AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Orgullo y prejuicio ~ priv.
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Orgullo y prejuicio ~ priv.
Agazapado entre las sombras, observo la larga cola de personas que se va formando en la callejuela. Los hay de todas las edades y colores. Ancianos encorvados sobre sus bastones, niños de pecho que ajenos a lo que les rodea, dormitan en los brazos de sus madres. Hombres jóvenes cuya vitalidad se ve apagada por las penalidades de la vida. Sus ropas son una extraña mezcolanza de prendas de cualquier clase, raídas y remendadas por tantos lugares que a duras penas alcanzan la categoría de harapos. Sus aparecen caras sucias y mugrientas, marcadas por la acción de las enfermedades y la dura vida a la intemperie. Algunos llevan todas sus pertenencias a cuestas, pesados fardos de ropa y enseres que acarrean sin queja alguna. Otros van únicamente acompañados por su silencioso desdén, que les incita a aislarse del resto de mendigos que hay a su alrededor. Sin embargo, son precisamente esas diferencias las que los hacen estar más unidos que nunca. Porque hay un nexo que les impele a aguardar, descalzos sobre la nieve, a que las puertas del edificio enladrillado se abran por fin. Algo que los hace estar más unidos que los nobles en sus palacios. Un rugir en sus estómagos, los mareos de la debilidad. El rostro demacrado, las ojeras mortecinas. La certeza de que el hambre podría acabar con sus vidas.
Calladas y silenciosas, las siluetas aguardan a que las puertas de la casona se abran para ellos. Ya falta poco, y lo saben; incluso los niños, menos silenciosos que sus progenitores, acallan sus quejidos al percatarse de que el edificio está empezando a iluminarse en las plantas bajas. Sus ventanas están cubiertas por sencillas cortinas de paño, que caldean el interior para evitar que los indigentes pasen frío mientras comen. Apenas dejan translucir el brillo de las velas encendidas por los voluntarios, pero su tenue resplandor es como una señal para los que aguardan. Si había alguien fuera de lugar en la cola, pronto aguarda con la cabeza gacha en la posición que le corresponde. Nadie empuja, nadie discute; saben que la ayuda llegará para todos, y no vale la pena pelear contra quienes sufren del mismo modo que ellos.
El titileo de las velas es también una señal para mi. Ocultándome más el rostro con la raída capa, me acerco a la cola de indigentes, con pasos fingidamente titubeantes. Nadie se fija en mi más que en los demás; para ellos, soy sólo un hambriento más que trunca su orgullo para poder tener un plato caliente sobre la mesa.
Calladas y silenciosas, las siluetas aguardan a que las puertas de la casona se abran para ellos. Ya falta poco, y lo saben; incluso los niños, menos silenciosos que sus progenitores, acallan sus quejidos al percatarse de que el edificio está empezando a iluminarse en las plantas bajas. Sus ventanas están cubiertas por sencillas cortinas de paño, que caldean el interior para evitar que los indigentes pasen frío mientras comen. Apenas dejan translucir el brillo de las velas encendidas por los voluntarios, pero su tenue resplandor es como una señal para los que aguardan. Si había alguien fuera de lugar en la cola, pronto aguarda con la cabeza gacha en la posición que le corresponde. Nadie empuja, nadie discute; saben que la ayuda llegará para todos, y no vale la pena pelear contra quienes sufren del mismo modo que ellos.
El titileo de las velas es también una señal para mi. Ocultándome más el rostro con la raída capa, me acerco a la cola de indigentes, con pasos fingidamente titubeantes. Nadie se fija en mi más que en los demás; para ellos, soy sólo un hambriento más que trunca su orgullo para poder tener un plato caliente sobre la mesa.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
Aquella noche decidí salir a conocer más la ciudad. Y como no, cobrarme alguna que otra vida indeseada que pululara por ahí. Caminé por las calles, enfundada en mi largo abrigo que ocultaba mi cinturón con las armas, y a la vez me protegía del aire gélido que azotaba París en aquella época del año. Me gustaba el frio, hacia que fueran pocos los humanos que caminaran por las calles cuando la noche caía y aquel frio se instalaba en las calles, recluyéndose en el calor del hogar hasta el día siguiente que el sol asomaba y caldeaba un poco el ambiente. Ante esta fortuna, era fácil encontrar quienes eran mis objetivos: todos aquellos que parecía que no les importaba el frio, a pesar de que se ocultaran tras grandes capas, abrigos y chaquetones con intención de disimular.
Sin quererlo, di a parar con una larga hilera de personas que hacían cola para entrar en un local que poco a poco se iba iluminando. Curiosa, observe, pero no fue difícil entender lo que era aquello. Una fila de hombres, mujeres y niños se pegaban al edificio, buscando protegerse. Estaban nerviosos, ansiosos de entrar a aquel lugar. Era sin duda uno de esos lugares que ofrecían comida, calor y compañía durante unas horas a aquellos que no tenían la suerte de nacer en una familia bien avenida como la mía, o que los infortunios de la vida les habían colocado en un lugar de la sociedad a la par de los animales. Poco se podía hacer por ellos, salvo lo que hacían almas caritativas como los que organizaban aquel comedor social. En mis pensamientos, caminé con lentitud por delante de la fila, sabedora de que poco a poco se iban encendiendo las luces y que enseguida entrarían. Me iba, poco a poco, aproximando al final de la cola, dejando atrás las tristes historias de esas personas.
Sin embargo, una figura llamó mi atención. Estaba entre los últimos de la fila, ocultándose con una capa y su capucha, y no se movía nervioso, era paciente, envuelto en su capa. Llevaba demasiados años luchando contra aquellos no-vivos como para saber lo que tenia en frente. Con calma, pero con paso firme, caminé hasta donde estaba la ultima persona guardando cola, dejando tres personas entre aquella silueta y yo. Alerta, espere a que hiciera algún movimiento. Si atacaba ahora era probable que cualquier inocente saliera herido, o peor. Esperé, paciente, y cerrándome el abrigo con fuerza, metí una mano en el bolsillo, el cual estaba abierto por dentro dándome acceso a una daga.
Sin quererlo, di a parar con una larga hilera de personas que hacían cola para entrar en un local que poco a poco se iba iluminando. Curiosa, observe, pero no fue difícil entender lo que era aquello. Una fila de hombres, mujeres y niños se pegaban al edificio, buscando protegerse. Estaban nerviosos, ansiosos de entrar a aquel lugar. Era sin duda uno de esos lugares que ofrecían comida, calor y compañía durante unas horas a aquellos que no tenían la suerte de nacer en una familia bien avenida como la mía, o que los infortunios de la vida les habían colocado en un lugar de la sociedad a la par de los animales. Poco se podía hacer por ellos, salvo lo que hacían almas caritativas como los que organizaban aquel comedor social. En mis pensamientos, caminé con lentitud por delante de la fila, sabedora de que poco a poco se iban encendiendo las luces y que enseguida entrarían. Me iba, poco a poco, aproximando al final de la cola, dejando atrás las tristes historias de esas personas.
Sin embargo, una figura llamó mi atención. Estaba entre los últimos de la fila, ocultándose con una capa y su capucha, y no se movía nervioso, era paciente, envuelto en su capa. Llevaba demasiados años luchando contra aquellos no-vivos como para saber lo que tenia en frente. Con calma, pero con paso firme, caminé hasta donde estaba la ultima persona guardando cola, dejando tres personas entre aquella silueta y yo. Alerta, espere a que hiciera algún movimiento. Si atacaba ahora era probable que cualquier inocente saliera herido, o peor. Esperé, paciente, y cerrándome el abrigo con fuerza, metí una mano en el bolsillo, el cual estaba abierto por dentro dándome acceso a una daga.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
A la hora estipulada en el cartel broncíneo de la fachada, las puertas se abren de par en par para dejar entrar a los ateridos indigentes. Un par de voluntarios ofrecen mantas a todos quienes quieran aceptarlas, dedicando sonrisas y miradas preocupadas ante las condiciones en las que algunos se encuentran. Una anciana se cae de las escaleras al ser empujada por un chiquillo, pero no hay más incidentes que perturben la tranquilidad. Y es que lo único que ansían la mayoría es encontrar un lugar en el que comer y pasar la noche, a resguardo del frío invernal que atenaza en una garra de hielo las calles de París.
Minuto a minuto, la cola va siendo absorbida por el comedor social de la casona, hasta que llega mi turno de entrar. Con el rostro todavía oculto por la capucha, sigo mansamente a quienes me preceden por centímetros. Una simple mirada hipnótica basta para que el voluntario se limite a dedicarme una sonrisa estúpida, mientras atravieso las puertas hacia el interior del caldeado recinto.
Desgastadas por el roce de numerosos traseros, decenas de sencillas sillas de madera ocupan cada rincón disponible del lugar. Resulta evidente que, una vez recogido el servicio, éstas se apilan en un rincón para dejar espacio para dormir. La mayor parte de éstas están ya ocupadas por los mendigantes, que charlan y ríen con el alivio reflejado en el rostro. Algunas, en cambio, aguardan todavía a ser ocupadas por comensales. Es en una de éstas en las que me siento, junto a una joven mujer acompañada por tres muchachos de apariencia famélica. Retirándose un basto chal de la cabeza, libera una espesa mata de cabellos caoba que caen en bucles hasta su cintura. Nadie diría que es hermosa; sus mejillas están demasiado pálidas para eso, y su piel, amoratada y demacrada por las penurias. Sin embargo, tiene una bonita sonrisa que la hace atractiva. Se nota que está conforme con su suerte, y que en lugar de lamentarse por lo que podría ser y jamás será, hace todo lo posible para salir adelante pese a ello. Sin borrar la expresión risueña de su rostro, riñe a dos de los muchachos por hablar demasiado alto entre ellos. Y es entonces cuando se percata de que la estoy mirando, sus claros ojos grisáceos observándome con sorpresa. Fingiendo sentirme cohibido, aparto la mirada, en busca de otra posible víctima para esta noche. Pero ella no me lo permite; alarga su brazo en mi dirección, tocando mi fría mano con sus dedos ásperos y callosos.
- ¿Su primera vez aquí? - Me dice, en tono dulce y afectuoso. Sorprendido, la miro fijamente a los ojos disfrutando del contacto cálido de su piel. Al ver que le devuelvo la mirada, su sonrisa se ensancha, bonita pese a que sus dientes están más torcidos que los de la mayoría de las personas. - No tiene de qué avergonzarse. El Señor nos pone a prueba a todos en alguna ocasión, y es de buenos cristianos dejarse ayudar por los demás.
- No creo que nadie pueda ayudarme a mi, señora. Ni tampoco que yo sea un buen cristiano - Le digo, colocando mi helada zurda encima de su mano para atesorar esa improvisada muestra de cariño. Una mujer bastante gruesa empieza a rellenar los platos que hay frente a nosotros, vertiendo el contenido de un cucharón cargado de un espeso potaje. Cuando ya ha rellenado los nuestros, se lo cedo educadamente a mi nueva conocida. Después de todo, es lo menos que puedo hacer por ella. Aunque todavía no sepa porqué - Tenga. No tengo demasiada hambre. Cómaselo usted, o repártalo entre sus muchachos. Y que Dios la bendiga.
Minuto a minuto, la cola va siendo absorbida por el comedor social de la casona, hasta que llega mi turno de entrar. Con el rostro todavía oculto por la capucha, sigo mansamente a quienes me preceden por centímetros. Una simple mirada hipnótica basta para que el voluntario se limite a dedicarme una sonrisa estúpida, mientras atravieso las puertas hacia el interior del caldeado recinto.
Desgastadas por el roce de numerosos traseros, decenas de sencillas sillas de madera ocupan cada rincón disponible del lugar. Resulta evidente que, una vez recogido el servicio, éstas se apilan en un rincón para dejar espacio para dormir. La mayor parte de éstas están ya ocupadas por los mendigantes, que charlan y ríen con el alivio reflejado en el rostro. Algunas, en cambio, aguardan todavía a ser ocupadas por comensales. Es en una de éstas en las que me siento, junto a una joven mujer acompañada por tres muchachos de apariencia famélica. Retirándose un basto chal de la cabeza, libera una espesa mata de cabellos caoba que caen en bucles hasta su cintura. Nadie diría que es hermosa; sus mejillas están demasiado pálidas para eso, y su piel, amoratada y demacrada por las penurias. Sin embargo, tiene una bonita sonrisa que la hace atractiva. Se nota que está conforme con su suerte, y que en lugar de lamentarse por lo que podría ser y jamás será, hace todo lo posible para salir adelante pese a ello. Sin borrar la expresión risueña de su rostro, riñe a dos de los muchachos por hablar demasiado alto entre ellos. Y es entonces cuando se percata de que la estoy mirando, sus claros ojos grisáceos observándome con sorpresa. Fingiendo sentirme cohibido, aparto la mirada, en busca de otra posible víctima para esta noche. Pero ella no me lo permite; alarga su brazo en mi dirección, tocando mi fría mano con sus dedos ásperos y callosos.
- ¿Su primera vez aquí? - Me dice, en tono dulce y afectuoso. Sorprendido, la miro fijamente a los ojos disfrutando del contacto cálido de su piel. Al ver que le devuelvo la mirada, su sonrisa se ensancha, bonita pese a que sus dientes están más torcidos que los de la mayoría de las personas. - No tiene de qué avergonzarse. El Señor nos pone a prueba a todos en alguna ocasión, y es de buenos cristianos dejarse ayudar por los demás.
- No creo que nadie pueda ayudarme a mi, señora. Ni tampoco que yo sea un buen cristiano - Le digo, colocando mi helada zurda encima de su mano para atesorar esa improvisada muestra de cariño. Una mujer bastante gruesa empieza a rellenar los platos que hay frente a nosotros, vertiendo el contenido de un cucharón cargado de un espeso potaje. Cuando ya ha rellenado los nuestros, se lo cedo educadamente a mi nueva conocida. Después de todo, es lo menos que puedo hacer por ella. Aunque todavía no sepa porqué - Tenga. No tengo demasiada hambre. Cómaselo usted, o repártalo entre sus muchachos. Y que Dios la bendiga.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
Abrieron las puertas y un pequeño caos se desató en las primeras filas pero pronto se solucionó. La necesidad de ingerir algo de comida caliente primaba sobre descubrir quien se había adelantado en la cola y reclamar el sitio. Sabían que había comida para todos, por lo que tras la mediación de un par de responsables todo quedó aclarado. La hilera avanzó, y yo con ella. No perdí de vista la silueta que avanzaba tres personas por delante de mi. Rechazando la manta y todo lo que ofrecían en la entrada, entré por la ancha puerta, donde la fila se rompía y la gente intentaba llegar a su objetivo cuanto antes: comer. De pronto me vi rodeada de personas de todas las alturas y tamaños, aquello era como un mar embravecido de personas que se empujaban entre si, aunque sin perder la calma, para llegar a su destino.
En ese barullo de personas perdí al o a la vampiro que iba delante de mi. Salí de la concentración de gente, abriéndome paso con las manos y apartando a la gente de mi camino. Para ello tuve que soltar la daga, cosa que no me hacia mucha gracia. Rápidamente lo localicé y me situé en la mesa frente a la suya, de frente a él. Descubrí que era un hombre, que entablaba conversación con alguien del sexo femenino, no podía ver su cara para determinar su edad. Aunque echando un breve vistazo, hubiera importado poco ver la cara de la acompañante del vampiro, había jóvenes que debido a las inclemencias de la vida en la calle tenían un aspecto bastante más envejecido.
Dejé a un lado los pensamientos que aquella situación me provocaba. Dejarme llevar por la tristeza que provocaba en mi la situación de injusticia que se vivía a mi alrededor no era lo adecuado para mi trabajo, especialmente en aquel momento. Un señor un tanto pesado comenzó a hablarme, a acercarse a mi más de la cuenta en un intento de que yo le prestara atención. Pero fue en vano, le ignoré. El vampiro que tenía en frente le dio su comida a la chica. Me hizo gracia la situación. Era más que probable que ya hubiera elegido a su victima y que fuera ésta, de modo que estaba alimentando su propia comida, tal y como los granjeros hacían con la nuestra. Un gesto de aquel vampiro llamo mi atención, me recordaba a alguien, de mi pasado, pero no supe descifrar a quien. Mi cerebro centraba todas sus capacidades en estar atenta a los movimientos de aquel vampiro, que seguro había seleccionado a su compañera de mesa como victima.
En ese barullo de personas perdí al o a la vampiro que iba delante de mi. Salí de la concentración de gente, abriéndome paso con las manos y apartando a la gente de mi camino. Para ello tuve que soltar la daga, cosa que no me hacia mucha gracia. Rápidamente lo localicé y me situé en la mesa frente a la suya, de frente a él. Descubrí que era un hombre, que entablaba conversación con alguien del sexo femenino, no podía ver su cara para determinar su edad. Aunque echando un breve vistazo, hubiera importado poco ver la cara de la acompañante del vampiro, había jóvenes que debido a las inclemencias de la vida en la calle tenían un aspecto bastante más envejecido.
Dejé a un lado los pensamientos que aquella situación me provocaba. Dejarme llevar por la tristeza que provocaba en mi la situación de injusticia que se vivía a mi alrededor no era lo adecuado para mi trabajo, especialmente en aquel momento. Un señor un tanto pesado comenzó a hablarme, a acercarse a mi más de la cuenta en un intento de que yo le prestara atención. Pero fue en vano, le ignoré. El vampiro que tenía en frente le dio su comida a la chica. Me hizo gracia la situación. Era más que probable que ya hubiera elegido a su victima y que fuera ésta, de modo que estaba alimentando su propia comida, tal y como los granjeros hacían con la nuestra. Un gesto de aquel vampiro llamo mi atención, me recordaba a alguien, de mi pasado, pero no supe descifrar a quien. Mi cerebro centraba todas sus capacidades en estar atenta a los movimientos de aquel vampiro, que seguro había seleccionado a su compañera de mesa como victima.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
La cena transcurre con toda la normalidad posible en estos casos. El sonido de las cucharas rozando los platos se entremezcla con las voces de los comensales, felices tras haber consumido la primera comida caliente del día. Mi acompañante, que me da conversación durante la primera media hora, deja de prestarme atención tan pronto sus hermanos empiezan a pelearse entre sí. El objeto de la disputa es un mendrugo de pan sobrante, que se resuelve mediante el sencillo recurso de dividirse en tres partes. Pero no es hasta que las velas empiezan a consumirse que las sillas empiezan a apilarse de nuevo en un rincón, para así hacer sitio a las camas improvisadas en las que descansarán esta noche. Mantas, juncos y cojines rellenos de paja son repartidos entre los sin techo, que se acomodan por grupos a lo largo de la sala. Los hermanos de la joven no tardan mucho en ocupar uno de los rincones del comedor, pero ella no los sigue. Sale un instante al exterior, como si quisiera hacer sus necesidades; pero en realidad está siguiendo las instrucciones silenciosas que había depositado en su mente durante la cena. Su mirada ausente así me lo confirma, mientras la sigo a la fría y ventosa calle parisina.
No tardo más de un par de minutos en alimentarme de ella. Oculto entre las sombras, deposito su cuerpo con suavidad contra el muro, como si estuviera sentada sobre la nieve. No está muerta, sólo inconsciente; su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, apenas perceptible sin un poco más de luz en las calles. Por alguna razón que se me escapa, soy incapaz de matar a las víctimas que me han dirigido la palabra. Una estúpida manía mía que le ha salvado la vida a esta mujer, aunque jamás sabrá qué ha pasado ni recordará nada sobre mi.
No tardo más de un par de minutos en alimentarme de ella. Oculto entre las sombras, deposito su cuerpo con suavidad contra el muro, como si estuviera sentada sobre la nieve. No está muerta, sólo inconsciente; su pecho sube y baja al ritmo de su respiración, apenas perceptible sin un poco más de luz en las calles. Por alguna razón que se me escapa, soy incapaz de matar a las víctimas que me han dirigido la palabra. Una estúpida manía mía que le ha salvado la vida a esta mujer, aunque jamás sabrá qué ha pasado ni recordará nada sobre mi.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 20/10/2016
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
La espera se hacía eterna. Aquel vampiro se estaba tomando con calma la noche y no entendía muy bien el motivo. Me parecía cruel entablar una mínima relación con quien luego sería su comida, era bastante retorcido. Esperé y y traté de no desesperar hasta que la gente a mi alrededor comenzó a levantarse y aquel espacio se transformó en un dispositivo de alojamiento en menos de 10 minutos. Todo el mundo ayudaba, colaboraba, recogía y colocaba. Empezaron a hacerse grupos, y casualmente la mujer que yo ya sabia que seria la victima de aquel muerto se quedó sola, saliendo a la calle. Sin pensarlo mucho, comencé a abrirme paso entre la gente, pero segundos después el vampiro siguió a la mujer, perfecto.
Aceleré el paso y me centré en los movimientos de la silueta del vampiro, haciendo una pequeña imagen de como sería la batalla. En el exterior, el viento soplaba fuerte, y guiándome por las huellas que ambos habían dejado al andar en la nieve, caminé hasta el muro donde vi como el vampiro se alimentaba y dejaba, con sumo cuidado, el cuerpo contra él. Sin saber si la victima vivía, debido a la oscuridad de la ciudad, caminé hasta él y empuñé ambas dagas. Poniendome en posición de defensa, ya que no era tan estúpida como para atacar sin más, necesitaba saber más cosas de aquel vampiro. - Ya te has alimentado lo suficiente, criatura?- Pregunté a su espalda, sin alzar mucho la voz para no llamar la atención de nadie. Total, el me oiría igualmente.
Me llamaba la atención su cuidado con la victima, casi como si se preocupara por ella. Apartando semejante idea de mi cabeza, aguardé a que el vampiro se girara. No podía mirarlo como a un humano normal, a pesar de su apariencia. No podía olvidar que tipo de aberración antinatural era. Mi deber era acabar con él, igual que muchos acababan con sus victimas. Este, probablemente, uno de ellos.
Aceleré el paso y me centré en los movimientos de la silueta del vampiro, haciendo una pequeña imagen de como sería la batalla. En el exterior, el viento soplaba fuerte, y guiándome por las huellas que ambos habían dejado al andar en la nieve, caminé hasta el muro donde vi como el vampiro se alimentaba y dejaba, con sumo cuidado, el cuerpo contra él. Sin saber si la victima vivía, debido a la oscuridad de la ciudad, caminé hasta él y empuñé ambas dagas. Poniendome en posición de defensa, ya que no era tan estúpida como para atacar sin más, necesitaba saber más cosas de aquel vampiro. - Ya te has alimentado lo suficiente, criatura?- Pregunté a su espalda, sin alzar mucho la voz para no llamar la atención de nadie. Total, el me oiría igualmente.
Me llamaba la atención su cuidado con la victima, casi como si se preocupara por ella. Apartando semejante idea de mi cabeza, aguardé a que el vampiro se girara. No podía mirarlo como a un humano normal, a pesar de su apariencia. No podía olvidar que tipo de aberración antinatural era. Mi deber era acabar con él, igual que muchos acababan con sus victimas. Este, probablemente, uno de ellos.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Fecha de inscripción : 17/01/2017
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
- ¿Y tú? ¿Has acabado de espiarme? - Le replico a la desconocida, sin responder a su pregunta sobre la naturaleza de mi cena. Mi voz está matizada por un timbre divertido, que se refleja en la curvatura de la comisura de mis labios. De espaldas a ella, me tomo mi tiempo para volver a cubrirme el rostro con la capa. Los rizos, espesos e indomables, abultan bajo la tela, impidiendo que vuelva a resbalarse de nuevo hasta mis hombros.- Si querías acabar conmigo, tendrías que haberlo hecho en silencio. Aunque de poco te habría servido conmigo; sabía quién eras desde que clavaste por primera vez tu mirada en mi. - Continúo, girándome lentamente en su dirección. Mis iris, de un intenso color aguamarina, se clavan en los suyos con la luminiscencia propia de la inmortalidad. Alguien observador captaría el brillo de interés que reluce en ellos; y es que no estoy acostumbrado a que los cazadores hagan algo más que lanzarse con sus armas por delante. Preguntar antes de matar es tan atípico como seguirme al interior de un comedor socia; una extraña muestra de cortesía que no voy a tardar en devolverle. Señalándole la vacía calle con la diestra, avanzo un par de pasos en su dirección sin dejar de sonreír. No parece tenerme miedo, aunque pocos lo tienen. Porque todo se reduce siempre a matar o morir, y cualquier desequilibrio emocional puede acabar precipitándote al vacío. - Es una idea pésima centrar tus ideas en un vampiro. Casi tan mala como hablarle. Algunos de nosotros captamos los pensamientos relacionados con nosotros con mayor intensidad de lo habitual, así que podemos detectaros antes incluso de que estéis seguros de nuestra condición. De nada.
Ensancho mi sonrisa, que se tuerce en una mueca al escuchar moverse a la mujer. Su respiración, antes profunda, empieza a hacerse ahora más liviana. Despertará en breves instantes, y si me ve frente a ella tras lo que ha sucedido minutos antes, lo más probable es que desaparezca el bloqueo que he impuesto a sus recuerdos. Y eso es algo que no me interesa; me vería obligado a cambiar mis hábitos de caza, o peor aún, a matarla para garantizar su silencio. De modo que, tras asegurarme de que nadie más está mirando, salto a los tejados con una velocidad casi imposible de seguir. Mis pies aterrizan livianos sobre las tejas, silenciosos como las sombras que me sirven de refugio. Agachándome para no quedar tan al descubierto, observo con ojos brillantes a la morena cazadora. Para ella debo de ser un borrón en la oscuridad de la noche, oculto estratégicamente de la tenue luz de las farolas.
- ¿Eres capaz de subir hasta aquí arriba sin perder la dignidad? No eres joven dentro de los cánones de tu profesión - Señalo, a sabiendas de que eso la enfurecerá más. Prefiero que mis enemigos estén enfadados porque eso los hace ser temerarios, impulsivos. Un cazador iracundo no tardará demasiado en meter la pata, dejando al descubierto alguna brecha que significará tarde o temprano su muerte. Son humanos, al fin y al cabo; sólo cuentan con su ingenio y experiencia para hacer frente contra los poderes sobrenaturales de sus presas, y con el número en las escasas ocasiones en las que cazan en grupo. Por eso los que son como Varek son tan peligrosos; porque saben sobreponerse a sus emociones, aprovechando las ocasiones para vencer a sus enemigos. Haciéndole un gesto burlón con la mano, espero a que me lance algo o suba ella misma. ¿Caerá en la trampa, o habrá llegado a su edad por pertenecer al grupo de los precavidos? - Por cierto, anciana, me llamo Jean. ¿Y tú? ¿Puedo llamarte cena?
Ensancho mi sonrisa, que se tuerce en una mueca al escuchar moverse a la mujer. Su respiración, antes profunda, empieza a hacerse ahora más liviana. Despertará en breves instantes, y si me ve frente a ella tras lo que ha sucedido minutos antes, lo más probable es que desaparezca el bloqueo que he impuesto a sus recuerdos. Y eso es algo que no me interesa; me vería obligado a cambiar mis hábitos de caza, o peor aún, a matarla para garantizar su silencio. De modo que, tras asegurarme de que nadie más está mirando, salto a los tejados con una velocidad casi imposible de seguir. Mis pies aterrizan livianos sobre las tejas, silenciosos como las sombras que me sirven de refugio. Agachándome para no quedar tan al descubierto, observo con ojos brillantes a la morena cazadora. Para ella debo de ser un borrón en la oscuridad de la noche, oculto estratégicamente de la tenue luz de las farolas.
- ¿Eres capaz de subir hasta aquí arriba sin perder la dignidad? No eres joven dentro de los cánones de tu profesión - Señalo, a sabiendas de que eso la enfurecerá más. Prefiero que mis enemigos estén enfadados porque eso los hace ser temerarios, impulsivos. Un cazador iracundo no tardará demasiado en meter la pata, dejando al descubierto alguna brecha que significará tarde o temprano su muerte. Son humanos, al fin y al cabo; sólo cuentan con su ingenio y experiencia para hacer frente contra los poderes sobrenaturales de sus presas, y con el número en las escasas ocasiones en las que cazan en grupo. Por eso los que son como Varek son tan peligrosos; porque saben sobreponerse a sus emociones, aprovechando las ocasiones para vencer a sus enemigos. Haciéndole un gesto burlón con la mano, espero a que me lance algo o suba ella misma. ¿Caerá en la trampa, o habrá llegado a su edad por pertenecer al grupo de los precavidos? - Por cierto, anciana, me llamo Jean. ¿Y tú? ¿Puedo llamarte cena?
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
-Supongo que ambos sabemos reconocer al enemigo a primera vista- Respondí con una sonrisa en los labios. Que él me hubiera reconocido me cabreaba, habia fallado y habia cometido un grave error. Eso, sin duda, le habia dado tiempo a prepararse para mi ataque. Siendo como era conmigo misma me costaría horrores perdornarme por aquel fallo. Solo esperaba que la noche saldría bien. No me movi cuando se acerco a mi, esperé y escuche lo que decia. La sonrisa se convirtió en una carcajada, que solté sin darme cuenta. Le observé hablar, sin intervenir en ningun momento en su diatriva. Divertida porque aquel ser me intentara dar lecciones sobre vampiros y demas seres naturales. Sabía que era impulsiva, pero tambien estaba lo suficientemente entrenada para no dejarme llevar por las emociones.- Vaya, gracias por su lección sobre vampirismo... -Comenté aun en guardia, mirando la silueta que tenia delante. Me era imposible verle la cara, no me gustaba no ver la cara de mi contrincante.
En ese mismo momento la mujer se movió, emitiendo una serie de ruidos que me indicaron que estaba viva. Vale, no la habia matado, pero probablemente porque conocía mi presencia. En el momento en el que iba a hablar, a burlarme de su “caballerosidad” al dejar vivir a su victima, éste saltó hacia los tejados y me miró desde allí. No podía verle con claridad, entre las sombras y la luz de las farolas se me hacia dificil encontrar un punto donde poder atacar. Era impusliva, sí, pero no estupida. Mientras mentalmente sopesaba mis posibilidades, aquel vampiro seguia hablando. ¿es que no callaba nunca? No le estaba haciendo mucho caso, sabia que intentaba distraerme, persuadirme.... pero justo en aquel momento llegaron a mi cerebro sus palabras, ¿acababa de llamarme vieja? Siguió hablando, y fue entonces cuando le escuche, con total claridad, llamarme anciana. Realmente no me dolía. Sabia que eran pocos los que llegabamos a ser tan mayores. Suspiré, que poco originales eran algunos, de verdad.
-Vamos, Jean, intentalo de otra manera. Si lo que buscas es provocarme, lo llevas claro.- dije mientras oteaba sobre el tejado en busca de una opcion mejor que la que él me daba. En ese momento la mujer se despertó. Genial, lo mejor que podiua pasar. No sabia si ayudar a la mujer o acabar con aquel mosntruo. Mis posibilidades frente a Jean eran pocas, estaba en una posicion de ventaja, subir hasta los tejados me supondria un gasto de energia que luego me complicaria el enfrentamiento. Gruñí, con rabia, odiaba perder una batalla, pero los victimas eran mas importantes, y en ese momento la mujer estaría asustada. Por un momento, deje de mirar a Jean, guardé mis armas y miré a la mujer, que asustada me miraba con los ojos aun perdidos – Será mejor que no te muevas, tu cena se acaba de despertar- murmuré bajo, sabiendo que me oiria. Me acerqué a la joven y la tranquilicé, la hice creer que se habia resbalado con la nieve, con pasos temblorosos se fue hacia la puerta.
En ese mismo momento la mujer se movió, emitiendo una serie de ruidos que me indicaron que estaba viva. Vale, no la habia matado, pero probablemente porque conocía mi presencia. En el momento en el que iba a hablar, a burlarme de su “caballerosidad” al dejar vivir a su victima, éste saltó hacia los tejados y me miró desde allí. No podía verle con claridad, entre las sombras y la luz de las farolas se me hacia dificil encontrar un punto donde poder atacar. Era impusliva, sí, pero no estupida. Mientras mentalmente sopesaba mis posibilidades, aquel vampiro seguia hablando. ¿es que no callaba nunca? No le estaba haciendo mucho caso, sabia que intentaba distraerme, persuadirme.... pero justo en aquel momento llegaron a mi cerebro sus palabras, ¿acababa de llamarme vieja? Siguió hablando, y fue entonces cuando le escuche, con total claridad, llamarme anciana. Realmente no me dolía. Sabia que eran pocos los que llegabamos a ser tan mayores. Suspiré, que poco originales eran algunos, de verdad.
-Vamos, Jean, intentalo de otra manera. Si lo que buscas es provocarme, lo llevas claro.- dije mientras oteaba sobre el tejado en busca de una opcion mejor que la que él me daba. En ese momento la mujer se despertó. Genial, lo mejor que podiua pasar. No sabia si ayudar a la mujer o acabar con aquel mosntruo. Mis posibilidades frente a Jean eran pocas, estaba en una posicion de ventaja, subir hasta los tejados me supondria un gasto de energia que luego me complicaria el enfrentamiento. Gruñí, con rabia, odiaba perder una batalla, pero los victimas eran mas importantes, y en ese momento la mujer estaría asustada. Por un momento, deje de mirar a Jean, guardé mis armas y miré a la mujer, que asustada me miraba con los ojos aun perdidos – Será mejor que no te muevas, tu cena se acaba de despertar- murmuré bajo, sabiendo que me oiria. Me acerqué a la joven y la tranquilicé, la hice creer que se habia resbalado con la nieve, con pasos temblorosos se fue hacia la puerta.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
Ninguna de mis provocaciones hace mella en la cazadora, que desvía su atención hacia mi víctima tan pronto como ésta se remueve. La intenta convencer de que ha resbalado sobre la nieve, pero la muchacha no necesita aliciente alguno; su rostro no expresa más que confusión, y desconcierto por estar de pronto en el exterior del refugio. Acepta sin mayores explicaciones la excusa de la morena, y se deja conducir hacia el comedor con pasos vacilantes. No es hasta que la puerta se cierra tras ella que tomo una decisión, cambiando mis planes para esta noche. Pensaba jugar con más mendigos hasta saciar completamente mi sed, pero es tan sencillo que casi aburre. Una cazadora es algo más interesante, y más si es experimentada. Tendré que ir con cuidado, claro, porque no es mi intención morir esta noche. Pero ya que Varek ha decidido dejarme sólo, y que no puedo volver a entrar al edificio, ¿qué menos que averiguar por mi mismo de qué son capaces los de su gremio?
Así que tan pronto como la morena se aparta del edificio, muevo la primera ficha del juego. Como si fuera de mantequilla, arranco la veleta de una chimenea cercana y se la lanzo. La punta, torcida y afilada, se dirige como una flecha hacia su cuerpo. Rápida, certera y letal. No necesito verla moverse para saber que fallaré, pero ese era mi objetivo desde el principio; que se trasladase a una zona más propicia para mi ataque, y comprobar si me encuentro o no ante una presa fácil. Porque la caza sin emoción no es lo mismo, para qué vamos a engañarnos.
Observando el movimiento de sus pies, hago un rápido cálculo para adivinar cuál será su trayectoria. Sólo hay dos opciones, izquierda o derecha; y en cuestiones de apostar, siempre he sido el mejor de los dos Lachance. Sobre todo desde que soy capaz de leer mentes ajenas. Así que tan pronto como la cazadora toma una decisión, tuerzo hacia la derecha, y caigo sobre ella justo en el instante en que sus piernas esquivan la veleta.
- Bu – Le digo, antes de aplastarla sobre el frío suelo empedrado. Sujetándole las muñecas a ambos lados de su cuerpo para inmovilizarla, acerco mi rostro al suyo, esbozando una media sonrisa. La capucha ha caído hacia atrás en algún momento de mi maniobra, revelando mis rasgos a la desconocida. Bajo la luz de la luna, son tan parecidos a los de Varek que sólo nuestra distinta complexión nos diferenciaría ante un extraño. - Dicen que no está bien jugar con la comida, pero cuando es ella la que viene a buscarte, se difumina el límite del bien y el mal – Susurro, mirándola fijamente a los ojos. Deberían reflejar miedo, pero lo único que leo en ellos es el desafío; intentará zafarse de mi abrazo, lo sé muy bien. Y también sé cómo evitar que lo haga – Ha sido demasiado corto, ¿sabes? Me esperaba algo mejor de los famosos cazadores. Es una lástima...
La última frase la pronuncio contra su cuello, que acaricio suavemente con mi labio inferior. No tardo demasiado en localizar su arteria principal; cálida y palpitante, la sangre corriendo por ella a toda velocidad. Casi con mimo, perforo con mis colmillos su cuello para beber de ella. Y un torrente escarlata penetra en mi boca, llenándola del salado y metálico sabor que es el pago por mi eternidad.
Así que tan pronto como la morena se aparta del edificio, muevo la primera ficha del juego. Como si fuera de mantequilla, arranco la veleta de una chimenea cercana y se la lanzo. La punta, torcida y afilada, se dirige como una flecha hacia su cuerpo. Rápida, certera y letal. No necesito verla moverse para saber que fallaré, pero ese era mi objetivo desde el principio; que se trasladase a una zona más propicia para mi ataque, y comprobar si me encuentro o no ante una presa fácil. Porque la caza sin emoción no es lo mismo, para qué vamos a engañarnos.
Observando el movimiento de sus pies, hago un rápido cálculo para adivinar cuál será su trayectoria. Sólo hay dos opciones, izquierda o derecha; y en cuestiones de apostar, siempre he sido el mejor de los dos Lachance. Sobre todo desde que soy capaz de leer mentes ajenas. Así que tan pronto como la cazadora toma una decisión, tuerzo hacia la derecha, y caigo sobre ella justo en el instante en que sus piernas esquivan la veleta.
- Bu – Le digo, antes de aplastarla sobre el frío suelo empedrado. Sujetándole las muñecas a ambos lados de su cuerpo para inmovilizarla, acerco mi rostro al suyo, esbozando una media sonrisa. La capucha ha caído hacia atrás en algún momento de mi maniobra, revelando mis rasgos a la desconocida. Bajo la luz de la luna, son tan parecidos a los de Varek que sólo nuestra distinta complexión nos diferenciaría ante un extraño. - Dicen que no está bien jugar con la comida, pero cuando es ella la que viene a buscarte, se difumina el límite del bien y el mal – Susurro, mirándola fijamente a los ojos. Deberían reflejar miedo, pero lo único que leo en ellos es el desafío; intentará zafarse de mi abrazo, lo sé muy bien. Y también sé cómo evitar que lo haga – Ha sido demasiado corto, ¿sabes? Me esperaba algo mejor de los famosos cazadores. Es una lástima...
La última frase la pronuncio contra su cuello, que acaricio suavemente con mi labio inferior. No tardo demasiado en localizar su arteria principal; cálida y palpitante, la sangre corriendo por ella a toda velocidad. Casi con mimo, perforo con mis colmillos su cuello para beber de ella. Y un torrente escarlata penetra en mi boca, llenándola del salado y metálico sabor que es el pago por mi eternidad.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
Observé como la chica avanzaba hacia la puerta con paso lento y torpe. Suspiré, malditos vampiros. En cuanto la victima cruzó el umbral del edificio y desapareció, me vi atacada por la espalda. Esquivé el objecto justo en el ultimo momento, y cuando fui a reprocharle su falta de honor al atacar por la espalda, saltó sobre mi, tirándome sobre el suelo. Sentí el fuerte agarre en las muñecas, impidiendo que me moviera y me librara de su peso. Estaba con los ojos cerrados, intentando recuperar y centrar mis fuerzas, el golpe contra el suelo había sido fuerte, pero no tardé mucho en recuperarme.
El ya reconocido cosquilleo de la adrenalina me recorrió el cuerpo, y abriendo los ojos me encontré con su mirada. Para variar, el vampiro siguió con su perorata, hablaba demasiado, de verdad. Intenté moverme, llegar a mi cinturón y poder coger algún arma, pero era imposible con el peso muerto de aquel ser sobrenatural y el agarre en mis muñecas. Sin poder hacer nada para evitarlo sentí su boca contra mi cuello. No podía creerlo, iba a morderme. Odiaba la sensación que aquello provocaba en mi cuerpo y en mi mente. En el momento de la confusión miré a aquel que me mordía, con duda, y sabiendo que probablemente era mi propio cerebro pregunté con un hilo de voz:- ¿Varek?- Me dio un vuelco el corazón. Había vuelto y ahora era vampiro? No podía ser.
Saliendo lo suficiente de la neblina que aquella situación provocaba en mi, me moví con fuerza, quitándome al vampiro de encima. Por el camino cogí la estaca de madera de mi cinturón y, debido a la confusión y la debilidad que el mordisco me había provocado, clave su punta cerca del hombro, por encima del corazón. Menudo fallo, esperaba que aquel vampiro siguiera en son de paz. Aun me encontraba aturdida.
Me pasé la mano izquierda por el cuello, notando la sangre. Observé al vampiro que tenía en frente. Estaba tan confusa..., por un momento me había parecido mi viejo amigo. Quien huyó nada más llegar yo a esta ciudad. Tal vez por eso, inconscientemente, fallé el tiro. No quería moverme del sitio, aun estaba débil, por lo que con mano temblorosa me apoyé en un murete que había a mi lado. Miré de nuevo al vampiro y, tras tragar saliva le miré.- Quien eres?- Pregunté dubitativa. Hacia tiempo que las emociones no contaminaban mi cacería, pero el hecho de ver a mi conocido amigo frente a mi me perturbaba. El golpe en la cabeza combinado con la mordedura hacían que mi visión no fuera clara. Sentía el torrente de emociones dentro de mi, respire hondo, tratando de controlarlas, pero la ira que había provocado en mi el mordisco y la confusión de la posibilidad de tener a mi amigo delante convertido en aquello que más odiaba, ganaban la batalla.
El ya reconocido cosquilleo de la adrenalina me recorrió el cuerpo, y abriendo los ojos me encontré con su mirada. Para variar, el vampiro siguió con su perorata, hablaba demasiado, de verdad. Intenté moverme, llegar a mi cinturón y poder coger algún arma, pero era imposible con el peso muerto de aquel ser sobrenatural y el agarre en mis muñecas. Sin poder hacer nada para evitarlo sentí su boca contra mi cuello. No podía creerlo, iba a morderme. Odiaba la sensación que aquello provocaba en mi cuerpo y en mi mente. En el momento de la confusión miré a aquel que me mordía, con duda, y sabiendo que probablemente era mi propio cerebro pregunté con un hilo de voz:- ¿Varek?- Me dio un vuelco el corazón. Había vuelto y ahora era vampiro? No podía ser.
Saliendo lo suficiente de la neblina que aquella situación provocaba en mi, me moví con fuerza, quitándome al vampiro de encima. Por el camino cogí la estaca de madera de mi cinturón y, debido a la confusión y la debilidad que el mordisco me había provocado, clave su punta cerca del hombro, por encima del corazón. Menudo fallo, esperaba que aquel vampiro siguiera en son de paz. Aun me encontraba aturdida.
Me pasé la mano izquierda por el cuello, notando la sangre. Observé al vampiro que tenía en frente. Estaba tan confusa..., por un momento me había parecido mi viejo amigo. Quien huyó nada más llegar yo a esta ciudad. Tal vez por eso, inconscientemente, fallé el tiro. No quería moverme del sitio, aun estaba débil, por lo que con mano temblorosa me apoyé en un murete que había a mi lado. Miré de nuevo al vampiro y, tras tragar saliva le miré.- Quien eres?- Pregunté dubitativa. Hacia tiempo que las emociones no contaminaban mi cacería, pero el hecho de ver a mi conocido amigo frente a mi me perturbaba. El golpe en la cabeza combinado con la mordedura hacían que mi visión no fuera clara. Sentía el torrente de emociones dentro de mi, respire hondo, tratando de controlarlas, pero la ira que había provocado en mi el mordisco y la confusión de la posibilidad de tener a mi amigo delante convertido en aquello que más odiaba, ganaban la batalla.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
La voz de la cazadora pronunciando el nombre de mi hermano hace que deje de beber al instante. Intento mantener el semblante tan impasible como puedo, pero es complicado; ya van dos veces que en plena caza alguien lo saca a colación, y empieza a molestarme. ¿Es que todos en esta maldita ciudad conocen a Varek? Sólo le falta intentar matarme para vengarse de él, tal y como hicieron aquellos licántropos la noche en que conocí a Lana. O por quién sabe qué razón oculta que sólo los demás parecen conocer.
La morena aprovecha mi desconcierto para zafarse de mi abrazo, clavando una afilada estaca a pocos centímetros de mi cuello. La madera atraviesa mi carne marmólea, derramando una abundante cantidad de sangre sobre el oscuro atavío de la mujer. No roza mi corazón; se ha desviado demasiado para eso, acertando en el mismo lugar en el que mi hermano me disparó hace apenas una semana. Con un siseo enfadado, doy un salto hacia atrás para apartarme de ella. Recordar que Varek y yo nos reconciliamos sólo para que él volviese a marcharse de nuevo no me ayuda a mantener la mente fría, algo que voy a necesitar si la pelea se pone más complicada de lo que parece.
Llevándome la diestra al hombro, arranco la estaca y la parto en dos para inutilizarla. No le voy a dar la oportunidad de atacarme dos veces del mismo modo, aunque no parece que esté en las mejores condiciones para luchar contra alguien. Pero antes tampoco me parecía gran cosa, y aun así ha sido capaz de herirme. No; no debo cometer el fallo de subestimarla. Aunque esté temblorosa por la prolongada pérdida de sangre.
- No soy Varek - Le concedo, mirándola fijamente a sus claros ojos. Su mirada está desenfocada, puede que por eso me haya confundido con él. Pero eso no explica porqué le conoce, como todos en esta ciudad sin que yo lo supiera cuando era humano. Y porqué le importa cómo me llame, cuando para ella no soy más que otro vampiro con el que acabar como trabajo. - En realidad, no soy nadie. Sólo una sombra más en la oscuridad. Y aunque no mato si puedo evitarlo, no creo que eso me diferencie a tus ojos del resto de los de mi especie.
La morena aprovecha mi desconcierto para zafarse de mi abrazo, clavando una afilada estaca a pocos centímetros de mi cuello. La madera atraviesa mi carne marmólea, derramando una abundante cantidad de sangre sobre el oscuro atavío de la mujer. No roza mi corazón; se ha desviado demasiado para eso, acertando en el mismo lugar en el que mi hermano me disparó hace apenas una semana. Con un siseo enfadado, doy un salto hacia atrás para apartarme de ella. Recordar que Varek y yo nos reconciliamos sólo para que él volviese a marcharse de nuevo no me ayuda a mantener la mente fría, algo que voy a necesitar si la pelea se pone más complicada de lo que parece.
Llevándome la diestra al hombro, arranco la estaca y la parto en dos para inutilizarla. No le voy a dar la oportunidad de atacarme dos veces del mismo modo, aunque no parece que esté en las mejores condiciones para luchar contra alguien. Pero antes tampoco me parecía gran cosa, y aun así ha sido capaz de herirme. No; no debo cometer el fallo de subestimarla. Aunque esté temblorosa por la prolongada pérdida de sangre.
- No soy Varek - Le concedo, mirándola fijamente a sus claros ojos. Su mirada está desenfocada, puede que por eso me haya confundido con él. Pero eso no explica porqué le conoce, como todos en esta ciudad sin que yo lo supiera cuando era humano. Y porqué le importa cómo me llame, cuando para ella no soy más que otro vampiro con el que acabar como trabajo. - En realidad, no soy nadie. Sólo una sombra más en la oscuridad. Y aunque no mato si puedo evitarlo, no creo que eso me diferencie a tus ojos del resto de los de mi especie.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
-No es Varek-Pensé intentando enforcar mi vista en su cara. Empecé a enfocar poco a poco, pero seguía mareada por la perdida de sangre. Sabia que poco iba a poder hacer frente al vampiro en mis condiciones. Una rabia me recorrió, odiaba tener que irme de una pelea a medias, sin llevar a cabo mi trabajo. Iba a ir tras ese vampiro. Me recuperaría e iría tras él. Me fije en su rostro, no, no era Varek, pero se le parecía demasiado.
No me confirmó nada, pero por como pronunció las palabras, al parecer conocía a Varek y no le guardaba un buen recuerdo. Supuse que mi amigo había intentado acabar con él. Me apoyé contra el muro, dejando caer mi cadera contra él y así teniendo ambas manos libres. Escuche sus palabras. Madre mía, que desgaste tenia que ser ser aquel vampiro. Sonreí: -Acaso tu diferencias a tus victimas?- Pregunté. No olvidaba como había hablado con aquella mujer durante toda la cena, entablando una especia de mínima relación, y después la había manipulado para que saliera al exterior para su uso y disfrute. Lo que más odiaba de aquellos seres era que la mayoría tomaban sin pedir permiso, se creían por encima de todo y de todos, atacaban a sus victimas, normalmente inocentes que no se enteraban de lo que pasaba.
- Soy Shine Russell - Le miré con una risa en los labios - Recuerda el nombre, pues seré yo quien acabe con tu miserable … existencia - No me gustaba dejar cuentas pendientes, pero no era estúpida y llevaba años en el oficio. Sabia cuando retirarme, sabia que aquella batalla, dadas mis condiciones, estaba perdida. Si me quedaba, y ganaba, las heridas que iba a tener como resultado de la pelea iban a ser importantes y tardaría bastante en curarme. Además aquí no tenia conocidos aun como para que me ayudaran con las heridas. Reuní fuerzas y fui a incorporarme para ponerme en marcha e irme.
No me confirmó nada, pero por como pronunció las palabras, al parecer conocía a Varek y no le guardaba un buen recuerdo. Supuse que mi amigo había intentado acabar con él. Me apoyé contra el muro, dejando caer mi cadera contra él y así teniendo ambas manos libres. Escuche sus palabras. Madre mía, que desgaste tenia que ser ser aquel vampiro. Sonreí: -Acaso tu diferencias a tus victimas?- Pregunté. No olvidaba como había hablado con aquella mujer durante toda la cena, entablando una especia de mínima relación, y después la había manipulado para que saliera al exterior para su uso y disfrute. Lo que más odiaba de aquellos seres era que la mayoría tomaban sin pedir permiso, se creían por encima de todo y de todos, atacaban a sus victimas, normalmente inocentes que no se enteraban de lo que pasaba.
- Soy Shine Russell - Le miré con una risa en los labios - Recuerda el nombre, pues seré yo quien acabe con tu miserable … existencia - No me gustaba dejar cuentas pendientes, pero no era estúpida y llevaba años en el oficio. Sabia cuando retirarme, sabia que aquella batalla, dadas mis condiciones, estaba perdida. Si me quedaba, y ganaba, las heridas que iba a tener como resultado de la pelea iban a ser importantes y tardaría bastante en curarme. Además aquí no tenia conocidos aun como para que me ayudaran con las heridas. Reuní fuerzas y fui a incorporarme para ponerme en marcha e irme.
Shine A. Russell- Cazador Clase Alta
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Re: Orgullo y prejuicio ~ priv.
Russell, Russell... ¿de qué me suena ese apellido? Mientras la cazadora suelta bravatas sobre lo que hará o dejará de hacer conmigo, me paso una mano por los rizados cabellos con expresión pensativa. Aunque no bajo la guardia, no le hago mucho caso; estoy demasiado ocupado pensando en si la conocía ya de antes. De lo que no tengo ninguna duda es de que conoce a Varek, y que él es la razón por la que conozco el nombre de la morena. El nexo que nos unía sin saberlo antes de enfrentarnos. Sin embargo, no caigo en el contexto en el que mi hermano pudo mencionarla. Teniendo en cuenta que se ha pasado toda la vida ocultándome la existencia del mundo sobrenatural, no entiendo porqué me habló de alguien que, como él, daba caza a esa clase de seres. Lo que significa que hay algo que se me está escapando, sobre la relación que tenían ambos entre sí.
Alisándome la capa con sendas manos, observo cómo Shine se aleja algo tambaleante. No voy a perseguirla, no ahora que sé que eso podría molestar a mi hermano. Aunque nadie ha dicho nada sobre sondearle la mente para saber cuál es la relación que tiene con él. - No es muy sabio amenazar a alguien con matarle cuando llevas las de perder - Le digo, cubriéndome de nuevo el rostro con la oscura capucha. El gesto es sólo para disimular lo que realmente estoy haciendo; bucear telepáticamente en el subconsciente de Shine, en busca de algo que resuelva todas mis incógnitas. - Podría enfadarse y decidir que si mueres hoy, no habrá un mañana del que preocuparse.
La mujer no se detiene, sino que continúa andando hasta perderse en la oscuridad. Pero para cuando su silueta desaparece en el horizonte, yo ya he obtenido la información que necesitaba. Ya sé quién es, y la razón por la que su nombre me resultaba tan familiar. Porque es la famosa exprometida de mi hermano. Echando a correr por las estrechas callejuelas, pienso en las pocas cosas que Varek me explicaba a través de sus cartas. Él definía a Shine como una muchacha bonita y delicada, con una voracidad por los libros extraña en una dama. No como una mujer enfundada en trajes de cuero, que corriese por las calles de España con una daga y un revólver. No sé qué es lo que habrá pasado para que su vida cambiase tan bruscamente, pero parece una broma del destino; ha acabado dedicándose a lo mismo que él, en lugar de tener hijos y vivir subyugada bajo el lazo del matrimonio. De no ser por sus amenazas, casi sentiría lástima por ella. Pero me ha llamado miserable, y eso borra cualquier atisbo de compasión que pudiera haber sentido por las circunstancias de su vida.
Alisándome la capa con sendas manos, observo cómo Shine se aleja algo tambaleante. No voy a perseguirla, no ahora que sé que eso podría molestar a mi hermano. Aunque nadie ha dicho nada sobre sondearle la mente para saber cuál es la relación que tiene con él. - No es muy sabio amenazar a alguien con matarle cuando llevas las de perder - Le digo, cubriéndome de nuevo el rostro con la oscura capucha. El gesto es sólo para disimular lo que realmente estoy haciendo; bucear telepáticamente en el subconsciente de Shine, en busca de algo que resuelva todas mis incógnitas. - Podría enfadarse y decidir que si mueres hoy, no habrá un mañana del que preocuparse.
La mujer no se detiene, sino que continúa andando hasta perderse en la oscuridad. Pero para cuando su silueta desaparece en el horizonte, yo ya he obtenido la información que necesitaba. Ya sé quién es, y la razón por la que su nombre me resultaba tan familiar. Porque es la famosa exprometida de mi hermano. Echando a correr por las estrechas callejuelas, pienso en las pocas cosas que Varek me explicaba a través de sus cartas. Él definía a Shine como una muchacha bonita y delicada, con una voracidad por los libros extraña en una dama. No como una mujer enfundada en trajes de cuero, que corriese por las calles de España con una daga y un revólver. No sé qué es lo que habrá pasado para que su vida cambiase tan bruscamente, pero parece una broma del destino; ha acabado dedicándose a lo mismo que él, en lugar de tener hijos y vivir subyugada bajo el lazo del matrimonio. De no ser por sus amenazas, casi sentiría lástima por ella. Pero me ha llamado miserable, y eso borra cualquier atisbo de compasión que pudiera haber sentido por las circunstancias de su vida.
Jean D. Lachance- Vampiro Clase Alta
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