AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Antes del amanecer [privado]
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Antes del amanecer [privado]
“La oscuridad lo cubría mientras corría a través del enramado de callejones oscuros formados por los arboles que formaban los bosques que rodeaban la villa, la incertidumbre burlándose de él en cada esquina. El olor a miedo hormigueaba sus sentidos, el excesivo y repulsivo sudor, se burlaba de él por el hecho de que era el suyo. El depredador dentro de él luchaba en su mente desesperadamente por salir, deseando la gloria de la cacería, anhelando cazar en lugar de escapar. Su lobo ansiaba la violencia y el poder, le instaba a defender su tierra a atacar, pero Remy luchaba, sabiendo que sería inútil. A pesar del hecho de que la luna llena iluminaba la ciudad ante él, el lobo dentro de él no podía ser libre, así que Remy continuaba corriendo, ignorando a la bestia, el hambre y el deseo de sangre. Corrió…corrió no entendía como es que había sucedido y justo cuando viro la vista para buscar lo de lo que huía lo vio estaba ahí y entonces…”
Remington despertó con el sudor frio recorriéndole la espalda, hacia años que no tenia pesadillas de aquel tipo, pesadillas de cuando aun era humano, con el cuerpo de un joven incapaz de proteger las cosas que amaba, las cosas preciadas que debía proteger. Se levanto pesadamente y observo la luna a pocos días de ser llena a través de los vidrios de la ventana, estaba en parís y la luna seguía siendo igual de hermosa que en la villa, tomo aire y se vistió, le gustaba dormir desnudo pero ahora mismo necesitaba un paseo que despejase su mente antes de poder volver a la cama. Vistiéndose salio de la pequeña posada cerca de las afueras en la que se habia hospedado, de viajar solo o con kota tal cosa no abría sido necesaria pero estando melonee con ellos, habia cosas que debía tener en cuenta y su mediana comodidad era una de esas cosas.
Salio a la noche fría, el aire golpeo su rostro pero sus ropas le protegían en contra de las inclemencias del clima, sabia que en la actualidad sus ropas no eran consideradas agradables pero eran las ropas que dignamente portaba su gente, sus compañeros lobos, aquellos que no eran humanos habia donado su piel cuando ya eran demasiado viejos para cazar y sus espíritus les protegían. La que el usaba en ocasiones especiales era la de uno de los mas enormes Timber que habia visto antes, guiándose por sus sentidos busco el final de la civilización un camino rural hacia arboles y campo abierto, necesitaba el aire limpio y el roció de la noche, el silencio entre los arboles y el susurro del viento para que su alma estuviese tranquila. Después de varias calles, en las que las construcciones se iban haciendo mas pequeñas y miserables puso ver lo que buscaba la ciudad mermaba, comenzaban a olerse los pinos y el suelo húmedo, cada vez más fuerte, la superficie liza disminuía gradualmente facilitando el camino bajo sus pies. Luego, el camino se torció hacia la izquierda y dejó de ser un sendero rural, transformándose en un camino que conducía a las afueras, esto era lo que necesitaba, emprendiendo carrera se perdió mas alla del camino hacia los arboles, por entre ellos, corrió varios minutos asta que su cuerpo comenzó a entrar en calor, el era un cazador y la actividad física tenia un significado muy diferente al que podia tener en el mundo humano. Sintiéndose ya rodeado de arboles se detuvo y el viento golpeo su rostro alejando la pesadilla y recordándole que no era mas un adolecente al que su padre habia tenido que proteger, habia crecido fuerte y bajo las leyes de su pueblo se habia vuelto un buen líder y el venir a parís era lo que habia tenido que hacer. Su pueblo era fuerte, los habia dirigido bien, estarían perfectamente a salvo en su ausencia. Miro a su alrededor y vio el destello de agua entre los arboles, a la distancia y camino hacia ella, encontrando al final del camino una extensión grande de agua, era una laguna, aprovecharía para beber algo de agua. Se habia agachado en la orilla cuando sus instintos le alertaron, solto un bajo gruñiso y se quedo quieto, la lagua atraía muchos animales en las noches, puede que sus sentidos solo estuviesen sobre reaccionando y todo estuviese bien…pero no quería arriesgarse- hay alguien ahí?- pregunto en voz alta.
Remington Talbot Colton- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Entre sombras, fantasmas y el aullido del viento, Astarté perseguía el rastro de su siguiente víctima. El animal se movía montaña arriba, sus patas temblaban por el susto pero aún así no podía dejar de correr, su vida estaba en juego. La mirada de la lupina, se perdió durante un segundo en el firmamento, mismo que, ocultando la luz de la luna, le hacía casi imposible aquel juego de cacería. Olfateó el olor del animal, una esencia salvaje pero inocente y temerosa; la sangre que era bombeada por su corazón hasta sus venas, fue derrapada con una herida no muy profunda gracias a esa flecha que arrojó contra su presa. Falló. Aunque resultaba ser un ciervo, le fue interesante practicar sus habilidades con un animal como él. Lo perseguía como si se tratase de cualquier otro vampiro y, lo acechaba como al enemigo. Había estado en la ciudad de Paris la mayor parte del día pero la verdad es que no se sentía cómoda paseando en sus calles con toda pomposa gente clavando su mirada sobre el escuálido cuerpecillo de la joven. El frío tacto de los demás le recordó que ya no estaba en casa y, por una extraña razón, en el bosque volvía a sentir el calor de un hogar.
Sonrió ladina al escuchar las patas del ciervo alejarse en medio de la obscuridad y con el sigilo de un ave, lo persiguió hasta una delicada cueva. Ahí, una de sus flechas atravesó el torso del animal sin hacerlo sufrir demasiado pues ahora comprendía la naturaleza mejor que nunca. Su padre, siempre le mostro que habría que dar gracias por los frutos que se recogen de la tierra. Así lo hizo. No era un acto de oración para el dios que todas las personas religiosas siguen, a diferencia de los humanos comunes y corrientes, ella adoraba a Gaia y a Seleste, las únicas diosas que merecían ser adoradas como tales. Cargó el cadáver de la bestia sobre su espalda y se dispuso a caminar hasta la laguna en donde podría rebanar la piel, limpiar la carne y hace una fogata en las cercanías para alimentarse y pasar la noche. No tuvo que caminar demasiado y técnicamente el cuerpo no le pesaba ¿Sería acaso por la fuerza adquirida con la conversión o sólo el hecho de que se trataba de un pequeño ciervo? Prefería ignorar la respuesta a sus dudas; por más que se preguntara una y otra vez sobre lo mismo, no habría nadie a su alrededor para que se las respondiera. Sabía que necesitaba ayuda, pero tenía miedo pedirla, tenía un miedo equiparable a la pérdida y eso la detenía a intentar cualquier contacto.
Tras varios minutos de caminata, se abrió frente a ella una colosal fuente de agua. Las nubes se reflejaban en la superficie y parecía ser un abismo infinito, la entrada al infierno o la caía hacia la muerte sin retorno. Se deshizo del cuerpo colocándolo en el suelo, para después buscar entre sus cosas una cuerda, un poco de alcohol y un trozo de tela para encender una antorcha y con ella la fogata que le serviría como fuente calor en esa obscura y poco gélida noche. El rocío había bañado los troncos, la humedad podía percibirse con tan sólo aspirar el aire alrededor de la laguna. Una sensación indescriptible se apoderó de ella, una sensación de paz, tranquilidad y desconcierto a la vez. Se inclinó hacia delante para coger el cuerpo y comenzar a desollarlo, en ese preciso momento alguien habló. Creía que estaba completamente sola. Sus sentidos se agudizaron, sus reflejos se movieron más rápido de lo que su cerebro pensaba y, sin sospechar cómo o cuñando, Astarté se encontró a si misma con el arco y las flechas apuntando en dirección a donde provenía la voz –Cuidado hacia donde caminas, muchacho. Podría ser tu último paso- Advirtió escondida entre la maleza. Hubiese preferido quedarse callada y que el joven se retirara al saberse sólo con la esquizofrenia, pero estaba segura que vería el ciervo y las huellas que ella misma había dejado minutos atrás. Porque sólo había dos clases de personas en el bosque a esas horas y solo, se trataba de un loco o un cazador experto…
Sonrió ladina al escuchar las patas del ciervo alejarse en medio de la obscuridad y con el sigilo de un ave, lo persiguió hasta una delicada cueva. Ahí, una de sus flechas atravesó el torso del animal sin hacerlo sufrir demasiado pues ahora comprendía la naturaleza mejor que nunca. Su padre, siempre le mostro que habría que dar gracias por los frutos que se recogen de la tierra. Así lo hizo. No era un acto de oración para el dios que todas las personas religiosas siguen, a diferencia de los humanos comunes y corrientes, ella adoraba a Gaia y a Seleste, las únicas diosas que merecían ser adoradas como tales. Cargó el cadáver de la bestia sobre su espalda y se dispuso a caminar hasta la laguna en donde podría rebanar la piel, limpiar la carne y hace una fogata en las cercanías para alimentarse y pasar la noche. No tuvo que caminar demasiado y técnicamente el cuerpo no le pesaba ¿Sería acaso por la fuerza adquirida con la conversión o sólo el hecho de que se trataba de un pequeño ciervo? Prefería ignorar la respuesta a sus dudas; por más que se preguntara una y otra vez sobre lo mismo, no habría nadie a su alrededor para que se las respondiera. Sabía que necesitaba ayuda, pero tenía miedo pedirla, tenía un miedo equiparable a la pérdida y eso la detenía a intentar cualquier contacto.
Tras varios minutos de caminata, se abrió frente a ella una colosal fuente de agua. Las nubes se reflejaban en la superficie y parecía ser un abismo infinito, la entrada al infierno o la caía hacia la muerte sin retorno. Se deshizo del cuerpo colocándolo en el suelo, para después buscar entre sus cosas una cuerda, un poco de alcohol y un trozo de tela para encender una antorcha y con ella la fogata que le serviría como fuente calor en esa obscura y poco gélida noche. El rocío había bañado los troncos, la humedad podía percibirse con tan sólo aspirar el aire alrededor de la laguna. Una sensación indescriptible se apoderó de ella, una sensación de paz, tranquilidad y desconcierto a la vez. Se inclinó hacia delante para coger el cuerpo y comenzar a desollarlo, en ese preciso momento alguien habló. Creía que estaba completamente sola. Sus sentidos se agudizaron, sus reflejos se movieron más rápido de lo que su cerebro pensaba y, sin sospechar cómo o cuñando, Astarté se encontró a si misma con el arco y las flechas apuntando en dirección a donde provenía la voz –Cuidado hacia donde caminas, muchacho. Podría ser tu último paso- Advirtió escondida entre la maleza. Hubiese preferido quedarse callada y que el joven se retirara al saberse sólo con la esquizofrenia, pero estaba segura que vería el ciervo y las huellas que ella misma había dejado minutos atrás. Porque sólo había dos clases de personas en el bosque a esas horas y solo, se trataba de un loco o un cazador experto…
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Contaban los ancianos que en algún tiempo había existido el lobo y en sus fauces mantenía escondida a la luna, un día el animal se sintió tan curioso del brillo que desprendía la luna, aquel que todos admiraban cuando abría la boca que fue al lado y abrió sus fauces intentando poder ver la increíble belleza de la que siendo portador jamás había visto. El resultado fue que abrió tanto sus fauces que la luna escapo y se estampó en lo alto del firmamento, desde entonces lo lobos aullaban a la luna, con la añoranza de la pertenencia y la lejanía, desde entonces también a una noche oscura se le llamaba “como boca de lobo” y en esos instantes creía entender la referencia. Cuando la nubes cubrieron a su madre en los cielos la voz de su compañera en aquella noche pudo llegar hasta sus oídos, tal como estaba había escuchado la voz desde su costado izquierdo, se quedo quieto, cual buen cazador valorando la situación, los vientos siendo nobles con el licanos movieron las caprichosas nubes que infames intentaban cubrir el baño d luz de su madre sobre la tierra.
Solo la vista del licano se movió y a sus ojos destaco el brillo mortal y apagado de una punta de flecha, mirando a su adversario con cuidado el cuerpo de un ciervo se dibujo a sus pies… se trataba de una cazadora acaso? Con cuidado se giro, quedando de frente a la mujer y clavo sus ojos en ella, tenia un cuerpo grande, era mas alto que el po rmedio pero pese a lo que los demás pudiesen creer no era un hombre lento en absoluto, sus reflejos y sus sentidos estaban mucho mas desarrollados que un licano común. Ser el líder de su clan lo requerían.
-no busco enfrentamiento alguno.
Hablo con voz segura, nunca era bueno mostrar debilidad alguna, el viento soplo nuevamente, suave y ligero, apenas una brilla nocturna y los aromas que se mesclaban en el ambiente llenaron sus sentidos, ella era un lobo como el… dudo por un segundo pese a que no lo demostró, seria acaso posible que sus sentidos se confundieran con un cambiante lobo? Quizás con un cazador? Analizo nuevamente lo que percibía y decidió que no había equivocación. En la villa vivían tanto humanos como cambiantes, ellos podían tener un aroma similar por la convivencia diaria por su oficio o por su propia naturaleza…pero no era el mismo tipo de aroma. Dio un paso al frente, la mirada clavada en su compañera y hablo.
-eres una hija de la luna…como yo. No busco dañarte, solo estoy de paso
Aclaro, no había notado ninguna marca de territorio, aquellos bosques, la cercanía de la laguna no tenían ninguna marca territorial pero era posible que los lobos franceses no usaren las mismas técnicas que ellos, parecía una idea algo extraña pero no podía descartar la idea. Nunca aun siendo lo que era entraría a territorio de otro clan sin el debido permiso. Si lo había hecho tendría que aclarar las cosas.
Solo la vista del licano se movió y a sus ojos destaco el brillo mortal y apagado de una punta de flecha, mirando a su adversario con cuidado el cuerpo de un ciervo se dibujo a sus pies… se trataba de una cazadora acaso? Con cuidado se giro, quedando de frente a la mujer y clavo sus ojos en ella, tenia un cuerpo grande, era mas alto que el po rmedio pero pese a lo que los demás pudiesen creer no era un hombre lento en absoluto, sus reflejos y sus sentidos estaban mucho mas desarrollados que un licano común. Ser el líder de su clan lo requerían.
-no busco enfrentamiento alguno.
Hablo con voz segura, nunca era bueno mostrar debilidad alguna, el viento soplo nuevamente, suave y ligero, apenas una brilla nocturna y los aromas que se mesclaban en el ambiente llenaron sus sentidos, ella era un lobo como el… dudo por un segundo pese a que no lo demostró, seria acaso posible que sus sentidos se confundieran con un cambiante lobo? Quizás con un cazador? Analizo nuevamente lo que percibía y decidió que no había equivocación. En la villa vivían tanto humanos como cambiantes, ellos podían tener un aroma similar por la convivencia diaria por su oficio o por su propia naturaleza…pero no era el mismo tipo de aroma. Dio un paso al frente, la mirada clavada en su compañera y hablo.
-eres una hija de la luna…como yo. No busco dañarte, solo estoy de paso
Aclaro, no había notado ninguna marca de territorio, aquellos bosques, la cercanía de la laguna no tenían ninguna marca territorial pero era posible que los lobos franceses no usaren las mismas técnicas que ellos, parecía una idea algo extraña pero no podía descartar la idea. Nunca aun siendo lo que era entraría a territorio de otro clan sin el debido permiso. Si lo había hecho tendría que aclarar las cosas.
Remington Talbot Colton- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Perspicacia, unos lo llamarán defecto, otros virtud. La loba es demasiado desconfiada del mundo, su pasado le dicta el tipo de acciones que debe seguir, sus sentidos las cosas que debe tomar en cuenta y su cabeza toma la decisión de hacerlo o no. Algo en su interior se removió como una serpiente sobre la arena. Dobló el brazo y bajó el arco para enfocar al joven con ambas pupilas. Suspiró. Los humanos no deberían adentrarse al bosque a esas horas de la noche y mucho menos jugar a perderse en sus entrañas para buscar un poco de adrenalina invocando a las criaturas de la obscuridad. Las bestias saltan desde cualquier ángulo y no importa que tan rápido o fuerte se sea, contra el poderío de lo sobrenatural, los mortales no tienen ventaja. Ella mejor que nadie conoce las leyendas, ella mejor que nadie sabe la capacidad de desastre que un simple condenado puede hacer, independientemente de la raza que se trate, si su corazón está maldito, cualquiera podría ser su siguiente víctima. –El lobo siempre se disfraza de oveja- Comentó saliendo de su escondite con precaución. La ceja arqueada, los labios torcidos en una mueca desfigurada. Su semblante era como el de aquel viejo anciano que estudia el comportamiento de los animales en el campo. Así era ella, una mujer dubitativa pero calculadora que sólo espera la mínima señal para actuar. Cualquier movimiento inesperado y el joven se convertiría en los restos de…
Se quedó en silencio los segundos próximos hasta que él irrumpió con su voz. ¿Qué había dicho? Astarté frunció el ceño confundida por el comentario del extraño. Se quedó perpleja y detuvo su camino. Sus sentidos se alteraron, su oído percibió los latidos del corazón ajeno, sus esmeraldas pupilas trataron de observar cada imposible detalle en la composición del varón, pero sin duda alguna fue su olfato quien el proporcionó la mejor de las advertencias. Sí, algo en el aroma del individuo le sabía familiar, como si una especie de bruma se ciñera sobre ella ocultando la visión del camino regreso a su casa, pero sin hacerle olvidar que frente a ella se encuentra dicho sendero. Apretó los labios y negó con su cabeza. ¡Imposible! Llevó una de sus manos para acariciar la cien con la yema de sus dedos e inspiró profundamente. –Eso no significa que deba bajar la guardia- Lo apuntó con el arco. Ser de la misma raza no implica ser amigos de todos, los mortales se asesinan entre si ¿Por qué con los lupinos habría de ser diferente? Toda una vida cazando a criaturas sobrenaturales, jugando en su hogar a que eran más fuertes que todos, carcajeándose del destino y enfrentándose a la muerte. Todo tiene un final, un límite y ella lo conoció con la desaparición de su hermano y la conversión de si misma en eso que, por ahora, aborrece con el alma. Sus padres murieron y jamás lograron explicarle lo que implica ser miembro del clan Levèque o en su defecto, ser un Nahiara.
Se mordió el labio inferior esperando que sus instintos intercedieran por ella, pero estos se quedaron varados en algún lugar de la nada y sólo pudo suspirar en su ausencia. Bajó el arma nuevamente y admiró cada detalle en el chico. Le resultó atractivo y, eso es decir demasiado dado que no había podido sentirse de esa manera tiempo atrás, sólo el apego que tenía con su hermano mayor y, como revelación paradójica, la imagen de él apareció en el rostro del extraño. Los vellos de su piel se erizaron por completo, sus pupilas se dilataron y expió un grito ahogado en recuerdos. Retrocedió dos pasos sacudiendo la cabeza, disolviendo así la imagen de Raven –Bien, sólo de paso no te detengo más. Anda, puedes retirarte.- Musitó bajando la mirada e indicando con el arco el camino para que se desvaneciera entre la maleza del lugar. Entonces recordó el ciervo y su estómago gruñó de hambruna. Tenía que reconocerlo y, por más famélica que estuviese un ciervo completo era demasiado para ella –Aunque… puedo invitarte a cenar si quieres- Se encogió de hombros desviando la mirada hasta el cadáver. –Pero eso no quiere decir que puedes tomarme confianza ¿Eh?- Lo amenazó. Es una chica difícil de tratar, pero no imposible.
Se quedó en silencio los segundos próximos hasta que él irrumpió con su voz. ¿Qué había dicho? Astarté frunció el ceño confundida por el comentario del extraño. Se quedó perpleja y detuvo su camino. Sus sentidos se alteraron, su oído percibió los latidos del corazón ajeno, sus esmeraldas pupilas trataron de observar cada imposible detalle en la composición del varón, pero sin duda alguna fue su olfato quien el proporcionó la mejor de las advertencias. Sí, algo en el aroma del individuo le sabía familiar, como si una especie de bruma se ciñera sobre ella ocultando la visión del camino regreso a su casa, pero sin hacerle olvidar que frente a ella se encuentra dicho sendero. Apretó los labios y negó con su cabeza. ¡Imposible! Llevó una de sus manos para acariciar la cien con la yema de sus dedos e inspiró profundamente. –Eso no significa que deba bajar la guardia- Lo apuntó con el arco. Ser de la misma raza no implica ser amigos de todos, los mortales se asesinan entre si ¿Por qué con los lupinos habría de ser diferente? Toda una vida cazando a criaturas sobrenaturales, jugando en su hogar a que eran más fuertes que todos, carcajeándose del destino y enfrentándose a la muerte. Todo tiene un final, un límite y ella lo conoció con la desaparición de su hermano y la conversión de si misma en eso que, por ahora, aborrece con el alma. Sus padres murieron y jamás lograron explicarle lo que implica ser miembro del clan Levèque o en su defecto, ser un Nahiara.
Se mordió el labio inferior esperando que sus instintos intercedieran por ella, pero estos se quedaron varados en algún lugar de la nada y sólo pudo suspirar en su ausencia. Bajó el arma nuevamente y admiró cada detalle en el chico. Le resultó atractivo y, eso es decir demasiado dado que no había podido sentirse de esa manera tiempo atrás, sólo el apego que tenía con su hermano mayor y, como revelación paradójica, la imagen de él apareció en el rostro del extraño. Los vellos de su piel se erizaron por completo, sus pupilas se dilataron y expió un grito ahogado en recuerdos. Retrocedió dos pasos sacudiendo la cabeza, disolviendo así la imagen de Raven –Bien, sólo de paso no te detengo más. Anda, puedes retirarte.- Musitó bajando la mirada e indicando con el arco el camino para que se desvaneciera entre la maleza del lugar. Entonces recordó el ciervo y su estómago gruñó de hambruna. Tenía que reconocerlo y, por más famélica que estuviese un ciervo completo era demasiado para ella –Aunque… puedo invitarte a cenar si quieres- Se encogió de hombros desviando la mirada hasta el cadáver. –Pero eso no quiere decir que puedes tomarme confianza ¿Eh?- Lo amenazó. Es una chica difícil de tratar, pero no imposible.
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Remy levanto las manos, mostrándolas indicando que no atacaría, muy a pesar de que fruncía el ceño y su lobo interior rasgaba por responder a la amenaza de la chica, el humano podía controlarse. Se sabía en tierras extrañas y debía ser cauteloso. Debía contener la impaciente necesidad de atacar a la portadora de la flecha que le apuntaba.
-No, no lo significa en absoluto, pero explica mi presencia en el bosque a estas horas, sentía la necesidad de dejar a mi cuerpo relajarse, de correr y de respirar a profundidad.
La vio dudar, la vio mantener la flecha apuntando en su dirección y no dijo nada, espero y se mantuvo tranquilo. Era un alfa y su presencia era hasta cierto punto amenazadora pero no podía confundirse con la intención de atacar, la chica parecía solo necesitar un indicio de que sería atacada para que sus sentidos se volviesen locos y buscara tener su cabeza. La observo y supo que ella no había sentido amenaza de el cuándo bajo el arco y le pidió que continuase con su camino. Obstinadamente el deseo de quedarse se revelo ante su incapacidad de seguir órdenes, mas no era un niño y nuevamente se contuvo. Su naturaleza era difícil pero su lado humano era también fuerte equilibrando las cosas y evitando hacerlo un salvaje dominador como lo había sido uno de sus antepasados la única mujer que había traído desgracia a su estirpe.
Se decidió a regresar a la posada pero sus pies tercos se negaron a moverse, tercamente se mantenían en su sitio, con su parte licana decidida a imponerse. Pero su orgullo paso a segundo termino cuando al no poder apartar la mirada de la chica le vio perderse en sus propios sentimientos, la reacción que vio en ella le recordó a los cachorros al intentar contener sus deseos después de la conversión, su pelea interna por no dejar dominar a la bestia y respetarla al mismo tiempo. Solo al ver su confusión noto por primera vez lo frágil que podía parecer el cuerpo de una mujer, la mirada de la chica era segura, su voz regia y su actitud y presencia eran la de un líder por lo que no le había parecido frágil en absoluto, solo perder de vista eso le había hecho notar lo pequeña que sin duda era a su lado. Pero los hombres eran incluso pequeños a su lado.
Se debatió entre buscar acercarse y alejarse, era un lobo como el pero al parecer no tenía una formación como el, se preguntó si sería acaso ella un lobo salvaje o un lobo solitario, algún accidente cometido por un lobo sin control de sus sentidos, sus pensamientos solo fueron interrumpidos con la invitación de la joven y se dijo que al menos, podría intentar hablar con ella, no había cosa que doliera más que ver a los cachorros perdidos y aunque ella no era un cachorro no se podría quedar tranquilo sin conocer su situación.
Asintió y se acercó donde ella levantando una ceja ante su ultimo comentario. Así que podían compartir la comida, ella ofrecía parte de su caza pero no debía tomarle confianza, parecía algo extraño, era una mujer complicada aquella, en su tribu compartir la caza era símbolo de hermandad y confianza, su gesto y sus palabras parecían contradictorias.
-no lo hare- acepto- no soy francés y no había visitado parís antes. Quisiera preguntarte ¿sabes cuáles son las leyes aquí entre licanos?
Bien podía saber si ella era una solitaria o pertenecía a alguna manada si contestaba, tal vez incluso informarse sobre cómo se llevaban las cosas en aquel sitio. Suponía que las leyes del primer concilio que aplicaban a su clan también deberían aplicar al resto de ellos, pero como en el suyo era posible que hubiesen leyes adicionales.
-No, no lo significa en absoluto, pero explica mi presencia en el bosque a estas horas, sentía la necesidad de dejar a mi cuerpo relajarse, de correr y de respirar a profundidad.
La vio dudar, la vio mantener la flecha apuntando en su dirección y no dijo nada, espero y se mantuvo tranquilo. Era un alfa y su presencia era hasta cierto punto amenazadora pero no podía confundirse con la intención de atacar, la chica parecía solo necesitar un indicio de que sería atacada para que sus sentidos se volviesen locos y buscara tener su cabeza. La observo y supo que ella no había sentido amenaza de el cuándo bajo el arco y le pidió que continuase con su camino. Obstinadamente el deseo de quedarse se revelo ante su incapacidad de seguir órdenes, mas no era un niño y nuevamente se contuvo. Su naturaleza era difícil pero su lado humano era también fuerte equilibrando las cosas y evitando hacerlo un salvaje dominador como lo había sido uno de sus antepasados la única mujer que había traído desgracia a su estirpe.
Se decidió a regresar a la posada pero sus pies tercos se negaron a moverse, tercamente se mantenían en su sitio, con su parte licana decidida a imponerse. Pero su orgullo paso a segundo termino cuando al no poder apartar la mirada de la chica le vio perderse en sus propios sentimientos, la reacción que vio en ella le recordó a los cachorros al intentar contener sus deseos después de la conversión, su pelea interna por no dejar dominar a la bestia y respetarla al mismo tiempo. Solo al ver su confusión noto por primera vez lo frágil que podía parecer el cuerpo de una mujer, la mirada de la chica era segura, su voz regia y su actitud y presencia eran la de un líder por lo que no le había parecido frágil en absoluto, solo perder de vista eso le había hecho notar lo pequeña que sin duda era a su lado. Pero los hombres eran incluso pequeños a su lado.
Se debatió entre buscar acercarse y alejarse, era un lobo como el pero al parecer no tenía una formación como el, se preguntó si sería acaso ella un lobo salvaje o un lobo solitario, algún accidente cometido por un lobo sin control de sus sentidos, sus pensamientos solo fueron interrumpidos con la invitación de la joven y se dijo que al menos, podría intentar hablar con ella, no había cosa que doliera más que ver a los cachorros perdidos y aunque ella no era un cachorro no se podría quedar tranquilo sin conocer su situación.
Asintió y se acercó donde ella levantando una ceja ante su ultimo comentario. Así que podían compartir la comida, ella ofrecía parte de su caza pero no debía tomarle confianza, parecía algo extraño, era una mujer complicada aquella, en su tribu compartir la caza era símbolo de hermandad y confianza, su gesto y sus palabras parecían contradictorias.
-no lo hare- acepto- no soy francés y no había visitado parís antes. Quisiera preguntarte ¿sabes cuáles son las leyes aquí entre licanos?
Bien podía saber si ella era una solitaria o pertenecía a alguna manada si contestaba, tal vez incluso informarse sobre cómo se llevaban las cosas en aquel sitio. Suponía que las leyes del primer concilio que aplicaban a su clan también deberían aplicar al resto de ellos, pero como en el suyo era posible que hubiesen leyes adicionales.
Remington Talbot Colton- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Complicada. Astarté no es una niña aunque su edad y su comportamiento lo demuestren. Las cosas que ha tenido que vivir los últimos años han dejado un poco corrupto su pensamiento. No es la clásica damisela en peligro y tampoco la princesa que confía de todo el mundo para que después le den una puñalada por la espalda, es mucho más que esas simplezas en su clasificación. No entra en las féminas hurañas y malagradecidas, quizá sí sea un poco gruñona e indiferente, pero la primera impresión nunca debe ser la que cuente. Suspiró. El joven no parecía ser un rival, mucho menos alguien que deseara herirla además… Abrió los ojos de golpe. Nuevamente su hermano había ocupado el rostro del extraño y le pareció un recuerdo doloso. Sus ojos se humedecieron lentamente hasta formar esa capa cristalina. Se limpió con una mano. Rugió y se dio la media vuelta andando hasta el cuerpo. Necesitaba destazarlo, quitarle la piel y por último encender una fogata y cocinarlo. Podía ser, en más de una ocasión le habría fascinado encontrar el sabor de la carne cruda en sus labios, pero no ahora, no en compañía ¿Sería eso asqueroso, repulsivo e insano? Sacudió la cabeza. Es evidente que no tenía la mínima idea de cómo ser un lupino o si quiera de querer serlo, ya había lastimado a gente en el pasado ¿Podría soportar hacerlo de nuevo? Suspiró.
-No lo sé- Respondió secamente inclinándose para cargar a su presa y arrastrarla hasta el pequeño montón de madera que había reunido previamente. Al erguirse recapacitó sobre sus palabras descorteces, tenía que decir algo más que un “No lo sé” el joven esperaba una respuesta amable de su parte y ella no podía quedarse ahí esperando que el silencio hiciera acto de presencia para amenizar la cena. Bufó. Conversar con un extraño a mitad de la nada en una tierra que desconoce, no es la mejor opción para pasar el rato o ¿Sí? Aspiró profundamente. -¡¿Esto es Paris?!- Preguntó un poco incrédula. Si antes él no había notado la novatada de Astarté, ahora lo haría. Frunció el ceño y miró a su alrededor. ¡Por supuesto! Había cruzado las montañas un día antes y ahora estaba más cerca de la ciudad, que antes. No había tenido la oportunidad de salir del bosque, pero si eso era Paris entonces, lo habría conseguido. Al menos, esa era la esperanza que una pobre muchacha de diecisiete años guardaba en su interior. Sus ojos se iluminaron repentinamente, volviendo ese tono esmeralda característico en los de su raza aún más lustroso, más vivo. Se emocionó. Durante un segundo, sopesó la idea de decirle que era nueva tanto en parís como lupina, pero seguramente si habría la boca más de lo debido, aquellas palabras fuesen utilizadas en su contra.
-Escucha, estoy sola. Desconozco las leyes entre ustedes o las de cualquier otro. No me interesa el territorio y no he conocido a nadie aparte de ti- Admitió encogiéndose de hombros. Sí, decirle sobre su soledad fue un error, así si él andaba acompañado podrían atacarla en cualquier momento, pero es una cazadora ¡Maldición! Algo de sus viejos trucos podría ayudarla, al menos estaba segura que en su pequeño bolso aún conservaba la plata con la cual se ata en las noches de luna llena. Torció los labios sacando una navaja del bolsillo en su pantalón. Arrastró el cuerpo hasta ella y comenzó a retirar la piel con sumo cuidado para no mancharla de sangre y no desperdiciarla, eso podría valer algo en alguna tienda en la ciudad. –Vaya ni siquiera sabía que me encontraba ya en Paris. Pero tranquilo, no es que los lupinos anden por ahí marcando territorio como los canes de verdad ¿Cierto?- Preguntó con ambas cejas arqueadas. Intentaba sonar convencida con lo que decía, sin embargo, fue un comentario extra para ver si podía sacar un poco de información sobre esa raza. Su comportamiento, las tradiciones y demás. Todo lo que sabía de ellos es que se trataban de monstruos y habría que exterminarlos. ¿Sería eso verdad? Ella aún no se convertía en una bestia por completo o ¿Sí? ¡Maldición Astarté, atacaste a tus hermanos!
-No lo sé- Respondió secamente inclinándose para cargar a su presa y arrastrarla hasta el pequeño montón de madera que había reunido previamente. Al erguirse recapacitó sobre sus palabras descorteces, tenía que decir algo más que un “No lo sé” el joven esperaba una respuesta amable de su parte y ella no podía quedarse ahí esperando que el silencio hiciera acto de presencia para amenizar la cena. Bufó. Conversar con un extraño a mitad de la nada en una tierra que desconoce, no es la mejor opción para pasar el rato o ¿Sí? Aspiró profundamente. -¡¿Esto es Paris?!- Preguntó un poco incrédula. Si antes él no había notado la novatada de Astarté, ahora lo haría. Frunció el ceño y miró a su alrededor. ¡Por supuesto! Había cruzado las montañas un día antes y ahora estaba más cerca de la ciudad, que antes. No había tenido la oportunidad de salir del bosque, pero si eso era Paris entonces, lo habría conseguido. Al menos, esa era la esperanza que una pobre muchacha de diecisiete años guardaba en su interior. Sus ojos se iluminaron repentinamente, volviendo ese tono esmeralda característico en los de su raza aún más lustroso, más vivo. Se emocionó. Durante un segundo, sopesó la idea de decirle que era nueva tanto en parís como lupina, pero seguramente si habría la boca más de lo debido, aquellas palabras fuesen utilizadas en su contra.
-Escucha, estoy sola. Desconozco las leyes entre ustedes o las de cualquier otro. No me interesa el territorio y no he conocido a nadie aparte de ti- Admitió encogiéndose de hombros. Sí, decirle sobre su soledad fue un error, así si él andaba acompañado podrían atacarla en cualquier momento, pero es una cazadora ¡Maldición! Algo de sus viejos trucos podría ayudarla, al menos estaba segura que en su pequeño bolso aún conservaba la plata con la cual se ata en las noches de luna llena. Torció los labios sacando una navaja del bolsillo en su pantalón. Arrastró el cuerpo hasta ella y comenzó a retirar la piel con sumo cuidado para no mancharla de sangre y no desperdiciarla, eso podría valer algo en alguna tienda en la ciudad. –Vaya ni siquiera sabía que me encontraba ya en Paris. Pero tranquilo, no es que los lupinos anden por ahí marcando territorio como los canes de verdad ¿Cierto?- Preguntó con ambas cejas arqueadas. Intentaba sonar convencida con lo que decía, sin embargo, fue un comentario extra para ver si podía sacar un poco de información sobre esa raza. Su comportamiento, las tradiciones y demás. Todo lo que sabía de ellos es que se trataban de monstruos y habría que exterminarlos. ¿Sería eso verdad? Ella aún no se convertía en una bestia por completo o ¿Sí? ¡Maldición Astarté, atacaste a tus hermanos!
Nevenka Lèveque- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Ella no se comportaba como otros solitarios, ella había mencionado aceptado su condición… no, solo lo había hecho después de que el anunciara la suya. Si la observaba bien ella era más joven de lo que había notado en principio posiblemente por debajo de la edad preferente que tenían en su clan, no tenía idea de hace cuanto había sido convertida pero le quedaba claro que había sido bastante joven.
-Sí, estamos en parís, yo me hospedo en una posada en la ciudad, en aquella dirección.
Le informo haciendo una seña con su pulgar hacia su espalda, había un troco cerca y se sentó observando como la chica se encargaba de su presa, era una mujer con mucho carácter, tenía temperamento, su lobo debía ser fuerte. Desgraciadamente su respuesta le decía que no conocía mucho sobre si misma y el no podía solo querer dárselas de maestro con ella, probablemente lograría que la muchacha quisiera lanzarse a su yugular y no la culpaba ella tenía aquella esencia que caracteriza a los líderes.
-no creo que los lobos parisinos vayan por ahí marcando cercas.
Le hablo levantando una ceja y apenas dibujando el atisbo de una sonrisa en sus labios, el hombre tenía un rostro tosco en el que rara vez asomaba una sonrisa visible pero aun así podía tener una expresión afable y tranquila.
-pero somos más posesivos que los humanas, el territorio existe y se espera que se respete. Me parece que el clan que reside en parís es pequeño pero fuerte.
El no iba por ahí contando sobre sus clanes o la forma de vida de su gente, era especialmente celoso de los secretos de sus hermanos y bastante vengativo si alguno llegaba a verse en peligro pero en esos momentos estaba intentando atraer la atención de la chica. Lograr que un solitario se una a algún clan y formase parte de alguna manada siempre era difícil, aquellos que no nacían en una familia de licanos terminaban odiando su propia naturaleza y les era difícil creer que podrían vivir tranquilamente y con respeto hacia su lobo.
-abra una celebración mañana por la noche, probablemente escuches la invitación por aquí si te quedas en parís.
Comento casualmente, y mientras la observaba no pudo evitar sentir que la muchacha estaba nerviosa, quizás inquieta. Ella no temblaba o trastabillaba, no se veía asustada o torpe para el pero no podía evitar tener la sensación… posiblemente instinto? Después de todo los jóvenes de la villa a pesar de conocerlo desde siempre, casi en todo momento se sentían nerviosos a su lado, aun los adultos a veces no podían evitarlo. Aunque dudaba que las razones fuesen las mismas.
Miro al cielo mientras sus pensamientos se arremolinaban en su interior sin que su rostro diese seña alguna del caos en su interior, observar el cielo siempre le traía un sentimiento de paz y cierta añoranza haciéndole entender porque los lobos aullaban a la luna.
-Creo que aún no me he presentado, mi nombre es Remington, Remington Talbot Colton.
Se presentó volviendo la mirada a la chica, posiblemente esperando que le respondiese con el suyo propio.
-Sí, estamos en parís, yo me hospedo en una posada en la ciudad, en aquella dirección.
Le informo haciendo una seña con su pulgar hacia su espalda, había un troco cerca y se sentó observando como la chica se encargaba de su presa, era una mujer con mucho carácter, tenía temperamento, su lobo debía ser fuerte. Desgraciadamente su respuesta le decía que no conocía mucho sobre si misma y el no podía solo querer dárselas de maestro con ella, probablemente lograría que la muchacha quisiera lanzarse a su yugular y no la culpaba ella tenía aquella esencia que caracteriza a los líderes.
-no creo que los lobos parisinos vayan por ahí marcando cercas.
Le hablo levantando una ceja y apenas dibujando el atisbo de una sonrisa en sus labios, el hombre tenía un rostro tosco en el que rara vez asomaba una sonrisa visible pero aun así podía tener una expresión afable y tranquila.
-pero somos más posesivos que los humanas, el territorio existe y se espera que se respete. Me parece que el clan que reside en parís es pequeño pero fuerte.
El no iba por ahí contando sobre sus clanes o la forma de vida de su gente, era especialmente celoso de los secretos de sus hermanos y bastante vengativo si alguno llegaba a verse en peligro pero en esos momentos estaba intentando atraer la atención de la chica. Lograr que un solitario se una a algún clan y formase parte de alguna manada siempre era difícil, aquellos que no nacían en una familia de licanos terminaban odiando su propia naturaleza y les era difícil creer que podrían vivir tranquilamente y con respeto hacia su lobo.
-abra una celebración mañana por la noche, probablemente escuches la invitación por aquí si te quedas en parís.
Comento casualmente, y mientras la observaba no pudo evitar sentir que la muchacha estaba nerviosa, quizás inquieta. Ella no temblaba o trastabillaba, no se veía asustada o torpe para el pero no podía evitar tener la sensación… posiblemente instinto? Después de todo los jóvenes de la villa a pesar de conocerlo desde siempre, casi en todo momento se sentían nerviosos a su lado, aun los adultos a veces no podían evitarlo. Aunque dudaba que las razones fuesen las mismas.
Miro al cielo mientras sus pensamientos se arremolinaban en su interior sin que su rostro diese seña alguna del caos en su interior, observar el cielo siempre le traía un sentimiento de paz y cierta añoranza haciéndole entender porque los lobos aullaban a la luna.
-Creo que aún no me he presentado, mi nombre es Remington, Remington Talbot Colton.
Se presentó volviendo la mirada a la chica, posiblemente esperando que le respondiese con el suyo propio.
Remington Talbot Colton- Licántropo Clase Alta
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Re: Antes del amanecer [privado]
Extraña. Esa es la palabra que mejor podría describir su estado anímico. La velocidad de los hechos, le atraparon en una espiral llena de confusión. Astarté podría ser la mujer más frívola y calculadora del mundo, pero no ha dejado de ser sólo una adolescente con fuertes cambios de hormonas. Intentaba asimilar varias cosas al mismo tiempo por eso fue verdaderamente una sorpresa encontrarse en aquella tierra extraña. Chasqueó la lengua y meneó la cabeza. ¡había encontrado alguien con quien conversar después de todo! Él era como ella y, si lo llenaba de preguntas sobre las cosas que le ocurrían a su cuerpo quizá, sólo quizá, se sentiría mejor con el asunto de la mutación, el legado, su… ¡No! De ninguna manera confiaría en una persona, mucho menos en un desconocido. Frunció el ceño suspirando fuertemente. Olvidó lo que hacía, su hambre se disipó lentamente con forme él joven avanzaba con sus palabras. Había algo en él que le resultaba extremadamente familiar, como si lo hubiese visto en algún sueño. Eso lo volvía más peligroso, no era el mejor partido para despilfarrar los secretos que Astarté esconde, pero si no es el ¿Quién? Se mordió el labio inferior debatiéndose.
-No sé de manadas- Respondió amargamente. Todo lo que la fémina pudiese entender sobre los lupinos, estaba a cientos de kilómetros lejos de ella, en las amuralladas habitaciones que debieron protegerlos de un ataque sobrenatural. Los textos, su credo y su educación como tal, se quedaron sepultados en las ruinas de su antiguo hogar. Seguramente sus hermanos seguirían ahí, quizá hayan decidido seguirle la pista hasta Paris y ahora estén rastreándole como sólo un cazador sabe hacerlo. La idea le disgustó por completo y torció la boca. Prefirió centrarse en el joven ante ella que, amablemente y con un semblante de confiabilidad, le facilitaba alguna especie de información. -¿Un encuentro?- Fue una pregunta retórica. ¿Cómo se suponía iba a llegar a ese lugar? No sería sencillo indagar en un recóndito espacio donde un montón de extraños te miran. No, definitivamente no iría a semejante bullicio, entre menos personas supiesen sobre su condición, menos saldrían lastimados y sería más fácil para ella sobrellevar todo eso. –Lo siento, pero no- Encogiéndose ligeramente de hombros, continuó con sus deberes. Sin embargo, aún queriendo disfrazar su curiosidad, la sangre le hervía desde dentro cuando él estaba cerca y cada que él hablaba. Esa jodida sensación podría partirla a la mitad si no la hubiese percibido antes, con… Raven, su hermano. ¡Pero él no es de su familia! ¡Maldición no! Se relamió los labios y entonces tomó una decisión, quizá… la más importante en su vida.
-Astarté Nahiara- Suspiró. Ese apellido era un mito, sólo una estúpida leyenda extendida a través del tiempo y que seguramente a él no le sonaría en lo más mínimo. Sus facciones se tensaron, su lengua trató de atragantarla pero al final pudo escupir la verdad –Lèveque, soy Nevenka Lèveque y…- Se detuvo a mitad de la frase. A estas alturas no podía quedarse callada, pero su perspicacia aún le hacía querer romper la conversación y atravesar el pecho del extraño con un su mano para así deshacerse de otro monstruo… pero parte de ella sólo deseaba poder correr y abrazarlo. ¡La maldita tenía miedo! Más miedo del que pudiese haber sentido nunca. –La última- Rectificó. No deseaba causar lástima, no pretendía que alguien se le lanzara encima con una frase alentadora, sólo necesitaba decirlo… a Nadie más se lo había dicho. Es verdad que no es la única, aún quedan dos de sus hermanos pero ellos no son lobos, ellos ni siquiera… ¡Por todo el maldito infierno! ¡Eran cazadores! –Pa… parece que llevas tiempo metido en esto- Susurró con cierto temor en el tono de su voz. Nuevamente su labio fue mancillado por sus dientes antes. Lo soltó. -¿Cómo lo haces?- Preguntó levantando la mirada hasta él, dejando todo en el suelo y clavando sus fríos ojos esmeralda en los ajenos. Estaba molesta consigo misma, confundida, asustada. -¿Cómo haces para soportar el hecho de ser esto? ¿Cómo puedes mirarte frente a un espejo a sabiendas de queuna vez al mes, todos y cada uno de tus huesos se quiebran incansablemente, retorciéndose y expendiéndose hasta las formas más inverosímiles?- Tomó un poco de aire -¿Cómo haces para soportar la culpa de haber asesinado a alguien en el letargo de la luna llena?- Sus ojos se humedecieron, pero no… Astarté se equivocaba, no era culpa lo que sentía, pues ella ya había asesinado en el pasado importándole muy poco la conciencia, era algo diferente. El problema es que ni siquiera podía identificarlo…
-No sé de manadas- Respondió amargamente. Todo lo que la fémina pudiese entender sobre los lupinos, estaba a cientos de kilómetros lejos de ella, en las amuralladas habitaciones que debieron protegerlos de un ataque sobrenatural. Los textos, su credo y su educación como tal, se quedaron sepultados en las ruinas de su antiguo hogar. Seguramente sus hermanos seguirían ahí, quizá hayan decidido seguirle la pista hasta Paris y ahora estén rastreándole como sólo un cazador sabe hacerlo. La idea le disgustó por completo y torció la boca. Prefirió centrarse en el joven ante ella que, amablemente y con un semblante de confiabilidad, le facilitaba alguna especie de información. -¿Un encuentro?- Fue una pregunta retórica. ¿Cómo se suponía iba a llegar a ese lugar? No sería sencillo indagar en un recóndito espacio donde un montón de extraños te miran. No, definitivamente no iría a semejante bullicio, entre menos personas supiesen sobre su condición, menos saldrían lastimados y sería más fácil para ella sobrellevar todo eso. –Lo siento, pero no- Encogiéndose ligeramente de hombros, continuó con sus deberes. Sin embargo, aún queriendo disfrazar su curiosidad, la sangre le hervía desde dentro cuando él estaba cerca y cada que él hablaba. Esa jodida sensación podría partirla a la mitad si no la hubiese percibido antes, con… Raven, su hermano. ¡Pero él no es de su familia! ¡Maldición no! Se relamió los labios y entonces tomó una decisión, quizá… la más importante en su vida.
-Astarté Nahiara- Suspiró. Ese apellido era un mito, sólo una estúpida leyenda extendida a través del tiempo y que seguramente a él no le sonaría en lo más mínimo. Sus facciones se tensaron, su lengua trató de atragantarla pero al final pudo escupir la verdad –Lèveque, soy Nevenka Lèveque y…- Se detuvo a mitad de la frase. A estas alturas no podía quedarse callada, pero su perspicacia aún le hacía querer romper la conversación y atravesar el pecho del extraño con un su mano para así deshacerse de otro monstruo… pero parte de ella sólo deseaba poder correr y abrazarlo. ¡La maldita tenía miedo! Más miedo del que pudiese haber sentido nunca. –La última- Rectificó. No deseaba causar lástima, no pretendía que alguien se le lanzara encima con una frase alentadora, sólo necesitaba decirlo… a Nadie más se lo había dicho. Es verdad que no es la única, aún quedan dos de sus hermanos pero ellos no son lobos, ellos ni siquiera… ¡Por todo el maldito infierno! ¡Eran cazadores! –Pa… parece que llevas tiempo metido en esto- Susurró con cierto temor en el tono de su voz. Nuevamente su labio fue mancillado por sus dientes antes. Lo soltó. -¿Cómo lo haces?- Preguntó levantando la mirada hasta él, dejando todo en el suelo y clavando sus fríos ojos esmeralda en los ajenos. Estaba molesta consigo misma, confundida, asustada. -¿Cómo haces para soportar el hecho de ser esto? ¿Cómo puedes mirarte frente a un espejo a sabiendas de queuna vez al mes, todos y cada uno de tus huesos se quiebran incansablemente, retorciéndose y expendiéndose hasta las formas más inverosímiles?- Tomó un poco de aire -¿Cómo haces para soportar la culpa de haber asesinado a alguien en el letargo de la luna llena?- Sus ojos se humedecieron, pero no… Astarté se equivocaba, no era culpa lo que sentía, pues ella ya había asesinado en el pasado importándole muy poco la conciencia, era algo diferente. El problema es que ni siquiera podía identificarlo…
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