AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Orgullo al amanecer [privado] [+18]
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Orgullo al amanecer [privado] [+18]
El alba me había encontrado despierta, los tenues rayos del sol trajeron el anuncio de un nuevo día y se colaron entre las pequeñas rendijas de los tablones de madera de las paredes del cobertizo. Ahora estaba de pie, tirando de las riendas de mi corcel y encaminándome con él hacia la puerta de salida del que fuera mi refugio nocturno.
Mis ojos observaron el panorama algo nublado y el ambiente a mi alrededor que tras la lluvia anterior lograba que todo oliese a humedad. Arrugué levemente la nariz al ver aquello. Iba descalza, sin ropa decente aún y necesitaba conseguir algo apropiado que ponerme pronto puesto que me había colocado las pieles encima y aunque me mantenían caliente tampoco era cuestión de viajar con aquella pinta a lo largo de todo el camino.
Observé los escombros de la anterior cabaña con pesar, no había absolutamente nada por rescatar, todo había quedado reducido a cenizas. Cenizas que recogí con una mano y las hice correr lentamente por mi palma hacía el suelo, como si fuesen una alegoría de mi pasado. De uno que por momentos apreciaba con mucha claridad.
Un movimiento a pocos pasos de distancia hizo que apenas moviera mis ojos. Dúshlán también estaba ya despierto y caminaba a corta distancia. No le había dirigido aún la palabra, ni tampoco lo miré cuando abandoné mi lecho de paja. Frente a él me mostré estoica y tranquila fingiendo total indiferencia ante su presencia. Supongo que para comportarme así era bastante buena aunque por dentro las emociones pugnasen por salir.
Podía pretender que había pasado bien la noche cuando la realidad era muy distinta. No había pegado el ojo en lo absoluto. Aún dándole la espalda lo sentía moverse y escuchaba su respiración que intranquilizaba a la mía. Mi cuerpo y mis latidos traicionaban a mi orgullo herido puesto que no querían que estuviera del otro lado del cobertizo. Muy por el contrario, le deseaba cerca mio sobre aquel lecho improvisado en el que aún percibía la huella de su calor, sin mencionar a mi propia piel que aún guardaba la sensación de sus manos sobre ella.
Apreté los labios mientras mi mirada finalmente se decidía a buscarlo. -Tendremos que detenernos en algún lado a conseguir ropa y otra montura para ti.- No deseaba que me siguiera a pie por todo el camino y aún no lo consideraba listo para dejarlo volar a su antojo, era capaz de batir sus alas y no volver. Por un momento mi mirada permaneció fija en él. Puede ser que mis ojos no denotaran nada pero aquel hombre se veía tan arrebatadoramente atractivo por la mañana que bastaba con que lo contemplase unos segundos para que sintiera mi orgullo tambalear y que no desease más que se acercara a mi y me tomara en sus brazos para declararme cautiva de su voluntad.
Retiré la mirada con lentitud porque aquello no sucedería, porque las diferencias entre ambos se constituían en un cráter imposible de salvar y porque aunque pretendiese olvidarlo desde antes de nacer estaba predestinado que yo fuese un alma maldita.
Haciéndole una seña con los dedos le indiqué que nos marchábamos. Mi intención era pasar por un poblado cercano, hacer un alto, abastecernos bien y luego proseguir el camino que marcara un nuevo empleador. -Procura comportarte bien hoy en lugar de ser un atolondrado.- Lo miré de soslayo al decirlo. El cambiante era capaz de hacer de las suyas y echar por tierra cualquier contrato que surgiera o incluso, olvidarse del hechizo de enlace otra vez y meternos a ambos en un aprieto. -No quiero sentir arder mi corazón otra vez.-
Mis ojos observaron el panorama algo nublado y el ambiente a mi alrededor que tras la lluvia anterior lograba que todo oliese a humedad. Arrugué levemente la nariz al ver aquello. Iba descalza, sin ropa decente aún y necesitaba conseguir algo apropiado que ponerme pronto puesto que me había colocado las pieles encima y aunque me mantenían caliente tampoco era cuestión de viajar con aquella pinta a lo largo de todo el camino.
Observé los escombros de la anterior cabaña con pesar, no había absolutamente nada por rescatar, todo había quedado reducido a cenizas. Cenizas que recogí con una mano y las hice correr lentamente por mi palma hacía el suelo, como si fuesen una alegoría de mi pasado. De uno que por momentos apreciaba con mucha claridad.
Un movimiento a pocos pasos de distancia hizo que apenas moviera mis ojos. Dúshlán también estaba ya despierto y caminaba a corta distancia. No le había dirigido aún la palabra, ni tampoco lo miré cuando abandoné mi lecho de paja. Frente a él me mostré estoica y tranquila fingiendo total indiferencia ante su presencia. Supongo que para comportarme así era bastante buena aunque por dentro las emociones pugnasen por salir.
Podía pretender que había pasado bien la noche cuando la realidad era muy distinta. No había pegado el ojo en lo absoluto. Aún dándole la espalda lo sentía moverse y escuchaba su respiración que intranquilizaba a la mía. Mi cuerpo y mis latidos traicionaban a mi orgullo herido puesto que no querían que estuviera del otro lado del cobertizo. Muy por el contrario, le deseaba cerca mio sobre aquel lecho improvisado en el que aún percibía la huella de su calor, sin mencionar a mi propia piel que aún guardaba la sensación de sus manos sobre ella.
Apreté los labios mientras mi mirada finalmente se decidía a buscarlo. -Tendremos que detenernos en algún lado a conseguir ropa y otra montura para ti.- No deseaba que me siguiera a pie por todo el camino y aún no lo consideraba listo para dejarlo volar a su antojo, era capaz de batir sus alas y no volver. Por un momento mi mirada permaneció fija en él. Puede ser que mis ojos no denotaran nada pero aquel hombre se veía tan arrebatadoramente atractivo por la mañana que bastaba con que lo contemplase unos segundos para que sintiera mi orgullo tambalear y que no desease más que se acercara a mi y me tomara en sus brazos para declararme cautiva de su voluntad.
Retiré la mirada con lentitud porque aquello no sucedería, porque las diferencias entre ambos se constituían en un cráter imposible de salvar y porque aunque pretendiese olvidarlo desde antes de nacer estaba predestinado que yo fuese un alma maldita.
Haciéndole una seña con los dedos le indiqué que nos marchábamos. Mi intención era pasar por un poblado cercano, hacer un alto, abastecernos bien y luego proseguir el camino que marcara un nuevo empleador. -Procura comportarte bien hoy en lugar de ser un atolondrado.- Lo miré de soslayo al decirlo. El cambiante era capaz de hacer de las suyas y echar por tierra cualquier contrato que surgiera o incluso, olvidarse del hechizo de enlace otra vez y meternos a ambos en un aprieto. -No quiero sentir arder mi corazón otra vez.-
Última edición por Mila O'Connor el Vie Mar 24, 2017 8:09 pm, editado 1 vez
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
La vi moverse cuando los primeros rayo de luz entraron por la puerta de madera, repleta de tablones cruzados para evitar que cayera echa pedazos y que parecía un colador de luz.
Frente a mi mirada, podía ver a aquella preciosa mujer, con la que había yacido la noche anterior y que hoy ni me miraba.
Estaba claro que solo había sido para ella eso, un desquité, una practica para convertirse en experta para otros hombres que libres si la merecieran.
Su indiferencia llegaba a lo mas hondo de mi ser, me humillaba, de nuevo me dejaba claro que yo era su esclavo y estaba allí para complacerla en todos y cada uno de sus menesteres. Mas que mi lugar después de cumplir sus deseos era el frio suelo, pues su lecho era para otro.
Mi cuerpo tenso se acomodó las pieles sobre sus hombros en silencio, tratando de pagarle con la misma moneda que ella lo hacia, mas fingiendo una sonrisa de medio lado si es que en alguna ocasión nuestras miradas se cruzaban.
La noche había sido una tortura, no había pegado ojo y no solo por la dureza del suelo, a la que para que mentir estaba mas que acostumbrado si no porque la sentía sobre la mullida paja, su cuerpo se removía sobre ella y yo deseaba que se moviera contra el mio. Era obvio que la deseaba, que mis ojos bailaban en mas de una ocasión hacia cada peligrosa curva de esa esbelta figura que apenas cubierta por las pieles se me antojaba perfecta.
-Si, tendremos que ir a por ropa, no vayas a enfermar por ir con el culo al aire -contesté con cierto desdén -aunque para buscar amantes vas perfecta, quizás podrías probar en el burdel.
Si, mis palabras eran desafiantes, cargadas de rabia y lo suficientemente hirientes como para demostrarle que para mi nada había significado esa noche entre sus piernas. No era un mentiroso, mas si lo suficientemente orgulloso como para no suplicar que me quisiera.
Cuando nuestras miradas furiosas se encontraron no pude evitar entreabrir mis labios, estaba preciosa con el pelo revuelto, el ceño fruncido y sus labios curvados en una divertida mueca.
Aflojé el gesto acercándome a ella cuando con un gesto me indicó que nos pondríamos en marcha.
-puedo montar con vos, o vos sobre mi si lo deseáis esta mañana -aseguré deslizando mi dedo por su hombro semi desnudo a escasos centímetros de distancia.
Quizás lo viera como un nuevo insulto ,quizás así quería que lo percibiera, mas realmente, las yemas de mis dedos ardieron sobre su piel y el aire escapo de mis labios de forma ronca por el deseo.
Agradecí que mis pantalones cubrieran mi hombría que ahora parecía de nuevo pugnar por salir de ellos.
-Iré tras vos a ese poblado -aseguré al verla montar sobre su corcel ignorando mi propuesta y pidiéndome en cierto modo que mi comportamiento fuera el adecuado. Al parecer la dama quería hacer ciertas transacciones, supongo buscar algún trabajo y mi impetuosidad podía quebrar sus maravillosos planes.
-Claro mi señora, ver, oir y callar -apunté con una sonrisa de medio lado poniéndome en marcha tras su montura.
Era irónico que hablara del corazón en llamas, cuando había quemado ella la casa y en cierto modo me había dejado prendido en llamas aquella misma noche.
Demasiado fuego para una mujer.
Frente a mi mirada, podía ver a aquella preciosa mujer, con la que había yacido la noche anterior y que hoy ni me miraba.
Estaba claro que solo había sido para ella eso, un desquité, una practica para convertirse en experta para otros hombres que libres si la merecieran.
Su indiferencia llegaba a lo mas hondo de mi ser, me humillaba, de nuevo me dejaba claro que yo era su esclavo y estaba allí para complacerla en todos y cada uno de sus menesteres. Mas que mi lugar después de cumplir sus deseos era el frio suelo, pues su lecho era para otro.
Mi cuerpo tenso se acomodó las pieles sobre sus hombros en silencio, tratando de pagarle con la misma moneda que ella lo hacia, mas fingiendo una sonrisa de medio lado si es que en alguna ocasión nuestras miradas se cruzaban.
La noche había sido una tortura, no había pegado ojo y no solo por la dureza del suelo, a la que para que mentir estaba mas que acostumbrado si no porque la sentía sobre la mullida paja, su cuerpo se removía sobre ella y yo deseaba que se moviera contra el mio. Era obvio que la deseaba, que mis ojos bailaban en mas de una ocasión hacia cada peligrosa curva de esa esbelta figura que apenas cubierta por las pieles se me antojaba perfecta.
-Si, tendremos que ir a por ropa, no vayas a enfermar por ir con el culo al aire -contesté con cierto desdén -aunque para buscar amantes vas perfecta, quizás podrías probar en el burdel.
Si, mis palabras eran desafiantes, cargadas de rabia y lo suficientemente hirientes como para demostrarle que para mi nada había significado esa noche entre sus piernas. No era un mentiroso, mas si lo suficientemente orgulloso como para no suplicar que me quisiera.
Cuando nuestras miradas furiosas se encontraron no pude evitar entreabrir mis labios, estaba preciosa con el pelo revuelto, el ceño fruncido y sus labios curvados en una divertida mueca.
Aflojé el gesto acercándome a ella cuando con un gesto me indicó que nos pondríamos en marcha.
-puedo montar con vos, o vos sobre mi si lo deseáis esta mañana -aseguré deslizando mi dedo por su hombro semi desnudo a escasos centímetros de distancia.
Quizás lo viera como un nuevo insulto ,quizás así quería que lo percibiera, mas realmente, las yemas de mis dedos ardieron sobre su piel y el aire escapo de mis labios de forma ronca por el deseo.
Agradecí que mis pantalones cubrieran mi hombría que ahora parecía de nuevo pugnar por salir de ellos.
-Iré tras vos a ese poblado -aseguré al verla montar sobre su corcel ignorando mi propuesta y pidiéndome en cierto modo que mi comportamiento fuera el adecuado. Al parecer la dama quería hacer ciertas transacciones, supongo buscar algún trabajo y mi impetuosidad podía quebrar sus maravillosos planes.
-Claro mi señora, ver, oir y callar -apunté con una sonrisa de medio lado poniéndome en marcha tras su montura.
Era irónico que hablara del corazón en llamas, cuando había quemado ella la casa y en cierto modo me había dejado prendido en llamas aquella misma noche.
Demasiado fuego para una mujer.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Mis dientes rechinaron ante el sonido de sus palabras mordaces. Lo miré con rabia cuando sugirió que podía ir a un burdel a buscar amantes. Sus palabras me dolían porque él sabía perfectamente lo que ninguno de los dos decía, que él había sido el primero y el único. Mi mano tembló con tal violencia que requirió un esfuerzo sobrehumano en mi el no alzarla y darle una cachetada que borrara su sonrisa de medio lado.
De hecho mi voluntad llevaba media batalla perdida porque estaba a punto de hacerlo y mi mano ya iba a medio camino por el aire cuando su dedo rozó mi hombro y lo siguiente que dijo me descolocó. Parpadeé al míralo, con mi respiración agitada. Un simple dedo suyo, un ligero roce era todo lo que bastaba para hacerme temblar de deseo.
¿O acaso se creía que me había olvidado de todo lo sucedido la noche anterior? De como se sentían sus manos sobre mi cuerpo, de descubrir la magia del suyo mientras me poseía. De la manera en como pude ver su alma por un maldito momento en el que me sentía incapaz de despegar mis ojos de los suyos, y de ver todo lo hermoso que era él, al igual que cada resquicio suyo y cada firme trazo de su piel.
Tragué saliva fuertemente ante la propuesta que no me sonaba tan disparatada, especialmente cuando su cuerpo y su rostro estaban tan cerca que me hubiera bastado moverme un centímetro para ceder a mi deseo de tocarlo. Aunque claramente se estaba burlando de mi.
Giré sobre mis talones con dignidad. -A mis amantes los buscaré yo cuando y donde me plazca. No es tu lugar decirme cómo he de hacerlo. - Otra vez buscaba fastidiarlo, no tenía el menor interés en buscarme ningún amante por ningún lado, nada más alejado de la realidad.
-No te queda más remedio que ir conmigo.- respondí a su comentario. Un hechizo nos mantenía unidos y así seguiría el asunto hasta que él cediese… o hasta que los dos nos matáramos el uno al otro.
Subí a mi corcel y emprendimos la marcha, de vez en cuando lo observaba con el rabillo del ojo. Ni él ni yo habíamos comido aún y seguramente tendría tanta hambre como yo. El clima estaba templado pero el trayecto hasta el siguiente poblado era algo largo y él, aunque fuerte y orgulloso, comenzaba a sudar. Decidida tiré de las riendas de mi montura y me detuve. -Dúshlán puedes subir detrás de mi.-
Contemplé el desconcierto en su rostro lo cual me causó cierta diversión, aunque la idea de que cabalgara conmigo me puso nerviosa y tensionó cada nervio mío, asunto que disimulé manteniendo la mirada hacia el frente. -Así iremos más rápido, estoy cansada de que tu trasero se mueva con tanta lentitud. Me irritas.-
Mordí mi labio inferior esperando a que ese hombre se moviera, me mandara al demonio por enésima vez, o reaccionara de alguna forma. -Anda, que nos atrasas otra vez y hasta aquí oigo el rugido de tus tripas.- Lo mire de reojo, el corazón me latía de prisa, más de lo que hubiera querido y mientras más intentaba serenarme más me inquietaba lo cual me fastidiaba a niveles estratosféricos. Por Lugh, no era la gran cosa que montara conmigo, ni que fuera a incendiarme con su cercanía o algo por el estilo.
De hecho mi voluntad llevaba media batalla perdida porque estaba a punto de hacerlo y mi mano ya iba a medio camino por el aire cuando su dedo rozó mi hombro y lo siguiente que dijo me descolocó. Parpadeé al míralo, con mi respiración agitada. Un simple dedo suyo, un ligero roce era todo lo que bastaba para hacerme temblar de deseo.
¿O acaso se creía que me había olvidado de todo lo sucedido la noche anterior? De como se sentían sus manos sobre mi cuerpo, de descubrir la magia del suyo mientras me poseía. De la manera en como pude ver su alma por un maldito momento en el que me sentía incapaz de despegar mis ojos de los suyos, y de ver todo lo hermoso que era él, al igual que cada resquicio suyo y cada firme trazo de su piel.
Tragué saliva fuertemente ante la propuesta que no me sonaba tan disparatada, especialmente cuando su cuerpo y su rostro estaban tan cerca que me hubiera bastado moverme un centímetro para ceder a mi deseo de tocarlo. Aunque claramente se estaba burlando de mi.
Giré sobre mis talones con dignidad. -A mis amantes los buscaré yo cuando y donde me plazca. No es tu lugar decirme cómo he de hacerlo. - Otra vez buscaba fastidiarlo, no tenía el menor interés en buscarme ningún amante por ningún lado, nada más alejado de la realidad.
-No te queda más remedio que ir conmigo.- respondí a su comentario. Un hechizo nos mantenía unidos y así seguiría el asunto hasta que él cediese… o hasta que los dos nos matáramos el uno al otro.
Subí a mi corcel y emprendimos la marcha, de vez en cuando lo observaba con el rabillo del ojo. Ni él ni yo habíamos comido aún y seguramente tendría tanta hambre como yo. El clima estaba templado pero el trayecto hasta el siguiente poblado era algo largo y él, aunque fuerte y orgulloso, comenzaba a sudar. Decidida tiré de las riendas de mi montura y me detuve. -Dúshlán puedes subir detrás de mi.-
Contemplé el desconcierto en su rostro lo cual me causó cierta diversión, aunque la idea de que cabalgara conmigo me puso nerviosa y tensionó cada nervio mío, asunto que disimulé manteniendo la mirada hacia el frente. -Así iremos más rápido, estoy cansada de que tu trasero se mueva con tanta lentitud. Me irritas.-
Mordí mi labio inferior esperando a que ese hombre se moviera, me mandara al demonio por enésima vez, o reaccionara de alguna forma. -Anda, que nos atrasas otra vez y hasta aquí oigo el rugido de tus tripas.- Lo mire de reojo, el corazón me latía de prisa, más de lo que hubiera querido y mientras más intentaba serenarme más me inquietaba lo cual me fastidiaba a niveles estratosféricos. Por Lugh, no era la gran cosa que montara conmigo, ni que fuera a incendiarme con su cercanía o algo por el estilo.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Otra vez lo hacia, enfadarme, buscaba sin parar recordarme que yo era su esclavo, que lo que había acontecido en ese granero solo había sido porque ella así lo había dispuesto, mas que su cuerpo lo tocaría cualquier otro y yo quedaría relegado a sus apetencias básicas en momentos determinados.
Sonreí de medio lado, una sonrisa tan falsa como la indiferencia que fingía sentir por ella. Así emprendí la marcha tras su montura, caminando a paso lento mientras me rugían las tripas.
Admito que lo hacia para fastidiarla, desquiciarla, me trataba como un esclavo, pues eso tendría.
Arrastraba los pies jugueteando con cada piedra, dándole patadas mientras mi sonrisa maliciosa se dibujaba cada vez que la dama desviaba su mirada hacia mi persona.
Finalmente se detuvo para invitarme a montar tras ella, algo que me hizo sonreír con picardia sabiendo que me había salido con la mía.
De un salto subí sobre su corcel, rodeando su cintura con uno de mis brazos mientras su pecho subía y bajaba desbocado.
-¿Estas recordando como he surcado tu boca con mi lengua esta noche o lo bien que te sentías conmigo entre tus piernas? -susurré en su oído casi dejando escapar un gruñido -Quiero mas -confesé arrastrando las palabras.
Mi virilidad en alza golpeo la parte baja de su espalda, su trasero acompasado al galope del caballo que forzaba las incesantes caricias de neustros cuerpos.
Su olor a leños, a incienso y a magia surcaba le aire acariciando junto a los salvajes mechones de su pelo mi rostro.
Mi mano se deslizo por sus pierna acariciando su muslo, que desnudo por la falta de ropa se erizaba contra la yema de mis dedos.
Mis ojos se oscurecieron ,agradecí que no fuera capaz de verlos, aunque mi respiración entrecortada delataba en demasía mis ganas.
-No solo rugen mis tripas -bromeé ascendiendo con mis dedos hacia su intimidad -¿quieres que pare? -pregunté con la voz ronca -solo soy un esclavo ¿no?
La desafié, odiaba que me tratara como tal, sabia que su orgullo me detendría, sabia que eso me enfadaría, del mismo modo sabia que ambos eramos volcanes en erupción que arrasaban con todo a su paso de un modo desesperado. ¿Que pasaría si las lavas coincidían?
El ruido de algo me hizo dejar el juego por un instante, podían ser mas asaltantes, la dama iba demasiado expuesta casi sin ropa, tensé el gesto.
-Mila -creo que era la primera vez que usaba su nombre sin jadearlo contra su piel -demonos prisa, estoy hambriento.
No era mentira, mas la verdad es que quería protegerla, semidesnuda si nos asaltaban y vencían la tomarían frente a mis ojos y con este hechizo que me ataba a ella, no permitiéndome alzar el vuelo y sin armas en mi cinto, era complicado cuidar de ella, como era debido.
Sonreí de medio lado, una sonrisa tan falsa como la indiferencia que fingía sentir por ella. Así emprendí la marcha tras su montura, caminando a paso lento mientras me rugían las tripas.
Admito que lo hacia para fastidiarla, desquiciarla, me trataba como un esclavo, pues eso tendría.
Arrastraba los pies jugueteando con cada piedra, dándole patadas mientras mi sonrisa maliciosa se dibujaba cada vez que la dama desviaba su mirada hacia mi persona.
Finalmente se detuvo para invitarme a montar tras ella, algo que me hizo sonreír con picardia sabiendo que me había salido con la mía.
De un salto subí sobre su corcel, rodeando su cintura con uno de mis brazos mientras su pecho subía y bajaba desbocado.
-¿Estas recordando como he surcado tu boca con mi lengua esta noche o lo bien que te sentías conmigo entre tus piernas? -susurré en su oído casi dejando escapar un gruñido -Quiero mas -confesé arrastrando las palabras.
Mi virilidad en alza golpeo la parte baja de su espalda, su trasero acompasado al galope del caballo que forzaba las incesantes caricias de neustros cuerpos.
Su olor a leños, a incienso y a magia surcaba le aire acariciando junto a los salvajes mechones de su pelo mi rostro.
Mi mano se deslizo por sus pierna acariciando su muslo, que desnudo por la falta de ropa se erizaba contra la yema de mis dedos.
Mis ojos se oscurecieron ,agradecí que no fuera capaz de verlos, aunque mi respiración entrecortada delataba en demasía mis ganas.
-No solo rugen mis tripas -bromeé ascendiendo con mis dedos hacia su intimidad -¿quieres que pare? -pregunté con la voz ronca -solo soy un esclavo ¿no?
La desafié, odiaba que me tratara como tal, sabia que su orgullo me detendría, sabia que eso me enfadaría, del mismo modo sabia que ambos eramos volcanes en erupción que arrasaban con todo a su paso de un modo desesperado. ¿Que pasaría si las lavas coincidían?
El ruido de algo me hizo dejar el juego por un instante, podían ser mas asaltantes, la dama iba demasiado expuesta casi sin ropa, tensé el gesto.
-Mila -creo que era la primera vez que usaba su nombre sin jadearlo contra su piel -demonos prisa, estoy hambriento.
No era mentira, mas la verdad es que quería protegerla, semidesnuda si nos asaltaban y vencían la tomarían frente a mis ojos y con este hechizo que me ataba a ella, no permitiéndome alzar el vuelo y sin armas en mi cinto, era complicado cuidar de ella, como era debido.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Tan pronto el cambiante subió en el caballo me arrepentí de haberle indicado que lo hiciera. No estaba preparada para su cercanía. Aquel maldito hombre no podía provocar indiferencia o pasar inadvertido de ninguna forma. ¿Cómo podía ser un esclavo si todo en el gritaba orgullo, fuerza, y arrojo? Su brazo rodeó mi cintura, y con ello me arrebató la coherencia de mis pensamientos. Mi respiración se agitó más. Su brazo era fuerte y me orillaba hacia su cuerpo, sentía como su pecho se pegaba a mi espalda, lanzando un cosquilleo eléctrico por todo mi ser.
Sus palabras incendiaron mis mejillas. Si, lo estaba recordando todo tal y como él lo describía, sus besos, el roce de sus manos, cada una de sus embestidas y el descubrimiento de como mi cuerpo podía responderle, como si intuyera de forma perfecta como hacerlo, dejándose guiar por él. Aún lo deseaba de una forma inexplicable y me costaba mantenerme en mis trece, incluso me olvidé de cómo hacer avanzar a mi caballo. Mordí mi labio inferior al escuchar las siguientes palabras tan cerca de mi oído, la forma en que su aliento lo acariciaba, diciéndome que quería más.
Afortunadamente mi corcel me conocía bien y bastó una leve presión en su costado con mi pierna para que avanzase sobre el camino. Exhalé el aire con lentitud. No podía permitir que Dúshlán me gustase demasiado, ya le había permitido que se acercase más de la cuenta. Tonta de mi, debí haberlo intuido cuando lo compré. ¿Pero no fue esa precisamente la razón por la cual lo hice?
La firme presión que sentí contra mi espalda baja me sorprendió primero y luego provocó que apretara los dientes, el galope del caballo sobre el terreno pedregoso no lograba más que acercar aún más nuestros cuerpos. Me la estaba poniendo demasiado difícil. ¿Qué se suponía que debía hacer si su hombría no dejaba de incitarme? -Podrías… ser más… ummm… menos tú?- Mi balbuceó no tuvo el menor sentido, pero es que nunca había conocido a alguien como él. Fastidioso e irritante a más no poder, pero igualmente irresistible.
Su mano ahora acariciaba mi pierna, incendiándome con ella. El cambiante no solo había prendido las llamas si no que ahora las atizaba sin esfuerzo y con tortuosa deliberación. -¿Quieres ser algo más?- pregunté sin pensarlo. No sabía si jugaba conmigo, si simplemente le gustaba desafiarme y hacerme enojar. Lo lograba si, pero también lograba que desease detener el caballo y sucumbiese de una vez a la idea de entregarme a él a mitad del camino, de volver a abrasarme con sus besos y de maravillarme de lo bien que se sentía acogerlo entre mis piernas.
Algunos sonidos a nuestro alrededor me distrajeron de dichas elucubraciones. Aceleré el ritmo del caballo de manera que ahora sus patas respondieron emprendiendo carrera sobre el camino. El “Mila” que él había usado para referirse a mi perseveraba en mis oídos. Mi corcel, acostumbrado a las exigencias del camino pronto nos acercó a un poblado. Tan pronto lo atisbé en la distancia, le permití desacelerar, pronto podríamos abastecernos.
-¿Cuándo vas a decirme tu nombre?- pregunté desafiante por arriba de mi hombro. Dúshlán podía causarme estragos con sus palabras y con sus acciones pero yo no haría menos. Me arrimé a él, permitiéndome acariciar su virilidad en alza con el movimiento sutil de mi cuerpo que al buscar la cercanía del suyo y acoplado al galope se movió contra esta con provocación. El era el combustible y yo era la cerilla, en algún momento sabía que nos quemaríamos de nuevo. Mi mano alcanzó su rostro, de forma tal que mis labios casi rozaron los de él, mis ojos oscuros observándolos sin perder detalle del vaho que mi cercanía le producía. -¿Qué tanto deseas volver a tomarme?- Un movimiento más y hubiera podido apoderarme de sus labios, pero en su lugar alejé mi rostro soltando una leve risa.
Volví a ver al frente, habíamos llegado al pueblo, mi mirada se concentró en nuestro alrededor. Hice uso de mi magia para que al avanzar los pueblerinos no me vieran semi desnuda, creando la ilusión frente a sus ojos de que iba perfectamente vestida. Detuve mi montura frente a un almacén y desmonté con agilidad. -Veamos si conseguimos algo de ropa que te haga ver más o menos decente.-
Sus palabras incendiaron mis mejillas. Si, lo estaba recordando todo tal y como él lo describía, sus besos, el roce de sus manos, cada una de sus embestidas y el descubrimiento de como mi cuerpo podía responderle, como si intuyera de forma perfecta como hacerlo, dejándose guiar por él. Aún lo deseaba de una forma inexplicable y me costaba mantenerme en mis trece, incluso me olvidé de cómo hacer avanzar a mi caballo. Mordí mi labio inferior al escuchar las siguientes palabras tan cerca de mi oído, la forma en que su aliento lo acariciaba, diciéndome que quería más.
Afortunadamente mi corcel me conocía bien y bastó una leve presión en su costado con mi pierna para que avanzase sobre el camino. Exhalé el aire con lentitud. No podía permitir que Dúshlán me gustase demasiado, ya le había permitido que se acercase más de la cuenta. Tonta de mi, debí haberlo intuido cuando lo compré. ¿Pero no fue esa precisamente la razón por la cual lo hice?
La firme presión que sentí contra mi espalda baja me sorprendió primero y luego provocó que apretara los dientes, el galope del caballo sobre el terreno pedregoso no lograba más que acercar aún más nuestros cuerpos. Me la estaba poniendo demasiado difícil. ¿Qué se suponía que debía hacer si su hombría no dejaba de incitarme? -Podrías… ser más… ummm… menos tú?- Mi balbuceó no tuvo el menor sentido, pero es que nunca había conocido a alguien como él. Fastidioso e irritante a más no poder, pero igualmente irresistible.
Su mano ahora acariciaba mi pierna, incendiándome con ella. El cambiante no solo había prendido las llamas si no que ahora las atizaba sin esfuerzo y con tortuosa deliberación. -¿Quieres ser algo más?- pregunté sin pensarlo. No sabía si jugaba conmigo, si simplemente le gustaba desafiarme y hacerme enojar. Lo lograba si, pero también lograba que desease detener el caballo y sucumbiese de una vez a la idea de entregarme a él a mitad del camino, de volver a abrasarme con sus besos y de maravillarme de lo bien que se sentía acogerlo entre mis piernas.
Algunos sonidos a nuestro alrededor me distrajeron de dichas elucubraciones. Aceleré el ritmo del caballo de manera que ahora sus patas respondieron emprendiendo carrera sobre el camino. El “Mila” que él había usado para referirse a mi perseveraba en mis oídos. Mi corcel, acostumbrado a las exigencias del camino pronto nos acercó a un poblado. Tan pronto lo atisbé en la distancia, le permití desacelerar, pronto podríamos abastecernos.
-¿Cuándo vas a decirme tu nombre?- pregunté desafiante por arriba de mi hombro. Dúshlán podía causarme estragos con sus palabras y con sus acciones pero yo no haría menos. Me arrimé a él, permitiéndome acariciar su virilidad en alza con el movimiento sutil de mi cuerpo que al buscar la cercanía del suyo y acoplado al galope se movió contra esta con provocación. El era el combustible y yo era la cerilla, en algún momento sabía que nos quemaríamos de nuevo. Mi mano alcanzó su rostro, de forma tal que mis labios casi rozaron los de él, mis ojos oscuros observándolos sin perder detalle del vaho que mi cercanía le producía. -¿Qué tanto deseas volver a tomarme?- Un movimiento más y hubiera podido apoderarme de sus labios, pero en su lugar alejé mi rostro soltando una leve risa.
Volví a ver al frente, habíamos llegado al pueblo, mi mirada se concentró en nuestro alrededor. Hice uso de mi magia para que al avanzar los pueblerinos no me vieran semi desnuda, creando la ilusión frente a sus ojos de que iba perfectamente vestida. Detuve mi montura frente a un almacén y desmonté con agilidad. -Veamos si conseguimos algo de ropa que te haga ver más o menos decente.-
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
No tardamos en llegar a un poblado en las zonas mas alejadas de París, al parecer uno bastante rural y pobre, donde las viejas leyendas y costumbres se funden con la realidad del día a día.
Era como dar un salto en el tiempo, a un mundo menos evolucionado donde los chamanes y los niños descalzos jugando entre animales fueran lo normal en esta época.
Mila echó una especie de conjuro para que no nos vieran adentrarnos medio desnudos, aunque la verdad visto lo visto no hubiéramos desentonado lo mas mínimo. Guiñe el ojo a varias mujeres que me miraban con deseo. Jovencitas de la aldea en edad casadera que no estaban al parecer acostumbradas a las visitas de hombres ajenos a esta.
La verdad, solo quería molestar a Mila, hacerla enfadar, que sintiera que por muy esclavo que fuera, tenia el poder suficiente como para colarme entre las piernas que quisiera.
No admitiría que eran las suyas las que me incendiaban, las que me prendían en llamas.
Mis ojos oscurecieron al recordar lo cerca que había tenido su boca sobre el caballo, como el vaho de su aliento se había apoderado de mi, regalándome por unos instantes de locura, mi único sustento.
¿Que si quería tomarla?
Si, de todas y cada una de las formas posibles, arrastrarla conmigo al infierno prendido de sus caderas.
¿Admitirlo? Nunca, antes la muerte que confesar que me moría porque sus labios volvieran a presionar los míos, porque su cabeza reposara sobre mi pecho. No lo diría porque yo solo era un esclavo y ella, ella era mi dueña y mientras eso fuera así, no tenia posibilidad alguna con ella.
No era un hombre libre, era un esclavo y eso me convertía en menos que nada.
-¿Que hemos venido ha hacer aquí? -pregunté mirándola con intensidad.
Sus ojos verdes eran difíciles de olvidar, parecía echa para arrastrar a un hombre al abismo, era una maldición echa carne y huesos que me consumiría sin remedio.
Ignoré la pregunta de mi nombre, como respuesta pinté una altiva sonrisa de medio lado.
-Pareces muy interesada en conocer el nombre de tu “desafio” señorita Mila ¿para que? Solo soy tu esclavo.
Nos adentramos en una especie de almacén, al parecer allí encontraríamos la ropa que cubriría nuestra semi desnudez, tiré de su cintura pegándola a mi cuerpo.
-Estas mucho mas sexy desnuda -susurré arrastrando las palabras en su oído antes de dejarla ir para adentrarme tras ella en la casucha.
Aun no sabia que habíamos venido a hacer allí, pero algo me decía que esa mujer era un cúmulo de problemas y que sin duda, como si quemar la cabaña no hubiera sido suficiente, estaba ideando el modo de volver a hacernos arder por los aires.
-Sois una mujer extraña señorita, no solo por vuestras artes oscuras, si no por la facilidad con la que hacéis que os tenga que sacar de los líos en los que sólita os metéis. Un desastre, eso sois para mi.
Mi precioso desastre, mas eso no iba a decírselo ni ebrio de alcohol, mis ojos se perdieron de nuevo en los suyos.
-Creo que ahí hay ropa -señalé a un lado mientras nuestras miradas seguían escudriñándose con los labios entreabiertos.
Era como dar un salto en el tiempo, a un mundo menos evolucionado donde los chamanes y los niños descalzos jugando entre animales fueran lo normal en esta época.
Mila echó una especie de conjuro para que no nos vieran adentrarnos medio desnudos, aunque la verdad visto lo visto no hubiéramos desentonado lo mas mínimo. Guiñe el ojo a varias mujeres que me miraban con deseo. Jovencitas de la aldea en edad casadera que no estaban al parecer acostumbradas a las visitas de hombres ajenos a esta.
La verdad, solo quería molestar a Mila, hacerla enfadar, que sintiera que por muy esclavo que fuera, tenia el poder suficiente como para colarme entre las piernas que quisiera.
No admitiría que eran las suyas las que me incendiaban, las que me prendían en llamas.
Mis ojos oscurecieron al recordar lo cerca que había tenido su boca sobre el caballo, como el vaho de su aliento se había apoderado de mi, regalándome por unos instantes de locura, mi único sustento.
¿Que si quería tomarla?
Si, de todas y cada una de las formas posibles, arrastrarla conmigo al infierno prendido de sus caderas.
¿Admitirlo? Nunca, antes la muerte que confesar que me moría porque sus labios volvieran a presionar los míos, porque su cabeza reposara sobre mi pecho. No lo diría porque yo solo era un esclavo y ella, ella era mi dueña y mientras eso fuera así, no tenia posibilidad alguna con ella.
No era un hombre libre, era un esclavo y eso me convertía en menos que nada.
-¿Que hemos venido ha hacer aquí? -pregunté mirándola con intensidad.
Sus ojos verdes eran difíciles de olvidar, parecía echa para arrastrar a un hombre al abismo, era una maldición echa carne y huesos que me consumiría sin remedio.
Ignoré la pregunta de mi nombre, como respuesta pinté una altiva sonrisa de medio lado.
-Pareces muy interesada en conocer el nombre de tu “desafio” señorita Mila ¿para que? Solo soy tu esclavo.
Nos adentramos en una especie de almacén, al parecer allí encontraríamos la ropa que cubriría nuestra semi desnudez, tiré de su cintura pegándola a mi cuerpo.
-Estas mucho mas sexy desnuda -susurré arrastrando las palabras en su oído antes de dejarla ir para adentrarme tras ella en la casucha.
Aun no sabia que habíamos venido a hacer allí, pero algo me decía que esa mujer era un cúmulo de problemas y que sin duda, como si quemar la cabaña no hubiera sido suficiente, estaba ideando el modo de volver a hacernos arder por los aires.
-Sois una mujer extraña señorita, no solo por vuestras artes oscuras, si no por la facilidad con la que hacéis que os tenga que sacar de los líos en los que sólita os metéis. Un desastre, eso sois para mi.
Mi precioso desastre, mas eso no iba a decírselo ni ebrio de alcohol, mis ojos se perdieron de nuevo en los suyos.
-Creo que ahí hay ropa -señalé a un lado mientras nuestras miradas seguían escudriñándose con los labios entreabiertos.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Me detuve un momento a mirar a mi alrededor, notando de inmediato como unas cuantas mujeres del lugar se encontraban agrupadas cerca, lanzando miradas hacia nosotros. Mi cejo se frunció al descubrirlo. -¿Tienes que alentar las ilusiones de las jovencitas del lugar?- Lancé una mirada breve hacia él, sintiéndome irritada. Si deseaba atraer féminas podía hacerlo cuando yo no estuviera viendo.
Machaqué internamente la noción de que el cambiante necesitase una mujer. -Tendrás que conformarte con mirarlas y no pienses tan siquiera en insubordinarte.- No sé por qué me salía el mal carácter cuando hablaba con él. Lo mangoneaba cuando nunca me comportaba así. Nunca tuve un esclavo y si él pudiese realmente leerme se percataría de que deseaba dejarlo en libertad, aunque no podía hacerlo. No podía porque se iría volando muy lejos y yo no quería que se fuera.
Resoplé ligeramente con algo de sorna. Si no quería decirme su nombre podía guardárselo. Parecía toda una proeza el lograr que simplemente me lo dijera. Ni siquiera sabía de donde provenía. Tenía una voz grave e interesante al pronunciar ciertas letras pero no era algo demasiado notorio. -Bien, guárdatelo todo. Tú mismo lo has dicho, soy tu ama y estás a mi servicio.- Lo observé con rayos en mis ojos, observando la intensidad de su mirada molesta, mis palabras le tocaban sus puntos sensibles, lo sabía.
Mi “desafío” dijo. Apreté los labios y caminé hacia la tienda. No debí haberle confesado el significado de su nombre, aunque para mi él era Dúshlán, dijera lo que dijera. Estaba a medio camino cuando tiró de mi hacia él, desestabilizándome con el roce de su brazo, por un momento no pude más que intentar recomponerme del temblor que invadió mi cuerpo. -Dúshlán…- Mis ojos se fijaron en los suyos, si pudiera creer en esas palabras…
No dije nada más y entramos en la tienda. Comencé a mirar a mi alrededor. -Claro, porque tú eres el colmo de la organización y el decoro ¿no?- Observé algunos pantalones y camisas masculinas y sonreí lentamente con mi mirada fija en ellas. -Ven acá.- Los fui observando uno por uno hasta dar con algunos juegos que me parecieron de su talla.
-Quédate quieto.- Extendí la ropa, sujetándola con mis dedos de sus hombros y sus caderas para medirla, definitivamente podía quedarle.
-Con esto te verás mejor.- Mi mirada danzó sobre la de él, otra vez estaba demasiado cerca y mis dedos tocándolo incluso a través de las telas lograba inquietarme. -Allá están los vestidores.- Señalé y tomé en mis manos un par de vestidos. Ya no llevaría ropas masculinas, repentinamente tenía el deseo de hacerle caso a mi sexo y ataviarme con algo más acorde a este.
-Venimos porque debemos abastecernos de ropa y comida y aparte… soy una caza recompensas. La gente me contrata para hacer trabajos para ellos. Básicamente compran mis servicios mágicos y hago los trabajos que otros no se atreven o no pueden hacer.-
Lo empujé levemente con mis palmas hacia el interior de su vestidor y me alejé para entrar en el mío.
Dejé caer las pieles y el abrigo a un lado y observé mi figura frente al espejo. ¿Estaba demasiado delgada? Mordí mi labio inferior, nunca hasta ahora le había prestado mucha atención a mi aspecto. -He allí adonde puedes ser útil. Si tan solo dejas de ser terco y trabajas conmigo.- Lancé una mirada hacia la pared que nos separaba.
Me lo imaginé vistiéndose y devolví mi mirada al espejo. Era una locura pensar en mi aspecto, en si era atractiva o no, en si le gustaba a él o no. No estaba bien pensar en él de esa manera y no porque lo hubiera comprado, eso no me importaba nada. Si no por una maldición que lo echaba todo por tierra.
Me coloqué la ropa interior y observé el vestido verde. Era muy sencillo, sin tantas capas y adornos. Las mujeres de este poblado eran más prácticas según constataba pero el vestido no dejaba de ser bonito. Suspiré. -Acostúmbrate a viajar Dúshlán, me temo que no soy alguien que permanezca en un solo lugar por mucho tiempo.-
Machaqué internamente la noción de que el cambiante necesitase una mujer. -Tendrás que conformarte con mirarlas y no pienses tan siquiera en insubordinarte.- No sé por qué me salía el mal carácter cuando hablaba con él. Lo mangoneaba cuando nunca me comportaba así. Nunca tuve un esclavo y si él pudiese realmente leerme se percataría de que deseaba dejarlo en libertad, aunque no podía hacerlo. No podía porque se iría volando muy lejos y yo no quería que se fuera.
Resoplé ligeramente con algo de sorna. Si no quería decirme su nombre podía guardárselo. Parecía toda una proeza el lograr que simplemente me lo dijera. Ni siquiera sabía de donde provenía. Tenía una voz grave e interesante al pronunciar ciertas letras pero no era algo demasiado notorio. -Bien, guárdatelo todo. Tú mismo lo has dicho, soy tu ama y estás a mi servicio.- Lo observé con rayos en mis ojos, observando la intensidad de su mirada molesta, mis palabras le tocaban sus puntos sensibles, lo sabía.
Mi “desafío” dijo. Apreté los labios y caminé hacia la tienda. No debí haberle confesado el significado de su nombre, aunque para mi él era Dúshlán, dijera lo que dijera. Estaba a medio camino cuando tiró de mi hacia él, desestabilizándome con el roce de su brazo, por un momento no pude más que intentar recomponerme del temblor que invadió mi cuerpo. -Dúshlán…- Mis ojos se fijaron en los suyos, si pudiera creer en esas palabras…
No dije nada más y entramos en la tienda. Comencé a mirar a mi alrededor. -Claro, porque tú eres el colmo de la organización y el decoro ¿no?- Observé algunos pantalones y camisas masculinas y sonreí lentamente con mi mirada fija en ellas. -Ven acá.- Los fui observando uno por uno hasta dar con algunos juegos que me parecieron de su talla.
-Quédate quieto.- Extendí la ropa, sujetándola con mis dedos de sus hombros y sus caderas para medirla, definitivamente podía quedarle.
-Con esto te verás mejor.- Mi mirada danzó sobre la de él, otra vez estaba demasiado cerca y mis dedos tocándolo incluso a través de las telas lograba inquietarme. -Allá están los vestidores.- Señalé y tomé en mis manos un par de vestidos. Ya no llevaría ropas masculinas, repentinamente tenía el deseo de hacerle caso a mi sexo y ataviarme con algo más acorde a este.
-Venimos porque debemos abastecernos de ropa y comida y aparte… soy una caza recompensas. La gente me contrata para hacer trabajos para ellos. Básicamente compran mis servicios mágicos y hago los trabajos que otros no se atreven o no pueden hacer.-
Lo empujé levemente con mis palmas hacia el interior de su vestidor y me alejé para entrar en el mío.
Dejé caer las pieles y el abrigo a un lado y observé mi figura frente al espejo. ¿Estaba demasiado delgada? Mordí mi labio inferior, nunca hasta ahora le había prestado mucha atención a mi aspecto. -He allí adonde puedes ser útil. Si tan solo dejas de ser terco y trabajas conmigo.- Lancé una mirada hacia la pared que nos separaba.
Me lo imaginé vistiéndose y devolví mi mirada al espejo. Era una locura pensar en mi aspecto, en si era atractiva o no, en si le gustaba a él o no. No estaba bien pensar en él de esa manera y no porque lo hubiera comprado, eso no me importaba nada. Si no por una maldición que lo echaba todo por tierra.
Me coloqué la ropa interior y observé el vestido verde. Era muy sencillo, sin tantas capas y adornos. Las mujeres de este poblado eran más prácticas según constataba pero el vestido no dejaba de ser bonito. Suspiré. -Acostúmbrate a viajar Dúshlán, me temo que no soy alguien que permanezca en un solo lugar por mucho tiempo.-
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Allí estaba ella, frente a mi, escudriñando el almacén en busca de algo que nos pudiera servir mientras sus palabras seguían retándome.
Me gustaba, me gustaba demasiado esa forma en la que trataba de doblegarme, ese duelo de egos, que no hacia mas que remarcar la tensión sexual que danzaba como un fuego incendiario frente a nuestros cuerpos.
Vino con algo de ropa, que como si fuera un niño probó en mi cuerpo mientras mis ojos la observaban despacio, cada gesto, cada sonrisa, era demasiado perfecta para ser real y eso me molestaba.
Odiaba que en cierto modo, no solo fuera mi dueña, si no también la única capaz de copar mis pensamientos. No había una sola mujer ahí fuera con la que hubiera compartido lecho, pues en este instante era el roce de sus dedos los que me hacían arder.
Mi boca se entreabrió de nuevo, fundiendo nuestro aliento en uno solo, danza salvaje de ojos verdes, descarada, insubordinada y salvaje.
-¿Estabas celosa? -pregunté con una media sonrisa mientras esta me ordenaba que estuviera quieto para seguir jugando a vestir a las muñecas, e este caso, al esclavo.
Tiró de mi hasta un probador, uno que se dividía en dos por una fina pared que nos hizo de intercomunicador.
No podía evitar imaginarla desnuda al otro lado, su cuerpo era una autentica tentación para mi, me limitaba a escuchar esa voz que me orillaba a ella, a abandonar mi pequeño recinto y abordar el suyo con cualquier absurdo motivo.
Deseaba volver a sentir su piel, su olor, su sabor. Me acomode las ropas que ella había elegido y apoyé mi mano en esa pared que nos separaba dejando escapar un ronco jadeo, que mostraba mucho mas de lo que mis propias palabras decían.
Al parecer y por lo que contaba era mercenaria, o algo así, una mercenaria de la magia y se dedicaba a vender sus favores mágicos por las aldeas a cambio de dinero.
De ahí que yo le resultara útil, era el guerrero cambiante que la acompañaría en sus andanzas.
-No me importa viajar, nada mas que mis cadenas me atan a nada. En este caso, la marca de mi pecho me une con vos -dije con cierta sorna -donde vayáis vos yo iré ¿tengo acaso elección?
Mi voz sonaba ronca por las ganas, así abandoné el probador hasta encontrarme con la mujer que me compró, ahora vestida con un vestido verde que aun hacían destacar mas aquellos ojos hipnotizantes.
-Vaya, ¿habéis dejado las ropas masculinas para llamar mi atención? -sonreí de medio lado acortado las distancias, desafiante como siempre, mas mis ojos oscuros me delataban
-Estáis preciosa -dije con sinceridad, claro que pronto me di cuenta del erro y tuve que apuntillar -ahora hasta parecéis una de esas que me hace ojitos ahí fuera.
Acorté mas la distancia, me costaba tanto no tocarla, aun asi me mantuve frente a ella a escasos centímetros de distancia, contemplando el pecado de sus labios.
-¿que deseáis ahora? -pregunté arrastrando las palabras cargadas de doble sentido.
Me gustaba, me gustaba demasiado esa forma en la que trataba de doblegarme, ese duelo de egos, que no hacia mas que remarcar la tensión sexual que danzaba como un fuego incendiario frente a nuestros cuerpos.
Vino con algo de ropa, que como si fuera un niño probó en mi cuerpo mientras mis ojos la observaban despacio, cada gesto, cada sonrisa, era demasiado perfecta para ser real y eso me molestaba.
Odiaba que en cierto modo, no solo fuera mi dueña, si no también la única capaz de copar mis pensamientos. No había una sola mujer ahí fuera con la que hubiera compartido lecho, pues en este instante era el roce de sus dedos los que me hacían arder.
Mi boca se entreabrió de nuevo, fundiendo nuestro aliento en uno solo, danza salvaje de ojos verdes, descarada, insubordinada y salvaje.
-¿Estabas celosa? -pregunté con una media sonrisa mientras esta me ordenaba que estuviera quieto para seguir jugando a vestir a las muñecas, e este caso, al esclavo.
Tiró de mi hasta un probador, uno que se dividía en dos por una fina pared que nos hizo de intercomunicador.
No podía evitar imaginarla desnuda al otro lado, su cuerpo era una autentica tentación para mi, me limitaba a escuchar esa voz que me orillaba a ella, a abandonar mi pequeño recinto y abordar el suyo con cualquier absurdo motivo.
Deseaba volver a sentir su piel, su olor, su sabor. Me acomode las ropas que ella había elegido y apoyé mi mano en esa pared que nos separaba dejando escapar un ronco jadeo, que mostraba mucho mas de lo que mis propias palabras decían.
Al parecer y por lo que contaba era mercenaria, o algo así, una mercenaria de la magia y se dedicaba a vender sus favores mágicos por las aldeas a cambio de dinero.
De ahí que yo le resultara útil, era el guerrero cambiante que la acompañaría en sus andanzas.
-No me importa viajar, nada mas que mis cadenas me atan a nada. En este caso, la marca de mi pecho me une con vos -dije con cierta sorna -donde vayáis vos yo iré ¿tengo acaso elección?
Mi voz sonaba ronca por las ganas, así abandoné el probador hasta encontrarme con la mujer que me compró, ahora vestida con un vestido verde que aun hacían destacar mas aquellos ojos hipnotizantes.
-Vaya, ¿habéis dejado las ropas masculinas para llamar mi atención? -sonreí de medio lado acortado las distancias, desafiante como siempre, mas mis ojos oscuros me delataban
-Estáis preciosa -dije con sinceridad, claro que pronto me di cuenta del erro y tuve que apuntillar -ahora hasta parecéis una de esas que me hace ojitos ahí fuera.
Acorté mas la distancia, me costaba tanto no tocarla, aun asi me mantuve frente a ella a escasos centímetros de distancia, contemplando el pecado de sus labios.
-¿que deseáis ahora? -pregunté arrastrando las palabras cargadas de doble sentido.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
-¿Estabas celosa?- Pregunta que dio vueltas una y otra vez en mi mente como si de un eco se tratara. Afortunadamente lo había distraído lo suficiente al empujarlo hacia el interior del mostrador como para tener que responderle. Y sin embargo, aquellas palabras ahora no me dejaban en paz. Comencé a colocarme el vestido frente al espejo mientras mi mente regresaba a las mujeres en el exterior del almacén, a Dúshlán, a la manera en que les había sonreído y alentado. Tiré de las cintas del corset para amarrarlas frente al vestido con tanta fuerza que casi rompo una de ellas. Que ganas de… estrangularlo.
Me sobresaltó escucharlo tan cerca, la pared que nos dividía me permitía hacerlo como si estuviera a la par mía. Me acerqué a ella y coloqué mi palma sobre esta, mi mente le recordaba tal y como le vi la noche anterior sobre la paja que nos sirvió de improvisado lecho. Me estremecí y lo imaginé al otro lado de la pared. De repente quería patearla, tumbarla… sentirle de nuevo a él…
-No, no tienes elección. Para tu mala fortuna… no pienso levantar aún el hechizo. Y aún si lo hiciera, no la tendrías porque me perteneces.- Así de simple lo solté, aunque no me lo creía. Ni siquiera por ser su ama. Él era demasiado independiente y no le pertenecía a nadie. ¿Cómo podía un cambiante como él, un ave, pertenecer a alguien cuando todo su ser proclamaba libertad?
Salí del vestidor de prisa, para topármelo ya afuera. Por un momento permanecí inmóvil, sin dar crédito a mis ojos. Se veía increíblemente atractivo con la ropa que le había escogido, tanto que mi pulso se disparó al mirarlo. -Ya quisieras.- respondí con la barbilla en alto, ni loca le diría algo similar a que me vestía así para él.
Entonces se acercó, con sus ojos repentinamente oscuros. Su mirada me perturbaba de mil maneras por lo que retrocedí inconscientemente. -No hace falta que mientas...- No quería creerle que me encontraba atractiva, no cuando lo vi dedicándole sonrisas a otras, y encima me las recordaba. -...ni que las menciones de nuevo.-
Retrocedí otra vez, esta vez chocando con mi espalda contra la pared. Crucé los brazos frente a mi. -¿Que deseáis ahora? – De nuevo se acercaba. -¿Importa?- Temblé con su cercanía. Odiaba temblar así, por el simple hecho de que me estuviera mirando. Por la forma en que su mirada se detuvo en mis labios, como si estuviera pensando lo mismo que yo.
Chispas, eso fue lo que sentí entre él y yo. Descargas eléctricas emanando en el espacio entre ambos. Tenía unos deseos enormes de decírselo, de decirle que le deseaba a él. -¿Y tú… que deseas?- pregunté, arrastrando las palabras. Tomé un paso al frente, lo tenía demasiado cerca… y así lo quería… su calor irradiándome, orillándome de vuelta hacia él. Solo deseaba que me tocara otra vez...
-Vaya, no me engañan mis ojos. Se trata de ti Mila.- La voz me hizo dar un respingo. Me separé de Dúshlán, desvié la mirada y me topé con una presencia no grata. -Hans.-
El hombre con el que en algún mal momento me asocié para realizar un trabajo me observaba a unos pasos de distancia. -Sabía que tarde o temprano nos encontraríamos, me debes algo.-
Hice una pequeña mueca con los labios al oír aquello. -Oh no sé. Yo realicé todo el trabajo mientras ustedes corrieron a resguardar sus traseros. Según lo veo, me merecía llevarme todo el dinero de la recompensa.- Sonreí. El recién llegado por el contrario, tensó la mandíbula. -Quiero mi dinero. Todos lo queremos ¿no es así?- Extendió los brazos mirando a su alrededor y vi como otros cuatro hombres se presentaban frente a mi campo visual.
-No pienso darte un centavo, ya me lo gasté todo.- Frase que solté y que provocó que el susodicho avanzase hacia mi a grandes zancadas. -O puedes pagarme de otra forma también.- Sonrisa lasciva que me recorrió desnudándome con la mirada mientras los otro cuatro nos rodeaban. Aquí vamos de nuevo, pensé, apretando los dientes. Miré en dirección a Dúshlán unos segundos y en cuanto mi antiguo socio se acercó lancé un puñetazo hacia su rostro.
Me sobresaltó escucharlo tan cerca, la pared que nos dividía me permitía hacerlo como si estuviera a la par mía. Me acerqué a ella y coloqué mi palma sobre esta, mi mente le recordaba tal y como le vi la noche anterior sobre la paja que nos sirvió de improvisado lecho. Me estremecí y lo imaginé al otro lado de la pared. De repente quería patearla, tumbarla… sentirle de nuevo a él…
-No, no tienes elección. Para tu mala fortuna… no pienso levantar aún el hechizo. Y aún si lo hiciera, no la tendrías porque me perteneces.- Así de simple lo solté, aunque no me lo creía. Ni siquiera por ser su ama. Él era demasiado independiente y no le pertenecía a nadie. ¿Cómo podía un cambiante como él, un ave, pertenecer a alguien cuando todo su ser proclamaba libertad?
Salí del vestidor de prisa, para topármelo ya afuera. Por un momento permanecí inmóvil, sin dar crédito a mis ojos. Se veía increíblemente atractivo con la ropa que le había escogido, tanto que mi pulso se disparó al mirarlo. -Ya quisieras.- respondí con la barbilla en alto, ni loca le diría algo similar a que me vestía así para él.
Entonces se acercó, con sus ojos repentinamente oscuros. Su mirada me perturbaba de mil maneras por lo que retrocedí inconscientemente. -No hace falta que mientas...- No quería creerle que me encontraba atractiva, no cuando lo vi dedicándole sonrisas a otras, y encima me las recordaba. -...ni que las menciones de nuevo.-
Retrocedí otra vez, esta vez chocando con mi espalda contra la pared. Crucé los brazos frente a mi. -¿Que deseáis ahora? – De nuevo se acercaba. -¿Importa?- Temblé con su cercanía. Odiaba temblar así, por el simple hecho de que me estuviera mirando. Por la forma en que su mirada se detuvo en mis labios, como si estuviera pensando lo mismo que yo.
Chispas, eso fue lo que sentí entre él y yo. Descargas eléctricas emanando en el espacio entre ambos. Tenía unos deseos enormes de decírselo, de decirle que le deseaba a él. -¿Y tú… que deseas?- pregunté, arrastrando las palabras. Tomé un paso al frente, lo tenía demasiado cerca… y así lo quería… su calor irradiándome, orillándome de vuelta hacia él. Solo deseaba que me tocara otra vez...
-Vaya, no me engañan mis ojos. Se trata de ti Mila.- La voz me hizo dar un respingo. Me separé de Dúshlán, desvié la mirada y me topé con una presencia no grata. -Hans.-
El hombre con el que en algún mal momento me asocié para realizar un trabajo me observaba a unos pasos de distancia. -Sabía que tarde o temprano nos encontraríamos, me debes algo.-
Hice una pequeña mueca con los labios al oír aquello. -Oh no sé. Yo realicé todo el trabajo mientras ustedes corrieron a resguardar sus traseros. Según lo veo, me merecía llevarme todo el dinero de la recompensa.- Sonreí. El recién llegado por el contrario, tensó la mandíbula. -Quiero mi dinero. Todos lo queremos ¿no es así?- Extendió los brazos mirando a su alrededor y vi como otros cuatro hombres se presentaban frente a mi campo visual.
-No pienso darte un centavo, ya me lo gasté todo.- Frase que solté y que provocó que el susodicho avanzase hacia mi a grandes zancadas. -O puedes pagarme de otra forma también.- Sonrisa lasciva que me recorrió desnudándome con la mirada mientras los otro cuatro nos rodeaban. Aquí vamos de nuevo, pensé, apretando los dientes. Miré en dirección a Dúshlán unos segundos y en cuanto mi antiguo socio se acercó lancé un puñetazo hacia su rostro.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Mis ojos en sus labios, boca que se entreabrió al escuchar su pregunta ¿que deseaba yo? No era evidente. La deseaba a ella, sus labios, su cuerpo hecho fuego contra mi piel. Repetir ese instante en el que la sentí mía por primea y única vez.
Ella acorto la distancia un paso, silencio que dibujaban nuestras miradas centradas en el deseo de impactar nuestros alientos.
Magia, eso desprendíamos cuando las chispas entre nuestras bocas acortaban la distancia, cerré los ojos ante el inminente contacto, cuando una voz me abstrajo del instinto momento.
Ella se sobresalto mirándolo fijamente, al parecer era un viejo conocido y por lo que pude deducir de sus palabras, en absoluto eran amigos.
Enarqué la ceja mirando fijamente al tipejo que parecía recriminarle a Mila un dinero que según él le debía.
Sonreí de medio lado cuando cuatro tipos mas invadían aquella estancia, como todos los cobardes, atacaban en manada.
Llevé mi mano al cinto, no portaba arma ninguna, y a sabiendas conocía que Mila iba igual de desarmada pues acabábamos de vestirnos.
El tipo se acercó. Mila le dio un puñetazo al tipejo, menudo carácter se gastaba la niña. El tipo se enfureció, mas que dispuesto en cobrarse en carnes la deuda que según él, Mila tenia para con el.
Desde atrás tomé a Mila sujetándola con fuerza.
-Hagamos un trato -dije a los fulanos -la odiáis tanto como yo, soy su esclavo, me compró hace apenas unos días y me ha maltratado desde entonces.
Mila me miro desesperada, en sus ojos avistaba la traición que sentía de mi persona.
-Pasame la daga -le dije al hombre que frente a ella sonreía de forma lasciva al ver el giro que había dado de pronto la historia -yo te la sujeto y tu te la follas.
El hombre no dudó de mis palabras, y me dio la daga que con rapidez coloqué en el cuello de la hechicera.
-Vosotros dos, sujetarla, yo también quiero follármela.
Risa de los cuatro al escuchar mi idea de ir pasárnosla unos a otros, para humillarla.
Los muy gilipollas se acercaron, mientras se miraban uno al otro esperando su turno. No llegaron a tocarla, cuando la daga de mis manos sajo sendas yugulares de un golpe seco, haciendo que ambos cayeran al suelo ahogándose en su propia sangre.
Charco carmesí a los pies de Mila, sus ojos ahora me buscaron brillantes, parecía entender ahora que aquello solo era una artimaña para protegerla.
Solté a la bruja hundiendo mi mirada en sus desconcertados ojos. Sobraban las palabras, yo no la traicionaría, no porque empezaba a sentir algo por ella, eso era evidente.
La cubrí con mi cuerpo separandola del otro tipo, mientras desde atrás le ponía en su mano la daga para que pudiera defenderse.
Ella acorto la distancia un paso, silencio que dibujaban nuestras miradas centradas en el deseo de impactar nuestros alientos.
Magia, eso desprendíamos cuando las chispas entre nuestras bocas acortaban la distancia, cerré los ojos ante el inminente contacto, cuando una voz me abstrajo del instinto momento.
Ella se sobresalto mirándolo fijamente, al parecer era un viejo conocido y por lo que pude deducir de sus palabras, en absoluto eran amigos.
Enarqué la ceja mirando fijamente al tipejo que parecía recriminarle a Mila un dinero que según él le debía.
Sonreí de medio lado cuando cuatro tipos mas invadían aquella estancia, como todos los cobardes, atacaban en manada.
Llevé mi mano al cinto, no portaba arma ninguna, y a sabiendas conocía que Mila iba igual de desarmada pues acabábamos de vestirnos.
El tipo se acercó. Mila le dio un puñetazo al tipejo, menudo carácter se gastaba la niña. El tipo se enfureció, mas que dispuesto en cobrarse en carnes la deuda que según él, Mila tenia para con el.
Desde atrás tomé a Mila sujetándola con fuerza.
-Hagamos un trato -dije a los fulanos -la odiáis tanto como yo, soy su esclavo, me compró hace apenas unos días y me ha maltratado desde entonces.
Mila me miro desesperada, en sus ojos avistaba la traición que sentía de mi persona.
-Pasame la daga -le dije al hombre que frente a ella sonreía de forma lasciva al ver el giro que había dado de pronto la historia -yo te la sujeto y tu te la follas.
El hombre no dudó de mis palabras, y me dio la daga que con rapidez coloqué en el cuello de la hechicera.
-Vosotros dos, sujetarla, yo también quiero follármela.
Risa de los cuatro al escuchar mi idea de ir pasárnosla unos a otros, para humillarla.
Los muy gilipollas se acercaron, mientras se miraban uno al otro esperando su turno. No llegaron a tocarla, cuando la daga de mis manos sajo sendas yugulares de un golpe seco, haciendo que ambos cayeran al suelo ahogándose en su propia sangre.
Charco carmesí a los pies de Mila, sus ojos ahora me buscaron brillantes, parecía entender ahora que aquello solo era una artimaña para protegerla.
Solté a la bruja hundiendo mi mirada en sus desconcertados ojos. Sobraban las palabras, yo no la traicionaría, no porque empezaba a sentir algo por ella, eso era evidente.
La cubrí con mi cuerpo separandola del otro tipo, mientras desde atrás le ponía en su mano la daga para que pudiera defenderse.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Es terrible el momento en el que sientes que perdiste tu último ápice de fe para dar paso a una devastadora desesperanza, es una sensación que no le deseo a nadie. Quizás por eso prefería confiar únicamente en mí y en nadie más que en mí. Aunque también la fe en mi misma era truculenta, me gustaba creer que me bastaba por mi sola, pero siempre contenía mi magia, temiendo que si llegaba a desatarla en su totalidad alguna vez las consecuencias serían catastróficas, tal y como lo fueron en el pasado, y eso que sé que nunca llegué a liberarla del todo.
Escuchar las palabras del cambiante y sentir como me sujetaba, dándole la vuelta al asunto y traicionándome de esa forma fue uno de esos momentos en los que perdí todo nuevamente, y es que aunque no me hubiera percatado hasta ese momento, y a pesar de nuestras continuas discusiones y desavenencias, confiaba en que nunca se pondría en mi contra, por más que le desagradase la idea de que fuese su dueña.
Ahora él sujetaba el cuchillo contra mi garganta, dos hombres se aproximaron. Sentí una repulsión infinita, era capaz de morir antes que permitir que ni uno solo de ellos me tocara. Un par de movimientos de la mano del cambiante y los pernos del destino volvieron a cambiar. Acababa de asestarle sendos tajos en la yugular a ambos.
Mis ojos verdes se fijaron en él, quizás fueron unos segundos únicamente, pero para mí fue una eternidad. Todo a nuestro alrededor se convirtió en nada, ni siquiera vi a los forajidos, solo a él, con su aspecto salvaje y decidido, con la expresión similar a la que tenía en el camino cuando mató a los asaltantes, y sin embargo, al mismo tiempo distinta. Esa fue la realización que cambió todo para mí, descubrir que mi vida le importaba, comprender que aunque me desesperaba como ninguno prefería pasar el día discutiendo con él que seguir recorriendo el camino por mí misma.
Volví a la realidad, su cuerpo me protegió y tomé el cuchillo en mis manos. Apuñalé a uno de ellos. No había otra opción. Volteé el rostro y entré en la mente de los otros dos, utilizando mi capacidad de crear ilusiones, les hice ver la ropa como si de venenosas serpientes se tratara, justo en el momento en que volqué una mesa sobre ellos provocando que las piezas les cubrieran. Aproveché el instante de confusión y corté la garganta de uno.
Ahora solo faltaba Hans, que también se veía cubierto de serpientes, excepto que él comenzó a lanzar tajos a diestra y siniestra, alcanzando mi brazo con uno del cual no me percaté mucho. -Veamos a quien le cobras ahora.-
Sé que Dúshlán pudo haberlo despachado también pero al parecer comprendía que era yo quien debía acabar con él. Enterré el cuchillo en el corazón de mi antiguo socio, lo vi caer al suelo y tomé una pieza de ropa para presionarla contra mi herida en el otro brazo.
-Gracias.- solté, observando a mi acompañante y deteniendo mis ojos verdes en sus grises. Intentaba comprenderlo un poco mejor, encontrar en ese rostro usualmente cargado de desafío y de sorna respuestas que se me escapaban. Un ¿por qué me ayudaste? daba vueltas en mi mente. Aunque claro, si yo hubiera muerto él también lo hubiera hecho pero... no creía que su única razón para ayudarme hubiese sido el hechizo que nos mantenía enlazados.
Escuchar las palabras del cambiante y sentir como me sujetaba, dándole la vuelta al asunto y traicionándome de esa forma fue uno de esos momentos en los que perdí todo nuevamente, y es que aunque no me hubiera percatado hasta ese momento, y a pesar de nuestras continuas discusiones y desavenencias, confiaba en que nunca se pondría en mi contra, por más que le desagradase la idea de que fuese su dueña.
Ahora él sujetaba el cuchillo contra mi garganta, dos hombres se aproximaron. Sentí una repulsión infinita, era capaz de morir antes que permitir que ni uno solo de ellos me tocara. Un par de movimientos de la mano del cambiante y los pernos del destino volvieron a cambiar. Acababa de asestarle sendos tajos en la yugular a ambos.
Mis ojos verdes se fijaron en él, quizás fueron unos segundos únicamente, pero para mí fue una eternidad. Todo a nuestro alrededor se convirtió en nada, ni siquiera vi a los forajidos, solo a él, con su aspecto salvaje y decidido, con la expresión similar a la que tenía en el camino cuando mató a los asaltantes, y sin embargo, al mismo tiempo distinta. Esa fue la realización que cambió todo para mí, descubrir que mi vida le importaba, comprender que aunque me desesperaba como ninguno prefería pasar el día discutiendo con él que seguir recorriendo el camino por mí misma.
Volví a la realidad, su cuerpo me protegió y tomé el cuchillo en mis manos. Apuñalé a uno de ellos. No había otra opción. Volteé el rostro y entré en la mente de los otros dos, utilizando mi capacidad de crear ilusiones, les hice ver la ropa como si de venenosas serpientes se tratara, justo en el momento en que volqué una mesa sobre ellos provocando que las piezas les cubrieran. Aproveché el instante de confusión y corté la garganta de uno.
Ahora solo faltaba Hans, que también se veía cubierto de serpientes, excepto que él comenzó a lanzar tajos a diestra y siniestra, alcanzando mi brazo con uno del cual no me percaté mucho. -Veamos a quien le cobras ahora.-
Sé que Dúshlán pudo haberlo despachado también pero al parecer comprendía que era yo quien debía acabar con él. Enterré el cuchillo en el corazón de mi antiguo socio, lo vi caer al suelo y tomé una pieza de ropa para presionarla contra mi herida en el otro brazo.
-Gracias.- solté, observando a mi acompañante y deteniendo mis ojos verdes en sus grises. Intentaba comprenderlo un poco mejor, encontrar en ese rostro usualmente cargado de desafío y de sorna respuestas que se me escapaban. Un ¿por qué me ayudaste? daba vueltas en mi mente. Aunque claro, si yo hubiera muerto él también lo hubiera hecho pero... no creía que su única razón para ayudarme hubiese sido el hechizo que nos mantenía enlazados.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Sus ojos verdes parecían el ancha de mi destino, dejados caer sobre el gris del cielo, la tormenta se desato entre nosotros. Un gracias que me supo a poco, pues ansiaba cada maldita parte de su piel.
Allí rodeados de cadáveres nuestra respiración se fundió en una, dos titanes que se desafiaban sin darse tregua, en mi caso porque era incapaz de reconocer que aunque quitara la marca de mi pecho, volar lejos de ella era lo ultimo que deseaba hacer.
Era extraño como me incendiaba, como cada parte de mi ansiaba proteger a esa pequeña bruja que despertaba mis instintos mas primarios.
Deslicé dos de mis dedos por su pelo, acariciados por ese pelo castaño quede preso de su boca que entreabierta parecía retarme a tomarla aquí y ahora.
Acorté la distancia entre nuestros cuerpos, apenas separados por el mínimo aire que corría entre ellos.
-Ya que te he salvado -dije con una sonrisa de medio lado, podrías agradecérmelo de otro modo.
Mis dedos cayeron hasta su pecho, que se alzaba violento contra ellos.
Continué el peligroso camino dibujando sus montañas, abrasándome en este juego en el que posiblemente me haría arder en el infierno ¿acaso me importaba?
Escasa distancia entre nosotros que se convirtió en ninguna cuando de un tirón seco lleve mis manos a sus caderas impactandolas contra mi abultado miembro.
-Soy tu esclavo, úsame, estoy dispuesto -susurré contra su boca completamente perdido en su olor a incienso, a fuego y a maderos.
Acerqué mis labios a los suyos, apenas se rozaron cuando tras nosotros oí un carraspeo para llamar nuestra atención, cerré los ojos apoyando mi frente en la ajena sin soltar su nuca antes de poner nuevamente distancia entre nuestros cuerpos para mirar al maldito hombre que nos interrumpía.
¿Y ahora que?
-Señorita Mila, la esperan para tratar unos asuntos, me ha dicho el “jefe” que he de escoltarlos hasta él.
El hombre se cruzo de brazos esperando ansioso que lo siguiéramos, estaba claro que no iba a dejarnos acabar lo que habíamos empezado.
Miré a Mila de soslayo y luego mi abultada entrepierna gruñendo por lo bajo.
-Mi polla también esperaba algo -musité entre dientes casi pudiendo escuchar la risa de la bruja al pasar por mi lado.
Si, podía parecerle muy divertido verme ofuscado, me la recoloqué y seguí la comitiva, de la bruja y el pringado, a saber que buena nueva nos esperaba ahora.
En el tiempo que llevaba con esa mujer la muerte nos había acechado en demasiadas ocasiones, no alcanzaba a comprender como había sobrevivido sin mi todo este tiempo.
Sin duda esa mujer tenia que tener una maldición encima, si no no me explicaba le mal fario que arrastraba consigo allá donde iba.
Me reí frente a la insensatez de mis propios pensamientos mientras alcanzaba la posición de la pareja que caminaba comentando no se que de un trabajo.
Enarque una ceja mirando a la bruja intentando enterarme exactamente de que iba todo eso.
Allí rodeados de cadáveres nuestra respiración se fundió en una, dos titanes que se desafiaban sin darse tregua, en mi caso porque era incapaz de reconocer que aunque quitara la marca de mi pecho, volar lejos de ella era lo ultimo que deseaba hacer.
Era extraño como me incendiaba, como cada parte de mi ansiaba proteger a esa pequeña bruja que despertaba mis instintos mas primarios.
Deslicé dos de mis dedos por su pelo, acariciados por ese pelo castaño quede preso de su boca que entreabierta parecía retarme a tomarla aquí y ahora.
Acorté la distancia entre nuestros cuerpos, apenas separados por el mínimo aire que corría entre ellos.
-Ya que te he salvado -dije con una sonrisa de medio lado, podrías agradecérmelo de otro modo.
Mis dedos cayeron hasta su pecho, que se alzaba violento contra ellos.
Continué el peligroso camino dibujando sus montañas, abrasándome en este juego en el que posiblemente me haría arder en el infierno ¿acaso me importaba?
Escasa distancia entre nosotros que se convirtió en ninguna cuando de un tirón seco lleve mis manos a sus caderas impactandolas contra mi abultado miembro.
-Soy tu esclavo, úsame, estoy dispuesto -susurré contra su boca completamente perdido en su olor a incienso, a fuego y a maderos.
Acerqué mis labios a los suyos, apenas se rozaron cuando tras nosotros oí un carraspeo para llamar nuestra atención, cerré los ojos apoyando mi frente en la ajena sin soltar su nuca antes de poner nuevamente distancia entre nuestros cuerpos para mirar al maldito hombre que nos interrumpía.
¿Y ahora que?
-Señorita Mila, la esperan para tratar unos asuntos, me ha dicho el “jefe” que he de escoltarlos hasta él.
El hombre se cruzo de brazos esperando ansioso que lo siguiéramos, estaba claro que no iba a dejarnos acabar lo que habíamos empezado.
Miré a Mila de soslayo y luego mi abultada entrepierna gruñendo por lo bajo.
-Mi polla también esperaba algo -musité entre dientes casi pudiendo escuchar la risa de la bruja al pasar por mi lado.
Si, podía parecerle muy divertido verme ofuscado, me la recoloqué y seguí la comitiva, de la bruja y el pringado, a saber que buena nueva nos esperaba ahora.
En el tiempo que llevaba con esa mujer la muerte nos había acechado en demasiadas ocasiones, no alcanzaba a comprender como había sobrevivido sin mi todo este tiempo.
Sin duda esa mujer tenia que tener una maldición encima, si no no me explicaba le mal fario que arrastraba consigo allá donde iba.
Me reí frente a la insensatez de mis propios pensamientos mientras alcanzaba la posición de la pareja que caminaba comentando no se que de un trabajo.
Enarque una ceja mirando a la bruja intentando enterarme exactamente de que iba todo eso.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 20/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
No sé en que momento ni cómo pero otra vez el cambiante estaba demasiado cerca. Mi mirada lo admiraba, la suya parecía estar a punto de revelarme sus secretos. Se tornaba más gris, más intensa a cada segundo. No entendía como no se percataba de todo lo que lograba con simplemente mantener sus hermosos y malditos ojos en los míos, pero los míos no estaban dispuestos a dejarse vencer, mi verde mirada lo retaba en silencio a que se percatara.
No eran los efectos de la confrontación con los hombres los que producían la violenta respiración de mi pecho, si no sus dedos en mi pelo. Mi mirada se desvió a sus invitadores labios, sus dedos dibujaron los contornos de mis pechos quemándome a su paso. No sabía si abofetearlo o tirar de su pelo y ordenarle que me besara de una vez por todas. Nunca deseé tanto un beso, ni a un hombre. Joder, nunca deseé a un hombre, punto.
Tironeó de mis caderas impactándome contra su mástil en alza. Jadeé. Maldito Dúshlán. No entendía como se podía ser tan atractivo todo el tiempo, sin el menor esfuerzo. Sus labios rozando los mios provocaron que estos se entreabrieran, evocando cada una de las sensaciones distintas que su lengua en mi boca me había producido la noche anterior.
Lo juro, quería perderme con él en uno de los vestidores y que me llevara al infierno otra vez. Quería sentirlo entre mis piernas, que incitara otra vez respuestas en mi cuerpo que nunca había conocido hasta la noche anterior. Que me provocara y me permitiera recorrer su piel con mis dedos que no deseaban más que tocarlo. Por supuesto nada de eso pasó porque nos interrumpieron otra vez.
Y por supuesto fingí que nada me afectaba y me carcajeé al pasar a un lado de él, como si fuese yo quien llevase la ventaja y eso me hiciese disfrutar el momento. Aunque ver su contrariedad me provocó cierta satisfacción porque me indicaba que no le era indiferente.
Saqué de mis alforjas un frasco que contenía uno de mis ungüentos medicinales consistente de diente de león y bardana, mezcladas con otros polvos curativos y lo apliqué en la herida de mi brazo mientras escuchaba al hombre que había llegado a buscarnos para llevarnos a almorzar con su jefe, ellos pensaban hacerse cargo de los cadáveres. Al parecer la banda de Hans no era bienvenida en el pueblo y acabábamos de hacerles un favor.
Bien, al menos una buena noticia, íbamos a almorzar.
Abandonamos el almacén y caminamos por las calles. Intenté no prestar atención a las miradas de los pueblerinos sobre nosotros. Sobretodo las de las mujeres sobre Dúshlán.
Pronto llegamos a una casa adonde el hombre que nos acompañaba nos dirigió al comedor y nos hizo esperar. Aproveché el momento para acercarme al cambiante. -Ya que dejas que te use... y te muestras solícito...- Mi dedo tocó su pecho y mi boca se acercó peligrosamente a la de él. Su maldito aliento atrayendo al mio, fundiendo nuestro deseo que volvía a enredarnos mágicamente haciéndome sentir derrotada en mis propósitos de no repetir lo anterior. Quería quemarme con él una vez más, aunque fuera una vez más tan solo, antes de tener que olvidarme definitivamente de cualquier tonta noción que continuara acercándome a él. Podríamos explorar que tan complaciente te muestras con tu dueña al terminar esta reunión…- El resto de mis palabras quedó implícita en el aire, unos pasos se acercaron.
-Mila, bienvenida.- Frente a mi se encontraba uno de mis antiguos empleadores. Había trabajado para él una o dos veces y si, era el jefe, era uno de los hombres más influyentes del pueblo y también la autoridad en el. -Lamento lo sucedido con Hans. Llevamos algún tiempo intentando atrapar a esa banda de mala muerte pero siempre se nos escurría de las manos. Por favor tomen asiento tú y tu amigo.-
-Es mi socio.- corregí, mientras una moza se acercaba con platos de comida. Tomé asiento en uno de los costados de la mesa. Con la ropa que llevaba puesta Dúshlán no parecía un esclavo y yo no pensaba revelarlo. Mi idea original era que él fuera precisamente mi socio... solo que con él era demasiado difícil llegar a ese punto.
-Ah, estupendo.- Nuestro anfitrión observó al cambiante con rapidez. -Nunca pensé que llegaría el día en que trabajaras con alguien más. Siempre has sido muy independiente.- Colocó entonces sus manos sobre la mesa.
-Vayamos al grano. Necesito que entregues algo Mila. Dígamos que es de bastante valor y muy especial.- carraspeó. -Hace alrededor de dos meses, algunos aldeanos se encontraban ayudando con una expansión en la abadía cuando uno de ellos encontró un cofre enterrado con un objeto de bastante valor en su interior. De inmediato le fue entregado al párroco sin tener mucho conocimiento respecto a su contenido. Poco después los aldeanos que realizaron la excavación murieron en circunstancias bastante trágicas, y dígamos que comenzamos a tener algunas calamidades, entre otras, el techo de la iglesia se desmoronó, algunos feligreses se accidentaron. El párroco realizó una investigación y descubrió que el objeto desenterrado pertenece a la abadía de Fontenay de Borgoña. Fue robado hace años y de alguna manera terminó aquí. Ahora, existe una leyenda bastante tonta al respecto, se supone que no debería de haber abandonado la abadía o de lo contrario la calamidad rondara a quienes le hayan robado.- Se echó a reir displicentemente. -Son supersticiones viejas pero el párroco se ha enfermado gravemente y el pueblo ha comenzado a dar problemas, la gente cree que hemos caído bajo una maldición y exigen que se devuelva el cofre a su legítima propietaria, la abadía de Fontenay. Sin embargo no hay un alma en el pueblo que quiera poner sus manos encima del objeto.- Sus ojos se hundieron en los mios. -Te pagaremos bien por entregarlo.-
-Nos pagaras bien por entregarlo.- corregí. Partí un trozo de pollo con el cuchillo y lo llevé a mi boca. -Sin decirme que diablos llevaré conmigo y haciéndome creer que no hay mayor peligro en el camino. Te olvidas de que no tratas con una neófita.- Mi mirada se desvió a Dúshlán. Siempre había más de lo que decían, o de lo contrario no me contratarían pero la mayoría de los empleadores siempre se callaba el resto y luego se presentaban las sorpresas en el camino. Era el pan de cada día.
No eran los efectos de la confrontación con los hombres los que producían la violenta respiración de mi pecho, si no sus dedos en mi pelo. Mi mirada se desvió a sus invitadores labios, sus dedos dibujaron los contornos de mis pechos quemándome a su paso. No sabía si abofetearlo o tirar de su pelo y ordenarle que me besara de una vez por todas. Nunca deseé tanto un beso, ni a un hombre. Joder, nunca deseé a un hombre, punto.
Tironeó de mis caderas impactándome contra su mástil en alza. Jadeé. Maldito Dúshlán. No entendía como se podía ser tan atractivo todo el tiempo, sin el menor esfuerzo. Sus labios rozando los mios provocaron que estos se entreabrieran, evocando cada una de las sensaciones distintas que su lengua en mi boca me había producido la noche anterior.
Lo juro, quería perderme con él en uno de los vestidores y que me llevara al infierno otra vez. Quería sentirlo entre mis piernas, que incitara otra vez respuestas en mi cuerpo que nunca había conocido hasta la noche anterior. Que me provocara y me permitiera recorrer su piel con mis dedos que no deseaban más que tocarlo. Por supuesto nada de eso pasó porque nos interrumpieron otra vez.
Y por supuesto fingí que nada me afectaba y me carcajeé al pasar a un lado de él, como si fuese yo quien llevase la ventaja y eso me hiciese disfrutar el momento. Aunque ver su contrariedad me provocó cierta satisfacción porque me indicaba que no le era indiferente.
Saqué de mis alforjas un frasco que contenía uno de mis ungüentos medicinales consistente de diente de león y bardana, mezcladas con otros polvos curativos y lo apliqué en la herida de mi brazo mientras escuchaba al hombre que había llegado a buscarnos para llevarnos a almorzar con su jefe, ellos pensaban hacerse cargo de los cadáveres. Al parecer la banda de Hans no era bienvenida en el pueblo y acabábamos de hacerles un favor.
Bien, al menos una buena noticia, íbamos a almorzar.
Abandonamos el almacén y caminamos por las calles. Intenté no prestar atención a las miradas de los pueblerinos sobre nosotros. Sobretodo las de las mujeres sobre Dúshlán.
Pronto llegamos a una casa adonde el hombre que nos acompañaba nos dirigió al comedor y nos hizo esperar. Aproveché el momento para acercarme al cambiante. -Ya que dejas que te use... y te muestras solícito...- Mi dedo tocó su pecho y mi boca se acercó peligrosamente a la de él. Su maldito aliento atrayendo al mio, fundiendo nuestro deseo que volvía a enredarnos mágicamente haciéndome sentir derrotada en mis propósitos de no repetir lo anterior. Quería quemarme con él una vez más, aunque fuera una vez más tan solo, antes de tener que olvidarme definitivamente de cualquier tonta noción que continuara acercándome a él. Podríamos explorar que tan complaciente te muestras con tu dueña al terminar esta reunión…- El resto de mis palabras quedó implícita en el aire, unos pasos se acercaron.
-Mila, bienvenida.- Frente a mi se encontraba uno de mis antiguos empleadores. Había trabajado para él una o dos veces y si, era el jefe, era uno de los hombres más influyentes del pueblo y también la autoridad en el. -Lamento lo sucedido con Hans. Llevamos algún tiempo intentando atrapar a esa banda de mala muerte pero siempre se nos escurría de las manos. Por favor tomen asiento tú y tu amigo.-
-Es mi socio.- corregí, mientras una moza se acercaba con platos de comida. Tomé asiento en uno de los costados de la mesa. Con la ropa que llevaba puesta Dúshlán no parecía un esclavo y yo no pensaba revelarlo. Mi idea original era que él fuera precisamente mi socio... solo que con él era demasiado difícil llegar a ese punto.
-Ah, estupendo.- Nuestro anfitrión observó al cambiante con rapidez. -Nunca pensé que llegaría el día en que trabajaras con alguien más. Siempre has sido muy independiente.- Colocó entonces sus manos sobre la mesa.
-Vayamos al grano. Necesito que entregues algo Mila. Dígamos que es de bastante valor y muy especial.- carraspeó. -Hace alrededor de dos meses, algunos aldeanos se encontraban ayudando con una expansión en la abadía cuando uno de ellos encontró un cofre enterrado con un objeto de bastante valor en su interior. De inmediato le fue entregado al párroco sin tener mucho conocimiento respecto a su contenido. Poco después los aldeanos que realizaron la excavación murieron en circunstancias bastante trágicas, y dígamos que comenzamos a tener algunas calamidades, entre otras, el techo de la iglesia se desmoronó, algunos feligreses se accidentaron. El párroco realizó una investigación y descubrió que el objeto desenterrado pertenece a la abadía de Fontenay de Borgoña. Fue robado hace años y de alguna manera terminó aquí. Ahora, existe una leyenda bastante tonta al respecto, se supone que no debería de haber abandonado la abadía o de lo contrario la calamidad rondara a quienes le hayan robado.- Se echó a reir displicentemente. -Son supersticiones viejas pero el párroco se ha enfermado gravemente y el pueblo ha comenzado a dar problemas, la gente cree que hemos caído bajo una maldición y exigen que se devuelva el cofre a su legítima propietaria, la abadía de Fontenay. Sin embargo no hay un alma en el pueblo que quiera poner sus manos encima del objeto.- Sus ojos se hundieron en los mios. -Te pagaremos bien por entregarlo.-
-Nos pagaras bien por entregarlo.- corregí. Partí un trozo de pollo con el cuchillo y lo llevé a mi boca. -Sin decirme que diablos llevaré conmigo y haciéndome creer que no hay mayor peligro en el camino. Te olvidas de que no tratas con una neófita.- Mi mirada se desvió a Dúshlán. Siempre había más de lo que decían, o de lo contrario no me contratarían pero la mayoría de los empleadores siempre se callaba el resto y luego se presentaban las sorpresas en el camino. Era el pan de cada día.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
El hombre que nos guiaba se detuvo frente a una casa bastante mas cuidada que el resto de las chozas de la ladea, aunque su interior tampoco destacaba por las riquezas o grandes pertenecías que ostentara.
Nos condujo hasta el comedor y allí nos dejo de nuevo solos para esperar a los que completarían la reunión.
Mila acorto la distancia entre nuestros cuerpos, sonrisa ladeada cuando su dedo surco mi pecho y sus palabras casi susurradas contra mi boca calcinaron mi interior frente a la promesa de un encuentro intimo tras esa reunión.
Era difícil disimular mis ganas, pues mis ojos oscurecieron delante de sus verdes que me admiraban como si solo yo existiera en este mundo.
No podía olvidar que era su esclavo, de echo eso en el fondo era lo que sus palabras me recordaban.
-Claro mi señora, podéis usarme a voluntad ¿acaso no lo hacéis ya? -susurré contra su boca, con mis ojos anclados en ella. Delineando esos labios perfectos, esos que ahora mismo ansiaba tomar, pues su aliento era la invitación mas certera a que estaban echos para encajar con los míos de un modo único.
Pasos que se acercaban, sonrisa felina en Mila que de nuevo separaba nuestros cuerpos. Mi mano en su brazo para detenerla un instante, el suficiente para que mis labios surcaran su oído.
-pequemos abrazados hasta el amanecer -susurré en una clara declaración de intenciones que termino con un mordisco en su lóbulo.
Pronto estuvimos acompañados, tomamos asiento en una mesa de madera noche, unas disculpas que me supieron a sencilla escusa. Era graciosos pensar que una mujer y un cambiante habíamos desmantelado a una banda y que esos inútiles la habían perseguido con la misma intención durante demasiado tiempo.
Claro que no estábamos allí para eso. Los ojos del tipo me recorrieron de arriba a bajo, sorprendidos porque la bruja colaborara con alguien. Ladeé mi sonrisa desafiando al tipo con la mirada mientras guardaba sepulcral silencio marcando mi terreno..si es que yo tenia de eso.
Pronto nos sirvieron algo que llevar a la boca, tome la copa de vino llevándola con avidez a mi boca, estaba sediento y algo me decía que lo que ese hombre tenia que contar a Mila no me iba a gustar.
Desconfiado contemple la larga explicación del tipo. Un objeto maldito, uno que había traído ya varias desgracias consigo. No me consideraba un cobarde, tampoco un hombre supersticioso, mas dado que andaba enredado a las faldas de una bruja y que yo era un cambiante, no podría decirse que no creía en ciertas fuerzas antinaturales.
Mila parecía leerme el pensamiento, desconfiaba de esa misión, mas algo me decía que estaba mas que acostumbrada a que eso fuera lo normal en todas ellas y que me gustara o no, la iba a aceptar.
Me puse en pie apartando con caballerosidad la silla de Mila y tendiéndole la mano para que se alzara.
-Mila su socio piensa que deberíamos hablarlo -mis ojos se centraron en aquel tipo -a solas.
Tiré de ella alzandola con suavidad para juntos, de la mano atravesar la puerta del gran salón. Mis ojos bailaron por su cuerpo, volviendo a detenerse en su boca. Mis manos acorralaron su cuerpo entre ellas. Escasa la distancia entre nuestros cuerpos, alientos que se perdieron en la boca del otro que no se tocaban mas que lo deseaban.
-Es una trampa -susurré -si fuera fácil lo harían ellos y no te pagarían por hacerlo. Dicho esto, se que vas a aceptar y que mi trabajo como esclavo es seguirte, protegerte y ..-sonrisa ladina en mi rostro -complacerte. Mila, ve con cuidado, las maldiciones no son un juego de azar, tienes mas las de perder que las de ganar.
Nos condujo hasta el comedor y allí nos dejo de nuevo solos para esperar a los que completarían la reunión.
Mila acorto la distancia entre nuestros cuerpos, sonrisa ladeada cuando su dedo surco mi pecho y sus palabras casi susurradas contra mi boca calcinaron mi interior frente a la promesa de un encuentro intimo tras esa reunión.
Era difícil disimular mis ganas, pues mis ojos oscurecieron delante de sus verdes que me admiraban como si solo yo existiera en este mundo.
No podía olvidar que era su esclavo, de echo eso en el fondo era lo que sus palabras me recordaban.
-Claro mi señora, podéis usarme a voluntad ¿acaso no lo hacéis ya? -susurré contra su boca, con mis ojos anclados en ella. Delineando esos labios perfectos, esos que ahora mismo ansiaba tomar, pues su aliento era la invitación mas certera a que estaban echos para encajar con los míos de un modo único.
Pasos que se acercaban, sonrisa felina en Mila que de nuevo separaba nuestros cuerpos. Mi mano en su brazo para detenerla un instante, el suficiente para que mis labios surcaran su oído.
-pequemos abrazados hasta el amanecer -susurré en una clara declaración de intenciones que termino con un mordisco en su lóbulo.
Pronto estuvimos acompañados, tomamos asiento en una mesa de madera noche, unas disculpas que me supieron a sencilla escusa. Era graciosos pensar que una mujer y un cambiante habíamos desmantelado a una banda y que esos inútiles la habían perseguido con la misma intención durante demasiado tiempo.
Claro que no estábamos allí para eso. Los ojos del tipo me recorrieron de arriba a bajo, sorprendidos porque la bruja colaborara con alguien. Ladeé mi sonrisa desafiando al tipo con la mirada mientras guardaba sepulcral silencio marcando mi terreno..si es que yo tenia de eso.
Pronto nos sirvieron algo que llevar a la boca, tome la copa de vino llevándola con avidez a mi boca, estaba sediento y algo me decía que lo que ese hombre tenia que contar a Mila no me iba a gustar.
Desconfiado contemple la larga explicación del tipo. Un objeto maldito, uno que había traído ya varias desgracias consigo. No me consideraba un cobarde, tampoco un hombre supersticioso, mas dado que andaba enredado a las faldas de una bruja y que yo era un cambiante, no podría decirse que no creía en ciertas fuerzas antinaturales.
Mila parecía leerme el pensamiento, desconfiaba de esa misión, mas algo me decía que estaba mas que acostumbrada a que eso fuera lo normal en todas ellas y que me gustara o no, la iba a aceptar.
Me puse en pie apartando con caballerosidad la silla de Mila y tendiéndole la mano para que se alzara.
-Mila su socio piensa que deberíamos hablarlo -mis ojos se centraron en aquel tipo -a solas.
Tiré de ella alzandola con suavidad para juntos, de la mano atravesar la puerta del gran salón. Mis ojos bailaron por su cuerpo, volviendo a detenerse en su boca. Mis manos acorralaron su cuerpo entre ellas. Escasa la distancia entre nuestros cuerpos, alientos que se perdieron en la boca del otro que no se tocaban mas que lo deseaban.
-Es una trampa -susurré -si fuera fácil lo harían ellos y no te pagarían por hacerlo. Dicho esto, se que vas a aceptar y que mi trabajo como esclavo es seguirte, protegerte y ..-sonrisa ladina en mi rostro -complacerte. Mila, ve con cuidado, las maldiciones no son un juego de azar, tienes mas las de perder que las de ganar.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Intuí que el cambiante no iba a estar de acuerdo con la misión en el momento en el que sugirió salir del salón para intercambiar palabras. Mis pies no habían terminado de recorrer la mitad del pasillo cuando sus manos me acorralaron plantándose a cada uno de mis lados. Lo miré con fijeza, contrarrestando con mi firmeza cualquier protesta que encontrase en sus ojos grises. Era un arma de doble filo porque mirarlo parecía ser lo único que podía doblegarme.
-Por supuesto asumo que hay gato encerrado.- Me moví ligeramente y me detuve en cuanto sentí el roce de nuestros cuerpos. -Esa es la razón por la que me buscan. Dígamos que se ha corrido la voz con respecto a lo que hago y la mayoría sabe que acepto encargos sin preocuparme por el riesgo…- No esperaba que comprendiera lo que hacía pero al menos si que lo respetara.
Me mantuve inmóvil, leer en sus ojos era uno de los mayores desafíos con los que me plantaba cara. -Dúshlán hay algo que se llama espacio personal.- Su cercanía era una total invasión y moverme era la peor de las ideas, si lo hacía pequeñas chispas mágicas brotaban entre nuestros cuerpos haciendo evidente esa atracción que yo me empeñaba en negarme a mi misma. Frente a él me hacía la dura, en cierta forma lo era, era más fácil mantener a la gente alejada que permitirse sentir algo por cualquiera, la más ligera empatía era demasiado peligrosa.
-Esta gente me ayudó en el pasado, los pueblerinos me acogieron, sanaron mis heridas… tengo una deuda con ellos, no puedo simplemente hacerme la desentendida y dejarlos en el embrollo. Especialmente si hay algo de verdad acerca de la maldición que encierra ese objeto.- Navegué en sus ojos, le conocía desde hace muy poco tiempo, me desesperaba a cada momento, pero a la vez sentía que era la única persona en la que podía confiar sin reservas, que no haría nada para traicionarme.
-Hay todo tipo de maldiciones, algunas se pueden romper… esas son las fáciles. Si devolver el objeto a su lugar basta para devolver la paz a este pueblo que asi sea. Ojalá todas fueran así…- Respiré, no podía irme de la lengua, mi carga era mi carga, era solo mía, no debía compartirla con nadie ni hablar de ella. Mucho menos con él, a él nunca debía exponerlo.
-¿Te estás preocupando por mi?- Ladeé el rostro sonriendo con sorna. -Voy a creer que ya te estás acostumbrando a mi compañía y que comienzas a tomarte en serio la posibilidad de que seamos socios.- Abrí los dos botones de arriba de su camisa y pasé lentamente mis dedos por el lado izquierdo de su pecho, adonde le había quemado el hechizo que nos había unido. Había tomado esa parte de él sin pedirle permiso pero me hubiera gustado que de verdad fuera mía.
-Lo cierto es que hoy me has sorprendido de más de una manera.- Oí pasos desde adentro del comedor, era la señal para regresar. Esperé a que se separara de mi para regresar y ultimar los detalles. Intercambié impresiones con mi nuevo empleador, hice algunas demandas de mi parte y cuando me sentí satisfecha volteé para que saliéramos del lugar.
Una vez en el exterior caminé con el cambiante hacia mi corcel, acaricié suavemente la crin de mi fiel acompañante antes de tomar las riendas y comenzar a caminar. -Nos han abastecido con todo. Comestibles y un caballo para ti.- Señalé a otro ejemplar que le aguardaba a la par del mío. -Sólo tenemos que ir a la abadía y pasar recogiendo el misterioso cofre…- Lo miré de soslayo. Tenía claro lo que le había prometido que sucedería al terminar la reunión. -De paso nos ofrecen una de sus chozas por si queremos descansar antes de partir.- No esperé a ver como reaccionaba ante ese trozo de información, tan solo me adelanté por la calle de tierra sonriendo traviesamente.
-Por supuesto asumo que hay gato encerrado.- Me moví ligeramente y me detuve en cuanto sentí el roce de nuestros cuerpos. -Esa es la razón por la que me buscan. Dígamos que se ha corrido la voz con respecto a lo que hago y la mayoría sabe que acepto encargos sin preocuparme por el riesgo…- No esperaba que comprendiera lo que hacía pero al menos si que lo respetara.
Me mantuve inmóvil, leer en sus ojos era uno de los mayores desafíos con los que me plantaba cara. -Dúshlán hay algo que se llama espacio personal.- Su cercanía era una total invasión y moverme era la peor de las ideas, si lo hacía pequeñas chispas mágicas brotaban entre nuestros cuerpos haciendo evidente esa atracción que yo me empeñaba en negarme a mi misma. Frente a él me hacía la dura, en cierta forma lo era, era más fácil mantener a la gente alejada que permitirse sentir algo por cualquiera, la más ligera empatía era demasiado peligrosa.
-Esta gente me ayudó en el pasado, los pueblerinos me acogieron, sanaron mis heridas… tengo una deuda con ellos, no puedo simplemente hacerme la desentendida y dejarlos en el embrollo. Especialmente si hay algo de verdad acerca de la maldición que encierra ese objeto.- Navegué en sus ojos, le conocía desde hace muy poco tiempo, me desesperaba a cada momento, pero a la vez sentía que era la única persona en la que podía confiar sin reservas, que no haría nada para traicionarme.
-Hay todo tipo de maldiciones, algunas se pueden romper… esas son las fáciles. Si devolver el objeto a su lugar basta para devolver la paz a este pueblo que asi sea. Ojalá todas fueran así…- Respiré, no podía irme de la lengua, mi carga era mi carga, era solo mía, no debía compartirla con nadie ni hablar de ella. Mucho menos con él, a él nunca debía exponerlo.
-¿Te estás preocupando por mi?- Ladeé el rostro sonriendo con sorna. -Voy a creer que ya te estás acostumbrando a mi compañía y que comienzas a tomarte en serio la posibilidad de que seamos socios.- Abrí los dos botones de arriba de su camisa y pasé lentamente mis dedos por el lado izquierdo de su pecho, adonde le había quemado el hechizo que nos había unido. Había tomado esa parte de él sin pedirle permiso pero me hubiera gustado que de verdad fuera mía.
-Lo cierto es que hoy me has sorprendido de más de una manera.- Oí pasos desde adentro del comedor, era la señal para regresar. Esperé a que se separara de mi para regresar y ultimar los detalles. Intercambié impresiones con mi nuevo empleador, hice algunas demandas de mi parte y cuando me sentí satisfecha volteé para que saliéramos del lugar.
Una vez en el exterior caminé con el cambiante hacia mi corcel, acaricié suavemente la crin de mi fiel acompañante antes de tomar las riendas y comenzar a caminar. -Nos han abastecido con todo. Comestibles y un caballo para ti.- Señalé a otro ejemplar que le aguardaba a la par del mío. -Sólo tenemos que ir a la abadía y pasar recogiendo el misterioso cofre…- Lo miré de soslayo. Tenía claro lo que le había prometido que sucedería al terminar la reunión. -De paso nos ofrecen una de sus chozas por si queremos descansar antes de partir.- No esperé a ver como reaccionaba ante ese trozo de información, tan solo me adelanté por la calle de tierra sonriendo traviesamente.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Sus ojos verdes enfrentaron mis grises, como imaginaba estaba mas que decidida a aceptar el trabajo, al parecer ella era una de esas mercenarias que hacían cualquier tipo de trabajo, la llamaban para todo aquello que otros no se atrevían o no querían hacer.
Tenia la batalla perdida, lo sabia incluso antes de salir al exterior. Me resigné desviando un instante la mirada, no era su socio si no su esclavo, no tenia ni voz ni voto y para que mentir no temía esa maldición, pero ansiaba protegerla de un modo u otro.
Ladeé la sonrisa al escuchar sus siguientes palabras, esas que me median espacio, al parecer no me conocía.
Acorté la distancia entre nuestros cuerpos, nuestros labios casi se rozaron aunque mantenían ese perfecta distancia que tentaba, quemaba pero no abrasaba.
-¿Espacio personal? Lo conozco, es el que hay de tu boca a la mía -susurré contra sus labios mientras nuestra nariz se rozaba y el aliento se entremezclaba.
Quizás la magia que había entre nuestros cuerpos bajo las defensas, esas que siempre alzaba al tenerme cerca, confesó que no solo era cuestión de dinero, quería ayudar a esas personas, esas a las que al parecer les debía alguna cosa que otra.
No repliqué, quizás porque tan cerca de sus labios mis sentidos quedaban embotados, mis ojos en ellos, los suyos mirándome.
-Lo haremos -sentencié como si fuera también decisión mía cuando en el fondo no lo era.
La bruja no tardo en ponerse manos a la obra, parecía saber bastante de maldiciones algo que me pareció ciertamente coherente, era una bruja, era como si yo no supiera de como sopla el viento cuando lo surco o no supiera empuñar el acero.
-Mas te vale que no acabemos malditos -susurré con cierta diversión en mi voz.
Sus dedos desabrocharon los dos primeros botones de mi camisa, por allí deslizó la mano acariciando la marca que me ataba a ella, o al menos es lo que ella creía, pues otras cosas que yo no estaba dispuesto a admitir también lo hacia.
-¿Tu socio? Define socio -susurré sin apartarme un ápice.
Los pasos por el comedor lograron interponer distancia entre ambos, volvimos al gran salón aceptando aquel peligroso trabajo que sin duda marcaría un antes y un después entre nosotros.
Pronto salimos de aquel caserón, dos caballos abastecidos con suficientes víveres como para cubrir un regimiento y un destino, la abadía donde recogeríamos el objeto.
Caminé en silencio al lado de la bruja, podía notar sus ojos escudriñando mis reacciones, estaba bastante absorto, creo que se dio cuenta pues no había ni un rastro de sonrisa picara en mi pese a las miradas que seguía acaparando de las damas.
Me gustaba ponerla celosa y posiblemente de no estar preocupado me las hubiera arreglado para dejar caer algún guiño de ojos a cualquier muchacha por poco o nada que me importara, pero mi mente seguida dando vueltas a lo que Mila me explico.
Hablaba de los distintos tipos de maldición, pero en su tono había sentido que me ocultaba algo, apenas la conocía, mas aun así, es como si se hubiera callado parte de la conversación.
Alcé la mirada al escuchar lo de la cabaña, solos y a cubierto, sabia lo que me había prometido y para que mentir lo quería.
Sonreí de medio lado acortando la distancia de nuestros cuerpos.
-Te complaceré, ese es mi papel.
Tenia la batalla perdida, lo sabia incluso antes de salir al exterior. Me resigné desviando un instante la mirada, no era su socio si no su esclavo, no tenia ni voz ni voto y para que mentir no temía esa maldición, pero ansiaba protegerla de un modo u otro.
Ladeé la sonrisa al escuchar sus siguientes palabras, esas que me median espacio, al parecer no me conocía.
Acorté la distancia entre nuestros cuerpos, nuestros labios casi se rozaron aunque mantenían ese perfecta distancia que tentaba, quemaba pero no abrasaba.
-¿Espacio personal? Lo conozco, es el que hay de tu boca a la mía -susurré contra sus labios mientras nuestra nariz se rozaba y el aliento se entremezclaba.
Quizás la magia que había entre nuestros cuerpos bajo las defensas, esas que siempre alzaba al tenerme cerca, confesó que no solo era cuestión de dinero, quería ayudar a esas personas, esas a las que al parecer les debía alguna cosa que otra.
No repliqué, quizás porque tan cerca de sus labios mis sentidos quedaban embotados, mis ojos en ellos, los suyos mirándome.
-Lo haremos -sentencié como si fuera también decisión mía cuando en el fondo no lo era.
La bruja no tardo en ponerse manos a la obra, parecía saber bastante de maldiciones algo que me pareció ciertamente coherente, era una bruja, era como si yo no supiera de como sopla el viento cuando lo surco o no supiera empuñar el acero.
-Mas te vale que no acabemos malditos -susurré con cierta diversión en mi voz.
Sus dedos desabrocharon los dos primeros botones de mi camisa, por allí deslizó la mano acariciando la marca que me ataba a ella, o al menos es lo que ella creía, pues otras cosas que yo no estaba dispuesto a admitir también lo hacia.
-¿Tu socio? Define socio -susurré sin apartarme un ápice.
Los pasos por el comedor lograron interponer distancia entre ambos, volvimos al gran salón aceptando aquel peligroso trabajo que sin duda marcaría un antes y un después entre nosotros.
Pronto salimos de aquel caserón, dos caballos abastecidos con suficientes víveres como para cubrir un regimiento y un destino, la abadía donde recogeríamos el objeto.
Caminé en silencio al lado de la bruja, podía notar sus ojos escudriñando mis reacciones, estaba bastante absorto, creo que se dio cuenta pues no había ni un rastro de sonrisa picara en mi pese a las miradas que seguía acaparando de las damas.
Me gustaba ponerla celosa y posiblemente de no estar preocupado me las hubiera arreglado para dejar caer algún guiño de ojos a cualquier muchacha por poco o nada que me importara, pero mi mente seguida dando vueltas a lo que Mila me explico.
Hablaba de los distintos tipos de maldición, pero en su tono había sentido que me ocultaba algo, apenas la conocía, mas aun así, es como si se hubiera callado parte de la conversación.
Alcé la mirada al escuchar lo de la cabaña, solos y a cubierto, sabia lo que me había prometido y para que mentir lo quería.
Sonreí de medio lado acortando la distancia de nuestros cuerpos.
-Te complaceré, ese es mi papel.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Conocía bien el camino hacia la cabaña que nos habían prestado, así que hacía allí dirigí mis pasos en lugar de marchar directamente hacía la abadía. -No tiene caso pasar a recoger el cofre antes de descansar, no queremos que se nos caiga la cabaña encima.- Reí un poco con un deje de ironía en mi voz, no quería enfrentarme a otro desastre sobre nosotros cuando tenía otros planes en mente más satisfactorios. -Pasaremos por la abadía cuando emprendamos la marcha, queda camino hacia las afueras del pueblo así que es lo mejor.-
-Mas te vale que no acabemos malditos – había dicho y con eso mi expresión se volvió pensativa. ¿Hacia bien en obligarle a seguirme? Hasta el momento solo había pensado en mis propósitos, en lo provechoso que me sería tener el respaldo de alguien como él. Ya me había probado en más de una ocasión su valía. Se había enfrentado a dos grupos de forajidos y me había salvado de la cabaña en llamas, pero él tenía razón, aceptar este trabajo suponía arriesgar mucho, yo estaba acostumbrada a esto, otra cosa era arrastrarlo conmigo.
De repente ya estaba a un lado mio susurrándome en el oído y hablándome de complacerme. Sonreí de medio lado. -Ya veremos que tanto empeño pones en ello.- Lo miré retadora, sopesándolo, escudriñando que tanto había de cierto en lo que me decía. Me deseaba o sólo me decía lo que creía que yo quería oír, o simplemente buscaba la manera de inquietarme, de meterse bajo mi piel, porque si era así lo lograba con creces, mucho más de lo que yo no dejaba que él descubriera. A pesar de ello no lo había visto coqueteando con más pueblerinas, lo cual me satisfacía bastante.
Señalé la cabaña con el dedo y allí nos dirigimos, dejamos nuestras monturas afuera y abrí la puerta con cierta premura. El lugar era modesto, similar en tamaño a la que encontramos en el bosque, un vistazo bastaba para abarcarla toda. Dejé caer mis preciadas alforjas sobre una mesita de madera medio desvencijada.
Volteé hacia él, mis ojos verdes deteniéndose en sus grises. Por Lugh, otra vez aquella sensación de total desasosiego al mirarlo, brasas que comenzaban a encenderse en mi bajo vientre al reparar en lo hermoso que era, recordar la noche anterior y la manera en que nos entregamos al otro sobre el lecho de paja bastaba para hacerme temblar.
-Haré un trato contigo Dúshlán.- Me encontraba de pie, en medio del salón, él apenas a unos pasos de distancia. Alcé la mano para indicarle que permaneciera allí y comencé a soltar las cintas de mi corsé, sin separar mi mirada de él. -Esto es solo sexo, nada más que eso. Quiero que me complazcas porque no me basta el recuerdo de anoche…- Mis ojos se oscurecieron al decirlo, recordaba cada roce, cada jadeo, cada segundo de nuestra mutua entrega y mi razón se obnubilaba. Lo deseaba, quería comprender si lo de la noche anterior había sido tan sólo un hecho fortuito, si eramos incapaces de repetir la misma magia, quizás así lo sacaría del todo de mi sistema...
Mis manos soltaron la última cinta que sostenía mi vestido verde, este cayó al suelo, revelando mi figura desnuda frente a él, ni siquiera sabía si era atractiva... nunca me lo pregunté ni nadie me lo dijo. -Algunos hombres han deseado tomarme antes, me lo han propuesto... pero hasta ahora nunca permití que ninguno me tocara…- Hice una breve pausa porque necesitaba dejarle las cosas claras, porque esa maldición que se cernía sobre mi no dejaba espacio para nada más. -No busco amor, eso debe de quedar claro, no pueden haber ni habrán sentimientos entre nosotros...-
Acerqué mi rostro al suyo, ahora era yo quien le robaba su espacio personal, quien rozaba sus labios en cálida invitación a tomar los míos, a tomarme a mi. -Quiero que me tomes otra vez, que me hagas comprender que hace una mujer para complacer a un hombre... Deseo aprender todo aquello que he ignorado hasta ahora Dúshlán y quiero que seas tú, únicamente tú y no otro quien me enseñe…-
-Mas te vale que no acabemos malditos – había dicho y con eso mi expresión se volvió pensativa. ¿Hacia bien en obligarle a seguirme? Hasta el momento solo había pensado en mis propósitos, en lo provechoso que me sería tener el respaldo de alguien como él. Ya me había probado en más de una ocasión su valía. Se había enfrentado a dos grupos de forajidos y me había salvado de la cabaña en llamas, pero él tenía razón, aceptar este trabajo suponía arriesgar mucho, yo estaba acostumbrada a esto, otra cosa era arrastrarlo conmigo.
De repente ya estaba a un lado mio susurrándome en el oído y hablándome de complacerme. Sonreí de medio lado. -Ya veremos que tanto empeño pones en ello.- Lo miré retadora, sopesándolo, escudriñando que tanto había de cierto en lo que me decía. Me deseaba o sólo me decía lo que creía que yo quería oír, o simplemente buscaba la manera de inquietarme, de meterse bajo mi piel, porque si era así lo lograba con creces, mucho más de lo que yo no dejaba que él descubriera. A pesar de ello no lo había visto coqueteando con más pueblerinas, lo cual me satisfacía bastante.
Señalé la cabaña con el dedo y allí nos dirigimos, dejamos nuestras monturas afuera y abrí la puerta con cierta premura. El lugar era modesto, similar en tamaño a la que encontramos en el bosque, un vistazo bastaba para abarcarla toda. Dejé caer mis preciadas alforjas sobre una mesita de madera medio desvencijada.
Volteé hacia él, mis ojos verdes deteniéndose en sus grises. Por Lugh, otra vez aquella sensación de total desasosiego al mirarlo, brasas que comenzaban a encenderse en mi bajo vientre al reparar en lo hermoso que era, recordar la noche anterior y la manera en que nos entregamos al otro sobre el lecho de paja bastaba para hacerme temblar.
-Haré un trato contigo Dúshlán.- Me encontraba de pie, en medio del salón, él apenas a unos pasos de distancia. Alcé la mano para indicarle que permaneciera allí y comencé a soltar las cintas de mi corsé, sin separar mi mirada de él. -Esto es solo sexo, nada más que eso. Quiero que me complazcas porque no me basta el recuerdo de anoche…- Mis ojos se oscurecieron al decirlo, recordaba cada roce, cada jadeo, cada segundo de nuestra mutua entrega y mi razón se obnubilaba. Lo deseaba, quería comprender si lo de la noche anterior había sido tan sólo un hecho fortuito, si eramos incapaces de repetir la misma magia, quizás así lo sacaría del todo de mi sistema...
Mis manos soltaron la última cinta que sostenía mi vestido verde, este cayó al suelo, revelando mi figura desnuda frente a él, ni siquiera sabía si era atractiva... nunca me lo pregunté ni nadie me lo dijo. -Algunos hombres han deseado tomarme antes, me lo han propuesto... pero hasta ahora nunca permití que ninguno me tocara…- Hice una breve pausa porque necesitaba dejarle las cosas claras, porque esa maldición que se cernía sobre mi no dejaba espacio para nada más. -No busco amor, eso debe de quedar claro, no pueden haber ni habrán sentimientos entre nosotros...-
Acerqué mi rostro al suyo, ahora era yo quien le robaba su espacio personal, quien rozaba sus labios en cálida invitación a tomar los míos, a tomarme a mi. -Quiero que me tomes otra vez, que me hagas comprender que hace una mujer para complacer a un hombre... Deseo aprender todo aquello que he ignorado hasta ahora Dúshlán y quiero que seas tú, únicamente tú y no otro quien me enseñe…-
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Seguí sus pasos mientras la escuchaba bromear sobre nuestra suerte, conociéndola, ya se las arreglaría ella para que la cabaña se nos viniera encima.
-¿Que no tuviste suficiente con quemar la anterior? -pregunté mirándola de soslayo con una sonrisa divertida.
Esta parecía pensativa, como si se debatiera entre lo que quería y lo que debía hacer, peligrosos siempre los pensamientos de una mujer y mas si era una a la que yo de un modo u otro le pertenecía.
La miré fijamente intentando entender que era eso que callaba, que no decía. Pero su rostro frio como el mármol era indescifrable para mi a estas alturas.
No tardamos en llegar a una modesta cabaña, no muy distinta de la anterior. Con un rápido vistazo podías contemplar todas sus estancias y como la otra, una chimenea presidia el pequeño salón.
Dispuesto a prender la lumbre estaba, cuando la hechicera acorto las distancias que había entre nosotros. Ladeé la sonrisa preso de la impaciencia que la parecer no era el único que sentía. La contemple empezar a aflojar las cintas de su corseé, sin apartar sus verdes de mi fija mirada
-Cuando te conocí te tome por un hombre, admito que desde entonces luces mucho mas mujer ¿acaso quieres que me fije en ti? -bromeé retándola de nuevo con palabras.
Mis ojos se deslizaron por su figura, oscureciéndose al instante, admito que la deseaba casi de un modo obsesivo.
Escuche atento sus palabras, esas que hablaban de hacer un trato, hubiera formado su piel sobre las mismas llamas para aceptarlo, mi mente estaba obnubilada, ahora mismo solo podía pensar en que ese corseé cayera y en follármela sobre la mesa maciza de madera.
-Alcé la mirada hasta sus ojos, hablaba de que esto solo seria sexo, nada que tuviera que ver con el amor.
Torcí el gesto, fue un instante, esperaba que no el suficiente como para que ella lo percibiera, mi rostro volvió a adquirir aquel semblante altivo, como si sus palabras me resultaran completamente indiferentes.
-Claro, soy tu esclavo ,estoy aquí para complacer tus deseos -atajé sin mas
Continuo hablando, yo era el único, quizás porque al ser esclavo no complicaba su existencia, no era su igual si no un mero lacayo al que podría coger y dejar a voluntad.
Mi respiración se agito , no solo por la rabia, si no por esas ultimas palabras que dijo antes de que le corseé abandonara su piel.
Quería aprender a complacer a un hombre, y y o sin duda pensaba enseñarle como, aunque tal y como sucedió la noche pasada, admito que lo hacia ya sobradamente bien.
Un par de pasos y mi cuerpo calcino el suyo, mínima distancia la que ahora nos separaba, mi aliento contra su boca, esta se entreabrió devastada de ganas, sedienta, hambrienta, la necesitaba como la noche anterior. Fuente de la que beber cuando el fuego parecía arder.
-A cambio me prometerás algo -susurré contra sus labios aun sin tomarlos.
Su mirada se alzó de mi boca a mis grises, parecía no entender que me detenía ahora, porque mis brazos no rodeaban ya su cuerpo ni mis manos recorrían su piel.
-Seré el único, no te compartiré.
-¿Que no tuviste suficiente con quemar la anterior? -pregunté mirándola de soslayo con una sonrisa divertida.
Esta parecía pensativa, como si se debatiera entre lo que quería y lo que debía hacer, peligrosos siempre los pensamientos de una mujer y mas si era una a la que yo de un modo u otro le pertenecía.
La miré fijamente intentando entender que era eso que callaba, que no decía. Pero su rostro frio como el mármol era indescifrable para mi a estas alturas.
No tardamos en llegar a una modesta cabaña, no muy distinta de la anterior. Con un rápido vistazo podías contemplar todas sus estancias y como la otra, una chimenea presidia el pequeño salón.
Dispuesto a prender la lumbre estaba, cuando la hechicera acorto las distancias que había entre nosotros. Ladeé la sonrisa preso de la impaciencia que la parecer no era el único que sentía. La contemple empezar a aflojar las cintas de su corseé, sin apartar sus verdes de mi fija mirada
-Cuando te conocí te tome por un hombre, admito que desde entonces luces mucho mas mujer ¿acaso quieres que me fije en ti? -bromeé retándola de nuevo con palabras.
Mis ojos se deslizaron por su figura, oscureciéndose al instante, admito que la deseaba casi de un modo obsesivo.
Escuche atento sus palabras, esas que hablaban de hacer un trato, hubiera formado su piel sobre las mismas llamas para aceptarlo, mi mente estaba obnubilada, ahora mismo solo podía pensar en que ese corseé cayera y en follármela sobre la mesa maciza de madera.
-Alcé la mirada hasta sus ojos, hablaba de que esto solo seria sexo, nada que tuviera que ver con el amor.
Torcí el gesto, fue un instante, esperaba que no el suficiente como para que ella lo percibiera, mi rostro volvió a adquirir aquel semblante altivo, como si sus palabras me resultaran completamente indiferentes.
-Claro, soy tu esclavo ,estoy aquí para complacer tus deseos -atajé sin mas
Continuo hablando, yo era el único, quizás porque al ser esclavo no complicaba su existencia, no era su igual si no un mero lacayo al que podría coger y dejar a voluntad.
Mi respiración se agito , no solo por la rabia, si no por esas ultimas palabras que dijo antes de que le corseé abandonara su piel.
Quería aprender a complacer a un hombre, y y o sin duda pensaba enseñarle como, aunque tal y como sucedió la noche pasada, admito que lo hacia ya sobradamente bien.
Un par de pasos y mi cuerpo calcino el suyo, mínima distancia la que ahora nos separaba, mi aliento contra su boca, esta se entreabrió devastada de ganas, sedienta, hambrienta, la necesitaba como la noche anterior. Fuente de la que beber cuando el fuego parecía arder.
-A cambio me prometerás algo -susurré contra sus labios aun sin tomarlos.
Su mirada se alzó de mi boca a mis grises, parecía no entender que me detenía ahora, porque mis brazos no rodeaban ya su cuerpo ni mis manos recorrían su piel.
-Seré el único, no te compartiré.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
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Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Alcé una ceja al escucharle, la manera en que de nuevo me retaba burlonamente, como siempre lo hacía. -Cuando me conociste pensabas que era un hombre, me dejaste claro que no querías que fuera tu dueño. Lo cierto es que me decías con claridad y sin tapujos lo que piensas de mi, no creo que eso haya cambiado, a menos que… te guste un poco ahora.- Sonreí de medio lado, burlándome de él también.
Ladeé la cabeza al escucharle decir que estaba aquí para cumplir mis deseos. Apreté mis labios, no me gustaba cuando lo decía así, con ese tono, como si estuviera molesto conmigo, como si simplemente fuera a cumplir mi mandato porque no le quedaba de otra, porque era su deber. Me hacía pensar que de ser cualquier otra su dueña la complacería igual y eso me molestaba, me hacía sentir fastidiada, incluso dolida. Retrocedí unos pasos, esto estaba mal, desear que me deseara, únicamente a mi, que no le interesaran otras, no querer que las tocara como me tocaba a mi, que sus manos únicamente rozaran mi piel y sus besos fueran exclusivos de mis labios.
Me sentí inquieta mientras transcurrían los segundos, él acortó otra vez las distancias, mi verde mirada se torno interrogativa, no sabía que se traía en manos. A la mejor simplemente no le seducía la idea de tomarme, al pensar eso sentí que el corazón se me caía a los pies. Había sido una boba al desnudarme frente a él, al pedirle otra noche más.
Su rostro ahora estaba muy cerca, sus ojos grises me miraban exigentes, como si se hubieran volteado los papeles, y ahora el fuera el amo y yo la esclava. Cuando me miró así logró estremecerme, que la sangre se disparara en mis venas. Dúshlán estaba tan ciego, no se percataba de la manera en que influía en mi, de como su presencia me alteraba a cada segundo. Su orgullo, su manera de rebatirme es lo que me gustaba de él, la manera en que se negaba a cada instante a ser doblegado. Mis verdes ojos le preguntaban en silencio ¿cuándo te abrirás conmigo? ¿cuándo me contarás acerca de ti?
Quería abrazarlo y quería abofetearlo por no tomarme de una vez entre sus brazos. Lo miré aturdida cuando rompió el silencio. ¿Acaso había escuchado bien? Hice un esfuerzo enorme para no sonreir, para permanecer impávida frente a él, para que no notara mi satisfacción. Giré sobre mis pies y me dirigí a la chimenea para ocuparme en encender el fuego, solo los maderos pudieron ver lo que delataba mi rostro, lo que nunca podría decirle, para él esto tenía que ser lo que habíamos acordado, solo sexo.
Me puse de pie y dirigí mi mirada a él. -Asumiendo que acepto, ese acuerdo deberá ser por las dos partes, yo no me acostaré con nadie más, ni tú tampoco lo harás.- Crucé mis brazos frente a mi pecho, si él iba a hacer su demanda yo también.
-No quiero que coquetees con las pueblerinas y les des ideas falsas, o que las lleves a cabo en algún momento, especialmente cuando te libere del hechizo que nos ata.- Lo miré firmemente y con la mandíbula en alto. -Vuela todo lo que quieras Dúshlán pero regresa únicamente conmigo…- Dejé que las últimas palabras se perdieran en el silencio del salón, por un momento no pude sostener la intensidad de su mirada. Quería volar con él, ser libre a su lado, pero tenía cadenas que me lo impedían, eran invisibles y siempre debía llevarlas conmigo.
Ladeé la cabeza al escucharle decir que estaba aquí para cumplir mis deseos. Apreté mis labios, no me gustaba cuando lo decía así, con ese tono, como si estuviera molesto conmigo, como si simplemente fuera a cumplir mi mandato porque no le quedaba de otra, porque era su deber. Me hacía pensar que de ser cualquier otra su dueña la complacería igual y eso me molestaba, me hacía sentir fastidiada, incluso dolida. Retrocedí unos pasos, esto estaba mal, desear que me deseara, únicamente a mi, que no le interesaran otras, no querer que las tocara como me tocaba a mi, que sus manos únicamente rozaran mi piel y sus besos fueran exclusivos de mis labios.
Me sentí inquieta mientras transcurrían los segundos, él acortó otra vez las distancias, mi verde mirada se torno interrogativa, no sabía que se traía en manos. A la mejor simplemente no le seducía la idea de tomarme, al pensar eso sentí que el corazón se me caía a los pies. Había sido una boba al desnudarme frente a él, al pedirle otra noche más.
Su rostro ahora estaba muy cerca, sus ojos grises me miraban exigentes, como si se hubieran volteado los papeles, y ahora el fuera el amo y yo la esclava. Cuando me miró así logró estremecerme, que la sangre se disparara en mis venas. Dúshlán estaba tan ciego, no se percataba de la manera en que influía en mi, de como su presencia me alteraba a cada segundo. Su orgullo, su manera de rebatirme es lo que me gustaba de él, la manera en que se negaba a cada instante a ser doblegado. Mis verdes ojos le preguntaban en silencio ¿cuándo te abrirás conmigo? ¿cuándo me contarás acerca de ti?
Quería abrazarlo y quería abofetearlo por no tomarme de una vez entre sus brazos. Lo miré aturdida cuando rompió el silencio. ¿Acaso había escuchado bien? Hice un esfuerzo enorme para no sonreir, para permanecer impávida frente a él, para que no notara mi satisfacción. Giré sobre mis pies y me dirigí a la chimenea para ocuparme en encender el fuego, solo los maderos pudieron ver lo que delataba mi rostro, lo que nunca podría decirle, para él esto tenía que ser lo que habíamos acordado, solo sexo.
Me puse de pie y dirigí mi mirada a él. -Asumiendo que acepto, ese acuerdo deberá ser por las dos partes, yo no me acostaré con nadie más, ni tú tampoco lo harás.- Crucé mis brazos frente a mi pecho, si él iba a hacer su demanda yo también.
-No quiero que coquetees con las pueblerinas y les des ideas falsas, o que las lleves a cabo en algún momento, especialmente cuando te libere del hechizo que nos ata.- Lo miré firmemente y con la mandíbula en alto. -Vuela todo lo que quieras Dúshlán pero regresa únicamente conmigo…- Dejé que las últimas palabras se perdieran en el silencio del salón, por un momento no pude sostener la intensidad de su mirada. Quería volar con él, ser libre a su lado, pero tenía cadenas que me lo impedían, eran invisibles y siempre debía llevarlas conmigo.
Mila O'Connor- Hechicero Clase Alta
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 07/08/2016
Re: Orgullo al amanecer [privado] [+18]
Mila escuchó mi propuesta, parecía haberle pillado desprevenida, pues lejos de darme una respuesta inmediata, dejó mi cuerpo despojado de su calor y se alejó para esta vez ella prender la lumbre.
Enarqué una ceja sin acabar de entender porque le costaba tanto responder, cierta inquietud me invadió ¿quería estar con otros? ¿por que si presumía ser virgen hasta que la tome la noche pasada?
No tardó en volver a acortar las distancias, sus verdes en mis grises y llego su propuesta, una que logro hacerme sonreír mientras con aire engreído relamía mis labios frente a los ajenos.
Tomé su cintura acortando mas las distancias, sus brazos cubrían su pecho como si estuviera enfadada.
-Solo tu -susurré colisionando con su boca con descaro mientras mis dedos jugaban con las cintas del corseé aflojandolas para sentir su piel desnuda de inmediato.
Mi respiración entrechocaba salvaje contra la suya, solo sexo me repetía, eso había pedido la bruja y eso seria.
Sus labios eran fuego, llamas que incineraron mi boca, sentenciada a muerte con aquella espada mágica que enredada en la mía luchaban a muerte.
Estaba muy excitado, mi entrepierna creció golpeando su vientre mientras esta hundió sus ojos en los míos complacida por el deseo irracional que mostraba.
Atraje sus caderas para hacerlas danzar cerca de mi hombría, el corsé dejo sus senos al descubierto cuando este toco el suelo.
Mi boca sentencio el camino entre las altas y erguidas montañas, mi mano en su base, apretándolas, jadeando llevé allí mi boca, su pezón delineo mis labios que se abrieron para succionarlo, para morderlo con suavidad haciendo que su cuerpo se arqueara de puro placer.
-Quiero follarte -sentencie contra su ígnea piel
Alcé la falda con desesperación, mis manos recorrieron sus muslos, hundiendo mis dedos en ellos para hacer las bragas a un lado, estaba demasiado excitado para esperar, la quería tomar ya, por eso la volteé de golpeé la pared como lecho improvisado, sus pechos apretados contra este y una de mis manos en mi entrepierna bajando la cremallera para sacármela y metersela.
Su boca me busco cuando mi hombría se hundió entre sus piernas, gimió cerrando los ojos, me gustaba ver ese deseo que mostraba su cara de puro placer.
-Te deseo -gruí mordiendo su labio inferior.
Su rostro girado me encontraba por encima de su hombro mientra mi cuerpo encerraba el suyo en una jaula peligrosa llena de movimientos que empezaba a tornarse violentos.
Sus glúteos amortiguaron cada golpe, mis dedos la atrajeron con fuerza, sedientos de ella, una de mis manso se deslizo hasta su sexo, podía tocar mi falo adentrándose en el, y como no, el húmedo botón que me dediqué a masturbar para hacerla enloquecer.
Enarqué una ceja sin acabar de entender porque le costaba tanto responder, cierta inquietud me invadió ¿quería estar con otros? ¿por que si presumía ser virgen hasta que la tome la noche pasada?
No tardó en volver a acortar las distancias, sus verdes en mis grises y llego su propuesta, una que logro hacerme sonreír mientras con aire engreído relamía mis labios frente a los ajenos.
Tomé su cintura acortando mas las distancias, sus brazos cubrían su pecho como si estuviera enfadada.
-Solo tu -susurré colisionando con su boca con descaro mientras mis dedos jugaban con las cintas del corseé aflojandolas para sentir su piel desnuda de inmediato.
Mi respiración entrechocaba salvaje contra la suya, solo sexo me repetía, eso había pedido la bruja y eso seria.
Sus labios eran fuego, llamas que incineraron mi boca, sentenciada a muerte con aquella espada mágica que enredada en la mía luchaban a muerte.
Estaba muy excitado, mi entrepierna creció golpeando su vientre mientras esta hundió sus ojos en los míos complacida por el deseo irracional que mostraba.
Atraje sus caderas para hacerlas danzar cerca de mi hombría, el corsé dejo sus senos al descubierto cuando este toco el suelo.
Mi boca sentencio el camino entre las altas y erguidas montañas, mi mano en su base, apretándolas, jadeando llevé allí mi boca, su pezón delineo mis labios que se abrieron para succionarlo, para morderlo con suavidad haciendo que su cuerpo se arqueara de puro placer.
-Quiero follarte -sentencie contra su ígnea piel
Alcé la falda con desesperación, mis manos recorrieron sus muslos, hundiendo mis dedos en ellos para hacer las bragas a un lado, estaba demasiado excitado para esperar, la quería tomar ya, por eso la volteé de golpeé la pared como lecho improvisado, sus pechos apretados contra este y una de mis manos en mi entrepierna bajando la cremallera para sacármela y metersela.
Su boca me busco cuando mi hombría se hundió entre sus piernas, gimió cerrando los ojos, me gustaba ver ese deseo que mostraba su cara de puro placer.
-Te deseo -gruí mordiendo su labio inferior.
Su rostro girado me encontraba por encima de su hombro mientra mi cuerpo encerraba el suyo en una jaula peligrosa llena de movimientos que empezaba a tornarse violentos.
Sus glúteos amortiguaron cada golpe, mis dedos la atrajeron con fuerza, sedientos de ella, una de mis manso se deslizo hasta su sexo, podía tocar mi falo adentrándose en el, y como no, el húmedo botón que me dediqué a masturbar para hacerla enloquecer.
Imre Vogler- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 69
Fecha de inscripción : 20/08/2016
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