Una mañana de sosiego - Libre

por **Denisse Marchessault** Sáb Ago 27, 2016 10:05 am

Denisse había tenido un día movido, luego de una noche intensa de entrenamiento, había vuelto casi al amanecer, apenas se acostara e intentara dormir unas horas, cuando la puerta de su habitación se abrió, silenciosamente, unos paso se dirigieron hasta los grandes ventanales y descorrieron los cortinados de pesado genero, fue así que la mañana entró de lleno en su habitación. Denis se cubró con la almohada y protesto, como una niña que no deseaba ir al colegio. - ¿acaso no sabes que estuve ejercitando hasta hace apenas unas hora? - suspiró frustrada, mientras la joven sirvienta se disculpaba, - es que su padre dice que debemos dejar toda la casa reluciente - los ojos de la dulce muchacha mostraban cansancio apenas comenzar la mañana, - y de seguro les ha despertado a las cinco de la mañana para que comiencen con sus tareas - ambas se miraron y rieron. Cada una en su estrato social, sabían muy bien como era el caracter del señor Marchessault. Tras desperezarse, saltó de la cama para ir a quitarse el sueño que se amontonaba en su cabeza. Debía terminar un pequeño guión para la próxima obra del teatro Imperian, no podía fallarles, pues siempre le habían apoyado en todo, aún recordaba el vestido que le confeccionara la modista de la compañía, para asistir al casamiento de su hermana. No pudo dejar de entristecerse un poco, ella la amaba y no podía aún asimilar que su bella y querida hermana ya no estaría por la mansión, cada vez que la buscara. Suspiró con un dejo de melancolía, - pues, así es la vida - se dijo, intentando confortarse, y rogando a Dios que su querida hermana estuviera disfrutando de un apacible matrimonio, - bueno, apacible - caviló mientras se sonreía recordando que su cuñado era una persona muy particular.

Mientras se bañaba, pensó donde podría ir a inspirarse para escribir la obra que debía terminar y entregar ese mismo día, como era aún temprano, pensó que podía desayunar en algún café y pasar la mañana hundida en uno de los reservados con los que contaba el café mas importante de la ciudad. De mas estaba decir que le sería imposible quedarse en la mansión, pues luego del casamiento, toda la mansión se mantenía en un melancólico letargo, luego de haber pasado días de un frenético ir y venir, hospedando a los invitados de la boda de la Marchessault. Así que luego de cambiar de atuendo mas de tres veces, porque ninguno le parecía lo suficientemente a gusto para ese día, se dirigió a la las calles de París. Si de algo estaba segura era que no usaría ninguno de los coches de la familia, ni montaría su caballo, por eso, tomó un coche de alquiler, el que la condujo al café que había elegido como destino.

Al entrar en el local, la recibió el agradable aroma del café recién molido, un pequeño sonido de protesta hizo su estomago, ya que no había cenado la noche anterior y tras las horas de entrenamiento, tampoco se había alimentado al llegar en la madrugada a su hogar. Por eso, apenas sentarse, llamó al encargado para pedir un desayuno.