Mañana apacible - Libre

por **Gastón De Valois** Vie Ene 25, 2019 10:28 pm

Habían sido muchos años en la Inquisición. Su vida estuvo en juego, en infinidad de oportunidades, y en todo ese tiempo, su deseo de venganza, no había menguado. Mas en los últimos meses,, Domenico notaba que las fuerzas le faltaban. Su salud se veía quebrantada, y aunque había intentado ignorarlo, su estado comenzaba a poner en riesgo, ya no solo su vida, sino la de sus compañeros de lucha.

Pensando en ello, es que tras su ronda de noche, decidió tomarse unas horas para reflexionar y decidir un cambio importante en su vida. Algo que jamás se le pasara por su cabeza, pero después de consultar con un medico y recibir el diagnóstico fatal, supo que no deseaba vivir los últimos meses o año de vida, persiguiendo una venganza, que solo lograría hacerlo sentir mas vacío que antes. No era un hombre que se dejara tumbar por los problemas, y a pesar de saber que su vida en poco tiempo podía terminar, no se lamentó, ni despotricó frente al altar de la iglesia, porque su vida se estaba desmoronando. por el contrario, sonrió y dejó que su mirada se extasiara, con la belleza del paisaje.

Caminó en silencio por la playa, con los pies descalzos, sintiendo la arena fina entre los dedos y el frio del agua al lamer sus pies, las olas del mar. No era una buena temporada para pasear en la playa, ¿pero si su vida terminaba antes de que el verano volviera a París?, no deseaba disfrutar, sentirse vivo, dejar atrás todo lo que le dañaba, y darse la oportunidad de vivir, sin temores, sin tiempo, solo dejar que sus latidos le indicaran el tiempo y la forma de vivir. No deseaba odiar mas, y si de algo debía arrepentirse, era que jamás se había atrevido a confesar su amor a esa mujer misteriosa, esa, que pocas noches atrás, había vuelto a encontrar, luego de décadas de ausencia.

Inspiró profundamente, - Cuando vuelva a París, he de cambiar muchas cosas... he de abandonar aquello que me ha enfermado, he de soltar el odio y dejar que la vida cure mis heridas - caviló mientras se dejaba caer en la arena y con su espalda bien recta, dejaba que su vista y su mente, se perdieran en el horizonte infinito.

por **Tirsa Fernsby** Jue Ene 31, 2019 9:35 pm

Era la tercera semana consecutiva en la que se encontraba encerrada en el hospital, el lugar no le molestaba, era grande, colorido, lleno de muchos aromas por las flores y los árboles, además de nunca tener hambre por la cantidad de alimentos que siempre se encontraban en los comedores. Se podría decir que era una paraíso, uno donde enfermos podían sentirse en el cielo aunque por dentro el infierno se los estuviera consumiendo. Así que no, no deseaba salir, pero era una orden del médico, así que no le quedó de otra.

No empacó nada, dejó su habitación ordenada para volver aquella noche; Tirsa no tenía amigos, los pocos que en algún momento consideró de esa manera, se esfumaron cuando se enteraron de su enfermedad, ella no los culpó, cualquiera en su sano juicio quiere huir del ambiente de un desahuciado, así que se quedó sola, al menos sólo emocionalmente porque quien le brindaba sangre no resultaba algo demasiado interesante. Así fue como se despidió de los doctores y enfermeros para emprender el viaje de regreso a París, al centro de París. Decidió comprar libros nuevos, telas finas y un poco de dulces artesanales. Después entró a una galería de arte que acababa de abrir, comió en un fino restaurante y al darse cuenta que le quedaban más de cinco horas para regresar, tomó un carruaje para viajar a un lugar a las afueras de la ciudad pero localizado al otro extremo de donde se encontraba el hospital.

La playa no era su lugar favorito, en realidad lo odiaba porque la brisa del mar empujaba arena que se pegaba al cuerpo, el cabello se enredaba con facilidad y la mayoría de las veces regresaba muy sucia. La única ventaja que tenía la playa, es que casi nadie la visitaba por los rumores y la falta de conocimientos en el nado, así que se sacrificó un poco por su tranquilidad.

Cuando bajó del carruaje buscó un local comido y limpió para poder pasar el rato, se dio cuenta que rentaban habitaciones en un pequeño hotel cercano, así que quizá pasaría la noche ahí, intentó no pensar mucho en el futuro y disfrutar aquel instante.

Después de comer un poco más decidió que daría un paseo para poder relajarse otro poco, y así lo hizo, sin embargo, por la falta de luz, tropezó sobre algo blanco y oloroso, nerviosa giró el cuerpo sobre la arena y se levantó como pudo.

— Lo lamento, no fue mi intención importunar — Se disculpo con la persona a la que había lastimado.

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