Volver a encontrarte -Privado Asura Nanami

Donde el viento me lleve,
Huella deje.

La vida en Paris, transcurría demasiado deprisa para sus fines. No esperó que todo transcurriese de esa forma. ¿Tan complicado era encontrar alguien que le ayudase con ciertos temas? Bien sabía que nadie aceptaba así como así y menos con algo como eso. Apostar, conllevaba su riesgo pero ¿quién en su sano juicio le ayudaría? Necesitaba más de lo que pensaba, eso era innegable y menos negociable.

Su fijación por asistir a las fiestas que le invitaban, un claro en aquella nube gris que le acechaba desde hacía un tiempo, el mismo tiempo en el que su padre se fue. La realidad, no era otra que esta, aunque se negase a admitirlo. La vida acomodada que llevaba hasta aquel día fatídico, daría un vuelco con nada más y menos con la verdad, una realidad tal que asustaba al italiano pero que sin embargo, pudo sobrellevar como buenamente pudo.

El encanto natural que poseía, le dio vía libre a poder disfrutar más de esa vida sin pensar en otra cosa que en qué traje ponerse para asistir a las fiestas. Y esa noche, iría a una. ¿Cómo negarse? Sería una descortesía que no se perdonaría jamás. Viejos conocidos de su familia, daban una fiesta de bienvenida a la nueva estación…la primavera. Aún el invierno, se hacía notar cuando el sol se ponía en el horizonte y cada vez, las tardes eran más largas.

Con el mejor de sus trajes y su eterna sonrisa, se dirigió a dicha casa. No estaba tan lejos de donde ahora vivía, así que fue a pie. Nada más llegar, fue anunciado y con la mirada, buscó al anfitrión, localizándolo enseguida y dedicarle una de sus elegantísimas reverencias. Dejarse ver en esos lugares , le abría una puerta más. Debía de encontrar a su víctima de esa noche, no iba a pasarla solo ni por fundación, demasiados días en soledad…

Tomó una de las copas que servían, dando un trago y observar en silencio a los asistentes. Grupos hablando, cuchicheos seguramente por su presencia, las risitas femeninas que siempre le sacaban una sonrisa y terminaba en un suspiro genera, todo demasiado obvio. Se quedó, en un lado del salón, apoyado en una de las columnas mientras las parejas, intercambiaban un baile y palabras en silencio.

El baile, era una de sus virtudes, estaba animado a ello pero ¿con quién podría compartir una fiesta? Sus ojos verdes, se clavaron en una muchacha que para él, no creía estar en la fiesta, al menos mentalmente. No lo pidió, tampoco dudó, se acercó a ella dedicándole una reverencia y antes de que pudiese aceptar, negarse o decir nada…él lo hizo por ella, el descaro y la travesura personificada.

-Signorina, déjeme adivinar. Me buscaba, aquí estoy,perdone la espera… sé que está deseando bailar ¿cómo está? -ni siquiera en la pista de baile podía portarse bien. Le sonrió, entrecerrando los ojos y dejar un leve beso fugaz en su frente al tener que cruzarse por los pasos de baile -De todas las mujeres, no pensé en encontraros aquí, señorita Nanami… ¿cuánto tiempo ha pasado? ¿Años? ¿meses? Lo suficiente para saber que no me ha olvidado -lo remató con un guiño, seguido de esa risa jovial, la inocencia de esa pequeña le hacía tanta gracia.

No era partidaria de asistir a las fiestas que la alta aristocracia solía hacer, pero desde que llevaba aquel tiempo en París, donde ya había aprendido el idioma, conocidos sus calles, y tener sus amistades… no podía evitarlo. No me gustaba aquella pomposidad que se reflejaba en aquellos bailes, pero cada vez que había alguno Haruka me instaba a ir a ellos, era ella quien sin decirme nada preparaba los vestidos y hacía todo lo posible porque acudiera a ellos.

Recordaba la primera vez que había ido a un baile de esos, no conocía nada de aquellas costumbres y me sentía muy extraña, fuera de lugar, con el entorno que me rodeaba. En Japón las fiestas eran totalmente diferentes, no solo por la música y la comida, sino también por los trajes. Era algo que no podía evitar y que por más que había intentado adaptarme a ello… era imposible. Al principio fue todo un suplicio acudir a aquellas fiestas pero, a día de hoy, daba las gracias de haberlo hecho.

Allí había conocido al que consideraba uno de mis mejores amigos, y no era para menos, había sido él quién había amenizado mi noche, acercándose con su galantería conforme pasaba, levantando risas y suspiras por las damas del lugar. Y, desde entonces, desde aquella noche… para mí, todo había cambiado. Nos habíamos visto varias veces y disfrutaba con su compañía, era un hombre jovial, agradable y con el que me reía mucho. Su acento para nada típico de la ciudad parisina me hacía muchísima gracia y le daba un toque más atractivo, y él al igual que yo, soltábamos de vez en cuando alguna palabra en nuestro idioma. Me había aprendido algunas y su significado, las que más decía, y porque le había instado a que me las dijera.

Por ello cuando supe que Haruka me había preparado aquel vestido para acudir a aquella fiesta, de las cuales mi padre estaba encantado que acudiera cuando se lo comuniqué por carta, sabía que lo encontraría allí. ¿Por qué? Porque sabía que aquel hombre no se perdería jamás una fiesta como aquella, lo sabía, y por ella sabía que lo vería tarde o temprano.
Puesto que no me había acostumbrado a aquellos trajes me puse uno elegante, un kimono sencillo pero elegante, justo para aquellas fiestas. Al principio la gente se había extrañado al verme con ellos, ahora, lo veían todo más casual.

Celebraban la entrada de la nueva estación; la primavera. A pesar de que todavía quedaba un poco para ello la fiesta era para ello, en Japón todos los años celebrábamos la entrada de la primavera con una fiesta. La gente se solía reunir al lado del cerezo que era la flor reconocida del país; Sakura, y celebrábamos una fiesta en su honor. Por ese mismo motivo no había podido negarme a asistir, ¿cómo hacerlo cuando era algo que también hacía allí? Sería un descaro por mi parte el hacerlo y, al mismo tiempo, una deshonra para mí país.

En cuanto llegué a aquella fiesta comencé a saludar a los nobles que había conocido en el tiempo que llevaba allí, agradeciéndoles la invitación a la fiesta ya que también era importante para mí, y no pude evitar recorrer el lugar con la mirada. Sí, lo buscaba a él, sabía que vendría y notaba como parte de mi cuerpo vibraba ante la idea. Aquel hombre me turbaba demasiado, desde el primer momento, algo que jamás le había confesado y algo que jamás haría.

Con el paso del tiempo la noche comenzó a hacerse más amena y la música comenzó a sonar para que las parejas comenzaran a bailar, haciendo que me quedara donde estaba puesto que no me apetecía demasiado. Hacía un corto espacio de tiempo que había visto a Éferon en aquel salón pero, sin embargo, no me había acercado a él. Y, como si mi mente lo hubiese convocado, lo vi venir hacia mí por la pista de baile. Las mujeres a su alrededor lo contemplaban con miradas de deseo mientras yo intentaba controlar el nerviosismo de mí cuerpo. Pasaba siempre que lo veía acercarse, no podía evitarlo.

No pude evitar que una sonrisa escapara de mis labios ante sus primeras palabras mientras sentía sus manos por mí cuerpo y le intentaba seguir aquellos pasos de baile. Él se movía con tal gracilidad que quería matarlo con la mirada, mientras yo no me acostumbraba a aquellos bailes. Como siempre, me dejé llevar por sus manos y sus pasos siguiéndole el ritmo.


-Os estaba esperando, señor Gianetti, como de costumbre me ha hecho esperar por usted –le seguí la broma divertida y suspiré, cerrando los ojos unos instantes, al sentir sus labios dejar un beso en mí frente- No podía perderme esta fiesta en honor a la primavera. En mi país también la hacemos, y sería una deshonra que no hubiera venido –le miré cuando dijo que sabía que no lo había olvidado y, aunque supe que no sabía realmente, era totalmente cierto. Desde el primer día no, no había podido olvidarle- Exactamente, tres semanas Éferon, y ha sido todo un suplicio –me reí ante la broma, que no lo era tanto, pero que ante él siempre lo hacía -¿Cómo has estado? ¿Todo bien? –sabía lo importante de sus negocios y no pude evitar preguntarle. Mientras intentaba controlar mi cuerpo y que no notara que estaba algo nerviosa por su cercanía, a pesar de aquel tiempo, no lograba acostumbrarme a ella y me turbaba demasiado. –Por favor, si notas que me mareo… deja de darme vueltas y tomemos el aire. No quiero caerme ante estas personas –me reí por aquello ante tal sinceridad por mí parte, aunque sabía que no dejaría que aquello pasara. Pero… el calor, las vueltas y él cerca eran una mala combinación.

Solo me basta un instante
Para saber que todo está a punto de cambiar.

Asistir a fiestas, uno de sus pasatiempos favoritos. Buena comida, interesantes chismes y… hermosas mujeres. Su ego, no podía estar en la más alta cumbre. ¿Quién podía resistirse a aquel moreno de ojos verdes con ese deje italiano que marcaba en cada frase? Lo sabía y lo utilizaba en su propia beneficencia. ¿Por qué no? Alguna de esas mujeres, sería la indicada, la elegida… para acabar con aquel tema que le traía de cabeza desde que su padre, el ahora odiado, le dejase a su suerte…teniendo que afrontar demasiados retos a los que no estaba acostumbrado ¿alguien le enseñó tal cosa? No.

¿Desde cuándo no veía a aquella deliciosa joven? Hacía tanto que era imposible saberlo con certeza. Sonrió ampliamente al comprobar que se adaptó a la perfección al idioma. A él, le pasaba lo mismo, no podía borrar ese deje italiano en cada frase. Rió por lo bajo, bajando un tanto la mirada, mostrando aquellos perlados dientes, acompañado de esa sonrisa fresca que podía perder el juicio a cualquiera.

-Desde luego, sería una deshonra no haber venido aún a sabiendas de que estaría por aquí…ya sabes que me encantan las fiestas y más de este estilo, algunos intentan llamar la atención de alguna forma -hizo un gesto con la cabeza a una señora que también bailaba, su peinado era bastante llamativo, muy alta con un sinfín de flores de distintos colores…-El claro ejemplo de la llegada de la primavera, ya no será lo mismo…voy a acordarme de esa grotesca imagen para siempre… me tendrás que ayudar a olvidar dicha imagen ¿o no? Vamos Asura…

El muy atrevido, la llamaba por su nombre con total confianza. Se separó de ella unos instantes, tomándola de las manos y observarla bien. Tan diferente a todas las asistentes y al contrario que él, no lo hacía para llamar la atención. Juntó los labios al oír la palabra “todo un suplicio”, echándose a reír a continuación y dejar que diese una vuelta en sí misma. El momento en el que la chica quedó de espaldas a él, se acercó lo suficiente para quedar pegado a su espalda. Siseó, sin dejar de moverse en el sitio, sin dejar de bailar, ni perder ningún movimiento ni contacto con la joven.

-No estoy tan bien como tú, te sienta de maravilla ¿cómo se llama? Lo que llevas… aunque, creo que es mejor saber cómo se quita…-rió en su oreja, dejando un roce con los labios en el lugar y guiarla entre la gente hacia uno de los balcones para tomar el aire…tanta gente empezaba a agobiar y si querían conversar el mejor lugar era aquel.

La guió por la cintura hasta uno de los balcones, sin perder la sonrisa. No pudo evitar que antes de apartarse, pasase la nariz entre sus cabellos para perderse en su perfume, susurrar su nombre unido a esa risa tentadora y provocadora, esa que podía derretir, erizar la piel.

-¿Estabas tan mareada por qué exactamente? ¿No seré yo el culpable? ¡Oh de mí! Tendrás que castigarme entonces y me lo mereceré. -sonrió travieso, apartándose de ella y apoyar ambos codos en el alfeizar y dejar escapar un suspiro. Llevaba el suficiente tiempo en Paris para al menos, adelantar algo…sobre sus negocios y demás -Los negocios como siempre, hay que saber bien con quién relacionarte y demás… -chasqueó la lengua, girándose y apoyar la espalda, mirándola fijamente…dejando cierta distancia para que sea ella quien decidiese si acercarse o no, si estaba algo mareada o turbada no sería el que la condenase…siempre tan atento -¿Cuánto tiempo te quedarás? Podrías invitarme a cenar… y a quedarme.-una clara invitación…-No tengo lugar fijo en las próximas dos semanas, el lugar donde me quedo …volverá a ser ocupado y me echan de allí… ¡a mí! -bromeó, riendo por lo bajo, la realidad era otra… pues apenas tenía dinero para costearse aquello.

Sonrió complacido por sus palabras. Crear un recuerdo diferente que aquella fiesta para la nueva estación y además, su favorita, era el mejor plan que podían ofrecerle en esos momentos. Estuvo a punto de abandonar la fiesta, fue más que nada a tantear, a observarlo todo a su paso, como una pantera acechando a su presa. En esta ocasión, no hubo presa que la compañía de la joven nipona, siempre le hacía preguntarse demasiadas cosas… le causaba tal curiosidad, una que esperaba ella le terminase por descifrar.

Los pasos de baile, terminaron en aquella terraza, para él sus peticiones eran órdenes y lo primero era en que se encontrase cómoda. Sonrió pícaro y juguetón al ver el sonrojo en las mejillas de la joven, le causó tal ternura que no pudo evitar que una risa se escapase de sus labios. Capaz de seguirle el juego en aquellas conversaciones sin fin, conversaciones que podían tomar en determinados momentos un sentido diferente y ella , siempre captaba al vuelo. Miró hacia la fiesta, sobre su hombro ¿pasiones a su paso? Obvio pero era ya tanto que al italiano pasaba totalmente desapercibido.

-Vaya…vas a estar más pendiente de ella que de mi persona… sigues portándote mal… -rió, suspirando, dejando que aquella risa… fuese aún más sonora que la música de siempre, la que seguía sonando en el salón -¿Castigarme? No es tan fácil hacerlo y ahora, me ha causado intriga saber qué clase de castigo me merezco , le daría a este pobre italiano que solo deseaba intercambiar un baile, una copa y ¿por qué no? una noche de placer… -hablaba sin tapujos, susurrando lo último como si fuese un secreto, un secreto a voces.

La señorita Nanami, era simplemente deliciosa. La dulzura se mezclaba con ese carácter más atrevido. Clavó sus verdes en la mano que apoyaba en su pecho para desviarlos hacia su mirada, perdiéndose en aquella mirada segura de sí misma por unos segundos antes de que se animase a hablar.

-Lo que me ofrece es demasiado suculento para que me niegue. En un par de días, tendré que abandonar dicho lugar y… no será mucho tiempo, es más, si molesto…si ocurre cualquier cosa, me iré antes de lo previsto…no quiero causarle problemas. -la miró suplicante, aún habiéndoselo ofrecido, él tanteaba el terreno como el mejor de los felinos para por fin, tomar a su presa -Creo que… antes de que confirme de mi presencia en su casa, le apremiaré con un paseo… pero no por la casa, mejor por los jardínes… tendremos que saltar -sí, acababa de decir saltar y no tardó en apoyar ambas manos en el borde para de un salto, cruzar aquella pequeña cárcel en la que ambos se habían condenado.

Desde el césped, buscó a la chica con la mirada, alzándole los brazos y animarla a que saltase, él la cogería, estaba seguro de ello y la joven nipona, sabía que lo haría…no iba a permitir que le ocurriese absolutamente nada.

-Vamos, aquí podrá castigarme lo que desee -rió travieso, provocaba sin darse cuenta, con esos ojos y esa sonrisa que parecía iluminarlo todo, brillar en la oscuridad.

El hecho de tenerlo tan cerca era sumamente abrumador, era un torbellino de emociones y sentimientos que bailaban en mí interior, como una danza sensual que me provocaba cuando estaba cerca de él. Desde el momento en que lo conocí mis ojos habían grabado, con perfecto detalle, su rostro, esos ojos verdes que poseía y que hacía que sintiera que podía ver a través de mí cuerpo y de mi alma, su sonrisa perfecta que hacía suspirar a más de una mujer cuando solamente se reía o sonreía… y su cuerpo, cómo olvidar aquel cuerpo que tanto me turbaba.

No, desde el primer momento Éferon me había cautivado sin saber realmente porqué, o sin darme tiempo a asimilarlo. Nunca jamás había pretendido nada con él y nunca jamás le había dicho lo que me hacía sentir cuando estaba a su lado. Lo quería muchísimo y lo apreciaba como amigo, pero la pasión que sentía y la atracción que ejercía sobre mí podía más que con cualquier otra cosa. Sabía que podía tener a la mujer que quisiera, con solo mirarla y sonreír de aquella forma tan sexy que hacía… y caería a sus pies, derretida… como lo había echo yo.

Aún así después de todo ese tiempo en el que nos habíamos conocido más y en el que nos habíamos convertido en amigos, lo que me costaba controlar era la sensación de sentirme abrumada por su presencia. Después de todo no sabía qué hacer para controlarlo cuando lo tenía cerca de mí. Muchas veces me había preguntado si había notado algo y, por ello, quizás no había querido hacer algún comentario o broma al respecto. Estaba convencida de que lo había notado alguna vez, era demasiado suspicaz para aquellas cosas y ¿cómo no lo iba a notar? Tenía que saberlo y, aún así, jamás había pronunciado palabra alguna.


-¿Qué yo me porto mal, señor Gianetti? -Enarqué una ceja tras sus palabras pues para mí era obvio que el que se portaba mal, era él. Reí entre dientes por aquello divertida por sus palabras y quedé algo muda, por unos segundos, tras escuchar su última frase. Un escalofrío me recorrió el cuerpo al escuchar aquella y mi cuerpo comenzó a bullir por lo que sus palabras habían provocado en mí. ¿Lo diría en serio? ¿Seguía gastándome una broma? Conociéndole, seguramente lo estuviera diciendo totalmente en serio. Pero, ¿conmigo? De todas las personas que había en el lugar, con la última que penaba que pudiera él hacer algo, era yo. Me recompuse como pude y sonreí de lado- Somos expertos en cuanto a castigo se refiere, no deberías de darme tantas alas para que te castigara. Pudiera ser que llegara a gustarte y… tendríamos un problema serio –me reí, divertida por la sinceridad y por mis palabras, solo él hacía que sacara ese lado de mí y que, allí en Japón, jamás habría sacado a relucir. Pero él me daba esa total libertad y sabía que no me juzgaría, al contrario.

Lo contemplé durante unos segundos esperando su respuesta dejando mi mano sobre su pecho, sintiendo la calidez de este bajo la palma de mi mano mientras lo miraba a los ojos. Estos bajaron hasta mi mano durante unos segundos y suspiré, mientras en mí cabeza rondaba todavía sus palabras ante una noche de placer, debatiéndome entre si era cierto, lo moral… y dejarme llevar por lo que me cuerpo sentía. Sonreí por su sinceridad ante mi propuesta.


-Jamás te pediría que te quedaras más allá de tus obligaciones, y no causas ningún problema. Me he ofrecido porque me nace hacerlo, de lo contrario, no te hubiera dicho nada. Mi casa siempre estará abierta para ti, Éferon, deberías de saberlo –sonreí intentando que pensara que no era molestia alguna, y que no causaría ningún tipo de problema, de lo contrario, no le habría dicho nada. Sus siguientes palabras me descolocaron un poco e iba a decirle algo cuando, sin darme tiempo, apoyó sus manos en la barandilla y lo vi saltar hacia los jardines. No era una distancia demasiado alta y me asomé para reírme- ¡Estás loco, Éferon! –me reí divertida por aquello viendo cómo extendía sus brazos animándome a que saltara y… no lo pensé. Me senté en el bordillo, pasé mis piernas para dejarlas colgando al vacío y me dejé caer siendo recogida por sus brazos, que me atraparon para que no cayera contra el césped. Reí por la adrenalina de hacer algo como aquello, que no había hecho jamás, y eché la cabeza hacia atrás –No sé como me dejo convencer por tus locuras –terminé de reírme y pasé un brazo por su cuello no sin antes colocar bien el pelo y poder mirarlo directa a los ojos. Ya me había condenado un poco, ¿qué importaba si lo hacía un poco más? -¿Puedo comenzar a castigarte ya? –me mordí el labio, debatiéndome en qué hacer realmente, ¿me bajaba de sus brazos, me quedaba atrapada en ellos? Mi cabeza hacía un balance de pros y contras, mientras mi cuerpo me exigía algo con fervor.

Sucumbir al deseo
Jugar a la perdición.


Una sonrisa traviesa, una risa cómplice y de lo más divertida.. Ese italiano no jugaba con fuego, él era tal. Ese fuego que lo recorría todo y arrasaba a su paso. ¿Si hablaba en serio? A saber, ese hombre era una caja de sorpresas y las palabras de la joven alimentaban aún más las ganas de ese merecido castigo. Secundó a la risa, mostrando esa sonrisa jovial y sincera. La nipona, le seguía el juego siempre y por ello era capaz de sacar lo peor como lo mejor de él.

-Deberías de saber que aunque sea un bambino travieso, no siempre hablo en broma… te has puesto muy seria con lo de esa noche…-bajó la voz…inclinándose a ella, lo suficiente para rozarle la mejilla con los labios -La del placer… ¿piensas en ello? ¡y no me mientas! Sabes que a mí no puedes… cada vez menos, sé exactamente en lo que estás pensando ahora mismo y… es huir de aquí, perderte conmigo por ese laberinto y…jugar al escondite -bromeó sacando la lengua, cometer ese acto de locura…otro a su lista ¿por qué no?

Alzó las manos para que cayese sobre él, tomarla entre sus brazos. No tuvo problemas en tomarla, es más, se tomó su tiempo en dejarla en el suelo sin soltarla de la cintura, rodeándola con aquellas enormes manos cálidas que casi eran capaces de envolverlas por entero. A su pregunta, enarcó ambas cejas, pensativo. El castigo era mutuo, iban a castigarse si seguían por ese camino lo harían mutuamente…

-Puedes…pero antes… -se inclinó a ella, mirándola fijamente a los ojos, girando el rostro para dejar un beso en ambas mejillas y sonreír ampliamente -Tu premio por saltar y…-los murmullos, alertaron al italiano quien, dio un par de pasos hacia una de las paredes para resguardarse de las miradas, no era bueno que los viesen a solas…más que nada por la reputación de ella, a él…le daba lo mismo, siempre terminaba arreglándolo.

La dejó contra una de las paredes, de forma delicada, protegiéndola contra su cuerpo. Al ser más alto, imposible que la viesen, sus ojos verdes, buscaron si había alguien en el balcón y al no ser así…rió divertido, soltándola de la cintura con una de sus manos y apoyarla  sobre la cabeza de la joven.

-Casi nos pillan. ¿Qué hacemos a solas sin compañía de un adulto? Modales y decoros a parte…estás muy…caliente -enarcó una ceja, hacía referencia a su cuerpo, a la temperatura que sus dedos pudieron comprobar -No…¿No tendré que ver? Al final vas a querer que te castigue y esa noche de placer…-sonrió, encogiéndose de hombros, lo que diría sí, era lo más atrevido del mundo pero ambos sabían que llevaba absoluta razón -Sabes de sobra…que… sería la mejor opción, no por otra cosa que por la confianza, somos amigos…lo haría justo como… deseases te gustaría -se mordió el labio inferior, aún ella contra la pared  y aquel cuerpo que sí, invitaba al pecado y más.

Tenía la capacidad para saber realmente lo que pasaba por mí cabeza, era algo que no iba a negarle puesto que yo, también, podía hacer lo mismo que él. Mentir no era una de las opciones que tenía con él, por eso había dejado pasar aquellas palabras porque sabía que si mentía, lo iba a ser conforme las palabras comenzaran a salir de mis labios. Y viceversa. Aunque en ese aspecto, no sabía realmente si lo estaba diciendo en broma… o de verdad.
Éferon me confundía, hasta tal punto, que me hacía replantearme todo lo que decía pensando y debatiendo si eran verdad o no.

Y ¿cómo no ponerme nerviosa? Lo tenía cerca y ya mi cuerpo podía temblar ligeramente, y sabía que aquel hombre podía saber perfectamente que lo que mi cuerpo estaba sintiendo, no lo podía en duda alguna. No podía evitar ponerme nerviosa, menos cuando me decía ese tipo de cosas. Al final acabé riendo entre dientes por lo de jugar al escondite, ya temía que me fuera a decir lo mismo de… esa noche.


-Has adivinado mis pensamientos, no hay nada más divertido que perderme contigo y olvidarnos del motivo principal por el que hemos venido aquí –acabé diciendo divertida antes de ver cómo saltaba al jardín y extendía sus brazos para que saltara, invitándome a ello. No lo pensé, pasé mis piernas y por la barandilla y me dejé caer. Sus brazos me cogieron en la caída y yo pasé uno de los míos por su cuello. Mientras yo me debatía qué hacer él tardó algo más en dejarme en el suelo, pero no apartó sus manos de mi cintura. Podía envolverme con ellas sin ningún tipo de problema, si así lo quisiera. Decía que ya podía empezar a castigarlo y, aún así, no sabía realmente lo que estaba queriendo decir. Su cercanía me abrumaba y… cuando dijo aquello y lo vi acercarse hacia mí, mi respiración se quedó parada durante unos segundos, para luego sentir cómo dejaba un beso en mis mejillas.

Y, no supe mucho más, porque de repente me vi contra una de las paredes mientras la mano de Éferon seguía en mi cintura, y de alguna forma, él era como un escudo porque era más alto que yo y solamente podían verlo a él. Aquello me dio el tiempo suficiente como para sacudir mi rostro, y aclarar las ideas.

Aquel hombre se había propuesto volverme loca, comenzaba a sospecharlo. Quizás había visto o intuido cómo me comportaba, o reaccionaba, cuando él estaba cerca y me estaba midiendo. No, lo dudaba. Éferon no jugaría conmigo de tal forma, me lo diría directamente sin tapujo alguno, menos, siendo amigos. Si estaba jugando lo veía algo mal, pero estaba convencida de que no lo estaba haciendo. Soltó mi cintura y la dejó en mi cabeza, diciendo aquello que me hizo reír.


-Bueno, no me preocupa el que nos pillen. Somos adultos, Efe, no nos hace falta a nadie que nos esté cuidando y vigilando como si fuéramos unos niños pequeños. Esa época ya pasó –sonreí por aquella ocurrencia, que quizás no lo decía por lo mismo que había dicho yo, y sus palabras tenían otro significado. Sus palabras de que estaba caliente hicieron que lo mirara, ya volvía de nuevo, no me había dado respiro. Claro, ¿cómo no estarlo? Lo tenía tan cerca que solo bastaba un poco para tocarle, un poco para inclinarme y rozar sus labios con los míos- Eso no ha sido nada decoroso –intenté ganar tiempo porque, ¿qué le decía? ¿Verdad, mentira? ¿Ambas mezcladas? No me iba a dar tregua, y lo sabía, iba a querer saberlo costara lo que costara– He saltado desde un balcón y casi nos pillan, la adrenalina del momento –sabía que no iba a colar, lo tenía muy claro, y él siguió con aquello, torturándome, martirizándome en cierta forma. Mientras mí cuerpo disfrutaba de su cercanía y comenzaba a volverse algo más loco, algo más necesitado y sus preguntas no hicieron que mi ritmo cardíaco disminuyera precisamente. Suspiré unos segundos y lo miré, arrinconada contra la pared y su cuerpo, sin posibilidad de escapatoria alguna. Bastante lo había callado y escondido ya así que, ¿por qué no? Un poco más de condenación no era problema alguno- Me sorprende saber las buenas dotes de actriz que tengo, Éferon, ya que si no te has dado cuenta hasta ahora… quiere decir, que soy bastante buena –lo miré, con una sonrisa, sin perder el humor pese a que no me encontraba en una situación fácil- Tienes razón, no puedo mentirte y sí, quiero que me castigues. En verdad, llevo tiempo deseando que lo hicieras pero… nunca pensé que fuese algo apropiado –no por él, no por mí, porque no quería perder la amistad que tenía con él. Miré hacia otro lado unos segundos, sintiendo cómo mis mejillas ardían por aquello mientras mi cuerpo me pedía que seguía, y mi mente que parara- Tengo un debate interno que no es fácil de llevar –reconocí- una parte me dice que no y la otra… -lo miré- me dice que me lance sin pensarlo –me mordí el labio por sus últimas palabras. ¿En qué momento habíamos llegado a aquello? –No quiero que lo que tenemos cambie por… -ni siquiera era capaz de decirlo- y si no te he dicho nada antes, es precisamente por la misma razón. Pero, ¿quererlo? –me reí entre dientes, nerviosa por cómo estaban cambiando las tornas, ni siquiera me lo creía- Llevo queriéndolo hace tiempo. Así que –di un paso acercándome más a su cuerpo quedando casi pegada a este- si vas a castigarme, te sugiero que empieces a hacerlo –subí una mano por su pecho y seguí el recorrido con mis ojos- No tengo miedo, Éferon, sé que sabrías cómo tratarme… no es eso lo que me preocupa. Me preocupa que te sientas obligado a ello, pero ¿quererlo? Hace tiempo que lo quiero –lo miré a los ojos- Así que, si todo esto es en serio, si quiero esa noche. Si es una broma, huye lejos porque vas a saber de primera mano mis artes marciales –acabé con una sonrisa, intentando quitar hierro al asunto. Condenada, definitivamente, estaba condenada con él.

¿Qué es la locura sin pasión?


La nipona, era capaz de sacar ese italiano más lanzado, travieso y picaro. No podía evitarlo, cuando se trataba de jugar, era el primero en tirar el dado sin esperar que la otra persona moviese ficha y si era el caso, seguía y seguía jugando hasta comprobar, quién ganaba la partida. Le salía innato, no podía evitar jugar con las palabras, sonreír de esa manera tan sumamente deliciosa capaz de hacer derretir a cualquiera.

-No somos unos niños pero ya sabes las normas y todo el protocolo… no podemos estar a solas sin compañía y …eso -buscó su mirada, sonriendo al verla entre él y la pared. Él ya tenía su reputación y no iba a crear una equivocada a la joven. Su familia se encontraba en un buen lugar en la alta sociedad y él no iba a contribuir a manchar su nombre, menos su apellido. No pudo evitar reírse por algo que dijo que ni ella se creería ¿la adrenalina del momento? No dijo nada al respecto, solo se encogió de hombros, mostrando aquella eterna sonrisa que no auguraba nada bueno.

Y…todo cambió en un segundo, por unos instantes creyó que hablaba en broma pero la conversación tomó un ritmo que no esperó. ¿Qué hace mucho que esperaba el castigo? Parpadeó un par de veces, sin perder el contacto con su mirada, en completo silencio y dejar que ella se expresase. No era fácil y menos hablar de algo así, lo comprendía perfectamente. No ayudó mucho , uno de sus dedos índices, se deslizó por una de sus mejillas sonrojadas, dibujándola y acariciándola con mucho tacto y cuidado….provocando seguramente un escalofrío en su cuerpo.

-Todo lo que tenemos cambie por… un momento de debilidad ¿Es eso? no tiene porqué cambiar nada pero… tampoco sería lo mismo -murmuró, mirándola a los ojos de forma intensa. Lo que le acababa de confesar no era cualquier cosa, tampoco algo que tomarse a la ligera. La consideraba una buena amiga, la mejor que había tenido nunca y si accedía, si ambos terminaban jugando al mismo juego… acabarían perdiendo o ganando ambos -Sentirme obligado…¿a castigarte? Eso suena cruel, Asura -fingió un puchero que no pudo quedarle más provocador, más tentador a cada paso que daba hacia ella -Y sé que también sabías tratarme…controlarme… -murmuró, dejando un beso en su frente, sin despegar los labios de su piel, bajó hasta su nariz, dejando sentir cada palabra sobre sus labios pero sin tocarlos

Sus manos, la tomaron de la nuca con infinita suavidad…dejando que sus dedos perfilasen su cuello, le relajase con semejante caricia. Sonrió, una sonrisa sincera, le gustó lo que oyó pero ni era el lugar ni el momento para que pasase nada, justamente por lo mismo que le dijo antes… perjudicarla.

-Si tiene que ocurrir, ocurrirá…Asura pero no será aquí. Demasiados ojos y ese momento…es nuestro -se mordió el labio inferior, rozándolos antes de separarse de ella, sin soltarla de la nuca y obligarla a separarse del lugar y ser él quien ocupase su puesto, ahora era él quien estaba entre la pared y ella -No voy a poner límites, ni negarme a que ocurra porque eso tiene que surgir… pero…ahora mismo estoy a tu merced

Alzó los brazos a la altura de su propia cabeza, totalmente expuesto a ella… siendo vulnerable, mostrándose por entero y dejar que ella, tomase la decisión.

-Puedes castigarme o … mostrarme las artes marciales, ambas cosas me gustarán -sonrió divertido, travieso, eso hombre no tenía remedio…siempre tentando a la suerte.

No era fácil estar acorralada entre la pared a tu espalda y el hombre, desde el primer momento en que lo vi, me había vuelto loca y traído de cabeza. No, no era nada fácil. ¿Podía recordar alguna situación parecida a aquella? No, mi mente no lograba evocar ningún momento en que estuviera en una situación parecida. No entre un hombre y la pared, sino a… una situación complicada, difícil. Aquella era la más difícil en la que me había encontrado a lo largo de mí vida. Y Efe no me lo estaba poniendo nada fácil.

Si ya de por sí era difícil expresarme y decir lo que tanto tiempo estaba guardando en mí interior, bajo el miedo al rechazo, bajo la incertidumbre de que todo cambiara de la noche a la mañana por mí confesión… su dedo, acariciando mi más que sonrojada mejilla no contribuía a ayudar en nada. Al contrario, me resultaba más difícil, me hacía sentir el roce contra la piel cálida y sonrojada de mí mejilla mientras, la diferencia con su dedo en mí piel, mandaba un pequeño escalofrío por mí cuerpo que no pude evitar sentir, mientras me mordía el labio y lo miraba, rogando porque me dejara terminar de expresarme, o jamás lo haría de nuevo.

Tras decir todo lo que realmente pensaba y sentí lo observé atento a cualquier gesto que me pudiera indicar lo que pasaba por su mente, el primero de ellos; lo vi parpadear un par de veces. Seguramente estaría analizando todo lo que le había soltado de golpe mientras lo digería y veía la forma más adecuada, y correcta, de contestarme. Esperaba que hubiera quedado todo claro, porque de lo contrario, no sabía si lograría encontrar las palabras suficientes para explicárselo de nuevo. Sentía que me quería morir por lo que había hecho, me había lanzado desde una piscina sin saber realmente si habría agua o no… y los nervios podían conmigo. Por Kami*, que dijera algo.


-No diría un momento de debilidad… no quiero perder tu amistad por una noche de placer –vale, ya lo había dicho. ¿Podía ponerme más colorada? Lo dudaba, porque ya sentía desde hacía unos minutos como mis mejillas ardían al confesarle todo aquello- Ya sé que no sería lo mismo, pero no quiero perder tu amistad por ello. Es lo único que temo –si ya me había condenado un poquito, ¿qué más daba dejar las cosas claras y decirle todos mis miedos, todas mis dudas, todos mis temores? –No quiero que el pago sea nuestra amistad. Sabes que te quiero, mucho, eres el único al que puedo considerar mi mejor amigo –me reí entre dientes, intentando calmar los nervios que recorrían mi cuerpo- Y eso no lo quiero perder. –Sentí su mirada puesta en mí con cada paso que daba, viendo el puchero que me ponía por lo de sentirse obligado y rodé los ojos durante unos segundos, mordiéndome el labio porque todo lo que hacía me parecía demasiado sexy para mí cordura mental.- No sé lo que pasa por tu cabeza, Éferon, que yo lo quiera no significa que tú lo quieras igual –me encogí de hombros, y cerré los ojos sintiendo que dejaba aquel beso en mi frente y aquellas palabras, haciendo que su aliento me recorriera la piel.

Sentí sus manos en mi nuca haciendo que soltara un leve jadeo por lo que su tacto me producía, sintiendo sus dedos deslizarse por eso mientras me dejaba hacer y escuchaba sus palabras, como si las dijera de fondo, relajándome en parte por los nervios y la tensión que había sentido mientras me había debatido, internamente, entre hacer caso a lo que mi cuerpo me pedía, o hacer caso a lo que me decía mi mente para que parara. Sonreí por aquello sintiendo sus labios rozar los míos, en un toque de lo más sutil, y abrí los ojos para mirarlo.


-No estoy tan loca como para dejar que ocurra aquí, donde centenares de pares de ojos curiosos al que más, nos puedan ver. No te he pedido que fuera ahora, Éferon, sino que es algo que he querido expresar y, de lo cual, me siento algo más liberada –ya no tenía que fingir ni evitar ponerme nerviosa, ni sonrojarme… era algo más libre en todo aquello. Noté cómo se movía, moviéndome a mí con ella, y ser él quien quedaba ahora entre la pared y mi cuerpo. Y me reí divertida ante sus palabras- Castigo o placer… difícil elección –me mordí el labio cuando lo vi poner así las manos y… no me lo pensé. Quizás no sabía que lo iba a hacer, o puede que sí, pero… en cuestión de segundos, había acortado la distancia que nos separaba, lo había cogido por una de las mangas y lo había girado de un movimiento rápido y seco, trabando sus piernas, haciendo que comenzara a caerse al suelo, pero lo cogí de la muñeca antes de que siquiera llegara a rozarlo, estando a unos centímetros, y reí- Una técnica muy útil para desarmar y poder, si lo deseas, poner tierra de por medio. Cuando quieras puedo enseñártela –reí entre dientes por aquello y tiré de él para ponerlo de nuevo delante de mí- Es algo bastante fácil, solo tienes que ser rápida para que no sepan lo que vas a hacer, aprovechar el momento exacto y… -de nuevo, no le di tiempo alguno a que supiera lo que iba a hacer, lo agarré del cuelo, de la cintura, le hice una llave y finalmente esta vez sí hice que su espalda tocara el suelo, subiéndome rápida sobre él apresando sus manos contra el suelo, inmovilizándolo y comencé a reírme, sentada en su estómago ante su cara y que no sabía esperado aquello. Lo solté pero no me levanté y me reí divertida por aquello- Ha sido muy fácil, Efe, no has puesto resistencia. Que una joven como yo te desarme de esa forma, y te haga una llave dejándote en el suelo… -negué con la cabeza divertida- ¿Te he hecho daño? –esperaba que no, no lo había tirado con la fuerza normal que solía emplear, midiendo en parte esta.

La sinceridad, siempre había brillado entre los dos. Eran los mejores amigos pese a las supuestas “relaciones” que un hombre y una mujer debían tener. ¿En qué época vivían? En una en las que dos personas de distinto sexo no podían ser solo “amigos” si no había algo amoroso entre medias. En este caso, más que amoroso…era atracción, provocación y tanteo. Éferon siempre tanteaba el terreno, no podía dejar de ser de esa manera y la forma de ser de ella no se lo impedía, el mostrarse tal como era…transparente como el agua, como esas dos orbes esmeraldas de su mirada.

Que desease una noche con él, más que sorpresa, le preocupó. No quería perderla como amiga, le comprendía, le escuchaba y se reían juntos ¿cómo cambiar eso por una noche en la que se lo darían todo y terminase con todo al mismo tiempo? un dilema, sin duda. En la cabeza del italiano, en lo único que pensaba era en cómo sería, las maneras en las que podía y conseguiría volverla loca, le pidiese más y él se lo daría. Pero su corazón, le gritaba que no, era su amiga, su Asura ¿cómo iba a cambiarla por eso?

-Yo tampoco quiero perderlo, no tenemos porqué perderlo pero tampoco te puedo jurar ni prometer que así sea. ¿Y si ocurre y todo se disipa? No me verías ni te vería del mismo modo, eso no lo podemos saber y… en cualquier otro caso, ya estarías desnuda pero … no es así -podía sonar fatal pero en esa frase le había dicho mucho, demasiado y es que le importaba. La amistad la valoraba entre todo y ella siempre estuvo dispuesta a ofrecérsela, esa mano amiga de la que él siempre había negado, no prescindido.

Valoraba mucho su sinceridad, siempre, ante él la tenía tal como era, sin trampa ni cartón. Era preciosa, cualquier hombre estaría más que dispuesto a darle lo que quisiera, a ponerse a sus órdenes y es que no sólo la belleza jugaba a su favor. Sus ojos verdes , no podían dejar de admirarla pues le encantaba sonrojada, cosa que le hizo reír por lo bajo. Rió menos cuando en un par de movimientos, fue noqueado. Un hombre corpulento, abatido por nada más y nada menos que por ella. Las apariencias engañaban y mucho.

-Preferiría que hubieses elegido placer pero creo que el significado de esa palabra está sobrevalorado, maldita sea Asura, menuda llave y… ¿me ayudas a levantarme? Me hiciste daño en la espalda, me tendrás que…dar un masaje -volvía a las andadas con esa sonrisa traviesa y ese guiño de ojo que lo hacía terriblemente provocador -Venga, dame la mano -esperó que la tomase para aprovechar tirar de ella y que cayese con él al césped.

La risa del italiano, pronto llenó el jardín, haciéndose paso de su voz a la vez que sus dedos se volvían a enredar en aquel cabello fino. ¿a qué olería? Se inclinó, pasando la nariz por su cuello, un gesto que a la joven erizaría la piel por el solo hecho de inhalar su perfume, ese leve contacto de su nariz en su cuello de cisne.

-¿Así huelen los cerezos? Estoy seguro -sin soltarle de la mano, la causante de su caída, se la besó como todo un caballero. Volvió a tirar de ella para que quedase aún más cerca -Mmmm has elegido castigo, eres mala conmigo ¿seguro que quieres castigo y no lo otro? -bromeó antes de lanzarse a hacerle cosquillas, era increíble la forma de provocarla, sonrisas y… no solo risas, querer hacerle cualquier cosa.

Sentía que de alguna forma me había quitado un peso de encima al decir todo lo que realmente pensaba sobre él, y todo lo que sentía en mí interior. Quizás había jugado una carta y la había expuesto arriesgándome demasiado, pero la sinceridad siempre había brillado entre los dos y no quería seguir mintiéndole. Tampoco pensaba que por decirle aquello pasara algo, aunque sí que había tenido miedo por si él se alejaba algo al confesarle tales cosas… pero, como de costumbre, ahí se quedaba, conmigo.

Al menos me sentía más liberada porque realmente aquello me estaba pesando demasiado y no sabía cuánto tiempo más iba a poder aguantarlo y seguir escondiéndolo, pero sentía que no era bueno para mí y me alegraba poder habérselo dicho. Esperaba que, tras aquello, tuviera algo de compasión conmigo en ciertos casos y no me pusiera en aprietos como en el que me había puesto aquella noche… aunque, conociéndole, estaba segura de que seguiría como hasta ahora salvo con la diferencia de que sabía lo que provocaba en mí.


-Me alegro que ambos tengamos claro que la amistad es lo importante, y que lo valoramos sobre encima de todas las cosas. No me gustaría perderla, en verdad te aprecio mucho, y fuiste el único que me tendió una mano cuando más lo necesitaba. -No había sido un rechazo tal cual y en verdad me lo había esperado, por eso aquello no me dolió, pero me alegró saber que él pensaba igual que yo. Reí sin poder evitarlo cuando dijo lo de ser abatido de aquella forma y negué con la cabeza- Sabías que me enseñaron artes marciales, noquearte de esa forma ha sido demasiado fácil y no me ha costado nada. –Lo miré divertida mordiéndome el labio- Siento si tu elegante y sofisticada espalda ha sufrido algún daño o perjuicio, luego te daré un vale para una sesión de masaje –reí entre dientes y decidí apiadarme de él tomando su mano cuando… sin que lo esperara, tiró con fuerza de mí haciendo que soltara un leve grito mientras sentía cómo caía y quedaba tumbada sobre la hierba, a su lado. Maldito… me había engañado totalmente, ¡y yo que me había apiadado de él!

Su risa llegó tan pronto como me había caído llenando el lugar con ella y, aunque lo miré frunciendo el ceño por haberme tirado de aquella manera… al final, acabé riéndome divertida por lo que había hecho mientras negaba con la cabeza… aquel hombre pasaba de un extremo al otro en cuestión de segundos, y me fascinaba la sonrisa tan sexy que tenía cuando estaba de aquella manera. Se veía tan guapo así, que terminé de reírme para darle un leve golpe en el hombro.


-Me has engañado, yo pensaba que ibas a levantarte, no a tirarme en el césped –reí entre dientes hasta que sentí sus dedos enredarse de nuevo en mi pelo, un pequeño escalofrío me recorrió al sentir sus dedos vagando por esto, haciendo que cerrara los ojos durante unos segundos. Y, para más colmo aún, sentí su nariz rozando mi cuello en una leve pero sensual caricia que hizo que se me erizara el vello, y un leve jadeo escapara de mis labios sin poder evitarlo. Aún sabiendo lo que provocaba en mí no tenía piedad alguna, y me martirizaba con todo aquello. Era malo, muy malo conmigo- Eres muy malo conmigo Efe, demasiado diría yo. Por eso te he castigado –sentí cómo besaba la mano que aún seguía aferrada a la mía y me mordí el labio, sintiendo cómo me acercaba más a su cuerpo y… no, ¡cosquillas no! Comencé a reírme mientras no tenía piedad y me hacía reír por aquello, sus manos vagaban por mis costados, por mi estómago haciendo que me riera sin poder evitarlo mientras intentaba separarlo- ¡Éferon! Para, para, para… -me dolía el estómago de tanto reírme y él no paraba. Así que, viendo que no iba a hacerlo cogí sus manos, las aparté de un golpe rápido y seco y rodé para quedar arriba y mirarle con el ceño fruncido, intentando normalizar mi respiración- ¿Ves por qué no puedo elegir nada más que castigo? Eres muy malo conmigo, y debo de darte disciplina por ello –me reí divertida por aquello- Nos van a pillar, ¿lo sabes no? Me has hecho hacer mucho escándalo.

Lo que más valoraba, al menos una de las cosas que más le importaban en la vida era justo esa, la amistad. Con Asura, la complicidad fue desde el primer segundo. Ambos se complementaban y se entendían, la comprendía y es que ambos eran muy complicados y transparentes ante los ojos del otro. No podía arriesgarse a perder la amistad que tenía con ella, era especial y por una noche de place, un rato por una relación que no podía acabar así por así. Él se conocía, si terminaba en su cama, ¿la trataría como todas las demás?

-¡Oh! Pues así es, me has destrozado mi perfecta espalda menos mal que no me has dado una patada en cierta zona si no si que hubiese sido un desastre y horror -se echó a reír, mirándole fijamente y tener el detalle de bromear con ella. Con el dedo índice, le presionó la nariz, haciendo un camino con su dedo hasta su frente y realizar dibujos con mucha suavidad, devolviendo aquella cercanía e intimidad a ambos, no iba a cambiar por ser sincera.

Y sí , la tiró con él al suelo para que probase de su propia medicina. Sus ojos verdes, se clavaron en ella cuando le insinuó que era malo con ella ¿él malo? Como fuese malo, iba a saber de una vez lo travieso que podía llegar a ser. Se relamió, mirándola intensamente, perdiéndose en sus ojos por unos segundos para volver a atacarla con cosquillas, haciéndola incluso rodar por el césped. Impropio de gente de la alta sociedad pero ¿desde cuándo eran como todos los demás?

-Es que soy experto en escándalos…de todas las maneras. No sé portarme bien en ningún sitio y hablando de todo un poco ¿cuál es el castigo ese que ibas a darme? A ver… que lo estoy esperando no creas que se me olvida-se echó a reír, sin perder detalle de su mirada y no incorporarse, quedarse tumbado en el césped.

Cualquiera que los viese, los tacharía de locos pero ¿qué era la vida sin locura? Le gustaba estar al aire libre, sin preocupaciones, siendo él mismo y no tener que realizar ningún papel, con los brazos tras su nuca, se quedó mirando al cielo. Un cielo estrellado, sin ninguna nube. Las estrellas dibujaban el oscuro cielo como si fuesen luciérnagas sobre ambos. Sonrió de medio lado, las orbes esmeraldas del italiano, parecían brillar aún más que las estrellas, mostrándose tal y como era, sin trampa ni cartón. Podía ser un orgulloso, galante y don juan pero auténtico, siempre.

-¡Una estrella fugaz! Pide un deseo y no vale que me muera…que te quedas sin cosquillas y yo sin castigo, dime Asura… ¿qué te gustaría tener más que nada en el mundo? Y no me refiero a cosas materiales, ya sabes -rió, entrecerrando los ojos, pensativo -Temo tener que irme de Paris como no encuentre un sitio estable y ya, sé que me has propuesto lo de tu casa pero no sería unos días…-ese tema le preocupaba, tendría que volver a Italia, volver a casa…igual a problemas.

Agradecía enormemente que pese a lo que le había dicho siguiera conmigo actuando de la misma forma de siempre, me había dolido mucho que por aquello cambiara su actitud y me alegraba que no lo hiciera. Para mí Éferon era una de las personas que más quería y en la que más confiaba desde que estaba en París. Era uno de los primeros que había conocido y con el que había entablado conversación, el que me había ayudado con el idioma y con el que más podía ser yo misma, sin arrepentirme de nada.

Por esto también, en parte, había sido tan sincera y había confesado lo que llevaba mucho tiempo acallando, porque pensaba también que así el sería algo más comedido conmigo y no me pondría en ciertos apuros… aunque, mi gozo en un pozo. Parecía que se había olvidado de aquello porque seguía haciéndome lo mismo de siempre, su cercanía me seguía abrumando y él jugaba conmigo como quería. Sabía que no lo hacía mal, simplemente seguía siendo como había sido hasta siempre. Reí por sus palabras divertida.


-Y eso que he llevado cuidado, si no llego a medir la fuerza realmente te habrías echo mucho más daño en la espalda, créeme. –Reí divertida por lo de la patada y negué con la cabeza- No soy tan mala como para eso aunque… me lo estoy pensando, después de todo, sigues queriendo abrumarme como siempre –no lo había dicho a malas, en ningún momento, sino que siempre conseguía que me sintiera de aquella forma.

Tras hacerme cosquillas y pedirle que parara y que parara y que volviera a parar, conseguí que lo hiciera y respiré algo más tranquila porque me dolía la barriga de tanto reírme, había tenido que bloquear sus manos para ello y dejarlo tumbado en el suelo, bajo de mí, para ello. Era la primera vez que estaba tanto tiempo tan cerca de su cuerpo, y no podía evitar que algo dentro de mí, comenzara a calentarse sin poder evitarlo. Me quedé tumbada a su lado y sonreí, desde luego, era totalmente cierto que no sabía portarse bien en ningún lugar.


-Ahí tengo que darte totalmente la razón, no eres bueno y no saber portarte como tal. ¿El castigo? –hice una pequeña pausa, porque realmente, no había pensado en uno como tal- Mi castigo será darte una patada en… -reí entre dientes- así que pórtate bien, o me verás obligada a hacerlo. –Intenté que mi tono fuese uno serio, para que se lo creyera realmente… pero estallé en carcajadas mientras me acomodaba a su lado y miraba al cielo nocturno, dejando la brisa nos acariciara y, con ello, aliviara el calor que bullía en mí interior. Miré al cielo cuando dijo lo de la estrella fugaz y la vi por apenas unos segundos. Luego lo miré a él y me mordí el labio, pensando qué responderle- Conocer mundo. Es algo que siempre me ha apasionado y que espero algún día llegar a hacer. Me gustaría que algún día me enseñaras Italia, y yo algún día te enseñaré Japón –sonreí, eran sueños algo inalcanzables pero, ¿qué era la vida sin sueños?- ¿Qué pedirías tú, Efe? –Hice una pequeña pausa y resoplé, ¿no le había dicho ya que podía quedarse?– De nuevo, te diré, que estás invitado completamente a mí casa. Puedes quedarte el tiempo que quieras, de verdad, no me importará ni me incomodará. –Apoyé mi frente en su pecho y cerré los ojos, estaba tan a gusto de aquella forma que no quería moverme- Un día, una semana, un mes… el tiempo que haga falta. No tienes ni qué decirlo, te lo digo con total sinceridad.

Nunca dejes de soñar
De creer que puede ser real.


Fingió hacerse el sorprendido, como si realmente le temiese cuando… no podía causarle más gracia y ternura. La verdad es que aquella chica se defendía bien, demasiado para ser lo que supuestamente la sociedad la tachase como “menuda y frágil”. Una imagen sobrevalorada que no tenía nada que ver con la realidad. Esa joven ya no era ninguna niña, si no, toda una mujer que podía llegar a arramblar con todo y conseguir todo lo que se propusiese si quisiese.

Su risa, era un regalo para los oídos del italiano, arrancándole alguna que otra carcajada y provocar en él ese carácter infantil que sacaba en determinadas ocasiones. Rió por lo bajo al separarse, mirándola con atención y cómo seguramente nadie le hubiese mirado en absoluto. Él veía en ella no solo a su amiga, le atraía de igual modo pero estropear esa relación tan bonita y de tanta confianza. Y es que la confianza, era lo más importante en este caso. Sus ojos verdes, terminaron fijos en aquel cielo oscuro iluminado por esas gotas de luces.

-¡Qué cruel! Que luego… necesitaré tal cosa para noches de placer.. incluida la tuya… si pasa -se echó a reír, mirándole fijamente a los ojos por unos segundos y volver a soñar despierto. Una de sus debilidades era esa, soñar….y soñar hasta perder el norte y la razón, perderse en esos sueños que ¿por qué no? pueden hacerse realidad, solo había que ponerlo todo de tu parte.

Y la sola idea de nombrar su hogar, Italia, causó en él una sonrisa de nostalgia, tristeza. Bien era sabido que porqué estaba en Paris y en parte era por huir de su propia casa. Suspiró largamente, no pudiendo prometerle eso. ¿Qué le quedaba en Italia? Si ella supiese la verdad, no lo idealizaría tanto, ese era uno de los problemas de la gente, el principal y en eso… no podía hacer mucho más que dejar que pensasen lo que quisieran pero ella… no era como el resto. La confianza la tenía totalmente puesta en ella.

-Lamento, signorina. No poder cumplir tu deseo. No puedo enseñarte mi hogar en Italia, allí ya no me queda nada. Aquí, intento ubicarme, cerrar algunos negocios que mi padre en su día creó pero no logró finalizar y… no puedo aceptar tanta hospitalidad. No quiero ser un mantenido, menos crearte problemas. Te lo agradezco, te aprecio mucho y lo sabes pero… no puedo permitírmelo -ahora, quedaba la pregunta principal… ¿qué pediría él? lo tenía muy claro, quizás demasiado.

-Pediría que toda mi vida no hubiese sido una pantomima, un cuento inacabado del que ahora tengo que escribir cada uno de las letras. Estoy cansado de pelear y luchar por algo que parece … invisible, transparente, como si no hubiese existido. -suspiró, revolviéndose el cabello, quedando sentado en la hierba con los brazos apoyados en sus propias rodillas y negar con la cabeza -Eso pediría… crear otro Éferon Gianetti, el verdadero y el que no tengo que fingir. Tendré que casarme con alguien que tenga el capital suficiente como para tapar esos agujeros de los que unen mi vida… y obviamente, con mi historial… no iba a aceptar cualquiera -se encogió de hombros , volviendo a mirar al cielo.

Reí sin poder evitarlo cuando comenzó a decir que necesitaría aquello para sus noches de placer, era algo que ya sabía de sobremanera, y por eso mismo lo había dicho. Porque, ¿qué podía hacerle a él que fuera algo como tal, que fuera un castigo para él? Pues sin duda, aquello era lo más parecido que podía hacer para castigarle. O al menos, era lo único que se me ocurría en aquel preciso momento.


-Por eso te lo he dicho, porque creo que es una excelente manera de castigarte y sé que, al menos así, tú lo considerarás como tal –reí entre dientes- cualquier otra cosa estoy totalmente convencida de que no te lo tomarías como castigo, así que tengo que pensar en algo que sea totalmente práctico y, ¿qué mejor que esa? –sabía que no me había tomado en serio en absoluto, ni por un segundo ni cada una de las palabras que habían salido por mí boca así que… sabía que supe por su risa que era de eso precisamente de lo que se estaba riendo, porque no me veía lo suficientemente capaz como para hacerlo. Quizás se llevase una sorpresa si seguía por ese camino.

Volvía de nuevo a hablar sobre nuestra noche de placer y suspiré, por un momento, quise decirle que se olvidara de lo que habíamos hablado hacía unos momentos pero… por otra parte, la sinceridad estaba ante todo así que me alegraba el poder haberme quitado ese peso de encima sin ningún tipo de problema, viendo lo bien que lo llevaba él puesto que seguía bromeando con aquello.

Lo observé ponerse algo triste y nostálgico y me mordí el labio porque no sabía lo que le había puesto así, hasta que empezó a hablar y comentó que no podía volver a Italia, porque allí nada le quedaba. No lo sabía y ahora me arrepentía de haberle dicho aquello, aunque en verdad no le había pedido que me enseñara su casa, sino los lugares de Italia. Evidentemente, no podía llevarlo a mí casa si alguna vez visitábamos Japón, porque eso supondría que estaríamos juntos y engañar a mí familia de una forma horrorosa, y que seguramente llevaría graves consecuencias que quería evitar a toda costa. Le enseñaría Japón, sus bellos lugares, sus bellas regiones… pero no mí casa, y no era eso lo que había pretendido al decírselo a él. Suspiré y lo miré


-Nunca he pretendido que me llevaras a tu casa, Efe, sino que me enseñaras las bellas regiones que seguramente hay por toda Italia –me senté en la hierba y puse mi mano sobre su hombro- Si quieres puedes quedarte hasta que encuentres algo, no te digo que te quedes para siempre pero si necesitas estar un par de días… sabes que no tienes que decirlo –hice una leve pausa mientras él se expresaba y me mordí el labio, porque por mucho que quisiera era algo que no podía hacer en nada para ayudarlo… no había nada que pudiera hacer para aliviar esas cargas que llevaba, salvo estar ahí, y apoyarle- Aún puedes empezar a construir tu propia historia, Efe, no es tarde para intentarlo. Y nunca lo será. Puedes empezar a ser esa persona que siempre has querido ser y que nunca te han dejado, pero solamente tú eres el único que puede dar el paso –no sabía muy bien hasta qué punto todo aquello era tan grave, pero quería de alguna forma aliviar todo lo que estaba sintiendo. Apoyé mi cabeza en su hombro mirando al cielo, como lo estaba haciendo él, como muestra de apoyo- Si puedo ayudarte con cualquier cosa, solo tienes que pedírmelo y lo sabes. Odiaría que no lo hicieras –cerré los ojos unos segundos- sabes que yo nunca te voy a juzgar y voy a estar para lo que necesites.

El pasado nos hace ser
Quién somos y seremos.


Por más que quisiera e intentase emendar los errores que su padre cometió, les perseguiría de por vida. No entendía nada y menos ¿por qué él tenía que cargar con ello y tener que limpiar su apellido? Lo mantuvo impoluto, dando los mismos pasos que su padre pero en distinta dirección. Cierto que en estos años había aprendido mucho, con el tema de los inmuebles y demás negocios pero no era suficiente, la deuda era mucho mayor que los beneficios y al final, el imperio iba cayendo ante sus pies…todo lo que su abuelo construyó, su padre lo llevó a un futuro negro, cada vez más.

Suspiró largamente, no quiso explotar y menos en ese momento de paz pero lo necesitaba. Nunca hablaba con nadie de ello, es más, dudaba que cualquier persona cercana de su entorno supiese algo sobre ello. Se sintió un necio, ¿cómo iba a arreglarlo ahora? seguro pensase que estaba completamente loco y con razón. Cuánto le gustaría enseñarle cada rincón de su Italia, de su ciudad. Sonrió leve, buscando su mirada y asentir a sus palabras, algún día todo eso sería posible…quién sabía ¿soñar no era gratis?

-Te enseñaré Italia, te lo prometo. Aunque…hay muchas maneras de ir a Italia sin moverse de Paris, solo tienes que dejarme una cocina y algunas cosas más y…¡voilá! Te llevaré hasta allí . Mi pasta fresca a los cuatro quesos te gustaría demasiado, terminarías por comerme a mí seguramente -sonrió al notar como apoyaba la cabeza en su hombro, volvían a soñar y juntos ¿había algo mejor que eso? -Está bien, será un par de días y prometo no te molestaré más, te haré mi tiramisú especial de mi abuela…chocolate italiano -sonrió, besando su cabeza de lo más tierno, ¿cómo iba a cambiar aquella mujer por una noche de placer? Su amistad valía tanto, era lo que más apreciaba ahora mismo.

-Ya sé que no me juzgarías, ya lo habrías hecho con eso de que me meto en la cama de cualquiera, eso no es verdad…en ciertos aspectos. Sabes lo especial que soy para ello y si ocurre, o estoy muy bebido o me gusta la persona siempre y cuando tengamos en común que… no pasará más que del buen rato, de nada más -la miró intensamente, ¿y si no le gustaba en realidad lo que le podía ofrecer? Era preciosa y se merecía mucho más pero las dudas asaltaban su cabeza.

-Oye…Asura pero…¿has experimentado esas cosas? algo, eso en sí…no sé explicarlo sin que suene ruin o vulgar -rió, buscando su mirada y sonreírle, deslizando dos de sus dedos por su mejilla, la verdad es que cuidadoso y sutil era pero…sin sobre pasarse, con ella jamás -Puedo mostrarte algunas cosas sin llegar a… llegar al final, solo para saber si es de tu gusto -se mordió el labio inferior, mostrando esa sonrisa hechizante, deslizando el dedo por el labio inferior de la chica, dibujándolos.

Éferon, tan sutil, le acababa de lanzar una oferta que podía rechazar o simplemente dejarla para cuando fuese el momento .

-Deberíamos irnos… iré a tu casa mañana y me quedaré un par de días y ya entonces, me respondes, piénsalo, te lo daría… -se inclinó, dejando un fugaz beso en sus labios y sonrió.. la sonrisa de la perdición, acababa de dejar puntos suspensivos.

Parecía que la noche se había apagado un poco por aquellos temas que estábamos hablando, más que nada, lo sentía especialmente en él. No por otra cosa sino porque lo notaba algo más distante y apagado que hacía unos minutos cuando nos estábamos riendo tumbados en el césped. Quizás no había sido buena idea sacar aquel tema pero, pensaba que era mejor que él lo sacara a que lo siguiera llevando dentro, carcomiéndole, como me había pasado a mí con aquello durante todo este tiempo. Ahora me sentía algo más liberada, aunque Éferon no hacía mucho esfuerzo por comportarse bien… algo que nunca se le había dado bien.

Reí divertida al decirme que me enseñaría Italia solamente cocinando algo y fue algo que apunté mentalmente, ya que la idea de gustaba y no decía que no a la hora de probar nuevos platos y sabores, sobre todo si eran de aquella región de la que había oído tanto hablar, por ser famosos por sus pastas. Era algo que quería probar sin duda y no pararía hasta que cocinara algo de Italia, y de paso, ver cómo lo hacía para así poder hacerlo cada vez que quisiera.


-Vale, entonces me tienes que prometer que cuando vengas tienes que hacerme uno de esos platos tan ricos que dices que haces, y de paso, me lo apunto para hacerlo cuando yo quiera… seguro que está muy bueno –me mordí el labio- Tiramisú de chocolate… qué bueno, todo lo que tenga chocolate está delicioso, soy una adicta al chocolate –reí entre dientes divertida por aquello y obvié el comentario de que me lo comería a él seguramente, era algo que él sabía que podía hacer perfectamente y que, en parte, deseaba y no iba a caer de nuevo en aquel juego. Había tenido suficiente con el bochorno de hacía un rato cuando mis mejillas no podían estar más coloradas sintiendo el beso que dejaba en mí cabeza, sonriendo por ello.

Escuché sus siguientes palabras y dejé todavía mí rostro apoyado contra su hombro, sabía la fama que Éferon tenía y era algo que a mí no me importaba, solamente me importaba como se comportaba conmigo y sabía además que la gente siempre tendía a exagerar las cosas. Seguramente, si alguien nos viera ahora, correría el rumor de que el galante italiano no había podido resistir la tentación de embaucar a otra jovencita y, sin decoro alguno, estaban en el césped de aquel lugar. La gente sabía que hablaba de más, y estaba convencida de que habían exagerado muchas cosas de las que él había echo. No decía que no las hubiera echo, porque él mismo lo decía, pero quizás tendían a exagerar.

Me quedé algo más quieta cuando pasó a sus siguientes palabras y ya notaba como algo del rubor anterior volvía a aparecer de nuevo, sintiendo su mirada fija en mí mientras deslizaba un par de dedos por mí mejilla que ya notaba cómo se iba ruborizando. ¿Qué le contestaba a esas palabras? ¿Hacía falta, que lo dijera? Al fin y al cabo, si pasaba algo, lo iba a saber de antemano sin que le dijera nada. Notaría mi timidez por todo aquello y, en cierto momento, mi inexperiencia. Se mordió el labio inferior mientras lo miraba y, por unos segundos, deseé ser yo quien le mordía aquel labio sintiendo que dibujaba con un dedo los míos y me miraba con aquella sonrisa, capaz de derretir a cualquiera.


-Yo no… -me aclaré la garganta, mirándolo mientras me moría de la vergüenza- he hecho algo pero… nunca he llegado al final –bueno, era una buena forma de decirlo. Aunque no hubiera echo mucho, realmente, pero a la parte donde ambos quedaban desnudos, piel con piel, y se sentía aquel placer del cual había oído hablar a muchas jóvenes… no, nunca había llegado- No tienes que probar nada para saber si es de mí gusto, o no. Sé que lo será -y más si era algo que provenía de él, y menos cuando lo que realmente quería era llegar hasta el final. Me callé porque era algo que me daba vergüenza, y sentí su beso fugaz en mis labios haciendo que me mordiera estos durante unos segundos- Creo que ya sabes mi respuesta, no hace falta que esperes a mañana –le sonreí de forma tímida.

Loco, loco, loco…
¿y qué?


Sonaba demasiado bien eso de poder disfrutar de costumbres de su tierra. En Paris no se comía como en Italia, él era el único que podía llegar a cocinar algún que otro plato de lo más delicioso. Esas especias únicas, esa pasta fresca increíble y apetitosa. Rió solo por pensar en ello, lamiéndose los labios y mordérselos de puro deseo, estaba deseando volver a cocinar y ¿qué mejor para alguien? Nadie mejor que ella.

-Me podrías dejar tus cocinas para realizar mi magia italiana ¿qué dices? Prometo hacerte un plato de pasta con queso y un tiramisú, probaremos todos los ingredientes antes… por si no es de tu agrado. Yo mismo te los daré -sonrió de lo más divertido, picando su nariz con un dedo y seguir soñando despiertos. Ese hombre era capaz de transportarte a la misma Italia solo con oír su voz, tan acariciadora y suave, con ese acento único.

No era muy agradable hablar de esos problemas que lo atormentaban. Sus ojos verdes se cerraron un instante al notar el peso de la cabeza de la nipona en su hombro. Solo con ese gesto, lo relajó de golpe. Sonrió de medio lado, algo más animado e intentar olvidar todo aquello que lo atormentaba, ahora mismo era mejor simplemente olvidar ciertas cosas y disfrutar el momento.

-Muy segura estás, quizás no te guste o… tu forma de verme cambie. -sonrió de medio lado, sus orbes miraron fijamente el cuello de la chica, hasta fijarse en sus labios de lo más divertido, mordiéndose el labio inferior, claro signo de lo que le haría… justo eso, morderlos y probarla…aún no lo había hecho, se sentía de lo más tentado.-Sé tu respuesta y no sé si debería aprovecharme de esa dulzura y timidez que te precede, soy un italiano osado -se echó a reír, apoyando su frente en la suya y acariciar su nariz con la suya, mordiendo su barbilla de paso.

-Mejor en un sitio más íntimo …donde podamos hablar, ahora…si me permite -le ofreció su mano, levantándose y hacer lo mismo con ella, solo que… la tomó de la cintura y la alzó, dando vueltas con ella en el sitio, riendo de lo más divertido y volver a captar la mirada de los desconocidos ¿cómo podía ser tan sumamente encantador y provocador al mismo tiempo?

-Bueno señorita Nanami ¿le acompaño a su carruaje? Serán mis pasos ¿qué me dice? Podría acompañarte a casa como todo buen caballero, así disfrutamos de esta noche y… me dices eso del kimono…cómo se quita, para ir aprendiendo - sonrió de lo más pícaro, dándole un sonoro beso en su mejilla y esperar que aceptase su invitación.

Aquel hombre era un provocador innato, algo que ya sabía desde el mismo día en que lo conocí pero que pensaba que, tras decirle algo, pudiera moderarse un poco. Mí gozo en un pozo al parecer, porque parecía más animado ante la idea y parecía que le gustaba más provocarme de aquella forma, no solo con sus palabras sino también con sus actos. Sabía como era y quizás debía de haber pensado que nada le iba a detener, puesto que era algo en su forma de ser y no lo iba a cambiar por aquella pequeña confesión.

Negué con la cabeza divertida mientras le escuchaba hablar y aquel acento tan típico de él salía a la luz de aquella forma. Era un acento que desde el día en que lo conocí me había llamado la atención y me había cautivado de alguna forma. Me gustaba escucharlo hablar y por ello estaba mirándolo de aquella forma, con una sonrisa en los labios.


-No creo que no me guste lo que me prepares, Éferon. Me encanta todo tipo de comida y si lleva chocolate mucho mejor, creo que es una de las mejores cosas que existen en la vida. Pero sí, te dejaré mí cocina y te dejaré cocinar esos platos, y yo miraré cómo lo haces para aprenderlos, por si algún día quiero volver a comerlo –le sonreí divertida mientras él dejaba golpes en mí nariz y apoyé mi cabeza en su hombro, soltando un suspiro, porque tampoco quería hablar mucho más del tema y no quería incomodarlo o importunarlo. Escuché sus palabras y me mordí el labio, tan provocador como siempre, y aquello solamente hacía que mi corazón latiera desbocado y mi cuerpo ardiera por sus palabras. No sabía lo que podría pasar si llegáramos a hacer aquello pero… maldición, tenía tantas ganas de que pasara, más sabiendo lo que iba a ser, que no iba a ser nada de amor eterno, simplemente, pasión. Sentí como apoyaba su frente con la mía, rozaba su nariz haciendo que riera, y luego mordiendo mi barbilla haciendo que contuviera la respiración. Unos centímetros más arriba y habría mordido mis labios.- Si tiene que pasar, prefiero que sea con alguien de mí total confianza a un completo extraño –hice una leve pausa- En ti confío Efe, en cualquier otro no. Sé que tú me respetarás por encima de todo, de cualquier otra persona, no podría decir lo mismo.

Lo miré cuando dijo que teníamos que irnos y que eso debíamos de hacerlo en un sitio más íntimo y sonreí mientras le tendía mi mano para que me ayudara a levantarme. Reí cuando me cogió de la cintura alzándome y dando vueltas mientras, los ojos curiosos a nuestro alrededor, querían saber qué estaba pasando. Balanceé mis pies divertida con aquello mientras me apoyaba en su hombro por unos segundos y sonreí.


-El carruaje está en la entrada del palacio pero no me apetece volver a cruzar todo el salón, así que, tendremos que cruzar por otro lado. –hice una leve pausa sopesando sus palabras mientras sentía que mis mejillas ardían ante lo del kimono, y le di un ligero golpe en el hombro- Eres un fanfarrón, no puedo explicártelo con palabras porque es muy complicado… tendría que decírtelo, paso a paso -¿le había respondido que sí a su invitación? Indirectamente, lo había echo. Por dios, no podía estar más avergonzada pero… algún día tendría que pasar por aquello, ¿no? ¿Qué mejor que con alguien que consideraba mí amigo y que me respetaría por encima de todo?