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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rem Lehnert Lun Jun 27, 2016 1:31 am



Deambulante de la tierra y el infierno. ¿Cuál es cuál? ¿Cuándo comenzó su alma a incinerarse? No hay diferencia en sus ojos, sus pies no pueden detenerse, están condenados a transitar un sinfín de caminos. No es más que otro ouroboros. ¿Cuál es la razón de ser, de pertenecer? ¿Cómo logra moldear aquella máscara sin perturbar a los bienaventurados? Ha de ser la confusión, el creer que su rostro refleja la calma que todos alguna vez necesitan, cuando no es sino el espejo del temor, y de la tristeza. Su voz invita a los confundidos a sumergirse en la desesperanza. Ahuyenta, su consciente se regocija, su inconsciente maldice la eterna soledad; pero era esta la única que conocía, que la estremecía, la única que respetaba.

Era ella una aficionada por aquellas zonas deshabitadas, donde, por lo general, carecían de uso o interés cultural. Esta vez se la hallaba ingresando a un hospital abandonado, casi a las afueras de París. Era enorme, era ahora un gran fantasma. Los ecos producidos por sus pisadas en los pasillos era lo único que podía llegar a oírse en semejante sitio. Escombros regados por el piso, cuadros desgastados en paredes ya enmohecidas, manchas de sangre vieja y seca impregnada en algunos caminos. ¿Por qué había cerrado sus puertas? Tal vez había sido su lejanía, el poco empleo, o el descubrimiento de prácticas clandestinas. Su mente comenzaba a recrear los posibles gritos y lamentos de antaño. La visibilidad, por supuesto, era casi nula, y a duras penas podía buscarse los detalles por los cuales había entrado. En los lugares abandonados siempre se hallaban tesoros desperdiciados, pues, ¿quién en su sano juicio dejaría en el olvido el conocimiento médico? ¿Quién en su sano juicio entraría allí? Resultaría imposible lograr que todo el mundo concibiera el mismo significado a la hora de hablar del valor de las cosas, y menos ella.
La noción del tiempo no era un factor de importancia en su vida. La monotonía de la misma desembocada en un mismo final, no importaba cuánto tiempo se invirtiese; era fiel a su máxima. De este modo, continuó adentrándose en la negrura que alguna vez fue espacio de alivio para las personas, recorriendo las salas operatorias, encontrando instrumentos quirúrgicos de su utilidad, muchos de ellos oxidados. Escalpelos, pinzas, agujas y material de sutura, todos ahora destinados a formar parte de posibles sesiones de tortura. Los tomó y los guardó en un bolso que llevaba consigo, dando por ahora finalizada su cofradía. No sólo anochecía, sino que el viento anunciaba una pronta tormenta.

Retornando camino por el extenso pasillo, visualizando la salida a unos metros, alcanzó a divisar algo digno de atención. Un pequeño salón que habría tenido como fin servir a los médicos con viejos libros de medicina; autores respetados, ejemplares olvidados. Todos desperdiciados. Una biblioteca improvisada, sin dueño y a libre disposición. Ella ya se encontraba dentro, inspeccionando volúmenes, sabiendo que tendría oportunidad de saber más del cuerpo humano, de sus debilidades. Aún así, no podría cargar ni con un cuarto de ellos, y se vería obligada a escoger. Inmediatamente buscó velas que pudieran serle de ayuda, se arrodilló sentándose en sus tobillos, y comenzó a susurrar en alguna lengua arcana, de manera casi imperceptible al oído, tal y como lo había practicado en el pasado. Luego de unos largos segundos conseguiría así controlar su energía para crear combustión sobre las velas, logrando iluminar el salón. Dedicaría varios minutos a la lectura, asegurando la selección de los mejores libros, puesto que al día siguiente iría nuevamente al sanatorio mental, y no podría volver. Sin embargo, comenzó a sentirse intranquila. Ahora, los ecos en los pasillos no provenían de sus pisadas. ¿Pero qué otra mente estaría interesada en un lugar así?
Escarbó en su bolso, sacando uno de los escalpelos, y lo apuntó en aquella dirección. Tan sólo así, una figura cadavérica se hizo presente ante sus ojos. No estaba viva, ¡era un espectro! Un delicado y esbelto espectro. Ahora comprendía.
—¿Es de aquí? ¿Era su alma la que lloraba mi presencia?


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Mensaje por Invitado Miér Jul 13, 2016 9:00 pm


La caída de la noche siempre le encaraban a Casstronaut que llegara el día en que desaparezca; que no se sabrá si durmiendo, en su labor, o agonizando pero que estaría sola. Le asustaba el hecho de no ser recordada, de que su legado no pase a otra generación. Y que quede en nada el aprendizaje que su mentor le inculcó, y el descubrimiento que realizó en el moldeado. ¡Eso era su máximo recelo! Su pavor se reflejaba en sus pisadas. Siempre que oscurecía, acudía a la biblioteca. No a la que todos los parisienses estaban acostumbrados y controlados sobre todo. Hace un tiempo atrás, que ella se dio cuenta que la Santa Inquisición quemó los libros sagrados de la ciencia y clausuró lugares donde se practicaba cirugías clandestinas. Lo que ella en realidad estaba forjando.

…Avanzaba con sus investigaciones, las prácticas hacia los cuerpos recién muertos, antes de que el proceso rigoris se efectuara. Ella los abría, estudiando su anatomía. Jugando con las manos mediante el proceso, no un juego divertido, pero si dichoso de ir procesando. Y gracias a eso, llegó a realizar una rinoplastia.

Bien decían que el conocimiento es la máxima pasión de la vida del hombre, y Casstronaut lo disfrutaba; cada acción era de orgullo y dicha. Por lo que nunca descansaba, a pesar de su estado, a pesar de su enfermedad. Ella seguía, avanzaba conforme al descubrimiento, nunca se limitaba a este, siempre era lo primordial. Tanto es así, que acudía al viejo hospital. Donde fueron prisioneros los pacientes, y torturados los que practicaban la medicina. Nadie o eso creía conocían de ese escondite. Solo aquellos hambrientos al saber, lo descubrieron. Quizás estaba hechizado, o quizás las personas que habitaban en este lo protegían.

¡Alto! Un presentimiento refuto el aura, el lugar no era el mismo después de que lo dejó la noche pasada. Cambiaba su alumbrado conforme se adentraba. Iba profundizando el lugar hasta dirigirse a la biblioteca central. Poco a poco se percataba de los cambios, del aura que no era la misma. Y jamás se imaginó que se enfrentaría a la cobardía de su belleza. Porque ella, la mujer que hablo, se lo recalco.

Con el rostro inestable a la emocionalidad, y la causante de la decadencia, demacrada, con la marcación de sus huesos y la apestosidad de la muerte por encima de su piel.—Soy la guardiana de este lugar. Hace tanto tiempo que mi alma desapareció, quizás la ha confundido, o quizás busca consuelo. Porque recuerdo que ella temía a la oscuridad, no le gustaba que nombraran a la soledad ya que ella moría…Ahora, ¿Comprende porque solo soy un cadavérico cuerpo? … Ni viva, ni muerta. Simplemente enferma.

Las cuerdas vocales sonaban con agobio, un cansancio que no podría cubrir. Más, ¿Quién era ella? ¿Por qué se encontraba en el lugar? ¡No, no…! Percibió en sus manos, libros sagrados, libros que ella solo podía interpretar. Tomos que juro a los espíritus que solo sus manos lo tomarían. — ¿Quién eres? ¿Por qué los has tomado? Si llanto has escuchado, era la prohibición de esos libros. No permiten que nadie los toque, ellos están aquí, ellos defienden lo que queda de su hogar.

Miro hacia el techo, pidiendo perdón por las sucias manos que no supieron respetar lo sagrado de los muertos. Que no tomaran represalias, ya que tiempo atrás, iban desapareciendo libros.
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Mensaje por Rem Lehnert Sáb Ago 27, 2016 4:18 am



Creía entonces que la manera en que percibía la realidad estaba siendo distorsionada por su mente. Sin embargo, el aura débil que envolvía a la dama reafirmaba la vida de aquel organismo. No comprendía, como un cuerpo moribundo tuviera ese porte, como su voz podía sonar tan aterciopelada, sin importar cuan apesadumbrada se percibiese. Aún siendo esta última baja, la escuchaba a la perfección. ¿Pero no era la hipocresía misma quien daba esas suposiciones? Tan sólo, tan sólo debía contemplarse a ella misma, para entender que esa figura no era sino un espejo de su propia imagen. Un espejo. Rem había olvidado la última vez que se había mirado en uno. Los odiaba, su propio reflejo la incomodaba, ¿cómo tendría entonces una referencia? La mujer que tenía en frente reflectaba su personalidad melancólica y sigilosa, aunque a veces esta se viera alterada por la ansiedad que sus impulsos dañinos provocaban. En ese momento, extrañamente, no sentía ira, sino curiosidad por la desconocida.

—¿Guardiana? Nadie podría velar por este cementerio. Aquí no hay sino ecos de odio, ¿no ve la sangre? ¿Cómo podría estar segura de que aquí la quieren? —Apretó sus dedos contra la tapa del libro de antigua encuadernación que sostenía. Para ese entonces había bajado la mirada, pues le costaba mantener el contacto visual con alguien por más que unos pocos segundos—. Me he acostumbrado a que me llamen Rem, si un nombre es lo que busca, mas no podría saber realmente quien soy, ni es algo que interese; así como tampoco el porqué de mi búsqueda aquí. Pero los necesitoenfatizó en los libros—. No temo por el conocimiento que se encuentran en estas páginas —Había realizado un ademán por meterlo junto a los otros ya seleccionados, pero un interés repentino por quien la cuestionaba la hizo detenerse. Levantándose de su sitio con las velas en mano buscó colocarlas en los extremos de la chimenea que se encontraba detrás suyo. Una vez que aseguró un mejor ángulo de alumbramiento comenzó a dirigirse hacia ella. A medida que transcurrían los segundos, a diferencia de otras ocasiones, su curiosidad se iba intensificando, lo suficiente como para no apartar ahora la vista de la mujer. Recorrió velozmente los huesos de su rostro, memorizándolo, hasta que detuvo sus pasos a un metro de distancia, y dio con sus ojos. Estos eran negros, tan intimidantes como vacíos; como si el mismísimo demonio fuera una belladona.
—¿Cómo sabe, que muerta no está? He visto quienes luchan por aferrarse a esta dimensión. La luz de estas velas no puede alumbrar un cuerpo cuya sombra lo engulle. Pronto morirá, sus palabras y la paz en su rostro demuestran que lo ha aceptado. ¿Cuánto tiempo le queda?

Sus oídos de repente fueron interrumpidos por una fuerte tronada, que haría vibrar las ventanas de vidrio; el diluvio había dado comienzo. Esto impacientaría un poco a la bruja, puesto que el trayecto de vuelta era largo, se veía obligada a esperar. El viento de la tormenta había logrado colarse en la biblioteca, haciendo que las débiles llamas fluctúen, amenazando con extinguirse. Por tanto, la luminosidad sobre el rostro era apenas apreciable, y Rem era obligada a forzar su vista. Ahora que la veía más de cerca, comenzaba a dudar de sus propias palabras. Se había dado cuenta que no podía encajar en otro sitio.
—Tiene razón. Podría usted velar este sitio. Más no podría contestar mis interrogantes, pues sólo podría consultarlas con quien haya atravesado la muerte. No es más que otra sedienta por el saber médico, aunque desconozca sus propósitos.


Última edición por Rem el Jue Mar 02, 2017 1:30 am, editado 2 veces


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Mensaje por Invitado Miér Sep 28, 2016 5:17 pm

Las almas inquietantes reflejaban los secretos más puros de sus enfermedades, era extraño admitir que era comprendida por ellos, saben del dolor, como ella lo ha experimentado. Más nadie podrá compararse con su agonía.  Nadie de aquellas ánimas fue tan maldita para seguir existiendo. Pagar por los crímenes que ha ejecutado. Ha matado por el conocimiento —si la culpa era reconocida— por ella es que muchas personas han fenecido. Por su maldito egoísmo. Sentenció a que fuesen asesinados. Era lo mismo al verse con las manos manchadas de sangre de esos cadáveres, sin sentir remordimiento por haber adquirido de mala forma. Pero a pesar de ello, la comprenden, se aferra a la vida ¿y cómo? ...siendo recordada, ya que por eso se esmera en plasmar su legado. Pero ante esa mujer, cuyo rostro le enferma aún más, la juzga, le está criticando como si conociera de sus calumnias. Enjuiciando su semblante, morboseando a la muerte. No era diferente de los demás, esa mirada ya era muy común, más sus palabras insultaban.  — Yo sé que ha pasado en este lugar, nadie me podrá decir aquello que ya he visto. Y no dejaré que nadie ose a insultar este recinto, — ¿Cómo lo sabía? ¿Que fue aquella sensación? Mirar la protección del libro, era ella misma cuando fue hallada en la biblioteca y acusada por la Inquisición de hereje. Ella era aceptada porque ya estaba muerta, y las almas inquietantes sentían pena por ella, que jamás abandono el lugar al principio cuando era rechazada, soporto tanto que comenzaron a llamarla guardiana. Si, la protectora de sus tragedias.

Y entre el alumbrado, y el reflejo de la flama apaciguada, vio cómo se movía la mujer, como si alguien se dedicara a tirar de sus hilos con dificultad. ¿Quién era? …¿Rem? — ¿Por qué los necesitas? Dime, ¿por qué es qué debo dejar que los tomes? — Su instinto le decía que ella no era humana, en cuanto a la humanidad, a la energía. Quiso leer las portadas de los libros resguardados, pero jamás logró descubrirlos. Aun a pesar de que camino, aun a pesar del aumento en la luz. Descarándose el calor ya arrojado de la chimenea. Eso le recordaba que jamás podrá ser fuego. Su cuerpo no produce tibieza, siempre estaba fría… Sabiendo el clima de ello, este se une, queriendo apagar las velas, extinguir el fuego mismo, ya que el aire era fuerte, logrando estamparse con los ventanales, emprendiendo un recorrido hasta en los más recónditos lugares. Inspeccionando que se mantuviera despejado.  

Entre lanzado una mano con otra, frotándolas. — El estar aquí, no me hace estar muerta. Y pocos son los que reconocen la vida mediante el dolor, — ¿hasta cuándo dejará de oír esas interrogantes? Como si fuese un fetiche de la gente. ¿Por cuánto tiempo? Acaso, no tenían respeto ante la maldita enfermedad. — he perdido la cuenta, aunque si dejara ver mi propio rostro. Diría que son pocos días. — ¿A qué se refería? ¡Qué pesar, que impotencia! No se movía, cual marfil de piedra. — ¿Qué sabes del camino de la muerte? Nada, más en cambio, crees saberlo todo. Eres demasiado arrogante que tu calvario será el no descansar. —Miro el techo, disgustada aunque solo su semblante sea de la demacrades. Ella, Casstronaut más que nada ha visitado el valle de la muerte, ha ido y venido, sin jamás haberlo deseado. Era demasiado cruel la vida, y demasiado humillante la muerte. Pero, si ninguna era, ambas se compacta a la existencia de un enfermo. Siendo su estado un constante de alteraciones, si no estaba muerta era porque la sangre de un inmortal la mantenía sujeta a una especie de vida, y si no vivía, era por la locura en la que terminaría por arrasar.

— Mi deseo no solo se basa en el conocimiento, lo único que me mantiene adelante es mi desesperación hacia la vida, ¿Acaso es malo aferrarme a este sentimiento? Todos se ponen a juzgar, cuando nadie ha tenido que pasar, por lo que yo he padecido.

Calló, no eran reproches, ni excusas, ya sus esperanzas las veía escasas que ya tiempo atrás se resignó. Aunque por el tiempo restante, ayudaría en lo que realmente se sitúa entre sus manos. Otorgar belleza a la monstruosidad, dar vida en vez de muerte, brindarles ayuda para que no tengan que pasar por la bestialidad en la que la leucemia ha tenido que enfrentar.

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Mensaje por Rem Lehnert Lun Oct 31, 2016 3:25 am



Ambas se prestaban al drama más exquisito; aquel incapaz de ser advertido por sus víctimas. Las almas se nutrían de su propia condena, no importaba cuan distintas estas fueran. Lo interesante, si así podía valorarse, era la percepción que una se tenía sobre la otra. En Rem notábase la mirada desorientada, apagada, pero con cierto aire de incredulidad. ¿A qué insulto podría estar refiriéndose su interlocutora? ¿No era, acaso, una verdad? Por supuesto, tratándose de la bruja, no se podía esperar ni la menor diplomacia en su discurso; mas nunca consideraba sus observaciones, una injuria. Dicho en otras palabras (y quizás la más acertadas teniendo en cuenta su enjambre mental), no hallaba en ese momento motivos suficientes para querer agredirla. No, en ese instante la envolvía otra clase de interés. Uno del cual estaba lejos de poder siquiera columbrarlo. ¡Que nefasto sentir! Era una sensación repugnante, pero quizá y a su vez un poco… ¿Debía considerarlo reconfortante? Porque todavía, en el poquísimo sentido común que alumbrada, sabía que ensañarse con ella resultaría poco beneficioso. ¿Y por qué poco beneficioso? ¡Si la mujer se manifestaba cual mártir a sus ojos! Tan estético como deleitable, a juzgar de sus particulares razonamientos. Ciertamente debía obligarse a poner un control sobre su accionar barbárico, de lo contrario este avanzaría sin mesura, al extremo de llegar a ignorar los detalles de su coartada. Perdería todo lo que había conseguido.

A punto de continuar sobre sus palabras, fue interrumpida por la caída de un rayo, el cual, se estimaba, había hecho contacto a tierra muy cerca del hospital. Rem instintivamente encogió su cuerpo, soltando de manera brusca el libro que cargaba,  y llevó ambas manos a sus oídos. Miró a la mujer, aturdida, sin poder responder a sus preguntas. Temblaba, odiaba las tormentas eléctricas. En ellas se encontraban resquicios del pasado. Lo único que recordaba en relación a estas era el temor que producían, y nada más. Angustiosamente, su pánico residía en las memorias del sótano en que vivió sus primeros años. Ante los estruendos, el llanto de la niña se volvía insoportable, y su padre, hastiado de sus alaridos, se sentía obligado a callarla con el primer “castigo” que se le ocurriese. Sus métodos siempre funcionaban. Aprendería a tragárselas, aprendería a odiarlas. Siendo ya adulta, podía llegar a encontrarse en un estado de cólera hacia quienes se atrevían a hacerlo. Irónicamente terminaría de demonizar a la electricidad en su adolescencia con la terapia electroconvulsiva, a la que fue sometida durante un largo período.

¿Dejar? No, ¡no!… No tiene poder aquí, no sobre estos libros, ¡no sobre mí! —vociferó nerviosa. Aún no podía observar su rostro con total claridad. Había llevado su mano derecha hasta su otro brazo, comenzando a rascarse con impaciencia, casi enterrando sus uñas, en lo que su respiración se hacía notable. »El no descansar« aquello resonó en su cabeza. Sabía a la perfección que su alma no tendría descanso; no era capaz de reconocer tal concepto, y no esperaba hacerlo en el inframundo, pues ahí le habían dicho que iría. Pero ella daba otro aspecto al decirlo. ¿Por qué lo sentía como un maleficio? Buscó evitar su mirada dirigiéndola hacia un punto en el suelo—. Sus calumnias no son de mi interés. Mucho menos su desesperación por la vida. —¡Era precisamente aquello que jamás comprendería! —En cambio, me intriga el proceso biológico de una enfermedad. Sólo he venido por esto.
Se había obligado a serenar su propia voz, por más que esta pudiese notarse todavía con evidente temblequeo. Ella sentía, no obstante, que sobresalía sobre sus capacidades. ¡Que sagaz se sentía! Sí, muy sagaz. Se inclinó así, volviendo a tomar el libro, retrocediendo sus pasos a donde se encontraba inicialmente. Una vez rodeada nuevamente de los tomos, se arrodilló, colocando una palma sobre su bolso.
—¿Quién es usted? —repitió inquisitiva—. ¿Es también médica?

Ahora no restaba más que esperar, a que se marchara, a que resuelva quizá una de sus tantas interrogantes, y consiga, de tan extraño ser, algo útil. ¿Podría ser…? No, nunca había hallado a quien padeciera sus mismos episodios, debía desentenderse de una vez de semejante idea. Al final, si tanto despreciaba la vida, ¿por qué no osaba a quitársela?
Sí, era precisamente aquello que jamás comprendería, ¡era precisamente aquello! Su desesperación por la vida.


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Mensaje por Invitado Mar Nov 29, 2016 5:25 pm

Se presumía que los rayos y truenos era un mal presagio para la población y que nada podía venir sino una calamidad, pues se exigía entre esos gritos la muerte, que temor y reverencias era lo único que se producía. Casstronaut no lo ve de aquella forma, más en su pequeña ciudad, en Alemania, se les prohibía salir de las instalaciones, todos sometidos a quien ejercía el poder, y aquel que se atreviera a salir, moría. Ella estudiaba y trabajaba al mismo tiempo, su mentor le otorgó grandes maravillas nunca antes vistas. Y rayos, a lo que se asemejaba en la caída esa noche, eran los que observaba cuando de la electricidad pasaban por el cuerpo. Era la manera en que regeneran las células, pero esto se descubrió poco a poco, y a base de ello, muchos cuerpos fueron sacrificados, por el avance a una medicina que se perfeccionaba en el tiempo, se había contado historias de los rayos y truenos, que estos representaban los gritos de los sacrificados, sus congojas representadas y la piedad que buscaban, y otra, que para evitar una desgracia, se le brindaba de ofrenda a estos un cuerpo, que así evitaban la catástrofe, pero ni una y otra aceptaba la enferma. Lo único que admite es el progreso, y para llegar a este, sacrificios, muchos se hacen. Pero es que, ella, esa presencia le recordó una parte del pasado, la veía a ella en la mesa, pasándole la electricidad, podía imaginarlo. Y era ver el perfecto reflejo de esos cadáveres, los mismos gestos, el mismo temor. ¿Por qué? Habrá sido una víctima… « ¡Qué pena porque no fue ella quien lo haya hecho! » pensó, a tan descabellada y hermosa idea.

—No niegues al poder en tus habladurías, no querrás ver lo que hacen por defender este lugar y sus memorias. Es semejante al que aguardan esos truenos, no querrás gritar como ellos. — Si el mundo no tenía consideración con ella, ¿por qué tenerla con los demás? La bestialidad puede ser peligrosa para quien no la haya experimentado.

Aprovechándose así de ese trance, ventajas y desventajas es lo único que observa, pudiendo haber tomado el libro, pero no lo hizo, quería ver la manera en la que pensaba, sus movimientos, lo que planeaba. Ella comenzó a caminar, observando las paredes, la intensidad en la que expresaban el aura. Llamándole el olor de su sangre, era extraño percibir a esa altura la linfa, pero desde que ha interrumpido su lapso de vida muchos cambios han surgido. Pero no le concierne que tan afectado pueda resultar. Así como lo que suceda con aquella, no le debía explicaciones, y no las estaba dando, su enfado hizo que fluyera. El que ahora quieran hacerla víctima.

— ¿Solo por eso? No lo creo, después vendrás por más, y así sucesivamente, no tendrás límites. Pareces novata, —se giró en cuanto un ruido se notó, poseía un semblante preferente al que Casstronaut suele acudir para pintar. Solo que le hacía falta alguna amputación o deformidad para que eso sucediera. Una inusual belleza pero no tan grotesca. — Soy Casstronaut, una moldeadora… — ¿por qué se lo dijo? Solo para hacer más largo su tormento, aumentaban los truenos, una tormenta se avecina y nadie podrá escapara de ellos. Y ahí se demostrará que no hay semejanza una con la otra.
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Mensaje por Rem Lehnert Vie Dic 23, 2016 4:37 am



Y de pronto, envueltos en angustia, sus labios comenzaron a susurrar a aquel espíritu. «Madre, madre…» La bruja había hundido su cráneo entre las manos, deseando que la escena como tal desapareciera. «Madre, ¿dónde estás?» Palabras de timbre quebrado y ojos hinchados, ¿es que existía la mera posibilidad de ilustrar el sentimiento de una mente enfermiza? Un ser cuyos filamentos se componen de tristeza e ira, pero siempre, siempre un poco más de esta última. La vileza expuesta no sólo en sus ataques, sino en sus miradas, en sus silencios. Misma que no es capaz de controlar, pues fue entregada al yugo de aquel parásito, a que carcoma su carne, cuando esta era aún tierna; un trastorno, desconocido por la comunidad científica, corrompiéndola. Sería siempre la niña del sótano.
Su pulso nervioso estaba lejos de estabilizarse, así como la presión sanguínea iba en aumento. Siendo presa de un desorden nervioso, no poseía voluntad como para ver la secuencia de su alrededor. Los muebles empezarían a correrse de sus respectivos lugares, así como las puertas vidriadas de la estantería comenzarían a vibrar. Todo era, desde luego, producto de la energía que emanaba su cuerpo, una que nunca lograría comprender, muchos menos manejar.

Sólo entonces despertó del extraño estupor cuando sintió desplomarse el estante en el extremo derecho del recinto, sobre el cual, inevitablemente, cayó una de las bujías. La llama que instantes atrás amenazaba con extinguirse comenzaría a consumir con increíble voracidad varios de los volúmenes que allí se encontraban y, acto seguido, cesaría todo el movimiento. Quien no hubiese acontecido el episodio sugeriría que Rem era el sujeto de una experiencia hipnótica. Sus ojos atendían muertos — y sin embargo con notable espanto — a la llama, mientras negaba repetidas veces con la cabeza. Giró entonces su débil cuerpo para el lado contrario, apoyando las manos sobre la alfombra, para luego vomitar sobre esta un líquido traslúcido. Esto no era más que el fruto de su constante estado de inanición, en contrapeso a la sobrecarga de energía que había experimentado inconsciente. Y de sus mandíbulas, aún abiertas, brotó una voz de extraña resonancia, oyéndose áspera y grave, casi ininteligible.
—Maldita enferma… ¿Dónde están ellos?... Pues yo tengo los míos —sentenció, aludiendo a las supuestas almas del hospital, como si quisiera hacerla culpable. Por primera vez en aquella tarde su mente dio indicio de retratar pensamientos de extrema crudeza hacia la bella y famélica estatua, que parecía condicionar sus palabras en pos del efecto que quería causar sobre la hechicera, o así ella lo sentía. A diferencia de otras oportunidades, anhelaba colocar las manos sobre esta, ensañarse de manera quizás grosera, sin emplear los habituales mecanismos ceremoniales que elegía para sus víctimas. Aún así fue inevitable. Era imposible que el fuego no se prestara para semejantes fantasías. Deseaba lanzarla sobre la materia ígnea, para contemplar la descomposición de la carne ante la combustión. Mas no contaba con las fuerzas. En vista de ello, dejó caer por completo su figura; irracionalmente, en ese momento, no le importaba tampoco ser devorada por las brasas. Todo se había vuelto inútil, empero, la mujer aún ocupaba cierto grado de sugestión en ella. Mucho más cuando aclaró parte de su identidad.

Casstronaut, la moldeadora. «¿Moldeadora?» ¿Qué significaba ser moldeadora? Porque para sí misma sólo se podía prestar a una interpretación, y hacía referencia a la psiquiatría. ¿Es que tendría la facultad suficiente para explicar el fenómeno que padecía, y que tanto había buscado? No era de extrañarse la inconexión de sus ideas, pero tampoco era conveniente indagar su convergencia.
Cuando intentó dirigirse nuevamente a la mujer, nació de ella una tos seca y violenta, que la interrumpió en primera instancia.
—Sus pacientes… ¿Ha tenido éxito?


Última edición por Rem el Jue Mar 02, 2017 1:32 am, editado 3 veces


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Die Reflexion der Hoffnungslosigkeit [Privado] Empty Re: Die Reflexion der Hoffnungslosigkeit [Privado]

Mensaje por Invitado Miér Dic 28, 2016 6:36 pm

Parece que los espíritus están molestos, pero no actuaban de aquella forma calma, no, era ella, algo extraño podía percibir de ese templo, su mirada, la manera en la que sus manos se aferran a su cabeza, enloquecía, el miedo lo conocía a la perfección y en ella lo veía con claridad. El clima furioso sigue golpeando entre esas cuatro paredes que hacían temblar el piso, el yacimiento estaba debilitado, estaban en la ruina del hospital, una zona frágil que yacía abandonada por alerta de un derrumbe, pero, no solo el suelo era la preocupación, los vidrios temblaban, chocaban con la parte que eran sujetados y de ahí los pocos muebles se movilizaron. No eran esos espíritus, porque ellos le avisan a la leucémica para que saliera. Y esta vez, ellos miraban, merodeaban el lugar extrañados de mirar a Rem, ella estaba maldita. Solo aquello comprendía entre los murmullos de estos, señalándola. Llamándola bruja, debía de ser llevada a la hoguera. Como ecos traídos del pasado, perturban a su acompañante, susurrando los fantasmas que la asesine. Más era evidente que predilecta palabras bajas, ¿estaba hechizando? ¡Maldita sea la bruja! Casstronaut observaba esos labios, trataba de interpretar lo que murmuraba, ira, tristeza, negrura, era ella. Sin en cambio la leucémica no abandonó el poder de sus palabras, seguía torturándola como los truenos continuaban. Mezclando el sonido de artefactos metálicos que caían, ecos sonoros se producen, la madera de los muebles siguen chocando y ella eufórica grita. — ¡basta ! —, y en calma quedó todo, haciendo señal con la mano a los fantasmas para que se alistaran y atacaran. Pero aquella ingrata se atrevió a manchar el hogar de los muertos, el ver cómo sujetaba la alfombra que desmoronándose ya estaba y su vómito. Una deformidad en su voz, como si se tratara de una posesión. Se unió en una befa, comenzando a apagarse y prenderse el poco fuego que alumbraba el lugar. Estaban furioso los espíritus que protegen su templo, había señales por doquiera de sus presencias, como el sonido ensordecedor que provocaron, soportando un poco la enferma porque también a ella le perjudicaba hasta que empezaron a hablar en su vieja lengua, siendo maldiciones para Rem. — ¿Quién es la maldita enferma? Asquerosa bruja, que vengan a protegerte, porque los míos quieren que te largues y si no te mataran. — alzó las falanges, destellando luces por la situación de los relámpagos. Descendiendo las mismas, estaban furiosos de que fueran insultados en su territorio, nadie se metía con ellos. Y su error fue que no pidió permiso para tocar lo que les pertenece.

¿Qué tan enferma podía estar aquella bruja? No por su magia es que se ha envenenado el ser, ella misma se está destruyendo que parecía magnífico como la naturaleza ataca. Y la demente hablo, emitiendo una sonrisa donde se reconoce la satisfacción de su labor, esa pasión que le genera, y la fortaleza que le brinda para continuar. ¿Que si ha tenido éxito?; — Por supuesto, he sido la salvadora de reyes, soldados que van a la guerra, mujeres deformes, y de seres que se desfiguran a diario algún segmento. ¿Que si he tenido éxito? No por algo me busca la inquisición, ellos lo llaman aberración, yo lo llamo avance. Mi satisfacción se halla en la satisfacción de mis pacientes, ellos, todos los que han venido a buscarme, son producto de las maravillas que ocasiona el conocimiento—. Eso es lo que justamente llama moldear; realizar una estética en el segmento mal formado. Inclinando la cabeza hacia el otro lado, esperando que se calmaran, era mejor dejarla ir, claro sin evidencia de ese lugar, que matarla. Ya estaba en sus propias manos su vida, o aprendía a respetar estos espíritus, o terminaría por el camino oscuro.
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Mensaje por Rem Lehnert Lun Ene 30, 2017 2:17 am

Todos, absolutamente todos, incluso aquellos de espíritu benévolo, deben cruzar al menos una vez la línea de la afabilidad; y quien sino ella para deleitarse con la trasgresión de lo correcto, aún cuando el sujeto no lo represente en todas sus vertientes. En sus ojos, Casstronaut simboliza el arte de la podredumbre. Quizás por ello se había empecinado en sonsacar la mente que orquestaba sus discursos, la insistencia con los espíritus. Sus labios trazan una sonrisa cínica luego de oír aquel calificativo; una devolución espejada, lo había conseguido. Ambas eran hijas de una heredad maldita y repulsiva. Las alemanas debían ponerse a merced de sus enfermedades.

— Soy una asquerosa bruja. Usted está maldita, y está enferma. Suscitar con la realidad, ¿debería inquietar? —En sus palabras está presente la sorna y el entusiasmo. La injuria proferida, así como las posteriores declaraciones, la incitaban a ello. No puede explicarse qué es lo que guarda su mente en ese momento, pero puede decirse que su ira nuevamente ha desaparecido. ¿Era esto coherente? Desde luego que no, pero estaba sucediendo, y era mejor rendirse al intento de comprender los mecanismos que su cerebro utilizaba para llegar a una conclusión. Tal vez el desencadenante de semejante cambio fuera la elocuente descripción que la desconocida brindaba para un oficio como ese.

Su cuerpo iba ganando energía. No habría pasado más de un minuto antes de que buscara levantar el saco de huesos de su sitio. Al dar sus primeros pasos caería al suelo, logrando frenar el impacto con las palmas de sus manos, raspándolas. Pero esta vez no se detuvo. Sin importarle demasiado, se alzaría una vez más, insistiendo sobre su inexistente corpulencia, consiguiendo finalmente llegar hasta ella. La tomaría del rostro con ambas manos, ejerciendo sin querer un poco de presión como consecuencia de su debilidad física.
— ¿Seguirá con sus espíritus? —preguntó con sonrisa decadente—. ¿Por qué no sólo me dice que quiere los tomos para usted? O quizá quiera ser el espíritu guardián... Sé compartir, Casstronaut —susurró aquello último, desviando la mirada a sus labios. Aludiendo a las teorías de su accionar, se entendería que no sentía deseo alguno por la mujer, más que el capricho mismo de causar rechazo.
Y entonces se separó, bajando una vez más la mirada. Fuera quien fuera, el acercamiento no dejaba de ser despreciable. Desde allí podía entenderse porqué se manifestaba a sus víctimas una vez que estuvieran inmovilizadas; de lo contrario, el intento por aflorar la apatía en el otro terminaba siendo pusilánime. O al menos no causaba el efecto deseado. Había que admitirlo. Sus ademanes podían resultar cobardes, patéticos.
En su defecto buscó concentrarse en lo que le interesaba.
— Reyes. ¿Reyes? Bien, muy bien. Si ha tratado con reyes debe ser buena. De lo contrario ya hubiese muerto. Eso es… muy bueno. —Asintió con la cabeza.
» Entonces sabrá lo que tengo. Le pagaré —continuó, sin devolverle la vista. La tormenta comenzaba a cesar, y esto, por fortuna, le permitía enfocarse un poco más en su propio planteo—. Yo siento algo. Tengo algo. Quise matarle. —Aún quería— No sé por qué. Me han dicho que es un problema de aquíse señaló la cabeza cual niña pequeña—, entonces quiero saber qué es. No le… haré daño. Y le pagaré.
Debía enfatizar eso último. Asesinaría a quien fuese para conseguir el dinero.


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Mensaje por Invitado Vie Mar 10, 2017 11:07 pm

¿Maldita? La enfermedad no era aquello, no con ella, era peor, un caos inmensurable e inatacable, mientras que la brujería, esa se acaba matándola, prendiendo fuego a esta, mientras ella, aun en muerte la enfermedad se propaga, siempre subsiste en el mundo, jamás se extermina, eran totalmente diferentes, pero aquella oso asemejarse. ¡Que barbarie, que calumnia! Bien, podría cambiar roles, si, hubiese preferido ser maldita que conllevar aquella agonía, prefiere que le llamen bruja, a leucémica. Tan distintas, tan incompatibles. Si, debe estar entusiasmada, nadie le extingue su existencia, no está en peligro inminente. ¡Pobre farsante! El fingir una enfermedad, eso no es ella. Retrocediendo, evitando que la mentira le alcance, si pudiera darle una patada lo haría, más su vigor es escasa, es inestable su cuerpo. Ella cae, pero no siente compasión, desea que se destrozara las rodillas, que le cortaran los pies para que evite levantarse, más intenta, y ahí la tiene. Cerca, poco a poco, herida por la caída, demostrando a Casstronaut que estaba en lo correcto, pues ella ya en la primera caída ya no se habría levantado, si, se arrastraría, pero las condiciones en las que se hallan son distintas, y ante su forcejeo, el único movimiento fue aventar sus horribles manos de su rostro, molesta, todo lo que hace no es más que hacerla enojar. Jamás había desdeñado a alguien, a tal magnitud que solo pensaba en destrozarla, en vez de arreglarla, arrancarle la piel en vez de restaurarla. ¿Por qué?...

— Enferma, maldita, inquietar… Es mejor que no hables más, dejad en paz a los espíritus, “mis espíritus”. No comprendes nada, estás inmersa de necedad y sin raciocinio, no estoy aquí por ello; los libros. Guardiana, término que emplees, no es de tu incumbencia, si en espíritu me incluyes, dejad las cosas en su lugar. No es por compartir, aquí se le ofrece a aquellos que hablen con sinceridad, mas tú, no has dejado de ofender, ¿por qué deberían compartir con quien ha sido grosera? No soy yo la que protege.

Separadas, la elegancia de su habla sin razón de ofender, más entre unas palabras la seguridad de que no permitiría que se los llevará era plena. Sin sentir algo por el elogio, sabe quién es ella, sabe de su trabajo, orgullosa esta, y valiosa ante todo, claro sin perder lo que tanto le caracteriza; su fragilidad. Más, su expresión cambió totalmente, una demente que vuelve a su razón y después pierde el juicio y así sucesivamente. Mirando en dirección a su cabeza en cuanto quiso enfatizar. Eso era todo, la bruja enloqueció y busca su mente. No la culpa por estar desesperada y creer que ella le ayudara, ¿qué le hizo pensar en ello? Ella moldea malformaciones, no un vacío mental, ni un órgano en especial, el cerebro es sorprendente, y aunque ambicionaba con verlo, tratar de entender, no sería con ella, sino con un muerto, y solo por el hecho de ver su caja, el cráneo mismo para modificarlo. Siendo una pérdida el dinero en esas circunstancias. Con la cortesía que hubiese anhelado ella cuando cae en su estado agónico le informo, no podía hacer nada por Rem.

— No soy la persona que tanto buscas, y en este lugar no hallarás la cura, he dicho que moldeo, transformó las malformaciones, pero tú, tu mente se debe tratar con quien tenga el poder de la comprensión del cerebro. Lo más sutil es que acudas al sanatorio mental. Puedo llevarte, más no puedo ofrecerte algo que no es de mi saber.
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Mensaje por Rem Lehnert Mar Jul 25, 2017 8:48 am



Al ser empujada, el único gesto que tuvo con ella fue el de una sonrisa desganada, una que muy pronto se esfumaría. El contenido en el discurso de la mujer se volvía, hasta cierto punto, inocuo, carente de sustancia. El tono de la voz de Casstronaut se volvía amorfo; Rem frunció el ceño. Llegaba a sentirse ajena a la situación, incluso al argumento que ella misma le había dado segundos atrás. La mirada de la bruja pronto comenzó a deambular por el lugar, posando esta sobre puntos ciegos, pertenecientes a la negrura que la luz, ahora casi inexistente, no alcanzaba a alumbrar. Probablemente fuera consecuencia del cansancio del que aún no se había recuperado. ¿Qué resta decir del afán que pudiera tener por lastimarla? No había que sonsacarlo mucho; seguía allí, pero de momento este era tan débil como su cuerpo, otro rastro de la carcoma.

—No soy la única sin raciocinio, lo sabe. Y si no lo supiera, ¿qué más da? A mí no me importa, y es evidente que a usted tampoco. ¿Y qué más da... —Hizo una pausa. Cerró los ojos, y volvió a suspirar —la interpretación que puediera usted darle a mis intenciones? Y... los espíritus, ¡qué más da!

Jamás podría haber sido consciente bajo aquel estado de lo que causaba en la mujer. Su molestia se manifestaba en su rostro, y sin embargo Rem no era capaz de verlo. Y si existiera esa posibilidad, esto tampoco hubiera cambiado su ánimo, mucho menos sus intenciones. Y allí estaba. Se había vuelto hacia quien tenía enfrente, como si en el fondo quisiera descifrar qué demonios le estaba queriendo decir. Su primer reflejo fue sentarse sobre el suelo con las piernas entrecruzadas.

—¿Usted dice? —añadió con cierto desdeño, bajando su cabeza. Hizo una pausa, como si en verdad lo estuviera considerando, mas de ella terminó naciendo una risa que, eventualmente, se volvería más sonora. Sus ojos ahora se mostraban vidriosos. Levantaría entonces la cabeza, buscándole una vez más—. El sanatorio mental. Trabajo allí, ¿puede creerlo?
»¿Conoce los métodos que utilizan? —
agregó entre dientes—. Canallas, ellos lo han causado.
Tan pronto como lo dijo, notó su error. Había evidenciado su empleo frente a una desconocida, y esta había sido testigo de un episodio en el cual la bruja se había expuesto más de la cuenta. La expresión de su cara había cambiado. Aún desorientada, miró hacia cada rincón con preocupación. No había nadie más allí, debía asegurarse una vez más de ello.
—No me interesan los libros, ya no me interesan, ¿de acuerdo? Y no trabajo en el sanatorio, he mentido. ¡He mentido, y ahora váyase! O ayúdeme. —Esto último había resonado muy bajo, como una débil esperanza, siendo que había escuchado la negativa ajena. Ya no pudo devolverle la mirada, puesto ni siquiera podía valerse de su error a costa del homicidio.


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Mensaje por Invitado Dom Oct 01, 2017 1:13 am

¿Qué más da? Derrotadas palabras, sin aliento, sin motivación, desvaneciéndose lo podía observar, y en esa imagen capturada, una ardiente herida que se infecta ve, cargada de dolor y rabia, resignación, el dolor y desgracia color marfil, tan miserable es, como ella una noche suplicó, rogó y gritó porque le salvarán, era la misma imagen, la misma sensación; el deseo, la esperanza que espero que alguien le brindara, así del mismo modo que un día fue como ella. ¡Pero jamás se dio por vencida! No, esa es su gran diferencia, huyo de las palabras de la muerte, le gritaron hija del demonio, acusada por herejía, y todo por su legado hecho gloria, de la esperanza hecha fuerza, de la fiereza por la vida, por las bestiales ganas de vivir, y que aquellos que por temores no se enfrentaban, ella y su mentor ofrecían guerra al mundo, tanto como interna como externa. Pero, con ella, con Rem, era totalmente distinto, la demencia no tiene cura, y en cambio a ella, nadie se aprovechó de su estado, (o a menos eso dedujo) y en la leucémica, siempre el trueque era necesario, se aprovecharon de su enfermedad para sacar ganancias ajenas, por eso es como es ante ella, la crueldad le hizo modificar su carácter. Todos quisieron lastimarla, y ella al tocarla, lo hizo, porque así como luce, un simple roce en sus condiciones es un fatal golpe para su sentir. Porque es débil cuando de la sangre no se llena de vigor, ese es su secreto, sobrevive de la linfa de un inmortal. Y ahí la negrura radico, ella hizo énfasis en el raciocinio, pero…

— Sé más de lo que es permitido, pero temo contradecirte nuevamente, no soy yo quien está perdida, ya muerta a este punto, porque sabiendo lo que soy, te estas exponiendo a que ahora mismo saque provecho de ti, puedo matarte y nadie lo sabrá, y ellos, apoyándome estarán, no quieren que te ayude, eres un mal. Tu magia, y lo que representas mataron a unos de ellos. Pero, ¿cómo ayudar a alguien que ni luchar sabe consigo misma? Unos me tuvieron lástima, pero si en verdad la hubiesen conocido, sabrían que no deberían de haberla tenido, más en cambio en ti, ellos te la tendrían sin duda alguna.  

Pero seguía ahí, la demencia modificándose, burlándose una sensación de otra, escuchándola, porque hasta los cuerdos son los que gritan las verdades más profundas, situándose los espíritus detrás de la leucémica, susurrando palabras unas tras otras, dirigidas a ella, que es por ello que le negaron los libros, sin ser sorpresa que sea su área, todos se vuelven cuerdos en su medida de habilidad, y de métodos, ¿por qué preguntarle a alguien que es un monstruo con cada instrumento empleado? Mala elección, no debió de hacerlo.

— Es la manera de controlar lo incontrolable, el dolor es la única arma para mantener la estabilidad emocional, tuviste que haber colapsado para que ellos lo emplearan, la energía que fluye en el cerebro debe de chocar con otra más potente, sentido opuesto para eliminar lagunas, lagunas mentales.  

Enfatizo, conocía de ello por lo vivido en su país, Alemania; era una ciudad de horrores, pero a base de ello aprendió maravillas, sorprendentes saberes que no hacían sentir una debilidad alguna por lo que estaba pasando esa bruja, causándose por su contradictoria situación, ¿qué podía hacer con ella? ¿Matarla, explorar su cuerpo, aprender más? …O, ¿dejar que la hallen para que la maten? Pero tan pronto pensó en sacar ganancia, la memoria de su mentor fluyo, y con él sus palabras que le han salvado de peores situaciones, ayúdala

— ¡Guarda silencio! ¿Aún no comprendes la magnitud del peligro que corres en mis manos? Estás a salvo allá con tus creadores, un rayo no es tan doloroso con lo que ni te imaginarias lo que podría ejecutar contigo. Pero dado que llegaste aquí, no puedo dejarte marchar como si nada, y el largarme es algo que no tienes derecho a pedir, cállate y escucha. Si quieres mi ayuda, tienes que hacer algo por mí, solo así podre al menos buscar un poco de ayuda para tu cerebro. ¿Y qué es a cambio? Dame tu mejor oferta, mi posición ya la conoces, es tu elección si la tomas o la dejas.

Aguardo frente a ella, con los brazos cruzados, o al menos en ese intento, no podía posar uno del otro, le afectaba en su circulación, y quizás se vio una bestia en su habla, pero la crueldad debe conocer para poder sobrevivir en el mundo de la leucémica, si es que continúa deseando ayuda. Pero ella habló, decidió alejarse, hizo lo correcto porque a lado de ella solo buscaria mas sufrimiento, ya que ella experimentaria de ser así por encontrar transformaciones de la piel, la reconstrucción ya superó los valores, y de la humanidad. Y es así como defendió ese viejo hospital, los espíritus por esa misma razón la eligieron a ella, nadie más que ella podía cuidar lo que todos arrebatan con hipocresías. Por lo que se cerraron las puertas tras salir esta, una magia inexplicable pero maravillosa para guardar los tesoros de ahí.  



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