Desde que te fuiste {Emhyr Van Emreys | +18}

por **Kala Bhansali** Lun Jun 20, 2016 3:17 pm

Recuerdo del primer mensaje :

—Deja que te acompañe, por favor —insistía una y otra vez con las manos en posición de rezo frente al pecho—. Tenía que ir tarde o temprano a la ciudad, así al menos no irás sola. Por favor.

Kala tomó aire y lo echó con fuerza, dejando caer la cabeza, derrotada. Aunque le caía bien, Dan podía llegar a ser una persona sumamente insistente. Demasiado. Y no es que no quisiera que la acompañara, pero lo que tenía que hacer en la ciudad eran asuntos de índole femenina, y hacerlo acompañada de él le daba vergüenza, francamente.

—Está bien, está bien —accedió. Él, a su vez, mostró una cara de triunfo—. Pero si te pido que te quedes fuera, te quedas fuera. No hagas que me arrepienta —le advirtió.

Dan asintió como si fuera un niño al que le acabaran de dar una galleta y salió tras ella, camino de la ciudad. Hablaban de todo lo que veían en el camino: animales, plantas, otra gente… daba lo mismo. Algo que no se podía negar era que el camino que separaba el campamento de la capital se hacía mucho más corto siempre que se iba acompañado, y ese día no fue una excepción. No tardaron en ver las primeras casas de las afueras, algo estropeadas pero todavía en uso. El sonido de los zapatos cambió al traqueteo de los adoquines; el olor de la ciudad, del verdor del campo a los residuos de los caballos que tiraban de los carros. Cuanto más se adentraban en la ciudad, más laberíntica y ruidosa se volvía. Kala guió a Dan entre calles y callejuelas hasta llegar a un local frente al cual se paró. Le pidió que esperara y él obedeció un poco a regañadientes. Sabía que, si entraba con ella, no volvería a permitir que la acompañara. Miraba a través de los cristales del local esperando a que saliera. Apenas tardó media hora allí dentro, pero para el joven fueron horas y horas. Cuando salió, él se quejó por la espera.

—Has sido tú el que ha querido acompañarme, así que no quiero oír más quejas —se defendió, cansada de tanto reproche—. Yo ya he terminado. ¿Qué es eso que tenías que hacer? —preguntó, un tanto fastidiada por tener que quedarse por allí más tiempo. Si por ella fuera, tomaría el camino de vuelta al campamento.

Dan comenzó a caminar hacia otro local en el que, según él, tenía que comprar algún material para algo que estaba construyendo. Kala no prestó demasiada atención, ni a los recados que debía hacer ni a lo que estaba preparando. Miraba a la gente a su alrededor de manera inconsciente, buscando algo que no sabía qué era exactamente. Un tirón suave de su brazo la obligó a detenerse; habían llegado a la tienda en cuestión. La gitana decidió esperar fuera, sentada en un banco, a que el joven terminara los recados. Como supuso, a él no le hizo gracia, pero le daba igual. Le instó a que entrara de una vez y se dejó caer, aprovechando algunos rayos de sol que le acariciaron de manera cálida. Miró a su alrededor y paró la vista en una niña que le sonreía ampliamente. Kala le devolvió la sonrisa y la saludó con la mano, a lo que la pequeña respondió echando a correr calle arriba. Ella la siguió con la mirada hasta que en su recorrido se cruzó un hombre. Frunció el ceño intentando enfocar la vista. Se levantó despacio sin apartar los ojos de él. «No puede ser».

—Emhyr —susurró tapándose la boca con la mano.

Sus pies comenzaron a caminar en su dirección, despacio primero y acelerando el paso después. Dan vio movimiento fuera desde la tienda y, cuando vio que Kala se alejaba, salió precipitadamente tras ella. La llamó varias veces desde el umbral. Al no obtener respuesta, comenzó a seguirla sin dejar de gritar su nombre, pero la gitana no escuchaba nada. El joven dejó de perseguirla cuando vio el objetivo de la chica y se quedó quieto, a la espera. Ella, al contrario, se acercó hasta quedar a pocos pasos de él.

—Emhyr —le llamó tan alto como pudo y con toda la firmeza que su corazón le permitía—. ¿Eres tú?

Había aguantado la respiración. Quería acercarse más a él, pero tenía miedo de ser rechazada. Y es que, si seguía en la ciudad, ¿por qué no había vuelto con ella? ¿Quizá él no quería verla? Y, de ser así, ¿qué haría ella? Todas esas preguntas y más rondaban su mente mientras allí, parada a su espalda, esperaba una respuesta.

por **Kala Bhansali** Mar Ene 03, 2017 4:07 pm

No recordaba la última vez que se había sentido tan plena. Bueno, en realidad, sí se acordaba, y también estaba él involucrado. La noche en el burdel era la única verdaderamente equiparable a ese momento que ahora estaba viviendo. Su mente no pensaba en nada más que lo que su cuerpo sentía, pero su subconsciente no hacía más que repetirse la decisión que había tomado hacía tiempo, que no era otra que quedarse junto a él.

El roce de ambos cuerpos no hacía otra cosa que aumentar el placer, y a Kala empezaba a costarle un poco mantener el ritmo lento que había llevado hasta ese momento. Con el cuerpo inclinado hacia delante, sintió como la lengua ajena saboreaba sus pechos al completo, recorriendo sus formas redondeadas hasta la punta, erizando la piel de todo su cuerpo. Aquellas manos llenas de cicatrices clavaron sus dedos con delicadeza en la piel de la gitana, como si quisieran tenerla a ella entera al mismo tiempo. Podía escuchar sus gemidos, acompañando a los suyos propios que se acallaban cada vez que él unía sus labios con los de ella. Kala le correspondía ansiosa, deleitándose con el sabor que desprendían, con su suavidad y su textura. No los había olvidado en todo aquel tiempo, era imposible hacerlo.

Su cuerpo empezaba a impacientarse ante aquel ritmo tranquilo que había establecido. Se debatía entre acelerarlo o mantenerlo así, porque tampoco sabía lo que a Emhyr le supondría. No tuvo que pensar más qué decisión tomar; el otomano la agarró por la cintura y le dio la vuelta, dejándola boca abajo sobre la cama. Ella no se opuso, sino que acomodó la espalda y separó las piernas, dejando los pies apoyados sobre el colchón. El ritmo aumentó, y con él el calor que crecía en su vientre. Subió sus manos arrastrando las yemas de los dedos por los brazos de Emhyr, acariciándolos hasta llegar a los hombros. Le atrajo hacia sí para besarle con desenfreno, mordiendo sus labios y su barbilla conteniendo más gemidos que intentaban salir de su garganta.

Con una mano en su nuca y la otra aferrada a su brazo, aguantaba cada embestida esperando con ansia la siguiente. Su espalda se arqueó instintivamente, lo que hizo que el placer aumentara, anunciando el momento más esperado. Separó la cabeza apretando la nuca contra la almohada y le miró fijamente a los ojos. La respiración entrecortada empezaba a dejarla sin aire suficiente. Cerró los ojos y dio dos bocanadas profundas. Su mano se cerró agarrando su pelo, y aguantó la respiración. Era tal la intensidad de aquellas corrientes eléctricas que sentía que, por un momento, creyó que perdería el conocimiento.

Llamó su nombre por última vez antes de dejarse ir completamente. Echó la cabeza hacia atrás, estirando la garganta y apretó los pies contra la cama. Las manos se agarraron con fuerza a lo que tenían más cerca, fuera lo que fuera, y todos sus músculos se tensaron hasta el límite. Su vientre se contrajo de placer y terminó expulsando todo el aire que había retenido en un gemido que resumía todo lo vivido aquella tarde.

Su cuerpo se dejó caer sobre la cama, pesado y agotado, mientras que su corazón todavía latía deprisa. Abrió los ojos despacio para encontrarse con el rostro de Emhyr frente al suyo. Sonrió ampliamente. Aquella fue la visión más bonita que podía tener.

por **Emhyr Van Emreys** Lun Ene 23, 2017 7:56 am

Sentir su cuerpo era como estar en el paraíso terrenal, era como convertirse en luz cuando simplemente eres y serás sombra.
No había duda, la amaba con total profundidad, tanto que aquello le aterrorizaba tremendamente. Si, Emhyr, el hombre que le encanta el peligro y el riesgo, que no suele temer por su vida porque es solo lo que le importa en su egoísta existencia, ahora tiene miedo, y mucho… Por ella, por todo lo que supone aquel cambio, por su trato con su Hacedora, que le había prometido hacer de su existencia lo que ella quisiera, siendo su nuevo perro y juguete.

Sumergido en aquella oleada de placer, mientras sus dedos se hundían en la piel de sus muslos, sus embestidas continuadas aumentaron su ritmo y profundidad, sintiendo como su fuego lo arrasaba por completo, queriéndolo consumir con su fuego.
Supo mantenerse en aquel ritmo habitual a pesar de sentir sus fuerzas menguadas, ya no era el de siempre, aun le quedaba mucho camino por trazar y recuperarse para volver a ser, aquel soldado vagabundo y descarado.

Se cansaba, pero aquel frenesí demente le hacía olvidar su debilidad y lo inundaba en un sin razón, y en una inconsciencia centrada simplemente en el sentir de su cuerpo.
Labios que la buscaban con hambre imperiosa, su boca le sabía dulce y dolorosa, como ella misma; y así debía se ser el amor, algo reconfortante pero que a la vez con sus espinas desgarraban haciéndote débil y temeroso.

Kala era su perdición en forma de mujer, entre todas. Ella había conseguido hechizarle y hacerse cuestionarse lo que era todo su mundo. Incluso dudo, si acceder a su plan descabellado de aceptar aquella maldición que en el futuro le traería demasiados problemas.

Un mordisco de sus labios, y sintió como ella le ganaba la carrera, él tampoco hizo demasiado por aguantarse y finalmente se derramo en ella, consumiéndose en su cuerpo en aquel nirvana alcanzado.

Cuando todo termino sus ojos se encontraron con los de ella brillantes, con una sonrisa. Cuerpo relajado, vinieron luego besos y suaves caricias acompañada por palabras en su susurrante lengua. Su rostro se refugió en su cuello, sintiendo a la caricia de sus cabellos en su piel, mientras la envolvía con sus brazos con necesidad de que ella nunca escapase de estos.
Era feliz, se sentía pleno.

por **Kala Bhansali** Lun Ene 30, 2017 1:38 pm

Cuando todo hubo terminado buscó sus ojos con ansia. Los encontró brillantes, felices, igual que los de ella. Acarició su rostro antes de que lo escondiera en su cuello. Ella no se lo apartó, sino que posó una mano en su nuca y lo acercó hacia sí, como si quisiera fundir ambos cuerpos en uno solo. La otra mano, en la espalda de Emhyr, lo aferraba como si temiera que alguien fuera a arrebatárselo. Se sentía feliz como nunca, pero esa felicidad tenía un punto final. Él había dicho que tenían que separarse, ese momento estaba cada vez más cerca y Kala seguía sin estar preparada.

—No quiero marcharme, Emhyr. —Le apretó aún más a ella, hundiendo su propio rostro en el cuello de él. Encajaban a la perfección, como las piezas de un engranaje—. Tengo mucho miedo. Por ti, por lo que pueda pasarte.

Se separó y le besó cerca de la oreja, después en la sien, y pegó la nariz a sus cabellos, besándolos también. Aspiró fuerte afianzando el recuerdo que ya tenía de su aroma. Los dedos de la mano que tenía en su espalda subieron y bajaron acariciando la piel con las yemas de los mismos. Después la apartó y la llevó hasta su pecho, donde la piedra de jade reposaba tranquilamente. La cogió y la miró atentamente. Frunció los labios. No se la había quitado nunca, pero por él… por él haría lo que fuera. Pasó el cordón de cuero por su cabeza y se quitó el colgante. Sintió una especie de vacío extraño al no sentirlo alrededor de su cuello, como si le faltara algo vital.

—Fue el primer regalo que me hizo mi madre, antes incluso de que naciera —dijo, girando la piedra en los dedos—. Todos nosotros teníamos una distinta, ella creía que tenían una especie de poderes, o algo así. La verdad es que nunca me lo creí mucho, pero ninguno nos la quitamos nunca. Supongo que sí que éramos un poco supersticiosos. —Sonrió. Los ojos se le humedecieron al recordar a su madre—. El día que la embestida mató a Kabir su cordón se había roto, y había dejado la piedra en casa para arreglarlo cuando acabara. Mi hermano Aamir también perdió la suya pocos días antes del accidente que se lo llevó. Puede que sólo fueran coincidencias, pero si nunca me la había quitado hasta entonces, después de eso no me separé de ella. —Pasó el cordón por la cabeza de Emhyr y dejó que la piedra cayera alrededor de su cuello—. Quiero que la lleves tú. Ya sé que es sólo una piedra bonita y que lo más probable es que no tenga poderes ni nada parecido, pero si realmente hace algo tú la necesitas más que yo. —Con la mano en su barbilla le obligó a girar el rostro para mirarla. Le besó en los labios, en los pómulos, en la nariz y en la frente—. No te la estoy regalando, sigue siendo mía. Así que no pienso marcharme de aquí hasta que me prometas que volverás para devolvérmela. —Le miró fijamente aguantando la respiración—. Prométemelo, por favor.

Quería que se lo prometiera, aunque no supiera si podría cumplirlo. Necesitaba escuchar de sus labios que lo haría, porque, aunque confiaba en que superaría la siguiente luna llena, la duda sobre si todo saldría bien estaba ahí, acechando. Se arrimó a él todo lo que pudo y le envolvió con sus brazos, meciéndole como si fuera un niño pequeño.

—Quiero creer que todo va a salir bien y en que volveremos a vernos antes de lo que creemos. Pero… —le tembló la voz—. Si por culpa de lo que te han forzado a hacer esos desgraciados te pasa algo, juro que iré yo misma allí donde estén y los mataré con mis propias manos. Muy lentamente.

Y no mentía. Lo sentía tal y como se lo había dicho. Que llegara a hacerlo dependería sólo de sus posibilidades, que eran más bien escasas. Nada podía hacer ella, una mujer bastante menuda y sin experiencia en peleas de ningún tipo, contra unos soldados entrenados para matar a todo lo que se les cruzara por delante. Ella los había visto y lo sabía, pero, si se llegaba a dar el caso, nadie sería capaz de prever la rabia con la que devolvería el golpe.

Desvió los ojos hacia la ventana. La noche se cerraba poco a poco y sólo se veía el reflejo de las luces de la calle. Le había prometido a Dan que volvería al campamento, pero no había pensado que se retrasaría tanto. Y, para ser sinceros, no tenía ninguna gana de marcharse.

—¿Puedo quedarme? —preguntó, mirándole de nuevo—. Te prometo que me iré mañana, pronto, o cuando tú quieras. Pero hoy… ¿Me regalarás esta noche?

por **Emhyr Van Emreys** Jue Feb 23, 2017 2:46 pm

Era extraño, si, se sentía realmente feliz y completo, pero un resquicio de tristeza se alojó en su pecho dejándole inquieto.
Sensación similar a una larga despedida, cuando aún las horas no le había regalado límite y ella estaba allí, entre sus brazos compartiendo su calor, y aquel aroma en el que le gustaba refugiarse. Es más ahora se había tomado la libertad de surcar con su rostro aquellos cabellos desordenado del color de azabache, besados con lentitud y deleite.

Si, estaba ahí alojado en el pecho, la luna llena le llamaba con su voz hechicera, lo atraía como nuevo hijo hacia la oscuridad que su cara ocultaba, a un estado de esclavo y servido que lo convertiría en un animal salvaje y carente de toda razón. ¿Sesgaría más vidas dentro de su inconsciencia? ¿Acaso capaz de controlarse cuando el trato se completará?
Tenía miedo, miedo a los cambios, a enfrentarse a una realidad que nunca llegó desde que había iniciado esa vida de nómada que nunca se detiene. Nada lo aferraba, de todo se desprendía, pero ella con aquellos hilos invisibles creados de la nada había atados sus costillas junto a las de ella. Su destino ligado a la piel morena por la que su piel viajaba, y la yema de sus dedos lee, memorizando cada poro, cada lunar, cada cicatriz.

-Te amo… -Le había susurrado sobre sus labios, al ver asomar su temor. Sus ojos intentaron tranquilizarse, le miraban fascinados. No eran dueños el uno del otro, cierto era, no podía pedirse explicaciones ni nada por el estilo, pero al fin y al cabo y en contradicción eran el uno para el otro. -Todo saldrá bien, “maktub”, esta escrito… Me tiene que regalar paz, tiene que ser el momento, tengo esperanza… Me merezco un poco de calma.

Piedra de la que desprendió, amuleto entregado. Era importante para ella. Sus dedos recogieron las lágrimas de aquellos hermosos ojos que evocaban un cálido recuerdo. Él le sonrió.

-Te la devolveré pronto, te lo prometo… -Dijo mirando la piedra con atención, tenía esperanzas, iba a costar trabajo controlar a la bestia, y más por sí tenía miedo por ella misma, por lo que ahora sería capaz de hacer, de la rudeza de su nueva alma.

Ella le envolvió como protectora, es reconfortante y lo agradece. Le besa las manos, y de nuevo va a devorar aquellos labios con esa pasión que ella es capaz de encender en él, la aplasta con su cuerpo por un momento, tomando sus muñecas contra la cama con fuerza que luego suelta y entrelaza sus dedos con los ajenos.

-Nadie morirá, y quiero que te quedes toda la noche… Ojalá pudieses quedarte para siempre para regalarte todas las lunas antes el fin. -La envolvió con su piel morena, en un abrazo cálido. -Así que aprovechemos, podemos hacer hoy lo que quieras, este lugar hoy es nuestro refugio, es solo tuyo y mío.

por **Kala Bhansali** Miér Mar 08, 2017 4:14 pm

—Y yo a ti —le contestó, también entre susurros.

Él intentaba aparentar tranquilidad, pero Kala sabía que eran sólo eso: apariencias. Ella sentía el peso de la bestia en su pecho como si fuera ella la portadora de aquella maldición, con lo que no quería ni imaginar lo que tenía que ser para él. Por un momento pensó en usar sus poderes, mirar, como solía llamarlo ella, y comprobar qué les depararía el destino a ambos. Iba a cogerle las manos y, de hecho, llegó a hacerlo, pero no pudo. No soportaría ver cómo perdía la vida.

Una promesa que valía mucho, una sonrisa que le daba la vida y un beso que le hacía perder el sentido de todo. Con eso se quedaría, en eso centraría todos sus sentidos hasta que llegara la mañana siguiente. Entrelazó sus dedos con los de él y se acomodó contra el colchón, con el cuerpo de Emhyr sobre el suyo, tan increíble a pesar de sus heridas, y tan único en todos los aspectos.

—Ojalá —dijo, dejándose abrazar y hundiendo su rostro en la piel de él. Besó su cuerpo ahí donde su boca había quedado, sin importar donde fuera. Era él—. ¿Lo que quiera? ¡Oh, vamos Emhyr! Dudo que te queden fuerzas suficientes.

Le besó en la mejilla y apoyó la cabeza sobre la almohada, desde donde podía mirar el rostro entero del licántropo. Con la yema del dedo índice dibujó sus cejas, su nariz y sus labios. Tragó saliva mientras lo admiraba de arriba a abajo. En un momento dado, apoyó un brazo contra el colchón y volteó a Emhyr con delicadeza, dejándole a él contra la cama y quedando ella sobre él.

—Lo que yo quiera —repitió. Se mordió el labio inferior con fuerza en un gesto que dejaba claras sus intenciones—. Creo que… no voy a dejar que duermas todavía —susurró contra sus labios antes de besarle como si aquel fuera su último día en la tierra.

FIN

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