Nighthawks → Privado

Sabía que tenía una misión. Sabía que debía cumplirla cuanto antes si quería continuar con si lance personal, que a esas alturas le parecía más relevante. Sabía que no podía postergarlo. Sabía, también, que no quería que le recordaran nada de eso, porque ¡demonios! Lo sabía, no era idiota. Esa mañana recibió misiva de la organización con el aviso de que debía hacerlo. Arrugó el papel en un puño y lo lanzó lejos, tan lejos que no estuvo ni cerca de atinarle al cesto de basura.

Y como un niño berrinchudo, se dijo que esa noche no la dedicaría a buscar a Ninon, sino a su propio placer y diversión. Es que Pavel no había dejado de ser ese que quiere, a toda costa, adueñarse del mundo. Y ha de hacerlo, aunque en ello le fuera la vida. Joven, claro, pero con demasiados caminos recorridos ya para alguien de su edad. Demasiadas cosas vistas y vividas como para sorprenderse y espantarse. ¿Era acaso demasiado peligroso? Ese estado de entumecimiento casi como una muerte anticipada. Más valía que no, no aún.

Entró al burdel, con un porte señorial aprendido recientemente, porque su origen no era el que él hubiera deseado. El profesor Filip Václav allá en Praga distaba mucho de ser un hombre poderoso y respetado. Si desde un principio Pavel lo hubiera entendido, quizá seguiría en su ciudad natal, hubiera seguido los pasos de su progenitor, y quizá él y su madre seguirían vivos. Pero era tarde para lamentarse por ello, y Pavel no era de los que se aferraran a sus fantasmas.

Sus ropas, de telas finas y a la medida, pero sobre todo sus rasgos apuestos, llamaron la atención de más de una trabajadora del tugurio. Una de ellas, de pronunciado escote y nariz empolvada se acercó a él y le ofreció una de las bebidas que repartía por el lugar. Pavel tomó una y la miró con galantería. Bebió con calma, observando a su alrededor. Llevaba poco en París y debido a su trabajo, ese de buscar a la mujer Laurent y no el de informante, no había tenido oportunidad de ir a ese lugar. Y aunque lo consideró interesante, extrañó los antros que fueran de su tío Radek y le fueron heredados. Los había vendido, pero en ese instante los añoró.

—¿Algo que te guste? —Otra mujer, entrada en años y pelirroja, le preguntó. Pavel la miró lacónico y no respondió de inmediato.

—Umh —gruñó y volvió a otear el lugar. Aunque algunas más discretas que otras, más de una se notaba interesada en él. Chasqueó al ver a la única chica que no le prestaba la atención que, a su gusto, él merecía. Castaña y de enormes ojos, aquella joven charlaba con otro hombre—. Sí, ella —señaló levantando la mano con la que sostenía la copa.

Aguardó y al no ver reacción, se giró para ver a la mujer, como diciéndole que qué esperaba. Giró los ojos. Una vez más, tendría que tomar el asunto en sus propias manos. Y allá fue. No le importó que la chica elegida estuviera con alguien más. Pavel era caprichoso, y era esa naturaleza, la que le había conseguido todo.

—Buenas noches —saludó con escueta educación. Miró con desdén al hombre y con interés a la mujer—. Espero no estar interrumpiendo nada —sonrió de lado, sabiendo muy bien lo que estaba haciendo.

Aguardó paciente, sin perder la compostura. Muchos hombres nacían con la capacidad de ser obedecidos, pero Pavel había tenido que aprender a hacerlo, y quizá porque había sido una habilidad adquirida, resultaba más efectiva. Observó con detenimiento la interacción ajena. Sonrió al escuchar el veredicto de la mujer. Una sonrisa retorcida, pero que no deja de ser discreta. Entonces deseó haber podido escuchar lo que la mujer dijo en confidencia al hombre, que tan pronto ella hubo terminado, se puso de pie y se marchó, no sin antes dirigirle una mirada de puñal a Pavel, que lejos de enojarse o intimidarse, vio más como un triunfo personal.

Entonces se giró y recibió el beso. Los labios de la chica eran demasiado suaves para tratarte de una puta cualquiera. Fue a decir algo pero se detuvo en seco al escuchar el nombre. ¿Había escuchado mal? El lugar estaba lleno de ruido, pero ambos suficientemente cerca como para confundirse. Frunció el entrecejo, genuinamente confundido, pero pronto recuperó el semblante usual, de dueño de todo el maldito mundo. No había escuchado mal, pero no podía lanzarse a hacer conclusiones. Debía irse con cuidado, pues develar demasiado sobre la organización podía costarle la vida. Por un lado, si era quien buscaba, ¡qué enorme coincidencia! Y si no lo era, de todos modos tendría una noche de pasión con una hermosa mujer.

—Ninon, es un interesante nombre —declaró y se relamió los labios—, ¿de casualidad tendrás vino rosé? Tengo antojo de algo dulce —le sonrió galante al tiempo que la tomaba de la cintura y la acercaba a él—. Puedes llamarme Pavel —le dijo quedo cerca del oído. Si era la Ninon que él buscaba, no conocería su nombre, y si era, qué mejor que irla enterando de una vez. Traía terribles noticias para ella.

Entonces sopesó la posibilidad de que, de ser quien buscaba, continuar con la farsa hasta después de revolcarse en la cama. La mujer en verdad era magnética para él. Pavel jamás había tenido un tipo específico de dama que le atrajera, pero si ahora le preguntaran, diría que como Ninon, con enormes ojos y labios suaves, cabello oscuro, piel blanca y figura menuda.

Se separó un poco y la guio hasta la barra del lugar. Ahí la misma mujer pelirroja que lo recibió, estaba haciendo lo mismo con diferentes clientes. Hombres de alto rango en el gobierno, nobles, profesores, herreros y albañiles, de todo, pues mientras tuvieran para pagar, las mujeres del local estaban dispuestas a lamer sus heridas.

Sin esperar por la iniciativa de ella, Pavel pidió dos copas de rosé, «el más dulce que tengas» aclaró, aunque no estuvo seguro que un sitio como ese tuviera una selección muy vasta de vinos. Recordó los antros de su tío, existían aquello donde sólo se servía cerveza y absenta, y otros en los que sólo podían acudir si eran invitado. Este le pareció un punto medio entre ambos. Se giró hacia la chica con ambas comas en las manos y ofreció una. Le guiñó un ojo.

—Me gustaría hablar contigo en un lugar más privado —pidió y dio un sorbo a su copa. No era tan dulce que hubiera querido, pero era buen vino, supuso que esa noche lo más dulce que probaría sería a Ninon. Dijo aquello con intención de sonar a otra cosa, sin embargo, por vez primera, Pavel hablaba con absoluta verdad. Quería hablar con ella, darle pistas sobre la organización a la que posiblemente ambos pertenecían y ver si las captaba o no, para poder continuar con la velada.