Los sentimientos de un alma cautiva de amor || Diario de Luba

por **Laura Tejada Luna** Lun Ago 01, 2016 8:19 pm

"Si alguna vez me hubieran asegurado que amaría a un ser con la fuerza con la que mi corazón la te por Lisandër, seguramente me hubiera reído de aquella profecía. Mas cada vez que mis ojos se posan en los suyos, solo puedo afirmar que hasta su aparición en mi vida, jamás amé." levantó la vista de la pagina en la cual había comenzado a escribir sus pensamientos mas profundos. Sonrió, al pensar en aquel vampiro que era mucho mas que su amado, pues la relación que poseía con él, era mucho mas fuerte, no se basaba en el romanticismo, del que jamás faltaba entre ellos, sino, en la unión de sus sangres, de la suya alimentando aquel cuerpo que al entregarse a él, en aquella comunión, lograba darle el calor que en su piel faltaba, sino que aquellas pocas gotas de sangre vampírica que él le ofrecía, volvían esa unión mucho mas eterna e importante que cualquier juramento. Suspiró, acariciando las palabras escritas en aquel diario y sonrió al recordar la noche que lo conociera. Había sido a principios de Agosto, el verano hacía que las temperaturas de San Petersburgo fueran agradables, incentivando a los ciudadanos a salir a sus calles y disfrutar del día y de alguna noche un poco mas templada de lo habitual. Luba, no había sido la excepción y se dispuso a disfrutar de una de sus pocas veladas libres, pues se había tomado unos días de descanso de su trabajo en el Teatro Bolchóir. Paseó por una de las calles principales de la ciudad, decidiendo entrar a un restaurante de moda, en el que existía una pista de baile y tras servirse una copa de champagne, un caballero se acercó a pedirle una pieza, a lo que no pudo negarse, la orquesta tocaba una de las melodías que mas amaba, y bailó por toda la pista, con paso ligero y grácil, entre los brazos de aquel hombre. Aunque lo había disfrutado, en todo momento había sentido la mirada de alguien que se clavaba en su cuerpo. Al terminar de bailar, agradecer el baile, se dispuso a volver a sentarse. Buscó aquella mirada, mas no lograba encontrarla, hasta que le encontró, en una mesa, al otro lado del salón observándola, sin pudores, como si se tratase de un cazador y ella su presa. Tembló, mas no le desagradó, deseaba ser observada, pues en esa mirada encontraba un misterio que jamás había experimentado y que lograba mantenerla cautiva.

Recordar aquella noche, la hizo entristecer, odiaba los días y las noches que él no estaba a su lado, que no la abrazaba y le prometía que jamás dejaría de amarla, de cuidarla. Suspiró, tomando una pequeña flor seca, la llevó hasta sus labios y la besó, con la adoración a una reliquia, pues él se la había entregado aquella noche, cuando por fin las barreras cayeron y Lisandër se acercó a ella, para hablarle y robarse su corazón.