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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Astrid J. Bergès Miér Ago 03, 2016 9:36 am

Llego tarde. Mis pasos resuenan en los húmedos adoquines mientras avanzo por la París durmiente. Casi puedo imaginar la mueca de desaprobación de Naxel al verme aparecer, su gesto despectivo acompañado de frívolas palabras. Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro ya que en cierto modo me divierte la situación, resulta sencillo acabar con la poca paciencia que parece tener y en mi fuero interno llegar tarde es una leve venganza por su afán por el perfeccionismo. Estoy a dos manzanas de nuestro punto de encuentro, es cuestión de minutos que volvamos a vernos y este hecho eriza mi piel al instante. Frunzo el ceño y niego con la cabeza en un intento vano por concentrarme. Condición número uno de nuestro encuentro: ir armada hasta las cejas. Llevo dos armas de fuego Colt Walker con balas bañadas en plata, dagas en sus fundas, dos en las pantorrillas y dos en el arné bajo el abrigo. Por si fuera poco, llevo conmigo mi ballesta. Es mi arma más preciada y jamás pensé que podría encariñarme tanto con algo que puede hacer tanto daño, cargar con ella no supone ningún problema ya siendo más pequeña que el tamaño estándar resulta más ligera y práctica. Condición número dos: información. Tengo que contarle los avances a Naxel. Y condición número tres: bajo sus normas. Lo cual, no pienso cumplir. No sé qué clase de noche nos espera y tampoco quiero pensar en ello, lo que tenga que venir será, me guste o no. Procuro mantenerme en las sombras y avanzar por las callejuelas para evitar miradas indiscretas, pese a que es pasada media noche debo mantener la discreción. Al cabo de dos minutos estoy doblado la esquina para meterme en el callejón donde se supone, Naxel debe estar esperándome. Avanzo con paso seguro y en silencio hacia la oscuridad, como si de una metáfora se tratase me encuentro con sus ojos. Naxel sale de las sombras con una sonrisa ladina en sus labios y al ver su gesto los míos se tensan ante el recuerdo de su cercanía.

Aquella noche la muerte nos tuvo en sus manos y desde entonces nos dedicamos a jugar al escondite, nos ocultamos más que nunca y mantenemos las distancias para con todo aquello que resulta demasiado sospechoso. Yo me he vuelto paranoica. Sabemos que una manada de licántropos nos sigue la pista y es cuestión de tiempo que den con nosotros aunque, llegados a este punto no deja de invadirme la sensación de que la persecución se está alargando más de lo esperado, si quisiesen encontrarnos ya lo habrían hecho, ¿no es así? Por otro lado que Naxel apareciese en mi casa de improvisto solo trajo más que problemas, en ese entonces él andaba persiguiendo a un vampiro neófito que, para mi desgracia, iba detrás de Naitiri. El mero pensamiento me revuelve el estómago. ¿Cómo pude estar tan ciega? La vida de mi amiga corre peligro y yo no había podido notarlo. Desde entonces siento que estoy en deuda con el cazador y daría lo que fuera por romper ese lazo, no quiero deber nada a él ni a nadie. Y pese a todo en este momento, de entre todas estas cosas, yo solo puedo pensar en sus labios. O mejor, en propinarle un puñetazo en su sarcástica sonrisa. Aquella noche podría haberle cortado el cuello en cuanto osó acercarse, podría haber puesto la distancia entre nosotros cuando rozó mi cabello y mordió mi labio inferior con ese descaro característico de su persona, podría haber dormido en el suelo y sin embargo me recosté en su lecho, confiándole mi sueño. Pasé frío pese a estar entre sus sábanas y la distancia entre nosotros me mantuvo en tensión, al abrir los ojos al amanecer él no estaba y en cierto modo lo agradecí, tomé mis cosas y desaparecí.


-Ahórrate el sermón y así ahorramos tiempo, cazador-cuando llego a su altura me coloco los mechones sueltos tras las orejas y compruebo por inercia que el enganche de la ballesta está bien sujeto. Sé que no piensa omitir ni una palabra de lo que tenga que decirme, así que en cierto modo ya estoy preparada para ignorarlo, apenas escucho lo que esté diciéndome porque hace tiempo que dejé de admitir quejas ante mis retrasos temporales, procedo a interrumpirlo con algo mejor-El humano se trata de Babtiste Lemort, se le ha visto en varias ocasiones en los suburbios pese a su condición de alta cuna y al parecer tiene una especie de "deuda" por pagar ¿Qué lo enlaza a ti? No tengo ni idea-examino su rostro en busca de algún indicio de reconocimiento ya que si al menos él sabe de quién estoy hablando quizás nuestra búsqueda no sea tan complicada. Omito el hecho de cómo he conseguido la información, tengo mis fuentes y no pienso compartirlas-Así que... ¿cuál es la situación? ¿Piensas abrir fuego contra todo lo que se nos cruce o hay un plan mejor?-alzo mis ojos en su dirección, mi tono de voz suena a reto y ciertamente espero que se lo tome así, espero que haya pensado meticulosamente lo que quiere hacer en vez de haberse dejado llevar por la rabia, no pienso participar en una carnicería sin razón de peso. Sé que podemos lograr nuestro objetivo sin acabar con más vidas de las necesarias. Me muerdo el labio pensativa ya que tengo claro que el camino que tomará él para alcanzar sus objetivos es bien distinto, Naxel arrasaría París hasta salirse con la suya- Por cierto, buenas noches-hago una modesta reverencia, de esas a las que a mi querida tía le agrada que realice porque me hacen parecer más femenina y encantadora, aunque vestida de caza más parece una sutil burla a la cortesía. Sonrío de forma pícara ante mis pensamientos y me acerco más a Naxel con los brazos cruzados, aún hay una distancia prudente entre nosotros pero estamos más seguros en las sombras.


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Mensaje por Naxel Eblan Jue Ago 04, 2016 2:10 pm

Habían pasado algo más de una semana desde que había escapado de la muerte siendo perseguido por una jauría de lobos, o licántropos, haciendo que tuviera que retirarme del campo de batalla y huir por seguir con vida mientras en mí huida arrastraba conmigo a la causante de haber caído en la boca del lobo. Por eso no me gustaba cazar con alguien más, siempre había preferido cazar a solas y no tener que depender de nadie… aquella noche había hecho cosas que no me habían gustado para nada, y no por mis acciones, sino por lo que tener cerca a Astrid representaba.

Jamás nadie había entrado en la cabaña que tenía en el bosque, perdida en mitad de este, y había salido con vida para contarlo. Las presas entraban con el único fin de sacarles información y una vez que ya no me servían para nada… acababan muertas del todo. Ella había sido la primera que había tenido el inmenso honor de salir de allí con vida al día siguiente sin siquiera un rasguño por ello, y la única también con la que había tenido que compartir cama. Me gustaba tener a mujeres en mí cama pero solamente porque yo así lo había decidido también… no porque una cazadora tuviera que quedarse allí porque su vida corría peligro al igual que la mía.

Le había dejado ropa mía que tenía por allí y al final habíamos acabado durmiendo en la misma cama, que era inmensa, pero que al fin y al cabo habíamos compartido. Esa noche me había sumido en un estado de duermevela en la que estaba atento por si escuchaba el más mínimo ruido, no me fiaba de los licántropos y aunque seguramente el rastro lo hubieran perdido al cruzar el río no iba a confiarme para nada. Había pasado la noche escuchando su respiración mientras dormía y yo me mantenía despierto, hasta que los primeros rayos del sol se colaron por la ventana y supe que todo peligro había pasado. Me había levantado y, pro inercia, había observado durante unos minutos su rostro al dormir. Tranquila y serena, como si nada a su alrededor estuviera sucediendo, como si su vida no corriera peligro, y como si nada pudiera pasarle.

Su respiración era rítmica y lenta, su pecho subía y bajaba de forma tranquila y el pelo que ya no estaba húmedo por nuestro baño, se había medio ondulado haciendo que pareciera más corto. Su piel nívea en contraste con su oscuro cabello resaltó sobre la cama de sábanas negras… parecía como un pequeño ángel al que nada le podía pasar, y yo sin embargo, era un completo demonio. Fruncí el ceño ante eso y me levanté sin siquiera hacer ruido, cogí todas las cosas y me marché de la cabaña dejándola a solas.

Y ahora, en aquel callejón en el que nos habíamos encontrado antes de empezar aquella locura de noche, me encontraba esperándola. ¿Por qué narices había aceptado que me ayudara? Era una cazadora que seguramente me traería muchos problemas y algunos de los cuales siquiera quería ponerme a pensar, tenía mucho que aprender de aquel mundo y esperaba que aquella noche no me condujera de nuevo hacia la boca del lobo, porque entonces, sí que iba a matarla. Me encontraba apoyado contra la pared, con los brazos cruzados, cobijándome bajo las sombras como si fuera una parte de más de ellas… cuando unos pasos me indicaron que alguien se acercaba.

Esperaba que viniera bajo las condiciones que le había impuesto o lo iba a lamentar seriamente, debía de venir armada hasta las cejas, con información, y sabiendo que iba a actuar bajo mis normas. No esperaba réplica alguna sobre aquellos tres simples puntos, porque de lo contrario, no iba a acceder a seguir cazando con ella. Bastante me jodía la idea como para que se saltara alguno de aquellos puntos. Yo por mí parte iba también armado hasta los dientes; llevaba dos fundas escondidas en mis muslos con dagas de plata, en la pantorrilla bajo el pantalón llevaba unas estacas pequeñas de madera por si acaso nos cruzábamos con algún vampiro no tener problema alguno, llevaba además aunque no me gustase mucho dos escopetas con balas suficientes por si la situación se complicaba, y como no, mí inconfundible ballesta que siempre me gustaba llevar a todos lados. No salía de casa sin ella, y en el carcaj, tenía flechas con punta de plata para los licántropos. Iba armado a más no poder y esperaba que Astrid también lo estuviera. Como siempre mí atuendo era completamente de negro, para poder camuflarme mejor entre las sombras.

Miré en dirección de donde procedían los pasos, atento por si no era Astrid, y mis ojos se cruzaron con los suyos todavía entre las sombras. Salí de la oscuridad para que pudiera verme y sonrío ladino observándola, a simple vista no parece que lleve muchas armas pero el arnés que lleva y que cruza su pecho me da a entender que ha venido tal y como le había pedido. Pero había llegado tarde, odiaba la impuntualidad y me había hecho que la esperara perdiendo un tiempo valioso que podíamos haber aprovechado para la caza. Sus ojos me recorren y yo hago lo mismo, divertido con la situación, pese a que pasó aquella noche todavía sigue sin fiarse de mí… y me divierte el que no lo haga. Sus gestos tensos demuestran perfectamente el por qué está así, y sonrío de lado.


-Llegas tarde –mí voz es dura y fría sin esperar réplica alguna- Veo que la puntualidad no es otro de tus fuertes, cazadora. La próxima vez más te vale no dejarme esperando a que llegues, me importa poco el por qué te ha retrasado, pero no querrás saber lo que puedo hacerte por hacerme esperar –lo odiaba demasiado, era algo que no podía soportar de ninguna de las maneras. Me crucé de brazos y la fulminé con la mirada- Tiempo que me has hecho perder y del cual ya podríamos haber empezado. Espero que traigas buenas noticias –esperé a que comenzara a hablar, cuando lo hace, la información que me da hace que mí interior bulla de la rabia que sus palabras me provocan. Conocía aquel nombre y conocía perfectamente a aquel humano… hijo de puta, ahora entendía perfectamente porqué había podido darles información a los licántropos… y no precisamente porque tuviera una deuda con ellos. Era un hombre de alta cuna que había conocido y coincidido en un par de ocasiones, la primera, cuando maté a un vampiro que iba a considerarlo su cena. El hombre ni siquiera sabía de la existencia de esos seres y cuando lo maté ante sus ojos… vi el miedo que tuvo al pensar que podía hacerle lo mismo a él. Después de aquello había coincidido más veces, no me gustaba demasiado estar con la gente pero de vez en cuando iba de taberna en taberna para beber un trago y… aquel hombre había estado. No me había gustado su cercanía y ahora entendía e parte por qué se había acercado. Pensaba matarlo, me daba igual los motivos que le movieran a informar a los licántropos… me la había jugado, y nadie me la jugaba y salía con vida. ¿Los lazos que nos unían? No había ningún tipo de lazo. Apreté la mandíbula con fuerza y cerré una de mis manos con fuerza, dando un golpe a la pared descargando parte de la rabia que eso me producía- ¿Lazos? –Me reí de forma algo siniestra por aquello- No hay ningún tipo de lazo, Astrid. Salvé a ese hombre de que fuera la cena de un vampiro y luego me lo he encontrado un par de veces… nada me une a él, y nada va a hacerlo de nuevo -mí sentencia era firme e inamovible, lo iba a matar, no cabía duda de ello. Podía sentir su mirada puesta en mí y quizás, solamente quizás, había podido ver de forma fugaz la rabia y la venganza que mis ojos expresaban… aunque seguía en la oscuridad podía haber visto ese matiz y el brillo asesino de mis ojos- Sé donde vive ese desgraciado y, ¿un plan? Por supuesto que tengo un plan –sonreí de lado, medio divertido con aquello, iba a ser interesante ver la expresión cuando me viera en su casa, llena de sorpresa y de temor… pero sería mucho más cuando comenzara a interrogarle- Pienso sacarle la información de la forma más dolorosa que conozco. Después de salvar su miserable vida se junta con licántropos y se cree que puede jugar a los espías, ¿y piensas que no voy a hacer nada cuando casi nos matan por su jodida culpa? Estás muy equivocada si crees que no lo voy a hacer –porque nada iba a pararme, ese desgraciado iba a cantar cual pajarito y me iba a encargar personalmente de ello- Va a cantar para mí, me va a decir todo lo que sabe sobre esos lobos desgraciados y luego… atacaremos. No soy idiota Astrid, sé como se rige esa manada y sé perfectamente que es una manada poderosa… no pienso entrar sin tener un mínimo de conocimientos sobre su base, los que custodian el lugar, y los miembros que tienen. Eso, al menos. ¿Suficiente para ti? –había notado perfectamente el reto velado en sus palabras, ¿pensaba que iba a caer en su juego? Iba a perder de todas las formas posibles- No juegues con el diablo, Astrid, porque te puede arrastrar al mismísimo infierno… aunque ya estés bailando con él –reí entre dientes y sonreí de forma ladina, era un completo diablo, un demonio al cual no le importaba absolutamente nada y ella… por el contrario, era como un ángel que siempre tenía que ver la parte buena de todo. Incluso la mía. Parte que no tenía, parte que había muerto hacía mucho tiempo y de la cual solo había completa y absoluta oscuridad.

La observé morderse el labio inferior mientras seguía mirándome y ladeé un poco la cabeza, el mismo labio que había mordido, el mismo que no sabía por qué había mordido y que no sabía tampoco por qué me había acercado a ella, mientras ahora mantiene una distancia lo bastante prudente entre nosotros. Aquella noche no me alejó, no sacó su cuchillo y lo puso en mí cuello como la primera vez, más bien… se había quedado quieta, a expensas de lo que fuera a hacerle y eso me había divertido de sobremanera. La intimidación que ejercía sobre ella era algo para mí sumamente divertido, y de la cual disfrutaba. Quería que siguiera en esa línea y que no la sobrepasara, o tendríamos un problema.

Reí ante aquella reverencia mientras me daba las buenas noches, como si fuera una señorita con buenos modales que debía de saludar correctamente… pero ella no llevaba ningún vestido, ni vestía para la ocasión. El contraste de sus modales vistiendo de aquella forma para matar era algo que no había visto y que era hasta gracioso, como si quisiera burlarse de alguna forma, como si pretendiera ser algo que no era. La había visto una vez con vestido, precisamente, el día que estaba persiguiendo un neófito y como el mundo era un soberano pañuelo… me había conducido hasta su casa. El cuchillo que me lanzó cuando estaba entrando me divirtió ante la reacción inesperada, para luego verla como toda una señorita preparando té, vestida de aquella forma, en mitad de su cocina.

Dio un par de pasos para quedar más cerca de mí y tuve que agachar mí mirada para que mis ojos pudieran ver los suyos, es más baja que yo y mucho más delgada, estamos cerca de nuevo pero a pesar de ello la barrera permanece ahí, como si ella no se atreviera a cruzarla y yo no quiero que lo hago. En cambio soy yo el que se acerca con el simple hecho de intimidarla de nuevo, de dejarle claro mí postura, y recordando algo del cual ella no me había respondido. Sus brazos están cruzados sobre su pecho y sonrío de lado, mordiéndome el labio ante lo próximo que voy a hacer.


-Buenas noches –le respondí sin hacer ninguna reverencia con mis ojos puestos en los suyos en todo momento, la oscuridad todavía se cierne sobre nosotros y nos cobija bajo su manto pero aún así eso no impide que pueda ver su rostro perfectamente- Esa reverencia quedaría mejor si llevaras ese vestido verde que tan bien te quedaba en tú casa, aunque vestida así tiene hasta su gracia –quería dejar algo claro antes de partir aquella noche de caza, por lo que sin decirle nada cogí uno de su brazos haciendo que los descruzara bajo su pecho, la moví con fuerza, e hice que su espalda chocara contra la pared. Mí cuerpo se pegó al suyo no dándole opción alguna a moverse, iba a obtener ciertas respuestas y no se iba a ir hasta que no me respondiera. De esta forma evitaba que evadiera mis preguntas de nuevo y que pudiera escaparse como hizo aquella noche.- Tienes la mala costumbre, a veces, de no responder y… -chasqueé la lengua- me enerva de sobremanera, no te lo puedes imaginar –aparté un mechón suelto de su rostro para poder contemplarla bien, y la mano que no sujetaba su brazo elevó su mentón haciendo que nuestros rostros quedaran casi a la misma altura. Podía sentir su respiración chocando justo sobre mis labios mientras mi mirada era dura, fría, y penetrante como si quisiea mirar en su interior- No puedes mentirme, así que solo te lo voy a preguntar una vez, ¿qué narices hacía ese neófito en tú casa espiando? No te hagas la loca, sé que sabes perfectamente el motivo del cuál estaba merodeando el lugar, al igual que sé la preocupación en tus ojos cuando te lo dije. que no es por ti –afirmé puesto que, si fuera por ella, no se habría mostrado de esa forma- ¿Qué cojones intentas ocultarme, Astrid? Y ni siquiera se te ocurra mentirme, veo a través de tus mentiras y sé cuando me estás mintiendo… así que ni lo intentes. Así que dime de una jodida vez qué pasa y podremos empezar con la caza –bajé algo más mí rostro dejándolo a centímetros del suyo y sonreí ladino- Oh… ¿quieres mejor, que te saque la información? –mis labios rozaron de nuevo los suyos y, con el mismo descaro de la primera vez, mordí su labio inferior sin apartar mis ojos de los suyos. Era sumamente divertido ver sus reacciones cuando hacía algo como aquello, verla descolocada por mis actos y sin saber cómo actuar por ello- Quizás puede ser hasta divertido. Así que, cuéntame, soy todo oídos. Y no me digas que no es nada porque quedó demostrado la preocupación palpante en cuanto te lo dije  –me separé un poco de su rostro concediéndole unos segundos para que pensara en ello, y esperaba, que me contara realmente lo que estaba pasando. Quería saber porqué un neófito rondaba su casa, y por qué de ser así no iba con ella la cosa. Al irme mientras me alejaba por la calle había visto que no estaba a solas, así que, debía de ser por la otra mujer.  
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Mensaje por Astrid J. Bergès Sáb Ago 20, 2016 6:06 pm

Solo me queda clara una cosa: todo esta noche acabará con la muerte.

El tono de Naxel se convierte en un crescendo sin pausa, la ira en su voz es imparable a medida que algo dentro de él encaja las piezas. Intento seguir los pasos de sus pensamientos pero lo que viene a mi mente no son imágenes que quiera visualizar, solo él sabe qué le hará al hombre que, en este preciso momento, se ha convertido en nuestra presa. Cuando vuelve a mirarme sus ojos son las puertas del infierno y la amenaza implícita en sus palabras hace que ésta parezca dirigida a mi persona. Puedo decir cualquier cosa y ni aún así podría aplacar el odio que recorre su cuerpo, la incredulidad teñida de placer. No sabría decir si Naxel se lamenta o se jacta de la situación, la sorpresa solo se ve aplacada por la idea de cómo terminará la noche. Sea quien sea Baptiste Lemort no le deseo su destino a nadie. ¿Suficiente para mi? Yo cazo seres sobrenaturales, no humanos. Estoy a punto de ponerme a buscar todas las contradicciones ocultas en este pensamiento cuando decido que solo puedo pensar en una cosa esta noche, y es que no debo permitir que Naxel acabe con la vida de este hombre. Mi rostro permanece inexpresivo, no sé qué sentir o decir ante su arrebato ya que Nax parece una bomba de relojería, una palabra mal dicha y explotará. Debo ir con cautela o la mísera confianza que tiene en mí acabará por los suelos. Su expresión parece suavizarse con mi reverencia pero no entiendo cómo puede hacerle tanta gracia una gesto tan insignificante, así que sospecho que este cazador tiene leves dejes de bipolaridad. La oscuridad no es un problema ante nuestra cercanía y, aunque mis brazos permanecen cruzados y mi postura es tensa, le permito la ventaja de la duda cuando dejo que se acerque a mi. Pongo la mirada en blanco ante el comentario sobre mi vestido sin dar crédito, un neófito irrumpió en mi casa y él pensaba en mi atuendo. Antes siquiera de que pueda decir nada su comportamiento vuelve a cambiar por completo y sin explicación acabo con mi espalda contra la pared y su cuerpo siendo mi prisión.

-¿Qué se supone que haces?-el golpe es seco y me coge con la guardia baja. Primer fallo de la noche. Los actos de Naxel solo buscan intimidarme y no sé qué clase de satisfacción saca con esto, mientras aparta un mechón de mi cabello con una delicadeza inesperada puedo divisar el brillo inquietante en su mirada. ¿Mi silencio le molesta? Tomo nota. Parece que después de todo el numerito del neófito que se autoinvitó a formar parte de mi tarde del té con Naitiri no pasó desapercibido. Todo lo acontecido a partir de ese día me quita el sueño por las noches, no puedo respirar sin sentir que la vida de alguien a quien quiero corre peligro. Casi podría jurar que he apuñalado a Naxel con mi mirada, no tiene derecho a exigirme explicaciones. Siento la presión de su mano sujetando mi brazo y su cuerpo imponiendo sobre el mío, cuando sugiere que tendrá que sacarme información se colma mi paciencia. Sentir el mordisco bien podría haber sido placentero pero, en estas circunstancias es un insulto, reprimiendo un escalofrio aparto el rostro, lo que hace que sus dientes arañen la piel de mis labios, como un corte. Sin pensar en lo que hago con mi mano libre impacto un puñetazo en su rostro haciendo que su gesto se tuerza en una mueca y su agarre se debilite. Aprovecho el momento de duda para apartarlo de mi lado y retrocedo varios pasos, mi respiración acelerada delata la tensión de la que soy presa y, cuando paso los dedos por mis labios los descubro moteados de sangre. Mi rostro es un poema fiero y mal hecho.

-Vamos a dejar clara una cosa, Naxel-mi tono de voz está lejos de ser moderado-No soy una de tus presas, no permitiré que me manipules a tu antojo-una de mis manos porta una daga que he cogido casi de forma mecánica, sin pensar. Quién sabe cómo va a reaccionar ante el golpe, ya que le he dado con todas mis ganas y sin duda debe dolerle, mi puño arde y no puedo evitar abrirlo y cerrarlo para normalizar la circulación-Si quieres respuestas, pregunta como lo hacen las personas normales, es tan sencillo como eso, pero jamás me extorsiones o la próxima vez que me pongas un dedo encima te los arrancaré. Estoy harta de tus juegos-me muerdo el labio y compruebo que tan solo es un rasguño, pero lo justo para que arda. No es el pavor o el orgullo de señorita lo que me mueve a ponerme digna, es la frustración que me supone ser una pieza de sus juegos, que se crea con derecho a gobernar según su antojo. Si piensa que soy como los demás, está muy equivocado. Naxel está hecho de ladrillos y pienso derribarlo uno a uno si hace falta.

Tal y como estamos yo estoy al descubierto, la luz de luna es débil pero junto a la leve luminosidad proveniente de las ventanas sobre nuestras cabezas ha suficiente como para distinguirnos sin problemas. Siento que él, como siempre desde las sombras,me observa. No es la mejor manera de comenzar la cacería, todos mis esfuerzos por mantenerme tranquila han desaparecido. Inspiro aire profundamente mientras encuentro la manera humana de enfrentarme a él.

-Van a por la mujer que me acompañaba aquella tarde-comienzo con un nudo en la garganta-Es de las personas a las que más aprecio en esta vida, y no conozco el motivo por el cual van tras ella, pero ahí están, al acecho. Desde entonces he cazado a tres neófitos y sí, intenté sacarles información pero tenían la lengua mutilada-un suspiro exasperado se escapa de mi pecho-No sé cómo he podido estar tan ciega-alzo la mirada en busca de la suya y lo que veo no me trasmite nada bueno, sin embargo no me arrepiento-Y bien, ¿podemos comenzar con la caza? Estamos perdiendo el tiempo y ya podríamos haber empezado-repito sus palabras, sé que podría callarme para no empeorar la situación pero no puedo evitarlo, me hierve la sangre del cuerpo.

Sabe que tengo razón ya que cuanto más tiempo permanezcamos aquí menos tendremos para centrarnos en nuestros objetivos. El de Naxel asesinar a un traidor, el mío evitar que él mismo pierda la cabeza.


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Mensaje por Naxel Eblan Mar Ago 23, 2016 11:17 am

La noche todavía caía sobre nosotros cuando Astrid hizo acto de presencia en el lugar, que llegara tarde me enerva por completo y me hacía pensar que lo hacía de forma deliberada, sabiendo que odiaba exactamente que llegaran tarde. Habíamos desperdiciado unos minutos de oro en que podíamos haber empezado la caza y, sin embargo, me encuentro esperando a esa chiquilla que se había empeñado en acompañarme a cazar. Gruñí todavía estando solo antes de que llegara, no sabía por qué narices se empeñaba en venir a cazar conmigo cuando estaba claro que mí modo de cazar era completamente diferente al suyo. Yo era despiadado en mis acciones, ella sin embargo era mucho más piadosa con sus presas. Éramos completamente opuestos el uno del otro, y en muchos más aspectos que ese.

Yo era un cruel demonio que se reía de las desgracias ajenas, que no dudaba en jugar sucio para conseguir mis objetivos y que no me importaba destripar a quien fuera con tal de conseguir lo que quería. Ella, por el contrario, era como ángel piadoso y misericordioso que tenía más empatía y debilidad por sus presas… una que, como ya le había dicho en alguna que otra ocasión, acabaría algún día por matarla. Pero ella era totalmente mayorcita y sabía lo que estaba haciendo, o debía de saberlo, así que la dejaría a su libre albedrío mientras no se interpusiera en mí camino.

Por fin se dignó a hacer acto de presencia y tal y como había pedido venía armada hasta las dientes, perfecto, porque la noche que nos deparaba por delante iba a ser un completo infierno… quizás mucho más que la última vez que habíamos salido a cazar y nos habíamos metido en la boca del lobo. No olvidaba aquello y pensaba que aún me debía una por aquella situación, jamás había salido huyendo del campo de batalla y me jodía enormemente tener que salir en aquella ocasión, aunque con nuestra huída salváramos la vida. Pero claro, me tocó llevarla al último lugar donde llevaría a una persona y que además saliera luego con vida de allí.

Se había metido en la cabaña que tenía en el bosque y había pasado la noche en mí cama, durmiendo plácidamente, mientras yo me queda en vela por si algún licántropo encontraba nuestro rastro. Se había quedado dormida pese a que al principio había notado que estaba algo tensa por la situación como si yo fuera a hacerle algo… sonreí de lado por aquel pensamiento, si quisiera hacerle algo iría de frente. Sin embargo finalmente se quedó durmiendo y su respiración lenta y rítmica fue lo que me acompañó durante toda la noche, hasta que los rayos del sol se colaron por mí ventana y me hicieron salir de allí antes de que ella incluso despertase. No tenía ganas de dar ningún tipo de explicación y podía quedarse la ropa que le había prestado porque no me importaba.

La contemplé durante unos segundos y comenzó a darme aquella información que no me esperaba para nada, aquel maldito hijo de puta se había atrevido después de que le salvara la vida a espiarme para aquellos jodidos licántropos. Se había acercado a mí con la intención de pasarles información cuando debería de estarme agradecido por salvarle aquella noche de ese vampiro. En ese momento mis manos se cerraron en un puño y comencé a pensar si incluso aquella noche eso no había sido otra trampa más, el haber puesto a aquel vampiro en el punto de mira de aquel humano y haber hecho que lo salvara con la clara intención de que pudiera acercarse algo más a mí.

Gruñí por la rabia que comenzaba a atravesar mí cuerpo en ese momento, quería buscar al maldito e interrogarle para que me informara sobre aquellos licántropos, para que me dijera cuántos era y dónde estaba su base. Las razones por las que se había unido a ellos era algo que carecía totalmente de importancia y me importaba muy poco, o nada incluso. Mis puños se cerraron con fuerza y sentí la presión de mis uñas en la palma de la mano, de haberlas llevado largas, ahora mismo me estarían cortando la piel sin duda alguna. Gruñí molesto por ello pensando en lo imbécil que había sido, pese a aquel hombre no se había acercado a mí, pero si lo suficiente como para poder seguirme sin que pensara que era una amenaza, o sin que siquiera lo notara.

Tras unas palabras y queriendo olvidar el asunto me volví a centrar en ella, en sus gestos y en su porte algo tensa por mí cercanía. La cogí del brazo estrellando su espalda contra la pared con la única intención de volver a intimidarla como lo había hecho en la cabaña. En aquella ocasión me había dejado acercarme demasiado y quería saber si ahora haría lo mismo o me apartaría como no lo habría hecho aquella vez. La arrinconé, la aprisioné y la intimidé con mí cuerpo. Era más alto que ella y mí cuerpo algo más corpulento y fibroso, aunque sabía que ella engañaba totalmente con su cuerpo que parecía como una muñeca delicada.

Me atreví de forma totalmente descarada a morder de nuevo su labio, su primera reacción la otra vez me había divertido de sobremanera. Se había quedado quieta y no había reaccionado de ninguna manera, ¿haría lo mismo otra vez? Además, quería averiguar qué hacía aquel neófito en su casa y por qué la estaban siguiendo a ella, aunque comenzaba a entender que no era ella el objetivo. Pero el neófito había estado rondando su casa y esa era una verdad que no podía negarme. Y quería saber lo que pasaba. ¿Por qué? Ni siquiera lo sabía, mis palabras habían salido de mis labios antes de hallar la respuesta a la pregunta. Quería saber lo que cazaba y tenerlo todo bajo control, bajo mí perfecto caos controlado. Su silencio cuando se lo había preguntado la otra vez me había enervado en sobremanera, y ahora se lo hacía saber con la clara intención de que supiera que, si le preguntaba algo o quería saber algo, debía de responderme.

En cuanto mis labios mordieron los suyos vi como su rostro se apartaba del mío haciendo que su labio quedara medio apresado entre mis dientes, provocándole un leve corte en el labio donde pude sentir el sabor ferroso de su sangre en mis labios. Lo que no me esperé, para nada, es que su respuesta fuera darme un puñetazo que hizo que mí rostro se apartara de ella, en dirección contraria al golpe, y que además escapara de mí pequeña encerrona contra la pared. Llevé una de mis manos al lado del rostro donde me había golpeado con fuerza y mis ojos se clavaron en los suyos de forma fría y asesina. Se había atrevido a darme un golpe por haberle mordido el labio, y contra todo lo que quizás ella pensara que podía hacerle… me reí.

Mí risa salió de mis labios mientras me incorporaba y la miraba con aquella daga entre sus manos, dispuesta a cualquier cosa que quisiera hacerle. Pero la risa es lo único que se oye en el lugar y se forma como un eco tras nuestras espaldas, mí risa es algo siniestra mientras la observo de forma fija y niego con la cabeza por ello. Vaya, vaya… así que por fin había sacado las dientes y no se había quedado quieta.



-Vaya cazadora, buen golpe –pese a que no me muevo hacia ella mis palabras son algo fríos, con casi un deje divertido en ellas por la situación. Su desconcierto me divierte porque pensaba que iba a atacarle en respuesta, pero estaba muy equivocada- La próxima vez, sujetaré tus manos para evitar otro golpe –mí sonrisa es ladina y mi mano baja de mí rostro para quedarse laxa mientras mis ojos la observaban; el brillo de su mirada desprendía puro fuego pese a la oscuridad de la noche, su porte es firme y rígido y su rostro no deja duda alguna de lo cabreada que está por mí atrevimiento. Su tono era algo duro y enarqué una ceja por sus palabras– Fuiste mí presa en el mismo momento en que te acercaste a mí, eres tú quien decide estar a mí alrededor, y si no te gusta, puedes marcharte. Pero sé que no lo vas a hacer, ¿verdad? No, claro que no. El ángel misericordioso que llevas dentro te incita a ver lo bueno que hay en mí –gruñí por ello. ¿Qué preguntara como las demás personas? Volví a reír de forma irónica sin dejar de observarla- ¿Cómo las demás personas? No soy como las demás personas, Astrid. Yo no pregunto, yo tomo lo que quiero y cuando lo quiero sin importarme las consecuencias –observé cómo su puño se abría y se cerraba tras darme el golpe y me acerqué a ella no mostrando que tenía miedo de lo que pudiera hacerme- ¿Arrancarme los dedos, de verdad? –reí entre dientes teniéndola cerca- Podríamos pasar a una etapa más… divertida, y arrancarnos otras cosas –sonreí ladino y me quedé cerca de ella.

Me crucé de brazos cuando comenzó a contarme, por fin, qué era lo que pasaba con ese neófito. Así que tenía razón, el objetivo era aquella mujer que había estado en la casa con ella aquella noche. Sus palabras de que era alguien a quien más apreciaba en esta vida me hicieron mirarla a los ojos, eran totalmente ciertas y podía notarse la preocupación que eso le producía. Seguramente, la mujer no tendría ni idea de que estaba siendo observada o vigilada e, incluso, puede que ni siquiera supiera el motivo. ¿Sabía también el mundo sobrenatural que la rodeaba? Si Astrid era su amiga, quizás hasta lo supiera. Enarqué una ceja cuando mencionó que había intentado interrogarlos pero que estos tenían la lengua mutilada. Era la primera vez que lo oía en todo el tiempo que llevaba siendo cazador. Me mordí el labio cuando terminó y una de mis manos se posó en su hombro para que me mirara, aún con la daga en su mano. Pordía ser interesane cazar a ese vampiro.



-No te culpes por ello, no tenías modo de saberlo. Te ayudaré si quieres con esos neófitos, tiene que ser alguien muy importante para que mutile la lengua de sus vasallos para que estos no hablen. Y peligroso, no hagas nada más allá de lo necesario, ¿me has oído? –aparté mí mano de su hombro y moví mis hombros, preparado y listo para comenzar aquella cacería- En marcha, tenemos una casa que visitar –mis pasos comenzaron a perderse de nuevo entre las calles de la ciudad Parisina con una sola dirección y un objetivo en mente; encontrar a ese bastardo y hacer que hablara. La noche y su oscuridad nos amparan bajo su manto y en quizá cuestión de veinte minutos y sin decir nada en todo el camino por mí parte, me encuentro frente a la casa de aquel hombre. Pasé el brazo por delante de la cintura de Astrid y la pegué a la pared del callejón en donde nos encontrábamos, quién sabía si quizá aquel hombre no estaba vigilado por licántropos. Giré mí vista para mirarla y le hice una seña- Vamos a comprobar el perímetro, quizá lo tengan vigilado. Iré por aquel lado, nos vemos aquí en cinco minutos –no espero réplica alguna por su parte, mis pasos comienzan a andar de forma sigilosa rodeando uno de los lados de la casa.

Las luces están encendidas y se oye ruido dentro, el típico ruido de cualquier casa habitada y sigo con mí inspección por los alrededores. Hay poca gente en la calle y eso hace que mis sentidos se centren mucho más en la tarea que tengo pendiente. Mis pasos son sigilosos y me camuflo perfectamente con la oscuridad de la noche, nada me hace delatarme y en mi mano una daga es lo que lanzaré si encontraba a alguien… pero no hay resultado. El perímetro estaba seguro y no había nadie en los alrededores, volví sobre mis pasos asegurándome de que todo estaba correcto y me fui donde me había separado de Astrid esperando a que regresara. Mientras pienso en lo que pretendo hacerle a ese desgraciado, no se va a librar, y su muerte está muy próxima.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Mar Ago 30, 2016 8:39 am

De todas las reacciones que podría haber esperado, esta no está en la lista. La risa de Naxel flota en el aire y se desvanece sobre los tejados, un escalofrío recorre todo mi cuerpo cuando vuelve a mirarme con esa forma suya de empequeñecerme. Mi respiración aún agitada se entrecorta mientras trato de controlar mis impulsos, si es una estratagema por su parte no me cogerá por sorpresa. Parece estar totalmente seguro de sus propias palabras. Soy su presa, dice, y con esto marca mi sentencia. ¿Es que acaso no es consciente de quien a cazado a quien? Una sonrisa insolente se camufla en mis labios pese a que aún mantengo mis instintos alerta. Los ángeles caminan con el demonio. Frunzo el ceño porque no es la primera vez que me llama de esta forma y no sé hasta qué punto cree que soy buena y misericordiosa, solo soy humana, solo soy yo.  Inspiro profundamente mientras él responde a mis advertencias como quien comenta el tiempo que hará mañana mientras observo cómo se acerca a mi, despacio y de forma felina. Mis pupilas se posan en las suyas y casi podría jurar que hay cierta diversión asomando. Para Naxel la vida es un tablero y yo soy un peón.

-Claro que es culpa mía, es mi trabajo darme cuenta de…-me quedo muda entonces ya que su voz se escucha sobre la mía y, más que eso, son sus palabras las que me detienen. ¿Acaba de ofrecerme su ayuda? Posa una mano en mi hombro y aunque me encojo por reflejo al final lo encuentro casi, y solo casi, reconfortante. Intento encontrar en sus ojos algún atisbo de burla pero hay determinación en su mirada-Está bien, si salimos vivos de ésta me lo debes, es una promesa-murmuro, porque tan cerca como lo está de mi no me es necesario alzar la voz y, además, su acercamiento y gesto me resulta curioso y poco común en él. Asiento cuando da la primera indicación de la noche mientras su mano se desliza por mi hombro hasta perder el contacto.

No tardamos en llegar a nuestro destino. Por el camino no hago preguntas y pese a que me veo tentada a iniciar una conversación no encuentro la manera, los silencios junto a Naxel son incómodos, resultan silencios entretejidos y muy espesos, nada puede o debe perturbar sus pensamientos. Mis pasos apenas son audibles sobre los húmedos adoquines ya que  en los entrenamientos Gael me ha enseñado hasta cómo debo caminar y ya no tengo que concentrarme para pisar y moverme como una cazadora, lo siento innato. Pensar en Gael me crea un vacío en el pecho y decido ocultarlo bajo capas y capas de una culpabilidad que no había sentido hasta el momento. ¿Qué diría de enterarse que cazo con otra persona y, en este casi, con semejante individuo? Gael no aceptaría a Naxel, y tengo claro que la intolerancia sería mutua. Miro a mi compañero de reojo siguiendo el hilo de mis pensamientos cuando sin previo aviso me sujeta y aparta a un lado para ocultarme y frenar nuestro avance. Lo miro con una advertencia implícita en mi rostro ya que no me fío de sus idas y venidas, si piensa hacer otra de las suyas vamos a acabar muy mal. Pero entonces me indica lo próximo que haremos y todo se reduce a eso, él ha entrado en modo de caza y es así como seguiremos, así que por el momento puedo estar tranquila. Asiento y cuando Naxel desaparece de mi vista hago lo propio y comienzo a rodear el otro lado de la casa, procuro no rozar la pared de ladrillo o los arbustos que la rodean para evitar dejar el menor rastro posible, la tierra del jardín trasero está húmeda y piso por las zonas donde el suelo es más firme y reseco, sobre mi cabeza la luminosidad proveniente de las habitaciones indica la vida monótona de su interior. Es bien entrada la noche y sin embargo parece que el sueño no ha llegado a entrar en esta casa. Todo se me antoja tranquilo y estable, ya con ballesta en mano giro sobre mis talones un instante para cubrir mis espalda, alzo la vista hacia el tejado y observo más allá de las cedras del jardín, pero no hay nada que pueda indicarme la presencia de lo sobrenatural. Tampoco hay luna llena y eso reduce nuestras posibilidades. O no, Naxel tiene vía libre para actuar. Suspiro por lo bajo sin saber muy bien por qué estoy aquí, qué clase de impulso masoquista me ha llevado a esta situación, cuando estoy dispuesta a volver al punto de encuentro la puerta trasera se abre la luz se desparrama sobre mi. El ama de llaves entra en pánico en cuanto me ve y la bolsa que lleva en la mano cae al suelo, con mi arma apuntando a su cabeza le hago un gesto para que guarde silencio y ella ahoga el grito que estaba a punto de proferir.

-Un solo ruido y estás muerta-se tapa la boca para controlar su llanto y le indico que baje el escalón hasta donde estoy-Puedes irte-miento, porque a pesar del temor en sus ojos y la desesperación ante mis palabras, no puedo dejar que se vaya. Cuando se gira con la intención de echar a correr golpeo su cabeza con el mango de una de mis dagas y la mujer cae al suelo inconsciente-Lo siento-susurro mientras la arrastro para dejarla apoyada en la pared.

Miro a mi espalda y obervo que Naxel ya ha aparecido probablemente sospechando ante el hecho de que no hubiese vuelto al punto de entuentro. Antes de que pueda decir nada hago una seña en dirección a la puerta abierta, dejando claro que tenemos vía libre e ignorando el cuerpo de la mujer y su lenta respiración. Ha tenido suerte de encontrarme a mi.


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Mensaje por Naxel Eblan Jue Sep 01, 2016 9:26 pm

La observé cuando comenzó a hablar de aquella mujer, de lo que significaba para ella y del peligro que sin ella saberlo podría tener. Aquel neófito que había matado sin poder hacer nada no había podido decir nada, básicamente, porque no le di tiempo para que dijera algo. El hecho de que ella mencione que intentó interrogarlos pero que tenían la lengua mutilada me hizo enarcar una ceja y sopesa que, aquel vampiro que era su amo, debía de ser alguien sumamente importante para hacer aquello. Alguien que no tenía piedad alguna, alguien muy dispar de los vampiros que seguramente ella solía encontrarse.

No sabía por qué había llevado mí mano a su hombro, ni por qué le había dicho aquellas palabras pero para cuando quise darme cuenta… mí mano ya estaba en su hombro, y las palabras habían abandonado mí boca. Se notaba que aquella mujer le preocupaba realmente, se notaba que aquella situación la tenía algo atormentada e incluso algo desesperada por no poder saber qué era lo que estaba pasando. Sus palabras se cortaron en cuanto mí mano se posó en su hombro, pude sentir incluso el leve respingo que dio su cuerpo por mí contacto, mis ojos se quedaron fijos en los suyos y sentí su mirada al mismo tiempo en la mía.

Sí, era una cazadora y debería de haber visto las señales que quizá eran evidentes pero, ¿ella tenía la culpa de aquello? Se mortificaba por algo de lo que no era culpable, no podía estar todo el día pendiente de su amiga por mucho que la quisiera y significara para ella. Quizás todo esto le viniera de golpe y no sabía cómo debía de actuar, cuando alguien que conocías se mezclaba con tú trabajo surgían los problemas… por eso yo nunca dejaba que nada ni nadie se interpusiera en ello. Sonreí de lado al decirme que le debía aquello si salíamos con vida, y me mordí el labio divertido con la situación.


-Muchas cosas empiezo a deberte, ¿no crees? ¿Dónde están las cosas que me debes tú a mí? Me debes un baile privado, el cual, todavía no hemos hecho –la observé de forma fija y quité mí mano de su hombro- Me interesa demasiado ese vampiro que ha mutilado la lengua de sus neófitos, es poco común y frecuente y puede ser muy divertido averiguar cosas sobre él y atraparlo –si se creía que lo hacía por otra cosa… iba muy mal encaminada. Respetaba que quisiera ayudar a su amiga, pero a mí nada me movía a hacerlo- Pero, ¿salir con vida, de verdad Astrid? –Casi escupí como si ella me hubiera insultado, de hecho, para mí casi parecía un insulto aquello- No vamos a morir esta noche, al menos, yo no pienso morir por ir detrás de un asqueroso chivato –gruñí ladeando un poco mí cabeza- Aún queda Naxel para rato. Dije que era tú demonio personal, si muriera ¿quién iba a fastidiarte y darte algo de emoción? –Reí entre dientes- Los demonios no pueden morir, no de forma tan fácil –di un paso para alejarme de ella y comencé a andar sin decir palabra alguna en dirección a la casa de Baptiste, en donde seguramente su muerte llegaría bajo mí mano… tras un interrogatorio de mí parte.

El camino no se hace pesado por mí parte, me centré todo el camino repasando en lo que iba a hacerle a aquel cabrón y tras unos veinte minutos en los que andamos por los callejones amparándonos bajo la protección que la oscuridad nos ofrecía, vislumbro la casa de aquel hombre. La zona parece estar tranquila y frené el avance de Astrid para pegarla a la pared, mí mirada no deja réplica alguna y le hago saber que primero debemos de inspeccionar la zona. Ya no me fiaba de nada, ni de nadie. Aquel maldito hombre del cual en su momento le salvé la vida de ser la cena de un vampiro me había vendido, y nada más y nada menos que a los licántropos. El solo saberlo hacía que mí cuerpo temblara de la rabia y la impotencia, y la furia recorriera mí cuerpo clamando venganza, una venganza que esa noche iba a cobrarme.

Los licántropos para los que trabajaba era los que andaba buscando desde hacía tiempo, quería encontrarlos y asesinarlos de la forma más lenta, dolorosa y despiadadamente posible. La muerte esta noche de Baptiste sería el comienzo de aquella venganza personal, sería el principio de algo que había buscado durante mucho tiempo. Cogí la ballesta entre mis manos y comencé a andar con paso lento por uno de los laterales de la casa, el saber que Astrid está inspeccionando el otro lado lo hace más fácil, sé que si algo pasara ella le pondría remedio o bien me avisaría. La luz que provenía de la casa era la de cualquier casa normal, de dentro se escuchan los típicos sonidos de una casa cualquiera a aquellas horas de la noche, nada me hacía pensar que pudiera estar pasando algo.

La hierba que hay junto a la casa amortiguaba mis pasos, la tierra estaba algo mojada por la leve escarcha que caía en la noche, mí respiración era tranquila y relajada y nada podía delatarme. Pese a todo no encontré nada que pudiera hacerme entender que algo estaba fuera de lo normal, las voces que se oían hablando dentro eran normales e incluso escuché una risa desde una de las ventanas del lateral de la casa, era la risa de Baptiste y escucharla me hizo que la rabia recorriera más mí cuerpo. Apreté con fuerza la ballesta y me contuve para no asomarme por la ventana, colarme dentro, y dispararle una flecha justo en el centro de su rostro… pero necesitaba información, y ese hijo de puta iba a facilitármela.

Volví sin ningún rastro que pudiera hacerme sospechar sobre mis pasos, había dejado marcas en el suelo por lo mojado que estaba y había pisado sobre mis pasos, en cuanto llegué al lugar de encuentro ella no aparecía y gruñí, ¿dónde narices se había metido? Habían pasado ya los cinco minutos y me estaba desesperando por entrar dentro y empezar con todo aquello. Me asomé pero no vi que ella se acercara por ninguno de los lados, así que con un suspiro comencé a acercarme por el lado hacia donde se había ido ella, con la ballesta en algo por si podía encontrarme con cualquier cosa.

Al girar por el lado de la casa me la encontré con la puerta abierta, se giró para mirarme y pareció incluso algo sorprendida de verme allí, la observé por un momento y bajé la ballesta pasando por algo el bulto que había tras su espalda y del cual no di mayor importancia. Guardé la ballesta poniéndola de nuevo a mí espalda y me acerqué hasta quedar justo delante de la puerta de la casa, la luz me daba de perfil y nos iluminaba a ambos creando un efecto sobre nosotros, proyectando nuestra sombra más grande en el suelo. La miré unos segundos, no tenía muy claro de que me dejara hacer todo lo quería hacerle, así que no me contuve a la hora de hablar.


-Quiero dejar unas cosas claras antes de entrar –no hacía falta alzar la voz, estaba lo suficiente cerca de ella para que con tan sólo susurrar me escuchara, no iba a hacer que aquel hombre me oyera y comenzara su huida de la casa- Es mí presa, así que yo decido en todo momento lo que se debe hacer. Lo voy a interrogar y no creo que te guste, pero es algo mío y no quiero que te entrometas en esto –no le di opción a que me replicara, no iba a ceder en aquello… ese hombre me la había jugado y era lo último que iba a hacer en su vida.

En cuanto entré por la puerta comencé a andar de forma sigilosa haciendo el menor ruido posible, no quería que me oyera pese a que seguramente esperaba que hubiera otra persona más en la casa, esta estaba silenciosa y solamente se oía un ruido que provenía de una de las salas que había a la izquierda del pasillo por donde habíamos entrado. Miré hacia atrás cerciorándome de que me seguía y seguí andando sin hacer ruido por la casa. Esta parece que está vacía a excepción de Baptiste, oí ruidos metálicos y posiblemente estuviera armado… aunque no era hombre de batalla y de peleas.

Seguí andando por aquel angosto pasillo, había algunos cuadros colgados en las paredes, antes de llegar a la sala donde procedía el ruido había una pequeña cómoda donde había un retrato de una familia, a simple vista, se le podía ver a él junto a una mujer y dos hijos… aunque no reparé demasiado en la foto. Seguí andando hasta que finalmente me paré justo en el marco de la puerta, cerré los ojos unos segundos… y me asomé para encontrarme con el hombre que estaba deseando encontrar, sentado en medio de lo que era un comedor, en una mesa redonda, con una cuchara en la mano y un cuenco en la otra.


-Te encontré, hijo de puta –no me había oído llegar, ni a mí ni a Astrid, en cuanto mis palabras llegan hasta él levanta su rostro y sus ojos se agrandan ante la sorpresa de verme allí. Mis ojos estaban fijos en él, de forma fría, y una lenta y siniestra sonrisa recorría mí rostro al encontrarlo a solas. Gritó levantándose, arrastró la silla por el suelo provocando un ruido que hizo algo de eco en el lugar, la silla finalmente terminó por caerse al suelo por lo rápido que se había levantado, y comenzó a retroceder negando con la cabeza.
-No… no… ¿qué haces aquí? –miró hacia todos lados, su única vía de escape era una puerta que tenía a unos cuantos pasos detrás de él, y no se lo pensó, se giró en dirección a la puerta pero yo no se lo iba a poner tan fácil. Rápido saqué una daga de una de las fundas y la lancé hacia él, esta impactó contra su hombro haciendo que él cayera al suelo de bruces, en mitad de un grito de dolor, a lo que yo aproveché para acercarme a él, levantarlo y… darle un puñetazo. Ese sería el primero de muchos aquella noche, de aquella larga noche.
-He venido a hacerte una visita, amigo mío –mis palabras no podían llevar más ironía y veneno en la voz, lo levanté del cuello de la camisa y lo llevé hacia la silla que había tirado, poniéndola de pie y lanzándolo contra ella para que se sentara. Del abrigo que traía metí la mano en uno de los bolsillos exteriores y saqué una cuerda que había traído, saqué una de las dagas que llevaba de una de las fundas y se la mostré- Ahora quédate quieto, si no quieres que te clave esta en una rodilla… y créeme, duele como el infierno –él pareció que me creyó y le até las manos tras su espalda, junto a la silla para que no pudiera escaparse y cogiendo otra de las sillas la puse delante de la suya, la giré para dejar el respaldo delante de él y me senté apoyando los brazos en el respaldo, jugando con la daga lanzándola al aire mientras lo miraba, su hombro sangraba y todavía tenía la daga clavada. No se la quitaría, no quería que muriera desangrado.
-No por favor… no me hagas daño –le di un sonoro guantazo que le cruzó el rostro y fruncí el ceño.
-¿Qué no te haga daño? ¿Después de saber que me has vendido a los licántropos? –reí de nuevo delante de él, disfrutando del momento- Hacerte daño debería de ser la menor de tus preocupaciones –él me miró, pude notar el miedo en sus ojos y en su rostro… entonces, pareció reparar en Astrid y la miró a ella.
-¡Por favor! ¡Los van a matar como me hagas algo! –reí de nuevo, divertido con aquello.
-Tus suplicas no te van a ayudar esta vez, amigo. El caso es, que vas a decirme todo lo que sabes sobre ellos… dónde están, cuántos son, quienes son los alfas y… quizás… te deje con vida –esperaba que Astrid estuviera quieta en todo esto, no quería que hiciera nada al respecto.
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Astrid J. Bergès Vie Sep 02, 2016 6:08 pm

Estamos a punto de cruzar el límite, una vez pasemos el umbral de esta puerta no habrá vuelta atrás. Reviso por última vez que la mujer a la que he asaltado sigue respirando, su pecho sube y baja con el peso de la inconsciencia. Mientras Naxel se acerca yo me incorporo preparada ya para lo que nos espera y cuando me dispongo a dar un paso al frente él se interpone en mi camino. Su silueta se recorta a contra luz como un eclipse, su sombra me devora. No tengo nada que decir ante sus palabras ya que él no aceptará réplica alguna, me limito a mantener mis ojos en los suyos y aguantar así tanto como me lo permite. Diga lo que diga, haga lo que haga, la última palabra la tengo yo, si Naxel piensa convertir esta intrusión en una carnicería siento tener que ser yo quien le ponga fin llegado el momento. Nos miramos un último segundo, todo en él es negro, su cabello, sus ojos, su alma. Sin más, se gira y avanza con paso seguro dejando llamas tras de sí, el cazador hará arder la casa con tal de obtener respuestas y todos arderemos con él. El aroma que se respira en el hogar me recuerda al de un baúl cerrado por mucho tiempo, falta mimo y cuidado dentro de éstas cuatro paredes y a medida que avanzamos procuro hacerlo con más sigilo del que creo que soy capaz por temor a hacer chillar la madera a mis pies. El pasillo se extiende ante nosotros y todas las puertas de éste permanecen cerradas, los cuadros que cuelgan de las paredes están en su mayoría cubiertos por un velo y no puedo evitar preguntarme el por qué. Algunos están al descubierto y dejan entrever retratos y pinturas de paisajes. Nuestra presa tiene familia. Aparto la vista de éstos justo cuando siento la de Naxel sobre mi, me concentro en seguir sus pasos y mantener el semblante firme. No sé cómo puede pasar tantos detalles por alto, no dijo nada acerca del cuerpo en reposo del ama de llaves y no parece percatarse de la situación, podríamos encontrar a una familia cenando en el salón principal. En cuanto Nax se detiene hago lo propio y preparo mis armas de fuego, por su expresión casi parece estar deleitándose con lo que acontecerá, no comprendo qué clase de placer encuentra dentro de su cabeza. Sus primeras palabras me dibujan una mueca en el rostro pero dejo que se adelante, en cuanto la voz de Baptiste se dibuja tras mis párpados espero cualquier otro sonido que me rebele que está acompañado, pero éstos no llegan y me armo de valor para hacer acto de presencia. Resulta que nuestra presa, mejor dicho, la presa de Naxel no es más que un hombre común con modesta vestimenta y un rostro demacrado, decir que está entrado en edad no sería justo, algo me dice que es más joven de lo que aparenta pese al cansancio bajo sus párpados. Encontrarse con el cazador debe ser para él un presagio de la misma muerte, su cena cae sobre la moqueta y torpemente intenta apartarse de su captor. La daga se clava en su hombro a la velocidad de un pestañeo y cuando el alarido de dolor se arrastra por su garganta casi siento la necesidad de tapar su boca para amortiguar el ruido, si alguien nos descubriese en esta situación todo podría complicarse. Escuchar el tono de Naxel resulta extraño, no parece su voz, no parece él. ¿Y cómo es él? Frunzo el ceño sin saber si todo lo que he percibido del cazador es mera farsa y quien tengo ante mi ahora es su verdadera identidad. El demonio del aura negra. Cuando golpea a Baptiste para evitar su huida mi dedo se posa sobre en gatillo por inercia, me giro para asomar la cabeza por el pasillo y compruebo que no hay nadie tras nosotros. Para qué mentir, no quiero ver cómo se desfigura un rostro. Vuelvo la vista hacia ellos y me muero la lengua ya que comienzo a ponerme nerviosa y esto no ha hecho más que empezar, lo que duele como el infierno es tener que ser partícipe de esto. Pero yo lo elegí ¿verdad? ¿Acaso no era esto lo que Naxel estaba deseando, qué podía esperar? Sabía lo que iba a ocurrir esta noche y aún así decidí aparecer. La postura de Naxel impone más que nunca ya que tan solo con mirarlo puede apuñalarte, se sienta frente a su presa dispuesto a comenzar su tan esperado interrogatorio, eso a lo que yo llamo tortura, y me doy cuenta de que no ha cruzado una mirada conmigo desde que entramos en la casa. ¿Por qué? Supongo que no tiene indicaciones que darme porque ya está todo dicho y sin embargo siento que hay algo más.

Las palabras de Baptiste me sacan de mis pensamientos y alzo la mirada hasta él, su rostro comienza a enrojecerse debido a los golpes. El curioso el desconcertante poder que ofrece conocer el nombre de alguien que está al borde de la muerte. Me sorprende la indiferencia que aparento mostrar, mis ojos lo recorren y mi gesto ni se inmuta, antes de tener que cruzar alguna mirada con Naxel me doy la vuelta con intención de comenzar a inspeccionar la casa.

Quizás en su día estos pasillos y éstas habitaciones guardaron recuerdos felices pero todo lo que queda es polvo y silencio. Absolutamente toda la casa permanece en la penumbra y con claros signos de abandono, lo cual me hace pensar que la mujer a la que asalté no debe encargarse más que de la comida de su señor más por lástima que por dinero. Esta casa estuvo llena de derroche en su momento, siete habitaciones, tres salas de estar, aseos individuales y una biblioteca particular. Me quedo en silencio entre los libros sintiéndome extrañamente segura aquí, podría coger el primero que vea y ponerme a leer, podría huir, pero los gemidos atormentados procedentes del final de la escalera me prohíben tal pensamiento. Mientras vuelvo al gran comedor espanto la imagen de aquel vestido de niña sobre la cama de una de las estancias.

Naxel no ha perdido el tiempo, el lugar huele a sangre y óxido y la respiración agitada del cautivo se alza por encima del crepitar de la chimenea. Trata de decir algo pero tiene dificultades para hablar ya que su cuerpo se estremece de dolor. Antes de que el puño de Naxel impacte de nuevo en alguna de sus costillas doy una patada con la punta del pie a una de las sillas y ésta cae de lado haciendo que el cazador se detenga en el acto. La mirada que me dirige tiene demasiados términos negativos como para poder identificarlos todos, la mía sin embargo solo le advierte.

-Si quieres respuestas déjalo hablar-digo sin más, mi voz se antoja neutra y más tranquila de lo que cabría esperar. No quiere que intervenga, eso está claro pero no puede pretender que me mantenga al margen, no puedo-¿No crees que ya ha tenido suficiente?-hago un gesto en la dirección de Baptiste dejando claro lo obvio, y es que la sangre cubre el rostro del hombre y los puños de Nax-Estás perdiendo el control.

Me cruzo de brazos y apoyo sobre una de las paredes más lejana de donde se encuentran, ignoro las súplicas que Baptiste me dedica, Naxel sabe que me refiero a él mismo más que a la situación, solo hay que verlo para saber que pronto se dejará llevar por la impaciencia. O no, quién sabe, si Naxel puede sorprenderme ofreciéndome su ayuda también puede hacerlo extendiendo la tortura. No me gusta esto, no sé cuánto más podré fingir que puedo mantenerme en mis cavales.


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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Naxel Eblan Lun Sep 05, 2016 12:59 pm

Por fin el momento había llegado y podía interrogar a aquel hombre que había hecho que la noche cambiara y tomara un rumbo totalmente diferente al plan inicial. Que Astrid me dijera que precisamente aquel hombre era quien le estaba pasando información me había hervido la sangre, se había apoderado la rabia de mí cuerpo y en lo único en lo que podía pensar era en la forma en que iba a torturarlo y a sacarle la información. Era lo único que tenía en mente desde que su nombre salió de los labios de ella, y con ella, había firmado su sentencia de muerte.

Me daba exactamente igual los motivos que tuviera para hacerlo, después de que lo salvara, se había aprovechado de ello y se había acercado con la única intención de pasarles información a los seres que más despreciaba y que más quería matar con mis manos, y que algún día, lo haría. Por suerte sabía dónde vivía aquel despojo humano y pronto nos encontramos frente a su casa, tras un barrido para comprobar si todo estaba en orden y no había nadie por los alrededores decidimos entrar para pillar a aquel cabrón.

Antes de hacerlo le había dejado a Astrid unas indicaciones muy claras de que no quería que se entrometiera, no le iba a gustar lo que iba a ver a continuación y yo era consciente de ello, pero debía de abstenerse en todo momento. Ella misma había decidido acompañarme cuando yo no se lo había pedido, si quería permanecer tendría que ser bajo mis normas y bajo mis reglas. Ni siquiera me contestó y yo no dejé que lo hiciera ya que comencé a adentrarme por la casa, esta estaba en completo silencio mientras nos adentrábamos más y más en ella.

Muchas de las puertas de la casa estaban cerradas y oí un ruido metálico procedente de una de ellas, concretamente, de una de las puertas que había al fondo a la izquierda. Llevaba la ballesta a la espalda pero tenía las dagas listas y preparadas, guardadas en sus fundas, por si las necesitaba en algún momento. El pasillo era estrecho con varias puertas pero sólo se oía ruido y se veía luz de una de ellas, por lo que sospeché que seguramente estaría ahí dentro. El ruido metálico me hizo pensar que quizá pudiera llevar algún arma encima, aunque Baptiste no era un hombre que soliera utilizar armas.

Miré hacia atrás un momento, solamente unos segundos, para comprobar que ella seguía detrás de mí y nuestras miradas se encontraron; en la suya pude ver algo de desconcierto e incertidumbre… no sabía lo que nos íbamos a encontrar y tampoco estaba segura de lo que iba a hacerle aquel hombre. Aquella noche iba a conocer de primera mano al demonio que llevaba en mí interior, iba a ver lo que siempre le había dicho que era y que ella no me había creído… iba a ver el monstruo en mí interior, y no iba a poder hacer nada para evitar verlo. Y esperaba, desesperadamente, que no interviniera en ningún momento ni intentara pararme de no matarlo, porque él desde que supe que me estaba espiando, había firmado su sentencia de muerte.

Me paré junto al marco de la puerta cerrando los ojos unos segundos, suspiré preparándome para lo que venía y… me asomé adentrándome en el salón. Baptiste estaba en el medio sentado en una mesa redonda cenando, al verme se levantó tirando el cuenco de la cena al suelo, arrastrando la silla, y tirándola al suelo finalmente. Mí vista se fijó en él de forma fija y penetrante, como si dos trozos de hielo lo estuvieran mirando y atravesando con ellos, y dando un paso hacia adelante él retrocedió.

Podía notar en su rostro la sorpresa inicial de verme allí, no se esperaba para nada aquello y no contaba con mí visita, y luego el miedo que fue extendiéndose por su rostro al darse cuenta de lo que pasaba y del cual disfruté de sobre manera.

Él quiso alejarse mientras yo me acercaba a él y se giró para salir por una de las puertas que había justo detrás de él, pero fui rápido y la daga voló rauda clavándose en el objetivo; su hombro. Echó al suelo a Baptiste y me acerqué con paso firme haciéndome sonar por el lugar marcando cada paso, como si fuera la muerte que quería hacerse notar antes de que supieran que iban a matarlo… lo agarré por la camisa del cuello y el primer puñetazo estalló en su rostro. Lo arrastré hasta la silla y lo até con una cuerda que había traído, inmovilizando sus manos a su espalda y atándolo a él a la silla para que no se moviera.

Miré la estancia ahora que lo tenía preso y, girando una silla, me senté enfrente de él jugando con la otra daga que tenía entre mis manos. La otra seguía clavada en su hombro y no tenía intención de quitársela. Su figura se recortaba por la chimenea encendida que estaba a nuestro lado, le daba un aspecto algo nítido mientras en mí rostro el fuego bailaba por el lado que estaba la chimenea y proyectaba nuestras sombras en la pared. La mesa quedaba detrás de nosotros y al otro lado quedaba dos sofás entorno a una mesa pequeña.

Encima de la chimenea había unos cuadros que no reparé en ellos, la mesa llevaba un mantel blanco por encima y luego toda la tela que parecía gruesa de color verde por bajo, la cena de Baptiste se había esparcido por la alfombra que había a nuestros pies y el cuenco había rodado hasta dar con la pared de la chimenea. Por unos segundos el crepitar del fuego fue lo único que se oía en la habitación, mientras analizaba a aquel hombre con mí mirada.

No era muy mayor y tenía peor aspecto que la última vez que lo había visto, lucía más viejo y tenía ojeras bajos sus ojos… pero no me importó. Me miraba con miedo y cuando le amenacé que hablara o le iba a clavar la daga en la rodilla reparó en ella, quien se fue de la habitación cuando él estaba ya atado seguramente para no contemplar todo lo que iba a suceder a continuación. No me dijo nada y de nuevo mí mano se estampó en su rostro, que lo giré y pude ver que le había hecho sangre en el labio.



-Empiezas a cansarme, Baptiste. Dime lo que quiero saber y será mejor para ti y para mí… ni siquiera he empezado –la daga volvía a lanzarla al aire para cogerla, mirando a aquel hombre con el ceño fruncido y esperando a que me dijera algo.
-No puedo… -escupió al suelo sangre y levantó la vista, me miraba con algo de súplica en sus ojos, como si quisiera hacerme entender algo que a mí se me escapaba- No puedo decirte nada –su cabeza se puso erguida de nuevo y me miró.
-¿No puedes decirme nada? –me reí por aquello y con la daga en la mano le rasgué un trozo de tela de su ropa, y haciendo una mordaza, la puse en su boca para amortiguar los gritos que pudiera hacer- Puedes, y lo harás –mí puño esta vez se estrelló en sus costillas y el gimió por el dolor, volví a asestarle un par de golpes más repartidos entre su cara y su cuerpo y volví a sentarme en la silla, le bajé la mordaza y lo miré apoyando los codos en el respaldo de la silla, a la espera de que hablara- ¿Vas a hablar ahora? ¡¿Dónde coño están esos licántropos?!
-No te… lo diré –su rostro comenzaba a hincharse un poco por los golpes que le había dado y su pecho y bajaba como si le costara respirar… pero, aún así, no iba a parar aquello. Volví a darle más puñetazos, uno detrás de otro en el rostro… ni siquiera los conté, cuando me separé su rostro estaba lleno de sangre al igual que mis nudillos y tenía la respiración acelerada.
-¿Vas a seguir jugando a no decir nada? ¡Te arrancaré la piel a tiras como no me digas lo que quiero saber! –iba a darle otro puñetazo más cuando Astrid hizo aparición, tiró una silla al suelo y me paró cuando ya tenía el puño levantado. Su mirada se fijó en la mía y yo hice lo propio con la mía… gruñí, estaba haciendo algo que le había dicho que no hiciera; entrometerse. Bajé la mano y di unos pasos hacía atrás dándole espacio a Baptiste, tenía un aspecto de rostro horrible, le caía un hilo de sangre por la boca y su respiración era costosa. Me acerqué donde estaba Astrid y me puse delante de ella que se había apoyado en la pared y se había cruzado de brazos- Yo decido cuando debo de parar –fruncí el ceño y me mordí el labio observándola- Quédate calladita, ¿piensas que me lo va a decir tan fácil? –reí entre dientes ya que mí tono era uno bajo, para que me oyera solo ella, pero aún así el tono de frialdad y de hielo se notaba en mí voz- Cuánto te queda por aprender –me giré de nuevo y me senté en la silla cruzándome de brazos y observándolo- Muy bien, ¿dónde está la manada? ¿Cuántos son? –esperé a que hablara pero él negó con la cabeza. Gruñí de nuevo- ¡Habla! –di un golpe sobre la silla que estaba sentado y Baptiste me miró.
-Jamás… -suspiró cogiendo aire- vas a… a en… encontrarlos –miré de reojo a Astrid, ya había preguntado como había dicho y no me había respondido nada. ¿Quería que siguiera así toda la noche?
-Por última vez; solo tienes qué decir dónde está su guarida. Me conformo con eso –era mentira pero quería ver si me decía algo más. Negó con la cabeza de nuevo y me miró conforme podía, con el rostro lleno de sangre.
-Antes… prefiero… mo… mo-morir –sonreí de lado por aquello, ¿teníamos esas? Perfecto.
-Entonces, amigo mío, has dado con el demonio adecuado –volví a ponerle la mordaza porque sabía que con aquello iba a gritar, cogí la daga con la que lo había amenazado al principio y… la clavé en su rodilla sin miramiento alguno.

Baptiste gritó pero la mordaza hizo su efecto y su grito fue amortiguado, me estaba cansando que no me dijera nada y como había decidido desde un principio que iba a morir… le quité la daga del hombro arrancándole otro gemido de dolor mientras la otra seguía clavada en su rodilla. Sin pensarlo demasiado le abrí la camisa que llevaba puesta ya que la cuerda le ataba por la cintura, y dejé su pecho al descubierto.

Este tenía algunos moratones de los puñetazos que le había propinado al principio y que no habían surtido su efecto, tendría que hacerle mucho más para que hablara y me dijera todo lo que quisiera. Le hice un corte justo en el centro del pecho en forma vertical, lo justo para abrirle una herida, pero no profundo para que fuera mortal. Gritó al bajar con lentitud la hoja de la daga por su pecho e intentó moverse pero no dio resultado, estaba atado a la silla y nada podría hacer para evitar lo que tenía pensando hacer para que hablara. Le hice un par de cortes más por el pecho pero no hizo señas de que quería hablar, mientras la sangre salía de las heridas y comenzaban a manchar el suelo, de momento ninguna de las heridas que le había hecho sería suficiente para matarle, pero si para producirle la agonía que quería utilizar.

Podría partirle algún hueso de la mano, pero las tenía atadas y no quería deshacer el nudo y volver a atarlo de nuevo… así que tendría que tomar medidas más extremas para aquello. Me levanté de la silla y tras lanzarle una mirada a Astrid que decía claramente “ni te muevas” fui hacia la cocina donde comencé a buscar, cuando encontré lo que obtuve me puse delante de Baptiste, con una sonrisa torcida en los labios.



-Esto te va a doler –abrí la caja de madera que tenía entre las manos, cogí el contenido de dentro y… comencé a tirárselo donde le había hecho las heridas en el pecho. Baptiste comenzó a gritar y a revolverse en la silla, tanto que pensé por un momento que se caería de ella atada incluso como estaba. Reí entre dientes- Esto sí que duele como el infierno, ¿no es así? -lo observé tras haberle echado sal a sus heridas y me mordí el labio, decidí probar a ver si quería decirme algo y le quité la mordaza- ¿Piensas hablar ya? –me miró con los ojos cristalinos pero sin llegar a llorar.
-Ve….. vete al…. In…. Infierno –me reí por ello ladeando un poco la cabeza, ya que seguía sin poder hablar y estaba perdiendo la poca, o casi nula, paciencia que tenía.
-De allí es de donde procedo, y allí es donde te pienso enviar –le di una patada a la silla donde estaba sentado que se estrelló contra la chimenea, tiré la caja de sal al suelo y lo miré de forma fija, como si quisiera matarlo solamente con mí mirada- ¡Se acabó! Vas a hablar por las malas, ¡ahora mismo! –di una patada a la rodilla donde tenía clavada la daga desquitando parte de la rabia que sentía por dentro y me preparé para lo último.

Cogí una de las dagas que había traído y que llevaba guardada en las fundas de detrás de mi espalda, era una daga algo más pequeña de lo normal pero era muy fina, casi parecía que era una aguja más grande de lo normal y que servía, principalmente, para pinchar y atravesar de forma limpia ya fuera carne humana, o incluso se podía utilizar de ganzúa. La saqué y se la mostré, me acerqué hasta donde estaba y dejé aquella daga justo en su corazón, girándole pero sin llegar a hacer nada por el momento.


-¿Sabes cuanto puedo tardar en llegar con esto a tú corazón? Bastante, por si no lo sabías. Es el tiempo que tienes para hablar, así que ¡empieza de una jodida vez!
–dejé que la daga penetrara un poco en su piel, en la primera capa y lo miré- ¡Dónde están! –exigí por enésima vez esperando que, con aquello, hablara. Mí mano libre tapó su boca apretando de los lados de su mandíbula, para que el grito no se oyera tan fuerte
-¡No puedo decirte nada! ¡NO PUEDO! –gritó mirándome pero negué con la cabeza.
-Dije que dónde están –metí un poco más aquella daga y volví a presionar en su mandíbula otra vez mientras gritaba- ¿Por qué no lo puedes decir? ¡Habla!
-Porque los… los tienen presos –Estaba encubriendo a alguien, o más bien, protegiendo a alguien de todo aquello… pero me era indiferente.
-Ellos jamás los dejarán con vida…hazte un favor y dime dónde están –negó con la cabeza y metí un poco más la daga, pronto empezaría a tocar más profundamente hasta antes de llegar al corazón.
-¡TIENEN A MI FAMILIA! Dijeron que… iban a… a matarlos…. –de sus ojos comenzaron a caer lágrimas y no supe si eran de dolor o por lo que me estaba diciendo.
-¡Mientes! –sabía que no pero quería información y si así lo conseguía, aunque fuera de forma sucia y rastrera, me daba igual
-¡NO POR FAVOR! –cogió aire con dificultad- Si yo… yo no te espiaba… ellos… ellos… -de nuevo comenzó a llorar, manchado de sangre, con las heridas llenas de sal del pecho y con la daga clavada en su pecho- los matan… los van a… a matar… no puedo… -negó con la cabeza ante eso. Hijos de puta… habían amenazado con matarlos aunque, probablemente, ya estuvieran muertos.
-Ellos ya están muertos, fueron meras piezas para que tú hicieras lo que ellos querían –le estaba dando un golpe bajo y lo sabía.
-No… ¡NO!.... Tienen que... están vivos… -me miró- los..… los van a… matar… por favor… -negué con la cabeza
-Demasiado tarde –su sentencia estaba firmada, solo tendría que meter un par de centímetros más la daga y todo acabaría para él. Su familia seguramente ya estuviera muerta y, sino, cuando no lo necesitaran acabarían matándola. Mejor yo que ellos.
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Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Sep 12, 2016 5:50 am

No sé en qué momento pensé que sería una brillante idea acompañar a Naxel en la caza de esta noche. Las paredes que nos rodean serán cómplices del horror, amortiguarán los alaridos de Baptiste y le darán tiempo al cazador para sacarle las palabras una a una. Desde donde estoy con los brazos cruzados no puedo distinguir el rostro de la víctima, Naxel hace de escudo y toda la acción se centra en él. Tengo sentimientos contradictorios, ¿quién es realmente la víctima? ¿Es justo causar el mal a alguien por un bien mayor? ¿Es esto en realidad lo que Naxel tanto insistía en mostrarme, su falta de escrúpulos, la verdad de la noche?

Las advertencias que el cazador me dedica son vanas, algo se transforma en él cuando se acerca de nuevo a mi, quiere avisarme de algo, mantenerme lejos de su locura, pero yo no sé si podré evitarlo. No seré una mera espectadora, si he de actuar así será. Dice que me queda mucho por aprender, sí, está claro que no sé cómo actuar en casos de tortura, debí olvidarme de leer el manual. Baptiste se resiste y Naxel no deja espacio a la imaginación, es impaciente y está claramente frustrado, si pudiese abrir la cabeza de su presa para sacarle las respuestas lo haría sin pensar. Hago una mueca ante la imagen mental y dejo que mi mirada se pose en sus hombros, en su nuca, ojalá sienta el fuego de ésta sobre su piel y le haga parar. Ojalá. Observándolo de esta manera no consigo comprender qué puede haberlo llevado a tales extremos, no puedo imaginar el horror que debió de vivir el Naxel de su pasado pero, ¿eso lo hace dueño del destino de otros? Quiero consolarlo y castigarlo a la vez, sin punto intermedio. Miro al suelo justo cuando la daga se clava en el muslo de Baptiste y lo único que me cruza por la mente es que esta alfombra es idéntica a la de mi antigua casa, recuerdo cómo la sangre de mi familia la tiñó de carmesí. ¿Cuánto tiempo paso con la mirada perdida en la tela a mis pies? Inspiro profundamente y decido que es hora de hacer una nueva inspección de la casa, juraría que esta es la cuarta vez que lo hago, todo sea por evitar que la voz de Naxel y los gemidos de Baptiste me quiebren. Compruebo de nuevo que todas y cada una de las puertas están cerradas y las que dan al exterior con una vuelta de llave, compruebo las ventanas, tapo de nuevo los cuadros en un ramalazo de consciencia y vuelvo al salón. Ahí están, como si el tiempo quisiera correr a cámara lenta para alargar el sufrimiento. No sé si Naxel se pone en pie porque me ha escuchado entrar de nuevo pero cuando me mira sé que intenta petrificarme, no quiere intrusos en su juego. Desaparece entonces en dirección hasta la cocina y por acto reflejo mis ojos se posan en los de Baptiste, de los cuales lágrimas se dejan caer hasta sus pantalones. Es la imagen de la desesperación. Quisiera decirle algo pero es mejor el silencio, sin darme cuenta doy un paso hacia él. Naxel vuelve y echa sal en la heridas del hombre, mis ojos se abren de par en par y hasta que no siento el mando de mi daga clavarse en mi mano no me doy cuenta de que la he sacado de su funda.

Bien, ya lo ha dicho, y todas mis sospechas salen a la luz con las palabras de Baptiste aún flotando en el aire, casi las puedo coger con las manos para ponerlas a salvo. Tienen a su familia presa y mantenerlos a salvo es lo único que podría darle fuerzas a un hombre para seguir adelante. Baptiste no es más que una marioneta, como lo es Naxel, como lo soy yo. El cazador parece cansarse ante esto como si diese por perdido el interrogatorio, ¿cuántas veces habrá hecho esto como para darse cuenta de que llegados a este punto no tiene más que hacer? Para cuando soy consciente de mis actos ya he avanzado lo suficiente como para que Baptiste fije su mirada solamente en mi persona, debe ver en mis ojos sus propia desesperación. Cuando Naxel dice que es demasiado tarde y se prepara para clavar la daga en el pecho del hombre, no puedo evitar mis impulsos.

-¡Naxel, basta!-no puedo creer lo que he hecho hasta que sus mirada se posa en la mía. Le he dado una patada en el costado al cazador para mantenerlo lejos de Baptiste, para detener este frenesí de locura, para negar de algún modo ante la muerte. Mi pecho sube y baja presa dentro de mi de la frustración, casi podría ponerme a llorar pero para mi sorpresa lo único que consigo exteriorizar es la rabia e impotencia que siento por él-¡Es suficiente! ¿Es que no has escuchado nada de lo que ha dicho? ¡Tienen a su familia Naxel y este hombre es más útil vivo!-no sé cómo hacerle entender que sus respuestas llegarán, pero no ahora. Me interpongo entre la poca distancia que los separa a ambos, el fuego de la chimenea crea sombras siniestras en su rostro cuando me mira. ¿Por qué pese a todo quiero acercarme a él para calmar su ira?-Para esto de una vez, hay otra solución, lo sabes-mi tono se suaviza con la mera esperanza de hacerlo entrar en razón. Porto la daga en una de mis manos y la otra se extiende delante de mi para calmar a la fiera, sus ojos son inhumanos. Él no se mueve, no hace nada, y Baptiste tiembla y solloza detrás de mi-Naxel, por favor...-¿por qué le suplico? ¿A quién intento salvar realmente, a Baptiste de una muerte segura o a Naxel de sí mismo? Doy varios pasos hacia él aún con la daga en mi mano, no lo apunto, no quiero herirlo, pero debo estar alerta-Naxel podemos llevarlo con nosotros o pactar la liberación de su familia a cambio de información, aún puedes hacer algo mejor que esto-su mirada está perdida, ni siquiera sé si entiende el tono cómplice de mi voz, intento que ésta aunque desesperada parezca una caricia-Nax...


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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Naxel Eblan Miér Sep 14, 2016 11:17 am

Todo estaba pasando como realmente debe de pasar, el hombre que tengo frente a mí no sabe siquiera con quién se está metiendo ni en el lío inmenso del que es preso. Sé que sólo es una pieza más de una partida de ajedrez donde mí adversario, el némesis que voy persiguiendo desde que tengo razón de ser, piensa que puede ir no uno… sino dos pasos por delante. Sé que Baptiste sólo es un peón más en todo este juego, sé que su vida para él no representa nada y estoy convencido de que lo utiliza como quiere, seguramente, bajo algún sucio juego que solamente el licántropo tiene en su mente…. Pero se ha metido con el cazador equivocado.

En cuestiones de partidas de ajedrez, soy el mejor. No me importa tener que sacrificar un peón, o todos ellos, para conseguir lo que realmente quiero. No me importa entregar los caballos y derribar yo mismo las torres… No me importa que los alfiles sean chivos expiatorios y que sufran las consecuencias. En el ajedrez se trata de ir con paciencia, con calma, y pensar muy bien tus movimientos. Ahora mismo yo no estaba siendo racional y había perdido la poca paciencia que me quedaba, y Baptiste, ese peón que estaba en el lado equivocado estaba pagando las consecuencias.

Pero, ¿no era ese el objetivo de un peón? Morir por su Rey… y él iba a morir por alguien que apenas lo valoraba, que sólo era una pieza más de aquel tablero y que seguramente si no lo mataba yo lo acabaría matando él. Quizás, incluso, lo arrojaría a los lobos para que lo destrozaran y nunca mejor dicho. Pero lo que aquel lobo no sabía, es que cuando un peón llegaba al otro lado y conseguía cruzar el tablero… podía convertirse en un caballo, un alfil, una torre… o una dama. Y era ahí cuando todo cambiaba y el lobo podría tener problemas. Baptiste había cruzado ya el campo sin que nadie lo haya visto y había sido promocionado, había hecho honor a su nombre, como si fuera un soldado, y ahora iba a cambiar de forma drástica.

Aún podía hacer algo bueno de todo aquello y solamente tenía que hablar y decirme lo que realmente quería, pero no estaba siendo nada fácil y tenía que reconocerle el mérito. Costara lo que costara aquel hombre iba a hablar y me iba a decir exactamente todo aquello que quería y que necesitaba, todo aquello que pudiera serme útil para llegar hasta aquel licántropo, y si conocía además su ubicación y cuántos eran, pasaría de ser un mero peón sin valor alguno… a una dama que casi podía gobernar. Pero al parecer Baptiste no iba a decirme nada, así que tendría que utilizar todos los métodos que estuvieran a mí alcance para que hablara.

Miré su rostro durante unos segundos y fruncí el ceño, tenía las manos llenas de sangre y en los nudillos tenía algunas heridas de haberle pegado con los puños. Él tenía el rostro ensangrentado, de sus labios caía un hilo de sangre que caía por su camiseta manchándolo todo, tenía el rostro ladeado como si apenas tuviera fuerza para poder mantenerla erguida, y este comenzaba a hincharse por los golpes que le había dado al principio. La chimenea seguía encendida y proyectaba sombrar a mí alrededor, de aquel fuego danzarín, que cubría la habitación que hacía sombras también en mí rostro.

Podía sentir la mirada de Astrid clavada en mí nuca mientras intentaba que aquel hombre hablara, ella sin duda alguna era la pieza que faltaba de aquel ajedrez; era la dama. Y esperaba que esa vez me hiciera caso y no interfiriera, porque como lo hiciera… ni yo mismo sabría cómo actuaría llegado el caso. Casi podía sentir que me decía, solo con su mirada, que lo dejara estar y que parara… pero la cosa no había hecho más que empezar. Apenas había comenzado con Baptiste y aún le quedaba mucho por lo que sufrir. Pasaría al siguiente nivel.

Ya tenía la camisa abierta y rota, la silla en la que estaba sentado la había lanzado lejos de donde estaba y vi como los cortes, superficiales, que le había hecho en el pecho sangraban manchando sus pantalones y la moqueta que había en el suelo. Sabía que Astrid había estado entrando y saliendo del comedor seguramente porque no podría aguantar ver todo aquello, y aquello me confirmó que no estaba hecha para todo este mundo. Era demasiado buena para el mundo en el que luchaba lleno de oscuridad, y al final, esa oscuridad acabaría por engullirla e incluso matarla… pero era algo que, por lo que a mí respecta, ni me importaba.

Me cansé de que no quisiera decirme nada, me cansé de que solamente me negara y me dijera que no podía decirme nada cuando era lo único que tenía que hacer para salvarse, así que sin pensarlo demasiado me fui hacia la cocina, cogí sal y cuando entré… comencé a echársela por las heridas. Sus alaridos hicieron que sonriera de lado disfrutando en parte con lo que estaba haciendo, con lo que estaba oyendo de sus labios. Sabía que le iba a doler como el Infierno pero, ¿no era acaso yo el mismísimo diablo? Debía de hacerlo sentir como si estuviera realmente en el Infierno en vida, para que hablara.

Y no tardó mucho, las palabras salieron de sus labios y mí sonrisa se apagó durante unos segundos. Malditos hijos de puta, lo estaban extorsionando para que me vigilara a cambio de que si no lo hacía matarían a su familia… pero esa familia tenía los minutos contados. En cuanto Baptiste no les hiciera más falta su familia acabaría muerta, y él estaba aguantando todo esto solamente porque tenía la esperanza de que se salvaran. Estaban condenados a morir y él ni siquiera lo sabía. Miré de reojo a la cazadora durante un breve segundo, y luego miré a Baptiste.



-Es demasiado tarde –su familia iba a morir lo matara yo o no, en cuanto vieran que me había acercado lo suficiente a ellos los primeros en caer sería su familia, y luego lo matarían a él, en verdad, le estaba hasta haciendo un favor para que no supiera que iban a morir por su culpa. Y eso es lo que le estaba haciendo ser débil, débil porque no quería que les pasara nada, débil por no poder negarse ante los caprichos de un lobo con malas pulgas… por eso yo no quería ser débil por nada, ni por nadie. La debilidad era algo que te hacía ser vulnerable, algo por lo que los demás podían atacarte y hacerles ver que tenías un punto flaco. Por eso era un maldito demonio, por eso tenía una capa y un muro de hielo entorno a mí corazón y también, por eso, había dejado que la oscuridad me abrazara y rodeara mí vida… porque jamás iba a ser débil por nadie, jamás permitiría que alguien me hiciera vulnerable. Nunca.

Es ahora cuando debía de ponerle fin a la vida de aquel hombre que una vez había salvado, la vida era demasiado irónica, una vez lo salvé y ahora me encargaría yo mismo de acabar con su vida. Tan sólo tenía que apretar más la daga contra su pecho y la hoja llegaría hasta su corazón, lo pincharía y comenzaría a bombear con mayor lentitud hasta extinguir por completo sus latidos. Incluso para el chivato que él era iba a ser una muerte demasiado piadosa… y a punto estaba de incrustar más la daga en aquel hombre, cuando sin siquiera esperar, sentí una patada en mí costado que me hizo soltar la daga y alejarme unos cuantos pasos de Baptiste, que seguía llorando suplicando por la vida de su familia.

Había sido tan imprevisto y tan inesperado que me había hecho llegar hasta la mesa donde había descubierto a Baptiste cenando, la daga que portaba en la mano ahora estaba en el suelo junto a él y sentía la mirada de Astrid fija en mí. ¿Qué cojones estaba haciendo? Sentí que la rabia comenzaba a apoderarse de mí cuerpo mientras apoyaba las manos en la mesa y me ponía erguido para mirarla con mis ojos, como si fueran dos trozos de hielos que se dirigían hacia ella, como si intentara matarla con tan sólo mí mirada. Podía sentir que mí respiración comenzaba a hacerse más rápida y errática, apreté el borde de la mesa con mis manos hasta que sentí que esta crujía bajo la presión del agarre y gruñí, mientras la miraba fulminándola con mis ojos.

¿Cómo se atrevía a haberme apartado de él? Le había dejado claro que quería que se quedara quieta, que no debía de entrometerse… se lo había dejado claro, pero claro, qué estúpido que era. ¿Cómo no iba a intervenir ella? La pieza del ajedrez restante, la Dama misericordiosa y piadosa que no podía soportar aquello, ¿cómo no pararme viniendo de ella? Debía de haberlo visto venir, debía de haberle dicho que se quedara fuera y que vigilara el perímetro mientras yo me encargaba de Baptiste. ¿Cómo no pensar que iba a cumplir con su función de Dama misericordiosa, que tenía que rescatar a todo el mundo? Quería rescatarme a mí de alguna forma, había sido un imbécil al no pensar que a él también querría salvarlo.

Había sido un error dejar que viniera, debía de haberle dicho que se marchara en el momento en que me dio la información acerca de Bapstite, debía de haberla perdido de vista y despistarla durante el camino… habría sido tan fácil hacerlo que no hubiera sido capaz de seguirme y acabaría perdiéndome de vista. Pero no, ahí estaba ella con una daga en la mano y poniéndose entre mí presa y yo… porque eso es lo que era; mí presa. Y no me gustaba que nadie me las quitara ni se interpusiera en mí camino… sentía como la ira y la rabia se apoderaban de mí, mordí mí labio con tanta fuerza que hasta pude sentir el sabor ferroso de la sangre en mí boca.

Quería matarla, quería apartarla de mí vida de una jodida vez y dejar que dejara de joderme como lo estaba haciendo… ella pensaba que había algo bueno en mí, que había algo de humanidad en mí interior y que podría salir a flote algún día… y era mentira. Mí humanidad murió cuando tenía ocho años y desde entonces mí vida es una constante oscuridad de la cual no quiero renunciar. Jamás debí de dejar que me siguiera, no debí permitir que viniera y ahora, sin embargo, lo único en lo que pienso es en apartarla, en cerrarle la boca para que deje de hablar y cargarme a Baptiste. ¿Ella? Con suerte saldría con vida de allí.

Demasiado estaba ya soportando como para tener que ceder ante aquello, todo lo que decía por su boca me estaba desquiciando aún más y lo único en lo que podía pensar era en sangre. Mí mente me pedía sangre, mí cuerpo anhelaba por sangre y mí demonio interior quería bañarse en un festín de sangre… y si era doble, mejor aún. Ya había tenido suficiente de aquella niña impertinente que se creía que podía salvar a todo el mundo, iba a mandarla al cielo con la luz que le correspondía y un dolor menos de cabeza que sería para mí.



-¿Más útil vivo? –mí voz tenía ese tono de rabia e ira contenida, a duras penas luchaba contra el deseo de sangre que tanto estaba necesitando, y mis ojos se clavaron como dos dagas heladas en ella. Comencé a reírme echando hacia atrás la cabeza dejando que la luz de la chimenea proyectara sombras sobre mí rostro, entre fuego y sombras, y mí risa resonó por la estancia como si la risa del mismísimo diablo se tratara- Apenas sabes nada, niña, ¿crees que ellos dejarán con vida a su familia cuando sepa que nos hemos acercado? Qué ilusa eres –porque no había otro resultado, iban a morir aunque ella no quisiera verlo- No hay más opciones, su familia está condenada a la muerte y si no lo mato yo… lo matarán ellos. Personalmente –hice una leve pausa- prefiero matarlo yo –sus súplicas de que es suficiente no van a tener resultado alguno, la muerte va a ser el final de Baptiste aquella noche, y ella no iba a ser quien lo impidiese. Ladeé un poco mí rostro ante su súplica y me reí por ello… que suplicara lo que quisiera, no iba a ceder ante ello. Se acercó hacia mí aún con la daga en su mano, pero no me apunta y es como si quisiera llegar de alguna forma que desconocía. Su voz y su tono son suaves y fluyen en la habitación contrastando con la respiración errática de Baptiste y con sus quejidos y sus súplicas de que no le matemos. Yo en lo único en lo que me dejo centrar es en el hombre que está tras de ella mientras ella se quedaba en medio de los dos, como si fuera una intermediaria. Pero es precisamente eso lo que estaba haciendo; intermediar por ambos. Nos quiere salvar a ambos pero no va a lograrlo… no pensaba permitir que lo lograra.

Finalmente pronunció mí nombre acortándolo a una abreviatura, una que me recordaba a una época muy lejana y que hizo que mis ojos se fijaran en ella… su voz llegó hasta mí de forma suave, como si fuera una dulce melodía que fuera a domar a una bestia. Por un breve momento me dejé envolver por aquello, perdido en aquello, en mí nombre acortado por sus labios y en el tono en que lo había dicho haciendo que llegara, de alguna forma,  hasta donde estaba. Era como si, de la nada, sintiera su calor envolviéndome durante unos segundos, como si con aquello intentara apaciguar y calmar a la bestia que moría por que se desatara en mí interior… como si estuvieran librando una batalla de la cual no era partícipe. Era como si so voz me acariciara y fuera su mano pasando por mí mejilla, y por un momento… cedí.

Cedí ante ella, cedí ante su calor y cedí ante aquella caricia que había hecho solamente con su voz, la bestia y el demonio se vieron calmados por apenas unos segundos pero… finalmente, volvieron a la luz con mucha más fuerza. Toda la atención que había puesto en ella se desvaneció en cuanto oí de nuevo a Baptiste tras suya, que era tapado por su cuerpo, y gruñí de tal forma que parecía algo sumamente siniestro. Como si el demonio en mí interior hubiera ganado la batalla y ahora quería cobrarse su presa, preparado y listo. Pero antes de nada, debía de pasar por encima de ella y eso… no iba a ser un problema.

De forma rápida me moví y me acerqué hacia donde estaba, una de mis manos se dirigió hacia la mano que portaba la daga y le hice un giro rápido para desarmarla, la otra cogió la otra muñeca y le hice una llave para inmovilizarla y que no pudiera moverse. En cuestión de apenas un par de segundos la tenía reducida y desarmada. La empujé contra la mesa haciendo que su espalda chocara contra la superficie de esta, dejando sus piernas medio colgando por el choque y la inmovilicé aferrando con fuerza sus muñecas, tanto, que seguro que le estaba haciendo daño.



-¡Te dije que no intervinieras! ¡¿Por qué cojones lo has hecho?! –cogí sus muñecas, las levanté un poco, y luego las estrellé con fuerza contra la mesa- ¡Eres una jodida niña estúpida! Tendría que haberte matado en el momento en el que te vi en aquel callejón –mí vida, sin duda, habría sido más fácil- ¡No puedes salvar a todo el mundo, y no lo vas a salvar a él! –otro golpe más a su muñecas y la levanté con rabia y con fuerza, solté una de sus muñecas y la cogí por el cuello estampándola contra la pared, sintiendo el miedo que le provocaba todo aquello- Debería de matarte ahora mismo, sería tan fácil hacerlo –mí mano rodeaba su garganta y apreté un poco con fuerza- Tan sólo tengo que seguir apretando y sentiré cómo tus latidos se aceleran, ¿los notas? –Sonreí ladino- Sí, eso es. Tú cuerpo buscando un aire que jamás llegará, tus pulmones pidiendo que respires sin poder hacerlo…y te mataría, ¿sabes por qué? –Me incliné hasta que mis labios tocaron su oreja- Porque puedo hacerlo –mordí su lóbulo con algo de fuerza y reí como un auténtico hijo de puta, como el demonio que ahora me dominaba por completo- Pero antes, debo de matar a ese hombre –lo señalé con la cabeza y sin soltarla la llevé por el angosto pasillo hasta la puerta de la entrada, la saqué de un empujón la miré antes de cerrar la puerta- Quédate ahí – mí tono era más bien una orden, cerré y pasé la llave para que no pudiera entrar hasta que yo acabara. Mis pasos se dirigieron de nuevo hasta el salón y vi el miedo y el asombro en la cara de Baptiste cuando me vio aparecer, cogí la daga de Astrid del suelo, di unos golpes con ella en la palma de mí mano y me reí- Es hora de acabar con lo empezado. Dulces sueños –mí mano se movió con rapidez y corté la garganta de aquel hombre viendo como la sangre salpicaba por todos lados, manchando la ropa que llevaba, viendo su expresión mientras se desangraba y moría, mientras en mí rostro portaba una sonrisa.

Una vez supe que estaba muerto finalmente, recogí las cosas y ni siquiera me di el lujo de quitarlo de donde estaba… ya no lo necesitaba, su partida había acabado y ahora la siguiente ficha esperaba su movimiento. Avancé por el pasillo guardando las cosas en su sitio y poniéndole el abrigo que llevaba hasta que llegué a la puerta, la abrí y salí fuera sin pisarla. El ambiente estaba enrarecido y podía distinguir, a duras penas, la figura de Astrid en medio de la oscuridad. En cuanto sus ojos se posaron en los míos, me di cuenta, de que algo estaba pasando… pero ya era demasiado tarde.
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Astrid J. Bergès Dom Sep 25, 2016 11:34 am

La risa de Naxel corta el aire entre nosotros. Me limito a mirarlo petrificada en mi posición, ahora mismo es como cualquiera de las otras bestias a las que me he enfrentado solo que a ésta a no deseo hacerle ningún mal, pero si debo interponerme para salvar una vida y de paso su integridad, lo haré, cueste lo que cueste. Ilusa, me llama, y me pondría a asentir si mi cuerpo no estuviese tan tenso. Por supuesto que lo soy, por eso estoy aquí.

Nada me habría preparado para lo que sucede. Pese a todo el dolor, nada me habría preparado para la luz en sus ojos, porque está ahí, casi puedo rozarla cuando me mira. Decir su nombre lo lleva muy lejos de donde estamos y parece que en lo más profundo de su interior prefiere no volver, pero yo lo necesito aquí, conmigo. Con esas tres letras he conseguido una pequeña tregua, un atisbo de duda que puede que nos saque airosos a los tres de esta situación. Se sostiene en la mesa como si su vida dependiera de ello y desearía saber qué está pensando, qué lucha interna está soportando, si tan solo tuviese una pistas todo sería más sencillo. Si tan solo pudiese acercarme lo suficiente como para acariciar su rostro. La expresión en su ojos ha cambiado por completo y aunque realmente sé que debería aprovechar este momento para desatar a Baptiste y huir del lugar doy un paso más hacia Naxel. ¿Y si en realidad Nax quiere dejarse llevar? ¿Y si consigo hacerlo parar? La respuesta es no. La bestia ha ganado la batalla y el cazador de ojos negros deja de existir frente a mi, su mirada me produce un escalofrío y es entonces cuando comprendo a mi pesar de que esta noche todos hemos perdido. Todo pasa muy rápido, de pronto siento un golpe sordo en la espalda y me veo sobre la mesa, sus manos se sienten como garras aferrando las mías y si no fuese por el dolor del golpe podría responderle, también podría gritarle, pero me falta el aire y no parece que él vaya a permitírmelo. Intento quitármelo de encima con las piernas, sé que le estoy dando patadas lo más fuerte que puedo y aún así está tan cegado por la rabia que no se da cuenta, como tampoco escucha los gritos y súplicas de Baptiste para que me suelte. Es ahora él el que aún atado y malherido interviene por mi. La personas somos así, nos aferramos siempre al último rayo de esperanza, ese que Naxel acaba de devorar. Los golpes en mis muñecas cesan y la presión de su cuerpo contra el mío me hace arder de impotencia, su agarre se vuelve frenético y sin piedad me empuja contra la pared y su manos sirven de cárcel mientras me asfixia, la velocidad de sus actos me deja sin aire mientras sus palabras me van robando toda la seguridad que tenía en mi misma.

-Naxel...-sí, por supuesto que siento como mi corazón se acelera, cómo mis pulmones suplican mientras su agarre sobre mí es tan fuerte que apenas rozo con la punta de mis botas el suelo. ¡Hazlo! ¡Tú ganas! Quiero gritarle, es así cómo esto iba a acabar de todos modos. Pero parece decidir que lo mejor se queda para el final, me arrastra por el pasillo y yo intento oponerme, si me saca de esta casa no podré evitar la muerte de Baptiste, no podré hacer nada por nadie, ni siquiera por mi. No puedo permitirlo-¡No tienes alma!-a cada paso hacia la salida estoy más lejos de salvar a Baptiste-¡Deja que se vaya, déjalo vivir!-me suelta entonces y caigo de bruces contra los adoquines de la entrada, me incorporo rápido y torpemente con intención de enfrentarlo pero ya ha cerrado la puerta poniendo distancia entre nosotros. Golpeo la puerta aunque sé que es inútil, choco contra la firmeza de la madera y el sonido que se escapa de mi garganta es una mezcla frustrada de dolor y desesperación. No es justo, ¡no es justo! Él no es un dios, no es un demonio, tan solo es humano-¡Solo eres humano, maldita sea! ¡Eres tan mediocre, frágil y vulnerable como yo! ¡Tienes miedo como yo! ¡Naxel!-no sé cuantas veces golpeo con mis nudillos la puerta, pese a eso nada sucede y cuando me giro y me apoyo en la superficie claramente abatida, descubro que ni siquiera los vecinos de la zona se han asomado para averiguar. Toda la calle permanece en silencio y solo la tenue luz de las farolas le da vida al lugar, hace frío o yo siento mi cuerpo helado después de todo lo ocurrido, por dentro me siento vacía y en llamas a la vez, tengo una tormenta en el pecho. No quiero permanecer más aquí, no volveré a verlo ni a pensar siquiera su nombre, se merece caer en el olvido y que nadie vuelva a sentir compasión por él. ¿Es eso lo que quiere, verdad? Cuando me quiero dar cuenta ya he avanzado lo suficiente como para que el edificio haya desaparecido a mi espalda, a medida que me alejo puedo volver a respirar ignorando el dolor en el cuello, aún siento su mano presionandolo y me estremezco al recordar la ira y el desprecio con el que me ha tratado. Siento un llanto seco, un nudo en la garganta. Maldito él, maldita su existencia, malditos su ojos. Sus ojos. Me paro en seco bajo la luz parpadeante de una farola, parece temblar de cansancio casi tanto como yo mientras me debato en mi fuero interno por lo que desgraciadamente estoy a punto de hacer. Hubo algo en su mirada, sé que estaba ahí y si me hubiese aferrado a ese hecho con más fuerza quizás podría haber evitado esto. Me muerdo el labio y mis manos son dos puños mientras vuelvo sobre mis pasos, esta vez soy yo la que tiene muchas cosas que decir y si Naxel pretende resistirse no seré yo quien se enfrente con garras y dientes, contra él tengo un arma más valiosa. Detesto no saber qué es exactamente lo que me hace actuar de esta forma y querer encontrar en todo el mundo esa humanidad, esa esperanza. Una parte de mi quisiera rendirse de una vez por todas, la otra se resiste con todas sus fuerzas.

Cuando cruzo la esquina de entrada a la calle donde se encuentra la casa del horror me detengo de pronto, las sombras que la rodean no profesan nada bueno. Con tanto jaleo mi ballesta se ha quedado en el interior de salón, maldigo por lo bajo porque ahora mismo me vendría de perlas. Sin embargo aún porto conmigo mis armas de fuego y presiento que las balas de plata han sido buena elección para esta noche. Las desenfundo, compruebo una vez más que la recámara está llena y apunto con una de ellas, desde la oscuridad en la que estoy lejos de la luz de la farolas podría tener unos minutos de ventaja. Lo están esperando a él, está claro, lo que me hace pensar hasta qué punto sabían que Naxel iría a por Baptiste y qué tanto sabía de la situación este último. ¿Y si todo ha sido una trampa? No, Baptiste estaba tan desesperado que no debe de tener ni idea de lo que ocurre en estos instantes, como tampoco parece entender que dejó de ser de utilidad hace tiempo. Ahora que los licántropos han dado con Naxel todo puede volverse en su contra. No hay luna llena y aún así siguen siendo igual de peligrosos. Me muerdo el labio concentrada en el blanco que tengo a través de la mira, es hora de actuar.

-Vaya, vaya...Habrías hecho bien en irte, gatita-todo mi cuerpo se estremece pero mantengo las armas preparadas. La voz tras de mi no deja duda a que se trata de uno de ellos, los licántropos siempre arrastran consigo ese aroma peculiar. Puedo sentir lo cerca que está de mi, siento su respiración en mi nuca-Si disparas te parto el cuello.

-Antes de morir me llevo a los tuyos por delante-me sorprende encontrar mi voz tranquila, neutra. Escucho cómo se ríe y se mueve hasta ponerse cara a cara conmigo, me saca dos cabezas y su cuerpo me quita todo campo de visión, sus ojos se clavan en lo míos. Doy un paso y la boca de mis armas se posa en su abdomen en un claro desafío.

-¿Y perderte la fiesta?-su sonría más parece una mueca-Tenemos una sorpresa para él-sus palabras hacen que mi seguridad dude un instante, antes de que mis dedos presionen el gatillo de ambas armas unas manos me sujetan por detrás y éstas caen al suelo.


Cuando la puerta de entrada se abre y Naxel hace acto de presencia sé que es tarde para ambos. Camina hacia mi con la sombra de sus actos a la espalda, veo cómo sus pasos disminuyen a medida que intuye que algo no va bien, mis ojos gritan, todo mi cuerpo le advierte lo que mi voz no puede. Nuestras miradas se cruzan mientras siento la del licántropo clavada en mi espalda, expectante ante cualquier atisbo de enfrentamiento.

-Naxel-digo, las indicaciones son claras, debo atraerlo hacia mi-¡Huye!-oigo gruñidos tras de mi y antes de que pueda hacer nada más me reducen contra el pavimento y me cubren el rostro con lo que deduzco que es un saco. Me resisto todo lo que soy capaz hasta que el golpe me deja inconsciente.


Todo está oscuro pero mis sentido están alerta, siento todo a mi alrededor vibrar y deduzco que estamos en un carromato. No puedo respirar con normalidad, mis manos y pies están atados. Al mínimo movimiento otro golpe intenta arrebatarme la consciencia, esta vez sin éxito. Finjo quedarme sin fuerzas y permanezco quieta el resto del viaje, las voces que se escuchan por encima del trote de los caballos no llegan a distinguirse con claridad. En cierto momento todo se detiene y nos arrastran, intento dejar mi cuerpo inerte cuando me cogen y alguno de ellos me lleva sobre su hombro, estar doblada así, como cualquier carga, hace que me duela el estómago y comienzo a marearme.

-Ella sobre el tocón, con el otro ya sabéis lo que hay que hacer.

Ante esas indicaciones el que porta conmigo me deja caer sin más sobre el suelo y me golpeo tan fuertemente la cabeza que un jadeo se escapa de mi boca. Con mis pies por fin en tierra firme intento incorporarme, a pesar de que sigo atada, varias manos se encargan de impedirme cualquier movimiento mientras me desatan y acto seguido me colocan en las muñecas lo que intuyo que son unas cadenas. Estoy hiperventilando y me digo que debo permanecer impasible, sin atisbo de temor, pero es difícil aplicarlo en la práctica, nada de lo que está ocurriendo me hace pensar que haya algún tipo de escape. Me obligan a recostar mi torso sobre el tocón de madera antes nombrado y mis brazos quedan estirados a ambos extremos sin ningún tipo de movilidad. Escucho unos pasos que se aproximan y es entonces cuando mi vista vuelve a pertenecerme, lo primero que veo son unas botas llenas de polvo y al hombre que se acuclilla para ponerse a mi altura.

-No te esperábamos, querida-su mano alza mi rostro y me obliga a mirarlo, las luces y sombras que acentúan sus rudas facciones morenas le dan un aspecto aterrador. Él es consciente de este hecho y su sonrisa se tuerce en una mueca sádica-Creía que serías más lista y lo dejarías atrás-murmura en un tono más bajo, casi cómplice. Acaricia mi rostro y chasquea la lengua como si casi le diese lástima mi situación. No lo comprendo, me digo, mientras se acerca a mi y respira mi cabello-Exquisita... Tu visita lo hará todo más interesante, espero que disfrutes del espectáculo-y sin más se pone en pie y se aleja de mi, yo no pronuncio palabra por temor a que todo estalle, me dedico a observar todo lo que transcurre a mi alrededor, desde donde estoy no tengo demasiado campo de visión pero busco a Naxel entre todo lo que encuentran mis ojos. Estamos en un lugar claramente abandonado demasiado amplio para ser un sitio cualquiera, casi parece una nave industrial en ruinas, a mi derecha las llamas de una hoguera lamen las sombras y descubro que el suelo está cubierto de cenizas y carbón. ¿Dónde está Naxel? Me debato intentando recordar el incendio más reciente de la ciudad con tal de averiguar dónde nos encontramos pero nada viene a mi mente, varias personas se aproximan en corro, hoombres y mujeres, muchos con expresión impaciente, otros con cautela, diría que no todos saben lo que ocurre. Ni siquiera yo. ¿Dónde está Naxel? El hombre de antes se sitúa en medio de todos nosotros y extiende los brazos para proclamar silencio, los murmullos se apagan al momento. ¿Dónde está Naxel?

-Hermanos, sangre de mi sangre-su voz resuena en el lugar y el eco se cala en mis huesos-Esta noche seréis testigos de un juicio y nadie saldrá impune. Traed al prisionero-mis ojos se clavan entonces en el cuerpo al que arrastran varios hombres, ahí está, Naxel permanece aún inconsciente. Lo encadenan y veo cómo lo alzan, sus pies están apenas a unos centímetros por encima del suelo y esto me llena de una frustración ciega, me retuerzo en mis cadenas y susurro su nombre. Le han quitado el abrigo y arrancado la camisa, su piel está al descubierto. Me doy cuenta entonces de que tampoco llevo mi gabardina puesta, lo único que me protege del frío es la blusa y el corsé aunque intuyo que el frío será el menor de mis problemas esta noche.

-¡Soltadlo!-siento todas las miradas en mi y la risa del que intuyo que es el alfa alzarse sobre todos nosotros-¡Soltadnos! ¿Qué clase de juicio es este? ¿Qué hemos hecho?-él se gira hacia mi y su expresión se nubla.

-Pronto lo sabrás-hace una seña y los hombres se alejan de Naxel, lo dejan colgando amparado solo por la luz de las llamas, entre nosotros hay varios metros de distancia y la figura del alfa dejando claro que nada podrá hacerme llegar hacia él-Es hora de comenzar ¡Naxel Eblan por fin ha sido cazado! ¡Despierta, cazador, vas a perderte lo mejor!

Y es entonces cuando el látigo estalla en mi piel. El alarido de dolor que se escapa de mi garganta se desgarra en el aire, siento mi espalda arder, siento mi cuerpo partirse en dos. Jamás había sentido un daño tan atroz. Intento respirar pero es imposible, me arqueo sobre el tocón y lucho para controlar los espasmos a causa del latigazo. Mis ojos se clavan sobre los de alfa y, más allá de él, encuentro por fin la mirada de Nax sobre la mía.


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Mensaje por Naxel Eblan Dom Sep 25, 2016 7:52 pm

El tiempo parecía pasar como a cámara rápida  mientras sentía cada segundo marcado por aquel reloj que Baptiste tenía en el comedor, podía sentir como el tiempo pasaba pero yo lo sentía mucho más deprisa, como si se consumieran con rapidez los segundos, como si se acelerara en cada momento en el que me recreaba con él, cada vez que le infligía una herida, jugaba con él y le hacía ver que aquello no iba a terminar bien. Sabía, desde el momento en que Astrid me dio aquella información, que aquella noche Baptiste moriría y no vería más la luz del día. Eso era algo tan claro como que ahora lo podía ver delante de mí, sangrando por todos lados de su cuerpo, su rostro demacrado por los golpes y la camisa llena de sangre, el pecho descubierto con varios cortes, la sal desperdigada por el suelo y manchada de aquel color carmesí en su cuerpo… el final estaba próximo, y nada ni nadie podía pararme.

Salvo aquella cazadora que debía de haberme desecho de ella, que me había golpeado hasta llevarme a la mesa y que se interponía entre mí presa y yo. La rabia me consumía por dentro y apreté la mesa con ganas de querer matarla sin saber muy bien por qué no lo estaba haciendo ya. Sus palabras me enervaban más y hacía que mis ganas de matarla y apartarla de mí aumentaran, total, ¿quién podría pensar que había sido yo? ¿Quién me culparía? Nadie, porque luego pensaba reducir la casa a cenizas quemando cualquier tipo de prueba… nadie lo sabría, nadie podría decirme nada y yo viviría mucho más tranquilo.

Sentí que el tiempo se detenía cuando oí que me llamaba de aquella manera, como si todo fuera a cámara lenta y mi respiración fuera mucho más larga y pausada. Todo a mí alrededor pareció envolverse en una neblina que me transportó a otra época lejana, a un recuerdo arraigado en mí mente y del cual hasta parecía haber olvidado. Sentí que de alguna forma ella había llegado a mí de una manera en la que nadie lo había hecho, sentí que la frialdad que normalmente poseía se desvanecía a mí alrededor y la calidez me envolvía. Sus palabras eran como si de alguna forma hubieran tocado algo dentro de mí, algo en lo profundo de mí mente que salió a la luz y me dejé envolver por aquello.

Durante unos segundos cedí ante lo que me pedía, cedí ante ella y ante la idea de matar a ese hombre que me había vendido cual mejor postor a la escoria de los licántropos. Sentí que una pequeña y efímera parte de toda esa muralla que había construido a lo largo de los años comenzaba a hacerse añicos, librando una batalla en mí interior que hasta ahora creía relegada al olvido y perdida por completo. Ella seguía ahí en medio, incluso se había atrevido a dar un par de pasos hacia donde estaba y en lo único en lo que podía pensar, sentir y ver… era ella.

Ni siquiera supe por qué me estaba sintiendo así, porque con aquellas palabras todo mí cuerpo se había quedado quieto, sentía todo a cámara lenta y el calor me envolvía… podía seguir notando la lucha interna que se debatía en mí interior, podía sentir y escuchar al demonio y al monstruo que llevaba dentro en los que me pedían y me exigían que no le hiciera caso, que me olvidara de ella y que siguiera con mí cometido… pero, de alguna forma, no podía. Algo había estallado dentro de mí que no supe lo que era, en lo que me vi sobrepasado como nunca lo había estado en mí vida, y me dejé llevar por aquello.

Pero aquella ilusión duró poco, en cuanto escuché a Baptiste quejándose la lucha cesó, los recuerdos se desvanecieron, la calidez volvió a transformarse en frialdad y hielo y el demonio comenzó a reírse en mí interior. Me clamaba sangre, me pedía que me cubriera y me bañara en la sangre de aquellos en los que me habían traicionado, en aquella persona que me había hecho ceder y dudar y… me moví casi por un resorte hacia ella. El tiempo volvió a cobrar el mismo sentido y todo sucedió a cámara rápida, la cogí haciendo que soltara la daga y la empujé sin contemplación alguna contra la mesa. La inmovilicé y aunque comenzó a darme patadas no me importó, estaba cegado por la rabia, consumido por la ira y dominado por el demonio que llevaba en mí interior, ese que siempre había estado desde hacía muchos años y el cual ahora dictaba mis acciones.

Ahora vería el verdadero demonio que estaba hecho, vería esa parte de mí que no muchos conocían y que no habían durado mucho para poder contemplarla realmente, y cuando el demonio me pedía y exigía sangre… la deuda debía de ser salvada y pagada, como una ofrenda que debía de ofrecer para calmarlo de alguna forma… o nunca pararía. Escuchar de fondo los ruegos y súplicas de Baptiste hacen que mí rabia crezca más, haciendo mayor el agarre sobre ella. Sus muñecas deberían de doler porque no estoy siendo considerado, el demonio de mí interior no tiene medida alguna y no se deja llevar por nada más que la venganza, el odio, la ira y la muerte.

Ni siquiera le doy tiempo a que conteste, no quiero escucharla, lo único que quiero es silenciarla para siempre y es lo que mí demonio me pide. Sabía que sería un impedimento en todo esto y aún así me arriesgué a que viniera conmigo… pero lo ha fastidiado. Ahora el demonio me pedía en pago su vida y debía de hacerle caso. La quité de la mesa y la estampé contra la pared, cogiendo con mis manos su cuello y apretando con fuerza. Sabía que podía sentir el latir de su corazón más rápido, incluso hasta yo podía sentir cómo aumentaban sus latidos desbordados, sus pulmones clamando por un aire que jamás llegarían a coger. ¿Y todo por qué? Porque tenía el poder para matarla, tenerla levantada hasta el punto de que ni siquiera pudiera apoyar sus botas en el suelo… tenerla bajo mí merced. Que conociera lo que era ver la cara del demonio cuando estás a punto de morir, una que ella debería de haber temido desde hacía mucho tiempo.



-¿Lo ves, cazadora? Esta es la cara del diablo, el último rostro que verás cuando vayas a morir –mí risa resonó por todo el lugar mientras sentía su mirada como si me animara a que continuara, ¿y qué, o quien, me harían parar? No había nadie, estábamos solos y Baptiste estaba en esos momentos más muerto que vivo- Espero que lo recuerdes y lo tengas en cuenta la próxima vez, esto tan sólo es un aviso de lo que podría pasarte. –Solté su agarre sin mucha delicadeza y la arrastré por el pasillo para quitarla de en medio, no iba a consentir una segunda vez que me interrumpieran y de ser así finalmente acabaría con su vida. Rei de forma siniestra y malvada, haciendo que mí risa retumbara por el angosto y estrecho pasillo de aquella casa mientras me acercaba con paso rápido y decidido hacia la puerta- ¿Ahora te das cuenta de que no tengo alma, cazadora? Soy un demonio, y los demonios no tenemos alma alguna –sus siguientes palabras me producen que un gruñido saliera del fondo de mí pecho, por supuesto que no iba a dejarlo con vida, en cuanto entrara lo primero que haría sería acabar con su vida- Va a morir, y voy a disfrutar viendo como su vida se agota hasta expirar –mí afirmación es rotunda y no hay duda alguna. Consigo llegar a la puerta y la empujo fuera, mí mirada le da una advertencia de que no debería de acercarse de nuevo y que queda relevada de aquello, no la quiero dentro y no la quiero cera. Cerré la puerta antes de que siquiera pudiera acercarse y mirando esta podía escuchar los golpes que daba, con los brazos cruzados sobre el pecho y una sonrisa torcida en los labios, disfrutando con todo aquello como si de un niño pequeño se tratara- El miedo es para los humanos, la fragilidad para los débiles, la mediocridad para los oscuros de corazón como yo, y no, soy un el demonio encarnado –ni siquiera me importaba si no me había oído, ni sus gritos y sus intentos por llamarme… nada pararía que Baptiste muriera esa noche, y el momento llegaba a su fin.

Y por fin llegó el momento ansiado, cogí la daga de Astrid y sin esperarlo mucho le corté la garganta notando la sangre que brotaba, que incluso llegó hasta donde yo estaba manchándome, manchando mí rostro con la sangre de aquel traidor y chivato, y disfruté cual demonio que adoraba ver torturar a sus presas mientras su último aliento de vida escapaba de sus labios. Sus ojos se apagaron sin llama alguna y su rostro cayó inerte hacia un lado, antes de salir de allí limpié mí rostro de su sangre y guardé la daga, con su sangre todavía, para devolvérsela a la cazadora. Había acabado con su vida con el arma de ella, algo que me hizo sonreír de lado, algo con lo que disfrutaría echándoselo en cara y que seguramente recaería sobre su conciencia.

En cuanto abrí la puerta y el aire azotó mí rostro mis ojos buscaron dónde podía estar aquella cazadora, mientras una parte de mí pensaba que se habría podido ir por lo que había pasado, demostrándome entonces, que no tenía lo que se necesitaba para ser cazadora… y que aún le quedaba un largo camino por delante. Sentía algo raro en el ambiente, todo estaba demasiado tranquilo y en todos aquellos años que tenía de cazador sabía que aquello podía significar una cosa; que se avecinaba tormenta. El silencio siempre era el preludio de algo malo que iba a suceder, el ambiente estaba demasiado cargado y podía notar que no estaba solo… pero tampoco podía confirmarlo.

Habíamos hecho un batido por los alrededores y no habíamos notado nada, ningún vecino había salido para ver qué pasaba, nadie se había preguntado nada y todo parecía en orden, sin embargo, mí instinto de cazador me decía que llevara cuidado. Di un par de pasos intentando observar todo a través de la oscuridad que me confería el lugar pero no podía distinguir nada, hasta que al cuarto paso fuera de la casa mis ojos se toparon con Astrid, entre la oscuridad de la noche, que me quería advertir de algo con la mirada pero que no sabía discernir exactamente qué era de lo que se trataba… pero algo pasaba, e iba averiguar qué es lo que era.

Su voz me llama y me paro en seco sintiendo que no es la única que me mira, sé que hay más seres de la noche ahí fuera pero para cuando ella quiere decirme que huya, ya es tarde. No soy un hombre que huye, no me gusta irme del campo de batalla sin presentar pelea y esa no iba a ser la noche. Siento unos pasos detrás de mí y saco la daga de Astrid dispuesto a matar a aquello que nos acecha y nos acosa. Oí unos ruidos que proceden en su dirección y un gruñido que se cierne sobre mí a uno de mis costados, era un hombre joven que viene corriendo hacia mí con un arma en la mano, no distingo cuál es y me giro con rapidez esquivándolo para insertar la daga en su cuello de un movimiento rápido y limpio, haciendo que cayera al suelo.

Otro más, de otra dirección, viene hacia mí lanzándome una daga que logré esquivar por los pelos de que me rozara el rostro, haciendo que me enfureciera aún más por aquello, sabiendo que todo era una emboscada y una trampa elaborada y preparada. El hombre no duró demasiado, le asesté un puñetazo en el rostro y le clavé una de mis dagas en el pecho justo en la zona de su corazón haciendo que cayera en el suelo. Me giré en dirección hacia donde estaba Astrid pero solo logré atisbarla en el suelo, reducida por dos hombres, antes de que más hombres cayeran sobre mí intentando reducirme.

Luché todo lo que pude pero lograron reducirme sin que pudiera hacer nada, me tenían contra el suelo y con las manos atadas a la espalda mientras logré ver a Astrid con su rostro tapado por una capucha y llevada a peso por un hombre que la alejaban del callejón. Grité e intenté revolverme pero una risa a mí espalda me hizo girar mí rostro, conocía aquella risa y sabía quién era el hijo de puta que había orquestado todo aquello. Se agachó delante de mí, levantó mi rostro cogiéndome del pelo y me miró con una sonrisa torcida en sus labios disfrutando de todo aquello.



-Vaya, vaya… y yo que pensaba esta noche hacerme con una captura y, sin embargo, voy a matar a dos pájaros de un tiro. ¿No te parece divertido, cazador? El cazador cazado –su tono era jocoso e irónico y lo único que me dieron ganas fue de arrancarle la cabeza.
-¡Suéltame hijo de puta! ¿No puedes cazarme tú solo que necesitas de tus lacayos? –mí risa resonó en el lugar y el alfa me miró apretando sus labios- No eres más que un maldito chucho callejero que ni siquiera sabe cazar a solas, ¿y tú te consideras un licántropo? ¿Y el alfa además? Vaya mierda de líder estás hecho –aquello provocó que gruñera, a lo que yo me reí de nuevo, y que me soltara un puñetazo que giró mí rostro y que me hizo mirarlo como si quisiera matarlo.
-No estás en condiciones de decirme nada, cazador –negó con el dedo frente a mí y sonrió- No después de lo que te tengo preparado… iba a ser una función para uno pero, ahora, será una función para dos –se rió mientras yo escupía algo de sangre por su puñetazo y lo miraba con verdadera furia asesina- Sí… mantén esa mirada, nos vamos a divertir mucho y tú serás la estrella principal, pero primero, hay que abrir el apetito –se levantó y miró a los hombres que me tenían inmovilizado contra el suelo- Lleváoslo y cargadlo, ya sabéis lo que tenéis que hacer. Y a la otra igual, ¡vamos! –quise responderle algo pero lo último que vi fue su rostro que me miraba con su suficiencia desde su estatura, como si tuviera un plan reservado del cual yo no sabía nada… y fue entonces, cuando la oscuridad me envolvió.





No lograba consciente de dónde me encuentro, ni del tiempo que había pasado desde que me habían dejado inconsciente, poco a poco la nube que nubla mí cabeza y mí visión se van disipando y comienzo a oír murmullos, el aire me golpeaba en el pecho y sentía la brisa rozar este como si no tuviera nada que pudiera ampararme. La cabeza me dolía y sentía un zumbido en mis oídos mientras mis sentidos se iban recuperando, intenté moverme pero sentía que no podía hacerlo y el ruido metálico al moverme me indicó que estaba atado por completo. Mis brazos estaban estirados a los lados y sentía algo frío envolverme mis brazos, cuando por fin abrí los ojos y pude mirar a ambos lados me di cuenta de que estaba suspendido en el aire, las cadenas pasaban por mis brazos hasta llegar hasta mis codos envolviéndolos, mis pies estaban atados por unas cadenas y pude ver el lugar por donde me tenían alzado.

Era un lugar bastante grande que parecía ser un almacén derruido y quemado, poco a poco mí visión se fue aclarando y pude ver con mayor nitidez, había una hoguera en medio de aquel lugar y pude distinguir al alfa que pronunciaba unas palabras, pero no pude distinguirlas porque todavía me pitaban algo los oídos. Zarandeé mí rostro y me moví intentando soltarme pero las cadenas la habían apretado con fuerza, tanto, que sentía que me cortaban un poco la circulación y seguramente me dejarían una marca. Noté algo caliente justo encima de una de mis cejas y una gota cayó pasando justo sobre mis ojos, seguí el recorrido y me di cuenta de que era una gota de sangre lo que había caído al suelo… hijos de puta, los iba a matar a todos en cuanto me soltara. Sentí la mirada del alfa puesta en mí y, cuando me quise dar cuenta, pude ver a Astrid sobre un tocón de madera, con los brazos extendidos y atados estirados como estaba yo, y a alguien detrás de mí que portaba algo en la mano… ¿eso era un…?

El primer latigazo resonó en el ambiente y chasqueó por el lugar resonando en forma de eco, el grito que salió de su garganta me llegó hasta lo más hondo y la veo moverse y arquearse sobre el tocón, su cuerpo tiembla en espasmos y sabía por lo que estaba pasando. Yo mismo había sido un torturador y había utilizado el látigo en varias ocasiones, sabía lo que producía, el daño que hacía y los efectos que causaba… que aquel hijo de puta lo estuviera utilizando contra ella, que no tenía nada que ver en todo esto, me ponía enfermo. Sentir sus ojos sobre los míos, anegados en lágrimas por el dolor fue algo que me hizo dar un vuelco en mí interior, algo que no supe definir y que incendió algo muy oscuro, y muy profundo, en mí interior.

Cerré mis manos en un puño y sentí que el demonio que dormía en mí interior volvía a despertarse otra vez aquella noche, esta vez, me clamaba por la sangre y la vida de aquel hijo de puta que se estaba riendo mientras me miraba como si me intentara desafiarme, disfrutando con todo aquello. Me revolví, me revolví intentando soltarme y solté un grito que más bien parecía el gruñido de una bestia al verme atado sin poder hacer nada, mientras ella sufría las consecuencias de mis actos. Si hubiera sido otra persona la que estuviera en el tocón, hasta incluso podría haber disfrutado viendo cómo le daban latigazos… sin embargo verla a ella y escuchar aquel grito me había desgarrado por dentro.

¿Por qué? ¿A mí qué me importaba lo que le pasara a ella? No era más que una niña que quería jugar a los cazadores, y que ahora, estaba pagando las consecuencias de ello… ella se lo había buscado, había jugado en una liga que no le pertenecía y ahora era cuando sufría por ello… ¿qué más me daba? Me mordí el labio ante aquellos pensamientos sintiendo que algo en mí interior si hizo añicos, algo pequeño dentro de mí se rompió en lo que no podía soportar verla así, en la que sentía que debía de hacer algo para salvarla pero, sin embargo, no quería hacer nada… No podía salvarla, ¿no podía… o no quería? Eran dos conceptos diferentes, ¿Por qué sentía que debía de salvarla? Pregunta para la que no tenía respuesta, pregunta que no quería saber realmente la respuesta. Verla así, aunque lo negara hasta la eternidad, me había dolido sin saber ni llegar a comprender el por qué.



-¡Maldito hijo de puta! ¡SUÉLTALA! –Me revolví intentando de nuevo deshacerme de las cadenas que me oprimían pero no había resultado alguno, lo único que hice es que el alfa se riera más fuerte y se acercara a Astrid y se inclinara hacia ella, cogió un mechón de su pelo y lo llevó a su nariz inhalando su aroma… algo que me volvió loco y que sentía que algo dentro de mí iba a explotar como no hiciera algo. Quería que se apartara de ella, quería cortarle las manos por siquiera haberle puesto un dedo encima… ¿por qué me sentía así? No quería ni pensarlo, solo podía pensar en que su muerte iba a ser la más lenta y dolorosa de todas, quitándole dedo por dedo.
-¿O qué… vas a hacer algo al respecto, acaso? Me gustaría verlo –volvió a reírse y varios de los que estaban allí presentes se rieron, otros por el contrario no sabían lo que estaba pasando. Ver la herida que tenía en la espalda me estaba volviendo loco de rabia y de ira, sentía como el demonio de mí interior me pedía que su agravio debía de ser saldado… y oh, podía jurar que lo sería.- Estamos aquí reunidos para juzgarte en un juicio, Naxel Eblan, por los crímenes cometidos contra la manada –se levantó alejándose de ella y miró a su alrededor- ¡Hermanos! Este hombre debe de ser juzgado por haber matado a miembros de nuestra familia… hermanos, maridos, ¡hijos incluso! Este hombre no ha hecho más que cazarnos en una ciega persecución, únicamente por su deleite y placer –comenzó a dar vueltas al círculo que se había formado, mirando a todos mientras mis ojos estaban fijos en los de Astrid, enfurecido hasta el extremo máximo… iba a volverme loco como no hiciera algo pronto- ¿Debemos de permitir que siga con vida y dejar que siga matando a más de los nuestros? –Voces se alzaron negando aquello- No sólo ha matado a los nuestros, sino que también a un colaborador nuestro… el humano ha muerto esta noche en su casa, ¡bajo sus propias manos! –me señaló con uno de sus dedos, no sabía que estaba pasando ni por qué decía todo aquello cuando los que habían empezado todo, hace años, habían sido ellos. Los murmullos de sorpresa se elevaron y entendí lo que aquel hijo de puta pretendía… esto era una treta para matarme delante de todos y afianzar su liderazgo- Así que, queridos hermanos, ¡pido justicia por nuestros hermanos caídos! El humano nos ha traicionado y su familia debe de pagar la deuda, nos ha vendido a este… cazador de tres al cuarto y pretendía que nos mataran en una trampa –se paró para mirarme, con una sonrisa ladina mientras yo gruñía por aquello- Propongo, en pago por la muerte de nuestros hermanos, que muera bajo el ritual sagrado –su voz era veneno puro, como si quisiera envenenar la mente de todos los que estaban allí, unos lo seguían mientras que otros seguían sin saber qué pasaba realmente- Pero antes debemos de darle castigo a esta humana que la ha ayudado y que también ha matado a los nuestros, que sepa que no se debe de meter con los lobos y que pruebe el sabor de los latigazos arrancando su piel –miró en dirección donde estaba el hombre que portaba el látigo y le hizo una seña con la cabeza, el hombre no se hizo de esperar y el segundo latigazo resonó en el lugar cuando marcó la espalda de Astrid.

Mis ojos estaban fijos en los suyos y la pude ver con la cabeza en alta, demostrando la fuerza que poseía pese a lo que estaba pasando, se estaba mordiendo el labio y su mirada estaba solamente fija en la mía, como si quisiera demostrarme algo… como si quisiera darme a entender que podía con aquello. Pero sabía lo que era estar en su piel y no quería que ella pasara por eso, sin saber por qué, no podía soportar escuchar el ruido del látigo chasquear contra su espalda, y antes de que me diera cuenta y pensara en lo que estaba haciendo… las palabras habían abandonado mi boca. El alfa me miró y levantó la mano para que el hombre no le diera otro latigazo y se acercó a mí, como si no me hubiera oído con una sonrisa divertida en sus labios.



-¿Qué has dicho? No te he podido escuchar con el ruido del látigo –me mordí el labio y, sin apartar mí vista de Astrid, volví a repetir las mimas palabras.
-¡Cámbiame por ella! Dame los latigazos que quieras, hazme el jodido ritual o mátame si quieres… pero no le hagas nada a ella –él me miró, con pura diversión y maldad en los ojos, y se giró para mirar al resto.
-¿Habéis oído eso? El cazador quiere cambiarse por su amiga… ¡Oh, qué romántico! –El veneno impregnaba su voz pero, tras unos segundos, me miró con un brillo en sus ojos- Está bien, ¡bajadlo de ahí y quitadla del tocón! Vamos a darle latigazos al cazador por haber sido muy malo –vi como quitaban las cadenas que tenía en sus brazos mientras a mí me bajaban, quitaban las cadenas de mis pies y con las cadenas en mis brazos todavía me llevaron hasta el tocón de nuevo, Astrid estaba arrodillada al lado del alfa con unos grilletes puestos en las muñecas para que no hiciera nada, había visto los dos latigazos de su espalda y la sangre correr por esta. Me pusieron encima del tocón, varios hombres me tenían agarrados de cada lado de las cadenas y, enfrente de mí, el alfa que se había agachado a la altura del rostro de Astrid y había cogido su rostro con sus manos.
-¡No te atrevas a tocarla! –gruñí mientras sentía que estiraban de mis brazos con las cadenas, dejando mis brazos tensos, y al alfa riéndose por mis palabras, con su rostro cerca del de Astrid y cogiéndolo con sus manos para que mantuviera la mirada fija en la mía.
- ¡Mira cómo recibe cada latigazo por ti! ¡Así es como deberías de haber acabado tú! Ya puedes estarle agradecida. ¡Empezad! –el primer latigazo cortó el aire e impactó contra mí espalda, recibí el golpe y apreté los dientes no queriendo darle la satisfacción a aquel hijo de puta del dolor que estaba sintiendo. El látigo había dado en el centro de mí espalda y me había hecho encorvarme mientras mí mirada estaba fija en la de Astrid… ni siquiera sé por qué me había cambiado, ni siquiera sé por qué me molestaba todo aquello, pero solo tenía una cosa en la mente: matarlo lentamente. El siguiente latigazo no tardó en llegar y me hizo sisear por el dolor, pero jamás gritaría aunque me estuviera muriendo por ello.- ¡Oh, vaya! Menudo tipo más duro está hecho, ¿eso es lo que te gusta de él? ¿Por eso volviste, gatita? –miró unos segundos a Astrid y cuando el tercer latigazo impactó, y pude recuperar algo el aliento cosa que ya costaba, lo llamé.
-¡Eh… hijo de puta! –su rostro se giró al mío, un cuarto latigazo me hizo cerrar los ojos mientras mí cuerpo temblaba y una corriente eléctrica, como una descarga, me recorría todo el cuerpo- Reza… reza para que… no salga con vida… sino… acabaré por matarte –otro latigazo se sucedió y agaché la cabeza comenzando a perder la fuerza, con cada latigazo el dolor iba en aumento y la corriente eléctrica mayor fuerte era… Si seguía así no sabía cuánto podía durar, pero iba a aguantar todo aquello que tuvieran para mí. Luego… luego los mataría en ponernos a salvo.
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Astrid J. Bergès Jue Sep 29, 2016 7:26 am

Jamás pensé que podía caber tanto dolor en un solo segundo. El latigazo me roba el aire, petrifica todos y cada uno de mis órganos dejándome en un estado de pánico del que difícilmente vuelvo a salir. Este daño nada tiene que ver con todo aquello que haya podido sentir antes, no se compara con el dolor de la pérdida o con el sufrimiento que pueda llevar conmigo, éste es tan físico que lo siento adentrarse a través de mi espalda arrasando la piel al tacto. ¿Por qué en el fondo creí que saldría impune, que todo esto solo sería una treta del alfa para asustar de algún modo a Naxel y apartarlos de su manda? Ilusa, como siempre. No sé hasta qué punto el cazador era consciente de cómo podría tornarse la situación o cuánto de todo esto se esperaba, se supone que él está acostumbrado a esta clase de desenlaces, más que nadie conoce los entresijos de la noche. Porque aunque hoy aquellos que se hacen llamar licántropos no tienen el poder para convertirse nos han arrastrado con ellos a la cara oscura de la luna.  

Compruebo que Naxel comienza a recuperar su cabeza, visualiza el lugar y a todos los presentes probablemente analizando cada detalle y el punto flaco que nos ayude a salir de aquí. O, al menos, eso haría yo si mi cuerpo no se empeñase en centrarse en el dolor. Pero claro, no nos parecemos en nada, siquiera en las tácticas de caza, así que supongo que en realidad sopesa cómo puede matarlos a todos de un golpe y ya luego, si acaso, salir de aquí. Cuando creo que puedo volver a respirar sin que me duela el aire entra en mis pulmones y una punzada hace que me encoja, siento la sangre cálida bajar por mi espalda. Mi sangre. El alfa sonríe eufórico en mi dirección y tras él los ojos de Naxel irradian ira, no sé en qué está pensando, pero su expresión es distinta a la que encontré en la casa de Baptiste hace varios siglos atrás, es una mirada que nunca antes había visto. ¿Sigue molesto conmigo por haber intentado frenar su locura? ¿Tanto mal hace que me empeñe en hacer el bien? Cuando su voz rompe el silencio expectante en el que todos y cada uno de los presentes está sumido mis ojos se alzan para observarlo. ¿Soltarme para qué? ¿No quería que me apartase de su camino? Pues ahí tenemos la solución porque, si no lo hace esta manda, yo no lo haré.

Me concentro en mi, en mi cuerpo tembloroso aún cuando los oídos siguen pitándome, compruebo que las cadenas están muy sujetas a mis muñecas y que por mucho que lo intente la única solución de escapar sería amputar ambas manos. Me sale la frustración por la garganta, un gruñido como tantos otros que suelo guardarme, esto es demasiado. Sin previo aviso siento al alfa cerca de mi, me acaricia y juega con mi pelo olfateándome tanto como una presa como un objeto de valor. Su cercanía me pone los pelos de punta y escuchar su voz me da arcadas, lo tengo tan cerca que podría apuñalarlo. Comienza su discurso mientras sus dedos caminan por mi espalda, muy cerca de la zona herida y eso produce relámpagos de dolor en mi piel. Ríe por lo bajo y se incorpora para proseguir con sus palabras. Su tono y su actitud lo convierten en una especia de mecenas, un elegido que se hace así mismo divinidad, es extraño el porte que mantiene y la forma en la que se dirige a su manada.  Me hierve la sangre porque, al menos en algo tiene razón: cuando Nax caza siente placer, es su deleite, su droga, lo he visto en el brillo de su mirada cuando la presa está reducida y en su poder. Dejo de prestar atención a la figura del alfa frente a mi, su presencia se empeña en interponerse entre nosotros creando más distancia de la que cabe, pero no aparto mi mirada de la de Naxel. Debe estar confirmando todas sus sospechas, soy débil, me rompo fácil, no soy la cazadora que creí que era.

“El humano ha muerto esta noche en su casa, ¡bajo sus propias manos!”

Lo ha hecho. No le dio una oportunidad a Baptiste. Ni a mi. Ni a él mismo. Sigo con mis ojos en los suyos y ni siquiera puedo mostrar sorpresa o indignación, lo único que puedo sentir es dolor. De algún modo las palabras del alfa van tomando un camino sospechoso, sus acusaciones son ciertas pero el teatro y su juicio se me antojan preparados y falsos. Naxel y yo parecemos caer en la cuenta a la vez, ¿pretende juzgarlo para afianzar su poder como alfa? ¿Ritual sagrado? Jamás había escuchado hablar de algo así, estar entre la manada me confirma que nosotros los cazadores, lo humanos, no tenemos ni idea realmente de lo que ocurre en realidad. Comienzo a ponerme más nerviosa si cabe, ¿van a convertirlo? ¿a matarlo? A penas me doy cuenta de que la atención vuelve a centrarse en mi, solo busco la manera de evitar esto, de ver morir a Naxel. El alfa me señala, mi corazón quiere salirse del pecho, aprieto los puños y me aferro a la mirada de Nax porque si cierro los ojos estaré perdida. El segundo latigazo me abre la piel pero no la boca, me muerdo tan fuerte el interior de las mejillas que sangran, no me atrevo a moverme siquiera. Escucho el látigo resonar tras de mi preparado para otro golpe, parece envuelto en llamas, y es entonces cuando su voz hace que todo se pare. Quiere cambiarse por mi, como si todos fuésemos a creernos eso, seguro que intenta aprovechar un momento de duda para actuar, el alfa accede como si ya lo hubiera esperado porque no tarda en soltar mis cadenas de los aros del suelo y apartarme del tocón. Varios hombres cargan con él y me choca comprobar que no se resiste, no comprendo su inesperada pasividad y cuando frente a mi nuestras miradas no tienen la oportunidad de cruzarse, si tan solo supiera lo que está pensando o tuviese alguna señal de que su mente está tramando un plan quizás yo podría hacer algo. Las cenizas y el polvo cubren mis manos y manchan mi ropa negra de gris, toso porque una nube de éste se levanta cuando el alfa me deja caer al suelo, siento la espalda desnuda y muy probablemente la blusa esté hecha jirones. El alfa sujeta mi rostro y me obliga a mirar en dirección a Naxel y el calvario que lo espera, estoy a su merced, débil y sin opción a protegerme, a protegernos.

-No…-murmuro, siento la garganta rasposa y la boca seca. El alfa dicta sentencia y el primer la latigazo hacia Naxel suena incluso peor que los que me han dado a mi-No…¡No!-intento apartar el rostro pero su agarre es férreo y me mantiene inmovilizada con una mano sobre la herida de mi espalda, si me muevo el dolor se intensifica. No entiendo cómo Naxel puede soportar los golpes sin gritar, lo veo morderse el labio mientras el sudor cubre su rostro. Necesito hacer algo. Se oyen vítores que animan al verdugo a golpear con más ahínco al cazador, el alfa se relame ante la imagen. ¿Y yo?

-Él último que estuvo en tu lugar soportó dieciséis, ¿crees que puedes superarlo, cazador?-me invade el terror, no hay manera en la que hay pueda soportar tanto dolor, me pesa el cuerpo verle así-Cuanto más aguantes más tiempo tendrá ella de vida, aunque está claro que no podemos dejar pasar esta oportunidad-roza con sus dedos mis labios y desciende hasta el borde de mis pechos. Sabemos a qué se refiere-Mis chicos y yo vamos a disfrutarlo- no puedo ni tragar el aire, me mantengo como estoy aunque el alfa se aparta de mi lado, intento estar firme por lo que ello pueda aportarle a Naxel, que no es mucho, pero al menos necesito hacerle entender que estoy aquí. De fondo escucho alboroto y movimiento pero si aparto la mirada de sus ojos habré fallado, todo lo que tenga que venir no será peor que esto. Pero lo es. La voz de la niña y las súplicas de la madre lo confirman todo antes incluso de que las vea. Tres figuras se acercan temerosas al centro de corro, junto a la hoguera, sus manos y pies están rodeados de grilletes y solo el joven se mantiene en silencio. El llano de la niña me desgarra por dentro. No. No puede ser. Al final Baptiste estaba en lo cierto y sus actos solo servían para mantener a su familia a salvo-¡Hermanos! La traición se paga con la muerte y ese es el precio que pagarán aquellos con el apellido Lemort, su apellido desaparecerá junto su familia-me muerdo el labio y no puedo evitar poner mis ojos en ellos traicionando la estabilidad que pretendía darle a Naxel. Baptiste no traicionó a los licántropos, de hecho estoy segura de que se mantuvo firme hasta el último momento pensando que al menos su muerte sería su silencio. El ambiente comienza a enrarecerse y veo cómo muchos se miran entre ellos sin querer comprender realmente lo que implican las palabras de su alfa-No hay piedad para los traidores- no hacen falta más indicaciones para que los hombres que arrastraron a la familia hasta nosotros ejecuten primero al muchacho y después a la madre, un corte limpio en la garganta que baña a la más pequeña de sangre. Ésta se aparta presa del pánico y comienza a correr, pero yo no puedo ir tras ella. Yo no puedo hacer nada. ¡Es una niña! ¡Dejadla vivir! ¡Solo es una cría! La multitud protesta sin creerse lo que ocurre-¡Tiene sangre de traidor!

Cuando me quiero dar cuenta las cadenas de mis grilletes están alrededor del cuello del alfa, las retuerzo de tal manera que lo obligo a in car una rodilla al suelo, apoyo uno de mis pies en su espalda y creo tensión.

-¡No la toquéis!-mi voz se alza tan fuerte y tan alto que más parece un rugido-¡Apartaos de ella! ¡Soltadle a él, lo quiero libre! ¡Ahora!-siento cómo el alfa se retuerce y al comprobar que eso no hay más que reforzar el agarre de las cadenas se queda quieto-¿A esto llamáis líder? ¡¿Es esto un alfa?! ¡Solo es escoria, y más miserables son los que lo siguen! ¿Donde está la leadtad y respeto a sus súbditos? ¿Qué os hace pensar que no os hará lo mismo a vosotros?-observo cómo varios de los hombres que han estado bajo su mando en todo momento se van acercando lentamente a mi, me tienen rodeada pero no decaído pese a que siento relámpagos en la espalda. Observo cómo la niña se aparta a un lado y se esconde tras unos bidones, nadie se atreve a tocarla, estoy de espaldas a Naxel y no puedo comprobar si él sigue despierto, han sido tantos latigazos que me extraña que no haya muerto-Solo sois marionetas, estáis bajo el poder de un asesino sin escrúpulos ¡ha asesinado a una familia! ¿Es que no lo veis?-mi voz comienza a perder la seguridad en si misma, sueno desesperada, casi tanto como cuando le supliqué a Nax por la vida de Baptiste. Todas las miradas me rehúyen y el alfa ríe con sorna.

-¿Qué poder tiene una humana en todos nosotros?-no sé cómo, pero consigue tirar lo suficiente de las cadenas, aunque eso haga que se estrangule más, y el tirón hace que yo termine en el suelo. El golpe sobre mis heridas me descoloca y hace dudar mi equilibrio cuando intento incorporarme, observo cómo el alfa se acerca a mi y frena a sus hombres porque, al parecer, quiere deleitándose matándome. Sujeto las cadenas que aunque son más pesadas que el látigo que algunas veces he utilizado de caza contra vampiros, me servirán-¡Vamos gatita, ataca!

Pero no soy yo quien carga contra él. Uno de sus hombre se lanza sobre el alfa y lo derriba mientras los golpes no cesan. En un pestañeo el lugar se ha convertido en una batalla campal, todos contra los vasallos del alfa y él mismo. El alfa le increpa ya que, al parecer, el que se ha rebelado es su beta. No puedo creer lo que está ocurriendo pero este es el momento frágil que he estado esperando toda la noche, es nuestra oportunidad. Miro en todas direcciones mientras evito que alguien consiga golpearme, muchos de los presentes huyen del lugar y otros se unen a los suyos para ayudar. Busco a la niña para ponerla a salvo de todo este horror y descubro que alguien la ha cogido, es una mujer y la pequeña llora desconsoladamente en sus brazos, nuestras miradas se cruzan y ambas asentimos, es la primera que se opuso ante la masacre de la familia y, sin saber porqué, confío en ella. Corro en dirección a Naxel y encontrarlo aún encadenado y exhausto entre toda la multitud me hace sentir culpable y frustrada, cuando llego junto a él tomo su rostro con mis manos, sus ojos entrecerrados.

-¡Naxel, mírame! ¡Naxel! ¡Nax!-aparto el sudor y suciedad de su rostro, está en el límite. Intento soltar sus grilletes pero no puedo, no hay manera de que…las llaves caen a mis pies y cuando alzo la vista encuentro al verdugo sin capucha, el instante es breve pero me mira en una advertencia y se marcha, huye de la nave como muchos otros. Mis manos temblorosas intentan dar con la llave que liberará al cazador-Vamos… vamos… ¡Nax ya casi está!-los grilletes de la mano derecha se sueltan y su cuerpo cae sobre el tocón. Cuando libero su otra mano comienzo a hacerlo propio con las mías, los segundos se alargan mientras espero a que recupere sus fuerzas. Con las manos libres por fin me acerco mas a él para ayudarlo a incorporarse, su espalda está completamente bañada en sangre y algo en mi se encoge, le susurro indicaciones para que se ponga en pie pero nada parece hacerlo actuar.

Pero está despierto, más despierto que nunca, y eso solo puede significar una cosa.


Angels Fall || Naxel Eblan Whatsa10
He will rise:
the light has gone out of my life:
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Astrid J. Bergès
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Naxel Eblan Lun Oct 03, 2016 11:45 am

Lo que aconteció aquella noche después de acabar en la casa de Baptiste, y acabar finalmente con su miserable vida de espía pasándole información a los licántropos que yo más quería ver muertos en todo el mundo… fue algo que jamás vi venir. Debía de concederle que aquel movimiento que había hecho el alfa había obrado en su favor de una manera drástica para nosotros. Había previsto mis movimientos y se había adelantado a mí jugada sabiendo que iría a por Baptiste, ¿tendría la casa ya vigilada y alguien le habría dado el aviso? Seguramente era lo que hubiera pasado, tendría la casa vigilada día y noche por temor a que yo llegara hasta Baptiste y lo encontrara, sabiendo que le haría cantar cual pajarito y que me diría el paradero de su escondrijo… y no se iba a arriesgar a que fuera a por él sin que él lo supiera.

Las acciones que habíamos hecho aquella noche nos habían puesto en aquella situación, matar a Baptiste quizás le hubiera producido rabia y frustración al alfa, pero estaba convencido de que era un mero peón en su tablero de ajedrez. Un peón muy sacrificable que podía manejar a su antojo, que sería el chivo expiatorio de todas sus maldades y atrocidades y así era como había pasado. Habíamos dado un movimiento en falso y nos habíamos conducido al abismo que era la muerte, ahora estábamos en sus manos y rogaba porque como no acabara conmigo aquella noche, y encontrara una brecha en todo aquello… iba a despellejarlo vivo.

Pero tenía todo muy bien calculado y planeado, parecía que aquello ya lo tenía pensado desde hacía tiempo y solamente había estado el momento oportuno para realizarlo. El lugar que podía ver pese a que mi visión estaba algo nublada todavía era un almacén medio derruido y preso de las llamas por las marcas que quedaban. Dudaba que aquel fuera su único escondite, y si lo era, había cometido un terrible error si no pensaba matarme aquella noche… porque acabaría con todo. Sentía que no podía moverme y estaba encadenado sin poder hacer nada, mientras mí mirada reparaba en la gente que se había formado alrededor de un círculo, con una fogata en medio, y con alguien encadenado en un tocón.

Jamás pensé que podría llegar a sentir tanta rabia, tanta ira y tantas ganas de venganza por una persona que apenas conocía, que no sabía nada de ella y que es más; quería que se apartara de mí lado. La cazadora no estaba hecha para aquel mundo de sombras cuando ella era más bien de un mundo de luces, no entendía por qué quería seguir demostrándose que podía seguir y pertenecer a aquel mundo cuando lo único que iba a conseguir es que la mataran. Podía sentir al demonio dentro de mí pidiendo venganza, clamando por su sangre que ahora podía notar en su espalda por el segundo latigazo que le habían dado… y yo, sin saber por qué, había parado todo aquello.

Aquel maldito hijo de puta había orquestado todo aquello con la intención de divertirse, y si no estuviera encadenado y ella estuviera atada al tocón tras los dos latigazos… habría disfrutado del espectáculo. Pero no estaba para pensar en aquello, sino en que quería verlo destrozado por mis manos, en arrancarle la piel y en utilizar aquel maldito látigo para acabar con su vida sin piedad alguna, poniendo más fuerza en cada latigazo, más rabia, más furia e ira contenida… hasta sentir que esta atravesaba su piel, sentir que él ya dejaba de moverse y, aún así, veríamos si paraba de darle.

Ahora sin embargo era yo quien estaba atado al tocón tras haber pronunciado aquellas palabras, ¿Por qué cojones había pedido que me cambiaran por ella? ¿Por qué había pedido que pararan? No lo sabía, eran preguntas que rondaban mí mente pero que no podía responderlas… lo único que sabía es que mí demonio había despertado con fuerza al ver cómo le daban el primer latigazo, y al ver el segundo, no había podido aguantar más. Aquel grito me había llegado y había despertado a la bestia y al demonio que habían estado dormidos por el momento… y ahora pedían que se unieran a la fiesta. No quería pensar mucho en aquello, pensarlo me cabreaba mucho más a mí mismo porque de alguna forma había dejado una pequeña y minúscula brecha abierta para que me hicieran daño… y era algo que odiaba.

Jamás me gustaba estar en compañía de nadie porque eso solo te traían problemas, y al estar con ella era algo que temía que pudiera pasar. Sabía que debía de haberla apartado de mí vida, quizás debería de haber acabado con ella en la casa de Baptiste… habría sido fácil. Apretar un poco más mí agarre en torno a su cuello y dejaría de existir, no sería un problema y ahora no estaríamos en aquella situación. Gruñí por varios motivos sintiendo una lucha en mí interior que hasta ahora jamás había sentido… no quería responder a varias preguntas que yo mismo me había formado, no quería pensar en el hecho de que había sido yo quien se había cambiado con ella, quería olvidarme de que ella había creado una pequeña fisura que había desencadenado en que ahora era yo quien iba a recibir los latigazos. ¿Por qué? Porque mí boca había sido más rápida que mí cerebro y ahora pagaba las consecuencias.

Rugí de rabia cuando el alfa delante de mí me miró y luego comenzó a pasar un dedo por los labios de ella hasta dejarlo en el principio de sus pechos… me revolví conforme estaba y tiré de las cadenas que me inmovilizaban y tenían mis brazos estirados. Quería matarlo, quería arrancarle la mano pero primero cortar todos y cada uno de los dedos que habían osado tocarla. Quería partirle la boca y bañarme en su sangre mientras mis puños destrozaban su rostro y esa sonrisa de deleite que mantenía en su rostro. Todo aquello lo había orquestado únicamente para ganarse su derecho a que nadie le quitara de ser el alfa y el líder de la manada, eso era algo que podía notar por sus sucias mentiras. Al diablo nunca se le podía engañar… en nada.

Podía sentir la mirada de Astrid puesta en mí mientras ella estaba de rodillas al lado del alfa, como si fuera su mascota, cogiendo su rostro para que no perdiera detalle de lo que iba a acontecer a continuación. Me reí de forma siniestra cuando dijo que el último había aguantado dieciséis latigazos… y supe, que pretendía matarme de aquella manera mientras ella contemplaba todo sin poder hacer nada. Parecía un demonio enjaulado que quería soltarse para matar a la presa que tenía delante, o al menos, así era como me sentía. Quería que pagara y sufriera en sus propias carnes lo que le había hecho a ella, olvidándome por completo de lo que a mí me esperaba. La había metido en algo que no iba con ella y no pensaba permitirlo. Tiraba de las cadenas para intentar soltarme pero me habían atado con fuerza y no podía hacer nada… salvo mirar. Mis ojos parecían dos trozos de hielos oscuros fijos en él, con una amenaza y promesa de muerte velada en ellos… directa para el alfa.

El primer latigazo resuena en el aire y estalla contra mí espalda, no grité, no voy a darle ese deleite mientras me muerdo el labio con fuerza, aprieto mis manos en puños intentando canalizar el dolor, y mis ojos no se apartaban de los de Astrid. Ella no puede evitar dejar de mirarme ya que el alfa mantiene su vista fija en mí dirección. El siguiente latigazo estalla con más fuerza aún y mí cuerpo sufre una sacudida por el dolor, me retuerzo aún con las cadenas pero no grito. No pensaba gritar bajo ningún concepto o eso me haría ver como algo que más odio: débil.
Los siguientes latigazos preceden y mí cuerpo cada vez tiembla más, duele más y corrientes de dolor me recorren por todo el cuerpo. Se originan en mí espalda pero como ondas se extienden por todos los lados de mí cuerpo. Intentaba mantener la cabeza erguida pero los latigazos cumplían su función y notaba como mí cuerpo va perdiendo más y más fuerzas. Notaba la sangre caliente brotar de las heridas, que con cada movimiento de mí cuerpo, son peores y duelen. Pican y podía sentir como la sangre goteaba hasta el suelo. No había contado los latigazos pero ya eran muchos, los murmullos podía escucharlos a mí alrededor mientras oía y veía los gestos de Astrid, y las negaciones que salían de sus labios.

Notaba que la vista comenzaba a nublarse por el dolor y que apenas podía ver algo más allá de donde se encontraba Astrid, aunque no aparté mí vista de la suya. ¿Por qué? Quizás quería comprobar que pese a todo ella estaba bien, saber que el cambiarme por ella había valido la pena y no iban a tocarla. Cuanto más aguantar más tiempo ella podría pensar en alguna salida mientras yo recibía los latigazos, más tiempo tendría de vida pero, ¿cuánto más podía aguantar? No quería derrumbarme, odiaba la idea de que me vieran derrotado fuera de la manera que fuera… y mucho menos, que lo viera ella. Pero si con aquello podía darle algo de margen y ventaja, esperaba que supiera utilizarlo. O al menos era lo que quería pensar y no en el motivo verdadero de por qué mí atención se centraba en ella.

Podía notar que la frente ya tocaba el tocón de madera y mí vista se apartó de la ella cuando comencé a oír algo de fondo, no podía distinguirlo demasiado bien porque los ruidos de los latigazos me cegaban bastante y porque las fuerzas comenzaban a menguar… aunque me negaba morir atado a aquel tocón. Jamás. Oí unos llantos que me parecieron que estaban demasiado lejos de donde yo estaba y, de repente, el aire a mí alrededor cambió por completo. Los latigazos habían cesado y podía notar que el ambiente estaba cargado pero que, también, había algo de miedo y duda rondándome. Fue entonces, que escuché las palabras de Astrid.

No podía verla porque me costaba levantar la cabeza, el cuerpo no tenía pegado al suelo todo lo que el tocón me permitía y sentía que este caía laxo… como si no tuviera fuerza o vida suficiente para moverme. Me sentía cansado y extremadamente dolorido, las heridas picaban y muchas de ellas sentía que eran como fuego puro que abrasaba mí piel. Reí entre dientes, pese al dolor, tras escucharla y si hubiera estado suelto hasta habría aplaudido por aquello, seguramente tenga al alfa contra las cuerdas y está claro que está utilizando eso a su favor. Pero no puedo mirar, solamente soy consciente de lo que está pasando por sus palabras mientras me imagino la escena en mí cabeza, esperando que le hubiera dado una buena tunda mientras aún lo tenía agarrado por los huevos. Él le responde y quería hablar y decir algo, pero las palabras se quedaron estancadas en mí garganta… solo emito un quejido de dolor y gruñí por ello.

Muchas emociones bailaban en mí interior aquella noche; y no todas me gustaban. El no saber por qué había hecho aquello, el por qué me molestaba lo que pudiera pasarle a ella, el cambiarme y el sentirme así era algo que me consumía y me encabronaba mucho más. Por otra parte, a consecuencia de todo aquello que no podía explicar, o que no quería hacerlo en aquel momento… mí demonio interior estaba a la espera de salir y tomar posesión de mí cuerpo, y hacer lo que mejor sabía: matar y bañarse en sangre. Sin apenas ser consciente de lo que estaba pasando noté que había un revuelo en el lugar, la gente comenzó a correr mientras podía escuchar gritos y… ¿una pelea? ¿Qué cojones pasaba? Intenté controlar mí respiración y obligar a mí cuerpo a que se moviera en una orden… debía de moverme, debía de levantarme de allí y saber qué estaba pasando.

Sentí que alguien se aproximaba a mí pero no podía saber exactamente quién era ni qué intenciones podría tener para conmigo, ¿dónde está Astrid? ¿Qué ha pasado? Todo son más dudas y más preguntas que no puedo responder, y es algo que me frustra mucho más… odio no hallar respuestas y saber qué diablos pasa. Sentí unas manos elevar mí rostro y aún con los ojos entrecerrados sabía quién era la persona que tenía delante… su olor es lo que la hace reconocible; un conjunto de olores que la definen sin que ella quizá se diera cuenta. Podía sentir el olor a canela que desprende su piel, tostado, como si fuera una ironía por lo pálida que está ella. El olor a lavanda que desprendía su ropa me hacía ver lo cerca que estaba pese a que todavía no podía distinguir lo que tenía delante, cada vez que se movía por la noche dejaba tras de sí el olor a lavanda, tan inconfundible como lo era ahora. Y entonces el olor de la lluvia inundó mis sentidos, sentí su pelo cerca de mí rostro y respiré de forma algo más honda mientras sus manos acunaban mí rostro. Tan ella, tan etérea como siempre… algo que la destacaba y la hacía ver más del mundo de luz al que pertenecía.
Noté que me llamaba mientras mí mente intentaba recuperarse y recomponerse, obligando a despertar de aquel trance en el que estaba metido tras haberme dado todos aquellos latigazos… no fue hasta que volvió a repetir, por segunda vez en aquel día, la abreviatura de mí nombre que... desperté.

Mis ojos se encontraron con los suyos y pude verle la cara algo manchada por las cenizas, intentaba desatar las cadenas que me mantenían preso y sentí como abría una y luego pasó a abrir la otra con unas llaves que no sabía cómo había conseguido. Pasó a liberarse a ella mientras yo me iba reponiendo pese a los dolores que sufría, noté que se acercaba a mí y me daba indicaciones de que me levantara… y ¡oh, sí! Podía jurar que me iba a levantar porque, ahora que estaba libre, el demonio iba a comenzar con su danza macabra y gore… lo estaba deseando.

Me levanté con bastante dolor en la espalda sintiendo que, a cada movimiento, las heridas se abrían un poco más y tiraban de mí piel. Picaba y ardía como el Infierno pero, ¿acaso no era yo el demonio y el diablo en persona? Aquello no sería impedimento para mí. Me erguí finalmente y sentí que Astrid se levantaba también, miré a mí alrededor y pude ver la batalla campal que había en el lugar. La gente huía corriendo del lugar mientras otros luchaban contra el alfa, y en mitad de aquello, dos cuerpos sin vida atados en medio del suelo. Pude entender quienes eran pero mí preocupación iba entorno a otros motivos. Cogí con mis manos el rostro de Astrid y lo examiné por unos segundos, seguía manchada con algo de ceniza pero, salvo por los latigazos en su espalda y algún rasguño, parecía estar bien.


-Quédate aquí, Astrid –murmuré conteniendo la rabia que sentía en aquellos momentos, por fin iba cobrarme por lo que nos habían hecho, y lo iban a pagar caro. Enredé una de mis manos entorno a su pelo y agaché mí rostro hasta que mí nariz la dejé en su cabeza, oliendo la lluvia que parecía estar presente en cada mechón de su pelo, y reí de forma siniestra pensando en lo que quería hacer cerrando los ojos unos segundos… aunque las heridas me iban a limitar bastante lo que tenía en mente- El demonio por fin va a bailar esta noche – me aparté de ella y noté que, a cada paso, el dolor era peor… pero podía más las ansias de venganza y de sangre que cualquier otra cosa. Distinguí en medio de aquella pelea donde ahora tan sólo habían dos hombres luchando, que uno de ellos era el alfa y el otro ni siquiera sabía quién podía ser, ni me importaba. Solo esperaba que no me arruinara la diversión.

Anduve con dolor mientras esos dos hombres seguían peleándose cuando un grito procedente de mí izquierda me hizo mirar a un hombre que, con una daga en la mano, venía corriendo hacia mí con la intención de matarme… el primero que iba a caer aquella noche. Me sentía que no tenía todas mis fuerzas y eso era una auténtica putada y dejé que él diera el primer paso, se abalanzó sobre mí y apenas fui capaz de esquivarlo, caí al suelo con él mientras cogía la mano que portaba la daga y le daba un puñetazo en el rostro, haciendo que girara en el suelo dejándome a mí arriba de él, le quité la daga en ese momento, y la clavé con fuerza en su corazón sintiendo el grito de dolor y la vida que comenzaba a extinguirse.

Respiré con dificultad porque la espalda me dolía demasiado y no sabía cuánto más podría aguantar, cuando miré hacia el alfa este estaba terminando de matar al otro hombre. Me di cuenta de que tenía heridas profundas que sangraban y que manchaban su ropa, como algunos arañazos y golpes en su rostro, y también respiraba con dificultad. Ambos no estábamos en condiciones plenas pero, igualmente, quería cargármelo. Me levanté dejando aquel hombre en el suelo sin apartar mí mirada de la suya, apenas di un par de pasos cuando mis fuerzas flaquearon y caí hincando las rodillas en el suelo. Mí respiración era irregular y rápida, mí corazón bombeaba con fuerza y sentía que con cada latido y cada respiración la sangre y las fuerzas salían por aquellas heridas debilitándome aún más.

El alfa estaba de rodillas y mirándome con la respiración agitada y entrecortada, apoyé un pie en el suelo e intenté levantarme… pero no tenía muchas más fuerzas. Las miradas que nos estábamos lanzando eran claras, ambos queríamos acabar con el otro pero no teníamos las fuerzas necesarios ni estábamos en el momento oportuno… aún así, intenté erguirme pero no podía… la espalda me latía y dolía demasiado. Vi como uno de los hombres se acercaba corriendo hacia el alfa y lo ayudaba a incorporarse pese a que este se negó, lo levantó y la mirada que nos echamos aún estando yo con una rodilla en el suelo era clara: La próxima vez uno de los dos moriríamos, solamente uno saldría con vida.



-¡Esto no acaba aquí, cazador! -me gritó mientras el otro hombre ayudaba a cargar con él, pasando su brazo por los hombros de este- La próxima vez nada impedirá que te mate -me reí de forma siniestra, y algo cínica, mirando al techo de aquel lugar notando que, con cada vibración, más me dolía la espalda. Bajé mi vista hasta donde estaba él y le gruñí como si fuera una amenaza y una advertencia.
-La próxima vez serás tú quien caiga en mí trampa, seré yo quien te de latigazos y, al final... arrancaré esa fea y horrible cabeza que tienes de tú cuerpo -él gruñó en mí dirección y quiso abalanzarse sobre mí pero el otro lo sujetó con fuerza a lo que yo me reí más- Me haré un bonito abrigo con tú piel de lobo, o mejor, te expondré como alfombra... tengo un lugar idóneo para ella -me refería por supueto a la cabaña. Él volvió a gritar más mientras yo sonreía pese al dolor que sentía y observé cómo el hombre tenía que tirar de él para alejarlo porque lo veía con ganas de venir a por mí.
-¡Me vengaré Naxel! -el hombre sigió tirando de él mientras se alejaban hacia una de las salidas- ¡ME VENGARÉ! -fue lo último que le oí decir mientras veía como se alejaban y respiré cerrando los ojos unos segundos, sabía que detrás estaba Astrid y me podía la rabia al ver que me estaba viendo de aquella manera, como un débil. Odiaba mostrarme así y que me vieran de aquella forma… no podía hacer mucho en aquel estado y eso me estaba consumiendo por dentro. Saqué fuerzas de flaqueza y me levanté mirando hacia donde había desaparecido el alfa, sabiendo que la próxima vez, sería la definitiva entre ambos. Me di media vuelta y vi a Astrid entre aquel paraje con algunos cadáveres por el suelo, la hoguera todavía encendida y que iluminaba el lugar y creaba algunas sombras en su figura. Me acerqué hasta ella como pude y, pasando un brazo por sus hombros y otro por bajo su cintura… la levanté en brazos para salir de aquel lugar sin escuchar nada de lo que me estaba diciendo.


-Es hora de largarse de este lugar -Salí por una de las puertas que había laterales de aquel lugar y enseguida pude notar que estábamos alejados del centro de la ciudad, aquel lugar era una de las zonas abandonadas que había por todo París y teníamos que curar nuestras heridas. Mí primer pensamiento fue ir a la cabaña donde nadie nos encontraría ya que allí tenía hierbas para curarnos, no quería ir a otro lugar y mí casa quedaba demasiado lejos. Apenas pude dar un par de pasos fuera de aquel lugar cuando la tuve que soltar antes de que se me cayera de entre mis brazos, y choqué contra la pared que tenía en el lado, maldiciendo por aquello, odiando verme tan débil y que ella me viera de aquella manera.


-¡Maldito hijo de puta! –bramé cerrando los ojos unos segundos y dando un puñetazo a la pared lleno de rabia, notando como las fuerzas comenzaban de nuevo a flaquearme y no sabiendo cuánto más podría permanecer entero y despierto… notaba que comenzaba a tener fiebre y de no encontrar la cabaña pronto, caería desplomado al suelo y eso era algo que no pensaba permitir que nadie viera- Tenemos que llegar a la cabaña –dije como pude respirando de forma irregular, sentí que de forma delicada pasaba uno de sus brazos por mí cintura y me decía que me apoyara en ella, me reí por aquello y la miré de reojo- No vas a poder conmigo tú sola, aunque estés mejor que yo –por aquella vez le hice caso y pasé uno de mis brazos por sus hombros sintiendo que su otra mano me agarraba del brazo, como dejara recaer todo mí peso en ella no íbamos a llegar a ninguna parte- Tenemos… tenemos que llegar a la cabaña… rápido –le dije comenzando a andar pero, en un momento del camino la vista de nuevo comenzó a enturbiarse y eso significaba que me quedaban pocas fuerzas hasta caer desmayado… y que el demonio me llevara si dejaba que aquello pasara en mitad de la calle y con ella delante… antes prefería estar muerto-Vamos... ¡Rápido! –dije sin saber muy bien por dónde íbamos pero ella había ido ya a la cabaña así que sabría llegar allí, por lo que dejé que tirara de mí mientras yo luchaba por no caer inconsciente. Cuando me quise dar cuenta… estaba frente a una puerta que me sonaba vagamente, pero que no era la de mí casa… ni la de la cabaña.
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Astrid J. Bergès Lun Oct 03, 2016 6:59 pm

No habría esperado que pudiese ponerse en pie, pero lo consigue, lo tengo frente a mi con la expresión perdida y el fuego en sus ojos. Quisiera saber dónde se encuentra en este momento, qué piensa, qué siente, en él solo veo ira y odio mientras inspecciona el lugar. Parece que no termina de creer lo que está sucediendo y desde que empezaron los latigazos deben de haberle parecido que han pasado mil años o, al menos, así lo siento yo. Lo miro con ojos inexpresivos mientras la última de las cadenas que nos tenían presos cae a nuestros pies, me acerco aún más a él con la cautela de quien espera que la chispa prenda y examino su rostro mientras él lo hace con el mío, sus manos sobre mis pómulos son frías y ásperas. Siento su respiración entrecortada sobre mi cabello, estamos envueltos en polvo y cenizas, bañados en sangre, y sin embargo su aroma sigue presente. Cierro los ojos un instante a la vez que acepto lo que va a ocurrir, no puedo evitar ni frenar sus decisiones aunque sepa que éstas lo llevaran a la desgracia. Un claro ejemplo ha sido la muerte de Baptiste, si sigue con esto, lo siguiente será su muerte. Aún en su situación me indica que me quede aquí con el deje en la voz de quien cree que algo está a punto de romperse. Ese algo soy yo. Apretando las manos en un puño para controlar el temblor de ésta lo veo alejarse impotente y me quedo extrañamente desamparada, las llamas crean sombras inmensas en el techo de la nave industrial, bailan siniestras sobre nuestras cabezas y la voz de los rezagados y los participantes en la lucha se alza en un eco sepulcral. Mi respiración va a colapsarse, siento las cenizas en mis pulmones y el escozor en la espalda pidiendo a gritos que me arranque la piel. Tengo que hacer algo. Cuerpos inertes y algunos malheridos permanecen en el suelo empapado en sangre y si no me muevo pronto me uniré a ellos. Aparto la repulsión, la rabia y la pena que siento por las víctimas y tomo el arma que retiene un hombre en la mano, es una simple vara de acero pero servirá para cubrir a Naxel si algo pasara. Aunque tal y como estoy mis reflejos no servirán para mucho, siento que la cabeza me va a estallar en cualquier momento y no consigo enfocar los objetivos. Permanezco todo lo alerta que puedo de lo que transcurre a nuestro alrededor, el alfa y Naxel parecen dispuestos a enfrentarse pero ambos están demasiado débiles para lograr una batalla digna, el cazador se debilita a cada paso que da y el alfa dificilmente consigue ponerse en pie. Si tan solo supiera su nombre podría odiarlo con más fuerza. Uno de los vasallos del alfa intenta incorporarse y alcanzar a Naxel pero freno su ataque de un golpe antes de que éste llegue siquiera a rozarlo. Espero expectante el descenlace pero todo queda en una promesa de muerte y eso me inquieta más que haberlos visto enfrentarse en este momento. ¿Significa eso que volvermos a pasar por esto? ¿Será la próxima vez una pesadilla peor de la que hemos vivido esta noche? Solo hasta que el último de los licántropos vestido de humano huye del lugar es que Naxel reacciona, como a cámara lenta avanza de vuelta a mi y yo me quedo donde estoy, como él me dijo, pese a que quisiera dar varios pasos hacia él para ayudarlo.

-¿Naxel?-su silencio es peor que cualquier otra cosa, una vez llega a mi lado me toma en brazos y no opongo resistencia pese a que intento no sujetarme con fuerza a él para no rozar las zonas en carne viva. Escondo el rostro en su cuello y me trago las palabras porque sé que no me escucha, nada de lo que pueda decir hará que entre en razón, por mucho que insista en que debe soltarme y centrarse en él, por muchas veces que le repita que no podrá seguir él solo, nada servirá. Tiene que darse cuenta él mismo. Cuando salimos al amparo de la noche la brisa que nos recibe es como un puñal, hace demasiado frío y aún se persibe el peligro. Ha dado más pasos de los que esperaba cuando me resbalo de sus brazos y me doy cuenta de que casi pudimos fingir que él estaba bien. Lo escucho maldecir e intento que baje la voz para no llamar la atención de algún rezagado, miro en todas direcciones aún con la vara en la mano. Si tuviese mis armas conmigo todo sería más sencillo-Vamos, confía en mi-murmuro mientras tanteo la zona de su cintura para ayudarlo a avanzar, siento mis manos cubrirse de su sangre en cuanto lo toco y me muerdo el interior de las mejillas para reprimir el pánico-No, yo no podré sola necesito que avances conmigo. Soy tu última oportunidad para vivir, y tú la mía, así que nos toca cooperar-espero que escuche mis palabras porque no he podido ser más clara, si él tiene la fuerza para seguir adelante ni yo para dejarlo, no podría vivir con esa culpa, no después de lo que ha hecho por mi. Niego con la cabeza en un intento vano por apartar todos los pensamientos que desean hacerme dudar y comienzo a dar varios pasos hasta que consigo la estabilidad suficiente para cargar a medias con él. Una punzada atraviesa mi pecho como un recuerdo, no es la primera vez que me veo cargando con alguien que me importa para evitar su muerte. Evito pensar en los ojos azules de Gael y frunzo el ceño, a cada paso el peso de Naxel se incrementa. ¿Me importa Nax? ¿Después de su empeño por separarme de él, del desprecio que ha mostrado hacia mi persona, de su forma de presionar mi cuello hasta robarme el aire? Sí, pese a todo, sí mil veces. ¿Por qué? No lo sé.

Según avanzamos su insistencia en que lleguemos a la cabaña es más apremiante y juro que intento por todos los medios encontrar el camino, pero lo más rápido sería cruzar de nuevo el río y luchar contra su corriente. Tal y como estamos no seríamos capaces ni de arrastrarnos. Piensa, Astrid, piensa y haz que lleguemos con vida. Un gruñido se escapa de mis labios cuando siento que las piernas de Naxel flaquean haciando que yo misma casi pierda el equilibrio, si caemos al suelo no seré capaz de levantarlo. El calor de su cuerpo me abrasa, me agobia sentir el aire frío en mi cara y el ardor de su piel sobre mi, todo a la vez mientras el sudor de ambos me empapa. Parece que pasan años cuando cruzamos la calle de los árboles más altos de la ciudad de París, las viviendas albergan los sueños de sus propietarios y ninguno podría afrontar la pesadilla que cargamos a nuestras espaldas, todo está en pleno silencio y procuro que nuestros pasos resunen lo menos posible en el lugar, pero mi respiración es demasiado feroz y contrasta con la de Naxel, que va perdiendo fuerza. No he dejado de apremiarlo en todo el camino y siento la voz ronca, lo he llamado varias veces y dado pequeños golpes en el rostro para mantenerlo despierto cuando sentía que comenzaba a decaer, pese a eso cada vez lo siento más débil, más lejos.

-Solo un poco más, ya casi estamos Naxel, no abandones ahora-mi voz es un susurro desesperanzado, he dejado de sentir mis extremidades y solo quiero dejarme caer sobre los adoquines y dormir para siempre, olvidarme de todo. Lo arrastro conmigo hacia uno de los patios traseros de las casas, conozco el camino como la palma de mi mano, reconozco los olores del jardín y el manzano, piso sobre las mismas huellas de siempre y una vez llego a la puerta que comunica con el pasillo del servicio me apoyo temblorosa. Toco una vez con el nudillo y hago una pausa de cinco segundos, vuelvo a hacer lo mismo tres veces y espero. Solo con eso sabrán que soy yo. En cuestión de minutos que se me antojan eternos la puerta se abre.

-¡Mademoiselle! ¿Qué ha ocurrido?-la voz de Alfred resuena en mis oídos como campanas, el dulce sonido que me indica que estamos a salvo. Escucho cómo llama a Jeff, el cochero, y a las dos muchachas que tenemos como doncellas. De dos cosas estoy segura, una es que mis tíos aún no han llegado a casa esta noche y rezo porque tarde en aparecer varias horas más, y segundo es que debemos tener un aspecto horrible para Alfred haga preguntas. Él jamás hace preguntas. La sombra en su voz delata su preocupación-Dulce niña ¿qué os han hecho?

-Ayudadlo, encargaos de él-siento que el peso del cuerpo de Naxel sobre mi desaparece cuando Jeff y su ayudante se lo llevan y, al instante, me fallan las piernas aunque acto seguido me encuentro en los brazos de Alfred. Es tan mayor que podría ser mi abuelo y aún así tiene la fuerza de cualquier joven en la veintena, me tiembla todo el cuerpo y recuerdo tristemente que no me tomaba en brazos desde que tenía ocho años, aquellos veranos en los que veníamos de visita mis padres, mi hermano y yo a París-Está muy herido... no... no pude hacer nada, no pude evitarlo-no consigo ordenar las palabras y aunque sé que ni siquiera yo me entiendo Alfred guarda un silencio cómplice. Una vez llegamos al piso de arriba escucho cómo encarga a las muchachas que me lleven al servicio y se encarguen de mi aseo y mis curas, miro hacia atrás por el pasillo y veo cómo Alfred se mete en el aseo de invitados detrás de un Naxel casi inconsciente. Apenas soy consciente de que me desnudan cortanto a tijera la blusa que llevo puesta para dañar lo menos posible mi piel mientras la otra vierte el agua en la bañera. Una vez está tibia me ayudan a entrar y comienzan a asearme. No me resulta extraño dejar que me bañen, cuando nos preparamos para una gala o presentación en sociedad siempre son ellas la que se encargan de mis cuidados, baños de rosa de mosqueta y leche de almendra por exigencias de mi tía, por ejemplo. Pero hoy me siento exageradamente desprotegida, las manos de Claire y Lizzy me resultan violentas aunque son una suave y simple caricia, me dan un paño para que lo muerda ya que no es la primera vez que tratan alguna de mis heridas. Pero esto es distinto, jamás había vuelto con algo de tanta gravedad. Apreto la tela entre mis dientes cuando el agua tibia se desliza por mi espalda como un río de lava, huelo el aroma de la manzanilla y jengibre sobre la piel herida y clavo las uñas en mi costado para canalizar el dolor. Es demasiado, me duele, me duele tanto y me apena tanto que no solo se trate de un daño físico, me duelen tanto los ojos de Baptiste suplicando y los gritos de su familia, me duelen tanto los latigazos sobre Naxel, mi falta de valor, mi luz. Hundo mi rostro en el agua para aplacar el alarido y el llanto. Una vez han lavado la zona y la dejan secar mientras peinan mi cabello. No quiero mirarme en el espejo y descubrir la muñeca rota en él, dejo que pongan las curas y sellen la zona herida con guata y vendas.

-Lizzy, Claire, os debo mucho-las manos de la primera se paran un instante ante mis palabras y cuando pongo mis ojos en ella mientras termina de ajustar las vendas descubro que está llorando. Lizzy ha sido mi dama de compañía desde que vine a vivir aquí y ha sido un gran apoyo. Claire temrina de cepillar mi pelo y acaricia mi rostro. Al salir del aseo una nube de vapor nos acompaña, Claire me ayuda a caminar aunque estoy mucho más estable y entera que antes, Lizzy ha ido a preparar una de esas infusiones milagrosas que siempre me prepara cuando vuelvo de caza-Necesito que le indiques a Alfred que nuestro invitado dormirá en mi habitación esta noche, no quiero ni imaginar la expresión de tía Lena al encontrarlo en el cuarto de invitados-por alguna macabra razón me hace gracia pensar en la cara de mi tía al encontrar a Naxel, todo un poema. Comparto una risa cómplice con mi doncella y le pido que me deje en la librería mientras ella se ocupa de acomodar mi habitación. Si pudiese dormiría aquí, entre los libros, refugiada entre sus páginas. Sé que si me recostase en el sillón de siempre ya no podría levantarme hasta el día siguiente, y hago un esfuerzo sobrehumano para no ceder así que me debato entre escoger uno de los libros mientras hago tiempo para que preparen a Naxel y lo acomoden en mi habitación. Se me eriza la piel ante el pensamiento. nunca antes un hombre había entrado en mis aposentos, jamás ninguno se había acercado a mi puerta sin contar obviamente con aquellos de mi familia. Frunzo el ceño contraída por el camino de mis pensamientos cuando alguien toca el marco de la puerta para hacerse notar. Alfred me mira con esos ojos suyos de padre sobreprotector, ne no ser por él no sé qué habría sido de mi todas aquellas veces que mis aventuras salieron mal. Voy a decir algo, cualquier cosa, cuando él se adelanta.

-No debe preocuparse señorita, su tío nos hizo pasar sustos peores en su época-son sonrisa es contagiosa y suelto el aire que he estado conteniendo. Le creo, no me cabe duda de que mi tío tuvo noches como ésta y aún peores, como cazador debió enfrentarse a la muerte centenares de veces-Tiene nuestro silencio, como siempre-y se refiere a Lena. Mi querida tía cree fervientemen que, cuando su marido dejó el oficio de cazador, el legado murió con su decisión. Si supiese que quien porta las armas ahora soy yo no sé qué sería de su corazón. Alfred extiende la mano para acompañarme hasta mi habitación y una vez llegamos a la puerta me deja sola. Yo permanezco quieta sin el valor para abrirla aún. Respiro y entro.

Todo está como siempre, tal y como lo dejé salvo por las tazas de té hirviendo sobre la mesilla y las guatas y pomadas para las curas. Todo en mi está como siempre salvo por Naxel. Lo observo tendido en mi cama amparado por la luz de las velas y con la espalda cubiertas de vendas, las mantas con las que suelo dormir lo tapan hasta la cintura y su cabello aún está húmedo por el baño. Tomo una de las tazas en silencio y la llevo hasta la mesilla más próxima a él, quizás tenga sed, pero no me atrevo a pronunciar palabra por miedo a despertarlo. La habitación está cálida pero yo siento frío. Retuerzo la cuerda de la bata de seda que llevo puesta hasta que me decido a acercarme y sentarme en el borde de la cama para inspeccionar sus heridas. No quiero deshacer el trabajo de las doncellas así que tan solo le hecho un vistazo rápido y detesto lo que veo, algunas se han empamado de sangre demasiado rápido. Me muerdo el labio y controlo mi respiración mientras mis ojos dibujan senderos por su rostro, su gesto es una mezcla cansaa, dolorida y durmiente, quizás jamás consigue descansar tranquilo y todos sus sueños tienen que ver con la muerte, si es que sueña alguna vez. Aparto mechones rebeldes que se enredan con sus pestañas y dejo su rostro al descubierto, tiene un arañazo en la mejilla. ¿Cómo un rostro como ese puede mostrar tanto odio? No me había fijado hasta ahora en lo largas que tiene las pestañas o en que su cabello tiene reflejos más claros.

Pasa al menos una hora hasta que escucho la puerta principal escaleras abajo abrirse y con ello los pasos de mis tíos por la casa. Alfred los recibe como siempre aunque mis tíos no le exigen que lo haga y menos a esta hora. Según sé asistieron a la fiesta de cumpleaños de uno de los mejores amigos de mi tío, no se podían perder el evento y agradezco que no nos hayamos cruzado en toda la noche. Escucho a mi tía preguntar por mi a su doncella en cuanto la reciben y le indica que estoy descansando y que he pasado una noche de fiebre y que he pedido que no me molesten. Si hay algo que mi tía respesta son los modales, y no osaría a perturbar mi privacidad. Solo cuando compruebo que la casa está en pleno silencio de nuevo consigo sentarme otra vez en el sillón individual que he arrastrado hasta un lateral de la cama, el más próximo a Naxel. Cuando las vendas quedan empapadas en sangre me dispongo a cambiarlas como me han enseñado y comienzo a limpiar la zona con paños húmedos. Naxel se mueve bajo mis manos y escucho cómo murmura algo, pero no dejo mi quehacer.

-Si sigues así vas a despertar a media casa...-susurro, mis manos son amables con sus heridas-Será una noche larga... ¿Te encuentras mejor?-sé que la respuesta probablemente sea no-Necesitas tomar algo caliente para reponer fuerzas y dormir tranquilo. El té que prepara Lizzy amansa a las fieras-lo digo con doble intención porque sé que dentro de él la bestia sigue despierta. Miro el reloj de mesa y aunque son las tres de la madrugada para mí ha pasado una vida. Todo lo acontecido esta noche me ha marcado de una manera que no esperaba. No seré la misma después de esto. Miro a Naxel esperando escuchar alguna palabra de sus labios.


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Mensaje por Naxel Eblan Jue Oct 06, 2016 11:08 am

Por fin me liberan de mis ataduras, por fin siento que soy libre de aquellas cadenas que me oprimían y que me privaban de cualquier movimiento. Mi respiración era entrecortada y algo dificultosa, me dolía tan solo del hecho de respirar y conseguir que mis pulmones se llenaran de aire. Cada respiración es un latigazo nuevo de dolor que me recorría el cuerpo, sintiendo que las heridas se abrían y podía notar la cálida sangre descender por mí espalda hasta gotear al suelo. Mí vista estaba clavada en el suelo en aquel momento en que sentí que era liberado y podía ver el charco de sangre que tenía a mis pies, ¿Cuántos latigazos habían sido? No lo sabía, había perdido la cuenta con el octavo porque mí cabeza ya no podía aguantar con tal dolor.

Pese a todo me enorgullecía no haber mostrado un quejido de dolor, ni un grito que hubiera satisfecho el ego del alfa y que lo hubiera hecho regodearse en mí dolor. Todo lo que acontecía a mí alrededor era un caos y un desorden por completo. Cuerpos tirados por el suelo, gente corriendo despavorida intentando huir del lugar, una pelea que se estaba librando a unos cuantos metros de donde nosotros estábamos. Mí mirada se centró en Astrid y en cómo estaba ella, aunque me había costado incorporarme ahí estaba de pie frente a la adversidad, aunque sentía que la espalda me ardía y me dolía como nada me había dolido en la vida.

Noté que ella se acercó a mí y que me miraba con cautela, quizá porque no sabía qué podría ser capaz de hacer en aquellos momentos. Me había visto actuar cuando se había interpuesto entre Baptiste y yo en su casa, había visto sus consecuencias y cómo me había puesto cuando aquello pasó… y esto era mucho más grave. Esto era lo peor que podían haberme hecho y, tal y como había dicho, si no me mataban pensaba arrasar con todo lo que quedara en mí camino. Quizás por eso me miraba con aquellos ojos y aquella expresión en su rostro, seguía siendo un libro abierto para mí y podía notar la cautela que llevaba en sus acciones.

Su rostro estaba cubierto de polvo y ceniza, su vestido estaba igualmente manchado por estos pero salvo los latigazos que le habían dado y algún que otro rasguño en su rostro… todo estaba en orden. Aferré su rostro con mis manos mirando sus ojos y examinando su rostro mientras notaba que ella hacía lo propio conmigo, quizás pensase que estaba algo más acabado pero eso jamás pasaría; no me vería vencido ni aunque me quedara el último aliento de vida en el cuerpo. No sé por qué, pero en un gesto que no pensé una de mis manos subió a su pelo aferrándolo con fuerza y agaché el rostro oliendo su pelo, como si aquello me diera alguna fuerza que me faltaran… ¿qué cojones estaba haciendo? ¿Me alegraba acaso de verla de aquella forma y que estuviera bien? No quería pensarlo, no era lo que quería que pasara por mí mente en aquellos momentos. Inhalé su aroma, ese tan característico a lluvia que salía de su pelo, y me alejé para salar una cuenta pendiente queriendo deshacer y borrar cualquier tipo de pregunta que se me pasaba por la mente.

No estaba en condiciones de luchar y lo sabía, apenas tenía fuerzas para mantenerme en pie y aquello dificultaba las cosas mucho más. Si lograba llegar a estar no sería una batalla digna, pero las ganas de querer arrancarle los dedos de la mano, borrar su sonrisa que había tenido de su rostro y arrancarle la cabeza del cuerpo podía más que cualquier otra cosa. Era lo que mí demonio interior me estaba pidiendo que hiciera por lo que me había hecho, y como medida excepcional que jamás me había pasado y que esperaba que no se volviera a repetir porque era un sentimiento que no me gustaba en absoluto: por lo que le habían hecho a ella.

Pero no pude hacer nada, ni siquiera pude defenderme bien de aquel hombre que se abalanzó sobre mí con una daga en mano. Solamente pude caer al suelo, darle un puñetazo que envió una ola de dolor por todo mí cuerpo al movimiento que hizo que mí espalda, quedar encima de él e incrustarle la daga en su corazón notando cómo perdía la vida. Apenas fui capaz de levantarme para ir hacia el alfa que no estaba en mejores condiciones que yo, aunque él no había recibido múltiples latigazos. Mi mirada desprendía odia rabia y venganza, una venganza oscura que llevaría a cabo porque ambos sabíamos que aquel no era el final, aún tendríamos un último encuentro que sería el definitivo, y donde arrancaría esa cabeza del cuerpo y me haría una alfombra con su piel como bien había dicho.

Hincado de rodillas en el suelo vi como se llevaban al alfa y como pude, sacando fuerzas de flaqueza, me levanté para ir hacia donde había dejado a Astrid quien llevaba una vara en la mano como defensa por si algo pasaba. Me acerqué hasta donde estaba y la alcé en brazos con las pocas fuerzas que me quedaban, sintiendo su espalda cálida sobre mí brazo y como algunas gotas caían de su herida. Gruñí por ello mientras me acercaba hacia la salida, pagarían por aquello, y mí venganza iba a ser terrible. Habían escogido la senda del dolor, y yo iba a mostrarles aquella senda con una sonrisa ladina en el rostro y disfrutando como un auténtico cabrón mientras los mutilaba y los mataba. Habían sellado su destino, ya no había vuelta atrás.

Noté que en vez de decirme algo de que parara escondió su rostro en mí cuello donde podía notar su respiración chocar contra mí cuello de forma cálida. Agradecí que no me dijera nada porque no iba a dejar que me viera débil, pero en cuanto salimos al exterior y el frío de la noche me golpeó apenas fui capaz de dar un par de pasos antes de notar que las fuerzas me fallaban, y que debía de dejarla en el suelo antes de desplomarme sobre él. Odiaba que me vieran tan débil, odiaba que ella me viera en aquellas condiciones y comencé a dudar si llegaríamos a tiempo a la cabaña porque no iba a durar mucho más consciente. Reí entre dientes por su comentario y la miré apoyado contra la pared, era mí única salida y lo sabía, al igual que lo sabía ella.



-Así que me pides otro baile, ¿eh? –dije como pude notando que mí respiración iba más rápida y que la vista se me nublaba por unos segundos. Era la forma en la que confirmaba que necesitaba su ayuda para salir adelante,  y aunque no me gustaba demasiado parecer el débil, era consciente de que en mí estado poco más podía hacer- Comencemos entonces –noté que pasaba de forma delicada su brazo por mí cuerpo y que yo rodeaba sus hombros con el mío dejando parte de mí peso en ella, porque si lo dejaba totalmente no podría conmigo. Si aún así cooperando yo ya le costaba caminar seguramente no podría hacerlo si quedaba inconsciente- Debemos de llegar rápido –no quería que me viera desplomarme en medio de la calle, era algo que no pensara dejar que sucediera, por lo que luchaba en todo momento para no dejar que perdiera la consciencia… algo que me estaba costando horrores.

En un momento dado sentí que las piernas comenzaban a fallarme y que por hecho dejaba más el peso recaer en ella, pero no podía hacer nada. La vista se me nublaba cada vez más con mayor constancia, mis fuerzas cada vez flaqueaban más y cada vez era menos consciente de dónde estaba o hacia dónde me dirigía… por lo que me fié de ella. La espalda me dolía horrores, me quemaba y a cada paso era un verdadero suplicio. El aire fresco hacía que escalofríos me recorrieran el cuerpo entero al tener las heridas expuestas y la fiebre comenzar a hacer su aparición… cada vez notaba que, pese a los escalofríos, sentía más y más calor en el cuerpo.

Podía notar que me daba algún que otro golpe en la cara para intentar que despertara y espabilara, pero duraba poco y mí cabeza volvía a caer dejándose vencer por la falta de fuerzas. Mí respiración cada vez era más débil y notaba que de un momento a otro la oscuridad volvería a envolverme de nuevo si no llegábamos pronto, sus palabras de que ya estábamos llegando llegaron a mis oídos como si ella estuviera a kilómetros de distancia, llegaron lejanas y algo distorsionadas… cuando me quise dar cuenta ya estábamos frente a una puerta que no reconocía de nada, apoyé una de las manos como pude en la pared mientras oía unos golpes de fondo. Apenas soy consciente de nada y siento que me llevaban con mayor facilidad moviéndome, yo apenas puedo hacer nada más que dejarme llevar mientras siento que no es Astrid quien me llevaba, ¿a dónde narices me ha traído?

Oigo un par de voces a mis lados que no consigo descifrar de quién son, están hablando sobre algo de lo que apenas soy consciente de oír y siento que la presencia de Astrid ha desaparecido por completo. Casi no puedo ver nada, mis ojos se entrecierran y siento que no me queda nada para perder la consciencia. Noto que me mueven y me llevan a un cuarto donde me dejan sentado, noto como la ropa empieza a desaparecer de mí cuerpo mientras yo apenas puedo quedarme sentado de forma erguida. Me levantan llegado cierto momento y lo que noto es… ¿agua? Sí, agua templada me recorre todo el tiempo y debo de estar metido en alguna bañera. Aunque mis ojos intentan ubicar dónde estoy apenas puedo ver nada, gruñí cuando sentí que vertían agua sobre mí espalda y comencé a revolverme para notar que dos pares de manos me intentaban retener.

Aquello dolía y picaba demasiado, la espalda me ardía y notaba que cada herida hecha por el látigo se abría como si estuvieran estirando de ellas. Intenté revolverme pero solo podía escuchar las voces de unos hombres que intentaban controlarme. El dolor de lo que estaba sintiendo fue demasiado para aguantarlo, y aquellas voces, fue lo último que escuché antes de caer desmayado por el dolor que sentía en la espalda. No sabía que era lo que intentaban hacer, quizás curarme, quizás limpiarme… solo supe que la oscuridad me embargó y no fui consciente de nada.





Apenas había sido consciente de que me habían lavado en aquella bañera, y que además habían limpiado mis heridas y que eso fue lo que me hizo desmayarme… demasiado dolor para las condiciones en las que estaba para soportar que me cosieran alguna de las heridas que llevaba en la espalda para que sanaran. No fui consciente de nada ni del dolor de aquello y quizás fuera mejor que perdiera el conocimiento porque no habría soportado aquello con las pocas fuerzas que llevaba. Me revolvía entre sueños y abrí los ojos durante unos segundos para darme cuenta de que estaba tumbado boca abajo sobre una cama mullida, la luz de las velas iluminaba la habitación y pude darme cuenta del color que predominaba en aquella habitación; blanco. No sólo eso, también era el olor que había impregnado en la habitación y que me hizo saber dónde estaba aún apenas sin poder moverme bien… ¿la habitación de ella? ¿Me había llegado a su casa? Gruñí levemente, le había pedido que me llevara a la cabaña y ahora podía entender un par de cosas más.

Sentía que la espalda me dolía y que llevaba algo puesto pues notaba que algo tapaba las heridas, seguramente las voces que oí fueron los que me habían lavado ya que no veía ningún rastro de las cenizas y del polvo en mis brazos y notaba que alguna gota caía de mí pelo que notaba húmedo. Pude ver una estantería llena de libros, miles de libros, uno al lado del otro colocados de manera ordenada. A su lado otra estantería, algo más pequeña que la anterior, con diferentes objetos que no pude identificar bien qué era porque todavía no veía demasiado bien. Al otro lado un tocador blanco, con un espejo ovalado y un taburete, que estaban repletos de cajas de lo que seguramente fuera maquillaje, algunos peines y demás utensilios que no logré identificar.

Inspiré el olor que desprendía aquella almohada en la que estaba apoyado y pude oler sin ningún problema la canela y la lluvia que desprendían su piel y su pelo, ¿estaba en su cama? Cerré los ojos unos segundos, notando que oía voces a través de la puerta pero que no lograba identificar que hablaban, y sin siquiera darme cuenta volví a quedar inconsciente. Notaba el cuerpo pesado y los ojos se me cerraban por mucho que luchaba por mantenerme despierto, no sabía qué hacía en aquel lugar ni por qué Astrid me había llevado a su casa, pero no era eso lo que le había pedido.

Esa vez me quedé durmiendo sin poder poner resistencia, estaba cansado y debilitado por la noche a la que habíamos sobrevivido. Notaba alguna que otra presencia a mí alrededor y me moví intranquilo hasta que aquel aroma llegó hasta mí y dejé de moverme volviendo a quedarme tranquilo. No era consciente de lo que pasaba a mí alrededor y tampoco supe cuánto tiempo me había quedado durmiendo de aquella manera. No era una persona que solía dormir demasiado, y si lo hacía, mis sueños no eran para nada placenteros. Duramente dormía toda la noche sin despertarme y aquel tiempo en el que estuve durmiendo me parecieron que fue como un año entero, haciendo que mí cuerpo recuperara las fuerzas que había perdido y sintiendo que era algo que necesitaba hacer desde hacía muchos años.



-…… como una estrella -murmuré todavía entre sueños sin siquiera darme cuenta de ello, me desperté cuando noté que un dolor me recorría la espalda y al abrir mis ojos distingo la figura de Astrid delante de mí, estaba sentada en un sillón cerca de la cama y sentía cómo pasaba algo húmedo sobre las heridas, que me picaba y escocía, haciendo que un pequeño gruñido saliera de mis labios mientras mi mirada se clavaba en ella de forma fija. Podía notar que también se había bañado, su pelo estaba húmedo y comenzaba a ondularse un poco debido seguramente a que habría pasado tiempo desde que tomó el baño. Llevaba una bata y sus ojos se centraban en limpiar la zona de mí espalda mientras yo estaba tumbado boca abajo, apretando los puños con fuerza- ¿Dónde cojones estoy, Astrid? –pregunté para luego escuchar sus preguntas. ¿Qué si me encontraba bien? Por supuesto que no, pero no lo admitiría en voz alta- Tengo la espalda que me arde, creo que te haces una idea de por qué –mí comentario fue en un tono bajo, pero igualmente mordaz, de la rabia que me producía que me viera en ese estado y no sólo eso, sino que alguien más me hubiera visto así- ¿Por qué estamos en tú casa? –No había que ser muy listo para ver las señales, aquel lugar olía a ella y su cama estaba impregnada de aquel aroma que desprendía- ¿Cuánto tiempo he dormido? –pregunté mirando la hora que había en el reloj de aquella mesita, ni siquiera sabía cuánto llevaba ahí metido, ni cuánto había pasado desde que habíamos salido de aquella fábrica en ruinas. La miré a los ojos durante unos segundos y enarqué una ceja mientras ella seguía lavando mí espalda con aquel trapo húmedo, haciendo que gruñera levemente según por donde pasaba el trapo, tras aquel comentario. Estaba centrada en lo que estaba haciendo y ella no podía verme, pero había notado el comentario que había hecho- Puede que tome un poco de té –cerré los ojos notando cómo terminaba de pasar el trapo y que luego dejaba algunas vendas encima de las heridas. Debía de tener una pinta horrorosa tras los latigazos que había recibido, de eso no tenía duda alguna.

Ahora que estaba consciente y más despierto de todo podía repasar en mí cabeza lo que había acontecido aquella noche… y me enfadé. Me enfadé conmigo mismo por haber mostrado aquella debilidad, me enfadé conmigo mismo por haberme cambiado por ella cuando no sabía por qué lo había hecho, mucho menos, después de haberla casi matado en la casa de Baptiste. Yo podía matarla, pero ver que alguien le hacía daño había despertado dentro de mí a un monstruo como nunca jamás alguien lo había hecho. Me odié por aquello, por ser débil cuando más entereza debería de haber mostrado, por dejar que de alguna manera ella me afectara de una forma hasta tal punto de querer cambiarme con ella. Me enfadé por haber odiado que aquel hijo de puta la tocara con intenciones poco decentes y sentir que quería partirle los brazos y arrancarle los dedos uno a uno.

¿Por qué narices me sentía así? ¿Por qué había hecho todo aquello? No lo sabía, pero aún podía notar la incertidumbre dentro de mí y todas aquellas emociones bailando en mí interior mientras sentía que mí demonio, ese oscuro que rondaba en lo más profundo de mí ser, sonreí al pensar en lo que haría llegado el momento con mí venganza. Me clamaba por sangre y debía de satisfacer sus necesidades. Otra parte de mí, en lo más profundo y recóndito de mí ser, algo se había roto aquella noche… algo que podía notar que no me gustaba para nada y que no quería volver a sentir. Algo que la persona que tenía delante, con piel olor a canela y melena con olor a lluvia era la culpable de todo.

Quería apartarla de mí, alejarla lo más que pudiera y ¿por qué no? Matarla si era necesario para que aquello desapareciera dentro de mí. Era algo que desde hacía veintidós años no sentía y ahora aparecía de nuevo, como si la vida me dijera que nada saldría como yo quería, y que ahí estaba ella para reírse de mí. Todo lo que había construido a mí alrededor, esas murallas de hielo, esas capas que me protegían y me cubrían aquella noche habían sufrido una pequeña fisura, casi invisible, pero que yo podía notar y percibir notando cómo me quemaba por dentro. No podía soportarlo, no podía dejar que aquello volviera a pasar y debía de construir aquella muralla de nuevo… no podía permitir que cayeran, no podía dejar que penetrara ni un mísero centímetro más.

Sin embargo saber que había cargado conmigo aquella noche y que me había llevado a su casa, desobedeciendo lo que le había pedido que hiciera, y verla parada delante de mí curándome las heridas como nadie externo a mí familia, algo que nadie salvo Keith había hecho, me produjo un pinchazo en lo más profundo de mí ser y gruñí para despejar aquellos pensamientos, mientras ahora sus ojos se encontraban con los míos. No tenía ningún rasguño, su rostro estaba limpio de cualquier rastro de signos de lucha y de una batalla, y la luz de las velas creaban sombras en su rostro al mismo tiempo que pequeñas llamas lamían la piel de su rostro como si estuvieran dibujándolo.



-¿Por qué, Astrid? –la miré sin poder hacer otra cosa ya que mis movimientos estaban bastante limitados, y moverme no era una de las opciones que contemplaba. Aún podía notar el cansancio recorrer mí cuero y no sabía cuánto tiempo me mantendría despierto, sintiendo que aún me quedaban muchas fuerzas por recuperar- ¿Por qué lo haces? –no sabía porqué pero, al igual que en otras ocasiones, mis palabras habían abandonado mis labios antes de siquiera pensar en lo que estaba haciendo, y me mordí el labio a la espera de su respuesta, odiándome a mí mismo por aquello que estaba haciendo, sintiendo que no era yo completamente en aquellos momentos y queriendo olvidar todo cuando me rodeaba… todo cuando había pasado aquella noche. Quería olvidar, de alguna forma, todo lo que estaba sintiendo y que no quería pensar en ello.  
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Mensaje por Astrid J. Bergès Miér Oct 26, 2016 6:33 pm

Mis manos se machan de sangre.

Estoy tan concentrada en limpiar las heridas de Naxel que escucho muy lejanas sus primeras palabras, el grave murmuro de su voz rompe un silencio del que realmente no quiero salir. Su comentario mordaz hace que me muerda el labio, por un momento me cruza por la mente echar sal en su piel en carne viva, sin embargo comienzo a sellar la zona ya limpia con gasa mientras sus gruñidos dejan claro lo mucho que le duele el tacto. Por supuesto que sé porqué está así, lo presencié con mis propios ojos y me dolió tanto en su piel como en la mía propia. Ahora pagamos las consecuencias. Guardo silencio hasta que termino, pasan varios minutos en los que en cierto modo desearía que Naxel se quedase dormido de nuevo, pero parece querer luchar contra el sueño con tal de recibir respuestas, siempre alerta.

-Estás en mi casa, en mi habitación. Antes de que digas nada, era nuestra mejor y única opción-me levanto y me acerco a la palangana de porcelana sobre el tocador para lavarme las manos-Al parecer no lo suficiente-digo entonces, cuando pregunta por el tiempo que ha permanecido insconciente. Al ver cómo la sangre de Naxel se desprende de mis dedos me embriaga de una pena inexplicable, si todos mis problemas desapareciesen de la misma manera todo dejaría de tener sentido. Siento sus ojos sobre mi como dagas ardiendo, cuando vuelvo hacia él tomo la taza de té y la acerco a sus labios. Ni siquiera en este momento cede, Naxel tiene la capacidad de mantenerse firme incluso cuando está a punto de caer. Lo que no parece comprender es que tengo tanta paciencia como el árbol de mi jardín y no pienso mover la taza hasta que de un sorbo, si va a intentar tomarlo por si mismo estropeará las curas que acabo de hacerle-Puedo dartelo a cucharaditas si lo prefieres-una sonrisa pícara se dibuja en mis labios. Al final cede y cuando ha bebido lo suficiente dejo su taza para tomar la mía al momentos, el líquido caliente recorre mi garganta y me produce un escalofrío. Solo deseo que el té de Lizzy haga su efecto rápido y nos ayude a descansar, me recuesto como puedo en el sillón de terciopleo frente a él, las heridas me escuecen y siento la piel latir bajo las vendas y la seda de la bata. Lo observo como quien descubre una nueva capa en un cuadro que no termina de entender, el vapor del té se eleva e inunda con su aroma la habitación mientras las velas dibujan suaves sombras sobre nosotros. Sin saber porqué mi cuarto parece distinto con él sobre mi cama, sus pies casi salen por el borde, Naxel no logra encajar dentro de mi santuario y a la vez resulta placentero encontrarlo aqui. Una de esas rarezas que pasan una vez en la vida. Observo sus ojos cerrados y me pregunto qué puede estar pensando, qué cruza su cabeza en un momeno como este. Se arrepiente. Estoy segura de que desearía estar en cualquier lugar antes de permanecer aquí conmigo, o mejor dicho, en esta situación.

¿Por qué? ¿Hay respuesta a esa pregunta? Cuando me mira compruebo que bajo el cansancio se esconde una necesidad extrema de escuchar una réplica, un debate contra sí mismo, un quiero y no puedo. Por unos minutos solo se escucha nuestra respiración, estas cuatro paredes no están acostumbradas a más sonido que el de mi corazón y sin embargo esta noche hay muchas cosas que se salen de lo normal. No lo sé, realmente no lo sé. ¿Tan difícil es de entender que a veces no hay un por qué?

-Porque me diste pena, sentí lástima por ti. La primera vez que te vi tu sombra era demasiado larga para una persona tan sola-miro mis manos sin saber exactamente qué quiere oír, hablando por hablar, dejándome llevar-Siento incertidumbre, rabia, nostalgia y desamparo cuando estoy contigo, me desafías, me desprecias y apartas de ti a tu antojo, no sé a qué juegas pero consigues romperme siempre que me miras o me tocas-me muerdo el labio frustrada-Si tuviera tu fuerza te habría arrancado la sonrisa mil veces. Y sin embargo, pese a todo... me dejas migas de pan-lo miro entonces con una certeza viva en los ojos, ahora sé qué quiero decir, tengo las palabras ardiendo en la punta de la lengua-Algo en ti merece ser salvado, siento que en el fondo deseas que alguien te encuentre. Los demonios caen del cielo, Naxel Eblan, puedes ser todo lo oscuro, mordaz y despiadado que quieras pero ya es demasiado tarde para deshacerte de mi, voy a romper cada una de las excusas que te alejan de mi-apreto la taza con tanta fuerza que podría romperse en cualquier instante. Lo he pillado totalmente por sorpresa y creo que por una vez no sabe qué decir. O eso o ha decidido ignorarme. Me siento más tranquila de lo que cabría esperar pese a que me tiemblan las piernas, y no de frío. Tal y como estoy consigo disimular lo descolocada que estoy, las palabras han salido solas e implican demasiado. ¿Lo digo en serio? ¿De verdad esas son mis intenciones para con Naxel después de todo lo que me ha hecho pasar? Aún puedo sentir sus manos apretando mi cuello, arrebatándome el aire-Cuando me conociste dijiste que er la venganza lo que nos mueve a todos, pero te equivocaste conmigo. No puedo ni imaginar qué te convirtió en lo que eres ahora pero sé que hay una pérdida detras, a todos nos han arrancando a un ser querido, o a dos... o a tres-mi padre, mi madre, mi hermano. Hace tantos años que no pronuncio sus nombres que nadie podría decir si existieron en realidad-Los monstruos son lo que son porque quieren-sentencio. Él escogió este camino, escogió ser oscuridad, tomar la justicia por su mano sin importar el bien o el mal-Y tú, Nax ¿vas a decirme por qué te intercambiaste por mi?

Miro sus labios, sus gestos, sus ojos, todo en él es una bomba de relojería.


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Mensaje por Naxel Eblan Lun Nov 07, 2016 6:46 am

Me sentía anclado de alguna forma a aquella cama que no podía recoger todo mí cuerpo y envergadura, no era muy difícil ver que yo era más alto que Astrid y más corpulento, ella era mucho más pequeña en comparación conmigo y su cama era un fiel ejemplo de ello. Podía notar que mis pies sobresalían de la cama y quedaban colgados, sintiendo que era una de las partes de mí cuerpo de cintura para abajo que no estaba cubierto por algo, donde podía notar algo más el calor que hacía en la habitación. Las sábanas me cubrían justo empezando en mí cintura dejando la espalda al descubierto donde tendría bastantes heridas, notaba que toda aquella zona me picaba y me escocía muchísimo y que solamente era aliviado un poco cada vez que una nueva venda era puesta en ellas, el frescor que desprendía conseguía aliviar la sensación de que tenía la espalda en carne viva, y parecía que tuviera mí corazón puesto en aquel lugar porque me daban batidas con cada respiración que daba.

El dolor era algo para lo que estaba acostumbrado, no era la primera vez ni sería la última que salía con heridas de una de mis cacerías, pero debía de decir que sí era la primera vez que salía en tan mal estado y además que me tenían que ayudar puesto que yo no podía moverme. También era la primera vez que había sentido el efecto de un látigo sobre mí cuerpo, por norma general, solía ser yo quien utilizaba el látigo, quien hacía saltar y abrir la carne de la persona a quien daba latigazos, a empuñar su empuñadura y hacer que chasqueara en el aire hasta impactar en la víctima… no ser yo quien recibiera los latigazos. Pero ese era un tema que, por el momento, quería dejar aparcado.

Sin embargo me encontraba en aquella cama que era algo pequeña para mí y en la que apenas mí cuerpo cabía entero, con el olor de Astrid impregnando toda la habitación y sin poder moverme en absoluto porque el simple echo de respirar me era todo un suplicio. Aunque no quisiera admitir y aunque me jodiera pensarlo; estaba a su merced. Podría haberme dejado medio moribundo en la calle, podría haberse largado y dejarme allí como quizás otro hubiera hecho en su lugar, podría haber hecho miles de cosas en cuanto salimos de aquella nave en la que había pasado todo… pero, sin embargo, estaba delante de mí. Me había traído a su cada desobedeciendo el hecho de que quería estar en mí cabaña, me habían bañado, y ahora me miraba de aquella forma mientras cambiaba las vendas de mí espalda.

De alguna forma me sentía fuera de lugar en aquel momento, parecía que era un sueño porque me resultaba de lo más extraño estar en aquella situación, pero sobre todo en la situación en la que yo me encontraba. Odiaba que la gente me viera débil y vulnerable, odiaba que alguien pudiera ver en mí unos puntos flacos que intentaba que no existieran, odiaba que tuvieran que ayudarme en momentos como ese, y estar en su habitación era algo que no me gustaba. Sin embargo poco podía hacer al respecto más que quedarme tumbado mientras me recuperaba poco a poco, y dejarme envolver sin quererlo demasiado por el ambiente que rodeaba el lugar.

La habitación estaba impregnada con el aroma que Astrid desprendía, aunque el olor de aquel té que había traído se mezclaba también en el ambiente, su habitación parecía resplandecer y la gran mayoría de los muebles eran de color blanco… blanco como ella, blanco como el color de su alma, inocente, ingenua y angelical. Incluso en eso concordaba conforme era ella y recordé, por un momento, que la mayoría de mí casa tenía los muebles de color oscuro y negro… qué ironía, hasta en esas cosas me recordaba mucho más que ella jamás debería de estar en un mundo oscuro como era el de los cazadores. No había medias tintas, no había un color gris en todo aquello… o era claro, o era oscuro. Como ella. Como yo.

Pese a sus primeras palabras era fácil distinguir que estábamos en su casa y en su habitación porque el lugar olía a ella, y porque aquello distaba mucho de ser o mí casa o bien la cabaña del bosque. La contemplé durante unos segundos mirándola de forma fija cuando me dijo que, pese a todo, era nuestra mejor opción. ¿Lo era? Quizás sí, lo era. No quería rebatirle en algo como aquello porque ya había sido demasiado que me llevara a su casa y me estuviera cuidando y curando como estaba haciendo, haciendo que me sintiera extraño frente a ese hecho y que algo en mí pecho diera un pinchazo sin saber realmente por qué me sentía así. Cerré los ojos unos instantes cuando se levantó para lavarse las manos y los abrí al escuchar el ruido del agua, no el suficiente había dicho… sin embargo pese al sueño habían ciertas cosas que necesitaba saber, y que ni el cansancio podría hacer que desistiera de ello.

Cuando dije que tomaría algo de té pasando por alto el doble sentido de aquella frase no esperé, en ninguno de los momentos, que ella fuera quien cogiera la taza de té y la acercara a mí boca para que bebiera de ella. Mis ojos oscuros se clavaron en los suyos durante unos segundos, dándole a entender que aunque estuviera así me negaba en rotundo a que me diera ella de aquella taza como si fuera un inválido… aunque me doliera horrores pensaba yo mismo coger aquella taza y beber sin que ella tuviera que darme. Su comentario, divertido, juguetón y con aquella determinación hicieron que enarcara una ceja mientras ella sonreía de aquella forma, siendo la primera vez que veía una sonrisa parecida en su rostro… de hecho, era la primera vez que la veía sonreír a mí lado.



-Estás de coña, Astrid, si crees que voy… -no me dejó continuar porque acercó aún más la taza de té dándome a entender que iba totalmente en serio con sus palabras, quise decirle una verdadera grosería ante lo de la cucharadita, y mí mirada fija, oscura y fría sobre ella sin un ápice de diversión o humor en mí rostro más bien le daban a entender que tendría consecuencias si siquiera osaba en hacer aquello. Finalmente viendo que no iba a ceder rodé los ojos y bebí de aquella taza de té notando que el líquido bajaba por mí garganta y calentaba mí cuerpo, me separé cuando fue suficiente y me recosté sin apartar mis ojos de ella, mirándola como si quisiera matarla por aquello viendo que a ella parecía más divertirle que otra cosa. Podía notar sus ojos sobre mí mientras era ella ahora quien bebía de la taza de té recostándose mejor en el sillón donde estaba, lo había acercado tanto a donde estaba que tan sólo le bastaba inclinarse un poco en mí dirección para que nuestros cuerpos estuvieran juntos.

Parecía que había tomado la decisión de cuidarme ella misma aquella noche porque desde que había despertado nadie nos había interrumpido, de hecho, podía jurar que desde que había estado en aquella cama sin ser consciente realmente de ello solamente ella había estado a mí alrededor. ¿Por qué lo sabía? Era una pregunta difícil de responder, pero era la intuición que me daba desde que estaba ahí tumbado sin poder moverme. No me gustaba estar en aquella situación, y si realmente pudiera, me habría levantado hace tiempo, habría cogido mí ropa y me habría largado como una sombra más de la oscuridad de la noche queriendo borrar cualquier paso que había dado en aquella casa, como si realmente nada de aquello hubiera pasado.

Pero para mí desgracia era algo que no podía hacer, mí mente vagaba en cada uno de los recuerdos de cada noche, desde el momento en que entramos en la casa de Baptiste hasta que finalmente había despertado en aquella nave con el clan de aquellos licántropos… y todo lo que había pasado a continuación. Seguía sin saber la respuesta a muchas cosas que habían pasado en aquel lugar, seguía sin saber por qué me había llevado a su casa y estaba cuidando de mí, ¿habría hecho yo lo mismo? Era algo que no podía responder, quizás sí que lo hubiera hecho, pero me sentía mucho mejor al pensar que no lo habría hecho, que la habría llevado a su casa y la habría dejado allí para que la cuidaran mientras yo me retiraba en mí oscuridad y yo mismo, como siempre hacía, me curaba las heridas. Había tomado la determinación de alejarme de ella, no era bueno que me rondara y algo en lo más profundo de mí ser se había roto creando una pequeña brecha en mí perfecta e indestructible muralla… una que me había llevado mucho tiempo erigir y que notaba que no podía comenzar a flaquear ahora.

Ella no era buena para mí y cuando más lejos estuviera de mí mejor estaría sin su presencia, su luz podría ser demasiado fuerte y no quería que pudiera entrar en toda la oscuridad que me rodeaba, no quería que lo hiciera aunque no sabía por qué… pero algo me decía que es lo que ella estaba intentando hacer, pese a que en ninguno de los momentos había sido bueno con ella, ni lo sería nunca. Casi la había matado en casa de Baptiste, casi podía haber muerto en aquella nave por el simple hecho de haberme acompañado de caza aquella noche, y sin embargo… no se alejaba. ¿Por qué narices no lo hacía? No le había dado ningún motivo para que se quedara a mí lado, todo lo que había hecho había sido para que se alejara de mí, me tuviera miedo y no quisiera acercarse nunca más… que me borrara de su vida y de su mente como yo intentaba borrarla y alejarla de la mía.

Y de mis labios, por segunda vez en aquella noche, salieron aquellas palabras que no pude evitar pronunciarlas. Ya había sido toda una sorpresa las que dije en la nave, algo que todavía me dolía y que quería olvidar sin pensar mucho en ello… ahora, sin embargo, no podría callarla de su respuesta. Me tenía acorralado, no podía moverme y tampoco podría hacer nada para que no me respondiera… pero, en lo más hondo y profundo de mí, quería saber por qué hacía todo aquello. Por qué seguía empeñada en un imposible cuando no podría hacer nada ni por mí, ni por mí oscuridad. ¿Quería saber realmente la respuesta a aquella pregunta? No, no quería saberla pero necesitaba oírlo de sus labios. Aquella noche, más que nunca, me estaba dando cuenta de que no era yo completamente… de que ella comenzaba a provocar un efecto en mí que odiaba cada vez más por momentos, algo que no dejaría que llegara a más, algo por lo que la alejaría de mí vida para siempre… sin importar cuánto costara.

Las palabras comenzaron a salir de sus labios y pese a que yo mismo había provocado que hablara ella, me dieron ganas de callarla para no seguir escuchándola… pero nada más que podía quedarme ahí quieto, escucharla y aceptar no de buena gana todo lo que quisiera decirme, porque sin duda alguna si tenía algo que decirme aquel era el mejor momento conmigo ahí inmóvil, en su cama. Cada palabra fue saliendo de boca, y conforme seguía, más se fruncía mí ceño y más odiaba cada cosa que decía. ¿Lástima, pena? Algo que comenzó a cabrearme por dentro porque entendía muy bien lo que me estaba queriendo decir, porque sabía lo que me estaba diciendo y no me gustaba que nadie pensara, precisamente, esas cosas de mí… prefería que no pensaran nada, directamente.

Siguió hablando esta vez con la mirada puesta en sus manos y esperé a que terminara de decir lo que quería, en parte, era yo quien había provocado aquello. Me gustó que no sintiera nada bueno estando a mí lado, eso le daría motivos para alejarse que era precisamente lo que quería que sucediera y pasara de querer hacer lo que había dicho en el río aquel día… haría todo lo necesario para que no se sintiera a gusto a mí lado, para que no se sintiera cómoda y así quizás podría salir de mí vida para siempre. No pude evitar sonreír por ello, si era así como se sentía haría que aquellos sentimientos crecieran y no de forma positiva precisamente.

Pero poco me duró la sonrisa y nada, absolutamente nada, me podría haber preparado para las últimas palabras que dijo; “me dejas migas de pan”. Aquello hizo que un gruñido saliera de mis labios y brotara desde mí pecho, apretara con fuerza los puños sobre la cama y mí mandíbula se tensara por lo que había osado a decir. ¿Qué yo le dejaba migas de pan? Estaba loca si creía que, por un momento, lo que había hecho era poder dejarles migas de pan… además, ¿por qué querría dejarle migas de pan cuando yo mismo quería que se fuera de mí vida de una vez por todas? No tenía sentido alguno y, sin embargo, un pinchazo me recorrió el cuerpo cuando lo dijo y por otra parte me cabreó demasiado aquellas palabras. Yo no dejaba migas de pan de nadie, lo único que hacía era alejar a las personas de mí lado que era lo que mejor se me daba… no dejarle un camino secreto e invisible que sólo ella pudiera ver.

Quería callarla más que nunca, había puesto sus ojos sobre los míos y veía en ellos un brillo y una determinación que al principio cuando comenzó a hablar no tenía estando estos algo más apagados. ¿Qué cojones está diciendo? ¿Ser salvado? ¿Romper las excusas que la alejan de mí? ¿Qué no podía deshacerme de ella? Eso estaba por verse, en cuanto saliera por aquella puerta jamás volvería a verme y me encargaría de que así fuera, de que no volviera a cruzarse por mí vida nunca más… en caso de que pasara podría tomar la decisión de matarla y así el problema se acabaría al instante. Me cabreó muchísimo sus palabras, seguía con la idea de que podía salvarme y yo no quería que lo hiciera, estaba a gusto en mí oscuridad y no pensaba cambiarla. En cuanto a las excusas… para ella podrían serlo, yo solamente veía las diferencias que había entre ambos, nada más. Los demonios caen del cielo… ¿me estaba diciendo, con aquella frase, que pensaba que podía ser un ángel? Ni de coña.


-No puedes salvarme Astrid, y no dejaré que lo hagas
–mí mandíbula está apretada, mis palabras son cortantes y frías, y la rabia impregna toda mí voz mientras hablo- No sé qué clase de mariposas tienes en esa cabeza tuya, pero despierta y vuelve a la realidad… ¿qué merezco ser salvado? –una risa sarcástica, corta y breve, se eleva sobre la habitación durante un par de segundos- No quiero ser salvado. Entérate niña; me gusta mí oscuridad y todo lo que me rodea con ella… no intentes cambiarla, no intentes que tú luz inunde mí oscuridad… porque entonces verás el diablo que puedo llegar a ser –sí, era una amenaza ante su idea de salvarme, no quería ser salvado, no pedía a gritos nada y ella estaba viendo cosas que en realidad no estaban pasando. Escuché sus siguientes palabras sobre la venganza, sobre qué me había hecho ser así algo que me hizo soltar otro gruñido de nuevo, y que ella había perdido a tres personas, seguramente, habrían matado a alguien querido o algún familiar como siempre pasaba cuando uno se convertía en cazador, la miré entonces con la certeza de que sería su familia de la que hablaba y sonreí de lado cuando dijo que los monstruos son los que deciden serlo… como en mí caso- Siempre es la venganza los que nos mueve a meternos en este mundo de muertes y oscuridad, aunque siempre pueden haber excepciones –la miré sin quitar mí sonrisa- Y eso es lo que te matará llegado el momento, no existe la luz en un mundo de sombras por mucho que intentes empeñarte en ello –sí, iba totalmente con doble sentido- Yo elegí ser un monstruo, yo elegí este camino… soy lo que soy porque yo lo elegí, acéptalo de una vez Astrid y será mejor para todos –la miré de forma fija, ella había expuesto sus palabras que no me habían gustado en lo más mínimo, volvía otra vez con lo que quería salvarme cuando no iba a poder hacerlo, cuando no iba a dejar que me salvara porque yo así no lo quería… por mucho que se empeñara, era un imposible.

Lo que me dejó sin saber muy bien qué decir, por primera vez desde que nos habíamos encontrado aquella noche, fueron sus palabras. De nuevo volvió a pronunciar aquel apelativo cariño que mí madre utilizaba conmigo, algo que me hizo estar tranquilo durante unos breves segundos, perdiéndome en los recuerdos y dejándome envolver por esa calidez que ella siempre desprendía… algo que ella también hacía y por lo que aquel apelativo cobraba fuerza cuando lo decía de sus labios. No me gustaba que pudiera tener esa pequeña influencia sobre mí, mis murallas debían de resistir frente a cualquier cosa y esa no era una de las que me gustaran… no debería de afectarme cada vez que me llamaba así, de hecho, ni siquiera debía de llamarme de esa forma y dejarle ver que me desconcertaba cuando lo hacía. Aunque seguramente se hubiera dado cuenta la primera vez que lo dijo, porque pudo ver el efecto que causó sobre mí y estaba convencido de que lo había hecho esta vez aposta, intento suavizarlo para sus siguientes palabras.

¿Por qué? Ni siquiera yo sabía la respuesta a esa pregunta, algo que también rondaba por mí mente y que no podía darle un sentido o una explicación, algo por lo que quería haber dejado pasar por alto y olvidarlo sin tener que buscarle la lógica a esa pregunta…porque realmente, no sabía la respuesta. No sabía por qué me había cambiado, no sabía por qué había odiado que aquel desgraciado osara tocarla y atreverse a darle aquellos latigazos, no supe por qué cuando quise darme cuenta las palabras ya habían salido de mis labios sin que pudiera hacer nada. Yo también me lo preguntaba desde entonces, ¿por qué me había cambiado por ella? No lo sabía, en mí mente no quería responder a aquella pregunta y ahora ella me la formulaba, tranquilamente, mientras en mí interior una batalla se libraba y no sabía cuál sería el resultado… la misma batalla que había tenido en la nave, la misma que ahora se desarrollaba en mí interior.

Sus ojos estaban fijos en mí, podía ver que se posaban en mis labios, en mis ojos, en los gestos que hacía y en cada uno de mis movimientos, ¿debía de responderle? Y si lo hacía, ¿debía de ser la verdad? Pero ¿cuál era la verdad? Algo que no podía o quería averiguar porque, muy en el fondo de mí ser, sabía la respuesta a su pregunta aunque no quisiera admitirlo, aunque no quisiera aceptarlo y por ello prefería no decírselo… hacerlo sería como darle algo más de poder sobre mí y no era precisamente lo que quería. Aunque mis acciones habían hablado por sí solas y ahora ya no podía cambiar lo acontecido en el pasado, aunque al parecer, ella estaba igual de descolocada como lo estaba yo. Aparté mí mirada de la suya por unos segundos mientras el debate continuaba en mí interior y sabiendo que no podría escaparme de aquella situación, ni callarla, ni hacer que desapareciera de delante de mí… tendría que afrontar lo que había hecho, aunque prefiriese un par de latigazos en su lugar.



-No lo sé –dije volviendo a posar mis ojos de nuevo en ella, que me miraba de forma tranquila pero queriendo saber la respuesta a su pregunta. En esos momentos no quería que notara nada así que intenté que mí mirada fuera una fría pese a las palabras que pudieran salir de mis labios, porque ni yo mismo tenía la respuesta a aquello. Cerré los ojos unos segundos, lancé un suspiro leve y los abrí para clavarlos en ella ya que no podía hacer mucho más, observándola en aquel sillón con la taza entre sus manos, expectante por lo que pudiera llegar a decirle- Eran a mí a quién querían y tú no tenías nada que ver con ello, supe que lo habían hecho para intentar hacerme más daño puesto que, seguramente, les extrañaría de verme acompañado de alguien –no era ninguna mentira, siempre había cazado solo y en momentos como este recordaba por qué lo hacía- Supongo que verte ahí, atada al tocón, con aquel hombre dándote latigazos… -me mordí el labio y sentí que la furia me recorría por dentro de solo pensarlo, mataría a aquel desgraciado en cuanto lo tuviera delante, pero primero le haría sufrir por haberse atrevido a hacer aquello. Sólo de pensarlo me encendía, me daban ganas de matar a alguien y no sabía por qué me pasaba aquello… sin duda alguna, era la primera vez que me pasaba aquello y no me gustaba para nada. Yo no me dejaba llevar por nada, nadie me hacía querer matar a otra persona por lo que le habían hecho, nadie salvo la muerte de mis padres me hacía querer desmembrar a otra persona- Supongo que lo hice porque me diste pena –sí, de alguna forma, era un golpe bajo al igual que había hecho ella al principio… pero yo sabía que no había sido pena por lo que lo había hecho. Volví a cerrar los ojos, di un puñetazo en la cama notando que me dolían las heridas de la espalda y respiré de forma errática al darme cuenta de que podía engañarla todo lo que quisiera… pero en mí interior, en lo más profundo de mí, sabía que no era verdad. Si ella se creía aquello para mí sería perfecto, pero seguramente ni ella lograra creerse que alguien pudiera darme pena. Gruñí, bajo y ronco, como si de un animal herido se tratase y se viera acorralado contra la pared, aunque se podía definir perfectamente en cómo estaba yo- No pude ver que aquel hijo de puta te hacía aquello, no podía soportar la idea de que te estuvieran haciendo aquello por mí culpa… no pude ver cómo te hacían daño –mis ojos se encontraron con los suyos- No podía soportar ver su sonrisa en su rostro, el látigo chasqueando contra tú espalda y el dolor que desprendían tus ojos… Mí boca habló antes de que la razón cruzara mí mente, antes de que pudiera reaccionar frente a todo aquello –hice una leve pausa- Incluso así, sé que si volviera a suceder… volvería a cambiarme por ti -¿Qué cojones estaba haciendo? ¿Qué mierda estaba hablando? La pérdida de sangre me estaba nublando la cabeza, y mí raciocinio también al parecer- ¿Era eso lo que querías saber? ¿Buscabas esa jodida respuesta? –mis preguntas llevan un tono duro, muy duro, porque yo mismo estaba cabreado a más no poder con todo aquello- ¡Seguro que estás contenta con todo esto! Olvídate de mí Astrid, y olvida todo lo que he dicho –porque yo, en cuanto saliera de allí, es lo que iba a hacer sin duda alguna. [/color]
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Angels Fall || Naxel Eblan Empty Re: Angels Fall || Naxel Eblan

Mensaje por Astrid J. Bergès Miér Feb 22, 2017 7:33 am

¿Merece Naxel ser salvado? Quizás no.

Sin embargo, por mucho que me haga la pregunta intento poner siempre el sí por delante. Me niego a pensar que la humanidad se apaga en todos nosotros, dentro de él aún hay esperanza por mucho que insista en negarlo con su palabrería. Hay un ferviente intento de convención cada vez que dice que solo es un monstruo. Verlo así, recostado frente mi mientras pone toda la fuerza de la que es capaz en su voz debido a que su cuerpo no parece responder a sus impulsos, hace que en mi interior se mezclen sentimientos encontrados. Una parte me susurra que se lo merece y otra que quizás podría haber hecho más para evitar su daño. Quizás esto es lo que muchos llaman el karma y él ha recibido el castigo por los múltiples actos que ha cometido y yo, igualmente castigada por querer cambiar lo inevitable. Sea como fuere, la única verdad es que él y yo estamos aqui, heridos tan profundamente por fuera como por dentro. Ojalá pudiera mudar la piel y olvidar el dolor pero no, no puedo y estas marcas se quedarán en mi espalda de por vida para recordarme la masacre de esta noche. Vuelvo a posar mi mirada en Naxel y espero que entienda que tiene las de perder en este momento, puede decir lo que desee y herirme pero no podrá huir, no ahora, no de mi. Mis palabras parecen haberlo alterado en sobremanera, no acepta absolutamente nada de lo que he dicho y casi juraría que no ha escuchado ni la mitad. Aún así mi tono ha sido neutral y estoy segura de que ello lo ha molestado aún más si cabe. Cuando por fin se digna a hablar casi desearía que aue no lo hubiera hecho, su tono es puro desprecio y se alza sobre el silencio de estas cuatro paredes así que si sigue así pronto conseguirá que los demás lo oigan. Suspiro mientras doy otro sorbo de té aún ardiente, intento mantener la calma. Hago caso omiso de la ira que tiñe sus palabras, me llama niña como quien escupe y al parecer como mariposas, solo me quedo con que él ve en mi cierta luz. Y la luz siempre basta.

-¿No te das cuenta de que no somos tan distintos?-digo, más para mi que para él una vez termina su discurso sobre la venganza. Por mucho que intente hacerle entender que mi propósito no es el vengar mi pasado no quiere verlo de otra manera. No digo nada más y las agujas del reloj corren lentas entre nuestras miradas. Sé que he calado de alguna manera dentro de él, lo puedo percibir por la forma en la que se muerde el labio, por cómo intenta buscar las palabras y evita mirarme. Dejo que asimile ya que no debe ser fácil luchar contra el dolor y contra uno mismo, menos si tienes a alguien como yo queriéndo indagar en alguien como él-Cuanto más lo repitas más ganas tendré de demostrarte que lo haré, todos tenemos salvación. Incluso tú... incluso yo-digo entonces cuando comenta por enésima vez que no puedo salvarlo ¿A quién pretende convencer? ¿Por qué se aferra al odio?

No me mira y mientras tanto la noche sigue sin pausas, siento el cuerpo magullado y las heridas comienzan a arder de nuevo, los latigazos laten en mi espalda. Me muevo incómoda en el sitio y dejo la taza de té sobre la mesilla que, poco a poco, comienza a perder el gusto. Solo quiero sus respuestas. Paso una de mis manos por mi cabello aún húmedo y siento el sofoco en mi cuerpo en un claro indicio de que probablemente tengo fiebre. Inspiro, vuelvo a mirarlo y sigo guardando silencio. Así durante la siguiente media hora. Resulta extraño pero mi habitación comienza a oler de forma distinta con su presencia y decir que me molesta sería mentir. Aunque Naxel se encuentre en este estado en cierto modo trasmite seguridad tenerlo cerca, quizás porque sé que al menos seguirá vivo mientras esté bajo mi techo, tal vez porque compartimos el mismo dolor esta noche. ¿Por qué, Naxel? La respuesta llega severos minutos después, cuando creía que se había quedado dormido. Escucharlo repetir lo acontecido esta noche me da escalofríos y en acto reflejo me pongo en pie y alejo de él hacia mi ventana, la masacre, los gritos, el sonido del látigo impactando en mi piel y en la suya propia, las manos del licántropo sobre mi cuerpo. Tardaré semanas, años y siglos en olvidarlo. Su explicación más parece una acusación ya que me ataca con mis propias palabras. Y es que al final lo que nos mueve a todos es la pena, la misericordia, incluso las personas como Naxel se dejan llevar por eso. Me giro hacia él en el momento que da un puñetazo en la cama muestra de la frustración que lo tiene preso, de tener la fuerza suficiente mi puño sería el que que impactaría sobre su rostro, un puñetazo contra él, contra los licántropos, contra todos. No comprendo este tornado de sentimientos encontrados.

Y entonces lo dice. Se pondría en mi lugar mil veces.
Mis pies se mueven solos hacia él a medida que las palabras salen de su boca, su voz rasgando su garganta y la rabia asomando por sus pupilas. Me falta el aire ya que nada en este momento tiene sentido, no comprendo cómo es capaz de sentir tanta ira, apartarme y atraerme. Se supone que yo no le importo en absoluto y pese a eso me ha salvado y ha cargado con el castigo que iba destinado a mi persona. A mi mente viene el momento en el que lo libreré de las cadenas aún con la sangre corriendo por su espalda, mis manos se mancharon de carmesí y cenizas. Fue desconcertante comprobar que lo primero que hizo fue cerciorarse de que yo estaba bien, su mirada recorriendo mi rostro en busca de daño alguno. ¿Cómo puede mostrar tanto desprecio y a la vez preocuparse por mi? ¿Cómo puede importarme lo que él piense? Malditos caminos cruzados. Cuando llego a su altura me pongo de rodillas frente a él con el pecho a punto de estallar.

-Esta respuesta es mucho mejor de la que esperaba-susurro en tono apagado porque, aunque pueda ser un pequeño paso, me hunde encontrar en él tanto desasociego, tanto desprecio por si mismo. Decido que no daré mas mecha a la bomba de relojería, decido que Naxel debe descansar y yo velar por él, que todas las siguientes explicaciones pueden esperar o quedarse enterradas. Alzo mi mano y acaricio su rostro, paseo las yemas de mi dedos por sus pómulos como si intentara relajar a la bestia, alcanzo sus párpados para en un solo gesto cerrarlos. No necesito que diga más y por otro lado sé que él no está dispuesto a hacerlo. Mantengo mi mano sobre su rostro hasta que su respiración se vuelve pasiva-Todos los ángeles caemos-susurro.

En las siguientes horas cambio sus curas en tres ocasiones y me mantengo en vela hasta que Claire toca la puerta levemente para ofrecerme otra taza de té y revisar a su vez mis heridas. De espaldas a un Naxel dormido la doncella cambia mis vendas y yo oprimo gemidos doloridos con tal de no despertarlo. Después de que el calor del té haga efecto y Claire desaparezca por la puerta decido que he tenido suficiente, me recuesto como puedo en el otro extremo de mi lecho con Naxel a pocos centímetros de mi recordando irónicamente la noche en la que nos conocimos cuando fue él el que veló por mi sueño. Los mechones de su cabello ya seco y el aroma de mi propio gel de baño resultan reconfortantes, siento que su piel arde aún sin tener que rozarlo. Comienza a amanecer cuando mis párpados caen y concilio el sueño con la respiración de Nax sobre mi pelo.


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Mensaje por Naxel Eblan Miér Feb 22, 2017 7:15 pm

La noche no estaba terminando como hubiera querido que lo hiciera, mí pensamiento había sido encontrar a aquel humano del cual ella me había proporcionado la información, ir en su búsqueda, torturarlo hasta que me dijera dónde se encontraba la base de los licántropos e idear un plan para poder entrar en el lugar y poder acabar con todos ellos. Que ellos nos estuvieran esperando y que nos hubieran hecho caer en aquella trampa era algo que me había enervado por dentro, y lo acontecido después de aquello había sido mucho peor. En mí mente no quería repasar ni por un solo segundo lo que había pasado desde el momento en el que me di cuenta de que nos habían cogido y nos tenían bajo sus fauces. Despertar atado en la pared suspendido del suelo y ver que lo que me había despertado había sido el grito desgarrador de Astrid había aumentando aún más mí furia… y el demonio que dormitaba en mí interior.

Ahora este me pedía clamar en pago por lo que había pasado, la pelea con aquel licántropo que no se llegó a suceder tenía una fecha límite en la que uno de los dos moriría, y ese no iba a ser yo. Iba a hacerle pagar por todo; por aquel infierno que nos hizo pasar a Liara y a mí de pequeños, por el miedo que nos consumió durante días hasta que fuimos encontrados, arrebatarnos a mis padres por su puro placer, tenerme vigilando y jugando conmigo como habían estado haciendo… y por todo lo que habían hecho en aquella nave abandonada y quemada. Iba a pagar por cada latigazo, todos y cada uno de ellos. Los míos… pero también los que se había llevado Astrid hasta que aquel cabrón enfermizo la había cambiado por mí.

Y ahora ahí tenía el resultado de todo aquello, pese a que quería estar en mí cabaña donde nadie pudiera verme y donde no pudieran encontrarme porque sería algo imposible, estaba en una cama que era pequeña comparado con mi envergadura, en una habitación donde las sábanas y la almohada olía a aquel aroma que desprendía, con las velas iluminando la habitación de forma tenue, la espalda doliendo y ardiendo con cada maldita respiración que daba, y ella sentada frente donde yo me encontraba con un batín, su pelo húmedo y una taza entre sus manos.

Me había negado en rotundo a que me diera de beber de aquel té pero, al parecer, de alguna forma de la que no era consciente parecía que tenía un poder del que se estaba haciendo gala de el. Me había ordenado que bebiera de aquella maldita taza, y no sólo eso, me había amenazado con que ella me lo daría si hiciera falta. ¿Dónde había quedado aquella intimidación que sentía cuando estaba cerca de mí? No me gustaba que hiciera aquello pero, pese a mí negativa, estaba en desventaja porque no podía moverme y no podía salir de allí como realmente estaba deseando.

Ella no era buena para mí, de eso no había duda. Su incesante necesidad de salvarme era lo que más me hacía querer alejarme de ella, me sentía cómodo con las sombras, me gustaba mí mundo frío y oscuro donde nada se interponía en mí camino, donde nadie me hacía salirme de aquello que desde hacía tiempo me había convertido. La primera noche que nos cruzamos jamás pensé que acabaría por dejar que me acompañara, aquella noche debí negarme cuando me ofreció su ayuda… sobre todo, después de meternos en la boca del lobo y casi salir airoso de ello. Desde que la he conocido lo único que me ha pasado ha sido su acérrimo deseo de querer salvarme, como si necesitara hacerlo y ella fuera un ángel misericordioso, y meterme de lleno en la boca del lobo. Salvo que esa noche, esta me había mordido de lleno.

No deseaba escucharla, no quería que volviera a rebatirme como sabía que iba a hacer en unos momentos, su parte de ángel que lleva en su interior le impedía ver con claridad la verdad que se alzaba ante ella. Los demonios no pueden ser salvados, y no quieren que los salven. Ellos mismos decidieron caer por su propio pie y en lo que a mí respecta, estaba bastante bien con la condición que yo mismo me había impuesto. Pero nada podía hacer para que dejara de hablar, no podía callarla, no podía intimidarla y no podía moverme de aquella cama en la que estaba postrado sintiendo las heridas doler, quemar y escocer con cada respiración, con cada aliento que salía de mí boca. Dolía como el infierno, pero ya estaba acostumbrado a quemarme con su fuego, aprendí del dolor aunque el que estaba sintiendo era sin duda el peor que había sentido en toda mí vida.

Mis ojos se clavaron en los suyos mientras hablaba y lanzaba aquella pregunta al aire, ¿no se daba cuenta de lo distintos qué éramos? ¿Después de todo, no sabía la abismal diferencia que nos separaba? Fruncí el ceño por aquello porque no lo entendía, y a esas alturas dudaba que pudiera entenderlo. Cerré los ojos durante unos leves segundos en los que el silencio reinó en la habitación, tan sólo se escuchaban las manecillas del reloj dando el paso del tiempo. Quise por unos momentos que desapareciera del lugar, que se largara y que jamás regresara… eso sería tan fácil para mí, lo mejor que podría pasarme, que sabía que jamás llegaría a pasar. Se había convencido de algo que no podría realizar nunca, un objetivo inalcanzable del cual solamente obtendría rechazo y negación. Se estrellaría contra un muro de hielo erigido durante años, y aunque hubiera una pequeña e imperceptible brecha en la muralla… jamás llegaría a derrumbarla. No debía de dejar que lo hiciera, nadie lo había conseguido y ella no iba a ser la primera que lo lograra.

Abrí mis ojos de nuevo cuando siguió hablando y aquello me hizo apretar el puño con fuerza, preso de la rabia que me producía escucharla. Pese a que el sueño comenzaba de nuevo a apoderarse de mí cuerpo quise estar despierto, durar un poco más aunque el dolor me estuviera matando, para dejarle en claro cuál era mí postura con aquello. Me negaba a que pensara que tenía salvación, ¿por qué se empeñaba en algo que yo no quería que hiciera? ¿Por qué pensaba que quería ser salvado? ¿O qué lo merecía, siquiera? La oscuridad estaba tan arraigada a mí alma que jamás se desprendería de ella, y gruñí cuando terminó de hablar en un claro ejemplo de que no aceptaba sus palabras, ni una sola de ellas.



-Somos más distintos de lo que te piensas, ¿no te bastó la primera noche para darte cuenta de ello… o prefieres que lo enumere para que caigas de una vez por todas? –mí tono era frío, todo lo frío que aquel estado me dejaba estarlo pero mí mirada era inequívoca: la estaba congelando con la mirada. Quería que notara la furia que me recorría por dentro mientras mis ojos la miraban como dos cubitos de hielo, fríos e inertes.- Que te quede bien claro, Astrid: Jamás dejaré que lo hagas. Jamás dejaré que intentes salvarme, y si con ello debo hacer que caigas en un infierno… lo haré –mí mirada era dura y apreté mí mandíbula un par de segundos- Te haré pasar por un completo infierno como sigas con esa tontería en la cabeza, sabrás lo demonio que puedo llegar a ser si siquiera osas a intentarlo –mí amenaza es seria, y quería que lo sintiera como tal- Olvídalo -hice una leve pausa- ¿Por qué yo, Astrid? No he hecho nada para merecer ser salvado, no te he dado motivos para ello, ni indicios de que así lo deseo –negué con la cabeza como pude- Busca otro diablo que quiera ser salvado y quizás logres lo que estás buscando –la miré sin saber por qué decía que debía salvarse incluso ella misma, no era algo que entendiera- Un ángel no puede salvar a un demonio, estos ya han caído y no pueden volver a volar –esperaba que con aquello le quedara claro, de una maldita vez, lo que pensaba al respecto. La habitación volvió a sumirse en silencio, y esperé que aquel tema hubiera quedado zanjado ya de por vida. Pero parecía que ella no tenía esos planes, porque la pregunta de por qué lo hice surcó el aire y me hizo mirarla con la mirada fija en ella.

Pregunta para lo que ni yo mismo tenía una respuesta clara, pese a eso al final sin saber muy bien por qué como todo lo que acontecía cuando estaba con ella, terminé por hablar sin terminar de saber porqué hablaba y por qué le decía todo aquello. No podía hacerme bien decirlo y sin embargo mí boca se movía y las palabras salían solas. Pude ver su agitación cuando comencé a hablar, se levantó del lugar y caminó alejándose de mí mientras yo seguía hablando. Las palabras salían de mí boca sin que pudiera hacer nada por parar, y no entendí por qué lo estaba diciendo. El debate interno que tenía me estaba matando y no sabía muy bien lo que estaba haciendo, pero de alguna forma me tenía acorralado sin poder escaparme. No quería decir nada porque yo jamás decía nada como aquello, y sin embargo ahí me encontraba, sobre aquella diminuta cama, diciendo todo aquello que salía de mí interior. Toda la noche había sido un debate en mí interior constante, y quería pensar que la pérdida de sangre me estaba haciendo comportarme de aquella manera.

Se giró de nuevo para mirarme en el momento en que di un puñetazo a la cama y termino diciendo aquello que no quería decirle, de nuevo mis labios habían pronunciado aquellas palabras que hizo que ella comenzara a acercarse, mientras mí pecho vibra por la ira que hay en mí interior. Furia y odio al darme cuenta de que en mí interior, en un rincón muy pequeño apartado dentro de mí… algo sabe que hay razón en mis palabras. Quería borrar todo aquello de mí mente y relegarlo al olvido, en mí interior el odio crecía por lo que había pronunciado al verme expuesto y débil, y yo no podía permitirlo. Con todo aquello más me confirmaba que debía alejarme de ella, en cuanto saliera por aquella puerta…no volvería a cruzarse en mí camino, jamás. El demonio de dentro de mí me tiraba hacia el lado oscuro al que estaba acostumbrado, como si me susurrara que aquello no debía de hacerlo y que era mejor mentirle a que supiera aquello… pero ya lo había dicho, ya era tarde. Igualmente mis palabras luego salieron con furia y rabia, y yo mismo quise matarla por aquello.

Sin embargo ella terminó por acercarse hacia donde estaba, se arrodilló delante de mí y pude notar la mirada que estaba fija en mis ojos. Los míos no transmitían nada, los suyos sin embargo transmitían demasiado. Podía ver el desconcierto que surcaba su interior, hay un debate por mis palabras y sus ojos muestran su duda. Apenas podía percibir su respiración como si se hubiera quedado sin palabras ante lo que ha escuchado, y cuando quiero que se aleje de mí más que nunca… es cuando más se acerca a mí, cuando vuelve a tocarme de aquella forma. Sus palabras me hacen gruñir de forma leve y poner una mueca ante el dolor de la espalda, el cansancio empieza a hacer mella en mí y aunque no me gustaron sus palabras no pude apartarme cuando su manó se elevó y la dejó en mí rostro. Su contacto se notaba cálido, quise apartarla pero las fuerzas no me acompañaron y solo pude notar las caricias que me dio en el rostro, antes de pasar sus dedos por mis ojos sin apartar su mirada de la mía y cerrarlos, haciendo que cayera de nuevo en un sueño… sintiendo, de alguna forma, oyendo de fondo esas palabras y con su presencia a mí lado más tarde, envolviéndome sin quererlo.




Cuando más tarde abrí mis ojos la claridad de la luz del día fue lo primero que percibí en la habitación, los volví a cerrar hasta que se acostumbraron a la luz que entraba por la ventana y eché un vistazo alrededor. No había rastro de Astrid por ninguna parte, aunque la parte donde ella había dormido estaba templada y su olor seguía impregnado por toda la habitación. Cerré los ojos y lancé un suspiro, debía de aprovechar la ocasión y largarme antes de que entrara de nuevo… era mí oportunidad para irme. Cogí aire y comencé a moverme para intentar levantarme. El dolor me inundó por todo el cuerpo y como si de un rayo se tratara, me atravesó todo el cuerpo y me hizo caer de nuevo contra la cama. Toda la espalda dolía horrores y eso limitaba demasiado mis movimientos. Las heridas tiraban pero aún así, pese al enorme dolor que me suponía, comencé a moverme hasta que logré erguirme y sentarme en la cama. El sudor perlaba mí frente y levanté la mirada dándome cuenta de que justo a mí lado había una taza llena con té, de donde salía un poco de vaho, y al lado un plato pequeño con unas cuantas galletas, apoyadas contra el plato había una sencilla nota: “Cómetelas”

Casi pude oír la voz de Astrid ordenándome que me las comiera y aquello me enervó y enfadó demasiado, igual que lo había hecho cuando me había obligado a beber de aquel té que había preparado cuando me desperté por la noche. Desde que me había despertado aquella vez, por primera vez en mí vida, había podido dormir de tirón sin tener ningún tipo de pesadilla, sin nada que me perturbara… la pérdida de sangre, sin duda alguna, me había afectado demasiado y había hecho que hiciera cosas que de normalidad ni se me pasaban por la cabeza. Cogí una de las galletas y le di un bocado, notaba la boca seca y algo áspera por lo que tomé la taza de té y le di un sorbo, para luego comerme la galleta. El dolor iba siendo algo menos punzante y me iba acostumbrando a él, así que me levanté cuando vi en el lugar donde ella había estado sentada que había ropa limpia, de hombre, que habían dejado cuidadosamente para que me pusiera.

Costó, costó horrores cambiarme de pantalón y la camisa fue algo imposible… no podía ponérmela y levantar de aquella manera los brazos, así que la dejé sobre el lugar de nuevo. Con la luz del día podía ver con más nitidez la habitación donde me encontraba; muebles blancos e inmaculados, las cortinas a juego con la habitación, al final una estantería con infinidad de libros y objetos varios como una colección puestos con cuidado. Mirara donde mirara… solo había luz. Me acerqué donde estaba la pila con una jarra llena de agua y lavé mis manos, de ellas salió algo de sangre y pude ver las vendas que había al lado así como los trapos y la pomada… lo que me habían puesto a mí. ¿Por qué se había tomado la molestia? Yo quizás la hubiera dejado a su suerte para ver si sobrevivía a la noche, sin embargo me había bañado y había curado mis heridas.



-Suficiente –fue lo único que dije, ya había visto y tenido suficiente con todo aquello, el lugar seguía teniendo impregnado el olor de Astrid y algo en mí piel me hizo recordarme a ella y al olor que desprendía. Debía de marcharme de aquella habitación cuanto antes. Miré hacia la puerta y me puse en marcha andando hacia ella, era algo costoso el andar y lo hacía más lento de lo esperado y lo pensado, así que esperé a que pudiera largarme de allí. No oía ningún ruido procedente del lugar y por la altura que podía ver desde la ventana sabía que estaría en el piso de arriba, saltaría por la ventana de estar en condiciones, pero debía atravesar la casa y en mí fuero interno rogué porque no hubiera nadie. Había un olor más, algo familiar en el aire que se mezclaba con el de la habitación de ella pero no quise reparar en lo que era, seguí andando con paso lento y cuando tan sólo me faltaba un par de pasos para llegar… la puerta se abrió frente a mis narices, mostrándome a una Astrid que entraba por ella vestida de forma cómoda, una falda de un color azul oscuro y una blusa de color beige que entonaba con su tono de piel. Su mirada se posó en la mía y me di cuenta de que portaba una bandeja con… ¿me había traído el desayuno? Lancé un suspiro y cerré los ojos porque por mucho que quisiera no iba a poder irme tan fácilmente, los abrí de nuevo y mí mirada se clavó en la de ella. Llevaba el pelo recogido dejando unos mechones caer por su rostro y se notaba el cansancio en ella… yo ni me había mirado en el espejo, pero estaría mil veces peor que ella, y mí espalda lo estaría mucho más. Iba a necesitar algo más que vendas y ungüento para ayudarme con las heridas. El olor que antes me había parecido familiar se intensificó en aquel momento y mí vista fue hacia la bandeja… en ella habían tortitas, algo que Liara y yo solíamos desayunar y tomar cuando éramos pequeños y que ahora lo hacíamos muy poco. Subí de nuevo mí vista a ella y fruncí el ceño, con aquel pantalón puesto y mí torso al descubierto. Crucé los brazos sobre el pecho y la miré de forma algo fría- Apártate, Astrid –porque si pensaba por alguna extraña razón, que iba a quedarme un solo segundo más en aquella casa iba muy mal encaminada. No tenía fuerzas para apartarla por mí mismo, así que debía esperar que lo hiciera ella y, al final, me largaría olviando aquellas últimas horas de mí vida.
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Naxel Eblan
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