El principio de fin (+18) (Odalyn)

Su montura se acerco briosa hasta mi posición ,y una picara sonrisa ilumino mis labios consciente de cual era la decisión tomada mientras aquellas palabras, esas que en mi cabeza se repetían sin cesar “hazme mujer” unido a aquel jadeo que ya había logrado alzar mi hombría aun sin tan siquiera haber llegado al destino.

De un salto subí tras ella rodeando con mis manos su cuerpo para tomar las riendas, riendas que ella portaba y que la parecer no estaba decidida a soltar.
-Mejor...-susurré en su oído antes de morderlo de forma lasciva al tiempo que apartaba mis manos de las suyas y por ende de las riendas.
Rodee su cintura con mi brazo acariciando con la yema de mis dedos la piel que bajo del corsee pugnaba por salir mientras mis dedos traviesos acariciaban su muslo trazando círculos hasta colarse en el interior de sus calzas.

Mi respiración se agito con su calor, mas cuando alcance a palpar aquellas braguitas completamente mojadas no pude esta vez que de mis labios escapara un jadeo ronco que me delato por completo.
El trote del caballo empujaba a mis dedos a acariciar muy despacio primero sus labios menores, solo apretándolos ligeramente, moviendo la mano en círculos para estimular su clítoris.

Sentía como su respiración jadeante acompasaba a la mía que empezaba a enloquecerse por aquel juego que ambos habíamos emprendido y que para que mentir me excitaba de sobre manera.
Introduje dos de mis dedos en su interior lentamente, resbalaban con suma facilidad sintiendo como un gemido escapaba de su boca buscando mis labios entreabiertos mientras miraba hacia atrás en mi busca con los ojos completamente ámbar.
-Mira adelante, no querías llevar las riendas -la increpé con la voz ronca.

Aquella mujer de fuerte carácter y gestos desafiantes iba a aprender a que conmigo no se jugaba, es mas creo que lo estaba aprendiendo ahora que sus manos flojeaban sin ser capaz de concentrarse en dirigir la montura y en la masturbación que sin tregua yo le estaba realizando.
-¿Crees que llegaremos al hostal? -pregunte arrastrando las palabras en su oído con cierta sorna.

Incremente el ritmo sintiendo como abría las piernas mas, para que entrara mas adentro, la montura iba a la deriva, casi tanto como su cuerpo que entre roncos jadeos seguidos apoyaba su espalda contra mi pecho.
-¿Te pone verdad? Sentirte fuera de control, libre -susurré arrastrando mis dientes por su cuello – sabes yo también estoy muy muy excitado -aseguré volviendo a castigar su oído con mis labios.

Pronto sentí como sus piernas cedían ,el caballo se detenía incapaz de entender lo que el jinete esperaba de el, sonreí de medio lado sintiendo que ella perdía el control que yo ahora poseía mientras su sexo completamente empapado atrapaba mis dedos vibrando contra ellos alcanzando por segunda vez en esa noche el clímax, casi un aullido emergió de sus labios, mientras su espalda se arqueaba contra mi cuerpo.
-Así pequeña -susurré sacando la mano para llevarla a las riendas y dar varios toques al caballo que pronto emprendió la marcha hacia el hostal.
Aunque pronto cambie de opinión consciente de que no estaría bien visto que una dama como ella con tantas normas que guardar fuera vista con um cazador en un sitio como ese.
Mis ideas me hicieron cambiar de rumbo hacia las afueras de la ciudad, a una aldea pequeña, bastante poco poblada.
Hacia unos días descubrí una pequeña cabaña abandonada que sin duda nos daría la clandestinidad que ella necesitaba.
-Tranquila, descansa, ¿tienes sed? -pregunté recordando las botellas que ella había adquirido en la taberna para nosotros.

Sus manos en mi cuerpo eran el camino que me llevarían a la misma perdición. Nunca pensé que llevar las riendas de un caballo pudiera resultar una experiencia tan excitante y frustrante a la vez; excitante pues, al no llevar él las riendas, sus manos quedaban libres para juguetear con mi piel y frustrante porque sabía que me castigaría con mi propio placer impidiendo que me concentrara en cada nueva sensación para hacerme poner todos mis pensamientos en la montura y el sendero que ambos debíamos seguir hasta su hostal.

Mi cuerpo se estremecía con cada centímetro que sus dedos recorrían hacia mi sexo. Mordí mis labios con impaciencia y de ellos escapó un ronco jadeo cuando, al fin, sus dedos se hundieron sin piedad en mi interior que lo esperaba cálido y mojado, mojando también sus manos que se abrían paso en mi clítoris.

Aquello no podía estar sucediendo, la noche anterior sólo ansiaba con que llegara el día en el que Errol Dow y no otro pudiera descubrirme aquel mundo de sensaciones y deseo y hoy, mi cuerpo se estremecía con la sola presencia de aquel cazador.

Era algo completamente diferente lo que sentía cuando los dedos de Agarwaen rozaban mi piel. Su tacto era puro fuego en el que a mi no me importaba arder por una única noche como él había prometido. Era algo físico, un deseo irrefrenable y loco mientras que, con Errol había mucho más, estábamos destinados a compartir una vida juntos, a amarnos y desearnos y a buscar el cuerpo del otro en las frías noches de invierno.

Aquello era todo cuanto bullía por mi confundida mente, pero la realidad era bien diferente. La realidad era que mis labios gemían el nombre del cazador, mis manos apretaban las riendas confundiendo aún más al caballo y mi cuerpo temblaba como preludio de mi segundo orgasmo que, de nuevo, fue culpa del cazador y no del lobo.

Su mano, ahora húmeda por los efluvios de mi interior, tomó el control dirgiendo a la pobre montura a un lugar apartado, a una vieja y abandonada aldea que nos proporcionaría la intimidad y la discreción suficiente para ambos.

¿Qué estaba haciendo? Sus labios pronunciaban palabra tras palabra que mis oídos ignoraban y, cuando su cuerpo se pegó al mío, besándome de nuevo y dejándome sentir entre las piernas su virilidad en alza. Jadee de nuevo, pero esta vez interpuse mis manos entre nuestros cuerpos.

-Para...- dije casi en una súplica. No sabía qué hacer, qué camino tomar y la premura con que se sucedían todos los acontecimientos no me ayudaba a elegir entre redimir mis pecados a tiempo o arder por completo en el infierno de sus labios.

-Vas muy deprisa- dije ante su mirada de desconcierto -bebamos y charlemos un rato antes, por favor... Tú has hecho esto miles de veces y yo soy tan sólo una más en tu lista, para mi todo esto es nuevo Agarwaen...- No sabía si sería un error o no aquello que ambos deseábamos hacer, pero si sabía que, si lo era, él sería el error más apetecible de mi corta existencia.

Sus manos se interpusieron entre ambos, pude ver en su mirada el miedo entremezclado con la necesidad.
Las brasas que hacia escasos minutos había hecho prender ahora se trasformaban en altas llamas que caldeaban el ambiente reflejándose en sus ojos pardos.
Sonreí de medio lado mientras reculaba hacia atrás escuchando sus palabras, dándole ese espacio que pedía y no quería.

Camine hacia las botellas para abrir una y servir en sendos vasos que encontré en la cocina sin apartar mis ojos de aquella preciosa mujer insegura, que parecía debatirse entre esa fina linea entre el bien y el mal que la separaba de la realidad.
-No tiene porque pasar nada entre nosotros -susurré despacio al acariciar sus dedos mientras depositaba en su mano el vaso.

De nuevo aquella distancia que interpuse entre nosotros me hizo sentarme sobre la mesa de roble que presidia el comedor de aquella pequeña cabaña.
Leve el vaso a mis labios sonriendo llenándolo así de vaho, mientras el licor pasaba lento por mi garganta abrasando todo a su paso.
Entre nosotros ese incomodo silencio, juguetee con los cordones de mi bota subiéndolos sobre la mesa como si de un crio me tratara mientras poco a poco iba dando rápidos tragos a ese vaso que con una inmensas facilidad se vaciaba entre mis labios.
-no quiero que te arrepientas -fue todo cuanto logre articular -quizás debería llevarte de vuelta.

Mis ojos permanecieron sobre mis cordones mientras mis dedos se deslizaban entre ellos dibujando la forma del lazo con las yemas.
Alcé la mirada un segundo para encontrarme con la ajena que desde su posición me miraba. Desconocía que era lo que se le pasaba por la mente a aquella preciosa mujer, esa que en la taberna se me había antojado una guerrera, segura, valiente, desafiante y ahora parecía tan asustada como un cervatillos huyendo del lobo.

Baje de un salto dejando el vaso vació sobre la mesa para acercarme a ella de nuevo, la rodee con mis brazos suavemente acariciando la parte baja de su espalda.
-Escucha -susurré cerca de sus labios mientras mis dedos se deslizaban dibujando su nombre en su piel -mi primera vez fue un desastre, estaba acojonado, era con una cazadora mayor que yo, en una partida de caza, nos desviamos del sendero del resto, y acabamos pasando la noche solos frente a una hoguera en pleno bosque.
La verdad es que tonteamos, una cosa llevo a la otra y acabamos desnudos sobre la hierba con las estrellas como único testigo de ese encuentro prohibido.
Recuerdo que estaba nervioso por no dar la talla, era una mujer preciosa, mas mayor, experimentada y yo un crio. Me deje llevar y bueno, no me fue tan mal
Sonreí divertido recordando aquella hazaña.
-No pasa nada, podemos irnos, sin mas, a veces el destino nos coloca en estas encrucijadas, pero créeme, nunca volveremos a estar aquí, nunca volverá este preciso instante, este mágico momento, nunca mis dedos trazaran tu nombre sobre tu piel, ni seras mas bella que ahora, ni yo te deseare mas que en este instante. Porque las cosas solo pasan una vez, y mañana podríamos estar muertos, tu elije el camino que te haga feliz, trazalo y no te arrepientas y si ese camino te lleva lejos de esta cabaña, lejos de mi...ve y no mires atrás.

Deposité un casto beso en sus labios mientras mi cuerpo la incendiaba por dentro y la dejaba fría por fuera.

Sus dedos pintaron mi nombre en mi espalda con suaves caricias y mi cuerpo, como no, no dudó en estremecerse ante su contacto. Cada caricia suya era como un latigazo de fuego recorriendo mi fría piel, muerta si no era tocada por sus dedos. Mis ojos se cerraron escuchando todas y cada una de sus palabras, sus torpes vivencias de la primera vez que compartió con otra cazadora.

Aquellas palabras me hicieron esbozar una tonta sonrisa en los labios, sabía que ahora era una criatura indefensa cuando momentos atrás me había mostrado guerrera y altiva ante él. Podía ser una fiera guerrera, no me importaba mancharme de barro o de sangre pero, debía reconocer que temí el día en que fueran mis muslos los que se mancharan de mi propia sangre. Temía los reproches si no complacía a mi primer hombre, temía el dolor de sentirme desgarrada y rota por dentro cuando su miembro explorara mi interior, temía tantas cosas que aquella mujer fuerte se convertía en una mísera pulga asustada.

Pero ahí estaba él, con su infinita paciencia, tratando de relajarme con sus caricias e infundiéndome fuerzas con sus palabras, tratando de hacer pasar por desastrosa una primera vez en la que seguramente él habría cumplido todas las expectativas. Elevé mi mirada hasta hacerla chocar con la suya, sincera, limpia y enigmática y, de nuevo, presa de un embrujo enredé mis labios con los suyos dejándome llevar en aquel momento.

-No deseo irme a ningún lado Agar...- susurré entre beso y beso dibujando ahora yo, mi nombre en su espalda sintiendo como su piel se erizaba bajo mi tacto -No deseo tampoco pensar en si esta noche yaceré contigo o simplemente charlaremos bajo la luz de esa luna que es mi dueña, lo único que sé es que esta noche quiero pasarla contigo, quiero sentirme segura y la mujer fuerte que soy y no esta niña tonta que teme decepcionarte con su torpeza. Quiero incendiar el mar de tu tranquilidad con cada beso sin pensar en qué sucederá mañana... Te deseo, pero en el fondo sé que lo nuestro jamás funcionaría, tú no podrías amar a tu enemigo y yo nunca podría dar de lado todas mis tradiciones que, en definitiva son todo lo que soy yo misma-

Acaricié su rostro con suavidad dedicándole una sonrisa sincera. Había sido todo lo sincera que me era posible, francamente, moría de deseo por yacer entre sus brazos, pero sabía también que en el mismo instante en que lo hiciera pensaría en Errol, en sus cálidos besos por mi piel y me arrepentiría de haberle traicionado.

Me tumbé en la fresca hierba sintiendo como mis cabellos se entremezclaban con la hierba y las flores silvestres, dándome un aspecto salvaje, el de un ser que pertenece al bosque, a la naturaleza. Mis ojos se fijaron en las estrellas y mis labios se torcieron para, a continuación tornarse en palabras -¿Sabes? De pequeña me gustaba pensar que las estrellas eran aquellos que habíamos perdido, que salían cada noche al cielo para mirarnos, para velar nuestros sueños con su luz... Reidar se burlaba de mi y trató mil veces de enseñarme cuáles eran las constelaciones pero yo era pésima identificándolas ¿me las enseñarías tú una vez más elsker?-

Mi cuerpo se incorporó para observarle, imponente y hermoso como era, y mis manos tiraron con suavidad de su camisola para que ambos cayéramos sobre la mullida hierba, él sobre mi, yo presa de él y del embrujo de su mirada -¿nos encontraremos tú y yo algún día bajo las estrellas?

Sus palabras denotaban miedo, no solo a yacer bajo mi cuerpo, a enredarse en mi piel, ni siquiera miedo a traicionar las reglas de su manada, las leyes de su pueblo. Su miedo era distinto, era mas bien cobardía, le asustaba sentir contra mis labios mas que contra los de ese que llamaba su alfa, le aterraba que la hacerla mía no deseara ser de otro.
Me veía un imposible y posiblemente así era, ella loba, yo cazador, las cartas estaban echadas, solo una noche, mas también era cierto que quien no arriesga no gana.

Aquella mujer fuerte necesitaba tenerlo todo controlado y ese hombre al que decía amar, mas de hacerlo no estaría aquí buscando mis labios, le daba esa seguridad que en mi efímera realidad no encontraba.
Mis ojos claros se perdieron en las estrellas que su dedos señalaba mientras una sonrisa de medio lado se instalo en mi rostro cuando de un tirón me orillo contra su cuerpo buscando mis labios.

Por unos instantes me deje llevar, cerré los ojos y junté los labios, deslice mi lengua que furtiva buscaba su sabor, su olor, su tacto, mas pronto me di cuenta de que eso no nos llevaría mas que a yacer juntos, jadeé contra su boca antes de hacerme a un lado.
Relamí mis labios esta vez yo fijando mis ojos en las distintas constelaciones.
-Con mi padre también admiraba las estrellas, de allí donde yo vengo ,el cielo es infinitamente oscuro, y las estrellas brillan con una fuerza inaudita.
Conozco las constelaciones, sobre todo aquellas que puedan guiar mis pasos, las que representan el norte, las que me sirven de brújula.
Mas sin duda -señalé una dibujándola con mi dedo antes de volver mis ojos para buscar los suyos pardos -esa, la de Orion, la del cazador. Esa es mi constelación preferida, supongo que es la que representa al guerrero,
Según nuestra mitología, Artemisa se había enamorado de Orion que era un cazador que la ayudaba, dicen que Apolo, su hermano ardió en celos, así que una noche la reto a disparar una de sus flechas para dar a un animal que se encontraba a gran distancia.
Esta orgullosa dejo volar su saeta, esa que nuca falla, cuando fue a recoger su presa, se dio cuenta que ese que yacía en el suelo era su amado, así que con sus lamentos, orion se convirtió en estrellas.
Orion representa el valor, la constancia, Orion es l oque nosotros somos...seres que nacemos para la guerra con un destino trágico entre las manos.

Busque de nuevo sus ojos dejando que mi dedo, que dibujaba cada estrella volviera a reposar sobre la hierba.
Cerré un instante los ojso recordando a mi padre que mil veces me había contado esa breve historia.
-Para los míos las cosas tienen un significado, nada sucede porque si, desde el canto de un pájaro hasta el mas voraz de los huracanes. No se si volveremos a ver juntos las estrellas, se que estoy aquí ahora, que tu estas aquí ahora, pero que nuestro sino es separar nuestros caminos, asi tu lo has elegido.

Mordí mi labio inferior volviendo a desviar mis ojos hacia la inmensidad del universo, recorriendo con mis ojos de nuevo el firmamento, ese que desde París sin duda compartía con mis padres, con mis amigos, tan lejos y tan cerca mas yo también tenia marcado mi camino.

Sus palabras en mis oídos eran como el suave terciopelo en mi piel. Su voz, calmada y dulce conseguía hacerme olvidar todos aquellos problemas que me atenazaban, olvidarme de Reidar, de mi manada, de aquel compromiso que me ataría de por vida a un hombre alejándome de aquel sitio al que siempre había llamado hogar.

Su dulce voz era como un bálsamo y yo, no pude sino recostarme entre sus brazos, al abrigo de la fresca hierba para pintar en mi mente todos los personajes de aquella trágica historia de amor. Sí, yo también creía que todo tenía un por qué; la herida en mi muslo que me había hecho conocer a Errol, uniendo mi destino al suyo, la falsa pista que me había hecho besar los labios de aquel cazador, uniendo ya para siempre mi corazón al suyo por mucho que yo tratara de resistirme.

-Hay veces que la enormidad del firmamento me da vértigo ¿sabes? Nosotros somos como las estrellas fugaces, meras motas de polvo que pasan por la tierra una única vez en la vida- abrí mis ojos clavándolos en los suyos que ahora rehuían los ajenos -como motas de polvo que un día se cruzan con otras... como tú y yo que nos hemos enlazado esta noche bajo el cielo estrellado. Yo seré un instante fugaz en tu corta vida y tú, ese estallido que ilumina todo el firmamento.-

Recorrí mis labios con mi lengua, humedeciéndolos, sin saber bien qué decir y sin poder apartar mis ojos de los suyos -Eres la única persona sobre la faz de la tierra que me ha hecho desear librarme de mi loba interior, que me ha hecho desear ser humana para poder arriesgarme a pasar una noche entre tus brazos, entre besos y risas cómplices bajo las estrellas. Besos que se tornarían lentos cuando tus manos levantaran con suavidad mi camisola para descubrirme todo aquello que desconozco, para hacerme mujer en tus brazos...-

Besé sus labios con lentitud sabiendo que aquello era una despedida. Una amarga despedida pues, a pesar del deseo que ambos sentíamos, de la conexión inmediata que habíamos sentido al juntar nuestras bocas, como si en un pasado hubieran sido esclavas de la ajena, aquello no tenía futuro. -Mas te pido que me concedas esta noche, a tu lado, entre risas y besos cómplices... besos que no volveremos a darnos y de los que las estrellas sólo serán testigos; quién sabe, quizá en un futuro tú y yo protagonicemos una leyenda que surca el cielo, el cazador y la loba que moría por yacer entre sus brazos aunque su mente la detenía a hacerlo-

Sonreí de nuevo, aquella historia, el cielo estrellado y aquel lugar habían conseguido aflorar todas y cada una de mis emociones. Emociones que siempre estaban ahí mas siempre trataba de ocultarlas para no ser débil, para que todos me vieran como una futura alfa, para ganarme el respeto de toda mi manada. Sonreí frente a sus labios y posé con delicadeza mi mano sobre aquella herida mortal que adornaba su pecho -Siempre contarás conmigo y mi manada para lo que necesites Agarwaen, y mi primer acto de gratitud será ayudarte a encontrar quien te cure esta herida y, si es incurable, ayudarte a dar caza a quien ha marcado tu sino de una forma tan cruel, privando a otra mujer del placer de envejecer a tu lado y despertar cada mañana entre tus brazos. Tienes mi palabra-

Sus besos presionaban mis labios despacio, confundiendo con su aliento los silencios de mi boca con las palabras que dulces, con sabor a fruta madura emanaban de la suya.
Cerré los ojos un instante dejándome llevar por el roce de su lengua que despacio e incesante se hacia con mi boca, llena de peces, de sabor a agua.
Jadeé contra sus labios dejando que mis manos orillaran su cuerpo contra el mi, buscando su piel abrasadora bajo el contacto de mis manos, mas pronto me di cuenta que no había leyenda en el cielo estrellado que contara nuestra historia, porque solo la historia de los muertos se cuenta y yo viva la quería, mas para eso tenia que alejarla de mi lado.
Una sonrisa de medio lado fue la respuesta a su suplica de pasar la noche a mi lado ,enredada entre mis brazos.

-Voy ha hacerte un favor, lo haré por los dos. Voy a llevarte a casa, porque se que de quedarnos, me dejare llevar y tu me desearas.
Aquí bajo la constelación de Orion, nuestros labios se encontraran y despacio acabaremos haciendo el amor, seré suave porque es tu primera vez, con lentitud recorreré tu piel, dejando que nuestros cuerpos se hagan uno, enseñándote lo que es el placer.
Posiblemente sera una noche que no olvidaras, y ese derecho no me corresponde a mi si no a otro, ese del que hablas, ese que es tu alfa, al que le debes fidelidad.

Dejé escapar una sonrisa picar mientras de nuevo hundía mis ojos azul cielo en los suyos pardos.
-Espero que seas feliz señorita Odalyn, mas yo jamas pediré ayuda a vuestra manada, ni a vos, esto solo quedara en el efímero recuerdo de los dos.
En esa noche que pudo haber sido y no fue, en la noche en al que algo se perdió.

Bese por ultima vez sus labios al tiempo que tomaba su mano, aun apoyada sobre el fuego incesante de mi herida para hacerla a un lado.
Alce los ojos al cielo, recorriendo con ellos la inmensidad del firmamento, aquí, solo ella y yo, como dos estrellas fugaces, efímeras, buscando un destino incierto. Ella debiendo su vida a un alfa yo debiendo la mía a la muerte, parca que ya venia de camino.
-te importa si antes de irnos me fumo uno -saque una pequeña bolsa de hierba que deshice con mis dedos con facilidad mezclandolo con el tabaco.
Pronto lo lie con destreza con el papel que volví a meter en la misma bolsa que el resto.
Yesca y pedernal hicieron la chispa adecuada para que prendiera aquello que ahora necesitaba.

Una calada tras otra marcaba el tiempo que se acababa entre nosotros.
Silencios de una noche estrellada en la que pudimos ser grandes, unos locos, mas solo fuimos unos cobardes.

Sus labios rehuían de los míos con la misma fuerza que sus ojos buscaban los ajenos. Me deseaba, le deseaba, pero ambos sabíamos que aquello jamás podría ser, quizá en otro momento, en otra vida pero hoy eran otros nuestros dueños, Errol en mi caso, la muerte y su espera en el suyo.

Como buen cazador rechazaba mi ayuda, mi sustento,mi oportunidad de hacerle recuperar la vida que se le escapaba entre los dedos como arena resbaladiza. Mi mano rechazada se deslizó ahora por sus mejillas, acariciándolas y atesorando aquel rostro en mi memoria, un rostro que con seguridad no volvería a vislumbrar en lo que me quedaba de vida. -No seré yo quien os imponga prohibiciones Agarwaen-

Sonreí ante sus labios robándole el último beso antes de apoyar mi rostro entre sus piernas, contemplando desde ahí al cazador y a las estrellas que cubrían el cielo. -Sé que te he amado en otra vida y, en esta el macabro destino nos ha separado poniendo por medio nuestra rivalidad y otros brazos que nos abrigan por la noche... Espero que cuando muramos coincidamos en la vida siguiente y sí podamos dar rienda suelta a nuestra pasión, a ese deseo que nos inunda por dentro y se refleja en nuestros ojos y nuestra piel-

Enredé mis manos entre las suyas, a sabiendas de que aquellos serían nuestros últimos instantes juntos de que, tras esa noche no hablaríamos, no nos besaríamos y seríamos tan sólo dos extraños. Dos extraños que se atraían sin saber cómo ni por qué. El alba nos sorprendió entre risas y viejas leyendas que surcaban el cielo y, con el sol elevándose hasta su punto más alto nos despedimos con un casto beso en los labios y un sinfín de promesas no dichas en los labios. Aquel había sido nuestro principio y nuestro final, el alfa y el omega.

Fin