AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Angels Fall || Naxel Eblan
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Angels Fall || Naxel Eblan
Recuerdo del primer mensaje :
Llego tarde. Mis pasos resuenan en los húmedos adoquines mientras avanzo por la París durmiente. Casi puedo imaginar la mueca de desaprobación de Naxel al verme aparecer, su gesto despectivo acompañado de frívolas palabras. Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro ya que en cierto modo me divierte la situación, resulta sencillo acabar con la poca paciencia que parece tener y en mi fuero interno llegar tarde es una leve venganza por su afán por el perfeccionismo. Estoy a dos manzanas de nuestro punto de encuentro, es cuestión de minutos que volvamos a vernos y este hecho eriza mi piel al instante. Frunzo el ceño y niego con la cabeza en un intento vano por concentrarme. Condición número uno de nuestro encuentro: ir armada hasta las cejas. Llevo dos armas de fuego Colt Walker con balas bañadas en plata, dagas en sus fundas, dos en las pantorrillas y dos en el arné bajo el abrigo. Por si fuera poco, llevo conmigo mi ballesta. Es mi arma más preciada y jamás pensé que podría encariñarme tanto con algo que puede hacer tanto daño, cargar con ella no supone ningún problema ya siendo más pequeña que el tamaño estándar resulta más ligera y práctica. Condición número dos: información. Tengo que contarle los avances a Naxel. Y condición número tres: bajo sus normas. Lo cual, no pienso cumplir. No sé qué clase de noche nos espera y tampoco quiero pensar en ello, lo que tenga que venir será, me guste o no. Procuro mantenerme en las sombras y avanzar por las callejuelas para evitar miradas indiscretas, pese a que es pasada media noche debo mantener la discreción. Al cabo de dos minutos estoy doblado la esquina para meterme en el callejón donde se supone, Naxel debe estar esperándome. Avanzo con paso seguro y en silencio hacia la oscuridad, como si de una metáfora se tratase me encuentro con sus ojos. Naxel sale de las sombras con una sonrisa ladina en sus labios y al ver su gesto los míos se tensan ante el recuerdo de su cercanía.
Aquella noche la muerte nos tuvo en sus manos y desde entonces nos dedicamos a jugar al escondite, nos ocultamos más que nunca y mantenemos las distancias para con todo aquello que resulta demasiado sospechoso. Yo me he vuelto paranoica. Sabemos que una manada de licántropos nos sigue la pista y es cuestión de tiempo que den con nosotros aunque, llegados a este punto no deja de invadirme la sensación de que la persecución se está alargando más de lo esperado, si quisiesen encontrarnos ya lo habrían hecho, ¿no es así? Por otro lado que Naxel apareciese en mi casa de improvisto solo trajo más que problemas, en ese entonces él andaba persiguiendo a un vampiro neófito que, para mi desgracia, iba detrás de Naitiri. El mero pensamiento me revuelve el estómago. ¿Cómo pude estar tan ciega? La vida de mi amiga corre peligro y yo no había podido notarlo. Desde entonces siento que estoy en deuda con el cazador y daría lo que fuera por romper ese lazo, no quiero deber nada a él ni a nadie. Y pese a todo en este momento, de entre todas estas cosas, yo solo puedo pensar en sus labios. O mejor, en propinarle un puñetazo en su sarcástica sonrisa. Aquella noche podría haberle cortado el cuello en cuanto osó acercarse, podría haber puesto la distancia entre nosotros cuando rozó mi cabello y mordió mi labio inferior con ese descaro característico de su persona, podría haber dormido en el suelo y sin embargo me recosté en su lecho, confiándole mi sueño. Pasé frío pese a estar entre sus sábanas y la distancia entre nosotros me mantuvo en tensión, al abrir los ojos al amanecer él no estaba y en cierto modo lo agradecí, tomé mis cosas y desaparecí.
-Ahórrate el sermón y así ahorramos tiempo, cazador-cuando llego a su altura me coloco los mechones sueltos tras las orejas y compruebo por inercia que el enganche de la ballesta está bien sujeto. Sé que no piensa omitir ni una palabra de lo que tenga que decirme, así que en cierto modo ya estoy preparada para ignorarlo, apenas escucho lo que esté diciéndome porque hace tiempo que dejé de admitir quejas ante mis retrasos temporales, procedo a interrumpirlo con algo mejor-El humano se trata de Babtiste Lemort, se le ha visto en varias ocasiones en los suburbios pese a su condición de alta cuna y al parecer tiene una especie de "deuda" por pagar ¿Qué lo enlaza a ti? No tengo ni idea-examino su rostro en busca de algún indicio de reconocimiento ya que si al menos él sabe de quién estoy hablando quizás nuestra búsqueda no sea tan complicada. Omito el hecho de cómo he conseguido la información, tengo mis fuentes y no pienso compartirlas-Así que... ¿cuál es la situación? ¿Piensas abrir fuego contra todo lo que se nos cruce o hay un plan mejor?-alzo mis ojos en su dirección, mi tono de voz suena a reto y ciertamente espero que se lo tome así, espero que haya pensado meticulosamente lo que quiere hacer en vez de haberse dejado llevar por la rabia, no pienso participar en una carnicería sin razón de peso. Sé que podemos lograr nuestro objetivo sin acabar con más vidas de las necesarias. Me muerdo el labio pensativa ya que tengo claro que el camino que tomará él para alcanzar sus objetivos es bien distinto, Naxel arrasaría París hasta salirse con la suya- Por cierto, buenas noches-hago una modesta reverencia, de esas a las que a mi querida tía le agrada que realice porque me hacen parecer más femenina y encantadora, aunque vestida de caza más parece una sutil burla a la cortesía. Sonrío de forma pícara ante mis pensamientos y me acerco más a Naxel con los brazos cruzados, aún hay una distancia prudente entre nosotros pero estamos más seguros en las sombras.
Llego tarde. Mis pasos resuenan en los húmedos adoquines mientras avanzo por la París durmiente. Casi puedo imaginar la mueca de desaprobación de Naxel al verme aparecer, su gesto despectivo acompañado de frívolas palabras. Una leve sonrisa se dibuja en mi rostro ya que en cierto modo me divierte la situación, resulta sencillo acabar con la poca paciencia que parece tener y en mi fuero interno llegar tarde es una leve venganza por su afán por el perfeccionismo. Estoy a dos manzanas de nuestro punto de encuentro, es cuestión de minutos que volvamos a vernos y este hecho eriza mi piel al instante. Frunzo el ceño y niego con la cabeza en un intento vano por concentrarme. Condición número uno de nuestro encuentro: ir armada hasta las cejas. Llevo dos armas de fuego Colt Walker con balas bañadas en plata, dagas en sus fundas, dos en las pantorrillas y dos en el arné bajo el abrigo. Por si fuera poco, llevo conmigo mi ballesta. Es mi arma más preciada y jamás pensé que podría encariñarme tanto con algo que puede hacer tanto daño, cargar con ella no supone ningún problema ya siendo más pequeña que el tamaño estándar resulta más ligera y práctica. Condición número dos: información. Tengo que contarle los avances a Naxel. Y condición número tres: bajo sus normas. Lo cual, no pienso cumplir. No sé qué clase de noche nos espera y tampoco quiero pensar en ello, lo que tenga que venir será, me guste o no. Procuro mantenerme en las sombras y avanzar por las callejuelas para evitar miradas indiscretas, pese a que es pasada media noche debo mantener la discreción. Al cabo de dos minutos estoy doblado la esquina para meterme en el callejón donde se supone, Naxel debe estar esperándome. Avanzo con paso seguro y en silencio hacia la oscuridad, como si de una metáfora se tratase me encuentro con sus ojos. Naxel sale de las sombras con una sonrisa ladina en sus labios y al ver su gesto los míos se tensan ante el recuerdo de su cercanía.
Aquella noche la muerte nos tuvo en sus manos y desde entonces nos dedicamos a jugar al escondite, nos ocultamos más que nunca y mantenemos las distancias para con todo aquello que resulta demasiado sospechoso. Yo me he vuelto paranoica. Sabemos que una manada de licántropos nos sigue la pista y es cuestión de tiempo que den con nosotros aunque, llegados a este punto no deja de invadirme la sensación de que la persecución se está alargando más de lo esperado, si quisiesen encontrarnos ya lo habrían hecho, ¿no es así? Por otro lado que Naxel apareciese en mi casa de improvisto solo trajo más que problemas, en ese entonces él andaba persiguiendo a un vampiro neófito que, para mi desgracia, iba detrás de Naitiri. El mero pensamiento me revuelve el estómago. ¿Cómo pude estar tan ciega? La vida de mi amiga corre peligro y yo no había podido notarlo. Desde entonces siento que estoy en deuda con el cazador y daría lo que fuera por romper ese lazo, no quiero deber nada a él ni a nadie. Y pese a todo en este momento, de entre todas estas cosas, yo solo puedo pensar en sus labios. O mejor, en propinarle un puñetazo en su sarcástica sonrisa. Aquella noche podría haberle cortado el cuello en cuanto osó acercarse, podría haber puesto la distancia entre nosotros cuando rozó mi cabello y mordió mi labio inferior con ese descaro característico de su persona, podría haber dormido en el suelo y sin embargo me recosté en su lecho, confiándole mi sueño. Pasé frío pese a estar entre sus sábanas y la distancia entre nosotros me mantuvo en tensión, al abrir los ojos al amanecer él no estaba y en cierto modo lo agradecí, tomé mis cosas y desaparecí.
-Ahórrate el sermón y así ahorramos tiempo, cazador-cuando llego a su altura me coloco los mechones sueltos tras las orejas y compruebo por inercia que el enganche de la ballesta está bien sujeto. Sé que no piensa omitir ni una palabra de lo que tenga que decirme, así que en cierto modo ya estoy preparada para ignorarlo, apenas escucho lo que esté diciéndome porque hace tiempo que dejé de admitir quejas ante mis retrasos temporales, procedo a interrumpirlo con algo mejor-El humano se trata de Babtiste Lemort, se le ha visto en varias ocasiones en los suburbios pese a su condición de alta cuna y al parecer tiene una especie de "deuda" por pagar ¿Qué lo enlaza a ti? No tengo ni idea-examino su rostro en busca de algún indicio de reconocimiento ya que si al menos él sabe de quién estoy hablando quizás nuestra búsqueda no sea tan complicada. Omito el hecho de cómo he conseguido la información, tengo mis fuentes y no pienso compartirlas-Así que... ¿cuál es la situación? ¿Piensas abrir fuego contra todo lo que se nos cruce o hay un plan mejor?-alzo mis ojos en su dirección, mi tono de voz suena a reto y ciertamente espero que se lo tome así, espero que haya pensado meticulosamente lo que quiere hacer en vez de haberse dejado llevar por la rabia, no pienso participar en una carnicería sin razón de peso. Sé que podemos lograr nuestro objetivo sin acabar con más vidas de las necesarias. Me muerdo el labio pensativa ya que tengo claro que el camino que tomará él para alcanzar sus objetivos es bien distinto, Naxel arrasaría París hasta salirse con la suya- Por cierto, buenas noches-hago una modesta reverencia, de esas a las que a mi querida tía le agrada que realice porque me hacen parecer más femenina y encantadora, aunque vestida de caza más parece una sutil burla a la cortesía. Sonrío de forma pícara ante mis pensamientos y me acerco más a Naxel con los brazos cruzados, aún hay una distancia prudente entre nosotros pero estamos más seguros en las sombras.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Angels Fall || Naxel Eblan
El vaho de la taza de té se enreda en la punta de mis dedos.
Al final conciliar el sueño se convirtió en una mera ilusión, tan pronto como cerré los ojos todo mi cuerpo bajó la guardia y con ello el dolor se intensificó. Durante todo el tiempo que pude durar tumbada en el lecho me obligué a pensar en que si Naxel podía soportar el dolor yo también podría, pero la diferencia entre ambos es que él estaba muy débil para siquiera poder sentirlo y más que intentar dormir él había perdido la consciencia. No hubo falta limpiar de nuevo sus heridas ya que tras laúltima cura las vendas aún se mantenían limpias y antes de la llegada del amanecer su cuerpo comenzó a trabajar por sí solo. Tembló durante toda la noche y sufrió fiebres y delirio, en este momento no podría descifrar sus palabras pero estoy segura de que todas tenían que ver con la muerte. En varias ocasiones mi mano se enredó en su pelo por inercia, con tal de calmar la inquietud de su sueño de alguna forma.
Suspiro por novena vez esta mañana y siento que poco a poco me voy apagando, aprieto levemente el puente de mi nariz para mitigar el fuerte dolor de cabeza. Estoy segura de que lo vivido anoche me va a dejar secuelas en muchos sentidos duante mucho tiempo. El té parece calmarme y muy probablemente esté bien cargado, solo Dios sabe qué clase de hierbas pone Claire en la bebida, pero funciona. Fue ella quien a primera hora de la mañana entró de nuevo en la habitación, tan sigilosa y respetuosa como siempre, cambió mis vendas y trató mis heridas, revisó las de Naxel y volvió a marcharse. Tanto ella como Lizzy se han preocupado en estar alerta por si necesitaba alg pero yo no me he permitido el lujo de pedirles nada, después de todo ellas también necesitaban descansar. Con la luz de la mañana solo tuve que esperar a que mis tíos salieran de casa, bien por trabajo o quehaceres, y Lizzy sabiendo lo tremendamente perfeccionista que es mi tía cuando se trata de mi ropa de gala decidió recordarle que pronto asistiremos al baile anual de los Leblanc. Por lo tanto, la casa está en completa calma y tengo tiempo para actuar y pensar en qué voy a hacer con el cazador que duerme en mi cama. Apuro el té y me incorporo con sumo cuidado para evitar que las marcas en la espalda tiren demasiado, necesito acostumbrarme al dolor lo antes posible o todos a mi alrededor comenzarán a sospechar. Aliso la falda y me acerco a Claire que está haciendo el desayuno, en otras circunstancias sería la cocinera de la casa quien se encargaría pero es demasiado temprano para importunarla además, las tortitas de Claire son las mejores de todo París. Poso una de mis manos sobre su hombro y me sonríe de forma cálida, sé que jamás me preguntará sobre lo ocurrido a noche y tampoco espera que yo dé explicaciones, pero algún día las tendrá, se lo debo. Cuando se dispone a cargar con la bandeja hacia la habitación me encargo de hacerlo yo misma pese a que por su mirada poco dista de estar conforme. El ascenso de las escaleras jamás se me había hecho tan difícil, pero consigo llegar hasta el pasillo sin derramar el contenido. Antes de abrir la puerta tomo aire obligándome a contar hasta diez, el cansancio aún se aferra a mi cuerpo y mente y no sé hasta qué punto podré soportar las acusaciones de Naxel, por lo menos espero que esté tan cansado como yo o, si no es mucho pedir, aún mas. Me pregunto de qué humor suele despertarse por las mañanas y al momento caigo en la cuenta de que es una pregunta estúpida. Por favor, es Naxel Eblan, tiene dos pies izquierdos.
No esperaba encontrarlo despierto y menos en pie, así que mi sorpresa es más que evidente. Me tomo un breve momento para examinar qué se supone que ha hecho pero por lo que parece ha conseguido cambiarse de ropa sin estropear el vendaje. Me doy cuenta de que observo su torso desnudo y debe haberle costado una barbaridad moverse ya que por lo menos a mi han tenido que ayudarme a vestirme esta maána, su piel está perlada de sudor y hasta diría que respira agitado por el esfuerzo. Vuelvo a confirmar casi sin darme cuenta que Naxel no cuadra en el cuadro de habitación, es una pieza que no encaja en el puzzle y no hay nada que pueda parecer normal en él, menos en esta situación.
-¿Vas a alguna parte, cazador?-alzo una ceja y la puerta se cierra tras de mi sentenciando que no pienso dejarlo marchar, no aún. Tenemos cosas de las que hablar. Mi mirada lo recorre y termina en su rostro, tiene ojeras tan marcadas que parece enfermo y el cabello desaliñado, los pantalones que dejaron preparados para él le quedan mínimamente grandes y cuelgan un poco de su cintura. Es curioso comprobar que se encuentra indefenso o al menos eso creo, con él jamás debo permitirme bajar la guardia-Oh, por favor-suspiro fingiendo molestia y dejo la bandeja con el desayuno sobre la mesita de noche, pese a que no pesaba nada el dolor en los brazos y la espalda empezaba a ser insoportable-Pónte algo más de ropa, le vas a sacar un ojo a alguien-mi tono tiene cierta mofa pero no miento, necesito que se tape si quiero tomarlo en serio, resulta incómodo tenerlo semidesnudo en mi habitación por muy herido o enfermo que esté. Anoche no tuve tiempo siquiera de percatarme de ese pequeño detalle y ahora que lo tengo frente a mi le resta seriedad a la situación. Hago caso omiso a sus primeras palabras que, como no, son una orden-En mi casa decimos "buenos días"...-tomo la camisa del lugar donde se había dejado preparada para él y me doy cuenta de que está arrugada, así que eso indica que ha intentado ponérsela sin éxito. Por mucho que disimule sé que está exahusto. Me acerco a él y sin preguntar paso las mangas por sus brazos, me adelanto lo suficiente para provocar que, de moverse para evitar mi ayuda, el dolor haga su efecto y lo obligue a quedarse quieto-Buenos días Naxel ¿has dormido bien?-no disimulo el tono de burla, una vez paso la tela por sus hombros y comienzo a abrochar los botones. Una vez más me doy cuenta de lo alto que es y lo minúscula que parezco, con mi blusa crema y mi falda perfectamente planchada desentonando con el rostro desancajado que llevo puesto hoy. Debo estar horrible. Alzo la mirada para encontrarme con sus fulminantes ojos, sé que me odia y por lo tanto me da igual lo que pueda pensar de mi a estas alturas, haré lo que tengo que hacer y no hay nada en él que pueda evitarlo. Cuando termino con su camisa me aparto-Vas a desayunar, no puedes decirle que no a unas tortitas. No me mires así Eblan, el desayuno es la parte más importante del día y...-no puedo evitar reírme entre una mezcla de cansancio y divertida malicia, pero al final mi risa de apaga, harta de disimular-Por favor, come algo. Cambiaré tus vendas y podrás irte. No me interesa lo más mínimo retenerte, solo quiero terminar esto de una vez y no volverte a ver en mucho tiempo-me gustaría decir que no parece una súplica pero lo es, estoy tan agotada, tan débil por todo que necesito que haga caso solo por esta vez. No puede estar siempre en mi contra- Supongo que me odias-digo de pronto. Me siento en la cama que aún conserva su calor y de pronto lo único que quiero es acurrucarme allí donde él ha dormido y olvidarme de todo. Inspiro profundamente dos veces y lo observo sin decir nada.
Al final conciliar el sueño se convirtió en una mera ilusión, tan pronto como cerré los ojos todo mi cuerpo bajó la guardia y con ello el dolor se intensificó. Durante todo el tiempo que pude durar tumbada en el lecho me obligué a pensar en que si Naxel podía soportar el dolor yo también podría, pero la diferencia entre ambos es que él estaba muy débil para siquiera poder sentirlo y más que intentar dormir él había perdido la consciencia. No hubo falta limpiar de nuevo sus heridas ya que tras laúltima cura las vendas aún se mantenían limpias y antes de la llegada del amanecer su cuerpo comenzó a trabajar por sí solo. Tembló durante toda la noche y sufrió fiebres y delirio, en este momento no podría descifrar sus palabras pero estoy segura de que todas tenían que ver con la muerte. En varias ocasiones mi mano se enredó en su pelo por inercia, con tal de calmar la inquietud de su sueño de alguna forma.
Suspiro por novena vez esta mañana y siento que poco a poco me voy apagando, aprieto levemente el puente de mi nariz para mitigar el fuerte dolor de cabeza. Estoy segura de que lo vivido anoche me va a dejar secuelas en muchos sentidos duante mucho tiempo. El té parece calmarme y muy probablemente esté bien cargado, solo Dios sabe qué clase de hierbas pone Claire en la bebida, pero funciona. Fue ella quien a primera hora de la mañana entró de nuevo en la habitación, tan sigilosa y respetuosa como siempre, cambió mis vendas y trató mis heridas, revisó las de Naxel y volvió a marcharse. Tanto ella como Lizzy se han preocupado en estar alerta por si necesitaba alg pero yo no me he permitido el lujo de pedirles nada, después de todo ellas también necesitaban descansar. Con la luz de la mañana solo tuve que esperar a que mis tíos salieran de casa, bien por trabajo o quehaceres, y Lizzy sabiendo lo tremendamente perfeccionista que es mi tía cuando se trata de mi ropa de gala decidió recordarle que pronto asistiremos al baile anual de los Leblanc. Por lo tanto, la casa está en completa calma y tengo tiempo para actuar y pensar en qué voy a hacer con el cazador que duerme en mi cama. Apuro el té y me incorporo con sumo cuidado para evitar que las marcas en la espalda tiren demasiado, necesito acostumbrarme al dolor lo antes posible o todos a mi alrededor comenzarán a sospechar. Aliso la falda y me acerco a Claire que está haciendo el desayuno, en otras circunstancias sería la cocinera de la casa quien se encargaría pero es demasiado temprano para importunarla además, las tortitas de Claire son las mejores de todo París. Poso una de mis manos sobre su hombro y me sonríe de forma cálida, sé que jamás me preguntará sobre lo ocurrido a noche y tampoco espera que yo dé explicaciones, pero algún día las tendrá, se lo debo. Cuando se dispone a cargar con la bandeja hacia la habitación me encargo de hacerlo yo misma pese a que por su mirada poco dista de estar conforme. El ascenso de las escaleras jamás se me había hecho tan difícil, pero consigo llegar hasta el pasillo sin derramar el contenido. Antes de abrir la puerta tomo aire obligándome a contar hasta diez, el cansancio aún se aferra a mi cuerpo y mente y no sé hasta qué punto podré soportar las acusaciones de Naxel, por lo menos espero que esté tan cansado como yo o, si no es mucho pedir, aún mas. Me pregunto de qué humor suele despertarse por las mañanas y al momento caigo en la cuenta de que es una pregunta estúpida. Por favor, es Naxel Eblan, tiene dos pies izquierdos.
No esperaba encontrarlo despierto y menos en pie, así que mi sorpresa es más que evidente. Me tomo un breve momento para examinar qué se supone que ha hecho pero por lo que parece ha conseguido cambiarse de ropa sin estropear el vendaje. Me doy cuenta de que observo su torso desnudo y debe haberle costado una barbaridad moverse ya que por lo menos a mi han tenido que ayudarme a vestirme esta maána, su piel está perlada de sudor y hasta diría que respira agitado por el esfuerzo. Vuelvo a confirmar casi sin darme cuenta que Naxel no cuadra en el cuadro de habitación, es una pieza que no encaja en el puzzle y no hay nada que pueda parecer normal en él, menos en esta situación.
-¿Vas a alguna parte, cazador?-alzo una ceja y la puerta se cierra tras de mi sentenciando que no pienso dejarlo marchar, no aún. Tenemos cosas de las que hablar. Mi mirada lo recorre y termina en su rostro, tiene ojeras tan marcadas que parece enfermo y el cabello desaliñado, los pantalones que dejaron preparados para él le quedan mínimamente grandes y cuelgan un poco de su cintura. Es curioso comprobar que se encuentra indefenso o al menos eso creo, con él jamás debo permitirme bajar la guardia-Oh, por favor-suspiro fingiendo molestia y dejo la bandeja con el desayuno sobre la mesita de noche, pese a que no pesaba nada el dolor en los brazos y la espalda empezaba a ser insoportable-Pónte algo más de ropa, le vas a sacar un ojo a alguien-mi tono tiene cierta mofa pero no miento, necesito que se tape si quiero tomarlo en serio, resulta incómodo tenerlo semidesnudo en mi habitación por muy herido o enfermo que esté. Anoche no tuve tiempo siquiera de percatarme de ese pequeño detalle y ahora que lo tengo frente a mi le resta seriedad a la situación. Hago caso omiso a sus primeras palabras que, como no, son una orden-En mi casa decimos "buenos días"...-tomo la camisa del lugar donde se había dejado preparada para él y me doy cuenta de que está arrugada, así que eso indica que ha intentado ponérsela sin éxito. Por mucho que disimule sé que está exahusto. Me acerco a él y sin preguntar paso las mangas por sus brazos, me adelanto lo suficiente para provocar que, de moverse para evitar mi ayuda, el dolor haga su efecto y lo obligue a quedarse quieto-Buenos días Naxel ¿has dormido bien?-no disimulo el tono de burla, una vez paso la tela por sus hombros y comienzo a abrochar los botones. Una vez más me doy cuenta de lo alto que es y lo minúscula que parezco, con mi blusa crema y mi falda perfectamente planchada desentonando con el rostro desancajado que llevo puesto hoy. Debo estar horrible. Alzo la mirada para encontrarme con sus fulminantes ojos, sé que me odia y por lo tanto me da igual lo que pueda pensar de mi a estas alturas, haré lo que tengo que hacer y no hay nada en él que pueda evitarlo. Cuando termino con su camisa me aparto-Vas a desayunar, no puedes decirle que no a unas tortitas. No me mires así Eblan, el desayuno es la parte más importante del día y...-no puedo evitar reírme entre una mezcla de cansancio y divertida malicia, pero al final mi risa de apaga, harta de disimular-Por favor, come algo. Cambiaré tus vendas y podrás irte. No me interesa lo más mínimo retenerte, solo quiero terminar esto de una vez y no volverte a ver en mucho tiempo-me gustaría decir que no parece una súplica pero lo es, estoy tan agotada, tan débil por todo que necesito que haga caso solo por esta vez. No puede estar siempre en mi contra- Supongo que me odias-digo de pronto. Me siento en la cama que aún conserva su calor y de pronto lo único que quiero es acurrucarme allí donde él ha dormido y olvidarme de todo. Inspiro profundamente dos veces y lo observo sin decir nada.
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Re: Angels Fall || Naxel Eblan
La última vez que había pasado la noche junto a ella había sido hacía un par de noches cuando nos habíamos enfrentado a esos lobos, terminando por refugiarnos en mí cabaña y por esa noche, la que había dormido dejándome a mí despierto durante todo el rato hasta que los rayos del sol despuntaron al alba había sido ella. No estaba acostumbrado a dormir con nadie, al menos que yo así lo haya querido, pero sí era cierto que no había llevado nunca a ninguna mujer a la cabaña, solo entraban presas para ser interrogadas y que con el paso del tiempo terminaran muriendo. Ahora, sin embargo, era yo el que había terminado vencido por el cansancio y presa del sueño el que se había pasado la noche durmiendo, por primera vez desde hacía mucho tiempo, había dormido de tirón despertándome cuando el sol ya estaba en lo alto. Solía irme a dormir cuando este comenzaba a asomar por el horizonte, pocas veces me había despertado cuando la luz entraba por la ventana iluminándolo todo con su cálida luz.
Sentía mí cuerpo pesado y demasiado cansado, las pocas horas de sueño que hubiera podido dormir no habían sido suficientes para que el cuerpo pudiera regenerarse de las heridas, de volver a funcionar con normalidad. Esas heridas iban a necesitar algo más que ungüentos y vendas para curarse, tendría que llamar de nuevo a aquel hechicero para que me ayudara a curarlas y que hiciera algo con su poder… me enervaba tener que pedirle algo al hechicero, pues siempre ponía un precio a todo lo que hacía, aunque manteníamos una relación bastante formal y seria se había convertido un poco en la única persona ajena a mí familia con la solía tratar y que, además, me decía las cosas como eran. Claro que el que él me las dijera no era motivo suficiente para que yo le hiciera caso… seguramente, el muy cabrón se iba a jactar con la situación cuando le contara cómo me había hecho aquellas heridas, era demasiado listo como para saber cuando le mentía y quedarme callado no iba a servir de nada, podría hacer que le contara lo que había pasado si él quisiera.
Observar la habitación en la que estaba me recordaba claramente a lo que ella era, solo había luz allá donde miraras. Todos los muebles de su habitación eran blancos que combinaban con el color más claro y pastel de las cortinas y de las sábanas, sábanas donde hacía unos instantes había estado durmiendo. Toda la habitación olía a ella, a esa lavanda a esa lluvia que desprendía su ropa… como si fuera el rocío de la mañana. Una estantería llena de libros, una colección de algo que no podía apreciar bien qué era repartida por la estantería, un arcón blanco a los pies de la cama donde habían varios libros encima, y un tocador lleno de objetos propios de señoritas. Hice un mohín, no veía a Astrid sentada en aquel tocador pintándose, de hecho, jamás la había visto llevar una sola gota de maquillaje.
Negué con la cabeza alejando aquellos pensamientos de mí mente, ¿a mí qué me importaba si se maquillaba o no? Era algo que, en lo que a mí concernía, no tenía valor ninguno. Miré las vendas y las gasas que había cerca de pila y enarqué una ceja, contra todo pronóstico me había llevado a su casa y me había curado, me había dejado dormir cuando no tendría por qué haberlo hecho. Y ahora que no estaba en la habitación, aunque su presencia podía notarse incluso sin estar ella, decidí que era el mejor momento para salir de aquel lugar y marcharme. La casa parecía estar tranquila, si hubiera estado en condiciones saldría por la ventana descendiendo por el árbol que veía justo enfrente, pero ni siquiera me había podido poner la maldita camisa que ahora descansaba arrugada sobre la mecedora… tendría que atravesar la casa y en mí fuero interno rogué porque no se cruzara nadie por mí camino.
Echando un último vistazo a la habitación sintiendo que, de alguna forma, no encajaba con todo lo que el lugar representaba y la firme idea de convicción de que era lo mejor para mí cuanto más lejos estuviera de ella, comencé a andar hacia la puerta a paso lento, costándome y doliendo la espalda por cada tirón que daba al dar un paso. Hijos de puta, los iba a reventar uno a uno cuando los pillara y me encontrara mejor, iba a matar a ese alfa y me iba a recrear con su muerte… por cada uno de los latigazos que latían y escocían en mí espalda, así como los que le había hecho a ella. Justo cuando estaba llegando a la puerta esta se abrió de improvisto dejándome ver a una Astrid quien portaba una bandeja llena de vasos y un plato con… tortitas. El desayuno que Liara y yo solíamos tomar y que me hizo recordarme de ella y de la promesa que le había hecho hacía unas semanas, no quería faltar a mí promesa y mucho menos que pensara que anteponía la caza a ella. Me paré cruzando como pude los brazos sobre el pecho con la clara intención de que me dejara marcharme, pero al ver cómo ella cerraba la puerta con el pie me hizo ver que no iba a poder irme de aquel lugar tan rápido como había venido.
Me di cuenta de que había ahora sus ojos estaban recorriendo mí cuerpo como si intentara buscar algo en él, algún rastro de herida o simplemente comprobar que estaba bien y enarqué una ceja dejando que me escudriñara durante aquellos segundos que sus ojos se pusieron en mí pecho desnudo, únicamente cubierto por los pantalones que me había dejado. Pantalones que me paraban un poco grandes y que marcaban justo por la línea de mí cadera haciendo que se notara el hueso de esta. Su pregunta me hace mirarla con el ceño fruncido, porque estaba más que claro que sí que iba a ir a alguna parte… sino no me habría acercado a la puerta. Tenía la sensación de que Astrid no iba a dejarme marchar así como así, y que aquella bandeja que llevaba en las manos iba a ser el culpable de que no saliera tan rápido de la casa como yo había imaginado.
-Sí, me iba a marchar al lugar al que pertenezco –palabras que llevan un doble sentido aunque no quisiera admitirlo, como si tuviera que repetirme que aquel lugar no era el adecuado para mí. Mis ojos observaron los suyos y vi como dejaba la bandeja a un lado para mirarme, podía notar sus ojos ahora sobre mí rostro donde seguramente tendría mucho peor aspecto que ella, mientras sentía las heridas de la espalda latir de dolor con cada respiración. Sonreí ladino ante su frase y ladeé un poco la cabeza viendo que ahora su mirada se apartaba de mí torso desnudo como si aquello la perturbara, y no pude evitar que aquello en el fondo me divirtiera en sobre manera- ¿Qué pasa Astrid, te molesta que vaya medio desnudo? –Mordí mí labio ante eso siguiendo con mí mirada puesta en ella- ¿O quizás es que te abruma demasiado verme así? Ni que fuera la primera vez que ves a un hombre así… -dejé caer con absoluta malicia viendo su expresión y su respuesta a ello, si era verdad lo que había dicho iba a ser de lo más divertido. Porque podía notar que en cierta forma le ponía nerviosa verme así, y me hizo preguntar si era por que era yo… o porque no estaba acostumbrada a ver a los hombres de esa manera. Bufé ante su respuesta de que en su casa decían buenos días sabiendo que había pasado olímpicamente de mis palabras y del hecho de que quería que se apartara para que me largara, la vi coger la camisa entre sus manos y lo siguiente que hizo fue acercarse a mí con la camisa abierta y… en cuanto quise quitar y apartar mis manos ella ya estaba pasando las mangas por mis muñecas- ¿Qué coño haces, Astrid? –Pregunté intentando moverme mientras ella a mí espalda seguía pasando la camisa ahora sobre el lugar de las heridas y llegar a mí otro brazo, el dolor ante el movimiento brusco de apartarme me hizo sisear y quedarme quieto, frustrado y comenzando a cabrearme en exceso al ver que ella tenía que ponerme aquella maldita camisa, como si fuera un niño pequeño que necesitara la ayudad e su madre para poder vestirse. Mordí mí labio con fuerza casi al punto de llegar a hacerme sangre en los labios y mis manos estaban cerradas en un puño con fuerza. Ella ahora estaba delante de mí abrochando los botones de la camisa y su olor me llegó con más nitidez. El olor a humedad de su pelo, la lavanda de su ropa fue algo que me envolvió mientras ella seguía a lo suyo y casi me dieron ganas de empujarla lejos de mí sino fuera porque la espalda ya me latía y dolía como para hacer movimientos de ese calibre. Ante su pregunta notando el tono de burla que hay tras sus palabras la fulminé con la mirada no sabiendo dónde le veía ella la gracia a todo aquello, ¿qué si había dormido bien? Quitando el hecho de que estaba jodidamente herido y cansado, que no quería admitirlo ni reconocerlo porque eso sería admitir una debilidad a la que me negaba dar crédito y veracidad. Quitando que me había despertado en aquel lugar donde no quería estar, quitando todo eso… sí. La respuesta se formuló en mí cabeza antes de que mis labios se abrieran para responderle, no iba a decirle que era la vez en la que había podido dormir de un tirón sin despertarme cada dos por tres, no iba a admitirlo delante de ella aunque fuera verdad. Cuando sus ojos se alzaron para mirarme tras terminar con los botones mí mirada desprendía esa frialdad y oscuridad tan característica alzando de nuevo una barrera frente a ella, como solía hacer siempre- ¿Qué te hace pensar que he dormido bien? ¿Acaso tú has dormido bien? ¿Has podido conciliar el sueño como cuando nos persiguieron la otra vez? –Pregunté clavando mis ojos sobre ella- Si es así bien por ti, porque no, no he dormido bien –me negaba a decirle la verdad, bastante era con todo lo que había pasado y la batalla interna que había librado por su maldita culpa. Ella decía que le dejaba migas de pan, algo que yo no reconocía que así era, pero no iba a dejarle otro motivo más para que lo pensara.
Ahora es ella quien parece que tiene la situación bajo control porque se aleja hacia la bandeja diciendo que no me iba a ir sin desayunar y que era la comida más importante del día, hacía años que no desayunaba de seguido, las únicas veces que lo había hecho había sido porque Liara me había invitado a su casa y había preparado el desayuno, el resto de los días pasaba directamente de esa comida. Su risa se eleva por la habitación y es lo único que se oye durante los siguientes segundos, pero de pronto cesa mientras yo no me muevo de mí sitio con la clara idea de irme de allí cuanto antes fuera posible. Vuelve a repetir que no va a retenerme, que en cuanto desayunara y cambiara mis vendas me dejaría marchar, ¿dejaría? Iba a marcharme quisiera ella o no, no iba a quedarme allí eternamente y no era precisamente lo que quería. Parece cansada y su voz denota cuánto lo está, quizá tanto como yo aunque no estaba seguro y no me importaba en absoluto saberlo.
Por fin coincidía en algo con ella en todo aquel tiempo que la conocía, por fin había una cosa en la que le daba absolutamente toda la razón, y era que yo tampoco quería verla en mucho tiempo. Mejor si era nunca. No pensaba volver a dejar que se cruzara en mí camino de nuevo visto los efectos que estaba produciendo en ella, no dejaría que nada de aquello se repitiera, yo estaba muy tranquilo y muy cómodo con mi soledad, con mí oscuridad y con las murallas que había erigido durante años en mí vida… como para dejar que ella, una niña, se entrometiera de por medio. Sonreí de lado contento por primera vez con la situación y con sus palabras, me crucé de brazos observándola y guardando aquellas palabras que habían alegrado un poquito el día.
-Por fin hay algo en lo que estamos de acuerdo, cazadora. No volverás a verme de nuevo porque así me aseguraré de que ocurra, en cuanto salga por esa puerta lo último que verás será mí espalda, y yo largándome para nunca más volvernos a ver –mis palabras eran frías y duras, mí tono helado y mis ojos como dos trozos de hielo… tenía que dejárselo claro de una maldita vez por todas. Si había un momento en el que pudiera hacérselo ver era ahora que ella misma había claudicado- Me alegro de que por fin veas la maldita realidad, ya era hora –comenté de forma mordaz. Estoy encantado con el rumbo que ha dado la situación y pensaba aprovecharme de ello si era necesario. Mí mirada la siguió hasta que se sentó en la cama y dijo aquellas palabras que me hicieron reír de forma sarcástica, siendo lo único que se oía en la habitación- ¿Supones? –Enarqué una ceja, si había un momento para rematarla… era aquel- No supongas ángel, te odio. Soy un demonio ¿te has olvidado de eso? Los demonios no hacemos más que tener odio y rencor en nuestro oscuro corazón. No es algo que te venga de sorpresa, ¿o sí? No he dejado de hacerlo desde el momento en el que nos encontramos en aquel callejón, y me da exactamente igual que tú me odies o no… aunque espero que así sea. No quiero nada más que tú odio Astrid, así que guarda y mantén ese sentimiento oscuro que tienes para mí –me giré tras lanzarle una mirada y me fui hacia la bandeja para coger una tortita y darle un mordisco, estaba buena y en verdad tenía algo de hambre, así que no iba a declinar su oferta, cuando terminara me largaría de aquel lugar. Fui a sentarme en la banqueta del tocador e hice una mueca al ver que mí espalda tiraba y dolía al intentar sentarme como si estirara la piel de la espalda. Recordé que dentro de unos días era el recital de Liara y no quería fallarme, algo tendría que hacer para poder asistir y que no pensara que no era importante para mí o que no la apoyaba. Tendría que contactar con Logan cuanto antes aunque seguramente el hechicero aparecería cuando le diera la real gana- Así no puedo ir al recital de Liara… -murmuré en voz baja sin haberme dado cuenta de que lo había dicho en voz alta, el pensamiento había salido de mis labios y no me había dado cuenta pensando qué era lo que podría hacer para solucionar aquello. Unos minutos más y saldría por aquella puerta- Alégrate Astrid –dije para posar mis ojos en ella- en unos minutos me perderás de vista tal y como quieres –sonreí de lado, por una vez en todos aquellos momentos, sabiendo que por una maldita vez… estaba todo de mí parte.
Sentía mí cuerpo pesado y demasiado cansado, las pocas horas de sueño que hubiera podido dormir no habían sido suficientes para que el cuerpo pudiera regenerarse de las heridas, de volver a funcionar con normalidad. Esas heridas iban a necesitar algo más que ungüentos y vendas para curarse, tendría que llamar de nuevo a aquel hechicero para que me ayudara a curarlas y que hiciera algo con su poder… me enervaba tener que pedirle algo al hechicero, pues siempre ponía un precio a todo lo que hacía, aunque manteníamos una relación bastante formal y seria se había convertido un poco en la única persona ajena a mí familia con la solía tratar y que, además, me decía las cosas como eran. Claro que el que él me las dijera no era motivo suficiente para que yo le hiciera caso… seguramente, el muy cabrón se iba a jactar con la situación cuando le contara cómo me había hecho aquellas heridas, era demasiado listo como para saber cuando le mentía y quedarme callado no iba a servir de nada, podría hacer que le contara lo que había pasado si él quisiera.
Observar la habitación en la que estaba me recordaba claramente a lo que ella era, solo había luz allá donde miraras. Todos los muebles de su habitación eran blancos que combinaban con el color más claro y pastel de las cortinas y de las sábanas, sábanas donde hacía unos instantes había estado durmiendo. Toda la habitación olía a ella, a esa lavanda a esa lluvia que desprendía su ropa… como si fuera el rocío de la mañana. Una estantería llena de libros, una colección de algo que no podía apreciar bien qué era repartida por la estantería, un arcón blanco a los pies de la cama donde habían varios libros encima, y un tocador lleno de objetos propios de señoritas. Hice un mohín, no veía a Astrid sentada en aquel tocador pintándose, de hecho, jamás la había visto llevar una sola gota de maquillaje.
Negué con la cabeza alejando aquellos pensamientos de mí mente, ¿a mí qué me importaba si se maquillaba o no? Era algo que, en lo que a mí concernía, no tenía valor ninguno. Miré las vendas y las gasas que había cerca de pila y enarqué una ceja, contra todo pronóstico me había llevado a su casa y me había curado, me había dejado dormir cuando no tendría por qué haberlo hecho. Y ahora que no estaba en la habitación, aunque su presencia podía notarse incluso sin estar ella, decidí que era el mejor momento para salir de aquel lugar y marcharme. La casa parecía estar tranquila, si hubiera estado en condiciones saldría por la ventana descendiendo por el árbol que veía justo enfrente, pero ni siquiera me había podido poner la maldita camisa que ahora descansaba arrugada sobre la mecedora… tendría que atravesar la casa y en mí fuero interno rogué porque no se cruzara nadie por mí camino.
Echando un último vistazo a la habitación sintiendo que, de alguna forma, no encajaba con todo lo que el lugar representaba y la firme idea de convicción de que era lo mejor para mí cuanto más lejos estuviera de ella, comencé a andar hacia la puerta a paso lento, costándome y doliendo la espalda por cada tirón que daba al dar un paso. Hijos de puta, los iba a reventar uno a uno cuando los pillara y me encontrara mejor, iba a matar a ese alfa y me iba a recrear con su muerte… por cada uno de los latigazos que latían y escocían en mí espalda, así como los que le había hecho a ella. Justo cuando estaba llegando a la puerta esta se abrió de improvisto dejándome ver a una Astrid quien portaba una bandeja llena de vasos y un plato con… tortitas. El desayuno que Liara y yo solíamos tomar y que me hizo recordarme de ella y de la promesa que le había hecho hacía unas semanas, no quería faltar a mí promesa y mucho menos que pensara que anteponía la caza a ella. Me paré cruzando como pude los brazos sobre el pecho con la clara intención de que me dejara marcharme, pero al ver cómo ella cerraba la puerta con el pie me hizo ver que no iba a poder irme de aquel lugar tan rápido como había venido.
Me di cuenta de que había ahora sus ojos estaban recorriendo mí cuerpo como si intentara buscar algo en él, algún rastro de herida o simplemente comprobar que estaba bien y enarqué una ceja dejando que me escudriñara durante aquellos segundos que sus ojos se pusieron en mí pecho desnudo, únicamente cubierto por los pantalones que me había dejado. Pantalones que me paraban un poco grandes y que marcaban justo por la línea de mí cadera haciendo que se notara el hueso de esta. Su pregunta me hace mirarla con el ceño fruncido, porque estaba más que claro que sí que iba a ir a alguna parte… sino no me habría acercado a la puerta. Tenía la sensación de que Astrid no iba a dejarme marchar así como así, y que aquella bandeja que llevaba en las manos iba a ser el culpable de que no saliera tan rápido de la casa como yo había imaginado.
-Sí, me iba a marchar al lugar al que pertenezco –palabras que llevan un doble sentido aunque no quisiera admitirlo, como si tuviera que repetirme que aquel lugar no era el adecuado para mí. Mis ojos observaron los suyos y vi como dejaba la bandeja a un lado para mirarme, podía notar sus ojos ahora sobre mí rostro donde seguramente tendría mucho peor aspecto que ella, mientras sentía las heridas de la espalda latir de dolor con cada respiración. Sonreí ladino ante su frase y ladeé un poco la cabeza viendo que ahora su mirada se apartaba de mí torso desnudo como si aquello la perturbara, y no pude evitar que aquello en el fondo me divirtiera en sobre manera- ¿Qué pasa Astrid, te molesta que vaya medio desnudo? –Mordí mí labio ante eso siguiendo con mí mirada puesta en ella- ¿O quizás es que te abruma demasiado verme así? Ni que fuera la primera vez que ves a un hombre así… -dejé caer con absoluta malicia viendo su expresión y su respuesta a ello, si era verdad lo que había dicho iba a ser de lo más divertido. Porque podía notar que en cierta forma le ponía nerviosa verme así, y me hizo preguntar si era por que era yo… o porque no estaba acostumbrada a ver a los hombres de esa manera. Bufé ante su respuesta de que en su casa decían buenos días sabiendo que había pasado olímpicamente de mis palabras y del hecho de que quería que se apartara para que me largara, la vi coger la camisa entre sus manos y lo siguiente que hizo fue acercarse a mí con la camisa abierta y… en cuanto quise quitar y apartar mis manos ella ya estaba pasando las mangas por mis muñecas- ¿Qué coño haces, Astrid? –Pregunté intentando moverme mientras ella a mí espalda seguía pasando la camisa ahora sobre el lugar de las heridas y llegar a mí otro brazo, el dolor ante el movimiento brusco de apartarme me hizo sisear y quedarme quieto, frustrado y comenzando a cabrearme en exceso al ver que ella tenía que ponerme aquella maldita camisa, como si fuera un niño pequeño que necesitara la ayudad e su madre para poder vestirse. Mordí mí labio con fuerza casi al punto de llegar a hacerme sangre en los labios y mis manos estaban cerradas en un puño con fuerza. Ella ahora estaba delante de mí abrochando los botones de la camisa y su olor me llegó con más nitidez. El olor a humedad de su pelo, la lavanda de su ropa fue algo que me envolvió mientras ella seguía a lo suyo y casi me dieron ganas de empujarla lejos de mí sino fuera porque la espalda ya me latía y dolía como para hacer movimientos de ese calibre. Ante su pregunta notando el tono de burla que hay tras sus palabras la fulminé con la mirada no sabiendo dónde le veía ella la gracia a todo aquello, ¿qué si había dormido bien? Quitando el hecho de que estaba jodidamente herido y cansado, que no quería admitirlo ni reconocerlo porque eso sería admitir una debilidad a la que me negaba dar crédito y veracidad. Quitando que me había despertado en aquel lugar donde no quería estar, quitando todo eso… sí. La respuesta se formuló en mí cabeza antes de que mis labios se abrieran para responderle, no iba a decirle que era la vez en la que había podido dormir de un tirón sin despertarme cada dos por tres, no iba a admitirlo delante de ella aunque fuera verdad. Cuando sus ojos se alzaron para mirarme tras terminar con los botones mí mirada desprendía esa frialdad y oscuridad tan característica alzando de nuevo una barrera frente a ella, como solía hacer siempre- ¿Qué te hace pensar que he dormido bien? ¿Acaso tú has dormido bien? ¿Has podido conciliar el sueño como cuando nos persiguieron la otra vez? –Pregunté clavando mis ojos sobre ella- Si es así bien por ti, porque no, no he dormido bien –me negaba a decirle la verdad, bastante era con todo lo que había pasado y la batalla interna que había librado por su maldita culpa. Ella decía que le dejaba migas de pan, algo que yo no reconocía que así era, pero no iba a dejarle otro motivo más para que lo pensara.
Ahora es ella quien parece que tiene la situación bajo control porque se aleja hacia la bandeja diciendo que no me iba a ir sin desayunar y que era la comida más importante del día, hacía años que no desayunaba de seguido, las únicas veces que lo había hecho había sido porque Liara me había invitado a su casa y había preparado el desayuno, el resto de los días pasaba directamente de esa comida. Su risa se eleva por la habitación y es lo único que se oye durante los siguientes segundos, pero de pronto cesa mientras yo no me muevo de mí sitio con la clara idea de irme de allí cuanto antes fuera posible. Vuelve a repetir que no va a retenerme, que en cuanto desayunara y cambiara mis vendas me dejaría marchar, ¿dejaría? Iba a marcharme quisiera ella o no, no iba a quedarme allí eternamente y no era precisamente lo que quería. Parece cansada y su voz denota cuánto lo está, quizá tanto como yo aunque no estaba seguro y no me importaba en absoluto saberlo.
Por fin coincidía en algo con ella en todo aquel tiempo que la conocía, por fin había una cosa en la que le daba absolutamente toda la razón, y era que yo tampoco quería verla en mucho tiempo. Mejor si era nunca. No pensaba volver a dejar que se cruzara en mí camino de nuevo visto los efectos que estaba produciendo en ella, no dejaría que nada de aquello se repitiera, yo estaba muy tranquilo y muy cómodo con mi soledad, con mí oscuridad y con las murallas que había erigido durante años en mí vida… como para dejar que ella, una niña, se entrometiera de por medio. Sonreí de lado contento por primera vez con la situación y con sus palabras, me crucé de brazos observándola y guardando aquellas palabras que habían alegrado un poquito el día.
-Por fin hay algo en lo que estamos de acuerdo, cazadora. No volverás a verme de nuevo porque así me aseguraré de que ocurra, en cuanto salga por esa puerta lo último que verás será mí espalda, y yo largándome para nunca más volvernos a ver –mis palabras eran frías y duras, mí tono helado y mis ojos como dos trozos de hielo… tenía que dejárselo claro de una maldita vez por todas. Si había un momento en el que pudiera hacérselo ver era ahora que ella misma había claudicado- Me alegro de que por fin veas la maldita realidad, ya era hora –comenté de forma mordaz. Estoy encantado con el rumbo que ha dado la situación y pensaba aprovecharme de ello si era necesario. Mí mirada la siguió hasta que se sentó en la cama y dijo aquellas palabras que me hicieron reír de forma sarcástica, siendo lo único que se oía en la habitación- ¿Supones? –Enarqué una ceja, si había un momento para rematarla… era aquel- No supongas ángel, te odio. Soy un demonio ¿te has olvidado de eso? Los demonios no hacemos más que tener odio y rencor en nuestro oscuro corazón. No es algo que te venga de sorpresa, ¿o sí? No he dejado de hacerlo desde el momento en el que nos encontramos en aquel callejón, y me da exactamente igual que tú me odies o no… aunque espero que así sea. No quiero nada más que tú odio Astrid, así que guarda y mantén ese sentimiento oscuro que tienes para mí –me giré tras lanzarle una mirada y me fui hacia la bandeja para coger una tortita y darle un mordisco, estaba buena y en verdad tenía algo de hambre, así que no iba a declinar su oferta, cuando terminara me largaría de aquel lugar. Fui a sentarme en la banqueta del tocador e hice una mueca al ver que mí espalda tiraba y dolía al intentar sentarme como si estirara la piel de la espalda. Recordé que dentro de unos días era el recital de Liara y no quería fallarme, algo tendría que hacer para poder asistir y que no pensara que no era importante para mí o que no la apoyaba. Tendría que contactar con Logan cuanto antes aunque seguramente el hechicero aparecería cuando le diera la real gana- Así no puedo ir al recital de Liara… -murmuré en voz baja sin haberme dado cuenta de que lo había dicho en voz alta, el pensamiento había salido de mis labios y no me había dado cuenta pensando qué era lo que podría hacer para solucionar aquello. Unos minutos más y saldría por aquella puerta- Alégrate Astrid –dije para posar mis ojos en ella- en unos minutos me perderás de vista tal y como quieres –sonreí de lado, por una vez en todos aquellos momentos, sabiendo que por una maldita vez… estaba todo de mí parte.
Naxel Eblan- Cazador Clase Media
- Mensajes : 235
Fecha de inscripción : 28/02/2016
Re: Angels Fall || Naxel Eblan
Mantengo la mirada sobre él aún con el calor de su torso en la punta de mis dedos. No negaré que muy en el fondo encuentro divertida la situación, es la primera vez que no es capaz de oponerse a mi y, aunque su lengua siga igual de afilada, está claro que incluso esta leve conversación le requiere esfuerzos. Alzo una ceja mientras cruzo los brazos, las sábanas están cálidas y no consigo quitarme la necesidad de querer tumbarme sobre ellas. Parece que mi última petición lo complace y no tarda en dejar claro que está totalmente de acuerdo en poner distancia entre nosotros, al momento voy a añadir algo pero no quiere notarlo.
"No supongas, ángel, te odio".
Bien, gracias por la aclaración. Ni siquiera habrían hecho falta palabras porque su mirada lo dice todo. Es totalmente contradictorio, he visto en esos ojos resquicios de calidez, de una nostalgia enterrada, he visto una lucha interna y yo reflejada en ellos, sin embargo en los mismos siempre encuentro el doble de odio descorazonado. Que me llame ángel solo empeora las cosas. Aferro las sábanas mientras sus palabras impregnan las paredes de mi habitación. Dice que los demonios solo tienen rencor en su corazón.
-Ah ¿pero tienes corazón?-digo, más por inercia que queriendo. Desvío la mirada al tocador donde veo a Naxel reflejado en el espejo y de repente desearía poder romperlo mientras rezo porque no haya oído lo que he dicho. A veces cuando escucho su voz siento que hay mucho más de lo que dice detrás de sus palabras, a medida que habla su tono se va tornando oscuro pese a que la sonrisa ladina no abandona su rostro. Puedo rebatirlo y responderle que no le odio aunque fuese una mentira a medias, puedo combartir todo lo que está diciendo pero eso implicaría empezar la lucha eterna entre ambos. Suspiro de forma entrecortada y bajo la vista hasta mis manos. Estoy agotada, solo quiero un poco de silencio y, quizás, una tregua. Cuando coge una de las tortitas sonrío internamente porque de alguna forma me he salido con la mía. Me levanto más rápido de lo que debería y el relámpago de dolor que recorre mi espalda me roba el color de la cara, siento que me pongo pálida al instante pero procuro girarme de forma casual para evitar que pueda notarse. Tomo el plato donde reposan las tortitas aún humeantes y camino hacia él-Todas-dejo el plato en el tocador frente a él con firmeza y me quedo donde estoy. Le queda un bocado para terminar la tortita que tiene en la mano y en un arrebato infantil se lo quito y me lo llevo a la boca- ¿Quién es Liara?-juro que es una pregunta inocente ya que el hecho de que haya nombrado algo externo a la caza me descoloca. Es sin duda la primera y tal vez la última vez que escuche algo parecido, Naxel no parece el tipo de persona que comete el mismo error dos veces, por lo tanto necesito indagar todo lo que pueda. Solo noto que me muerdo el labio cuando comienza a doler, hay tantas cosas que me desconciertan de él que me da migrañas. Aún con mi mirada perdida en su reflejo intento averiguar qué clase de expresión se supone que es la que viste su rostro ahora. Cuando más me rechaza más me acerco, cuanto más esconde más tengo por descubrir.
Vuelvo en mí cuando pronuncia su última frase y por la sonrisa que muestra de pronto podría decir que está deseando no volver a verme. ¿Por qué eso me hace sentir tan frustrada?
-Debes tener poca fe en el destino para creer que no volveremos a cruzarnos, Nax. De hecho, creo que eres demasiado iluso como para pensar que saldrás de aquí y no volverás a verme-me apoyo sobre el tocador ya que no aguanto tanto como quisiera de pie y evito la mueca de dolor- ¿Realmente te lo crees?-noto que en mi voz comienza a apreciarse cierta irritación y lo mejor sería levantarme y alejarme un poco de él o intentar por todos los medios no estampar mi mano sobre su sonrisa. Estamos cerca, tanto que puedo contar sus pestañas y ver lo oscuras que son sus ojeras-Te guste o no hemos dado nuestras vidas por el otro, has estado a punto de morir por mi, te has intercambiado por mi aún cuando se supone que me odias, y eso querido, no es algo que se haga a la ligera o se olvide fácilmente. He pasado las horas curando tus heridas y velando por tu sueño, te he abierto las puertas de mi hogar y mi gente aún cuando eso implica traer el peligro a mi puerta-estoy de pie frente a él, lo miro desde lo alto con los ojos envueltos en fuego. Puedo leer por su expresión que no se esperaba este ataque. Si sirve de consuelo, ni si quiera yo. Prefiero sellar mis labios, de verdad que no quiero seguir, pero no consigo parar-Oh, ¿pensabas que lograrías irte sin haberme escuchado? Porque verás, Naxel Eblan, resulta que no eres el único que tiene cosas que decir. Desde que te conozco no haces más que hablar de venganza, sangre y muerte. Solo dices no, no, no y no. ¿Es tan dificil entender que quizás solo por una vez estaría bien que dijeses "gracias"? Demonio hipócrita-baja la voz Astrid, me digo, manten la calma. Mi pecho sube y baja y no consigo respirar de forma pausada, me llevo una mano a la boca en un intento vano por sofocar todas las palabras. No sé qué me ocurre ni porqué he dicho todo esto de forma tan repentina, simplemente estoy llegando a mi límite-Eres... eres... no me he rendido contigo, Nax.
Vuelvo a apoyarme sobre el tocador sin siquiera atreverme a mirarlo, si quiere huir este es el momento porque después de lo que he dicho es lo único que puede hacer. Ni siquiera yo me creo mis propias palabras porque, si Naxel quiere desaparecer de mi vista, está claro que solo él puede hacerlo. Me muerdo el interior de la muñeca para contenerme. Siento la espalda arder y me siento egoísta pensando en mi dolor cuando sé de primera mano que sus heridas son mucho más graves. Deshago el impulso de llevarme las manos a la espalda para comprobar si mi blusa está manchada en sangre pero, no sé cómo, sé que es así. Siento la humedad de las vendas.
-¿Y bien?-digo sin más, sé que no me va a responder pero solo necesito borrar de alguna manera todo lo que acabo de soltar. Siento un nudo en la garganta-¿Quien es Liara?
"No supongas, ángel, te odio".
Bien, gracias por la aclaración. Ni siquiera habrían hecho falta palabras porque su mirada lo dice todo. Es totalmente contradictorio, he visto en esos ojos resquicios de calidez, de una nostalgia enterrada, he visto una lucha interna y yo reflejada en ellos, sin embargo en los mismos siempre encuentro el doble de odio descorazonado. Que me llame ángel solo empeora las cosas. Aferro las sábanas mientras sus palabras impregnan las paredes de mi habitación. Dice que los demonios solo tienen rencor en su corazón.
-Ah ¿pero tienes corazón?-digo, más por inercia que queriendo. Desvío la mirada al tocador donde veo a Naxel reflejado en el espejo y de repente desearía poder romperlo mientras rezo porque no haya oído lo que he dicho. A veces cuando escucho su voz siento que hay mucho más de lo que dice detrás de sus palabras, a medida que habla su tono se va tornando oscuro pese a que la sonrisa ladina no abandona su rostro. Puedo rebatirlo y responderle que no le odio aunque fuese una mentira a medias, puedo combartir todo lo que está diciendo pero eso implicaría empezar la lucha eterna entre ambos. Suspiro de forma entrecortada y bajo la vista hasta mis manos. Estoy agotada, solo quiero un poco de silencio y, quizás, una tregua. Cuando coge una de las tortitas sonrío internamente porque de alguna forma me he salido con la mía. Me levanto más rápido de lo que debería y el relámpago de dolor que recorre mi espalda me roba el color de la cara, siento que me pongo pálida al instante pero procuro girarme de forma casual para evitar que pueda notarse. Tomo el plato donde reposan las tortitas aún humeantes y camino hacia él-Todas-dejo el plato en el tocador frente a él con firmeza y me quedo donde estoy. Le queda un bocado para terminar la tortita que tiene en la mano y en un arrebato infantil se lo quito y me lo llevo a la boca- ¿Quién es Liara?-juro que es una pregunta inocente ya que el hecho de que haya nombrado algo externo a la caza me descoloca. Es sin duda la primera y tal vez la última vez que escuche algo parecido, Naxel no parece el tipo de persona que comete el mismo error dos veces, por lo tanto necesito indagar todo lo que pueda. Solo noto que me muerdo el labio cuando comienza a doler, hay tantas cosas que me desconciertan de él que me da migrañas. Aún con mi mirada perdida en su reflejo intento averiguar qué clase de expresión se supone que es la que viste su rostro ahora. Cuando más me rechaza más me acerco, cuanto más esconde más tengo por descubrir.
Vuelvo en mí cuando pronuncia su última frase y por la sonrisa que muestra de pronto podría decir que está deseando no volver a verme. ¿Por qué eso me hace sentir tan frustrada?
-Debes tener poca fe en el destino para creer que no volveremos a cruzarnos, Nax. De hecho, creo que eres demasiado iluso como para pensar que saldrás de aquí y no volverás a verme-me apoyo sobre el tocador ya que no aguanto tanto como quisiera de pie y evito la mueca de dolor- ¿Realmente te lo crees?-noto que en mi voz comienza a apreciarse cierta irritación y lo mejor sería levantarme y alejarme un poco de él o intentar por todos los medios no estampar mi mano sobre su sonrisa. Estamos cerca, tanto que puedo contar sus pestañas y ver lo oscuras que son sus ojeras-Te guste o no hemos dado nuestras vidas por el otro, has estado a punto de morir por mi, te has intercambiado por mi aún cuando se supone que me odias, y eso querido, no es algo que se haga a la ligera o se olvide fácilmente. He pasado las horas curando tus heridas y velando por tu sueño, te he abierto las puertas de mi hogar y mi gente aún cuando eso implica traer el peligro a mi puerta-estoy de pie frente a él, lo miro desde lo alto con los ojos envueltos en fuego. Puedo leer por su expresión que no se esperaba este ataque. Si sirve de consuelo, ni si quiera yo. Prefiero sellar mis labios, de verdad que no quiero seguir, pero no consigo parar-Oh, ¿pensabas que lograrías irte sin haberme escuchado? Porque verás, Naxel Eblan, resulta que no eres el único que tiene cosas que decir. Desde que te conozco no haces más que hablar de venganza, sangre y muerte. Solo dices no, no, no y no. ¿Es tan dificil entender que quizás solo por una vez estaría bien que dijeses "gracias"? Demonio hipócrita-baja la voz Astrid, me digo, manten la calma. Mi pecho sube y baja y no consigo respirar de forma pausada, me llevo una mano a la boca en un intento vano por sofocar todas las palabras. No sé qué me ocurre ni porqué he dicho todo esto de forma tan repentina, simplemente estoy llegando a mi límite-Eres... eres... no me he rendido contigo, Nax.
Vuelvo a apoyarme sobre el tocador sin siquiera atreverme a mirarlo, si quiere huir este es el momento porque después de lo que he dicho es lo único que puede hacer. Ni siquiera yo me creo mis propias palabras porque, si Naxel quiere desaparecer de mi vista, está claro que solo él puede hacerlo. Me muerdo el interior de la muñeca para contenerme. Siento la espalda arder y me siento egoísta pensando en mi dolor cuando sé de primera mano que sus heridas son mucho más graves. Deshago el impulso de llevarme las manos a la espalda para comprobar si mi blusa está manchada en sangre pero, no sé cómo, sé que es así. Siento la humedad de las vendas.
-¿Y bien?-digo sin más, sé que no me va a responder pero solo necesito borrar de alguna manera todo lo que acabo de soltar. Siento un nudo en la garganta-¿Quien es Liara?
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 01/01/2016
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Re: Angels Fall || Naxel Eblan
No estaba del todo seguro como es que todavía estoy en aquella habitación y no había hecho nada por irme, debería de largarme de aquel lugar, de aquella casa, desprenderme de alguna forma del olor que ahora impregnaba mí piel y que me recordaba a ella sin poder evitarlo, pero sobre todo… debería de alejarme de ella. Es la principal fuente y causa del motivo por el que ahora mismo me encuentro en esa habitación, nada podía hacer sobre el hecho de que prefería estar en mí cabaña, más tranquilo, más seguro de lo que quizás pudiera llegar a sentirme en aquella habitación, una habitación en la que yo no encajo para nada. Mirara donde mirara no veía más que luz a mí alrededor y que de alguna forma se traspasaba a la luz que Astrid desprendía y que siempre había visto. Su olor estaba impregnado por toda la habitación y ahora yo mismo olía a ella… motivo más que suficiente para querer salir de allí, no sabía por qué, pero me estaba comenzando a asfixiar un poco con todo aquello, como si de alguna forma traspasara unas barreras que durante toda mí vida había impuesto y no podía dejar que eso pasara.
Pero ella de nuevo había interpuesto mí salida y mí escape, no podía hacer mucho dado en el estado en el que estaba y por más que le había casi regañado por el hecho de que me pusiera la camisa parecía que no me hacía caso. Estaba en su casa, en su territorio y ahora me gustara o no parecía que era ella quien llevaba la batuta y mandaba, no podía evitar dejar de pensar que ese era otro motivo más por el que tendría que irme de allí pero al parecer, al ángel misericordioso no se le había ocurrido otra genial idea que prepararme el desayuno y había tenido la gran desfachatez de que hasta que no lo terminara no saldría por aquella puerta. Me había sentado en la banqueta del tocador y encima de esta había dejado la bandeja mientras ella sentada en la cama me miraba como si esperara que empezara a comer.
No pude evitar responder a sus palabras, era un acto reflejo en el que quería dejarle claro de una vez por todas que no había nada bueno en mí, no había luces, todo era una absoluta oscuridad que lo arrasaba todo a su paso, consumiéndolo, destruyéndolo… pero ella tenía que creer que no, que no era así y que de alguna forma tenía salvación. Por más que le dijera que no la tenía y que no la quería parecía hacer oídos sordos. Pude sentir su mirada puesta en mí cuando le dije que no supusiera que la odiaba; la odiaba. Por muchos sentidos, por muchos aspectos que ella no entendería y que nunca debería de entender puesto que decírselos solo aumentarían sus ganas y su afán por querer poner algo de luz en mí completa oscuridad. Acabaría engullida por ella, algo que debía de saber, no era fácil vencer a la oscuridad y esta acabaría por llegar hasta ella… y por mucho que intentara que eso no pasara, aunque no sabía por qué… ella se empeñaba.
Enarqué una ceja cuando me preguntó si tenía corazón, lo había dicho en voz baja más bien como una pregunta hecha hacia ella misma que no necesitó de respuesta, aunque mí sonrisa ladeada era toda respuesta cuanto necesitaba. Sí, tenía corazón…. Pero era oscuro, peligroso, frío y estaba acorazado por más frialdad. No quise entrar en ese detalle mientras ella seguía sentada en la misma cama, justo sobre donde había dormido yo, para ver como jugaba con sus manos y luego se levantaba para dejar el plato de tortitas recién hechas a mí lado, en el tocador. La miré soltando una leve risa ante su palabra de “todas”, como si fuera mí madre que me obligara a tomar el desayuno. Hacía demasiado tiempo que nadie me imponía lo que debía de comer y cuánto, así que aquello hizo que de alguna forma la fulminara con la mirada pasando mí vista del plato a ella, aún con la sonrisa ladina tras mis palabras de que se alegrara.
-¿En serio, Astrid? ¿Ahora eres mí madre? –Pregunté con tono burlón mientras ella se quedaba en pie delante de mí, observándome sin apartar su mirada de la mía. Lancé un suspiro frustrado totalmente por aquello pero pensé que, cuanto antes comenzara, antes terminaría y me iría de aquella casa para desaparecer por siempre de su vista y de su vida. Jamás volveríamos a cruzar caminos porque así intentaría que fuera, así es como debía de ser. Cuanto más lejos de mí mejor. Cogí una de las tortitas y comencé a comerla bajo su atenta mirada, no lo dije pero si es cierto que tras la batalla de anoche y la pérdida de sangre estaba hambriento, no era algo que fuera a decírselo así que comencé a comer sin decir nada. Me movía mejor sobre un silencio que para mí nunca eran incómodos sino todo lo contrario, me sentía bastante a gusto con ellos.
Pero parecía que ella no estaba dispuesta a dejar que desayunara en silencio, me quitó el último trozo que tenía de esa tortita de las manos y subí mí vista frunciendo el ceño al ver que se la comía como si fuera un arrebato de niña pequeña. Por un momento me recordó a Liara cuando era pequeña y desayunábamos tortitas, la última vez que había estado en su casa me había quedado a dormir y había preparado el desayuno haciendo también tortitas, de pequeña le gustaba quitármelas para comerse ella trozos que había dejado partidos en el plato. Y como si hubiera sido capaz de leer mí mente… lanzó aquella pregunta que me dejó estático durante unos segundos sin saber muy bien por qué había aparecido el nombre de mí hermana saliendo de sus labios. ¿Había hablado en voz alta? Me maldije a mí mismo cien veces por haber sido tan estúpido como para mentarla en voz alta, ahora la tendría curioseando sobre quien era Liara y me daba la sensación de que, con lo pesada que era en ciertos temas… no pararía hasta que se lo dijera.
-Nadie que deba importarte –dije zanjando así el asunto de Liara, me negaba en rotundo a decirle algo sobre mí hermana, no quería que profundizara más en mí o en mí vida y darle ese dato sin duda sería hacer precisamente eso: que profundizara. La quería fuera, no dentro así que me negaba en rotundo a decirle algo sobre ella o que pudiera darle alguna pista de mí vida privada. Parecía que su mirada ahora estaba perdida en algún punto o en algún momento mientras veo cómo se muerde el labio inferior, ese mismo que ya he mordido un par de veces y me centro en terminar de desayunar para largarme cuanto antes, no sea que se le ocurriera cualquier cosa mientras duraba todo ese tiempo el desayuno. No sabía por qué tenía esa cara puesta pero debía de alegrarse porque por fin iba a salir de su vida, ¿acaso no es lo que quería? ¿No es lo que me había dicho varias veces? Pues se iba a cumplir, debía de estar alegre por ello sin embargo sus palabras me hacen levantar mis ojos hacia los suyos cuando de nuevo comienza a hablar.
¿Destino? ¿Sabía ella acaso lo que era el destino? Por azares de este habían cruzado nuestros caminos, oh, la diosa perra del destino sin duda se estaría riendo de mí ahora mismo, en ese preciso momento, en el que aquella mujer me daba a entender que era un necio si creía que no nos volveríamos a ver. El destino nunca estaba de mí parte, la suerte tampoco y aunque quería pensar que así era, algo en el fondo de mí me dijo que ella tenía razón… claro que, una cosa era pensarlo y otra muy diferente darle la razón para reafirmar sus palabras. Fruncí el ceño notando la irritación de su voz como si hubiera algo en sus palabras que no pudiera evitar que pasara, o dejara de pasar. ¿Qué mierda le pasaba? No la entendía para nada, no entendía por qué le molestaba que no volviera a verme, era lo que había querido desde la noche en que nos encontramos y yo gustoso se lo iba a conceder y ahora… ahora me salía con aquello.
Se había sentado sobre el tocador y estábamos tan cerca que apenas me bastaba estirar un poco el brazo para que mí mano pudiera rozar su rostro, podía ver las marcas de mis manos que le habían dejado huella de cuando la cogí del cuello, y aunque no tuviera las fuerzas suficientes como en ese momento, quise llevarlas de nuevo allí. No eran unas marcas demasiado visibles, pero yo sí podía verlas fruto de la cercanía. Podía notar el leve aliento que chocaba contra mí pese a que ella estaba en una posición superior, estamos tan cerca que mis manos arden ante el hecho de que quiero acallarla y no puedo. Sus palabras se van sucediendo una tras otra, como en carrerilla como si ni ella misma pudiera dejar de hablar con sus ojos fijos en los míos. Como un tsunami va soltando todo por su boca y yo lo único que puedo hacer en ese momento es escucharla aunque mis manos queman y pican por callarla, por pararla.
-No te he pedido nada de todo esto, no te pedí que me curaras –comento con la voz tensa apretando los dientes, cerrando mis manos en sendos puños conteniendo la rabia que me recorrer el cuerpo. Odio cada una de sus palabras, y no me paro a pensar demasiado en ellas o tendríamos un serio problema, ahí, ahora. Está delante de mí y su expresión y sus ojos se tornan fuego, decidida a seguir con aquello aunque algo me decía que quería parar y no podía, como si hubiera estallado de repente y la bomba ahora me estuviera estallando a mí. Enarqué una ceja ante la mención de mí nombre completo alegando que ella también tenía cosas que decir, como si no pudiera acallarlo más y aunque quiero que se calle, prefiero que lo diga porque eso solo hace que su oído se retroalimente, crezca sin que ella misma se de cuenta de ello y en parte… hasta me beneficia. Sonreí de lado sin poder evitarlo cuando me llama demonio hipócrita, es lo que soy y no me avergüenza para nada, ya iba siendo hora de que se enterara de ello.
No, no sabía decir gracias y estaba más que claro… lo que había pasado aquella noche jamás se iba a repetir de nuevo porque no iba a dejar que volviera a suceder, no podía, no debía. Solo cuando intenta decirme que es lo que soy, esperando que me diga que soy el demonio que ya le he dicho que era pero que quería que lo confirmara de sus palabras… solo en ese momento es cuando algo hace click en mí interior, algo se quiebra, algo se rompe y no puedo contenerme. Sus palabras de que no se ha rendido conmigo son las que me encienden, las que me enfurecen, las que me hacen mirarla con furia en los ojos, con hielo en ellos mientras levantaba y alzaba de nuevo las murallas entorno a todo lo que soy, a esa coraza que por años ha estado rodeándome y que ella quería derribar. No debía dejar que lo hiciera. Sin importarme las heridas, dejando el plato sobre el tocador me levanto aún cuando eso me produce dolor en la espalda y un tirón como si un látigo volviera a estrellarse contra mí espalda hace que gruña en pie, cerca de ella, para alzar mí mano y enredarla en su pelo suelto, cerrando la palma en un puño aún con sus cabellos entre ellos ejerciendo la justa presión para que su rostro se hiciera hacia atrás y tensara su cuello, cerniéndome sobre su rostro como el diablo y el demonio que era.
-¡Cállate! –Rugí para que se callara de una maldita vez- No sé decir gracias porque no conozco esa palabra, y “no” es lo que más vas a obtener de mí por mucho que insistas, por mucho que quieras –estaba cabreado, enfadado y la rabia recorría mí cuerpo al volver de nuevo a decirme aquello de que no se había rendido, había utilizado ese término de mí nombre que me hacía quedarme observándola durante unos segundos dejando que mí respiración chocara contra su rostro, obnubilado por su calor, por la cercanía que desprendía… confundiendo a la bestia y al monstruo que dormitaba en mí interior, como si fuera un bálsamo. Eso me hizo soltar otro gruñido pasando ahora las yemas de mí otra mano por su cuello, por las marcas que tenía de mis manos- Olvídame, Astrid, será lo mejor para ti. Deberías de rendirte porque solo te vas a dar de bruces contra una pared de hielo, un muro inquebrantable e infranqueable que he erigido durante años para que nadie pase, para que nadie entre… y tú no vas a ser la primera que lo haga, ni que lo rompa. No te dejaré, no olvides que estás jugando con un demonio que no tiene corazón, que este está muerto y que es frío y oscuro… no olvides que puedo matate si así lo deseara, ¿quién me lo impediría de quererlo? –Mí respiración chocaba con la suya mientras el dedo se paseaba libremente por el cuello- Ya estuve a punto de matarte esta noche, ¿lo recuerdas? –Mí tono era bajo, frío, afiliado como cuchillas- No podrás llegar hasta mí porque no te dejaré, no lograrás tú objetivo porque antes caerás sucumbida por la oscuridad, los demonios tenemos muchos trucos para hacer que los ángeles, puros y bellos, caigan en las trampas más viles hasta condenarlos a una vida de eterna oscuridad. Y cuando eso pase… ya no podrás evitarlo, vagarás en la oscuridad como vago yo –mí dedo subió entonces hasta su labio inferior separándolo de forma lenta del superior- mas, si eso es lo que quieres… entonces adelante. Pero luego no quiero escuchar que has caído en la oscuridad, no me culpes a mí por ello porque la trampa del demonio no te hará caer, a menos que ya estés mordiendo el anzuelo del diablo –y como para darle sentido a mis palabras, me incliné sobre ella para dejar un mordisco en su labio inferior sin quitar mis ojos de los suyos, presionando mis dientes en el labio inferior para luego soltarlo, dejar mí aliento sobre los suyos y soltarla del todo para volver a sentarme y seguir con las tortitas como si aquello no hubiera pasado, aunque mí amenaza había sido totalmente palpable.
Se vuelve a sentar sobre el tocador mientras yo ataco la segunda tortita en silencio tras nuestras palabras, esperaba que ahora le quedara en claro lo que pasaría si quería llegar hasta mí aunque yo seguía sin querer que lo hiciera, por eso pondría distancia, por eso sería la última vez que me viera en su vida, en cuanto saliera por la puerta y me encaminara a mí casa Astrid quedaría borrada de mi mente, de mí memoria y de mí vida. No había discusión o debate sobre ello, aunque sabía muy en el fondo que el destino se iba a volver a reír de mí y como siempre prepararía una partida de ajedrez en donde aquella dama que era ella se cruzaría por mí camino. Alcé mí mirada a la suya y lancé un suspiro, frustrado, al seguir preguntándome quién era Liara. Podría no contestarle pero algo me hacía saber que de no hacerlo no pararía ni cejaría en su empeño.
-Es mí hermana –dije sin más terminando de comer la tortita que me faltaba, si había dicho en alto lo que pensaba que había dicho habría nombrado algo más que su nombre- Es lo único que me queda de mí familia, no quiere dedicarse a la caza y yo jamás dejaría que lo hiciera. Le prometí que iría al recital de piano que tiene dentro de una semana, y al que me voy a ver jodido para ir porque no pienso fallarle –le lancé una mirada como si ella tuviera parte de culpa de que yo estuviera así- ¿Contenta, o quieres saber alguna otra cosa más? –Pregunté con tono burlón mientras terminaba de comerme las tortitas que había en el plato, jodidamente cabreado por haber revelado algo más de mí y de mí familia y esperando que su curiosidad no fuera más allá y se quedara en simplemente eso.
Pero ella de nuevo había interpuesto mí salida y mí escape, no podía hacer mucho dado en el estado en el que estaba y por más que le había casi regañado por el hecho de que me pusiera la camisa parecía que no me hacía caso. Estaba en su casa, en su territorio y ahora me gustara o no parecía que era ella quien llevaba la batuta y mandaba, no podía evitar dejar de pensar que ese era otro motivo más por el que tendría que irme de allí pero al parecer, al ángel misericordioso no se le había ocurrido otra genial idea que prepararme el desayuno y había tenido la gran desfachatez de que hasta que no lo terminara no saldría por aquella puerta. Me había sentado en la banqueta del tocador y encima de esta había dejado la bandeja mientras ella sentada en la cama me miraba como si esperara que empezara a comer.
No pude evitar responder a sus palabras, era un acto reflejo en el que quería dejarle claro de una vez por todas que no había nada bueno en mí, no había luces, todo era una absoluta oscuridad que lo arrasaba todo a su paso, consumiéndolo, destruyéndolo… pero ella tenía que creer que no, que no era así y que de alguna forma tenía salvación. Por más que le dijera que no la tenía y que no la quería parecía hacer oídos sordos. Pude sentir su mirada puesta en mí cuando le dije que no supusiera que la odiaba; la odiaba. Por muchos sentidos, por muchos aspectos que ella no entendería y que nunca debería de entender puesto que decírselos solo aumentarían sus ganas y su afán por querer poner algo de luz en mí completa oscuridad. Acabaría engullida por ella, algo que debía de saber, no era fácil vencer a la oscuridad y esta acabaría por llegar hasta ella… y por mucho que intentara que eso no pasara, aunque no sabía por qué… ella se empeñaba.
Enarqué una ceja cuando me preguntó si tenía corazón, lo había dicho en voz baja más bien como una pregunta hecha hacia ella misma que no necesitó de respuesta, aunque mí sonrisa ladeada era toda respuesta cuanto necesitaba. Sí, tenía corazón…. Pero era oscuro, peligroso, frío y estaba acorazado por más frialdad. No quise entrar en ese detalle mientras ella seguía sentada en la misma cama, justo sobre donde había dormido yo, para ver como jugaba con sus manos y luego se levantaba para dejar el plato de tortitas recién hechas a mí lado, en el tocador. La miré soltando una leve risa ante su palabra de “todas”, como si fuera mí madre que me obligara a tomar el desayuno. Hacía demasiado tiempo que nadie me imponía lo que debía de comer y cuánto, así que aquello hizo que de alguna forma la fulminara con la mirada pasando mí vista del plato a ella, aún con la sonrisa ladina tras mis palabras de que se alegrara.
-¿En serio, Astrid? ¿Ahora eres mí madre? –Pregunté con tono burlón mientras ella se quedaba en pie delante de mí, observándome sin apartar su mirada de la mía. Lancé un suspiro frustrado totalmente por aquello pero pensé que, cuanto antes comenzara, antes terminaría y me iría de aquella casa para desaparecer por siempre de su vista y de su vida. Jamás volveríamos a cruzar caminos porque así intentaría que fuera, así es como debía de ser. Cuanto más lejos de mí mejor. Cogí una de las tortitas y comencé a comerla bajo su atenta mirada, no lo dije pero si es cierto que tras la batalla de anoche y la pérdida de sangre estaba hambriento, no era algo que fuera a decírselo así que comencé a comer sin decir nada. Me movía mejor sobre un silencio que para mí nunca eran incómodos sino todo lo contrario, me sentía bastante a gusto con ellos.
Pero parecía que ella no estaba dispuesta a dejar que desayunara en silencio, me quitó el último trozo que tenía de esa tortita de las manos y subí mí vista frunciendo el ceño al ver que se la comía como si fuera un arrebato de niña pequeña. Por un momento me recordó a Liara cuando era pequeña y desayunábamos tortitas, la última vez que había estado en su casa me había quedado a dormir y había preparado el desayuno haciendo también tortitas, de pequeña le gustaba quitármelas para comerse ella trozos que había dejado partidos en el plato. Y como si hubiera sido capaz de leer mí mente… lanzó aquella pregunta que me dejó estático durante unos segundos sin saber muy bien por qué había aparecido el nombre de mí hermana saliendo de sus labios. ¿Había hablado en voz alta? Me maldije a mí mismo cien veces por haber sido tan estúpido como para mentarla en voz alta, ahora la tendría curioseando sobre quien era Liara y me daba la sensación de que, con lo pesada que era en ciertos temas… no pararía hasta que se lo dijera.
-Nadie que deba importarte –dije zanjando así el asunto de Liara, me negaba en rotundo a decirle algo sobre mí hermana, no quería que profundizara más en mí o en mí vida y darle ese dato sin duda sería hacer precisamente eso: que profundizara. La quería fuera, no dentro así que me negaba en rotundo a decirle algo sobre ella o que pudiera darle alguna pista de mí vida privada. Parecía que su mirada ahora estaba perdida en algún punto o en algún momento mientras veo cómo se muerde el labio inferior, ese mismo que ya he mordido un par de veces y me centro en terminar de desayunar para largarme cuanto antes, no sea que se le ocurriera cualquier cosa mientras duraba todo ese tiempo el desayuno. No sabía por qué tenía esa cara puesta pero debía de alegrarse porque por fin iba a salir de su vida, ¿acaso no es lo que quería? ¿No es lo que me había dicho varias veces? Pues se iba a cumplir, debía de estar alegre por ello sin embargo sus palabras me hacen levantar mis ojos hacia los suyos cuando de nuevo comienza a hablar.
¿Destino? ¿Sabía ella acaso lo que era el destino? Por azares de este habían cruzado nuestros caminos, oh, la diosa perra del destino sin duda se estaría riendo de mí ahora mismo, en ese preciso momento, en el que aquella mujer me daba a entender que era un necio si creía que no nos volveríamos a ver. El destino nunca estaba de mí parte, la suerte tampoco y aunque quería pensar que así era, algo en el fondo de mí me dijo que ella tenía razón… claro que, una cosa era pensarlo y otra muy diferente darle la razón para reafirmar sus palabras. Fruncí el ceño notando la irritación de su voz como si hubiera algo en sus palabras que no pudiera evitar que pasara, o dejara de pasar. ¿Qué mierda le pasaba? No la entendía para nada, no entendía por qué le molestaba que no volviera a verme, era lo que había querido desde la noche en que nos encontramos y yo gustoso se lo iba a conceder y ahora… ahora me salía con aquello.
Se había sentado sobre el tocador y estábamos tan cerca que apenas me bastaba estirar un poco el brazo para que mí mano pudiera rozar su rostro, podía ver las marcas de mis manos que le habían dejado huella de cuando la cogí del cuello, y aunque no tuviera las fuerzas suficientes como en ese momento, quise llevarlas de nuevo allí. No eran unas marcas demasiado visibles, pero yo sí podía verlas fruto de la cercanía. Podía notar el leve aliento que chocaba contra mí pese a que ella estaba en una posición superior, estamos tan cerca que mis manos arden ante el hecho de que quiero acallarla y no puedo. Sus palabras se van sucediendo una tras otra, como en carrerilla como si ni ella misma pudiera dejar de hablar con sus ojos fijos en los míos. Como un tsunami va soltando todo por su boca y yo lo único que puedo hacer en ese momento es escucharla aunque mis manos queman y pican por callarla, por pararla.
-No te he pedido nada de todo esto, no te pedí que me curaras –comento con la voz tensa apretando los dientes, cerrando mis manos en sendos puños conteniendo la rabia que me recorrer el cuerpo. Odio cada una de sus palabras, y no me paro a pensar demasiado en ellas o tendríamos un serio problema, ahí, ahora. Está delante de mí y su expresión y sus ojos se tornan fuego, decidida a seguir con aquello aunque algo me decía que quería parar y no podía, como si hubiera estallado de repente y la bomba ahora me estuviera estallando a mí. Enarqué una ceja ante la mención de mí nombre completo alegando que ella también tenía cosas que decir, como si no pudiera acallarlo más y aunque quiero que se calle, prefiero que lo diga porque eso solo hace que su oído se retroalimente, crezca sin que ella misma se de cuenta de ello y en parte… hasta me beneficia. Sonreí de lado sin poder evitarlo cuando me llama demonio hipócrita, es lo que soy y no me avergüenza para nada, ya iba siendo hora de que se enterara de ello.
No, no sabía decir gracias y estaba más que claro… lo que había pasado aquella noche jamás se iba a repetir de nuevo porque no iba a dejar que volviera a suceder, no podía, no debía. Solo cuando intenta decirme que es lo que soy, esperando que me diga que soy el demonio que ya le he dicho que era pero que quería que lo confirmara de sus palabras… solo en ese momento es cuando algo hace click en mí interior, algo se quiebra, algo se rompe y no puedo contenerme. Sus palabras de que no se ha rendido conmigo son las que me encienden, las que me enfurecen, las que me hacen mirarla con furia en los ojos, con hielo en ellos mientras levantaba y alzaba de nuevo las murallas entorno a todo lo que soy, a esa coraza que por años ha estado rodeándome y que ella quería derribar. No debía dejar que lo hiciera. Sin importarme las heridas, dejando el plato sobre el tocador me levanto aún cuando eso me produce dolor en la espalda y un tirón como si un látigo volviera a estrellarse contra mí espalda hace que gruña en pie, cerca de ella, para alzar mí mano y enredarla en su pelo suelto, cerrando la palma en un puño aún con sus cabellos entre ellos ejerciendo la justa presión para que su rostro se hiciera hacia atrás y tensara su cuello, cerniéndome sobre su rostro como el diablo y el demonio que era.
-¡Cállate! –Rugí para que se callara de una maldita vez- No sé decir gracias porque no conozco esa palabra, y “no” es lo que más vas a obtener de mí por mucho que insistas, por mucho que quieras –estaba cabreado, enfadado y la rabia recorría mí cuerpo al volver de nuevo a decirme aquello de que no se había rendido, había utilizado ese término de mí nombre que me hacía quedarme observándola durante unos segundos dejando que mí respiración chocara contra su rostro, obnubilado por su calor, por la cercanía que desprendía… confundiendo a la bestia y al monstruo que dormitaba en mí interior, como si fuera un bálsamo. Eso me hizo soltar otro gruñido pasando ahora las yemas de mí otra mano por su cuello, por las marcas que tenía de mis manos- Olvídame, Astrid, será lo mejor para ti. Deberías de rendirte porque solo te vas a dar de bruces contra una pared de hielo, un muro inquebrantable e infranqueable que he erigido durante años para que nadie pase, para que nadie entre… y tú no vas a ser la primera que lo haga, ni que lo rompa. No te dejaré, no olvides que estás jugando con un demonio que no tiene corazón, que este está muerto y que es frío y oscuro… no olvides que puedo matate si así lo deseara, ¿quién me lo impediría de quererlo? –Mí respiración chocaba con la suya mientras el dedo se paseaba libremente por el cuello- Ya estuve a punto de matarte esta noche, ¿lo recuerdas? –Mí tono era bajo, frío, afiliado como cuchillas- No podrás llegar hasta mí porque no te dejaré, no lograrás tú objetivo porque antes caerás sucumbida por la oscuridad, los demonios tenemos muchos trucos para hacer que los ángeles, puros y bellos, caigan en las trampas más viles hasta condenarlos a una vida de eterna oscuridad. Y cuando eso pase… ya no podrás evitarlo, vagarás en la oscuridad como vago yo –mí dedo subió entonces hasta su labio inferior separándolo de forma lenta del superior- mas, si eso es lo que quieres… entonces adelante. Pero luego no quiero escuchar que has caído en la oscuridad, no me culpes a mí por ello porque la trampa del demonio no te hará caer, a menos que ya estés mordiendo el anzuelo del diablo –y como para darle sentido a mis palabras, me incliné sobre ella para dejar un mordisco en su labio inferior sin quitar mis ojos de los suyos, presionando mis dientes en el labio inferior para luego soltarlo, dejar mí aliento sobre los suyos y soltarla del todo para volver a sentarme y seguir con las tortitas como si aquello no hubiera pasado, aunque mí amenaza había sido totalmente palpable.
Se vuelve a sentar sobre el tocador mientras yo ataco la segunda tortita en silencio tras nuestras palabras, esperaba que ahora le quedara en claro lo que pasaría si quería llegar hasta mí aunque yo seguía sin querer que lo hiciera, por eso pondría distancia, por eso sería la última vez que me viera en su vida, en cuanto saliera por la puerta y me encaminara a mí casa Astrid quedaría borrada de mi mente, de mí memoria y de mí vida. No había discusión o debate sobre ello, aunque sabía muy en el fondo que el destino se iba a volver a reír de mí y como siempre prepararía una partida de ajedrez en donde aquella dama que era ella se cruzaría por mí camino. Alcé mí mirada a la suya y lancé un suspiro, frustrado, al seguir preguntándome quién era Liara. Podría no contestarle pero algo me hacía saber que de no hacerlo no pararía ni cejaría en su empeño.
-Es mí hermana –dije sin más terminando de comer la tortita que me faltaba, si había dicho en alto lo que pensaba que había dicho habría nombrado algo más que su nombre- Es lo único que me queda de mí familia, no quiere dedicarse a la caza y yo jamás dejaría que lo hiciera. Le prometí que iría al recital de piano que tiene dentro de una semana, y al que me voy a ver jodido para ir porque no pienso fallarle –le lancé una mirada como si ella tuviera parte de culpa de que yo estuviera así- ¿Contenta, o quieres saber alguna otra cosa más? –Pregunté con tono burlón mientras terminaba de comerme las tortitas que había en el plato, jodidamente cabreado por haber revelado algo más de mí y de mí familia y esperando que su curiosidad no fuera más allá y se quedara en simplemente eso.
Naxel Eblan- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 28/02/2016
Re: Angels Fall || Naxel Eblan
Lo hace de nuevo, sus manos sobre mi y mis labios marcados. Esta es la forma en la que Naxel Eblan destruye personas que se creían enteras. Juega contigo, como el depredador que da esperanza a su presa, te hace pensar por fin puedes dar un paso hacia él y, cuando menos lo esperas, desata a la bestia. El simple recuerdo de la noche anterior me da náuseas y pensar en la forma en la que casi acaba con mi vida me nubla la vista. Sí, pudo haberlo hecho, tengo las marcas que lo confirman. No lo hizo, y me aferro a ese clavo ardiendo. Todas las bestias pueden morir. Sin más, toma de nuevo asiento y me pregunto cómo puede rozar los labios ajenos sin sentir nada, solo hielo. Saborea las tortitas con esa expresión que tiene de estar odiando al mismísimo universo mientras yo mantengo el silencio ya que necesito recuperarme de lo que acaba de ocurrir. Me siento tan sucia y quebrada que hago todo lo posible por no salir corriendo pero me digo que tengo en mis manos todas las herramientas para vencer a Naxel sin tener que recurrir a sus propios métodos: demostrarle una vez más que me importan bien poco sus demonios.
-Estás tan dañado que no puedes aceptar ayuda de nadie, ¿es que nunca te han ayudado? ¿Por eso eres como eres? Porque crees que no te lo mereces, ¿por eso no puedes ser vulnerable ni un segundo?-ignoro por completo todas y cada una de sus palabras, porque por supuesto, nunca aprendo. Podría gritárselo en la cara, deletrearlo, hacerle entender a puñetazos que no va a romperme tan fácilmente, oh, ¿pero qué digo? las cosas rotas ya no tienen solución, me rompí hace tiempo. Apoyo mis manos sobre el tocador mientras siento cómo las piernas me tiemblan, estoy tan alterada, tan agotada mental y físicamente que dudo poder seguir con esto mucho más.-Si arriesgué mi vida por ti fue porque me importa. Acéptalo. Y cuando alguien hace algo por ti debes dar las gracias, quieras o no.-llevo una de mis manos a mi espalda y el simple movimiento me arranca una mueca de dolor, pero parece tan ocupado en evitar dirigirme la mirada que así lo prefiero, cuando miro mis dedos éstos están húmedos de sangre. Necesito cambiar mis vendas y mi ropa, o mejor, tumbarme y dejarme desaparecer. Parece que me ignora por completo lo que acabo de decirle porque termina contándome quién es Liara, y en el fondo me siento sorprendida por haber obtenido respuesta. Su hermana. Así que las personas como él también tienen familia-¿Sabe tu pobre e ilusa Liara el monstruo en el que te has convertido? Hasta tú tienes un punto débil
Me incorporo con las fuerzas que no tengo y me aproximo hasta la puerta, sé que puede observarme desde el reflejo del espejo, sé que verá la sangre manchando mi blusa y sé la clase de mirada que hay en sus ojos. Me odia.
-Lárgate-giro el pomo de la puerta y dejo que ésta se abra-Desaparece-puedo ver el pasillo y sentir la casa en calma, esa que solo se mantiene cuando mis tíos no se encuentran en el hogar. Sé que Alfred está atento a cada uno de los sonidos que puedan parecer fuera de lo normal para actuar cuando sea necesario, muy probablemente esté en la biblioteca, al final del pasillo. No quiero volver a mirarlo, pero lo hago. En sus ojos hielo, en los míos cenizas. Pasa un tiempo que se me antoja eterno y solo cuando Naxel cruza el umbral de la puerta tomo la decisión de seguirle escaleras abajo, el ama de llaves no sale de su asombro cuando ve al cazador bajar los escalones con la sombra de la muerte bajo sus ojos. Para mi sorpresa Alfred se encuentra en la entrada listo para invitar a nuestro invitado a salir de nuestro hogar.
-Monsieur-dice limpiamente mientras abre la puerta-Lo acompañaré al carruaje-frunzo el ceño pero dejo estar el asunto, Alfred siempre está atento a todos los detalles y confío tanto en él que lo dejo guiar a Naxel hasta el vehículo. Yo no salgo de casa, me quedo en el umbral con la mirada vacía mientras observo cono el cazador se va alejandro sin mirar atrás. Sé que solo dormiré los siguientes tres días después de haber llorado lo suficiente y que las heridas me traerán pesadillas. Antes de que desaparezca dentro de carruaje mis labios se separan.
-Nos vemos en el recital, Eblan
-Estás tan dañado que no puedes aceptar ayuda de nadie, ¿es que nunca te han ayudado? ¿Por eso eres como eres? Porque crees que no te lo mereces, ¿por eso no puedes ser vulnerable ni un segundo?-ignoro por completo todas y cada una de sus palabras, porque por supuesto, nunca aprendo. Podría gritárselo en la cara, deletrearlo, hacerle entender a puñetazos que no va a romperme tan fácilmente, oh, ¿pero qué digo? las cosas rotas ya no tienen solución, me rompí hace tiempo. Apoyo mis manos sobre el tocador mientras siento cómo las piernas me tiemblan, estoy tan alterada, tan agotada mental y físicamente que dudo poder seguir con esto mucho más.-Si arriesgué mi vida por ti fue porque me importa. Acéptalo. Y cuando alguien hace algo por ti debes dar las gracias, quieras o no.-llevo una de mis manos a mi espalda y el simple movimiento me arranca una mueca de dolor, pero parece tan ocupado en evitar dirigirme la mirada que así lo prefiero, cuando miro mis dedos éstos están húmedos de sangre. Necesito cambiar mis vendas y mi ropa, o mejor, tumbarme y dejarme desaparecer. Parece que me ignora por completo lo que acabo de decirle porque termina contándome quién es Liara, y en el fondo me siento sorprendida por haber obtenido respuesta. Su hermana. Así que las personas como él también tienen familia-¿Sabe tu pobre e ilusa Liara el monstruo en el que te has convertido? Hasta tú tienes un punto débil
Me incorporo con las fuerzas que no tengo y me aproximo hasta la puerta, sé que puede observarme desde el reflejo del espejo, sé que verá la sangre manchando mi blusa y sé la clase de mirada que hay en sus ojos. Me odia.
-Lárgate-giro el pomo de la puerta y dejo que ésta se abra-Desaparece-puedo ver el pasillo y sentir la casa en calma, esa que solo se mantiene cuando mis tíos no se encuentran en el hogar. Sé que Alfred está atento a cada uno de los sonidos que puedan parecer fuera de lo normal para actuar cuando sea necesario, muy probablemente esté en la biblioteca, al final del pasillo. No quiero volver a mirarlo, pero lo hago. En sus ojos hielo, en los míos cenizas. Pasa un tiempo que se me antoja eterno y solo cuando Naxel cruza el umbral de la puerta tomo la decisión de seguirle escaleras abajo, el ama de llaves no sale de su asombro cuando ve al cazador bajar los escalones con la sombra de la muerte bajo sus ojos. Para mi sorpresa Alfred se encuentra en la entrada listo para invitar a nuestro invitado a salir de nuestro hogar.
-Monsieur-dice limpiamente mientras abre la puerta-Lo acompañaré al carruaje-frunzo el ceño pero dejo estar el asunto, Alfred siempre está atento a todos los detalles y confío tanto en él que lo dejo guiar a Naxel hasta el vehículo. Yo no salgo de casa, me quedo en el umbral con la mirada vacía mientras observo cono el cazador se va alejandro sin mirar atrás. Sé que solo dormiré los siguientes tres días después de haber llorado lo suficiente y que las heridas me traerán pesadillas. Antes de que desaparezca dentro de carruaje mis labios se separan.
-Nos vemos en el recital, Eblan
Astrid J. Bergès- Cazador Clase Media
- Mensajes : 297
Fecha de inscripción : 01/01/2016
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