Victorian Vampires
Just cause || Privado 2WJvCGs


Unirse al foro, es rápido y fácil

Victorian Vampires
Just cause || Privado 2WJvCGs
PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



NIGEL QUARTERMANE

ADMINISTRADOR

ENVIAR MP
NICOLÁS D' LENFENT

ADMINISTRADOR

ENVIAR MP
ESTACIÓN


Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24


COPYRIGHT/CRÉDITOS

En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.

Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.

Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.

Licencia de Creative Commons
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org


Últimos temas
» Savage Garden RPG [Afiliación Élite]
Just cause || Privado NXLYMMiér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones

» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Just cause || Privado NXLYMMar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut

» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Just cause || Privado NXLYMMiér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane

» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Just cause || Privado NXLYMJue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar

» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Just cause || Privado NXLYMMiér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer

» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Just cause || Privado NXLYMSáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour

» orphée et eurydice ― j.
Just cause || Privado NXLYMJue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour

» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Just cause || Privado NXLYMJue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke

» labyrinth ─ chronologies.
Just cause || Privado NXLYMSáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour


<

Just cause || Privado

2 participantes

Ir abajo

Just cause || Privado Empty Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Dom Feb 02, 2014 8:32 pm

"Solo triunfa en el mundo quien se levanta y busca a las circunstancias,
creándolas si no las encuentra.
"
George Bernard Shaw


Bárbara se caracterizaba por ser una visionaria. Su corta edad no significaba impedimento alguno a la hora de plantarse ante empresas ambiciosas que podían ser tildadas como una locura. Se había instruido desde muy pequeña, los libros habían sido sus grandes compañeros en la solitaria infancia que le había tocado. Solía sentarse en un sillón de terciopelo verde musgo que su padre tenía en la biblioteca, y allí devoraba todo tipo de textos, entre ellos, de economía. Era silenciosa, y en ocasiones, ni siquiera los amigos de Antoine, con los que éste estaba reunido allí, notaban su presencia. No descartaba lecturas, cualquiera que se posara ante sus ojos era bienvenida, y cuando tenía alguna duda, la anotaba en una pequeña libreta de tapas de cuero, y cuando su padre estaba desocupado, le planteaba sus interrogantes, los cuales él respondía con palabras complicadas –como buen filósofo–, que en el momento no comprendía, pero que quedaban grabadas en su mente. Tenía una gran capacidad de retención, no olvidaba fácilmente, y eso podía aplicarse a todos los aspectos de su vida. Tras su repentino casamiento y viudez simultáneos, todos aquellos conocimientos que en un momento había adquirido como parte de horas de entretenimiento y recreo, se convirtieron en fundamentos de gran importancia. Teorías que un remoto pasado tenían significado abstracto, se materializaron y le otorgaron herramientas que, en su consideración, no tenían ningún valor material. Su mente nunca fue estrecha en lo que a negocios respectaba, y grandes logros consiguió gracias a ello.

Su primera gran inversión, la cual tuvo gran reticencia por parte de los socios de su difunto marido, fue en la industria metalurgia, una industria que había comenzado a explotarse pocos años antes, y en la cual Francia empezaba a imponerse a Inglaterra, gracias a la importación, desde éste país, de la fundición a base de coque. No creyeron en ella, pero Bárbara se las ingenió para comercializar con los ingleses y conseguir instalar una pequeña fábrica en París, la primera de la zona. Cuando los logros comenzaron a llegar en poco tiempo, tuvo al mundo de la industria metalurgia de Francia a sus pies, consiguiendo, rápidamente, introducirse en el comercio exterior y duplicando, conforme pasaban los meses desde la inauguración, los ingresos, tanto suyos como de sus socios. Nunca recibió una felicitación por su idea, por supuesto, pero en ella permaneció la gran satisfacción de haber conseguido lo que nadie creía que era posible. Así era ella, una hija del rigor, le gustaba la dificultad, la adversidad, era en el terreno que mejor se movía, quizá porque en él se había criado.

----------

Caminaba acompañada de dos arquitectos, un ingeniero y el notario. No había llevado doncellas, pues sabía que era un ambiente netamente masculino, y ya su presencia era lo suficientemente incómoda para obreros y dueños, para agregarle más damiselas de aspecto frágil y delicado. Las calles eran de tierra, convertida en barro por la constante llovizna helada que azotaba la ciudad desde hacía una semana. Ni un solo día había salido el Sol. El ambiente era húmedo, los olores fuertes y el humo de las chimeneas viciaban el aire hasta hacerlo casi imposible de inhalar, pero a Bárbara le agradaba. Cada tanto les hacía una visita a sus empleados, y si bien al principio muchos se habían negado a trabajar para una mujer, al darse cuenta que la paga era la mejor y que las condiciones de trabajo no eran infrahumanas como la de otras fábricas, terminaron accediendo y mutaron su recelo a un devoto respeto. Alguno que otro se había involucrado en una trifulca callejera cuando se burlaban de ellos por depender de la “ramera adinerada”, como era uno de los tantos motes que poseía. Habían dejado de afectarles al poco tiempo de tomar conocimiento sobre ellos, pues sabía que su condición femenina sería siempre un argumento de degradación. Tildaba a todos, internamente, de obtusos, limitados y mediocres, y ese era su gran consuelo para seguir adelante, sin reparar más que míseros segundos en ello.

Supervisaba la ampliación de la fábrica. Hacía tres semanas que había tomado la arbitraria decisión de agregarle dos pabellones más, debido a la demanda generada. Los socios no habían tenido tiempo de pensar, y presionados por su mirada intensa, habían aprobado el presupuesto sin chistar. Bárbara había conseguido tenerlos comiendo de su mano, pues al ser la que poseía el mayor porcentaje de la sociedad, podía obligar a cualquier a venderle su parte, y despojarlo de las ganancias de un plumazo. Manipulaba y presionaba, y había encontrado en ello un placer maravilloso, que la hacía acostarse con una leve sonrisa en sus labios. Aún la preocupaban otros asuntos de los negocios de naturaleza dudosa del finado Turner, que había descubierto hacía poco y que comenzaban a quitarle el sueño. Pero la industria metalurgia era su gran hija, ella había tenido la idea de la instalación, y la había parido con dolor. Noches sin dormir, viajes furtivos a Inglaterra, horas y horas de negociación, todo daba sus frutos. Sabía que ésta la sacaría de apremios, en caso de que llegara a tenerlos si salía a la luz la incertidumbre que le provocaba el hecho de que se vinculase su buen nombre con el tráfico de esclavos o la prostitución ilegal, entre otros. Su marido no era el hombre honorable que ella había creído.

Aquí quiero que esté el depósito —aclaró, parándose al lado de unos cimientos. —Debe ser seguro, no quiero percances, hurtos, explosiones —sacó un pañuelo de su manga y se secó el rostro. A pesar de llevar un paraguas que hacía juego con su vestido azul noche, la llovizna cambiaba constantemente de dirección. Tenía los chapines embarrados, pero se manejaba como si estuviese en un gran salón.

Debe tener más confianza en nosotros, madeimoselle. No es necesario que venga todas las semanas a constatar nuestro trabajo.

Monsieur, nos conocemos hace ya bastante tiempo, usted dedíquese a su labor, que yo soy la que invierte, y por ende, vendré aquí todas las veces que lo considere necesario.

Bárbara no esperó respuesta, y dejó a los cuatro hombres conversando y señalando lugares estratégicos. No era una versada en cuestiones arquitectónicas, pero eso no era algo que los caballeros debían saber; lo que poseía era instinto y criterio, y así se manejaba. Vio a uno de sus trabajadores trasladando una carretilla de carbón, lo saludó con su mano cuando éste maniobró para tocarse la gorra, en un gesto de cortesía. Valoraba infinitamente a esos hombres pobres que se rompían la espalda de sol a sol para llevarles el pan a sus familias. Al principio había creído que podría solucionar todos los males de esas personas, con buenas pagas y buen trato, pero había comprendido que la dureza era necesaria, y ya no sentía deseos de llorar cuando un niño se acercaba a pedirle trabajo. El corazón se le encogía cuando se los negaba, sabía que otros los empleaban, pero ella no era capaz de tener a pequeños en edad de crecimiento trabajando en una industria tan dura como lo era esa. Las miradas de decepción la perseguían hasta que pronto eran reemplazadas por otras nuevas. Se quedó parada en un montículo de tierra, la lluvia había aumentado su intensidad. La figura del obrero se había empequeñecido para desaparecer tras las puertas del ala este del segundo pabellón.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Lun Feb 17, 2014 4:12 pm

A veces Predbjørn llegaba a hacer las cosas de forma legal, bien, incluso impecable. El problema es que sólo era a veces. Muchos de sus negocios estaban metidos en la vía turbía, por no decir que todos ellos. Quizás el noventa y seis por ciento eran corruptos, denigrantes, sin embargo poco le importaba, sus bolsillos iban incrementando, todo sin que su hermano supiera. El resto del porcentaje iba acompañado de la compra y venta de obras de arte, una de sus tantas pasiones. Sin embargo, últimamente se encontraba invirtiendo en algo más, algo costoso. Su nuevo negocio (que estaba siendo aceptado rápidamente) necesitaba de mucho conocimiento, y aunque él no fuera experto en la materia, debía confesar que estaba leyendo y aprendiendo lo necesario para poder manejarlo. La ventaja de ser él, era tener una inteligencia casi poco creíble de llevar consigo. Sus padres le heredaron una cabeza prodigiosa, una ambición fiera, y un carácter lo suficientemente firme y fuerte para poder obtener y lograr todo lo que se propusiera. Es por eso, y por dadas algunas situaciones actuales, decidió que su futuro también podría ir disfrazado de joyas, piedras preciosas que mujeres y hombres ostentosos podrían comprar a grandes precios. Él mismo se había sorprendido de la gran suma de francos que había gastado por un reloj de bolsillo que sólo había visto la luz el día que lo tuvo como su pertenencia.

El menor de los hermanos Østergård no sólo tenía contactos en algunas zonas del mundo, también en lugares que muchas personas ignoraban que existieran, por eso también compró tierras, creó minas, encontró más piedras, y se hizo rápidamente de eso que necesitaba para poder refinar lo que estaría detrás de un cristal en una tienda. Él, que deseaba involucrarse en todo el proceso de creación, decidió que la cede de todo estaría en su tierra de actual residencia, por eso obtuvo también una gran propiedad en la zona industrial, sus talleres se centrarían ahí, uno de los lugares más seguros por las grandes inversiones y las medidas de prevención que se adoptaban por todos los inversionistas en sus distintos negocios. Por extraño que pareciera se sentía bendecido, si ese Dios existía, entonces le estaba dando una buena vida llena de lujos, riquezas, mujeres y comodidades. No se iba a quedar sentado a ver a su miserable hermano hacer mierda o controlar su vida, se haría de lo suyo para volverse más respetado, abandonaría al mayor y se llevaría consigo a su adorada sobrina.

La noche anterior ni siquiera se desveló, sólo pasó unos momentos al burdel, dio instrucciones y regresó a su casa. Terminó por ordenar algunos papeles, firmó unos cuantos y sacó un fajo de dinero de una caja fuerte que se encontraba escondida entre su armario; durmió plácidamente, como hace tiempo no lo hacía. Cuando se despertó seguía estando oscuro, no importó pues se fue a recorrer los bosques para hacer un poco de ejercicio. Tomo el desayuno servido por la negra asquerosa que su hermano tanto adoraba, lo hizo en compañía del mayor y su sobrina que se había puesto hermosa para asistir a sus clases matutinas. El baño con agua caliente lo relajó, se colocó un traje discreto, de colores oscuros, encima del mismo se puso un abrigo grueso, la temperatura no era muy buena, y sus ganas de enfermarse eran nulas. Su mañana se había resumido a eso, pero lo distinto estaba por llegar, dado que necesitaba ir a observar el avance de la construcción para sus talleres. Lo cierto es que no se encontraba muy animado para asistir, la tranquilidad del día lo invitaba a quedarse en cama leyendo un buen libro, pero dado que sino se hacían las cosas cómo quería terminaría todo mal, hizo el esfuerzo grande por asistir.

Se colocó unos guantes de cuero negro antes de descender del carruaje. Abrió el paraguas negro por completo, impidiendo que su perfección se viera afectada por la llovizna del momento. Su propiedad se encontraba en lo más profundo de la zona, así que avanzó a paso lento echando un vistazo a cada lado, notando los detalles de cada negocio, identificando escudos, sellos personales, incluso de que trataban cada uno, tampoco es que fuera la gran ciencia aquello, debía de tenerse al menos un poco de sentido común para poder ir adivinando, pero él reconocer que muchos de los habitantes de la tierra carecen de él. Al final terminó por notar el avance del lugar, todo le pareció en orden, ni siquiera le importó la gran suma que estaba invirtiendo. Un par de esclavos más que vendiera le costearía para construir incluso dos de esas estructuras, muchos enfermos de la cabeza pagaban grandes cantidades por las personas que traficaba, algunos más por querer joyas virginales.

El muchacho endureció la expresión al recordar una ocasión en la que llevó a su pequeña Katherina, una imbécil que poco sabía de él le estaba dando una gran fortuna por su castaña, fue tanta la rabia que sintió Predbjørn en ese momento, que el hombre apareció sin vida al otro día. Nadie ni siquiera debía pensar aquella posibilidad, incluso aprendió que no volvería a sacar a su sobrina si se encontraba cerca de algún cliente o socio, a menos que fuera estrictamente necesario.

Sus pensamientos se fueron al abismo al voltear el rostro al lado derecho. En un montículo se encontraba una figura conocida, ¿y para que mentir? Un poco detestable de aquella mujer. La primera vez que él deseaba ayudar de forma desinteresada, la primera y última después de tremenda forma de agradecerle de aquella fémina. Con su sonrisa torcida, el andar charlatán mezclado con elegancia, y un poco de arrogancia, se acercó a ella desde atrás observando a la misma dirección.

Diría que una mujer no debería encontrarse por lugares tan peligrosos en soledad, pero recuerdo que no eres una mujer cualquiera, y que tu lengua viperina haría escapar al más peligroso de los canallas – Se mofó de ella en su cara, sin embargo no tenía intenciones de una disputa, la tranquilidad del hombre era clara, no deseaba perturbaciones en el día – Buenas tardes, Madame Destutt de Tracy – Saludó cortésmente dejando el paraguas a un lado para efectuar una correcta reverencia.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Mar Mar 11, 2014 10:06 pm

Experimentaba un atisbo de paz gracias a la música de la lluvia golpeando contra el paraguas. Los sonidos a su alrededor disminuían a medida que el aguacero aumentaba su intensidad. El aroma a tierra y materiales mojados le llegaba a las fosas nasales con suavidad, mezclándose con el propio perfume. Hacía demasiado tiempo que no disfrutaba de algo tan pequeño como ese instante de perfección. Bárbara, difícilmente lograba despejar su mente de las miles de obligaciones, de los cientos de negocios y de las redituables inversiones, mucho menos del millar de complicaciones que se presentaban. Concatenadas y monstruosas, se cernían sobre ella como lo haría una bestia ante su presa débil, asustada y arrinconada. Pero la joven era consciente de que no era ni débil, ni asustadiza y que tampoco se encontraba arrinconada, sólo que las salidas que había la desestabilizaban. En un pasado no muy lejano, alguien con experiencia y sensatez, le dio un sabio consejo: cuando no sabes qué hacer, lo mejor es no hacer nada. Y así permanecía, quieta, estaqueada en la indecisión; lo cual, odiaba. Pero debía dejar que los acontecimientos siguieran su curso, en ocasiones, no se hacía necesario intervenir, pues las cosas se daban por sí solas, o eso era lo que deseaba. Bajó los párpados e inspiró hondo, hasta que los pulmones se le llenaron y el pecho se le infló. Exhaló con lentitud, sintiendo cada músculo de su cuerpo descargando la tensión. Hasta los dedos que sostenían el paraguas se aflojaron, y éste estuvo a punto de resbalar por su mano. No escuchó que alguien se acercaba, y dio un respingo cuando una voz irrumpió el momento de reflexión. Hubiera jurado que su corazón se detuvo por un segundo, ante el susto de ser sorprendida. Si había algo que le molestaba, era que la tomaran desprevenida.

De todos los seres vivos que pisaban el firmamento, al último que hubiera creído encontrar, al voltear, era aquel caballero. Las casualidades habían querido que fuese hermano de su gran amigo, algo de lo que se había enterado luego de aquel infortunado incidente que los puso frente a frente, sin embargo, no había conocido su identidad hasta días después, que alguien le comentó que la habían visto conversando –si es que así podía denominársele- con Monsieur Østergård, lo que la hizo caer en la cuenta que debía ser el problemático hermano menor de Damien. No indagó más en el tema, pues no había muchos con aquel apellido en la ciudad, y sacó sus conclusiones. Encajaba perfectamente con el perfil que su amigo había descripto en alguna que otra ocasión, no hacía falta ser una gran observadora para percatarse de que aquel hombre caminaba por el planeta sin importarle nada más que sí mismo. Ella era exactamente igual, y no lo juzgó. El sarcasmo del caballero estuvo a punto de arrancarle una sonrisa y una contestación filosa como la hoja de un puñal, pero, en aquel primer encuentro, había sido demasiado grosera, y no podía permitir que su nombre se mancillara por un ataque de histeria que no había sido capaz de controlar. No se encontraban bajo las mismas circunstancias que la vez anterior, allí era su terreno, o al menos se sentía cómoda entre hombres de negocios y trabajadores, y la confianza que la caracterizaba se mantenía incólume.

Monsieur Østergård, admito que es una sorpresa encontrarlo por aquí —respondió con una nota irónica impregnada en la oración—No se preocupe, no gritaré ni haré un escándalo, ni mucho menos creeré que está siguiéndome —recordó lo agresiva que había sido y, de haber sido otra clase de mujer, se habría sonrojado de vergüenza. Pero claro, él estaba en lo cierto, y Bárbara no era, para nada, una más; ni tampoco humilde o sumisa. Tenía en claro la imagen que debía dar, quizá demasiado, y si bien no se arrodillaría para limpiar lo mancillada que debía estar su estampa ante su interlocutor, al menos podía ser mínimamente agradable y dejarle una mejor impresión de la inicial. No era porque le importara él en sí mismo, sino, que nunca sabía cuándo podía necesitar de los servicios de alguien, y lo mejor era no tener enemistades, al menos, no más de las que ya tenía. Sabía que su condición, tanto de viuda joven que no había vuelto a contraer matrimonio, ni que tampoco pensaba volver a hacerlo, como la de empresaria, era terrible y exageradamente resistida. Pero todos querían el favor de la viuda de Turner o de la nieta de Destutt de Tracy, y a pesar de que ella deseaba forjarse su propia identidad para dejar de ser “la viuda de…”, “la hija de…” o “la nieta de…”, intentaba sacarle provecho al mote que le cabía por el simple hecho de haber nacido mujer.

Encontrarse elevada en el terreno, le daba una sensación de superioridad que le agradaba. No veía necesario acortar la distancia que los separaba, y no se movió de su sitio, limitándose a observarlo. Le parecía increíble que alguien capaz de tal desparpajo, fuera poseedor de aquel porte tan gallardo. Sus orbes se fijaron en las ajenas, y tuvo una sensación de vértigo, algo oscuro se ocultaba tras ellos, un halo de peligrosidad lo rodeaba; supo, con una certeza increíble, que quien cayera bajo su embrujo, inevitablemente, no podría soltarlo jamás. Aquel hombre no era de fiar, era casi imposible estar en su presencia y no sentirse amenazada. No se había percatado de aquella sensación la primera vez que lo vio, pues su mayor pesadilla ejercía sobre ella una fuerza superior, sin embargo, estando allí, a tan sólo un metro de distancia del hermano de Damien, su intuición le pedía a gritos que se alejase. No eran los rumores, no era el preconcepto formado por los decirse de su amigo, era él, la energía que emanaba. Bárbara era una mujer sumamente perceptiva y desafiante, y en su interior se prendió una luz de alarma al darse cuenta que quería saber más de él, pues nunca se había sentido amedrentada ante nadie que no fuera su abuelo; aunque, claro, con Østergård no había un pasado en común, y la experiencia previa no había sido amena porque ella había decidido pisotear todas las reglas de la buena educación y hacer un espantoso festín con ellas.

Si mi lengua viperina es capaz de hacer escapar al más peligroso de los canallas, como usted dice, debo estar ante un ángel, evidentemente —evitó agregar la palabra “caído” después de ángel, pues podrían teorizar hacia el fin de los días sobre lo que era uno u otro, o los beneficios de tal o cual. Bárbara se sorprendió siguiéndole aquella especie de juego verbal, pues la locuacidad no contaba entre los adjetivos con los cuales podía calificársela. Decidió tomarlo como una buena señal, de que lograría que aquel caballero modificase la opinión que tenía sobre ella, en caso de que se hubiese tomado medio segundo para formar un juicio.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Mar Abr 29, 2014 12:19 pm

La postura de altanería volvió enseguida. No era necesario una reverencia prologada, de hecho, pocas veces realizaba una, sin embargo hacer excepciones en días nublados le resultaba encantador y gracioso; el hermano menor de Damien estudió con disimulo el contorno de la figura femenina, saboreó en pensamientos cada curva de aquel monumento. Bárbara no sólo poseía el carácter de una fiera, también ese cuerpo perturbador y la mirada de una felina que se encuentra a punto de atacar. La elegancia que encima poseía le añadía puntos interesantes. Por un momento se preguntó cuál sería el veredicto de Katherina, sin embargo a su sobrina nunca le gustaban sus conquistas, mucho menos las rameras que llevaba a casa, obviamente el jamás hacía algo frente a la pequeña, pero eso no restaba la acción, su “reina”, cómo él la llamaba, ya tenía la edad para darse una idea de las cosas, entendía que su tío no jugaba muñecas con las mujeres, entonces a diferencia del resto. ¿La viuda le agradaría? El joven hizo una mueca, que le importara el juicio de valor que su única familia importante le diera a la mujer, no le resultaba común, mucho menos un buen augurio.

Estoy más que seguro que ya sabe soy un hombre de negocios, Bárbara, sabe porque estoy aquí. ¿Puedo hablarle de tú? — Se encogió de hombros, no es que le fuera a pedir permiso, en realidad sólo se encontraba avisándole. — Las mujeres, más aún las pocas mujeres de negocios investigan a todo aquel que se cruce por su camino, no es porque sean argüenderas, o indiscretas, más bien lo hacen para poder estar alertas de posibles amenazas, ¿no lo ve así? Usted ya debe de saber de mí, no lo niegue, yo por ejemplo tengo entendido que es muy buena amiga de mi hermano — Bufó con pesadez, incluso su mueca se ladeó un poco más demostrando el repudio que sentía por su propio hermano. — Debe de ser tan aburrida cómo él para poder soportarlo — Aunque el joven admitía que por más sufrido y  pasivo que su hermano fuera, se trataba de alguien inteligente, preparado, que tenía más de mil temas de conversación bajo la manga y que eso llamaba en demasía la atención. Él mismo se había detenido un par de veces a compartir puntos de vista sobre los negocios, la economía, la sociedad, la literatura o filosofía con su hermano mayor. Se descubrió fascinado, y una parte de aquel niño que adoraba a Damien revivió. Claro, eso jamás lo aceptaría.

Y con la vista perdida en la lluvia, en los terrenos, en aquellas magnificas construcciones el joven suspiró, pero no fue un suspiro cualquiera, se trataba de la tristeza representada, de la melancolía siempre guardada, de la añoranza enterrada en su alma. Sólo había existido una persona que lo llegó a llamar ángel, una criatura que según él, si él cielo existía se encontraba ahí disfrutando del buen vino y los mejores platillos, bailando con los arcángeles y el mismísimo Dios; Bárbara hizo que el muchacho de caoba cabellera se sintiera frágil, pequeño e indefenso, sin embargo no lo mostraría, era evidente que tanto dolor y destrucción sólo se tendría dentro de sí mismo, jamás daría armas a sus enemigos para su propia destrucción, mucho menos a una mujer que en un intento de rescate lo había menospreciado; sonrió ampliamente recordando ese tono de voz amoroso que su madre le dedicaba, aunque claro, existía una gran diferencia en la forma que la mujer le decía las cosas, no era un tonto, bien que mal identificaba esas cosas. Hombre observador, por eso mismo había triunfado tanto en los negocios, aunque la mayoría fueran ilícitos.

Evidentemente no se encuentra frente a un ángel, la verdad nunca me habían dicho un apodo más inapropiado — Mentía, su madre se lo decía, él lo estaba recordando — Sin embargo lo agradezco. Existimos hombres que no nos intimidamos, mucho menos salimos corriendo por mujeres con una lengua afilada, sin querer ofenderle, y como quiero portarme natural, sin necesidad de mostrar caretas para quedar bien, debo decir que eso excita — Por un momento el hombre se preguntó si la mujer de negocios había experimentado un poco de placer con su fallecido esposo. ¡Si, si! Él había investigado más de la cuenta. ¡No lo culpen! Mujeres que retan, que se portan de esa manera dejan huella, y él para su desgracia, a pesar de conocer el concepto, solamente la ha conocido a ella, quizás por eso se ha enganchado tanto. Sólo bastaba con encontrar otra para hacerlo costumbre.

¿Sabe que no es bueno en esta época venir a las construcciones? Existe una cantidad enorme de muertes o extravíos en las tierras, y no es que tenga el físico adecuado para poder salir bien librada, estás flaca y se nota que con cualquier tropiezo te romperías el talón, así que te recomiendo que lo pienses bien antes de venir — Sonrió con evidente malicia, pero no decía mentiras, el hombre había visto cosas demasiado desagradables cuando los cerros de tierra se deslavaban por la lluvia, o incluso por simples malas pisadas que te llevaban a hundirte por el peso. — Ya que si a sólo investigar vamos, quisiera me dijera de su viva voz, ¿a qué se dedica? Debe ser un tanto complicado, más no difícil querer seguir los negocios de su marido, tomando en cuenta que esta sociedad es de los hombres y cómo hacen a un lado a aquellas de su sexo — Un tema sin duda sencillo para él que sinceramente era un completo machista, que sería capaz de quitarle la fortuna a Bárbara y hacerla su esposa sólo para joder y bajarla de su nube. Él había conocido personalmente al difunto marido de aquella mujer, incluso tenían un par de negocios juntos, aunque claro, al fallecer algunos se volvieron solamente de él. Incluso borró evidencias grandes, sus amigos metidos en la burocracia le ayudaron, por eso él, el hermano menor de Damien se sentía tranquilo, contaba con protección de la corona, pero esa, esa es otra historia.

Tengo cerca una carpa con bocadillos, ¿me aceptaría una taza de té? El que pida habrá para satisfacer su paladar ¿qué dice? — Estiró su brazo para invitarla a avanzar, de ella dependía aceptar o no la invitación. Si, también estaba dispuesto a cubrirla bajo aquel enorme paraguas negro de la lluvia.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Vie Ago 29, 2014 9:11 am

El clima desolador podía parecerse al alma de la viuda, siempre sombría, carente de alegría, sin motores emocionales que la llevasen a transcurrir su vida como una joven rica e independiente, y no como una mujer amargada e, internamente, decadente. Bárbara era terriblemente consciente de sus fortalezas y de sus debilidades, y éstas últimas eran las que se esmeraba en ocultar. Hacía esfuerzos sobrehumanos para minimizar aquello que la golpeaba, lo que la lastimaba, lo que hacía mella en su espíritu, siempre férreo, trabajador, constante y disciplinado. No recordaba la última vez que había llorado, y aunque en cientos de ocasiones había tenido deseos de tirarse en una cama y que las lágrimas la inundaran, había tragado el nudo en la garganta y había ignorado los mareos que le provocaban contener la ira, la angustia. Sí, Bárbara podía ser un témpano, podía no ser una joven sensible o susceptible, pero sentía con una intensidad quizá hasta más profunda que el común de los mortales. Pero nadie podía ver eso, quizá ni ella misma alcanzaba a distinguir el grosor de sus emociones, el alcance de éstas, hasta dónde llegaban y lo profundo que calaban. Por ello le era tan fácil mostrarse como lo hacía en aquellos momentos, imperturbable y altiva.

Todo en Bárbara demostraba una seguridad casi inhumana. Su mirada gélida, su mentón en alto. Necesitaba de aquel caparazón cada vez que se enfrentaba a un hombre, por más que el trato en ese momento fuese cordial. Estar cara a cara con alguien del sexo opuesto le hacía sentirse acorralada, disminuida, inestable; a pesar de los años y la experiencia, jamás se acostumbraría a sí misma ni a la mirada del otro. El día que su esposo murió, llevando horas de casados, de cierta forma lo había agradecido. No deseaba su desgracia, puesto que no lo había conocido más que en ese día, pero el hecho de no haber intimado con él –ni con nadie- era un verdadero alivio. No quería ni imaginar el hecho de que un hombre la tocase, posase sus manos sobre su piel, la desease; su abuelo le había arrancado toda su feminidad, la había despojado de los instintos básicos que puede poseer una mujer, de los anhelos de gustar, de sentirse atractiva para otro, de amar. Odiaba sentirse mujer, odiaba cuando era observada con lascivia, cuando alguien posaba sus ojos en su escote, en sus labios o halagaba su belleza. Le incomodaba y, al mismo tiempo, la aterraba. Podía ver cómo eran capaces de cualquier cosa por meterse en su cama y meter sus dedos en su fortuna, amasarla y despojarla de todo.

La persona de negocios investiga a todo aquel que se cruce en su camino, no sólo las mujeres, Monsieur —ella no lo tutearía, sería incapaz. Y, aunque siempre pedía ser tratada de “usted”, no le molestó la forma en que él le hablaba. Le parecía agradable y hasta simpático, dos sentires que difícilmente despertase alguien como Predbjørn. Y, aunque jamás lo admitiría, le gustaba la forma en que él se dirigía; con tanto desparpajo, con tanta displicencia y que, a pesar de todo, no la molestaba, no se sentía insultada.

Damien es un hombre encantador —lo defendió. Estuvo a punto de esbozar una sonrisa, el menor de los Østergård parecía un niño pequeño quejándose de su hermano mayor, que era, generalmente, el que ponía límites y daba la imagen de autoridad. Conocía la conflictiva relación que su amigo tenía con su interlocutor, pero no imaginó que Predbjørn se expresara tan abiertamente contrariado y antipático hacia la figura de Damien. Lamentaba profundamente que fuese así. Ella, de pequeña, había deseado tener una hermana con la cual compartir el dolor por la pérdida de su madre, a quien confesarle todo lo que había presenciado y en la cual refugiarse cuando creía que la soledad le arrebataría el alma. La educación que había recibido la había marcado a fuego, había dejado cicatrices imposibles de borrar; demasiado recta, dura, irreprochable. Su abuela, quien se había responsabilizado de su crianza, más que parecer una tierna anciana, siempre había sido en extremo rigurosa. No había tenido muestras de afecto, y lo máximo que había conseguido de su parte era un “felicitaciones, Bárbara; ahora sigue intentándolo para mejorar”. Y ella, como un soldadillo obediente, había acatado todas y cada una de las demandas, todas y cada una de las expectativas, hasta el día que estalló. Y a la liberación le siguió el exilio, y la propia cárcel impuesta.

Alguna vez debe haber sido un ángel, no me caben dudas de ello. Todos, en algún momento, lo fuimos —era eso lo que más le agradaba de los niños, la inocencia, la capacidad de abstracción que poseían, y eso los convertía en criaturas celestiales. Quizá tardó unos segundos en comprender el significado de las palabras de Predbjørn o, quizá, se negó a entenderlo inmediatamente. Y lejos de ruborizarse, lo cual correspondía, por su condición de fémina educada, no pudo detener a sus comisuras, que se alzaron lentamente en una sonrisa pícara, dándole a su rostro una luz que se desvaneció con la misma rapidez con la que había aparecido, pero que sintió una de las sensaciones más sinceras de toda su existencia. —No debería develar sus secretos. Otra clase de mujer haría uso de aquello que a usted lo estimula —un levísimo eufemismo que dictaban las buenas costumbres hacer— para aprovecharse. Los hombres son débiles cuando la sangre hierve. Y las mujeres saben utilizar de forma maravillosa sus encantos, para hacerlos arrastrarse hacia sus pies —y si bien el aire de suficiencia del caballero podía decir todo lo contrario, no había hombre sobre la tierra que, al menos una vez, no cayese en el embrujo de una dama.

Bárbara conocía a la perfección algunos de los desafortunados sucesos que ocurrían en aquel tipo de lugares. Ella misma había perdido trabajadores en las garras de la naturaleza, en alguna pelea de borrachos o por el uso de la maquinaria nueva. Se esmeraba profundamente en la capacitación de sus empleados, contrataba a especialistas que les enseñasen a usarlas a la perfección y, de esa forma, también mantenía tranquila a su consciencia. Pero no fue eso lo que perturbó por un instante su mente, sino el brazo extendido de Østergård. Intentó disimular su incomodidad, y sabía de la falta de respeto que sería negarse a tomarlo. Por aquel motivo es que nunca se encontraba a solas con los hombres, porque por educación o por pretensión, siempre aquellos gestos de contacto físico aparecían, y no había nada más aterrador para la viuda. Sintió que el corazón se le salía por la boca, y se instó a pensar con rapidez. Descendió suavemente por la pendiente y apoyó su índice en el antebrazo.

Predbjørn, ahorre las formalidades conmigo —se preguntó si había sonado lo suficientemente cortés y simpática como deseaba— pero acepto compartir su paraguas y una taza de té —quitó su dedo suavemente y se colocó a su lado. La distancia era más corta de lo que hubiera querido, pero se sentía extrañamente cómoda. Algo en su instinto de supervivencia le decía que él sería incapaz de propasarse, que no intentaría nada que ella no consintiera. Esperó no equivocarse. —Caminemos —desvió rápidamente su mirada, para que no descubriera el temor en sus ojos— Me preguntó a qué me dedico —habló con un tono despreocupado, que en nada se parecía a su personalidad. —En su investigación, supongo, que habrá salido a la luz que tomé las riendas de los negocios de mi difunto marido, yo diría un empresario más que un comerciante, un gran emprendedor —la moral dictaba que siempre se adulara al esposo, estuviese vivo o muerto—, además de poseer las acciones mayoritarias del Banque de France, lo cual me convierte en una miembro no sólo de la burguesía industrial, sino también de la financiera. Claramente, éstas no se llevan bien, pero mi estimado Lord Turner era un hombre inteligente, y supo combinar muy bien ambas posiciones. ¿Y usted, Monsieur, a qué se dedica? —no estaba segura de querer saberlo, lo poco que había averiguado sobre él, indicaba que no era la clase de amistades que alguien como ella debía tener. Se preguntó cuánto tiempo tardarían en correrse los rumores de aquel casual encuentro.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Sáb Oct 11, 2014 2:40 pm

Inevitablemente se formó una sonrisa amplia en su rostro. El hombre, el bonachón, el mujeriego, el charlatán, el caballero, el empresario, el contrabandista; todas esas caretas de él, y un par más se unieron. Se sentía ligeramente extraño, nunca mostraba su verdadero yo, jamás lo había hecho con excepción de una persona: su sobrina. En ese momento estaba siendo capaz de reconocerse él mismo, de dejar que alguien más lo hiciera, y de querer desplomar mentiras para disfrutar de una compañía única, inteligente, y lo mejor de todo ¡Una mujer con la que no se quería acostar! No es que Bárbara no fuera hermosa, muy por el contrario. Nunca antes había conocido a una mujer con más belleza, seguridad, inteligencia y confianza. O quizás sí lo había conocido, pero no llamó su atención. ¿Que había de diferencia con ella? Quizás la razón venía en que ella no se dejaba endulzar con palabras, sino que exigía más de una compañía. No se trataba de una joven superficial, por lo que le exigía a su persona dar lo mejor de sí, pero la cuestión era ¿tenía algo bueno él? Lo estaba dudando, y por primera vez se sintió arrepentido al respecto.

Y la sonrisa no disminuyó, por el contrario, se ensanchaba conforme ella hablaba. Era inteligente, sin duda, y se daba cuenta de lo fácil que resultaría si una mujer decidía cegar a un hombre. Tiempo atrás, cuando recién había invertido en el negocio de la prostitución, él había seleccionado de forma rigurosa a las putas que trabajarían bajo su techo, entre las paredes de su negocio, en la actualidad lo hacía aún. Sin embargo había conocido a una prostituta hermosa, sus rasgos eran exóticos, parecía venida de tierras lejanas, de esas sagradas que había leído cuando pequeño en un libro, se sintió embelesado por ella, y la había puesto en un pedestal, más aún por la forma en que había movido sus caderas encima de él, sin embargo con el tiempo se dio cuenta que estaba errando, y que ella sólo lo "embrujaba" para poder obtener más monedas que el resto, incluso una vez la descubrió robando directamente de una de sus cajas fuertes. Desde ahí había aprendido que su pene debía ser controlado antes de volverse imprudente. Todo aquello que había logrado no se iba a echar a perder sólo por una vagina estrecha. Le había funcionado y le funcionaria. No caería, nunca más.

Las mujeres… Podrían ser más inteligentes si sacaran ese provecho, claro, existen hombres que no necesitan si quiera tocarlas para ya perderse en su figura, pero prefieren seguir siendo las abnegadas, escondidas detrás de la figura masculina, abriendo las piernas, pariendo hijos, tomando té, no quieren hacer nada, por eso no muchas sacan eso que conoces. ¡La sangre caliente! — Le volteó a ver de reojo, y luego siguió su silueta, al notar que bajaba. Se quedó parado contemplándola por un momento, hasta que se percató que la dejaba mojarse y se apresuró, incluso tropezó por la velocidad al bajar, pero mantuvo el equilibrio. La cubrió.

¿Un hombre encantador? Debe ser muy ciega si lo ve de esa manera — Él reconocía la inteligencia de su hermano, el valor y coraje que tuvo al tomar las riendas de la familia, y la voluntad mezclada con la paciencia para poder tratarlo a él, sin embargo no lo consideraba encantador. Quizás no eran tan diferentes del todo, y su hermano mayor tenía más caretas de las que quisiera reconocer. Él y su sobrina lo conocían más que cualquier otra persona. Sabían lo infeliz, aburrido y desdichado que era, le veían esa cara de insatisfacción a la vida que incluso les podía llegar a contagiar. Eso no tenía para nada algo de encantador, pero no iba a ponerlo más en mal, no frente a una de sus amigas más cercanas, además, ella ya estaba grande, y era lo suficientemente inteligente para darse cuenta por sí misma de que le mentía — Bueno, sí, puede llegar a serlo, pero cuando quiere, y eso no es muy seguido, debe sentirse muy halagada de conocer su mejor parte — Eso sí que lo decía de forma sarcástica. Damien podía decir que era de muchísima más calidad moral que él, lo cierto es que era lo contrario, se había sumido en él mismo, y había sido egoísta para educar a su propia hija, no le dio el amor ni el tiempo correspondiente, y eso internamente, Predbjørn siempre se lo echaría en cara, más aún recordando que a ellos les arrebataron a sus padres a corta edad. ¡No lo comprendía! No lo toleraba.

Eres muy contradictoria — Comentó con tranquilidad — A veces parece que quieres hablar con naturalidad, otras veces parece que no quieres acercarte, y en otras ocasiones te noto incomoda — Sostenía con firmeza el paraguas, de hecho lo tenía inclinado más hacía la mujer que hacía sí. Se sentía fuerte, hacía ejercicio, se alimentaba de la manera correcta así que una lluvia ligera con aire frío no lo detendría. Además ¿Qué sería de él sino protegía a la dama? De pensarlo simplemente sonrió de vuelta. Se le estaba haciendo ya costumbre sonreír con su presencia. — Si te preocupa que me comporte como un idiota, te voy a recordar que la primera vez, cuando te vi mal y quise ser el héroe, quien se comportó de esa manera fuiste tú — Si, quizás ella podía tomarlo como un insulto, pero no estaba intentando serlo, simplemente le estaba echando en cara aquello, y lo hizo porque la acción como tal le resultó un insulto y se dio cuenta que lo suyo no era hacer algo bien por los demás, sino por lo contrario.

Llegaron por fin a la carpa y el joven le abrió las grandes cortinas. Por dentro se encontraba todo cálido, y se encontraba completamente alfombrado, excepto claro por la entrada, dado el clima. Predbørn se quitó los zapatos y en seguida de hacerlo le colocaron unos ligeros para que se los colocara en los pies. Le ayudaron a retirar su abrigo, y con prontitud le fueron a dejar al perchero. Cuando fue el truco de la dama se puso sobre una rodilla en el suelo y estiró las manos para hacer un gesto que le iba a ayudar. Le trajeron los zapatos ligeros para la mujer y sólo esperaba una señal para que le dejara ayudarle. Simplemente sonrió y le dirigió una mirada severa para que le dejara hacer. Con mucha paciencia se esperó a que se convenciera y con delicadeza le colocó los nuevos zapatos. Ni el mismo se imaginaba lo extraño que se vería al hacer eso, al dar esas atenciones, porque jamás las había otorgado.

Yo sé, es un poco extraño, pero es para que nos encontremos cómodos — Se colocó detrás de ella para ayudarle a retirar su abrigo — Y no se preocupe, es más que permitido, algunas culturas hacen peores cosas, yo la verdad adoptó un poco de cada una, como mejor me convenga — Se apresuró a llegar a la mesa amplia y larga del fondo de la gran carpa y corrió una silla — Mi señora — Comentó en tono divertido, servicial. — De mi pueden decir muchas cosas, soy un comerciante tanto como un empresario tanto como un mujeriego, soy de todo y nada, pero mis negocios son buenos, dan frutos demasiado bien, creo que tengo habilidad para ellos, los buenos y no tan buenos — Hizo un movimiento con su mano y con eso bastó para que le trajeran un whisky — Pida lo que desee, señorita, le sorprenderá que puedo consentir hasta el paladar más exigente — Se encogió de hombros, dio un trago a su bebida y colocó el vaso sobre la mesa sin dejar de verla — Yo conocía a su marido, teníamos un negocio juntos — Le dedicó una sonrisa amplia — Y no, no me molesta decir secretos o palabras claves, no temo, le sorprendería saber a cuantos puedo tener a mi favor — Arqueó una ceja entretenido — Pero no creo que quiera que hablemos sólo de negocios, ¿verdad? — O eso quería creer — Dígame, ¿qué le color le gusta? ¿Cuál es su flor favorita? — Preguntas básicas, preguntas que nunca había hecho y que estaba seguro tampoco se las habían formulado a ella.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Dom Ene 04, 2015 11:53 pm

Se sentía extremadamente extraña en su compañía, como nunca antes. Quizá porque no buscaba engatusarla, quizá porque le agradaba la idea de desafiar al qué dirán. En más de una ocasión lo descubrió sonriendo sin motivo alguno, y estuvo tentada de preguntarle si se burlaba de sus palabras; se le antojó arrebatadora su sonrisa, y logró comprender a las mujeres que se perdían por hombres como el hermano de Damien. Le sorprendieron sus propios pensamientos, impropios, pues jamás le habían interesado aquellas cuestiones tan banales, y tampoco tenía tiempo para detenerse en ese tipo de nimiedades, típicas de los cotilleos baratos de las cortes, de las reuniones y hasta de cualquier sitio donde más de dos personas se encontrasen juntas. Como buena observadora, también se percató de que él había colocado el paraguas en gran parte sobre ella, y Bárbara se dijo que era la primera vez que estaba tan cerca de un hombre y no sentía que el corazón iba a salírsele por la boca. Junto a Predbjørn experimentaba una rarísima sensación de seguridad, y le agradó saber que podía confiar mínimamente en alguien del sexo opuesto. <<Debo estar cayendo en sus embrujos>> reflexionó con cierto pesar, pero con rapidez descartó la idea. El caballero estaba siendo cordial, y estaba en deuda con él. Predbjørn jamás sería consciente del infierno del que la había salvado, de cómo la había sacado de las fauces del mismísimo Lucifer. De sólo recordarlo se estremeció, pero se cuidó de no demostrarle el momento de fugaz perturbación que la había asaltado.

Una vez más él sonrió, y ella lamentó no poder corresponderle con el mismo gesto. Bárbara era la clase de mujer que, por más que se esforzase, jamás podría dibujar en sus labios una mueca alegre. Se le había tatuado la amargura en el rostro y se le había anclado en lo más profundo del alma. Sabía que nada de lo que ocurriese haría renacer la alegría hecha cenizas pero, al menos, podía experimentar la tranquilidad de una buena compañía y, sin dudas, Østergård era un excelente aliciente para estar en paz consigo misma. Cayó en la cuenta de que eran escasos sus amigos, más aún sus aliados, y que eran pocas las personas en las que podía depositar su confianza. Le dirigió una corta mirada, y si bien los antecedentes de su acompañante no eran los mejores, no podía prejuzgarlo, cuando él había aparecido en su vida en una de las circunstancias más extrañas. Siempre se preguntaría por qué. Le había dado vueltas a aquel asunto una y otra vez, sintiéndose una imbécil por haberle dispensado aquel trato espantoso, inmerecido y que tan contrario era a lo que le habían enseñado. Su propio abuelo, cuando había tenido la oportunidad, se había burlado de su reacción, feliz de aún ejercer sobre ella aquel control que le anulaba la razón; para su desgracia, el fantasma de la inocencia mancillada la acompañaría a donde fuera, y seguramente, hasta estaría a su lado luego de la muerte, impidiéndole descansar en paz. Evitó hacer más comentarios sobre Damien, a sabiendas de que estaría rozando la imprudencia, y sólo asintió ante la frase final.

¿Siempre que tenga la oportunidad me recordará la circunstancia adversa en las que nuestros caminos se cruzaron, Monsieur? —preguntó con cierta diversión, toda de la que era capaz. —Tengo merecidos sus reproches, pero imaginé que empezaríamos de cero, que conocería mi parte educada y cordial, y yo conocería su faceta de hombre mundano, y no de héroe de cuento medieval —agregó. Le hubiera gustado agradecerle en todos los idiomas la forma en que se había convertido en su ángel protector; seguramente, la sensación que seguía acompañándola, era la pura evocación de aquel primer episodio en la que ella hubiera sido capaz de lanzarse a sus brazos, con tal de que la liberase del monstruo. Pero Bárbara, desde muy joven, era paralizada por el miedo, y sólo había atinado a sacar las garras confundiendo el enemigo. Deseó, con total sinceridad, que Predbjørn lograse desterrar la patética imagen que ella había dado, y le diese la oportunidad de demostrarle su gratitud, a pesar de no conocer los motivos del agradecimiento. Se sorprendió de que la llamase “contradictoria”, pero una vez más, decidió obviar las palabras, para no entrar en un debate que, seguramente, terminaría por desarmar el débil castillo de naipes que estaba siendo su conversación.

Desde el primer momento, el menor de los Østergård le había parecido sumamente excéntrico, pero cuando entró a la carpa, fue incapaz de disimular la sorpresa. La decoración parecía una versión miniatura de cualquier mansión; no imaginó que alguien fuese capaz de prestarle tanta atención a un espacio que se ocupaba escasos minutos, perdido entre los lodazales de las fábricas y de los escombros. La suya, si bien era amplia y cómoda, no gozaba de todos aquellos lujos, más que nada porque Bárbara, a pesar de su elegancia, en aquellas cuestiones tan masculinas, había decidido ser una dama rústica y ponerse a la altura de quienes la acompañaban. Nada de doncellas, nada de quejas, nada de remilgos en aquel lugar, todo era oscuro, poco cómodo y sucio. Sintió que había entrado a un oasis, y en parte, lo era. Admiró el sentido de la estética de su anfitrión, y estuvo a punto de emitir un elogio, cuando de pronto él quedó hincado en una rodilla frente a ella. Bárbara lo observó, primero con desconcierto, y luego un arrebato de temor le cruzó por el semblante, ensombreciéndoselo. Ella recordaba perfectamente le sensación de ser tocada por alguien que no fuese una mujer, el mero roce de un hombre le provocaba un ardor imposible de controlar. Dudó, lo que le pareció una eternidad, y cuando le quitó su calzado, colocándole el referente a la ocasión, sin siquiera tocar escasamente la cubierta de las medias, pensó que Predbjørn sería incapaz de dañarla.

Le agradezco —murmuró cuando le retiró el abrigo. La explicación la escuchó lejana, y si bien ya no sentía el terror inicial, aún existía la posibilidad de que él la tocase sin intención. Cuando se hubo sentado, al fin pudo relajarse, y pudo levemente disfrutar del simpático discurso que daba el anfitrión. —Té de jazmín, por favor —le pidió al empleado, que tras una reverencia, se alejó a cumplir con su tarea. —Permítame que haga una observación, Predbjørn: es usted el hombre más singular que he conocido a lo largo de mi vida —y no sabía si aquello era bueno o malo. Las preguntas la tomaron desprevenida, especialmente porque no esperaba que alguien como el hermano menor de su íntimo amigo, fuese a interesarse por algo tan pequeño como su color predilecto o su flor favorita. Luego, cayó en la cuenta de que era la primera vez que alguien le hacía aquella interrogación, y no supo qué responder; estaba tan acostumbrada a vestir el luto, que el negro era el único color que existía en su vida; de sus jardines se ocupaban los jardineros, y para ella todas las flores eran iguales, salvo los jazmines y las rosas, porque de ellos bebía té, pero debía hacer un gran esfuerzo para identificarlas en su estado salvaje. Sintió pena de sí misma. —Seguramente se reirá de mí, pero no sé responder a sus preguntas. Hace mucho tiempo que no me detengo en ese tipo de detalles —se removió incómoda, esperando una burla. Agradeció que el empleado interrumpiese justo en ese instante y llevase a cabo el ritual de colocar el agua caliente en la flor, ésta, a su vez, se abría dispensando su aroma y sabor; finalmente, se lo sirvió en una taza de porcelana. El silencio del momento sólo era roto por la lluvia, ahora más intensa, que golpeaba con fuerza la carpa. —Así que conoció a mi difunto esposo… —comentó, por fin. —Lord Turner era un gran hombre, no fue justo que partiese tan rápido —sorbió el primer trago de té, y sintió una profunda satisfacción. Era de los mejores que había probado. —Tenía razón, está consintiendo mi exigente paladar —aseguró con una mueca afable que le endulzaba escasamente la expresión.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Jue Ene 15, 2015 11:23 pm

Se dio cuenta que también podía ser agradable, y pasarla bien. La mayoría del tiempo se comportaba cómo un idiota. Era un mecanismo de defensa tanto como una forma de ser. Aquello lo había aprendido desde pequeño, primero con sus padres, mostrarse rebelde lo ayudaba a llamar la atención de sus progenitores, de esa forma no sólo veían al perfecto Damien. Después se le notó un poco más, todo gracias a a la muerte de los mismos. No le importaba meterse a peleas callejeras, mucho menos a robar (incluso sin tener la necesidad), su hermano lo sacaba de los calabozos en cualquier momento, y lo peor es que nunca le reprendió por sus acciones, sino que se echaba la culpa. Tanta auto comparecencia que mostró su hermano mayor lo ponía peor, le daba un humor tan poco tolerable que ni siquiera la servidumbre quería atenderlo. Ahí fue donde comenzó sus negocios. Todos de forma clandestina, todos iban contra la ley, aquello lo estimulaba más y más. No se podía negar que era bueno cómo un negociante, en un par de meses ya era más que rico, respetado, y temido. ¡Con poca edad! Él mismo se miraba en el espejo y no se reconocía, a veces el mismo terror que veía en los ojos ajenos se lo veía en el reflejo del espejo, aunque por algo muy diferente del resto. Le daba terror no saber que le depararía, era tan impaciente que deseaba saber el futuro.

¡Si! Predbjørn era un desastre, un hijo de puta bien hecho, alguien que no creía en el cielo, la bondad, o una realidad limpia. Se veía consumido en las llamas del infierno. No iba a ser torturado, porque su alma no era de un pecador cualquiera. Él iba a estar a lado de Lucifer, beberían juntos e incluso se fornicarían a las mujeres frente a frente. No le molestaba eso, por el contrario, una vida llena de excesos en todos los aspectos le llamaba la atención, cuando muriera llegaría la hora de gozar cómo rey, sin embargo mientras se encontrara en la tierra, iba a coronarse él sólo y después haría a la fuerza que los demás le reverenciaran. Ya lo tenía todo planeado, y las cosas que él deseaba las hacía realidad. ¿Había alguna duda? Por supuesto que no. Bastaba con ver esa mirada petulante para convencerse de la realidad.

Sin embargo, todo hombre, toda mujer, toda criatura pensante y de sentimientos tiene un punto débil. Es cierto, el joven odiaba a la esposa de su hermano, la había odiado desde el  primer momento, pero él debía ser honesto. Le había dado el mejor regalo, ese que jamás creyó podía llegar, y mucho menos respetar, peor aún sabiendo que es una mujercita. Fredika había llegado en el mejor momento. Le había dado a su tío una forma distinta de ver el mundo, y le enseñó a sentir cosas completamente positivas. Había amado con el corazón desde que la vio, tan pequeña, tan frágil, tan delicada y hermosa. Desde ese momento se juró protegerla, darle todo lo que necesitara, y hacerla feliz, sin que sintiera que era menos, no le dejaría repetir lo que él había vivido, y no dejaría que necesitara hacer locuras para poder llamar la atención. Ahí, con ella, con ese pequeño ser, se dio cuenta que había esperanza, que había una parte suya buena lista para ser rescatada.

Si me da ventajas sacarle aquel mal encuentro a la luz, entonces no dude que lo repetiré las veces que sea necesario — Se encogió de hombros con naturalidad. Él no iba a esconder parte de su naturaleza, esas manitas suyas de patán, y también el hecho de buscar las formas de siempre ganar. Bárbara estaba gozando de una parte suya que sólo Fredika tenía el privilegio de ver. Algo que a él mismo le sorprendía, pero que no le molestaba. Ser un asco de ser humano, no impedía también disfrutar cosas nuevas, por ejemplo ser amable con una mujer hermosa. ¿Qué tenía ella de diferente? No lo sabía, quizás su elegancia, su belleza, su inteligencia, y aquella valentía y fuerza que le había mostrado la primera vez. El joven había dado una bofetada a la primer mujer que le rechazara su ayuda desinteresada, y sólo por orgulloso. A ella la “perdonó”, no hizo ni un pequeño gesto de querer agredirla o darle una lección - Estamos empezando de cero, pero también podemos sacar pequeños recuerdos a la luz, mismos que también en un futuro le sacaré de sus labios, algo la perturbaba esa noche, algo la tenía mal, y es relacionado a ese hombre, conozco las miradas, la expresión corporal, a mi no me va a engañar, el primer paso para poder superarlo es aprender a contarlo - Una nueva sorpresa, él no era un terapeuta, pero sabía algunas manías de ellos, los cuales les darían una buena vida a las personas, y si se le sumaba era de esos que generaban esas miradas, también sabía como liberarlas, cómo llevarles a la paz, pero no, no lo diría todo tan rápido.

¿Singular? — Se quedó meditando esa palabra. A lo largo de su vida siempre quiso ser único, darse a notar, que los demás lo admirarán y lo vieran cómo un ejemplo a seguir. Eso no tenía nada de malo ¿no? Quizás sí, dependiendo del enfoque, claro — Viniendo de usted lo tomaré como un halago, y no aceptaré que me cambie la idea — Alzó su copa de whisky, lo hacía cómo si estuvieran brindando por las palabras, por el momento, por el encuentro inesperado. — A mi me falta mucho conocerla, no me gustaría darle un juicio de valor antes de tiempo, sería irrespetuoso de mi parte ¿no lo cree? — Suspiró, poco a poco fue relajando un poco más su postura.

Mi color favorito es el rojo, más si está en los labios de una hermosa mujer,no me mal interprete, no se trata del morbo que eso conlleva, sino de una forma de la carnosidad, las mujeres son más que curvas, y otras cosas  — Intentaba aclararlo, muchos creían en las personas degeneradas, en esas que con cualquier cosa ya estaban teniendo una erección, una fantasía o buscaban comprar a una femenina para fornicar. El pequeño del par de hermanos buscaba darle otro enfoque a la vida, a las personas. — Mis flores favoritas son los tulipanes, tienen una capacidad de levantarse cada día que no va alejada de los humanos, claro, si lo quisieran de esa manera — Para él todo tenía que tener una interpretación especifica, todo iba de la mano de simbolismo — Ahora póngase a pensar al respecto, que no se irá sin que yo tenga respuesta a cada una de las preguntas que haga, cómo es nuestro segundo encuentro, el primero con el pie izquierdo, no seré tan entrometido, no por ahora — Dio un nuevo trago a su whisky sin dejar de mirarla de manera analítica.

Déjeme aclararle una cosa. La vida y la muerte no vienen de la mano con la justicia, si usted es religiosa, creerá que no es justo que los sacerdotes mueran porque ellos dan la palabra de Dios, para los recintos educativos no es justo que sus profesores más preparados mueran, porque la forma de educar va decayendo, se va volviendo menos efectiva, y así podría hacerle un resumen sobre lo injusto de la muerte, a su marido le tocaba el momento, no se trata de justicia o no — Se relamió los labios, para él la muerte era inevitable, sí, igual que al resto, sin embargo no le temía, y no pensaba demasiado al respecto. No había sido justo hace unos años que a un jovencito se le murieran sus padres, pero ahí se encontraba — Recuerde que no todos somos tan buenos cómo cree, que algunos son peores de lo parece ¿qué tanto conocía a su marido? Tengo tantos secretos de él. Incluso podría yo reclamarle algunas ganancias, porque éramos socios — Burlona había salido su sonrisa, no le diría por completo toda la información, pero al menos le daría pistas. Ella merecía saber la verdad. ¿Por qué coño quería que lo supiera? No lo sabía, y no se cuestionaría, simplemente el tiempo le enseñaría.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Mar Mayo 12, 2015 11:57 pm

A Bárbara le resultaba completamente extraña la naturalidad con la que su anfitrión hablaba de temas que entre un hombre y una mujer no debían tocarse. Jamás había escuchado a un caballero dirigirse a ella de aquella forma, como si se tratase de una igual. Su condición de fémina en nada lo frenaba para tocar temas de la intimidad, como aquello que más le gustaba del sexo opuesto. Y si bien había algo que a la viuda la escandalizaba, se cuidó de no mostrar ni sorpresa ni juicio, pues ella había dado el puntapié inicial a la indiscreción, aceptando su invitación sin una acompañante que ejerciese de chaperona. Conocía las normas sociales a rajatabla, pues las tenía tatuadas en la moral, y si bien intentaba, en ocasiones, rebelarse ante éstas, había algunas, como su pudor, que prefería mantener fuera de foco. Pero había una curiosidad –y, también, culpa- que la habían llevado a sublevarse contra lo socialmente aceptable, y se había inmerso en el extraño universo que Østergård le ofrecía. Él era generoso con su invitada, un despliegue completo de encanto que seducía abiertamente, aún sin quererlo. Bárbara no veía nada premeditado en él, se lo notaba distendido y relajado, pues estaba en su territorio, ella sabía que el poder y el mando allí lo tenía Predbjørn, y optó por una posición contemplativa y más bien sumisa. Descubrió que le gustaba escucharlo hablar, que tenía un francés perfecto y que su voz era grave y masculina, una total incitación.

Cayó en la cuenta que jamás había mantenido una conversación tan informal, ni siquiera con quienes la creían su amiga. Su vida era una gran estructura predeterminada, cada charla era casi un libreto de teatro, y eran contadas las ocasiones en las que podía ser natural y espontánea. Bárbara sabía que cada día, al levantarse, se colocaba una máscara y montaba un personaje, y hasta solía creerse sus mentiras. Su mundo interno era complejo, y solía notar que ni ella misma se conocía tanto como creía. Reprimir tanto sus emociones terminó endureciéndola hasta la exasperación, y si no fuese por la sensibilidad que mostraba hacia sus animales y el deje de solidaridad que la caracterizaban, podría haberse dicho que, en lugar de un corazón, Dios le había colocado una piedra en medio del pecho. Era calculadora, no daba un paso sin anticiparse a los tres siguientes, analítica y paciente, quizá por eso no le costaba escuchar a Predbjørn en silencio, asintiendo tranquilamente a sus palabras mientras se deleitaba con la infusión que le endulzaba y entibiaba los labios y el paladar. Él era encantador, un encantador de serpientes, y la joven no tenía deseos de convertirse en la víbora que Østergård envolviese con su música, pero su influjo era innegable, y poco a poco fue abandonado su constante postura tensa, y hasta se dio el gusto de apoyar escasamente su espalda en el respaldar de la silla, descansando de su posición erguida y completamente recta, aunque el corsé tan ajustado no le permitía demasiado relajarse.

Le costaba creer las respuestas poéticas que el hermano de Damien tenía para todo. No parecía la clase de hombre que se detuviera en aquellos análisis tan hondos sobre detalles tan ínfimos e insignificantes como las flores o los colores. Lo había juzgado anticipadamente y, por primera vez, creía haberse confundido con alguien. Era duro y problemático, lo sabía por boca de su amigo, pero a quien tenía enfrente era a un caballero sensible con una tristeza profunda detrás de aquellos ojos endiablados. La oscuridad de su mirada podía quebrantar la voluntad más férrea, pero Bárbara notó que el camino transitado no era casual, que había emociones que lo torturaban y lo habían llevado a actuar de la forma que lo había hecho. Tenía en claro que no lo haría partícipe de las confesiones que Damien le había hecho, pero prefería arrojar al viento los preconceptos y formar los nuevos, pues Predbjørn estaba demostrando ser algo completamente distinto a lo que se decía y se sabía. Se sintió, de cierta forma, privilegiada. Era consciente del hecho de que él no se abría de aquella manera con cualquiera y que la hubiera elegido, luego de lo desastroso del primer encuentro, le mostraba la calidad humana de su anfitrión. Sin embargo, no pudo simular la incomodidad al mencionar secretos de su difunto esposo y comenzó a dudar de la bondad de aquel encuentro, de la casualidad que podía significar, y su instinto le dio la voz de alarma. ¿Y si la había llevado allí, la había atendido cordialmente para, simplemente, reclamarle? ¿Qué negocios tenía con su esposo? Un millón de interrogantes se agolparon en su garganta, y los acalló con un trago de té. Depositó suavemente la taza en el platito y volvió a erguirse. Sería cauta, pero se sentía decepcionada por el rumbo final que había tomado el diálogo.

Seguramente usted haya conocido a mi marido más que yo. Tuvimos escasas horas de casados —comentó, aunque suponía que él era conocedor de la situación, pues a nadie se le había ocultado la muerte casi en plena boda. —Al fin de cuentas, ¿qué esposa sabe el total de los secretos de su esposo? Diría que ninguna, aunque a mí me tocó la privilegiada posición de tomar la rienda de sus negocios. A quienes he conocido y que me hablaron de Lord Turner, todos han tenido palabras cordiales y de sinceras condolencias por su muerte, más no puedo tener un concepto formado, pues en muy pocas ocasiones tuve contacto con él y la vida no nos dio la oportunidad de compartir un largo matrimonio —Bárbara se comportaba como la viuda que debía llevar a cabo, como la dama que le habían enseñado que debía ser. Pero era una mujer de negocios y muy, muy desconfiada. —Sin embargo, si hay algo que entre ustedes haya quedado pendientes en cuanto a sus finanzas en común, es conmigo con quien debe tratar y, si hay algo que deba entregarle, por justicia que será así —su voz había mostrado serenidad y cierta calidez, aunque había vuelto a levantar el muro entre ellos, y con el correr de los segundos, se dio cuenta que lo lamentaba. Por un instante, pensó que Østergård realmente gustaba de su presencia y que no era un mero contrato social más.

¿Puede informarme sobre los negocios que tenían juntos o tendré que averiguarlo por mis propios medios? Pues permítame decirle, no vi su nombre en ninguno de los papeles que se me legó, como tampoco ninguno de los socios o apoderados dejó deslizar su nombre —se removió en su silla. Hacía poco tiempo se había enterado del lado oscuro de Lord Turner y aún estaba entre la espada y la pared, y que Predbjørn no hubiera aparecido en los emprendimientos legales, sólo podía significar que él era uno de aquellos con los que su marido mantenía relaciones por fuera de la ley. Aquello sí que la había tomado por sorpresa, y se dijo que debía averiguar si le habían obviado aquella información. Era de público conocimiento que se los había visto conversar en una fiesta, los propios allegados a Turner habían sido testigos oculares del intercambio, y realmente los pisotearía si no le habían dicho quién era realmente Predbjørn Østergård. Se sentía una completa estúpida e ignorante, y esas eran dos palabras que no podían utilizarse para definir a alguien como Bárbara. Lamentaría si su acompañante era un cómplice y todo aquello era una jugada para dejarla mal parada y desorientarla, además de empujarla un paso más hacia el abismo en el cual caería pronto de no tomar una rápida decisión. —Le agradecería que no oculte información, que diga con crudeza y sinceridad lo que deba decir. No soy una mujer temerosa y nada de lo que diga va a horrorizarme. Hace poco descubrí algunos aspectos de Lord Turner que hubiera preferido no existieran, y si usted tiene que ver con ellos, creo que es hora de poner las cartas sobre la mesa —lo miró fijamente. Estaba dispuesta a sonsacarle todo, no debía perder detalle alguno.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Vie Jun 12, 2015 11:50 am

Dentro de él existía un ángel, y también un demonio. O quizás varios demonios. El muchacho no podía mantener una postura tranquila y serena por mucho tiempo, resultaba volverse una especie de bomba, misma que explotaba en cualquier momento. Él estaba consciente de su realidad. Todo aquello que pasara o se encontrara a su alrededor se destruía, se quemaba, o resultaba sin vida. Se encontraba consciente de ello, y no le molestaba en nada. Predbjørn conocía muy bien sus defectos, pero también que sabía controlarlos, a fin de cuentas él era dueño de sus acciones, nadie más. Aquella situación la había tornado a su antojo. Podría parecer un imbécil, pero picotear a Barbara un poco le hacía también conocerla, y es que la mujer se encerraba entre cuatro murallas impenetrables. Para él no existía los imposibles, y por eso sabía de sobra que la parte negativa de las personas eran las más sinceras. Muy probablemente la mujer terminaría por odiarlo, como su gran mayoría, pero si peleaba siempre con su hermano, y hacía sentir mal a su sobrina ¿qué importaban los demás? Ella no tendría porque importar más o menos que el resto, muy por el contrario.

Bárbara se había incomodado. De eso no había duda. Probablemente la mujer creía era una excelente actriz, pero cuando en una habitación los dos se llenaban de mascaras, uno de ellos podía notar las del ajeno. El joven se había encargado durante toda su vida a desenmascarar personas, ella estaba en proceso de. Darse cuenta de lo incomodo ayudaba para poder llenar de gratificaciones. ¿Cuáles eran los pasos a seguir del muchacho? No lo sabía, sólo deseaba conocer más de ella. No se tratara de un experto en lo educado y cordial, estaba haciendo un esfuerzo grande, evidentemente tenía tropezones, pero de los mismos se sacaba provecho. ¿Qué debía decirle? ¿La verdad? No lo haría, no del todo, porque todo tiene un precio, y la verdad era el doble de caro. Al menos en esos tiempos.

Relájese — Le sugirió el hombre. — No debería molestarse por lo que digo, debería tomarlo como pistas de ayuda que un nuevo conocido le están ofreciendo. — Negó — ¿Qué sería de los magos si revelaran todos sus trucos de magia? No podrían cobrar ni un franco, y morirían de hambre. — Carraspeó y se inclinó hacía el frente, no le quitó la mirada ni por un momento — ¿Qué sería de mi si le contará todos mis negocios a los demás? Sería pobre… — Negó — Bueno, no, jamás sería pobre, mi mente me dota para crear los negocios que funcionan, un gran privilegio, sin embargo podría estar en la cárcel, o incluso muerto, no por todos, aclaro — De nuevo le estaba dando algunas pistas, mismas que le llevarían a obtener la verdad a fondo — No se equivoque, yo no estoy aquí para pedirle nada de sus ganancias, ya sean buenas o malas, como le dije, tengo el dinero suficiente, no me fío siquiera de mis más allegados socios, y es que el dinero te lleva a realizar actividades que nunca creíste posible — El sonido de la lluvia se volvía más intenso, parecía que el clima no quería ayudar en nada a los avances de las construcciones, sin embargo ayudaba a la permanencia de ese encuentro. Los deslaves se encontraban a la orden del día. El joven no la dejaría salir aunque ambos se enojaran, y todo era por la seguridad de ambos. Él tenía vidas en sus manos, pero no bajo el ojo publico. Era cuidadoso con eso, por más accidente que todo fuera.

Probablemente yo haya conocido mejor que todos a su marido, y también por eso le digo que de nada sirve que yo le diga, seguramente le dejó pistas, mismas que pueden estar muy a la vista, pero resultamos ignorar, no se quiebre la cabeza, tenga por seguro que no le dejó algo que no pueda manejar. Era un hombre ambicioso, sí, pero no era egoísta, mucho menos cruel, y si recuerdo bien, la escogió por ser una mujer inteligente, por sí, los hombres evaluamos bien a quienes serán la madre de nuestros hijos — Un halago que se disfrazaba. Se estaba comenzando a molestar por la postura de la mujer; demasiado a la defensiva, él simplemente quería ayudar, parecía que las cosas no le resultaban de tal manera, quizás lo mejor era no querer hacer nada por nadie, así las cosas no se complicarían. Para su mala suerte a él le fascinaba lo complicado.

De mi boca nunca saldrá las cosas malas que hago, cada palabra mía puede ser usada en mi contra. ¿No le parece? — ¿Quién lo creía? ¿Un principiante? ¿Un tonto? además, la mujer no estaba en posición de exigirle nada. No tomando en cuenta su comportamiento del primer encuentro, por sí, Predbjørn lo iba a sacar a la luz hasta que pudiera, hasta que se sintiera compensado. Pidió que le llevaran otra copa, pero en esa ocasión ordenó algo que fuera más fuerte. Le encantaba tomar una buena copa en días como esos, aunque antes de estar con una mujer que lo mirara de forma inquisitiva, quizás tendría un libro en su regazo, o mejor aún, una mujer.

No juzgue a un hombre por sus trabajos sucios, a veces es necesario, más cuando se pretende tener a una mujer con una buena calidad de vida, y no hacer padecer a los futuros hijos. — Se encogió de hombros, obviamente él todo lo hacía por placer o ambición, pero conoció al difundo,  independientemente de sus malos trabajos, todos los había hecho para un buen fin. No se le podía culpar por eso. — ¿Y ahora que va a decir? Probemos, quizás pueda ser buena persuadiendo y termine por darle un poco más de información, aunque creo que ya le di la suficiente — Se encogió de hombros, de nuevo apareció esa sonrisa sarcástica.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Dom Jul 12, 2015 12:32 am

Estaba jugando con ella. Y Bárbara detestaba que hicieran eso, que la tomaran por tonta, que jugaran al gato y al ratón; o al menos, cuando le tocaba el rol del ratón. Era una mujer tan de negocios como su anfitrión, tampoco era de la clase de persona que se fiaba de los demás, y si de alguien desconfiaba, era de los socios que le habían quedado de su marido, y tampoco ponía las manos en el fuego por aquellos socios que había adquirido por su propia cuenta. En sus manos estaba la fortuna de Europa, siendo el Banque de France una de las primeras entidades de su tipo, y su difunto esposo había sido el creador de tamaño imperio. Si Bárbara decía que no, arruinaba a un hombre económicamente, si decía que sí, lo enriquecía; tal era su poder, que había visto a muchos que se jactaban de machos tirarse a sus pies rogándole, pidiéndole piedad. Y, si bien no había disfrutado de la humillación a la que se habían sometido, el poder era algo a lo que había terminado tomándole gusto. Nadie podía decir que no fuera justa, aunque severa e incorruptible. Le habían ofrecido el oro y el moro por vender sus ideales y, sin embargo, ella no había dejado que hicieran mella en su moral; en primer lugar, porque no lo necesitaba, en segundo lugar, porque no le interesaba, y por último, porque si algo le gustaba, era tener en su puño a aquellos que la subestimaban. Encontraba un placer casi promiscuo en la sumisión de aquellos que no la habían creído capaz de manejar la entidad bancaria; claro, era una viuda de veinte años, que escasamente había salido de su casa, que había recibido una severa educación religiosa, en la cual las finanzas y los negocios habían estado excluidos, pero Bárbara había dado por tierra con todos los prejuicios y eso era algo que nadie podía quitarle.

Y quizá era por eso que Predbjørn, en parte, le agradaba. Era un ajedrecista, pero la joven tenía la certeza que aquella arrogancia era natural, que su modo de dirigirse a ella lo tenía para con todos y no era una forma de intentar rebajarla. La estaba poniendo a prueba, y para hacerle honor a la verdad, Bárbara estaba harta de estar siempre en evaluación. Todos, absolutamente todos los que la conocían, a pesar de saber de sus logros, la ponían bajo la lupa y no perdían ni uno sólo de sus movimientos. Pero ella soportaba con el estoicismo de una reina, y no sería Østergård ni ningún otro el testigo privilegiado de verla flaquear. Se instó a mantener la compostura y se relajó nuevamente, tras una larga inspiración, en la que sus fosas nasales se llenaron del aroma del jazmín mezclado con el de la tierra mojada. El aguacero no cesaba, y continuaba creyendo que su acto de osadía de haber acompañado al hermano de su amigo hasta su tienda, era de un arrojo imperdonable y que lo pagaría caro. Pero no era de la clase de mujer que volvía atrás con sus decisiones, y si bien debía pedir un mensajero que fuese hasta su tienda y enviase por sus hombres para buscarla, lo cierto era que se sentía segura bajo aquella carpa y en compañía del enigmático caballero, más allá de cualquier entredicho casi inofensivo que había entre ambos.

No estoy pidiéndole que me cuente sus pecados, Predbjørn —ironizó. —Si tiene algo que purgar, no seré yo quien le otorgue el perdón, para eso existen autoridades competentes —una sonrisa, de aquellas casi imperceptibles, le suavizó los carnosos labios. —Créame cuando le digo que no quiero conocer todos sus negocios, yo tampoco tengo por qué revelar los míos, aunque todos son legales y en su mayoría de público conocimiento —en otros, tenía testaferros y seudónimos, especialmente aquellos en el extranjero, pero esa era una información que protegía celosamente y que, estaba segura, Østergård no manejaba, al menos no con precisión. Sabía de la capacidad de las personas que había contratado para cuidar de aquellas empresas, y la discreción había sido un arma fundamental para concretarlas. Claro, nunca se embarcaría en negocios sucios pero debía resguardarse, ya que su situación era delicada y, justamente, por cuestiones en las que el caballero estaba involucrado y podían perjudicarla demasiado.

Creo tener la suficiente información como para decidir si quiero o no continuar con el legado de mi difunto esposo. Lo cierto es que la esclavitud, la prostitución y el contrabando de bebidas alcohólicas no es algo en lo que hubiera elegido invertir —una mirada perspicaz asomó en sus pupilas claras. —Pero, por supuesto, en éste mundo todos tenemos criterios diferentes, y está más que claro que Lord Turner y yo no coincidimos a la hora de manejar la fortuna —se acomodó en su silla, agradeciendo haber tomado por sorpresa a Predbjørn. Seguramente no esperaba que fuese tan directa. —En varios círculos se comenta sobre los barcos negreros y los prostíbulos que poseía mi marido, y al menos en el medio que nos movemos, no es secreto para nadie las presiones a las que estoy siendo sometida —mordió su labio inferior suavemente, antes de continuar. —Pero, quisiera saber, Predbjørn, si es usted uno de los tantos que envía misivas anónimas a mi residencia, con cierto tono amenazador, o si, aprovechando que estamos frente a frente y que hemos hecho las paces, tendrá la generosidad y la caballerosidad de decirme qué pretende de mí —el tono suave de su voz, a pesar de la gravedad natural de ésta, en nada condecía con el dardo venenoso que acababa de lanzar directo al blanco. Si Østergård prefería una charla laberíntica, Bárbara le plantearía el juego a su manera.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Predbjørn Østergård Jue Oct 22, 2015 8:36 pm

La sonrisa satisfecha de un hombre que se cree va ganando un juego, apareció. Era evidente que la estaba picoteando, y todo para poder comprender un poco más de lo que había detrás de ese rostro fino, y hermoso. El hombre, no necesitaba saber demasiado de sus negocios. Era cierto, se trataba de alguien vanidoso, ambicioso, y que sólo se acercaba a ciertos seres humanos por interés. Algunos lo llamarían superficial e interesado, él se llamaba así mismo como alguien inteligente, porque de todo sacaba una grata ventaja. El menor de los hermanos Østergård, aunque no lo pareciera, era experto descifrando personas, adentrándose en sus secretos más sucios, o incluso perturbadores, pero sólo mostraba interés cuando alguien o algo verdaderamente valía la pena. Suspiró aún con esa sonrisa amplia, ella le estaba dejando ver más de lo que seguramente se imaginaba, y es que le dejaba en claro su carácter, y sus manías, mismas que distaban del resto de las mujeres. Ella no doblegaba las manos, a pesar de encontrarse en una sociedad machista, dominante, cruel, y sobretodo letal con aquellas féminas atrevidas.

Sin embargo por primera vez en la noche la incomodidad se hizo presente. ¿Qué pretendía con ella? ¿Acaso no era claro? Conocerla, por supuesto. Perturbarla también, pero sólo lo justo, lo adecuado, lo que consideraba pertinente, nada más que eso. No habían dobles intenciones, no deseaba aprovecharse de su fortuna, y tampoco doblegarla; tenerla bajo sus pies. Bárbara le resultaba una especie de flor silvestre, de esas que no puedes alterar su entorno o terminaba por morirse en un abrir y cerrar de ojos. Negó un par de veces, no se sentía seguro al responder algo así, también era comprometerse demás ¿o no? Ya ni siquiera entendía que era lo que estaba pensando, porque quizás sus pensamientos no eran lo suficientemente claros.

No se ha dado cuenta entonces de lo que soy, de como soy, y de como actúo — Mostró una mueca de desilusión y desagrado — ¿De verdad me considera ta cobarde como para mandar misivas anónimas? ¿de verdad me cree tan débil como para no terminar con su vida con mis propias manos? Recuerde que está en desventaja, usted es mujer, yo tengo todas las de ganar, de nada me serviría jugar al hombre dominante y letal, si en realidad no puedo terminar con una mujer que se muestra salvaje, pero que tiembla ante la presencia cercana de un varón — Se mofó, y no porque se burlara de ella, más bien por que lo estaba subestimando. ¿Acaso Bárbara no notaba de como era en realidad? De verdad se sentía decepcionado, y a la vez se ponía a analizar la situación. Quizá él se comportaba muy blando con ella. Si, quizá eso era.

De verdad se toma demasiada importancia ¿Qué voy a pretender? En este momento sólo tener una platica amena, en la que ambos podamos hacer las pases, y empezar de nuevo, recuerde que yo hice mi acto heroico al tratar de sacarla de una situación incomoda, misma que usted despreció, incluso estoy dándole ese respeto que no se merece por su trato, y ahora cree que sacaré de nuevo ventaja ¿no cree que está actuando como una paranoica?Porque en realidad eso parece, y no es agradable — No mentía, pero entre sus palabras tampoco decía mucho de lo que tenía en mente, porque por primera vez no estaba trazando una ventaja con ella, simplemente se estaba dejando llevar.

Si tanto le incomoda mi presencia, o tan ruin me cree — Sonrió con ironía— Bueno, lo soy, pero no lo estoy siendo con usted, no de la misma manera, me estoy comportando como mi difunta madre intentó enseñarme, pero parece que todo lo que hago, le molesta — Chasqueó la lengua — Así que la invito a salir de aquí, a caminar, y no dar vuelta atrás, prometo no volver a importunarla, es un poco fastidioso tener buenas intenciones, y que crean todo lo contrario, así que no pienso seguir aguantando sus manías — Y era cierto, aunque la mujer le interesaba, lo cierto es que no estaba para aguantar estupideces de nadie.
Predbjørn Østergård
Predbjørn Østergård
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 133
Fecha de inscripción : 30/08/2012
Edad : 36
Localización : Paris, Francia

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Bárbara Destutt de Tracy Lun Dic 28, 2015 10:34 pm

Predbjørn Østergård parecía esmerarse en sobrepasar la línea del respeto. Hasta el momento, Bárbara se lo había permitido por vergüenza ante el desafortunado primer encuentro, y por la culpa que le generaba haber sido poco cordial con él. Había intentado, por todos los medios, contenerse ante su destrato y falta de caballerosidad, pero, simplemente, no estaba acostumbrada a recibir aquellos envites. No era la dama sumisa y retraída que la sociedad esperaba, y mucho menos callaba cuando la estaban atacando. No era una cuestión de susceptibilidades, pero Østergård había terminado tocando una cuestión demasiado profunda y oscura, para poder quedarse unos minutos más allí. Si él pretendía que soportara estoicamente la forma despectiva en la que le hablaba, y aceptara su juego burlesco del gato y el ratón, donde ella era la ratita estúpida que huía, estaba equivocado. Si estaba acostumbrado a que el mundo girara en torno a su agresividad disfrazada de galantería, la viuda de Turner no lo seguiría por ese camino. Ella, por sobre todo, era una mujer digna; batallaba día y noche contra los demonios de un pasado que amenazaban con alimentarse de su alma, y había jurado no permitirle a nadie que volviera a humillarla o hacerla sentir inferior.

No aceptaré sus amenazas —se defendió. El muy descarado se había atrevido a relatarle que podría asesinarla, y lo cierto era que Bárbara lo creía capaz. —Cualquier persona merece respeto; usted no me conoce, no sabe por qué actúo como actúo, como tampoco logro comprender por qué usted hace lo que hace —se puso de pie, pues la invitación a retirarse le parecía la mejor de las opciones disponibles. ¿Quedarse allí y continuar tolerando que él le reprochase una actitud por la cual ya había pedido disculpas? Si Østergård tenía pensado descargar todas sus frustraciones en su figura, Bárbara no iba a permitirlo. Ella sabía lo que era estar hundida en la miseria, pero no por ello direccionaba su violencia hacia quienes la rodeaban. La actitud de su anfitrión parecía la de una mujer despechada, y no la de un caballero. Ella había tratado con rufianes con mejores modales que él, y lograba comprender por qué Damien padecía tanto con el muchacho.

Le agradezco el té y las buenas intenciones —se dirigió hacia el sitio donde sus chapines descansaban. No era la clase de mujer que se pusiera sus prendas en soledad, pero ante la falta de una doncella, se vio en la penosa necesidad de agacharse y maniobrar con el incómodo vestido para lograr calzarse. —Imaginé que usted era un hombre de razones, que podríamos entablar una conversación sin caer en infantilismos absurdos, pero al parecer, no —dijo, una vez terminada la terrible tarea. Nunca más debía salir sin su doncella, así se dirigiese al fin del mundo. —Lamento mucho haberlo importunado en nuestro primer encuentro, y haberlo hecho en ésta también. Nunca mis intenciones fueron las de ofenderlo o herirlo, como al parecer, ha ocurrido. Soy una persona de bien, educada en las buenas costumbres —ese grado de hipocresía la sorprendió. Decir semejante mentira, luego de los años de convivir con su abuelo abusivo, era más de lo que podía soportar. Había aprendido que el hermano de Damien sacaba lo peor de ella— y he intentado ser amable con usted, a pesar de los negocios que tenemos en común y que tanto me incomodan —tomó la falda entre sus manos y la alzó levemente. Llovía torrencialmente, pero no le importaba. —Que tenga un buen día. Permiso —giró, y salió sin permitirle replicar.

Se sintió más humillada que nunca. Caminando bajo la tormenta, los pies embarrados y temblando de frío. Ella no era culpable por su pasado, el cual no había elegido. Había hecho con eso lo mejor que podía, y recibir directamente un recordatorio de su rechazo hacia el sexo opuesto, le había parecido innecesario. Predbjørn Østergård era la clase de hombre con la cual ella había decidido nunca relacionarse, y a pesar de sus intentos de cordialidad, no habían llegado a un acuerdo. Él no había logrado captar sus intentos de picardía, así como ella no había conseguido que fuera sincero.
avatar
Bárbara Destutt de Tracy
Humano Clase Alta
Humano Clase Alta

Mensajes : 2043
Fecha de inscripción : 27/05/2012
Edad : 244
Localización : París

DATOS DEL PERSONAJE
Poderes/Habilidades:
Datos de interés:

Volver arriba Ir abajo

Just cause || Privado Empty Re: Just cause || Privado

Mensaje por Contenido patrocinado


Contenido patrocinado


Volver arriba Ir abajo

Volver arriba

- Temas similares

 
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.