. Por esa misma razón, los motivos que llevaban a Barbariccia a citarla en aquel inusual lugar, no eran de su digno interés; pero por respeto a su par, atendió a su llamado.

Lo observó en silencio mientras se acercaba. Las aguas del río Arno estaban en una calma que helaba la sangre, siendo las únicas testigos de un encuentro que no era de este mundo, aunque se estuviera dando en un lugar tan común como aquel puente de piedra, emblemático y magnífico. Florencia estaba sumergida en el sopor de la noche, ignorante de las estrategias de los caóticos guardianes del Hades.

—¿Un puente? Uh, bueno, al menos es un lindo lugar del que los florentinos se sienten orgullosos. Y no hay nada más exquisito que el orgullo —respondió con ironía, sonriendo con la vivaz picardía de la que era poseedora—. ¿Y qué es un demonio si no actúa con presunción de lo que es?

Inquirió de manera despreocupada, observándolo con las cejas enarcadas, señalándole luego el brazo que mostraba la marca maldita de todos ellos. Sin embargo, antes de continuar con sus acostumbradas palabras retóricas por aquel simple asunto, suspiró y aceptó el gesto educado por parte de él.

—Alardeas mucho de tu tatuaje, micer. Es algo que todo tenemos, no es necesaria tanta vanidad —añadió, mientras iniciaba la caminata al lado de su compañero. Ambas parecían deslizarse con tanta ligereza, no propia de criaturas comunes—. Y ya te he dicho que pasas demasiado tiempo encerrado en esa iglesia. Estás peor que esos devotos obsesivos; los pobres corderitos que todo lo creen. Nuestro alimento favorito —esbozó una sonrisa maliciosa—, pero tan molestos y aburridos. En fin, sólo me atrevía a sentir curiosidad por tu repentino cambio de lugar, aparte de que este encuentro tampoco me parece muy… ¿cómo llamarlo? ¿Inusual o simplemente extrañísimo?

Le miró con suspicacia, la conocía bastante bien, incluso, mejor que Malacoda. Algo planeaba Barbariccia, y no era cualquier cosa.

—No me digas, el gran Tribunal Supremo ha venido a visitarte y está enterado de mi despertar —chasqueó la lengua—; pero que astuto. No se le escapa nada. —Fijó su atención el horizonte oscuro en el que reposaba la ciudad—. La inmortalidad le ha sumado un pésimo humor. Supongo que sigue quejándose de lo mismo, ¿no es así? ¿Qué planes tienen ahora? Por favor, que no tenga nada que ver con la Inquisición, no son de mi agrado. Por mí, que se los lleven los alados; esa gente no me interesa en lo más mínimo.

El cambio repentino de sus gestos, y lo amargo de sus palabras, sólo demostraban el odio que sentía hacia aquel grupo. ¿Y qué mejor que eso? Todo parecía encajar perfectamente en los planes de Los Custodios; el rompecabezas empezaba a armarse lentamente.
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Mensaje por Barbariccia Sáb Sep 17, 2016 1:26 am


“Ô toi, le plus savant et le plus beau des Anges,
Dieu trahi par le sort et privé de louanges.”
—Rotting Christ, Les Litanies De Satan


No era tonta. De serlo, él jamás habría puesto su atención en ella, más allá de la naturaleza que ambos compartían. Pero era precisamente por esa capacidad observadora, pero sobre todo, destructora, que su relación trascendía, y eso era bastante tratándose de Barbariccia. Habló con verdad, pero no acertó. Más allá de la gloria de aquel puente, había elegido el sitio por su simbolismo. Un hombre tan obsesionado con el mundo alegórico como él, no dejaba esas cosas a la casualidad. Siempre tomaba los asuntos en manos propias y los conducía al desenlace que esperaba, incluso los detalles como aquel simplemente no se le escapaban. Y de ese modo, esperaba que la reunión con la serpiente se diera como él esperaba. Sin embargo, sabía bien que una cosa era manipular a los mortales y otra muy distinta a un par suyo. Sobre todo, tratándose de Farfarello.

No es vanidad. Es orgullo, aunque, ¿acaso son diferentes? El hombre orgulloso simplemente esconde su vanidad, porque teme que eso sea demasiado superficial, y termina por ser peor —suspiró y miró al frente, la insondable oscuridad a veces rota por las ajadas luces de los faroleas que bordeaban el camino.

Entonces la dejó hablar y esa sonrisa llena de maldad volvió a adornar su rostro de facciones perfectas. Sin duda, comprobó, Ernuet no era tonta, todo lo contrario. Poco a poco fue perdiendo velocidad en andar hasta que se detuvo, obligándola a hacer lo mismo. Caminó a su alrededor, para quedar de frente y la observó con ese par de ojos que lo han visto todo, y por lo tanto parecen aburridos, pues ya nada les puede sorprender.

Qué bueno que tocas el tema. De que no salgo demasiado. La verdad la humanidad tiene poco que ofrecerme, tú me entiendes… pero hay ocasiones en las que debo regresar al pantano, y tratar de no mancharme —declaró y dio un paso hacia atrás, aunque su presencia era tan brutal que era capaz de envolver, como si fuera omnipresente.

Es imposible engañarte, ¿no es así? Me encanta eso. Has hablado con verdad. Quieren verte, en Roma, y es mi deber llevarte. Me planteé la idea de tratar de engañarte o convencerte con mentiras, pero primero está el hecho de que es imposible, ¿y por qué iba a gastar energía en una tarea que sabía no iba a poder completar? Y luego está el hecho de que te respeto demasiado como para tratar de hacerlo ese modo. Por eso vengo a ti de manera franca, y agradece, pues estamos forjados de engaños —estiró una mano para posarla en el hombro ajeno—. También sabes que puedes posponer esto el tiempo que quieras, pero el final no va a cambiar. No se le puede tomar el pelo a Él —fue contundente, aunque su voz sonó suave, como si recitara poemas o cantara canciones pastorales.

Mi deber no es enterarte de nuestro planes —entonces volvió a moverse, quedó una vez más al lado de Ernuet y reanudó la marcha. Barbariccia era muy cuidadoso de hasta dónde llegaban sus potestades, era sumamente discreto, y su mesura lo hacia, dentro de lo que cabía, alguien confiable. La soslayó—. Si quieres conocerlos, tendrás que ir. Malacoda en persona me dijo que tenía que llevarte, ¿acaso me harás quedar mal? Y la orden viene de lo más alto. Si te sirve de consuelo, los planes con la inquisición no son de alianza, o no en el sentido estricto. ¿Has notado cómo los gusanos se comen a la fruta desde dentro? —Dejó la pregunta en el aire.

Continuó caminando con paso pausado, esperando una reacción. Ernuet era inteligente, vaya que lo era, y estuvo seguro que esa noche no sería la velada en la que lo decepcionaría.


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Mensaje por Ernutet Sáb Dic 03, 2016 11:42 pm


"Existe un inocente inspirado,
Un pensamiento hambriento de gloria,
Un buscador incesante y orgulloso."

—Robert Burns.



¿Por qué había accedido a ir a aquella cita? Por complacer, simplemente. Ernutet ya conocía, por mucho, el motivo por el cual Barbariccia la había querido ver; además, escogió un importante punto de la ciudad, aquel mismo puente tan significante para Florencia, y el que alguna vez recorrió para contemplar la podredumbre de la ciudad cuando fue invadida hacía varios siglos atrás. Y pensar que ella misma había sido causante de que las puertas de la ciudad fuesen abiertas sólo para dejar entrar al bando enemigo. Aunque no logró conseguir lo que tanto buscaba la logia, no pudo evitar sentirse satisfecha por su hazaña. Pero, aquello era otra historia, un simple recuerdo que tuvo mientras caminaba por el desolado lugar.

Y tal como pensó, poco faltó para que él fuera directo a la idea principal de toda aquella parafernalia de palabras. Ernutet sencillamente esbozó una sonrisa maliciosa, quizá un poco intrigante. Era la sonrisa típica de alguien que anida una serpiente en su corazón. Había dado justo en el blanco, y eso sólo demostraba porque era un posible dolor de cabeza para Malacoda.

—Narciso cayó y se ahogó por su vanidad; rechazó el contacto con otros y se enfocó en su propio ego, acabando de una manera detestable e igualmente digna de alguien de su nivel —comentó con calma. No había olvidado lo mencionado antes de que se centraran en el tema de Malacoda—. Oh, cierto. Se me olvidaba que tu lugar siempre había sido en las iglesias. Destacaste tanto en este lugar, que aún sigues aquí —expresó, desviando luego la mirada hacia alguna fachada de las tiendas que se encontraban a los extremos del puente—. No conseguiría mantenerme oculta por mucho tiempo. Ninguno de los recién despiertos somos capaces de tal cosa; bueno, solamente hay uno, algo que no es de mi incumbencia y tampoco la tuya, supongo.

Podía destilar veneno cuando quisiera. No solía guardarse ciertos comentarios con sus “hermanos”, ni siquiera con Barbaraccia; pero, a pesar de su honestidad, siempre utilizaba las palabras adecuadas. Conseguía ser muy directa y sutil a la vez.

—Nadie puede engañar a nuestro señor, ni siquiera nosotros, que somos parte de él. Sin embargo, también nos conoce bastante bien como para reconocer nuestras maneras de actuar —respondió con voz educada—. Y no necesito conocer a nadie, Barbariccia. Ya los conozco a todos, al fin y al cabo, somos una alianza de seres abismales. Aunque pasen mil años, seguiremos siendo los mismos; despertaremos y volveremos a caer en letargo las veces que el mundo sobreviva al implacable caos. Quizá, los únicos que estén siempre alerta sean los tribunales, y uno que otro emisario. —No cabía duda, Ernutet era astuta, usaba siempre las palabras adecuadas. No había cosa que se le escapaba—. La Inquisición llegará a su fin, quieren destruirla y fundar una fuerza militar más confiable. Este mundo está lleno de sorpresas, micer. Y me temo que tendrás que salir más de ese templo, y te aseguro que obrarás en otros lugares. Nos dirigimos hacia las nuevas guerras religiosas; las creencias serán usadas como una carta importante para eso, La Inquisición ya no nos sirve.

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Mensaje por Barbariccia Lun Ene 23, 2017 5:17 pm


“All hope abandon, ye who enter here.”
― Dante Alighieri, The Divine Comedy


«Mph» como un amago de risa callada por toneladas de silencio, que como acero, los protegía esa velada de pactos abisales. Escuchó atento. ¡Ah! Ernuet, era siempre igual y le encantaba, aunque esa noche prefería la claridad a los laberintos de la retórica. No respondió, la dejó terminar sin más, avanzando lento y colosal por aquel camino que lo había visto en todas sus vidas.

Eso, es verdad. Pero tampoco tientes a tu suerte. Una cosa es que nos conozca y otra que sea comprensivo con la necedad. Siempre he creído que, cada vez que renacemos, adoptamos nuevas maneras de obrar. Eso nos hace impredecibles, un arma que deberíamos valorar más. En fin… —terminó como si eso, al final, no importara. La victoria alada iba volando en dirección a su causa. Los guiaba, con una antorcha y una trompeta de oro.

Parece que has visto el futuro. Creí que nos limitábamos a recordar el pasado —soltó con burla—. Sé perfectamente que, invariablemente, tendré que dejar más a menudo mi reclusión. No te voy a mentir diciéndote que la idea me encanta, pero entiendo el porqué, y así ha de hacerse. Al contrario tuyo, no me niego a mi posición —continuó hablando y andando. Parecía muy sereno, pero esa calma era la que anunciaba más atrocidades. Barbariccia era inquietante, siempre flemático y tranquilo, que sabías que algo estaba maquinando.

Ya no nos sirve —repitió—. Es verdad. Siempre hablas con verdad, aunque esta incomode, o hiera —era ahí cuando la verdad sabía más deliciosa en el paladar, la lengua y entre los dientes—. Sin embargo, Ernuet, te niegas a darme una respuesta concreta. ¿Quieres acaso que Malacoda venga en persona a decírtelo? Por eso me han mandado a mí —se detuvo, de nuevo, y la miró lacónico. Con suavidad y elegancia, tomó la mano ajena y la besó.

Somos uno, Ernuet. Más allá de nuestras posiciones y deberes. Sabían que si tú das un paso, yo lo daré. Y viceversa. Te necesitan ver, y vas a ir —no la soltó, la miró a los ojos. Esos ojos claros que parecían lumbre y hielo a la vez—. Si en verdad quieres ver a la Inquisición destruida, debemos reunirnos en Roma. Cada uno por su lado es caos. Nuestro deber es traerlo al mundo mortal, no serlo. Incluso las estrellas nacieron de ese desorden primordial —terminó y la soltó suavemente. Levantó la mirada hacia el firmamento y se quedó callado.

Su tarea estaba consumada. Jamás, bajo ninguna circunstancia, obligaría a uno de los suyos a hacer algo. No tenía la capacidad, no valía la pena enfrascarse en una lucha de mil años, y los respetaba a todos demasiado. Pero Ernuet… ¡oh! Ernuet, a ella más que a nadie.


Última edición por Barbariccia el Lun Mar 27, 2017 9:33 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Ernutet Vie Ene 27, 2017 11:33 pm


"El pobre que habita debajo
Se apresuró a aprender de los sabios,
Cálido sintió de la amistad el rayo
Y su llama suave;
¡Irreflexivas locuras lo cubren ahora
Y manchan su nombre!"

—Robert Burns.



¡Ah! Barbariccia, él siempre tan sobrio, dispuesto a obedecer los dictámenes de su líder, enfocándose completamente en servirle. ¿Y ella? Ella era todo lo opuesto, trabajaba por su cuenta y no quería tener a nadie que le estuviera diciendo qué hacer; aquello le resultaba irritante hasta cierto punto. De servir a los intereses de sus congéneres, siempre había estado dispuesta, en especial por su querida Graffiacane. Ambas eran ambiciosas y orgullosas, unas deidades terribles escondidas bajo las pieles de animales letales. Y eso era algo que el hechicero no ignoraba, pero no le resultaba agradable. Si había pautado el encuentro era para lograr convencer a Ernutet, intentando disfrutar de la disputa que podría surgir de toda la introducción innecesaria que habían hecho. Quizá ya la cobra había decidido ahondar más en temas importantes, sin embargo, su deber por querer desviar el asunto a su favor siempre estaría latente. Y para qué engañarse, ella también obtenía un beneficio masoquista al retar a Barbariccia al llevarle siempre la contraria, aunque compartiesen diversos asuntos que los favorecían.

—¿Yo? ¿Tentando? ¡Qué va! Nunca haría semejante cosa, micer. Me ofendes —dijo con sorna, haciendo un ademán con su mano, sencillamente sobreactuando una ofensa que no sentía en lo más mínimo—. Vamos, Barbariccia, no es para tanto. Estar tanto tiempo encerrado te está haciendo más arcaico. Nuestro señor sabe de cosas, y muchas, aunque no sean de su agrado, le beneficiarán, de algún modo u otro. El objetivo es que concrete su venganza, misión, o como prefiera llamarlo. Se hacen muchos problemas por cosas insignificantes. —Hizo una pausa y rectificó con pericia—. Me corrijo, no son insignificantes, pero tampoco serán la ruina de ninguno. Él lo sabe bastante bien, casi puedo intuirlo desde aquí.

Hablaba con la verdad absoluta, aunque prefería mantener la distancia, ella conocía perfectamente su posición, sabía cómo moverse entre los hombres. No tenía una marca maldita en vano, Ernutet estaba al tanto de cómo usar sus habilidades, pero, no siempre iba a estar encerrada en una cofradía, que a estas alturas, le era innecesaria. Sí, por eso mismo el máximo tribunal la tildaba de rebelde, cuando no era así, simplemente no hallaba encajar en los empeños de los demás.

No, no. Te equivocas en ese punto, querido —espetó, aun así seguía siendo educada al gesticular cualquier palabra—. Yo sé cuál es mi posición, pero para malestar del señor Asurbanipal, no haré las cosas del modo que él pretende. Eso ya deberías saberlo, es tan sencillo como chasquear los dedos. —Y con la sutileza debida, porque toda ella era así, enarcó ambas cejas, y esa sonrisa traicionera se dibujaba en su rostro perfecto—. ¿Sabes qué me agrada? Estos puntos de quiebre en donde casi pierdes los estribos, pero mantienes una apariencia insondable y pétrea. Debería provocarte más seguido —le aseguró—. Y ya, no le des tantas vueltas al asunto, porque en este momento micer Caraffa ya debería estar leyendo mi carta.

Y siempre solía ser de ese modo, Ernutet se adelantaba a las jugadas de los demás, iba un paso adelante, no consultaba, porque ella era quien dirigía su partida sin tener que involucrar a más nadie. Claro, salvo a Barbariccia.

—Aguarda un poco más, como ya te he dicho, las cartas están echadas, los resultados irán mostrándose. Apenas reciba respuesta de nuestro señor, te confirmaré todo. Creo que él tiene alguna sorpresa, ya sabes, una petición especial que de seguro aceptarías gustoso. —Y ahí estaba su naturaleza por adelantarse en todo, como si fuera capaz de ver más allá entre todos los demás Custodios.

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Mensaje por Barbariccia Lun Mar 27, 2017 10:16 pm


“Que j'aime voir, chère indolente,
De ton corps si beau,
Comme une étoffe vacillante,
Miroiter la peau!”
— Charles Baudelaire, Le serpent qui danse


Dio un par de pasos, como si la rodeara, y no dejó de mirarla ni un solo instante. Hermosa y letal. Una serpiente en el pasto, que no ves, y apenas pongas un pie cerca, te va a atacar. Nadie se acerca a lo que ha reclamado como suyo. Así sea un palacio en la montaña o una roca más, alisada por el cauce de un río cercano. Y quizá era eso lo que tanto gustaba a Barbariccia, un hombre tan hermético que simplemente no era natural. No era normal que alguien expresara tan poco con mirada y con boca, con ademanes. ¿Cuándo estaba encolerizado? ¿Cuándo estaba alegre? ¿Qué atroces límites alcanzaba con esas emociones que con tanto celo guardaba? Y aún así, su mirada que lo ha visto todo, parecía brillar distinto cuando se posaba en ella. Un hermoso acertijo con el cual entretenerse, no… mejor aún, con el cual obsesionarse.

Arqueó una ceja nada más, pero la dejó terminar. Se peinó la larga y cuidada barba, como si pensara muy bien qué decirle.

Ya me provocas lo suficiente Ernuet —respondió al fin. Su respuesta era ambigua, podía interpretarse con la connotación que a ambos les placiera. Y la que le dieran, estarían atinando—. Quisiera que de algún modo quede asentado que hice lo que estaba en mis manos y que contigo es imposible lidiar. No lo dijo como un insulto —casi se asomó un atisbo de sonrisa en su rostro y salvó la distancia que él mismo había impuesto entre ambos.

A veces creo que me ocultas habilidades. Que puedes ver el futuro y no me lo has dicho. Aunque me gusta pensar bien de ti, y creer que si no lo has hecho, es porque nos favorece —un paso más y estuvo a un palmo de distancia de ella. Deslizó la mano por la perfecta cintura de Ernuet y colocó la mano en la espalda baja de la mujer. Con ello, la obligó a acercarse con esos mismos movimientos sin emociones, casi mecánicos.

Entonces no me queda más que esperar, supongo, ¿no? Sólo recuérdalo… —la miró a los ojos—, si preguntan, hice lo que pude. Perdón si soy tan enfático en ello, pero es que no soy precisamente célebre por fallar en mis misiones —de no ser porque mantenía el rostro impertérrito, aquello podía pasar incluso por una broma.

Hundió el rostro en la curvatura del cuello de la mujer, olió su negro cabello y por un rato no se movió de ahí. No la soltó, si acaso, afianzó el agarre. Su relación era… complicada, por decir lo menos. Y a pesar de esa forma tan peculiar que tenía Barbariccia de ser, de expresarse y de hacer las cosas, tampoco ocultaba la naturaleza de eso que lo unía a Ernuet con tanta fuerza. Más allá de su origen en el Averno, conjunto y forjados del mismo azufre y del mismo fuego.

Sabes que soy paciente —le dijo al oído—, pero no abuses, Ernuet, tú más que nadie sabe que hacerme enojar no es buena idea —y no lo decía porque ella lo hubiera visto en aquel estado. En realidad, nadie lo había hecho en muchos, muchos siglos. Lo decía porque ella era quien mejor lo conocía, mortales e inmortales, demonios, humanos, criaturas de toda índole, no importaba. Era ella, y sólo ella, quien más al fondo había llegado del abismo que era él.


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The Gates of Hades [Privado] Empty Re: The Gates of Hades [Privado]

Mensaje por Ernutet Lun Abr 24, 2017 9:35 pm


"She gasped with pleasure, in the sand
Like a poisonous snake
The Queen of Mistery
Her voice is lost in the desert "

—Theatres des Vampires.



Sí, Ernutet tenía la aberrante manía (si así podía llamársele), de sacar lo peor de cada quien. Y tenía que reconocerlo, le encantaba hacerlo, era hábil en completar tan curiosa misión, hasta se podía pensar que cada competía consigo misma para romper su retorcido record. Ni siquiera Barbariccia estaba exento de aquel desquiciado acto, él era otro más que podía caer perfectamente en los juegos de Farfarello, pero, había una diferencia, lo de ellos era, sin duda, diferente. Lo conocía, sabía al dedillo que no siempre era tan discreto en sus acciones, no cuando se trataba de ella, y por eso se aprovechaba. Aunque, claro, por más que el hechicero renegara de ello, salía igualmente beneficiado.

Sin embargo, habría que aclarar que no con todos buscaba el mismo resultado. Con los demás miembros de la logia no podía esperar lo mismo, incluso, eran cualquier cosa. Que Malacoda estuviera desquiciándose porque ella no profesaba una lealtad inquebrantable a Los Custodios, no le resultaba una novedad, se lo veía venir, y ni siquiera le causó alguna emoción negativa, ni positiva, que pudiera desviarla de sus demás labores. Por más que Barbariccia insistiera, Ernutet no daría su brazo a torcer. Aun así, pretendía sacudirlo un poco, al menos para que la velada fuese aún más digna. Y, obviamente, empezaba a lograrlo.

Le soslayó en silencio, apenas sonriente, fingiendo mostrar interés, aunque sólo jugaba con su paciencia como siempre había sido. Y gracias a ello obtuvo las respuestas necesarias, las que quiso escuchar en un principio, más no pareció inmutarse. Para eso le sobraba una eternidad, o mejor dicho, esperaba el momento justo.

—Dime algo que no sepa, querido —objetó, enarcando las cejas, mientras le sostenía la mirada—. ¿Imposible? No seas tan cruel, no es para tanto. Yo jamás he sido tan inverosímil, ¿o sí? —Se burló. No fue prudente, tampoco pretendía serlo—. ¿Habilidades para ver el futuro? Oh, micer, creí que el brujo eras tú y no yo. Sólo es cuestión de sentido común.

Y sí de evadir objetivos en una plática se trataba, Ernutet era la indicada. Estaba jugando adrede con Barbariccia, quien había predispuesto el escenario, y ella sólo se encargó de iniciar la jugada con astucia. Ni mostró resistencia alguna cuando él se atrevió a quebrar el espacio personal propio, acercándola a su cuerpo de manera, un tanto, peligrosa. Apenas apoyó las manos sobre su pecho, no para aislarlo, sino para afianzar el contacto entre ambos.

—Eres totalmente quisquilloso, Barbariccia —replicó con fastidio—. Culpar a otros de mis propias decisiones es una tontería. Ya estoy grandecita para pensar por mí misma, así que no te preocupes, no me excusaré culpándote. Estoy al tanto de todo, ya deberías saberlo. Llevamos una eternidad conociéndonos; estamos hechos de lo mismo, ¿no es así?

Habló con una sinceridad abisal, la que sólo usaba con el hechicero. Parecían cómplices en todo sentido. Incluso se notaba en la forma en la que le permitió acercarse y le dejó tocar la piel de su cuello; le consintió tener libertad sobre ella, cuando resultaba ser una mujer que odiaba el contacto con otros caballeros. ¡Ah no! Los demás eran unos pelmazos, sólo Barbariccia merecía su atención. Apenas y se removió, no para alejarlo, sino para rodear su cuello con los brazos, aproximando sus labios a los del hombre, dejando escasos centímetros de separación.

—¿Y qué es de nuestra relación sin abusos, micer? Puedo verlo en tu mirada, a mí no me engañas. Esto es lo que querías, ¿o me equivoco? —y lanzó su primera ficha, teniendo la certeza de que Barbariccia no iba a quedarse de brazos cruzados. ¡Eso quería! Arrebatarle esa máscara de excesiva discreción que solía llevar, guiarlo a sus propios límites y que terminara rebasándolos.

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Mensaje por Barbariccia Sáb Jun 17, 2017 11:12 pm


Esa mujer, serpiente y demonio, tenía un peligroso dominio sobre él. La mayor parte del tiempo, Barbariccia iba con el estandarte de que era así, porque así se lo permitía él, aunque siendo fieles a la verdad, a veces ni él mismo se lo creía. O pensaba que sí, le permitía llegar hasta el número diez, y ella, por capricho y con astucia, llegaba al cien.

Se separó un poco, mirándola de nuevo de frente. Todas sus emociones contenidas, como era siempre, aunque ni él podía ocultar reflejos de su interior que se mostraban en sus ojos claros. En ellos había una sonrisa, a pesar de que su boca se mantenía cerrada, como una línea recta sobre su impasible rostro.

Estamos hechos de lo mismo —confirmó en un susurro, sin moverse cuando la boca ajena estuvo a escasos milímetros de la propia—. Pero ¿qué es, Ernuet? ¿De qué estamos hechos? —Y al fin un músculo en su cara se movió; arqueó una ceja, inquisitivo y suspicaz. De nuevo ese fulgor en sus ojos. Era víctima de su receptáculo humano, y éste le provocaba esas inflexiones.

¿Era tan grave? Frente a Ernuet sentía que era el momento más propicio, y a la vez el más peligroso. Una contradicción, como lo era ella misma. Entonces deslizó una mano por la perfecta cintura de la mujer y la haló con más fuerza, la acercó más, como si eso fuera posible.

Oh, no. Esto es mucho más de lo que quería. Siempre logras sorprenderme —y joder, ¡joder! Esbozó una sonrisa, ese presagio a que algo estaba por suceder, algo horrible, algo grande, algo brutal. Era un gesto extraño en su boca, y aún así, con esos rasgos apuestos que tenía, logró lucir incluso encantador.

Inclinó la cabeza como en una semi reverencia. Le estaba anunciando algo, o quizá le estaba pidiendo permiso, aunque se sabía que Barbariccia no necesitaba la venia de nadie para hacer lo que tenía que hacer (rara vez, lo que quería hacer). Y finalmente, unió sus labios a los de Ernuet en un beso acompasado, algo abúlico al principio incluso, como si estuviera tomando fuerzas y recordando en la marcha cómo se hacía. No fue un ósculo breve, y conforme avanzó, dejó de ser neutral para pasar a reflejar algo; lo cual, viniendo de él, era rarísimo.

Ese era el anuncio que la curvatura de sus labios hizo previamente. «Bien…» le decía, «ahora trata de dominar mis emociones, que por algo las contengo». Si un Barbariccia sosegado era peligroso, ¿cómo sería uno que ha probado la pasión y le ha gustado? ¿Qué carnicerías sería capaz de desatar? Se separó luego, dio un paso atrás, aunque no la soltó, y la miró.

Llevamos una eternidad conociéndonos, y aún así eso se sintió como algo nuevo. Si vas a cometer la tortura, que tanto disfrutas claramente, acaba lo que iniciaste —le dijo, regresando un poco a ser el hombre sin aparentes emociones. Sólo levantó un poco, poquito, las cejas, como ávido por una respuesta. Sus palabras no llevaban una connotación sexual, o algo por el estilo, ambos estaban más allá de eso. Se sabía que Barbariccia apreciaría más la profundidad de una herida que la superficie de un guardapelo en hermoso damasquinado.


Última edición por Barbariccia el Miér Ago 16, 2017 9:06 pm, editado 1 vez


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Mensaje por Ernutet Sáb Jun 24, 2017 1:49 am

Ella, y nada más que ella, sabía cómo lograr molestar a Barbariccia, al punto de arrancarlo de ese abismo de integridad constante en el que permanecía. Ella, solamente ella, era capaz de causar un extraño efecto en el hechicero, algo que no sólo ocurría en esos tiempos, sino que se había predispuesto desde mucho antes, cuando habían sido forjados de la misma oscuridad. A Ernutet le gustaba jugar sucio y siempre lo hacía, en especial con su querido Barbariccia, para quien guardaba las mejores hazañas. Por eso conservaba su sonrisa de pura arrogancia, a pesar de la peligrosa cercanía entre ambos, porque bien sabía que él flaquearía, y bien que era eso lo que ella buscaba. ¿Quién pensaba que un encuentro entre ambos iba a resultar de pura conversación acerca del caos? ¡En lo absoluto! Eso era algo que se reservaba para otros, no para ellos.

Ernutet se podía convertir en un perfecto dolor de cabeza cuando quería. Esa astucia suya, y manera de ser, siempre resultaba demasiado terrible para soportarla. No era una mujer que se dejara doblegar de ninguna manera, y mucho menos llevando el alma de un demonio. Sin embargo, sabía perfectamente cuándo ceder y con quién lo haría, y básicamente, Barbariccia era el que se llevaba ese privilegiado lugar. ¡Y le gustaba estar en esa posición! Porque había cedido a los deseos de esa serpiente ponzoñosa, aunque no le resultaba menos molesto, a juzgar por su conducta.

¿Y qué mejor conducta qué la que ahora tomaba? ¡Por favor! Ni ella pudo resistirse cuando sus labios se unieron a los suyos de aquella manera tan propia de Barbariccia, y no se quejaba, para nada, porque le permitió tomar la iniciativa después, cuando sintió el primer reflejo de un deseo oculto. Oh sí, ahí estaba de nuevo ella, atacando como lo haría una cobra, destilando todo el veneno que era capaz de enloquecer a otros.

—Oh, micer, ¿todavía te permites hacer esa pregunta? Es obvio que somos penumbras y más que eso... Puede resultar un poco tedioso de acertar, en algunos casos. Lo cierto es que lo compartimos en esencia, ¿no es suficiente eso? —habló finalmente, y lo hizo en voz baja, sin intenciones de separarse de Barbariccia. Ya se había encargado de iniciar el fuego y no pretendía apagarlo tan pronto—. Así es, llevamos una eternidad, y precisamente por eso, has de saber que yo nunca dejo a medias lo que inicio, porque no es algo que se me da tan bien; ya sabes, las cosas inconclusas no son muy de mi estilo.

Y hubo una invitación disfrazada en aquellas últimas palabras, algo que él iba a ser capaz de detectar con una facilidad que hasta podría parecer ridícula. Pero así era Ernutet, siempre adornando demasiado las cosas, sólo para su aberrante diversión. Y daba igual, porque ella misma quiso que fuera de ese modo. ¿No había aceptado su invitación sólo para hablar de lo típico, verdad? Si quiso ir a esa cita fue por otra intención mejor reservada, porque hacía siglos que no tentaba a su querido Barbariccia de aquella manera, y ya era hora de hacerlo. ¡Qué aburrido la había estado pasando!

—Y no, querido. No quiero dominar tus emociones, sabes que mi veneno no es capaz de tal proeza —y con absoluto descaro apegó su cuerpo al del hechicero, deslizando la mano hasta clavarse en su nuca, tirando suavemente de aquellos cabellos rebeldes—. Sólo lo utilizo para provocar, ¿no te basta con eso o quieres que vaya más lejos?

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Mensaje por Barbariccia Miér Ago 16, 2017 9:54 pm


En efecto, la ponzoña de la que era capaz Ernuet, un veneno que Barbariccia engullía gustoso, no estaba diseñado para aplacar sus extrañas y abisales emociones. Enormes como monstruos marinos ocultos en las profundidades, que no han sido molestados en milenios, y que una vez que abran sus ojos rojos como la sangre, el fin de los tiempos ha de dar inicio. Lo único que se interponía era él, Barbariccia, que mantenía a raya a las bestias. Y ahí estaba ella, hábil, capaz de adentrarse en su hondura, y querer interrumpir el letargo por pura diversión.

Quizá no es suficiente. ¿Qué lo es en esta vida mortal que nos ata? Siempre vamos a querer más, está en nuestra naturaleza —no se alejó, al contrario, echó el cuerpo hacia delante todavía más, empujándola un poco, pero no con brusquedad; hubo algo elegante y misterioso en sus movimientos. Algo muy concreto también.

Alzó un poco más el rostro cuando ella lo tomó por el cabello de la nuca. La miró con ese par de ojos suyos que parecían haberlo visto todo, y por ello mismo, lucían terriblemente aburridos todo el tiempo. Y aunque sus párpados se mostraron perezosos, alguien demasiado cerca podía ver en esas orbes un brillo diferente, tan cerca como lo estaba Ernuet en ese momento. De nuevo sonrió con ese gesto lánguido.

Me das miedo, Ernuet —bromeó a su modo, con ese humor negro como tinta, porque aunque Ernuet era, de hecho, alguien que despertaba terror en el corazón de los hombres, eso no aplicaba con él, y ambos lo sabían—. ¿Qué tan lejos puedes ir? Quiero saber que tan hondo eres capaz de llegar. Cualquiera en tu lugar, se volvería loco al tan sólo mirar mi profundidad, pero no tú; tú caminas por ella como si fueras una más de las sombras… no, no una más. Como si fueras la reina de todas ellas —Reyna de las Sombras de Barbariccia. Su voz fue un siseo quedo y antinatural, que helaba la sangre.

Entonces, Barbariccia se movió. Se logró librar del agarre ajeno y tomó por su perfecta cintura a Ernuet. La llevó contra un muro, la aprisionó ahí. Le mostró, de frente, sin más, una sonrisa mucho más amplia, y más maligna.

Sabes que ni así te librarás de tu deber, ¿verdad? Mujer traicionera —la tomó con fuerza del mentón, apretando sus mejillas—. Lo olvidaré por ahora, si es que tomas el reto, el de ir más allá. Sino, te seguiré recordando que tu reunión con el resto de nosotros es inminente —volvió a besarla, esta vez con más furia. Como si quisiera beberla, hacerla suya de un modo literal, introducirla bajo su piel y su carne, dejarla vivir por siempre entre sus costillas. Y el beso fue más breve, también.

Ernuet, querida… estamos hechos de lo mismo. Nos entendemos porque nuestra materia es la misma, una desconocida para esta tierra perenne. Sé exactamente lo que quieres, y tú sabes lo que yo deseo. No sé si eso sea algo bueno, o una condena. Sabes, también, que si me envían a los lobos, voy a regresar comandando la manada —se separó un poco, un poco nada más, para poder verla a la cara. Tan hermosa y peculiar. Sus rasgos no eran los típicos de las señoritas de la alta sociedad; eran más fuertes, más concretos, más descriptivos. No sólo su rostro, su cuerpo, el que podía sentir con el propio, también. Y más allá, su alma, o lo que sea que ellos tuvieran, inquieta en su interior, como un ave que anuncia tormenta, deseando salir para no regresar.


Última edición por Barbariccia el Mar Nov 07, 2017 10:23 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Ernutet Jue Ago 24, 2017 2:31 am

Sí, claro Farfarello se paseaba sin ningún temor entre las sombras de Barbariccia, y casi se regodeaba que ella era quien dominaba en ellas. ¿Y para qué engañarse? Desde luego que lo hacía, y a mucha honra; podría decirse que se sentía orgullosa de hacerlo, porque, de alguna manera, eso le garantizaba cierto dominio sobre él. No del todo, ya que el hechicero en sí solía ser demasiado orgulloso y terrible como para permitir semejante cosa, sin embargo, Farfarello jamás se quedaba atrás. Es más, solía adelantarse a todo, como si aquella fuera una virtud que usara de arma contra todos, incluyendo al mismo Barbariccia. Aunque con él hacía ciertas excepciones, sólo porque le agradaba más que el resto.

¡Vale! Lo de ambos no podía considerarse simplemente agrado o estima. Había algo más tras esa relación forzosa y masoquista que se traían desde hacía muchísimo; quizá era obsesión u otra cosa. Las palabras no eran suficientes para describirlos, y mucho menos por ser lo que eran. ¡Exactamente! Estaban hechos de la misma brea abismal; del mismo azufre al que fueron arrojados durante el principio de todo. Se trataba de una teoría terriblemente fenomenológica como para decidir hablar de ella con mayor detenimiento. Simplemente había que centrarse en los sucesos recientes para no quedarse con ninguna duda, para darse por entendido de que sí, entre Barbariccia y Ernutet se había forjado algo a fuego lento. Algo que la mujer no dudó en terminar de incendiar con su particular conducta venenosa. ¡Y era precisamente lo que estaba buscando! Porque odiaba la calma, y en vez de eso, prefería la tempestad.

—Si ya sabías la respuesta, ¿para qué interrogarme? Perfectamente sabes que no te temo, porque sé que eras una bestia, aunque ante todos demuestres lo contrario. Bien dicen que son peores aquellos que callan demasiado y son modosos en conducta, que los escandalosos y extrovertidos —respondió una vez pudo, cuando las acciones de Barbariccia así se lo permitieron—. Uh, ¿vamos a seguir hablando del deber? No me aburras, Barbariccia, que eso no es lo que quieres, ¿cierto? Es una muy mala idea, y más cuando nos encontramos tan cómodos.

Se relamió los labios, esbozando una sonrisa mucho más maligna que la de él, porque se había empeñado en obtener esa respuesta de su parte. Claro, aún faltaba por llegar a la cúspide, pero todo a su tiempo. Ya con avanzar en algo era más que suficiente, al menos para ella, que sabía cómo tomarse las cosas con excesiva calma, y no con menos prudencia. Totalmente contradictorio de su parte, y lo sabía; también lo disfrutaba.

Y fue cuando, haciendo uso de sus facultades como cambiante (más que nada de esa fuerza de su raza), que, esta vez, quien quedó contra el muro fue Barbariccia, atrapado con el peso de su cuerpo, delicado, pero no menos fuerte por ser sobrenatural.

—A ver, lobo... ¿Y cuál manada piensas liderar? Creo que estás lidiando con la jauría equivocada —provocó, mientras sus manos recorrían el torso masculino de manera delicada y al mismo tiempo descarada, como ella misma podía llegar a ser—. ¿Qué tan lejos quieres que llegue? Mira que ya he sacado una mínima parte de tu terrible personalidad. ¿Quieres que siga avanzando? De nada.

Esta vez ella tomó la iniciativa de besarlo, pero no como él había hecho antes. Ernutet fue más letal y maligna; pasional en todo el amplio sentido de la palabra. Atrevida, hasta el punto de hacer sangrar sus labios con una mordida. ¿Quién era la bestia esta vez?

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Mensaje por Barbariccia Miér Nov 08, 2017 2:14 pm


Estando en aquella posición, Barbariccia pensó que, de hecho, podría abocar sus esfuerzo en Erneut, en complacerla, en amarla de ese modo retorcido que sólo los demonios tenían, de manera posesiva y cruel, pero amor al fin, y no por ello menos válido. El pensamiento le divirtió, pero no le molestó. Para poder avanzar en este plano terrenal, hace tiempo que había aprendido a no temerle a sus emociones, ni rehusarse a aceptarlas. No obstante, había algo mucho mayor y más fundamental que provocaba que finalmente no se dedicara al hedonismo, y eso era la gran misión que tenía como recipiente del demonio que era su única realidad.

Ese es nuestro mayor defecto, no temernos —declaró con un tono entretenido en su voz—. No, por hoy ya no hablemos del deber, aunque ten por seguro que te lo recordaré cada día, hasta que aceptes tu posición —continuó y le fue inevitable decirlo así, porque le era inevitable ser el más confiable de los custodios, el más solícito y eficaz. Y esa era una cosa que él solo se había impuesto, que no era parte de sus muchas tareas. Así había sido desde hace eones, y no tenía planeado cambiarlo.

Fue a continuar cuando ella lo tomó. Siempre lograba sorprenderlo. Sabía que era fuerte por esa habilidad suya, pero cuando la veía en acción, no dejaba de maravillarse. Su espalda chocó con el frío muro y se pegó al completo. La miró a los ojos, y no respondió, correspondió el beso en cuanto su contenedor humano se lo permitió. Porque ellos, como demonios, se movían a velocidades diferentes, por planos existenciales distintos, sin embargo, aquí en la Tierra, la carne y la sangre mortal los encadenaba.

¿Qué tan lejos puedes llegar? —preguntó entonces, muy cerca de la boca ajena, con los ojos aún cerrados. Se relamió el labio que ahora sangraba y ese hecho le recordó su prisión en esta existencia. Un mal necesario. De a poco, abrió sus fanales y los clavó en la mujer frente a él. Cerca, muy cerca.

Levantó una mano para tocarse la herida y miró sus dedos manchados de carmesí. Rio. Rio pero no sonrió, era una extraña habilidad que tenía.

Me confunden tus preguntas, Ernuet —dijo, aún mirándose la mano—. ¿Cómo que qué manada pienso liderar? Pues la que me plazca. Parece que no me conoces. Puedo conquistar la jauría que me proponga, pero… —Se quedó pensativo, y regresó su atención a la mujer—. Pero hay individuos a los que jamás voy a poder conquistar. Sólo aquellos dignos de mi fuerza y mi poder. Como tú. —Posó ambas manos en la cintura de la mujer.

Suena a que me estás retando, pero ambos sabemos el resultado de todo eso, ¿por qué no nos ahorramos los tediosos pasos? —Se acercó, inclinó la cabeza para quedar cerca de la boca ajena, con su propia boca sangrante. Rozó los labios ajenos, y el gusto a saliva se mezcló con aquel a hierro en su paladar. ¿Ella lo habría probado también? ¿Había saboreado su líquido vital de hombre que muere y que aprisiona al gran Barbariccia?

Lo mejor de todo esto es que me intriga hasta donde te adentrarás en esta oscuridad, y si acaso te detienes, sabré que no fue por miedo, sino por aburrimiento. ¿Seré capaz de no aburrirte yo? Eres veleidosa, Ernuet, nunca sé qué harás después y lo digo como halago. —Todavía sosteniéndola de la cintura, la separó con suavidad.

Esta noche hemos hablado todo lo que debíamos hablar, y si te soy sincero, no esperaba otro resultado. Todo lo demás, podemos llevarlo a cabo en un lugar más cómodo. —Arqueó una ceja y no ocultó sus oscuras intenciones.


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