Vivo prisionera de mis recuerdos. {Diario de la última di Visconti}

De una larga sucesión de di Visconti desde el inicio de la era, soy la primera y única descendiente del linaje de Jacopo di Visconti y por lado materno, la única descendiente viva de los MacFhearchair de Escocia. Dos familias nobles de la que ya hoy en día solo queda muerte, traición y el recuerdo de lo que algún día fueron épocas felices.

Épocas felices que terminaron un poco después de que una tarde otoñal llegase yo al mundo; concretamente todo terminó la noche en que mi hermano menor y el futuro primogénito de ambas importantes castas debió de haber nacido.

Todo pasó en una noche oscura y silenciosa, aunque el silencio después se viera absolutamente roto por el ruido de los aceros y el hedor de la muerte. Estaba todo tranquilo, nada daba a siquiera poder imaginar que habría una revuelta, aún menos una traición entre la guardia.

Yo me fui a dormir temprano y mientras en todo el castillo empezaban a decaer las faenas, mi madre próxima a sucumbir al parto que tanto se esperaba diera ya resolución, en la soledad y en el silencio de su alcoba fue asesinada por un guardia de su escolta real.

Solo un guardia próximo a ellos podría haber asestado aquel mortal golpe a Megan y tras que ella diese su último aliento, a una orden de aquel corrupto se abrieron las portezuelas y aquellos soldados enemigos que esperaban afuera entraron a tropel con sus aceros ya dispuestos.

Lo segundo que se escuchó aquella noche tras el ruido de los primeros choques de acero fueron los gritos de mi padre al descubrir a su amada esposa muerta junto con el hijo neonato con ella. Su grito procedió al grito de guerra que procedió a dar énfasis en la lucha de aquella noche y por aquellos gritos, yo me levanté y llorando, aterrorizada con apenas tres años corrí hacia el cuerpo de mi madre y hacia mi padre.

A mi doncella le costó separarme del cuerpo inerte y ensangrentado de mi madre, pero en cuanto los enemigos empezaron a ganar terreno y entraron en el castillo, tras las ordenes de mi padre de escondernos, dejé entre llantos el cuerpo de mi madre y me escondí sola en lo alto de una de las torres, en una trampa secreta que nadie más que yo y mis padres conocían.

Allí pasé las horas de aquella traición, en muchas ocasiones sentí golpes justo donde yo me encontraba. Pasos de gente pasando cerca de mi sin descubrirme y yo como podía, me tapaba la boca para que no me oyeran, ni tampoco ceder al pánico o al miedo que en aquellos momentos mi cuerpo diminuto sentía.

La noche fue larga y muy dura, más finalmente como todo en la vida pasó y con la llegada de nuevos soldados de mi padre, los enemigos huyeron.

El mal ya había sido cometido.
Con el futuro primogénito muerto en la barriga de su madre, la única que quedaba del linaje era yo.

¿Y que era una infante de tres años?

Algo tan fácil de asesinar, que algunos creen que esa noche aquellos soldados me perdonaron la vida, solo para venir a matarme más tarde.