AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Que las pesadillas se las lleve el viento que mece las olas [libre]
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Que las pesadillas se las lleve el viento que mece las olas [libre]
Quizá mi peor momento del día era la noche; cuando me rendía al sopor de los sueños, pocas veces soñaba lo que se dice en los cuentos, cosas bonitas y finales felices... El recuerdo de mi madre solía atormentar mis noches o,quizá,debería decir que en un principio las alegraba, pero su recuerdo se tornaba amargo con el transcurrir del sueño.
Normalmente el sueño comenzaba con situaciones cotidianas, una salida por los Jardines Reales, un paseo por las calles de París en busca de nuevos libros en los que sumergirnos para luego contrastar opiniones sobre ellos... Pero siempre había un detonante, algo que arruinaba mi idílico sueño y lo tornaba en pesadilla. En ocasiones era algo que decía ella, un plan para la semana siguiente que yo sabría que nunca podría cumplirse porque ella había fallecido hacía ya 3 años, otras veces se desmayaba y al ver llegar a los médicos corriendo a mi casa todos mis recuerdos sobre su muerte venían de golpe a mi mente y me despertaba empapada en lágrimas y sollozando su nombre. Pero sin duda, el sueño de hoy había sido el peor de todos hasta el momento.
Un jardín, ella y yo cuidando las flores de casa y de repente, recordar que ella ya no estaba viva para hacer todas esas cosas juntas... Esa no era la peor parte, lo peor fue tener que hacer entrar en razón a su madre, convencerla de que ella estaba muerta y de que esto sólo era una de mis pesadillas... Por suerte me había despertado en poco tiempo, agitada, empapada en sudor y lágrimas otra vez.
Por fortuna para mi, ya tenía experiencia en estas cosas y sabía qué era lo que debía hacer para calmar mis nervios y ese corazón que amenazaba con salírseme del pecho desafiando a las órdenes de los corsets y la moda femenina del momento. Me levanté sin hacer mucho ruido, sin llamar a las doncellas y me lavé con agua fría para hacer desaparecer a mis demonios interiores. -Bfff...-dije tiritando en un primer momento -hoy está especialmente fría. Cogí uno de mis vestidos más sencillos, blanco, con gasa, detalles rosas y mangas de plumetti, peiné mis cabellos lentamente, tal y como solía hacerme mi madre antes de dormir, cogí mis zapatos, el parasol y los guantes y salí a hurtadillas de mi cuarto y de esa prisión dorada que era mi casa.
Era temprano, quizá más de lo que era otras veces. El sol estaba bajo, hacía poco que había amanecido pero las calles de París ya estaban despiertas, llenas del bullicio de los trabajadores de servicio que entraban en las casas, el aire olía a pan y bollos recién hechos y mi estómago se resintió quejándose por no haber bajado a la cocina para robar algo con lo que llenarlo. Le hice caso omiso y comencé a vagar por las calles de París hasta llegar a mi destino, el mar.
Francia, 8 años atrás
- Mami ¿por qué las olas rompen contra la orilla haciendo espuma?
La madre de Cèline sonrió divertida por las preguntas curiosas y, en ocasiones extrañas, que le hacía aquella pequeña vivaracha que quería saber siempre un poco más del mundo. -Ay, pequeña... El viento mece a las olas para que éstas se duerman, igual que una madre o una nodriza mece a los niños por las noches. Pero...- hizo una pausa para pensar su siguiente respuesta - Pero las olas, igual que los niños, crecen y desean libertad; una libertad que al viento le cuesta aceptar y por eso las olas, rebeldes y desafiantes, tratan de huir a la orilla a escondidas del viento. Algunas lo consiguen y son aquellas olas que llegan pacíficamente y mojan nuestros pies, pero otras, son sorprendidas por el viento, que trata de llevarlas nuevamente mar adentro y, al final, con el tira y afloja de unos y otros, las olas se escapan del viento de manera violenta y llegan a la orilla rompiéndose en espuma y sal.
Una carcajada se escapó de mis labios rosados con este recuerdo, su madre, siempre tratando de trasladar la vida real a sus cuentos y metáforas, su madre que siempre trataba de darle lecciones de la vida que ella no olvidaría gracias a esos cuentos. Ella había crecido y con ella, lo había hecho el ansia de escapar de las garras de su padre. Su miedo era que, en esta huida, acabara como las olas, rota en espuma y sal... No te imaginas cuánto hecho de menos tus sabios consejos mamá... Y el corretear juntas por estas playas y el escapar sin yo saberlo de las garras de padre... que siempre trataba de alejarme de ti
Una lágrima rebelde bajó por sus mejillas para morir en sus labios y yo atajé la pena de la mejor forma que sabía; me descalcé en la arena,arremangué el bajo de mi vestido y corrí hasta la orilla para sentir en mi piel el romper de las olas y el escapar de las preocupaciones que anidaban mis sueños...
Normalmente el sueño comenzaba con situaciones cotidianas, una salida por los Jardines Reales, un paseo por las calles de París en busca de nuevos libros en los que sumergirnos para luego contrastar opiniones sobre ellos... Pero siempre había un detonante, algo que arruinaba mi idílico sueño y lo tornaba en pesadilla. En ocasiones era algo que decía ella, un plan para la semana siguiente que yo sabría que nunca podría cumplirse porque ella había fallecido hacía ya 3 años, otras veces se desmayaba y al ver llegar a los médicos corriendo a mi casa todos mis recuerdos sobre su muerte venían de golpe a mi mente y me despertaba empapada en lágrimas y sollozando su nombre. Pero sin duda, el sueño de hoy había sido el peor de todos hasta el momento.
Un jardín, ella y yo cuidando las flores de casa y de repente, recordar que ella ya no estaba viva para hacer todas esas cosas juntas... Esa no era la peor parte, lo peor fue tener que hacer entrar en razón a su madre, convencerla de que ella estaba muerta y de que esto sólo era una de mis pesadillas... Por suerte me había despertado en poco tiempo, agitada, empapada en sudor y lágrimas otra vez.
Por fortuna para mi, ya tenía experiencia en estas cosas y sabía qué era lo que debía hacer para calmar mis nervios y ese corazón que amenazaba con salírseme del pecho desafiando a las órdenes de los corsets y la moda femenina del momento. Me levanté sin hacer mucho ruido, sin llamar a las doncellas y me lavé con agua fría para hacer desaparecer a mis demonios interiores. -Bfff...-dije tiritando en un primer momento -hoy está especialmente fría. Cogí uno de mis vestidos más sencillos, blanco, con gasa, detalles rosas y mangas de plumetti, peiné mis cabellos lentamente, tal y como solía hacerme mi madre antes de dormir, cogí mis zapatos, el parasol y los guantes y salí a hurtadillas de mi cuarto y de esa prisión dorada que era mi casa.
Era temprano, quizá más de lo que era otras veces. El sol estaba bajo, hacía poco que había amanecido pero las calles de París ya estaban despiertas, llenas del bullicio de los trabajadores de servicio que entraban en las casas, el aire olía a pan y bollos recién hechos y mi estómago se resintió quejándose por no haber bajado a la cocina para robar algo con lo que llenarlo. Le hice caso omiso y comencé a vagar por las calles de París hasta llegar a mi destino, el mar.
Francia, 8 años atrás
- Mami ¿por qué las olas rompen contra la orilla haciendo espuma?
La madre de Cèline sonrió divertida por las preguntas curiosas y, en ocasiones extrañas, que le hacía aquella pequeña vivaracha que quería saber siempre un poco más del mundo. -Ay, pequeña... El viento mece a las olas para que éstas se duerman, igual que una madre o una nodriza mece a los niños por las noches. Pero...- hizo una pausa para pensar su siguiente respuesta - Pero las olas, igual que los niños, crecen y desean libertad; una libertad que al viento le cuesta aceptar y por eso las olas, rebeldes y desafiantes, tratan de huir a la orilla a escondidas del viento. Algunas lo consiguen y son aquellas olas que llegan pacíficamente y mojan nuestros pies, pero otras, son sorprendidas por el viento, que trata de llevarlas nuevamente mar adentro y, al final, con el tira y afloja de unos y otros, las olas se escapan del viento de manera violenta y llegan a la orilla rompiéndose en espuma y sal.
Una carcajada se escapó de mis labios rosados con este recuerdo, su madre, siempre tratando de trasladar la vida real a sus cuentos y metáforas, su madre que siempre trataba de darle lecciones de la vida que ella no olvidaría gracias a esos cuentos. Ella había crecido y con ella, lo había hecho el ansia de escapar de las garras de su padre. Su miedo era que, en esta huida, acabara como las olas, rota en espuma y sal... No te imaginas cuánto hecho de menos tus sabios consejos mamá... Y el corretear juntas por estas playas y el escapar sin yo saberlo de las garras de padre... que siempre trataba de alejarme de ti
Una lágrima rebelde bajó por sus mejillas para morir en sus labios y yo atajé la pena de la mejor forma que sabía; me descalcé en la arena,arremangué el bajo de mi vestido y corrí hasta la orilla para sentir en mi piel el romper de las olas y el escapar de las preocupaciones que anidaban mis sueños...
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Que las pesadillas se las lleve el viento que mece las olas [libre]
“Hush little baby, dont say a word
And never mind that noise you heard
It´s just the beast under your bed,
In your closet, in your head”
And never mind that noise you heard
It´s just the beast under your bed,
In your closet, in your head”
El tibio sol le calentaba la piel y se filtraba, como un intruso, por los parpados cerrados. Estaba sentada en la arena, con la cabeza inclinada hacia atrás y una tímida sonrisa curvando sus labios. A su lado la doncella que la acompañaba no hacia otra cosa que murmurar por lo bajo sobre lo poco convencional de aquel paseo, sobre cómo estaba arruinando su vestido con la arena, sobre que no debía permitir que el sol le diese de lleno en la cara y que llevaban demasiado tiempo en la playa. En realidad solo habían estado allí alrededor de una hora y entre los planes de Colette no estaba el abandonar pronto aquel pacifico lugar. El sonido del agua y el viento contrarrestaban los molestos murmullos que ella insistía en ignorar en medio de un silencio solemne. Sentía demasiada tranquilidad como para permitir que una criada arruinara su estado de ánimo.
Pocas eran las veces que se podía permitir gozar de tanta calma, de sentir su cuerpo como suyo, de no tener que sufrir las horribles consecuencias de la abstinencia del líquido maldito que tanto necesitaba. Un pensamiento llevó a otro y antes de poder impedírselo se encontró rememorando el rostro de su Domitor, su demonio personal. Solo el pensar en esos perversos ojos hizo que su estomagó se revolviera. Le odiaba a él tanto como odiaba su propia debilidad. Debería de intentar liberarse. Existían formas y el dinero al que tenía acceso podría facilitarle mucho las cosas. Sin embargo temía, por si misma, por su familia ¿Y si no resultaba? La venganza de Lucern sería implacable, tanto como la indiferencia con la que la sometía a la tortura de la espera por unas gotas del elixir que corría por sus venas. Pero no era solo por eso, algo más impedía que ella diese el paso final para salir del infierno. Un escalofrío le recorrió la espalda y la nuca.
Abrió los ojos de golpe tratando de que la luz de aquel esplendido cielo alejara las tinieblas que emergían del fondo mismo de su mente para engullirla en el habitual agujero de desesperación en el que convalecía día tras día. - ¡Ya basta! – soltó en tono enojado a la doncella que la miraba atónita por el cambio tan abrupto de humor para luego cerrar finalmente la boca – No has dejado de quejarte desde que salimos de casa y ya no quiero oírte más. Si tanto te molesta vete… anda, te autorizo a hacerlo y no habrán consecuencias para ti, lo prometo. Pero, si decides quedarte, lo harás manteniendo para ti tus pensamientos y opiniones ¿Esta claro? – La joven solo atinó a asentir con la cabeza. En el tiempo que llevaba sirviendo a los Leclair nunca había visto a Colette tan enojada y jamás había sido el blanco de un regaño emitido por aquellos labios que aparentemente solo podían expresar frases dulces. Por supuesto no podía dejarla a menos de que se lo ordenara expresamente, así que las dos sabían que la única opción real con la que contaba la doncella era permanecer en silencio el resto del tiempo que su ama decidiese permanecer fuera de su hogar.
Colette inspiró profundamente. Algo que había aprendido tiempo atrás era que no le convenía permitir que su mal humor encontrara desfogue en nadie que viviese cerca, incluyendo por supuesto a su familia y sirvientes. Nada ganaba con aquello más que generar conflictos y resentimientos que no le resultaban nada beneficiosos, especialmente por el hecho de que tenía que idearse la forma de escapar de casa cada cierto tiempo. Se disponía a disculparse con la doncella cuando sus ojos se posaron sobre una joven que se descalzaba e, ignorando las reglas de la alta cuna a la cual pertenecían (era algo obvio debido a su atuendo), se internaba en el mismo punto en el que las olas rompían suavemente contra la arena del lecho. Rió en voz alta aunque la tristeza se filtraba en sus ojos ¿Realmente había pasado tanto tiempo desde que ella añorara algo tan simple y a la vez significativo como sentir el mar contra sus piernas? ¿O la arena escapando con la marea bajo la planta de sus pies, como eludiendo el peso de su propio cuerpo? Añoraba la época en que su mayor preocupación era el que su madre le encontrase esposo o que no le permitiese ayudar con los negocios de la familia. Cuán oscura se había vuelto su vida desde entonces.
Observó a la joven por un par de segundos antes de imitarla. Se retiró los zapatos y se internó en el agua hasta alcanzarla bajo la atenta y desaprobadora mirada de la doncella – Es increíble la rapidez con la que perdemos la habilidad para recrearnos y disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida ¿No lo crees? – le cuestionó mirando al horizonte con semblante soñador – Aunque, para nuestra fortuna, al parecer nuca es demasiado tarde para reencontrarnos por algunos minutos con nuestro niño interior – entonces la miró y le sonrió mientras esperaba por su reacción al poco apropiado acercamiento ¿Se animaría a congeniar con una extraña o preferiría solo ignorarla como a cualquier lunática inofensiva?
Pocas eran las veces que se podía permitir gozar de tanta calma, de sentir su cuerpo como suyo, de no tener que sufrir las horribles consecuencias de la abstinencia del líquido maldito que tanto necesitaba. Un pensamiento llevó a otro y antes de poder impedírselo se encontró rememorando el rostro de su Domitor, su demonio personal. Solo el pensar en esos perversos ojos hizo que su estomagó se revolviera. Le odiaba a él tanto como odiaba su propia debilidad. Debería de intentar liberarse. Existían formas y el dinero al que tenía acceso podría facilitarle mucho las cosas. Sin embargo temía, por si misma, por su familia ¿Y si no resultaba? La venganza de Lucern sería implacable, tanto como la indiferencia con la que la sometía a la tortura de la espera por unas gotas del elixir que corría por sus venas. Pero no era solo por eso, algo más impedía que ella diese el paso final para salir del infierno. Un escalofrío le recorrió la espalda y la nuca.
Abrió los ojos de golpe tratando de que la luz de aquel esplendido cielo alejara las tinieblas que emergían del fondo mismo de su mente para engullirla en el habitual agujero de desesperación en el que convalecía día tras día. - ¡Ya basta! – soltó en tono enojado a la doncella que la miraba atónita por el cambio tan abrupto de humor para luego cerrar finalmente la boca – No has dejado de quejarte desde que salimos de casa y ya no quiero oírte más. Si tanto te molesta vete… anda, te autorizo a hacerlo y no habrán consecuencias para ti, lo prometo. Pero, si decides quedarte, lo harás manteniendo para ti tus pensamientos y opiniones ¿Esta claro? – La joven solo atinó a asentir con la cabeza. En el tiempo que llevaba sirviendo a los Leclair nunca había visto a Colette tan enojada y jamás había sido el blanco de un regaño emitido por aquellos labios que aparentemente solo podían expresar frases dulces. Por supuesto no podía dejarla a menos de que se lo ordenara expresamente, así que las dos sabían que la única opción real con la que contaba la doncella era permanecer en silencio el resto del tiempo que su ama decidiese permanecer fuera de su hogar.
Colette inspiró profundamente. Algo que había aprendido tiempo atrás era que no le convenía permitir que su mal humor encontrara desfogue en nadie que viviese cerca, incluyendo por supuesto a su familia y sirvientes. Nada ganaba con aquello más que generar conflictos y resentimientos que no le resultaban nada beneficiosos, especialmente por el hecho de que tenía que idearse la forma de escapar de casa cada cierto tiempo. Se disponía a disculparse con la doncella cuando sus ojos se posaron sobre una joven que se descalzaba e, ignorando las reglas de la alta cuna a la cual pertenecían (era algo obvio debido a su atuendo), se internaba en el mismo punto en el que las olas rompían suavemente contra la arena del lecho. Rió en voz alta aunque la tristeza se filtraba en sus ojos ¿Realmente había pasado tanto tiempo desde que ella añorara algo tan simple y a la vez significativo como sentir el mar contra sus piernas? ¿O la arena escapando con la marea bajo la planta de sus pies, como eludiendo el peso de su propio cuerpo? Añoraba la época en que su mayor preocupación era el que su madre le encontrase esposo o que no le permitiese ayudar con los negocios de la familia. Cuán oscura se había vuelto su vida desde entonces.
Observó a la joven por un par de segundos antes de imitarla. Se retiró los zapatos y se internó en el agua hasta alcanzarla bajo la atenta y desaprobadora mirada de la doncella – Es increíble la rapidez con la que perdemos la habilidad para recrearnos y disfrutar de las pequeñas alegrías de la vida ¿No lo crees? – le cuestionó mirando al horizonte con semblante soñador – Aunque, para nuestra fortuna, al parecer nuca es demasiado tarde para reencontrarnos por algunos minutos con nuestro niño interior – entonces la miró y le sonrió mientras esperaba por su reacción al poco apropiado acercamiento ¿Se animaría a congeniar con una extraña o preferiría solo ignorarla como a cualquier lunática inofensiva?
Colette Leclair- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/04/2016
Re: Que las pesadillas se las lleve el viento que mece las olas [libre]
Apenas había escuchado los pasos de aquella mujer hacia mi para imitar mis actos. Mis ojos se abrieron saliendo de aquella ensoñación de días pasados y buenos pero amargos recuerdos. Observé pacientemente cómo aquella dama quedaba a mi altura y, como yo minutos atrás, experimentaba aquella deliciosa sensación de libertad tan tonta y tan simple como librarse de los zapatos y del qué dirán para sumergir los pies en aquella fresca y deliciosa agua de París.
Adoraba acudir a este lugar para deshacerme de todos mis problemas pues, siempre lo hacían en agua salada, o bien los solucionaba llorando o encontraba la solución entre aquellas aguas del mar que bañaba tan bello país. Observé como otra dama, una doncella, se alejaba de aquel mar de paz y tranquilidad con andares apresurados y, sin duda alguna, refunfuñando por lo bajo lo que me temía que no eran palabras agradables.
De nuevo los convencionalismos y el qué dirán se encargaban de atormentar a las mujeres que,no sólo encorsetadas por la ropa interior sino también por la sociedad, no podíamos respirar más fuerte si quiera sin que alguien nos advirtiera de que aquello podría estar mal visto y crearnos mala fama entre los miembros de la más distinguida sociedad de París.
Volví mi rostro y mi mirada hacia la dama que descansaba junto a mi y le dediqué la más cordial de mis sonrisas -Cèline Dampierre,mucho gusto mademoiselle...- Alargué las últimas sílabas esperando a su respuesta pues, pese a conocer a tanta gente, París tenía la maravillosa cualidad de ser una ciudad en la que nunca acababas de conocer a toda la alta sociedad.
-Y sí, es curioso lo rápido que olvidamos la de cosas simples que de niños nos hacían felices y que, tras empezar a tener institutrices y bailes de sociedad olvidamos paulatinamente- Cerré de nuevo mis ojos concentrándome en el relajante sonido de las olas -Y es curioso también cómo de niñas deseamos ser una de esas elegantes damas de la alta sociedad que asisten a infinidad de bailes y luego, cuando somos una de ellas, mataríamos por volver a ser niños y, son sólo aquellas cosas que antes hacíamos las que retornan la paz a nuestras vidas, a menudo desdichadas porque no se nos permite elegir sobre ellas. Me temo que a vuestra doncella no le ha hecho gracia que sucumbáis a estos tontos y pequeños placeres, si os consuela yo me he escapado a hurtadillas de mi casa para poder venir aquí así que ambas reputaciones están "arruinadas"- Esta última palabra escapó de mis labios con un marcado tono de sarcasmo y una risa leve e irónica.
Adoraba acudir a este lugar para deshacerme de todos mis problemas pues, siempre lo hacían en agua salada, o bien los solucionaba llorando o encontraba la solución entre aquellas aguas del mar que bañaba tan bello país. Observé como otra dama, una doncella, se alejaba de aquel mar de paz y tranquilidad con andares apresurados y, sin duda alguna, refunfuñando por lo bajo lo que me temía que no eran palabras agradables.
De nuevo los convencionalismos y el qué dirán se encargaban de atormentar a las mujeres que,no sólo encorsetadas por la ropa interior sino también por la sociedad, no podíamos respirar más fuerte si quiera sin que alguien nos advirtiera de que aquello podría estar mal visto y crearnos mala fama entre los miembros de la más distinguida sociedad de París.
Volví mi rostro y mi mirada hacia la dama que descansaba junto a mi y le dediqué la más cordial de mis sonrisas -Cèline Dampierre,mucho gusto mademoiselle...- Alargué las últimas sílabas esperando a su respuesta pues, pese a conocer a tanta gente, París tenía la maravillosa cualidad de ser una ciudad en la que nunca acababas de conocer a toda la alta sociedad.
-Y sí, es curioso lo rápido que olvidamos la de cosas simples que de niños nos hacían felices y que, tras empezar a tener institutrices y bailes de sociedad olvidamos paulatinamente- Cerré de nuevo mis ojos concentrándome en el relajante sonido de las olas -Y es curioso también cómo de niñas deseamos ser una de esas elegantes damas de la alta sociedad que asisten a infinidad de bailes y luego, cuando somos una de ellas, mataríamos por volver a ser niños y, son sólo aquellas cosas que antes hacíamos las que retornan la paz a nuestras vidas, a menudo desdichadas porque no se nos permite elegir sobre ellas. Me temo que a vuestra doncella no le ha hecho gracia que sucumbáis a estos tontos y pequeños placeres, si os consuela yo me he escapado a hurtadillas de mi casa para poder venir aquí así que ambas reputaciones están "arruinadas"- Esta última palabra escapó de mis labios con un marcado tono de sarcasmo y una risa leve e irónica.
Cèline Dampierre- Humano Clase Alta
- Mensajes : 119
Fecha de inscripción : 19/06/2016
Re: Que las pesadillas se las lleve el viento que mece las olas [libre]
La abierta y cálida sonrisa fue recibida por Colette con beneplácito pues significaba que su acercamiento era bien recibido y que contaba ahora con una excelente oportunidad para olvidar sus preocupaciones al menos por un rato. – El placer es todo mío Cèline, soy Colette Leclair – se presentó a su vez mientras le sonreía amablemente. Resultaba irónico que le resultase más fácil hablar con desconocidos que con su propia familia. Tiempo atrás estaría feliz de sentarse en la biblioteca con su padre y dedicarse a hablar y a escuchar a su amado progenitor. Ahora lo evitaba pues corría el peligro de que él finalmente percibiese la presencia del demonio que mantenía a su hija apresada en un férreo abrazo. Aquello le dolía más de lo que se permitía admitir pues era mucho lo que extrañaba la cercanía con su propia sangre… bueno, tal vez a excepción de su madre. La quería, por supuesto, pero las contradicciones en los temperamentos de ambas resultaban asfixiantes al punto de preferir evitarse mutuamente desde algunos años atrás.
La sonrisa de Colette se transformó en una mueca de comprensión ante las palabras de su nueva compañía – Supongo que nadie está nunca feliz con lo que posee… Las chicas de la clase trabajadora darían su vida por estar en nuestros zapatos pero eso se debe a que solo ven la superficie y no los sacrificios que tenemos que hacer día tras día o el cómo terminamos encerradas en una lustrosa jaula de oro siguiendo órdenes y estrictas normas de comportamiento– comentó cargando su tono de voz con ironía. Pensó entonces en lo que la otra decía y asintió en silencio durante algunos segundos – En este momento suena como algo idílico volver a la infancia pero estoy casi segura de que de poder lograrlo lo odiaríamos también – bromeó antes de lanzarla una mirada sobre su hombro a la molesta doncella que ahora le esperaba con el ceño fruncido.
Entonces Colette rió con fuerzas – Bueno, supongo que las consecuencias merecerán la pena – le dio la espalda de nuevo a su doncella y fijó la vista en el agua – Aunque supongo que es fácil para mi decirlo, lo único con lo que tengo que lidiar es con mi dama de compañía y estoy segura de que no me costará devolverle su buen humor. Usted sin embargo me preocupa ¿Qué dirán sus padres cuando descubran que se ha fugado sin ningún tipo de acompañamiento? – la preocupación manifestada era sincera. Para la reputación de una joven, el salir de su casa sin compañía podría resultar desastroso y eso era algo que ella sabía muy bien – Tal vez podríamos pensar en algo para amortiguar los daños – una vez terminó de hablar se dio cuenta de que se expresaba como si el problema de esa desconocida fuese propio. Aquello la emociono profundamente, tal vez el demonio no había terminado de apoderarse de su ser, tal vez aún poseía la empatía necesaria para salvarse del infierno… tal vez aún fuese buena.
La sonrisa de Colette se transformó en una mueca de comprensión ante las palabras de su nueva compañía – Supongo que nadie está nunca feliz con lo que posee… Las chicas de la clase trabajadora darían su vida por estar en nuestros zapatos pero eso se debe a que solo ven la superficie y no los sacrificios que tenemos que hacer día tras día o el cómo terminamos encerradas en una lustrosa jaula de oro siguiendo órdenes y estrictas normas de comportamiento– comentó cargando su tono de voz con ironía. Pensó entonces en lo que la otra decía y asintió en silencio durante algunos segundos – En este momento suena como algo idílico volver a la infancia pero estoy casi segura de que de poder lograrlo lo odiaríamos también – bromeó antes de lanzarla una mirada sobre su hombro a la molesta doncella que ahora le esperaba con el ceño fruncido.
Entonces Colette rió con fuerzas – Bueno, supongo que las consecuencias merecerán la pena – le dio la espalda de nuevo a su doncella y fijó la vista en el agua – Aunque supongo que es fácil para mi decirlo, lo único con lo que tengo que lidiar es con mi dama de compañía y estoy segura de que no me costará devolverle su buen humor. Usted sin embargo me preocupa ¿Qué dirán sus padres cuando descubran que se ha fugado sin ningún tipo de acompañamiento? – la preocupación manifestada era sincera. Para la reputación de una joven, el salir de su casa sin compañía podría resultar desastroso y eso era algo que ella sabía muy bien – Tal vez podríamos pensar en algo para amortiguar los daños – una vez terminó de hablar se dio cuenta de que se expresaba como si el problema de esa desconocida fuese propio. Aquello la emociono profundamente, tal vez el demonio no había terminado de apoderarse de su ser, tal vez aún poseía la empatía necesaria para salvarse del infierno… tal vez aún fuese buena.
Colette Leclair- Esclavo de Sangre/Clase Alta
- Mensajes : 10
Fecha de inscripción : 30/04/2016
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