AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Heaven knows || Privado
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Heaven knows || Privado
por Jenell Görgen Sáb Jun 18, 2016 9:58 pm
“Heaven is under our feet as well as over our heads.”
― Henry David Thoreau, Walden
― Henry David Thoreau, Walden
La paz interior de Jenell era un tema complicado, era algo que desde hacía años solo había logrado imitar y fingir. Aquella joven de penetrantes ojos azules, esa con una sonrisa afable en el rostro iluminado, solo llevaba una máscara, una que de a poco comenzaba a pegarse a su piel costándole mas y mas trabajo quitársela.
Pero aquella lucha interior entre quien realmente era y quien aparentaba ser, solo la libraba lejos de casa, en lugares en los que no estaba acostumbrada a entras mas que cuando tenía un severo conflicto. No era una persona religiosa, no con su condición, no con la inquisición y los cazadores pisando los talones de cada ser sobrenatural habido y por haber, otro motivo por el cual aparentar ser quien no era.
Sin embargo, había algo en aquella estructura de piedra y metal que se erguía con las cruces en el cielo, en su interior lleno de ecos y las melodías de las voces de coros y misas resonando, el bailotear de las velas seductoras ante las corrientes de aire, que lograban apaciguarla.
Prefería entrar a ese recinto cuando la hora de misa estaba lejos, o cuando esta había terminado, le gustaba recorrer el espacio y admirar cada escultura, cada pintura, cada grieta en la piedra labrada, sentarse en la última banca, la mas alejada o inclusive, quedarse al borde de la escalinata debatiéndose entre la entrada y la huída.
La misa había terminado hace no mas de diez minutos, el olor a incienso y cera quemada inundaba el ambiente, se sentó al borde de la banca de madera, con la espalda separa del respaldo, erguida y con la mirada hacia el techo. El repiqueteo de las campanillas al fondo aunado a las voces que suplicantes alzaban sus plegarias en murmullos irreconocibles la llevaron lejos de allí, cerró los ojos y logró poner la mente en blanco ―Dime que es lo que quieres ¿que esperas realmente de mi? - aquella pregunta no iba dirigida a nadie, probablemente a si misma, o a aquella esperanza de que en realidad existiera un Dios benevolente que quisiera escucharla y respondiera sin acertijos.
Pero aquella lucha interior entre quien realmente era y quien aparentaba ser, solo la libraba lejos de casa, en lugares en los que no estaba acostumbrada a entras mas que cuando tenía un severo conflicto. No era una persona religiosa, no con su condición, no con la inquisición y los cazadores pisando los talones de cada ser sobrenatural habido y por haber, otro motivo por el cual aparentar ser quien no era.
Sin embargo, había algo en aquella estructura de piedra y metal que se erguía con las cruces en el cielo, en su interior lleno de ecos y las melodías de las voces de coros y misas resonando, el bailotear de las velas seductoras ante las corrientes de aire, que lograban apaciguarla.
Prefería entrar a ese recinto cuando la hora de misa estaba lejos, o cuando esta había terminado, le gustaba recorrer el espacio y admirar cada escultura, cada pintura, cada grieta en la piedra labrada, sentarse en la última banca, la mas alejada o inclusive, quedarse al borde de la escalinata debatiéndose entre la entrada y la huída.
La misa había terminado hace no mas de diez minutos, el olor a incienso y cera quemada inundaba el ambiente, se sentó al borde de la banca de madera, con la espalda separa del respaldo, erguida y con la mirada hacia el techo. El repiqueteo de las campanillas al fondo aunado a las voces que suplicantes alzaban sus plegarias en murmullos irreconocibles la llevaron lejos de allí, cerró los ojos y logró poner la mente en blanco ―Dime que es lo que quieres ¿que esperas realmente de mi? - aquella pregunta no iba dirigida a nadie, probablemente a si misma, o a aquella esperanza de que en realidad existiera un Dios benevolente que quisiera escucharla y respondiera sin acertijos.
Última edición por Jenell Görgen el Lun Jul 18, 2016 10:23 pm, editado 2 veces
Jenell Görgen- Cambiante Clase Media
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Re: Heaven knows || Privado
por Mavra C. Bulgákov Jue Jun 30, 2016 11:34 pm
Fé, ¿Qué es en realidad la fé? Durante milenios, el hombre ha construido edificios, robado bienes, asesinado inocentes y devorando valores en nombre de la fé. Una estúpida palabra que tiene su origen en una etimología casi olvidada. No importa la religión a la que pertenezca, mucho menos el nombre del dios al cual le proclamen su entera devoción, las excusas siempre sobran, y al final, la historia resulta ser la misma. Destrucción.
La fría cerámica con la cual se construyeron algunas de las imágenes que ostentan la catedral, es acariciada por falanges no más gélidas que el material propio. Sin embargo, el ardor que dejaban a su paso sólo era comparable con las llamas del infierno. Mavra, hubiese podido desear e incluso jugar a ser Midas, solo que en vez de convertirlo todo en oro, las cosas se resumirían a cenizas. Sí, ella podía pretender ser la peste deambulando por cada maldito rincón de parís, e incluso ser la razón misma por la que todos y cada uno de los entes atormentados llegaban a ese lugar en busca de respuestas. No obstante, el tiempo le había enseñado lo suficiente, como para entender que no importa la cátedra que le obsequies al hombre, las soluciones, ventajas o revelaciones que le ofrezcas, su mente pueril e inservible será corrompida por la misma mierda y sin vacilaciones. Así que, ¿Para qué otorgar la salvación, si la condena siempre resulta mejor?
En su mente se trazaban las notas de una antigua nana, el origen de la lengua era desconocido, pero el significado de la letra habría de ser evocado por futuras generaciones, hasta el punto de tener más de un idioma con la misma moraleja. Era simple, sin tonos agudos o graves que sólo un soprano podría alcanzar, tan solo escuetas notas que hasta un mudo podría emular. Sin embargo, justo en el clímax, en ese párrafo donde la canción cobra vida y se adquiere consciencia, escuchó aquel lamento sin dueño. Desde el otro lado del santuario, esperó al igual que todos, una respuesta y el silencio fue quien se apoderó de los rincones más oscuros hasta llegar a ella.
-Pregunta incorrecta.- Susurró. El terciopelo de su voz era proporcional a las notas de una sirena cantando en altamar, pero como toda criatura sobrenatural, su maldad se esconde tras el rostro inocente y perfecto. Irónico, pues donde existe divinidad, lo único que puede esperarse es perversidad. -¿Qué tienes para ofrecer? ¿Sacrificios? ¿Ofrendas? Si quieres una respuesta, debes realizar la pregunta adecuada, dime niña ¿Qué tienes tú de diferente a todos los que han venido aquí en busca de redención?- Cuestionó. No deseaba entrometerse en la conversación sin sentido de un cordero, pero le era demasiado entretenido el escuchar a los demás, con sus penas, virtudes y temores. Aunque siempre resultaban ser los mismos, las razones por las cuales existían, eran inverosímiles, al igual que su patética lucha. Mavra, lejos de ser diferente a la raza que menospreciaba, era demasiado similar y quizá por ello, buscaba expiar culpas no cometiendo los mismos y repetitivos errores de la historia.
La fría cerámica con la cual se construyeron algunas de las imágenes que ostentan la catedral, es acariciada por falanges no más gélidas que el material propio. Sin embargo, el ardor que dejaban a su paso sólo era comparable con las llamas del infierno. Mavra, hubiese podido desear e incluso jugar a ser Midas, solo que en vez de convertirlo todo en oro, las cosas se resumirían a cenizas. Sí, ella podía pretender ser la peste deambulando por cada maldito rincón de parís, e incluso ser la razón misma por la que todos y cada uno de los entes atormentados llegaban a ese lugar en busca de respuestas. No obstante, el tiempo le había enseñado lo suficiente, como para entender que no importa la cátedra que le obsequies al hombre, las soluciones, ventajas o revelaciones que le ofrezcas, su mente pueril e inservible será corrompida por la misma mierda y sin vacilaciones. Así que, ¿Para qué otorgar la salvación, si la condena siempre resulta mejor?
En su mente se trazaban las notas de una antigua nana, el origen de la lengua era desconocido, pero el significado de la letra habría de ser evocado por futuras generaciones, hasta el punto de tener más de un idioma con la misma moraleja. Era simple, sin tonos agudos o graves que sólo un soprano podría alcanzar, tan solo escuetas notas que hasta un mudo podría emular. Sin embargo, justo en el clímax, en ese párrafo donde la canción cobra vida y se adquiere consciencia, escuchó aquel lamento sin dueño. Desde el otro lado del santuario, esperó al igual que todos, una respuesta y el silencio fue quien se apoderó de los rincones más oscuros hasta llegar a ella.
-Pregunta incorrecta.- Susurró. El terciopelo de su voz era proporcional a las notas de una sirena cantando en altamar, pero como toda criatura sobrenatural, su maldad se esconde tras el rostro inocente y perfecto. Irónico, pues donde existe divinidad, lo único que puede esperarse es perversidad. -¿Qué tienes para ofrecer? ¿Sacrificios? ¿Ofrendas? Si quieres una respuesta, debes realizar la pregunta adecuada, dime niña ¿Qué tienes tú de diferente a todos los que han venido aquí en busca de redención?- Cuestionó. No deseaba entrometerse en la conversación sin sentido de un cordero, pero le era demasiado entretenido el escuchar a los demás, con sus penas, virtudes y temores. Aunque siempre resultaban ser los mismos, las razones por las cuales existían, eran inverosímiles, al igual que su patética lucha. Mavra, lejos de ser diferente a la raza que menospreciaba, era demasiado similar y quizá por ello, buscaba expiar culpas no cometiendo los mismos y repetitivos errores de la historia.
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
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Re: Heaven knows || Privado
por Jenell Görgen Lun Jul 18, 2016 11:39 pm
“There's no need to talk about it,
because the truth of what one says
lies in what one does.”
― Bernhard Schlink, The Reader
because the truth of what one says
lies in what one does.”
― Bernhard Schlink, The Reader
Se encontraba tan ensimismada, tan concentrada en escuchar una respuesta, que al oírla, se sobresaltó. Pero la respuesta obtenida llegaba mas bien en forma de acertijo ¿era eso lo que quería?
Su cuerpo se tensó al escuchar aquel melodioso susurro, una voz empalagosa, embriagante, adictiva, un eco de ultratumba, infernal, angelical y todo aquel adjetivo que describiera el tono del mensajero elegido.
¿Creen en el destino? Jenell no es de esas, aunque las circunstancias se acomodaron de tal forma que aquello parecía ser la respuesta a sus inquisitivas ¿qué mas sería si no? Ahora estaba mas confundida, la mirada fija en el techo, como si buscara al dueño de aquella voz, parpadeó una, dos tres veces, y por fin bajó la vista, buscando de reojo, aguzando el oído, respirando profundo al darse cuenta de que el origen de aquella lexía no venía del cielo, si no de la tierra misma.
Giró ligeramente la cabeza, hasta encontrarse con aquella cabellera de fuero que enmarcaba un rostro peculiar, una mujer no mayor que ella en apariencia, facciones exóticas pero hermosa sin duda, una mirada llena de seguridad, un porte imponente, Jenell se sintió inferior –y quizá lo era- La miró perpleja, confundida ¿pregunta? ¿qué pregunta? Ladeó un poco la cabeza cuando la mujer continuó hablando.
De pronto, el significado de aquella extraña aseveración le vino como epifanía, se sintió realmente estúpida. SU pregunta, la que formuló con resentimiento a un Dios que no estaba segura de que existiese ―Y-yo… - a penas si pronunció aquello de manera audible, una sonrisa nerviosa se reflejó en su rostro ―¿Q-que… que tengo para ofrecer? - desvió la mirada, pensativa, reflexionando sobre algo que jamás se había planteado.
En la vida de Jenell solo se observaban dos colores, el negro… y las tonalidades de gris, su infancia no era el mejor de sus recuerdos, su adolescencia, si no fuera por la imagen de su hermano, no tendría valor alguno ¿qué puede ofrecer alguien con ese tipo de historias? No era excepcional, no era virtuosa, no era especial, entonces ¿qué era? ―No… yo no… no creo que tenga nada de diferente o de especial - su voz se apago aunque sus labios se curvaron en una sonrisa un tanto melancólica. Inútil, conflictiva, asesina; todos esos adjetivos resonaban como eco en su cabeza.
―No me gustaría aburrirla madame - alzó ligeramente los hombros ―Solo soy una persona común y corriente - casi nunca mentía, excepto cuando se trataba de esconder su naturaleza ―El sacrificio de sangre, de inocencia, de vida ¿no le parecen mas que suficientes? – las voces resonaban en su cabeza y ella solo podía sonreír para ocultarlas.
―Y ¿usted madame? - la observó con detenimiento, era el tipo de mujer que podía llegar a envidiar, siendo ellas y sin tener máscaras sobre la piel ―¿Por qué se sacrificaría?- ella ya había respondido en su mente la respuesta
Su cuerpo se tensó al escuchar aquel melodioso susurro, una voz empalagosa, embriagante, adictiva, un eco de ultratumba, infernal, angelical y todo aquel adjetivo que describiera el tono del mensajero elegido.
¿Creen en el destino? Jenell no es de esas, aunque las circunstancias se acomodaron de tal forma que aquello parecía ser la respuesta a sus inquisitivas ¿qué mas sería si no? Ahora estaba mas confundida, la mirada fija en el techo, como si buscara al dueño de aquella voz, parpadeó una, dos tres veces, y por fin bajó la vista, buscando de reojo, aguzando el oído, respirando profundo al darse cuenta de que el origen de aquella lexía no venía del cielo, si no de la tierra misma.
Giró ligeramente la cabeza, hasta encontrarse con aquella cabellera de fuero que enmarcaba un rostro peculiar, una mujer no mayor que ella en apariencia, facciones exóticas pero hermosa sin duda, una mirada llena de seguridad, un porte imponente, Jenell se sintió inferior –y quizá lo era- La miró perpleja, confundida ¿pregunta? ¿qué pregunta? Ladeó un poco la cabeza cuando la mujer continuó hablando.
De pronto, el significado de aquella extraña aseveración le vino como epifanía, se sintió realmente estúpida. SU pregunta, la que formuló con resentimiento a un Dios que no estaba segura de que existiese ―Y-yo… - a penas si pronunció aquello de manera audible, una sonrisa nerviosa se reflejó en su rostro ―¿Q-que… que tengo para ofrecer? - desvió la mirada, pensativa, reflexionando sobre algo que jamás se había planteado.
En la vida de Jenell solo se observaban dos colores, el negro… y las tonalidades de gris, su infancia no era el mejor de sus recuerdos, su adolescencia, si no fuera por la imagen de su hermano, no tendría valor alguno ¿qué puede ofrecer alguien con ese tipo de historias? No era excepcional, no era virtuosa, no era especial, entonces ¿qué era? ―No… yo no… no creo que tenga nada de diferente o de especial - su voz se apago aunque sus labios se curvaron en una sonrisa un tanto melancólica. Inútil, conflictiva, asesina; todos esos adjetivos resonaban como eco en su cabeza.
―No me gustaría aburrirla madame - alzó ligeramente los hombros ―Solo soy una persona común y corriente - casi nunca mentía, excepto cuando se trataba de esconder su naturaleza ―El sacrificio de sangre, de inocencia, de vida ¿no le parecen mas que suficientes? – las voces resonaban en su cabeza y ella solo podía sonreír para ocultarlas.
―Y ¿usted madame? - la observó con detenimiento, era el tipo de mujer que podía llegar a envidiar, siendo ellas y sin tener máscaras sobre la piel ―¿Por qué se sacrificaría?- ella ya había respondido en su mente la respuesta
Jenell Görgen- Cambiante Clase Media
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Re: Heaven knows || Privado
por Mavra C. Bulgákov Lun Ago 01, 2016 11:26 pm
El aroma, ese maldito efluvio a incienso combinando con lo añejo de la madera en el piso, en las bancas. Casi podría formar una hermosa evocación a lo que debería ser sublime, pues en medio de toda aquella calma, lo único que queda es la eternidad. Sí, ese sitio es bastante parecido al edén, o por el contrario, al sarcófago donde permaneció encerrada durante siglos. Esbozó una sonrisa. Las palabras de la chica no coincidían con las expresiones de su rostro. Era casi imposible engañar al tiempo, mucho más difícil tratar de enmascararse frente a Mavra. No dijo nada. Esperó el tiempo suficiente para que el ente terminase de hablar, de intentar rebuscar en su mente una respuesta a la cuestión que ella le había ofrecido. Con sus delicados pasos –al punto de parecer que flotaba- se aproximó hasta la silueta. Los bellísimos orbes de la joven le recordaron algún pasaje de sus memorias. Sus gruesos y tentativos labios, provocaron chispas. No era una mujer de hermosura exuberante, sin embargo, los rasgos con los que se perfilaba su rostro, eran distintivos. Estaba segura de que si pasara un siglo, ella podría recordarla a la perfección. Pensó en colocarse a un lado de ella, pero prefirió quedarse al frente, con su hermoso vestido blanco haciéndole parecer un espectro en medio de aquella oscuridad.
-No mientas. Estás en la casa de Dios- Susurró. Aunque pareciera una sentencia, las palabas de la pelirroja fueron una burla. Todos y cada uno de los que llegan arrastrándose hasta ese lugar han cometidos actos impuros y una mentira, es el menor de los pecados. –Lo común es un engaño y la normalidad es ambigua.- Giró sobre sus talones para admirar el enorme altar frente a ella. Lo observó con sumo escrudiño, apreciando cada maldito detalle en el que hombres comunes y corrientes habían dedicado una vida, para que su obra fuese perfecta. Tras la última pregunta de la joven, el monstruo se carcajea sin piedad -¿Sacrificar?- Encara a la desesperación ajena. –Yo no tengo nada o por qué sacrificar. No estoy aquí buscando respuestas, pues sé perfectamente que todo esto está muerto. Igual que yo. Aquí no hay esperanza, sólo silencio e indiferencia- La verdad es que la vampiresa no tenía ni puta idea de lo que hacía en aquel lugar. Su existencia estaba por volverse monótona en medio de la guerra y necesitaba despejar su mente. La respuesta fue vagar sin sentido, ni presión por las calles parisinas. Nadie podía entrometerse en su camino, así que no importó el rumbo de sus pasos. –Lo único que podría pasar de extraordinario, ya te ha sucedido.- Evidentemente se refería a su propia presencia en aquel satírico lugar, sin embargo, tenía que ofrecer algo más seductor para conseguir lo que quería. Cosa que aún no decidía. –Tal vez quien hizo la pregunta incorrecta fui yo, quizá debería preguntarte primero ¿Qué es lo que quieres y qué estás dispuesta a dar por ello? Tal vez Dios no te responda ahora, pero el diablo también escucha.- Sonrió dejando ver la hermosa y perfecta hilera de dientes blancos y afilados detrás de sus labios, y por encima de ellos, ese par de largos e intimidantes colmillos de los cuales se siente orgullosa.
-No mientas. Estás en la casa de Dios- Susurró. Aunque pareciera una sentencia, las palabas de la pelirroja fueron una burla. Todos y cada uno de los que llegan arrastrándose hasta ese lugar han cometidos actos impuros y una mentira, es el menor de los pecados. –Lo común es un engaño y la normalidad es ambigua.- Giró sobre sus talones para admirar el enorme altar frente a ella. Lo observó con sumo escrudiño, apreciando cada maldito detalle en el que hombres comunes y corrientes habían dedicado una vida, para que su obra fuese perfecta. Tras la última pregunta de la joven, el monstruo se carcajea sin piedad -¿Sacrificar?- Encara a la desesperación ajena. –Yo no tengo nada o por qué sacrificar. No estoy aquí buscando respuestas, pues sé perfectamente que todo esto está muerto. Igual que yo. Aquí no hay esperanza, sólo silencio e indiferencia- La verdad es que la vampiresa no tenía ni puta idea de lo que hacía en aquel lugar. Su existencia estaba por volverse monótona en medio de la guerra y necesitaba despejar su mente. La respuesta fue vagar sin sentido, ni presión por las calles parisinas. Nadie podía entrometerse en su camino, así que no importó el rumbo de sus pasos. –Lo único que podría pasar de extraordinario, ya te ha sucedido.- Evidentemente se refería a su propia presencia en aquel satírico lugar, sin embargo, tenía que ofrecer algo más seductor para conseguir lo que quería. Cosa que aún no decidía. –Tal vez quien hizo la pregunta incorrecta fui yo, quizá debería preguntarte primero ¿Qué es lo que quieres y qué estás dispuesta a dar por ello? Tal vez Dios no te responda ahora, pero el diablo también escucha.- Sonrió dejando ver la hermosa y perfecta hilera de dientes blancos y afilados detrás de sus labios, y por encima de ellos, ese par de largos e intimidantes colmillos de los cuales se siente orgullosa.
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
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Re: Heaven knows || Privado
por Jenell Görgen Miér Sep 07, 2016 8:08 pm
“Three may keep a secret, if two of them are dead.”
― Benjamin Franklin, Poor Richard's Almanack
― Benjamin Franklin, Poor Richard's Almanack
La confusión de sus propias palabras la tomó por sorpresa ¿era acaso el efecto del incienso abrumando su cuerpo? comenzó a sentirse mareada, embelesada a cierto punto. Fue capaz de captar un sutil aroma que de pronto, la golpeó de lleno, aquello la saco de balance, la desorientó aun mas en el sentido de la conversación, balbuceó un poco.
De pronto, fue completamente consciente de las palabras de aquella diosa -por que eso era, una imagen sagrada de mármol que había dejado su pedestal solo para encontrarse con ella- se sintió estúpida, insignificante al lado de aquella mujer cuya aura imponía ¿Que tenía ella para ofrecer? no, no era eso, ¿que tenía ella si quiera que llamara la atención, si ni siquiera era honesta en sus respuestas? agachó la mirada y la clavó en las baldosas del recinto, pero aquello, no fue muestra de congoja ante la falta de respeto por el nombre de Dios.
―Solo silencio e indiferencia - repitió aquello en su mente, resonó tan fuerte que todas las piezas cayeron en su lugar, la venda de sus ojos se esfumó. Alzó la mirada, confundida, temerosa y llena de ira, todas aquellas emociones que guardaba y que nunca expresaba, se mezclaron con el iris de sus ojos ―¿Que es lo que quiero? no es perdón por lo que he hecho, no me arrepiento, solo espero que las expectativas por ello no sean tan altas, deseo arrancarme esta máscara y dejar de fingir - su tono era tenue, sus manos comenzaron a temblar, dirigió la mirada a ellas y no las reconoció.
―¿El diablo? si Dios nunca se interesó en mi ¿por que él si habría de hacerlo? - alzó nuevamente la vista, por extraño que todo eso le pareciera, contrario a lo que su madre alguna vez le había enseñado, conocía del bien y del mal mas nunca había visto los rostros de quienes se suponen los rigen ―Podría decir que he estado de frente a él, y lo que ofreció no fue misericordioso, no hubo pacto ni trueque, solo arrebato de la misma forma que Dios se dio la vuelta, dígame usted ¿que es diferente esta vez? - se atrevió a cuestionarla, se atrevió a dejar la razón de lado y hacer caso únicamente al instinto.
De pronto, fue completamente consciente de las palabras de aquella diosa -por que eso era, una imagen sagrada de mármol que había dejado su pedestal solo para encontrarse con ella- se sintió estúpida, insignificante al lado de aquella mujer cuya aura imponía ¿Que tenía ella para ofrecer? no, no era eso, ¿que tenía ella si quiera que llamara la atención, si ni siquiera era honesta en sus respuestas? agachó la mirada y la clavó en las baldosas del recinto, pero aquello, no fue muestra de congoja ante la falta de respeto por el nombre de Dios.
―Solo silencio e indiferencia - repitió aquello en su mente, resonó tan fuerte que todas las piezas cayeron en su lugar, la venda de sus ojos se esfumó. Alzó la mirada, confundida, temerosa y llena de ira, todas aquellas emociones que guardaba y que nunca expresaba, se mezclaron con el iris de sus ojos ―¿Que es lo que quiero? no es perdón por lo que he hecho, no me arrepiento, solo espero que las expectativas por ello no sean tan altas, deseo arrancarme esta máscara y dejar de fingir - su tono era tenue, sus manos comenzaron a temblar, dirigió la mirada a ellas y no las reconoció.
―¿El diablo? si Dios nunca se interesó en mi ¿por que él si habría de hacerlo? - alzó nuevamente la vista, por extraño que todo eso le pareciera, contrario a lo que su madre alguna vez le había enseñado, conocía del bien y del mal mas nunca había visto los rostros de quienes se suponen los rigen ―Podría decir que he estado de frente a él, y lo que ofreció no fue misericordioso, no hubo pacto ni trueque, solo arrebato de la misma forma que Dios se dio la vuelta, dígame usted ¿que es diferente esta vez? - se atrevió a cuestionarla, se atrevió a dejar la razón de lado y hacer caso únicamente al instinto.
Jenell Görgen- Cambiante Clase Media
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Re: Heaven knows || Privado
por Mavra C. Bulgákov Sáb Oct 01, 2016 4:31 pm
Chasqueó la lengua en desaprobación. La calma que hasta el momento cubría la enorme habitación, desapareció con el estallido de emociones de la joven. Exquisita. Un mar de sensaciones que ni siquiera la propia vampiresa podría describir. Desesperación. Anhelo. Muerte. Consuelo. Enojo. Lástima. Plenitud. Todo un manjar para alguien que había jurado no volver a dejarse llevar por lo mundano. Aspiró profundamente la colisión ajena y dejó que sus aromas se envolviesen en su interior, concentrándose en las entrañas, haciéndole removerse y desear que la empatía perdida se presentase ante ella. Para fortuna de ambas, al tocar la puerta, fue otra cosa quien la abrió.
Imponente, inescrutable y tan demoniaca como sólo las sombras pueden llegar a serlo en medio de un cementerio, Mavra se posó frente a la desconocida. Tomó sus manos e intentó refugiarlas en el gélido abrazo de las propias. Acarició el dorso, entrelazó los dedos. Hubiese podido jurar que aquel gesto, fue compasivo. –Querida mía, Dios nunca se ha interesado por las almas en pena, de ser así ¿Crees que habría tanta inmundicia en el mundo? El hombre es quien santifica a los mártires, para hacerles creer a ustedes, pobres e ilusos, que alcanzarán la divinidad con el sufrimiento.- Una de sus extremidades rosó disimuladamente la mejilla, retiró un mechón de cabello que cubría el hermoso rostro de Jenell y lo colocó detrás de su oído. En sus miles de años existiendo, únicamente había repetido ese gesto en dos ocasiones. La primera con su amante al ver como la ilusión de su belleza se marchitaba ante ella y fingiendo completa ternura para ocultar el asco. La segunda, justo en ese momento. Sonrió ante su propio descaro, pues comprendió que esta vez fue genuino. –Nada más que falacias mi niña.- La soltó dando dos pasos hacia atrás –Si se logra entrar al cielo con austeridad, sacrificio y lástima ¿Por qué el pontífice no es arrastrado por las calles? ¿Por qué el clero no es arrojado a las brazas en sinónimo de festividad? ¿Para qué adoquinar con oro y riqueza la casa del señor?- Con cada cuestión sus manos se movían acusando y sentenciando todo lo que sus orbes podían observar a su alrededor. Y su satisfacción era aún más grande al darse cuenta que detrás de toda esa verborrea no había otra cosa más que la verdad.
El hombre siempre ha estado persiguiendo el sueño idílico de un paraíso, anhelo estúpido y sin sentido pues para obtener aquella llave, había que morir primero y en las peores condiciones que alguien puede soportar. ¿Acaso no se han dado cuenta que ese Edén representado en tablillas baratas y escritas por el hombre, era la propia tierra que pisaban? En el principio, los hombres eran libres, no sólo física, sino también espiritualmente. No había dioses, no había cleros, no existía la riqueza o la pobreza. Sin maldad. Sin avaricia. Sin nada más que el propio instinto de supervivencia. Salvajes, así es como les decían, pero desde el punto de vista de Mavra, eso era perfección. Y, si podía ofrecer ese concepto en su imperio, por qué no iniciar desde ahora. Regresó sus pasos hasta la desconocida, quien aparentando valentía continuaba retándole con la mirada. Esperaba una respuesta clara y por supuesto que necesitaba obtenerla ya. –Porque esta vez entenderás que Dios y el demonio, son la misma persona. Tú- Y, en ese preciso momento, Mavra tomó la cabeza de la joven para abrir, escudriñar, someter y liberar su mente. Sí, se había apoderado de sus pensamientos con aquella maldición llamada telepatía.
Le hizo revivir todas y cada una de sus penas, pero en el instante en que Mavra encontró satisfacción al arrancar una vida que le causó estragos, se detuvo. Quizá la palabra ayudar no sea la indicada, tampoco guiar, mucho menos encontrar, pero en ese instante en que Jenell defendía, protegía y saboreaba su venganza, Mavra intensificó su satisfacción y euforia. Necesitaba explotar su rabia, sacarla desde el interior y abrazarla. Una vez que se puede reconocer la maldad interior y aceptarla como propia, nadie puede volver a lastimarte.
Imponente, inescrutable y tan demoniaca como sólo las sombras pueden llegar a serlo en medio de un cementerio, Mavra se posó frente a la desconocida. Tomó sus manos e intentó refugiarlas en el gélido abrazo de las propias. Acarició el dorso, entrelazó los dedos. Hubiese podido jurar que aquel gesto, fue compasivo. –Querida mía, Dios nunca se ha interesado por las almas en pena, de ser así ¿Crees que habría tanta inmundicia en el mundo? El hombre es quien santifica a los mártires, para hacerles creer a ustedes, pobres e ilusos, que alcanzarán la divinidad con el sufrimiento.- Una de sus extremidades rosó disimuladamente la mejilla, retiró un mechón de cabello que cubría el hermoso rostro de Jenell y lo colocó detrás de su oído. En sus miles de años existiendo, únicamente había repetido ese gesto en dos ocasiones. La primera con su amante al ver como la ilusión de su belleza se marchitaba ante ella y fingiendo completa ternura para ocultar el asco. La segunda, justo en ese momento. Sonrió ante su propio descaro, pues comprendió que esta vez fue genuino. –Nada más que falacias mi niña.- La soltó dando dos pasos hacia atrás –Si se logra entrar al cielo con austeridad, sacrificio y lástima ¿Por qué el pontífice no es arrastrado por las calles? ¿Por qué el clero no es arrojado a las brazas en sinónimo de festividad? ¿Para qué adoquinar con oro y riqueza la casa del señor?- Con cada cuestión sus manos se movían acusando y sentenciando todo lo que sus orbes podían observar a su alrededor. Y su satisfacción era aún más grande al darse cuenta que detrás de toda esa verborrea no había otra cosa más que la verdad.
El hombre siempre ha estado persiguiendo el sueño idílico de un paraíso, anhelo estúpido y sin sentido pues para obtener aquella llave, había que morir primero y en las peores condiciones que alguien puede soportar. ¿Acaso no se han dado cuenta que ese Edén representado en tablillas baratas y escritas por el hombre, era la propia tierra que pisaban? En el principio, los hombres eran libres, no sólo física, sino también espiritualmente. No había dioses, no había cleros, no existía la riqueza o la pobreza. Sin maldad. Sin avaricia. Sin nada más que el propio instinto de supervivencia. Salvajes, así es como les decían, pero desde el punto de vista de Mavra, eso era perfección. Y, si podía ofrecer ese concepto en su imperio, por qué no iniciar desde ahora. Regresó sus pasos hasta la desconocida, quien aparentando valentía continuaba retándole con la mirada. Esperaba una respuesta clara y por supuesto que necesitaba obtenerla ya. –Porque esta vez entenderás que Dios y el demonio, son la misma persona. Tú- Y, en ese preciso momento, Mavra tomó la cabeza de la joven para abrir, escudriñar, someter y liberar su mente. Sí, se había apoderado de sus pensamientos con aquella maldición llamada telepatía.
Le hizo revivir todas y cada una de sus penas, pero en el instante en que Mavra encontró satisfacción al arrancar una vida que le causó estragos, se detuvo. Quizá la palabra ayudar no sea la indicada, tampoco guiar, mucho menos encontrar, pero en ese instante en que Jenell defendía, protegía y saboreaba su venganza, Mavra intensificó su satisfacción y euforia. Necesitaba explotar su rabia, sacarla desde el interior y abrazarla. Una vez que se puede reconocer la maldad interior y aceptarla como propia, nadie puede volver a lastimarte.
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 05/11/2015
Re: Heaven knows || Privado
por Jenell Görgen Lun Oct 10, 2016 5:18 pm
“There are some lessons you can never find in a classroom,
hence you need to learn from every person
and every situation that you encounter.”
― Gugu Mona
hence you need to learn from every person
and every situation that you encounter.”
― Gugu Mona
Aquello no tenía sentido, o mas bien, tenía tanto que a Jenell le costaba aceptarlo ¿Qué tenía de especial la humanidad? un ser misericordioso como decían que era Dios, solo mostraba su ira y repulsión, entonces ¿no sería mas amable el trato con el mismísimo demonio? al menos el no mentía cuando de sufrimiento se trataba.
Alzó la vista cuando aquella mujer tomó sus manos entre las propias, el gélido roce fue el acto mas cálido que recibió el años. Dejó de temblar en cuanto rozó su mejilla, odiaba el contacto físico, era algo que no soportaba y que la ponía a la defensiva, pero con esa mujer de roja cabellera, aquella figura tan adictiva a la vista, con esa labia que no adornaba las cosas si no que hablaba con completa honestidad y que no ocultaba la verdad del sufrimiento, con ella todo fue diferente.
―Entonces ¿por que mentir? si se sabe que somos tan maleables ¿acaso se encuentra satisfacción en ver como la gente hace hasta lo imposible por ganarse un lugar de fantasía? - respiró profundo y observó a su alrededor, todo eso no era mas que una ilusión, cimientos y piedras adornados con oro, con aquello que le faltaba a los mendigos, lujos sin sentido, mentiras maquilladas de penitencia ―¿Que diferencia existe? uno miente prometiendo salvación y el otro lo hace para olvidarse de la redención - volvió a fijar sus ojos en Mavra, aquella mujer que parecía entender la misma esencia de la vida, esa diosa que decidió voltear a verla ―¿Por que nosotros mismos nos cegamos? - su voz era mas un susurro, pero en ese momento supo que no era necesario si quiera pronunciar palabra para lograr que ella la oyera.
Su mente comenzó a dar vueltas, la cabeza le dolió ante los recuerdos fugaces que pasaban ante ella, revivió cada uno de ellos, el cuerpo y el alma le dolieron, pequeñas convulsiones se apoderaron de todo su ser. Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza, hasta que él apareció. Ese rostro que enterró en lo mas profundo de sus recuerdos y que incluso en sus pesadillas aparecía borroso, revivió como el brillo en su mirada se extinguía ante ella. Abrió los ojos de golpe y los fijo en ese ser delante suyo ―Lo sabes ¿no es así? no me arrepiento de ello - ahora lo comprendía ¿miedo? no, mas bien agradecimiento.
Alzó la vista cuando aquella mujer tomó sus manos entre las propias, el gélido roce fue el acto mas cálido que recibió el años. Dejó de temblar en cuanto rozó su mejilla, odiaba el contacto físico, era algo que no soportaba y que la ponía a la defensiva, pero con esa mujer de roja cabellera, aquella figura tan adictiva a la vista, con esa labia que no adornaba las cosas si no que hablaba con completa honestidad y que no ocultaba la verdad del sufrimiento, con ella todo fue diferente.
―Entonces ¿por que mentir? si se sabe que somos tan maleables ¿acaso se encuentra satisfacción en ver como la gente hace hasta lo imposible por ganarse un lugar de fantasía? - respiró profundo y observó a su alrededor, todo eso no era mas que una ilusión, cimientos y piedras adornados con oro, con aquello que le faltaba a los mendigos, lujos sin sentido, mentiras maquilladas de penitencia ―¿Que diferencia existe? uno miente prometiendo salvación y el otro lo hace para olvidarse de la redención - volvió a fijar sus ojos en Mavra, aquella mujer que parecía entender la misma esencia de la vida, esa diosa que decidió voltear a verla ―¿Por que nosotros mismos nos cegamos? - su voz era mas un susurro, pero en ese momento supo que no era necesario si quiera pronunciar palabra para lograr que ella la oyera.
Su mente comenzó a dar vueltas, la cabeza le dolió ante los recuerdos fugaces que pasaban ante ella, revivió cada uno de ellos, el cuerpo y el alma le dolieron, pequeñas convulsiones se apoderaron de todo su ser. Se llevó las manos a la cabeza y cerró los ojos con fuerza, hasta que él apareció. Ese rostro que enterró en lo mas profundo de sus recuerdos y que incluso en sus pesadillas aparecía borroso, revivió como el brillo en su mirada se extinguía ante ella. Abrió los ojos de golpe y los fijo en ese ser delante suyo ―Lo sabes ¿no es así? no me arrepiento de ello - ahora lo comprendía ¿miedo? no, mas bien agradecimiento.
Jenell Görgen- Cambiante Clase Media
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Re: Heaven knows || Privado
por Mavra C. Bulgákov Mar Nov 01, 2016 8:18 pm
Satisfacción. Con aquella palabra se adoquinó su sonrisa. Sin embargo, no se trató únicamente del propio deleite, si no de la develación que había tenido aquella chica. Sus demonios internos, aquella maldita mascarada frente a las personas y el desquebrajo total frente al espejo, habían ocasionado demasiados estragos en su mente; poco a poco se volvieron esbirros, cuyo objetivo era acabar con su cordura. La demencia, es sin duda alguna, una enfermedad tan maravillosa y perfecta que el loco, ni siquiera sabe que la padece, por el contrario, la disfruta. Más cuando es el dolor y la penitencia los que acuden al llamado, sólo despojos y decrépitos instantes, quedan. Ese era el futuro de la chica, ese sería su destino si continuaba caminando por aquel sendero de matices falsos y cargas innecesarias.
El frío de sus labios rompió el candor en la piel ajena, ahí donde el beso se coló voluntariamente en su frente. Fue un gesto de protección, un maldito mimo que copió de alguna madre abnegada, hermana o hija. No podía fingir el sentimiento, no había caridad, mucho menos compasión. No, esas emociones caducaron demasiado tiempo atrás, tanto que creía no haber nacido con semejante naturaleza. En su lugar, el gélido contacto, provocó el choque de sensaciones igualmente importantes, pero que la humanidad no admite en presencia de terceros. Lujuria, comprensión, perversidad, sentido de pertenencia y mejor aún, ese instante en el que se logra ver el propio reflejo en ojos ajenos… identidad.
-¿Por qué habrías de hacerlo?- Susurró. El rostro de Mavra se volvió inescrutable, pero había un dejo de sonrisa escondida en sus labios que podía incluso encontrarse en el brío de sus ojos. –No estoy juzgándote. No lo haré. Tu carga es demasiado pesada y me gustaría liberarte de ello.- Le invitó a caminar a su lado. Reflexionó sobre las cuestiones que realizó Jenell con anterioridad. ¿Diferencias? Todas y al mismo tiempo ninguna. -¿Redención? ¿No lo has comprendido?- Se detuvo en seco. El ceño fruncido le daba un aspecto atroz, parecía que fuese a explotar en rabia en cualquier momento, pero no es así. Intentaba, sin ningún éxito encontrar alguna forma de explicar lo que ella entiende. Una tarea bastante complicada considerando que con el paso del tiempo las palabras han sido tergiversadas y con ellas la verdad. –Nadie necesita indulto. Tampoco tú.- Las facciones de su rostro se desperezaron y entonces volvió a obtener aquella hermosura petrificada donde pareciera una escultura sin expresión alguna más que la que fue tallada sobre el mármol. –Es tan sólo una invención del hombre que te absuelve del pecado, pero tengo cuestión para ti, ¿Dime, el pecado de verdad existe o es otro pretexto absurdo?- Levantó una ceja y sonriso con soltura. –La maldad y la bondad son exactamente lo mismo, todo depende del enfoque que le des. Para algunos el asesinar a ese hombre fue un arrebato de tu parte, pero tanto para ti como para tu madre y hermano fue lo mejor que pudo pasar. No hay luz y oscuridad. Sólo perspectiva-
El frío de sus labios rompió el candor en la piel ajena, ahí donde el beso se coló voluntariamente en su frente. Fue un gesto de protección, un maldito mimo que copió de alguna madre abnegada, hermana o hija. No podía fingir el sentimiento, no había caridad, mucho menos compasión. No, esas emociones caducaron demasiado tiempo atrás, tanto que creía no haber nacido con semejante naturaleza. En su lugar, el gélido contacto, provocó el choque de sensaciones igualmente importantes, pero que la humanidad no admite en presencia de terceros. Lujuria, comprensión, perversidad, sentido de pertenencia y mejor aún, ese instante en el que se logra ver el propio reflejo en ojos ajenos… identidad.
-¿Por qué habrías de hacerlo?- Susurró. El rostro de Mavra se volvió inescrutable, pero había un dejo de sonrisa escondida en sus labios que podía incluso encontrarse en el brío de sus ojos. –No estoy juzgándote. No lo haré. Tu carga es demasiado pesada y me gustaría liberarte de ello.- Le invitó a caminar a su lado. Reflexionó sobre las cuestiones que realizó Jenell con anterioridad. ¿Diferencias? Todas y al mismo tiempo ninguna. -¿Redención? ¿No lo has comprendido?- Se detuvo en seco. El ceño fruncido le daba un aspecto atroz, parecía que fuese a explotar en rabia en cualquier momento, pero no es así. Intentaba, sin ningún éxito encontrar alguna forma de explicar lo que ella entiende. Una tarea bastante complicada considerando que con el paso del tiempo las palabras han sido tergiversadas y con ellas la verdad. –Nadie necesita indulto. Tampoco tú.- Las facciones de su rostro se desperezaron y entonces volvió a obtener aquella hermosura petrificada donde pareciera una escultura sin expresión alguna más que la que fue tallada sobre el mármol. –Es tan sólo una invención del hombre que te absuelve del pecado, pero tengo cuestión para ti, ¿Dime, el pecado de verdad existe o es otro pretexto absurdo?- Levantó una ceja y sonriso con soltura. –La maldad y la bondad son exactamente lo mismo, todo depende del enfoque que le des. Para algunos el asesinar a ese hombre fue un arrebato de tu parte, pero tanto para ti como para tu madre y hermano fue lo mejor que pudo pasar. No hay luz y oscuridad. Sólo perspectiva-
Mavra C. Bulgákov- Vampiro/Realeza
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