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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Damien Østergård Jue Dic 04, 2014 9:59 pm

The task of the solitary man is to be even more solitary.

Las cosas en la residencia de los Østergård no mejoraban. Poco a poco, el mundo de Damien se estaba desmoronando. Sin habérselo propuesto, lo estaba perdiendo todo. Tan solo dos semanas atrás, Predbjørn, su hermano menor, el único, al que juró proteger desde la muerte de sus padres, le había obligado a correrlo de su propia casa, y no conforme con ello, se había llevado a su hija con él. Damien estaba destrozado, más deprimido que nunca. Su primer impulso había sido correr tras de ella, iniciar la búsqueda y no detenerla hasta encontrarla y traerla de regreso, pero, ¿cómo retener a alguien que no desea estar a tu lado? ¿Cómo seguir haciendo infeliz a quien más se ama? ¿Cómo ignorar la amenaza que ella había hecho contra su propia vida? Fredika había sido clara al sentenciar que atentaría contra su vida si alguien la separaba de su tío, y Damien estaba seguro de que la conocía, lo suficiente como para saber que cuando su hija amenazaba, no debía tomarse a la ligera. Lo único que lograba tranquilizarlo un poco era saber que estaba con Predbjørn, porque estaba seguro que, pese a sus diferencias de hermanos y todos los defectos que poseía el menor de los Østergård, él también la amaba demasiado como para dañarla o permitir que otro lo hiciera. No tenía otra opción, más que esperar. Esperar a que ella recapacitara y deseara volver a su hogar… si es que alguna vez lo había considerado como tal.

Damien apenas y era visto en la casa. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado en su habitación, durmiendo o fingiendo que lo hacía para no ser molestado. Las empleadas llamaban constantemente a su puerta, con la esperanza de que aceptara comer un poco, pero él se negaba. Las últimas veces había aceptado que le dejasen la charola, pero lo había hecho únicamente por educación, por no desairar a las mujeres que tanto se preocupaban por él y que tan amablemente preparaban los alimentos para su patrón. Se lo notaba demacrado, ojeroso y más delgado. “Tal vez si fuera de cacería o a montar un poco…”, le había sugerido tímidamente ese día la señora Fauteux, la más anciana y querida de sus empleadas domésticas. Damien, que finalmente se había cansado de permanecer alejado del sol durante tantos días, estuvo de acuerdo, asintió con la cabeza y, en señal de agradecimiento por su preocupación, mostró una débil y apenas perceptible sonrisa.

Se vistió y se dirigió a las caballerizas, pero no llegó a montar a ninguno de sus caballos. Simplemente se sentó en el pasto y pasó gran parte de esa tarde contemplando a los equinos. Cuando la hora de la comida llegó, la señora Fauteux, que lo conocía muy bien, supo que él se negaría a volver a la casa para tomar los alimentos, por eso prefirió enviar la comida a él. Designó la difícil tarea a Do'ingn, la más joven de todas las empleadas, y por la que el patrón parecía mostrar más simpatía y consideración. Le entregó una canasta llena de comida y una manta, y le dio las instrucciones necesarias: ella debía convencer al patrón de tomar al menos un bocado, convertir aquello en una especie de picnic, de ser necesario.


Damien estaba tan aparentemente concentrado en el trotar de los caballos, tan ensimismado en sus pensamientos, que ni siquiera la escuchó llegar. Salió de su cavilación bruscamente, con un rápido movimiento de cabeza, y no se esforzó en ocultar la sorpresa que le provocó verla allí.

Do'ingn… No tengo apetito. —Sentenció desde el inicio al ver la canasta, antes de que la muchacha pudiera decir nada, pero cuando notó la desilusión en el rostro de la joven empleada, no tuvo corazón para desairarla—. Está bien, déjame ver lo que tienes ahí —añadió al instante y alargó la mano para coger la canasta y dar un rápido vistazo. Pudo ver un gran emparedado, un par de frutas y algo de jugo de arándanos, su favorito. Desdobló la manta que cubría los alimentos y la extendió sobre el pasto, para luego colocar la canasta encima—. ¿Por qué no te sientas conmigo un momento? He pasado demasiado tiempo en soledad durante las últimas semanas, me vendría bien un poco de compañía —dijo, alzando la vista para mirarla. Era cierto, no tenía hambre, pero estuvo dispuesto a hacer un esfuerzo, por ella. Sólo por eso cogió el emparedado y lo partió en dos. Luego le ofreció una mitad—. No voy a comerlo si tú no me acompañas —amenazó al notar cómo ella dudaba.

La muchacha no tuvo más remedio que aceptar y Damien sonrió de lado cuando ésta al fin se sentó a su lado. La conocía, siempre había sido una muchacha algo tímida, respetuosa, pero retraída, por eso sabía que difícilmente comería lo que le había ofrecido. Él tuvo que dar el primer mordisco a su pedazo para luego alentarla a hacer lo mismo. La observó mientras comían en silencio y se sorprendió a sí mismo disfrutando de su compañía. Era curioso, pero desde que la había llevado a su casa, hacía ya más de quince años, nunca antes había tenido la oportunidad de pasar un tiempo a solas con ella. La estudió, y llegó a la conclusión de que era una belleza. Su color de piel, que a muchos les parecía algo digno de sentir vergüenza, a él le parecía hermoso, único. Tenía unos bonitos y enormes ojos verdes, y, en general, un rostro cuya perfección se veía mermada por la marca que Fredika había dejado en  su mejilla.

Está cicatrizando bien esa herida —dijo rompiendo el silencio—. Unos días más y tendría que estar desapareciendo por completo —el tono se su voz se volvió automáticamente más melancólica al recordar a la autora de la agresión. La comida en su boca perdió su sabor y su textura, se volvió acartonada, tan insulsa que no pudo continuar. Abandonó el pedazo de emparedado y desvió la mirada nuevamente hacia los caballos. Guardó silencio durante un largo rato, luego continuó—. Estoy consciente de lo que es mi hija, pero todavía me cuesta creer que Fredika te haya hecho semejante cosa. Qué desilusionada estaría Anges si pudiera ver el fracaso que soy como padre, lo que he hecho con nuestra hija…

Su rostro alargado estaba lleno de tristeza.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Dom Dic 28, 2014 1:14 pm

Estaba claro que la casa en la que trabajaba era todo un caos, no precisamente por la servidumbre, tampoco por la falta de francos para poder llevar todo al pie de la letra, sin embargo aquellos que reinaban ese lugar tenían una pelea constante que arrasaba con todo. La joven nunca había cuestionado nada, de hecho ni siquiera pensaba en hacerlo, su tarea era encontrarse ahí y hacer el trabajo como era debido. Nada más, ni nada menos, sin embargo la negra se daba cuenta que estaba más involucrada de lo que era debido. Para empezar el mayor de los patrones tenía ciertas consideraciones con ella, la defendía y en ocasiones la hacía comer con los demás. Algo ocurría que a ella siempre la ponían en medio, más de una vez tuvo que ser la causante de problemas y controversias. Algo que no le gustaba para nada, pero que debía aceptar.

Do’ingn jamás había cuestionado algo porque ella era una simple sirvienta, una que para agregarle era negra. Sus sentimientos se centraban exclusivamente en sus miedos, temores, su destino y sus necesidades. Jamás había renegado algo, pero después del problema con la hija de su patrón las cosas habían cambiado. No había día que no se sintiera molesta con la chiquilla malcriada, y para sumarle, se sentía furiosa con Damien. Si su madre estuviera viva ya le hubiera dado una gran lección a ese señor. La pobre negra no entendía cómo alguien con tantas ventajas a la vida la pasara en ese estado, y por eso la enfurecía. Jamás justificaría su forma de ser tan víctima.

En silencio lo vigilaba detrás de la puerta de su habitación, todo gracias al temor que todos tenían en casa, la depresión del patrón podría hacerlo cometer locuras, y muchos estaban más angustiados por sus salarios y el mantener a sus familias que por la vida de un hombre triste.

Con destreza y rapidez las manos de Do’ingn colocaron la manta sobre el pasto y sacó una que otra cosa. Colocó varias frutas picadas frente a ellos con la esperanza de que el hombre no sólo tomara el emparedado, sino un par de cosas más. Se sentó observando el rostro entristecido del hombre y sintió más enojo. Desvió su mirada también hacía los caballos buscando poder calmar sus ansias, sus deseos de gritarle más de mil cosas al hombre para que se levantara, pero se detuvo, y en silencio (cómo siempre) pidió a Dios que la iluminara, que le otorgara las palabras correctas para poder ser sabiduría para el hombre. Algo que enseguida le causó gracia, dado que él se encontraba preparado, él había leído, había estudiado, y ella sólo tenía a su Dios, sus corazonadas al igual que sus sentimientos, y una mente que limitada pero sincera.

Mi señor Damien… — Susurró con suavidad. Sus manos se habían hecho dos pequeños puños que sostenían con nerviosismo la tela de su vestido viejo color negro — No sé si sea correcto meterme donde no me es debido, pero creo que usted no tiene alguien con quien hablar, alguien que le diga las cosas que pasan y que no nota… — Tomó un rato para sí misma y luego prosiguió — Nadie le dice sus errores — Negó repetidas veces. — Señor Damien, yo no sé en que mundo vive, pero desde que tengo memoria se le ve sumido en su tristeza, en su dolor, no le pone la atención necesaria a la pequeña, es normal que se apegue más a su tío, que las manías del hombre se vuelvan de la pequeña — Se encogió de hombros un par de veces, nerviosa se acomodó sus cabellos y sin darse cuenta ya había tomado mucha distancia, se encontraba sentada lejos de él por miedo a ser reprendida. — Parece que se ha olvidado de ella también, y por eso la jovencita le reclama, por eso se comporta así — Terminó de decir sin titubear, segura de todo lo que había notado este tiempo corto.  

Usted es cómo una flor, y todos vemos como sus pétalos van cayendo, cómo cada uno de ellos pierden su color, su luz, su aroma. Verle marchitar no es grato cuando también dependemos de usted, de su bondad, no es justo que lo que le tenga así le destruya la vida. Usted no está viviendo, mi señor… usted es un muerto en vida — Ella estaba dispuesta a recibir el castigo que merecía, no importaba cual fuera, si sus palabras estaba siendo las indicadas para que el patrón se levantara de ese mundo oscuro, entonces se arriesgaría las veces que fuera necesario.


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Mensaje por Damien Østergård Lun Feb 09, 2015 11:33 pm

Damien se quedó helado. Las palabras de la muchacha lograron dejarlo sin aliento. Fueron duras y directas, como recibir una fuerte bofetada que lo dejó aturdido. Jamás lo hubiera esperado de ella. Ella, que no era más que una simple criada, una esclava que se estaba tomando atribuciones que no le correspondían. No tenía ningún derecho a hablarle de ese modo a su patrón, estaba siendo insolente, entrometida y descarada. Cualquier otro ni siquiera le habría dado la oportunidad de terminar de hablar, la habría tomado del rizado cabello al instante para zarandearla y molerla a golpes, un castigo que todos los racistas habrían considerado como apropiado. Pero Damien no era como ellos. Él, pese a todos sus defectos, era compasivo. La crueldad nunca lo había caracterizado; nunca había levantado la mano a una mujer, y no empezaría a hacerlo. Además, ella tenía razón. ¿Cómo reprocharle algo si, por más duro que fuera, todo lo que decía era la más pura y absoluta verdad? Y ella, justo ella, se había atrevido a decírsela en su cara con esa dulce voz que no era en absoluto prejuiciosa. No, definitivamente no podía reprenderla.

Un muerto en vida. —Citó él para sí mismo, luego respiró hondo y reflexionó—. Tienes razón, Do'ingn. Ni siquiera yo hubiera podido expresarlo tan bien. Has dado en el clavo.

Un profundo silencio siguió a sus palabras. Damien apartó la vista de la esclava y miró a los caballos que retozaban en el campo verde que tenían al frente. Por la voz apacible que utilizó al hablarle, ella podía darse cuenta de que no estaba molesto. Casi parecía indiferente, aunque no lo estaba. Aquello le interesaba, le interesaba mucho, pero no sabía bien cómo reaccionar. No todos los días alguien se animaba a decirle sus verdades tan directamente, sobre todo cuando la mayoría de las personas de las que se rodeaba diariamente eran sus empleados, personas humildes que necesitaban el trabajo y que no lo arriesgarían bajo ningún concepto. Aunque la mayoría de ellos notaran lo que Do'ingn había decidido externar, todos preferían callar y hacer de cuenta que nada estaba ocurriendo, o tal vez era que a nadie le importaba lo suficiente como para que sintieran la necesidad de hacerlo entrar en razón. ¿Le importaba a Do'ingn? Así tenía que ser, era la única explicación.

Ya no tuvo intención alguna de seguir comiendo, por lo que decidió envolver su mitad del emparedado para luego colocarlo sobre la manta. Volvió a girar su cabeza para mirarla una vez más. La verdad es que apenas y podía sostenerle la mirada, sentía vergüenza de sí mismo, de que ella pudiera verlo tal y como era… o al menos una gran parte de él. Pudo haberse ido para librarse de la incómoda situación, pero sentía que ella no lo merecía. Desde pequeña, Do'ingn se había mostrado sumisa y temerosa, como todo esclavo, no obstante, se había abierto a él, como una tímida flor que podía volver a cerrarse en cualquier momento. Sintió que, ya que se había presentado la ocasión, debía agradecerle por todo, aprovechar el momento.

Agradezco tus palabras. ¿Sabes por qué? Porque aunque han sido increíblemente despiadadas, sé que no son mal intencionadas. Nunca nadie me había dicho algo como lo que acabo de escuchar y celebro que hayas sido tú quien se atreviera a hacerlo. Por favor, acércate. No voy a hacerte daño. Has dicho otra cosa que es absolutamente cierta: no tengo con quien hablar. Durante mucho tiempo creí que no lo necesitaba pero hoy me doy cuenta de lo equivocado que he estado. Necesito un amigo, alguien que me escuche. Tú me gustas para eso. Has demostrado ser totalmente imparcial. Eso es lo que necesito: honestidad. Si te lo pidiera, ¿lo harías, Do'ingn? ¿Dejarías de verme solo como tu patrón para empezar a verme como a un amigo? —Alargó su mano y tomó la de Do'ingn sosteniéndola entre la suya. Su piel morena era tierna pero carecía de la suavidad. Damien la giró para observarla detenidamente y se encontró con los estragos de una vida llena de esfuerzo; estaban ásperas y algo agrietadas. Tocó la palma de la mano con la yema de sus dedos y la acarició cariñosamente.

No sé si te has dado cuenta de ello, pero siempre me he sentido cómodo contigo. Desde niña intenté hacerte sentir parte de la familia, pero tú siempre te empeñaste en ser parte de la servidumbre, en tomar en papel de esclava. Como eras pequeña, no pude hacerte entender y desistir de ello, pero ahora eres adulta, comprendes mejor las cosas. No tienes que seguir haciéndolo, Do'ingn. No quiero seguir pagándote. De ahora en adelante quiero que tengas todo sin tener que trabajar por ello.

Damien esperó por una respuesta, acunando su mano entre las suyas para infundirle más confianza. Tal vez, solo tal vez, así lograría convencerla.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Dom Mar 15, 2015 11:48 am

Siempre lo supo. Tener privilegios le daba ventajas. La mantenía con vida. Cuando paseaba por los terrenos de aquella mansión, en más de una ocasión pudo observar castigos impuestos por patrones hacía sus empleados. Los gritos de dolor le calaban el alma, y agradeció más de una vez por la suerte que tuvo, y que seguía teniendo. En aquella casa sólo uno le intentó enseñar bien, ese que se había llevado a la hija de Damien. Una noche le dio un buen bofetón por no tenerle lista el agua caliente, a la temperatura que a él le gustaba. Por poco seguía dándole sino es que el patrón mayor estuvo rondando cerca. Sin duda no podía reprochar nada a la vida. Se sentía agradecida, con todo y esa piel quemada.

Aún sabiendo que tenía un patrón benévolo, la criada respingo, incluso tembló a sentir su acercamiento. Incluso sus dientes tiritaron a causa de la sorpresa, no le gustaba el contacto físico, más bien no le gustaba que rompieran su espacio personal. Con veinte años había podido librar abusos, violaciones, y un sin fin de atrocidades, su piel azabache daba el derecho a cualquier blanco a tomarle cómo quisiera, incluso no siendo sus dueños. Para ella existía bondad en todos, por más malo por que comportaran día con día, pero también existía la crueldad, la malicia. Debía protegerse, sin importar que fuera Damien del que se cuidara.

La esclava escuchó con atención cada palabra que Damien le ofrecía, pero también observaba sus movimientos, sus gestos, cada cosa que lograra hacer, todo aquello le daría respuestas verdaderas o falsas de lo que él pudiera decirle u ofrecerle. Cuando se encontraba con su patrón, la joven se sentía segura, y aunque siempre buscara algo negativo de él, nunca lo hallaba, por eso deseó confiar en ese momento. Sus dedos rasposos acariciaron la piel suave del hombre, pero poco a poco se liberó del débil agarre que su patrón le había ofrecido. La joven sonrió, pero al mismo tiempo negó repetidas veces. Ella era una esclava, y cómo tal, debía comportarse. ¿Por qué el hombre se aferraba a mostrar lo contrario? ¿Por qué no lo aceptaba al igual que ella?

Su mundo tiene suficiente miseria ¿No lo ve? — La mirada de la negra pasó de las manos hacía los caballos, y luego más allá de eso. Observó los arboles, y las estructuras próximas — Usted no tiene control de algunas cosas, cómo de su hija o de su hermano… — Suspiró — Lidiar con otro problema, con las palabras, rumores, y rechazos de la sociedad sería uno más, y no uno agradable. Su credibilidad bajará, al igual que sus ganancias. ¿Qué blanco quiere ver a otro siendo tan condescendiente con una negra? Nosotros somos peor que objeto, que animales, no intente ser diferente al respeto, porque eso puede ser su más gran perdición — Claro que la joven se sentía agradecida, incluso el saberse un poco más especial inflaba orgulloso a su pecho. El ego que parecía no tenerlo apareció, y sintió que era igual de humana y pecadora que el resto. Sin embargo Do’ingn no le gustaba ver desilusionado a su patrón, y por eso después de echar una mirada a su alrededor, decidió que podía atreverse a sentir más la piel ajena. Sus manos acariciaron su mejilla, la extremidad temblaba, pero se tranquilizó al hacer contacto piel contra piel.

Todas las personas tienen sus cosas que hacer, incluso las mujeres ricas deben supervisar los deberes del hogar, a pesar de eso buscan cumplir en la sociedad, tienen amigos, conocidos, y asisten a fiestas… — Guardó silencio un momento  — Yo puedo seguir trabajando aquí, me gusta hacerlo, y me hace sentir con el derecho de poder alimentarme, y tener una cama donde dormir — Se encogió de hombros, para ella tener todo aquello no es un derecho, es un privilegio, porque bien pudo ser enviada a dormir a los establos, o en la copa de un árbol — En nuestros ratos libres podemos intentar ser amigos, sí así lo desea — No estaba cediendo por completo, pero tampoco se negaba. Un equilibrio vendría bien.

Si Do’ingn tenía la forma de ayudarlo, entonces cedería un poco, todo con tal de hacerlo volver a vivir.


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Mensaje por Damien Østergård Lun Mayo 04, 2015 2:11 am

Damien sintió que se le estrujaba el alma cuando la escuchó hablar de ese modo de sí misma. Ella no se menospreciaba abiertamente pero, como todo esclavo, tenía bien aprendido, sumamente memorizado, cuál era su lugar en el mundo. ¿Cómo borrar eso? ¿Cómo cambiar sus ideologías, cuando toda su vida había vivido del mismo modo? Con él jamás había sufrido reales carencias, tenía comida, un techo, y se le daba diariamente un trato bastante bueno –si se excluía el que le daba el menor de los hermanos y Fredika, la más joven de la familia-, pero siempre había sido una criada al final de cuentas. Ella parecía entenderlo a la perfección, y lo peor es que no renegaba de ello. Damien se sorprendió al oírla hablar de aquel modo, y en silencio se preguntó si realmente alguien en sus circunstancias podía llegar a amar su estilo de vida, o si simplemente terminaba acostumbrándose hasta llegar a la resignación. Le dolía pensar que esa muchacha tan joven y tan buena estuviera sufriendo, que sus afirmaciones no fueran más que las palabras de una mujer cuyas esperanzas se habían evaporando con el paso de los años hasta terminar siendo nulas. ¿Qué era lo que esperaba alguien como Do'ingn de la vida? ¿Cuáles eran sus ilusiones, sus expectativas? ¿Alguna vez las había poseído? Damien sintió el incontenible deseo de saberlo. Allí, después de más de trece años de convivir día a día con ella, se dio cuenta de que realmente no la conocía, y lo más inquietante es que se moría de ganas por hacerlo. Poco le importaban lo que los demás pensaran o dijeran de él. Si se había enfrentado a su propia familia en incontables ocasiones por el trato especial que le daba a la morena, ¿por qué no encarar al resto del mundo? Ella lo valía.

Cerró los ojos un momento y disfrutó de la caricia que la muchacha le regalaba. Nunca la creyó capaz de tocarlo, mucho menos atreverse a hacerlo en el rostro y de esa manera, tan inocente pero al mismo tiempo tan íntima, pero agradeció en el alma su valentía. Alzó su mano y detuvo la ajena antes de que ésta pudiera alejarla. Entonces, sosteniéndola con delicadeza, como si se tratara de la mano de una dama muy distinguida y no de la de una simple e insignificante criada, la giró lentamente y depositó sobre el oscuro dorso un suave y casto beso. ¿Qué mejor forma de demostrarle que poco le importaban los prejuicios de los demás mostraban hacia los de su raza? Para él era como el resto de las personas, incluso mejor.

He escuchado cualquier cantidad de tonterías sobre ustedes, que son sucios, insolentes y holgazanes, que debe tratárseles como animales y ser castigados, porque es la única forma en la que puede educárseles y hacerles entender las cosas. ¡Llegué a escuchar incluso que no poseen un alma! Pero te veo y solo puedo reír de la estupidez de esas personas —en la boca del hombre se dibujó una sonrisa, algo realmente insólito, puesto que ¿hacía cuanto que no sonreía?—. Son ingenuos y muy estúpidos. Se jactan de ser personas sumamente instruidas, muchos de ellos profesionales en diferentes áreas, y son más ignorantes y despreciables que todos esos a los que denigran. ¿Por qué me importarían sus opiniones? No me interesan, jamás lo han hecho. Prefiero vivir rodeado de esclavos a tener que soportar escuchar sus tonterías —en su voz se notó el evidente rechazo que senía hacia ellos—. Tú me has abierto los ojos, Do'ingn. Me he dado cuenta de que todo este tiempo he vivido en un mundo lleno de hipocresía. Pero ya no más —la determinación era palpable en su voz—. Quiero purgar mi existencia de todo ser tóxico, incluido mi hermano. Por eso no pienso pedirle que regrese a la casa. Así que puedes estar en paz, no va a volver a molestarte. Y si Fredika quiere volver, tendrá que aprender de modales. Nadie va a volver a faltarte al respeto, eso te lo juro —finalizó mostrando un brillo bastante peculiar en los ojos, quizá el de la osadía, porque después de semejantes decisiones, era un hecho que le esperaban muchos tragos amargos.

No obstante, si de algo podía estar segura la muchacha, es que las palabras de Damien no eran vacías. Estaba dispuesto a darle su lugar, uno mucho mejor que lo que el resto de las personas creían que merecía.

Ahora, si me lo permites, quiero mostrar mi descontento hacia dos cosas —dijo de pronto, intentando adoptar un tono mucho más desenfadado, quizá un tanto divertido, algo inusual en él pero que hacía con el fin de dejar atrás los temas desagradables que acababan de tocar—. La primera: me niego rotundamente a que sigas llamándome “señor”. Sé que soy lo suficientemente mayor, pero si vamos a ser amigos, creo que me merezco que me tutees. Llámame Damien, por favor. Y la segunda: nada de “intentar” ser amigos en nuestros ratos libres. Vamos a serlo, y lo seremos todo el tiempo, pésele a quien le pese. ¿De acuerdo? —la miró en busca de una señal de aprobación.

Bien, amiga… —dijo mientras se ponía de pie y le ofrecía una mano para ayudarla a hacer lo mismo—, ¿qué tal si damos un paseo a caballo? ¿Alguna vez te has subido a uno? —preguntó, pero la realidad es que no estaba dispuesto a recibir un no como respuesta.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Miér Jun 24, 2015 6:34 pm

Do’ingn siempre supo que su amo no era como los demás. La tristeza que cargaba aquel hombre no la conocía, mucho menos el porqué, sin embargo si podía identificar bondad detrás de sus ojos. No cualquiera aceptaba tener bajo su techo a una negra, por muy esclava que fuera. Tampoco se arriesgaban a dar tratos preferenciales a los de su color, y a él le importaba poco. Era una pieza valiosa que debía cuidarse, desempolvarse, y dejar que los demás vieran. ¿Por qué al resto del mundo le costaba ser cómo él? Tanto prejuicio terminaría por destruir el planeta tierra, con todo y blancos adinerados, porque la muerte se lleva a todos por igual, sus ojos no distinguen colores, y su ambición no va de la mano con lo material.

Ellos habían formado una burbuja de cristal a su alrededor. Frágil, corta, pero muy suya. Quizás podría romperse y desmoronarse en cualquier momento, pero quedaba en ambos llegar a cuidarla, protegerla, volverla firme y prospera. Do’ingn era una mujer determinada, así que por su parte no habría duda que sucediera, sin embargo si dudaba de él, no porque la hubiera defraudado en algún momento, para nada, el problema recaía en los estados de animo del hombre, dado que su tendencia a la auto compasión, y también a la depresión, nublaba los pensamientos, restaba de importancia a lo correspondiente.

Do’ingn se mordió la lengua para no volver a contradecirlo, para no hacerle escuchar lo que pensaba sobre todo aquello que estaban hablando. Damien le estaba entregando una nueva relación, un giro completo en su vida, y también privilegios que según ella, no merecía. Decidió entonces que a partir de ese momento, trabajaría en aquella casa con más esmero, que nada malo ocurriría en el hogar, y que la comida resultaría más deliciosa que de costumbre. Todo eso y más se prometió, le prometió, aunque lo último fue internamente, sin necesidad de que el supiera, de saberlo muy probablemente se negaría, o le rechazaría la idea, y ella no estaba dispuesta a recibir tanto, por nada. Suspiró tomando la mano ajena, se puso de pie, y decidió que debía dejar el análisis y las preguntas internas para la noche.

Los negros no tenemos ni el permiso, ni el derecho de subirnos a un caballo, mi señor — El impulso de bajar la mirada al suelo estaba casi por vencerle, sin embargo resistió. — Es un medio de transporte que cuesta mucho, por lo consiguiente no puede ser manchado con un toque de mi piel, al menos que sea porque le estamos dando una correcta higiene, o simplemente cepillando sus cabellos. En ocasiones tenemos que alimentarlos, pero eso es peligroso, algunos de los esclavos vecinos han perdido dedos — Aquella idea le hacía temblar. ¿Qué sería de ella sin sus manos? Sería una inútil, no podría hacer demasiado, no serviría para hacer trabajos en casa, y con ello terminaría en la calle con los días contados, porque la falta de comida la llevarían a la muerte. — Perdón — Hablar de más es algo que se le daba muy bien. La crudeza de sus palabras iban de la mano de la inocencia que también poseía. — Nunca he subido a un caballo, pero estoy segura que sería un privilegio que disfrutaré y atesoraría el resto de mis días — Días inciertos, días contados, porque así era el destino de los negros.

La vida de un negro era tan larga o corta, como el dueño quisiera que fuera.

¿Sabe que el caballo negro es mi favorito? Y creo que le caigo bien — Sonrió con soltura, incluso le regaló varias sonrisas sin dejar de mirarle a los ojos. Tomados de la mano caminaron hasta los establos. El relinchar de los equinos mostraba su buen animo, ellos también deseaban salir de aquel encierro, andar con libertad, e incluso pasear con ese dueño generoso que les daba el mejor alimento. Los animales resultaban más amorosos, igualitarios, y sensibles que los humanos, por eso mismos a la esclava le agradaban y se sentía protegida con alrededor de ellos. Eran parte de su pequeña familia.


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Mensaje por Damien Østergård Lun Jul 13, 2015 2:37 am

¡Do'ingn! —Exclamó el hombre, aunque sin llegar a alzar demasiado la voz—. Acabamos de tener una conversación al respecto, te expresé mi sentir hacia los tuyos y te rogué que nunca más te menospreciaras así, pero sigues haciéndolo. Por favor, no lo hagas. Tienes tanto derecho como yo, o como cualquiera, para subirte a un caballo. No vuelvas a decir que no eres digna —desde luego, no estaba molesto, más bien era una forma de reprenderla amablemente, de llamarle la atención por la manera tan denigrante con la que continuaba expresándose de sí misma y los de su igual condición—. También quedamos en que no volverías a llamarme “señor”. ¿De verdad te es tan difícil tutearme? Vamos, tienes que intentarlo. Dime Damien, solo Damien.

Sin decir nada más, el hombre decidió actuar de manera impulsiva y, sin preguntarle antes si estaba de acuerdo, si no le parecía demasiado atrevimiento de su parte, sin previo aviso alargó su mano y la entrelazó a la ajena. Sintió cómo la morena daba un respingo cuando su piel entró en contacto con la de ella. Por un momento lo miró contrariada, posiblemente asustada por la cercanía, que no era propia de un hombre de su clase con una esclava negra como ella, pero pronto pareció relajarse, o quizá a resignarse, ya que Damien parecía muy decidido a no soltarla. Así, sin apartarse un segundo, en silencio la condujo hasta la caballeriza, donde aguardaban los equinos que habían sido previamente amaestrados. La llevó hasta el sitio donde guardaban a sus mejores caballos, los que solía montar cada vez que salía de cacería. El mozo de cuadra se encontraba allí, aseando al animal, justamente al que ella había señalado como su favorito, el de color negro.

Buena tarde, Patricio —saludó Damien, y cuando éste se percató de la presencia de su patrón, inmediatamente dejó de cepillar el pelaje del animal y se mantuvo firme en señal de respeto. Era uno de sus mejores empleados y algunas de sus principales tareas consistían en mantener a los caballos en buen estado de salud, además de limpiarlos, cepillarlos, recortarles los cascos y darles de comer y de beber. También les ayudaba a realizar ejercicio para mantenerlos en forma y de vez en cuando asistía al entrenador en el amaestramiento—. ¿Qué tal se encuentra Deimos el día de hoy?

Mejor no podría estar, señor —respondió el muchacho al instante, dando una pequeña palmada en el lomo al corcel negro azabache.

Excelente noticia. Por favor prepáralo porque vamos a montarlo —indicó, y el muchacho se puso manos a la obra para ensillarlo en el menor tiempo posible.

Desde luego que Patricio no se imaginó nunca que la persona que acompañaría a su señor sería ni más ni menos que Do'ingn, la única esclava negra de la casa; no se enteró hasta el momento en que le entregó el caballo listo para montar a su patrón. Entonces abrió los ojos grandes, como platos, incrédulo ante la situación. Patricio era también moreno, de origen latino, y era de los pocos empleados que no tenían nada en contra de la esclava, que la trataba con respeto, pero no dejaba de sorprenderle que se tomara aquellas atribuciones. Sin embargo, como buen empleado que era, sabía cuál era su posición en aquella casa, así que se mordió la lengua y calló, guardándose en un lugar muy hondo sus comentarios, mientras detenía al animal para que su patrón pudiera ayudar a subir a Do'ingn.

Bien, ya estamos aquí, ¿estás lista? —Preguntó Damien una vez que estuvo arriba, junto a la muchacha, ella adelante y él detrás. Entonces, sujetó las riendas con firmeza y con un tirón indicó al caballo que se empezara a andar. El animal avanzó lentamente, tal y como el jinete se lo ordenaba a través de los movimientos.

¿Te gusta, Do'ingn? ¿Quieres ir más deprisa? Ten, toma tú las riendas, yo te diré cómo manejarlas —y se las soltó para que pudiera experimentar plenamente de aquello que otros se empeñaban en decir no era una actividad digna de una esclava.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Jue Oct 01, 2015 10:46 pm

Siempre lo supo, desde que era muy pequeña, cuando sus padres murieron, entendió que su vida había cambiado, que nada de lo que había conocido sería igual, y aunque seguía siendo una negra, esclava, y sin poder hacer de sus antojos, nada era lo que debía ser. Para empezar, el buen trato que le daba su patrón. Ella imaginaba que se sentía culpable por haber estado en el lugar, y encima de todo no había podido hacer nada para salvarlos. Damien siempre la había con tristeza, como reprochándose algo, con esos ojos llenos de temor, y como sino fuera digno de poder observarla. Aquello era evidente que la confundía, pero de cierta manera la hacía sentir protegida. Como si tuviera una ventaja que en realidad no sabía existía.

Do’ingn nunca se había subido a un caballo, de hecho cuando llegó a la casa de su patrón recordaba haber sido transportada de forma especial, pero aquel recuerdo también lo había borrado. Según una de las empleadas, aquello era a raíz de sucesos dolorosos, cosas verdaderamente dramáticas, que llegaban a tramar a cualquiera. ¿Sería cierto? Sin duda alguna aquel momento lo atesoraría, y en sus pensamientos rondaría a cada momento. Era una negra afortunada, seguramente aparecería en los libros de historia, por ser una esclava afortunada. Se sentía profundamente agradecida.

Las palabras sin duda salían sobrando. Bastaba con ver la forma en que su cuerpo se encontraba. Demasiado despreocupado, su postura era tranquila, y su respiración estaba tan ligera que parecía olvidaba su posición en la sociedad. Damien siempre le había hecho entender que él la veía como una igual, aunque algunas de sus conductas parecían contrarías. Por primera vez en su corta vida lo comprendía, y lo aceptaba. ¡No era solo una negra! Era Do’ingn, una joven que trabajaba con esfuerzo para poder ganarse la vida. Así como ella habían muchas personas más, y debía aprovechar esos instantes, porque quizás tardarían mucho en volver a llegar. Otra de las cosas que la motivaban era el ver a su amo feliz. Parecía que olvidaba por completo las malas situaciones que últimamente habían estado pasando a su alrededor. Quizás ambos aprenderían del otro, o incluso podrían crecer por la presencia del ajeno en su vida.

Tomar las riendas no le resultó sencillo, sus manos temblaban con evidencia. Lo que la ayudó fue el firme agarre del hombre. La tranquilizó, y le hizo sentir que no perderían el dominio del animal. Giró un poco su rostro para que se vieran de frente, y le regaló una perfecta sonrisa blanca, pues le mostró todos los dientes. Al poco tiempo terminó por ver al frente, y dio un golpecito a las riendas, lo que hizo que el animal fuera más rápido. Cuando era pequeña, a su padre le encantaba hablar de maravillosas historias con equinos. Y es que al igual que su familia, lo caballos que su padre le había relatado, eran de lugares donde sólo ellos podían ser libres, amados, y respetados. Sintió por un momento lastima por ambas criaturas (el cabello y ella), nunca volverían a tener esos momentos, y mucho menos esas reuniones y sonrisas con sus familias.

Suspiró un par de veces, de esa manera buscaba darse valor para poder hablar.

¿Por qué usted me ve de forma diferente? Los demás no lo hacen ¿qué le hace verme de forma distinta? quisiera saberlo, de esa manera quizás podría confiar un poco más, y podría decirle por su nombre, y también hacer el esfuerzo por dejar de decirme esas cosas que parecen las tengo en automático — Preguntas que parecían sencillas, o quizás no, pero que ella necesitaba poder comprender. A veces descubriendo secretos, o simplemente pensamientos, eso ayudaba para poder seguir alado de alguien, aunque claro, su situación era distinta, pero quizás la forma en que se debían relacionar.


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Mensaje por Damien Østergård Jue Oct 15, 2015 1:55 am

Ellos no te conocen como yo lo hago, Do'ingn —respondió el hombre casi instantáneamente. No le hacía falta meditar su respuesta, puesto que sus argumentos eran dichos con convicción y entrega—. No se imaginan la bondad que hay en tu corazón, ni han sentido la calidez de tus palabras. Y tampoco han visto esa sonrisa —dijo animándose a sonreír él también un poco—. Por eso les resulta tan sencillo juzgarte.

La morena había mostrado la sonrisa más sincera que él hubiera visto en su vida, y aunque se trataba de un gesto cotidiano en las personas, en ella resultó algo verdaderamente inesperado e inusual. Desde su llegada a esa casa, Damien no recordaba haberla visto sonreír ni una sola vez. Tal parecía que esa muchacha no sumaba entre sus días uno lo suficientemente bueno como para atreverse a catalogarlo como feliz. Desde niña se había mostrado como una criatura melancólica y desconfiada, yendo de aquí para allá, como un animalito asustado, desprotegido. Y no era para menos, pues por esos años acababa de quedar huérfana y de buenas a primeras había sido llevada a una casa llena de extraños, donde el único rostro que podía considerar medianamente familiar, era ni más ni menos que el del asesino de sus padres. Eso, desde luego, ella a la fecha lo seguía desconociendo. Para Do'ingn, Damien no era más que el hombre que había estado en el lugar preciso, en el momento justo; un alma caritativa que se había apiadado de una pobre huérfana negra y que había decidido llevarla a su casa, posiblemente por mera lástima. Ella no tenía idea, ni siquiera le cruzaba por la cabeza, que si Damien había tomado tal decisión, la de convertirse en su protector, era en gran parte por ese sentimiento de culpa que por momentos se tornaba insoportable. Sentía que le debía tanto.

Esa era la verdadera razón por la cual la procuraba tanto, por la que siempre le había dado un trato especial, mismo que al resto de los habitantes de la casa no dejaba de parecerles curioso. Con ella, Damien era considerado y complaciente; incluso había quien se atrevía a decir que llevaba una mejor relación con la criada negra que con Fredika, su propia hija. Se sentía en deuda con ella. Si le había quitado tanto, ¿por qué no dárselo todo? No podía devolverle a sus padres, pero de algún modo debía recompensarla.

Por eso Damien se sintió complacido al notar que la cabalgata había sido buena idea. Aunque se le notaba insegura, Do'ingn parecía contenta, realmente conmovida con la nueva experiencia, una oportunidad que ni en un millón de años otro patrón le hubiera brindado. Sin embargo, el gusto les duró muy poco. Damien perdió el control del animal. Quizá fue la distracción que le causó la inesperada charla, o que se encontraba ensimismado en sus propios pensamientos, pero de pronto, aparentemente de la nada, el caballo comenzó a actuar como un ser en verdad endemoniado. El Deimos pacífico dio paso a un salvaje corcel, que galopó a una gran velocidad, amenazando con cada segundo transcurrido el equilibrio de los jinetes. Finalmente, el animal relinchó y se alzó sobre sus patas traseras, provocando que tanto el hombre como la muchacha cayeran al piso.  

Los dos rodaron por el pasto y fue un verdadero milagro que Deimos no los aplastara con sus enormes patas. Cuando Damien se dio cuenta de que estaba bien y que sus malestares se reducirían a un cuerpo dolorido a causa del golpe, se arrastró hasta donde Do'ingn se encontraba para corroborar que ella hubiera corrido con la misma suerte.

Do'ingn, ¿estás bien? ¿Te has hecho daño? —le preguntó mientras la examinaba rápidamente. Por fortuna, no encontró nada demasiado alarmante, aunque parecía muy asustada con el percance—. Tranquila, ha sido solo un susto. Respira, respira hondo—le dijo él mientras intentaba tranquilizarla.

Ella era una muchacha acomplejada, por eso a Damien le preocupó que se sintiera responsable de lo ocurrido. Conociéndola, seguramente cruzaría por su mente que ella, con su gran torpeza, había hecho algo mal, provocando la repentina locura en el animal.

Estas cosas suelen pasar todo el tiempo, no es tu culpa. El caballo debió asustarse con algo —le explicó al tiempo que colocaba sus manos sobre los hombros femeninos, en un intento de brindarle su apoyo, hecho que solo le sirvió para descubrir que seguía muy alterada—. Dios, estás temblando —murmuró con preocupación—. Ven aquí… —entonces, se acercó a ella y la rodeó con sus brazos, estrechándola en un gran abrazo que debió hacerla sentir protegida, reconfortada.

Ya pasó… —le susurró al oído con voz cálida y depositó sobre su frente un casto beso, como los que alguna vez le había dado a su hija—. Todo va a estar bien, nada malo va a ocurrirte mientras yo viva para impedirlo. Te lo prometo.

Pero sus palabras no tenían fundamento. Damien era un licántropo, había asesinado, no solo a sus padres, también a los de Do'ingn, a los de muchas otras familias. No, definitivamente nadie estaría completamente a salvo mientras él viviera.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Sáb Dic 12, 2015 6:13 pm

Cerró los ojos incluso antes del impacto. Aquellas cosas ocurran, la vida misma era un impacto, mismo que no la dejaba tener demasiados momentos llenos de felicidad. Ella no sabía por completo que era aquello, recordaba que lo llegó a sentir, y todo fue en aquella etapa en que sus padres habían estado con vida. Quizás si le preguntaban en algún punto la definición de felicidad, lo daría, algo en automático, nada que saliera del corazón, aunque en ese momento lo había llegado a sentir. El impacto sólo era el regreso a la realidad, misma que le dejaba en claro que no debía ilusionarse. Volvió a sonreír, se lo permitió.

Do’ingn estuvo a punto de repelarle. No deseaba que él le tuviera más lastima o compasión. Deseaba que él notara que era fuerte, el simple hecho de llevar la piel negra ya era todo fuerza, valentía y lucha para seguir con vida. ¿Acaso él lo notaría? Se dejó acurrucar, se sintió querida, demasiado protegida. Se daba cuenta que la humanidad aún valía la pena, porque si existían seres que no sentían asco por los negros, entonces también habría quienes se preocupaban por el hambre de los ajenos, sobre la violencia del hogar. Damien le daba esperanza de vivir.

¿Alguna vez usted se ha sentido verdaderamente querido? — Cuestionó acomodándose, sintiendo la calidez masculina abrazar su figura. Se sentía tan contenta que se atrevió a hablar con franqueza, sin ganas de guardarse pensamientos, ni sentires, ni absolutamente nada. — Me refiero a que, es normal que quiera a su hermano, también a su hija, son parte de su familia, aunque ellos muestren sus sentimientos hacía usted de manera extraña, sin embargo ¿se ha sentido querido sin tener que dar a cambio? Debe ser maravilloso, usted me ha hecho sentir eso en este momento, y no me sentí una negra criada cualquiera — Sonrió de nuevo, aunque estaba claro que él no podría verla.

Se mantuvo unos segundos en esa pose, pero el tiempo no era su aliado, al menos en situaciones y comodidad.

Con cuidado se puso de pie. Limpió sus telas viejas y gastadas, lo miró en el suelo y le dio la mano para que se pusiera de pie, ayudándolo, aunque no es que lo necesitara. Damien siempre había mostrado fuerza, no la necesitaba a ella.

Sigilosa se acercó al animal, se le notaba incluso más alterado de lo que ella misma se encontraba. De manera inteligente lo tocó, incluso lo acarició. El animal cedía ante su contacto, al poco tiempo solo agachó su cabeza y empezó a arrancar pasto del lugar. Cuando sintió que todo estaba en orden, volteó a ver al hombre lobo.

Hay cosas que salen de nuestras manos, no todo lo podemos controlar, pero estoy segura que todo aquello que esté a su alcance, usted va a hacerlo para que nada me ocurra, y no sólo a mi, también a su familia y a los demás empleados — Suspiró — Intentaré hacer lo mismo con usted, lo prometo — Estiró su mano invitándolo a caminar.


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Mensaje por Damien Østergård Mar Dic 29, 2015 12:05 pm

Eso es porque no eres una negra criada cualquiera, hubiera deseado decir, mas no tuvo la oportunidad. En lugar de hablar, optó por rozar su mejilla, mientras la escuchaba a ella. La caricia de su cálida voz fue algo tangible. A Damien le gustaba cada vez más escucharla hablar. No importaba el tema, tampoco si su vocabulario era escueto. La prefería así, simple, natural, libre de adornos y cosas innecesarias. Lo que ella consideraba como el peor de sus males, al hombre le parecía que era su mayor encanto: ser diferente a los demás. Ser incluso distinta a él mismo.

Cogió su mano y dejó que la joven lo guiara. Como si se tratara de una pareja de verdad, juntos caminaron a través del campo abierto, de regreso a la casa. Mientras andaban, Damien no pudo evitar contemplarla en silencio. A su lado, ella se veía tan frágil y pequeña. Le gustaba su compañía, le gustaba mucho. El hombre se preguntó por qué nunca antes habían compartido un momento como aquel, por qué ninguno de los dos había intentado acercarse al otro de ese modo en el pasado. Ya no importaba. Estaban ahí, juntos, forjando lentamente –o quizá a pasos agigantados, dependiendo de cómo se le viera- lo que podía llegar a ser una gran amistad, que era lo importante. De pronto sintió el deseo de contar con ella.

Sí, Do'ingn, una vez llegué a sentirme verdaderamente querido —confesó al fin, respondiendo así a la pregunta que había quedado flotando en el aire—. Hace mucho tiempo ya de eso. Anges, mi esposa, ojalá la hubieras conocido. Además de hermosa, tenía un gran corazón. Era la persona más honorable, humilde y gentil que puedas imaginarte. A mí me gustaba pensar que me necesitaba, que la protegía, porque parecía tan delicada, pero siempre fue al revés. Ella era fuerte, siempre lo fue. Y tenía esa sonrisa… —respiró profundamente, demostrado así que no era tan sencillo para él remover esos recuerdos de su mente. Jamás hablaba de su esposa, la gente que lo conocía a menudo tenía esa impresión de que Damien la había olvidado, pero ella estaba demasiado presente por lo que solo él sabía, un terrible secreto que nadie más podía conocer—. Fui muy feliz a su lado. Es una pena que ella… haya muerto —susurró mintiendo descaradamente—. Dios la tenga en el cielo.

Una extraña sensación le recorrió el cuerpo entero. Era la inequívoca sombra del remordimiento que lo perseguía a todos lados y que emergía incluso en los momentos más inesperados. Lo que le había hecho a su esposa yacía marcado a fuego sobre su piel con dolorosa claridad. Era una herida que jamás cerraría. Y si en algún momento sentía que ésta comenzaba a cicatrizar, a doler un poco menos, cuando menos esperaba se abría de nuevo y el sufrimiento se multiplicaba hasta tornarse insoportable. Así sería siempre. Por eso la posibilidad de volver a ser feliz de nuevo parecía tan lejana. Oh, y vaya que lo deseaba. Su mayor anhelo era poder dejar atrás aquello que tanto lo hería.

Entraron juntos a la residencia. El tiempo había pasado mucho más rápido de lo esperado y muchas familias ya se encontraban en sus hogares tomando la cena. Damien no tenía demasiado apetito pero estaba dispuesto a pretender lo contrario con tal de que aquel día junto a Do'ingn no terminara todavía. Ella parecía dar por hecho que se había acabado, que era hora de volver a su vida cotidiana, a sus actividades diarias, pero Damien supo abordarla antes de que se marchara.

Por favor, acompáñame —le pidió cortésmente cuando llegaron al pasillo que conducía al comedor—. Quiero que te sientes conmigo a la mesa y juntos tomemos los alimentos. Concédeme eso. La última vez que te lo pedí mi hermano puso demasiado de su parte para impedirlo, pero él no está aquí. Tampoco Fredika. Somos solo tú y yo. ¿Qué te impide aceptar mi invitación?

Todo era igual. Su hermano y su hija se habían ido. La casa seguía siendo la misma. Él no cambiaría. Pero cuando ella estaba presente, todo parecía distinto.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Mar Ene 12, 2016 3:03 pm

Silencioso se volvió el escenario que estaban viviendo. Las sonrisas y palabras se apagaron. Ambos sabían que entre ellos había mucho de que hablar. Muchos secretos que guardaban, porque incluso la esclava negra tenía torbellinos que desahogar en su interior. El problema recaía en el miedo a perder. Si ambos llegaban a desnudar el alma, lo más probable es que aquello en vez de mostrar ventaja, sería su peor error. Damien poseía secretos que terminarían por oscurecer el alma de la sirvienta, y después de a poco la harían morir de dolor. Terrible sería llegar a saber, que de la única persona con la que uno se siente a salvo, es quien asechaba a su alrededor como el peor verdugo.

Do’ingn nada sabía del amor hacía una pareja. Sólo conoció la lealtad y el aprecio de la familia con la que creció, y eso se lo otorgaron muy poco tiempo. Días atrás conoció a una mujer blanca, la más noble, dispuesta y entregada. Le enseñó que si existían personas que ignoraban su color de piel, que sólo importaba el ver los ojos; el alma. Dudó demasiado, señaló con descaro, y al final decidió que podía confiar en la luz que se asomaba entre tantas tinieblas. Conocía a Damien, sabía que el señor era respetable, de palabra y jamás se metía con nadie, sin embargo nunca depositó su confianza por completo en él, al menos hasta ese momento. Lo hizo porque notaba sinceridad en sus ojos, y aunque en sus palabras percibió titubeo, al menos se daba cuenta que de poder su vida en las manos ajenas, muy seguramente la defendería, la cuidaría, y seguiría con vida. Debía confiar, ceder. Quedarse a cenar.

—  Existen muchos factores para que yo decida negar la invitación, todos y cada uno de ellos viene acompañado de etiquetas sociales, educación que me han inculcado, y que estoy segura también se lo enseñaron a usted —  Hizo una breve pausa sólo para estirar su mano oscura sobre el contraste de la pálida. —  Sin embargo esta noche no me dejaré guiar por lo supuestamente correcto, sino, más bien, en aquello que mi corazón me dicta. Cada una de mis palpitaciones, todo ese conjunto de emociones me pide que lo acompañe —  Sonrió, pero al mismo tiempo inclinó la cabeza hacía adelante, ocultó su mirada en el suelo perfectamente limpió, se sentía avergonzada, pero también completamente extrañada, muchas sensaciones desconocidas aparecieron en medio de su pecho, incluso sintió presión en el mismo, y en su garganta el nudo apareció, mismo que no le dejaba hablar. Mantuvo silencios, nada incomodos, todos y cada uno de ellos cómplices, porque ella comprendía que ambos estaban aquella noche en la misma sintonía.

Poco a poco su cuerpo se relajó, debía aprender a confiar, así cada cosa que Damien llegara a decirle, sería un soplo, el fresco en medio del calor, la paz en aquella guerra social.

—  ¿Cuál es su plato favorito? Es decir, sé que le gusta mucho la carne, siempre muestra preferencia al respecto, pero eso no significa que sea su comida predilecta. —  Sus manos seguían unidas, pero Do’ingn ya no se sentía incomoda, o que estaba faltando al respecto, se sentía más bien en familia, aunque no a tal grado de cercanía y confianza. Se dejó guiar a la silla continua del lado derecho, la silla que ocupaba Damien en todos sus alimentos, a la hora del día que se le presentara el hambre. Sonrió al notar cómo le acomodaba la silla, y también lo ligero que le parecía moverla para que estuviera en comodidad y a la distancia correcta no sólo de la mesa, también de él. —  Me encanta conocer otro lado de usted que jamás creí llegar a disfrutarlo, su caballerosidad —  Suspiró, y su sonrisa remarcó más sus pómulos, una clara señal de alegría.

—  Su esposa debió ser muy hermosa. Los que trabajamos aquí, más bien, aquellos que llevan más tiempo que yo, dicen que la señorita Fredika es la viva imagen de su madre, y la considero una chica preciosa —  Comentó con ilusión. Sintió tristeza, porque cuando más chicas, Do’ingn había llegado a cargarla, cuidarla e incluso se quedaron dormidas abrazadas, todo ese cariño se había esfumado debido a las enseñanzas del hermano menor de Damien. De nada le servía sufrir, sólo aprender a llevar esa vida —  Yo tenía hermanos, pero murieron el mismo día que mis padres, fue todo un desastre —  Él lo sabía, se lo había contado a ella; había sido el asesino.

Do’ingn sintió que la piel comenzaba a hervirle. Las miradas de los demás sirvientes fueron inquisitivas, extrañadas, sorprendidas, pero debía reconocer que todas ellas sentían alegría, alivio y muchas ganas de abrazarla por la grata demostración de humildad e igualdad que su patrón les estaba demostrando. Sirvieron un poco de sopa en caldo, y a cada uno de ellos un vaso de agua de frutas frescas. No inició, esperó a que él lo hiciera.

—  Yo nunca llegaré a amar —  Interrumpió el silencio antes de los alimentos.


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Mensaje por Damien Østergård Sáb Ene 30, 2016 6:58 pm

Qué gran logro significaba que la tímida Do'ingn accediera a sentarse a la mesa con él. Durante mucho tiempo había sido ella quien sirviera los alimentos a sus patrones, como lo que era, una sirvienta. Sin embargo, esa noche las cosas cambiaban: era la invitada del patriarca de los Østergård, ni más ni menos. Y, aunque sus humildes ropas o sencillos modales no tuvieran punto de comparación con las de una de esas tantas damas de sociedad, con las que él se codeaba todos los días, para Damien ella era tan respetable -o incluso más- como cualquiera de ellas y se merecía todas sus atenciones.

Tomó su mano y la condujo hasta el comedor, donde estiró una de las sillas y le ayudó a tomar asiento. Damien ocupó la silla de al lado. Haciendo sonar la campanilla anunció que estaban listos para tomar los alimentos. Enseguida aparecieron dos empleadas, quienes a pesar de cumplir debidamente con sus tareas, no lograron disimular el asombro que les provocó encontrarse a la morena ocupando un lugar en aquella mesa, justo al lado de su patrón. La mujer encargada de colocar los platos y cubiertos, por un momento no supo si debía o no colocarle los suyos a Do'ingn. Sin necesidad de hablar, Damien asintió con la cabeza y, tras esa muda instrucción, ésta prosiguió. Cuando todo estuvo en su lugar, él les agradeció y les pidió que se retiraran. Una vez más estuvieron solos.

Mi comida favorita es la que tú preparas, ¿acaso no lo sabías? —respondió con humor a su pregunta, aunque eso no significaba que fuera mentira. Do'ingn era buena en muchas cosas pero se destacaba por su talento en la cocina. Era una lástima que ella no hubiera preparado esa cena porque, haber sido así, la habría disfrutado aún más, eso era seguro.

Sonrió brevemente y de manera cómplice a la muchacha, luego cogió la cuchara y comenzó a cenar.

Sí, es cierto, Fredika se parece mucho a su madre —estuvo de acuerdo con las palabras de Do'ingn—. Es una lástima que el parecido físico sea lo único que tiene en común con ella. Ojalá mi hija hubiera podido pasar más tiempo con Anges, estoy seguro que de haber sido así, ella sería muy diferente.

Aunque, seguramente hablar de aquello no tenía como fin que él se pusiera melancólico, lo cierto es que era inevitable. Dejó de comer, en especial cuando ella mencionó eso último, donde aseguraba que no llegaría a amar. El comentario fue inesperado y Damien se preguntó si realmente creía lo que acababa de decir. Era evidente que la morena no se sentía merecedora de muchas cosas, ¿sería también el amor parte de ellas?

Todos amamos Do'ingn —comenzó a decir, lenta y cuidadosamente, como si estuviera a punto de revelarle uno de los tantos misterios de la vida a una niña de escasa edad—, a nuestros padres, a nuestros hermanos, a nuestros hijos. Eso es amor, amor verdadero y puro. También está el amor a la pareja, aunque ése no siempre es eterno, a veces ni siquiera correspondido. Sin embargo, todo el mundo debería experimentarlo. Uno no es nada sin el amor —de pronto pareció reflexionar al respecto—. El amor fue hecho para todas las personas, incluso para ti. Estoy seguro de que lo descubrirás algún día, o él te descubrirá a ti.

Por encima de la mesa, Damien acercó su mano y la cerró alrededor de la ajena en un gesto cariñoso. ¿Por qué se sentía tan bien tocarla?

¿Sabes cuál es la mejor parte? Que nunca sabes cuándo está por llegar. Aparece así, de pronto, y te sorprende. Podría estar a la vuelta de la esquina, o frente a ti y tú ni siquiera saberlo. El amor es un misterio.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Vie Feb 12, 2016 3:46 pm

Do’ingn comprendía a la perfección el significado del amor. Lo había gozado cuando su familia había estado con vida, y sobretodo al conocer la libertad a pesar de su color de pie. En aquella comunidad donde llegó a vivir, el color de la piel no significaba arriba o abajo, mucho menos riqueza o pobreza, ni se diga de amo y esclavo. Para nada. En aquel rincón escondido del mundo había existido la igualdad, tolerancia, comprensión, ayuda, cooperación y amor. Uno que te mostraba la realidad del mismo. Era una verdadera tristeza pensar que ya no existía, que todo se resumía a cenizas, mismas que provocó el ser humano con su ambición, odio, y deseo de poder. Entre otras cosas, claro está.

A la negra los pensamientos siempre daban vueltas en su cabeza. No existía momento en el que ella no se pusiera a analizar cada detalle que existiera a su alrededor. Todo le daba buenos recuerdos, algunos malos, pero en su mayoría lo llegaba a relacionar con esa vida previa al asesinato de sus padres. Había sido una pequeña cuando se quedó huérfana y la tomó el señor Damien, pero quizás en esa corta etapa de su vida fue donde llegó a tener los momentos más significativos, porque de no ser así no recordaría con tanto detalle y nostalgia. Por más que llegara a añorar aquel pasado, nunca volvería, su vida se había vuelvo básica, cadenas alrededor de su cuerpo, unas que aún no se veían o apreciaban fisicamente, ahí se encontraban, y no es que hiciera demasiado para removerlas, porque ya ni siquiera le estorbaban, eran parte de su ser. Quizás de quitárselas las consecuencias serían mayores. Ya había sufrido demasiado en el mundo, no iba a provocar más su desgracia.

Usted debió estar para ella — Interrumpió a las palabras de Damien — Usted está vivo, pero pareciera que se hubiera ido a la tumba junto a su esposa, porque se olvidó de vivir y se olvidó de su hija. Quizás si la pequeña se hubiera pasado más tiempo con usted, que con su hermano, ella sería distinta. Usted sabía como era su hermano, lo que hacía, y sin embargo la dejó volverse a su imagen y semejanza. Todos podemos cambiar con esfuerzo, pero si usted sigue mostrando esa indiferencia hacía su pequeña, ella podría volverse peor incluso que él — A la sirvienta no le gustaba mencionar el nombre del hermano menor de Damien, porque su simple mención le causaba escalofríos, la ponía a temblar. Un efecto normal tomando en cuenta el trato que el muchacho le había llegado a dar. Predbjørn poseía maldad en su interior, de esa que gozaba de destruir todo lo que estuviera a su paso, más aún aquello que pudiera llegar a quitarle su poder o riquezas. No se tentaba el corazón, y quizás no lo hacía porque no tenía.

No quisiera llegar a ser imprudente con mis palabras, sé que lo estoy siendo, pero usted pidió sinceridad, así que debo dársela. Quizás no es muy tarde para poder enderezar el camino de su hija. No deje que ella pierda lo poco bueno que aún queda en su interior, si es necesario que sea drástico debe serlo, no la pierda más, señor Damien — ¿Cómo es que un padre se podía volver tan indiferente con lo más cercano que tenía? Sino se le hacía reaccionar, la cosa iría de mal en peor. Fredika se había ido con su tío, y bien sabían las manías de ese hombre. ¿Qué podría llegar a hacer la pequeña con tanta libertad y libertinaje al mismo tiempo? Profanar su cuerpo, lastimar a un ajeno, incluso mandar a matar por mero capricho.

Prefirió darle un tiempo muerto a Damien para que analizara un poco las palabras que le acababa de decir. No es que debiera hacerle caso al cien por ciento, pero si al menos lo hacía pensar un poco, ya iba una gran ganancia.

Sé que es el amor, sin embargo yo me refería a un amor de pareja. Sé que no llegaré a amar, porque nosotros no lo tenemos permitido — Le estrechó la mano con afecto, pero antes que pudiera llegar a refutarle sus palabras, quiso seguir hablando. — Yo sé que dirá que soy igual, y todas esas cosas que no se cansa de decirme, sin embargo usted lo ve así, los demás blancos no, y por eso estoy en desventaja, todos los sirvientes lo estamos, sin importar el color de piel, debería ya procesar eso, que de nada le sirve ir contra la corriente, una que no respeta a quien va en su contra — Se lo estaba diciendo también por su bien.

La negra cogió la cuchara repitiendo el acto que Damien acababa de hacer, pero también hizo una pausa al verlo detenerse. Le hizo una seña clara en la mirada. ¡Que prosiguiera por Dios! Ella moría de hambre, pero tampoco iba a seguir alimentándose sola. No le gustaba, era una de las cosas que más detestaba hacer, porque eso le recordaba su posición en el mundo.

¿Cuántas veces cree que se pueda amar? Me contaron que el amor verdadero es único, pero que también puedes llegar a sentir con gran intensidad por más personas ¿usted cree lo mismo? — En ningún momento sus manos se habían separado. Do’ingn no recordaba haber tenido una conversación tan extensa con nadie después del asesinato. Se sentía bien, incluso sonrió. Antes de que sus padres murieran, se trataba de una chica parlanchina, hambrienta de comunicar su interior.


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Mensaje por Damien Østergård Lun Mar 28, 2016 6:02 pm

Damien miró con atención a la joven cuando ésta retomó el tema de su familia y le hizo ver más de sus errores. Para él no era algo fácil de digerir, y lo cierto es que aunque ella siguiera sonando amable y dulce como siempre, eso no la exentaba de volverse despiadada. Su sinceridad dolía, calaba hasta los huesos, pero también la agradecía. Damien tragó saliva y bajó la vista un segundo cuando ella lo acusó de ser un mal padre. Quiso contradecirla, decirle que el desinterés no era algo que su hija despertara en él, pero calló y con vergüenza aceptó sus errores. Era cierto, todo, cada palabra. Fredika se lo echaba en cara todo el tiempo, se quejaba del poco tiempo que le dedicaba y nunca se cansaba de poner como ejemplo las atenciones que, a diferencia de él, Predbjørn siempre le había dado. El problema era que hasta hacía poco Damien no tenía idea del canalla que era su hermano. Lo conocía, sabía que no era un hombre gentil, que carecía de principios, un mujeriego que iba por ahí rompiendo el corazón de cuanta mujer se le cruzara en el camino, pero enterarse de que estaba seriamente inmiscuido con el comercio de esclavos y que el sufrimiento de esas personas no lo conmovía en absoluto, era demasiado. ¡Cuánta razón tenía Do'ingn! ¡Qué estúpido, qué ciego había sido! Haber permitido que su Fredika pasara demasiado tiempo con él era el peor error de su vida y ahora lo estaba pagando caro, pues ella lo adoraba e incluso lo prefería antes que a él.  

Todo lo que pudo hacer fue asentir y en silencio otorgarle la razón. Quizá ese insignificante movimiento de cabeza significara mucho más, tal vez estaba aceptando lo que ella sugería: que haría algo al respecto, que sí, aún estaba a tiempo de salvar su relación con Fredika y hacer de ella una mujer de bien. Alzó la vista y su mano se apretó aún más a la ajena, un gesto puro de gratitud, por su interés y apoyo. No dijo nada, pues creía que un tema de tal magnitud merecía hechos y no palabras. No obstante, hubo un tema más que quedó en el aire y con el que sí se sintió con el deber de hablar: el amor.

La observó un momento y caviló intentando encontrar las palabras adecuadas pero, cuando creyó encontrarlas, éstas le parecieron poca cosa y un pequeño suspiro se le escapó de manera involuntaria. No quería decir algo que terminara de desilusionar a Do'ingn, pues era más que evidente que ella se sentía indigna de un sentimiento tan puro como ese. No la culpaba, con el trato que recibían los de su color y todas las cosas que se decían sobre ellos, era normal que se sintiera así, como una cosa y no como lo que era: una persona como cualquier otra, con los mismos derechos, merecedora de una vida digna.

No lo sé, Do'ingn —dudó, pero enseguida supo cómo continuar—. Creo que el corazón es perfectamente capaz de amar más de una vez. Uno no decide esas cosas, solo ocurren. El corazón no es como nuestra mente, a la que podemos dominar si así lo decidimos; el corazón tiene vida propia y en muchas ocasiones decide cosas por sí mismo.

¿Era él el indicado para hablarle de aquello? No después de lo que le había hecho a su querida Anges, a la que aún quería por ser la madre de su hija. Ella había sido su primer y gran amor y siempre cuidaría de ella, pero ella ya no estaba, solo había quedado su cuerpo. Era como una pequeña y frágil cáscara que protegería hasta el fin de sus días. Eso lo entristecía a niveles insospechados, pero tampoco podía negar que en ocasiones se sentía terriblemente solo, que él como todo el mundo necesitaba de alguien que lo consolara, aconsejara y lo comprendiese, algo que Anges ya no era capaz de hacer. ¿Eso lo convertía en un mal hombre? No importaba, él ya se consideraba uno desde hacía mucho tiempo por todo lo que había provocado.

La vida es corta y larga al mismo tiempo —prosiguió—, las personas van y vienen y nosotros cambiamos constantemente. Yo, por ejemplo, sé que nunca amaré a nadie como amé a mi esposa, pero eso no significa que no pueda a amar a otras personas con la misma intensidad. Creo que cada persona es diferente, única e irrepetible, y por lo tanto los sentimientos que despiertan en nosotros también lo son.

La miró fijamente a los ojos y en ese instante supo que, si existía alguien capaz de despertar ese sentimiento tan virtuoso del que hablaba, esa sería ella. Después de haber pasado todo el día con Do'ingn, de haberle permitido conocer su corazón, él ya empezaba a sentirlo floreciendo en su interior.

Y tú, Do'ingn, ¿te gustaría enamorarte? Sé lo que piensas, ya me lo has dicho pero, ¿te gustaría? ¿Alguna vez soñaste con el hombre que te robaría el corazón? ¿Cómo debe ser ese hombre? Háblame de él.
 
Definitivamente no era un tema apropiado, pero Damien estaba harto de tener que seguir al pie de la letra lo que la sociedad dictaba que era correcto. Quizá era hora de revelarse un poco.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Lun Jul 04, 2016 10:23 pm

Los temas de amor siempre habían sido de suma curiosidad para ella. Muchas versiones sobre aquello había escuchado, pero sólo un par llegó a presenciar, y uno había sido de sus padres. En la aldea de Do’ingn el amor era sagrado, no se podía cambiar, el que se escogía en un principio, era aquel con el que se permanecería hasta el día de la muerte de ambos, aunque podía reconsiderarse si alguno de los esposos moría joven. Según las creencias que le habían impartido, amor era sinónimo de interés, pero todo tenía un plus si verdaderamente llegaban a surgir sentimientos puros en la pareja. Su papá había sentido un gusto especial por su madre desde que eran muy jóvenes, casi niños, quizá ese gusto provocó en ambos a la larga, y con los tratos, ese sentimiento que todos desean, pero que pocos llegan a conocer. Si se hubiese quedado en su hogar, muy probablemente habría buscando a esa persona para pasar el resto de sus días, pero debido a la muerte de sus progenitores la idea se había esfumado por completo.

Do’ingn no era una mujer tonta, sabía muy bien lo que quería, pero le daba miedo que sus pensamientos fueran leídos y se le castigara por eso, era era la razón por la que las oraciones que creaba en su interior, no las completaba en su mente, para no ser descubierta. Todo lo dejaba en sentimientos que entendía y no necesitaba explicar a los demás. Hasta ese instante, donde por supuesto se sentía en aprietos, porque no decirle la verdad a su amor, también era catalogado como un pecado. ¿Para qué mentir? A la negra le hartaba todo ese protocolo, tener que servir, sentirse atrapada, y más aún poseer una piel negra que la esclavizara a una vida que no quería y que no le deseaba a nadie. ¿Eso también se lo debía decir? ¡Claro que no! Sólo contarle como veía el amor.

¿Cómo plantear un tema sin sonar deseosa de él? ¿Cómo imaginar un amor, sin tener que sufrir por que jamás se te permitirá tener? Comenzaba a enfurecerse con el hombre que tenía enfrente. Se sentía obligada a decir todo aquello que al final de cuentas le desnudarían el alma, lo único que verdaderamente era suyo, y que nadie podría profanar. Ella sabía que el hombre no deseaba faltarle al respeto, que tampoco deseaba verla incomoda, pero sin querer lo estaba logrando, porque Do’ingn se veía obligada a abrir lo único puro que le quedaba, y dar información de más, también te colocaba en una clara desventaja.

El amor es un tema complicado — Ya había tenido mucho tiempo para reflexionar que decir, aunque sin duda no lo había hecho, por eso se dejó guiar por las palpitaciones de su corazón. Ella también descubriría lo que quería en ideas más claras, y no en impulsos — Cuando era pequeña, deseaba poder encontrar un negro en la aldea, de esos trabajadores, me interesaban los cazadores de animales, porque así tendría siempre comida segura, y soñaba en que uno llegara a dar su lanza sólo por tenerme a mi. — Aunque no se notara, su piel se estaba enrojeciendo por sus confesiones. Estaba segura que su amo se reiría de ella.

Después sólo quería a alguien que mirara de la misma manera en que mi padre lo hacía con mi madre. ¿Sabe? Mi madre era la negra con las manos más hermosas, mi padre jamás la de hacer trabajos que la lastimaran, prefería hacerlo él. Creo que es parte del amor, dar lo mejor por esa persona amada, no desearlo ver padecer o sufrir — Mientras contaba, Do’ingn observaba nerviosa hacía la mesa.

Hablar de sus padres también le daba cierta incomodidad, porque era tener que mostrar también cuanto los extrañaba, sin embargo era la referencia más hermosa que tenía. No conocía a más parejas enamoradas. Ella estaba segura que Damien habría amado muchísimo a su mujer, pero nunca los presenció, sólo lo sabía por la forma en que los ojos del hombre brillaban por hablar de aquella que ya no se encontraba en el mundo terrenal.

Cuando llegué a estas tierras, escuché muchos relatos de las chicas que trabajan aquí — Puso cara de terror y sorpresa — Sabe que muchas son más pequeñas que yo ¿Verdad? Algunas dicen que solo podrían casarse si usted les da el permiso, y también antes deben… — Sus nervios aumentaron, mejor omitir eso por miedo a ser regañada — Usted debe darles el consentimiento, sino no pueden ¿Acaso les dejará? — Esa respuesta la interesaba demasiado, necesitaba conocer más de aquel hombre tan bueno con ella. La bondad del ser humano no se medía con el trato a sus allegados y familiares, sino como llegaba a tratar a sus trabajadores, esa era la clave para poder conocer por completo a una persona.

Do’ingn jamás vio a Damien tratar mal a sus empleados, pero seguían siendo empleados, y todo en esa vida tenía reglas, así que se cumplirían o se saltarían, todo dependía de la persona.

¡Se había desviado mucho del tema, debía volver a retomarlo!

Que me amaran a mi sería todo un logro, pero más aún, sería una bendición que el hombre que me escoja no me maltrate, si llegara a ocurrir eso, quizás yo llegue a quererlo, peor no sé, no tengo en claro como sabría que quiero para ser amada, sé que lo deseo, supongo todos lo deseamos, pero jamás me lo he planteado correctamente — Alzo la mirada hacía el hombre con quien compartía la mesa — Quizás debería meditar para poder tener una platica correcta y clara al respecto con usted ¿no lo cree? — Le sonrió tímida pero sincera, como siempre cuando se encontraba frente a su patrón.


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Mensaje por Damien Østergård Mar Jul 26, 2016 8:04 pm

Como si se tratara de una niña pequeña que no terminaba de comprender lo que le decían, al inicio se mostró un poco desconcertada con sus preguntas. Luego comenzó a hablar y, como era de esperarse, sus padres, quienes a su vez eran la su mayor referencia, salieron a colación. A Damien no le resultó del todo cómodo escuchar hablar de aquellos a los que había asesinado. Le atormentaba mucho confirmar sus sospechas: que habían sido personas demasiado buenas, que no merecían lo que les pasó. Casi instintivamente desvió la mirada y cogió la servilleta para limpiarse la comisura de los labios, indicado así que ya había terminado de cenar. Esos segundos le sirvieron para armarse de valor y mirarla de nuevo. Entonces, le sonrió un poco. La inocencia de Do'ingn era tan cautivadora, como un soplo de aire fresco. Tenía ese poder sobre él, el de maravillarlo y hacerlo olvidar casi cualquier cosa, por más terrible que ésta fuera.

No, no necesitas meditar nada —aseguró y negó con la cabeza—. Te escucho y me doy cuenta de que tienes las ideas bastante claras. Tú piensas que no, pero en el fondo sabes lo que quieres, Do'ingn. Lo que necesitas. ¿Y sabes? Tus deseos no son tan diferentes a los de cualquiera. Buscas ser aceptada y amada por lo que eres. De eso se trata todo. Todos queremos esoincluso las bestias yo, pensó con pesar—. Estoy seguro de que pronto encontrarás al hombre que será capaz de dártelo. Y cuando al fin llegue a tu vida, puedes estar segura de que yo estaré ahí para apoyarte.

Ella no hizo ningún comentario, tan solo se limitó a mirarlo. Probablemente se encontrara demasiado abrumada con sus palabras, las cuales eran difíciles de digerir. Debía darle tiempo para asimilarlo, y también para demostrarle con hechos que no mentía.  

Do'ingn, agradezco tu lealtad, pero no me perteneces. Te lo dije antes: no eres mi esclava. Jamás ha sido mi intención retenerte en contra de tu voluntad en esta casa. El día que tú quieras irte, puedes hacerlo sin temores o dudas. Sé que cuesta asimilarlo pero eres una mujer libre. Siempre lo has sido.

¿Ella le tomaría la palabra? En el fondo deseaba que no. Le costaba imaginarse esa casa sin su presencia. Ya de por sí se sentía increíblemente vacía ahora que su hermano y su hija se habían ido. Aun así supo que de llegar ese momento, él no pondría objeción alguna. Un pequeño silencio se prolongó y Damien miró que en el reloj marcaba las nueve de la noche.

Se está haciendo tarde. Creo que deberíamos ir a dormir —se levantó de la silla y la ayudó a ponerse de pie. Juntos caminaron hasta la escalera, donde cada uno tomaría un rumbo diferente hacia sus habitaciones—. Gracias por tu compañía, Do'ingn. Fue muy gratificante ―murmuró, ejecutando un pequeño movimiento de cabeza―. Buenas noches.


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Mensaje por Do'ingn Mbah Vie Sep 16, 2016 10:28 am

No iba a negarlo, aquello sin duda, había sido la velada más hermosa que hubiese tenido, ni siquiera había podido vivir algo así con sus padres, siempre se distinguieron por ser modestos, increíblemente humildes, nunca hacían demasiado para excederse, no es que hubiesen tenido para derrochar, pero de vez en cuando no estaba mal que alguien quisiera darse una noche de lujos y placeres.

Parecía sin duda una exageración que catalogara la noche así, para una mujer de color negro en la piel, y encima proveniente de una comunidad lejana, aquello parecía la mejor de las cenas. No se le podía culpar. Además, Do’ingn no podía negar su emoción, tampoco hacía demasiado para ocultarlo, agradecía tener un patrón como Damien, que le dejara poder disfrutar de sus propias emociones y pensamientos. Nunca lo defraudaría, No se veía haciéndole daño al único ser humano que le mostraba cariño real.

No podría marcharme — Interrumpió otro de los silencios de la cena. Cada determinado tiempo tenían alguno, pero no resultaban incomodos, al contrario, al menos a ella le ayudaba para poder acomodar sus ideas, de procesar y gozar los sentimientos que se encontraba experimentado. — Usted sigue sin entenderlo, sin ver la realidad. Si yo llegara a querer irme, ¿Cree acaso que alguien más me contratará? Por supuesto que no. — Negó un par de veces, la simple idea de pensar en marcharle le daba terror. El mundo después de esa casa era cruel, aunque ella quisiera hacer compras y pasear, temía intentar involucrarse, su vida no era la mejor, pero era vida, y prefería estar ahí, a llegar a sufrir más de lo que ya había hecho.

Si yo llegara a irme, no duraría ni una semana, ¿Entiende? Si llegaran a contratarme me maltratarían, los dueños tienen permitidos llevarnos a la cama para su antojo, la gente de nuestro alrededor me mataría, hay mucha crueldad que usted sigue sin querer ver, mi señor — Negó de nuevo, pero se puso de pie para imitar sus movimientos. Parecía que algo de sus palabras lo habían puesto incomodo.

Fue una noche muy bonita, de verdad, nada podrá compensar la maravillosa persona que es, nadie podrá pagar esos gestos. Espero pueda ser un poco más feliz, y sobretodo recuperar a su hija, creo que ambos lo necesitan, pero más ella, lo necesita, no deje que se vuelva como su hermano, se arrepentirá más de la cuenta — Algo que sin duda no era mentira, y que parecía ya estaba ocurriendo.

Do’ingn observó como Damien se perdía entre las oscuridad de la gran mansión, después observó a dos de sus amigas (empleadas), que se acercaban a recoger las cosas que habían dejado en la mesa, no tardó demasiado en ponerse manos a la obra. Las jovencitas primero la vieron con un poco de precaución, pero después animadas celebraron lo que acababa de ocurrir, todos reconocían que ya era momento de que la joven empezara a tener buenos momentos.


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