AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Orgullo de juventud || Privado
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Orgullo de juventud || Privado
No abras tus labios, necio,
Ni gires hacia mi tu rostro;
La furia del cielo te derribará,
Entonces mi gracia será tuya.
—Elizabeth Eleanor Siddal.
Ni gires hacia mi tu rostro;
La furia del cielo te derribará,
Entonces mi gracia será tuya.
—Elizabeth Eleanor Siddal.
Anaïs podía ser una víbora venenosa cuando se metían con algo que ella consideraba suyo y Magnus no era la excepción, obviamente. Había insistido tanto a su padre para que la dejara ir a París, que finalmente lo consiguió. Se las ingenió para dar razones lo bastante creíbles y así le permitiesen estar al lado de su amado primo, siempre y cuando y como única condición, su dama de compañía, Leonora, la acompañase. Todo había sido perfecto, los días transcurrían sin demasiadas novedades y el tiempo que pasaba al lado de Magnus era lo que realmente anhelaba. Aunque, claro, Anaïs tenía que cuidarse del ojo vigilante de Gustav, pues no quería que éste en un plan frustrado y en venganza contra su propio hermano arruinara la relación que tanto se había esforzado en mantener. Aún así, la muchacha tampoco se quedaría de brazos cruzados, si Gustav intentaba algo, ella haría algo peor. Ya tenía sus cartas bajo la manga.
Sólo sería cuestión de tiempo para que el mayor de los hermanos Faure-Dumont se encargara de echar abajo todo aquello que tanto quería Magnus, pero aquel, quizás resignado, no tuvo más opción que doblegarse ante los mandatos de su hermano por el “bienestar” de la familia lo que hizo que Anaïs ardiera en pura rabia. Jamás se esperó que Magnus aceptara el compromiso que prácticamente le había impuesto su hermano mayor y eso fue lo que más odió la muchacha, quien ofendida, hasta empezó a ignorarlo abiertamente. Lo hacía mientras planeaba en secreto su jugada, pues se vengaría como fuese de ambos y claro, ya tenía sus piezas preparadas.
—Sería una lástima que mi querido tío se enterase de todo lo ocurrido, ¿no crees, Leonora? —Mencionó Anaïs con sátira a su dama de compañía, mientras caminaba por una de las calles que la llevaban directo al Hotel Des Arenes.
Había acordado la cita con un hombre llamado Niklaus, al que usaría también en su bien elaborado plan. Si Magnus no había refutado y no opuso resistencia a casarse con otra persona, ¿por qué ella no podía hacer lo mismo? Y fue cuando aquel cazador mordió la carnada sin que Anaïs se lo esperara. Cierto día mientras se empeñaba en culpar a una muchacha de haberle robado y de prácticamente querer que la hundieran en la cárcel, apareció Niklaus. Él era el hermano mayor de la muchacha a la que con tanta vehemencia señalaba Anaïs, acusándola de ladrona. Entre tanto debate fue como una oscura idea acudió a su mente que daría paso a un trato poco sensato. Se vengaría tanto de Gustav como de Magnus y justo la pieza que le faltaba llegó por sí sola en aquella tarde.
Al llegar al Hotel, se dirigió de inmediato al lugar acordado para la cita. Leonora tomaría otro rumbo diferente, pues Anaïs prefería estar sola cuando tuviera que reunirse con Niklaus, que ya se suponía debía estar esperándola. Los pasos llevaron a la fémina hacia aquella habitación ataviada de lujos, a los cuales ya estaba acostumbrada. No tenía demasiada prisa, pero tampoco se tomó las cosas con calma.
—Buenas tardes, Monsieur Balzaretti. Lamento la demora —habló finalmente al estar frente a aquel hombre. Una sonrisa apenas se asomó en sus labios. Su jugada maestra apenas iniciaba y esperaba que Niklaus cooperara abiertamente.
Katia Plisétskaya1- Humano Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 21/12/2014
Re: Orgullo de juventud || Privado
¨Nuestro carácter nos hace meternos en problemas,
pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos.¨
-Esopo-
pero es nuestro orgullo el que nos mantiene en ellos.¨
-Esopo-
Una promesa es una promesa, y Niklaus era un hombre de palabra, su padre le había levantado de la forma más estricta en ese sentido porque justamente aquello. ¨La palabra de hombre¨ era lo que tenía más valor, era con lo que el respeto se ganaba. Al faltarle a ella, faltabas a todo lo honorable en ti, a tu valía, a tu familia a tu apellido y principalmente, al honor. Que si, era algo que el aún conservaba, era lo único que consideraba había quedado después de la muerte de Amaia y la muerte de Layla… El solo pensar en sus nombres, hacía que los pensamientos del cazador se cubrieran tras una oscura bruma de culpabilidad, aquella que siempre le acompañaría por aquellos hechos. El había jurado protegerlas, quererlas a ambas, y ahora…su lecho estaba vacío y ninguna de las dos mujeres que amo alguna vez estaba transitando por esta tierra.
Aun así… todos tenemos segundas oportunidades, y aunque precisamente por aquel momento era que buscase alguna con una dama, tomaría su papel como cabeza de familia para proteger, cuidar y hacer respetar a sus hermanas. Pero no era nada fácil, aquellas muchachas todos los días traían disgustos a su hermano mayor ¡él no sabía cómo unas chiquillas se podían meter en tantos problemas! Era desesperante y le distraía mucho, tanto en su trabajo en el comercio, como su actividad de cazador. Pero aun así les amaba, eran su única familia, eran sus tesoros, lo único que quedaba de aquella que una vez estuvo feliz y completa. Por eso él se metía en los líos que estaba, y no le importaba hacerlo, haría lo que fuera por ellas, lo había prometido a su padre en su lecho de muerte y honraría aquello hasta el fin de sus días, aun si todas estaban casadas.
Termino de ajustar el nudo en su corbata, aquella mañana tenía una ¨cita¨ que debía cumplir con una dama, y no, no se trataba de lo que cualquiera pensaría, no iba a verla por mero gusto, todo se trataba de un trato que debía cumplir. A veces las personas se valen de artimañas, unas más viles que otras, para conseguir lo que quieren y aquella no sería la excepción. Niklaus maldijo una y otra vez mientras reprendía a su hermana Rosa en la en el salón de la casa, habían venido a parís para forma una nueva vida, para alejarse de los conflictos que Italia habían surgido después de la muerte de su padre, y ahora ella estaba envuelta en chismes y habladurías, casi había sido encarcelada por aquella joven el día anterior, ¿Cuantas veces no le había dicho que así que encontrara algo tirado en la calle le dejara allí? No se podía confiar en nadie en estos tiempos! ¡Menos en los parisinos! Pero también sabia, que su hermana no había obrado de mala fe, ella solo era una joven traviesa pero inocente que había encontrado un brazalete de oro en plena calle y al dar por perdido a la dueña de aquella hermosa joya, se creyó con la potestad de quedárselo. Pero no por mucho tiempo, ya que aquella apareció en el momento justo y le acuso.
El Hotel Des arenes era un lugar de mucha opulencia, la realeza y damas y caballeros de alcurnia se hospedaban en aquel lugar, el cual también era reconocido por su lujoso restaurante, aquel en el que le había citado la dama el día anterior. Niklaus se había vestido para la ocasión, el hecho de que ahora pertenecía a la clase trabajadora no iba a hacer que perdiera la elegancia que siempre había portado en eventos, o citas, ya sea de negocios o de otras. Fue bien recibido por el maître, quien tomo su abrigo y lo situó en una mesa mientras esperaba a la dama por varios minutos… al comprobar nuevamente su reloj pudo darse cuenta que aquella se había tardado más de lo necesario.
-Esto era lo que me faltaba…que una cría inmadura con ínfulas de princesa me hiciera esperar…- Murmuro solo para si algo ya mal humorado. Hasta que unos minutos después, apunto de irse cuando la voz de la joven le hizo volver sus ojos hacia ella. Para que negarlo, la joven poseía una delicada belleza, similar a la de una ninfa, pero aquella forma de ser…le hacía tener el comportamiento de una víbora. El como buen caballero se levantó e hizo una inclinación por cortesía a modo de saludo, le retiro la silla para que se sentara y luego de que ella se acomodara se sentó él.
–Ya era hora Madeimoselle, sabe muy bien usted que soy un hombre ocupado, saque el tiempo necesario para esto, pero su retraso lo ha reducido nuestro tiempo de charla…Por lo cual le ruego sea puntual en el asunto. - Con un ademan de la mano llama al mesero- ¿Desea tomar algo? – pregunto más por educación que por ganas de alargar el encuentro.
Niklaus Balzaretti- Cazador Clase Media
- Mensajes : 41
Fecha de inscripción : 19/01/2013
Localización : París- Francia
Re: Orgullo de juventud || Privado
Cubre la memoria de tu cara
con la máscara de la que serás
y asusta a la niña que fuiste.
—Alejandra Pizarnik.
con la máscara de la que serás
y asusta a la niña que fuiste.
—Alejandra Pizarnik.
No podía negar que Niklaus resultaba ser un hombre interesante y quizás fue eso lo que la animó a ofrecerle aquel inusual trato a cambio de la libertad de la hermana menor del hombre. Anaïs destilaba veneno cada vez que podía, pero especialmente cuando su orgullo se veía herido de alguna manera. Y no se iba a quedar de brazos cruzados ante las jugadas del maldito e Gustav, pero quizás él no era quien importaba sino Magnus. La muchacha se sentía traicionada. De un momento a otro todas las palabras dichas y los juramentos que alguna vez se hicieron se vieron pisoteados. Si bien pudo haber armado un berrinche, Anaïs simplemente guardó silencio y tras una mirada dura juró vengarse. Pasó días planeando algo que golpeara a Magnus justo en el ego, quería arruinarlo y verlo sufrir ante sus pies. Le había quitado el habla y bien sabía que Gustav disfrutaba enormemente todo aquello, pero para él ya tenía también otra sorpresa.
Aunque Niklaus hubiera aceptado su propuesta en un principio, Anaïs sabía que era difícil que aparentara ser una buena pareja. Quizás haría su mejor esfuerzo, pero de eso ella no estaba segura. Tenía que seducirlo, aunque eso parecía misión imposible en un hombre como él. Pero nunca se daría por vencida. Estaba tratando con una víbora venenosa, una mujer que hacía lo imposible para obtener lo que quería sin pretexto alguno. Su dama de compañía le había sugerido que lo mejor era que regresara a Marsella y ya el tiempo se encargaría de borrar las heridas, pero obviamente Anaïs no era de ese tipo de mujeres. No se resignaría jamás.
Al estar frente al hombre le dirigió su más coqueta sonrisa, aunque por dentro estaba a punto de mandarlo al diablo. Sin duda, esa relación no iba a ser nada fácil. Pero si no resultaba de un modo, resultaría de otro. Anaïs usaría sus encantos femeninos a su favor, todo por lograr su tan “perfecto” plan. Se acomodó en la silla tomando una postura delicada y elegante. Sus orbes se centraron en la figura del cazador. ¿Cómo podía ser tan pesado? Pero eso no la iba a apabullar, debía sonreír y actuar natural.
—Oh, disculpe Monsieur… No fue mi intención hacerlo esperar tanto. Tuve, ya sabes, contratiempo. Sepa comprender, soy nueva en la ciudad y me cuesta adaptarme un poco a las multitudes —se excusó Anaïs, valiéndose de una actitud afable hacia su acompañante—. Un café. Sólo eso. Y bien, le he pedido que nos viéramos en este lugar para terminar de acordar algo que nos va a beneficiar a ambos. Dígame y disculpa de antemano mi indiscreción, ¿tiene pareja? ¿Está casado, comprometido…? Por favor, sea sincero.
Anaïs no se estaba con rodeos cuando algo le interesaba, a pesar de usar una perfecta educación, sus intenciones eran bastante perversas. Si Niklaus quería ser lo más objetivo posible en la conversación, pues la muchacha también lo sería. Por eso no perdió ocasión en dirigir aquellas interrogantes hacia el hombre.
Katia Plisétskaya1- Humano Clase Alta
- Mensajes : 27
Fecha de inscripción : 21/12/2014
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