AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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La doncella en apuros [Privado]
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La doncella en apuros [Privado]
Era bien entrada la noche cuando Alexandre estaba leyendo los últimos informes de la movilización de tropas en el continente europeo. Resopló haciendo que el papel se moviera ligeramente, sin prestar atención a lo leído y haciendo un repaso rápido por la caligrafía perfecta. Gracias a dios, que en ese momento un mensajero se acercó hasta el despacho del mariscal, agitado por la noticia recibida- Mariscal, han dejado un mensaje anónimo para usted- dijo el mensajero mientras depositaba la hoja en el escritorio. Se quedó quieto recibiendo la propina que el mariscal solía dar a los correos- Gracias correo- dijo acompañándolo a la salida mientras leía el mensaje- Oficial al mando- llamó cuando un joven se presentó ante él- ¿Señor?- preguntó decidido- Coja dos caballos, tenemos que ir al centro de París. Parece ser que hay disputas entre los burdeles en la zona comercial. Al parecer un hombre corpulento y de pinta peligrosa ha sido el responsable de una masacre en el orfanato. Aun no hay nada que respalde este hecho y la policía está trabajando en ello pero nos encomiendan a nosotros la detención de ese hombre y la protección de su familia por posibles venganzas. Al parecer se trata de un caso grave y necesitan mucha seguridad, iremos usted y yo- dicho esto, Alexandre dejó atrás su despacho y se dirigió con paso firme y veloz hasta el local “El Jardín de las delicias”.
Se bajó del caballo de un salto y se quedó esperando a que su oficial hiciera lo mismo. No tardó en hacerlo y en dirigirse dentro con la barbilla alta, orgulloso de estar en un barrio cuestionable con su galante y gesto prepotente.
Pasaron los minutos y el oficial no volvía a su lado, algo raro para alguien que debe cumplir una orden que era buscar e informar. Así que Alexandre decidió entrar para echar un ojo en el interior. El oficial estaba coqueteando con alguna chica que levantó la mirada hacia la impasible silueta del mariscal, lo que deshizo el hechizo de esas mujeres deseables y devolvió la atención al oficial, aunque tarde- Váyase, continuaré yo de ahora en adelante. Eres un drama- dijo y pasó de largo entre las jóvenes y el oficial que avergonzado había salido por la puerta. La tabernera, Sibila, ya era una conocida a la que había tenido ocasión de cruzar un par de palabras y un par de bollos en la panadería. Se inclinó hacia delante y la saludó- Buenas noches, Sibila. Siento molestarte en el trabajo. ¿Están tus superiores aquí?- preguntó mirando a la puerta que siempre estaba tapada con la silueta de un hombre corpulento y borracho, digno de la descripción del informante- Bueno, solo vengo a informar de que han dado parte de una pequeña disputa- buscó un pequeño eufemismo- en el orfanato. La descripción del presunto asesino es muy parecida a la de Markov, aunque la investigación la tiene que llevar la policía, me han asignado para que apoye con seguridad. Así que debido a ello, usted corre peligro de ser apresada para chantaje u extorsión. Convendría que me acompañara y que le dijera a su amigo- y esta vez siendo consciente Alexandre de la condición de Markov, aumentó el volumen de su voz- Que la policía y el ejército le busca y que haría bien en esconder la cabeza durante un tiempo. Tampoco tu debes preocuparte, yo estoy aquí para protegerte. Así que en cuento termines el turno te acompañaré a una posada, la casa en la que vives no es segura y podría ser el primer lugar donde te buscarían si quieren hacer daño a Markov- intentó explicarle de manera rápida y resumida. Ya había terminado de hablar y llegó a ese pacto con ella sin costarle mucho, era bastante confiada, pero a Alexandre ya lo reconocía o asociaba a algo bueno.
Pasada la hora de finalizar la jornada de Sibila, Alexandre esperaba fuera, en una esquina hasta que al final la vio. Dedicó una sonrisa abierta y tierna que selló con las palabras- Me alegra ver que cedieras a venir conmigo- y entonces montó en su caballo y entregó su brazo para que Sibila subiera detrás de él. Tiró de las riendas de su caballo y el rucio relinchó un poco e inició la marcha. Empezaba así el inicio de una gran amistad.
Se bajó del caballo de un salto y se quedó esperando a que su oficial hiciera lo mismo. No tardó en hacerlo y en dirigirse dentro con la barbilla alta, orgulloso de estar en un barrio cuestionable con su galante y gesto prepotente.
Pasaron los minutos y el oficial no volvía a su lado, algo raro para alguien que debe cumplir una orden que era buscar e informar. Así que Alexandre decidió entrar para echar un ojo en el interior. El oficial estaba coqueteando con alguna chica que levantó la mirada hacia la impasible silueta del mariscal, lo que deshizo el hechizo de esas mujeres deseables y devolvió la atención al oficial, aunque tarde- Váyase, continuaré yo de ahora en adelante. Eres un drama- dijo y pasó de largo entre las jóvenes y el oficial que avergonzado había salido por la puerta. La tabernera, Sibila, ya era una conocida a la que había tenido ocasión de cruzar un par de palabras y un par de bollos en la panadería. Se inclinó hacia delante y la saludó- Buenas noches, Sibila. Siento molestarte en el trabajo. ¿Están tus superiores aquí?- preguntó mirando a la puerta que siempre estaba tapada con la silueta de un hombre corpulento y borracho, digno de la descripción del informante- Bueno, solo vengo a informar de que han dado parte de una pequeña disputa- buscó un pequeño eufemismo- en el orfanato. La descripción del presunto asesino es muy parecida a la de Markov, aunque la investigación la tiene que llevar la policía, me han asignado para que apoye con seguridad. Así que debido a ello, usted corre peligro de ser apresada para chantaje u extorsión. Convendría que me acompañara y que le dijera a su amigo- y esta vez siendo consciente Alexandre de la condición de Markov, aumentó el volumen de su voz- Que la policía y el ejército le busca y que haría bien en esconder la cabeza durante un tiempo. Tampoco tu debes preocuparte, yo estoy aquí para protegerte. Así que en cuento termines el turno te acompañaré a una posada, la casa en la que vives no es segura y podría ser el primer lugar donde te buscarían si quieren hacer daño a Markov- intentó explicarle de manera rápida y resumida. Ya había terminado de hablar y llegó a ese pacto con ella sin costarle mucho, era bastante confiada, pero a Alexandre ya lo reconocía o asociaba a algo bueno.
Pasada la hora de finalizar la jornada de Sibila, Alexandre esperaba fuera, en una esquina hasta que al final la vio. Dedicó una sonrisa abierta y tierna que selló con las palabras- Me alegra ver que cedieras a venir conmigo- y entonces montó en su caballo y entregó su brazo para que Sibila subiera detrás de él. Tiró de las riendas de su caballo y el rucio relinchó un poco e inició la marcha. Empezaba así el inicio de una gran amistad.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Localización : Versalles
Re: La doncella en apuros [Privado]
Estaba raro. Era lo único que había podido sacar de la actitud de Markov desde la noche anterior a esa. Si él ya era callado y poco dado a muestras de cariño, ese día se lo había pasado encerrado y las pocas veces que había salido para algo de su habitación simplemente había ignorado a Sibila o le había soltado alguna especie de gruñido a modo de saludo. La joven apenas le conocía pues nada más saber que eran familia habían decidido que Sibila debía vivir con él y no sola en una ciudad nueva para ella. Así que se podía decir que dos completos extraños, que habían resultado ser como padre e hija, se estaban acostumbrando a compartir una vida juntos. Por suerte para Sibila, Markov nunca invitaba a nadie a casa lo que hacía las cosas infinitamente más cómodas que si fuera como los hombres que cada noche comparten cama con una mujer diferente.
En resumen, que esa noche el vampiro no la acompañó al club ni dio explicación ninguna sobre ello, tan solo dijo que iría más tarde y saldría antes que ella por lo que debería regresar sóla también a casa. Así fue como la joven llegó al club y se puso –como siempre- a ordenar las botellas que la habían dejado en la barra, abrirían en una media hora y todo el mundo se estaba preparando para empezar a recibir a los clientes. Las prostitutas se cambiaban de ropa, los hombres de seguridad ocupaban sus lugares en las puertas y sitios críticos, las pipas de opio se encendían… ¡Hombres al ataque! Llegaban con cuenta gotas y con gesto de pocos amigos hasta que pisaban la entrada y tomaban la primera copa, luego todos se relajaban y gozaban de todos los pecados que allí eran algo natural, sin embargo –una noche más- Sibila iba a comprobar que la tranquilidad era algo que escaseaba en París. No era nada común ver a un militar uniformado por allí, si hubiera entrado con ropa de civil nadie se habría fijado en él pero al no ser así sonaron las alarmas y en cinco minutos cada trabajador del club sabía que alguien del ejército andaba haciendo preguntas.
Como solía hacer, se mantuvo en silencio y haciendo su trabajo vigilando pero sin que fuera muy evidente la extrañeza que aquello le causaba. Su rostro cambió del todo cuando el segundo en discordia entró por la puerta y a punto estuvo la joven de tirar un vaso al suelo. -Hola…-, lo cierto es que sin saber muy bien por qué –quizás por no esperarle- se había quedado casi sin habla, por suerte fue él quien tomó las riendas de la conversación y explicó todo. Negó ante la pregunta sobre Markov y se echó hacia delante ya que parecía ser más una confesión que una noticia que tuvieran que conocer todos los presentes. -Se lo diré cuando le vea pero no es mala persona, ¿lo sabes verdad?-. No podía poner la mano en el fuego por Markov, sobre todo teniendo en cuenta lo raro que había estado con ella las últimas horas. Se quedó helada por aquella “orden” del mariscal pero sabiendo que era por su bien y no por causarla algún tipo de problema acabó por asentir, -Vale, cuando recoja te buscaré-, se despidió de él y el resto de la jornada lo pasó preocupada por el vampiro, ella ya sabía lo que era sentir la presión de ser perseguida y que alguien deseara matarla pero ahora se trataba de otra persona y eso la tensaba más.
Le devolvió la sonrisa una vez se reencontraron a la salida de Sibila del trabajo, -bueno si era idea tuya supongo que era lo mejor que podía hacer…-, contestó una vez estuvo sobre el caballo. Se sujetó con fuerza rodeando el torso de Alexandre y ocultó la sonrisa apoyando la mejilla en su espalda. La posada era mil veces mejor que en la que estuvo cuando llegó a París, se notaba que él no tenía precisamente problemas económicos. -¿Hasta cuándo tendré que quedarme aquí?-, preguntó una vez se sentó sobre la enorme cama que ocupaba un enorme espacio de la habitación. -¡Bombones!-, exclamó al ver la caja sobre una de las almohadas y de golpe miro al vampiro, -¿no será esto un sitio de esos para pasar la noche con las queridas no?-, preguntó mientras se llevaba uno a la boca como buena amante del dulce que era.
En resumen, que esa noche el vampiro no la acompañó al club ni dio explicación ninguna sobre ello, tan solo dijo que iría más tarde y saldría antes que ella por lo que debería regresar sóla también a casa. Así fue como la joven llegó al club y se puso –como siempre- a ordenar las botellas que la habían dejado en la barra, abrirían en una media hora y todo el mundo se estaba preparando para empezar a recibir a los clientes. Las prostitutas se cambiaban de ropa, los hombres de seguridad ocupaban sus lugares en las puertas y sitios críticos, las pipas de opio se encendían… ¡Hombres al ataque! Llegaban con cuenta gotas y con gesto de pocos amigos hasta que pisaban la entrada y tomaban la primera copa, luego todos se relajaban y gozaban de todos los pecados que allí eran algo natural, sin embargo –una noche más- Sibila iba a comprobar que la tranquilidad era algo que escaseaba en París. No era nada común ver a un militar uniformado por allí, si hubiera entrado con ropa de civil nadie se habría fijado en él pero al no ser así sonaron las alarmas y en cinco minutos cada trabajador del club sabía que alguien del ejército andaba haciendo preguntas.
Como solía hacer, se mantuvo en silencio y haciendo su trabajo vigilando pero sin que fuera muy evidente la extrañeza que aquello le causaba. Su rostro cambió del todo cuando el segundo en discordia entró por la puerta y a punto estuvo la joven de tirar un vaso al suelo. -Hola…-, lo cierto es que sin saber muy bien por qué –quizás por no esperarle- se había quedado casi sin habla, por suerte fue él quien tomó las riendas de la conversación y explicó todo. Negó ante la pregunta sobre Markov y se echó hacia delante ya que parecía ser más una confesión que una noticia que tuvieran que conocer todos los presentes. -Se lo diré cuando le vea pero no es mala persona, ¿lo sabes verdad?-. No podía poner la mano en el fuego por Markov, sobre todo teniendo en cuenta lo raro que había estado con ella las últimas horas. Se quedó helada por aquella “orden” del mariscal pero sabiendo que era por su bien y no por causarla algún tipo de problema acabó por asentir, -Vale, cuando recoja te buscaré-, se despidió de él y el resto de la jornada lo pasó preocupada por el vampiro, ella ya sabía lo que era sentir la presión de ser perseguida y que alguien deseara matarla pero ahora se trataba de otra persona y eso la tensaba más.
Le devolvió la sonrisa una vez se reencontraron a la salida de Sibila del trabajo, -bueno si era idea tuya supongo que era lo mejor que podía hacer…-, contestó una vez estuvo sobre el caballo. Se sujetó con fuerza rodeando el torso de Alexandre y ocultó la sonrisa apoyando la mejilla en su espalda. La posada era mil veces mejor que en la que estuvo cuando llegó a París, se notaba que él no tenía precisamente problemas económicos. -¿Hasta cuándo tendré que quedarme aquí?-, preguntó una vez se sentó sobre la enorme cama que ocupaba un enorme espacio de la habitación. -¡Bombones!-, exclamó al ver la caja sobre una de las almohadas y de golpe miro al vampiro, -¿no será esto un sitio de esos para pasar la noche con las queridas no?-, preguntó mientras se llevaba uno a la boca como buena amante del dulce que era.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 04/07/2016
Localización : Nómada
Re: La doncella en apuros [Privado]
¿Quién era Alexandre para criticar a Markov? Lo cierto es que él mismo protagonizó más de una matanza, de hecho incluso mató a quién le dio todo lo que es y conoce ahora. Sin embargo ambos estaban hechos de otra pasta; tenían un cierto gusto por la vida y por códigos morales, por eso Markov servía a los pobres y desgraciados de los suburbios y pagaba su frustración e ira con aquellos que él consideraba que lo merecían. Alexandre se enamoró de su país y decidió servirle con su propia vida, siendo este lo único que no podría traicionarlo jamás. Lejos de un código ético correcto, ambos compartían traición y muerte en sus caminos, pero Sibila ni lo sabía ni tenía por qué pagar lo que Markov había hecho.
Alexandre sentía simpatía por aquella mujer, más de una vez se encontró a sí mismo pensando en ella a pesar de haberla visto una sola noche en la que la acompañó a casa y tras una tormenta de verano, se vieron obligados a guarecerse dentro de una panadería. Existía química entre ellos dos, pero tenían una buena y sana relación, él se sentía libre de ser él mismo, no tenía que ocultarle ni sus deseos, ni maquillar sus palabras, pues Sibila tampoco lo hacía. Era vivaracha, alguien que jamás ha tenido nada que la atara y su espíritu libre le hacían moverse con la misma libertad. No era salvaje, pero un mundo cruel como el que les había tocado, cebaba sus reglas sobre la gente como Sibila condenándolas, algo que a ojos de Alexandre era un ultraje. Había conocido a miles de mujeres, pero muy pocas le despertaba el interés que había despertado Sibila en él. Más allá del aroma de su sangre y de su piel, más allá de su melena sedosa y su rostro bello y dulce. Era su conjunto lo que había hecho al mariscal centrarse en cuidar aquella mujer, seguramente para aquel hombre valía más que todas las duquesas del reino francés.
Cuando llegaron a la posada Alexandre se encargó de todo lo relacionado con las comidas, la discreción y el dinero. Una vez dejó todo hecho subió junto a ella y revisó que todo estuviera en orden, sin poder disimular una sonrisa cariñosa al verla disfrutar de la habitación menuda de aquella posada- Tendrás que quedarte aquí, hasta que encuentre un sitio seguro para ti. La casa de Markov no es segura y creo que va siendo hora de que tengas un sitio propio para ti, con tu edad o deberías estar ya casada o ser la señorita de algún señorito de París. Así que cuando todo esté en orden, tendrás un sitio, del que sólo yo conoceré su paradero- dijo Alexandre sentando en el borde de la cama que había ocupado primero Sibila- Tranquila, Markov sabrá encontrarte, tu aroma es bastante especial y más para alguien como él que tiene muy desarrollado sus capacidades e instintos- intentó tranquilizar a la muchacha pues sabía que esa era la primera preocupación que se le pasaría por la cabeza al decir que encontraría un lugar nuevo, lejos de la casa de Markov.
Se levantó y se sirvió un vaso de vodka para después girarse- Hago esto por protegerte, porque no creo que debas pagar tu la cuenta de Markov por tomarse él solo la ley por su mano. No creo que sea justo para ti. Ni tampoco soy la persona indicada para juzgar a Markov, por eso no le he apresado, entiendo qué le motivo a desencadenar aquella matanza, pero el mundo se iría a la mierda si todos nos tomáramos la justicia por nuestra mano. Yo estoy aquí para evitar que te hagan lo que Markov hizo a los otros- su tono se había encrudecido a medida que iba hablando del problema. Tenía que hacerle ver a Sibila que aquello no era un juego, su integridad y su seguridad pendían de un hilo, sobre todo trabajando en el círculo donde trabajaba. La gente pobre, la gente libertina tenía su propio código moral, si es que tenían alguno, y si tenían eso, también tenían sus propias reglas. Después de dejar claras las cosas, el asunto que le había llevado hasta allí, sonrió abiertamente por el comentario- Descuida, el dueño de esta posada me debe más de un favor, estarás a salvo aquí. No dirá a nadie que estás aquí, y por supuesto no habrá ninguna querida aquí. Para que la hubiera, tendría que tener alguna- le guiñó el ojo con complicidad.
Alexandre sentía simpatía por aquella mujer, más de una vez se encontró a sí mismo pensando en ella a pesar de haberla visto una sola noche en la que la acompañó a casa y tras una tormenta de verano, se vieron obligados a guarecerse dentro de una panadería. Existía química entre ellos dos, pero tenían una buena y sana relación, él se sentía libre de ser él mismo, no tenía que ocultarle ni sus deseos, ni maquillar sus palabras, pues Sibila tampoco lo hacía. Era vivaracha, alguien que jamás ha tenido nada que la atara y su espíritu libre le hacían moverse con la misma libertad. No era salvaje, pero un mundo cruel como el que les había tocado, cebaba sus reglas sobre la gente como Sibila condenándolas, algo que a ojos de Alexandre era un ultraje. Había conocido a miles de mujeres, pero muy pocas le despertaba el interés que había despertado Sibila en él. Más allá del aroma de su sangre y de su piel, más allá de su melena sedosa y su rostro bello y dulce. Era su conjunto lo que había hecho al mariscal centrarse en cuidar aquella mujer, seguramente para aquel hombre valía más que todas las duquesas del reino francés.
Cuando llegaron a la posada Alexandre se encargó de todo lo relacionado con las comidas, la discreción y el dinero. Una vez dejó todo hecho subió junto a ella y revisó que todo estuviera en orden, sin poder disimular una sonrisa cariñosa al verla disfrutar de la habitación menuda de aquella posada- Tendrás que quedarte aquí, hasta que encuentre un sitio seguro para ti. La casa de Markov no es segura y creo que va siendo hora de que tengas un sitio propio para ti, con tu edad o deberías estar ya casada o ser la señorita de algún señorito de París. Así que cuando todo esté en orden, tendrás un sitio, del que sólo yo conoceré su paradero- dijo Alexandre sentando en el borde de la cama que había ocupado primero Sibila- Tranquila, Markov sabrá encontrarte, tu aroma es bastante especial y más para alguien como él que tiene muy desarrollado sus capacidades e instintos- intentó tranquilizar a la muchacha pues sabía que esa era la primera preocupación que se le pasaría por la cabeza al decir que encontraría un lugar nuevo, lejos de la casa de Markov.
Se levantó y se sirvió un vaso de vodka para después girarse- Hago esto por protegerte, porque no creo que debas pagar tu la cuenta de Markov por tomarse él solo la ley por su mano. No creo que sea justo para ti. Ni tampoco soy la persona indicada para juzgar a Markov, por eso no le he apresado, entiendo qué le motivo a desencadenar aquella matanza, pero el mundo se iría a la mierda si todos nos tomáramos la justicia por nuestra mano. Yo estoy aquí para evitar que te hagan lo que Markov hizo a los otros- su tono se había encrudecido a medida que iba hablando del problema. Tenía que hacerle ver a Sibila que aquello no era un juego, su integridad y su seguridad pendían de un hilo, sobre todo trabajando en el círculo donde trabajaba. La gente pobre, la gente libertina tenía su propio código moral, si es que tenían alguno, y si tenían eso, también tenían sus propias reglas. Después de dejar claras las cosas, el asunto que le había llevado hasta allí, sonrió abiertamente por el comentario- Descuida, el dueño de esta posada me debe más de un favor, estarás a salvo aquí. No dirá a nadie que estás aquí, y por supuesto no habrá ninguna querida aquí. Para que la hubiera, tendría que tener alguna- le guiñó el ojo con complicidad.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Localización : Versalles
Re: La doncella en apuros [Privado]
Su rostro no fue precisamente alegre cuando se enteró de que el plan para ella sería quedarse allí encerrada en vez de poder regresar a su hogar con Markov. Lo único que había ido a buscar a París era libertad, la necesidad de sentir que por una vez en su vida era ella quien dirigía sus propias pisadas y que no lo hacía alguien más por ella. Estaba claro que planear algo y que saliera bien eran cosas totalmente diferentes… Conocía poco a Alexandre, al igual que a Markov, pero ya sentía con ambos un vínculo un tanto especial; fácilmente podría ser por su falta de socialización durante toda su vida y no podría reprocharles el cansarse de ella antes o después, pero era tan especial para Sibila contar con ellos que no renunciaría con facilidad.
-Me quedaré aquí pero no me hables de boda ni señoritos, no creo que esa sea tu motivación al traerme aquí-, entornó la mirada hacia él. La chica podía pecar de ingenua, incluso un tanto infantil por todas las cosas que no vivió en la edad en que tocaba vivirlas, pero sabía perfectamente que esos temas no le correspondía decidirlos al mariscal; en todo caso sería Markov quien la empujara a prometerse con alguien, al ser ahora una especie de tutor para ella. Siguió comiendo los bombones uno detrás de otro, tan solo pausando para beber agua y continuar con tan ardua tarea.
-¿Tiene algo que ver con el orfanato del que todos hablan?-, deseaba un no por respuesta. Todo París estaba revolucionado con la manera en que habían aparecido muertos todos los trabajadores de uno de los orfanatos de la ciudad, corrían rumores sobre el centro, sobre abusos a los niños, palizas e incluso ventas ilegales… Nada con certeza sabía la morena, pero todo indicaba a que era de lo que hablaba Alexandre y que Markov había decidido acabar con tales degenerados. -Si lo que se dice es cierto, no quedó nadie con vida. Es imposible que me busquen a mi si nadie sabe que existo-, bajó la mirada ante la de Alexandre, se había vuelto dura como la de un padre reprendiendo a un chiquillo por ponerse perdido el pantalón de barro. -Yo solo quiero saber que está bien y volver a casa…-, intentó suavizar la situación como pudo. Bastante estaba haciendo Alexandre por ella como para contarle sus miedos o preocupaciones, ¡por el amor de Dios! Que se encargaba de la seguridad de todo el país.
-No sé si es correcto o no, si excedo los límites de la amistad con esto pero… ¿te quedarías a dormir?-, se puso de pie y colocó las almohadas en el medio de la cama, -¿asi?-, encogió los hombros algo avergonzada al ver la cara del vampiro, casi parecía divertido con la sugerencia de Sibila. -Bueno da igual, entiendo que tengas cosas que hacer-, le sonrió y se excusó para ir al baño a cambiarse de ropa. Supuso que el vampiro se habría ido ya y aprovechó para darse un baño, tan solo se oían las conversaciones lejanas de parejas en el resto de habitaciones, parecía que en París se cumplía la norma del amor; todo el mundo acababa en pareja, todos parecían casarse con rapidez, encontrar a su media naranja. Soltó una risa cuando escuchó en la habitación contigua cambiar del sonido de una conversación a besos y gemidos. Con rapidez se puso el camisón que encontró colgado tras la puerta y la bata sobre este y regreso a la habitación con una expresión de sorpresa. -¿Qué..? Pensaba que te habías ido.-
-Me quedaré aquí pero no me hables de boda ni señoritos, no creo que esa sea tu motivación al traerme aquí-, entornó la mirada hacia él. La chica podía pecar de ingenua, incluso un tanto infantil por todas las cosas que no vivió en la edad en que tocaba vivirlas, pero sabía perfectamente que esos temas no le correspondía decidirlos al mariscal; en todo caso sería Markov quien la empujara a prometerse con alguien, al ser ahora una especie de tutor para ella. Siguió comiendo los bombones uno detrás de otro, tan solo pausando para beber agua y continuar con tan ardua tarea.
-¿Tiene algo que ver con el orfanato del que todos hablan?-, deseaba un no por respuesta. Todo París estaba revolucionado con la manera en que habían aparecido muertos todos los trabajadores de uno de los orfanatos de la ciudad, corrían rumores sobre el centro, sobre abusos a los niños, palizas e incluso ventas ilegales… Nada con certeza sabía la morena, pero todo indicaba a que era de lo que hablaba Alexandre y que Markov había decidido acabar con tales degenerados. -Si lo que se dice es cierto, no quedó nadie con vida. Es imposible que me busquen a mi si nadie sabe que existo-, bajó la mirada ante la de Alexandre, se había vuelto dura como la de un padre reprendiendo a un chiquillo por ponerse perdido el pantalón de barro. -Yo solo quiero saber que está bien y volver a casa…-, intentó suavizar la situación como pudo. Bastante estaba haciendo Alexandre por ella como para contarle sus miedos o preocupaciones, ¡por el amor de Dios! Que se encargaba de la seguridad de todo el país.
-No sé si es correcto o no, si excedo los límites de la amistad con esto pero… ¿te quedarías a dormir?-, se puso de pie y colocó las almohadas en el medio de la cama, -¿asi?-, encogió los hombros algo avergonzada al ver la cara del vampiro, casi parecía divertido con la sugerencia de Sibila. -Bueno da igual, entiendo que tengas cosas que hacer-, le sonrió y se excusó para ir al baño a cambiarse de ropa. Supuso que el vampiro se habría ido ya y aprovechó para darse un baño, tan solo se oían las conversaciones lejanas de parejas en el resto de habitaciones, parecía que en París se cumplía la norma del amor; todo el mundo acababa en pareja, todos parecían casarse con rapidez, encontrar a su media naranja. Soltó una risa cuando escuchó en la habitación contigua cambiar del sonido de una conversación a besos y gemidos. Con rapidez se puso el camisón que encontró colgado tras la puerta y la bata sobre este y regreso a la habitación con una expresión de sorpresa. -¿Qué..? Pensaba que te habías ido.-
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/07/2016
Localización : Nómada
Re: La doncella en apuros [Privado]
Se había volcado en complacer a Sibila y a Markov, aunque su culpabilidad los posicionaba como antagonistas, Alexandre era un romántico y amaba las causas perdidas. Siempre destacó por su rebeldía moral y su impecable determinación del deber y la moral. Así que decidió cuidar a la joven con la que había coincidido una noche de tormenta en el burdel en el que trabajaba. Y a diferencia de otros soldados, Alexandre no disfrutaba de la Dolce vita, tenía tiempo de sobra para hacer las cosas como debía. Toda una no-vida.
Así había sucedido, las noticias volaban en los barrios más bajos de parís, se extendían los rumores con la rapidez en que una llama devoraba la pólvora. ¿Acaso era sensato ocultar la información a Sibila con tal de protegerla? Pero también era lo más prudente, cuánto menos supiera estaría más segura. Calló la respuesta y omitió cualquier información referente al paradero de Markov y también al motivo de la búsqueda, de hecho era mejor para ambos. Si Alexandre revelara información referente a un caso de seguridad nacional, podría tener un gran problema que afectaría tanto a su puesto de trabajo como su integridad- Estará bien, Markov sabe cuidarse solo, y además dejó el rastro suficiente para que yo me ocupara de ti. Es más inteligente de lo que pensaba. Le veía como un bruto, pero me equivocaba- admitió frente a Sibila rompiendo una lanza a su favor- Estará bien- repitió para afianzar el sentimiento de tranquilidad en ella.
Después de aquella pequeña conversación sobre Markov, Alexandre vio marchar a Sibila a través de la puerta del baño. La proposición de pasar la noche. Por ahí habíamos comenzado. Una proposición. Alexandre advirtió en el tono de Sibila la necesidad de agradecer la protección y el cuidado que le brindó aquella noche. Aunque la química era palpable entre ambos desde aquel día que “confiscaron” los bollos en la panadería, Alexandre no había dejado de rondarla de forma inconsciente. Y ella había sido receptiva por él en cada palabra o búsqueda que le brindaba. Todo de forma inconsciente, irracional. Como siempre lo han sido los sentimientos. Alexandre meditó las dos soluciones o alternativas que tenía. O bien se iba y desperdiciaba la oportunidad de conocer más a fondo y compartir una noche con ella. O bien seguía sus instintos y aceptaba. Su voz interior gritó ¿En serio tienes que pensártelo? Y la respuesta a la pregunta fue la cara de sorpresa que Sibila le dedicó al salir del baño. Alexandre sonrió con una mirada de ternura, no picardía, sino de ternura. Rasgo poco común en alguien como él y que sólo había experimentdo con una persona en su vida. Una humana. Pero Sibila era diferente, la atracción era mutua y torpe, como si fueran dos primerizos en el amor- Me quedaré a pasar la noche- contestó. No hizo falta más que esa frase. En silencio Alexandre se quitó su ropa, se quedó en camisa y los pantalones. Los tirantes de su traje caían por sus pantalones y miró la cama que había preparado- Si te parece bien- dijo quitando la almohada superior- ME gusta ver el rostro de la persona con la que hablo con la que voy a dormir- le dijo y se tumbó en el lado que había dejado vacío ella- No es extralimitarse. Ahora mismo somos dos adultos que comparten una noche juntos. Más bien otra noche- dijo recordando así la noche en la pastelería- ¿Por qué accediste a que te acompañara esa noche?- preguntó una vez en la cama. En un susurro leve, como si quisiera acariciar el rostro y el cuerpo de sibila mientras hablaba y como no podía hacerlo con sus manos decidió hacerlo con su voz. Era muy deseable. Un bocado apetitoso si hablamos en cuestión sanguínea y una química aplastante si hablamos del conjunto que aquella mujer representaba por Sibila- Sé que es prematuro, Sibila. Pero mis intenciones no han sido del todo honestas contigo. No se trata de algo fácil de admitir y menos para mi, pero hay algo entre tu y yo. Algo que ambos percibimos, algo que desde aquel día en que te conocí no he podido frenar, y hasta hace poco no he sabido comprender. Hay algo en ti… que me atrae, de forma inminente e irracional. El olor de sangre, de tu pelo. Tus gestos, tu sonrisa… todo de ti. Y no te lo digo con el afán de estar en una cama junto a ti, pero mis intenciones no han sido totalmente por amor al ciudadano francés. Sino en un acto irracional de responder a las necesidades que mi cuerpo y mi mente demandan por el tuyo- concluyó esperando algún tipo de reacción por parte de Sibila. Y la habría, ya que esa declaración, si es que puede llamarse así, había sido un acto memorable de un idiota, que había expresado en voz alta todo lo que una mujer afloraba en él. Los hombres preferían la poesía para expresar sus sentimientos. Alexandre había confesado todo lo que sentía, calando a la mujer que tenía delante como objetivo principal y como secundario el poner en orden todo lo que sentía. Había pensado en voz alta. Era un patán en cuestión de amor- Espero no haberte asustado. Sibila, necesitaba decirte esto. Porque hay algo que me come por dentro, y es el deseo irrefrenable que despierta tu sangre en mí.
Así había sucedido, las noticias volaban en los barrios más bajos de parís, se extendían los rumores con la rapidez en que una llama devoraba la pólvora. ¿Acaso era sensato ocultar la información a Sibila con tal de protegerla? Pero también era lo más prudente, cuánto menos supiera estaría más segura. Calló la respuesta y omitió cualquier información referente al paradero de Markov y también al motivo de la búsqueda, de hecho era mejor para ambos. Si Alexandre revelara información referente a un caso de seguridad nacional, podría tener un gran problema que afectaría tanto a su puesto de trabajo como su integridad- Estará bien, Markov sabe cuidarse solo, y además dejó el rastro suficiente para que yo me ocupara de ti. Es más inteligente de lo que pensaba. Le veía como un bruto, pero me equivocaba- admitió frente a Sibila rompiendo una lanza a su favor- Estará bien- repitió para afianzar el sentimiento de tranquilidad en ella.
Después de aquella pequeña conversación sobre Markov, Alexandre vio marchar a Sibila a través de la puerta del baño. La proposición de pasar la noche. Por ahí habíamos comenzado. Una proposición. Alexandre advirtió en el tono de Sibila la necesidad de agradecer la protección y el cuidado que le brindó aquella noche. Aunque la química era palpable entre ambos desde aquel día que “confiscaron” los bollos en la panadería, Alexandre no había dejado de rondarla de forma inconsciente. Y ella había sido receptiva por él en cada palabra o búsqueda que le brindaba. Todo de forma inconsciente, irracional. Como siempre lo han sido los sentimientos. Alexandre meditó las dos soluciones o alternativas que tenía. O bien se iba y desperdiciaba la oportunidad de conocer más a fondo y compartir una noche con ella. O bien seguía sus instintos y aceptaba. Su voz interior gritó ¿En serio tienes que pensártelo? Y la respuesta a la pregunta fue la cara de sorpresa que Sibila le dedicó al salir del baño. Alexandre sonrió con una mirada de ternura, no picardía, sino de ternura. Rasgo poco común en alguien como él y que sólo había experimentdo con una persona en su vida. Una humana. Pero Sibila era diferente, la atracción era mutua y torpe, como si fueran dos primerizos en el amor- Me quedaré a pasar la noche- contestó. No hizo falta más que esa frase. En silencio Alexandre se quitó su ropa, se quedó en camisa y los pantalones. Los tirantes de su traje caían por sus pantalones y miró la cama que había preparado- Si te parece bien- dijo quitando la almohada superior- ME gusta ver el rostro de la persona con la que hablo con la que voy a dormir- le dijo y se tumbó en el lado que había dejado vacío ella- No es extralimitarse. Ahora mismo somos dos adultos que comparten una noche juntos. Más bien otra noche- dijo recordando así la noche en la pastelería- ¿Por qué accediste a que te acompañara esa noche?- preguntó una vez en la cama. En un susurro leve, como si quisiera acariciar el rostro y el cuerpo de sibila mientras hablaba y como no podía hacerlo con sus manos decidió hacerlo con su voz. Era muy deseable. Un bocado apetitoso si hablamos en cuestión sanguínea y una química aplastante si hablamos del conjunto que aquella mujer representaba por Sibila- Sé que es prematuro, Sibila. Pero mis intenciones no han sido del todo honestas contigo. No se trata de algo fácil de admitir y menos para mi, pero hay algo entre tu y yo. Algo que ambos percibimos, algo que desde aquel día en que te conocí no he podido frenar, y hasta hace poco no he sabido comprender. Hay algo en ti… que me atrae, de forma inminente e irracional. El olor de sangre, de tu pelo. Tus gestos, tu sonrisa… todo de ti. Y no te lo digo con el afán de estar en una cama junto a ti, pero mis intenciones no han sido totalmente por amor al ciudadano francés. Sino en un acto irracional de responder a las necesidades que mi cuerpo y mi mente demandan por el tuyo- concluyó esperando algún tipo de reacción por parte de Sibila. Y la habría, ya que esa declaración, si es que puede llamarse así, había sido un acto memorable de un idiota, que había expresado en voz alta todo lo que una mujer afloraba en él. Los hombres preferían la poesía para expresar sus sentimientos. Alexandre había confesado todo lo que sentía, calando a la mujer que tenía delante como objetivo principal y como secundario el poner en orden todo lo que sentía. Había pensado en voz alta. Era un patán en cuestión de amor- Espero no haberte asustado. Sibila, necesitaba decirte esto. Porque hay algo que me come por dentro, y es el deseo irrefrenable que despierta tu sangre en mí.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Re: La doncella en apuros [Privado]
La seguridad con la que hablaba el mariscal contrastaba con todas las dudas que anidaban en la mente de Sibila. Si bien era cierto que deseaba vivir como nunca lo había hecho, disfrutar de los momentos que la vida le brindara, experimentar y dejarse llevar; parte de su interior tenía miedo de ser tan destruida como su madre siempre le había augurado. Las palabras de su madre, sus continuos avisos sobre la maldad de la sociedad y su corrupta forma de vida, sonaban en su cabeza… pero cada vez a menor volumen. Alexandre no había hecho más que facilitarla las cosas cuando se había visto sola, ¿por qué iba a querer dañarla de alguna manera? La noche que debía regresar sola a casa fue él quien se ofreció a acompañarla y de hecho hasta la protegió de la tormenta. Ahora de nuevo se encontraba sola, sin Markov y sin poder volver a casa, Alex volvía a ser quien cuidaba de ella, parecía ser un ángel de la guarda si es que existían. -Nunca dormí en la misma cama con nadie salvo con mi madre-, ¡pero qué estupidez de respuesta! Se maldijo interiormente de camino a la cama y se mantuvo sentada en ella unos segundos, de espaldas al vampiro para que no se notara tanto la vergüenza que se acababa de dar ella misma. Cuando escuchó que este se había tumbado ya en la cama sacó fuerzas más allá de la timidez que la controlaba para deshacerse de la bata y meterse con la camisola entre las sábanas. Era intimidante estar con él cerca, más aun en una cama y más aun cuando este decía querer ver su cara. En su día a día Sibila simplemente había disfrutado de sus encuentros, había aceptado que era atractivo pero no se había dejado condicionar por ello, pero de golpe había cambiado algo.
Las palabras de Alexandre se atropellaban una tras otra, agobiando ligeramente a Sibila, -Pues… Debía regresar sola y fuiste bastante insistente, además teniendo el cargo que posees dudo que mi negativa hubiera servido de algo-, tragó saliva al acabar de hablar y le miró, no parecía ser la respuesta que este había esperado por lo que siguió con la explicación, -no te conocía de nada pero fuiste agradable, eso me convenció para ceder e ir contigo-, subió las sábanas para taparse mejor por el frío que hacía esas noches, -además no me arrepiento, me lo pasé muy bien cuando entramos en la pastelería y les dejamos sin bollos-, le sonrió divertida al recordar la escena e imaginar la cara del pobre propietario al verse sin bollos que vender a la mañana siguiente.
¿Intenciones deshonestas? Su cuerpo se mantuvo en tensión durante un segundo rogando por no tener que dar la razón a su madre y estar pecando de chiquilla ingenua. Suspiró de alivio cuando Alexandre continuó con su explicación pero inmediatamente los nervios por lo que parecía estar diciendo a Sibila. ¿Es que sentía algo por ella? -Entonces… ¿es que te gusto?-, para ella era lo mejor que la podía pasar, el mariscal la había gustado desde el segundo uno; con su traje elegante, su manera de tratarla y cuidarla, ese físico notable… Pero no acababa de creer que alguien como él, de su posición en la sociedad parisina pudiera fijarse en alguien tan simple como era Sibila. Estaba confusa y tuvo que repetir mentalmente el discurso de Alex, no estaba segura de si la quería a ella como mujer o tan solo beber su sangre. -Por mi sangre estoy maldita, por ella me persiguen. No quiero dártela a ti-, Alexandre no debía saber nada de su historia ni la relación que la unía a Markov, eso desestabilizaría las cosas si es que alguna vez habían estado sosegadas. -Mira… yo no se lo que es querer a alguien de un modo romántico, pero desde esa noche en la panadería siempre me duermo pensando en ello y me despierto con la ilusión de que aparezcas por el club con alguna excusa-, no era el mismo tipo de sinceridad expresada por Alex, pero era todo lo que Sibila podía explicar, no llegaba más allá en las relaciones sentimentales, -estoy feliz por todo eso que me has dicho y solo espero que no te refieras a que mi sangre te atrae porque no te quiero condenar Alex. Si tan solo en eso puedo ser yo quien te proteja lo haré.- La conversación no iba a quedar ahí y lo sabía, no era de los hombres que se rinden a la primera de cambio, pediría una explicación a todo lo que ella acababa de decir y debería dársela. Por el momento, Sibila recorrió la distancia que les separaba en su cama y se acomodó en los brazos ajenos, no deseaba escapar de ahí. Por primera vez en su vida estaba donde quería estar.
Las palabras de Alexandre se atropellaban una tras otra, agobiando ligeramente a Sibila, -Pues… Debía regresar sola y fuiste bastante insistente, además teniendo el cargo que posees dudo que mi negativa hubiera servido de algo-, tragó saliva al acabar de hablar y le miró, no parecía ser la respuesta que este había esperado por lo que siguió con la explicación, -no te conocía de nada pero fuiste agradable, eso me convenció para ceder e ir contigo-, subió las sábanas para taparse mejor por el frío que hacía esas noches, -además no me arrepiento, me lo pasé muy bien cuando entramos en la pastelería y les dejamos sin bollos-, le sonrió divertida al recordar la escena e imaginar la cara del pobre propietario al verse sin bollos que vender a la mañana siguiente.
¿Intenciones deshonestas? Su cuerpo se mantuvo en tensión durante un segundo rogando por no tener que dar la razón a su madre y estar pecando de chiquilla ingenua. Suspiró de alivio cuando Alexandre continuó con su explicación pero inmediatamente los nervios por lo que parecía estar diciendo a Sibila. ¿Es que sentía algo por ella? -Entonces… ¿es que te gusto?-, para ella era lo mejor que la podía pasar, el mariscal la había gustado desde el segundo uno; con su traje elegante, su manera de tratarla y cuidarla, ese físico notable… Pero no acababa de creer que alguien como él, de su posición en la sociedad parisina pudiera fijarse en alguien tan simple como era Sibila. Estaba confusa y tuvo que repetir mentalmente el discurso de Alex, no estaba segura de si la quería a ella como mujer o tan solo beber su sangre. -Por mi sangre estoy maldita, por ella me persiguen. No quiero dártela a ti-, Alexandre no debía saber nada de su historia ni la relación que la unía a Markov, eso desestabilizaría las cosas si es que alguna vez habían estado sosegadas. -Mira… yo no se lo que es querer a alguien de un modo romántico, pero desde esa noche en la panadería siempre me duermo pensando en ello y me despierto con la ilusión de que aparezcas por el club con alguna excusa-, no era el mismo tipo de sinceridad expresada por Alex, pero era todo lo que Sibila podía explicar, no llegaba más allá en las relaciones sentimentales, -estoy feliz por todo eso que me has dicho y solo espero que no te refieras a que mi sangre te atrae porque no te quiero condenar Alex. Si tan solo en eso puedo ser yo quien te proteja lo haré.- La conversación no iba a quedar ahí y lo sabía, no era de los hombres que se rinden a la primera de cambio, pediría una explicación a todo lo que ella acababa de decir y debería dársela. Por el momento, Sibila recorrió la distancia que les separaba en su cama y se acomodó en los brazos ajenos, no deseaba escapar de ahí. Por primera vez en su vida estaba donde quería estar.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Re: La doncella en apuros [Privado]
No quería que Sibila pensase que le atraía su sangre, era una mujer bellísima y tenía otros atributos dignos de merecer cualquier atención del mariscal, pero en parte así era. Alexandre entregó su corazón a Vesper, hacía tiempo. Se había encaprichado de mujeres, las había querido, a una le había amado y ahora, con Sibila, parece ser que empezaba el camino de la obsesión. Se había obsesionado con su protección, con su sangre y posiblemente lo haría con su cuerpo en el momento en el que llegara a tenerla desnuda entre sus brazos. Sin embargo la sangre no sólo era importante para el vampiro, sino para la mujer. Se creía maldita por ella y que entregándosela a Alexandre lo único que haría sería maldecirlos a los dos. Craso error. Ese comportamiento era normal viviendo de mortales inexpertos en la materia de la inmortalidad – Tu sangre no está maldita, lo está tu apellido- Dijo Alexandre paseando la mirada por los ojos ajenos- No creo que tu puedas protegerme a mi más que yo a ti, pero tengo la solución al problema que crees tener. Tu paranoia podría finalizar si accedes a casarte conmigo- sacó del bolsillo una caja pequeña y aterciopelada, en la que en su interior se encontraba un anillo de oro blanco y un diamante solitario enorme, de unos cuatro quilates.- Me gustas, te protejo y me proteges. Adoro pasar el tiempo contigo y esto, además de ser tu salvación podría ser el billete que necesitas para cambiar de apellido. Para rehacer tu vida. Tendrás una posición social alta, tendrás propiedades, serás invitada a las fiestas y ejercerás como mi mujer. Si no te convence la idea puedo esperar a que estés preparada, Sibila. Pero podría ser una aventura el conocernos- había soltado aquella bola de plomo, era una decisión difícil, pero Alexandre no temía el rechazo de Sibila. Si le decía que no, poco le importaba ya que seguiría pasando tiempo a su lado, conociéndola, despertando sospechas y llamando la atención- También a mi me beneficiaría, consolidaría mi carrera militar, siendo un cabeza de familia y no un joven alocado- dijo mientras esperaba alguna reacción, por nimia que fuera de Sibila.
Dejó el anillo sobre la mesita, después se dispuso a levantarse- No tienes que darme un contestación hoy. Sibila, si tienes dudas, lo entiendo, solo te doy una salida. Una nueva vida.
Era cuanto menos generoso, pero sabía que Sibila era idealista, estaba enamorada de la idea del amor, y no se casaría con nadie que por el que no bebiera los vientos por él – Otra cosa, si accedes a ser mi mujer, tu sangre me pertenecerá.- colocó la mano en el umbral de la puerta antes de desaparecer, le dedicó una mirada cargada de incertidumbre y cariño. No es que fuera la mejor estrategia del soldado, pero era experto en guerras armadas, no en guerras del corazón. En eso había demostrado con creces ser un completo inútil.
Dejó el anillo sobre la mesita, después se dispuso a levantarse- No tienes que darme un contestación hoy. Sibila, si tienes dudas, lo entiendo, solo te doy una salida. Una nueva vida.
Era cuanto menos generoso, pero sabía que Sibila era idealista, estaba enamorada de la idea del amor, y no se casaría con nadie que por el que no bebiera los vientos por él – Otra cosa, si accedes a ser mi mujer, tu sangre me pertenecerá.- colocó la mano en el umbral de la puerta antes de desaparecer, le dedicó una mirada cargada de incertidumbre y cariño. No es que fuera la mejor estrategia del soldado, pero era experto en guerras armadas, no en guerras del corazón. En eso había demostrado con creces ser un completo inútil.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/01/2016
Localización : Versalles
Re: La doncella en apuros [Privado]
Quizás tenía razón, quizás no era su sangre a lo que debía temer sino a hacer público su origen y su apellido. Hasta ese momento tan solo Markov y él eran conocedores de que había una relación familiar entre ambos, ninguno de los dos la iba a poner en peligro y era realmente tranquilizador para Sibila tras la vida que había llevado llegar a ese punto de equilibrio. Se tuvo que separar levemente del cuerpo ajeno cuando este sacó una pequeña cajita de su bolsillo, -…-, quiso decir algo, realmente quería poder hacer algo más que abrir la boca y mirar alternativamente a Alex y el anillo, pero era incapaz. La piedra relucía aún en la caja que sostenía el vampiro, él continuaba hablando mientras ella no podía hacer otra cosa que escucharle y pensar a una velocidad agobiante. ¿Estaba hablando en serio? ¿Cuánto tiempo habían pasado juntos? ¿Podía un hombre enamorarse en apenas dos encuentros? Demasiadas dudas, sentimientos encontrados… La gustaba ese hombre, adoraba pasar tiempo con él, pero no le conocía suficiente, no podía decirle que sí, deseaba hacerlo pero temía ser infeliz el resto de su vida si la relación se torcía y hacerle a él pasar por un infierno si es que realmente no cuadraban como pareja. -Yo… Estoy demasiado abrumada ahora mismo. Creo, creo que prefiero dejar que pase un poco de tiempo-, temía que decirle eso fuera tomado como una negativa cuando no lo era, -me gustas mucho y en parte quisiera decir que sí, pero si puedo elegir, lo llevaré colgado al cuello como una promesa-, sugirió, -será como un compromiso de que estoy solo contigo y no quiero conocer a nadie más, hasta que esté lista del todo para decirte que deseo casarme contigo-.
Aunque había algo que no la había gustado del discurso de Alexandre, -pero aún así, yo cuando me case no será por tener más dinero del poco que tengo ahora, será porque quiera de verdad a ese hombre. A mí me da igual ser más pobre que una rata si puedo pasar mi vida feliz-, ese pensamiento chocaría con alguien como Alexandre, él era más práctico y vería lo bueno de la unión entre ambos de una manera menos romántica e idealizada. -Si a ti te facilita las cosas en tu cargo militar me alegraré infinitamente, te deseo todas las cosas buenas que puedan ocurrirte pero por favor no conviertas esto en una unión de conveniencia porque no hará otra cosa que alejarme de ti y no es lo que deseo-. Ojalá se tomara toda su explicación de la mejor manera posible y pudieran proseguir con sus veladas como hasta entonces. -Ya sabes que mi sangre es importante para mi pero no de una manera positiva, me costará dejar que beas de mi-, tenía claro que para un vampiro debía ser algo básico en sus relaciones personales pero tendría que luchar con sus propios demonios para dejarle acceder a esa parte de si misma, -intentaré concienciarme, necesito un poco de tiempo para eso-.
Aún no se podía creer lo que acababa de ocurrir, deseaba contárselo a Markov, compartir esa noticia con alguien y se ponía aún más nerviosa por no poder hacerlo. Recogió el anillo y lo metió en la cadena que llevaba al cuello para dejarlo colgando de ella.
Aunque había algo que no la había gustado del discurso de Alexandre, -pero aún así, yo cuando me case no será por tener más dinero del poco que tengo ahora, será porque quiera de verdad a ese hombre. A mí me da igual ser más pobre que una rata si puedo pasar mi vida feliz-, ese pensamiento chocaría con alguien como Alexandre, él era más práctico y vería lo bueno de la unión entre ambos de una manera menos romántica e idealizada. -Si a ti te facilita las cosas en tu cargo militar me alegraré infinitamente, te deseo todas las cosas buenas que puedan ocurrirte pero por favor no conviertas esto en una unión de conveniencia porque no hará otra cosa que alejarme de ti y no es lo que deseo-. Ojalá se tomara toda su explicación de la mejor manera posible y pudieran proseguir con sus veladas como hasta entonces. -Ya sabes que mi sangre es importante para mi pero no de una manera positiva, me costará dejar que beas de mi-, tenía claro que para un vampiro debía ser algo básico en sus relaciones personales pero tendría que luchar con sus propios demonios para dejarle acceder a esa parte de si misma, -intentaré concienciarme, necesito un poco de tiempo para eso-.
Aún no se podía creer lo que acababa de ocurrir, deseaba contárselo a Markov, compartir esa noticia con alguien y se ponía aún más nerviosa por no poder hacerlo. Recogió el anillo y lo metió en la cadena que llevaba al cuello para dejarlo colgando de ella.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Fecha de inscripción : 04/07/2016
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Entonces así sería. Regalaría a Sibila la boda que siempre había soñado y no escatimaría en darla lo que necesitase. Siempre se había considerado hombre bueno, un hombre capaz y resolutivo con los pies en la tierra y con una solución. Como ya había pensado, no le preocupaba la negativa de Sibila al matrimonio, porque esta había entendido el por qué ese matrimonio les resolvería la vida ambos. El problema es que Sibila estaba enamorada de la idea del amor. Y no era la única, cientos de mujeres se lanzaban a los clubs o realizaban fiestas en sus domicilios para poner en común los libros y otros escritos que literatos se atrevían a escribir del amor sentimental y pasional, dejando de lado aquella arcaica relación por conveniencia.
Sin embargo no podía decir a nadie que es su prometida, pero anunciaría a su camaradas que está coladito por una chica a la que tiene que contestar, eso mantendría su mente ocupada, de igual forma que la sangre mantenían su juicio nublado. Cuando Sibila terminó de hablar y recogió en su collar el anillo que Alexandre le ofreció este salió de la habitación dedicando una última sonrisa. Y desapareció escaleras abajo abandonando aquella casita.
Respiró el aroma de la calle, los olores se entremezclaban por la helada, una calle que estaba aliviada después del ajetreo diurno y miró después alrededor. Buscó algún indicio de algo y dobló la esquina de la calle, pasó por encima de cuatro colillas de tabaco, aun estaba en el aire el olor exótico y la colilla incandescente. Alguien había esperado ahí. Miró hacia atrás y vio la luz del cuarto de Sibila encendido mientras su cerebro trabaja lo más rápido que podía. Markov estaba lejos y además fumaba puros, no fumaba cigarros. No había marca de maquillaje, pues se trataba de un hombre y era una marca de cigarrillos muy barata. Cerró los ojos y escuchó romperse el vidrio en la parte de atrás de la casa. ¡Sibila!
Raudo, Alexandre corrió hasta la parte de atrás, miró la ventana rota intentando centrar sus sentidos en el interior de la casa, buscaba el latido del corazón de Sibila, el olor del tabaco en el ambiente. Y no fue ninguna de esas directrices las que hicieron a Alexandre derribar la puerta, sino un grito fuerte y cargado de miedo.
-¡Aguanta!- gritó mientras la puerta trasera cedía y el mariscal subía de tres en tres las escaleras hasta llegar al dormitorio donde dejó a Sibila. Un hombre de aspecto cuestionable y cubierto de mugre apuntaba con un cuchillo a Sibila. Directamente hasta ella, tenía una cicatriz grande en forma de media luna que pasaba desde su ceja izquierda hasta su mejilla. Tenía pinta de asesino. ¿Qué podían hacer ahora?
Sin embargo no podía decir a nadie que es su prometida, pero anunciaría a su camaradas que está coladito por una chica a la que tiene que contestar, eso mantendría su mente ocupada, de igual forma que la sangre mantenían su juicio nublado. Cuando Sibila terminó de hablar y recogió en su collar el anillo que Alexandre le ofreció este salió de la habitación dedicando una última sonrisa. Y desapareció escaleras abajo abandonando aquella casita.
Respiró el aroma de la calle, los olores se entremezclaban por la helada, una calle que estaba aliviada después del ajetreo diurno y miró después alrededor. Buscó algún indicio de algo y dobló la esquina de la calle, pasó por encima de cuatro colillas de tabaco, aun estaba en el aire el olor exótico y la colilla incandescente. Alguien había esperado ahí. Miró hacia atrás y vio la luz del cuarto de Sibila encendido mientras su cerebro trabaja lo más rápido que podía. Markov estaba lejos y además fumaba puros, no fumaba cigarros. No había marca de maquillaje, pues se trataba de un hombre y era una marca de cigarrillos muy barata. Cerró los ojos y escuchó romperse el vidrio en la parte de atrás de la casa. ¡Sibila!
Raudo, Alexandre corrió hasta la parte de atrás, miró la ventana rota intentando centrar sus sentidos en el interior de la casa, buscaba el latido del corazón de Sibila, el olor del tabaco en el ambiente. Y no fue ninguna de esas directrices las que hicieron a Alexandre derribar la puerta, sino un grito fuerte y cargado de miedo.
-¡Aguanta!- gritó mientras la puerta trasera cedía y el mariscal subía de tres en tres las escaleras hasta llegar al dormitorio donde dejó a Sibila. Un hombre de aspecto cuestionable y cubierto de mugre apuntaba con un cuchillo a Sibila. Directamente hasta ella, tenía una cicatriz grande en forma de media luna que pasaba desde su ceja izquierda hasta su mejilla. Tenía pinta de asesino. ¿Qué podían hacer ahora?
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Localización : Versalles
Re: La doncella en apuros [Privado]
¡Madre mía! Sibila no hacía más que mirar el anillo que más tarde escondería en el interior de su escote, cuántas cosas se había perdido cuando la única compañía que tuvo fue la de su madre… En unos meses en París había conocido a su “padre”, había encontrado trabajo –cosa que jamás había podido experimentar- y por supuesto a Alexandre, el que ya creía capaz de convertirse en su gran y único amor. El vampiro pareció llegar a su vida por casualidad pero, ¿qué importaba eso? Ahora era una pieza clave en su día a día, se levantaba pensando en él y se dormía de la misma manera, suplicaba mentalmente que estuviera a la salida del club y pudiera acompañarla a casa o recibir una carta suya cuando tenía que viajar por su cargo de mariscal. Ahora que Alex la había dejado sola en la habitación aprovecharía para recoger la ropa que milagrosamente había aparecido allí, ese hombre parecía siempre tener todo bajo control. Sacó sus escasos vestidos y calzado y se dispuso a colocarlo en el armario del lateral de la habitación cuando escuchó que llamaban a la puerta. Frunció el ceño y miró la cama y las mesitas por si el vampiro se había dejado algo al marcharse y es que regresaba a por ello, pero no era así. El miedo y el nerviosismo hicieron que se quedara inmóvil agudizando el oído y deseando que quien estuviera al otro lado de la puerta se fuera pensando que no había nadie dentro. Tragó saliva al ver que el pestillo no estaba echado, poco a poco se movió por la habitación intentando que las maderas del suelo no triscaran demasiado. No había nada de racional en tener miedo por tres golpes en la puerta pero toda su vida la había pasado huyendo y era algo innato en ella.
El golpe contra la puerta la abrió de golpe y derribó a Sibila, un hombre encapuchado dio dos pasos entrando en el cuarto y se quedó mirando a la mujer que ahora reculaba por el suelo buscando algún tipo de resguardo. Despacio se retiró la capucha y dejó al descubierto su cabellera rasurada y un tatuaje de una flecha desde la nuca hasta la mitad de la frente. Hubiera preferido cualquier cosa a esa visión, esa era la marca del aquelarre que había cazado a todas sus antecesoras hasta ella misma, juraron que no pararían hasta acabar con las Duncan y parecía que esa promesa iba a cumplirse al fin. -No, por favor, no tengo nada que ver con quien crees buscar. Ni siquiera soy bruja, solo quiero vivir lejos de problemas. Me ire de aquí, haré lo que queráis pero no me mates-, no iba a servir de nada rogar a un hombre que había nacido y adiestrado para matarla, maldita ignorancia…
Si hubiera ocurrido eso tan solo diez minutos antes se habría encontrado con Alexandre y la situación no sería tan ventajosa para él, pero obviamente había esperado hasta saberla sola en el cuarto. Siguió moviéndose por el suelo hasta que su espalda tocó la mesita y con rapidez cogió el jarrón que descansaba sobre esta para lanzarlo contra el cuerpo ajeno que lo detuvo con el antebrazo y caminó hasta ella para golpearla con el dorso de la mano con la suficiente fuerza como para abrir la mejilla a Sibila, que tan solo pudo gritar por el dolor. Notó un leve mareo y tuvo que dejarse caer del todo en el suelo, el intento de meterse bajo la cama fue impedido por el hombre que tiró de su tobillo sin mayor dificultad. -¿Alexandre…?-, ¿era él quien acababa de entrar por la puerta? Notaba el sabor de la sangre sobre los labios, sangre que no dejaba de salir del corte que había hecho su atacante al golpearla.
El golpe contra la puerta la abrió de golpe y derribó a Sibila, un hombre encapuchado dio dos pasos entrando en el cuarto y se quedó mirando a la mujer que ahora reculaba por el suelo buscando algún tipo de resguardo. Despacio se retiró la capucha y dejó al descubierto su cabellera rasurada y un tatuaje de una flecha desde la nuca hasta la mitad de la frente. Hubiera preferido cualquier cosa a esa visión, esa era la marca del aquelarre que había cazado a todas sus antecesoras hasta ella misma, juraron que no pararían hasta acabar con las Duncan y parecía que esa promesa iba a cumplirse al fin. -No, por favor, no tengo nada que ver con quien crees buscar. Ni siquiera soy bruja, solo quiero vivir lejos de problemas. Me ire de aquí, haré lo que queráis pero no me mates-, no iba a servir de nada rogar a un hombre que había nacido y adiestrado para matarla, maldita ignorancia…
Si hubiera ocurrido eso tan solo diez minutos antes se habría encontrado con Alexandre y la situación no sería tan ventajosa para él, pero obviamente había esperado hasta saberla sola en el cuarto. Siguió moviéndose por el suelo hasta que su espalda tocó la mesita y con rapidez cogió el jarrón que descansaba sobre esta para lanzarlo contra el cuerpo ajeno que lo detuvo con el antebrazo y caminó hasta ella para golpearla con el dorso de la mano con la suficiente fuerza como para abrir la mejilla a Sibila, que tan solo pudo gritar por el dolor. Notó un leve mareo y tuvo que dejarse caer del todo en el suelo, el intento de meterse bajo la cama fue impedido por el hombre que tiró de su tobillo sin mayor dificultad. -¿Alexandre…?-, ¿era él quien acababa de entrar por la puerta? Notaba el sabor de la sangre sobre los labios, sangre que no dejaba de salir del corte que había hecho su atacante al golpearla.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Alexandre contempló la escena. En ese momento nada más importaba, un hombre de aspecto corpulento y con una cicatriz muy característica estaba tirando de Sibila. El destrozo de la habitación tampoco dejaba lugar a dudas, el altercado se desenvolvía como una lucha a muerte y Alexandre no podía permitirlo. Era un hombre de acción, podría haberle soltado unas palabras elocuentes antes del inminente final, pero la guerra, la lucha y la sangre sacaba lo peor de los hombres y Alexandre había vivido en un campo de batalla durante toda su vida. Sin mediar palabra llegó hasta el hombre, le propinó una patada en la cabeza para que soltara la pierna de Sibila. El hombre aturdido intentó levantarse y Alexandre le cogió del pelo y le hundió en el suelo de la habitación una y otra vez hasta que se rompió la crisma. La sangre empezó a teñir la alfombra y fue Alexandre el que tiró del tobillo de Sibila, estaba asustada y agitada, pero cuando logró girarla y encontrarse con sus ojos intentó que se diera cuenta de la situación-Ya está, ya estás a salvo. Ya está…- dijo incorporando el cuerpo de Sibila contra la cama y mordiendo su labio con fuerza reprimiendo las ganas de lanzarse sobre su cuello- Necesitamos tapar esa herida- dijo buscando algo que sirviera para el corte. Arrancó un trozo de la colcha y se lo puso sobre la herida presionando. En cuestión de minutos dejó de centrarse en la sangre y se centró en la respiración entrecortada de Sibila.
Aquella situación se les estaba escapando de las manos, tenían que buscar una solución al problema de Sibila y de momento el exilio no estaba funcionando. El enfrentamiento tampoco era una opción, ella no estaba ni preparada ni instruida y él no podía hacer más que ocuparse de mantenerla con vida, y eso únicamente lo conseguiría sin separarse de ella.
Alexandre cogió el cadáver y lo llevó a la parte de atrás de la casa, el amanecer estaba siendo inminente, mientras dejó a Sibila relajarse unos momentos. El Mariscal había decidido deshacerse del cuerpo en la parte trasera, cavó un agujero en el que cupiera el cuerpo, le envolvió en la sábana que había bajado de la cama y lo enterró allí cuando la luz del sol empezaba a asomarse entre los edificios de París.
Entró a la posada de nuevo y después tuvo que pagar una compensación al dueño para reparar los daños causados por la disputa. Era una mala situación, no tenía estrategia pues no conocía a sus enemigos y supuso que era el momento de tener una charla más exhaustiva con Sibila ahora que sol había salido.
Aquella situación se les estaba escapando de las manos, tenían que buscar una solución al problema de Sibila y de momento el exilio no estaba funcionando. El enfrentamiento tampoco era una opción, ella no estaba ni preparada ni instruida y él no podía hacer más que ocuparse de mantenerla con vida, y eso únicamente lo conseguiría sin separarse de ella.
Alexandre cogió el cadáver y lo llevó a la parte de atrás de la casa, el amanecer estaba siendo inminente, mientras dejó a Sibila relajarse unos momentos. El Mariscal había decidido deshacerse del cuerpo en la parte trasera, cavó un agujero en el que cupiera el cuerpo, le envolvió en la sábana que había bajado de la cama y lo enterró allí cuando la luz del sol empezaba a asomarse entre los edificios de París.
Entró a la posada de nuevo y después tuvo que pagar una compensación al dueño para reparar los daños causados por la disputa. Era una mala situación, no tenía estrategia pues no conocía a sus enemigos y supuso que era el momento de tener una charla más exhaustiva con Sibila ahora que sol había salido.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Tardó un rato en poder acompasar su respiración y mantener una cierta calma. Toda su vida, su madre la había obligado a comportarse de cierta manera para evitar eso, para evitar que la encontraran. Ser una Ducan era como estar marcada y Sibila no había hecho caso a los consejos que las había mantenido a salvo durante generaciones. Miró al hombre que ahora yacía muerto sobre la alfombra y luego a Alexandre, -yo no quería que esto pasara, lo siento mucho…-, le había hablado del tema pero de manera muy superficial. El mariscal no sabía de qué iba todo eso y posiblemente estuviera contrariado por el motivo que llevaba a alguien a querer asesinar a Sibila. Obtuvo el silencio por respuesta y decidió no hablar más, le vio salir de la habitación y aprovechó para limpiarse el corte con alcohol –whisky en ese caso, que era lo único que podía utilizar-. No sabía siquiera si volvería con ella o decidiría que no quería ese continuo peligro en su vida, ¿se estaría arrepintiendo de darla el anillo? No podría culparle fuera cual fuera su reacción. Se entretuvo retirando la alfombra hacia una esquina y limpiando la sangre que había quedado en un charco sobre los tablones de madera, barrió los trozos rotos del jarrón y se sentó en la cama pues no podía hacer más que esperar.
Cuando la puerta sonó, Sibila pegó un bote involuntario en la cama pero la presencia de Alexandre hizo que recobrara el aliento una vez más. La relajaba tanto verle a él y no a cualquier otra persona y la relajaba ver que había regresado pese a lo sucedido; pero el gesto del mariscal no dejaba lugar a dudas, estaba serio…¿o preocupado? Seguramente las dos cosas y debería tener la explicación de todo lo que había sucedido y sucedería en la vida de la humana a no ser que algo diera un giro de ciento ochenta grados. -Siéntate, empezaré desde el principio-, poco llevaba viéndose con Alexandre pero la inspiraba confianza y saber que Markov la había dejado bajo su cuidado era razón de más para explicárselo todo. -Como sabes no soy amante de Markov, tampoco su hija pero no me quiere como a una amiga-, debía empezar por ahí aunque sonara confuso al principio, -soy la última descendiente del linaje Duncan-, hizo una pausa que usó para servirse un vaso de agua y dar un trago viendo que Alex hacía lo propio pero con el whisky. -Todas mis antepasadas han sido brujas, la primera de todas ellas, hablando de la época romana, formaba parte de un aquelarre que buscaba crear a los niños con más poder de Roma. Para ello, todas las brujas buscaron a alguien que destacara en algo y mantuvieron relaciones sexuales hasta quedar embarazas de ellos, ya fueran políticos brillantes, filósofos, gladiadores…-. Aquello era más difícil de contar de lo que parecía para ella que ya lo había vivido. -Por alguna razón, de todos aquellos embarazos solo surgió una niña, la hija de Markov y eso enfureció al resto del aquelarre. Desde entonces todas las mujeres provenientes de la primera bruja y Markov hemos tenido que huir de los posteriores descendientes del resto del aquelarre, hasta hoy-, dio otro trago de agua al notarse la voz seca. -Solo pararán cuando me maten pero hay algo en mi distinto a mi madre y todas las demás, no tengo poderes, yo no soy bruja Alexandre. Si pudiera decirles eso quizás me dejarían en paz…-, en lo profundo de sí misma no creía en esas palabras pero quería hacerlo. No soportaba estar maldita por haber nacido hija de quien era. -Markov intenta protegerme de ellos pero si le descubren a él será aún peor, no sé qué hacer…-.
No había dejado nada en el tintero, esa era ella con su pasado y dudoso futuro ahora dependía del mariscal y aún no-prometido valorar la situación y quizás tomar una decisión al respecto.
Cuando la puerta sonó, Sibila pegó un bote involuntario en la cama pero la presencia de Alexandre hizo que recobrara el aliento una vez más. La relajaba tanto verle a él y no a cualquier otra persona y la relajaba ver que había regresado pese a lo sucedido; pero el gesto del mariscal no dejaba lugar a dudas, estaba serio…¿o preocupado? Seguramente las dos cosas y debería tener la explicación de todo lo que había sucedido y sucedería en la vida de la humana a no ser que algo diera un giro de ciento ochenta grados. -Siéntate, empezaré desde el principio-, poco llevaba viéndose con Alexandre pero la inspiraba confianza y saber que Markov la había dejado bajo su cuidado era razón de más para explicárselo todo. -Como sabes no soy amante de Markov, tampoco su hija pero no me quiere como a una amiga-, debía empezar por ahí aunque sonara confuso al principio, -soy la última descendiente del linaje Duncan-, hizo una pausa que usó para servirse un vaso de agua y dar un trago viendo que Alex hacía lo propio pero con el whisky. -Todas mis antepasadas han sido brujas, la primera de todas ellas, hablando de la época romana, formaba parte de un aquelarre que buscaba crear a los niños con más poder de Roma. Para ello, todas las brujas buscaron a alguien que destacara en algo y mantuvieron relaciones sexuales hasta quedar embarazas de ellos, ya fueran políticos brillantes, filósofos, gladiadores…-. Aquello era más difícil de contar de lo que parecía para ella que ya lo había vivido. -Por alguna razón, de todos aquellos embarazos solo surgió una niña, la hija de Markov y eso enfureció al resto del aquelarre. Desde entonces todas las mujeres provenientes de la primera bruja y Markov hemos tenido que huir de los posteriores descendientes del resto del aquelarre, hasta hoy-, dio otro trago de agua al notarse la voz seca. -Solo pararán cuando me maten pero hay algo en mi distinto a mi madre y todas las demás, no tengo poderes, yo no soy bruja Alexandre. Si pudiera decirles eso quizás me dejarían en paz…-, en lo profundo de sí misma no creía en esas palabras pero quería hacerlo. No soportaba estar maldita por haber nacido hija de quien era. -Markov intenta protegerme de ellos pero si le descubren a él será aún peor, no sé qué hacer…-.
No había dejado nada en el tintero, esa era ella con su pasado y dudoso futuro ahora dependía del mariscal y aún no-prometido valorar la situación y quizás tomar una decisión al respecto.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Alexandre escuchó con atención la pequeña biografía que había hecho Sibila sobre sí misma y sobre su familia, descubriendo que tenía razón en que algo malo pasaba con ella. Al contrario que Sibila, la visión de Alexandre era mucho más amplia, no se trataba de su sangre o apellido, se trataba de tradiciones. La tradición era cazar a un aquelarre o una familia de brujas, como se ha estado haciendo toda la vida, pero generación tras generación aparecen nuevas familias y con ellas nuevas formas para destruirlas. Se cruzó de brazos pensativo y estudió con la mirada a Sibila. Tenía miedo y resultaba que Markov era la piedra angular de todo este embrollo- No creo que decirles que no eres una bruja solucionara algo, Sibila. Ellos tienen que eliminar todo apellido ¿Saben que el Duncan original está en París?¿Saben que es un vampiro?- preguntó con interés, ya que parecía que a su amigo en común le perseguía alguien más que la policía francesa- Ha hecho bien en esconderse, pero seguramente no cuenten con los recursos y la reputación que se está labrando Markov en París, tiene mucha cuenta en rojo y a pesar de saber cazar brujas, son mortales. Contra un vampiro como Markov poco pueden hacer- intentó tranquilizarla, aunque sabía que en vano. Notaba el zumbido de su corazón en la habitación- Prepararé un té, el calor te vendrá bien. Reconforta. Y deberías descansar, yo haré guardia esta noche. Mañana ya nos ocuparemos de recoger todo el destrozo que hemos causado e intentaremos pasar desapercibidos por París, quizá ir a la zona sur. Lo pensaré esta noche- dijo acercándose hasta Sibila y dejando un beso en su frente.
El vampiro acomodó una silla con un par de cojines en la esquina de la ventana, miró por ella distraído buscando cualquier cosa que llamara su atención o sus sentidos. Estaba siendo una noche muy fría y traicionera, escuchaba el paso del viento cortante por las ventanas de madera y el edifico chirriaba. Lo único que le calmaba era la respiración de Sibila hecha un ovillo mientras descansaba. Cuando el cielo parecía que iba a esclarecerse, Alexandre corrió las cortinas, se cruzó de brazos y se concentró en el sentido del oído y el olfato, aunque nada pasó aquella noche. Lejos del peligro y con la actividad de la mañana, Alexandre bajó a ordenar un desayuno para Sibila y ver cómo podía solucionar los desperfectos. También encargó a un chico de los recados que fuera a por un par de maletas y ropa tanto para él como para ella, no muy vistoso.
Al cabo de unas horas, Sibila parecía haberse despertado y Alexandre estaba inclinado sobre el escritorio de la habitación, la vela iluminaba un mapa de Francia y Alexandre había anotaciones. Había un montón de bolsas con varios vestidos, todo lo roto había desaparecido y solo quedaban ellos y el desayuno ya templado que empapó la habitación al olor tostado del café eliminando el rastro de sangre de Sibila, y con él, las ganas de bebérsela entera.
-Ha sido relajante verte dormir- Alexandre le acercó la bandeja y se sentó junto a ella en la cama- Ha sido una noche tranquila, si olvidamos lo evidente- dirigió después la mirada a las maletas vacías y las bolsas llenas de ropa- He comprado algo de ropa para viajar, no nos estaremos mucho y creo que lo mejor es movernos, ir paseando y alejarnos del foco de atención, ya que te han visto en París y seguro que peinan la ciudad- esperó un poco antes de añadir- Además no sabemos en quién podemos confiar. Lo mejor es pasar desapercibidos. Antes de que despertaras estaba preparando un pequeño trayecto sobre el mapa, así que después de asearte, vestirte y desayunar, me gustaría conocer tu opinión y comparar ideas- por supuesto que iba a contar con su opinión- Quizá hay sitios que no quieras visitar o sitios que sí…eso a tu elección- y una vez terminó de organizar, le dedicó una sonrisa amable esperando a ver qué planes y qué le parecía el suyo a Sibila.
El vampiro acomodó una silla con un par de cojines en la esquina de la ventana, miró por ella distraído buscando cualquier cosa que llamara su atención o sus sentidos. Estaba siendo una noche muy fría y traicionera, escuchaba el paso del viento cortante por las ventanas de madera y el edifico chirriaba. Lo único que le calmaba era la respiración de Sibila hecha un ovillo mientras descansaba. Cuando el cielo parecía que iba a esclarecerse, Alexandre corrió las cortinas, se cruzó de brazos y se concentró en el sentido del oído y el olfato, aunque nada pasó aquella noche. Lejos del peligro y con la actividad de la mañana, Alexandre bajó a ordenar un desayuno para Sibila y ver cómo podía solucionar los desperfectos. También encargó a un chico de los recados que fuera a por un par de maletas y ropa tanto para él como para ella, no muy vistoso.
Al cabo de unas horas, Sibila parecía haberse despertado y Alexandre estaba inclinado sobre el escritorio de la habitación, la vela iluminaba un mapa de Francia y Alexandre había anotaciones. Había un montón de bolsas con varios vestidos, todo lo roto había desaparecido y solo quedaban ellos y el desayuno ya templado que empapó la habitación al olor tostado del café eliminando el rastro de sangre de Sibila, y con él, las ganas de bebérsela entera.
-Ha sido relajante verte dormir- Alexandre le acercó la bandeja y se sentó junto a ella en la cama- Ha sido una noche tranquila, si olvidamos lo evidente- dirigió después la mirada a las maletas vacías y las bolsas llenas de ropa- He comprado algo de ropa para viajar, no nos estaremos mucho y creo que lo mejor es movernos, ir paseando y alejarnos del foco de atención, ya que te han visto en París y seguro que peinan la ciudad- esperó un poco antes de añadir- Además no sabemos en quién podemos confiar. Lo mejor es pasar desapercibidos. Antes de que despertaras estaba preparando un pequeño trayecto sobre el mapa, así que después de asearte, vestirte y desayunar, me gustaría conocer tu opinión y comparar ideas- por supuesto que iba a contar con su opinión- Quizá hay sitios que no quieras visitar o sitios que sí…eso a tu elección- y una vez terminó de organizar, le dedicó una sonrisa amable esperando a ver qué planes y qué le parecía el suyo a Sibila.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Re: La doncella en apuros [Privado]
¿Qué si sabían que Markov era quien era? Sibila no tenía ni idea sobre ese tema. Podrían saberlo ya que sus informantes eran numerosos y bien repartidos entre los diferentes estratos de la sociedad europea, pero sabía que Markov no acostumbraba a hablar con desconocidos ni era un hombre que se presentase con rapidez por lo que esperaba que su apellido siguiera oculto a ojos del aquelarre. -Quiero pensar que no saben quién es pero no podría asegurarlo, él conoce esta historia por lo que está prevenido-, era dulce por parte de Alexandre preocuparse con su congénere, Sibila lo entendía como un cuidado más hacia ella misma. Era un buen hombre y cada minuto que pasaba con él comprendía mejor el motivo por el que Duncan se había ido pero la había dejado al cuidado del mariscal. -Gracias, por todo-, le miró tras el beso y quiso darle un abrazo pero el vampiro se separó de ella con rapidez y esta se limitó a tomar la infusión y meterse en la cama; tardó en conciliar el sueño pero seguramente gracias al subconsciente, a saber que Alexandre estaba velando su sueño acabó por dormir y descansar. Se despertó, no porque entrara la luz por la ventana –como acostumbraba- sino por el sonido de los paseos del vampiro, cuando abrió los ojos parecía estar concentrado en las tareas que le ocupaban pues no pareció percatarse de que esta le observaba. -Buenos días-, acabó por decir para reclamar su atención que parecía estar por completo en algún tipo de documento que reposaba sobre el escritorio de madera. -Mi madre solía esperar a que me durmiera para acostarse ella-, comentó aunque no sabía muy bien para que le había contado algo así a Alex, que la hubiese visto dormir la recordó a los cuidados de su difunta madre.
-¿Quieres salir de París?-, si esa era la idea de un hombre con los conocimientos del mariscal es que el peligro estaba demasiado cerca, si Sibila hubiera estado sola ya estaría fuera de la ciudad y camino a otro País pero ahora tenía junto a ella a Alexandre y no quería abandonarle. -Tú te debes a este país, debes estar en París, yo me esconderé en algún lugar. Si quieres viajaremos juntos para que conozcas mi paradero pero no es buena idea que vivamos juntos hasta que esto acabe. Si el de ayer esperó a que estuviera sola es porque te conocen y esperan ver a una pareja, no solo a mi. Separándonos tendremos más oportunidades de pasar desapercibidos-, ella podía no ser una estratega militar pero pasarse toda la vida huyendo la había hecho lista y analítica, sabía esconderse, cambiar de vida e incluso de apariencia cuando era necesario. Dudaba muchísimo que Alex estuviera de acuerdo con la idea de Sibila pero era lo más sensato y él lo sabía. -No pienses que no me gustaría pasar tiempo contigo Alexandre-, aclaró por si sus palabras habían sido demasiado duras o le había herido, -pero te has visto envuelto en una situación que escapa a cualquier control, no me siento cómoda sabiendo que estás dejando de lado tu responsabilidad con el país al que sirves, solo por mi-.
Una vez dicho aquello y habiendo acabado de desayunar, aunque poca cosa, se fue a asear. En el fondo de sí misma deseaba que Alexandre se negara a dejarla ir, que se plantase a su lado y reafirmase esos sentimientos que la había expresado anteriormente; pero temía que por ella ponerle en riesgo le pudiera pasar algo. Que fuera vampiro le proporcionaba una seguridad impresionante pero no eran menos sus debilidades y para aquellos que querían acabar con ella sería fácil conocerlos, ya fuera el sol, la madera… Acabarían por ir contra Alexandre, prefería morir antes de causarle dolor a alguien que solo había procurado cuidarla. Cuando salió del baño vio un vestido extendido sobre la cama, ni rastro de las maletas ni del vampiro. ¿Se había ido? Quizás había hecho caso a la opinión de Sibila y había entendido que sería más prudente separarse en ese momento. Con el pecho cargado de dolor por esa pérdida se puso la ropa nueva y dejó la habitación. Era el momento de irse de allí.
-¿Quieres salir de París?-, si esa era la idea de un hombre con los conocimientos del mariscal es que el peligro estaba demasiado cerca, si Sibila hubiera estado sola ya estaría fuera de la ciudad y camino a otro País pero ahora tenía junto a ella a Alexandre y no quería abandonarle. -Tú te debes a este país, debes estar en París, yo me esconderé en algún lugar. Si quieres viajaremos juntos para que conozcas mi paradero pero no es buena idea que vivamos juntos hasta que esto acabe. Si el de ayer esperó a que estuviera sola es porque te conocen y esperan ver a una pareja, no solo a mi. Separándonos tendremos más oportunidades de pasar desapercibidos-, ella podía no ser una estratega militar pero pasarse toda la vida huyendo la había hecho lista y analítica, sabía esconderse, cambiar de vida e incluso de apariencia cuando era necesario. Dudaba muchísimo que Alex estuviera de acuerdo con la idea de Sibila pero era lo más sensato y él lo sabía. -No pienses que no me gustaría pasar tiempo contigo Alexandre-, aclaró por si sus palabras habían sido demasiado duras o le había herido, -pero te has visto envuelto en una situación que escapa a cualquier control, no me siento cómoda sabiendo que estás dejando de lado tu responsabilidad con el país al que sirves, solo por mi-.
Una vez dicho aquello y habiendo acabado de desayunar, aunque poca cosa, se fue a asear. En el fondo de sí misma deseaba que Alexandre se negara a dejarla ir, que se plantase a su lado y reafirmase esos sentimientos que la había expresado anteriormente; pero temía que por ella ponerle en riesgo le pudiera pasar algo. Que fuera vampiro le proporcionaba una seguridad impresionante pero no eran menos sus debilidades y para aquellos que querían acabar con ella sería fácil conocerlos, ya fuera el sol, la madera… Acabarían por ir contra Alexandre, prefería morir antes de causarle dolor a alguien que solo había procurado cuidarla. Cuando salió del baño vio un vestido extendido sobre la cama, ni rastro de las maletas ni del vampiro. ¿Se había ido? Quizás había hecho caso a la opinión de Sibila y había entendido que sería más prudente separarse en ese momento. Con el pecho cargado de dolor por esa pérdida se puso la ropa nueva y dejó la habitación. Era el momento de irse de allí.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Quien no arriesga no gana. Estaba seguro de que hablaba la lógica y la modestia de Sibila, pero también sabía con certeza que no podía cuidarse sola, al menos no de momento. Markov no podía hacerse cargo de su sangre y ese hombre le había otorgado lo único que le importaba a Alexandre. Un militar condecorado con él tenía abanderado el honor, así que por mucho que Alexandre hiciera caso a la “sugerencia” de la joven era cuadriculado en todo sus aspectos, incluida la testarudez.
Tomó su decisión cuando colocó el vestido en la cama, estaría preciosa con él, estaba seguro, aunque no hacía falta mucho, cualquier harapo estaría espectacular. La quería para él y así sería. Bajó las escaleras para terminar de arreglar todos los desperfectos con un acuerdo económico. Después solicitó un pequeño carruaje, no uno caro, sino uno que pasara desapercibido entre el gentío, algo propio de él, pues estaba acostumbrado a viajar montando siempre. Al no tardaron mucho en llegar pequeño cobertizo apartado, donde el dueño tenía un pequeño horno de pan y conservas guardadas, posiblemente reservas del invierno. Adecuó todo, cargó un pequeño equipo de montaña, las conservas por si lo necesitaban, su pequeño saco con ropa y se visitó con ropa de civil. A pesar de verse como un hombre apuesto, se resaltaba la rigidez de su postura y su porte militar, cualquiera con un poco de experiencia se podría dar cuenta, así que pensó en que tendría que hacer un esfuerzo en camuflarse mejor. Esperó a que Sibila enfundada en ese vestido para comunicarle su idea de acompañarla hasta el final. Había escrito ya una carta al intendente para decirle que se ausentaría por motivos familiares y que estaría fuera un tiempo indefinido. Por Sibila valía la pena aquellas largas vacaciones.
Tenía razón, empezaba a conocer la mente de Sibila y sabía que no le gustaba pedir a los demás favores o que dejaran de hacer algo para ayudarle, sobre todo que otros corrieran peligro por ella, pero lo que no sabía es que Alexandre era un hombre de acción. Había luchado en guerras, había matado y sobrevivido al sol, a la muerte, a las balas. Era su protector y estaba convencido de seguir a su lado le gustara o no le gustara.
Movido como un resorte mandó llamar a Sibila, que no tardó en llegar y sonrió- Su carruaje le espera, mademoiselle- dijo señalando aquel carruaje de madera y cargado ligeramente- Ni se te ocurra decir que estaríamos mejor separados, porque estaría más preocupado y tu más asustada. Markov me encomendó tu protección y yo me debo a mi palabra y mi honor. No voy a dejarte sola, ni ahora ni tengo intención de hacerlo nunca- dijo acercándose hasta ella- Te has convertido en alguien importante para mí, alguien a quien cuidar, por quien mirar y a quien mantener. Lo que te dije es verdad. Te quiero para mí y soy tan testarudo como parezco. Así que iré contigo. Móntate en el carruaje y partiremos a dónde tú quieras o elijas. Pero no permitiré que lo hagas sola.- terminó su discurso estático. Tampoco salió nada de la boca de Sibila, la incertidumbre le estaba comiendo y su paciencia, en este momento, empezaba a quebrarse por momentos, acortó la distancia entre ambos y dejó un beso en sus labios. Un beso apasionado, quizá así reaccionaría.
Tomó su decisión cuando colocó el vestido en la cama, estaría preciosa con él, estaba seguro, aunque no hacía falta mucho, cualquier harapo estaría espectacular. La quería para él y así sería. Bajó las escaleras para terminar de arreglar todos los desperfectos con un acuerdo económico. Después solicitó un pequeño carruaje, no uno caro, sino uno que pasara desapercibido entre el gentío, algo propio de él, pues estaba acostumbrado a viajar montando siempre. Al no tardaron mucho en llegar pequeño cobertizo apartado, donde el dueño tenía un pequeño horno de pan y conservas guardadas, posiblemente reservas del invierno. Adecuó todo, cargó un pequeño equipo de montaña, las conservas por si lo necesitaban, su pequeño saco con ropa y se visitó con ropa de civil. A pesar de verse como un hombre apuesto, se resaltaba la rigidez de su postura y su porte militar, cualquiera con un poco de experiencia se podría dar cuenta, así que pensó en que tendría que hacer un esfuerzo en camuflarse mejor. Esperó a que Sibila enfundada en ese vestido para comunicarle su idea de acompañarla hasta el final. Había escrito ya una carta al intendente para decirle que se ausentaría por motivos familiares y que estaría fuera un tiempo indefinido. Por Sibila valía la pena aquellas largas vacaciones.
Tenía razón, empezaba a conocer la mente de Sibila y sabía que no le gustaba pedir a los demás favores o que dejaran de hacer algo para ayudarle, sobre todo que otros corrieran peligro por ella, pero lo que no sabía es que Alexandre era un hombre de acción. Había luchado en guerras, había matado y sobrevivido al sol, a la muerte, a las balas. Era su protector y estaba convencido de seguir a su lado le gustara o no le gustara.
Movido como un resorte mandó llamar a Sibila, que no tardó en llegar y sonrió- Su carruaje le espera, mademoiselle- dijo señalando aquel carruaje de madera y cargado ligeramente- Ni se te ocurra decir que estaríamos mejor separados, porque estaría más preocupado y tu más asustada. Markov me encomendó tu protección y yo me debo a mi palabra y mi honor. No voy a dejarte sola, ni ahora ni tengo intención de hacerlo nunca- dijo acercándose hasta ella- Te has convertido en alguien importante para mí, alguien a quien cuidar, por quien mirar y a quien mantener. Lo que te dije es verdad. Te quiero para mí y soy tan testarudo como parezco. Así que iré contigo. Móntate en el carruaje y partiremos a dónde tú quieras o elijas. Pero no permitiré que lo hagas sola.- terminó su discurso estático. Tampoco salió nada de la boca de Sibila, la incertidumbre le estaba comiendo y su paciencia, en este momento, empezaba a quebrarse por momentos, acortó la distancia entre ambos y dejó un beso en sus labios. Un beso apasionado, quizá así reaccionaría.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
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Re: La doncella en apuros [Privado]
Su corazón dio un vuelco cuando le vio bajo las escaleras esperándola. “No se ha ido…”, era la primera vez que tenía ganas de llorar por felicidad. Había tratado de alejarle de ella y este, aún así, había preferido permanecer a su lado. Sonrió nada más llegar a su lado, con cierta timidez le escuchó la reprimenda. Ya no pensaba decirle nunca más que se alejara de ella, había supuesto un esfuerzo para ella tratar de protegerle pues eso suponía perder a la persona de la que se estaba enamorando. Se derretía por dentro con cada palabra, con la nueva declaración de intenciones de Alexandre, ¿cómo iba a contestar a todo eso? Ella que no tenía ni idea de cómo relacionarse, de cómo era sentir lo que sentía, de ser protegida por alguien ajeno a su familia… Simplemente se quedó como tonta mirándole, mirando a ese hombre tan guapo que tenía delante y que había decidido que ella era la mujer a la que quería en su vida. ¡Oh dios! Eso no se lo había esperado. El beso llegó de manera firme por parte del vampiro y algo más dudosa por la propia, inexperta como era simplemente dejó que los labios de Alex la guiaran. Lo primero que pensó fue lo suaves que eran los labios de Alexandre y lo segundo la cantidad de tiempo que había perdido sin besar a nadie. La gustó tanto que cuando este se separó esperando una respuesta, Sibila buscó de nuevo ese contacto con él cogiendo su cara entre las manos y relamiéndose al separarse. -Quiero esto todos los días-, que parecía una niña… pues pudiera ser, pero ya se ocuparía su casi prometido de cambiar eso.
Acto seguido subió en el carruaje que había mandado traer el mariscal y le esperó, ya estaban allí las maletas y la comida que este había conseguido comprar en ese poco espacio de tiempo. -Iremos a Le Havre, no sé si lo conoces. Está en la costa a medio día de camino-, siendo mariscal seguramente habría tenido que ir para algo o al menos lo conocería de oídas, por lo que no se extendió más en la explicación y pusieron rumbo a su destino. Se trataba de un pueblo costero, sobre todo poblado de pescadores, granjeros y agricultores que vendían parte de sus productos a la capital. Había pasado allí algún verano con su madre y siempre la había encantado el lugar, era tranquilo, con poca gente y perfecto para “desaparecer”. Ellas jamás habían tenido dinero para comprarse una casa, y tampoco podían hacerlo dado el estilo de vida nómada que había llevado siempre, pero siempre que estuvieron allí no habían tenido problema en alquilar una casita pequeña junto a una cala. Tenía tan solo una planta y en ella se distribuían las estancias, una habitación, baño, cocina y saloncito, en el exterior había un porche de madera desde el que se podía disfrutar de la playita a todas horas. Se moría de ganas de mostrárselo a Alexandre.
Si bien era cierto que el trayecto fue pesadísimo, los descansos que hicieron ayudaron bastante. No se detuvieron a dormir pero sí a comer y pasear para estirar las piernas y cuanto más tiempo pasaba con él más cómoda se encontraba. Tenía la sensación de haber estado sola hasta conocerle por una razón, como si hubieran estado destinados a estar juntos. Era dominante pero no de una forma que la asfixiara, la protegía y la entregaba todo el cariño que nunca creyó poder encontrar en un hombre, era todo lo que había soñado aumentado cien veces. Tal y como había pedido los besos se repitieron a lo largo del camino en la intimidad que les otorgaba en carruaje y alguna vez Alexandre tuvo que separarla pues para él, con su experiencia no era tan sencillo que los besos no fueran a más. Y finalmente ahí estaba… Por suerte para Alex, llegaron de noche por lo que pudo bajar del carruaje sin problemas y entrar a conocer la que sería su casa por el momento. Sibila se ocupó de ir a hablar con el propietario y darle lo que pedía por ella; pagó una semana, ya se vería después si decidían quedarse o qué hacían. -¿Te gusta?-, se asomó al interior desde el porche y sonrió al ver que parecía relajado y conforme con el lugar.
Acto seguido subió en el carruaje que había mandado traer el mariscal y le esperó, ya estaban allí las maletas y la comida que este había conseguido comprar en ese poco espacio de tiempo. -Iremos a Le Havre, no sé si lo conoces. Está en la costa a medio día de camino-, siendo mariscal seguramente habría tenido que ir para algo o al menos lo conocería de oídas, por lo que no se extendió más en la explicación y pusieron rumbo a su destino. Se trataba de un pueblo costero, sobre todo poblado de pescadores, granjeros y agricultores que vendían parte de sus productos a la capital. Había pasado allí algún verano con su madre y siempre la había encantado el lugar, era tranquilo, con poca gente y perfecto para “desaparecer”. Ellas jamás habían tenido dinero para comprarse una casa, y tampoco podían hacerlo dado el estilo de vida nómada que había llevado siempre, pero siempre que estuvieron allí no habían tenido problema en alquilar una casita pequeña junto a una cala. Tenía tan solo una planta y en ella se distribuían las estancias, una habitación, baño, cocina y saloncito, en el exterior había un porche de madera desde el que se podía disfrutar de la playita a todas horas. Se moría de ganas de mostrárselo a Alexandre.
Si bien era cierto que el trayecto fue pesadísimo, los descansos que hicieron ayudaron bastante. No se detuvieron a dormir pero sí a comer y pasear para estirar las piernas y cuanto más tiempo pasaba con él más cómoda se encontraba. Tenía la sensación de haber estado sola hasta conocerle por una razón, como si hubieran estado destinados a estar juntos. Era dominante pero no de una forma que la asfixiara, la protegía y la entregaba todo el cariño que nunca creyó poder encontrar en un hombre, era todo lo que había soñado aumentado cien veces. Tal y como había pedido los besos se repitieron a lo largo del camino en la intimidad que les otorgaba en carruaje y alguna vez Alexandre tuvo que separarla pues para él, con su experiencia no era tan sencillo que los besos no fueran a más. Y finalmente ahí estaba… Por suerte para Alex, llegaron de noche por lo que pudo bajar del carruaje sin problemas y entrar a conocer la que sería su casa por el momento. Sibila se ocupó de ir a hablar con el propietario y darle lo que pedía por ella; pagó una semana, ya se vería después si decidían quedarse o qué hacían. -¿Te gusta?-, se asomó al interior desde el porche y sonrió al ver que parecía relajado y conforme con el lugar.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 04/07/2016
Localización : Nómada
Re: La doncella en apuros [Privado]
Sabía que el viaje se había hecho algo largo para Sibila, pero también sabía que estaba acostumbrada a viajar, pues había llevado siempre una vida nómada junto a su madre. Sin embargo, esa también era una carencia que Alexandre detectó desde que hablaron de la historia del linaje de Sibila. Cuando llegaron a la zona costera Alexandre detecto el aire mucho menos espeso que el bosque y el olor a salitre se dejaba ver entre la maleza cuando descubrieron el mar. Con suerte había estado pensando en una coartada para evitar que les detectaran, al menos por el momento y más tarde tenía pensado en decírselo a Sibila para conocer su opinión, pero después de tantas horas de viaje, necesitaban relajarse.
El lugar era muy tranquilo y pequeño ahí todos se conocían, de hecho se saludaban todos y parecían muy acogedores hasta con los extranjeros, Alexandre se despidió por el momento de Sibila cuando llegaron, ella le había prometido y pedido poder pactar el intercambio de dinero por la residencia donde se alojarían y Alexandre iba a buscar a un herrero y carpintero para el caballo y el carruaje que había sufrido durante el trayecto. Era de noche cuando Alexandre y Sibila volvieron a encontrarse en el porche de madera, el sonido del mar parecía ser una nana y la brisa veraniega empezaba a chocar contra su piel. Era una casita pequeña pero acogedora y tenía pinta de cálida, tenía todas las cosas que se necesitaran para vivir y con el tiempo, ellos las llenarían. Sonrió al entrar mientras Sibila le explicaba con entusiasmo todos los secretos de la casa, los mejores lugares, donde daba el sol, donde no… Sintió ternura por ella, mientras la escucha de forma activa, la mente de Alexandre iba buscando todo lo necesario para esconderse, para salir o para escapar, tendrían que tener siempre un macuto con los indispensable para viajar, si llegaba a darse el caso de que los descubrieran pero en el aquel recóndito lugar era bastante improbable.
-Me gusta el lugar- respondió en la entrada principal y después apoyó la espalda en una viga enorme de madera mientras se cruzaba de brazos con una sonrisa bastante vacilona- Es demasiado hogareña, si fuera un hombre normal- dijo mirando alrededor- Tendría una casa así y a mi mujer conmigo- le lanzó la indirecta de forma bastante directa- No hay sirvientes así que no se como me las arreglaré, tenemos dinero suficiente pero tengo que hablar contigo de una idea que se me ha ocurrido- hizo una pausa- Una coartada para no levantar sospechas- le dijo.
El plan de Alexandre consistía en que se hicieran pasar por un matrimonio joven, recién casado que acaban de recibir una dote modesta para empezar su vida juntos. Eligieron ese lugar por nostalgia de ella, ya que era conocida y Alexandre, pues partiría al bosque de noche, intentaría cazar algo o partir leña, para poder venderla luego. Una vida tranquila para variar y una vida ordinara llena de esfuerzo y trabajo humano, que no le entusiasmaba. Pero eso era mejor que quedarse de brazos cruzados. Además un militar de su nivel llamaría mucho la atención en un lugar así y eran fugitivos. Cuando terminó de explicarle a Sibila su plan, añadió al final- No pretendo presionarte, es solo una coartada que se me ha ocurrido. Vivir vamos a tener que vivir aquí por un tiempo, hasta que podamos volver o hasta que nos descubran. Solo quiero mantenerte a salvo- dijo acercándose hasta ella esta vez y tomando su rostro con ambas manos para dejar un beso largo y suave.
Después de la respuesta y la opinión de Sibila, Alexandre colocó todo el equipaje, las cajas y provisiones que les había sobrado y cuando terminó se arrodilló para contar todo lo que les quedaba- Tendremos que bajar mañana al pueblo a comprar. La despensa y todo está vacío y hay muchas cosas que hacer. Llevé el caballo para que le cambiaran las herraduras y el carruaje al carpintero para que cambiara las ruedas, los radios estaban estropeados y había sufrido mucho- le informó para que no se preocupara por ello- Todo irá bien, Sibila. No te preocupes. Además, tengo un contacto de confianza en París, a quien escribir y quien puede hacerse cargo de la correspondencia que quieras darle a Markov. Siempre de forma anónima, pero él sabrá quién eres. Estoy seguro de ello- le tranquilizó aún más- Ahora si quieres, date un baño. Mientras yo prepararé la habitación y la haré algo más confortable, con mantas… y encenderé el fuego- le dijo tomando esta vez ambas manos de Sibila y llevándolas a su boca para besarlas.
El lugar era muy tranquilo y pequeño ahí todos se conocían, de hecho se saludaban todos y parecían muy acogedores hasta con los extranjeros, Alexandre se despidió por el momento de Sibila cuando llegaron, ella le había prometido y pedido poder pactar el intercambio de dinero por la residencia donde se alojarían y Alexandre iba a buscar a un herrero y carpintero para el caballo y el carruaje que había sufrido durante el trayecto. Era de noche cuando Alexandre y Sibila volvieron a encontrarse en el porche de madera, el sonido del mar parecía ser una nana y la brisa veraniega empezaba a chocar contra su piel. Era una casita pequeña pero acogedora y tenía pinta de cálida, tenía todas las cosas que se necesitaran para vivir y con el tiempo, ellos las llenarían. Sonrió al entrar mientras Sibila le explicaba con entusiasmo todos los secretos de la casa, los mejores lugares, donde daba el sol, donde no… Sintió ternura por ella, mientras la escucha de forma activa, la mente de Alexandre iba buscando todo lo necesario para esconderse, para salir o para escapar, tendrían que tener siempre un macuto con los indispensable para viajar, si llegaba a darse el caso de que los descubrieran pero en el aquel recóndito lugar era bastante improbable.
-Me gusta el lugar- respondió en la entrada principal y después apoyó la espalda en una viga enorme de madera mientras se cruzaba de brazos con una sonrisa bastante vacilona- Es demasiado hogareña, si fuera un hombre normal- dijo mirando alrededor- Tendría una casa así y a mi mujer conmigo- le lanzó la indirecta de forma bastante directa- No hay sirvientes así que no se como me las arreglaré, tenemos dinero suficiente pero tengo que hablar contigo de una idea que se me ha ocurrido- hizo una pausa- Una coartada para no levantar sospechas- le dijo.
El plan de Alexandre consistía en que se hicieran pasar por un matrimonio joven, recién casado que acaban de recibir una dote modesta para empezar su vida juntos. Eligieron ese lugar por nostalgia de ella, ya que era conocida y Alexandre, pues partiría al bosque de noche, intentaría cazar algo o partir leña, para poder venderla luego. Una vida tranquila para variar y una vida ordinara llena de esfuerzo y trabajo humano, que no le entusiasmaba. Pero eso era mejor que quedarse de brazos cruzados. Además un militar de su nivel llamaría mucho la atención en un lugar así y eran fugitivos. Cuando terminó de explicarle a Sibila su plan, añadió al final- No pretendo presionarte, es solo una coartada que se me ha ocurrido. Vivir vamos a tener que vivir aquí por un tiempo, hasta que podamos volver o hasta que nos descubran. Solo quiero mantenerte a salvo- dijo acercándose hasta ella esta vez y tomando su rostro con ambas manos para dejar un beso largo y suave.
Después de la respuesta y la opinión de Sibila, Alexandre colocó todo el equipaje, las cajas y provisiones que les había sobrado y cuando terminó se arrodilló para contar todo lo que les quedaba- Tendremos que bajar mañana al pueblo a comprar. La despensa y todo está vacío y hay muchas cosas que hacer. Llevé el caballo para que le cambiaran las herraduras y el carruaje al carpintero para que cambiara las ruedas, los radios estaban estropeados y había sufrido mucho- le informó para que no se preocupara por ello- Todo irá bien, Sibila. No te preocupes. Además, tengo un contacto de confianza en París, a quien escribir y quien puede hacerse cargo de la correspondencia que quieras darle a Markov. Siempre de forma anónima, pero él sabrá quién eres. Estoy seguro de ello- le tranquilizó aún más- Ahora si quieres, date un baño. Mientras yo prepararé la habitación y la haré algo más confortable, con mantas… y encenderé el fuego- le dijo tomando esta vez ambas manos de Sibila y llevándolas a su boca para besarlas.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Localización : Versalles
Re: La doncella en apuros [Privado]
Era tierno, quizás él no lo sabía o no se tenía por un hombre así pero tenía más romanticismo en su interior del que creía. -No podrías vivir aquí, y no por ser vampiro sino porque estás dedicado a tu cargo y te gusta formar parte del ejército. ¿Qué harías aquí? Vigilar los caminos, cultivar una huerta… No se me ocurriría retirarte de la vida que tienes, te sentirías ahogado sin todo eso-, y era verdad. Los sirvientes no eran un problema en absoluto para ella, -de eso no te preocupes, puedo ocuparme yo, lo he hecho siempre así que cuidar de ti no va a costarme gran trabajo-, respondió a su duda para zanjar ese tema, era mejor no tener a nadie en casa, facilitaría las cosas y habría que dar menos explicaciones. Además no tenía que ocuparse de la comida de Alexandre, tan solo de tener la casa limpia y decente para ambos, minucias dada la vida que siempre había llevado. -Supongo que sí… algo habrá que decir cuando nos pregunten, solían verme con mi madre aquí-, en eso sí estaba de acuerdo con el vampiro pues en un pueblo tan pequeño todos se conocían y –obviamente- todos hablaban de los demás, más aún de una pareja de recién llegados. Valoró la idea de este pero no acababa de cuadrar, -creo que sabrían que mentimos, me verían demasiado cohibida contigo, las mujeres me harían preguntas sobre ciertos temas que no sabría responder…-, comenzó a explicarle esperando que supiera que se refería –principalmente- al sexo, -además no tenemos alianzas, unos recién casados no se las quitarían nada más empezar su vida juntos-, se sentó en el banquito del porche y pensó un momento un plan similar al del mariscal pero más cercano a la realidad. -¿Y por qué no decimos la verdad? Sin la parte en que estamos huyendo…-, sacó la cadena con el anillo de pedida de Alex y se lo puso en la mano izquierda, -una pareja recién comprometida buscando un sitio donde comenzar su vida o unas vacaciones lejos de la capital-, para ninguno de los dos sería difícil defender esa versión.
Una vez llegaron a un acuerdo ambos entraron en la casita, no sabía si Alex se cansaba en algún momento pero para ella ese día había supuesto una carga de tensión y cansancio importante por lo que agradeció la idea del vampiro y se retiró un rato para darse un baño y poder relajarse. -Iré yo al pueblo a comprar todo lo que veamos que necesitaremos, no podrás moverte de aquí en las horas centrales del día así que esas cosas dependerán de mi-, comentó una vez ya se hubo cambiado de ropa. -Levanta esa alfombra-, señaló el centro del saloncito y cuando lo hizo pudieron ver una trampilla de madera, -debajo de la casa hay una especie de sótano y un pasadizo que lleva hasta el bosque que pasamos para llegar-, explicó, -el dueño de la casa nos contó a mi madre y a mi que cuando se construyó tuvieron que inventarlo porque de vez en cuando llegaban piratas a la costa y era la manera más rápida de huir del saqueo-, se había guardado esa información para el final del día pero estaba segura de que a Alex le gustaría, -si lo necesitamos en algún momento podremos usarla, dejar lo indispensable abajo para tenerlo listo y tú podrás salir durante el día si quieres, el bosque es bastante denso no creo que allí el sol sea un problema-. Sonrió ante el gesto de asombro del vampiro y acabó riendo, -no vas a ser el único con recursos aquí…-. Se levantó para coger algo que cenar y regresó junto a él, -me siento egoísta por estar feliz de tenerte aquí encerrado conmigo-, le confesó apoyada contra él mientras se comía un currusco de pan con aceite e higos.
Una vez llegaron a un acuerdo ambos entraron en la casita, no sabía si Alex se cansaba en algún momento pero para ella ese día había supuesto una carga de tensión y cansancio importante por lo que agradeció la idea del vampiro y se retiró un rato para darse un baño y poder relajarse. -Iré yo al pueblo a comprar todo lo que veamos que necesitaremos, no podrás moverte de aquí en las horas centrales del día así que esas cosas dependerán de mi-, comentó una vez ya se hubo cambiado de ropa. -Levanta esa alfombra-, señaló el centro del saloncito y cuando lo hizo pudieron ver una trampilla de madera, -debajo de la casa hay una especie de sótano y un pasadizo que lleva hasta el bosque que pasamos para llegar-, explicó, -el dueño de la casa nos contó a mi madre y a mi que cuando se construyó tuvieron que inventarlo porque de vez en cuando llegaban piratas a la costa y era la manera más rápida de huir del saqueo-, se había guardado esa información para el final del día pero estaba segura de que a Alex le gustaría, -si lo necesitamos en algún momento podremos usarla, dejar lo indispensable abajo para tenerlo listo y tú podrás salir durante el día si quieres, el bosque es bastante denso no creo que allí el sol sea un problema-. Sonrió ante el gesto de asombro del vampiro y acabó riendo, -no vas a ser el único con recursos aquí…-. Se levantó para coger algo que cenar y regresó junto a él, -me siento egoísta por estar feliz de tenerte aquí encerrado conmigo-, le confesó apoyada contra él mientras se comía un currusco de pan con aceite e higos.
Sibila D. Salerni- Esclavo de Sangre/Clase Media
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 04/07/2016
Localización : Nómada
Re: La doncella en apuros [Privado]
Alexandre sonrió con los brazos en jarras- ¿Desde cuándo eres tú la que tiene que cuidar de mí?- hizo un gesto con las manos indicando movimiento- Esto no es así, yo estoy aquí para protegerte- intentó aliviar el asunto, llevaban a la defensiva mucho tiempo, desde que salieron de París y el estar escondidos y pendiente de cada movimiento no era bueno para ninguno de los dos. Necesitaban relajarse y por supuesto, Alexandre no tenía ni idea de cómo hacer reír a una chica, pero suponía que aquella preocupación de Sibila porque él se adaptara al éxodo rural, era divertido. Aquella casa respiraba tranquilidad, también sentía el confort de Sibila al pensar en su madre y su infancia en aquella casa, era un buen lugar para crecer y criarse y sintió algo de lástima por él mismo. El pensamiento duró poco cuando Sibila le enseñó la trampilla que llevaba al sótano y el pasadizo hasta la libertar. Aún quedaba otro punto que tratar – Sibila…- dijo aprovechando el sótano y que ahí no podía ni verles ni oírles nadie- Hay otro tema a tratar, si vamos a quedarnos aquí, tenemos que tener en cuenta mi alimentación. El pueblo es reducido y no puedo asesinar a cualquiera que pase o entre en el pueblo. Los forajidos o los bandidos del camino en la noche, podría servir para unos días, pero seguramente salten las alarmas…- dijo algo azorado por la situación- Había pensado en establecer un pacto, entre los dos. Recíproco para que nos entendamos y quizá nos ayude. Se trata de una relación simbiótica entre tu sangre y la mía- dijo cogiendo su mano- Beberé de ti cuando tenga sed, lo máximo es cada tres días, estaré débil… y tú te debilitarás, pero a cambio de tu sangre te daré la mía. En pequeñas cantidades, hará que mejore tu forma física, serás inmune a enfermedades y probablemente tu esperanza de vida, tus reflejos y tu fuerza aumenten. Pero precisamente por eso podrías desarrollar una relación de dependencia hacía mí y mi sangre- dijo mientras buscaba alguna respuesta en su rostro- También será duro para mí- le advirtió mientras buscaba un sitio para sentarse en el sótano, pero lo único que había era barriles de grano, alguna estantería y herramientas de la casa. Así que sin soltar de su mano subieron escaleras arriba para ir a la sala.
En el silencio parecía escucharse el engranaje cerebral de Sibila meditar aquella extraña petición de Alexandre. Pero si pensaba con lógica era la única salida que tenían. No tranquilizaba a Sibila el saber que iba a ser dependiente o que Alexandre ejercería una gran persuasión sobre ella, pero si había algo en Alexandre que pudiera quitarle ese miedo, era su determinación y su regia moralidad.
El mariscal se arrodilló frente a ella, besó sus manos y buscó sus ojos- Créeme que he jurado con mi vida protegerte. No te haré daño ni permitiré que nadie te lo haga. No dejaré que te vuelvas dependiente de mi sangre, sola la justa para lo que te he dicho. Ni abusaré de la tuya- hizo una pausa- Es algo que tendremos que trabajar, es la primera vez que hago esto… y tu sangre, me resulta de lo más apetecible, quizá la más apetecible que he podido oler. Como un oasis en medio del desierto y sin tres días sin beber agua, por eso sé que será duro para los dos…- terminó con un susurro- No puedo permitir que te pase nada…- dijo ahora buscando en su rostro el mismo cariño que le profesaba.
En el silencio parecía escucharse el engranaje cerebral de Sibila meditar aquella extraña petición de Alexandre. Pero si pensaba con lógica era la única salida que tenían. No tranquilizaba a Sibila el saber que iba a ser dependiente o que Alexandre ejercería una gran persuasión sobre ella, pero si había algo en Alexandre que pudiera quitarle ese miedo, era su determinación y su regia moralidad.
El mariscal se arrodilló frente a ella, besó sus manos y buscó sus ojos- Créeme que he jurado con mi vida protegerte. No te haré daño ni permitiré que nadie te lo haga. No dejaré que te vuelvas dependiente de mi sangre, sola la justa para lo que te he dicho. Ni abusaré de la tuya- hizo una pausa- Es algo que tendremos que trabajar, es la primera vez que hago esto… y tu sangre, me resulta de lo más apetecible, quizá la más apetecible que he podido oler. Como un oasis en medio del desierto y sin tres días sin beber agua, por eso sé que será duro para los dos…- terminó con un susurro- No puedo permitir que te pase nada…- dijo ahora buscando en su rostro el mismo cariño que le profesaba.
Alexandre Berthier- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 03/01/2016
Localización : Versalles
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