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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Ernutet Dom Jul 24, 2016 8:42 pm

"Look into the others eyes, many frustrations
Read between the lines, no words just vibrations
Don't ignore hidden desires."

—Enigma.



—¿Inquisición? —Observó con recelo a su criado, y por supuesto, informante—. ¿Estás seguro? Podrías haberte equivocado. Estas cosas suelen pasar, mon chéri. Pero, confiaré en tus habilidades; tampoco puedo perder el valioso tiempo que poseo.

Ernutet despidió al hombre con un sutil gesto, y al quedarse sola, volvió a tener la reacción que le habían causado las palabras de su ayudante. No era muy familiar con los inquisidores; la realidad era que los detestaba. Por esa misma razón prefería mantenerse alejada de Los Custodios y su líder, pues éstos estaban muy ligados a aquella institución que consideraba repudiable. Quizá, aquel sentimiento de odio estaba ahí porque aún conservaba atisbos de su vida humana, a pesar de ser algo a lo que le diera demasiada importancia. Sin embargo, aún para ella, era difícil olvidar el maltrato que recibió por parte de esos enviados religiosos; aquello hizo encolerizar a Farfarello, quien poco gustaba de que la trataran como cualquier cosa, y mucho menos, que lo hicieran unos humanos incompetentes.

Respiró hondo y evitó pensar en ese pasado que tanto la indignaba. Ahora sólo tenía una misión mucho más grande entre sus manos: tenía que pactar una reunión con Janine Duchannes, aquella mujer de la que supo en cuanto llegó a París. La había recordado, no por mera casualidad, sino, porque la conocía de antes. Janine era el nuevo recipiente de Rubicante y Ernutet era la única, o al menos eso pensaba, en conocer dicha verdad. Aunque era poco fanática y cercana a sus demás compañeros infernales, se sentía con la obligación de despertar por completo a Rubicante; después de todo, junto con Barbariccia, era parte de sus allegados y no podía dejarla en el limbo de la ignorancia.

En cuanto estuvo más calmada, tomó asiento y preparó una invitación para la mujer. Odiaba que fuera una inquisidora, pero, para malestar suyo, los demonios no eran capaces de elegir a sus propios recipientes, así que no le quedó de otra que aceptar la labor de su compañera y redactar minuciosamente aquella misiva que le pedía se acercara al Hotel Des Arenes a la noche siguiente.

***

La habitación era de aquellas decoradas en exceso; había, quizá, demasiado lujo en ésta, pero, dado el estatus de la persona que la solicitaba, la recepción del hotel se tomó el atrevimiento de exagerar el pedido. Ernutet ignoró aquel gesto y sólo se centró en su objetivo. Mientras esperaba, uno de sus ayudantes se encargaba de buscar a la invitada, sabiendo de antemano que aquella mujer ya había recibido la misiva y, siendo atacada por las dudas sembradas por la misma Ernutet, aceptó la petición.

Transcurrieron los minutos y aquella esperaba empezaba a impacientar a la cambiante, pero se aferró a su insistencia y no dejaría pasar la ocasión, así tuviera que salir, a buscar por su propia cuenta, a Janine. Sin embargo, no fue necesario hacerlo, pues justo en el momento en que estaba decidida a marcharse, los golpes en la puerta la detuvieron. Al abrir, se encontró con quien llevaba rato esperando; una sonrisa enigmática se asomó en sus labios ante la presencia de la otra dama.

—Ya era hora. Te estaba esperando desde hace rato, Janine, ¿o prefieres que te llame Scarlett? —Le hizo una ademán para que se adentrara al vestíbulo de la habitación—. Adelante, querida y bievenida.
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Mensaje por Scarlett Duchannes Miér Sep 14, 2016 10:09 pm

Nada de lo que estaba haciendo parecía satisfacerle del todo y eso la frustraba. Desde que Janine se viera en la necesidad de cambiar de identidad después de enfrentarse a la muerte nada se sentía igual. Los compañeros inquisidores que le habían salvado aquella fatídica noche le dijeron que era algo normal, después de todo, ella había muerto realmente durante algunos segundos en los que hasta sus compañeros le dieron por perdida, al menos esta el instante en que sus ojos se abrieron repentinamente y el aire comenzó a circular nuevamente por sus pulmones. Sus rescatadores le dijeron que al abrir los ojos comenzó a pronunciar nombres desconocidos para ellos y claro, de dichos nombres o de su muerte, ella no recordaba absolutamente nada. Todo quedó simplemente como secuela del shock aunque dentro de ella Scarlett Seligman había muerto dándole vida a Janine Duchannes y a alguien más.

Tan perdida se encontraba en su vida actual, que fue el deseo de descubrir que se sabía respecto a ella lo que le llevó a asistir esa noche a una cita en el Hotel Des Arenes. La carta con la invitación había llegado el día anterior hasta la puerta de su nueva residencia y si bien en un principio pensó en leer la carta para posteriormente desecharla como muchas otras recibidas con anterioridad, el contenido de la misiva que recibía distaba mucho de ser como las anteriores. Entre las líneas que con detenimiento leía, se hablaba del conocimiento de su pasado y sus secretos, del presente al que aún no se acostumbraba y de un futuro que seguramente le interesaría conocer; de todo lo mencionado era sin embargo el pasado lo que más le preocupaba, por eso, vestida con las características ropas oscuras de la inquisición, esas que le hacían saber a quien la viera que era una mujer con una misión, se encamino hasta el lugar de la cita.

Su llegada al Hotel no fue estrepitosa, por el contrario, entro con cautela y se encamino sin prisa alguna hasta la habitación donde la carta decía le estarían esperando. Camino al punto de encuentro, reviso las armas que cargaba entre sus ropas, únicamente para estar del todo segura en que tenía todo cubierto por si la charla se volvía algo más agresivo y cambiaban de un “agradable” encuentro a un enfrentamiento.

Una vez que estuvo frente a la puerta de la habitación y que se aseguro de que todo su armamento estuviera en orden, Janine toco a la puerta, misma que no tardo mucho en abrirse, para dejar ante los ojos de la inquisidora a una mujer de cabellos oscuros y porte elegante que le sonreía de una manera que la hizo sentir incomoda. Su antiguo nombre en labios de aquella mujer desconocida la hizo fruncir el ceño.
Janine estará bien, después de todo ya sabe que Scarlett esta muerta – dijo sin ninguna clase de pena en la voz. Su antiguo ser estaba muerto y nada podía hacerse al respecto – así que le pediré que no perturbemos la memoria de una mujer que ya no existe. – Se encontraba en completa desventaja y esa era una realidad que no podía negar, aún así con sus palabras trataba de disfrazar esa verdad – También le pediré que vaya directo al grano – la dureza de su voz era sorprendente pero como siempre, ella sabía como usar esas dos facetas de personalidad que siempre tuvo y que no desaparecieron con la muerte – No me gusta perder el tiempo – señaló una vez que entro en la habitación y con la mirada recorría todo, dándose cuenta rápidamente que eran las únicas en aquel lugar y que no parecía haber nada sospechoso en la habitación, más que la mujer a quien en esos segundos le daba la espalda.
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Mensaje por Ernutet Vie Dic 30, 2016 5:19 pm

Ella no tenía que hacerse cargo de aquel asunto, porque, al fin y al cabo, no era algo a lo que le diera demasiada importancia. Sin embargo, aquel veneno que recorría su esencia oscura la obligaba a adelantarles el paso a los demás demonios, en especial a Malacoda. ¿Cómo actuaría al enterarse que su querida Rubicante estaba de nuevo en la tierra y justo al lado de uno de los rebeldes? De seguro se pondría iracundo, inquieto y buscaría la manera de encontrarse con su querida. Pero Farfarello no se lo permitiría aún, porque era demasiado pronto, y el nuevo recipiente de Rubicante todavía se hallaba en la duda. ¿Y por qué lo sabía? Porque seguía siendo una parte importante de Los Custodios; era de las piezas invaluables para los nuevos tiempos, por eso mismo había despertado. También era astuta y no dejó nada al azar. Al igual que Graffiacane, Farfarello sabía cómo moverse hasta obtener las pistas esenciales.

Aunque no estuviera de acuerdo con que aquella laborara para la Inquisición, no tendría más alternativa que aceptarla con sus dudas humanas. Había extraído el expediente de Duchannes, y todo gracias a los suspicaces ayudantes de Barbariccia. Por esa misma razón, conocía el cambio de nombre de la mujer y todo cuanto hubo pasado para llegar a tal punto. De seguro su mente se encontraba en un caos, a pesar de que su presencia quisiera demostrar lo contrario. El dolor y la perdición no podían ser escondidas a Ernutet, porque siendo ella un demonio, conocía perfectamente aquellas cosas. Además, al ser la inquisidora uno de sus compañeros abismales, era complicado no comprenderla. Incluso, el ouroboros le ardió en su vientre al ver la mirada intranquila de Janine, confirmando la existencia de Rubicante en su interior.

Ernutet sólo continuó con su enigmática sonrisa, porque la dureza de aquellas palabras no le afectaba en lo absoluto. Porque bien sabía quién tenía ventaja en aquella insólita reunión. La dejó pasar al vestíbulo principal, cerrando la puerta tras de sí, mientras su mirada recorría la espalda de la inquisidora, como queriendo hallar algo por debajo de las prendas que la vestían.

—Oh, cierto. Olvidé ese detalle sobre tu anterior identidad. Fue un sacrificio importante de todos modos —dijo con voz estudiada, buscando alguna reacción en su invitada—. Ah sí, una mujer que no existe y no existirá más. Era un gran obstáculo, después de todo. —Se acercó a Janine, colocándose frente a ella, escudriñándola con la mirada—. ¿Por qué tanta prisa, querida? Tenemos toda una eternidad para conversar plácidamente, no seas ácida. Relájate, porque este encuentro no es casual.

Le ofreció asiento en unos elegantes sillones, a los que ella misma acudió para acomodarse. Ernutet era elegante, hermosa e inteligente, una mujer de la que no se podía fiar, pero de la que no se evitaba sentir interés.

No quisiera ser tan directa, porque esto requiere tiempo, y si se pretenden lograr los resultados deseados, lo mejor es tener paciencia —expuso—. Así que iremos poco a poco, Janine. Primero, me gustaría saber una cosa. —Hizo una pausa, meditando bien sus próximas palabras—. ¿Alguna vez conociste a un sujeto que se hacía llamar Malacoda? Se supone que pertenece a la Inquisición como un mensajero y allegado al Papa.

Y con aquella interrogante curiosa iniciaba su plan. Sabía que alguna vez, Janine, con el seudónimo de Scarlett, había sido citada por Malacoda, pero los planes de éste último fracasaron. Ambos se distanciaron e ignoraban sus realidades. Rubicante necesitaba encarnar de nuevo y eligió al recipiente correcto el mismo día de esa inesperada cita. Ahora Ernutet se encargaba de arrastrar ese recuerdo.

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Mensaje por Scarlett Duchannes Vie Ene 27, 2017 12:21 am

Aceptó reunirse con la persona que enviaba la carta, pero se decía que no estaba para juegos que la llevaran a perder el tiempo y aunque no se hallaba segura de porque motivo tenía esa idea instalada en su mente, si se encontraba convencida que desde que despertara de la muerte, era cuestión de tiempo para que algo inesperado sucediera. Janine notaba constantemente en el pecho la sensación de que algo estaba a punto de ocurrir, pero no se encontraba segura de si sería algo bueno o malo y en aquella habitación de hotel en la que se encontraba, esa sensación la atacaba.

Con palabras frías que intentaban ocultar la fragilidad de su alma, la inquisidora entró en la habitación donde únicamente se encontraba una mujer de cabellos oscuros y aspecto elegante. Aquella fémina de nombre desconocido volvió evidente desde el primer momento en que se vieron, que todo lo que exponía en la carta era verdadero; sabía el nombre antiguo de Janine, mismo que uso para darle la bienvenida, molestando de esa manera a la inquisidora que pronto corrigió aquel “error de identidad”.
Todos hacemos sacrificios, no fue la gran cosa – mintió, pues desde que cambiara de identidad su vida se desmoronaba sin motivo, al menos en la mente de la inquisidora. Desconfiando no únicamente de la mujer sino de todo lo que la rodeaba, los ojos de Janine examinaron con detenimiento la habitación y no fue sino hasta que se sintió segura en aquel lugar que volvió a posar su mirada en la mujer que ahora aparecía frente a ella – ¿Obstáculo? – enarco la ceja entonces, tratando de descubrir el significado oculto tras esas palabras que le parecían de mal gusto a la inglesa.

Todo lo que salía de los labios de la mujer carecía de sentido lógico para Janine, en especial las palabras que hacían mención al tiempo.
¿Toda una eternidad? – rió – Pues quizás tengas mucho tiempo libre pero ya te he dicho que yo no tengo tanto tiempo como para estarlo perdiendo en nada y ¿Qué este encuentro no es casual? Evidentemente no lo es. Te tomaste la molestia de enviar una carta a mi casa así que lo casual quedó descartado desde hace bastante rato – tenía el impulso de salir de aquella habitación, de olvidar que existía alguien que conocía su pasado y dejar que la vida siguiera su curso, aún así, algo dentro de ella la llevó a tomar asiento mientras que esperaba a que su anfitriona decidiera hablar.

Sentada en uno de los sillones de la habitación, observando fijamente a la mujer que plácidamente se acomodaba en otro de los sillones. Su interlocutora daba una clase de indicaciones que hicieron suspirar de cansancio a Janine.
¿Qué quieres saber? – preguntó curiosa antes de escuchar la interrogante que le formulaban. Escuchar esa pregunta volvió la sensación de que algo ocurriría más intensa que antes pero en lugar de volver su incomodidad evidente, Janine mostró templanza y se dispuso a responder – Le conozco, al menos de vista ya que nuestra interacción fue realmente corta – recordaba haber visto y hablado un poco con Malacoda tiempo atrás, cuando aún era Scarlett Seligman y su vida estaba en orden – ¿Qué tiene él que ver con todo esto? – Si bien las personalidades de ambos les habían impedido hacer cualquier cosa juntos, por alguna inexplicable razón, Janine necesitaba saber que él estaba bien y necesitaba saberlo con urgencia.
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Mensaje por Ernutet Miér Mar 22, 2017 2:13 pm

La mujer era sagaz, tal vez un poco malhumorada, pero no cabía duda de lo muy inteligente que podía ser. Sin embargo, no podía evitar sentir pena; claro, la había estado siguiendo desde hacía un tiempo, y estaba al tanto que todas aquellas situaciones aún continuaban haciendo caos en la actual Janine. Podía valerse de aquello para usarlo en su jugada, o simplemente dejarlo a un lado, no estaba muy segura, pero no descartaba ninguna posibilidad, en especial por las respuestas tan ácidas de su invitada. Aun así, supo mantener una postura elegante, relajada, sin mostrarse siquiera molesta por lo evasiva que resultaba la otra. En un principio sólo respondió con un suspiro de hastío y una mueca de desinterés. Ernutet podía resultar ser tan odiosa cuando su amabilidad era desperdiciada. Debía hacerse de la paciencia que poco poseía, que la mujer no la desquiciara; su objetivo era remover las arenas movedizas de su memoria, hasta que Rubicante pudiera emerger como en antaño.

—Oh, querida, para ti si fue la gran cosa. Mira que hacerte pasar por otra persona... Eso debe ser tan terrible —dijo, llevándose una mano al pecho, intentando hacerse la apenada por escuchar aquello, pero lo cierto es que no le importaba nada—. Y sí, hay cosas que son obstáculos, por muy cruel que nos parezca quitarlos de en medio. No intentes refutarme, sé perfectamente de que te hablo. Si te cité, como ya he dicho, no fue por casualidad. —Se relajó en su sillón, dedicándole una sonrisa a la inquisidora—. Sí, cariño, he dicho eternidad, y no por falta de lógica. ¿Estás al tanto de cuántos siglos pueden tener nuestras almas? Ya he perdido la cuenta.

Se puso de pie de inmediato y se dirigió hacia una mesita ubicada al lado de los sillones, ahí se encontraba una botella junto con dos copas de cristal. Tomó el frasco y sirvió una cantidad prudente en cada copa, luego le extendió una a Janine, mientras ella bebía un poco de la suya.

—El vino francés no es tan bueno. A este le falta añejarse más —alegó al momento en que saboreaba la calidad del vino que bebía. Pero no era por desviar la conversación, sólo intentaba liberar la tensión—. ¿En dónde me quedé? ¡Ah! Sí, en la eternidad y antes te hablé de un tan Malacoda. El mismo que es un poderoso aliado del Papa, ¿lo sabías? No es el único. Sin embargo, las cuestiones de Gian Pietro Caraffa no son de mi incumbencia en este momento, sino lo que se encuentra en tu cabecita. Y no intentes hacerte la hostil conmigo, dulzura, porque esas cosas no funcionan con los demonios de mi clase.

Y no, no estaba hablando al azar, tampoco soltaba las cosas por descuido. Aquellas palabras iban a remover algo en la mente de Janine, y ese era el objetivo principal de la cobra.

—Ya veo. Entonces hablaron poco. Comprendo —murmuró, regresando nuevamente a su asiento—. Supongo que él tampoco tenía ni idea. Pero, bien, ¿alguna vez se te hizo familiar el nombre “Rubicante”? Tal vez se te haga mucho más conocido que Scarlett, querida. Y no te preocupes, el señor Malacoda está bien, con sus trabajos de costumbre. Es alguien ocupado y esas cosas, sin embargo, él no interesa en este momento, sino tú, estimada Rubicante.

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Mensaje por Scarlett Duchannes Miér Abr 19, 2017 10:09 pm

Hasta aquellos momentos su interlocutora no decía nada que a Janine le pareciera sensato o relevante. Todo lo que la mujer de cabellos oscuros hacía era escarbar en su pasado, como buscando algo, pero qué. Con la mirada fija en ella, la inquisidora repasaba sus recuerdos como Scarlett en busca de algo significativo, algo que pudiera interesarle a la mujer que la citará pero hasta ese momento, nada llegaba a su mente. Un suspiro fluyo de sus labios mientras que se acomodaba mucho mejor en el sillón, a la espera de escuchar algo realmente interesante.
No es tan complicado como parece, después de todo Scarlett ya no existía más en ese momento – las siguientes palabras fueron las que mantuvieron a la inquisidora silente e inmóvil en su sitio. Janine sabía perfectamente a lo que se refería con eliminar obstáculos, durante mucho tiempo lo había hecho para otros y al final, había tenido que hacerlo con ella misma. De cierta manera se había asesinado a si misma y lo único rescatable de ese acto tan cruel era que cuando tuvo que hacerlo, ya no se sentía Scarlett, se sentía una mujer diferente a quien no conocía y a quien aún no reconocía del todo.

Así que es de esas mujeres que creen que las almas son eternas – sonrió – Es interesante que crea de esa manera pero yo difiero con su manera de pensar – observó un cuadro en la pared, evocando al hacerlo a todos aquellos que perdió en el camino – Yo solo sé que en este momento estamos vivos y que después podemos perderlo todo. Incluso si es que las almas existen y cambian de cuerpos no hay nada que indique que son capaces de recordar su vida pasada, así que al final, creen en la eternidad es una perdida de tiempo – su parte racional se negaba a aceptar las palabras de la mujer, por más que su corazón y algo dentro de su mente le dijera que vivir eternamente era posible.

Siguió con la mirada el elegante andar de anfitriona y acepto sin pensarlo dos veces el vino que le ofrecía, mismo del que bebió un gran sorbo. No entendía del todo porque experimentaba nerviosismo aunque lo atribuía en esta ocasión a la mención de Malacoda, aunque estar nerviosa por alguien con quien apenas compartió tiempo era extraño en gran medida.
Ya me imaginaba que era un gran aliado del Papa, después de todo fue en los cuarteles de la inquisición donde le vi; lo que no comprendo es ¿Qué tiene que ver él en esto? ¿Por qué me dices todo esto? Y ¿Qué quieres de mi? – la ultima pregunta fue prontamente respondida pero lo que Janine escuchó le genero muchas más dudas – ¿Mi cabeza? – y es que no podía entender nada de lo que estaba pasando. Ella no sabía nada importante, no era nadie importante. ¿Para que la necesitaba entonces esa mujer que hablaba de almas y demonios?.

Como si la mente de Janine no fuera en ese momento un acumulo de dudas, surgió un nombre. Rubicante. Por algún motivo ese nombre le acelero el corazón, dándole además la sensación de que era su nombre real. Una risita nerviosa se escapó de sus labios.
No sé quien es Rubicante ni que es lo que te debe pero yo me llamó Janine, no Rubicante – entonces como para hacerle ver su error y de cierta manera burlarse de su ingenuidad, recuerdos de vidas que no eran suyas llegaron de golpe a su mente. Tan abrupto resultó aquel hecho que soltó la copa de vino, misma que se hizo añicos al tocar el suelo. Janine quizás no quisiera aceptar que su vida ahora tenía un propósito mayor pero ya era tarde para tratar de escapar de su destino. Rubicante estaba despertando.
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Mensaje por Ernutet Miér Mayo 24, 2017 12:24 am

Había mujeres un poco sosas, que, aunque pretendieran actuar con pericia y expresar inteligencia, sólo se quedaban en seguir siendo... sosas. ¿Y quién mejor que Ernutet para comprenderlo? No es que ella encajara en ese grupo, la verdad distaba mucho de ello. Estaba a acostumbrada a lidiar con todo tipo de personas en su particular negocio, uno que obtuvo gracias a la astucia venenosa de su alma. Por eso, comprendía cómo actuaban la mayoría de damas de la época, resultándole a veces algo pesado y hasta fastidioso. Tal vez esperó demasiado de aquella mujer, y no era para menos, su querida Rubicante estaba sepultada en las lóbregas memorias de la susodicha Janine Duchannes.

Hizo un gran esfuerzo para no mostrarse hastiada ante las respuestas de aquella. No debía ser grosera y menos cuando llevaba intenciones muy sustentadas; sin embargo, era la manera de responder de Janine la causante de su apatía. «Tranquila, Farfarello. Recuerda que aún no ha conseguido su inminente despertar», se repitió a sí misma en su mente, centrándose nuevamente en su plan. Si bien se sentía un tanto decepcionada, en algún punto supo que sus palabras habían surtido un efecto esperado. Debía continuar destilando todo el veneno que su lengua era capaz de expeler. Ese mismo veneno al que Barbariccia solía temerle ligeramente, a pesar de ser él muy inmune, o tal vez no tanto. Ernutet podía llegar a ser tan terrible, incluso para él.

Pero antes de seguir perdiendo los pensamientos en nimiedades, volvió a centrarse en Janine. La percibió ligeramente confundida, y eso era bueno. Aun así, quiso quedarse en su asiento, sin inmutarse demasiado; debía continuar con su faena. No podía asegurar la victoria aún.

—Ay, es una lástima que pienses de esa manera, tesoro —habló finalmente, luego de una larga pausa—. No crees en la eternidad del alma, pero si crees que cambiar de nombre te hará olvidar lo que fuiste cuando usabas el nombre de Scarlett. —Chasqueó la lengua como reprochándola. Así resultaba ser Farfarello, un abismo del más puro y directo sarcasmo—. No, no. Nada de frases de motivación personal, y menos en mi presencia. ¿Sabes cuántas personas se han ido a la ruina por creer en esas cosas?

Torció los labios en un gesto que mostraba totalmente su desagrado. Pero luego, con esa manía que tenía de caer mal, esbozó una sonrisa un tanto enigmática. ¡Ay! Si esa mujer supiera con quien lidiaba. Bueno, al menos la humana, Rubicante si la conocía al dedillo.

—¿Cuánto llevas en la Inquisición? ¿Cinco minutos? —inquirió con ironía—. Te falta leer un poco de filosofía y teología, cariño. Ah, cierto, es que en las filas inquisitoriales no les conviene. Hombres temerosos de poca  y excesiva fe. Bien dicen que en la viña del Señor hay de todo. —Optó por beber un poco más de aquel vino que no era de su gusto—. Es más, me atrevo a asegurar que, si Malacoda te oyera diciendo eso, de seguro frunciría tanto el ceño, que arruinaría su precioso semblante.

Demasiado directa; terriblemente hiriente. No le importaba, pero ella tendría que reconocer las cosas como eran, no andarse con tonterías que sólo condenaban más a sus memorias a un destierro perentorio.

—No —sentenció, saboreando su victoria—, tú no eres ni Scarlett ni Janine. —Se puso de pie. La confrontó con esa mirada de reptil que guardaba bajo su apariencia humana—. Tú no eres la humana cobarde de su pasado que aparentas. ¿Qué esperas para dejarte ver, Rubicante? Tomas un nuevo cuerpo y apenas puedes controlarlo. Eso es indigno.

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Mensaje por Scarlett Duchannes Jue Jun 22, 2017 10:37 pm

“…In the darkness I will meet my creators…”
Daughter - "Smother"


Desde que despertará del ataque en el que le dieron por muerta todo era diferente, se sentía fuera de si, una existencia completamente nueva a la que fue antes de “morir” y aunque algo dentro de ella quería hablar, expresarle que era lo que sucedía realmente con ella, Janine tenía miedo y acababa por acallar esa voz, desviarla ocupando su tiempo de manera tan banal que solo terminaba sintiéndose más vacía y confundida.

¿Cómo espera que crea en la eternidad de las almas? Eso no es algo que pueda comprobar, no obstante, cambiar de nombre e inventarme una nueva vida es algo que sirve y que he comprobado – aquellas palabras aunque con cierta verdad, eran más que nada una mentira, al menos al referirse al exitoso cambio de su vida, ese que dejaba más dudas y vacíos que alegrías o respuestas. La inquisidora sonrió de manera falsa – No me interesa saber sobre el fracaso de otras personas, lo que me interesa saber en este punto es, ¿Para qué estoy aquí? ¿Para beber con usted como si fuéramos amigas, como si la conociera? – quería respuestas reales, no solo palabras que la sumergieran más en el mar de sus dudas e inseguridades.

Janine se encontraba más perdida que nunca. Sumergida en un mar donde le era imposible flotar, o más bien, donde temía flotar hacía la luz y aquella mujer frente a la que se encontraba ese día no estaba ayudando para nada a su confusa y frágil mente. Le contaba sobre la eternidad de las almas, aseguraba que deseaba lo que se encontraba en su cabeza y le hablaba además de Malacoda, aquel hombre que había conocido tiempo atrás y no le había significado nada en el pasado, pero ahora, parecía importarle de una manera apremiante; y como si todo aquello no fuera suficiente, la llamaba ahora por un nombre completamente extraño que sin embargo le parecía suyo. Rubicante.

No vine aquí a hablar de mis creencias o las suyas, mucho menos a decirle cuanto es que llevó en la inquisición y si sé o no sé lo que ahí se hace – para Janine, la inquisición no era más que un medio para lograr su venganza por la muerte de su madre a manos de vampiros, nada más que eso. Aún así, en labios de la pelinegra frente a ella, todo se volvía más enigmático, más complicado – y si no tiene nada verdaderamente importante que decirme, me iré.

Janine estaba por dejar la copa sobre la mesita cuando la poderosa negativa de la mujer frente a ella la hizo detenerse de golpe. Los ojos de la inquisidora fueron a centrarse en aquellos que parecían penetrar su alma. Ella no era Scarlett, tampoco era Janine, en eso tenía razón la mujer que se ponía ahora de pie para retar a la inquisidora, de manera tal que cambiaría completamente el curso de su vida para siempre.

La copa que había estado sujetando cayó al suelo mientras que en su cuerpo despertaba una fuerza que se mezclaba con Janine, haciendo aparecer en su mente no solo memorias suyas, sino también memorias de otras vidas y sobre todo, la de una misión importante que debía ser cumplida por ella y sus compañeros.

Tras unos minutos de silencio, todo termino de embonar en su sitio y con una mirada fuerte, diferente a la que mostrara antes la delicada inquisidora, observó a la pelinegra que se mantenía aun en pie.
Farfarello, este cuerpo y esta mente aún se encontraban frágiles para que apareciera por mi propia voluntad – hizo una pausa – menos mal que te tomaste el tiempo y la libertad de escupir tu veneno, que parece era lo que se necesitaba para que mi despertar – sonrió de medio lado – ¿Cómo ha ido todo en mi ausencia? – preguntó Rubicante, quien finalmente despertaba una vez más.
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Mensaje por Ernutet Lun Jul 24, 2017 1:22 am

A veces se preguntaba por qué sus congéneres solían hacer pésimas elecciones a la hora de encarnar. Bien, no siempre ocurría de ese modo, pero ocurría que Rubicante no solía prestar demasiada atención de sus recipientes, ¡y no entendía nada! Aquello era completamente sustancial tratándose de ellos, y mientras más escuchaba las quejas de la humana Janine, Scarlett, o cómo demonios se llamara, más se decepcionaba. Sin embargo, si estaba ahí para intentar despertar a Rubicante, no podía desistir. Esa no era Ernutet; esa no era Farfarello. Siempre se caracterizó por tomar las riendas de sus decisiones, y no desistía hasta no conseguir los resultados deseados. Por supuesto, aquella no iba a ser una excepción menos, al contrario, estaba mucho más dispuesta a cumplir con sus pretensiones.

Aunque, no le había sido muy agradable tener que lidiar con una inquisidora testaruda; aquella mujer empezaba a ser un pequeño dolor de cabeza para Ernutet, pero no lo demostró, simplemente mantuvo una postura relajada, que contrastaba perfectamente con su sonrisa maliciosa y esa mirada penetrante, como si buscara arrancarle el alma. Y sí, bien que quería hacerlo, para ver si de una vez por todas Rubicante dejaba escaparse de sus delirios mortales.

—Y vuelve la mula al trigo —murmuró, exhalando con evidente hastío—. En serio, linda, ¿no te cansas de intentar ser dura? Porque no te queda, en lo absoluto, ni por muy inquisidora que seas —habló con mesura, aunque estuviera soltando el más puro veneno—. ¿Amigas? Ah, mira, quizás sí. Pero entre los nuestros eso se llama alianza; las amistades, así como las definen los mortales, bueno... esas son cosa aparte, demasiado profundo el concepto para que lo comprendas como humana. —Avanzó por toda la habitación, con la copa de vino en la mano, luciendo esa elegancia abismal de la que solía jactarse siempre—. Me estás arruinando el humor, linda. Y eso no es nada bueno, en lo más mínimo.

No se trataba de una broma, estaba siendo muy honesta, por lo que aquello no podía considerarse una simple advertencia. Ernutet no era ninguna estúpida, y si tomaba esa actitud tan arrogante e hiriente, lo hacía adrede, porque ella se caracterizaba por ser una mujer de armas a tomar, así fuera a través de las palabras. Y las suyas solían causar el efecto deseado. Fue por eso que no se esperó mucho que consiguiera su objetivo final después de todo. Su sonrisa se ensanchó, y aunque no pudiera verle la cara a Janine (porque estaba de espaldas a ella), pudo describir su rostro a la perfección. ¡Una delicia! El manjar que ningún pudiera probar jamás.

—Ya me estabas comenzando a fastidiar con tu letargo, Rubicante. Y mira que tiendo a ser paciente hasta cierto punto —soltó, girándose finalmente—. ¡Cariño! Mientras más débiles estén, mejor. Si no fuera de ese modo, ni siquiera te atreverías a hablarme de ese modo. Además, que mujer tan soez has escogido para encarnar. —Chasqueó la lengua, negando un par de veces—. Estuviste poco ausente, tengo entendido. Me han dicho las malas lenguas que tu anterior recipiente cometió suicidio, ¿no? Ay, es que todavía no termino de comprender tu manía con las mujeres inestables de la cabeza.


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Mensaje por Scarlett Duchannes Mar Ago 22, 2017 10:36 pm

Janine era verdaderamente incapaz de comprender que era lo que estaba sucediendo. Aquella mujer que la citaba le cuestionaba sobre su vida, sobre lo que era o más bien dicho sobre lo que creía ser y eso estaba comenzando a darle un terrible dolor de cabeza. Podía ver como es que los labios de la pelinegra se movían, intuía además lo que las cuerdas vocales de la dama en cuestión emitían, sin embargo, era incapaz de escuchar cualquier cosa. Aquella conversación se había vuelto del todo insostenible para ella y los deseos de escapar de aquella habitación se tornaron en un mero asunto de supervivencia, al menos la supervivencia de la parte humana e ingenua a todo, que poseía.

Los ataques verbales y las exigencias de la pelinegra fueron las que terminaron por hacer que la mente de la mortal abriera el camino al demonio que habitaba dentro de ella. La humana conocida como Scarlett Seligman había muerto y ahora, lo mismo ocurría con la que trataba de ocupar su lugar, Janine Duchannes, quien a partir de ese momento se transformaría solamente en una identidad falsa y en un fragmento de una personalidad mucho mayor, más antigua y poderosa. Aquel cuerpo pertenecía ahora a Rubicante.

Su despertar había sido abrupto, aún así, era realizado en el momento más oportuno pues Rubicante no podía darse el lujo de perder otro recipiente, mucho menos considerando que casi todos sus compañeros estaban ya activos y conscientes, a no ser claro que durante su ausencia hubieran aparecido los faltantes y fuera ella la única que se encontraba alejada de la acción. Pensar en la posibilidad de ser la ausente la hizo fruncir el ceño y observar una vez más a Farfarello.
¿Encontraron a quienes faltaban de despertar o aparecer? – pero su pregunta paso momentáneamente a ocupar un segundo lugar cuando la pelinegra le cuestionaba sobre sus decisiones con respecto a recipientes y le recordaba que el recipiente que ocupara antes de tomar el de Janine, había acabado quitándose la vida – El incidente con mi último recipiente fue definitivamente lamentable, creí que era la apropiada pero mi poder resulto ser demasiado para ella. Una verdadera pena. – suspiro, cruzando la pierna de manera lenta – Pero esa mala decisión ya pertenece al pasado, así que no tiene caso que sigamos sacándola a la luz pues ya estoy aquí – hizo una pausa – o más bien me has hecho estar aquí, quizás no de una manera conveniente, pero me hiciste despertar, así que te lo agradezco. Con respecto a la manera en que decido quien será mi nuevo recipiente – sonrió divertida – Algún pasatiempo debemos de tener y el mío es tomar recipientes rotos para convertirlos en algo magnifico e inolvidable – terminó entonces por ponerse de pie – Ahora, ¿Me requerías para algo? O ¿Decidiste despertarme solo para fastidiar a los demás? – eran demonios, seres que se alimentaban de la oscuridad del mundo y que disfrutaban con el dolor, sufrimiento y el fastidio de otros; hasta de ellos mismos.
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Mensaje por Ernutet Vie Oct 06, 2017 2:38 am

Su trabajo hecho estaba. Se había encargado de traer de vuelta a uno de los suyos, y tampoco pedía una recompensa, porque ya la tenía. Tan sólo con saber cómo se pondría Malacoda al enterarse, era más que suficiente para darse por satisfecha. Sin embargo, eso no significaba que iba a seguir metiéndose en los asuntos de la logia, porque Farfarello solía hacer las cosas a su manera, y por más encarnaciones que pudiera arrastrar, las cosas seguirían igual, porque ella... seguiría igual. ¿Para qué engañarse? Podría inventarle excusas a cualquiera, pero consigo misma era excesivamente honesta, ¿qué le iba a hacer?

De todas maneras, y dejando a un lado su egocentrismo, su misión con respecto al despertar de Rubicante estaba más que completada. ¡Y le fue tan sencillo hacerlo! Sólo era cuestión de lanzar su veneno al punto adecuado, no fue tan complicado. ¿Entonces por qué al susodicho Tribunal Supremo le costó tanto? Uh, ya lo entendía mejor. No tenía muy buenas noticias para Rubicante esta vez... Pero ese era otro asunto en el que no se iba a meter, no demasiado.

Había sido un dolor de cabeza, no lo negaba, en lo más mínimo, y era justamente por la constante negativa de quien se hacía llamar Janine. ¡Vaya mujer! Con razón era inquisidora, y todos parecían tener ese condenado carácter del... demonio no, esta vez no aplicaba, y mucho menos en su presencia. Lo cierto es que tenían un pésimo genio, pero, por supuesta suerte, no tendría que lidiar más con eso, al menos no por parte de la nueva Janine, Scarlett, o cómo diablos quisiera llamarse ahora.

—Nunca estaremos completos, esa es una realidad a la que debemos enfrentarnos. Si estamos todos, ¿qué gracia tiene? Al menos a mí me gustan las cosas difíciles, y para el momento en que todos estemos, aún falta. Simplemente debemos disfrutar nuestras estadías en este mundo y ya está. Al menos esa es mi humilde opinión —expuso, completamente segura de su postura—. ¿Qué te puedo decir? Tienes un terrible gusto para casi todo, y eso es un verdadero fastidio. Quizá te hace falta mejorar tu carácter. No sé, digo yo. Pero, ¿a quién le importa el veneno que destile una cobra?

Se puso de pie, abandonando la copa de vino, incluso. Ya había cumplido con lo que tenía en mente, así que ya era momento de marcharse y seguir con su particular estilo de vida. Los negocios no se cuidaban solos.

—Yo no te requería para nada, no te confundas. Me gusta trabajar sola... Simplemente te quise dar un empujoncito para que despertaras como debía ser. Y lo de los recipientes rotos está por verse —soltó, dirigiéndose finalmente a la salida—. Ya creo que de lo demás te encargas tú. Suerte con tu nueva vida, querida.

Y diciendo esto, se marchó. Así era Ernutet. No, Ernutet no, Farfarello... Ella como venía, se iba, sin demasiadas complicaciones, porque no era una mujer con tantos problemas. Simplemente hacía las cosas como éstas tenían que ser, desde su punto de vista. Siempre de ese modo, sin excepciones.

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Mensaje por Scarlett Duchannes Miér Nov 22, 2017 9:37 pm

Despertar era la parte más divertida para Rubicante, quien gustaba de apropiarse de la identidad completa de los recipientes que tomaba, todo en busca de cómo ella decía, volverlos hermosos. La inquisidora que ahora le servía de vasija, la encontró en un momento en sus últimos momentos, con varios huesos del cuerpo destrozados bajo una pila de escombros y un par lágrimas rodando por sus mejillas, respirando con gran dificultad y pensando prácticamente en la nada. Que hermoso resultó para Rubicante entrar en ella, decirle que aún no era el momento y arrastrarla de nuevo a la vida. Para Scarlett obtener nuevamente energía para gritar y ser restada resulto un milagro que para su desgracia poco tenía que ver con Dios. La inquisidora se había resistido mucho a que Rubicante se posesionara completamente de su cuerpo; pero ahora aquella resistencia no era más que un recuerdo en la mente de la demonio, que se aferraba a lo mejor de la personalidad de Scarlett para hacerlo propio y aumentar tanto su poder como su conocimiento.

Al levantarse del asiento donde se encontraba y enfrentar su mirada a la de Farfarello,, sonrió. No tenía ni la menor idea de que era lo que su compañera estaba planeando, pero estaba segura de que había algo, ya que Farfarello no efectuaba acciones sin tener algo en mente, fuera lo que fuera, sería divertido averiguarlo.
Bueno, las cosas difíciles son lo tuyo, las cosas rotas lo mío – menciono, reiterando una vez más su predilección por personas un tanto inestables física, social o mentalmente. Cruzó los brazos a la altura del pecho y se encogió de hombros con desinterés – Podría decir lo mismo sobre tus gustos, pero no me trajiste aquí para discutir asuntos tan triviales así que lo pasaré por alto.

Aquella mujer era tan… demonio que Rubicante no pudo evitar sonreírle antes de moverse a un lado y dejarla pasar en dirección a la salida. Farfarello le había buscado solo para despertarla, no para pedir su ayuda, así que eso solo le decía que algo estaba pasando y debía ponerse al día lo más pronto posible.
También cuídate, no vayas a morderte la lengua sola – menciono antes de que la puerta se cerrase y los pasos de la pelinegra se acallaran por la distancia.

Fue hasta que se supo completamente sola que avanzó hasta un espejo cercano, donde contemplo su nueva apariencia. Una enorme sonrisa apareció en sus labios al tiempo que sus manos delineaban la figura que poseía y al mirarse a si misma a los ojos, vio la oscuridad de su interior, detalle que la llevó a reírse para girar después sobre sus pies y avanzar hasta la puerta por la que minutos atrás saliera Farfarello.

Ella era Rubicante y una vez más, estaba en la tierra.


FINALIZADO
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