AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Tierra de Esperanzas - Privado
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Tierra de Esperanzas - Privado
Tierra de Esperanzas
Cuando tomó aquel barco en el puerto francés, con destino a Londres, jamás pensó que su vida podría cambiar tanto. Con sus veinticinco años, se había embarcado para tomar la dirección de una capellanía en las Altas Tierras escocesas, mas al ser solo un seminarista y aunque poseyera todos los conocimientos teóricos para ser un buen trabajo, carecía de experiencia, por lo que debía contar con la guía de un clérigo, quien le enseñaría la practica de un trabajo tan importante como el que debería realizar, durante el resto de su vida. Si los siguientes doce meses, pasaban si problema, podría ser confirmado como clerido de Escocia, en el vaticano. Por esa razón, éste viaje era un tipo de tesis sobre la carrera que debería llevar durante el resto de su vida. Ansioso como se encontraba, decidió pasar la mayor parte del viaje en la cubierta del barco, prefería disfrutar del viento y las olas, que permanecer recluido en un camarote, que ademas de oler a establo, aumentaba minuto a minuto, su ansiedad. Escocia - Tema Ocupado
Tras varias horas de viaje, llegaron al puerto ingles, en el momento en que el sol comenzaba a ocultarse, dando por finalizado un día mas de trabajo, y volviendo imposible su deseo de proseguir con su viaje a Escocia, lo antes posible. Tomó aquella situación, como un designio de Dios y se dedicó a buscar un lugar para descansar, que fuera lo bastante económico, como para dormir cómodamente, sin peligro de ser asesinado y que le permitiera, mantener algunos ahorros para su manutención en las altas tierras escocesas. Fue así que terminó rentando un cuarto en el piso superior de una taberna, por solo unos centavos, podía tener no solo un cuarto medianamente limpio, sino que un plato de comida caliente, cosa que le vendría muy bien, ya que no había probado bocado desde que dejara el monasterio, en la ciudad de París, un día atrás, antes de embarcar. Lamentablemente, para poder disfrutar de dicha cena, debía concurrir a la taberna. Luego de haber dejado sus pertenencias en el cuarto, haberse refrescado con agua helada de la jofaina, se dirigió a la taberna. Todo el mundo hizo un silencio sepulcral, cuando vieron aparecer por el umbral del local, a un cura, un hombre joven vestido de sotana y abrigo, quien les dedicó un escueto saludo, inclinando la cabeza. Iñaki, se dirigió a una mesa apartada de las demás, mientras iba acercándose al lugar elegido, oyó varias voces que hacían chistes sobre los curas, sus votos de castidad y las risotadas lascivas de mas de varios parroquianos. Cuando por fin se acomodó en su lugar, el ruido volvió a invadir el lugar y pronto lo ignoraron, por lo menos, eso creyó, mientras comía con ganas un potaje que la dueña de la taberna le había acercado a la mesa. Satisfecho, estuvo a punto de retirarse, cuando un grupo de mujeres se acercaron, por su vestimenta daban a entender que se trataba de prostitutas, en un primer momento pensó que venían a ofrecer sus servicios, pero pronto comprendió que eran los servicios de él, los que las mujeres necesitaban. Le suplicaron que las confesara, y aunque les explicó que no podía hacerlo, o mejor dicho, su absolución no sería del todo valida, ellas decidieron recibir aunque mas no fuera una bendición, a lo que él accedió.
Una por una fueron pasando, al principio habían sido apenas cuatro mujeres, mas cuando pensó que había terminado, al rededor de veinte personas, esperaban su turno para hablar con el religioso, escuchar concejos, y recibir la bendición. Los hombres y mujeres, se habían sentido aceptados, no juzgados, por su condición social o moral, y aceptaron de buena gana todos los consejos y opiniones que el joven clérigo les dio. Luego de cinco horas, el último de los arrepentidos partió a su hogar, y él pudo subir a su habitación, ya pasadas las tres de las mañanas, apenas poner un pie dentro de la habitación, se desvistió y tumbó en el lecho, quedando dormido casi de inmediato. Fue recién bien entrada la mañana cuando despertó, el sol se colaba por las cortinas raídas de la ventana, al despertar se apresuró a darse un baño, para después tomar un buen desayuno preparado por la dueña de la pensión, que solícita, decidió pagar su confesión de alguna manera, tras despedirse, entre afectuosas palmadas por parte de los hombres y llorosas miradas de agradecimiento, de parte de las mujeres de la pensión, buscó un transporte para emprender el largo viaje que aún le quedaba por recorrer hasta llegar a las altas tierras escocesas, esas tierras que le sabían a pura esperanza de una vida mejor.
Iñaki Grant- Condenado/Licántropo/Clase Media
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 16/11/2013
Localización : Paris - Escocia
Re: Tierra de Esperanzas - Privado
Apenas había amanecido y aún así yo ya me encontraba completamente lista para empezar con el nuevo día, completamente dispuesta a empezar con la que se había convertido en mi rutina desde el momento en que mi querido hermano había decidido que su camino en esta vida era unirse a la inquisición, a una lucha constante en contra todos aquellos sobrenaturales que amenazaban la humanidad y eran mas que capaces de crear grandes masacres en vez de permanecer en Escocia y tomar el sitio que nuestros padres habían deseado para él: liderar y dirigir el clan tal y cómo ellos habían hecho en su momento, cargo y responsabilidad que había terminado recayendo sobre mi tras su decisión y su marcha. No podía negar que los primeros meses habían resultado difíciles, duros y llenos de problemas y de gente que no me creía capaz de desempeñar dicho papel sin llevar al clan a su destrucción, cierto era que era joven e inexperta en un mundo llevado y dirigido por hombres quiénes no creían que fuera capaz de desempeñar mas tarea que dedicar mi tiempo a ser una esposa y a bordar y tejer. Si bien era cierto que no estaba casada a pesar de que pudiera llevar gran parte de mi vida comprometida con el actual líder de otro clan pero de la misma manera que sabía bien que tarde o temprano no podría huir de ello, esperaba y tenía la esperanza de que eso tardara todo el tiempo posible, igual de cierto era que había sido gracias a la actitud pomposa y arrogante de mi prometido paseándose por las tierras del clan y el castillo como si ya fuera el señor del clan que había sido posible aquietar cualquier posible intento de sublevación en mi contra.
Era mas que consciente de todos los obstáculos que me había visto obligada a sortear y los mantenía siempre bien presentes, recordando día a día que no debía bajar la guardia a pesar de que en el tiempo que llevaba ejerciendo de líder había probado y demostrado que era completa y absolutamente capaz de desarrollar mis obligaciones con la habilidad, la pulcritud y la inteligencia suficiente no solo para mantener el clan a flote si no de hacer que éste pudiera prosperar poco a poco. Dejando escapar un suspiro pesaroso, mi mirada se dirigió hacia la gran pila de documentos que reposaban encima de la gran mesa de roble pulido que se encontraba en el despacho que otrohora había pertenecido a mi padre mientras el sentimiento de sentirme como un pájaro enjaulado que mantenía oculto en el fondo de mi corazón emergía como siempre, cómo cada vez que me permitía recordar por todas las dificultades que había pasado con tal de honrar el deseo de mi hermano y que, cómo siempre, no tenía de otra que volver a encerrar con tal de seguir adelante con el que era mi deber; amaba al clan, a mi gente y a las tierras que me habían visto nacer y era por ello que estaba dispuesta, en un futuro que secretamente esperaba que tardase en llegar, a sacrificar mi propia felicidad, a renunciar a la opción de encontrar a alguien a quién pudiera amar verdaderamente y de la misma manera manera que amaba a mi gente. Los minutos pasaban, uno tras otro y a medida que avanzaba la mañana el sol empezó a entrar e invadir por completo la estancia haciendo que, finalmente, me diera cuenta de que habían pasado horas y horas desde el momento en que me había sentado tras la mesa del escritorio para ponerme con el papeleo referente a las últimas pequeñas inversiones que había hecho con la intención de que las riquezas del clan pudieran seguir aumentando.
Pestañeando varias veces, mi mirada se posó en las cifras, los cálculos y los beneficios que se estimaban y, por un momento, estos danzaron delante de mis ojos, haciendo que me sintiera ligeramente mareada, exhausta, tal vez debería salir, dar un paseo y dejar que la suave brisa y el sol brillando por encima de mi pudieran despejar mi cabeza con tal de que pudiera seguir con mi trabajo. Con la decisión tomada, alisé la falda de mi vestido, arreglé instintivamente mi larga melena y me dispuse a salir, sin decir nada a nadie evitando así el tener que llevar una dama de compañía conmigo. Tras unos pocos minutos, y a través de las calles de uno de los pueblos que descansaban en la falda y bajo el amparo del castillo Grant, pude sentirme ligeramente mejor, pero a pesar de que mi cabeza pudiera sentirse un poco mas clara, no podía quitarme la sensación de mareo, de aturdimiento, haciendo que de forma totalmente involuntaria chocara con alguien, siendo prácticamente arrojada a los brazos de dicha persona. ¿Qué me pasaba? Nunca, en mis años, había sido tan torpe. Mordiéndome el labio, me dispuse a ofrecer una disculpa, disculpa que prácticamente murió en mis labios en el momento en que levanté mi mirada, encontrándome con la mirada ajena —yo... esto... lo siento —musité tímidamente, siendo completamente incapaz de decir nada mas mientras mis mejillas adquirían un leve color rosado. ¿Dónde estaba ahora la Verónica decidida y segura de si misma en estos momentos? No lo sabía, parecía que ésta había huido dejando solo a Rory.
Era mas que consciente de todos los obstáculos que me había visto obligada a sortear y los mantenía siempre bien presentes, recordando día a día que no debía bajar la guardia a pesar de que en el tiempo que llevaba ejerciendo de líder había probado y demostrado que era completa y absolutamente capaz de desarrollar mis obligaciones con la habilidad, la pulcritud y la inteligencia suficiente no solo para mantener el clan a flote si no de hacer que éste pudiera prosperar poco a poco. Dejando escapar un suspiro pesaroso, mi mirada se dirigió hacia la gran pila de documentos que reposaban encima de la gran mesa de roble pulido que se encontraba en el despacho que otrohora había pertenecido a mi padre mientras el sentimiento de sentirme como un pájaro enjaulado que mantenía oculto en el fondo de mi corazón emergía como siempre, cómo cada vez que me permitía recordar por todas las dificultades que había pasado con tal de honrar el deseo de mi hermano y que, cómo siempre, no tenía de otra que volver a encerrar con tal de seguir adelante con el que era mi deber; amaba al clan, a mi gente y a las tierras que me habían visto nacer y era por ello que estaba dispuesta, en un futuro que secretamente esperaba que tardase en llegar, a sacrificar mi propia felicidad, a renunciar a la opción de encontrar a alguien a quién pudiera amar verdaderamente y de la misma manera manera que amaba a mi gente. Los minutos pasaban, uno tras otro y a medida que avanzaba la mañana el sol empezó a entrar e invadir por completo la estancia haciendo que, finalmente, me diera cuenta de que habían pasado horas y horas desde el momento en que me había sentado tras la mesa del escritorio para ponerme con el papeleo referente a las últimas pequeñas inversiones que había hecho con la intención de que las riquezas del clan pudieran seguir aumentando.
Pestañeando varias veces, mi mirada se posó en las cifras, los cálculos y los beneficios que se estimaban y, por un momento, estos danzaron delante de mis ojos, haciendo que me sintiera ligeramente mareada, exhausta, tal vez debería salir, dar un paseo y dejar que la suave brisa y el sol brillando por encima de mi pudieran despejar mi cabeza con tal de que pudiera seguir con mi trabajo. Con la decisión tomada, alisé la falda de mi vestido, arreglé instintivamente mi larga melena y me dispuse a salir, sin decir nada a nadie evitando así el tener que llevar una dama de compañía conmigo. Tras unos pocos minutos, y a través de las calles de uno de los pueblos que descansaban en la falda y bajo el amparo del castillo Grant, pude sentirme ligeramente mejor, pero a pesar de que mi cabeza pudiera sentirse un poco mas clara, no podía quitarme la sensación de mareo, de aturdimiento, haciendo que de forma totalmente involuntaria chocara con alguien, siendo prácticamente arrojada a los brazos de dicha persona. ¿Qué me pasaba? Nunca, en mis años, había sido tan torpe. Mordiéndome el labio, me dispuse a ofrecer una disculpa, disculpa que prácticamente murió en mis labios en el momento en que levanté mi mirada, encontrándome con la mirada ajena —yo... esto... lo siento —musité tímidamente, siendo completamente incapaz de decir nada mas mientras mis mejillas adquirían un leve color rosado. ¿Dónde estaba ahora la Verónica decidida y segura de si misma en estos momentos? No lo sabía, parecía que ésta había huido dejando solo a Rory.
Rory Grant- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 23/07/2016
Re: Tierra de Esperanzas - Privado
El Encuentro
El viaje había sido tortuoso, mucho mas que el viaje en barco desde las costas del continente al esa gran isla que era Inglaterra. Varias veces el carruaje, había subido y bajado pasajeros, hasta que solo quedaban una mujer anciana y una jovencita que no llegaba a los dieciséis años, y que no quitaba sus ojos curiosos en aquel extranjero, por sus ropas se podía intuir que era un religioso, pero parecía poco importarle. Cuando la mirada de Iñaki, volvió de divisar el huidizo paisaje, la joven le sonrió, con su boca entreabierta, decidida a mantener una charla con el joven a quien no pensaba dejar tranquilo, aunque éste fuera un hombre de la iglesia. Mas la mano huesuda de la anciana se posó en una de las piernas de la joven, una mirada de advertencia por parte de quien llevaba el mando en aquella extraña pareja, fue suficiente para que la insensata joven callara cualquier intensión de entablar dialogo alguno con Iñaki.
La mirada del seminarista vagó de una a otra, inclinando su cabeza en señal de agradecimiento cuando los ojos de la anciana se cruzaron con los suyos, suspirando levemente y cerrando los parpados acomodando se en su asiento y así intentar descansar, bien sabía que su trabajo comenzaría en cuanto bajara del carruaje en la antigua ciudad de Inverness. No supo en que momento se quedó dormido, ni como al despertar tenía en su mano una pequeña carta escrita con letra poco legible, pero intuyó que se trataba de la joven que había intentado ignorar. La guardó en el bolsillo interno de su abrigo y se apresuró a bajar del vehículo, como esperaba un jovencito de no mas de catorce años lo esperaba, debía llevarlo hasta la Iglesia Parroquial de Invernes, allí lo esperaba el padre Andrew.
Iñaki no pudo dejar de admirar tan bella iglesia, La alta iglesia de Inverness, a orillas de río Ness, construida en ladrillo, con su techo de madera y su alta torre de punta y reloj. Al entrar al interior de aquel edificio, la la atmósfera luminosa del lugar lo conquistó, - si debería elegir un lugar donde vivir el resto de mi vida, sería aquí - dijo, mientras su voz se esparcía por la nave. Cerca del pulpito, se encontrabas entado un anciano, el seminarista no necesitó que el chiquillo le indicara que aquel, era el padre Andrew, se apresuró a llegar a su lado y presentarse. El viejo religioso se levantó con dificultad, a pesar del pedido de permanecer sentado, que le hiciera el recién llegado, - tonterías - dijo, mostrando una sonrisa de dientes parejos y blanquecinos, mas esperados en el jovenzuelo que tras hacer una reverencia se alejó con premura. El religioso, era un escoces de primera sepa, testigo privilegiado de las batallas que asolaron el territorio décadas pasadas y que sentía un gran aprecio por el clan que custodiaba la región.
Tras invitarlo a la casa parroquial, le indicó cual sería su habitación y le prometió que al dia siguiente le explicaría cuales serían sus tareas, pero que ahora solo deseaba preguntar por el viaje y por un anciano religioso que había quedado en el monasterio de Lión, Iñaki no pido negarse y le relató su estadía en el monasterio, entregándole la carta que tal monje le enviara al anciano párroco. Los cabellos nevados, del padre Andrew, parecieron rejuvenecer al descubrir la elegante caligrafía del hermano Joseph. Aunque intentó ser discreto, no pudo dejar de observar con curiosidad al religioso, aquellos cabellos blancos, que por parte conservaban algunos destellos dorados, los que atestiguaban la certeza de que alguna vez fueran rojos e indómitos cabellos, aunque ahora solo quedaba una cabellera rala que hacía juego con el anciano que no dejaba de sonreír releyendo los párrafos que su amigo le dedicara.
Tras esperar paciente a que el anciano terminara de leer su tan ansiada carta, Iñaki le pidió permiso para recorrer un poco la ciudad, apenas había podido ver unas pocas calles y estaba en verdad intrigado por conocerla mejor, - ya que por un tiempo será mi hogar, creo que me vendría bien el irme familiarizando con los lugares y las calles cercanas - dijo al pasar, sin saber si su compañero de vivienda lo estaría escuchando. - si, si, recorre el centro de la ciudad, encontrarás que al fin de cuentas no es tan distinta a cualquier ciudad inglesa - respondió el religioso, con cierto enfado en sus voz, - no me hagas caso, solo que antes, las cosas eran muy diferentes... antes... cuando los escoceses eramos dueños de nuestros destinos - siguió defendiendo su postura el aciano.
Tras pasar un buen rato caminando si rumbo, Iñaki se tropezó con una joven, la atrapó en el aire, pues de no ser así hubiera dado con su humanidad en el adoquinado de la calle, - cuidado - logró decir, antes de aferrarla con fuerza, atrayéndola a su pecho, sin pensar que aquello podría ser una ofensa para la dama. Antes las escusas que la joven musitó, Iñaki, negó con un leve movimiento de cabeza, mientras la alejaba de él, pero sin soltarla del todo, pues parecía que en cualquier momento podría desvanecerse, - no se preocupe... pero... se encuentra bien - contestó, realmente preocupado por la salud de la jovencita, que no parecía ser mayor a la que le acompañara en parte del trayecto hasta Inverness.
Iñaki Grant- Condenado/Licántropo/Clase Media
- Mensajes : 44
Fecha de inscripción : 16/11/2013
Localización : Paris - Escocia
Re: Tierra de Esperanzas - Privado
Tomándome completamente por sorpresa, al sentirme entre sus brazos, la sensación de sentirme protegida, a salvo me invadió, haciendo que me sintiera aún mas aturdida de lo que me había sentido momentos antes, perdida por completa en un mar de emociones que eran completas desconocidas para mi y que creaban una densa bruma en mi cabeza, haciendo que me sintiera incapaz de disiparla por mi misa hasta que él, tan solo con su voz, consiguiera salvarme de la misma. Pestañeé ligeramente ante de que mi mirada volviera a chocar con la suya, haciendo que no fuera capaz de ver mas allá de dónde él se encontraba e incapaz de apartarla puesto que el irracional miedo que, al apartarla, éste se desvaneciera me invadía. Haciendo acopio de todas mis fuerzas, negué ligeramente con la cabeza, intentando recuperar la cordura mientras intentaba no alejar mis ojos de los suyos aunque éstos fueran los que me habían embrujado y los que no permitieran que pensara con total claridad. —Será el agotamiento —musité queda, cuando, finalmente, fui capaz de encontrar mi propia voz y fui capaz de hablar de nuevo—. Suele ser difícil para una mujer de mi edad ganarse el respeto de una multitud que cree que no se está lo suficientemente capacitado y, luego, mantenerla cuando esos mismos esperan que cometas el mas mínimo error para deshacerse de ti. —Dije con sinceridad sin apenas darme cuenta de aquello que había dicho y tardando unos momentos para percatarme de que había materializado aquellos pensamientos que nunca, hasta el momento, había confiado a nadie, aquellos que había guardado por largo tiempo y que pretendía que siguieran así y que, sin pensarlo y sin querer, había dejado ver a un completo desconocido el cual parecía tener un extraño efecto en mi.
Dejando escapar un leve suspiro, me mordí el labio intentando encontrar entre mis difusos pensamientos, alguna manera adecuada de que éste no se llevara la sensación inadecuada de mi, intentar impedir que pensara que solo era una jovencita quejándose y lloriqueando por no ser “valorada”. La sorpresa y el desconcierto me golpearon con fuerza en el preciso momento en el que, me di cuenta que me estaba preocupando por la impresión que le pudiera causar al desconocido cuyo nombre no conocía, ante el hecho de que no solo le estaba contando algunos de mis pensamientos mas secretos si no que, realmente, me importaba la impresión que pudiera causarle y aquello que éste pudiera llegar a pensar de mi. Confusa y mareada por mis pensamientos y los sentimientos contradictorios que me invadían, negué ligeramente con la cabeza de nuevo— tal vez debería.. descansar —musité, mientras mi voz sonaba débil, frágil y mi mirada buscaba, por instinto, la suya cómo si pudiera encontrar un salvavidas en ella—. Quizás... trabajo demasiadas... horas. —Musité en un tono apenas audible, mas para mi que para él, mintiéndome a mi misma sobre qué me sucedía, incapaz de aceptar o afrontar una posible realidad que no podía aceptar al saber que, sin importar qué, tendría que rechazar debido a mi deber si llegaba a ser real y si llegaba a aceptarla—. Lamento... causarle problemas cuando... quizás... tenga otras cosas que... hacer —musité a la vez que intentaba apartar mis errantes pensamientos e intentaba entender las confusas emociones que no conocía y que me hacían sentir de una manera en la que, estaba segura, no me había llegado a sentir nunca antes.
De nuevo, mi mirada buscó la suya, intentando buscar en esos preciosos orbes que me hechizaban una respuesta a pesar del peligro que sabía que éstos contenían, de saber que, cómo mas los miraba, mas incapaz de sería de apartar mi mirada de él. Aferrándome cómo pude al último jirón de autocontrol que poseía, intenté volver en mi misma, volver a entrar en razón y dejar de actuar cómo una niña demasiado sorprendida por lo que ve que deja de lado su sentido común—. Disculpe mis modales —musité, tras un momento, con la mayor calma que era capaz a pesar de que la voz me temblara ligeramente— no me he presentado de la forma debida —por primera vez, desvié mi mirada de la suya, mientras la vergüenza me invadía por momentos y, por escasos momentos, parte de la cordura, al no estar perdida en su mirada, volvía a mi— mi nombre es Rory —dije, presentándome, obviando intencionadamente mi apellido y mi nombre completo, queriendo aprovechar, por unos breves momentos el poder llegar a ser tan solo Rory y no la joven líder del clan con demasiado trabajo y preocupaciones cómo para hacer demasiada vida social.
Dejando escapar un leve suspiro, me mordí el labio intentando encontrar entre mis difusos pensamientos, alguna manera adecuada de que éste no se llevara la sensación inadecuada de mi, intentar impedir que pensara que solo era una jovencita quejándose y lloriqueando por no ser “valorada”. La sorpresa y el desconcierto me golpearon con fuerza en el preciso momento en el que, me di cuenta que me estaba preocupando por la impresión que le pudiera causar al desconocido cuyo nombre no conocía, ante el hecho de que no solo le estaba contando algunos de mis pensamientos mas secretos si no que, realmente, me importaba la impresión que pudiera causarle y aquello que éste pudiera llegar a pensar de mi. Confusa y mareada por mis pensamientos y los sentimientos contradictorios que me invadían, negué ligeramente con la cabeza de nuevo— tal vez debería.. descansar —musité, mientras mi voz sonaba débil, frágil y mi mirada buscaba, por instinto, la suya cómo si pudiera encontrar un salvavidas en ella—. Quizás... trabajo demasiadas... horas. —Musité en un tono apenas audible, mas para mi que para él, mintiéndome a mi misma sobre qué me sucedía, incapaz de aceptar o afrontar una posible realidad que no podía aceptar al saber que, sin importar qué, tendría que rechazar debido a mi deber si llegaba a ser real y si llegaba a aceptarla—. Lamento... causarle problemas cuando... quizás... tenga otras cosas que... hacer —musité a la vez que intentaba apartar mis errantes pensamientos e intentaba entender las confusas emociones que no conocía y que me hacían sentir de una manera en la que, estaba segura, no me había llegado a sentir nunca antes.
De nuevo, mi mirada buscó la suya, intentando buscar en esos preciosos orbes que me hechizaban una respuesta a pesar del peligro que sabía que éstos contenían, de saber que, cómo mas los miraba, mas incapaz de sería de apartar mi mirada de él. Aferrándome cómo pude al último jirón de autocontrol que poseía, intenté volver en mi misma, volver a entrar en razón y dejar de actuar cómo una niña demasiado sorprendida por lo que ve que deja de lado su sentido común—. Disculpe mis modales —musité, tras un momento, con la mayor calma que era capaz a pesar de que la voz me temblara ligeramente— no me he presentado de la forma debida —por primera vez, desvié mi mirada de la suya, mientras la vergüenza me invadía por momentos y, por escasos momentos, parte de la cordura, al no estar perdida en su mirada, volvía a mi— mi nombre es Rory —dije, presentándome, obviando intencionadamente mi apellido y mi nombre completo, queriendo aprovechar, por unos breves momentos el poder llegar a ser tan solo Rory y no la joven líder del clan con demasiado trabajo y preocupaciones cómo para hacer demasiada vida social.
Rory Grant- Hechicero Clase Alta
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