AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un nuevo amanecer [Privado]
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Un nuevo amanecer [Privado]
Aquella tibia mañana de primavera había sido productiva, pues después de haber madrugado y tomar un ligero desayuno en el hostal, me había encaminado hacía el centro de París con la intención de encontrar un empleo con el que poder asegurar una estancia digna en la capital francesa. Mi encuentro días atrás con Gerrit me había hecho plantearme la opción de dejar de huir de mis posibles perseguidores, y comenzar a labrarme mi propio destino allí.
Para mi sorpresa no tardé en encontrar trabajo de mesonera en una de las primeras tabernas donde pregunté por el puesto, así que salí contenta de vuelta al hostal sabiendo que empezaría a trabajar al día siguiente en el turno de noche.
Decidí volver al hostal dando un relajante paseo por el bosque, disfrutando de la tranquilidad y libertad que éste me proporcionaba. Lo cierto es que apenas llevaba unos días en París, y no había tenido ocasión de visitar aquella parte de la ciudad que más me llamaba la atención.
No tardé en comenzar el sendero de tierra trazado por el interior de aquel frondoso bosque, donde el piar de los pájaros y el sonido de las chicharras se convertían en una dulce melodía para mis sentidos; donde el aire fresco que se respiraba llenaba mi corazón de nuevas esperanzas, de un futuro libre donde yo sería la dueña de mi vida.
Vislumbré a escasos metros del pedregoso camino un pequeño riachuelo cuyas aguas corrían serpenteantes en dirección al Sena; debía ser uno de los muchos afluentes del río principal, y que ya en esa época del año comenzaban a llenarse da agua debido al deshielo de las zonas con mayor altitud.
Se me antojó un buen lugar donde relajarme y pasar parte del día, de modo que separándome del sendero, me acerqué hasta un pequeño llano donde la maleza era inexistente y en cuyo lugar había un mullido colchón de hierba.
Me quité los zapatos y me tumbé en ella, cerrando los ojos y dejándome acariciar por los cálidos rayos de sol que a esas horas de la mañana eran más intensos. Era la primera vez desde mi huida de Austria en la que conseguía relajarme y olvidarme de todos los problemas que me perseguían. Era la primera vez, en años que me sentía feliz.
Más de pronto percibí un débil sonido detrás de un arbusto en el otro lado del río, y quedándome sentada ahora, traté de reconocer de donde provenía. ¿Habría alguien más alli?
Para mi sorpresa no tardé en encontrar trabajo de mesonera en una de las primeras tabernas donde pregunté por el puesto, así que salí contenta de vuelta al hostal sabiendo que empezaría a trabajar al día siguiente en el turno de noche.
Decidí volver al hostal dando un relajante paseo por el bosque, disfrutando de la tranquilidad y libertad que éste me proporcionaba. Lo cierto es que apenas llevaba unos días en París, y no había tenido ocasión de visitar aquella parte de la ciudad que más me llamaba la atención.
No tardé en comenzar el sendero de tierra trazado por el interior de aquel frondoso bosque, donde el piar de los pájaros y el sonido de las chicharras se convertían en una dulce melodía para mis sentidos; donde el aire fresco que se respiraba llenaba mi corazón de nuevas esperanzas, de un futuro libre donde yo sería la dueña de mi vida.
Vislumbré a escasos metros del pedregoso camino un pequeño riachuelo cuyas aguas corrían serpenteantes en dirección al Sena; debía ser uno de los muchos afluentes del río principal, y que ya en esa época del año comenzaban a llenarse da agua debido al deshielo de las zonas con mayor altitud.
Se me antojó un buen lugar donde relajarme y pasar parte del día, de modo que separándome del sendero, me acerqué hasta un pequeño llano donde la maleza era inexistente y en cuyo lugar había un mullido colchón de hierba.
Me quité los zapatos y me tumbé en ella, cerrando los ojos y dejándome acariciar por los cálidos rayos de sol que a esas horas de la mañana eran más intensos. Era la primera vez desde mi huida de Austria en la que conseguía relajarme y olvidarme de todos los problemas que me perseguían. Era la primera vez, en años que me sentía feliz.
Más de pronto percibí un débil sonido detrás de un arbusto en el otro lado del río, y quedándome sentada ahora, traté de reconocer de donde provenía. ¿Habría alguien más alli?
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
París, ciudad enigmática, impredecible, sorpresiva y repleta de sujetos que no comprenden la tesitura de lo que es la vida. Existir entre ellos se vuelve tedioso, desesperante en algunos instantes y por igual, fascinante. Los ojos se acostumbran a algunas actitudes consuetudinarias, la mente jamás. Confronta sus ideales con las realidades dejando a las últimas cubiertas de fango. Personajes que sólo se dedican a la decadencia, a una constante y perenne búsqueda de los satisfactores más bajos de la existencia: riqueza, lujuria, autocomplacencia.
Hacerse a un lado es la parte más difícil de todas considerando los estándares de la misión asignada. Aún así, lo cumple a rajatabla. Alejar a todos aquéllos non gratos para conseguir adentrarse más en la sociedad y buscar su punto de quiebre. Asegurar un lugar para su gente y así, implementar una ciudadela de The League.
Esa mañana, hastiado de todo, sus pasos le han llevado hacia el bosque, donde entre los murmullos de las hojas siendo movidas por el viento y el silencio de los hombres, su mente puede descansar. "Sólo un poco" se promete antes de dejar la mochila acomodada en la rama de un árbol al tiempo que sus ropas superiores (cazadora, chaleco y camisa) son desprendidas con movimientos regulares. Una vez que el torso desnudo y cubierto de cicatrices queda a la vista, se venda los puños.
Correr es el calentamiento, las acrobacias le siguen, para rematar con el boxeo contra el tronco de un árbol. Los puños se hunden en la corteza creando cicatrices que desaparecerán en años. En eso está cuando escucha algo que le saca de su meditación. Sus ojos son los que buscan, sin alterar un ápice el movimiento fluido del golpetear para mantener en forma los puños.
La identifica, por inercia, una de sus extremidades va en busca de algo en su cinturón. El objeto crea un sonido mortal al contacto del aire para ir a clavarse en otro tronco, al lado de la mujer que ahora se encuentra en dirección oeste de su posición. La daga se queda todavía vacilante, ondulándose con la fuerza del impacto en tanto él orienta su cuerpo hacia ella, tomando otra daga entre sus manos. - ¿Quién eres y qué haces aquí? - son sus palabras previas a todo acto.
Una mujer, de primera instancia la desvaloriza. Las hembras en The League sólo son de valía si demuestran estar bien educadas y se ganan un buen lugar a base de entrenamiento, misiones exitosas y una conducta decorosa e intachable. Las de París distan de ser así. Son ruidosas, monótonas, parlanchinas, histéricas e inestables. Los ojos son fieros al clavarse en los femeninos, la actitud dista de ser amigable. No desea compañeros, ya los tiene. Mucho menos lujuria, para eso hay otras más hermosas que la que se le presenta ahora.
Sólo desea la respuesta y que vuelva por donde vino. Soledad es la premisa, lo demás es desechable.
Hacerse a un lado es la parte más difícil de todas considerando los estándares de la misión asignada. Aún así, lo cumple a rajatabla. Alejar a todos aquéllos non gratos para conseguir adentrarse más en la sociedad y buscar su punto de quiebre. Asegurar un lugar para su gente y así, implementar una ciudadela de The League.
Esa mañana, hastiado de todo, sus pasos le han llevado hacia el bosque, donde entre los murmullos de las hojas siendo movidas por el viento y el silencio de los hombres, su mente puede descansar. "Sólo un poco" se promete antes de dejar la mochila acomodada en la rama de un árbol al tiempo que sus ropas superiores (cazadora, chaleco y camisa) son desprendidas con movimientos regulares. Una vez que el torso desnudo y cubierto de cicatrices queda a la vista, se venda los puños.
Correr es el calentamiento, las acrobacias le siguen, para rematar con el boxeo contra el tronco de un árbol. Los puños se hunden en la corteza creando cicatrices que desaparecerán en años. En eso está cuando escucha algo que le saca de su meditación. Sus ojos son los que buscan, sin alterar un ápice el movimiento fluido del golpetear para mantener en forma los puños.
La identifica, por inercia, una de sus extremidades va en busca de algo en su cinturón. El objeto crea un sonido mortal al contacto del aire para ir a clavarse en otro tronco, al lado de la mujer que ahora se encuentra en dirección oeste de su posición. La daga se queda todavía vacilante, ondulándose con la fuerza del impacto en tanto él orienta su cuerpo hacia ella, tomando otra daga entre sus manos. - ¿Quién eres y qué haces aquí? - son sus palabras previas a todo acto.
Una mujer, de primera instancia la desvaloriza. Las hembras en The League sólo son de valía si demuestran estar bien educadas y se ganan un buen lugar a base de entrenamiento, misiones exitosas y una conducta decorosa e intachable. Las de París distan de ser así. Son ruidosas, monótonas, parlanchinas, histéricas e inestables. Los ojos son fieros al clavarse en los femeninos, la actitud dista de ser amigable. No desea compañeros, ya los tiene. Mucho menos lujuria, para eso hay otras más hermosas que la que se le presenta ahora.
Sólo desea la respuesta y que vuelva por donde vino. Soledad es la premisa, lo demás es desechable.
Jared Riverwind- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 26/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
Me puse en pie desconcertada, buscando con la mirada aquello que mi sentido del oído había sido capaz de percibir con anterioridad, más no hallaba al culpable de aquel sonido sordo que había interrumpido mi precioso momento de relajación. Quizás fuese algún animal del bosque el que se ocultaba en la otra vereda del río, un animal lo suficientemente grande para mover uno de los altos arbustos que en la orilla se encontraban. ¿Lo habrían mandado para buscarme? Negué con la cabeza; Gerrit tenía razón, me estaba volviendo paranoica. Era muy improbable que alguien hubiese dado con mis rastro hasta París, de modo que allí estaba a salvo de mi pasado.
Entonces un fornido hombre con el pecho descubierto apareció en cuestión de segundos ante mi campo de visión, un hombre que no parecía estar muy contento con mi presencia, pues en cuestión de segundos lanzó algún útil que reflejaba los rayos del sol y que pasó rozando mi oreja para terminar clavándose en el tronco del árbol que a mi espalda se encontraba. Empezaba a pensar que los locos me perseguían; eso, o que tenía un imán que los orillaba a todos a cruzarse en mi camino.
Enarqué una ceja confundida, girando levemente la cabeza para comprobar que era aquello que tras de mí ondulaba emitiendo un particular sonido; cuan fue mi sorpresa cuando vi el brillo metálico de una daga bailando todavía por el fuerte impacto.
-¿Pero se ha vuelto loco o qué? ¿Es que acaso no le enseñó su madre modales?- le recriminé al comprobar que podría haberme matado.- Saber quien soy o que hago aquí no es de su incumbencia, de modo que si no tiene nada mejor que aportar, ya puede marcharse por donde ha venido.
Resoplé molesta por la intromisión de aquel psicópata con aires de grandeza que encima de haber estado a punto de trincharme como a un pavo en navidad, osaba por preguntarme de malos modos el motivo de mi situación en aquel paraje. Me senté de nuevo donde minutos antes me encontraba, cerrando los ojos y esperando que cuando volviese a abrirlos ese hombre de las cavernas se hubiese marchado.
Entonces un fornido hombre con el pecho descubierto apareció en cuestión de segundos ante mi campo de visión, un hombre que no parecía estar muy contento con mi presencia, pues en cuestión de segundos lanzó algún útil que reflejaba los rayos del sol y que pasó rozando mi oreja para terminar clavándose en el tronco del árbol que a mi espalda se encontraba. Empezaba a pensar que los locos me perseguían; eso, o que tenía un imán que los orillaba a todos a cruzarse en mi camino.
Enarqué una ceja confundida, girando levemente la cabeza para comprobar que era aquello que tras de mí ondulaba emitiendo un particular sonido; cuan fue mi sorpresa cuando vi el brillo metálico de una daga bailando todavía por el fuerte impacto.
-¿Pero se ha vuelto loco o qué? ¿Es que acaso no le enseñó su madre modales?- le recriminé al comprobar que podría haberme matado.- Saber quien soy o que hago aquí no es de su incumbencia, de modo que si no tiene nada mejor que aportar, ya puede marcharse por donde ha venido.
Resoplé molesta por la intromisión de aquel psicópata con aires de grandeza que encima de haber estado a punto de trincharme como a un pavo en navidad, osaba por preguntarme de malos modos el motivo de mi situación en aquel paraje. Me senté de nuevo donde minutos antes me encontraba, cerrando los ojos y esperando que cuando volviese a abrirlos ese hombre de las cavernas se hubiese marchado.
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
Los miembros de The League están concentrados en todo momento y lugar. Es su deber. El entrenamiento se basa en ello y la muerte es el resultado a quienes ignoran este primer consejo. Él que ha estado sumido demasiado en sus pensamientos respecto de esta sociedad decadente, se ha olvidado de ello. Ni siquiera notó cuándo la chica llegó en tanto su mente se adentraba más y más en los defectos de Europa contrastados con los de Asia.
El espacio-tiempo, esa corriente fluida y constante, se detiene para darle una oportunidad de encontrar cuál fue el error cometido. Analizar el pasado hasta descubrir que ella lleva ahí más tiempo de lo que él pudo notar, inmerso en su entrenamiento y a su introspección. La postura de la mujer parece asombrada en sus recuerdos, antes de que la daga despegara cual bólido a toda velocidad para desgarrar el tronco y quedarse atrapada en su cuerpo como una cobra en las manos de su encantador. La mordida fue imposible de evitar, más está ahora contenida entre la madera transformándola de un ser mortal a un simple objeto sin finalidad.
La otra abre la boca emitiendo palabras histéricas. Por un momento, le da la razón si es que no ha venido a hacer más que echarse sobre la hierba como lo denotan las hojas en sus prendas y algunas hebras de su guedeja fuera de lugar. La voz en sus oídos es imposible de soportar. Por inercia, se acerca paso a paso. Esta vez su concentración es total. Escucha cada parte del bosque, cada sonido es atrapado y digerido como si fuese un alimento provechoso. La contextura del hombre va cambiando conforme sus pies se adelantan el uno del otro. Los músculos van moviéndose denotando su poder físico.
Llega al lado de ella, superando su distancia y más hasta llegar al árbol y desprenderlo de la daga que ahora sólo es un simple objeto que no hará daño. En sus manos, sin embargo, torna de nuevo a ser una cobra lista para el ataque. La guarda en su cinturón y deshace sus pasos, dirigiéndose a sus cosas. Tomando la mochila, se la echa a la espalda. No tiene que brindarle una sola palabra a aquélla histérica. Las mujeres de The League habrían entendido que estaban interrumpiendo un entrenamiento. No se puede exigir demasiado de las europeas, como tampoco molestarse en explicárselo.
No todas entienden lo que sucede. No todas comprenden lo que hacen. Y como ella ha ordenado, el assassin empieza a avanzar para perderse en el bosque buscando otro lugar alejado de la fémina para seguir entrenando. De preferencia, lo más alejado de ésta.
El espacio-tiempo, esa corriente fluida y constante, se detiene para darle una oportunidad de encontrar cuál fue el error cometido. Analizar el pasado hasta descubrir que ella lleva ahí más tiempo de lo que él pudo notar, inmerso en su entrenamiento y a su introspección. La postura de la mujer parece asombrada en sus recuerdos, antes de que la daga despegara cual bólido a toda velocidad para desgarrar el tronco y quedarse atrapada en su cuerpo como una cobra en las manos de su encantador. La mordida fue imposible de evitar, más está ahora contenida entre la madera transformándola de un ser mortal a un simple objeto sin finalidad.
La otra abre la boca emitiendo palabras histéricas. Por un momento, le da la razón si es que no ha venido a hacer más que echarse sobre la hierba como lo denotan las hojas en sus prendas y algunas hebras de su guedeja fuera de lugar. La voz en sus oídos es imposible de soportar. Por inercia, se acerca paso a paso. Esta vez su concentración es total. Escucha cada parte del bosque, cada sonido es atrapado y digerido como si fuese un alimento provechoso. La contextura del hombre va cambiando conforme sus pies se adelantan el uno del otro. Los músculos van moviéndose denotando su poder físico.
Llega al lado de ella, superando su distancia y más hasta llegar al árbol y desprenderlo de la daga que ahora sólo es un simple objeto que no hará daño. En sus manos, sin embargo, torna de nuevo a ser una cobra lista para el ataque. La guarda en su cinturón y deshace sus pasos, dirigiéndose a sus cosas. Tomando la mochila, se la echa a la espalda. No tiene que brindarle una sola palabra a aquélla histérica. Las mujeres de The League habrían entendido que estaban interrumpiendo un entrenamiento. No se puede exigir demasiado de las europeas, como tampoco molestarse en explicárselo.
No todas entienden lo que sucede. No todas comprenden lo que hacen. Y como ella ha ordenado, el assassin empieza a avanzar para perderse en el bosque buscando otro lugar alejado de la fémina para seguir entrenando. De preferencia, lo más alejado de ésta.
Jared Riverwind- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 26/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
Los pasos de aquel psicópata del cuchillo se acercaban con seguridad hacia mi posición, cruzando la vereda del río sin que una sola palabra saliese de sus labios, sin cruzar siquiera una mirada con mi persona que me indicase cuales eran sus intenciones conmigo. ¿Acaso vendría a terminar lo que había intentado con su fallido lanzamiento? Me planteé durante unos segundos si aquel cambiante, pues esa era su naturaleza indicada por su aura, podría haber sido contratado para mi búsqueda y captura, más fue cuando recordé sus preguntas sobre mi presencia en el lugar y que me había realizado minutos antes, lo que me dejaron claro que desconocía quien era yo, y mi crimen cometido meses antes. En ese sentido podía estar tranquila.
Cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaron, mis niveles de adrenalina se dispararon y todo mi ser se preparó para lo peor; un posible ataque de aquel hombre que me sacaba una considerable altura y por supuesto su fuerza sería incomparable a la mía. Estaba perdida, y si su objetivo era darme caza, estaba lo suficientemente lejos de la civilización como para no salir con vida de aquel encuentro. Más sorprendiéndome de nuevo, cuando fui capaz de sentir su calor pasando a escasos centímetros por mi lado, cuando su olor impregnó cada uno de mis sentidos, el hombre continuó su camino impasible por mi presencia, el mismo camino que había recorrido su daga, alejándose tras de mí, que estupefacta fui incapaz de seguirlo con la mirada. Mi cuerpo se relajó, quizás estuviese equivocada.
Enarqué una ceja confundida ¿pero no venía a matarme? Giré sobre mis talones con disimulo, y observé como recuperaba su arma hundida todavía en la corteza de aquel árbol que había sufrido un daño que iba dirigido a mí. Y de la misma forma en la que había venido, volvió sobre sus pasos, alejándose sin dirigir una palabra, sin ni quiera una mirada. No sabía si lo que más me cabreaba era que le resultase indiferente mi presencia, o el hecho de que no fuese capaz de pedirme disculpas por sus actos y sus palabras.
Resoplé ofuscada cuando vi como se marchaba, dándome la espalda y dirigiendo sus pasos hacia sus pertenencias que parecían estar apoyadas en un árbol. ¿Ya está? ¿Te lanzo un cuchillo, te chillo y luego me marcho? Entonces me replanteé la situación de otra forma ¿Y si había sido yo quien había sido la que había obrado mal? ¿Y si simplemente aquel hombre se había asustado con mi presencia y el lanzamiento de la daga solo había sido un aviso?
- Perdona, quizás no hayamos empezado con buen pie.- apunté cuando tras cargar con su mochila observé como se marchaba.- Mi nombre es Larissa, y solo disfrutaba de un rato de tranquilidad, siento si te he incomodado con algo. Acabo de llegar a París y los viajes me alteran mucho.
Esperé que se girase, que volviese sobre sus pasos y quizás una disculpa por aquel gesto que casi me deja sin oreja. No sabía el por qué necesitaba arreglar las cosas, pero sí que no quería que una posible amistad quedase relegada a la nada por un malentendido. Aquel cambiante era una contradicción en sí misma, y yo me había propuesto descubrir el por qué.
Cada uno de los músculos de mi cuerpo se tensaron, mis niveles de adrenalina se dispararon y todo mi ser se preparó para lo peor; un posible ataque de aquel hombre que me sacaba una considerable altura y por supuesto su fuerza sería incomparable a la mía. Estaba perdida, y si su objetivo era darme caza, estaba lo suficientemente lejos de la civilización como para no salir con vida de aquel encuentro. Más sorprendiéndome de nuevo, cuando fui capaz de sentir su calor pasando a escasos centímetros por mi lado, cuando su olor impregnó cada uno de mis sentidos, el hombre continuó su camino impasible por mi presencia, el mismo camino que había recorrido su daga, alejándose tras de mí, que estupefacta fui incapaz de seguirlo con la mirada. Mi cuerpo se relajó, quizás estuviese equivocada.
Enarqué una ceja confundida ¿pero no venía a matarme? Giré sobre mis talones con disimulo, y observé como recuperaba su arma hundida todavía en la corteza de aquel árbol que había sufrido un daño que iba dirigido a mí. Y de la misma forma en la que había venido, volvió sobre sus pasos, alejándose sin dirigir una palabra, sin ni quiera una mirada. No sabía si lo que más me cabreaba era que le resultase indiferente mi presencia, o el hecho de que no fuese capaz de pedirme disculpas por sus actos y sus palabras.
Resoplé ofuscada cuando vi como se marchaba, dándome la espalda y dirigiendo sus pasos hacia sus pertenencias que parecían estar apoyadas en un árbol. ¿Ya está? ¿Te lanzo un cuchillo, te chillo y luego me marcho? Entonces me replanteé la situación de otra forma ¿Y si había sido yo quien había sido la que había obrado mal? ¿Y si simplemente aquel hombre se había asustado con mi presencia y el lanzamiento de la daga solo había sido un aviso?
- Perdona, quizás no hayamos empezado con buen pie.- apunté cuando tras cargar con su mochila observé como se marchaba.- Mi nombre es Larissa, y solo disfrutaba de un rato de tranquilidad, siento si te he incomodado con algo. Acabo de llegar a París y los viajes me alteran mucho.
Esperé que se girase, que volviese sobre sus pasos y quizás una disculpa por aquel gesto que casi me deja sin oreja. No sabía el por qué necesitaba arreglar las cosas, pero sí que no quería que una posible amistad quedase relegada a la nada por un malentendido. Aquel cambiante era una contradicción en sí misma, y yo me había propuesto descubrir el por qué.
Larissa- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 39
Fecha de inscripción : 21/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
Si bien es cierto que la mayor parte de las personas se encuentran atadas a la realidad y a los objetos, hay otras que parecen apreciar más el hecho de alejarse de éstos para unirse a los seres humanos. Unas más, indican con el dedo índice estirado, acusador y tembloroso, que las divinidades supremas se llamen como les quieran denominar, son los que deberían primar en esta existencia. Para Jared, que ha vivido más que un hombre cualquiera, nada de ésto puede calzarle cual anillo al dedo.
¿Entonces? En tanto algunos se enloquecen por ser parte de una sociedad que a medias los acepta, a medias los desprecia y todo es esa constante "a medias". Jared ha nacido y crecido en un núcleo donde los ideales son los que priman. Las etiquetas de esta sociedad europea son despreciadas como el polvo en las botas. No hay manera entonces, de que un hombre como él se preocupe por lo que una mujer simple y llana pueda pensar de él o desee de él. Esa mujer en el claro del bosque ha sido explícita: el deseo de que la deje sola es cumplido. Y para la ironía de la situación o quizá el cinismo inmerso en cada parte de Jared, es que ahora parece trastocar sus deseos. Sí, ella. Sí, tan dispersa como un gato.
Y ahora quiere platicar. Un sonido socarrón emerge de la garganta masculina en tanto la ignora por completo. ¿No quería que le dejara sola? ¿Por qué cambia de parecer como hoja al viento de dirección?
La mochila bien ajustada en la espalda, su peso contra el hombro es suficiente para seguir avante hacia la orilla del río que puede escucharse a la distancia. Lo que necesita es refrescarse el cuerpo y la cabeza ya sudada para ver más claras las cosas. No logra comprender demasiado a las hembras europeas. Al menos las de The League son más constantes en sus determinaciones. Paso a paso, las hojas de los árboles van permitiendo que algunos rayos del sol caigan contra su piel iluminándola y por supuesto, al sendero. Sus botas siguen dando zancadas que quizá no cualquiera pueda seguir.
¿Que es un patán? Si comprendiera la definición europea de esa palabra, podría defenderse. Ahora sólo se limita a encogerse de hombros en tanto su velocidad aumenta hasta que... abrupto, sus pies se detienen uno contra el otro en tanto sus ojos recorren la inmensidad del lugar, esperando escuchar de nueva cuenta lo que le hizo parar. Cada parte de los vellos de su piel van erizándose. Hay algo por ahí que podría no ser tan bueno. Un brillo emerge de su cinturón en tanto juguetea con la daga en mano esperando una respuesta a su silencio. Un sonido nuevo para detectar al intruso y está casi seguro que la mujer que dejó atrás, no es quien ahora lo acecha. Corrección... los acecha.
¿Entonces? En tanto algunos se enloquecen por ser parte de una sociedad que a medias los acepta, a medias los desprecia y todo es esa constante "a medias". Jared ha nacido y crecido en un núcleo donde los ideales son los que priman. Las etiquetas de esta sociedad europea son despreciadas como el polvo en las botas. No hay manera entonces, de que un hombre como él se preocupe por lo que una mujer simple y llana pueda pensar de él o desee de él. Esa mujer en el claro del bosque ha sido explícita: el deseo de que la deje sola es cumplido. Y para la ironía de la situación o quizá el cinismo inmerso en cada parte de Jared, es que ahora parece trastocar sus deseos. Sí, ella. Sí, tan dispersa como un gato.
Y ahora quiere platicar. Un sonido socarrón emerge de la garganta masculina en tanto la ignora por completo. ¿No quería que le dejara sola? ¿Por qué cambia de parecer como hoja al viento de dirección?
La mochila bien ajustada en la espalda, su peso contra el hombro es suficiente para seguir avante hacia la orilla del río que puede escucharse a la distancia. Lo que necesita es refrescarse el cuerpo y la cabeza ya sudada para ver más claras las cosas. No logra comprender demasiado a las hembras europeas. Al menos las de The League son más constantes en sus determinaciones. Paso a paso, las hojas de los árboles van permitiendo que algunos rayos del sol caigan contra su piel iluminándola y por supuesto, al sendero. Sus botas siguen dando zancadas que quizá no cualquiera pueda seguir.
¿Que es un patán? Si comprendiera la definición europea de esa palabra, podría defenderse. Ahora sólo se limita a encogerse de hombros en tanto su velocidad aumenta hasta que... abrupto, sus pies se detienen uno contra el otro en tanto sus ojos recorren la inmensidad del lugar, esperando escuchar de nueva cuenta lo que le hizo parar. Cada parte de los vellos de su piel van erizándose. Hay algo por ahí que podría no ser tan bueno. Un brillo emerge de su cinturón en tanto juguetea con la daga en mano esperando una respuesta a su silencio. Un sonido nuevo para detectar al intruso y está casi seguro que la mujer que dejó atrás, no es quien ahora lo acecha. Corrección... los acecha.
Jared Riverwind- Cambiante Clase Alta
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 26/09/2016
Re: Un nuevo amanecer [Privado]
Completamente desconcertada me quedé cuando en lugar de sucederse esa disculpa que esperaba por tan desafortunado encuentro entre los dos, iniciado por aquel extraño cambiante y que había propiciado que mis palabras saliesen de forma poco educada de mis labios, lo único que obtuve de él fue un sonido ronco de su garganta, como si el simple hecho de querer arreglar una actuación que era reprochable por ambas partes fuese un insulto para él.
Desde luego que aquel ser no estaba bien de la cabeza; quizás se habría caído de la cuna cuando era pequeño, y tras un grave traumatismo en el cerebro se había quedado así. Allá de donde yo venía, y prácticamente en casi todo el mundo, cuando alguien te ofrece sus disculpas, que menos que aceptarlas. Pero no, aquel cambiante optó por acomodarse la mochila que portaba a la espalda, y continuar con su camino de vuelta hacía la otra vereda del río.
He de reconocer que me sentía ofuscada, que mi mayor impulso en esos momentos era coger una piedra del suelo y lanzársela a la cabeza, esperando tener el tino suficiente para dar en el blanco y que el cambiante recuperase la educación que había perdido en alguna parte del camino, más me acordé entonces de que él en lugar de piedras portaba afiladas dagas, y me contenté con refunfuñar en voz baja y desahogarme pronunciando todo tipo de improperios hacia su persona.
De nuevo iba a acostarme en la hierba, esperando poder olvidar lo sucedido y disfrutar de los pocos rayos de sol que acariciaban mi piel, cuando escuché un extraño sonido al lado derecho de donde me encontraba. Localicé al cambiante, cercionándome que estaba situado a escasos metros de donde lo había visto la última vez, y que como yo, se mantenía expectante ante un ruido que sin duda no pertenecía a ninguno de los dos, y que por la tensión de sus músculos, no presentía nada bueno.
Busqué con la mirada el lugar de proveniencia de aquel sonido que no parecía repetirse, pero que sin duda ahora que mis sentidos estaban fijados hacia aquella zona, algo se escondía de nosotros. ¿Se escondía o nos acechaba con la idea de atacarnos en el momento idóneo?
No pensaba esperar que me capturasen o me diesen caza, así que sin más dilación empecé a deshacerme de la ropa que cubría mi cuerpo. Lo cierto es que era un incordio tener que estar comprándome ropa cada vez que me transformaba en un gran felino, y las últimas veces que lo había hecho, si gozaba de tiempo suficiente, prefería conceder un par de minutos a desnudarme y conservar así la ropa para poder vestirme después al volver a la forma humana.
Con rapidez me deshice de la falda y el corsé que me oprimía mi cuerpo, doblándolos con cuidado para colocar después toda mi ropa y mis zapatos escondidos en un arbusto donde después acudiría a buscarlos. Tomé aire y me quité entonces las braguitas de encaje, colocándolas en el mismo escondite que el resto de mis pertenencias, transformándome después en una enorme pantera negra de ojos verdes que agazapada entre la hierba esperaba volver a sentir ese sonido que me llevaría directamente hacía el lugar de ese cazador que se acababa de convertir en presa.
Desde luego que aquel ser no estaba bien de la cabeza; quizás se habría caído de la cuna cuando era pequeño, y tras un grave traumatismo en el cerebro se había quedado así. Allá de donde yo venía, y prácticamente en casi todo el mundo, cuando alguien te ofrece sus disculpas, que menos que aceptarlas. Pero no, aquel cambiante optó por acomodarse la mochila que portaba a la espalda, y continuar con su camino de vuelta hacía la otra vereda del río.
He de reconocer que me sentía ofuscada, que mi mayor impulso en esos momentos era coger una piedra del suelo y lanzársela a la cabeza, esperando tener el tino suficiente para dar en el blanco y que el cambiante recuperase la educación que había perdido en alguna parte del camino, más me acordé entonces de que él en lugar de piedras portaba afiladas dagas, y me contenté con refunfuñar en voz baja y desahogarme pronunciando todo tipo de improperios hacia su persona.
De nuevo iba a acostarme en la hierba, esperando poder olvidar lo sucedido y disfrutar de los pocos rayos de sol que acariciaban mi piel, cuando escuché un extraño sonido al lado derecho de donde me encontraba. Localicé al cambiante, cercionándome que estaba situado a escasos metros de donde lo había visto la última vez, y que como yo, se mantenía expectante ante un ruido que sin duda no pertenecía a ninguno de los dos, y que por la tensión de sus músculos, no presentía nada bueno.
Busqué con la mirada el lugar de proveniencia de aquel sonido que no parecía repetirse, pero que sin duda ahora que mis sentidos estaban fijados hacia aquella zona, algo se escondía de nosotros. ¿Se escondía o nos acechaba con la idea de atacarnos en el momento idóneo?
No pensaba esperar que me capturasen o me diesen caza, así que sin más dilación empecé a deshacerme de la ropa que cubría mi cuerpo. Lo cierto es que era un incordio tener que estar comprándome ropa cada vez que me transformaba en un gran felino, y las últimas veces que lo había hecho, si gozaba de tiempo suficiente, prefería conceder un par de minutos a desnudarme y conservar así la ropa para poder vestirme después al volver a la forma humana.
Con rapidez me deshice de la falda y el corsé que me oprimía mi cuerpo, doblándolos con cuidado para colocar después toda mi ropa y mis zapatos escondidos en un arbusto donde después acudiría a buscarlos. Tomé aire y me quité entonces las braguitas de encaje, colocándolas en el mismo escondite que el resto de mis pertenencias, transformándome después en una enorme pantera negra de ojos verdes que agazapada entre la hierba esperaba volver a sentir ese sonido que me llevaría directamente hacía el lugar de ese cazador que se acababa de convertir en presa.
Larissa- Cambiante Clase Baja
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