Pillado [Privado-Asura] + 18

Recuerdo del primer mensaje :

Promesas incumplidas que se desvanecen... como un suspiro.





Desde que regresó a Paris, hacía unos meses, había cerrado tratos y otros sin embargo, seguían en el aire esperando a ser zanjados. No era fácil, nadie querría una herencia como la suya, llena de trampas y de negocios que se fueron a pique, otros ni siquiera se llevaron a cabo. Y todos ellos, guiados por su padre. ¿Cómo haría para ponerlos todo en orden? No solo debía dinero, ya pagó una cantidad considerable para saldar algunas deudas, teniendo que terminar por no prescindir de su casa italiana donde se crió.

Todo tenía un precio y el italiano lo estaba pagando con creces. Aún le parecía imposible verse en aquellas circunstancias pero ¿qué era mejor? ¿echarle valor y poco a poco ir saliendo de aquella trampa? O…¿simplemente rendirse, dejarse vencer y terminar entre rejas por fraude, impago? No deseaba tal cosa, por eso, se presentaba como el culpable y responsable de cada contrato firmado, haciéndose cargo como su padre debió haber hecho en su momento. Los negocios eran los negocios y no iban a poder con él.

Esa mañana, estuvo reunido con un compatriota italiano. Llegaron a un buen acuerdo, estaba totalmente dispuesto a cumplir cada una de las condiciones estipuladas y él a cumplir su parte del trato. Aquella persona, le acababa de ofrecer en bandeja el mejor contrato hasta ahora, parte de los inmuebles que aún quedaban pendientes en Paris, este comerciante estaba interesado y ambos llegaron a una buena oferta. El humor del italiano cambió a uno más alegre, se podía apreciar en su sonrisa amplia y en esos hoyuelos que se marcaban al sonreír.

Aún vivía en casa de Asura Nanami, intentó encontrar una vivienda acorde a lo que contaba en sus bolsillos pero imposible , también exigía pero acaso ¿no podía al menos disfrutar un poco de la vida a la que le tenían acostumbrado? Se crió en la clase alta italiana, una de las familias pudientes más conocidas en el terreno Italiano y en el Parisino, ahora..él intentaba que su apellido no cayese en el olvido con la etiqueta de “mentiroso y corrupto”, levantaría no solo su nombre también su propia existencia. Su padre ya estaba muerto y  a él le quedaba mucho por vivir, al final tendría que elegir un camino para él no tan vergonzoso, solo…tendría que conseguirlo si no…terminar por elegir ese sendero negro.

Se encontraba en su habitación de la casa cuando la puerta se oyó de fondo, de manera insistente. Éferon entrecerró los ojos, tomando alguna de sus pertenencias y asomarse, intentó que no le viesen por si acaso para ver de quién se trataba. Dos hombres vestidos elegantemente de negro, lo buscaban…estaba seguro de ello.

-Buscamos a Gianetti, sabemos que reside aquí ¿dónde se encuentra la dueña de la casa? -las formas no eran las correctas, no venían a conversar precisamente. Casos como este terminarían por ocurrir y no era para menos, lo temió y ocurrió. Éferon fue en busca de Asura, tenía entendido estaba en su habitación y entró en ésta como un huracán, cerrando la puerta a su paso y apoyar la espalda para de algún modo, no entrase nadie ni oyesen nada.

-Asura, me buscan. Te juro que no sé porqué es. Mi padre… están enfadados y. Andiamo,… -intentaba pensar, no sabía cómo pero si huía por una de las ventanas o puertas traseras terminaría por confiar que era ese al que buscaban, un delincuente -Intento solucionar pero todo es demasiado complicado, no puedo estar aquí, ni seguir viviendo bajo tu techo…tengo que irme, se me ocurrirá algo, lo solucionaré. Baja y diles que vuelvan más tarde… solo tengo que conseguir dinero, lo haré pero…ayúdame, per favore-la miraba a los ojos, con tono y gesto suplicante… estaba deseando que la tierra se lo tragase.

Sin duda, su amiga de confianza no se hacía ni una idea a cuánto ascendía su deuda. No era un simple pago, eran varios y de grandes cantidades. Nunca perdía los papeles, siempre pensaba antes de actuar pero después de no solo haber pagado gran cantidad de deudas, aún le quedaba al menos la mitad. Suspiró largamente sin poder articular palabra. Quería pensar en que podía dedicarse a la cocina, pagar y sobrevivir pero era imposible porque por mucho que ganase la deuda siempre sería mayor.

Ninguna de las tres opciones lo salvaría. Ni vender su cuerpo, ni siendo chef…y menos casarse. Era experto en decir lo que las señoras querían oír y eso podía aprovecharlo… pero a la vez ¿y si vendía su cuerpo? Ya lo hacía de forma gratuita solo por pasar un buen rato, ahora podía cobrar por ello y cantidades que ni se le pasaban por la cabeza. Sonrió a la joven , intentando que no leyese en su mirada esmeralda en lo que estaba pensando, ella le aconsejaría, siempre lo había hecho pero esta vez….

-Ni haciendo las tres cosas a la vez, cobraría tanto para pagar las deudas. No te miento, he temido por mi vida, ahora por la tuya… me han visto salir de tu casa. Le has confirmado que no me encontraba allí y no quiero, ni por asomo ponerte en peligro de ninguna clase. Al final, tendré que hacerlo . espero que lo entiendas. Te agradezco que me ayudes pero no puedo hacer otra cosa-se terminó el plato, las ganas del postre se habían evaporado como una nube de humo.

Ser invitado a comer, por ella, era algo que le avergonzaba en cierta parte, nunca tuvo un detalle con ella…solo un simple “hago la cena” era mucho pero no podía ser tan detallista como fue en el pasado. Antes ramos de rosas de todos los colores, ahora alguna cortada y robada de algún jardín desconocido.

-Buscaré a alguien en alguna fiesta, si no es para un negocio, porque para mí lo son… será para otro -estaba decidido, vender su cuerpo y buscar esposa… al final no solo valía con la cocina-No te enfades conmigo, sabes que no tengo opción y que te vean con un Gianetti afecta a tu reputación. Solo hay que mirar alrededor

Ella no se habría dado cuenta, muchos murmuraban en torno a la pareja. Seguramente chismes sin sentido pero volvían a juzgarle, ya no era solo vida o muerte…ahora los estaban acechando. Asura Nanami era muy conocida, ese apellido no podía quedar manchado y menos si él era el culpable. Bajó la mirada, avergonzado como si todos lo señalasen con el dedo…el italiano se estaba derrumbando. Las decisiones ya estaban tomadas.

Había intentado por todos los medios que Efe no tuviera que pasara por aquellas opciones, pero tras sus palabras comprendí de una forma algo un poco brusca, en aquel mismo momento, que él había tomado una decisión y que poco podía hacer yo para que desestimara. Aparte de eso, ¿quién era para que tomara una u otra opción? Yo podía aconsejarle y decirle mí opinión, una que aunque había escuchado seguramente no tomara en cuenta, yo había hecho todo lo que estaba en mí mano pero era su última palabra la que valía. Me gustara más, o me gustara menos su decisión, iba a aceptarla porque era lo que hacían los amigos. Lancé un suspiro llevando mis manos a mí regazo intentando que no se me notara el bajón que me había dado con sus palabras, ante todo quería que no lo notara.


-Has tomado una decisión y no creo que pueda, ni deba, hacer nada por cambiarla. Espero que con la decisión que has tomado te ayude en tú camino para saldar esa deuda, de verdad que sí –el buen humor se había esfumado de golpe, así que esbocé una sonrisa como pude y que fuera lo más realista que pudiera cuando no era así como me sentía- Sabía que tarde o temprano ibas a irte de mí casa, era algo lógico. No te ibas a quedar para siempre aunque me hubiera gustado que fueran con otras circunstancias… pero hay que tomar y aceptar las cosas como vienen. –Hice una pausa dejando que él dijera cuales eran sus planes, no me gustaban pero tampoco iba a decirle nada al respecto. Decía que no me enfadara… en realidad, no era precisamente enfado lo que sentía en aquel momento, sino algo de decepción. Tenía que aceptar las cosas tal cuales eran y quizás lo mejor sería que se fuera de casa, ya que como él decía, sabían donde vivía y no pararían hasta encontrarlo. Y quizás fuera lo mejor de todo, porque quizás poniendo un poco de espacio entre él y yo la mente se me despejara y se aclararan las ideas. Había sido como un sueño tenerlo allí, pero sabía que la burbuja explotaría y había llegado el momento. A mí no me importaba lo que la gente dijera, pero al parecer para él era algo bastante importante. Miré hacia un lado y con una de mis manos comencé a darle vueltas a la copa que había sobre mesa, girándola por la base distraída con mis propios pensamientos. No sabía por qué pero se me habían quitado las ganas de todo, incluso de estar allí con él- Aún sigues siendo tú Efe –mí mirada se puso en él, me costaba ver a mí amigo de aquella forma- Que no te quiten eso también

Por arte de magia, parecían haberle arrebatado su gracia, aquel aura que le acompañaba siempre se apagó de golpe y Asura podía notarlo. Sus orbes verdes bajaron hasta su plato ahora vacío. Quizás sería la última vez que cenase con ella, como dos amigos…dos personas que se conocían y les gustaba pasar tiempo juntos. En el mismo momento en el que saliesen por esa puerta, la vida de Éferon Gianetti cambiaría para siempre y ella, sería la única que lo sabría, estaría al tanto del porqué… había renunciado a todo por limpiar su apellido y no empezar desde cero… olvidándose de aquella deuda.

Podía hacerlo, ser otra persona, disfrazarse con una máscara…tomar el apellido de su madre y darse una oportunidad pero Asura sabía que no, lucharía a capa y espada…saldaría su deuda y quien sabe si después podría empezar desde cero, si era posible…si no era tarde. Resopló, revolviéndose el cabello, despeinándose…él teniendo ese despiste. Ya daba igual, las cartas estaban echadas, solo esperaba una respuesta.

-Me marcho de tu casa para no exponerte, ya tengo bastante con saber que han ido esta mañana a preguntar por mí… allí. No, no voy a meterte en esto porque es algo de lo que tengo que salir solo. Me importas, mucho además, eres mi amiga… mi compañera en una parte del viaje pero… nos toca despedirnos de alguna manera -le dolía mucho, más despedirse cuando… esas palabras no se encontraban en su diccionario ¿desde cuándo él se despedía de alguien?

-Con esto , no quiere decir que… dejemos de vernos, me gustará cenar contigo… cocinar para ti si quieres pero tendrá que ser sin que nadie nos vea. No quiero que piensen que me pagas por ello, ya es bastante humillante -chasqueó la lengua, sus ojos verdes se clavaron en ella. Triste y abatido, ese hombre determinante y luchado se había reducido a cenizas. Deslizó las manos por la mesa, tomando las de la nipona…entrelazando sus dedos. Iba a hacerle una promesa, no debía pero ¿acaso tendría otro momento como ese?

-Te prometo que siempre estaré aquí. Soy tu amigo, fui tu amante aquella noche y seré lo que quieras que sea , tú solo tienes ese poder ¿qué quieres que sea ahora? podemos despedirnos a nuestra manera. Te lo dejo a ti… hastsa las doce de la noche… soy tuyo

Las últimas dos palabras, tentadoras que en un susurro se lo prometió todo, absolutamente todo… porque solo ella lo merecía, quería despedirse de la mejor manera posible. Le importaba, más que cualquier otra persona… y quizás, la única en su vida. Una vida que al italiano cambiaría… apenas podía mirarla a los ojos.

-No sé si me perdonarás algún día pero… no me odies - eso era lo que más temía que ella dejase de verle… diferente.

Si era sincera conmigo misma no quería que Efe saliera de mí vida de aquella forma, de aquella manera para ensalzarse hacia un camino que se debía obligado a tomar, no por propia decisión, sino por lavar su cara y pagar una deuda que era tan grande que le hacía empequeñecerse con ella. Aquel hombre frente a mí, ese que me había ayudado cuando yo más perdida me sentía en aquella ciudad, el que me había ayudado también a aprender esa lengua que ahora manejaba con algo más de soltura, el que me había hecho descubrir pasiones que jamás habría llegado a pensar que tendría… ese al que ahora veía abatido sin siquiera poder hacer nada por ayudarle.

Me sentía mal por él, no solamente por el simple hecho de que sabía que el camino que iba a tomar no le gustaba en absoluto, sino que además yo no podía hacer nada por ayudarle… al menos más de lo que ya lo había intentado. Convencerle de lo contrario sería una pérdida de tiempo cuando ya me había dado cuenta de que tenía una decisión tomada, tristemente para mí, y que de alguna forma iba a perderlo… ya no podría ir a buscarle como si no pasara nada como había hecho otras tantas veces, o que quedara conmigo con la única excusa de pasar un rato juntos y divertirnos, como los amigos que éramos… y en cierta parte, hasta dolía. Lo iba a perder, y no por la manera en que había penado que alguna vez lo perdería, que sería cuando se enterara de alguna forma lo que sentía por él.

Ni siquiera se iba a esperar a saber la decisión del chef para contratarlo o no, sabía que no era fácil empezar desde cero para pagar esa enorme deuda, pero al menos lo haría con la cabeza en alto demostrando el buen cocinero que era, de la otra forma… es que no quería pensarlo. Y me dolía, me dolía porque veía al hombre delante de mí y me apenaba que tuviera que rebajarse a tanto para salir de aquel agujero en el que le habían dejado… saber que otras mujeres lo tocarían y pagarían por ello… me mordí el labio con fuerza intentando no pensar en ello. Yo sabía que poco más podría tener con él que meros encuentros pasionales alguna que otra vez, de hecho, había sido todo un logro que hubiera tenido aquella noche junto a él cuando parecía que miraba a otras mujeres y no se daba cuenta de lo que despertaba en mí.

Pero, ¿qué más podía hacer? Sabía que no iba a poder tener nada más con él, era algo que había sumido desde el primer segundo en el que en un arranque de valentía le había confesado lo que me hacía sentir, tampoco podía pedir mucho más porque ya intuía las intenciones de mí padre, algo que me traía un poco de cabeza y que tendría que empezar a mirar para intentar ponerle alguna solución posible. Mis pensamientos se esfumaron al sentir sus manos envolver las mías, elevando mí vista hacia él que me miraba de aquella forma. Decía que no lo odiase, y es que en el fondo no podía hacerlo.


-No te voy a odiar, Efe, no creo que pueda hacerlo –porque aunque a mí no me había hecho nada directamente para ello es que igualmente no podría hacerlo- entiendo tus motivos aunque no los comparto, pero ya te dije que te apoyaba en aquello que pudiera –aunque fuera algo totalmente descabellado. Lo miré de forma fija cuando dijo de despedirnos a nuestra manera y que hasta las doce era mío, ¿dejar que aquel hombre me tomara de nuevo? No solo eso, ¿permitir que dejara una marca y una huella que sería difícil de olvidar? Me estaba entregando lo único que, en ese momento, le pertenecía y era libre para él: a si mismo, su voluntad. Era algo extraño pero, si iba a ser la última vez que lo tendría ¿por qué decirle que no? Sería la mejor de las despedidas que tuviéramos- Terminemos de comer, luego podemos dar una vuelta por el parque y… -lo miré mordiéndome el labio, aún me costaba decirlo incluso después de lo que había pasado- si me permites, me gustaría… -ya notaba mis mejillas teñidas y ardiendo- me gustaría ser tuya, una última vez.

Lo más importante y preocupaba al italiano, era que su mejor amiga…le odiase. Pensase de él justo lo que no deseaba. Antes de que la nipona se enterase por otras bocas, preferiría serle sincero y abrirse por entero a ella. sus ojos verdes, la miraban fijamente…deleitándose en cada gesto y emoción que expresaba. La conocía y estaba claro que…no solo no lo veía bien, la consumía el hecho de que su mejor amigo retozase con otras por dinero, tener que rebajarse a eso por el simple hecho de poder saldar su deuda, aunque fuese un poco.

Siempre había sido alguien capaz de comerse el mundo, no fingir una sonrisa pues todas fueron sinceras. Menos en esa ocasión. No podía forzarse, sus ojos verdes se habían anclado en ella, rezando mentalmente para que no lo juzgase de mala manera. La quería, era un hecho y por eso, le deseaba todo lo mejor del mundo. Nunca, podría ser como un hombre normal, alguien que pudiese sentir por alguien. En sus normas, esta era la primera y ahora con más razón. No iba a condenarla, menos a ella. La idea de casarse se iba alejando, no deseaba inmiscuir a nadie en sus asuntos y ella…ella debía y la tendría ajena a todo esto.

La miraba , se perdía en ella… y su culpabilidad no hacía otra cosa más que crecer y crecer. ¿Tanto dolía? Más. ver con tus propios ojos como le hacías daño a alguien que te importaba…era muy duro. Rezó mentalmente para oír ese “no te odio” y aún así, necesito oír más. podía haber sido cruel, quedar como un sinvergüenza que solo se había aprovechado de ella pero la realidad era una muy diferente.

-¿Sabes? me gustaría ser tan libre como cualquier tipo que entra por esa puerta. Un hombre capaz de dártelo todo, no me refiero a simplemente joyas o llevarte a comer a sitios caros y elegantes…para eso ya estás tú -bromeó con lo último, riendo por lo bajo… intentando no venirse aún más abajo que en ese momento. -Mía -musitó, relamiéndose al terminar el postre. Lo que acababa de pedirle…lo cambiaba todo.

La miró intensamente, una de sus manos se deslizó por la mesa hasta atrapar una de la joven y enredar sus dedos. La acercó a sus labios, dejando pequeños y dulces besos en cada dedo, sin soltar su agarre, un gesto muy dulce… muy tierno.

-Te invito a la cena y sí , es lo que menos puedo hacer. Y no te equivoques. Seré tuyo esta noche… recuérdalo -aliento que golpeó sus nudillos, mordisco suave y esa sonrisa traviesa que podía significar cualquier cosa. Se levantó dejando el dinero en la mesa y le hizo un gesto para que se fuesen. Ardía en deseos de volver a tomarla, cuidarla y colmarla de mil atenciones que mereciese.

Habían salido del restaurante, un par de calles cuando tiró de ella hacia uno de los callejones. Apenas le dio tiempo a decir nada, su cuerpo apresó el ajeno, haciendo ligeramente presión y buscar su boca a medida que sus cálidas manos envolvían las muñecas

- Soy tuyo -volvió a repetir entre ronroneos, gemidos de pura impaciencia.

Era duro pero había que asumir que era lo que él había elegido y que por más que hiciera para ayudarlo jamás iba a poder hacerlo, porque había tomado una decisión y esa no había sido una proporcionada por mí, ni siquiera en esos momentos contemplaba la idea de poder trabajar en el restaurante, el chef no le había dado ninguna respuesta pero él parecía rendirse ante el camino que para él podría ser más corto a largo plazo, pero que más mella haría en él. Eso significaba que ya no sería libre del todo y que tendría que ceder ante la voluntad de las mujeres que quisieran estar con él… en cierto modo, una parte dejaría de ser él mismo y era algo que me dolía. También porque sabía que entonces ya no volvería a pasarse a verme como antes, era consciente de que no quería mancharme con sus asuntos y si acudía de seguido a mí casa la gente hablaría y él sabía perfectamente cómo era aquella ciudad.

Sus manos se deslizaron por la mesa hasta alcanzar las mías, decía que quería ser libre como cualquier otro hombre y yo por unos instantes deseé que así fuera, que pudiera ser libre y ya no por cualquier cosa; sino por él mismo. Que no tuviera esas preocupaciones, que no tuviera esa carga en sus hombros, ese agujero que le pesaba y que le iba a pasar factura… o que de hecho, ya le estaba pasando factura. Él ya había terminado el postre y tomando una de mis manos con una de las suyas la llevó a sus labios, no sin antes decir “mía” que me produjo un escalofrío por todo el cuerpo, y besar todos y cada uno de mis dedos en ese momento. Dijo que me invitaba a la cena y que por esa noche sería suyo, que lo recordara… era algo que sin duda alguna no olvidaría nunca.

Dejó el dinero sobre la mesa y tiró de mí para levantarme e irnos de aquel lugar, lo miré con el ceño fruncido porque ni siquiera me había despedido de mí amigo ni habíamos oído su respuesta, aunque el italiano ya había tomado una decisión y aunque le dijeran que podía empezar esa misma noche no iba a aceptar la oferta… me fastidiaba un poco eso, pero yo le había ofrecido toda la ayuda que podía, no podía obligarle a que hiciera algo… él al parecer ya había tomado su camino. Me tomaba del brazo cuando comenzamos a andar en dirección vuelta a casa cuando, tras un par de calles tras alejarnos del restaurante, tiró de mí adentrándome en un callejón.

Mi espalda chocó contra la pared del lugar y el cuerpo de él se cernió sobre el mío con rapidez, arrinconándome contra el lugar. Sus labios se quedaron sobre los míos y podía sentir el aliento dar contra estos mientras sus manos recorrían mis muñecas en un agarre sutil y volvió a repetir que era mío, entre susurros y casi en un gemido ahogado de sus labios, jadeé contra sus labios y por un momento mis labios buscaron los suyos para dar un tímido beso en ellos, para luego levantar mi mirada a la suya, esa tan felina que siempre tenía y morder su labio inferior casi de forma delicada.


-Efe –murmuré porque yo no estaba acostumbrada a ese tipo de cosas, a que me acorralaran contra la pared de un callejón, sintiéndome avergonzada porque la gente podría darse cuenta y yo me moriría de la vergüenza más absoluta. Notaba la impaciencia, o eso creí que era, del italiano y mis labios acariciaron los suyos por encima antes de volver a mirarlo a los ojos. Aquel no era el lugar adecuado y apropiado, la vergüenza me podía y me sentía un poco cohibida- Vámonos de aquí, volvamos a casa… por favor –yo estaba deseando perderme en él, que me mostrara ese mundo de placer que solo él me había mostrado… pero no allí. Solos. En casa. Juntos. Era todo cuanto pedía y deseaba.

La decisión ya estaba tomada. No podía solamente dedicarse a un trabajo, cuantos más…mejor y si al final el chef se decantaba por él, tendría esa fuente más de ingresos. La idea de ejercer como acompañante era perfecta, esperaba le diese dinero. En más de una ocasión alguna que otra señora se lo había insinuado por el simple hecho de pasar un rato con ellas, conversar, disfrutar de su compañía y de ese rato de placer entre los brazos del italiano. No sería de nadie y de toda aquella que se lo pudiese permitir.

Tendría que dedicar más tiempo a asistir a fiestas, a relacionarse con gente de gran título y conocidos de gran prestigio. Si terminaba codeándose con mujeres con deseos que él solo pudiese cumplir, mujeres menospreciadas por sus maridos que buscan emoción a sus aburridas vidas. Así iba a ser su camino ahora, repleto de personas que lo utilizarían como lo que era, un hombre capaz de satisfacer a cualquier dama, sabiendo justo lo que necesitaba.

Y no pudo evitar leer en sus ojos oscuros, resignación por su persona. Le dolía ver a Asura así, de todas las personas importantes en su vida, solo podía contar una… a ella. Era su mejor amiga, amante y cómplice, capaz de entenderle , regañarle cuando era necesario y reír con él hasta que el alba los sorprendía entre confesiones, risas y una complicidad absoluta. La miraba y veía en ella todo lo que deseaba en una mujer, ¿si la quería? Siempre la quiso, no sabía de qué forma ya que él no era entendido en esa clase de sentimientos, para él era importante, mucho y se lo quiso dejar claro. Lo haría cuando la hiciese suya, susurrase que la quería y ella sabría de la forma en la que lo hacía.

El callejón no era un lugar adecuado, no para ella. Se merecía comodidad absoluta, recrearse en su cuerpo como bien merecía, no dejar ni un trozo de piel por recorrer. Sonrió de medio lado, mirándola fijamente a los ojos, cómplices y ese toque divertido ya como era de costumbre en ellos. La tomó con suavidad de la mano, acercándola a su cuerpo, arropándola entre sus brazos. El camino de vuelta, entre besos dulces, mordiscos tentadores y el roce de sus cuerpos deseando entrar en contacto con el del otro.

Antes de que abriese la puerta, quedó tras ella, apoyando ambas manos a la altura de la cabeza de la nipona. La nariz del italiano se coló en el liso cabello, dejando que su aliento acariciase la nuca de su amiga, sus dedos apartaron sus cabellos, enredándolos en algunos mechones y sonreír por el tacto agradable en su piel. besó despacio su cuello, besos furtivos que terminaron en un mordisco en su hombro derecho, seguido de la risa del italiano.

-Pídeme lo que quieras… empezaré por quitarte la ropa o …¿prefieres tú a mí antes? Arriba, lo sé… no mereces menos -le acababa de prometer una tarde…noche y día de pasión, dulzura desmedida… porque quería que ese momento de los dos no lo olvidase. Una vez dentro, la tomó en brazos entre risas, el italiano tiró de su cintura hacia sí, robándole un beso húmedo, tímido y dulce al mismo tiempo…el comienzo de algo más que irse a la cama los dos.

-Quiero ver lo que has aprendido de mi mano…sorpréndeme -

Éferon no tardó en saber que aquello que podríamos hacer en aquel callejón, algo que quizás hubiera podido hacer con cualquier otra era algo que yo jamás haría, no me terminaría de acostumbrar al hecho de que las costumbres parisinas eran muy diferentes a las de mí país, mucho más estrictas, más… distantes, allí la intimidad era algo que se tenía en cuenta, allí las mujeres no irían enseñando de forma tan provocativa como iban algunas, allí todo sería mucho más recatado por ambas partes, las muestras de afecto también a veces eran consideradas mal vistas si no se estaba casado… eran más estrictos, y en Francia todos eran muy liberales y la capital francesa no se libraba de ello. Por eso le había pedido que allí no, no podría hacerlo aunque el deseo me consumiera por dentro, para mí era sencillamente imposible.

Tomó mí mano sonriéndome como si supiera exactamente lo que yo estaba pensando, que allí no haría absolutamente nada, sabía cómo era y sabía de lo tímida y vergonzosa, incluso hasta se rió entre dientes por mis ya encendidas mejillas. Durante el camino no dejó de recorrer mi piel con toques sutiles, sus labios recorrían mi frente y mi rostro dejando pequeños besos, mordiscos por el lugar mientras yo me mordí el labio y aferraba su cintura con fuerza, para nada dada a hacer aquellos tipos de afectos en público. Tampoco era nada que fuera muy obsceno, simplemente cualquiera que nos viera por la calle pensaría que éramos dos jóvenes que se prodigaban caricias, nada más.

Llegamos finalmente hasta la puerta que nos conduciría a la pequeña mansión que era donde residía, justo cuando estaba abriendo la puerta las manos de Efe se pusieron cada una a cada lado de mi rostro, podía sentir su nariz acariciar mi pelo, bajando hasta mi nuca donde su respiración me hacía cosquillas y me producía leves temblores. Apartó el pelo dejando la nuca y el cuello al descubierto dejando besos hasta que terminó en un mordisco en el hombro que me hizo morderme el labio con fuerza y cerras los ojos ante las sensaciones que me producía con su toque. Sus palabas dieron contra mi piel y ladeé la cabeza para mirarlo por encima del hombro escuchando aquella risa que salió de sus labios.

Me decía que le pidiera cualquier cosa, pero sabía que por lo que quedaba de día iba a ser mío por completo, que me quitara la ropa o que yo se la quitara a él… eso me hizo reír entre dientes y nada más abrir la puerta me cogió en brazos pegándome a su cuerpo, pidiéndome que le mostrara lo que había aprendido bajo su mano. Bien Asura, era el momento de dejar a un lado la vergüenza máxima que pudiera llegar a sentir y disfrutar de aquella última vez que iba a brindarme el italiano. Me besó de forma dulce y tierna aún entre sus brazos mientras recorríamos aquel camino que daba desde el jardín trasero hasta la puerta de la casa, donde me bajé para entrar y poder ir arriba con mayor comodidad, no quería que la señora Haruka pudiera enterarse de nada.


-¿Quieres que te enseñe qué he aprendido? –Por Kami, relájate Asura, inspira, expira… mi mirada se centró en aquellos ojos felinos y sonreí de lado acortando la distancia que nos separaba, mis brazos rodearon su cuello dejando mis manos en su nuca, enredando mis dedos en el pelo de la zona y mis labios acortaron la distancia que nos separaba, invadiendo su boca hasta que nuestras lenguas se encontraron en aquella lenta batalla. Mis manos bajaron por su pecho y comencé a desabrochar los botones de esta de forma lenta dejando la piel al descubierto, separé mis labios de los suyos dejando mi aliento cálido contra estos, mis labios recorrieron el contorno de su mejilla y mandíbula, bajando por su mentón hasta descender por su garganta y llegar al principio de su pecho donde dejé un pequeño mordisco- vamos arriba –pedí cogiendo su mano y tirando de él para ir a mi habitación y tener toda la privacidad que íbamos a necesitar. Abrí la puerta, pasé dentro, y me giré viendo que él cerraba la puerta tras su espalda y me pegué de nuevo a él haciendo que su espalda diera contra la puerta. Mis manos comenzaron a quitar aquella camisa que llevaba puesta, colando mis palmas bajo esta por la zona de sus hombros y comenzar a descender llevándomela con mis manos hasta que finalmente cayó al suelo, mis manos subieron por sus brazos y mis ojos se centraron en él, notando mis mejillas ardiendo pero… si era la última vez que lo iba a tener, iba a olvidarme de la vergüenza y de todo cuanto pudiera, ya me había visto desnuda, ya habíamos estado así y oportunidad así no se presentaría de nuevo. Mis manos ahora recorrieron su pecho y mis labios los suyos para bajar y comenzar a besar su pecho entreteniéndome, de forma lenta y despacio, mi lengua llegó hasta sus pezones y me atreví a coger uno entre mis dientes, notando el jadeo que salió de sus labios para luego hacer exactamente lo mismo con el otro, siendo todo de forma muy lenta.

Asura era la dulzura personificada. Hermosa como una flor de loto y tan delicada como la misma seda. Con ella era diferente, me encantaba tocarla despacio y sin prisa…como si nada más existiese. No se merecía menos, debía tratarla como un ángel , eso era para mí. Era y sería siempre mi amiga, hacía tantos años que nos conocíamos que… perdí la cuenta. Maravillosa, la mujer más fiel y leal que había conocido en mi vida. Le debía tanto, la apreciaba… pero no sé si la quería.

Me importaba más que cualquier otra persona, solo me había quedado ella en el camino, me apoyaba en todo aunque mis decisiones no fueran las más acertadas. Asura se convirtió en mis alas, me sentía libre y yo mismo, nunca fingí con ella y sabía que aunque todo cambiase…seguiríamos siendo los mismos. Esos amigos que siempre estaban apoyados en el otro. mi Asura, mi ángel eterno.

Sonreí ante sus palabras, sonaba tan sumamente excitante como tentador que ella pronunciase esas palabras. Sonreí ampliamente, asintiendo levemente…admirándola. Estaba preciosa, así tal como estaba, ruborizada y con el deseo nublándole la mirada… el juicio. Nos habíamos vuelto loco los dos, pero acaso… ¿no era más divertido hacer locuras que lo correcto? Si tendría que elegir a alguien para pasar el resto de mis días, sería ella… porque me entendía, me comprendía y estaba dispuesta a complacerme… era mutuo.

Fundí mis labios con los suyos, batallando con su lengua, estaba deliciosa. Guerra que ganamos ambos, no queríamos perder ante el otro…nos buscábamos cada vez con más ganas, más deseo. Reí al separarnos, mordiendo su labio inferior , mordisco lento, apenas pude contenerme… mordí también su barbilla, perfilando despacio su boca…relajándola muy despacio como si nada más existiese.

Apoyado en la puerta, la observé como si fuera la primera a la vez que la ultima vez. La primera en que teníamos todo claro, solo sería esa noche… y la última porque quizás…no volvería a ocurrir. Bajé un instante la mirada, no podía estar triste cuando íbamos a dárnoslo todo pero no pude evitarlo. Suspiré largamente, enredando mis manos en su cintura, acariciándola con mis dedos con infinita suavidad… delineé el lugar como si la dibujase ¿qué mejor lienzo que su cuerpo? Reí, gimiendo por lo bajo ante su acto rebelde, esa zona tan sensible me llevó al mismo cielo…ahora entendía porque la asociaba con un ángel.

Mis manos, la tomaron de las nalgas con decisión, hundiendo los dedos en su ropa… dejando sentir el calor que emanaba su piel. la atraje contra mí, sonriendo contra su frente la cual besé, deslizando los labios despacio hasta morder su nariz y atacar su boca, necesitaba sus besos más que cualquier otra cosa. Ahora en la intimidad, podía imitar el gesto del callejón, estrechándola entre mi cuerpo y la puerta, dejando sentir mi virilidad dispuesta a todo. Jadeé contra su boca, camino a su cuello donde dejé un camino de besos seguidos por mi lengua. No pude evitar que aún con sus piernas enredadas en mi cintura, moviese mi cintura despacio y sin prisa, dejando sentir mi miembro contra su sexo… volviéndome loco de deseo.

Susurré su nombre, tomé sus manos a la altura de su cabeza… llevando mi boca a su muñeca y mordisquearla, riendo de lo más divertido, el juego acaba de empezar.

Había llevado a la habitación de arriba a Efe donde tras pasar la puerta y pegarlo a esta ahora era yo quien, en un acto de valentía aunque sentía mis mejillas ardiendo, mis manos le habían despojado de su camisa dejando su torso desnudo, me había pedido que le enseñara qué me había enseñado de aquella noche que pasamos por primera vez y quería dejar todas mis dudas a un lado, quería dejar la vergüenza y todo lo que pudiera frenarme a un lado porque seguramente esa sería la última vez que pudiera tenerlo de esa manera, porque las siguientes veces que lo viera –cuando lo viera, claro está- sería todo más formal sin la complicidad que ahora sentíamos cada uno. Sentía sus manos en mi cuerpo recorriéndome de forma despacio pero dejándome hacer para que fuera yo quien hiciera, quien por primera vez en algo llevara el ritmo de aquella situación.

Mis labios recorrían su pecho hasta bajar a su pezón, lamí el lugar y atreviéndome de forma algo juguetona lo mordí con mis dientes pero siendo todo muy sutil igualmente, notaba sus labios en mi frente bajando hasta mi cuello mientras yo recorría su cuerpo y ahora sus manos las sentía en mis nalgas, apretándolas de forma suave, pegándome contra su cuerpo notando su miembro que en cada movimiento se rozaba con mi vientre, calentándome pero también dándome vergüenza por ello aunque intentaba disimularlo como buenamente podía. Cambió de tornas y en vez de estar él contra la puerta me dejó contra la pared pegando su cuerpo al mío, me alzó para que mis piernas se enredaran en su cintura y mis manos las sujetó sobre mi cabeza, nuestros labios volvieron a encontrarse de nuevo y dejé un gemido en ellos cuando lo sentí mover lentamente su cadera contra el centro de mi cuerpo, sentía que todo mi cuerpo ardía por su roce, por su cercanía, por tenerlo.


-Efe –le recriminé como pude porque si se ponía así a mí me era difícil razonar e intentar llevar yo la situación, sentí su risa contra mis labios para notar que dejaba un camino de besos y de mordiscos por mi cuello que me hacían morderme el labio y cerrar los ojos, arqueando mi cuerpo de forma involuntaria contra el suyo- …no vale… -le dije como pude y abrí los ojos para mirarle encontrándome con esos ojos verdes, felinos, que me contemplaban con pura diversión- bájame, déjame hacerlo a mí manera… onegai –pedí ya que si era la última vez, ¿por qué dejar que llevara yo por un momento el control? Él pareció entenderme y dejando un beso en mis labios me bajó al suelo, cogí su mano y tiré de él hacia la cama para dejar que se tumbara en ella, me subí encima de él notando su miembro rozarme encima de él y me incliné para buscar sus labios, mis manos recorrieron sus hombros, sus brazos, su pecho desnudo mientras nos besábamos de forma algo tierna, me dejaba hacer a mí y a mi manera. Me sentía avergonzada por lo que iba a hacer pero si no lo hacía en ese momento… ¿cuándo lo haría? Esa noche era lo único que tenía, si la desaprovechaba me iba a arrepentir el resto de mi vida así que no pensaba dejar que eso pasara. Mis manos siguieron bajando hasta que llegué a su pantalón que desabroché, mis labios dejaron un recorrido por su cuello, por su pecho hasta que bajé quitándole los pantalones y la ropa interior dejándolo desnudo mientras que yo seguía vestida, pero ahora me tocaba a mí disfrutar de su cuerpo. Volví a subir a su rostro y mientras lo besaba mi mano, algo tímida, llegó hasta su miembro notando lo duro que estaba y comencé a acariciarlo entre besos, él me dejaba hacer y recorría mi cuerpo. Cuando conseguí reunir el valor suficiente me separé, mordí su labio inferior y lo miré- sé que no seré la mejor pero… enséñame –él supo lo que iba hacer cuando bajé por su cuerpo y con dudas de lo que hacía llevé su miembro a mi boca, que entre especificaciones de él para que supiera como se hacía logré por fin arrancharle un gemido ahora que sabía cómo hacerlo, mis labio lo envolvían y subía y bajaba acompañado de mi mano. Era extraño pero… me sorprendí de poder hacerlo, de ver que le otorgaba placer como él en su día hizo conmigo.

Era innato , no podía evitar llevar el ritmo de la situación, ser el abanderado cuando me pidió expresamente ser ella quien me llevase al mismo cielo. Reí divertido, cómplice entre susurros y caricias efímeras. No era cualquier momento íntimo, podía ser el último y la verdad, preferí que fuese con ella. Sonreí al ver la reacción de Asura, me hizo gracia la forma en la que arrugó la nariz y como volvía a tomar el control. Sin duda, me dejé sintiendo esas dulces pero intensas caricias…su boca me tenía atrapado, anhelando más.

Entreabrí los labios , gimiendo por lo bajo al notar la necesidad por su parte…estábamos deseando fundirnos en uno, demostrarnos de otro modo distinto el aprecio que nos teníamos. En la cama, me tumbé boca arriba, mis ojos no se apartaban de ella ni un instante. Mi boca, reclamaba la suya, me la regalaba y al negármela, ronroneé como un gatito…dispuesto a hacer cualquier cosa porque me la volviese a dar.

El vaivén de sus caderas me tenía completamente loco, me buscaba y… la verdad, hice grandes esfuerzos por no tomarla de las nalgas y entrar en ella de golpe, moverme como un verdadero dios y un ángel merecía. Su voz aterciopelada, inocencia pura al igual que mostraban sus mejillas sonrojadas…le daban un toque más exótico pues bajo esa timidez me estaba demostrando lo que había aprendido y me pidió algo que no esperé… enseñarla.

Pero ¿qué iba a enseñarla? En cuanto sus dedos tomaron mi miembro, mis caderas fueron incapaces de permanecer impasibles, comenzaron a moverse al son de su mano y mi boca susurró su nombre incontables veces. La inexperiencia en este caso, no era ningún inconveniente… la guiaría pero después de eso… estaba seguro que me haría lo que más desease…leía el deseo en su mirada y diablos, estaba tan excitado entre tanta ternura y deseo por ambas partes que…

-Solo déjate llevar, solo… -enredé los dedos en su cabello y la guié, apenas hice tal cosa cuando tomó las riendas de la situación. No quería excederme pero su boca me tomó con tanto mimo y deseo que no pude evitar el mover las caderas a como su boca me indicaba… estábamos disfrutando los dos de ello. no quería llegar, no tan pronto… y aunque le ofrecí todo de mí, quería que ella también disfrutase. La mano que se enredó en su cabello, caminó por el sendero de su espalda, acariciando ésta con mimo y detenimiento… bajar hasta sus nalgas y buscar hundir en su sexo uno de mis dedos.

Lo moví al ritmo que su boca no dejaba de torturarme, quería que gimiese sobre mi miembro, notarla perdida de deseo. Eché hacia atrás la cabeza, no quería llegar. Aparté el dedo de su sexo, llevándomelo a los labios y lamerlo ante sus ojos, algo que me pareció terriblemente delicioso.

-Como no pares la noche acabará pronto… gírate, podemos…dsifrutar los dos…despacio, sin prisa -le indiqué cómo hacerlo, con su sexo cerca de mis labios y viceversa. No tardé en apresarlo con mis labios… torturándola despacio, dejando que siguiese tomando las riendas.

Esa noche había decidido dejar a un lado mi vergüenza y disfrutar de la única noche que él me estaba entregando, de la forma en la que jamás volvería a tenerlo porque todo iba a ser diferente en cuanto la noche terminara y el sol saliera por esa puerta. Lo sabía, él ya había tomado su camino y aunque no era uno que a mí me gustara no podía hacer mucho más por él, lo aconsejé, le dije qué era lo que podía hacer pero aun así pareció que no fue suficiente, porque él no encontraba otro camino que ese y yo solo podía apoyarlo en su decisión. A mí siempre me iba a tener, mi hombro siempre iba a estar para él hiciera lo que hiciera y pasara lo que pasara, era mi amigo, era mi mejor amigo y lo quería. Eso no lo iba a cambiar nada. Sacudí la cabeza ligeramente para borrar esos pensamientos, ahora tocaba disfrutar de él y de la noche que teníamos por delante.

Me armé de valor y había que decir que me costó bastante, me costó mucho tomar el paso pero si no lo hacía sabía que me arrepentiría el día de mañana y en ese momento lo tenía ahí, debía de aprovechar y fue por eso que mi mano bajó para tomar primero su miembro, envolverlo en mis dedos y comenzar a subir y bajar mi mano de forma lenta, sintiéndolo, reconociéndolo. Estaba duro denotando lo excitado que estaba y en parte eso me hizo sentirme un poco más segura. Le pedí que me enseñara, ¿quién mejor que él que lo hiciera? Confiaba en él, le había dado mi virginidad y no me había arrepentido, si me tenía que guiar, si me tenía que enseñar… que fuera él, que lo hiciera él. Bajé mi rostro dejando besos por su cuerpo hasta que llegué a su miembro, nerviosa lo recorrí con mis labios notando que mis mejillas ardían, mi lengua lo probó de forma lenta como si temiera hacer algo mal, y en realidad es que así era, hasta que finalmente tras algún que otro consejo de su parte lo fui metiendo poco a poco.

Costaba, era una sensación un poco extraña pero él me iba guiando, no para obtener su placer sino par realmente enseñarme y guiarme como debía de hacerlo y la verdad es que todo fue más fácil, porque él lo estaba haciendo más por mí que por él. Al final acabé cogiéndole un poco el truco a aquello, su mano se había enredado en mi pelo solamente para enseñarme como debía de hacerlo pero en cuanto me dijo que me dejara llevar una vez me dijo todo lo que necesitaba su mano se apartó de mi pelo y me dejó hacer. Su cadera se movió dándome a entender lo que le estaba gustando y un gemido ronco escapó de sus labios. Iba lenta pero concisa en mis movimientos, le arrancaba gemidos y jadeos que me animaban a seguir con aquello sabiendo que lo estaba haciendo bien, su cadera se movía y yo lo miré fijándome en que estaba con los ojos cerrados disfrutando de lo que le hacía.

Su mano recorrió mi espalda y bajó hasta llegar a mi sexo donde di un pequeño respingo al no esperar que hiciera aquello, movía su dedo al mismo ritmo que yo marcaba el movimiento de mi cabeza, lento, e hizo que mi cadera se moviera sin poder evitarlo. Un jadeo escapó de mis labios con su miembro en mi boca y cerré los ojos para sacarlo de mi boca y jadear por lo que me hacía. Apartó su dedo y me dijo que me girara, ¿Qué me girara? Lo miré sin comprender pero dijo que así podríamos disfrutar los dos y pronto entendí lo que me estaba diciendo… por Kami. Decía que como no parara la noche terminaría pronto así que hice lo que me pidió, su brazo rodeó mi cadera y me posicionó al contrario que él estaba.


-¿Estás seguro de…? –No terminé la frase cuando sentí su lengua recorrer mi sexo, de nuevo esa sensación placentera que sentí cuando lo hizo aquella noche volvió de nuevo, gemí cerrando los ojos y mis caderas se movieron contra él, ahora entendía lo que me decía. Cerré los ojos acostumbrándome a la sensación placentera y para no quedarme atrás me incliné hacia delante para de nuevo llevar mi boca a su miembro, el cual incluso cuando lo tenía a veces en mi boca gemía o jadeaba, mis caderas se movían involuntarias por el placer pero quería darle también placer a él, enseñarle que pensaba olvidarme de la timidez por esa noche. Pero me costaba seguir el ritmo cuando notaba lo excitada que estaba, que me llevaba al borde de nuevo- Efe… -gemí teniendo que separarme de su miembro- si sigues no voy a aguantar… -mi mano se encargaba de recorrer su miembro y mi boca se centraba en la punta, porque me era imposible contener los gemidos que salían de mis labios.

Mi aliento chocó contra su sexo, podía notarla completamente empapada...con ganas de mí. La punta de mi lengua lo bordeó, dibujándolo...deteniéndome en una parte en concreto, en aquel lugar más sensible el cual tomé con mis labios y succioné, mordisqueándolo. Al baile, se unió dos de mis dedos que se hundieron al mismo ritmo que la castigaba mi lengua. Me advirtió que no aguantaría y no me importaba, quería tomar lo que me diese.. estaba deliciosa. Ronroneé contra el lugar, hundiendo mi lengua a la par que mis dedos no dejaban de torturarla, moviéndolos en su interior , arrancandole esos gemidos y jadeos que me estaban volviendo completamente loco.

-Baila sobre mí, demuéstrame como vas a moverte cuando me montes -rugí fuera de mí, mis caderas no podían parar de moverse al mismo son a la vez que mis dedos no paraban en su sexo...quería arrancarle un orgasmo, el primero de los que vendrían después. Estaba tan excitado que intenté no perder los papeles ...tomarla de las caderas y entrar en ella de golpe, para moverme como un demonio.

No, con ella era diferente. Me tomaba mi tiempo en explorarla...en deleitarme tanto en su piel como en mis atenciones. Mis ojos se deleitaban en cada gesto y expresión que conseguía arrancarle... no iba a ser rápido, podríamos estar toda la noche si quisiera. Necesitábamos esto, lo sabíamos los dos y esta noche...sería la clave pues no ibamos a tener nada ni remotamente parecido. Gemí contra su sexo, vengándome en lamer más deprisa, al igual que mis dedos no paraban de entrar y salir de su interior , quería oírla gritar, gemir y susurrar mi nombre para que no se me olvidase.

Y tomé su orgasmo, lo prolongué hasta que cayó exhausta sobre mí, no dejé de lamer el lugar mientras mis manos se hundían en sus nalgas, adentrándola más dentro de mi boca... se perdiese y poder encontrarla entre gemidos. Sus atenciones me estaban volviendo loco, siseé para que no siguiese... no quería aún llegar.

Sonreí de medio lado, mientras mi boca besó la cara interna de sus muslos, despacio...y las yemas se deslizaban por la piel suave , no quería dejarme ni un centímetro por recorrer. Subí hasta su vientre en donde reí de nuevo, mordiendo el lugar y bajar mi cuerpo hasta que mi boca tomó cada pezón reclamándolo suyo, succionandolo con mis labios, mordisqueandolo para sentirlos duros...me pidiese más.

-¿Qué más vas a enseñarme?-murmuré meloso, buscando su cuello, rozar su boca sin besarla...quería que me desease aún más.

Loca. Así era como se había propuesto volverme Efe aquella noche, y eso que de alguna forma o eso es lo que yo había entendido iba a ser quien llevara el “control”, pero claro, ¿cómo iba a hacerlo cuando lo tenía a él bajo mi cuerpo provocándome de esa forma, cuando sabía que en el fondo quien llevaba pleno control de todo... era él? Tenía el don y la capacidad de volverme loca, era algo que no iba a negar bajo ningún concepto porque era la pura verdad. Me había dicho que le enseñase lo que había aprendido con él y era lo que intentaba hacer tan buenamente como podía, pero él se encargaba de dificultar mi tarea al notar su boca en mi sexo de esa forma, notar como pasaba su labio por la zona húmeda de mi cuerpo, tomando todo de mí mientras yo dejaba la vergüenza a un lado y me proponía disfrutar de esa noche sabiendo que era la última que pasaría con él en muchísimo tiempo, quizás fuera la última de verdad. No me daba tregua alguna y eso que intentaba seguirle el ritmo como buenamente podía, como él me había enseñado que debía de hacer para darle placer... pero era imposible.

Él tenía mucha más experiencia que yo y eso jugaba a su favor, mis gemidos salían de mi boca y me centraba en darle placer de igual forma que él me lo estaba dando a mí pero me resultaba un pelín complicado cuando sus dedos ahora me otorgaban placer junto a su lengua y sus labios. Mi cadera se arqueaba y se movía de forma involuntaria, mis ojos se cerraban incapaz de aguantar los jadeos y los gemidos que escapaban de mis labios obligándome a mantenerme quieta sobre él, tarea complicada, mientras le seguía proporcionando placer con mi boca y con mis manos. Cerré los ojos con fuerza y un gemido escapó de mis labios cuando noté que de nuevo me acercaba a esa sensación poderosa, él lo sabía porque sus manos me acercaron más contra él para que no me moviera tanto mientras no me daba tregua y me enseñaba todo lo que él sabía, haciendo que me volviera loca hasta que finalmente mordí su cadera incapaz de contener el gemido que salió de mis labios cuando alcancé finalmente el orgasmo, mi cuerpo se arqueó y mis piernas temblaron sin control ante el placer que me recorría. Apoyé mi frente en su pierna mientras mi mano seguía moviéndose sobre su miembro e intentaba regular mi respiración.


-Efe –un quejido salió de mis labios, mitad placer mitad reproche por haberme llevado al orgasmo y no dejarme hacer que continuara con aquello. Sus dedos se deslizaban por mi espalda y mi piel se erizaba por su contacto, comenzó a recorrer mi cuerpo hasta que finalmente logró girarme para ponerme de cara a él con las mejillas coloradas para recorrer todo mi cuerpo con sus manos, sus labios ahora se centraban en torturar mis pechos y yo me dejaba hacer por él, era imposible negarle nada cuando me tenía de esa manera. Eché la cabeza hacia atrás notando como lamia, succionaba y mordisqueaba mis pezones provocándome escalofríos placenteros notando que de nuevo la excitación se iba arremolinando en mi vientre, creciendo de nuevo. Mi mano bajó a su miembro para acariciarlo notándolo duro, ya me había dicho que no podía mucho más y que quería que esto se alargara y no tenía ningún problema con ello, así que ahora era mi turno para darle placer a él, darnos placer a ambos de la mejor forma que sabía. A veces me daba mucha vergüenza ser tan... torpe, esa era la palabra que buscaba. Todo esto era muy nuevo para mí y me daba vergüenza saber que había estado con más mujeres que sabían mucho mejor que lo que hacer mientras que yo tenía que pedirle que me enseñara... pero debía de afrontar las cosas como eran y esa era mi realidad. Busqué sus labios para dejar un beso cuando me preguntó qué más iba a enseñarle y mordí su labio inferior perdida entre sensaciones, ¿qué más iba a enseñarle? Todo. O que él me enseñara todo, también era válido- voy a enseñarte todo, te deseo Efe –murmuré sobre sus labios antes de ayudarme de mis manos para buscar su miembro e introducirlo en mi interior, bajando poco a poco acostumbrándome a la sensación de tenerlo dentro hasta que acabé sentada por completo sobre él. Jadeé cerrando los ojos y dejé mis manos sobre su pecho antes de comenzar a moverme subiendo sobre él, al principio de forma muy lenta pero poco a poco ganando más confianza de forma que comenzaba a aumentar el ritmo entre jadeos y gemidos, a esa enorme sensación placentera a la que no me acostumbraba- quiero mostrarte todo lo que me provocas, lo que me haces sentir... –era difícil hablar cuando todavía no tenía una coordinación entre los movimientos de mi cuerpo y el respirar con normalidad sin dejar de moverme sobre él.

Mi risa, golpeó la cara interna de sus muslos... mientras mis dedos se enterraban en sus nalgas, preso de la excitación y el deseo. Su reproche fue contestado con una sonrisa, mi lengua recorrió despacio su sexo...muy despacio, ronroneando al paso y buscarla, quería encontrarla. Esa noche era nuestra, la última... y quería la recordase con una sonrisa, no me olvidase pues mañana...emprendería un camino muy diferente a todos los que recorrí.

Estaba deseando me mostrase lo que había aprendido, verla volverse loca entre mis brazos...perdiese esa vergüenza y se desatase, perderse en mi cuerpo. Reí contra su boca, la recorrí mordisqueando su labio inferior y tirar de él para unir nuestros labios, saquear su lengua mordiendo su lengua de paso, parecía querer devorarla...comérmela entera si era necesario. Mi risa contagiaba la ajena, la complicidad que teníamos era diferente...muy distinta a la que podría tener con otra mujer, ella era mi amiga...la compañera que siempre había deseado tener a mi lado pero ...ninguno de los dos podía ofrecer lo que necesitaba al otro.

Mis manos, tomaron su cintura...con determinación. Le dejé que ella llevas el control, mis caderas comenzaron a amoldarse a su ritmo. Suspiré largamente, susurrando su nombre.. que lo hiciese lento me provocaba querer seguir más...perderme en su cuerpo. Sonreí contra sus labios, dejando escapar sus nombre, mis caderas seguían su ritmo...cada vez más rápido, más desesperado. Mis manos sujetaron su nuca, mis dedos se enredaron en su nuca...tirando de ésta.

Necesitaba mirarle fijamente a los ojos, su cabeza hacia atrás por la fuerza de mi agarre. No pude aguantar, aumenté un tanto el ritmo, soltandola del pelo y tomarla de las nalgas , hundiendo mis dedos y moverla a mi antojo, mi boca se apoderó de la suya en un beso de fuego, busqué su lengua para danzar juntos. Sonreí, una sonrisa pícara, le dejé que se moviese a su antojo...aparté las manos para que ella me mostrara cómo me deseaba, lo que tenía para mí.

Apoyé las palmas en la cama, mi cuerpo se tensó, mostrando cada uno de mis músculos. Mostrándole algo más que un simple ofrecimiento silencioso, la imagen del deseo...mis ojos perdidos en cada curva de su cuerpo. Mis manos no podían parar de acariciarla, me sintiese...para mí siempre sería importante.

-Me vuelves loco

La vergüenza y la timidez que me caracterizaban siempre no sabía dónde se habían quedado exactamente, quizás perdidas en el camino sabiendo que aquella era la última noche que tendría a Efe conmigo, porque por mucho que dijéramos sabía que aquello era como una especie de despedida, mi mejor amigo se alejaba buscando un camino que jamás pensé que recorrería, uno que le llevaría a salvar ese agujero que debía y que además partiría su reputación por completo. No quería pensar en ello pero era imposible cuando la única persona que había despertado ese sentimiento en mi notaba que se me iba, que se escapaba de entre mis manos y que por mucho que yo hubiera intentado hacer algo por ayudarle no había podido hacer nada. Se iba, esa era la cruda y dura realidad sobre lo que sería su futuro, un camino alejado de todo lo que había conocido hasta aquel momento y un camino que también lo alejaba de mí, porque quería protegerme y que mi apellido no se viera manchado con los pasos que iba a tomar a partir del día siguiente, en cuanto el sol se pusiera el Efe que conocía, ese que me había ofrecido un hueco en su vida, ese que me había enseñado París y el idioma, el que me sacaba una sonrisa, el galán que tenía a todas las mujeres locas detrás de él, ese de ojos felinos que me volvía loca... desaparecía. De mi lado, de mi vida. Era triste y frustrante cuando no podía hacer nada por tenderle una mano, más que eso, no quería coger la mano que le tendía y aunque no compartía lo que pensaba hacer lo apoyaba, porque para mí siempre seguiría siendo el don juan italiano que arrasó en mi vida y aportó algo de luz cuando más sola estaba.

Si tenía esa noche, esa única noche para disfrutar de él fuera la vergüenza, fuera la timidez y fuera comerme la cabeza por cosas que ya pasarían, en esos momentos solo quería centrarme en su cuerpo, en lo que me provocaba cuando me tocaba, en los estremecimientos que sacudían mi cuerpo al sentir sus manos deslizarse por mi piel, sentirlo dentro mientras me movía buscando un ritmo que pudiera ser cómodo mientras intentaba regular mi respiración tras haberme dado un orgasmo y dejarme completamente errática, en todos los sentidos. Quería hacerle ver lo que él me despertaba, lo que me provocaba con solo tenerlo cerca. Para mí aquello era como un sueño hecho realidad, ¿tener a Efe desnudo en mi cama bajo mi cuerpo? Algo con lo que solo podía fantasear al principio, ese don juan no se había percatado en todo el tiempo que lo conocía el deseo que sentía por él, siempre me había tratado con dulzura –incluso mi primera vez- pero tan experto en mujeres que no se dio cuenta de que su mejor amiga lo deseaba con cada fibra de su ser. No podía pensar demasiado cuando sentía sus manos en mi cintura y de sus labios escapaba mí nombre, dándome a entender que le gustaba lo que le hacía aunque fuera de forma lenta, sus caderas se movían al son de las mías y los gemidos salían de nuestros labios.

Pronto vi que comenzaba él a marcar un ritmo rápido que me hizo gemir de placer cerrando los ojos, su mano en mi nuca acercándome a sus labios, sus dedos enredándose en mi pelo mientras me besaba con pasión, arrancándome jadeos en aquel beso sin que se dejara de mover y yo solo podía deshacerme entre sus brazos, derretirme por el placer que aquel hombre me provocaba. Tiró de mi pelo hacia atrás arqueando todo mi cuerpo mientras se movía contra mí y sus manos ahora me sujetaban de las nalgas y me movía a su ritmo y a su son pero pronto paró y dejó que volviera a marcar yo el ritmo. Sus manos las dejó en la cama y las mías en su pecho mientras me movía ahora ya con un ritmo claro, conciso que poco a poco fue aumentando conforme sentía que el placer aumentaba con cada movimiento. Sus manos recorrieron mi cuerpo y mis ojos se quedaron anclados en los suyos sin dejar de moverme sobre él en ningún momento, retuve en mi mente aquella imagen tan sensual que el italiano me regalaba, a él rendido por completo ante mi toque con sus ojos felinos brillando, mirándome de forma fija y esa sonrisa que derretía hasta la mujer más fría del planeta. Moví mis caderas con algo más de rapidez cegada por aquel placer que me consumía y me incliné para buscar sus labios enredándonos de nuevo en un beso, rodeé su cuello anclándome a él mientras mis caderas se movían notando como yo misma hacía que entrara y saliera de mi cuerpo notando mis músculos tensarse y una presión comenzar a crecer en mi vientre que evidenciaba el orgasmo que me sacudiría de seguir así.


-Efe –murmuré sobre sus labios sintiendo que me rodeaba la cintura y que las últimas embestidas las daba él de forma rápida, rudas y concisas que provocaron que todo mi cuerpo temblara notando que golpeaba mi interior casi con una violencia placentero que me hizo estallar en miles de pedazos ante el orgasmo que me sacudió con fuerza. Gemí su nombre notando mi cuerpo temblar, mis piernas temblaban mientras el orgasmo me recorría y acabé sobre él como un flan sin poder sostenerme con los ojos cerrados y aferrada a su cuerpo moviendo mi cadera en círculos presa del placer que me recorría todo el cuerpo. Subí mi rostro para mirarle y busqué sus labios besándolo entre aquellos temblores- no digas nada, por favor... –pedí escondiendo mi cabeza en su cuello y cerrando los ojos. No quería que esa noche acabara nunca.

Ambos no queríamos que la noche acabase. No podía hacer otra cosa más que dejarme llevar por lo que necesitábamos, tomar del otro como si fuese la última vez. La deseaba, siempre la deseé. Su ternura y dulzura me atrapó desde el primer segundo, lejos de querer aprovecharme o corromper su inocencia... fui su pilar durante todo este tiempo. Y ella el mío. Eso era algo que no podría negar jamás.

Mi cuerpo la recibía como si fuese la primera vez, no dejé de ser atento a cada movimiento a pesar de que ella me pidió que le dejase hacer. Complacerla y verla estremecerse entre mis brazos, era algo que escapaba de mi razón. Me encantaba ver sus mejillas sonrojadas, su cuerpo contonearse y bailar sobre el mío, una danza que nadie sería capaz de ofrecerme.

No podía dejar de moverme a su antojo, mover las caderas de aquella forma tan deliciosa para deshacerla entre mis brazos, cayese sobre mi cuerpo y abrazarla hasta que el alba nos sorprendiese enredados entre las sabanas. Y alcancé el climax, las yemas hundidas en su piel nivea, perfecta...nuestros labios a escasos centímetros en donde me di el placer de dejar besos fugaces con la respiración entrecortada.

Fue increíble, porque era ella. Suspiré largamente sobre su boca, mordí su barbilla y noté como mi cuerpo se iba relajando a su abrazo, no dije nada... solo enredé mis dedos en su pelo, le canté una canción vieja en italiano...no se me daba bien cantar así que se lo susurré hasta que se quedó dormida.

No quería despedirme, ella bien sabía que odiaba las despedidas. La contemplé dormida durante unos minutos antes de que amaneciera. Mi boca buscó su mejilla, dejando un beso fugaz...en donde había permanecido con ella, la flor fresca que solía llevar en mis trajes...ese era mi lo siento pero ambos sabíamos que era mejor así.

Me vestí con cuidado, sigiloso...tomé aire y salí, no quise mirar atrás.