{El secreto de la juventud eterna} - {Nanami}

por **Gisela Bellpuig** Lun Mar 07, 2016 7:34 pm

Si tenía que ser sincera estaba totalmente preocupada, no me gustaba para nada verla en ese estado y saber que poco podía hacer para ayudarla. No cuando ella ni siquiera quería ver a nadie y simplemente se había encerrado en su habitación, negándose a ver a nadie... ni siquiera a mi. No era que no lo hubiera intentado, pero lo único que había recibido era una cordial invitación a tomarme unos días libres. Algo que tras dudar mucho al respecto, había acabado por hacer. Si ella no estaba, yo no tenía nada que hacer en el castillo, a fin de cuentas solo estaba ahí con la intención y el propósito de acompañarla, estar a su lado y no dejarla sola. A pesar de que, perfectamente podría haber hecho una visita a mi hermana mayor, no era algo que me apeteciera en esos momentos. Si, era cierto que llevábamos unos pocos años sin vernos, pero ella siempre se encontraba ocupada, centrada por completo en su trabajo en vez de pensar en tener una vida social. Desechando eso, la única opción que me quedaba era un breve y escueto viaje a algún punto cercano. En mi mente, casi de inmediato, se formó la imagen de París, ciudad en la que había pasado un tiempo años atrás y que, no había vuelto a pisar desde antes de mi regreso a Cataluña, diez años atrás.

No podía negar que el viaje me había resultado un poco cansado, ciertamente había empezado a perder la práctica, puesto que mis vuelos últimamente se habían reducido simplemente a entregas de cartas a una corta distancia. Una vez llegada a la ciudad, me dirigí al lugar mas alejado y discreto para volver a tomar mi aspecto humano y vestirme sin que nadie pudiera verme hacerlo. Encontrándome lista, mis pasos volvieron de nuevo hacia la ciudad, las calles llenas de gente y el ambiente animado. Si tenía que ser sincera, el lugar había cambiado mucho y, a la vez, no había cambiado nada desde la última vez que había estado aquí. Recogiéndome el cabello en un pequeño recogido, empecé a caminar por las calles, rememorando aquellos lugares en los que había estado ya y observando con atención aquellos en los que no había estado por el hecho de que, simplemente, no habían existido años atrás.

Completamente sumergida en mis propios recuerdos, no me di cuenta del hecho de que alguien mas se acercaba hasta dónde me encontraba, algo que impidió que evitara la inminente colisión que hubiese evitado de haberme dado cuenta o hubiese visto que alguien se acercaba. —Yo... lo siento —musité mientras le tendía la mano a la persona con la que había chocado y a la que, sumida en mis pensamientos, había terminado tirando al suelo— no la vi venir —me disculpé mientras me mordía el labio, me resultaba familiar, tenía la sensación de haberla visto antes, pero no era capaz de asignar su rostro a nadie que hubiera conocido antes, algo que me confundía un poco. Estaba claro que si la había conocido años atrás, ésta hubiera crecido, pero aún así, solía ser capaz de recordar a quién pertenecía cada rostro— juraría que te conozco —afirmé tras un momento— pero ahora mismo no soy capaz de situarte en mis recuerdos. —Esbocé una leve sonrisa— por favor, refréscame la memoria, yo soy Gisela Bellpuig —me presenté, apartando un mechón de cabello de mi rostro y esperando que realmente ella me diera un nombre que pudiera, finalmente asignar a un rostro.