La vida vampírica en este siglo

Recuerdo del primer mensaje :

Me muevo entre las sombras, La noche a regañadientes va descendiendo sobre París, pero la penumbra ya se va asentando en todos los rincones, dándome espacio para deambular ya por las calles de los vivos. Debo andar con precaución, usar la mínima cantidad de energía posible en cada movimiento para no levantar las alarmas de los lycan que patrullan todo Paris.

Ajenos a estos hechizos que me permiten ocultarme de sus agudos sentidos continúan su implacable búsqueda de vampiros. Los reportes son confusos, pero parece que es igual en todas partes.

La guerra estalló y fue fulminante. Nosotros perdimos. Engreídos como nos habían enseñado a ser  nuestros amos, no nos preparamos para enfrentarnos a los hijos de Gaia. Desdeñamos sus talismanes y rituales por considerarlos primitivos. Nos burlamos de sus alianzas con su parentela humana, que al final fueron más fuertes que nuestros sobornos de poder. Fuimos vencidos y masacrados, y ahora somos perseguidos.

Pero no nos han destruido totalmente, los que resisten, lo hacen ocultos como yo entre las sombras, pero eso puede cambiar. Rahman ha hecho contacto, se supone que lo encontraré en un lugar llamado muy icónicamente "Luz de Velas" aunque bien podríamos llamarlo "Luz de Esperanza" ya que el avance implacable de nuestros enemigos se debe en parte a lo desmoralizados que se encuentran ahora los vástagos de Al'Ramiz ante la guerra relámpago que terminó por arrasarnos precisamente cuando más seguros nos sentíamos en nuestras posiciones.

Tras mucho deambular por la zona comercial finalmente encuentro el sitio; mucho mas pequeño de lo que hubiera esperado de mi Sire, pero por ahora conviene la prudencia.  El local clama ser un herbolario, parece estar desocupado en este momento...

- Así que aquí esta el perro guardián. "Siempre dispuesto a ayudar" y yo que pensé que nunca iba a hacer su aparición, Cannif.

Ignoraba si este vampiro sentiría alguna sorpresa al saber que ya le conozco, aunque él no me haya reconocido a mi o mi linaje todavía. Había visto su rostro muchas veces en las memorias de la Boticaria, conocía su historia, la forma en que Moira le salvó la vida; pero no sabía muy bien que clase de poderes habría heredado de Ella tras haber bebido su sangre. Hay mucho que no se todavía sobre los Antiguos.

Como sea, mi oportunidad para diabolizar a Moira estaba perdida, pues no podía gastar demasiada energía en una pelea contra dos vampiros milenarios, no cuando tenía a los Hagen Wolves pisándome los talones.

- Lamento haberle asustado Moira...  (* comienza a decir mirando a la pareja) hubiera preferido conoceros a los dos en algún otro...

Los tres vampiros pudimos percibirlo. Parecía como si haberlos nombrado hubiera tenido el efecto de invocarlos: los lycan de Hagen comienzan a acercarse cerrando el perímetro que rodea la zona de comercios. Su energía opresiva se deja sentir aún antes de que puedan percibirlo mis otros sentidos. He puesto a Moira en peligro por el simple hecho de permanecer aquí. Debía actuar con prudencia hasta no saber que planes tenía Rahman para ella.

- En verdad lamento todo esto. Los dejaré solos ahora...

"Tal vez volvamos a encontarnos" quería decirles, pero no podía asegurar que viviría para ver otra noche como esta. Afuera, mis escoltas esperan, seguramente preocupados por mi demora. Todos son neonatos, a diferencia de estos dos que tengo frente a mí, los vástagos que me siguen aún no son capaces de distinguir con claridad la energía de otros seres, pero estoy seguro que ya presienten a los Lycan y saben que nos superan en número.

Aquel inmortal parecía percibir lo mismo que a mis agudizados sentidos llegaba por todas partes, no solo en forma de olor, si no de sensaciones.
Ladeé ligeramente la cabeza ignorando las palabras del sobrenatural en las que se despedía sin demasiado tino, pues de sobra sabia que lo que se acercaba era demasiado para el.
-Te persiguen -apunté tensando cada musculo de mi cuerpo, que como un arpa recién afinada rodeaba aun la cintura de Moira.
-Bájate al sótano y no te muevas de ahí -ordené a Moira.

Sus labios se abrieron para discutirme, como siempre las decisiones, mas creo que con la mirada que le dedico basto para sentir la importancia de cumplir por una vez mi mandato sin oponer resistencia.
De un salto aparecí frente al otro inmortal dejando atrás el mostrador donde se servían las distintas hierbas, pociones y ungüentos.

No tarde en sentir el olor de su sangre, que alborotada por no solo mi cercanía, si no por la de los licantropos, ardía en su interior.
No tarde en percibir parte de us olor, ese que lo orillaba a otra vida, a otros tiempos, ese que lo convertía en “el chiquillo” de alguien a quien conocía muy bien.
-Rahman Al'Ramiz -musité sin desviar mis ojos ni un ápice para mirarlo -es tu sire

No necesite preguntar, bien conocía la respuesta. No le asociaba “chiquillos” a ese hombre, solo una tenebrosa fama de destructor que sin duda bien se había ganado con sus chanzas.
Aunque admito que su hermana, esa con la que tuvo una relación un tanto inusual, era mas afín a mis ideas, durante un tiempo llegamos a conocernos bien, aunque los celos enfermizos de “el destructor” lograron que no lo suficiente.

-¿quien te persigue? ¿y por qué? -pregunté antes de desenvainar la espada bastarda que a mis espaldas clamaba sangre, sudor y lagrimas.
Esta noche pensaba darle un poco de todo, su problema lo había convertido en el mio viniendo al herbolario del Moira, no era luchar lo que me incomodaba, yo era un mercenario y la verdad, la batalla era mi sino.
Pero si algo le sucedía a la mujer que a nuestras espaldas se refugiaba en le sótano, no solo acabaría con los lobos, si no con la vida de ese inmortal que tenia enfrente y la del mismo Rahman si se me ponía por delante.

La presencia de Erlend calmó mis miedos producidos por la presencia del otro inmortal que con sus palabras me había hecho sentir pavor. Su brazo  todavía envolvía mi cintura infundiéndome tranquilidad, confianza; esa que solo a su lado encontraba, sabiendo que sin él me encontraba perdida.
Confundida miré a Max que parecía conocer a Erlend por la forma en que lo miraba, aunque tampoco era de extrañar, mi salvador tenía una imponente reputación entre otros inmortales y mercenarios.

Negué con la cabeza tratando de quitar importancia al asunto ahora que parecía que la velada llegaba a su fin; esperando que de un modo u otro la idea que me había formado Max de esa guerra que parecía existir en un mundo paralelo, desapareciese de mis recuerdos, como esas fugaces pesadillas que nos atormentan durante días para luego esfumarse de la misma forma en que habían llegado. Pero su despedida fue interrumpida por una amenazante situación que nos envolvió a todos.

Miré a Erlend de reojo. Él también lo había percibido y por su gesto, no se auguraba nada bueno. Juraría que eran lobos los que rodeaban mi herbolario; pero no lobos cualquiera que acuden al local por casualidad. Aquellos tenían una misión, un objetivo claro, el inmortal con el que llevaba rato platicando y que había llevado al enemigo a mi hogar sin darse cuenta.

Tragué saliva asustada cuando Erlend me ordenó que me escondiese en el sótano; tentada a oponerme busqué su mirada, pero al ver sus ojos, me percaté de que no estaba en posición de renegociar mi posible ayuda frente a los lycan, y por una vez, esperando que no sirviese de precedente, obedecí a esos ojos suplicantes.

- Ten mucho cuidado, por favor.- susurré frente a sus labios, preocupada por lo que pudiese pasarle por haber pasado a formar parte de mi vida. Prometo que no sé como lo hacía, pero siempre terminaba metida en problemas de los que Erlend siempre acababa sacándome.
Un dulce beso en su cuello fue mi despedida antes de marcharme con dilación hacia la parte de atrás de la tienda, donde aquella habitación que tenía preparada y que en ocasiones ejercía de mi dormitorio, nos mantendría a salvo en el caso de que las cosas se pusiesen feas.

La escena que contemple me impactó terriblemente. ¡La Boticaria obedecía al Mercenario como una oveja asustada! ¡Ella que guarda en su sangre el poder suficiente para aniquilar a todos estos lobos! Definitivamente no podría asumir el mando de la resistencia si ante el peligro reaccionaba como lo hacía.

Todas estas evidencias parecían apuntar a que el plan era tomar el poder que hay en su sangre para mi, y Cannif sería un obstáculo a sortear para alcanzar aquel arcano poder.

-Es una jauría de Lobos que se ha tomado la comanda de purificar parís. Son todos vástagos de Hans Ivanovich Hagen.

Extraño resultaba el comportamiento del vampiro, tan solícito a entrar en combate, somo si tuviera prisa por estar de nuevo frente a la Muerte Definitiva aquella que se ha reflejado en sus pupilas tantas veces, de acuerdo con los recuerdos de Moira.

- ¿Qué sabes de Rahman? - le pregunté cuando Moira desapareció tras las puertas del sótano sin siquiera despedirse, demostrando así que a pesar de tener miles de años, no había aprendido los modales refinados de esta cultura francesa...

Tratando de aparentar la mayor calma posible, tomo mi sombrero y me dispongo a salir del local, deteniendome un instante a acariciar el mango de la puerta, esa madera tan suave y deseando haber podido al menos tocar las manos que adivino suaves y delicadas de aquel hermoso y antiguo cuerpo, preservado por la más oscura de todas las mágias conocidas. Dudando si debía decirle algo a la fugitiva que apenas había tenido oportunidad se había escondido tras la mirada adusta de su perro guardián.

- Tengo un pequéño ejército de Ghouls rodeando el perímetro cuya orden es resistir a los Hagen hasta el último aliento de vida.  Eso bastará para comprarme un poco de tiempo, guara tu acero para cuando sea realmente necesario - - Dije para tratar de calmarlo. Enfrentar a los Hagen el sólo era una señal de su gran valor, pero también de su enorme ignorancia de la desventaja en que se encuentra contra de esta jauría. -  Dime lo que sepas del viejo y me iré de aquí. Los lycan no tienen nada en contra de ustedes. No los molestarán.

Los Theurge insisten una vez más aunque saben que no les estoy escuchando. Dicen que hay vampiros antiguos y peligrosos en esa herbolaria. ¿A que le temen? Lo urgente no deja tiempo para lo importante, el cabecilla de la resistencia se ha puesto a merced nuestra.

La ahora se levanta, su luz esta sobre mí y me da poder. El lobo desea salir mas le contengo dentro de mi cuerpo; pues aún no es tiempo de liberar su furia. Lo que espero es una confirmación, pues a través de los ojos de nuestra parentela hemos visto lo que ocurrió en aquella reunión.

La mujer vampiro a la que Stirner acudió se ha ido y nuestro enemigo se dispone a salir a la calle. ¿Acaso te han dado la espalda tus camaradas Max? No necesito ver más para saber que este es mi momento. Cuando veré finalmente consumada mi vengaza contra los vástagos de Kayyam.

Es ahora que puedo dejar la fuerza de lycaon nacer nuevamente de este cuerpo humano que decae a cada instante. Emerger del Lobo, poder eterno de Gaia para obtener de ella la fuerza, pero sobre todo la velocidad que me permitirá alcanzar con estas zarpas a desgarrar todo vestigio de Al'Ramiz y su estirpe. Me siguen algunos reclutas que quieren demostrar su valía, se trasnforman también y se lanzan a la carrera detrás de mí, pero esta no es su pelea. Stirner y yo tenemos asuntos pendientes; los lobos más antiguos entre mi jauría lo saben y esperarán a que llegue antes de atacarlo.  De quien se da cuenta antes que yo llegue es de los Ghouls.

Sus cadáveres quedan en el piso un momento antes de volverse arena y sal. El bastardo, además de la usual dotación de gañanes usa sin pudor a mujeres jóvenes, ancianos. Esos son sus sebos, las almas que primero drena de vida y luego convierte en marionetas perversas con las cuales nos intenta bloquear el camino. ¡Cosechador de dolor!  tu labor se termina hoy.  Nadie más morirá en tu nombre Nadie mas que tú.

El tiempo se cierra sobre mi. ¡Por cuanto tiempo he logrado hacer creer que estaba aún bajo control!  Puedo sentir desde esta distancia a Hagen asumiendo su forma de combate.  El poder que la Luna le otorga esta noche a su clan es tan intenso que invade por oleadas toda la zona comercial de París. Todas las criaturas vivas a kilometros a la redonda eran capaces de percibir en alguna forma esta emanación de energía por que de todas ellas emanaba como respuesta otra energía, sutíl y constante, creando una variación organica, como el canto de los grillos por la noche.

Toda esta energía convocada aquí por las distintas familias que conforman el clan Hagen no podría ser enfrentada con exito. Los Ghouls que esperaba fueran una distracción no sirvieron para demorar a la vanguardia Loup-Garou. Aquel último brío de mi oscuro poder se desvanece dolorosamente en el aire calcinado bajo las antorchas de la parentela humana de Hagen.

¡Todo en vano! pues Al-Ramiz, si aún anda por ahí no se ha dignado a aparecer. Sus parientes, o conocidos, para el caso, da igual, le niegan con un silencio penoso. -  Sus razones tendrá para guardar silencio monsieur - Donde esperaba encontrar apoyo he encontrado temor y recelo, donde esperaba encontrar una guía he encontrado solo silencio y miradas severas. Tan poca empatía por parte de estos otros vampiros, no debería sorprenderme en absoluto, pero me ha dejado con una sensación endefinible de estupor, dificil de superar y por demás peligrosa en estos momentos críticos.

- Au plaisir de vous revoir - debo escapar mientras aún me queda tiempo.  Como dijera mi sabio gurú Epoch- el -Montaña: "Mientras el aire es nuestro" .  Y eso fue lo que encontré al ir abriendo la puerta.  Un aire violento que me recordó sin piedad que no estabas aqui... ¿Que fue de aquella enorme, tan informe Pululación en negro de lo hondo? (* Bajo las soledades estrelladas) ¡NO IMPORTA! ¡Las estrellas insignes! Las estrellas no miran nuestra noche sin arcanos. ¡Muy tranquilo se debe estar en aquellos oscuros lugares! La oscura eternidad - ¡oh! - no es un monstruo Celeste. Son nuestras almas invisibles las que conquistan su presencia entre lo tangible.

- Apres moi le deluge! -

Cuando finalmente estuve frente al vampiro pude ver como, blandiendo dos lanzas de broncínea punta, desafiaba a los más valientes lycan a que con él sostuvieran combate. Al verlo venir con tan arrogante paso hacia el frente de mi tropa, me sentí como el león hambriento que ha encontrado un gran cuerpo de cuervo o de cabra montés y se alegra y se detiene a devorarlo, aunque lo persigan detrás ágiles perros y robustos mozos. Así me engrandecí de ver con mis propios ojos al deiforme Stirner - figurándome que podría al fin castigar al culpable de tanto sufrimiento - y al momento salté al frente de mis lobos mostrando las zarpas.

Pero Stirner, cuyo aspecto era semejante al de un dios, apenas me distinguió entre los combatientes delanteros, sintió que se le cubría de nubes negras el corazón y para librarse de la muerte, retrocedió hacia las oscuras calles de París. Igual que aquel que descubriera un dragón en la espesura de un monte, se hecha con prontitud hacia atrás, con las carne trémula y se aleja desapareciendo entre las sombras, dejando un rastro a miedo tras de si que no es dificil de seguir.

Lo acorralamos de nuevo en un callejón, parecía estar esperando, quizá que llegasen a su auxilio sus vástagos. Nunca lo sabré. Balbuceaba algo que no supe definir, muy probablemente un hechizo de protección que retrasara de alguna forma lo inevitable. Era demasiado tarde, los Theurges sellaron toda la zona comercial contra la magia de Al'Ramiz.

Stirner no merece la muerte, es un castigo demasiado simple, pero arriesgarme a dejarlo con vida para que sea rescatado por su parentela es un lujo que no puedo darme. El es la pieza clave de la Resistencia en París, ¡el último vástago directo de Rahman!

Es apenas un ejercicio de voluntad el invocar a mis manos el fuego de la ira de Gaia, mis garras iluminan la penumbra al tiempo que descienden sobre el cuello del vampiro a velocidades superiores al sonido que precede al golpe, seco, preciso.

La cabeza de Max, cae al suelo, el cuerpo se derrumba poco después a su lado, inerte al fin.

Veo a Max salir del herbolario a toda velocidad. Tenso el gesto ,se que esta rodeado de licantropos, pero  antes he de asegurarme de que Moira esta segura allí. Arranco el mostrador y lo arrastro hasta la entrada del almacén haciendo allí una barricada.
Supongo que sera suficiente dado que persiguen al inmortal para que esta salga ilesa de este encuentro.

La puerta ruge cuando mi cuerpo la atraviesa a toda velocidad, perdiéndome así por las calles de París. Cargadas de magia me cuesta usar el don que poseo para rastrear, mas tras unos cruces de caminos llego a un oscuro callejón.
Sorteo varios lobos, que fieros atacan sin pensar la piel del inmortal.
Sonrisa ladina en mi rostro oyendo los cuervos sobre mi cabeza graznar.
Hoy parece que el Valhalla ha decidido abrirme las puertas, mas mi Valkiria esta en casa y no con Odin. Lo siento pero no sera hoy el día en el que acuda a la gran cena.

Desenvaino la bastarda que chirría metálica ayudada por el trueno que Thor lanza desde los cielos.
La tormenta arrecia sobre nuestros cuerpos que ahora iluminados por los rayos quedan ocultos entre las luces y las sombras.

Max al fondo se defiende sin tregua, lobos, carnaza peluda inmunda dispuesta a desgarrar la inmortal sin darle ninguna oportunidad.
Gruño desde la entrada del callejón sajando los jirones de carne de esas bestias que caen al paso de mi acero casi sin darse cuenta.
Carmesí que enrojece mis ojos al resbalar por mi espada, monstruo sanguinario que queda suelto en ese estado.
Poco queda del vikingo demasiado del inmortal.
Sin Adaline a mi lado la muerte es mi única bandera y hoy la ondearé con violencia.

Frente a mis ojos uno de los lobos, el de mas fuerte Aura saja la cabeza de Max al que parece ya no quedarle fuerzas para continuar. Interpongo mi espada en su camino, lo empujo hacia atrás mirando el cuerpo del vampiro caer a mis pies, aun queda una oportunidad, su cuello rebanado a mitad.
Sangre, necesita vite y no precisamente la de los lobos del lugar.

Gruño manteniendolos a raya, mientras me agacho, mis colmillos sajan mi propia muñeca acercándola a la boca de ese que no es mi vástago si no el de otro.
Pocas veces he compartido mi vitae, mas hoy es necesario.

El enemigo yace vencido, pero no puedo aún respirar tránquilo pues un gólpe se escucha de pronto, lo que fuera la puerta del pequeño local es ahora un montón de astillas.  Y mientras el fino sonido de la madera viene cayendo al piso, algo mucho más velóz sale disparado del Herbolario.

Uno de los dos Antiguos que se encontraban en el lugar ha salido a enfrentarnos. Antes que pueda voltear el rostro ya ha cruzado el espacio entre nosotros, me aparta, casí con delicadeza. ¿Por qué hace eso?  Tras de mí, los aullidos de los jóvenes lobos que intentaron cerrarle el paso revelan que la espada que porta los ha herido a una velocidad que no han podido superar.

¿Porqué entonces detiene sus pasos al estar tan cerca de mí? Me aparta del cuerpo del vampiro sin hacerme ningún daño, como se apartaría una libélula del rostro de un hijo amado. E inclusive, para hacer más bizarro el cuadro, ahora se abre las venas y derrama su sangre sobre el cuerpo inerte. Tuve que hacer un esfuerzo supremo para no reir en la cara del Antiguo, pero la risa quería explotar por la locura, por los nervios, por pura tensión contenida.

En lugar de eso pregunté con la voz afectada por la impresión, aún tratando de evitar cualquier conflicto con otro Antiguo. (* ¡Demasiado sudor, lágrimas y sangre me había costado matar a Al'Ramiz!)  -  ¿Que crees que haces? - Sabía muy bien que una vez separada una parte del cuerpo de un vampiro, esta no podía unirse de nuevo, por lo tanto al cortar la cabeza de un no-muerto, el flujo que mantiene vivos a estos seres es destruido. ¿Acaso intentaba reunir la cabeza con el cuerpo otra vez usando solo su sangre? Había mucho que no sabía yo sobre los antiguos, en verdad. - Es demasiado tarde para intervenir. Stirner esta doblemente muerto. No hay nada que puedas hacer por devolverlo a la vida. -  Tuve que hacer señas a los lobos jóvenes para que se contuvieran de atacarlo. Aunque ardían en deseos de vengar a sus hermanos heridos en combate sus esfuerzos serían inútiles.  Este vampiro era un enemigo formidable y la espada que empuña emana también un grán poder - La lista de sus crímenes es interminable, deja que se duerma y que sea juzgado por ellos en el otro mundo, o que su escencia se desvanezca y halle por fin la paz - o lo que sea que ocurra con los vampiros, pues algunos dicen que ya no hay un alma en sus cuerpos, sino sólo la oscura voluntad del Caos.

- Vuelve con tu amiga, que te espera. No estamos aquí para pelear con ustedes, vampiros Antiguos. Nuestra vendetta no recae sobre vuestra línea de sangre

Las palabras habían servido para hacerle bajar la guardia apenas un instante. Lo suficiente para demostrarle cuán veloz podía ser un Lycan también y cuan sorpresivos nuestros movimientos, no para atacarle a él, si no para saltar sobre la cabeza de Stirner que yacía bañada en sangre a escasos centímetros de él.

Tomé la cabeza del vampiro y salí corriendo de ahí corriendo mientras gritaba a los cachorros que me cubrieran, en caso que el vampiro quisiera alcanzarme con el preciado trofeo.  Estaba positivamente seguro que sin importar la antiguedad del vampiro, el milagro que se proponía era imposible, pero no iba a permitirle intentar siquiera a este antiguo arrebatarme la presa que tanto había esperado por cazar.  Sólo espero que ese vampiro ya antes había dudado en ayudar a Stirner, se convenza al fin de lo perdido de su causa y no intente seguirme...

En aquel tiempo, cuando Al'Ramiz me otorgó el engañoso regalo de la vida eterna; se me dijo que el tránsito por el que atravesaría sería muy doloroso. Moriría entre espasmos antes de recibir la nueva vida transmitida de vampiro en vampiro. No fue tan doloroso como me lo pintaron.  Yo estaba determinado a matar a Mr. Schmidt y dejar que Max Stirner naciera de forma definitiva, ya no como un nom-de-plume, de modo que me arrojé en brazos de la muerte como Kaspar y si, no voy a negar que grité, que aullé de dolor.  Pero siempre estuve esperando el estertor final, aquel fatal golpe de dolor que habría de marcar mi paso de la vida a la muerte.  

Nunca llegó.  

Abrí los ojos. Justo como los abro ahora.  ¡Como se despierta de un sueño! Yo estuve vivo, luego muerto, luego vivo otra vez y me vi morir.  ¿Porque ahora puedo abrir los ojos y ver?   ¿Y que es este nuevo mundo que veo? Un caos, un ajetreo. Todo se mueve, pasa velóz como arrastrado, el horizonte que mis ojos distinguen entre tanto sinsentido. Intento detenerme pero no puedo y no se decir si esto no es otro sueño. ¿Es esto la muerte? La definitiva y real muerte.  ¿Era así? Dentro de mi suento pulsante la vida que debería alimentarme, pero para mi mayor horror, no siento mis piernas, ni mis brazos.  ¡Nada!  Contengo la respiración y espero que sea solo un trance, una fase que debo pasar antes de disolverme en la nada... Atrapado dentro de mi no hay nada que pueda hacer mas que contemplar sin poder intervenir, aquel accidentado viaje.  Reconoció Champs de Mars y luego el puente que pasa por sobre el Sena hacia Notre Dame;  la velocidad era pasmosa, pero aún así supo que estaba pasando por St. Honoré con dirección al norte, hacia las afueras.  Hubo una pausa de pronto, cuando ya había alcanzado el puente de St. Ouen, situación que aproveché para tratar de sacar un grito que tenía ahogado en la garganta: - ¿A dónde vamos?  -  

Se siente raro formular la pregunta a nadie y sin embargo tener la certeza de que hay alguien más dirigiendo los pasos de este caminar inquieto y espantosamente ajeno. No a esta pregunta una respuesta, solo quietud. Tal vez fue una mala idea hablar. Tal vez nadie se había dado cuenta de mi repentino despertar; y hablando solo conseguía delatarme. ¿Que importa ya? Cualquier cosa es mejor que volver a ese caos que significa ser arrastrado por toda francia como un giñapo sin poder oponer la más mínima resistencia. - He hecho una pregunta...  la reacción a mi voz esta vez es muy evidente.  Todo se detiene de golpe.  Siento una tensión eléctrica justo detrás de mí; como sosteniéndome y luego un murmullo - No... - pero no fue una respuesta a mi pregunta.  Parecia más bien  como el tipo de voz que uno usa para decirse algo importante.  Algo que solo uno mismo debería escuchar. Era un "no" pronunciado muy bajito, lleno de expectativa; como esperando aún colmarse de certeza.

Había alguien arrastrándome, más mis sentidos, aturdidos aún, no me daban ninguna pista aún de su identidad. El camino ya comenzaba otra vez a desfilar frente a mí cuando grité de nuevo - Alto! - y como consiguiera de nuevo detener la andanza repetí la pregunta a manera de exigencia - ¡Demando saber a donde me llevan! -

(* Hans arroja la cabeza con espanto lejos de si, porque la ha sentido vibrar. Ha sido una reacción instintiva, una especie de asco sobrenatural el que le poseyó para soltar aquello que hace un instante aferraba con toda la fuerza de sus garras)

¡No puede ser! Todos los libros dicen que es imposible.  Que un vampiro al ser separado de su cuerpo no puede regenerarse y muere. Existen leyendas claro, sobre antiguos vampiros que conseguían disolver el cuerpo o tomar formas etéreas como de nube oscura y que entonces eran virtualmente imposibles de destruir. Pero el maldito Stirner es un Neonato, ¡por Gaia! No debería tener esos poderes.

Miro la cabeza que antes hablara y que ahora se ha quedado en silencio. Me doy cuenta que he permanecido inmóvil demasiado tiempo.  No es momento de dudar, aunque la sensación de repulsión aún me atravieza el cuerpo debo hacer acopio de voluntad para tomar al vampiro de nuevo por el cráneo.

Pareciera estar leyendo mis intensiones por que apenas me muevo hacia la cabeza, esta vuelve a hablar con una voz asquerosamente gorgoteante. -  ¿Hola? - pregunta.  Cuestionamiento inútil, pues no pienso intercambiar palabra con el último esbirro de Kayyam.

- Se que estas ahí y puedes escucharme... - continúa la cabeza queriendo convencerme de dirigirme a ella. - No voy a morderte, podría hacerlo, ¿sabes?- no voy a responderle nada, pues estoy demasiado cerca de terminar de una vez por todas con su miserable vida.

Además ¿qué creé que gana amenazándome de ese modo? Nada conseguirá salvarle de arder. Apenas esté lejos de los hombres voy a asegurarme de que el fuego consuma completamente a la cabeza parlante. ¡Que diga cuanto quiera! -No pienses que no estoy listo para morir, pero hay algo que debes saber. Algo importante para tu clan... -

(* Hans toma la cabeza recobrando la seguridad y sobreponiendose a sus instintos y continúa el camino hacia las fueras. Buscando un lugar propicio para incinerar la cabeza del vampiro)

No, no pienso prestarme a sus artimañas.  Otros han estado cerca de cruzar el peligro y por mirar atrás han estropeado su victoria. Debo seguir.  Ya estoy lejos de la ciudad.  Desierto es todo lugar donde puede uno estar a solas. ¿De modo que no has muerto, Stirner? Pues este es el momento de arreglar eso.  

En realidad no tenía nada más que decir. Tan sólo intentaba inútilmente alargar lo que parecía inevitable. recordaba las palabras de aquel Antiguo... ¿Sería todo esto obra de su maldición? Era entonces una cruel broma el extender mi agonía; un poco más llevadera por el hecho de no ser el único que la padecía.

- Kayyam hablaba mucho de Ivan Hagen - le decía y el fingía no escucharme, pero sé que la duda estaba sembrada. - ¿No sientes aunque sea un poco de curiosidad? -  estaba solo fanfarroneando, estirando los minutos en caso de que mi Sire decidiera despertar e intervenir. Inútil esperanza que se aferra a los hilos del milagro. ¡Es mi voz!  puedo escucharla todavía: calmando en medio de esta bizarra pesadilla.

- Seguro que tu "nueva generación" no sabe nada de la colaboración de los Hagen con los vampiros. Te has encargado de borrar todo registro del libro negro de Ivan- la verdad es que Kayyam nunca me habló de la relación que tuvo en otro tiempo con el padre de este Hagen que ahora tenía mi vida en sus manos. Fue Epoch quien me contó sobre cierto memorándum que terminara convirtiendose después en un grimorio. - Piensas que matándome estas atando el último cabo suelto, pero te equivocas -

Ya no había miedo en mí, pero sentía un morbo idescriptible por saber cuanto más podría seguir con vida atormentando al lobo que ahora miraba fijamente. ¡Había captado su atención!

- Antes de desaparecer, Kayyam me contó todo sobre el Libro... me reveló que existen al menos dos copias.