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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

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Mensaje por Jannick Diermissen Jue Ago 18, 2016 10:35 pm

Las cosas definitivamente no estaban nada bien para Jannick Diermissen. El hombre atravesaba uno de esos momentos de completo caos en su vida, esos que atacaban a cualquier hombre pero que en su caso, llegaba en el instante menos oportuno y esperado. Jannick debía tener toda su atención puesta en los delicados asuntos del linaje que contaba con él como la cabeza, el imperio se tambaleaba y él debía ver como hacer para que se gente saliera afectada lo menos posible, ese asunto era pues prioritario. La gente confiaba en él, esperaban que les garantizara que todo estaría bien y sin embargo, Diermissen no podía hacerlo y todo gracias a Edvige.

Su nada deseada esposa era una mujer de ideales firmes, atractiva, inteligente, poderosa y con una importancia suprema para la familia Diermissen así como para los planes a futuro de la misma, sin embargo, era una mujer que se negaba completamente a darle un heredero a Jannick, mucho más si es que él continuaba interfiriendo con su magia para que diera con el paradero de su hermana. Pese a las peticiones de Edvige porque se alejara de sus asuntos, Jannick seguía interfiriendo, única y sencillamente porque podía hacerlo, además que claro, si ella no pensaba ceder en lo del heredero, él tampoco lo haría con lo de la hermana.

La relación de la pareja estaba lejos de ser ejemplar. Las constantes peleas, los engaños, los retos de uno contra otro estaban a la orden del día y sin embargo, de una manera extraña y enferma, se querían. Y era ese enfermo cariño lo que llevó ese día a Jannick a tener que abandonar los asuntos de los enfrentamientos en el imperio para centrarse en tratar de controlar a la bestia que tenía por esposa.

Diermissen ingresó firme y decidido en la habitación del matrimonio, aquella donde le dijeron que ella se encontraba. Apenas y sus ojos dieron con la figura de su esposa, la reprimenda salió de sus labios.
No puedes seguir “desapareciendo” mujeres Edvige – hizo una pausa pues bien sabía que las acciones de su esposa eran una consecuencia de las suyas – o al menos no cuando sabes que tengo asuntos más importantes que atender que estar calmando padres furiosos que no saben que sucedió con sus hijas, así como tampoco tengo tiempo para encontrar los restos de ellas, así que hazme un favor y al menos devuelve los cuerpos a sus familiares – y ¿Cómo sabía Jannick que lo que ocurría a las jóvenes era ocasionado por su esposa? Simple. Edvige había tomado como diversión asesinar a las amantes de Jannick, algo que volvía la situación del hechicero mucho más insoportable ya que no podía tener amantes y tampoco un hijo de su esposa.
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Mensaje por Edvige Diermissen Dom Sep 18, 2016 12:01 am

Volvió sus pasos hacia su habitación. Lo hizo de manera campante, desbordando una inquebrantable seguridad; saboreando su dulce victoria una vez más. Edvige era una mujer determinada a cumplir sus advertencias. Era temida por los criados de la familia Diermissen, y nadie en el lugar se atrevía a desafiarla; eso sólo lo hacían las pobres infelices que pretendían quedarse con su esposo, alegando estar encintas de él. ¡Y cuán imbéciles eran! Con eso sólo conseguían un destino horrible. Edvige era una bruja siniestra, de esas que disfrutaban los sacrificios y causar el mal de sus adversarios. Es más, cuando alguna de las amantes de su marido la confrontaban, ella sólo sonreía, las despachaba, y prometía, con completo descaro, que resolvería el problema. Y sí que lo hacía, pues, a los pocos días, las asesinaba. Era como quitarse un dolor de cabeza. Jannick estaba al tanto de esto, pero pese a las amenazas de su esposa, no cedía a seguir actuando de la misma manera. Ambos se repelían, se desafiaban, y aquello en vez de parecer un matrimonio, era un campo de batalla a las espaldas de todos.

Se recostó en su lecho, sonriendo de manera pícara, sintiéndose una reina poderosa por haber cumplido una vez más su misión. Tomó un libro y se dedicó a leer, como si minutos antes no hubiera sido partidaria de un crimen atroz. En realidad, la escena terminó borrándose de su mente minutos después. No cabía en sus pensamientos el asesinato de una de las idiotas que se dejaron seducir por Jannick.

Hubiera podido continuar su lectura de no ser por la odiosa figura de su pareja. Edvige observó a Jannick de soslayo y fingió bostezar, aburrida de aquella queja, que aun teniendo sus bases lógicas, no dejaba de pecar de absurda para la hechicera. No valía la pena continuar discutiendo por lo mismo. Simplemente apartó el libro que leía, ladeó la cabeza y su sonrisa se ensanchó.

—Ay, Jannick, Jannick, ¿otra vez con lo mismo? ¿No te aburres? —dijo con sorna, acomodándose en la orilla de la cama, sólo para peinarse su cabellera oscura—. ¿No puedes decirles que quizás huyeron con algún amante que tenían? Además, si las insolentes desaparecieron, fue culpa de ellas, no nuestra. Estamos políticamente más ocupados, que estar atendiendo caso de desapariciones, como si no fuera cualquier cosa.

Usó su lengua venenosa para excusarse. Ella sabía perfectamente a que se refería su consorte, pero fingía demencia a su conveniencia.

—Y el hecho de que seas responsable de sus “rarísimas” desapareciendo, no tienes que hacerte cargo. Igual, sólo eran un pasatiempo tuyo. Fin de la historia —alegó con auténtica seguridad—. Imagínate que tu padre se enterara que has tenido cuanta amante cualquiera por ahí. Se acabaría la imagen pulcra del hijo mayor y digno del título. ¡Vamos! No seas como tu hermanito Ulbrecht, que anda dejando mujeres embarazadas y no se hace cargo. No, no, ¡qué terrible ejemplo! ¿Qué pensaría el rey? ¿No te has puesto a pensar? —Le miró de manera inquisitiva—. Es más, apuesto que para ti es mejor que esas mujeres desaparezcan. Sólo que tu ego masculino no te deja coordinar con razón. Mi séquito sólo hace lo que tiene que hacer: obedecer a su reina. Fin. —Volvió a dedicarse a peinar su cabello—. Y cierra la puerta al salir.

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Mensaje por Jannick Diermissen Dom Sep 18, 2016 9:26 pm

La manera tan descarada en que Edvige sonrió antes después que apartó el libro que leía para de cierta manera concentrarse en lo que él decía, le indico lo poco interesada que ella se encontraba en escucharlo, o peor aún, quizás estaba dispuesta a escucharlo pero no a hacer lo que él le pedía. Aquella mujer que ahora tenía por esposa era completamente una bruja y no solo refiriéndose a sus habilidades sino a su forma de ser en general.

Edvige era una mujer sin corazón, alguien que no tenía ni un poco de remordimiento por ser la causante de tanto dolor y sufrimiento, claro que Jannick no era muy diferente a ella. El hechicero solo trataba aquellos asuntos de las desapariciones para que después no se armaran escándalos que le quitaran más tiempo del que merecían, lo hacía entonces por el bien de los asuntos primordiales, detalle que su esposa parecía aún no entender. Un suspiro salió de sus labios, su mano derecha fue a acariciar su sien y cerró los ojos en un gesto que demostraba lo harto que se hallaba de tener que tener aquella discusión con ella casi cada semana.
No me aburre, de la misma manera en que a ti no te aburre causarme más problemas y quejas – abrió los ojos, observando como su esposa se sentaba en la orilla de la cama antes de soltarle sus ideas sobre lo que Jannick debía decir a los padres de las desaparecidas y sobre todo, decirle en que era que debía emplear su tiempo. El hechicero sabía muy bien la situación que estaban atravesando y no era necesario que Edvige se lo recordará cada vez que se daba la oportunidad – Sé muy bien que tan ocupados estamos, por eso es que deberías hacerme mis deberes más sencillos no armando escándalos y rebajándote al nivel de esas mujeres que alegan ser mis amantes – Cierto era que Jannick poseía un sin fin de amantes pero era consciente de que no todas las mujeres que aparecían en su puerta y alegaban tener algo con él, eran precisamente parte de sus amantes. Muchas mujeres trataban de aprovecharse de la imagen de los Diermissen mintiendo acerca de sus aventuras con Jannick. Pobres de aquellas incautas que al igual que sus verdaderas amantes terminaban muertas.

Frunció el ceño, molesto de tener que escuchar aquella sarta de tonterías que ella tenía para decirle y con las que de cierta manera, lo amenazaba. ¿En serió estaba pensando en decirle a su padre o al rey en que pasaba sus noches? Edvige era capaz de eso y más, pero seguramente no era tan impulsiva como para usar esa carta (que podía ser una de las mejores que poseía contra él) en aquel momento. Con lentitud, Jannick camino hasta donde se encontraba su esposa. En los labios masculinos se observaba una enorme sonrisa, misma que no desapareció cuando comenzó a responder a su mujer.
Si bueno, cuando le digas a mi padre lo que hago durante mis noches le dejaras en claro que no has sido la mejor elección para ser mi esposa. Eres una hechicera poderosa, una mujer muy inteligente y posees otras características que sin duda hacen a mi padre feliz de que seas mi esposa, pero, ¿Crees que él quiere que el apellido Diermissen y nuestros poderes se acaben? – chasqueo la lengua – él desea que le demos un heredero, uno que prometa tener la fuerza de ambos y siga con el linaje – sonrió – desafortunadamente eres inútil como mujer y no voy a negar que me quitas pesos de encima cuando te deshaces de ellas, no me sirven para nada realmente – se acercó más a ella, quedando bastante cerca – solo quiero que seas consciente de algo, algún día amor mío, aparecerá una mujer que te superará y cuando pase, mi padre no dudara en deshacerse de ti de la misma manera en que tu te deshaces de esas chicas – sonrió burlón – así que de ser tu, me apresuraría a demostrar mi valía – ella podía estarle pidiendo que se fuera pero Jannick se iría cuando a él le diera la gana y para demostrarlo, se sentó despreocupadamente en la cama.
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Mensaje por Edvige Diermissen Sáb Dic 03, 2016 10:12 pm

El discurso de Jannick le era monótono y completamente predecible. No había ningún minuto en el que no se quejara de cualquier cosa, en especial, si se trataba de ella. Ya ni siquiera se molestaba en prestarle demasiada atención. Edvige no era una mujer fácil; poseía una personalidad compleja y era un mal encarnado. No tenía problema alguno en deshacerse de alguien de las maneras más atroces e inimaginables. Ella no tenía límites, y menos cuando la provocaban. Y lo peor, era que le daba absolutamente igual; no se apegaba a lo emocional, parecía ser indolora al sufrimiento ajeno. Quizá, por su modo de actuar y lo muy indiferente que era a ello, podía considerarse una psicópata, alguien que no estaba en sus cabales y disfrutaba ver perecer al prójimo.

Conocía las consecuencias de sus acciones, pero, eso no significaba que había dejado cabos sueltos. Muy al contrario, Edvige no era idiota, sabía perfectamente como obrar y, sin que Jannick lo supiera, el antiguo líder de la familia Diermissen estaba al tanto de la situación. Incluso, parecía que el hombre confiaba más en su nuera y no tanto en sus dos hijos. Y no era para menos; Edvige desde muy chica fue entrenada para ser líder y estaba cumpliendo su labor a la perfección. Por eso el discurso de su esposo no causó mayor recelo, por más que las palabras intentaban sonar despreciables, ella no mostró emoción alguna, sólo se dedicó a peinar su cabello, concentrando su mente en aquella insignificante acción.

—¿Ya terminaste con tu discurso? —preguntó, una vez cuando Jannick hubo terminado de hablar—. Si es así, te lo dejaré muy claro, y supongo que tu padre ya te lo habrá dicho una vez. Los escándalos de los lugareños es mera estrategia para perjudicar al enemigo. Ya se están obteniendo resultados, sólo es cuestión de esperar. Mis informantes están al tanto de todo. Pronto tendremos entre manos una muy valiosa reforma, firmada por los líderes religiosos de la región y los plebeyos no podrán hacer nada. —Entonces se puso de pie y recorrió con lentitud la habitación—. No pretendas que no sé lo que hago, Jannick. Si queremos mantenerlo contento, hay que llevarle sacrificios. Los que he hecho en tu nombre, le han agradado mucho, créeme. Y sólo por eso, seremos la familia más poderosa del imperio.

Guardó silencio y le dedicó una sonrisa oscura. Si Jannick pretendía humillarla, estaba tan equivocado como siempre.

—¿De verdad piensas que eso preocupa a tu padre? Por todos los seres del abismo, Jannick. Que poco conoces a tu progenitor... —Terminó riendo y negando con la cabeza—. Ese es el menor problema de un linaje. Los herederos los puedes sacar de cualquier parte; además, no hace falta en este momento. Ulbrecht tiene a un hijo, eso es más que suficiente. Se le obligará a hacerse cargo de ese niño, y tú serás quien lo hable con él. —Terminó sentándose a su lado de manera despreocupada—. A diferencia de la inútil de Helen, yo si tengo potencial. No se deshicieron de ella por ser estéril; la sacrificaron de una manera más sutil. Si fuera mi maestro, la llevaba a Harz, ¿y sabes qué más le haría? Seguro le quitaría el pellejo en carne viva. Pero mi suegro aún conserva cierta sensatez para esas cosas, así que... sólo murió de razones desconocidas. Deberías agradecerle, porque te tenía como cornudo. Al menos yo no he hecho eso, querido. Aún conservo mi integridad como mujer.

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Mensaje por Jannick Diermissen Sáb Ene 28, 2017 10:24 pm

Trataba de llevar la fiesta lo más en paz posible, algo que resultaba imposible para el hechicero teniendo a Edvige como su esposa. Quizás era por tenerla a ella como pareja que se volvía cada vez más duro y sentía menos. En un inicio, cuando veía muertas a sus amantes, realmente lucía afectado pero para aquel momento, los cadáveres de las féminas no eran más que una molestia que su esposa no se ocultaba de la manera en la que él esperaba que lo hiciera. Cada vez que encontraban una nueva chica, Jannick no podía evitar preguntarse ¿Qué era realmente lo que su esposa buscaba matando a todas esas chicas? Porque aunque ella pareciera hacerlo solo por gusto, el líder del clan Diermissen sabía que existía un motivo oculto.

Después de comentar de manera segura lo que él creía que sucedería cuando su padre se enterase de todo, cruzo los brazos a la altura del pecho y resoplo. Por la pregunta de su esposa, intuía que vendría una respuesta larga e inútil, porque no importaba lo que ella tuviera para decirle, a relación y la falta de interés de uno por el otro iba a mantenerse. De hecho, Jannick estaba pensando en que si el discurso de su esposa lo molestaba demasiado, le enviaría pistas mágicas falsas sobre el lugar donde se encontraba su hermana.
Ya termine, ahora, ¿Qué vas a decir? – su mirada se poso en la de su esposa, sus brazos continuaban sobre su pecho y su mente estaba preparada para divagar, eso claro cuando el discurso de su “amada” le enfadase.

Desviar su atención no fue necesario. Lo que su esposa decía aclaraban las dudas que Jannick tuvo durante mucho sobre y de hecho, le pareció tan buena idea que usara a sus amantes que no pudo evitar soltar una carcajada mientras la escuchaba.
Así que todo lo has hecho por nosotros – la miró divertido – y quizás ha sido una coincidencia que todas hubieran tenido algo que ver conmigo – se encogió de hombros – si vas a hacer sacrificios por nuestro bien, deberías tomar una muestra más al azar, no mujeres con asuntos en su contra. Bien ahora, tendré que inventar algo más para mantener tranquilos a los padres – crear una bestia oscura a base de almas que apareciera para causar el miedo entre los pobladores y librara a su familia de las habladurías era la idea que en esos momentos llegaba a su mente. Si bien era parte del discurso no fue para nada desagradable, fue la siguiente lo que le hizo mirar a Edvige con sorpresa e ira.

Ulbrecht y su hijo no son mi problema... – hizo una pausa, pensando en las implicaciones a largo plazo que un hijo ilegitimo traerían al linaje – ¡Diablos! Ese Ulbrecht no puede mantenerse bien vestido durante mucho tiempo – comenzó a caminar de un lado a otro – Esta bien… hablare con él. Tendrá que casarse lo más pronto posible – sonrió ante la idea de ver a su hermano casado. Seguro que saberlo lo molestaría así que solo por verlo rabiar, le daría la “grata noticia”. Aun así no era el saber de parte de su esposa que Ulbrecht tenía un hijo, mucho menos el que ella se negara aún a darle un heredero, un hijo o hija que seguramente sería un hechicero excepcional debido a la sangre que correría por sus venas. Lo que en verdad molesto al Diermissen fue que ella se atreviera a hablar de esa manera tan despreciable de la mujer a la que amo cuando joven. Su ex esposa tenía muchos defectos, nunca fue poderosa y lo engaño un sin fin de veces, aún así, él nunca creyó que mereciera la muerte. – No vayas a hablar de más Edvige y mucho menos te creas superior a Helen. Ella también fue necesaria para la familia un tiempo y mira como es que termino – se acercó hasta donde ella estaba sentada – Has demostrado bien tu valía, al menos hasta ahora pero vas a cansar a mi padre, todos lo hacen y cuando eso suceda ¿Qué vas a hacer amor? – ella creía realmente conocer la manera tan oscura en que funcionaba la mente de su progenitor, pero la verdad es que aquel hombre era impredecible, podía decidir de un momento a otro matarlos a todos, incluyendo a sus propios hijos, y si ellos no estaban seguros con su padre ¿Cómo podría una mujer como Edvige estarlo?
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Mensaje por Edvige Diermissen Miér Abr 19, 2017 1:08 am

Aunque ya tuvieran un tiempo considerable conviviendo como marido y mujer, lo cierto es que Jannick no conocía realmente a Edvige; la consideraba siniestra y un terrible dolor de cabeza, pero, ¿realmente estaba al tanto de lo terrible que podía llegar a ser? Desde luego que no. Aun así, el padre de Jannick si estaba al tanto de todo, y como era un hombre ambicioso, le era magnífico tener a una mujer tan poderosa en su linaje. No se trataba sólo de poder político, sino, de otras cosas mucho más oscuras; cosas que a ningún lugareño se le pasaría por la cabeza, ni en sus más horribles pesadillas. Tal parecía que Edvige siempre tendría las de ganar, en especial, por ser quien lideraba los sabbats. ¿Qué mejor chantaje que ese?

Por eso ni se molestó por las palabras dichas por su esposo; ninguna logró afectarle. Todo intento por sembrar la duda y el temor en ella era inútil, Edvige simplemente continuó peinándose su larga cabellera, mientras asentía en silencio y una sonrisa se dibujaba en sus labios. Adoraba sacarlo de quicio, que perdiera los estribos, y muy aparte de eso, hacerlo dudar de todos, más que nada, de su difunta esposa, a la que siempre consideró incompetente. ¿Cómo pudo él fijarse en semejante esperpento? Ni siquiera poseía inteligencia alguna. ¡Hombres! Sólo se guían por las apariencias y cualidades sin sentido ni razón de ser. Pero eso no era importante, así que lo despachó de su mente en pocos segundos. Su misión consistía en otra cosa.

—¿Crees que sólo anda seleccionando a las furcias que te persiguen? —Sonrió, dejando escapar luego una exhalación—. No, querido. Sin embargo, hay veces que anda un poco... creativo. Y por alguna razón, todo aquel que se acerque a ti, el actual líder, terminará en malas condiciones —admitió, mientras acariciaba su mejilla—. ¿Te pone celoso que tu hermano si tenga un hijo y tú no? ¡No seas ridículo, Jannick! De seguro ni está enterado que ha dejado a un crío por ahí. O quizás a varios.

Apartó la mano con brusquedad. Todo aquel gesto suyo, el mismo que la instó a llevar una mano a su rostro mientras le explicaba la situación, simplemente, se derrumbó. No se notaba molesta, por supuesto, pero estaba un poco harta del tema del heredero.

—¿Y si hablo mal de ella, qué? ¿Vas a enojarte como de costumbre? ¡Gracias! Pero eso no es novedad para mí —le aseguró, decidiéndose luego a guardar silencio. Le miró con intensidad, y lentamente, una sonrisa fue apareciendo en sus labios—. ¿Estás seguro, mi amor? Que poco conoces a tu padre, en serio.

Pero antes de continuar con su discurso, se acercó a Jannick, rompiendo cualquier resquicio de distancia entre ambos. Rodeó su cuello con los brazos y sus labios rozaron peligrosamente los de él. Si algo disfrutaba Edvige, era jugar sucio, sin duda alguna.

—¿Crees que se va a atrever a hacerle algo a su líder? ¿Sabes lo que eso implicaría?  Claro que sí —dijo con un tono que, aunque no tenía la intención de sonar jocoso, podía malinterpretarse como tal—. Helen falló en muchas cosas, y por desgracia, no poseía, ni por asomo, lo que yo; además, ahora que estás conmigo, y ella se pudre en cualquier rincón álgido del averno, deberías estar agradecido. Puedes negarlo las veces que quieras, pero sigo siendo mil veces más talentosa y eficaz que la difunta, ¿verdad que sí? ¡Shhh! No necesito palabras, con las acciones me basta.

Y simplemente lo empujó al lecho, sentándose a horcajadas sobre sus piernas, inclinándose lo suficiente para quedar casi recostada sobre su pecho.

—Agradece que me agarraste de buen humor, Jannick. En otra ocasión, quién sabe —sentenció. Sabía perfectamente cómo atacar los puntos débiles de su cónyuge, en especial, cuando ella misma se encontraba de tan excelente genio.

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Mensaje por Jannick Diermissen Miér Mayo 24, 2017 10:08 am

La miró con desprecio. Ver la manera en que ella sentía despreocupada a cada una de sus palabras, como si no le interesara absolutamente nada de lo que tenía para decirle lo sacaba de quicio. Edvige sabía muy bien como leerlo, como saber que era lo que le afectaba y dolía pero ambos podían jugar a destrozar lentamente al otro. Jannick no le temía a su esposa, a su padre o a su hermano. De una manera retorcida los amaba tanto que los odiaba, sí, era de locos creer que alguien como él sentía verdaderamente amor y odio por una mujer como Edvige pero en el fondo de su oscuro y pútrido corazón así era aunque lo que siempre saliera a flote fuera el odio y el deseo de destruirlos a todos.

Pues no puedo creer que no sea así – sus ojos se mantenían fijos en la figura de su esposa que despreocupadamente se arreglaba los cabellos – Todas mis amantes han terminado muertas así que lo que dices de que no las persiguen es mentira – sonrió – Creo que no solo las matan a ellas, eso si, después de todo mi circulo de amantes no es tan grande como necesitan ¿o si? – y la sonrisa se desvaneció de su rostro cuando ella leyó en sus palabras o gesto los celos que experimentaba en contra de Ulbrecht – No debe estar enterado, eso es obvio, pero el que no lo sepa no le quita lo idiota – sentenció – Podrá no haber heredado la magia de la familia y ahora estar maldito por la luna pero eso no es excusa como para que ande regando hijos – se llevó la mano derecha a la sien, dándose a si mismo un masaje. Ser el líder de la familia era complicado cuando nadie hacía lo que debía, en especial Ulbrecht – y evidentemente, estoy celoso de que tenga un hijo – sus ojos se enfocaron con fiereza en los de su esposa, quien dejó de acariciarle la mejilla – Es que parece que soy el único entre nosotros que imagina el poder que podría llegar a poseer un hijo nuestro – ambos eran hechiceros excepcionales y que tuvieran un hijo podría elevar el renombre de los Diermissen, en especial si es que heredaba las mejores habilidades de cada uno de sus progenitores, aún así, Edvige no parecía ceder.

Si ya sabes como terminan nuestras conversaciones de Helen, ¿Por qué insistes tanto en sacarla a la luz? – Jannick amó a su difunta esposa más que nada en el mundo y ni siquiera las traiciones de ella fueron capaces de provocar que su amor se desvaneciera, por eso era que no toleraba que se hablara mal de ella. Helen ya no estaba en aquel mundo y nada interferiría con los planes que el progenitor de Jannick tenía en mente, así que, ¿Para qué hacer que él se enojara pudiendo hacer todo más fácil? Pero claro, tanto su padre como Edvige preferían complicar todo más de lo necesario. La ira que comenzaba a asomar en las palabras y postura del líder de los Diermissen se quedó como suspendida cuando su actual esposa se acercó a él – Le conozco lo que necesito – comentó tensó y un tanto incomodo pues no tenía idea de que clase de juego planeaba ahora Edvige – y otra cosa que tampoco necesito es que te vengas a hacer la que conoces definitivamente sus pensamientos, porque no los conoces aunque lo creas.

Los labios de su esposa rozando los suyos lo obligaron a callar. No era para nada usual o esperado que Edvige actuara de esa manera. Después del discurso de Edvige, Jannick se mantuvo aun en silencio. El amor por el recuerdo de Helen no eliminaría de su mente lo evidente; Edvige era lo que verdaderamente necesitaron los Diermissen desde un principio y no solo podía hablar de la familia en general, también podía decir que él la necesitó desde un principio aunque se negase a aceptarlo.
Piensa y cree ser lo que más te convenga, yo no tengo humor para continuar discutiendo contigo.

Cuando las manos de Edvige lo empujaron, fue que realmente percibió algo extraño en ella. La hechicera aseguraba estar de buen humor, algo que distaba mucho del de Jannick que seguía no molesto, pero si desconcertado.
¿Qué tratas de hacer ahora Edvige? – frunció el ceño, tratando de reprimir las ganas de perderse en el cuerpo de su esposa – No comiences algo si no piensas dejarme llegar hasta el final – sentenció antes de mover sus manos para sujetarla de la cadera.
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Mensaje por Edvige Diermissen Lun Jun 19, 2017 1:59 am

¿Acaso le había dirigido una mirada de desprecio por decir la verdad? Oh, pero si a eso ya estaba más que acostumbrada, y tampoco le afectaba, en lo más mínimo. Su malicia rebasaba incluso los límites de la paciencia, y ella podía permitirse ser tan paciente en esas ocasiones, cuando su esposo parecía estar hecho una bestia debido a las palabras que ella misma le dedicaba, las mismas que destilaban la más amarga hiel. ¡Y con todo el gusto del mundo las dejaba escapar del abismo de su maldad! ¿A quién engañaba? Uno de sus pasatiempos preferidos, cuando no estaba con sus brujerías, era fastidiar a Jannick, aunque, en partes él mismo se lo buscaba, siempre con su manía de hallar explicaciones en donde no las había, así de sencillo.

Él se quejaba y ella se tomaba las cosas con gracia, porque sí, estaba de buen humor ese día. Aunque le cruzó por la mente el hecho de que él estuviera frustrando la búsqueda de su hermana menor, Edvige pareció apartar aquel recuerdo con indiferencia, como si se tratara de cualquier cosa. Por eso continuó en su posición: sentada sobre las piernas de Jannick, como demostrando una irritable victoria ante él. Le gustaba tanto jugar con su paciencia, era todo un banquete digno de degustar.

—¿Celoso? Uh, pero eso es inaudito, Jannick —aseguró, enderezándose de nuevo, pero sin señales de que iba abandonar su posición—. Y no, nada de poder de un hijo nuestro, no te hagas ilusiones, porque no va a ser así... O sea, yo, la gran Edvige Calenberg, ¿cuidando a un crío? No, no. Tengo cero instinto maternal, ese sólo lo uso para mis mascotas. —Y ciertamente había un poco de razón en sus palabras, ella no estaba hecha para eso, e iba a seguir negándose a tal posibilidad por los siglos de los siglos—. Helen, Helen, Helen... Porque me gusta fastidiarte, precisamente por eso, ¿acaso no lo ves? Es tan cero a la izquierda, que me encanta verte rabiar por eso.

Cruel, hipócrita, sagaz... siempre se salía con la suya. Edvige era una harpía de las más grandes y terribles; no por nada lideraba uno de los aquelarres más grandes de todo el imperio. Lástima que tanta maldad y tanto poder no fueran suficientes para hallar a su hermana, ¿era el precio a pagar, no es así? Pues, bien, al menos obtenía beneficios de todo ese asunto, ya lo demás era pura añadidura a su agitada vida.

—¿Tanto te cuesta no tener idea de lo que pretendo hacer? Oh, cielo, estás perdiendo facultades. ¿Ves? Eso te pasa por tener amantes tan superfluas, por favor —entornó la mirada, con esa expresión cargada de odiosidad que tanto enfadaba a la mayoría de las personas—. Es tu asunto si quieres llegar al final o no, ¿qué dices?

¿Qué estaba jugando con fuego? Siempre lo hacía, ya eso no era ninguna novedad en la vida de Edvige. Y que mejor demostración que deshacerse del nudo que ataba la túnica que llevaba puesto. Quizás la separación de los dos fragmentos de tela no fue tan evidente, pero si lo suficiente para mostrar una parte de su piel, desde el pecho hasta unos centímetros más abajo del abdomen. ¿Y ahora de qué se iba a quejar Jannick?


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Mensaje por Jannick Diermissen Miér Ago 23, 2017 10:45 pm

¿Cómo era posible odiar a alguien al punto que terminabas amándole? Eso era lo que Jannick se preguntaba siempre que estaba frente a Edvige, su hermosa y malvada esposa actual, quien en ese momento disfrutaba a lo grande viendo el mal humor en que ponía al líder de los Diermissen con sus palabras, aunque para ser sinceros, aquella clase de situaciones eran muy comunes en el matrimonio. Edvige y Jannick solían discutir bastante, todo porque los puntos de vista o maneras de actuar del otro no eran lo que esperaban o deseaban, aun así, el hechicero creía que era precisamente el carácter tan indomable de su esposa, esa manera en que lo hacía rabiar y desear estar soltero era lo que le atraía tanto de ella.

Que complicado resultaba entonces para Jannick tratar de mantenerse fiel a la promesa hecha a una mujer muerta de amarla y no olvidarla nunca,  cuando se amaba a otra mujer que era completamente lo opuesto a la primera y peor aún, ¿No sé prometió el día de su boda que no trataría de manera especial a Edvige? Por supuesto que lo prometió y de hecho, el hechicero creyó estar cumpliendo su promesa, hasta que se descubrió a si mismo fuera de sus cabales por las actitudes que tomaba Edvige, en quien pensaba constantemente y con quien deseaba, más que con Helen, tener descendencia.

¿Tan inaudito te parece que este celoso? – mostró una sonrisa cargada de rabia – ¿Cómo no voy a estarlo? Ese idiota tiene un hijo mientras que mi esposa apenas y me deja tocarla – la miró fijamente – Sabes perfectamente que no tendrías que cuidar al niño, tendríamos quien nos ayudara con su crianza pero esta bien, sigue diciéndote que no tienes instinto maternal y que no quieres hijos, igual sabes que tarde o temprano los tendremos, tan seguro estoy de ello que dejaré que seas tú la que me lo proponga, ya no diré nada más de hijos si eso te hace feliz – y una sonrisa se dibujo burlona se dibujo en su rostro – Mi amor – mencionó con un meloso tono de voz que no iba para nada con su personalidad.

Helen era un tema constante en las conversaciones de Jannick, quien deseaba que al menos su memoria fuera respetada, algo que nunca obtendría de parte de Edvige, que sabiendo lo que la mención de aquella mujer provocaba en el líder de los Diermissen, se empeñaba en mencionarla.
Si tan cero a la izquierda es ella, entonces deja de mencionarla de una buena vez y has que solo sea tu nombre el que salga de mis labios y este en mis pensamientos – sus ultimas palabras, más que un intento de seducción eran un reto deliberado que lanzaba a su esposa, eso pese a que él sabía que ella no necesitaba hacer nada para estar en sus pensamientos.

Una carcajada fluyo desde lo más profundo de su garganta.
Mis amantes no son el problema – señalo observando el cuerpo de su esposa – el problema es que te niegas a mi casi siempre  y por eso es que ya no sé que esperar – sin poder evitarlo se relamió los labios y no dijo nada, pues prefería que fueran sus acciones las que dieran una respuesta a la pregunta de su esposa.

Con la habilidad de quien ha llevado a muchas mujeres a la cama, Jannick sujeto a Edvige de las caderas, todo sin despegar sus ojos de la túnica que se abría ligeramente para mostrarle el camino al infierno que él, estaba más que dispuesto a tomar. De un movimiento certero acabo dejando a la hechicera sobre la cama, mientras que él se posicionaba sobre ella.
Tendría muchas menos amantes y toleraría más tus comentarios si me permitieras tenerte de esta manera mucho más seguido – burlón, comenzó a recorrer con su dedo índice la apertura de la túnica de Edvige – Había olvidado lo seductora que eres y lo hermoso que es tu cuerpo – susurró antes de inclinarse para besar el abdomen de la hechicera.
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Mensaje por Edvige Diermissen Vie Oct 13, 2017 11:45 pm

Jannick podría ser tan predecible como absolutamente todos los hombres casados, o casi todos, pues también suelen haber escasas excepciones, pero esas no son las que interesan en este caso, sino aquellas que versan de las conductas como las del líder de la familia Diermissen. Por supuesto, su actual esposa, que era una harpía en toda la amplia expresión, sabía bien estas cosas, y no le resultaba una novedad que él actuara de los modos en que lo hacía. Podría decirse que Edvige aprovechaba la ocasión para alimentarse más de ese maldito orgullo, como lo haría un demonio sediento de energía. ¿Y acaso no podría compararse ella con uno de esos abismales seres? Por poco. Aunque, debido a su reputación como hechicera, algunos ya la consideraban como tal, incluyendo su esposo. Desde luego, a ella le divertía todo el asunto, sobre todo cuando él terminara muerto de coraje, a pesar de que podía hacerla enfadar un poco. ¿Y qué era de los matrimonios sin esas sempiternas luchas de voluntades?

¡Y más aún cuando hablaban del dolor de cabeza que significaba tener hijos! Como si a ella le agradara mucho el hecho de concebir. ¡En su vida! Además, a este paso se quedaría estéril. Sería como un pequeño castigo por sus actividades nada sacras. En fin, era a lo que se exponían la mayoría de los practicantes de la magia negra. Sin embargo, no pretendía revelarle aquello a Jannick. ¿Quién aguantaría a ese ser si sabía semejante cosa? Mejor ahorrarse el dolor de cabeza, porque, de seguro, buscaría la manera de que algo así no ocurriera, y eso podría enfadarlos a ellos.

—Los cuide o no, siguen siendo molestos. Fin de la discusión —replicó con indiferencia, aún estando bajo el peso de su cuerpo. Edvige podría resultar tan amarga y detestable en el momento menos indicado—. Ya deja al idiota con sus problemas, él nació débil, y por eso es quien tiene hijos. Así de sencillo... —Tuvo que dar por zanjada la conversación, y a pesar de las acciones de Jannick, simplemente enarcó una ceja y sonrió, con burla—. ¿Te has preguntado siquiera por qué me niego, Jannick? No hace falta ser un erudito para entenderlo. Cualquiera, en su sano juicio, podría darse cuenta de ello. Y no te excuses en las amantes. ¡Es que eres tan cualquiera como hombre! En serio.

Sentenció, siempre destilando ese veneno del que se sentía orgullosa, incluso manteniendo esa postura de absoluta indiferencia. ¡Y pensar que ella misma lo había provocado! Bueno, sí lo hizo, pero él terminaba arruinándolo, de alguna manera lo conseguía. Así que sólo flexionó una pierna y lo golpeó por un costado, totalmente frívola, a pesar de que, sí, lo admitía, le agradaban las sensaciones que despertaban las acciones de su esposo. Aun así, su orgullo era mucho más grande.

—A ver, tendrás que hacer mucho más sí me quieres tener de esta manera tan pasiva y tan impropia, ¿lo entiendes, mi amor? —soltó—. Ya quítate, estoy cansada y necesito dormir. Mañana estaré muy ocupada con mis cosas de bruja, como bien dices.

Esta vez fue ella quien se removió, quitándoselo de encima. Y sí, que no queden dudas, lo estaba provocando. Digamos que le gustaba fastidiar a la bestia dormida, pasiva, que parecía no atender a sus insinuaciones... "Parecía".
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Mensaje por Jannick Diermissen Lun Oct 23, 2017 10:41 pm

Ya te dije que no diré nada más de hijos – aunque tuviera que morderse la lengua hasta hacerla sangrar, Jannick dejaría que fuera su esposa quien lo buscara ahora, ya que no existía individuo que no se cansara después de rogar por migajas, situación que describía perfectamente al líder de los Diermissen cuando se trataba de descendencia y tranquilidad. Quizás en el fondo, se estuviera acostumbrando a la personalidad retorcida y oscura de su esposa, por eso era que la dejaba ser con mayor facilidad pues en los inicios de su relación no la toleraba y le exigía pusiera alto a sus acciones, en lugar de cómo ahora, pedirle relativamente más amablemente que se detuviera y que considerase lo que ocasionaba para el trabajo de él.

Una sonrisa inesperada y sincera apareció en sus labios pues su queridísima esposa tenía razón en una de tantas cosas que dijo; Ulbrecht era débil. Su hermano no había nacido con la magia que corría por las venas de los Diermissen. Durante su infancia, Jannick envidiaba a su hermano y al llegar a la edad adulta seguía haciéndolo, al menos en algunos aspectos como el que fuera capaz de tener descendencia y hacer lo que se le viniera en gana, sin embargo, si pensaba la situación con cabeza fría, Ulbrecht se hacía el listo, el que todo lo podía, pero era su hermano mayor o su padre quienes terminaban generalmente por brindarle un poco de ayuda mediante su magia, siempre de manera oculta.
Eso no puedo negártelo, Ulbrecht si es débil pero al menos es libre – ¿Disfrutaba realmente ella de su vida como era en la actualidad? Jannick no lo sabía pero ¿Cómo saberlo? Ya que ni él podía saber sus propias respuestas a esas interrogantes – Me he preguntado muchas cosas Edvige, pero eso jamás – una risotada se le escapo cuando ella continuo con el tema de las amantes – Admitiré que soy débil a un cuerpo femenino pero soy más débil aún debido a tu resistencia a estar conmigo.

La predisposición de Edvige para lo que estaba haciendo él, le encantaba. Era muy poco común que ella estuviera tan de buen humor como para dejarse tocar por él, ¿Lo único malo? Que todo era demasiado hermoso para ser verdad y el líder de los Diermissen se dio cuenta de ello en el instante que su esposa le golpeo un costado, provocando que Jannick se detuviera y la mirase fijamente.
Todo parecía ir tan bien que hasta me olvide de esa manera tan peculiar y abrupta que tienes para dar por finalizadas las cosas – mencionó antes de dejarse empujar por ella y tirándose él de espaldas sobre la cama, sin apartar su mirada del cuerpo de Edvige – Yo también estaré ocupado con mis cosas mañana – tomó el brazo de su esposa y tiró de ella para hacer que cayera a un lado de él – pero te aseguró que dormirás mucho más relajada si continuamos – el hechicero se acercó más a ella y sin decirle más nada, le mordió el hombro – además que si me ponía de buenas iba a darte información respecto a tu hermana, pero como tenerme contento no te interesa – sonrió burlón – supongo que tampoco te interesa ella.
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Mensaje por Edvige Diermissen Sáb Nov 18, 2017 11:27 pm

¿Acaso pretendía chantajearla con lo de su hermana? ¿De verdad quería hacerlo? Pero sí resultaba que para lograr convencer a Edvige de ceder se necesitaba más que eso. Era una mujer con escasa inteligencia emocional, y a pesar de que lo de su hermana llegó a ser un problema en su momento, las cosas empezaban a cambiar, y todo porque ella estaba obteniendo más poder de lo que antes había creído. No sólo a nivel social, sino a lo que magia negra se refería. Se estaba haciendo más poderosa, incluso llegó a desafiar a muchos incautos cazadores en determinadas circunstancias, mismas que ignoraba su empalagoso esposo. Si él la conociera un poco más, pensaría mejor sus jugadas...

Fue por esa misma razón que puso los ojos en blanco, un poco agotada de los comentarios sin sentido de Jannick. ¡Hasta cuándo! Además, no quería estar con él. No en ese momento, y no en un buen tiempo. Edvige tenía asuntos más importantes en los cuales pensar. ¡De acuerdo! Lo había provocado en un principio, pero el libido terminó esfumándose cuando a él se le ocurrió abrir la bocota. Tan sencillo que era mantenerse al margen de las cosas que ella misma mencionaba, sólo por querer fastidiar. Sin embargo, Jannick era demasiado temperamental, a un punto en el que resultaba sencillo hacerlo enfadar con cualquier tontería. Y así estaban: Edvige ignorándolo, y él intentando... ¿Qué? ¿Convencerla? ¡Frío!

—¡Por favor, Jannick! No empieces con eso... Harás que me duela la cabeza, y lo menos que quiero es eso, de verdad. Te lo agradecería infinitamente —respondió, con cara de aburrimiento. Incluso llegó a darle la espalda—. Y no, lo de mi hermana... Eso no te va funcionar. No esta vez. ¿Quién te metió esa idea en la cabeza? ¿Acaso fue Ulbrecht? Él siempre fue tan asustadizo, y de seguro te manipuló con eso para que lo dejaras en paz. Y de seguro decidiste que sería conveniente, y resulta que no. Para chantajearme se necesitará mucho más, sobre todo cuando llevo el humor hecho un guiñapo. ¿Podrías entender?

Exhaló con hastío. No había verdadera molestia en el gesto, sin embargo, sí se notaba un repentino cansancio. Aunque la ambición la había llevado a tener que lidiar con semejante bestia, a veces resultaba un poco agotador, y mucho más cuando ella misma tenía que invertir una cantidad de energía considerable en sus oficios nada sacros. ¿Es que nunca iban a llevar la guerra en paz así fuera por un momento?

—Dejemos las cosas así, ¿sabes? Es cansado tener que seguir con esto. Me aburre en demasía, Jannick. ¿No vamos a llegar nunca a un acuerdo? —Entonces sí se giró para confrontarlo con la mirada—. ¿Es tan difícil entender que yo no funciono como el resto de las personas? Si no es así, ya deberías ir anotándolo en tu agenda de próximas cosas por hacer, creo que te sería de grandísima ayuda, tanto como darte cuenta que me fastidia que me veas como un maldito objeto de placer o para hacer hijos. Y para que te vayas enterando... No soy ni una cosa, ni la otra.
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Mensaje por Jannick Diermissen Jue Nov 23, 2017 9:02 pm

Durante un buen tiempo funciono el chantaje de Jannick respecto al paradero de la hermana de Edvige, pero al igual que él se cansará de rogarle a ella por atención, también parecía ser que su esposa se cansaba del chantaje de su esposo. La mirada fría que ella le dedico se lo dejó perfectamente en claro y de los labios del hechicero entonces salió un suspiro, restringir los poderes de Edvige para que no pudiera encontrar a su hermana resultaría desde ese momento una completa perdida de energía, así que sin más, el líder de los Diermissen se rindió. Dejar de restringir los poderes de su esposa, orientados a dar con el paradero de su hermana, significaban para él un aumento de magia bastante considerable así como de energía en general.
Nadie me metió la idea en la cabeza, solo que fue lo que funcionaba en un inicio contigo y quería ver si aún era algo que servía – sonrió, estirando su cuerpo y sintiendo como nuevamente todo su poder corría por su interior – aunque no es algo que me moleste el que ya no funcione ese chantaje contigo, de hecho, me viene muy bien que ya no te afecte – era probable que aún la afectase, pero no al punto de hacerla rabiar como antes por lo que ahora Jannick podría emplear su magia en los asuntos verdaderamente importantes para él, las luchas de su clan – Y tú humor siempre es pésimo Edvige, no trates de culpar al exterior de tu terrible personalidad – cerró los ojos con desinterés. La batalla con su esposa estaba completamente perdida y ahora lo único que quería hacer, era reponerse un poco y concentrarse una vez más en lo que le esperaba a las afueras de aquella habitación donde hasta ese momento, eran solo los hechiceros.

Podríamos llegar a más de un acuerdo Edvige si es que no fueras tan testaruda y quisieras hacer todo por tu cuenta – señaló antes de abrir los ojos para observar a su esposa, que le miraba fijamente – Pero vamos, que te encanta poder levantarte el cuello ante todos y decir que eres la hechicera más poderosa de estas tierras – con calma se sentó en la cama – y quizás lo seas, pero si trabajáramos realmente juntos podríamos conseguir más – él sabía perfectamente que su esposa no funcionaba como los demás pero tal y como había dicho, tampoco era como que le permitiera ser algo más para ella y no se refería a lo que ella imaginaba. ¿Qué la veía solo como un objeto de placer? Bueno la verdad era que no la necesitaba, para ello tenía amantes, sin embargo, ella se esforzaba por eliminar a sus amantes lo que demostraba, pese a que no lo admitiera Edvige, que algo dentro de ella se ponía celosa. Por otro lado, si quería un hijo, pero ya se decidía a no tocar más ese tema – Sé que no eres nada de eso, pero una vez más, es para lo único que me has permitido verte. Podríamos ser grandes aliados mi querida esposa, pero estas demasiado empeñada en continuarme viendo como tu enemigo y de esa manera, yo ya deje de verte hace algo de tiempo – podía verla como una piedra en el zapato en algunas circunstancias y como una mujer sumamente imprudente en otras,  pero definitivamente no la veía como una enemiga, ahora solo se necesitaba que ella tratara de verlo a él, como un compañero en intereses.
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Mensaje por Edvige Diermissen Jue Ene 25, 2018 11:03 pm

Una de las consecuencias a las que tenía que enfrentarse por contraer matrimonio, era, justamente, al hecho de llevar sobre sus hombros la obligación de compartir el lecho con alguien más. No sólo el lecho, sino también palabras; pláticas que muchas veces no llegaban a nada. Edvige se había encontrado con la horma de su zapato con Jannick, y eso era algo que le fastidiaba, pero al mismo tiempo llegaba a ser digno de admiración. Pocas personas eran capaces de descolocarla tanto en pocos minutos, y él lo conseguía. A veces se le hacía cuesta arriba, sin embargo, en otras ocasiones, como esa, no parecía tanto. Desde luego, ya en ese punto, ambos habían terminado con la máscara de la molestia tatuada en el rostro.

Tenía que reconocer que él también sabía jugar tan sucio como ella. El simple hecho de mantenerla aislada del paradero de su hermana menor, a pesar de todos los esfuerzos hechos para hallarla, era para aplaudirle; pero Edvige jamás haría algo así, porque le molestaba muchísimo. Quizá Jannick no tenía una relación llevadera con su hermano menor, algo que en Edvige no tenía que repetirse con la única familiar que, se aseguraba, se encontraba con vida en alguna parte. Aun así, tuvo que obligarse a desistir de tal labor, al menos por un tiempo, mientras conseguía aumentar más su poder e influencias. Muchas veces, la ambición podía más que cualquier acto de absoluta bondad, o lo qué fuera que ella sentía al recordar a su pequeña y única hermana.

Así pues, luego de haber discutido con él, llegó a sentir un sabor amargo, incómodo, como si de repente el aire en la habitación se hiciera pesado. No se trataba de algún hechizo, tal vez sí de las energías de ambos luchando por mantenerse a raya, o más bien, intentando dominarse entre sí, aunque ellos no parecían que guardaban esas intenciones. Al menos fue lo que le dejó entender Jannick con sus palabras.

Ella no quiso hablar en un rato largo, al punto de que él estuvo por marcharse, pero Edvige no se lo permitió. Para ella era difícil tener que dejar a un lado su antipatía de costumbre y sentarse a dialogar de por las buenas con su esposo. Sí, el maldito lo era, y no había terminado muerto, ¡porque era tan hábil como ella!

Maldita verdad, como la detestaba...

—¿Te parece que sería justo tener a un hijo y que salga deforme o algo? ¿De verdad piensas que algo como yo tiene el permiso de concebir a un humano sano cuando se dedica a cosas tan terribles? —preguntó con absoluta seriedad. La cara de Jannick no fue más que una mueca de sorpresa. Nunca le había revelado aquello—. Además, ¿a qué clase de acuerdo podríamos llegar? Es como si ambos estuviéramos en polos opuestos casi siempre, Jannick. Entiendo, yo misma me he encargado que fuera de ese modo. Lo admito.

Se sentó, acomodándose en el borde de la cama, dejando escapar una exhalación. Ya era momento en que se sinceraran de una vez por todas.

—Pero también es culpa tuya, por meterte con algo que era tan importante para mí. Te metiste con lo que sabía para encontrar a mi hermana y eso me disgustó en serio. Rara vez me importan las personas, pero ella es lo único que me queda —admitió—. En serio, ya no sé qué hacer con esto, con nosotros... He tenido que llevar toda esta carga sobre mis hombros y está empezando a agobiarme.
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Mensaje por Jannick Diermissen Miér Feb 14, 2018 11:17 pm

La atmosfera pasó del equilibrio a la lucha del poder. Las auras, la magia de ambos, luchaba en contra de la del otro, tratando de demostrar que estaba por encima. ¿Realmente alguno de los dos era más poderoso que el otro? Probablemente si, pero no valía la pena agotarse y destruirse entre ellos cuando al menos para Jannick, existían cuestiones más importantes para las que se necesitaban. Cierto era que se fastidiaban, que se lastimaban muy a su manera pero nunca ninguno se tomaba completamente en serio el hecho de lastimar al otro, porque de haberlo hecho, uno de los dos ya se presentaría ante la sociedad como viuda o viudo.

Cansado y consciente de que no podía permanecer en esa habitación, discutiendo con Edvige toda la vida, Jannick se levantó de la cama. Con descaro miro a su esposa por sobre el hombre y le sonrió. Se encontraba decidido a dejar la discusión del matrimonio para otro momento, pero antes de que pudiera abandonar la habitación y quizás debido a que algo de lo que dijo hizo eco en la mente de la hechicera, esta le detuvo.

Que su esposa, terca y nunca dispuesta a dar el su brazo a torcer impidiera que abandonara la habitación, sorprendió al hechicero. Más si existió algo que le sorprendió más fue la manera tan sincera en que Edvige comenzó a hablarle. La expresión en su rostro no paso desapercibida para su esposa, quien no se detuvo pese a notarla, sino que por el contrario, continuo expresando todo aquello que aseguraba haberse guardado y soportado durante todo el tiempo que llevaban juntos. A ojos de Jannick, Edvige era una mujer con prioridades muy claras y diferentes a las suyas. El hechicero, era poderoso y capaz de hacer cosas tan viles como las que realizara su esposa, sin embargo, poseía una debilidad muy evidente y era esa humanidad que aún refulgía en su interior, misma que era fácilmente herida si es que se usaban las palabras correctas, palabras Edvige conocía muy bien; por eso, en venganza era que él exploto tanto como pudo la única debilidad que encontró en ella, su hermana. Ahora, escuchándola decir que se preocupaba por lo que pudiera concebir si tenían un hijo y que él la alejó al usar a su hermana, le hacían sentirse realmente un ser vil, más vil que ella.

¿Crees que no he pensado en lo que podríamos concebir? – preguntó antes de suspirar, volver sobre sus pasos y sentarse una vez más en la cama al lado de ella – Claro que me lo preguntó, en especial porque no eres solamente tú quien ha usado la magia de manera oscura; pero también creo que tenemos posibilidades – le miro de reojo – Si mi padre pudo engendrar hijos sanos, cualquiera podría hacerlo – guardo silencio unos segundos – pero un hijo no es algo que quiero meter al acuerdo al que podemos llegar – se movió, para quedar observando a Edvige más cómodamente – Sé que hice mal al impedir que encontraras a tu hermana pero debes darte cuenta que era la única manera que encontré para hacerte sentir parte de lo que yo experimentaba, porque seamos sinceros, te encanta ponerme el dedo en la yaga – le sonrió divertido – en fin, el acuerdo. Dejaré que encuentres a tu hermana, dejaré incluso de tener amantes, aunque desde mi punto de vista ellas favorece – se rió – en especial si dejas que los niños nazcan ya que puedes sacrificarlos y obtener más poder, pero igual se hará lo que consideres mejor. A cambio, tendremos que trabajar como un equipo. Tenemos metas en común y lo mejor es trabajar juntos para alcanzarlas.
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Mensaje por Edvige Diermissen Jue Mar 08, 2018 8:32 pm

Por supuesto, ambos se habían adentrado a ese pantano oscuro que era la magia negra, y aunque ésta era atractiva o ofrecía cosas asombrosas, también era capaz de arrebatar, de ser posible, el alma del practicante. Algunas veces lo hacía de una manera terrible, otras veces iba haciéndolo lentamente, hasta llevarlo a la miseria. Los hechiceros dotados de experiencia e ingenio, como Edvige, conocían el manual a la perfección, por eso prefería no arriesgarse con cosas, que sabía, que estarían mal dada su posición, y que, además, traerían consecuencias nefastas, no sólo para ella, sino para Jannick, algo que él parecía dispuesto a entender, pero Edvige no le tenía mucha fe en ese aspecto.

Aquella plática había tomado un rumbo muy distinto al que solían llevar sus conversaciones, siempre inclinadas a sacarse de quicio entre sí, hasta que alguno de los dos terminara obstinado y marchándose. Sin embargo, esa vez, fue Edvige quien decidió tomar el toro por las astas, quizá agotada por tanta discusión sin sentido. No estaba muy paciente, como en otras oportunidades. Y la única forma de dejar de aguantar tonterías era hacer eso, o bien divorciarse, última cosa en la que no había pensado antes. ¿Por qué no hacerlo? Porque realmente no tenía intenciones. Edvige era despiadada sí, pero hacía excepciones, como lo había hecho con su hermana menor. Así que, para sorpresa del mismísimo Jannick, ella no tenía el corazón tan podrido, después de todo.

Tal vez por esa razón no ignoró el acuerdo que él le ofrecía, a pesar de que llegó a poner los ojos en blanco con el tema del heredero, algo que se le había prohibido hasta determinado momento. Aun así, pasó de ello, y analizó mejor lo demás. Eso de ser aliados, por una vez, no sonaba tan mal; era algo que, incluso, llegó a comentársele en determinado momento, mas lo había rechazado por su orgullo, y también su recelo por no poder encontrar a su hermana. Sin embargo, en aquel momento las cosas resultaban un tanto diferentes.

—Tu padre no es ni la cuarta parte de lo que yo soy —contestó, aburrida ya, pero dio por zanjado ese tema. Lo hizo porque se hallaba interesada en el resto—. Con respecto a lo otro, debo decir, ¿cómo podríamos llegar a tal punto, Jannick? ¿Dejando de discutir? No lo sé. Es decir, me interesa, pero le tengo poca fe a mi paciencia, y lo sabes. —Guardó silencio, buscando las palabras adecuadas para continuar. Siempre podía intentarlo, además, ella no fue obligada a casarse, esa decisión fue una que tomó por su cuenta, ¿no?—. Bien, supongo que podríamos intentarlo, no sólo como "aliados", sino como matrimonio, pero nada de herederos todavía, porque no estoy en condiciones y menos tengo permiso de ellos.

Probablemente él se sorprendería ante esa revelación por parte de Edvige, pero nada estaba más lejos de esa realidad funesta que ambos compartían.
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Mensaje por Jannick Diermissen Dom Mayo 27, 2018 11:07 pm

La conversación con Edvige había pasado de ser caótica a ofrecer un atisbo de esperanza. El matrimonio era terco, cada quien tenía sus propios puntos de vista respecto a diversas situaciones y aún así, ahora se mostraban más dispuestos que nunca a escucharse, a buscar opciones y a actuar como aliados en lugar de enemigos.  La cabeza del clan Diermissen consideraba que aquella era la mejor opción, si Edvige y él unían fuerzas, grandes cosas podrían lograrse.
No creo que dejemos de discutir del todo, pero al menos podríamos ser un tanto más tolerantes con el otro porque sabes que la paciencia tampoco es uno de mis fuertes, pero si queremos que las cosas resulten bien, lo mejor será que intentemos llevarnos decente – sonrió con cierta burla – después de todo lo peor que puede pasar es que esto no funcione y volvamos a ser los enemigos de antes – y pese a decir aquello, Jannick confiaba en que las cosas cambiarían para mejor.

El líder del clan, dejó entonces la decisión de tratar de llevarse mejor a su esposa. Él estaba decidido a hacerlo, pero la que dudaba era ella y aun así, la respuesta que recibiera él a aquella descabellada idea, era positiva por parte de Edvige. Su esposa, aquella hechicera de magia oscura que buscaba como lastimar a los demás estaba realmente dispuesta a tratar de tener una mejor relación con él y a ver a donde es que aquello los llevaba. Una sonrisa de satisfacción se extendió por el rostro del Diermissen.
Ya te dije que no hablaremos más de descendientes, con que hayamos llegado a una resolución con respecto a ser aliados me doy por bien servido – y sin más por el momento que añadir, Jannick se levantó de la cama donde se mantuvo durante gran parte de la charla – Iremos afinando detalles más adelante, por ahora, tengo que ir a tranquilizar a la gente que vino en busca de sus hijas – y volviendo a la seriedad que le caracterizaba al momento de hablar con quienes confiaban en él, Jannick dejó la habitación atrás y a Edvige en ella, sin saber o siquiera sospechar que aquella charla, sería la última que tendría con su esposa.

TERMINADO

Jannick Diermissen
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