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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Charleen Rumsfeld Lun Ago 01, 2016 10:53 pm

“The real lover
is the man who can thrill you
by kissing your forehead
or smiling into your eyes
or just staring into space.”
― Marilyn Monroe














Los días se le fueron como agua entre los dedos, las horas del día no alcanzaban cuando se encontraba con Ren. El humor de la castaña nunca fue pesado, pero ahora, la sonrisa en su rostro no desaparecía.

La idea de Reinout había sido hacer oficial la relación en la fiesta que su padre daría a final de mes, Charleen aceptó gustosa, aunque llena de miedo, no sabía como debía de comportarse, que decir o hacer, Ren era la primer relación que tenía y a decir verdad, él tenía la situación un poco mas fácil ya que únicamente tuvieron que decírselo a su nana la cual no paró de dar pequeños brincos por toda la casa y dar vuelta a cuanto se le ponía en frente, si, al parecer el ex corsario hizo méritos con ella años atrás y ahora solo disfrutaba de los frutos.

Se encontraba en su alcoba, terminando de acomodar su cabello en medio chongo bajo con caireles , sentada en la pequeña butaca color marfil con detalles en rosa y dorado. La imagen que le devolvió el espejo no fue tan desconocida, se sentía diferente, se veía diferente –según el personal de servicio de la casa- pero seguía siendo ella, la misma persona Emma Charleen… solo que ahora se sabía segura.

Tomó el camafeo con la R grabada en el y se lo colocó, resaltaba por el corte del vestido que llevaba para esa noche. Pasó las yemas de los dedos sobre él y sonrió.

Tres ligeros toques en la puerta la hicieron regresar a la realidad, anunciaban su su llegada, se levantó de la butaca y salió de su alcoba para encontrarse con él. Bajó las escaleras y lo vio con aquel porte de abolengo pero con la rebeldía y misterio que el mar había dejado en él. Le habían servido un vaso de ron –motivo suficiente para que no subiera la escalinata de mármol para encontrarla antes- Charleen se acercó en silencio y lo abrazó por detrás, lo rodeó con ternura pero firmeza, como si la imagen pudiese desaparecer en cualquier segundo dejándola solo con la estela de su aroma. Pegó la nariz a la ancha espalda y aspiró, pudo diferenciar el olor a sal impregnado ya en su piel.

―Creo saber porque viene usted tan seguido a esta casa monsieur - giró la cabeza y recargó la mejilla. Lo soltó lentamente para dejarle que se girara hasta quedar frente a frente ―Y no es por mi… - sentenció con seriedad, alzó los hombros como si se tratara de alguien explicando un caso perdido ―Aunque claro, no lo culpo, ese ron es adictivo - alzó la vista y fijó los ojos dispares en aquel mar que tanto la llamaba, rió con suavidad.

Se acercó mas a él y se colocó sobre las puntas de sus pies para poder depositar un suave beso en la comisura de sus labios ―Por cierto, la primer botella esta por terminarse - sonrió infantil y divertida, las cosas entre ellos seguían siendo iguales, solo que ahora todo parecía haber caído en su lugar.

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Mensaje por Reinout van Bergeijk Vie Ago 12, 2016 11:50 pm


“And then fate introduced me to you.”
— Babbar Sher, Love


¡¿Qué demonios estaba pasando?! Con esa pregunta se levantaba todos los días. Pero no era miedo, éste hace mucho que había sido sustituido por otras emociones no menos complicadas. Era sorpresa, la más pura de ellas. Era como si, todos los días, no se lo creyera y tuviera que repetirse una y otra vez que en verdad todo eso estaba sucediendo. Reinout jamás había tenido algo duradero en su vida, esa era la verdad, por causa propia, como irse de casa, o por situaciones de la vida, pero esa era su historia. ¡Era un corsario! Iba de puerto en puerto, dejando personas atrás en cada uno de ellos y cuando se vio obligado a una vida sedentaria, creyó que nada iba a llenar ese vacío.

Qué equivocado estaba, porque entonces llegó ella, Charleen como milagro, como promesa, como poema. No iba a mentir, estuvo aterrado en un principio, era nuevo, quizá aún ahora pensaba que en cualquier momento ella se iría de su vida como todo alguna vez lo había hecho. Pero cuando la veía sonreír, cuando la escuchaba, cuando la sentía, reafirmaba que ese prodigio era real y algo cálido y confortante le llenaba el pecho.

Acudió puntual por ella, pero aguardó abajo, con un trago de ron en la mano. La servidumbre de los Rumsfeld lo atendía como a un rey. Todos parecían muy contentos con la relación. «Uy, si supieran», pensaba él al rememorar su pasado como pirata. Aunque si era justo consigo mismo, su única realidad ahora era esa, la del heredero van Bergeijk y… ¡gulp! Novio de Charleen.

La sintió acercarse, pero no hizo nada. Al contrario, se mostró sorprendido y sonrió con el bigote mojado por el licor. Tomó las manos que lo rodeaban con las suyas y escuchó. Pronto soltó una carcajada y cuando finalmente Charleen lo besó (¡qué atrevida!), dejó el vaso en una mesilla cercana. La tomó de ambas manos y la observó detenidamente. Aquel vestido hacía resaltar sus ojos desiguales y eso le encantó.

Ah, señorita Rumsfeld. Más adictiva que el ron es usted —soltó con ese encanto usual en él, que rememoraba al marinero que había sido. Con el índice derecho tocó la punta de la nariz ajena—. Pero debo admitir que este ron es de los mejores que he probado —recordó sus andanzas con Albert no hace mucho, en donde bebieron el más espantoso de ellos. Qué cosas, París era una ciudad de contrastes al parecer.

Soltó una de las manos y la otra la sostuvo con más fuerza. La elevó con elegancia y depositó un beso en ella con esos modales que contradecían al bucanero, pues no dejaba de ser un niño rico. Era ambos, y era muchas otras cosas también.

¿Estás usted lista? ¿Nos vamos? —Preguntó sin desaparecer la sonrisa del rostro. Reinout era alguien cándido por naturaleza; su arrogancia era cautivadora, pero este semblante se sentía distinto. Provenía de un sitio nuevo dentro de él, era lozano, era puro, si es que algo de esa índole quedaba dentro de él.

Se irguió, para poder proceder. El traje negro hacía resaltar tu cabello de fuego. Y el pañuelo en su bolsillo, sin planearlo, combinaba con el vestido de Charleen que se ceñía a su figura con una precisión, elegancia e incluso sensualidad que Reinout supo apreciar. No dejó pasar por alto el detalle del camafeo en su cuello, con la R de Ruysch, y Rumsfeld también.


Última edición por Reinout van Bergeijk el Mar Sep 27, 2016 8:33 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Jue Sep 01, 2016 10:30 pm

“For the two of us, home isn't a place.
It is a person. And we are finally home.”
― Stephanie Perkins, Anna and the French Kiss













No podía evitar sonrojarse, no cuando la miraba de aquella forma y actuaba de otra; se jactaba de conocerlo pero en realidad, era como si todos y cada uno de los días que pasaba con aquel ex pirata fueran el primero, y como si todos los días descubriese algo diferente que la invitaba descifrar su significado como que era si fruncía el ceño y movía el bigote varias veces, o si levantaba ambas cejas cercano a algún comentario. Había veces que le atemorizaba ¿y si aquello solo era una muestra de fastidio? ¿si se sentía atrapado y sin encontrar manera de decírselo? pero luego venia aquella sonrisa, socarrona y honesta mezclada con una mirada única... no, no se iría.

―Debería de ser, usted lo trajo... - desvió la mirada de aquel rostro que le parecía perfecto solo para clavarla en las manos de ambos entrelazadas y aferrarse a la que quedó y dejarse guiar la otra. Sintió los cálidos labios sobre la piel del dorso y bajó un poco la barbilla apenada pero encantada.

Levantó la vista, lo escuchó alentarla a partir, sin embargo, sus pies parecieron quedarse clavados justo donde estaban ―¿Sabes algo? me he dado cuenta que últimamente, esa sonrisa es la que tapiza los muros del cuarto de dibujo - soltó la mano de Ren y pasó a su lado ―De hecho... hay algo que... - salió de aquella sala, sabía que estaba haciendo, únicamente alargaba el momento. Pasó a la habitación continua, aquella separada solamente por un bello y enorme arco de mármol rosado.

Salió de la sala principal solo para pasar a una secundaria, una que llevaba a la pequeña sala de lectura que en contraste con la anterior, iluminada y un tanto alegre, esta era mas seria, con tonos rojizos tanto en los muebles como en los adornos; cortinas de terciopelo, cojines, combinados con tonos obscuros, la chimenea al fondo solo lo hacía mas acogedor invitando a quien entraba a tomar asiento en alguno de los dos sillones color vino de respaldo alto y adornos de remaches dorados en ellos.

Rebuscó en el escritorio que se encontraba en la pegado a la pared derecha, en realidad, solo fingió buscar puesto que a pesar del aparente desorden de hojas y libretas, sabía perfectamente donde estaba todo ―Es algo que... bueno... - hablo un poco alto, estaba de espaldas a la entrada de la habitación ―Quería darte... - se giró sonriendo, aun hablando con un volumen mas alto de normal, esperando que su interlocutor la oyera a la distancia, paró en seco y se ruborizó al verle tan cerca ―Ho-hola - sabía las preguntas, sabía que solo demoraba mas el hecho de llegar puntual al evento.

―Para ti... - si, no quería enfrentar el hecho de que ese día, conocería al progenitor de su novio -tan rara palabra y mas rara la sensación que provocaba en una mujer que hacía años dejó de ser una adolescente- pero nadie podía culparla ¿y si no estaba a su altura?. Extendió la temblorosa mano que sostenía una hoja doblada.

Una vez que Ren tomó el dibujo, bajó la diestra y la enlazó con la contraria, jugueteando con sus pulgares, agachando un poco la mirada ―Debo dejar de darle vueltas al asunto ¿cierto? - volvió a alzar la vista, una tímida sonrisa dibujada en su rostro, actuaba como una niña pequeña pero, esto era un paso gigante para ella, algo completamente nuevo. Sabía que podría hacerlo si él estaba a su lado, pero no le restaba nada al hecho de que en realidad, era dar un salto a ciegas.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Mar Sep 27, 2016 9:09 pm


“I'm yours for ever–for ever and ever. Here I stand; I’m as firm as a rock. If you’ll only trust me, how little you’ll be disappointed. Be mine as I am yours.”
— Henry James, The Portrait of a Lady


Ambos eran adultos más que capaces, y sin embargo, a ratos, a Reinout le parecía que habían actuado como adolescentes. Para nada eso era algo malo, a él le encantaba la espontaneidad, él mismo poseía un alma más parecida a la de un niño que a la de un hombre, pero no dejaba de llamar su atención. Era verdad que se habían conocido antaño, él haciendo tratos con el difunto padre de Charleen, a veces regresando a la casa Rumsfeld con regalos, como ese ron, pero era todo. Es más, no recordaba un solo encuentro de aquella época en la que él y la chica hubieran estado solos. Y luego, ahí estaban ahora, él regresando a la familia van Bergeijk como hijo pródigo, tratando de adaptarse y en un santiamén ya estaba prendado de ella. Bastaron algunos encuentros, citas si se les quería llamar así. ¿Por qué antes no vio ese fuego en la joven? Tal vez porque estaba demasiado distraído con su labor pirata, con su personaje de Ren, «el zorro demasiado astuto». Apenas se estaban conociendo en realidad, y era emocionante ese proceso.

Torció las cejas de una forma graciosa al escucharla y de pronto se sintió confundido. Normalmente el que hablaba sinsentidos era él. Esperó la conclusión de aquella frase, sin embargo, nunca llegó. En cambio Charleen comenzó a caminar y él tardó un par de segundos en darse cuenta que debía seguirla, y lo hizo. Parecía que la perseguía, de no se porque no hacía nada por alcanzarla, dejó que ella tomara la ventaja y cuando al fin pareció llegar al lugar que quería, abstraída completamente, él se quedó de pie en el umbral, recargándose en el marco con los brazos cruzados. Ese semblante despreocupado era lo que lo hacía resaltar en serio. No era su cabello rojo, ni su cuidado bigote, ni los tatuajes que a veces amenazaban con asomarse por las mangas de su traje; nada de eso se compara a ese modo sinvergüenza que tenía para hacer las cosas.

Se acercó cuando ella continuó hablando distraídamente al tiempo que rebuscaba algo. Cuando se giró, se dio cuenta que no lo esperaba tan cerca y rio. Sin despegar los ojos de los ajenos, dos joyas distintas e igualmente hermosas, tomó el papel. Sin palabras y sólo arqueando una ceja, al fin bajó la vista y desdobló el lienzo. Se vio ahí. Tan honesto en los trazos de Charleen. Una reproducción fiel y habilidosa de su persona. Sonrió, aunque por la posición, seguramente ella no pudo ver el gesto. Luego de algunos tortuosos segundos, alzó el rostro al fin, sin borrar la sonrisa.

No dijo nada, dejó con sumo cuidado el dibujo en un escritorio, rodeó por la cintura a Charleen, la elevó un poco del suelo y la besó. Fue un beso emocionado, desordenado y breve.

Creo que me dibujaste más guapo —al fin le dijo, sin soltarla—. Es una hermosa habilidad la que tienes, no deberías desperdiciarla en gandules como yo —suavizó el tono y la bajó con cuidado, no la soltó hasta que estuvo seguro que ambos pies ajenos estaban en el suelo.

Tomó de nuevo el retrato. Pensó, desde ese momento, en dónde iba a colocarlo, no sin antes ponerle un marco digno. Lo observó una vez más, realmente conmovido. ¿Qué cosa tan maravillosa y buena habría hecho en su vida anterior para merecer a una mujer como Charleen?

Y sí, tienes razón —continuó, sin despegar la vista del dibujo—, le estás dando vueltas, ¿acaso estás nerviosa? Karel no muerde. Además hizo el viaje desde Ámsterdam, ¡a su edad! No podemos no ir —rio. Sólo alguien como él era capaz de faltarle tanto el respeto a su padre y sonar cariñoso al mismo tiempo, empezando porque lo llamaba por su nombre de pila.

El viejo está un poco emocionado… bueno, muy emocionado con esto —al fin bajó el papel y la miró, para luego señalarla a ella y luego a él, con eso se refería cuando dijo «esto», a su relación—, pero no es entrometido, además eres encantadora, seguro te lo ganas. Sólo… no vayamos a hacer mucho énfasis en cómo nos conocimos. No es ajeno a mis andadas en los siete mares, pero definitivamente no es algo que me celebre —se peinó el bigote y sonó divertido, casi apenado.


FdR: Amé el dibujo. *_*


Última edición por Reinout van Bergeijk el Sáb Ene 07, 2017 9:58 pm, editado 1 vez
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Mensaje por Charleen Rumsfeld Miér Nov 30, 2016 4:45 pm

“I love you without knowing how, or when, or from where. I love you simply, without problems or pride: I love you in this way because I do not know any other way of loving but this, in which there is no I or you, so intimate that your hand upon my chest is my hand, so intimate that when I fall asleep your eyes close.”
― Pablo Neruda, 100 Love Sonnets














El corazón latía desbocado amenazante con salir de su pecho, aquellos segundos de silencio le parecieron una eternidad, se atrevió a alzar el rostro cuando sintió que Ren dejaba el dibujo sobre el escritorio ¿no había sido de su agrado? entreabrió los labios ―No es necesario que lo muestres, puedo mejorarlo - pensó, pero en cuanto su lengua se preparaba para escupir aquella mísera disculpa, sintió como aquellas manos ásperas pero suaves al tacto la elevaban por la cintura, se sintió protegida dentro de aquellos brazos capaces incluso de destruirla si se lo proponía. Cerró los ojos al sentir los cálidos labios del cambiante sobre los propios, sus hombros se relajaron y sus brazos pasaron detrás de la nuca del pelirrojo.

Cuando volvió a pisar el suelo, aún se sentía flotando, Reinout era como una droga, solamente una vez le habían dado opio, fue cuando cumplió los quince, cuando su padre falleció, fue la única manera de mantenerla tranquila. Recordó aquello, la sensación era similar, pero no había un vacío frío y obscuro si no todo lo contrario.

Rió, rió tan sincera y dulce como era capaz ―Para nada... - negó con la cabeza, sus manos apoyadas en el pecho de aquel hombre ―Solo soy capaz de expresar fielmente en lienzos lo que veo - se sonrojó, una sonrisa un poco amarga apareció en su rostro ―No lo desperdicio, prefiero que sean tus ojos, tu sonrisa, de una y mil maneras la que llene aquella habitación que solo hacía doler el alma - nunca lo había llevado, nadie entraba al que fue despacho de su padre, una habitación obscura con nada mas que un escritorio con un restirador y varios tripies, cuyas paredes estaban tapizadas con la mirada, con aquel rostro que era su única pesadilla, aquel que le arrebató la vida a su padre y a todo aquel que llamó familia.

Sacudió la cabeza, desde que estaba con él, ese rostro no había vuelto a presentarse ante ella y no pretendía invocarlo, él era un puerto a salvo para ella.

―¿Nerviosa yo? - dio un ligero paso hacia atrás, a penas separándose de él ―No para nada... ¿seguro no muerde? por que, bueno... se que podría - el tono de su voz fue disminuyendo y la mirada en su rostro se tornó divertida pero ansiosa. Ren sacaba todo aquello que ella ocultaba, lograba hacerla entrar en calma incluso cuando el mundo entero estuviese desmoronándose.

Abrió los ojos como plato ―¿Lo está? ¿le dijiste? digo... ¿él ya sabe que tú y yo...? - respiró profundo, aquello era algo con lo que no contaba ¿cómo debía presentarse? ¿como debía llamarlo? la cabeza comenzó a darle vueltas, se aferró mas a él hasta que nombró su pasado allí todo volvió a la calma ―No te preocupes, solo mencionaré que me salvaste de caer del puerto - así había sido, la primera vez que vio al zorro demasiado astuto se escabulló detrás de su padre quien había ido hasta el puerto para cerrar un negocio, Charleen se escondía detrás de viejos barriles hasta que su pie falseó y se fue de bruces hacia el océano, de no ser por una mano que se aferró a su diminuta cintura y volvió a colocarla sobre los tablones de madera ―No tenemos que mencionar la fecha - sonrió ampliamente, lo miró con dulzura, estaba perdidamente enamorada de él.

Estiró la mano y asintió ―Siempre que estés a mi lado, seguiré el camino que me pongas - entrelazó su mano con la ajena, aquella calidez emanada lo era todo para ella.
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Mensaje por Reinout van Bergeijk Lun Ene 23, 2017 11:36 am


“Butterflies in your stomach. More like killer bees.”
― Kami Garcia, Beautiful Creatures


Un dejo de congoja se apoderó de él, pero fue breve y simplemente fue reflejo de lo que ella le acababa de decir. Prefirió distraerse con el dibujo. Lo tomó una vez más, lo dobló siguiendo las marcas que ya tenía previamente y lo guardó en el bolsillo interior de su saco. «Cerca del corazón» pensó. Todo su tren de pensamiento descarriló cuando ella continuó. ¡Era increíble la capacidad que tenía Charleen de hacerlo ir de una emoción a otra cosa esa facilidad! Era peligroso, incluso. Pues ella poseía dominio sobre él y cada vez éste era más absoluto; no obstante, Reinout pensó que si iba a dejar su vida en manos de alguien, le alegraba que fuera ella.

Se imaginó a su padre, transformado y mordiendo la mano de Charleen. La sola imagen era ridícula, y por lo tanto, hilarante. Negó con la cabeza.

Tranquila. Estaba yo muy calmado pero ahora ya me pegaste tu nerviosismo —habló bromista—. Sabe lo general, pero no los detalles, a eso vamos hoy, a decirle todo —le guiñó un ojo y estiró su mano para que Charleen la tomara y por fin emprendieran la partida.

Oh, Charleen, ya te dije que no me des carta abierta para hacer mis fechorías —la haló para sacarla del lugar, y de la casa. Afuera un carruaje ya los esperaba—. Gracias —se inclinó hacia ella y le susurró cerca del oído antes de finalmente dejar la casa, rumbo a la reunión. «Gracias» resultaba vago, podía estarle agradeciendo sobre cualquier cosa, sin embargo esa fue su intención. Le daba las gracias por absolutamente todo.

Cruzaron el jardín frontal y el cochero abrió la puerta del carruaje para que subieran. Primero ella, ayudada de ambos hombres, y luego él, tan atrabancado como siempre que ni siquiera aceptó la ayuda ofrecida por el mozo.

Mira, conozco a Karel. Seguro ya se está imaginando a los nietos que creyó, jamás iba a tener. Pero no te sientas presionada —la miró muy serio, como si no se diera cuenta de la magnitud de lo que estaba diciendo. Luego simplemente soltó una carcajada—. No es cierto, Char, sólo te estoy molestando —concluyó. Había ocupado el lugar frente a ella, rodillas contra rodillas, pero se puso de pie, sin poder erguirse completo debido al escaso espacio y se cambió de sitio. Se sentó junto a ella.

Le tomó la mano. Entrelazando los dedos de tal modo que parecía que habían sido hechos para embonar de ese modo. Miró ambas manos y luego alzó el rostro para verla. Preguntándose cómo alguien como ella podía estar con alguien como él. Ese tipo de temores, reales, que lo consumían, no los expresaba. No quería arruinarlo. Tampoco quería darse cuenta que no era tan impasible como le gustaba aparentar. Charleen lo vulneraba, y eso aterraba. Pero una y otra vez se repetía que valía la pena. Que por ella, todo sacrificio era nimio.

Vamos a decirle lo que simplemente ya sabemos —su tono de voz fue suave, bajo, tranquilizador. Usaba esa tesitura tan poco, que incluso parecía fuera de lugar. Estiró también la mano para acariciar con el pulgar la mejilla de la chica—. Que nos amamos, pero que no tenemos prisa —le sonrió—. Y es que… Charleen, quiero disfrutar cada segundo contigo, por eso mismo no corro cuando se trata de nosotros —explicó al tiempo que volvía a mirar de frente y se recargaba sobre el hombro ajeno.
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