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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Odette Bourgeois Miér Ago 10, 2016 2:28 am

Si Notre Dame estaba bajo un enigmático encanto, ¿cuánto más lo estaría la catedral de Chartres? Su laberinto, y las piedras que la edificaron, contenían secretos de un pasado templario, embebido en la alquimia misma. El templo se hallaba a 90 km de París y era una de los lugares favoritos por los feligreses. Su arquitectura, e historia, atraían a decenas de personas de toda la región; pero no todos eran precisamente devotos. Odette había llegado hasta ahí, no porque fuera una creyente corriente, en realidad, un extraño presagio, y un sueño perturbador, la guiaron hasta aquel lugar. Les había mentido a sus familiares con respecto a su salida, pues quería estar sola, desapegada al oficio de su linaje. Los Bourgeois eran cazadores notables, sin embargo, eso ahora no le importaba. Los acontecimientos recientes en su vida habían despertado algo en ella; se sentía diferente, como si su mente fuera la de otra persona que residiera en su mismo cuerpo. No le hallaba sentido alguno a tal pensamiento nefasto, pero era lo más cercano a una respuesta a su problema.

Aún conservaba las cicatrices de las marcas que aparecieron en sus manos y pies hacía varios días. Nadie en su familia estaba al tanto de lo que estaba atormentando a Odette; su orgullo tampoco le permitía hablar demasiado. Ella era capaz de resolver su problema por su cuenta, tenía la firme convicción de que hallaría alguna respuesta lógica a su padecimiento y todo estaría bien. Sin embargo, mientras más avanzaba, más turbio e inexplicable se volvía todo. Incluso, tampoco comprendía porque debía dirigirse a las grandes catedrales para hallar respuestas. Si bien, como cazadora, había descubierto toda clase de criaturas sobrenaturales, mitos y leyendas, era bastante escéptica con estos temas; pero esta vez, ella misma se encontraba metida en esas historias de las que renegaba en antaño.

Desde que conoció a esa niña y al cambiante que decía ser su padre, la vida de Odette había entrado en un gran cambio. Algo que, ni remotamente, esperaba.

Se quedó de pie cerca de la entrada de Chartres, observando a los parroquianos entrar y salir del templo. No se animaba a entrar, a pesar de tener un anhelo enorme de hacerlo; se sentía insegura, como si lo que hiciera estuviera mal. El atardecer empezaba a pintar el cielo de violeta y naranja, anunciando la llegada de la noche, aunque para eso todavía faltaban un par de horas más. Y mientras esto ocurría, Odette se animó finalmente a ingresar a Chartres, quedando maravillada por la asombrosa belleza y musicalidad de la catedral. Nunca había experimentado ese sentimiento de nostalgia que tuvo al pasearse por el interior del edificio. Casi no asistía a Iglesias, no era atractivo ante sus ojos. No obstante, en ese momento, todo eso cambió.

Terminó sentándose en una de las bancas cercanas al altar mayor. Por suerte, ese día, había pocas personas, como si la ocasión hubiera estado preparada especialmente para su llegada. Bajó la mirada y al quitarse los cambios, contempló horrorizada las marcas en el medio de sus manos.

—¿Qué demonios está pasando contigo, Odette?

Uriel…

Algo susurró desde el fondo del pasillo. Algo que no logró descubrir con la mirada, pues se hallaba completamente sola. De nuevo, su mente empezaba a jugarle una mala jugada.

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Mensaje por Kirian Stendhal Sáb Oct 08, 2016 11:09 pm

Kirian estaba en un lugar extraño, no físicamente hablando pues en ese sentido podía decirse que el cambiante sabía exactamente donde se encontraba pese a haber perdido el sentido del olfato; Kirian más bien se encontraba en un lugar extraño mentalmente; como si alguien más se hubiera unido a él dentro de su mente y ahora en ella habitaran dos personas diferentes pero que al mismo tiempo eran la misma. Era algo complicado de explicarse sin duda, sin embargo, era algo muy sencillo de sentirse y saberse.

Aquel extraño cambio que experimentaba el Stendhal, dio inicio cuando en una mala jugada del destino se encontró con un brujo oscuro, uno que jugó con su mente hasta quebrarlo haciéndole pensar que se enfrentaba a la muerte, la finalidad de aquel macabro juego aún era un misterio para el cambiante, pero una vez que había logrado escapar del dominio del hechicero, se enfrentó a lo que el suponía sería realmente su final; y ese fue el momento en que todo cambio y él dejó de ser él para convertirse en alguien más. Kirian no podía decir que sabía con exactitud que fue lo que ocurrió después de que el hechicero le dejara a su suerte, rodeado de entidades oscuras dispuestas a matarlo y no lo sabía porque el cambio que experimento lo llevó a perder la consciencia. Lo único que sabía era que cuando abrió los ojos ya era diferente, que estaba a salvo y que tenía que encontrar a Uriel.

Uriel. Aquel nombre le resultaba extraño, ajeno y al mismo tiempo cercano, necesario. Tan necesario le era que ignoró por completo el hecho de que su cuerpo aún presentaba varias heridas de batalla, mismas que le hicieron creer que apenas habían trascurrido algunas horas desde que se enfrento a la muerte, siendo eso una mentira pues Kirian llevaba inconsciente en aquel bosque varios días ya. Una vez que logró incorporarse, fue la misma necesidad de dar con el paradero de Uriel lo que le hizo andar en dirección a la catedral de Chartres pues esa otra persona dentro de su cabeza le decía que ahí le encontraría y que ahí mismo, todas las dudas que hasta ese momento tenía le serían resueltas. El cambiante sabía que antes de dirigirse a un lugar tan alejado como la Catedral de Chartres tenía que ir a dar aviso a Neliel y Odette, ponerse algo de ropa decente pues la suya era un desastre y atenderse las heridas, pero su cuerpo no obedeció sus ordenes y en lugar de dirigirse a la mansión de la cazadora aquella, camino en dirección a la Catedral.

Su camino hasta la Catedral le llevó un día entero y aunque había esperado que aquel lugar (amado por los feligreses) estuviese llenó de visitantes, Kirian se sorprendió ligeramente al ver el sitio tan solitario.
No encontrare a nadie aquí – se dijo a si mismo mientras que observaba el exterior de la Catedral.
“Entra, ella te espera Metatrón” escuchó aquellas palabras como un susurró y sin pensárselo mucho, terminó por ingresar a la Catedral. El lugar se encontraba vació, a excepción de una figura sentada cerca del altar, una que reconoció de inmediato. – Odette… – la llamó antes de comenzar a avanzar en dirección a ella con pasos inseguros. ¿Se trataba todo aquello de otro juego planeado por aquel hechicero maligno?  Solo existía una forma de averiguarlo.
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Mensaje por Odette Bourgeois Lun Oct 10, 2016 9:20 pm

Intentó ocultar las marcas de sus manos cuando alguien pasó cerca. Por suerte, la persona no se fijó en ella; Odette estaba impresionada con las cicatrices en medio de las palmas de sus manos, como si un clavo hubiera atravesado piel, tejidos y huesos. ¿Cómo podía pasar algo así? Alguna vez había oído sobre los estigmas, pero jamás se le vino a la mente que algo así iba a ocurrirle. Antes se lo atribuyó a la imaginación y a la devoción extrema, ahora no se lo atribuía a ninguna de estas cosas. Se estaba volviendo loca, creía. Su familia siquiera estaba enterada de lo que le ocurría, y mejor que fuese así. No deseaba preocuparlos con nada, ella siempre se consideró lo suficientemente independiente como para afrontar sus problemas solas, sin importar la índole de éstos. Ahora no era muy diferente, a pesar de necesitar respuestas. Era como si estuviera en un laberinto oscuro, con miles de pasadizos que no llevaban a ninguna parte.

Escuchar Uriel en su cabeza, una y otra vez, no la tranquilizaba. Tampoco ignoraba el origen del mismo; sabía que así se llamaban uno de los arcángeles de Dios. Lo había averiguado cuando ese empezó a perseguirla por todas partes. Pero, aun así, no entendía nada. ¡Ella ni siquiera era creyente!

Se llevó las manos al rostro, cubriéndolo por completo, sintiendo el deseo terrible de ponerse a llorar. No lo hizo, no tenía el valor para intentarlo, y menos en una iglesia. ¿Por qué no todo acababa de una buena vez? Era una tontería estar de ese modo.

Estuvo abstraída por preguntas, ignorando el pasar del tiempo, incluso, sin percatarse que era la única persona en Chartres, hasta el momento cuando una voz la trajo a la realidad. Intentó ocultar sus manos, vendándolas torpemente, girándose sólo para quedarse pasmada al ver a Kirian. ¿Qué demonios estaba haciendo ahí? De todas las personas en el mundo, ¿por qué él?

—¿Kirian? Pero... ¿Cómo? —Se puso de pie de inmediato, observándolo con incredulidad, sin darse cuenta que uno de los vendajes de su mano había resbalado—. ¿Qué te ha pasado? ¡Santos cielos! ¿Estás bien?

Odette terminó acercándose a él al notar su lamentable su estado. No pudo ocultar su preocupación; quizás había convivido demasiado tiempo con su presencia, que ya el rencor no existía entre ambos. Quiso extender sus manos, pero no logró hacerlo, todavía había algo de orgullo en su interior.

—¿Neliel te ha visto así? Espero que no. Estás hecho un desastre, ¿te peleaste con alguien? —Inquirió. Sabía que hablaba de más y no podía ocultarlo—. No creí que fueras, ya sabes, devoto... El mundo es un lugar cada vez más pequeño.

Consideraba todo una mala pasada del destino. Al menos que quería ver era a Kirian; simplemente prefería estar sola. Estaba acostumbrada a resolver sus problemas sin ayuda de más nadie. No era por lo que pensaran otros, sino, por no molestar. Sin embargo, esa vez no pudo esconder por mucho su malestar; ella se veía tan precaria como él.

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Mensaje por Kirian Stendhal Mar Nov 08, 2016 10:39 pm

Las sendas de la vida era variadas y no siempre esperadas. El cambiante sabía a la perfección que nunca podía darse nada por sentado y que todo podía cambiar en un abrir y cerrar de ojos. Stendhal había pasado de ser un cazador a un hombre que se reencontraba con su amor de la juventud, de ahí paso a ser alguien con un corazón roto que poco después se convirtió en padre adoptivo y ahora, era un padre de corazón, un amigo pero en esos precisos instantes era sobre todo un hombre asustado. Kirian no comprendía muchas de las cosas que comenzaron a pasarle desde que se dejó embaucar por la ilusión del hechicero oscuro que le robó su olfato; el cambiante se sentía tan fuera de si y al mismo tiempo tan seguro de si que no lograba más que confundirse.

Su confusión lo llevaba de hecho a actuar de una manera poco usual, guiándole su intuición y la necesidad a Chartres, sitió que encontró solitario y donde dudó encontrar las respuestas que su mente le decía que hallaría ahí. Lo único que le hizo creer que realmente sabía lo que hacía, fue percatarse de que curiosamente en ese mismo lugar se encontraba Odette (aunque bien podía tratarse de otra ilusión). Esa cazadora se volvió para Kirian un apoyo importante en los últimos tiempos, con todo y que tanto su relación inicial como actual no fuera del todo buena.

Buscando como cerciorarse de que a quien veía era realmente a Odette y no una ilusión, el cambiante la llamó al tiempo que él seguía caminando en su dirección aun con cierta dificultad. La expresión consternada de la cazadora y la manera en que ella rápidamente se puso de pie para ir a su encuentro fue lo que lo hizo estar completamente seguro de que esa mujer, era la Odette real, en especial por la confusión que se veía en su rostro, misma que ya había observado antes en ella.
Si eres tú – soltó aliviado, sonriendo pese a que su rostro y cuerpo ofrecían un espectáculo miserable – Estoy bien… – detuvo sus pasos y sus palabras. Desconocía que tan acertado sería contarle a ella todo lo que le había acontecido en los últimos días, porque de hacerlo Kirian tendría que aceptar que quizás Neliel no estaría tan segura a su lado y aceptar eso significaba pedirle a la cazadora que fuera la persona que se encargara de cuidar a su pequeña hija, y eso, eso aún no podía aceptarlo él.

Cerca el uno del otro pero sin atreverse a tocarse, la cazadora y el cambiante entablaban una conversación que pese a no parecer profunda, revelaría pronto muchos secretos.

Claro que no me ha visto, he venido directamente aquí después de que… – carraspeo – después de que me accidente y no, no soy un creyente – confesó – Pero tenía que venir a este lugar, no sé decirte por qué así que no me preguntes, solo era algo que necesitaba – después de soltar aquellas palabras agachó la mirada, recayendo entonces en algo sumamente raro – Odette, pero – estiró un dedo de su mano derecha, solo para señalar la mano de la cazadora que ya no llevaba la venda – ¡¿Qué te ha pasado a ti?!, ¡¿Con qué te has lastimado?! – preguntó con preocupación pero aún sin atar cabos sobre lo extraño que era todo lo que sucedía. Ambos se encontraban heridos, confundidos y vulnerables, en presencia de la persona a la que menos esperaban pero sin saberlo aún, a la que más necesitaban.
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Mensaje por Odette Bourgeois Dom Dic 04, 2016 12:47 am

No había razón alguna para estar ahí, quizás, sólo era un capricho mezclado con un impulso de idiotez. Su parte racional se lo recalcaba, pero al mismo tiempo era silenciada por una voz desconocida que emergía de la profundidad de su mente. El mundo que había conocido se derrumbaba ante sus ojos; sus creencias eran una simple ilusión. Todo le resultaba confuso, y no quería compartir su malestar con alguien más. Aún conservaba un poco de orgullo para sí misma, a pesar de no sentir los ánimos suficientes para continuar con esa farsa. Odette sabía que estaba caminando en falso, y que, tarde o temprano, terminaría dando un mal paso y caería irremediablemente. Pero, ¿a dónde? ¿Al abismo? Ni siquiera estaba segura si eso realmente existía o no. Su cabeza era una suerte de mar turbio, el cual no se calmaría tan fácilmente. Y para agregar más caos a sus pensamientos, aparecía aquel cambiante a quien le había jurado un odio perpetuo. Odio mismo que en ese momento era inexistente.

—Sí, tal vez soy yo —murmuró para sí misma. Las palabras de él despertaron una insana inquietud, porque no estaba consciente de ser la Odette de antaño, algo no estaba del todo bien—. En fin, supongo que... son etapas. O al menos eso solía decir mi madre.

Ni siquiera estaba segura de lo que decía, sólo seguía el hilo de la conversación, como si se tratara de lo más casual. Sin embargo, la cercanía no estaba mejorando las cosas; por primera vez se sentía incómoda en presencia de aquel hombre.

—¿Un accidente? A mí me parece que fue más que eso, Kirian Stendhal —le refutó. Podía intuir la mentira en esa respuesta—. Aunque no creo ser la persona más indicada para cuestionarte, y menos ahora. —Exhaló. Nuevamente su orgullo había sido apuñalado, y no por alguien más, sino por ella misma—. Yo tampoco soy... creyente. Pero alguna vez mi abuelo me dijo que venir a estos lugares podía ser una especie de terapia. Supongo que tendría razón.

Y jamás le había creído. No obstante, ahora las palabras del abuelo adquirían sentido. Antes no creyó conveniente detenerse a pensarlo con sensatez, pero ahora era diferente. ¡Por primera vez era diferente!

—¿Qué cosa? —inquirió de manera distraída, aún no se había percatado de la venda. No hasta que Kirian se lo recalcó—. ¿De qué...? Oh, no es nada. Ya sabes, accidentes de cazadores —se excusó—. Olvida lo que viste, no tiene sentido.

¿Qué no tenía sentido? ¿De qué demonios estaba hablando? Su mano estaba prácticamente perforada en el centro, como si algún objeto la hubiera traspasado. Pero ella sólo quería restarle importancia. Obviamente, Kirian no se creería aquel discurso absurdo, y menos con lo que empezaba a ocurrir en ese instante. Las marcas empezaron a desvanecerse, justo cuando Odette alzó la mano para volverla a cubrir con la venda. ¡Se iba a volver a loca!

—Pero que... —Se quedó petrificada ante la escena que presenciaba. Su mirada luego se fijó en la del cambiante y retrocedió de inmediato—. ¡No me mires de ese modo! Yo no sé q-que rayos ocurre conmigo y porque aparecen estas marcas —dijo con voz temblorosa. Quizás, era la primera vez que Kirian vería aquello, porque Odette no era mujer de doblegarse tan fácilmente—. Uriel, Uriel, Uriel. Lo único que escucho es ese maldito nombre y me está cansando.

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Mensaje por Kirian Stendhal Mar Dic 06, 2016 9:32 pm

Lo que le guío hasta Chartres fue la confusión, la necesidad de encontrar a quien recibía el nombre de Uriel y obtener quizás de esa persona las respuestas que su mente se negaba a darle, pero que él sabía estaban ahí ocultas, en una parte a la que su raciocinio no tenía aun acceso, como si necesitara tener alguna especie de encuentro con algo superior que lo llevará a creer en todo eso que la otra voz dentro de su cabeza le decía y a la que él estaba ignorando. En aquellos momentos, frente a la presencia de Odette ignoraba todo mucho más que antes. Era la primera vez desde que había abierto los ojos que tenía contacto con alguien y por si fuera poco, no era cualquier alguien, sino la persona que más le ayudaba aunque él se negara en aceptarlo.

Kirian comprendía el propio significado de sus palabras, esas que aseguraban que Odette era realmente ella y no un delirio de su cansada mente. Aún así, miro con confusión a la cazadora, sin comprender que era lo que quería decir con sus palabras. ¿Ella también dudaba de si misma? ¿Qué estaba ocurriendo con ella? El cambiante quería interrogarla respecto a eso, pero en lugar de hacerlo, sonrió.
Claro que eres tú, nada de tal vez – Porque ella era la persona más segura que conocía, no como él, que en ese preciso instante se encontraba completamente perdido entre lo que fue, lo que era y lo que podía ser – Etapas… – susurró, dando gracias a esa palabra una especie de sentido a lo que le acontecía, aunque su mente gritaba en su interior que aquello que le sucedía no era una etapa, que lo que le pasaba era su verdadero ser emergiendo.

La cazadora y el cambiante charlaban de una manera pacifica, nada parecida a las ocasiones anteriores en las que tuvieron la oportunidad de verse las caras. En otras circunstancias le habría resultado muy extraño eso a Kirian, pero no ese día, no cuando ambos se respondían más de manera automática que nada, pues de cierta manera sus mentes estaban ahí y en un lugar más lejano.

No fue sino hasta que ambos fueron conscientes del estado físico del otro que comenzaron el viaje de regreso a la realidad o a algo parecido a ella.
Dejemos la historia en que ha sido un accidente, porque igual si te digo lo que verdaderamente ha pasado, nada va a cambiar – sus palabras eran verdaderas. ¿Qué sentido tenía preocuparla? ¿Repararía algo el que le contara que cayó en la trampa de un brujo y perdió su olfato? Claro que no. Él cargaría con esas preocupaciones que al parecer, la cazadora ya tenía suficientes o eso intuyó después de que Odette le dijera que estaba allá tratando de usar el lugar como una terapia – ¿Asuntos familiares? ¿Una mala cacería? – interrogó antes de que sus ojos fueran hasta la mano herida de la cazadora y la preocupación por el bienestar de ella se convirtiera entonces, sin saber el motivo, en la prioridad del Stendhal.

¿No es nada?, ¿No tiene sentido? – arrugó el entrecejo – Tienes la palma perforada Odette, eso no puede ser nada – para la cazadora quizás la preocupación del cambiante fuera demasiada, en especial considerando que él estaba igualmente herido pero jamás podría igualarse la velocidad de sanación de una humana con el de un sobre natural o al menos eso pensó. En el momento en que se disponía a tomar la mano de Odette, misma que se encontraba en lo alto, justo a la mitad de ambos, sus ojos fueron testigo de algo increíble. En un parpadeo, la herida de la mano de la cazadora no era más que un recuerdo. Lo ojos de Kirian, una vez más llenos de confusión por no saber si se encontraba en la realidad o en una fantasía fueron a los de la Bourgeois. Mudo de la sorpresa, tanto de ver aquel suceso como de escuchar la voz de Odette cargada de fragilidad, el Stendhal solo la observaba. No sabía que hacer. No sabía que decir. Y eso lo hizo sentir terrible.


Kirian desvió su mirada, tratando de hacer sentir menos vulnerable a Odette solo para segundos después volver a mirarla fijamente.
¿Qué dijiste? – preguntó solo para confirmar pues estaba seguro de que de los labios femeninos surgía el nombre que lo llevará hasta ahí en primer lugar. Uriel. –¿Has dicho Uriel? ¿Qué sabes de Uriel? ¿Dónde le encuentro? Necesito encontrarle – Se movió sin darse cuenta, acortando la distancia entre ambos y llevando sus manos hasta los hombros de la cazadora, dispuesto a no dejarla alejarse – Por favor, dime – su voz era prácticamente una suplica, un ruego para que ella le contara lo que sabía, de otra forma, la voz dentro de él, esa que ahora le era imposible de ignorar terminaría por volverlo loco.
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Mensaje por Odette Bourgeois Vie Dic 30, 2016 5:42 pm

Odette jamás se había mostrado tan esquiva y retraída, siempre se caracterizó por ser una mujer que enfrentaba sus problemas sin titubeos, exponiéndose quizás demasiado a estos. Pero en ese instante, no parecía ella; era como si el mundo se le hubiera venido encima. Estaba pasando por una etapa de frustración, de enojo, de resignación, e incluso, de depresión. Estar sin poder comprender lo que le ocurría no era algo gratificante. Y lo peor, era que lo compartía apenas con la almohada; incluso estando así, no permitía que más nadie fuera testigo de su propio karma. Continuaba siendo demasiado orgullosa como para pedir ayuda, todavía considerando que ella era capaz de poder solucionar todo aquello. Sin embargo, el destino volvió a golpearla nuevamente, demostrándole que no iba a ser capaz de poder lidiar con todo eso por su cuenta. Debía ser fuerte, sí; no obstante, en soledad no tendría capacidad para entenderlo todo.

Pero más allá de una solución, de que todo fuera como antes, sólo pedía respuestas. Simplemente eso. Si ese Dios al que todos oraban existía, que le diera una señal, una única señal, era lo único que demandaba. Esperaba, con extraña devoción, que Chartres le fuera de ayuda, que allí encontrara eso que tanto necesitaba para calmar su ansia de conocimiento, que le proporcionara tan sólo un instante de paz. Sin embargo, lo único que logró demostrarle Chartres fue que debía acabar con ese orgullo que tanto la había caracterizado durante muchos años. Por eso, en el momento menos esperado, apareció Kirian; ese cambiante con el que tanto había disputado los últimos meses. ¡Él! Sólo él era el único que se había enterado de su malestar, y lo había hecho de un modo inesperado.

—Nada de esto tiene sentido. Ni siquiera parece ser el truco barato de algún hechicero frustrado —dijo en un hilo de voz, desviando la mirada, sin saber exactamente qué hacer o qué más decir—. Estas marcas simplemente aparecen y desaparecen, ¿qué quieres que te diga? Esto es confuso, me tiene mal —confesó, mientras se llevaba las manos a la cabeza con frustración—. Luego vine aquí y apareciste tú y ya no sé qué más. Por favor... necesito que esto acabe.

La mente de Odette se ofuscó, cerrándose por completo, siendo incapaz de razonar de manera adecuada, ignorando todo a su alrededor. Ni siquiera quiso prestar atención a las palabras de Kirian, se negaba a atender cualquier llamado. Odette se sentía aún más perdida, inútil y delirante. ¡Ella no era así! Pero algo desde su interior intentó calmar su malestar, alegándole que todo eso sólo demostraba su fortaleza. Que cuanto hubo pasado en ese entonces era signo de alguien fuerte, que no dejaba derribarse por la tempestad. Y fue entonces, al abrir sus ojos, que se enfrentó a la mirada del cambiante, suplicándole algo que ella no alcanzaba a comprender.

—Uriel —susurró—. ¿Por qué te urge tanto saber quién es? Yo sólo he escuchado ese nombre estas últimas semanas, justo cuando aparecieron los estigmas. No sé si es de algo externo, o es sólo mi cabeza la causante de esa voz —aseguró—. ¿De dónde lo has escuchado tú? ¿Tiene algo que ver con lo que te ha ocurrido?

Y por primera vez, desde que se conocieron, Odette alzó su mano y acarició la mejilla de Kirian. Aquel gesto noble, y hasta tierno, le nació sin más; simplemente quiso hallar tranquilidad en su mirada, que esa acción simple fuera suficiente para derribar todas las miserias que ahora pretendían destruirlos.

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Mensaje por Kirian Stendhal Jue Ene 26, 2017 2:02 pm

Lucían tan lamentables, tan perdidos que era imposible saber si cada uno de ellos se preocupaba más por lo que le pasaba al otro o a si mismo y ¿Cómo no ser así? Si las cosas no estaban bien para ninguno de los dos y eso era más que evidente. Sus cuerpos mostraban heridas que eran difíciles de explicar, sus mentes poseían pensamientos no únicamente suyos, sino de algo con mayor poder y sabiduría. Era precisamente ese poder que se encontraba dentro de Kirian lo que le aseguraba que pronto todo aquella confusión, toda sensación de dolor o fracaso llegarían a su fin y ambos, serían finalmente quienes debían.

Con la mirada fija en Odette, Kirian entonces esperaba una respuesta acerca de las heridas que ella presentaba, pero la respuesta que obtuvo no fue una que Odette pronunciara pues sus ojos fueron testigos de algo imposible. La Bourgeois era una simple humana, ella no poseía capacidades especiales de sanación y aún así, su mano se curaba del todo frente a la mirada atónita del canino, que no pudo pronunciar palabra alguna. La mirada de Kirian, que se había mantenido fija en la mujer frente a él, fue desviada a un costado mientras que hasta sus oídos llegaban las palabras de Odette.
¿Qué esta pasando? – preguntó sin atreverse aún a mirarla – Esto parece ser un mal juego del destino, ¿Por qué te pasa esto?, ¿Por qué me pasan a mi también cosas extrañas?, ¿Qué nos esta pasando? – sus preguntas, aunque las expresaba en voz alta, eran más bien una petición de respuestas a aquella otra parte que se encontraba dentro de él, aquella parte que se mantenía silente, esperando el momento apropiado para surgir una vez más – Yo no sé que decirte Odette – sus ojos fueron a la parte superior de Chantres – Yo también quiero que lo que sea que este pasándonos acabe pronto – hasta aquel momento sus situaciones no tenían conexión alguna, pero fue el nombre de Uriel lo que llevó al cambiante a finalmente unir los sucesos de ambos y no solo eso, sino que también lo hizo mirar a la cazadora y aferrarse a ella en busca de respuestas respecto a Uriel.  

La miraba implorando un poco de claridad para su confundida mente. Kirian de verdad esperaba que Odette tuviera algo de información que brindarle, sin embargo, las respuestas que obtuvo no hicieron más que turbarle más.
Me urge saber porque debo encontrarle y no sé por qué o para qué – cerró los ojos frustrado pues no recibía las respuestas que esperaba. De hecho, lo que recibió fue una caricia de parte de Odette, una que lo hizo abrir los ojos y mirarla fijamente. Ante aquel contacto la confusión dentro de él pareció disminuir – No es solo tu cabeza lo que provoca esa voz porque yo también escucho una – llevó su mano hasta colocarla sobre la de Odette, otorgándose de esa manera el valor necesario para proseguir –Te he dicho que tuve un  accidente, lo que realmente tuve fue una pelea, pero Odette, estaba seguro de que iba a ser asesinado en ese momento y cuando me entregue a la muerte, algo dentro de mi despertó – rió algo nervioso de decir aquello – algo que me salvo y que me ha dicho que tengo que encontrar a Uriel, que cuando lo haga parte de mis dudas van a resolverse. Sea lo que sea que nos sucede no es una locura y no es una coincidencia que nos suceda a ambos. Así que dime, ¿La voz que escuchas te ha dicho algo más? – no le soltaba ni dejaba de mirarla, pues por algún motivo al tenerla así de cerca sus ideas se volvían más claras y sus temores disminuían.
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Mensaje por Odette Bourgeois Dom Mar 26, 2017 11:23 pm

Había algo que le estaba desgarrando el alma y le consumía la conciencia lentamente; una sensación de demencia empezaba a rodear sus pensamientos, acechándolos como si fuera una bestia hambrienta. Odette estaba resentida con su propia fuerza de voluntad, ¡se estaba condenando a la nada! Y todo por el simple hecho de no hallar respuestas a sus malestares nada comunes. ¿Por qué había sido elegida ella y no otra? ¿Qué clase de misión debía cargar ahora sobre sus hombros? La situación rebasaba los límites de su propia lógica, llevándose todo a su paso, dejando en ruinas la sensatez que alguna vez conservó. Odette no podía sencillamente lidiar con aquello, sentía que le superaba, que iba más allá de lo que creía soportar. A ese paso iba a volverse loca por completo, pero, parecía no haber alternativa al terrible mal que la aquejaba. Y para colmo, la presencia de Stendhal en pésimas condiciones, no ayudó en lo absoluto. Antes lo repudiaba, sin embargo, ese rencor fue dispersándose con el pasar de las semanas, y hasta creía que ya no tendría que volver a lidiar con discusiones absurdas; ambos continuarían con sus vidas con normalidad. No obstante, el destino mismo se encargó de hacerle ver lo muy equivocada que estaba.

Quiso que el tiempo se detuviera cuando la mano de Kirian se posó sobre la suya, mientras sus miradas de cruzaban en absoluto silencio, como si pudieran encontrar una razón en toda esa extraña realidad. Incluso creyó ver un apoyo inquebrantable en él, un pilar que la ayudaría avanzar sin tambalearse para así poder escapar de esa pesadilla.

—Yo me he cuestionado lo mismo varias veces. Jamás creí en algo como el destino, es decir, nosotros somos dueños de nuestras vidas, elegimos lo que... nos conviene —habló con más tranquilidad, apartando la mano del rostro de Kirian, mientras observaba las palmas, como queriendo hallar las cicatrices que habían desaparecido hacía un par de minutos atrás—. No hay nada qué decir, Kirian. Por más que intentemos ahondar en todo este asunto, llegaremos al principio y estaremos igual, o peor, de confundidos.

Exhaló. Ya no sabía cómo continuar, la sinceridad por parte de él era abrumadora y sólo agrandaba más las brechas de la duda. También sintió un vacío en su estómago, un miedo que nunca antes había experimentado. Toda la frialdad, que alguna vez demostró, se deshizo de un momento a otro.

—¿Qué clase de accidente? No parece como si hayas tenido alguno —su tono de voz fue bajo, se notaba a leguas la pesadumbre que todo aquello le causaba—. Dime, ¿qué fue lo que pasó? No creo que haya sido cualquier cosa. Es más, puedo jurar que es peor que lo mío; yo sólo estoy confundida, pero no es nada que no pueda controlar, aunque amenace severamente mi cordura. —Tal vez estaba en lo cierto, sin embargo, no podía cantar victoria, menos cuando se sentía tan fuera de sí—. Oye... Kirian. Espera, creo que es mejor que hablemos esto con más calma, ¿no crees? Vamos a sentarnos y a calmarnos. Es lo más sensato; además, es una plática que puede extenderse más de lo esperado.

Lo invitó a tomar asiento en una de las bancas cercanas, luego de haber hecho ella lo mismo. El silencio, aunque breve, fue abrumador; aún rondaban en su cabeza las preguntas del hombre, y por más que deseaba encontrar alguna respuesta lógica, ésta, no existía.

—Sólo he escuchado susurros, aparte de tener un par de sueños extraños —reveló finalmente, con la mirada al frente, sin detallar ningún objeto a la vista, pues no estaba prestando verdadera atención en alguno—. Sin embargo, he indagado en el nombre y tiene su origen en uno de los siete arcángeles que están alrededor del Trono Celestial —explicó, sin poder creer lo que escapaba de sus labios—. Y no creo que saber esto resuelva tus dudas, las va a aumentar más, como me ha pasado a mí cuando tuve la osadía de indagar en esta encrucijada.

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Mensaje por Kirian Stendhal Mar Abr 18, 2017 10:41 pm

Si las cosas seguían como hasta ese momento, ambos terminarían completamente locos, de eso no cabía la menor duda. Kirian había tratado inútilmente de obtener información de la voz en su cabeza, buscó respuestas lógicas a lo que le ocurrió en el bosque solo para encontrarse con más dudas y ahora que estaba frente a Odette la interrogaba, solo para que las confusiones de ambos aumentaran mucho más.  No existía respuesta lógica para lo que les estaba pasando y eso lo frustraba, sin mencionar claro que estaba nervioso. Todo a lo que debió enfrentarse era sencillamente demasiado. Tanto era lo que Stendhal cargaba dentro de si, que la cercanía de Odette y su mano cálida contra su mejilla fueron suficientes para hacerlo hablar, primero, expresando sus dudas y después contando su historia.
Yo también creía que nosotros teníamos el control de nuestras acciones, que éramos quienes decidíamos que camino seguir pero ahora, ya no me encuentro tan seguro – suspiro – Antes de venir aquí, deseaba ver a Neliel pero algo me hizo venir acá en lugar de asegurarme que ella estaba a salvo – miro con algo de culpabilidad a Odette. ¿Qué pensaría la cazadora? Seguramente lo de siempre, que era una mala influencia para Neliel y quizás en esa ocasión, tendría razón – Odette, habla conmigo. Necesito conocer lo que sabes aunque me cause más dudas – sonrió ligeramente – aunque con todo lo que me paso, dudo que pueda dudar más.

Conforme más hablaban, más necesario le era contarle sobre “accidente”, así que en la primer oportunidad que tuvo comenzó a contarle del extraño encuentro que tuvo en el bosque y como en sus últimos momentos una fuerza inexplicable se apodero de él, salvándole y guiándole después hasta aquella iglesia. Las dudas de Odette eran comprensibles, pero antes de que pudiera responder a ellas, la cazadora le pidió al Stendhal que se sentaran, algo que a él no le pareció mala idea. Con pasos lentos siguió a la Burgeois hasta una banca cercana en la que ambos se sentaron. Una vez que lo hicieron, Kirian suspiro.
Más que accidente, fue una pelea Odette y estaba seguro de que iba a morir en ella pero no fue así – se llevó ambas manos a la cabeza y cerro los ojos, evocando aquel enfrentamiento – Me atacó un brujo y usando un hechizo al parecer me robo el sentido del olfato – se encogió de hombros – creí que eso era lo más extraño pero entonces envió sombras oscuras para que acabaran con mi vida y – observo a los ojos a la cazadora – Te juro que habría muerto de no ser porque la voz en mi cabeza me dijo que todo estaría bien. Después de escucharla no puedo recordar nada, volví a ser consciente hasta que desperté y no sé ni siquiera si pase en ese bosque horas o días – sus ojos refulgían con decisión –  por eso necesito que me digas que te dice la voz en tu cabeza, quizás así pueda comprender un poco más que me paso.

Los ojos del cambiante no abandonaron el rostro de la cazadora, ni siquiera cuando ella opto por no mirarlo y revelarle lo que hasta aquellos momentos sabía.
Un arcángel… – susurró aquello antes de mirar en dirección al altar de la iglesia – ¿Qué significa todo esto? – según los enviados de Dios en la tierra seres como él eran una aberración, un error que debía ser destruido, entonces, ¿Cómo es que el nombre de un arcángel se había ligado a su vida? – No tiene ningún sentido… soy un cambiante… – un suspiro salió de sus labios – ¿Sobre que más indagaste Odette? Y no vayas a decirme que solo fue eso, porque te conozco y sé que no solamente buscaste sobre el nombre.
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