AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Shades Of Blue - Privado
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Shades Of Blue - Privado
La noche anterior…
Desperté sobresaltada a causa de un mal sueño. Encendí la lámpara contigua a mi cama y me encaminé hacia el estudio, tomé el abrigo de Heinrich, una de las pocas posesiones que yo aún conservaba de él y me dirigí hacia la salón donde le vi morir aquella noche, esta vez yo tomaría un papel similar, pero no sería una heroína para él, sino para mí misma. Todo estaba listo para partir lejos de Paris. Aunque antes de eso debía cerrar el ciclo, las cuentas estaban saldadas con aquellos bastardos que seguramente me seguirían hasta el fin del mundo para colocar una bala en mi cabeza. Serge Auric se encargaría de finiquitar aquella parte y su paga de algún modo estaba realizada. A mí partida la mansión sería vendida, así como el pequeño taller, todo estaba listo, sin embargo yo debía hacer lo propio antes de marcharme. Recorrí cada habitación, cada rincón, debí parecer una estúpida pasando mis manos por cada detalle en la planta baja de la mansión.
Mis pies desnudos sentían a la perfección la frialdad del mármol sobre el cual se había edificado un futuro, un sueño imposible de realizar a su lado. Finalmente mi breve recorrido terminó en la sala, encendí la chimenea y reposé sobre el suelo alfombrado, suspiré con nostalgia porque era demasiada la añoranza por revivir tantas cosas a su lado. Muchas cosas desde ese entonces sucedieron en mi vida, ninguna de forma fortuita y admito que, el haber coincidido con aquel hombre de apellido Laurent trastornó de sobremanera todo aquello en lo que yo creí, pero así mismo, agradecía que me abriera los ojos a una realidad lúgubre que yo misma me había empeñado en construir en lugar de admitir el duro golpe de su partida. Sonreí entre sollozos y un par de lágrimas en mis ojos porque reconocía haber errado en depositar mi fe en aquel bello extraño. En un susurró liberé un par de palabras a la espesa oscuridad.
–Julius Heinrich Byrd, mi Lucifer, encontraste la manera perfecta de cambiar mi mundo, lo moldeaste y alteraste a manera de hacerme creer que una chiquilla estúpida y soñadora como yo puede ser capaz de alcanzar la fama, el poder y la gloria que tu poseías, me vi reflejada en tu mirada vacía y en el dolor que recaía sobre tus hombros con todo ese pasado tormentoso desde tu infancia– suspiré –Quise cambiar cosas en ti, porque al mismo tiempo quería ver un cambio en mí, pensé ingenuamente que podía ser luz en tu camino de sombras, pero solo logré convertirme en una más de ellas, si, en una sombra que te seguía a todas partes. Nunca fui una princesa en peligro atrapada en la torre, ni tu un príncipe azul, eso fue lo que desde un inicio nos unió, cuando te vi de pie en las puertas del burdel en Inglaterra supe lo que quería, esa seguridad en tus palabras, esa soberanía para poder destruir a todo aquel que se cruzara en mi camino, pero es momento de encontrar un camino propio, uno que no conlleve a mi autodestrucción–
Arrojé su abrigo a las brasas y aguardé hasta que las llamas dejaran de danzar, me recosté y perdí el sentido del tiempo en un breve ensueño nuevamente.
El barco había arribado y la mayor parte de los pasajeros estábamos listos para partir, mi equipaje constaba de solo una pequeña valija, asentí ante lo indicado por el capitán y mantuve mis ojos clavados en la cúpula grisácea que coronaba la escena, hasta pronto Paris, hasta nunca mi bello Lucifer.
Desperté sobresaltada a causa de un mal sueño. Encendí la lámpara contigua a mi cama y me encaminé hacia el estudio, tomé el abrigo de Heinrich, una de las pocas posesiones que yo aún conservaba de él y me dirigí hacia la salón donde le vi morir aquella noche, esta vez yo tomaría un papel similar, pero no sería una heroína para él, sino para mí misma. Todo estaba listo para partir lejos de Paris. Aunque antes de eso debía cerrar el ciclo, las cuentas estaban saldadas con aquellos bastardos que seguramente me seguirían hasta el fin del mundo para colocar una bala en mi cabeza. Serge Auric se encargaría de finiquitar aquella parte y su paga de algún modo estaba realizada. A mí partida la mansión sería vendida, así como el pequeño taller, todo estaba listo, sin embargo yo debía hacer lo propio antes de marcharme. Recorrí cada habitación, cada rincón, debí parecer una estúpida pasando mis manos por cada detalle en la planta baja de la mansión.
Mis pies desnudos sentían a la perfección la frialdad del mármol sobre el cual se había edificado un futuro, un sueño imposible de realizar a su lado. Finalmente mi breve recorrido terminó en la sala, encendí la chimenea y reposé sobre el suelo alfombrado, suspiré con nostalgia porque era demasiada la añoranza por revivir tantas cosas a su lado. Muchas cosas desde ese entonces sucedieron en mi vida, ninguna de forma fortuita y admito que, el haber coincidido con aquel hombre de apellido Laurent trastornó de sobremanera todo aquello en lo que yo creí, pero así mismo, agradecía que me abriera los ojos a una realidad lúgubre que yo misma me había empeñado en construir en lugar de admitir el duro golpe de su partida. Sonreí entre sollozos y un par de lágrimas en mis ojos porque reconocía haber errado en depositar mi fe en aquel bello extraño. En un susurró liberé un par de palabras a la espesa oscuridad.
–Julius Heinrich Byrd, mi Lucifer, encontraste la manera perfecta de cambiar mi mundo, lo moldeaste y alteraste a manera de hacerme creer que una chiquilla estúpida y soñadora como yo puede ser capaz de alcanzar la fama, el poder y la gloria que tu poseías, me vi reflejada en tu mirada vacía y en el dolor que recaía sobre tus hombros con todo ese pasado tormentoso desde tu infancia– suspiré –Quise cambiar cosas en ti, porque al mismo tiempo quería ver un cambio en mí, pensé ingenuamente que podía ser luz en tu camino de sombras, pero solo logré convertirme en una más de ellas, si, en una sombra que te seguía a todas partes. Nunca fui una princesa en peligro atrapada en la torre, ni tu un príncipe azul, eso fue lo que desde un inicio nos unió, cuando te vi de pie en las puertas del burdel en Inglaterra supe lo que quería, esa seguridad en tus palabras, esa soberanía para poder destruir a todo aquel que se cruzara en mi camino, pero es momento de encontrar un camino propio, uno que no conlleve a mi autodestrucción–
Arrojé su abrigo a las brasas y aguardé hasta que las llamas dejaran de danzar, me recosté y perdí el sentido del tiempo en un breve ensueño nuevamente.
…
El barco había arribado y la mayor parte de los pasajeros estábamos listos para partir, mi equipaje constaba de solo una pequeña valija, asentí ante lo indicado por el capitán y mantuve mis ojos clavados en la cúpula grisácea que coronaba la escena, hasta pronto Paris, hasta nunca mi bello Lucifer.
Jordan White- Humano Clase Alta
- Mensajes : 106
Fecha de inscripción : 18/02/2015
Re: Shades Of Blue - Privado
Las vacaciones que con tanto entusiasmo estuve esperado, tuvieron que llegar a su fin de manera abrupta. Debido a una orden especial, tuve que olvidarme de mis días de asueto, y trasladarme directamente hasta el puerto para una encomienda de carácter secreto. Nunca discutía las órdenes directas, mucho menos si provenían del mando supremo, pero generalmente las misiones de éste tipo, involucraban a toda mi tripulación, no únicamente a mí; por lo que aún rondaban en mi cabeza, muchas preguntas para las cuales todavía no tenía una respuesta clara. Esperaba irlas solventando conforme transcurrieran las horas. Lo único que tenía en claro, era que debía encontrarme con una mujer de nombre Jordan Byrd y convertirme en su sombra.
Se me encomendó también, el no llevar demasiado equipaje. Únicamente objetos personales; tres o cuatro mudas de ropa que no fuesen demasiado ostentosas, una bitácora, brújula y una pistola que no llamase demasiado la atención. Como tal, acaté la orden de pé a pa. Abordé el carruaje, no sin antes dar las últimas instrucciones a mis lacayos, quienes se harían cargo y el buen cuidado de la residencia en mi ausencia. Esperaba fervientemente no encontrarme con eventualidades molestas, una vez llegase de ésta importante travesía marítima.
Cuando el olor a sal y las gaviotas revolotearon por todas partes, supe que había llegado a mi segundo hogar, el mar. No cabía duda alguna, el sentir la brisa marina inundar las fosas nasales me recordaba a cada instante que había nacido para ser uno a uno con él. Cualquier problema o situación que implicase estar lejos de él, era como si me arrancasen la piel. Así de importante era - y seguiría siendo - para mí.
Traté de animarme. El dejar los galones y demás títulos guardados en el armario me cobvertían en una persona más de aquel nutrido grupo de hombres, mujeres y niños que deambulaban por los muelles. Por primera vez en un mucho tiempo sonreí. Yo mismo me sorprendí ante tal gesto sincero. A veces el poseer un título nobiliario y ser el almirante de la marina royal francesa, me obligaban a dejar de lado las necesidades "normales" de cualquier hombre de mi edad. Mi vida social era prácticamente nula, así que agradecí internamente éstos momentos de relajación. Estaba de misión, por obviedad, pero ésta vez me sentía completamente diferente. Hoy era un hombre común y corriente.
Abordé el barco (el último anclado) y sin despegarme de mi maleta, comencé a deambular por toda la cubierta para encontrar a mi contacto. Debía ser certero, y confiar en mi instinto el cuál casi nunca fallaba. Estaba seguro de que muy pronto la encontraría.
-Jordan Byrd, Jordan Byrd - repetí casi en un susurro, agudizando la vista.
Se me encomendó también, el no llevar demasiado equipaje. Únicamente objetos personales; tres o cuatro mudas de ropa que no fuesen demasiado ostentosas, una bitácora, brújula y una pistola que no llamase demasiado la atención. Como tal, acaté la orden de pé a pa. Abordé el carruaje, no sin antes dar las últimas instrucciones a mis lacayos, quienes se harían cargo y el buen cuidado de la residencia en mi ausencia. Esperaba fervientemente no encontrarme con eventualidades molestas, una vez llegase de ésta importante travesía marítima.
Cuando el olor a sal y las gaviotas revolotearon por todas partes, supe que había llegado a mi segundo hogar, el mar. No cabía duda alguna, el sentir la brisa marina inundar las fosas nasales me recordaba a cada instante que había nacido para ser uno a uno con él. Cualquier problema o situación que implicase estar lejos de él, era como si me arrancasen la piel. Así de importante era - y seguiría siendo - para mí.
Traté de animarme. El dejar los galones y demás títulos guardados en el armario me cobvertían en una persona más de aquel nutrido grupo de hombres, mujeres y niños que deambulaban por los muelles. Por primera vez en un mucho tiempo sonreí. Yo mismo me sorprendí ante tal gesto sincero. A veces el poseer un título nobiliario y ser el almirante de la marina royal francesa, me obligaban a dejar de lado las necesidades "normales" de cualquier hombre de mi edad. Mi vida social era prácticamente nula, así que agradecí internamente éstos momentos de relajación. Estaba de misión, por obviedad, pero ésta vez me sentía completamente diferente. Hoy era un hombre común y corriente.
Abordé el barco (el último anclado) y sin despegarme de mi maleta, comencé a deambular por toda la cubierta para encontrar a mi contacto. Debía ser certero, y confiar en mi instinto el cuál casi nunca fallaba. Estaba seguro de que muy pronto la encontraría.
-Jordan Byrd, Jordan Byrd - repetí casi en un susurro, agudizando la vista.
Benneth Mozes-Kor- Inquisidor Clase Alta
- Mensajes : 198
Fecha de inscripción : 11/09/2012
Localización : El mar
DATOS DEL PERSONAJE
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Datos de interés:
Re: Shades Of Blue - Privado
Mis ojos se centraron en aquella belleza corrupta que rodeaba a todos los que quizás de algún modo u otro buscábamos un mejor futuro al abordar aquel barco. Si es que una mujer como yo pudiera soñar con esa posibilidad. Esperaba con ansias solo poder conciliar el sueño en mi camarote, no necesitaba ser torturada aún por su fantasma y mucho menos traer de regreso memorias de dolor. Una vez que se indicara la orden de zarpar y el suave vaivén del mar nos condujera a nuestro destino trataría de inmiscuirme lo menos posible con extraños. Si había algo que detestaba de sobremanera era fastidiar a las personas con mi forma directa de abordar temas, así mismo no tenía humor para soportar conversaciones estúpidas de nuevos ricos o rufianes que buscaban la menor excusa para llegar a las piernas de muchas féminas ahí presentes. Suspiré de mala gana y aún con la visión de Heinrich en los rostros de aquellos se cruzaban en mi camino fui atraída nuevamente a la tierra por el comentario de una mujer no mayor de 30 años.
–¿Madame Byrd? Justamente envié una carta hace dos días a su despacho, pues necesitaba hablar con usted, amo sus diseños y me gustaría saber si existe la posibilidad de elaborar algo en un par de meses–
Aquella aseveración debo reconocer que exaltó parte de mi ego. Lejos de ser sonar presuntuosa, mi trabajo era algo que siempre requería toda mi atención. Y por unos segundos me cuestioné ¿En que momento había abandonado ese sueño? ¿Cuándo abandoné mi embarcación para navegar en la de Heinrich? Parpadee y mostré una sonrisa cordial a la desconocida.
–Siento mucho no haber atendido su misiva madmoiselle, como verá estoy en un breve viaje y si le soy honesta no contempló regresar a la capital durante un tiempo. Temo que mi respuesta es un rotundo no–
Me miró desconcertada y asintió.
–Es una pena madame Byrd, de igual modo agradezco su tiempo–
Reverenció y prosiguió con su camino. Me quedé estática nuevamente y noté la mirada de alguien más sobre mí. El hombre llevaba poco equipaje al igual que yo y lucia de manera pulcra, con ese atuendo sobrio. Resaltaba notoriamente sus bien cinceladas facciones. Una mirada de desdén escapó de mí y de no haber sido porque el extraño pronunció mi nombre hubiera girado para alejarme de él.
–¿Disculpe, me temo que no le conozco? ¿Quién es usted?–
Estaba cien por ciento segura que había borrado cada archivo, me había deshecho de cada enemigo que pudiera seguirme. ¿De quién se trataba entonces? Si no se presentaba como debía ser exigiría esta vez con otro tono, uno del cual no quería hacer uso, no al menos ese día.
–¿Madame Byrd? Justamente envié una carta hace dos días a su despacho, pues necesitaba hablar con usted, amo sus diseños y me gustaría saber si existe la posibilidad de elaborar algo en un par de meses–
Aquella aseveración debo reconocer que exaltó parte de mi ego. Lejos de ser sonar presuntuosa, mi trabajo era algo que siempre requería toda mi atención. Y por unos segundos me cuestioné ¿En que momento había abandonado ese sueño? ¿Cuándo abandoné mi embarcación para navegar en la de Heinrich? Parpadee y mostré una sonrisa cordial a la desconocida.
–Siento mucho no haber atendido su misiva madmoiselle, como verá estoy en un breve viaje y si le soy honesta no contempló regresar a la capital durante un tiempo. Temo que mi respuesta es un rotundo no–
Me miró desconcertada y asintió.
–Es una pena madame Byrd, de igual modo agradezco su tiempo–
Reverenció y prosiguió con su camino. Me quedé estática nuevamente y noté la mirada de alguien más sobre mí. El hombre llevaba poco equipaje al igual que yo y lucia de manera pulcra, con ese atuendo sobrio. Resaltaba notoriamente sus bien cinceladas facciones. Una mirada de desdén escapó de mí y de no haber sido porque el extraño pronunció mi nombre hubiera girado para alejarme de él.
–¿Disculpe, me temo que no le conozco? ¿Quién es usted?–
Estaba cien por ciento segura que había borrado cada archivo, me había deshecho de cada enemigo que pudiera seguirme. ¿De quién se trataba entonces? Si no se presentaba como debía ser exigiría esta vez con otro tono, uno del cual no quería hacer uso, no al menos ese día.
Jordan White- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 18/02/2015
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