Espino blanco [Privado]

por **Alderic J. Sauveterre** Lun Ago 08, 2016 6:10 pm

Alderic sentía como las pulsaciones de su corazón comenzaban a ser irregulares. Con el paso de los años, había aprendido a leer las señales que su propio cuerpo le mandaba. Y tenía días buenos, días en los que la enfermedad que padecía no aparecía en su mente y podía hacer lo que cualquier otro muchacho hacía, pero hoy no era uno de esos días. Se sentía fatigado, como si no hubiera dormido, como si no hubiera podido descansar o como si su cuerpo pesara demasiado. Tomó aire y lo contuvo dentro de sus pulmones durante unos segundos, antes de expulsarlo lentamente.

Se incorporó, dejando atrás el escritorio donde se encontraba revisando sus apuntes y los libros que había podido conseguir últimamente y se dirigió hacia donde guardaba las plantas que él mismo había recolectado. Deslizó su mirada por la etiqueta de todos los botes de cristal en los que guardaba todo tipo de hierbas, hasta dar con la que buscaba. Chasqueó la lengua y sacudió la cabeza. El recipiente estaba casi vacío. No llegaría ni para poder hacer una infusión. Miró la hora y dio gracias porque su hermana no estuviera en casa, porque de lo contrario...No quería ni imaginar lo que se preocuparía o el grito en el cielo que daría al enterarse de que no le quedaba espino blanco.

Tenía unas horas por delante para ir al bosque y recolectar esa hierba. No era fácil de encontrar, solía crecer cerca de la laguna, en las zonas húmedas del bosque. Era un paseo largo, uno que a él le costaría el doble, pues no estaba seguro de que su cuerpo pudiera aguantar una carrera. Y mucho menos solo. No le gustaba tener que depender de nadie, bastante tiempo se había pasado viviendo bajo la excesiva protección de su madre, y ahora también de su hermana, pero eso era una cosa y otra era adentrarse en el bosque cuando no sabía si podría aguantar un paseo por un terreno tan abrupto. Solo tenía una opción, ir a buscarla. Ella le ayudaría, por lo que salió del apartamento donde vivía y caminó por las calles de París, recorriendo los lugares que Lenore solía frecuentar, hasta encontrarla.-Te...necesito-musitó al verla, mientras jadeaba e intentaba recuperar la respiración-Tienes que acompañarme al bosque, por favor-le pidió.

por **Lenore Bradbury** Jue Ago 11, 2016 3:45 pm

“Her heart was a secret garden
and the walls were very high.”
― William Goldman, The Princess Bride

Por lo menos un día al mes Lenore visitaba la tumba de Cecile, no hacía mayor ritual que ir al campo donde, escondida entre encinos, se encontraba una pequeña iglesia hecha de piedra y que parecía haber sobrevivido a un huracán; en el patio trasero de esta, había un jardín lleno de flores silvestres que adornaban unas cuantas lápidas.

Lenore llevaba un mantel de flores bordadas, un cesto con sus alimentos y un libro, el favorito de su hermana. Se pasaba toda la mañana y parte de la tarde, no hacía mas que comer, platicar y admirar el nombre de Cecile Bradbury grabado en piedra. Hablaba diario con ella, la pensaba a cada instante, pero así la sentía mas cerca.

Tenía la vista clavada en las páginas del libro, leyendo en voz alta como solía hacer cuando ella aún estaba viva, de pronto, un aroma familiar llegó hasta su nariz obligándola a alzar la vista interrumpiendo la lectura. Se veía pálido, agotado, estaba hasta el límite y la voz quebrada y en pausas se lo confirmaron ―¡Alderic! - se apresuró a ponerse de pie e ir a encontrarlo haciendo que se apoyara en ella, rodeándolo por la cintura para darle soporte ―¿Que haces aquí? las distancias largas te hacen mal mas cuando... - la siguiente frase del chico confirmó sus sospechas.

Alderic era el mejor y único amigo de Lenore, se conocieron cuando ella llegó a París y fue el único que estuvo presente cuando enterró a su pequeña hermana, era el único -a parte de su madre y hermanos- que sabía lo que ella era. Lenore odiaba verle enfermo, odiaba saber lo frágil que era porque Alderic demostraba lo contrario, siempre sonriente, autosuficiente. Le dolía en el alma verle así.

―¿Le has dicho a tu hermana ya? - la mirada consternada y preocupada de la rubia enternecían mas su rostro ―No, claro que no, si no no vendrías a mi- ella solía ayudarle a conseguir la hierba que aplacaba las molestias, esa que hasta ahorita, lo mantenía vivo, y a pesar de que Lenore no estaba conforme con ello, a pesar de que no le agradara que no visitara al médico. Lo hacía por que en secreto, estaba enamorada de él, un amor inocente y tierno en donde simplemente se conformaba con su presencia y amistad.

―El inicio del bosque no esta muy lejos de aquí, así que puedes esperarme y yo regresaré con el espino - sabía que la respuesta sería una negativa, únicamente le permitía ir sola a donde él no llegaba y ella, como ave, si.

por **Alderic J. Sauveterre** Dom Nov 27, 2016 5:00 pm

Acudir a Lenore era, siempre, su última opción. Y no porque no confiara en la chica, era una de las personas en las que más confiaba, sino precisamente todo lo contrario. Odiaba que la gente a la que apreciaba lo viera como un chico débil y enfermizo que no podía valerse por sí mismo. Había luchado toda su vida contra esa jaula de cristal en la que lo habían encerrado por miedo a que le ocurriera algo y, ahora, no quería volver a ella. Pero ahora, cuando el aliento parecía rasparle la garganta y el oxígeno no llegaba a sus pulmones necesitaba a su amiga. Tal vez más que nunca. Debía dejar el orgullo a un lado y pensar en su propia supervivencia pues, aunque no le gustara, lo cierto era que estaba enfermo y su cuerpo, de vez en cuando, le brindaba una llamada de atención.

Había aprendido a vivir con su enfermedad, a no estar preocupado por ella todo el tiempo, pero a pesar de que el joven se esforzaba por demostrar al mundo entero, y a sí mismo, que era más fuerte de lo que se podía llegar a pensar, a veces llevaba su cuerpo al límite. Nunca queriendo, por supuesto, pero en ocasiones así era. Y entonces le quedaba una solución, acudir a su querida amiga, pues sabía perfectamente que ella lo ayudaría de inmediato. Casi se podía decir que lo conocía mejor que nadie, y Alderic intuía que la muchacha sabía que cuando le pedía ayuda era porque realmente la necesitaba.

-No...-comenzó a decir el chico-Claro que no le he dicho a mi hermana. Si se llega a enterar de mi estado pondría el grito en el cielo y no me quitaría los ojos de encima ni por la noche-jadeó, haciendo una pausa entre sílaba y sílaba, entre palabra y palabra, pues la caminata y la falta de aire en sus pulmones no le permitía casi ni hablar.

-No vas a ir tú sola-murmuró mientras apoyaba la espalda en la pared y clavaba la mirada en el cielo, intentando controlar su respiración, aminorar, de esa forma, las pulsaciones de su propio corazón.-Sabes muy bien lo que necesito, pero también sabes que no vas a ir tú sola. No al menos que tenga que subirme a un árbol-intentó bromear, pero las palabras acabaron por atascarse en su garganta-Vamos...No hay tiempo que perder.

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