AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Silbidos de la noche — Gabrielle
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Silbidos de la noche — Gabrielle
El viento de las calles amenazaba con enfriar a todo ser humano viviente en la tierra pero de todos esos grupos había uno que no sentía el más mínimo contacto gélido, incluso se paseaban con ligeras prendas en tonos negros lo que caminando por la ciudad a la vista de todos, sin importarle que los vean; pero eh ahí el detalle, nadie los miraba ellos pasaban como si no estuvieran ahí ¿cómo? Sus habilidades hacían en los mortales y no tan mortales que ellos no estaban cruzando que era una enorme ráfaga de viento que iba creciendo a medida que avanzaba por las empedradas calles.
El repique de las campanas anunciaba la hora pérdida, llevaba ese grupo horas merodeando la ciudad con ojos muy atentos y sus sentidos alerta, ¿qué hacían? Buscaban a una mujer, una que llevaba el brazo lastimado por lo que deseaban encontrarla a toda costa. La catedral fue la primera en ser revisada pero nada, solo encontraron un párroco dando la misa final y unos que otros fieles tomando la eucaristía, uno que otro de esos presentes los alcanzó a ver y no les despegaba la vista, al parecer un semejante creyente. Se burlaron de él saliendo de ahí con las manos vacías; mientras, por los callejones dando tumbos iba la silueta de una mujer que oculta entre las sombras buscaba refugio alguno.
Un grito y un cuerpo sin vida cayendo al suelo es lo que alarmó a los cazadores que iban tras de ella, con pasos agiles y por los techos iban tras la pista dejada pero no había nada en los callejones más que solo cuerpos cayendo en cenizas, la mujer que seguían estaba por los techos disparando balas de plata directo a los corazones de sus captores, solo le quedan cinco por acabar. Corriendo por las tejas de la ciudad iban dando saltos disparándose como si fuera una cacería, pero esta se desarrollaba en plena urbe aunque nadie oía ni veía solo los semejantes. Sabía la mujer que podían herir a alguien y entre su saltos decidió doblar una de las esquinas lanzándose al vació a uno de los comercios de la zona, ya estaba cerca de su objetivo, cerca al a zona comercial estaba el Sena y con ello su oportunidad de escapar por unas horas.
Lo dicho pudo llegar con tres de sus captores que le seguían, pero le pierden el rastro cuando ella se lanza al río, sin salir a tomar aire, saben que la han perdido, se reagrupan dándole unos minutos de ventaja a la mujer que no espera si no que a unas millas de ahí sale toda mojada y lastimada, también le han herido nuevamente en la pierna y en el hombro otra vez. Corre por la zona este dirigiéndose a la aldea más cercana con el canto de las aves nocturnas que no son las únicas que le acompañan, por le momento. Los pilares con vigas altas que aun conservaban la forma de una residencia acogedora y cálida cambiaron en segundos para dar paso a un tiempo que se congeló en el momento que una voz atravesaba por la oscuridad hacia aquella que toma su arma con dolor apuntándola directamente a la cabeza, más, tal como se ha levantado aquella arma desciende hasta caer al suelo junto al cuerpo que trata de recomponerse en el silencio de la tranquila naturaleza hasta las siguientes noches, al menos sabe que sus enemigos no la encontrarán, tan rápido.
Al menos mantiene ella su propio silencio aguardando que aquella voz se aleje, aunque sus heridas podrían llamar la atención de cualquier igual o diferente a su condición, y eso era un peligro, uno para quien huye.
Última edición por Børiska K. Hercžog el Sáb Ago 06, 2016 12:59 am, editado 1 vez
Børiska K. Hercžog- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 21/01/2015
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
Paris, Paris una ciudad llena de recuerdos. Recuerdos que odio y pocos que atesoro, como el de mi transformación. Quien lo diría, la ciudad que fue mi maldición en algún momento se convirtió en lugar de redención. Típico de las ironías incomprensibles de la vida. No somos mas que las marionetas de aquel que llaman Dios, un ser cruel y compasivo de vez en cuando.
Después de mis viajes por Egipto he decidido regresar a esta tierra putrefacta. Como siempre, antes de enfrentarme al tormento de los humanos decido pasar por los bosques oscuros y sombríos que me brindan una paz acogedora. Respiro profundamente su aire y me recuesto sobre la tierra seca, un placer que pocos saben apreciar.
Pero nunca hay un momento de paz perfecto, mi garganta arde y entiendo que desea que arrebate una vida humana y ¿cómo podría negarme a tal placer? Ya mucho me había quitado el destino como para privarme ahora de aquella delicia que mi cuerpo inmortal proclama a gritos.
Cerca del bosque se haya una inmunda aldea humana, totalmente funcional para mi propósito. Salgo de entre las sombras, llamando ligeramente la atención por mis ropas de cacería, llevo el cabello escondido en el sombrero, por lo que algunos mortales me toman por un chico delgado y algo sucio. Lo que se convierte en mi coartada perfecta para moverme entre ellos sin causar mayor asombro.
Por fin consigo a una mujer ya mayor que se disponía a regresar a casa. Se notaba que había tenido un día bastante duro, pero ahora yo me propondría a darle paz a su alma. Me acerque con gesto amable y camine con ella ofreciéndole mi ayuda para llegar a salvo a su destino. Me conto que su familia hacia tiempo se había marchado a la capital y ahora se encontraba sola tratando de subsistir.
Aquella casa era bastante vieja y poseía poco mobiliario, solo lo indispensable. No deje que la anciana se tomara la molestia de prender vela alguna. La senté en un pequeño sillón, la abrace y en breve mis colmillos se hundían en su carne ajada por el tiempo. El fluido brotaba hacia mi precipitadamente, acaricie su cabello canoso un par de veces tranquilizándola y acabando pronto con su miserable vida.
Al terminar, me quede de pie en la oscuridad observando el cuerpo sin vida que parecía estar sumido en un profundo sueño. De repente, me ha sobresaltado la puerta que se abría, me escondí en las sombras con agilidad y pude divisar a una mujer mal herida que buscaba refugio en esa vieja residencia. Podía percibir su inmortalidad con bastante facilidad y me atreví a exclamar
Estimada, con esas heridas creo que es mejor que guardes tu arma y te dejes ayudar.
No estoy segura de que aquella comprendiera lo que dije, pues imagino que en este momento todo lo podía interpretar como un ataque, por lo que sea que le haya sucedido. Apunto su pistola hacia la oscuridad y luego la bajo otra vez.
El cuerpo inmortal se dejo caer al piso en busca de reposo. Me acerque prudencialmente dándome a conocer.
¿Deseas algo de ayuda o eres lo suficientemente arrogante y cabeza hueca como para creer que puedes arreglártelas solas?
Después de mis viajes por Egipto he decidido regresar a esta tierra putrefacta. Como siempre, antes de enfrentarme al tormento de los humanos decido pasar por los bosques oscuros y sombríos que me brindan una paz acogedora. Respiro profundamente su aire y me recuesto sobre la tierra seca, un placer que pocos saben apreciar.
Pero nunca hay un momento de paz perfecto, mi garganta arde y entiendo que desea que arrebate una vida humana y ¿cómo podría negarme a tal placer? Ya mucho me había quitado el destino como para privarme ahora de aquella delicia que mi cuerpo inmortal proclama a gritos.
Cerca del bosque se haya una inmunda aldea humana, totalmente funcional para mi propósito. Salgo de entre las sombras, llamando ligeramente la atención por mis ropas de cacería, llevo el cabello escondido en el sombrero, por lo que algunos mortales me toman por un chico delgado y algo sucio. Lo que se convierte en mi coartada perfecta para moverme entre ellos sin causar mayor asombro.
Por fin consigo a una mujer ya mayor que se disponía a regresar a casa. Se notaba que había tenido un día bastante duro, pero ahora yo me propondría a darle paz a su alma. Me acerque con gesto amable y camine con ella ofreciéndole mi ayuda para llegar a salvo a su destino. Me conto que su familia hacia tiempo se había marchado a la capital y ahora se encontraba sola tratando de subsistir.
Aquella casa era bastante vieja y poseía poco mobiliario, solo lo indispensable. No deje que la anciana se tomara la molestia de prender vela alguna. La senté en un pequeño sillón, la abrace y en breve mis colmillos se hundían en su carne ajada por el tiempo. El fluido brotaba hacia mi precipitadamente, acaricie su cabello canoso un par de veces tranquilizándola y acabando pronto con su miserable vida.
Al terminar, me quede de pie en la oscuridad observando el cuerpo sin vida que parecía estar sumido en un profundo sueño. De repente, me ha sobresaltado la puerta que se abría, me escondí en las sombras con agilidad y pude divisar a una mujer mal herida que buscaba refugio en esa vieja residencia. Podía percibir su inmortalidad con bastante facilidad y me atreví a exclamar
Estimada, con esas heridas creo que es mejor que guardes tu arma y te dejes ayudar.
No estoy segura de que aquella comprendiera lo que dije, pues imagino que en este momento todo lo podía interpretar como un ataque, por lo que sea que le haya sucedido. Apunto su pistola hacia la oscuridad y luego la bajo otra vez.
El cuerpo inmortal se dejo caer al piso en busca de reposo. Me acerque prudencialmente dándome a conocer.
¿Deseas algo de ayuda o eres lo suficientemente arrogante y cabeza hueca como para creer que puedes arreglártelas solas?
Gabrielle De Lioncourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
Las aves nocturnas en pleno vuelo graznaban a su paso por el cielo nocturno, otras en cambio habían anidado cerca de las instalaciones abandonas que les servía de refugio o como un hogar aun cuando las condiciones eran las más precarias, las más sombrías rondaban como buitres a las almas perdidas y desvalidas que allí se reunían por algo de calor arrancándoles de tajo la poca vida que tenían. Triste sentencia.
Los pirales con vigas altas que aun conservaban la forma de una residencia acogedora cimbraron en segundos para dar paso a un tiempo que se congeló en el momento que una voz suave atravesaba por la oscuridad hacia aquella que toma su arma con dolor apuntándola directamente a la cabeza, más, tal como se ha levantado aquella arma desciende hasta caer al suelo junto al cuerpo que trata de recomponerse alejando a la joven que se acerca con preocupación.
El sonido de una voz que se apaga así como el aliento inexistente de la vida interrumpe como el graznido de los cuervos, observa a la mujer sonriéndole al tomar de nuevo su arma y guardarla, con esfuerzo se pone de pie buscando nuevamente en los cajones y alacena de aquella cocina; sabe que no tardarán en llegar o quizás aún más, sabe que pueden estar otros tras su búsqueda, suspira negando ante las palabras de aquella joven neófita.
—¿Arrogante y cabeza hueca? Ja, eso dependerá de si quien tiende la mano a la muerte es amigo, enemigo o solo alguien que no tiene nada que ver con los truenos de la guerra—
Contesta en un susurro encontrando en una de las gavetas un cuchillo, lo toma doblando con sus dedos la punta del mismo, camina golpeándose contra el lugar hasta una de las ventanas de aquella habitación, de esta colgaba unos pedazos de tela sucios y roídos por las alimañas, con resto de hollín pero al menos serviría; dejó el cuchillo sobre aquel mesón para rasgar algo de aquella tela que colocó entre sus dientes mostrando así sus grandes colmillos, alzó su la pierna herida que sin dejar de mirar a su interlocutora que era más una semejante nocturna.
El tiempo se detuvo cuando cae al suelo, con su espalda contra una de las puertas de las gavetas algo desvencijada, escupe el trapo observando a la muchacha, ladea la cabeza observándola mejor, que aunque la oscuridad se cernía ambas se veían a la. Sonrió por ello, porque para aquella que sangraba de aquella manera todo igual representaba un peligro para un cazador de muerte como era ella.
—¿Puedes sacar una bala de plata de mi herida y luego podrás ser capaz de buscar a alguien a quien pueda aliviar estas heridas? Como has dicho en tus palabras “la ayuda” y cómo aunque pueda arreglármelas no podría caminar muy lejos ahora, o será que todo fue mentira—
Sonríe aun con la sangre corriendo por aquel sucio lugar.
Børiska K. Hercžog- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 21/01/2015
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
El silencio reinaba en el recinto, solo mi voz había roto el sepulcral silencio y luego de eso todo quedó a la expectativa. De nuevo, el ambiente había cambiado, ahora la vampira se había puesto de pie y con cierta torpeza buscaba entre los cajones de aquella vieja casa. Solo me dediqué a observarla sin inmutarme, pues no tenía por qué hacerlo.
Al escuchar sus palabras, sonreí. Por fin había reaccionado y estaba prestando más atención. Aquella joven tenía una forma bastante particular de expresarse, aunque demasiado rebuscada y adornada para mi gusto. No respondí al momento, pues seguí en mi requisa visual, mientras ella seguía en su quehacer.
Me aproximé hacia una de las ventanas y observé hacia afuera. Nada parecía haber cambiado, pero estaba segura de no fiarme de aquella paz, pues sea lo que sea de lo que estaba huyendo aquella vampira podría haberla seguido o simplemente haberla dejado escapar, lo que sería una suerte. Como fuera la historia, toda esta conmoción puede decirse que le dio un giro interesante a esta simple y tranquila noche de caza.
A mis oídos llegó el sonido del acero al doblarse, dirigí mi vista hacia la mujer y pude observar como doblaba la hoja de un cuchillo. La observé caminar con torpeza hasta llegar a la ventana opuesta. Con calma tomé asiento y seguí contemplando sus movimientos, en especial, aquella pierna herida.
Cuando volvió hablar no puede por menos que negar con una sonrisa en el rostro, su manera de expresarse y su remedo de arrogancia me resultaban graciosos. Di un pequeño golpecito a mi sombrero de caza haciendo que subiera.
Por supuesto que puedo. Ahora bien, la pregunta sería ¿aguantas un solo dolor? Pregunto para hacerlo rápido sabiendo que sanarás o prefieres el asunto mortal de la delicadeza. Por otro lado, no necesitas a nadie que alivie tus heridas, lo harán solas y con un poco de sangre el proceso será más rápido.
Al escuchar sus palabras, sonreí. Por fin había reaccionado y estaba prestando más atención. Aquella joven tenía una forma bastante particular de expresarse, aunque demasiado rebuscada y adornada para mi gusto. No respondí al momento, pues seguí en mi requisa visual, mientras ella seguía en su quehacer.
Me aproximé hacia una de las ventanas y observé hacia afuera. Nada parecía haber cambiado, pero estaba segura de no fiarme de aquella paz, pues sea lo que sea de lo que estaba huyendo aquella vampira podría haberla seguido o simplemente haberla dejado escapar, lo que sería una suerte. Como fuera la historia, toda esta conmoción puede decirse que le dio un giro interesante a esta simple y tranquila noche de caza.
A mis oídos llegó el sonido del acero al doblarse, dirigí mi vista hacia la mujer y pude observar como doblaba la hoja de un cuchillo. La observé caminar con torpeza hasta llegar a la ventana opuesta. Con calma tomé asiento y seguí contemplando sus movimientos, en especial, aquella pierna herida.
Cuando volvió hablar no puede por menos que negar con una sonrisa en el rostro, su manera de expresarse y su remedo de arrogancia me resultaban graciosos. Di un pequeño golpecito a mi sombrero de caza haciendo que subiera.
Por supuesto que puedo. Ahora bien, la pregunta sería ¿aguantas un solo dolor? Pregunto para hacerlo rápido sabiendo que sanarás o prefieres el asunto mortal de la delicadeza. Por otro lado, no necesitas a nadie que alivie tus heridas, lo harán solas y con un poco de sangre el proceso será más rápido.
Gabrielle De Lioncourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
Cuando los perros de la batalla rugen todo se vuelve inevitable, incluso la muerte de maneras atroces y desgarradoras es algo que se espera de la mano de la malvada y acuciante oscuridad que envuelve todo el lugar ayudando a sus hijos a ocultarse para el deleite de los gritos de las infames almas; pero, cuando entre sus propios hijos se cazan la malicia aumenta así como otras cosas.
El silencio fue roto, aunque se instauraba por momentos que parecían ser calculados por ambas mujeres, como si se tratase de una batalla donde las armas eran las palabras que se mezcla con la mudez de estas para dejar solo las miradas y pequeñas sonrisas; más parecía una partida de un juego, pero, aún así la mirada de aquella que se desangraba no se aferraba a nada, mostraba el vacío y la razón de su existencia o creación. Clavo esos ojos azules en la mujer que tenía en frente soltando una carcajada, sus armas las dejó tras su espalda indicándole su herida para que pudiera obrar su ayuda. Sus colmillos se mostraban fieros e irreverentes
—Prefiero el momento más doloroso, arranca a gritos mi alma para hacerme sentirme que esta vida vale la pena, déjame sentir como laceras mi carne en el mar de la agonía para al final ver tu rostro de redención y saber que mi alma tiene salvación—
Mira por encima de su hombro alzando la cabeza hasta la venta donde la luz de la luna se filtra así como el viento y el aroma de al tierra que se mancha con la sangre; como si fuere el silencio del cementerio, solo que ahí había vida, varias y algunas no tan gratas como las de aquellas dos semejantes. Su sonrisa se cambió por una expresión más seria justo cuando el fuerte viento de la noche tan implacable como siempre se cuele por el lugar agitando los cabellos de aquella mujer mostrando aquellos orbes azules tan profundos y traicioneros como llenos de muerte llevándose así el aroma de su sangre desperdigada
—Un solo dolor, prefiero rápido antes que lleguen aquellos traicioneros, este lugar no será seguro en pocos minutos por eso necesito sangre de quien sea para poder reunir las energías perdidas y poder acabarlos rápidamente. Si dejo que mi herida sane tomaré unos minutos pero con sangre fresca será más rápido y eso me dará una gran ventaja, además te has ofrecido y no puedes echarte atrás así que haz todo a cómo te gustaría a ti, como te gustaría que saquen una bala de tu cuerpo así como el tipo de “alimento” que te gustaría tener entre tus brazos. Lo dejo en tus manos niña—
La sonrisa siniestra que se va cociendo en aquel rostro.
Børiska K. Hercžog- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 21/01/2015
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
Me causa gracia escucharla hablar, pero aquella joven justo había respondido como me gustaba. Esa era la actitud que me agradaba en los vampiros, sin remedos de tonterías mortales. Era fría, arrogante, pero tenía la inteligencia suficiente para dejarse ayudar y no permitir que su orgullo le ganara. Asentí con total aprobación a lo que decía.
-Ha pronunciado las palabras correctas – exclamé mientras me aproximaba a la vampira.
Al girarse, pude notar como la sangre poderosa corría sobre la ropa. Con cuidado, levanté las telas que cubrían la espalda de la mujer, examiné la herida con atención, prestando el debido cuidado e inmediatamente supe la forma correcta de proceder. Ya había pasado por cosas semejantes, mientras me encontraba recorriendo el mundo me había visto de manera directa e indirecta involucrada en conflictos que, por supuesto, habían dejado en mí heridas que había tenido que aprender a “sanar”, por decirlo de alguna manera.
Con las manos quité los pedazos de tela que pugnaban por infiltrarse sobre el orificio, tomé el utensilio que la vampira había preparado y mientras ella hablaba procedía a introducir con precisión, aunque con cierta profundidad el objeto que esta vez serviría como pinza para extraer la bala de plata. Podía oler aquel objeto. El correr de la chica había hecho que la bala corriera también por su cuerpo, por lo que se encontraba algo profundo.
-Respira hondo – podíamos ser inmortales, pero eso no quitaba que sintiéramos de la misma forma que lo hacen los mortales. Y esta pequeña extracción iba a doler.
Sin pensarlo dos veces extraje el cuerpo extraño de entre las carnes de la mujer. En el proceso, la sangre brotó como siempre escandalosa. Rompí un pedazo de tela de las cortinas, lo suficientemente largo para amarrarla como un cinturón y la pasé por la cintura de la inmortal, solo sería hasta que la curación procediera a obrar su milagro.
Giré los ojos aun pensando que me había llamado “niña”, cuando en vida mortal yo podría haber sido la madre de esta criatura. Evidentemente, no debía dejarme llevar por su apariencia ya que, como todos sabemos, el rostro no determina la edad del vampiro. Aunque, intuía que debía tener una edad avanzada pues su piel tenía un color blancuzco y perlado como el granito.
-Iré a traer la sangre, procura que no te maten mientras regreso – dije en tono burlón y sonreí con simpatía, antes de salir.
-Ha pronunciado las palabras correctas – exclamé mientras me aproximaba a la vampira.
Al girarse, pude notar como la sangre poderosa corría sobre la ropa. Con cuidado, levanté las telas que cubrían la espalda de la mujer, examiné la herida con atención, prestando el debido cuidado e inmediatamente supe la forma correcta de proceder. Ya había pasado por cosas semejantes, mientras me encontraba recorriendo el mundo me había visto de manera directa e indirecta involucrada en conflictos que, por supuesto, habían dejado en mí heridas que había tenido que aprender a “sanar”, por decirlo de alguna manera.
Con las manos quité los pedazos de tela que pugnaban por infiltrarse sobre el orificio, tomé el utensilio que la vampira había preparado y mientras ella hablaba procedía a introducir con precisión, aunque con cierta profundidad el objeto que esta vez serviría como pinza para extraer la bala de plata. Podía oler aquel objeto. El correr de la chica había hecho que la bala corriera también por su cuerpo, por lo que se encontraba algo profundo.
-Respira hondo – podíamos ser inmortales, pero eso no quitaba que sintiéramos de la misma forma que lo hacen los mortales. Y esta pequeña extracción iba a doler.
Sin pensarlo dos veces extraje el cuerpo extraño de entre las carnes de la mujer. En el proceso, la sangre brotó como siempre escandalosa. Rompí un pedazo de tela de las cortinas, lo suficientemente largo para amarrarla como un cinturón y la pasé por la cintura de la inmortal, solo sería hasta que la curación procediera a obrar su milagro.
Giré los ojos aun pensando que me había llamado “niña”, cuando en vida mortal yo podría haber sido la madre de esta criatura. Evidentemente, no debía dejarme llevar por su apariencia ya que, como todos sabemos, el rostro no determina la edad del vampiro. Aunque, intuía que debía tener una edad avanzada pues su piel tenía un color blancuzco y perlado como el granito.
-Iré a traer la sangre, procura que no te maten mientras regreso – dije en tono burlón y sonreí con simpatía, antes de salir.
Gabrielle De Lioncourt- Vampiro Clase Media
- Mensajes : 23
Fecha de inscripción : 15/06/2016
Re: Silbidos de la noche — Gabrielle
Con una fuerte bocanada de aire trató de disipar el dolor pero ello no era del todo suficiente, aun con la inmortalidad por delante la agonía se infiltraba en el cuerpo conforme pasaban los minutos, unos largos minutos. Los movimiento de su congénere crean más de aquellas sensaciones a las que sus colmillos estaban dispuestos a hacerle frente de la peor manera, más tuvo que hacer el acopio apropiado para calmar su deseo de derramar sangre ajena y más de un igual.
Silencio, un silencio que va resonando con el golpe del viento contra los árboles, de las aves al pasar graznando mal augurios de muerte. Aquellos ojos claros son opacados por la oscuridad, ocultos en el regazo de la calma, a la espera de aquello que pondría fin a su sufrimiento más le era tan lento el pasar delos segundos que poco a poco iba sucumbiendo a ese deseo de acabar con la vida de cualquier mortal frente a sus ojos, o inmortal si fuese el caso.
Eco de las palabras que actuaban como consuelo, que se iba disipando a medida que las heridas con su lenta opción por falta de sangre iban buscando sanar, ese era el dolor de aquellos seres uno que podía volverlos locos dela desesperación del consumo de sangre,solo tenía que resistir y ya era mucho pedir a quien tenía tras sus pasos al enemigo que por razones incomprensibles eran sus hermanos lunas atrás.
—Date prisa, niña—
Murmura con sus ojos cerrados y aquellos dientes que se forzaban a no permitir que las fauces del demonio se abrieran por completo. Entre dientes estaba tratando de acogerse al silencio aguardando la llegada de su única solución, y aunque sus ojos en momentos buscaban de nuevo aquella silueta le era confuso. El tiempo le estaba pasando y con ello solo aumentaba el hambre, dolor y deseo de sangre en sus manos, las cuales pronto estaría manchadas pues sus persecutores estaban tan cerca que podía olerlos.
Børiska K. Hercžog- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 51
Fecha de inscripción : 21/01/2015
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