AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
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Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
La pequeña parecía alegre frente a mi proposición de jugar a las princesas con otra persona que no fuera yo. Entre sus manos albergaba su tesoro como si no estuviera dispuesta a perderlo bajo el voraz galope de mi corcel que hundiendo sus cascos en la tierra la levantaba salvaje a cada zancada.
Las risas de la pequeña eran de pleno disfrute, no se si por la velocidad, por el botín o por ende por la presencia de Moira, esa con quien le había prometido que podría jugar hasta cansarse.
No pude evitar sonreír de medio lado mientras notaba la impaciencia de la pequeña por admirar con mas calma todo lo “comprado” en la tienda, sus pequeños ojos se deslizaban hambrientos de saber como eran las telas y con que complementos podría ajustarlas mejor mientras yo me limitaba a guiar al corcel a su destino.
Desmontamos frente a la casa de Moira, que no tardo en percibir que no llegaba solo y por ello preocupada salia a mi encuentro.
-Hoy tenemos una invitada -bromeé con una picara sonrisa mientras me acercaba a ella para depositar un casto beso en su mejilla -no sabes lo que te espera -susurré en su oído antes de pasar de largo hacia el interior de la cabaña y deja a ambas frente a frente con aquel enorme tesoro en manos de la niña que acaparadora miraba a Moira ansiosa por empezar a jugar a ser princesas del cuento de hadas.
Cruce el umbral entre risas como si pudiera leer la mente de Moira en esos momentos que intuía me maldecía desde lo mas profundo de su corazón, dentro deje escapar la risa divertido al tiempo que me servia un vaso de whisky y me sentaba en la mesa dispuesto a visionar el espectáculo.
Aquella pequeña era capaz de volver lo oc a cualquiera, aunque no se, supongo que tener su risa cerca me hacia sentir bien.
Pronto entraron ambas, con las manos de Moira sobre cargadas, nuestros ojos se encontraron, los míos brillantes de la risa mientras me encogía de hombros sin ocultar lo divertida que la escena me parecía.
Por ende ella me miraba con esa mirada de enfado que solo ella poseía, mas que por otro lado me consentía todo lo que yo quería.
-Creo que me voy a ir a la cama, estoy cansado -dije antes de esquivar uno de los zapatos de la niña que Moira llevaba entre las manos.
Esta vez si reí con ganas mirando a ambas y a la niña que ya empezaba con sus afiladas preguntas.
Las risas de la pequeña eran de pleno disfrute, no se si por la velocidad, por el botín o por ende por la presencia de Moira, esa con quien le había prometido que podría jugar hasta cansarse.
No pude evitar sonreír de medio lado mientras notaba la impaciencia de la pequeña por admirar con mas calma todo lo “comprado” en la tienda, sus pequeños ojos se deslizaban hambrientos de saber como eran las telas y con que complementos podría ajustarlas mejor mientras yo me limitaba a guiar al corcel a su destino.
Desmontamos frente a la casa de Moira, que no tardo en percibir que no llegaba solo y por ello preocupada salia a mi encuentro.
-Hoy tenemos una invitada -bromeé con una picara sonrisa mientras me acercaba a ella para depositar un casto beso en su mejilla -no sabes lo que te espera -susurré en su oído antes de pasar de largo hacia el interior de la cabaña y deja a ambas frente a frente con aquel enorme tesoro en manos de la niña que acaparadora miraba a Moira ansiosa por empezar a jugar a ser princesas del cuento de hadas.
Cruce el umbral entre risas como si pudiera leer la mente de Moira en esos momentos que intuía me maldecía desde lo mas profundo de su corazón, dentro deje escapar la risa divertido al tiempo que me servia un vaso de whisky y me sentaba en la mesa dispuesto a visionar el espectáculo.
Aquella pequeña era capaz de volver lo oc a cualquiera, aunque no se, supongo que tener su risa cerca me hacia sentir bien.
Pronto entraron ambas, con las manos de Moira sobre cargadas, nuestros ojos se encontraron, los míos brillantes de la risa mientras me encogía de hombros sin ocultar lo divertida que la escena me parecía.
Por ende ella me miraba con esa mirada de enfado que solo ella poseía, mas que por otro lado me consentía todo lo que yo quería.
-Creo que me voy a ir a la cama, estoy cansado -dije antes de esquivar uno de los zapatos de la niña que Moira llevaba entre las manos.
Esta vez si reí con ganas mirando a ambas y a la niña que ya empezaba con sus afiladas preguntas.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 02/05/2016
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Localización : Donde su caballo lo lleve
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Estaba a punto de iniciar una aventura nueva, lejos del cementerio, aunque sabía que tarde o temprano tendría que volver a menos que en esta expedición encontrara la forma de regresar a Nueva Orleans. Tenía tantas esperanzas, tantos deseos de explorar la playa, quería conocer a la vampira pues no recuerdo haber visto uno. Mi futuro estaría en ella, saber cómo crecería, cuando empezaría a cambiar, quería todos los detalles. El conocimiento era algo que me apasionaba, además, Erlend me había prometido que podríamos jugar.
Tenía ahora un montón de cosas nuevas de las que no sabía demasiado, pero conseguiría arreglar. Estaba tan entusiasmada que apenas lograba ocultar de vez en cuando la emoción. El cielo comenzaba a aclarar tenuamente y luego de todo lo vivido con el vampiro, me sentía un poco cansada, pero no quería dormir. No deseaba perderme nada. Además ¿qué pasaría si cerraba los ojos y de pronto descubría que todo había sido un sueño?
¿Qué pasa si al abrir los ojos era el frío del cementario el que me acobijaba? Negue con la cabeza. No, no me iba a vencer el sueño. Yo era una vampira y podía hacerle frente a todo. Sujetaba con fuerza entre las manos todo lo que habíamos robado, hasta el momento en que me empezaron a doler. Tenía que aguantar, pues si algo se caía, Erlend no se devolvería a buscarlo estoy segura.
Después de un tiempo, el caballo aminoró el paso y frenamos en una casita un poco rara. Era pequeña, con una larga chimenéa que sobre salía de un techo de madera y todo iba rodeado de piedra. Me hizo pensar en un cuento de los que solía leer, entonces, en cualquier momento saldría una fea bruja que me querría comer. Mire con desconfianza por lo alrededores y sabía que en dado caso tendría que matarla.
Una mujer salió del lugar y el vampiro desmontó el caballo para saludarla como intimos amigos que parecían ser. El inmortal se metió en la casa y me quedé, mirando a la vampira. Bueno, no parecía ser diferente a una humana normal, aunque si era muy bonita, eso no se podía negar. Quería bajarme del caballo, pero con todo lo que tenía no sabía como hacerlo.
La vampira Moira se acercó a mi y me congelé por un rato ¿por qué Erlend me dejaba sola con ella? No nos había presentado, pero qué falta de modales tenía ese vampiro. Entonces, supuse que lo mejor sería hacer las presentaciones pertinentes.
Madame, un gusto conocerla. Mi nombre es Claudia De Lioncourt y provengo de Nueva Orleans – le sonreí cortesmente pues aquello estaba mejor.
En un instante, y luego de escuchar su respuesta, percibí sus manos que me ayudaban a bajar del corcel. La amable mujer quiso ayudarme con los objetos, pero, en un principio, no se lo permití pues había olvidado lo fuerte que los agarraba. Cuando por fin me convenció de soltar las cosas, me di cuenta que me estaba haciendo daño en las manos por la presión. Sacudí las manos y no le di mayor importancia, después de todo, pronto sanaría solo.
Mientras caminábamos hacia la cabaña donde estaba Erlend, susurré muy suave – No pareces una bruja-
Al entrar, Moira le lanzó uno de mis zapatos nuevos al vampiro y aquello me dejó asombrada. Podía dañarlos así, además, así no se comportaba una dama.
Tenía ahora un montón de cosas nuevas de las que no sabía demasiado, pero conseguiría arreglar. Estaba tan entusiasmada que apenas lograba ocultar de vez en cuando la emoción. El cielo comenzaba a aclarar tenuamente y luego de todo lo vivido con el vampiro, me sentía un poco cansada, pero no quería dormir. No deseaba perderme nada. Además ¿qué pasaría si cerraba los ojos y de pronto descubría que todo había sido un sueño?
¿Qué pasa si al abrir los ojos era el frío del cementario el que me acobijaba? Negue con la cabeza. No, no me iba a vencer el sueño. Yo era una vampira y podía hacerle frente a todo. Sujetaba con fuerza entre las manos todo lo que habíamos robado, hasta el momento en que me empezaron a doler. Tenía que aguantar, pues si algo se caía, Erlend no se devolvería a buscarlo estoy segura.
Después de un tiempo, el caballo aminoró el paso y frenamos en una casita un poco rara. Era pequeña, con una larga chimenéa que sobre salía de un techo de madera y todo iba rodeado de piedra. Me hizo pensar en un cuento de los que solía leer, entonces, en cualquier momento saldría una fea bruja que me querría comer. Mire con desconfianza por lo alrededores y sabía que en dado caso tendría que matarla.
Una mujer salió del lugar y el vampiro desmontó el caballo para saludarla como intimos amigos que parecían ser. El inmortal se metió en la casa y me quedé, mirando a la vampira. Bueno, no parecía ser diferente a una humana normal, aunque si era muy bonita, eso no se podía negar. Quería bajarme del caballo, pero con todo lo que tenía no sabía como hacerlo.
La vampira Moira se acercó a mi y me congelé por un rato ¿por qué Erlend me dejaba sola con ella? No nos había presentado, pero qué falta de modales tenía ese vampiro. Entonces, supuse que lo mejor sería hacer las presentaciones pertinentes.
Madame, un gusto conocerla. Mi nombre es Claudia De Lioncourt y provengo de Nueva Orleans – le sonreí cortesmente pues aquello estaba mejor.
En un instante, y luego de escuchar su respuesta, percibí sus manos que me ayudaban a bajar del corcel. La amable mujer quiso ayudarme con los objetos, pero, en un principio, no se lo permití pues había olvidado lo fuerte que los agarraba. Cuando por fin me convenció de soltar las cosas, me di cuenta que me estaba haciendo daño en las manos por la presión. Sacudí las manos y no le di mayor importancia, después de todo, pronto sanaría solo.
Mientras caminábamos hacia la cabaña donde estaba Erlend, susurré muy suave – No pareces una bruja-
Al entrar, Moira le lanzó uno de mis zapatos nuevos al vampiro y aquello me dejó asombrada. Podía dañarlos así, además, así no se comportaba una dama.
Claudia De Lioncourt- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 12/05/2016
Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Aquella noche había decidido no acudir al herbolario, sino dedicar mis horas nocturnas para visitar a los aldeanos de pueblos colindantes que podían necesitar de mis cuidados; de modo que mi vuelta a casa fue anterior a lo que solía acostumbrar.
Al poco de llegar escuché como el caballo de Erlend llegaba hasta nuestro hogar. Se me antojó extraño que también volviera antes, y además, por lo que podía presentir, su aura inmortal no era la única que se acercaba.
Salí extrañada a la entrada, curiosa por saber que se traía entre manos, cuando lo que vi era una imagen subrealista total.
Erlend, que pasaba por mi lado regalándome un rápido beso en la mejilla a modo de saludo, dejó sobre su montura a una pequeña vampiresa que parecía tan contrariada por mi presencia como yo por la suya.
Crucé con el inmortal una mirada fugaz, cargada de preguntas, que fueron respondidas entre risas y susurros mientras se adentraba en la cabaña, dejándonos solas.
Me acerqué a la pequeña que continuaba subida en la montura de Erlend, seguramente incapaz de bajar por todos los útiles que llevaba en las manos.
- Encantada de conocerte, Claudia.- sonreí con dulzura al ver la expontaneidad de aquella criatura tan preciosa y letal a la vez.- Yo soy Moira Behaviourt, y vengo de...muchos sitios en realidad.
Levanté mis manos cogiéndola de la cintura para bajarla del corcel y depositándola con cuidado en el suelo, mientras trataba de ofrecerme para ayudarla a cargar con aquellos útiles que agarraba como si fuese su mayor tesoro, pues sus nudillos estaban blancos de tanto apretarlos contra sí. Finalmente cedió, y juntas nos encaminamos hacía la cabaña.
Desde luego que Erlend tenía mucho que explicarme. ¿De dónde había sacado a aquella pequeña vampiresa?
- Eso es porque se maquillarme muy bien.- susurré riendo ante su comentario mientras le guiñaba un ojo cómplice.
Cuando entramos al interior, Erlend estaba sentado en la mesa, whisky en mano y cuando nuestras miradas se cruzaron no nos hizo falta hablar. Divertido por la situación de verme cargada con los útiles de la pequeña mientras ésta parloteaba sin cesar, trató de escabullirse del enredo en el que me acababa de meter diciendo que estaba cansado.
A lo que yo respondí, ante la cara de frustración de la niña, tirándole uno de los zapatos que portaba.
- Yo creo Erlend, que Claudia quiere que juegues con nosotros.. ¿Verdad preciosa?.- dije clavando mis ojos en él...- Aunque claro, siempre te puedes acostar y tratar de mantener los ojos abiertos..por si acaso.
Mi mirada lo decía todo. Si me dejaba sola con la pequeña sería capaz de desnudarlo mientras dormía y convertirlo en una sola noche en una princesa de labios rojos
Al poco de llegar escuché como el caballo de Erlend llegaba hasta nuestro hogar. Se me antojó extraño que también volviera antes, y además, por lo que podía presentir, su aura inmortal no era la única que se acercaba.
Salí extrañada a la entrada, curiosa por saber que se traía entre manos, cuando lo que vi era una imagen subrealista total.
Erlend, que pasaba por mi lado regalándome un rápido beso en la mejilla a modo de saludo, dejó sobre su montura a una pequeña vampiresa que parecía tan contrariada por mi presencia como yo por la suya.
Crucé con el inmortal una mirada fugaz, cargada de preguntas, que fueron respondidas entre risas y susurros mientras se adentraba en la cabaña, dejándonos solas.
Me acerqué a la pequeña que continuaba subida en la montura de Erlend, seguramente incapaz de bajar por todos los útiles que llevaba en las manos.
- Encantada de conocerte, Claudia.- sonreí con dulzura al ver la expontaneidad de aquella criatura tan preciosa y letal a la vez.- Yo soy Moira Behaviourt, y vengo de...muchos sitios en realidad.
Levanté mis manos cogiéndola de la cintura para bajarla del corcel y depositándola con cuidado en el suelo, mientras trataba de ofrecerme para ayudarla a cargar con aquellos útiles que agarraba como si fuese su mayor tesoro, pues sus nudillos estaban blancos de tanto apretarlos contra sí. Finalmente cedió, y juntas nos encaminamos hacía la cabaña.
Desde luego que Erlend tenía mucho que explicarme. ¿De dónde había sacado a aquella pequeña vampiresa?
- Eso es porque se maquillarme muy bien.- susurré riendo ante su comentario mientras le guiñaba un ojo cómplice.
Cuando entramos al interior, Erlend estaba sentado en la mesa, whisky en mano y cuando nuestras miradas se cruzaron no nos hizo falta hablar. Divertido por la situación de verme cargada con los útiles de la pequeña mientras ésta parloteaba sin cesar, trató de escabullirse del enredo en el que me acababa de meter diciendo que estaba cansado.
A lo que yo respondí, ante la cara de frustración de la niña, tirándole uno de los zapatos que portaba.
- Yo creo Erlend, que Claudia quiere que juegues con nosotros.. ¿Verdad preciosa?.- dije clavando mis ojos en él...- Aunque claro, siempre te puedes acostar y tratar de mantener los ojos abiertos..por si acaso.
Mi mirada lo decía todo. Si me dejaba sola con la pequeña sería capaz de desnudarlo mientras dormía y convertirlo en una sola noche en una princesa de labios rojos
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
No podía evitar reír al ver la cara de Moira mientras cargada hasta arriba escuchaba parlotear sin pausa a la pequeña Claudia que parecía la mar de feliz frente a la idea de que Moira la bañara, peinara y pintara, ella quería ser una muñeca y la verdad yo en eso ya no entraba.
Dejé mi copa sobre la mesa mientras estiraba todos y cada uno de mis músculos bostezando frente a ellas.
-No se para que queréis que me quede si realmente no voy a aportar nada. Seguro que Claudia se divierte mucho mas contigo.
Aunque si queréis hacer otra cosa que no sea jugar a princesas estaré encantado en acompañaros -le dije a la pequeña guiñándole un ojo a sabiendas de que no había nada que le apeteciera mas que ponerse todos seso vestidos.
Yo no sabia nada de bañar a niñas, la verdad, que en si no sabia nada de niños, la había traído para que Moira me ayudara, así que me limite a sonreír mirando a ambas de soslayo.
-¿como llegaste hasta el circo Claudia? -le pregunte -es decir, antes vivías con una pareja de vampiros ¿verdad? ¿Como llegaste a quedarte sola?
No quería entristecer a la niña recordandole que estaba sola, bueno ,ahora con nosotros, mas necesitaba saber si como suponía había sido abandonada por unos inmortales que se habían cansado y desecho de ella o por ende estaba equivocado y alguna catástrofe la había separado de sus inmortales progenitores.
Llevé mi mano a su pelo dándole un par de golpecitos en la cabeza mientras la pequeña aun miraba sus tesoros sin prestar mucha o ninguna atención a mis palabras, fue ahí cuando alzo la pequeña cabeza para mirarme y esperaba que para a su vez contestar aquellas simples preguntas.
Dejé mi copa sobre la mesa mientras estiraba todos y cada uno de mis músculos bostezando frente a ellas.
-No se para que queréis que me quede si realmente no voy a aportar nada. Seguro que Claudia se divierte mucho mas contigo.
Aunque si queréis hacer otra cosa que no sea jugar a princesas estaré encantado en acompañaros -le dije a la pequeña guiñándole un ojo a sabiendas de que no había nada que le apeteciera mas que ponerse todos seso vestidos.
Yo no sabia nada de bañar a niñas, la verdad, que en si no sabia nada de niños, la había traído para que Moira me ayudara, así que me limite a sonreír mirando a ambas de soslayo.
-¿como llegaste hasta el circo Claudia? -le pregunte -es decir, antes vivías con una pareja de vampiros ¿verdad? ¿Como llegaste a quedarte sola?
No quería entristecer a la niña recordandole que estaba sola, bueno ,ahora con nosotros, mas necesitaba saber si como suponía había sido abandonada por unos inmortales que se habían cansado y desecho de ella o por ende estaba equivocado y alguna catástrofe la había separado de sus inmortales progenitores.
Llevé mi mano a su pelo dándole un par de golpecitos en la cabeza mientras la pequeña aun miraba sus tesoros sin prestar mucha o ninguna atención a mis palabras, fue ahí cuando alzo la pequeña cabeza para mirarme y esperaba que para a su vez contestar aquellas simples preguntas.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 403
Fecha de inscripción : 02/05/2016
Edad : 1224
Localización : Donde su caballo lo lleve
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Por el momento, según ella no era una bruja, además, olía a vampiro, pero eso no significaba que pudiera confiar en ella. Ya sabía que hasta los vampiros podían ser peligrosos para mi. Ahora, bien, también estaba el hecho de que dijo que todo era maquillaje. Lo pensé un poco y me imaginé a una bruja llena de verrugas, arrugas y otras cosas horribles maquillandose para hacerse pasar por un hermosa vampira ¿eso podía pasar? Sentí calosfrios de solo pensarlo, luego sacudí la cabeza. Claudia, Claudia ¿qué diría Lestat si supiera que piensas en brujas? Obviamente, ya se habría burlado de mi y me estaría fastidiando. El hecho de imaginar aquello me hacia enojar.
Bueno, pensando en otra cosa, yo quería aprender a maquillarme. Es decir, he visto que las mujeres y algunos hombres mortales lo hacen, pero nunca nadie me había enseñado. Mi imaginación volaba y ahora me veía tan alta como Moira, con cuerpo de mujer, hermosa e inmortal, maquillada como una princesa y todos me miraban. Reí para mis adentros y decidí que le tendría que solicitar a la vampira que me enseñara. La inmortal invitó a Erlend a jugar con nosotras, por lo que me pregunté ¿acaso Erlend sería de esos hombre que se maquillan y colocan pelucas? Pues, en realidad no me parecía, pero siempre podía ser una sorpresa. Tenía tanta, pero tanta curiosidad que no puede evitar preguntar
-¿Podemos maquillar a Erlend? Y así puedo aprender tus técnicas – Miré a Moira ilusionada. Lestat y Louis solo se untaban unos polvos en la piel para parecer más humanos, eso era todo lo que sabía.
Mientras esperaba la respuesta, recordé que tenía mucha ropa que probarme y esperaba que alguno de ellos tuviera una buena modista, por si había que hacer arreglos, aunque lo dudaba del vampiro. Al parecer no era muy bueno escogiendo ropa. Mientras pensaba en todo lo que sucedaría ahora, Erlend interrumpió mis pensamientos al preguntar por mis padres inmortales.
Sentí como si el frío de la noche me congelara por dentro, él tenía razón, me había quedado sola. No llores, no llores, era lo que me repetía a mi misma al recordar todo. Me quedé inmovil tratando de pensar en qué debía hacer ¿podía confiar en ellos? ¿debía mentirles? Ya había probado mentirle al vampiro y me descubrió. Después de un rato de reflexión, decidí que era mejor solo contar la verdad por partes.
-Mis padres me esperan en Nueva Orleans. Me perdí y ahora solo tengo que encontrar la manera de regresar – le reste total importancia al asunto, de esa forma no me afectaría – Entonces ¿me enseñarás a maquillarme como tú, Moira? – cambié el tema, pues no quería hablar de eso.
Bueno, pensando en otra cosa, yo quería aprender a maquillarme. Es decir, he visto que las mujeres y algunos hombres mortales lo hacen, pero nunca nadie me había enseñado. Mi imaginación volaba y ahora me veía tan alta como Moira, con cuerpo de mujer, hermosa e inmortal, maquillada como una princesa y todos me miraban. Reí para mis adentros y decidí que le tendría que solicitar a la vampira que me enseñara. La inmortal invitó a Erlend a jugar con nosotras, por lo que me pregunté ¿acaso Erlend sería de esos hombre que se maquillan y colocan pelucas? Pues, en realidad no me parecía, pero siempre podía ser una sorpresa. Tenía tanta, pero tanta curiosidad que no puede evitar preguntar
-¿Podemos maquillar a Erlend? Y así puedo aprender tus técnicas – Miré a Moira ilusionada. Lestat y Louis solo se untaban unos polvos en la piel para parecer más humanos, eso era todo lo que sabía.
Mientras esperaba la respuesta, recordé que tenía mucha ropa que probarme y esperaba que alguno de ellos tuviera una buena modista, por si había que hacer arreglos, aunque lo dudaba del vampiro. Al parecer no era muy bueno escogiendo ropa. Mientras pensaba en todo lo que sucedaría ahora, Erlend interrumpió mis pensamientos al preguntar por mis padres inmortales.
Sentí como si el frío de la noche me congelara por dentro, él tenía razón, me había quedado sola. No llores, no llores, era lo que me repetía a mi misma al recordar todo. Me quedé inmovil tratando de pensar en qué debía hacer ¿podía confiar en ellos? ¿debía mentirles? Ya había probado mentirle al vampiro y me descubrió. Después de un rato de reflexión, decidí que era mejor solo contar la verdad por partes.
-Mis padres me esperan en Nueva Orleans. Me perdí y ahora solo tengo que encontrar la manera de regresar – le reste total importancia al asunto, de esa forma no me afectaría – Entonces ¿me enseñarás a maquillarme como tú, Moira? – cambié el tema, pues no quería hablar de eso.
Claudia De Lioncourt- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 37
Fecha de inscripción : 12/05/2016
Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Coloqué toda la ropa que portaba de la pequeña Claudia sobre la mesa de madera que se encontraba en el centro del comedor, y donde minutos antes había estado Erlend tomándose esa copa de whisky que sin duda le haría falta para sobrevivir a aquella noche.
- Seguro que nos eres de utilidad, querido, siempre puedes ser tú el príncipe.- contesté con cierto tono sarcástico colocándome tras de él y sentándolo en la silla para tenerlo cerca y que no se escabullese. Sonreí de forma maliciosa ante la petición de la niña; sería divertido maquillar al inmortal, pero me parecía a mí que para ello tendríamos que atarlo a la silla y amordazarlo.- Claro tesoro, seguro que Erlend se presta voluntario para que practiquemos con él.- apunté mirando a la pequeña guiñándole un ojo, para luego girarme hacia mi amigo que me miraba con una cara amenazante que dejaría helado a cualquiera, excepto a mí, que ya de por sí estaba fría.- Venga corazón, que te echaré crema hidratante antes para que no se te reseque la piel.
Me giré hacia Claudia intentando contener la risa por la expresión de Erlend ante mi propuesta, pero es que no lo podía evitar. Él había empezado aquel juego, pues con él iba a terminar.
Escuché atenta las preguntas que éste le hacía; lo cierto era que con todo el algarabio de nuestra invitada no me había preguntado de donde había salido aquella pequeña inmortal hasta que Erlend preguntó, y escuché atenta la respuesta de Claudia mientras recogía el zapatito que estaba en el suelo y que minutos antes le había tirado a mi amigo.
- Claro preciosa, cuando Erlend esté preparado empezamos.- sonreí apesadumbrada dándome cuenta de que la pequeña estaba sola, al menos de momento, y que había tenido mucha suerte de encontrarse con el inmortal en lugar de con cualquier otro depravado. Acaricié la cabeza de la pequeña mirando a Erlend y haciéndole un puchero, esperando que diese su brazo a torcer para distraer a la pequeña que debía sentirse totalmente perdida
- Seguro que nos eres de utilidad, querido, siempre puedes ser tú el príncipe.- contesté con cierto tono sarcástico colocándome tras de él y sentándolo en la silla para tenerlo cerca y que no se escabullese. Sonreí de forma maliciosa ante la petición de la niña; sería divertido maquillar al inmortal, pero me parecía a mí que para ello tendríamos que atarlo a la silla y amordazarlo.- Claro tesoro, seguro que Erlend se presta voluntario para que practiquemos con él.- apunté mirando a la pequeña guiñándole un ojo, para luego girarme hacia mi amigo que me miraba con una cara amenazante que dejaría helado a cualquiera, excepto a mí, que ya de por sí estaba fría.- Venga corazón, que te echaré crema hidratante antes para que no se te reseque la piel.
Me giré hacia Claudia intentando contener la risa por la expresión de Erlend ante mi propuesta, pero es que no lo podía evitar. Él había empezado aquel juego, pues con él iba a terminar.
Escuché atenta las preguntas que éste le hacía; lo cierto era que con todo el algarabio de nuestra invitada no me había preguntado de donde había salido aquella pequeña inmortal hasta que Erlend preguntó, y escuché atenta la respuesta de Claudia mientras recogía el zapatito que estaba en el suelo y que minutos antes le había tirado a mi amigo.
- Claro preciosa, cuando Erlend esté preparado empezamos.- sonreí apesadumbrada dándome cuenta de que la pequeña estaba sola, al menos de momento, y que había tenido mucha suerte de encontrarse con el inmortal en lugar de con cualquier otro depravado. Acaricié la cabeza de la pequeña mirando a Erlend y haciéndole un puchero, esperando que diese su brazo a torcer para distraer a la pequeña que debía sentirse totalmente perdida
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
- Mensajes : 244
Fecha de inscripción : 17/05/2016
Localización : Paris
Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Enarqué una ceja ante la propuesta de Moira y de la pequeña, si por un segundo se les había pasado por la mente la maravillosa idea de maquillarme iban listas.
Desvié mis ojos hacia la pequeña Claudia mientras contestaba a mis preguntas con la sinceridad propia de una niña de su edad, mas con el pesar a sus espaldas de una adulta.
Vi como le quitaba importancia a la verdad que quedaba clara aun escondida entre frases infantiles.
Estaba sola, completamente sola y nadie la cuidaba excepto yo en estos momentos.
Resoplé dándome por vencido frente a la cara de ilusión de la pequeña.
-Vale, pero de pintarme nada -dije algo tosco -juego, yo os hago de caballo, de principe o de burro, pero de princesa no.
No pude evitar sonreír contra el vidrio al darme cuenta de los saltitos que la pequeña daba preparándose para que Moira le pusiera las cremas, el maquillaje y demás enseres que usaban las damas.
-Luego nos llevamos las sorpresas mas desagradables cuando todo eso se va de vuestra cara dejando al aire la cruda realidad.
Los ojos de Moira me atravesaron algo que provoco en mi una divertida carcajada, la verdad es que no lo decía por ella, su belleza estaba mas que demostrada con la cara lavada, pero claro, a mi picarla me divertía tanto como a ella molestarme a todas horas.
La pequeña parecía ilusionada con tanto potingue, lo tocaba ilusionada, mirando los distintos colores de las barras de carmín, tratando de analizar lo bien que le quedarían con los vestidos que se había “comprado” esa noche.
Mis ojso sobrevolaron la escena, creo que yo no era el único que añoraba convertirse en padre, algo que por ende ya había sido y que ya nunca volvería a ser.
Desvié mis ojos hacia la pequeña Claudia mientras contestaba a mis preguntas con la sinceridad propia de una niña de su edad, mas con el pesar a sus espaldas de una adulta.
Vi como le quitaba importancia a la verdad que quedaba clara aun escondida entre frases infantiles.
Estaba sola, completamente sola y nadie la cuidaba excepto yo en estos momentos.
Resoplé dándome por vencido frente a la cara de ilusión de la pequeña.
-Vale, pero de pintarme nada -dije algo tosco -juego, yo os hago de caballo, de principe o de burro, pero de princesa no.
No pude evitar sonreír contra el vidrio al darme cuenta de los saltitos que la pequeña daba preparándose para que Moira le pusiera las cremas, el maquillaje y demás enseres que usaban las damas.
-Luego nos llevamos las sorpresas mas desagradables cuando todo eso se va de vuestra cara dejando al aire la cruda realidad.
Los ojos de Moira me atravesaron algo que provoco en mi una divertida carcajada, la verdad es que no lo decía por ella, su belleza estaba mas que demostrada con la cara lavada, pero claro, a mi picarla me divertía tanto como a ella molestarme a todas horas.
La pequeña parecía ilusionada con tanto potingue, lo tocaba ilusionada, mirando los distintos colores de las barras de carmín, tratando de analizar lo bien que le quedarían con los vestidos que se había “comprado” esa noche.
Mis ojso sobrevolaron la escena, creo que yo no era el único que añoraba convertirse en padre, algo que por ende ya había sido y que ya nunca volvería a ser.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
La vampira llamada Moira estaba de acuerdo conmigo e íbamos a jugar todos juntos. Aquello me llenaba de alegría, hacía algún tiempo que nadie jugaba conmigo y, además, iba a aprender a maquillarme como las damas de sociedad. Todo iba en orden. También, pensé en todas las preguntas que tenía para ella, pues a decir verdad no sabía demasiado sobre ser vampira y la inmortal parecía tener todas las respuestas.
Cuando por fin Erlend respondió, no puede hacer otra cosa más que reírme. Eran tan graciosas sus palabras que, por un momento, creí que no podría para de reír. A mi mente vino una respuesta de forma casi inmediata.
-Si eres un caballo o un burro, tendremos que conseguirte un disfraz – me mordí ligeramente los labios para ocultar una sonrisa.
Ahora bien, me surgía una duda ¿cómo iba a practicar si él no me dejaba maquillarlo? Esos dilemas de la vida para los que los adultos siempre encuentran una respuesta. Bien, ahora tendrían que darme una solución.
Mientras pensaba en ello, el inmortal me dejó sorprendida al insinuar que la vampira era fea sin maquilla ¿mis miedos se harían realidad? Abrí los ojos de par en par y traté de analizar la cara de Moira a la cual, por ahora, no podía encontrarle defecto alguno.
Entonces, ocurrió algo asombroso. Moira trajo un montón de cosas que solo había visto en los camerinos del teatro. Ya quería probar todo y saber para qué servían esas cosas. Quería saltar y gritar al ver todas las cosas, pero no, no era algo que pudiera hacer. Esas no eran formas de comportarse de una dama. Habían tantos colores y tantas formas extrañas, que creo que por un momento me quedé embelesada mirando fijamente todo aquello.
Cuando por fin Erlend respondió, no puede hacer otra cosa más que reírme. Eran tan graciosas sus palabras que, por un momento, creí que no podría para de reír. A mi mente vino una respuesta de forma casi inmediata.
-Si eres un caballo o un burro, tendremos que conseguirte un disfraz – me mordí ligeramente los labios para ocultar una sonrisa.
Ahora bien, me surgía una duda ¿cómo iba a practicar si él no me dejaba maquillarlo? Esos dilemas de la vida para los que los adultos siempre encuentran una respuesta. Bien, ahora tendrían que darme una solución.
Mientras pensaba en ello, el inmortal me dejó sorprendida al insinuar que la vampira era fea sin maquilla ¿mis miedos se harían realidad? Abrí los ojos de par en par y traté de analizar la cara de Moira a la cual, por ahora, no podía encontrarle defecto alguno.
Entonces, ocurrió algo asombroso. Moira trajo un montón de cosas que solo había visto en los camerinos del teatro. Ya quería probar todo y saber para qué servían esas cosas. Quería saltar y gritar al ver todas las cosas, pero no, no era algo que pudiera hacer. Esas no eran formas de comportarse de una dama. Habían tantos colores y tantas formas extrañas, que creo que por un momento me quedé embelesada mirando fijamente todo aquello.
Claudia De Lioncourt- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Observé como Erlend miraba a la pobre criatura, que aunque trataba de quitarle importancia al asunto de encontrarse sola, se notaba en su aura como aquel hecho le afectaba inconscientemente, hecho que también debió ser percibido por el inmortal, pues sin poner muchas más pegas que el maquillarse para jugar con nosotras, se acercó para participar en ese lúdico momento donde nuestro principal objetivo sería ayudar a la pequeña a olvidar, aunque fuese por unas horas, el desafortunado incidente de haberse extraviado.
- El papel de burro te va como anillo al dedo, y no te haría falta maquillaje.- bromeé sacándole la lengua mientras volvía de mi dormitorio tras haber ido hasta allí a por una pequeña caja de madera donde guardaba algunos útiles de maquillaje, y que la pequeña recibió con gran entusiasmo.
Sentí como mis ojos se oscurecían ante el comentario de Erlend, ¿Qué había querido decir con eso? ¿Qué yo era fea? Nuestras miradas se cruzaron, y una pícara sonrisa se iluminó en su rostro. Sabía que bromeaba, que como tantas veces solo buscaba sacarme de mis casillas para terminar los dos estallando en carcajadas; una extraña amistad la nuestra, pero que no imaginaba de otro modo.
-No le hagas caso Claudia, esta amargado porque él nunca podrá estar tan bella como nosotras.- contesté a la niña que de vez en cuando me lanzaba miradas furtivas, imagino que tratando de averiguar si Erlend tenía razón o no.
Comencé a sacar todos los enseres de maquillaje sobre la mesa, así como cepillos del pelo y otros útiles para poder hacernos peinados; ver a la pequeña tan contenta me alegraba el corazón, una parte de mí que sabía que jamás podría ejercer salió a flote aquella extraña noche en la que mi amigo me había hecho partícipe; poder estar con una niña, aunque fuese durante un breve tiempo, apaciguaría un poco mis ganas de haber sido madre.
- ¿Por dónde empezamos Claudia? ¿Le hacemos trencitas a Erlend?- pregunté divertida con una dulce sonrisa en el rostro buscando a mi amigo con la mirada. Acababa de empezar una guerra a base de pullas que alegraría sin duda la noche.
- El papel de burro te va como anillo al dedo, y no te haría falta maquillaje.- bromeé sacándole la lengua mientras volvía de mi dormitorio tras haber ido hasta allí a por una pequeña caja de madera donde guardaba algunos útiles de maquillaje, y que la pequeña recibió con gran entusiasmo.
Sentí como mis ojos se oscurecían ante el comentario de Erlend, ¿Qué había querido decir con eso? ¿Qué yo era fea? Nuestras miradas se cruzaron, y una pícara sonrisa se iluminó en su rostro. Sabía que bromeaba, que como tantas veces solo buscaba sacarme de mis casillas para terminar los dos estallando en carcajadas; una extraña amistad la nuestra, pero que no imaginaba de otro modo.
-No le hagas caso Claudia, esta amargado porque él nunca podrá estar tan bella como nosotras.- contesté a la niña que de vez en cuando me lanzaba miradas furtivas, imagino que tratando de averiguar si Erlend tenía razón o no.
Comencé a sacar todos los enseres de maquillaje sobre la mesa, así como cepillos del pelo y otros útiles para poder hacernos peinados; ver a la pequeña tan contenta me alegraba el corazón, una parte de mí que sabía que jamás podría ejercer salió a flote aquella extraña noche en la que mi amigo me había hecho partícipe; poder estar con una niña, aunque fuese durante un breve tiempo, apaciguaría un poco mis ganas de haber sido madre.
- ¿Por dónde empezamos Claudia? ¿Le hacemos trencitas a Erlend?- pregunté divertida con una dulce sonrisa en el rostro buscando a mi amigo con la mirada. Acababa de empezar una guerra a base de pullas que alegraría sin duda la noche.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Enarqué una ceja mirándolas, sin duda se habían tomado muy en serio el dichoso jueguecito.
Sobre la mesa de roble esparcieron una caja llena de pinturas con las que bien hubiera podido un artista dar color a un amplio lienzo o dos.
Reí frente a las bromas de una y otra mientras la copa de whisky desaparecía lentamente entre mis labios.
Ver a Moira con la niña me hizo percatarme de que no era el único inmortal con ansias de tener descendencia y a su vez, observar a Claudia me hacia reafirmarme en la firme idea de no tenerla nunca. Al menos del modo en el que nosotros podíamos lograrlo, ese que mediante el abrazo los conviertes en tus bastagos.
Su Sire había sido un inconsciente, esa niña solo era un capricho de dos vampiros caprichosos que se cansaron de su juguete demasiado pronto.
Sumido en mis pensamientos copa en la mano y con una sonrisa dibujada en mis labios por las risas de la niña, escuche como Moira soltaba la siguiente fantástica idea del día.
Enarque una ceja de nuevo mientras Claudia palmoteaba secundando lo de las trencitas.
No se si era le alcohol o simplemente que me rendía frente a esas dos pesadillas, pero acepte con cara de pocos amigos.
-Trenzas, pero pintarme ni se os ocurra -advertí mirando a ambas de soslayo.
Supongo que porque los vikingos llevábamos muchas veces trenzas y aunque algo me decía que las que me hicieran ni me gustarían ni me favorecerían ,la idea de que se callaran me parecía la mas de entretenida.
Sobre la mesa de roble esparcieron una caja llena de pinturas con las que bien hubiera podido un artista dar color a un amplio lienzo o dos.
Reí frente a las bromas de una y otra mientras la copa de whisky desaparecía lentamente entre mis labios.
Ver a Moira con la niña me hizo percatarme de que no era el único inmortal con ansias de tener descendencia y a su vez, observar a Claudia me hacia reafirmarme en la firme idea de no tenerla nunca. Al menos del modo en el que nosotros podíamos lograrlo, ese que mediante el abrazo los conviertes en tus bastagos.
Su Sire había sido un inconsciente, esa niña solo era un capricho de dos vampiros caprichosos que se cansaron de su juguete demasiado pronto.
Sumido en mis pensamientos copa en la mano y con una sonrisa dibujada en mis labios por las risas de la niña, escuche como Moira soltaba la siguiente fantástica idea del día.
Enarque una ceja de nuevo mientras Claudia palmoteaba secundando lo de las trencitas.
No se si era le alcohol o simplemente que me rendía frente a esas dos pesadillas, pero acepte con cara de pocos amigos.
-Trenzas, pero pintarme ni se os ocurra -advertí mirando a ambas de soslayo.
Supongo que porque los vikingos llevábamos muchas veces trenzas y aunque algo me decía que las que me hicieran ni me gustarían ni me favorecerían ,la idea de que se callaran me parecía la mas de entretenida.
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Moira me hacía reír mucho, como hace tiempo no lo hacía. Ya no existía el frío, ya no pensaba en el hambre, ya no estaba sola, por un momento dejé de pensar en ellos… en mis padres, ahora solo estaba este momento y podía sonreír. Ella tenía razón, Erlend estaba celoso de no poder san lindo como nosotras, pero lo podíamos ayudar. Es decir, si se vistiera mejor, cuidara su peinado y usara más perfume como solíamos hacer en casa, se vería mucho mejor.
Entonces, surgió esa idea del peinado y me fascinó al instante. Sí, sí yo quería peinar el cabello del vampiro. Luego, Erlend dijo que sí y grité de emoción. En un abrir y cerrar de ojos, estaba al lado de él y lo abracé por el cuello. Estaba muy emocionada y ansiosa.
- Te haremos un lindo peinado – junté mi mejilla con la de él y miré a Moira.
Su mejilla se sentía rara, no era lisa y suave como a las que estaba acostumbrada. Por el contrario, era rasposa por la barba, pero le estaba tomando un cariño especial a él y no quería soltarlo. En ese momento, algo en mi interior reaccionó y me advirtió que no debía encariñarme demasiado con nadie. Después de todo, siempre era separada de las personas a las que les tenía aprecio. Sacudí la ligeramente la cabeza y traté de no pensar en ello, más tarde me enfrentaría con aquel conocimiento.
Entonces, surgió esa idea del peinado y me fascinó al instante. Sí, sí yo quería peinar el cabello del vampiro. Luego, Erlend dijo que sí y grité de emoción. En un abrir y cerrar de ojos, estaba al lado de él y lo abracé por el cuello. Estaba muy emocionada y ansiosa.
- Te haremos un lindo peinado – junté mi mejilla con la de él y miré a Moira.
Su mejilla se sentía rara, no era lisa y suave como a las que estaba acostumbrada. Por el contrario, era rasposa por la barba, pero le estaba tomando un cariño especial a él y no quería soltarlo. En ese momento, algo en mi interior reaccionó y me advirtió que no debía encariñarme demasiado con nadie. Después de todo, siempre era separada de las personas a las que les tenía aprecio. Sacudí la ligeramente la cabeza y traté de no pensar en ello, más tarde me enfrentaría con aquel conocimiento.
Claudia De Lioncourt- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
No pude evitar sonreír con dulzura cuando finalmente Erlend claudicó ante nosotras y aceptó a regañadientes que le hiciésemos las trenzas, al tiempo que se sentaba en una de las sillas del comedor whisky en mano. Claudia se echó a sus brazos contenta por haberse salido con la suya, demostrando su alegría entre saltitos y gritos de júbilo.
Observé la cara de Erlend ante este gesto tan peculiar en la pequeña, un gesto que probablemente despertase ese instinto de padre que había mantenido tanto tiempo al ver a su propio hijo en la lejanía, y que con el paso de los siglos había quedado relegado a un segundo plano. Pero que ahora, al tener allí a la pequeña, despertaba una parte desconocida en nosotros mismos; esa parte que quedaba oculta cuando eramos conscientes después de ser convertidos, de que jamás podríamos tener descendencia, y que sin embargo no desaparecía del todo.
Me acerqué de nuevo hasta mi habitación, portando conmigo a la vuelta una caja de madera con cepillos para el pelo y toda clase de lazos e hilos para sujetar las trenzas. Erlend enarcó una ceja, tentado a reprocharme mi intención de ponerle los lazos y tocados que había en la caja, pero se relajó al ver que sacaba solamente un hilo negro y el cepillo.
-Deberías dejar que te maquillase la pequeña; piensa en lo triste que debe estar por sentirse tan sola. Eso seguro que la animaba.- susurré en su oído con una sonrisa ladina colocándome tras él, y continué en voz alta.- Deberías sentarte en la alfombra, para que la pequeña llegue bien a hacerte las trenzas.
Sonreí divertida cuando Erlend me obedeció tras dedicarme una mirada de lo más amenazadora, y la pequeña se dispuso a cepillarle el pelo para desenredárselo antes de comenzar con la ardua labor de hacerle trenzas al vikingo mercenario. Reí disimuladamente al imaginármelo presentándose a la batalla de aquella guisa; menos mal que no era tiempo de guerra, porque si no su reputación habría mermado con aquello.
-Claudia, puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que necesites. En mi cama podemos dormir los dos, y así no estarás sola hasta que decidas buscar a tus padres.- le propuse con dulzura a la pequeña que con sus risas alegraba aquel hogar, iluminando cada rincón de nuestras vidas.
Observé la cara de Erlend ante este gesto tan peculiar en la pequeña, un gesto que probablemente despertase ese instinto de padre que había mantenido tanto tiempo al ver a su propio hijo en la lejanía, y que con el paso de los siglos había quedado relegado a un segundo plano. Pero que ahora, al tener allí a la pequeña, despertaba una parte desconocida en nosotros mismos; esa parte que quedaba oculta cuando eramos conscientes después de ser convertidos, de que jamás podríamos tener descendencia, y que sin embargo no desaparecía del todo.
Me acerqué de nuevo hasta mi habitación, portando conmigo a la vuelta una caja de madera con cepillos para el pelo y toda clase de lazos e hilos para sujetar las trenzas. Erlend enarcó una ceja, tentado a reprocharme mi intención de ponerle los lazos y tocados que había en la caja, pero se relajó al ver que sacaba solamente un hilo negro y el cepillo.
-Deberías dejar que te maquillase la pequeña; piensa en lo triste que debe estar por sentirse tan sola. Eso seguro que la animaba.- susurré en su oído con una sonrisa ladina colocándome tras él, y continué en voz alta.- Deberías sentarte en la alfombra, para que la pequeña llegue bien a hacerte las trenzas.
Sonreí divertida cuando Erlend me obedeció tras dedicarme una mirada de lo más amenazadora, y la pequeña se dispuso a cepillarle el pelo para desenredárselo antes de comenzar con la ardua labor de hacerle trenzas al vikingo mercenario. Reí disimuladamente al imaginármelo presentándose a la batalla de aquella guisa; menos mal que no era tiempo de guerra, porque si no su reputación habría mermado con aquello.
-Claudia, puedes quedarte con nosotros todo el tiempo que necesites. En mi cama podemos dormir los dos, y así no estarás sola hasta que decidas buscar a tus padres.- le propuse con dulzura a la pequeña que con sus risas alegraba aquel hogar, iluminando cada rincón de nuestras vidas.
Moira Landvik- Vampiro Clase Baja
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Re: Jugando a las princesas [Claudia y Moira]
Miré a las dos mujeres de medio lado, bueno, mujeres, por llamarlas de alguna manera, al final como todo hombre caía en sus redes, sobre todo en las de la pequeña Claudia que en cierto modo había llenado de alegría la casa.
Me dejé caer en la alfombra con la enana enganchada a mi cuello, creo que imaginando los mil y un peinados que podría hacer a mi pelo mientras Moira mas que dispuesta iba a por una caja llena de lazos.
Enarqué una ceja mirándola, mas para mi suerte y tranquilidad solo saco un misero hilo negro, al menos mi honor no quedaría tan sumamente tocado.
La pequeña tomo el peine hundiéndolo en mi pelo una y otra vez toda afanosa, parecía divertida por todas las risas que ella misma soltaba para si, como si peinarme justamente a mi fuera lo mas divertido que le había pasado en todo el día.
Sonreí de medio lado mirando a Moira que admiraba a la pequeña jugar entretenida conmigo en la alfombra.
Sus ojos brillaban, posiblemente porque esa niña despertaban en ella sentimientos encontrados, ese que le decía que nunca seria madre y por ende la sensación de serlo ahora a su lado.
-¿esto guapo? Pregunte al notar como la pequeña trenzaba con sus dedos mi pelo -¿si me ve asi el enemigo crees que saldrá corriendo?
Algo me decía que de verme de esa guisa cualquier enemigo saldría corriendo o porque pensara que era gay y le iba a dar tris tras por detrás o porque pensara que estaba loco y que lo iba a decapitar con un hacha y a trocear a antojo
Me dejé caer en la alfombra con la enana enganchada a mi cuello, creo que imaginando los mil y un peinados que podría hacer a mi pelo mientras Moira mas que dispuesta iba a por una caja llena de lazos.
Enarqué una ceja mirándola, mas para mi suerte y tranquilidad solo saco un misero hilo negro, al menos mi honor no quedaría tan sumamente tocado.
La pequeña tomo el peine hundiéndolo en mi pelo una y otra vez toda afanosa, parecía divertida por todas las risas que ella misma soltaba para si, como si peinarme justamente a mi fuera lo mas divertido que le había pasado en todo el día.
Sonreí de medio lado mirando a Moira que admiraba a la pequeña jugar entretenida conmigo en la alfombra.
Sus ojos brillaban, posiblemente porque esa niña despertaban en ella sentimientos encontrados, ese que le decía que nunca seria madre y por ende la sensación de serlo ahora a su lado.
-¿esto guapo? Pregunte al notar como la pequeña trenzaba con sus dedos mi pelo -¿si me ve asi el enemigo crees que saldrá corriendo?
Algo me decía que de verme de esa guisa cualquier enemigo saldría corriendo o porque pensara que era gay y le iba a dar tris tras por detrás o porque pensara que estaba loco y que lo iba a decapitar con un hacha y a trocear a antojo
Erlend Cannif**- Vampiro Clase Baja
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