Espíritu Griego

Decían los Griegos: "Has de ser siempre el primero en todo y aventajar a los demás. Tu alma celosa no debe amar a nadie mas que a tu amigo".  ¿Que querían decir con esto?

Estos criteros estremecían el alma del pueblo griego y así recorrieron ellos, algúna vez el camino de la grandeza. "Debes decir siempre la verdad y conocer el manejo del arco y la flecha".  Estos preceptos les resultaban gratos y dífíciles de cumplir a un tiempo. "Debes ser leal y sacrificar por la lealtad incluso el honor y la vid, aunque se trate de causas malas o peligrosas" Con esta sentencia se dominó a si mismo otro pueblo y este dominio se llenó de grandes esperanzas.

Así definían el concepto de hombre, como el ser que mide y valora. El que establece la medida y encuentra el orden que subyace en las estaciones del año. Así en el cielo como en la tierra.  

Valorar es crear. ¡Escuchen esto creadores! El hecho mismo de medir y dar un valor a las cosas es un tesoro y la joya de todo lo que se valora. Si existe el valor es por que existe el hecho de valorar. Si no se diese valor a las cosas el centro de la vida sería un espacio vacío.

Si los valores cambian.  Si se transforman es por que tambien cambian los hombres que los crean.  Pero el que es capaz de crear tambien tiene que ser capaz de destruir. ¡Escúchen creadores!


En realidad el propio individuo es una creación reciente. Hubo un tiempo en que los pueblos impusieron la tabla del bien y de mal.  El placer de ser rebaño es anterior al yo individual y mientras la buena conciencia este con el rebaño quien diga YO tendrá una mala conciencia.

Toda obra de la virtud Griega es parecida a una estrella que se extingue; su luz esta todavía en camino recorriendo su vía estelar. ¿Cuando dejará de estar en camino? Quede pues olvidada y muerta la obra: su rayo de luz proseguirá el viaje.

Que como en el caso de los griegos, sea su virtud su mismo ser y no una cosa extraña ¡Esa es la verdad que brota del fondo de vuestra alma! Pero también hay algunos para quienes la virtud es como un espasmo producido por las diciplinas: ¡De sobra han oído ustedes sus gritos!

Y hay algunos otros que a la pereza de su vicio llaman virtud; y cuando alguna vez se desperezan su odio y su envidia, se despierta su justicia restregándose los ojos somnolioentos. Entre ellos algunos se ven arrastrados hacia abajo; les arrastran sus demonios y cuanto más se hunden con mayor anhelo codician a su Dios.

Así dice su grito:  "Lo que yo no soy, eso es para mí Dios y virtud!

Andan torpemente y rechinando como carros que transportan piedras de la montaña al llano, hablan mucho de dignidad y de virtud y llaman virtud a su brida; a su freno.

Se asemejan a los relojes a los cuales se da cuerda y producen su "tic tac" y quieren a ese claqueteo se le llame virtud. Ciertamente, estos me divierten, donde encuentres tales relojes dales cuerda con ironía y no tendrán más remedio que hecharse a andar.

He visto a otros que se pudren en su pantano y que, ocultos entre las cañas dicen: "virtud es estarse quieto en el pantano. No mordemos a nadie y nos apartamos del que quiere morder y en cada cosa somos del parecer que se nos da" Aman los gestos y piensan que la virtud es una especie de mueca.

Doblan las rodillas y juntan sus manos siempre en loor de la virtud, pero su corazón no sabe nada de eso.

Hablo a aquellos que no saben ver lo que hay de majestuoso en el hombre, hablan de virtud cuando ven demasiado cerca la bajeza del hombre y así llaman virtud a su malvada mirada. Pero aún falta tiempo para que el mundo se canse de las palabras de todos estos embusteros.

Para que aborrezcan las palabras: Recompensa, represalias, castigo, vengaza. En tanto no podamos dejarlas atrás seguirá envenenado nuestro lenguaje. Pero hay un pozo que tales venenos no han llegado a corromper.

El espiritu griego es nuestra altura y nuestra patria; nuestra mansion, demasiado elevada y escarpada para todos los impuros y su impura sed. ¡Construiremos nuestro nido en el árbol del porvenir; y las águilas nos traerán, a nosotros, solitarios, el alimento de sus picos. ¡Y en verdad será un alimento del que no podrán participar los impuros! Sería como devorar fuego; se les abrasarían las fauces. Nuestra felicidad parecería glacial a sus cuerpos y a sus magros espíritus.

Nosotros deseamos vivir por envima de ellos, como vientos recios, vecinos de las águilas, vecinos del sol: ¡como viven los vientos! y así guardamos este consejo a todo lo que escupe y vomita: "Guárdate de escupir contra el viento"

Cuando un hombre no se preocupa por ver, las cosas le parecen más o menos lo mismo cada vez que mira el mundo. En cambio, cuando aprende a ver, ninguna cosa es igual cada vez que la ve, y sin embargo es la misma.

El espiritu griego enseña al hombre como dirigirse al conocimiento del mismo modo que los militares enseñan que debe irse a la guerra: Bien despierto, con miedo, con respeto y con absoluta confianza. Ir de cualquier otra forma al conocimiento o a la guerra es un error, y quien lo cometa puede correr el riesgo de no sobrevivir para lamentarlo.

Cuando un hombre ha cumplido estos cuatro requisitos  estar bien despierto, y tener miedo, respeto y absoluta confianza  no hay errores por los que deba rendir cuentas; en tales condiciones, sus acciones pierden la torpeza de las acciones de un necio. Si un hombre así fracasa o sufre una derrota, no habrá perdido más que una batalla, y eso no le provocará lamentaciones lastimosas.

Enfadarse con la gente significa que uno considera que los actos de los demás son importantes. Es imperativo dejar de sentir de esa manera. Los actos de los hombres no pueden ser lo suficientemente importantes como para contrarrestar nuestra única alternativa viable: nuestro encuentro inmutable con el infinito.