Cerveza en la mañana. - Libre.

La noche dio paso a un día de lo más soleado. Sin nubes, solamente el cielo azul brillando y el canto de los pájaros que iban de un árbol a otro. Marek abrió los ojos despacio, como si tuviera grandes losas que le impedían hacerlo con naturalidad y facilidad. Se encontró con la cabeza apoyada en un tronco roto. Estaba desnudo, como cada día que se despertaba sin acordarse de nada. La noche anterior había sido luna llena, por lo que, había liberado a la bestia que llevaba dentro. Como siempre, no se acordaba de lo que había hecho la bestia al poseerlo, pero intuía que nada bueno. Tenía un sabor metálico en la boca y algunas heridas en los brazos, pero por lo demás, se encontraba "perfectamente". Todo lo perfectamente que se podía estar en esta situación. Decidió que ya había dormido lo suficiente, al hacer tan buen día seguro que venían excursionistas o cazadores de venados, era momento de salir de allí y hacer algo con su día.

Como hombre precavido que era, tenía preparada ropa para vestirse y no ser detenido por andar como su madre lo trajo al mundo. La encontró a unos metros de donde se había despertado, cubierta por unas hierbas para que ningún animal la cogiese. Se vistió rápidamente y caminó por el bosque, estaba cubierto por robles y fresnos que daban sombra a este día caluroso. Consiguió salir del bosque y se encaminó al centro de la ciudad, que rebosaba de vida, de gente. Estaba cansado, pero eso no le impidió saludar a ciertas damas que se encontró por una calle central. La gente iba y venía, muchos estaban apostados en las aceras con carromatos llenos de objetos que vender a precios desorbitados. ¿Quién era tan ingenuo como para gastarse cincuenta francos por un bote de sal, un pescado que se encontraba en estado de putrefacción y algo de piel de lobo? Frunció el ceño y apretó el paso mientras una pregunta le invadía sin remediarlo. ¿Qué pasaba si un "cazador" despellejaba a un hombre lobo? Un escalofrío lo recorrió pese a que estaba sudando. Hacía calor, así que se metió en la primera taberna que encontró, necesitaba algo frío y bueno.

La taberna en la que entró estaba medio vacía de no ser por el posadero que limpiaba con parsimonia la barra en la que servía las bebidas y unos cuantos hombres que se notaba que hacían tiempo para irse a sus puestos de trabajo. ¿Qué hora era? Lo desconocía y tampoco tenía prisa. El dinero le sobraba como para buscar un puesto de trabajo, así que invertía su tiempo en su pequeño y ambicioso plan o simplemente, lo desperdiciaba. Tenía mucho como para permitirse el lujo de hacerlo, aunque tenía menos que los vampiros. Se colocó en la barra y pidió una jarra de cerveza oscura, lo más fría que pudiera tener el posadero. No le disgustaba la cerveza francesa, sobre todo si eran de buena calidad, aunque últimamente solo encontraba cerveza aguada. Echaba de menos su cerveza. Aún no se habían puesto sus padres a la exportación fuera de Bélgica. Era uno de los planes que quería hacer, encontrar a alguien interesado para comenzar a exportarla. El posadero le puso la cerveza y la probó, dejándose espuma en la barba. No estaba tan mal, pensó. Quizá, hoy tuviera un buen día.