Black Hour || Libre

por **Horatio Flēming** Mar Jul 19, 2016 6:52 pm

La energía de aquel esperpento había servido lo suficiente como para tenerme de nuevo en este mundo, aunque fuera por unos pocos minutos, unos de los cuales disfruté arrancándole toda la cordura, pudor y vergüenza que podría tener aquella escuálida y asustadiza cosa que se aprecia llamar “mujer”. El cigarro que llevo hace el efecto que quiero, ya lo tiene sabido que para eso la quiero y que nunca la dejaré en paz, no luego de lo que hizo, sabe que su única escapatoria es la muerte y ni luego de ella será libre porque la encadenaría igual a mi.

En esta ocasión luego de la sesión de castigo que le tengo programa a mi “esposa” por así decirlo, decido salir un momento, las personas que me conocieron hace años, saben que rondo de vez en cuando por la ciudad, que otras veces estoy de “viaje” de negocios, una vil mentira que he creado para someter más a mi mujercita rebelde. El paseo es tranquilo con la sonrisa de alguna que otra mujer soltera y casada, que descaro de las mujeres pero es lo que más atrae, claro, un hombre que pasea con aquella calma por la ciudad como si no tuviese que trabajar o mantener a una mujer, dando en claro grito “soy un hombre soltero y millonario”; al final todo se resume a ambición.

La plaza de la ciudad un lugar lleno de energía suficiente para mantenerme en el plano físico, puedo sentir el viento y los rayos del sol mientras absorbo la vitalidad de los que ahí rondan, la materialización es completa, he cargado la suficiente energía para poder hacer lo que me venga en gana.

Percibo la presencia de alguien rondando como alma en pena, que loco decir esa palabra alguien que está en esa condición. El cigarro no me sabe ya igual a cuando antes lo fumada, pero es el hábito, uno que no se puede dejar incluso con la muerte. La risa que suelto retumba por todo le lugar con la mirada de los pocos transeúntes que aún quedan con las suficientes energías, como para llamar la atención de ambos.

por **Lyanna Fausten** Vie Jul 22, 2016 9:01 pm

“Now I know what a ghost is.
Unfinished business, that's what.”
― Salman Rushdie, The Satanic Verses

Una extraña en un mundo extraño, eso era Lyanna, desfasada en tiempo, desfasada en espacio; pero finalmente pertenecía, una parte de su pasado lo hacía, y por ende, ella también.

La relación con su… con Tyler, bueno, realmente era mejor de lo que se podía haber imaginado, o dentro de lo que se imaginó, no estaba tan mal. Esos silencios prolongados para nada incómodos en donde ella recuperaba el tiempo jamás tenido y él vivía momentos que… ni siquiera quería pensar en ello.

Pero era un hecho que a pesar de que las cosas no habían cambiado mucho, ella debía acostumbrarse a cosas que solo por contadas vivió, además de lidiar con la experiencia de una figura paterna que jamás tuvo aunque siempre anhelo. Aquello comenzaba a hacer mella, necesitaba salir.

Tomó su abrigo, se trenzó el cabello de lado y salió a caminar.

Los olores, los sonidos, nada de eso distaba del París al que estaba acostumbrada, nada de eso le parecía ajeno, a pesar de que las miradas de las personas fueran diferentes, a pesar de que en ellas buscara lo que sabía no iba a encontrar. Un sentimiento de nostalgia la invadió.

Caminó por las calles adoquinadas, mirando los edificios, las luminarias, los carruajes que iban y venían; pasó por un puesto de una señora entrada en años que vendía manzanas, se detuvo para escoger unas cuantas y después seguir su camino.

Realmente no llevaba un rumbo fijo, simplemente dejó que la inercia del movimiento de la gente la llevara a donde fuese que debía de ir. La Plaza Tertre, el bullicio de transeúntes a pesar de la hora la abrumaron, aquellos pensamientos se agolparon en su mente como mezcla de sonidos formando una sola voz espectral y un tanto diabólica, el aire pesado se formó a su alrededor, pero sin duda podía soportar mas que eso.

Surcó el mar de gente hasta llegar a una escalinata que llevaba al kiosko principal de la plaza, se sentó en el cuarto escalón, sacó una manzana de su bolso y, tras darle la primer mordida, comenzó a mirar, a sentir, a reconocer.

No pasó mucho tiempo antes de que lo sintiera, un aura diferente, una que, en contexto, no distaba mucho de la propia.

La risa estruendosa le dio la pauta sobre el punto de origen de lo que buscaba, la atención volcada en aquel caballero que no parecía tener recato. Se puso de pie, la manzana cayó de su mano, se quedó allí, con la mirada fija en aquel hombre que pretendía ser reconocido como tal ―Morte ascendo - la oración resonó en su mente.

por **Horatio Flēming** Miér Oct 19, 2016 9:22 pm

Una manzana llegó a mis pies como si fuera un regalo de algún dios profano, pero no, al parecer le pertenecía a una chiquilla que clavaba sus ojos ¿en mí?. Suelto el humor del cigarro junto a una sonrisa en dirección a la muchachita. Miro a la mujer de frente y luego la analizo de pies a cabeza bajando más hasta la manzana que rápido la tomo en mis manos absorbiendo su vitalidad dejando que se pudra para arrojarle de nuevo a su dueña.

—¿No sabes que no debes desperdiciar comida?—

Miro alrededor buscando algún hombre o mujer que ande con aquella niña, niña a mis ojos claro, pero nadie. Suelto una carcajada y opto por ese camino para burlarme de aquella brujita disfrazada.

—¿Qué? ¿tus padres no te han enseñado eso? Que malos padres debes de tener, además de no educarte con los principios básicos de la etiqueta y protocolo que toda buena damita debe tener cuando está en frente de alguien—

Arrojo el cigarro al suelo para ser aplastado por mi pie. Con la energía absorbida puedo materializarme a voluntad por más tiempo tanto así que le humo sale de mis pulmones pero no sabe a nada, porque nada tiene sabor una vez que lo llego a probar justo como la mirada de aquella niña que comenzaba a irritarme y eso, eso no era bueno para nadie, sobre todo para ella

—Déjame de mirarme, o si no, te robaré el alma y la pondré en un botella junto a las otras que tengo de colección—

Un pequeño susto, una broma mal sana para una niña, que a la final termina como todas corriendo asustada en llanto, aunque esta tenía el aura de los brujos y eso era lo que me obligaba a provocarla tanto como ella a mí. Mundos opuestos se atraen, dicen.

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